Shoa

NUEVOS INSULTOS POLITICOS

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Puede observarse con estupor que Goebbels, Hitler y nazi se han vuelto palabras/proyectiles disparadas como insultos tanto por comunicadores como por políticos de diversas arenas partidarias. Buscando un efectismo mediático contundente no parece importarles la invalidez de la analogía. Banalizan impunemente al nazismo y sus figuras prominentes, reducidos a íconos a los que nadie quiere parecerse. Al establecer la comparación hacen gala de un grave desconocimiento tanto de Goebbels y Hitler como de la ideología nazi.

Goebbels. Se acusa de Goebbels a todo aquel que sea visto manejando la información de modo sesgado o autoritario. Hemos escuchado estas acusaciones dirigidas al actual gobierno y a sus amigos, de parte de Jorge Lanata, Joaquín Morales Solá, Jorge Fontevecchia, Carlos Reutemann y Carlos Menem; pero también fue acusado Hermes Binner en boca de Carlos Mercier. Aplicar alegremente el apelativo de Goebbels es una clara evidencia del más absoluto desconocimiento de lo que se está hablando. ¿Quién fue y qué hizo Goebbels? El Ministro de Propaganda del III Reich montó un operativo tan exitoso que consiguió encolumnar a todo un pueblo tras los delirios megalomaníacos de Hitler y convertir a gente común en ejecutores y cómplices de asesinatos masivos. Cualquiera sabe que ninguna medida impopular podrá ser aceptada y ningún estado dictatorial puede mantenerse en el poder sin el apoyo de la población civil. El Ministerio de Propaganda nazi propagó la teoría “racial” e instaló la idea y la necesidad de la reingeniería humana para mejorar la “raza”: se mataría así a gitanos, homosexuales, discapacitados físicos y mentales y por supuesto y de manera central, a todo el pueblo judío. El plan quedó trunco merced a la derrota del nazismo, pero si hubiera triunfado, habría continuado con el exterminio del resto de los “inferiores”: los negros, los amarillos, los marrones, los rojos…, todo el que no fuera blanco, rubio y germano. ¿Puede un plan de esta enormidad compararse siquiera con cualquier medida tomada por un político local?

Hitler. ¿Puede ser válida la asimilación que algunos hicieron del ex presidente Néstor Kirchner con la figura de Hitler (de lo que tal vez, a pocos días de su muerte, prefieran olvidarse)? Previamente a su deceso, Elisa Carrió lo comparó con el Führer y también la revista Noticias lo puso en la tapa con uniforme y pose hitleriana. El ex presidente podía caer simpático o no, verse negociador o autoritario, democrático o fascista, pero compararlo con el que pretendía la instalación del imperio de los mil años y la conquista del mundo bajo la supremacía de la “raza” superior mediante el asesinato de millones de personas no resiste el menor análisis ni merece siquiera ser considerado.

Nazi. La palabra nazi es usada como sinónimo de autoritarismo, obcecación, rigidez. Marcelo Parrilli llamó nazi a Mauricio Macri, Miguel Ángel Pichetto a Liliana Alonso de Negre, Beatriz Rojkes de Alperovich y Gerardo Morales a los que se les opusieron en el congreso. Pero el nazismo fue otra cosa que un arranque o estilo autoritario o caprichoso, fue una ideología política impuesta por un estado dictatorial, que propendía a la supremacía de Alemania primero sobre Europa y finalmente sobre toda la humanidad. La teoría “racial” y el consecuente asesinato de los considerados “inferiores” no tiene ni un pequeño e insignificante punto de comparación con nada de lo que pudiera acusarse a ninguno de nuestros políticos, por más autoritarios, caprichosos o antidemocráticos que sean. El insulto proferido revela, nuevamente, que quien lo dice no sabe nada del nazismo. El insulto califica a quien lo dice pues muestra su ignorancia y el oportunismo efectista y la devaluación de su palabra.

Boudou no está solo. Amado Boudou y su desdichado improperio hacia los periodistas a quienes acusó de ser como “los que limpiaban las cámaras de gas” no está solo. Hitler, Goebbels y nazi se han vuelto malas palabras comunes. Y aunque es bueno que en el imaginario popular el nazismo sea visualizado como algo malo, la banalidad del insulto reduce su significación de tal manera que oculta su verdadera dimensión. Hitler, Goebbels y nazi se han vuelto solo dardos inofensivos destinados a producirle sarpullido al adversario.

Boludo. Pasó con la palabra boludo. En su origen era sinónimo de mogólico debido a la hiperplasia testicular de los que padecen el Síndrome de Down. Son “boludos” por el tamaño de sus testículos. Olvidado su origen lesivo hacia quienes padecen la mencionada alteración genética, ya ni “suena” a mala palabra, hasta ha sido incluido en el diccionario de americanismos de la Real Academia como sinónimo de tonto. Tal vez en poco tiempo Hitler, Goebbels y nazi también serán palabras coloquiales vaciadas de historia, pompas de jabón insustanciales que se desvanecerán en gotitas minúsculas antes de tocar el suelo.

En otros países no se consigue. No pasa igual aparentemente en otros países, en donde Hitler, Goebbels y nazi siguen correspondiendo a lo que designan y no se han abaratado en el uso ligero de la esgrima verbal ofensiva y vacía de sentido de nuestra clase política.

Insultos disponibles.

Tal vez habría que refrescar el repertorio de insultos y malas palabras que quieren decir lo que quieren decir sin necesidad de hacer alarde de creatividad alguna ni de falsear la historia o aprovecharse de sus anti-próceres. Por ejemplo: estúpido, ladrón, asesino, tramposo, corrupto, avivado, traicionero, falluto, hipócrita, mala persona, poco confiable, manipulador, sinvergüenza, mal bicho, indecente, ímprobo, intolerante, estafador, bribón, atorrante, vividor, aprovechador, vago, irrespetuoso, bruto, criminal, coimero…. ¿no son

mucho más elocuentes?

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UNA JUDÍA ACONSEJA A POLÍTICOS Y COMUNICADORES

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Si no han aprendido hasta ahora, es hora de que lo hagan y se ahorren problemas. Eviten mencionar a los judíos o a cualquier cosa atinente a nosotros. No se metan en problemas, es complicado. Cualquier cosa que digan puede sonar mal. Mencionando algo relacionado a los judíos –religión, holocausto, nazismo y así- sin saber bien de qué se está hablando puede traer consecuencias no buscadas. E inmediatamente se enciende un alerta y se disparan las sirenas. La cosa no es caprichosa ni aleatoria, tiene una explicación. Se trata de un secreto milenario: hemos desarrollado un dispositivo protector de transmisión oral, la ABEJA -sigla de Alarma Básica y Específica de Judeofobia Ambiente- que, a modo de sismógrafo sutil y sensiblemente calibrado, incorpora, estudia, evalúa y nos pone en guardia, ante el más mínimo atisbo de ignorancia o discriminación anti judía.  La ABEJA está siempre alerta, es una cuestión de supervivencia.

Aunque su necesidad tiene más de dos mil años, la ABEJA así como lo conocemos hoy –aunque más primitiva- tiene su origen en Europa. Nació en el siglo IV bajo el imperio de Constantino el que instaló a la Iglesia como religión del imperio e impuso a mis antepasados el rótulo de asesinos de Cristo. A partir de allí la ABEJA se fue perfeccionando durante los siglos de bulas papales y peleas feudales y principescas, que llevaron a la prohibición de poseer tierras, la imposición de ocuparse solo de finanzas, artesanías y comercio para después señalarnos como usureros. La ABEJA fue recalibrada durante las Cruzadas, con la difusión del libelo de sangre (que nos acusaba de secuestrar niños cristianos y desangrarlos para nuestros rituales demoníacos), tuvo otro momento rutilante en la Inquisición, las conversiones forzosas, las matanzas, las torturas, y luego en los exilios y las deambulaciones de mis tatarabuelos; sufrió un nuevo ajuste con las teorías raciales que condujeron al así llamado antisemitismo, y luego con el invento de los Protocolos de los Sabios de Sión, los pogromos asesinos que se llevaron a mis abuelos –la ABEJA había quedado desactualizada- hasta el final de fiesta a toda pompa y sangre que fue el nazismo y la Shoá donde se masacró a casi toda mi familia. Luego de eso la ABEJA, nuevamente perfeccionada, pareció haber alcanzado su calibración definitiva y hasta se creía que nunca más iba a ser necesaria. Pero no. Cuando los sobrevivientes se sacudían las cenizas que ensombrecían sus memorias y ya Israel era un sueño hecho realidad, aplaudido por todos mientras estaba en las malas, bastó que ganara su primer guerra, la de los Seis Días, para que la mirada benévola se volviera acusación. Los técnicos se abocaron a recalibrar nuevamente a la ABEJA ahora a un nuevo nivel: mientras nos dejamos matar, está bien, pero cuando decidimos que una parte de la tribu sea un país como cualquier otro, eso sí que no. El ajuste actual incluyó en consecuencia al antisionismo que enarbola el sucio dedo de la culpa señalándonos, pero con un evidente alivio, un “ya lo sabíamos, no son de fiar estos judíos”. La ABEJA revela en sus registros que el judeófobo  justifica así su mala conciencia y su odio ancestral. Y no digo que acuerde con el gobierno de Israel ni con lo que pasa allá, no tengo por qué defender ni justificar ni participar de sus decisiones. No los voté, soy argentina y voto acá. Aunque pertenezco a la misma tribu de los judíos que viven en Israel, no soy israelí, pero como de la misma tribu me afecta lo que allí suceda y me toca lo que de ello se diga aunque no sea responsable. (Israel es un país, no es “los judíos”). Sí, ya sé, no es fácil. Y la ABEJA hubo de ser ajustada nuevamente porque nos “toleran” mientras seamos débiles, víctimas, estudiosos, comerciantes o prestamistas, pero no somos “tolerados” si no nos dejamos matar, si queremos ser igual que cualquiera. Y llegamos al día de hoy con la nueva palabreja del mundo políticamente correcto, la tolerancia. Qué espantosa palabra, ¿no?. Se tolera al que no se quiere, al que no se acepta, al que se aguanta.

Y ni qué decir de las bombas a la embajada de Israel y a la mutual judía, el mayor atentado terrorista que sufrió la Argentina, cuando se dijo, otra vez con alivio, que murieron judíos e inocentes. La ABEJA tuvo mucho trabajo esos días y hubo de sufrir una nueva recalibración.

Por todo esto, queridos políticos K, no-K o anti-K, queridos candidatos a políticos, queridos asesores de los candidatos a políticos, queridos periodistas y comunicadores sociales, tengan cuidado cuando nos usan con ligereza en sus declaraciones. La ABEJA saca el aguijón, se pone a vibrar como loca y se vienen los comunicados, los reclamos, los pedidos de disculpas, los medios levantan la noticia y la acomodan para atacar a unos y a otros. No hay ganancia. Mejor no digan nada. Háganme caso. No se metan en camisa de once varas que aprieta y enseguida se le saltan los botones.

Publicado por El diario de Leuco, 1 de septiembre 2020

Carta de Lectores publicada en La Nación 13/10/2010

¿Vale la pena contestar un desaguisado semejante al proferido por el Ministro de Economía cuando dijo que algunos periodistas eran “como los que ayudaban a limpiar las cámaras de gas en el nazismo”? ¿Tendrá alguna idea de lo que sucedía en los campos de exterminio? ¿Se imaginará lo que es estar obligado a retirar cientos de cuerpos de hombres y mujeres, viejos, adultos y niños, despegarlos para separarlos –y no me detengo en cuestiones de difícil digestión-, acomodarlos en carretillas, llevarlos a sitios especiales para hurgar en ellos por si tuvieran valores escondidos y después introducirlos uno a no en los hornos crematorios? ¿Le contaron que los encargados de estas tareas sabían que su propio destino iba a ser igual en pocos días? ¿Alguien le habrá informado que estos mismos prisioneros fueron los que dinamitaron uno de los hornos crematorios en Auschwitz?

Carta de Lectores - Boudou/nazismo

Publicada en La Nación 13/10/2010

¿Vale la pena contestar un desaguisado semejante al proferido por el Ministro de Economía cuando dijo que algunos periodistas eran “como los que ayudaban a limpiar las cámaras de gas en el nazismo”? ¿Tendrá alguna idea de lo que sucedía en los campos de exterminio? ¿Se imaginará lo que es estar obligado a retirar cientos de cuerpos de hombres y mujeres, viejos, adultos y niños, despegarlos para separarlos –y no me detengo en cuestiones de difícil digestión-, acomodarlos en carretillas, llevarlos a sitios especiales para hurgar en ellos por si tuvieran valores escondidos y después introducirlos uno a no en los hornos crematorios? ¿Le contaron que los encargados de estas tareas sabían que su propio destino iba a ser igual en pocos días? ¿Alguien le habrá informado que estos mismos prisioneros fueron los que dinamitaron uno de los hornos crematorios en Auschwitz?

Si supiera todo eso –es lo que espero de un ministro del poder ejecutivo de mi país- ¿cómo se atreve, cómo pudo ocurrírsele semejante analogía? Los pobres prisioneros que se ocupaban del trabajo más abyecto de los criminales nazis no tenían elección alguna, querían vivir un día más y tener la posibilidad de rebelarse y cuando llegara su hora, morir de manera digna y honorable luchando por la recuperación de su humanidad. ¿Pensará Boudou lo que dice o lo dice porque supone que tampoco tiene elección y también quiere estar un día más…? Y si lo consigue, ¿será que acaso espera rebelarse algún día y recuperar su honra y su dignidad? Si fuera así, vale la pena contestarle.

Diana Wang.

Presidenta de Generaciones de la Shoá en Argentina.

¿Por qué recordar la Shoá en la Argentina? [1]

Nota: ponencia presentada en el seminario "La Shoá, los genocidios y crímenes de Lesa Humanidad: enseñanzas para los juristas" organizado por la Secretaría de DDHH del Ministerio de Justicia y el Mémorial de la Shoah de Paris. Es la transcripción de mi presentación oral según como fuera publicada en el libro. No recuerdo por qué la mención a Daniel Goldman, tal vez él debía venir y no pudo y fui convocada en su lugar, pero no lo recuerdo (hablando de recordar....). Muchas gracias a los organizadores por haber confiado en mí, especialmente a Andrea Gualde y a Roxi Perel. En tan poco tiempo, que fui notificada de esta participación, haré lo posible por compartir con ustedes algunas reflexiones. Tengo algunas cosas parecidas con el rabino Dany Goldman y otras muy diferentes. El rabino Dany Goldman es quien tendría que estar acá en este momento. Soy judía como él. Y soy hija de sobrevivientes igual que él. Pero no soy rabina y no tengo su ilustración y su hondura filosófica, así que no van a contar con esto de mi parte.

Desde mi lugar de hija de sobrevivientes, como presidenta de una organización que se ocupa de transmitir y educar sobre el tema de la Shoá, y también un poquito desde mi lugar de psicóloga, que es inevitable (soy todo eso), hay toda una serie de cosas que querría compartir con ustedes.

Obviamente, la memoria es indispensable. Recordar y saber qué pasó forma parte del conocimiento que todas las sociedades tenemos que tener. Pero, ya a esta altura del partido, aquel lugar común de recordar para no repetir, sabemos que es una vana ilusión. Se recuerda y se recuerda, y se repite y se repite, y se mejora incluso. Así que recordar solo no es suficiente. Hay algo más que debemos hacer. 

La pregunta es por qué recordar la Shoá en la Argentina. Esto es lo que dice en el programa. Como buena judía, lo primero que contestaría es por qué no. Por qué la Argentina tiene que ser diferente de otros países. En este momento la Shoá está siendo un tema tomado por casi todos los países porque porta una serie de lecciones e informaciones que cambiaron definitivamente la mirada que tenemos los seres humanos sobre las sociedades. Hay un antes y un después de la Shoá con respecto a la concepción de lo humano. Pero déjenme decirles, antes, que me quedé pensando qué interesante que un lugar como la Argentina, en el sur del Cono Sur, tan lejos de los escenarios europeos en donde sucedió la Shoá, estamos teniendo un simposio sobre la Shoá y estamos hablando de la Shoá. Y creo que es absolutamente pertinente hablarlo acá y en todas partes.

Qué hubiera pasado si el Ejército Rojo no hubiera detenido el avance del ejército alemán en Stalingrado. Qué hubiera pasado si el general Patton no hubiera triunfado en el norte de África y hubiera entrado en el sur de Italia. Qué hubiera pasado si los Aliados no hubieran ingresado en Normandía. Qué hubiera pasado con el mundo si el nazismo hubiera triunfado, a casi ochenta años de su instauración en 1933. Probablemente, muchos de nosotros no estaríamos vivos, no estaríamos acá. No sé cuántos judíos hay en la sala pero no hubiera quedado ni un judío en el mundo. El nazismo tenía un plan que era universal, que no tenía fronteras geográficas. El plan de la creación de la raza superior no tenía fronteras. Era un plan planetario, iban allí como demiurgos, como semidioses, querían construir lo que ellos llamaban “la raza superior”. No habría discapacitados físicos, no habría discapacitados mentales, no existirían homosexuales. Y bueno, irían por más. No existirían negros, ni amarillos, ni rojos, ni marrones, ni gente con los ojitos así. Vaya uno a saber en qué mundo viviríamos si el nazismo hubiera triunfado. Entonces, por esto es pertinente hablar de la Shoá acá y en cualquier lugar del mundo. Porque simplemente se detuvo porque perdieron la guerra. Entonces, no tenemos que perder de vista que la Shoá estuvo en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, y gracias a que la perdieron, el mundo pudo seguir, bien o mal, como ha seguido. Pero, seguramente, mejor que si hubiera estado bajo el nazismo.

Pero también, hablar de recordar la Shoá en la Argentina y también en otros países tiene sentido por las varias lecciones que comporta. Nos ha enseñado, y todavía no sé cuánto hemos aprendido, del alcance de los sistemas políticos totalitarios y de la enorme vulnerabilidad de las sociedades humanas frente a eso. Nos enseña sobre el fracaso de los dispositivos educativos que tenemos, sobre la fragilidad de los individuos y las sociedades para contrarrestar los poderosos efectos de este sistema, para no someterse al aparato de la propaganda y al hondo lavado de cerebro que éste determina. A la dificultad de la lucha,, tanto individual como grupal, a la presión grupal y social –y acá habla la psicóloga– por esta necesidad que tenemos los seres humanos de ser aceptados, de pertenecer a un grupo. Esto se ha probado por infinitos estudios, que determinan la aceptación y el sometimiento a ciertas normas del grupo aun cuando algunos individuos no estén de acuerdo.

Nos enseña sobre el entumecimiento del juicio crítico, que es una consecuencia de todo lo anterior. Sobre la comodidad, sobre la burocracia. Sobre los aparatos que nos dicen que nosotros confiemos en alguien que nos dice que sabe lo que hace y que nosotros simplemente hagamos lo que tenemos que hacer. No miremos el cuadro grande. Sobre todo esto nos enseña la Shoá permanentemente. Y la Shoá debe ser un ejemplo, y debe ser mostrado como un ejemplo de a lo que se puede llegar si se siguen las últimas consecuencias de lo que esto propone.

Tenemos varios ejemplos en la Argentina. Voy a hablar solamente de uno. Podría tomar cualquier otro, pero voy a hablar de lo que pasó en la Guerra de Malvinas. Tal vez los compañeros franceses de la mesa, que no estuvieron acá, no sepan cómo fue el clima cuando comenzó la Guerra de Malvinas. El país estaba presidido por un gobierno de facto, por un presidente cuya mayor virtud era su resistencia al whisky, la cantidad de bebida alcohólica que tomaba, y se hacían muchas bromas respecto de eso. Tenía una oposición popular muy grande porque había medidas que habían sido muy impopulares. Entonces, un día se llena la Plaza de Mayo, ésta que tenemos acá a una cuadra, con una manifestación absolutamente en contra del gobierno. El gobierno declara la Guerra de Malvinas y, dos días después, la misma plaza se llena de gente vitoreando al presidente. Hay algunas cabezas que hacen así porque nos acordamos de lo que fue. Es decir, un día en contra y dos días después “el pueblo” llenando la plaza a favor de esta decisión.

Yo recuerdo los titulares de los diarios, yo recuerdo el “estamos ganando”. “Estamos ganando”, pero miren qué pretensión delirante. Al ejército británico ayudado por el ejército americano. Nosotros, la Argentinita, ese paisito chiquitito, nosotros estamos ganándoles a ellos. Se acuerdan de nuestras bravatas, de nuestra arrogancia de argentinos, diciendo “que se venga el principito”, como que nosotros lo vamos a atacar, con tango, con mate o con asado, porque no sé con qué lo íbamos a atacar. Recuerdo cuando íbamos a dar clase a las escuelas, a los chicos de diecisiete, dieciocho años. Los chicos que nacieron después de la Guerra de Malvinas no entienden esto que estamos contando. Pero cómo, ¿eran idiotas que declararon una guerra a estas potencias mundiales? Entonces les contamos. Chicos como ustedes, yo los vi en la televisión haciendo colas en el Ministerio de Guerra para ofrecerse como voluntarios. Para ir a morir a esas islas con piedras desérticas por una supuesta reivindicación histórica del robo de los piratas ingleses. Me acuerdo de la gente haciendo colas entregando medallitas y cadenitas de oro. Nos acordamos de todo esto. Bueno, esto es lo que hace un gobierno totalitario –es un ejemplo muy chiquitito– que nos toca absolutamente a todos.

Este tipo de cosas han pasado más de una vez en la Argentina, en Chile, en Uruguay, en distintos países. No voy a abundar en esto porque todos conocemos estos mecanismos afilados, desarrollados hasta grados preciosos por el Ministerio de Propaganda de Goebbels; siguen siendo usados y aplicados por la propaganda política, por la publicidad comercial. Los mismos principios desarrollados por el Ministerio de Propaganda. Y esto tenemos que ir a enseñarlo a las escuelas. Tenemos que ir a enseñar cuáles son los principios, para mostrar qué vulnerables son a la manipulación y a la formación de la supuesta opinión pública que apoya a estos gobiernos totalitarios en decisiones impopulares a través de una cuestión que inventa como la Guerra de Malvinas.

Podría decir infinidad de cosas por las cuales es importante hablar de la Shoá, pero quiero mencionar una sola más hasta pasar a otro tema que quiero tratar con ustedes. El conocimiento, el reconocimiento y el aprendizaje sobre aquellos poquitos, muy poquitos, que se atrevieron a pensar por sí mismos, que no se sometieron al lavado de cerebro y que hicieron lo que en aquel momento no había que hacer, a los que se opusieron, a los que en la Shoá salvaron judíos aun a riesgo de su propia vida, a esos que han tenido conductas casi siempre inconscientes, que si las hubieran pensado no las hubieran hecho. Pero aprender de ellos, cuáles son los resortes que se movieron, porque es ahí donde encontraremos alguna respuesta que todavía necesitamos aprender.

La otra cosa que quería decirles es algo que me llama mucho la atención, y en este foro de juristas y de pensadores sobre el tema de la Shoá quiero proponerlo como una cosa que me inquieta, que es el uso de ciertas palabras, retomando algo que comentó el juez Rozanski, que es el uso apropiado de las palabras. He escuchado acá y en otros sitios y documentos que se usan las palabras “raza”, “racismo” y “antisemitismo”. Entonces, quiero dedicarme brevemente a hablar de esas tres palabras y tratar de convencerlos a ustedes de por qué son impropias y por qué no deben ser usadas.

El concepto de antisemitismo es un concepto acuñado por Wilhelm Marr, un escritor y periodista alemán al que se le ocurrió este concepto a mediados del siglo XIX. Escribió un panfleto que rápidamente tuvo difusión, vendió en la sociedad, y entonces el concepto de antisemitismo fue instalado y empezó a tener una validez cuasi científica. Wilhelm Marr hizo un salto sofista muy interesante. Miren lo que hizo. Porque lo semita existe; existe lo semita, pero no en la biología. Wilhelm Marr plantea el antisemitismo como un concepto que tiene que ver con la biología. Hay gente que nace semita y hay gente que nace no semita: aria, negra, oriental, o lo que fuera. Lo semita es genético, es ontológico, es lo que uno es. Es semita. Si uno es semita eso no se puede cambiar, no se puede convertir, no se puede convencer. Si uno es de tal altura. Uno es lo que es y no puede cambiarlo. Resulta que lo semita es un concepto de la lingüística, lo semita son las lenguas. Hay lenguas de raíces semitas, lenguas de raíces arias y otras raíces. Hay lenguas semíticas, como el hebreo, como el árabe, y lenguas arias. Y entonces, lo que hizo este hombre fue un salto mágico: si esto se aplica a la lingüística, trasladémoslo, transpolémoslo a la biología. Esto es un gravísimo error. No existe algo así como el antisemitismo.

Lo que sí existe, la palabra que más se le ajusta, es judeofobia. Es el odio o la sospecha frente a lo judío. Esto tiene una historia, primero una historia religiosa por la judeofobia de la Iglesia Católica. Luego, la judeofobia europea por algunas características supuestamente atribuidas a los judíos, que arman el estereotipo judío del judeófobo. Pero lo que agrega Wilhelm Marr es la pretensión científica. A partir de ese momento los judeófobos europeos y los del mundo entero se quedaron tranquilos. Porque no era que ellos tenían algún prejuicio que mejor no contar y este sentimiento que no era bien visto. No; es que estaba fundado en la biología. Los judíos éramos gente diferente. De ahí a excluirnos y luego a exterminarnos son algunos pasos lógicos en la sucesión de los acontecimientos.

Y en qué se basa Wilhelm Marr en este concepto de antisemitismo. Se basa en el concepto de raza. La raza era una idea que existía con bastante anterioridad al siglo XIX. Se supone que es una idea que comenzó a conocerse en el siglo XVI, en el siglo de los colonialismos. Cuando los europeos con sus barcos salieron a conquistar África y América, a colonizar y expoliar a los dos territorios en colonias. Se encontraron con el otro, con el Otro, con un negro, con otra forma de narices, con otra forma de pelo, con otra cultura, con otra sintaxis idiomática y otras costumbres. Entonces, este Otro inmediatamente fue subsumido por la categoría de subhumano. Y aparece el concepto de raza. “Raza”, ligado a la categoría de inferior. Raza no como diferente sino como inferior, aplicada a los pueblos de África, aplicada a los pueblos primigenios de América. Y esto ¿qué permitió? Permitió el comercio esclavista, cosificó a la gente; entonces no había ninguna culpa porque no eran seres humanos iguales que los europeos, a éstos se los podía comprar, vender, manipular, esclavizar y dejar morir. No había ningún problema para ello.

Sobre este concepto del siglo XVI se monta un político francés, Joseph Gobineau, que también en la segunda mitad del siglo XIX escribe un libro que se llama Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, en donde pone sobre la mesa aquello que Wilhelm Marr había esbozado con el antisemitismo. Entonces, él habla de una desigualdad cualitativa, donde hay mejores y peores. Esta idea de Joseph Gobineau luego fue utilizada en Los protocolos de los sabios de Sión, que se basa en un escrito francés que después fue retomado por la policía zarista, en El judío internacional, de Henry Ford, y finalmente fue retomado por Rosenberg y el nazismo y su ruta, y el camino que nosotros conocemos.

Y hay una coincidencia. Tanto el antisemitismo como el concepto de racismo fueron acuñados en la segunda mitad del siglo XIX, en años muy próximos. Y uno se pregunta a qué se debe esto, ¿es casualidad? Resulta que tiene que ver con la emancipación de los judíos en Europa Occidental. La mayor parte de los países de Europa, entre ellos Alemania y Francia, había emancipado a los judíos, y en este momento de la historia, a partir de 1870, tenían los mismos derechos ciudadanos que el resto de la población. Entonces se necesitaba diferenciarlos. Por eso estos conceptos aparecieron.

Estos conceptos que estoy desarrollando en este momento son los conceptos con los que nosotros vamos a las escuelas y trabajamos, porque tienen que ver con el fundamento biológico de la discriminación. Entonces, lo que proponemos es dejar de llamar razas y racismo, no tengo otra palabra, la única palabra que puedo decir es “lo que se conoce como racismo”, porque no hay otra palabra para llamarlo, y hacer una propuesta en las Naciones Unidas para que deje de llamarse así, porque se sigue llamando así en los convenios de Naciones Unidas. Y la idea es ir a las escuelas y mostrar cómo estos conceptos están integrados a nuestra cultura y determinan conductas, miradas y prejuicios, no solamente en contra de los judíos.

En la Argentina tenemos otros grupos que en este momento están siendo mirados de manera discriminadora. En un momento, los coreanos. Tenemos inmigrantes de países vecinos, paraguayos, bolivianos. En otro momento fueron los chilenos. Todo este cuerpo de pensamiento y de información puede ser aplicado a la revisión de la forma en la que es mirado otro, cuando es visto como Otro, con mayúscula, cuando es visto como amenazante, cuando es visto como diferente de mí y tal vez inferior.

Una de las cosas que estamos haciendo en este momento, y con esto termino, desde Generaciones de la Shoá, y que quiero compartir con ustedes, es lo que llamamos el proyecto Aprendiz. El proyecto Aprendiz es una forma diferente de trabajar con la memoria. Y lo queremos proponer a esta audiencia porque creemos que es novedoso y creativo, y que compromete a la gente de una manera muy particular. El proyecto Aprendiz consiste en el emparejamiento de un joven con un sobreviviente en una relación personal, en donde el joven –con “joven” queremos decir gente de entre veinte y treinta años, no menos de veinte– aprende del sobreviviente, que será su maestro, no solamente su historia durante la Shoá, sino quién es, cómo ha vivido, sus pequeñas anécdotas, que le permitan a este joven –dentro de diez, veinte, treinta o cuarenta años más– pararse frente a un auditorio y contar la historia de la Shoá, de viva voz, como un relato personal. Lo que nosotros hemos observado, y en esto se basa el proyecto Aprendiz, es que es muy importante la información escrita, los libros, las películas, pero no hay nada que impacte y que mueva más a un auditorio que la presencia física del testigo. El testigo porta no sólo la información sino la encarnación de una historia, con una emoción que muchas veces hace a la información transmitida indeleble y persistente en la memoria. Entonces, hay algo que tiene que ver con el trabajo en la memoria que tiene que pasar también por lo emocional. Y en esto se basa el proyecto Aprendiz que estamos llevando a cabo.

 

 

 


[1] Transcripción de la ponencia de Diana Wang, en el Seminario “La Shoá, los genocidios y crímenes de Lesa Humanidad: Enseñanzas para los juristas” organizado por la Secretaría de DDHH del Ministerio de Justicia de la Nación y el Memorial de la Shoah de Paris. 27-28 de Septiembre 2010. Está publicado en el libro homónimo.

De encierros y libertades. A propósito del hallazgo de los mineros chilenos.

Todos sentimos alegría por la constatación de que los mineros enterrados en Chile estén con vida y de que hayan comenzado las acciones para mantenerlos vivos y en un futuro, rescatarlos. Uno imagina la angustia del encierro, la desesperanza e impotencia, el temor de haber sido dados por muertos, el calor, la sed, el hambre, el vacío de la ausencia de comunicación con el exterior. El escenario es claustrófobo y terrorífico, una especie de muerte en vida. Todo esto cambió con la conexión establecida y con la reapertura de la esperanza. Es casi un milagro, renueva la fe en lo mejor de lo humano. No nos ponemos a pensar ahora en que las cuestiones de seguridad no fueron atendidas lo suficientemente, que la empresa no consideró que la vida de los mineros debía ser protegida mediante la construcción de otra salida como se hace en países con mayores controles. Es momento de alegría y regocijo. Pero vienen a mí, sin que lo pueda evitar, -y acusándome de injusta- otros hechos protagonizados por otras personas encerradas, también angustiadas, desesperanzadas, impotentes, con hambre y sed, pero, a diferencia de haber sido objeto de un accidente, su enterramiento se debía al peligro de muerte en el que estaban. Eligieron ese encierro, eligieron esas duras condiciones porque era mejor que estar en el exterior, a la intemperie como blanco del acosador asesino.

Pienso en mis padres que estuvieron 22 meses hacinados en un altillo de 70 cm de altura máxima, en un total silencio para no ser descubiertos, en la oscuridad más absoluta, temiendo en cada minuto ser denunciados y asesinados; un primo escondido con ellos, a sus cinco años, cuando salió tenía atrofiados los músculos de sus piernas debido a la inmovilidad a la que estuvo obligado en sus años de crecimiento; hasta hoy renguea, pero vive; aprendió sus primeros juegos entre el horror del silencio, la quietud y la oscuridad.

Pienso en los Ackerman, un matrimonio y sus dos hijos, que sobrevivieron escondidos en las cloacas conviviendo con todo tipo de alimañas, en el lodo y la pestilencia, durante cerca de un año y medio, tiempo en el que no emergieron nunca a la superficie, jamás asomaron a las calles que estaban ahí nomás, sobre sus cabezas.

Pienso en Stan que sobrevivió escondido en un sótano lóbrego y húmedo junto con otras quince personas; tenía 11 años y domesticó a una rata que fue su compañera de juegos y mascota durante los largos meses de encierro.

Pienso en Rivka de 9 años que permaneció escondida en el fondo de la cucha del perro de una granja, sin que los granjeros lo supieran, compartiendo con el ”dueño de casa”, el noble perro, su comida y las peripecias de su vida.

Pienso en Félix que sobrevivió en un pozo cavado bajo la casa de quien fuera la cocinera de su familia, en la tierra, en un pequeño sitio junto con tres personas más, no podían ponerse de pie ni cambiar de posición porque el lugar no era suficiente, debían estar, ellos también, en total y absoluto silencio y en completa oscuridad; en ese contexto, Félix siguió sus estudios porque uno de sus compañeros de infortunio era un tío, profesor de física y matemáticas, quien le impartió las clases de ésas y otras materias, en la oscuridad más absoluta, sin papel ni lápiz, sin tiza ni pizarrón, todo de memoria y susurrado; cuando la guerra terminó llegó a Francia y fue admitido en la Sorbonne donde se graduó con honores. “Nunca tuve que estudiar” decía, “me bastaba con cerrar los ojos y escuchar al profesor, igual que en el escondite con mi tío”.

Todos ellos eligieron estar escondidos porque el mundo había enloquecido: estar libre era peligroso, estar encerrado era la salvación. Y no sé si sufrieron serios traumas, sabían que no tenían alternativa y cuando uno sabe que no tiene alternativa, de alguna manera se las arregla, pone las cosas en su debido lugar y se concentra en vivir. A diferencia de los mineros ellos no sabían si alguna vez terminaría su encierro o si podrían sobrevivir siquiera un día más, no tenían ninguna ilusión.

Me da mucha alegría que los mineros hayan sido encontrados y que se les haya abierto una esperanza, que sepan que son esperados, que se hará lo posible por rescatarlos, que el mundo está atento a ellos y a su sufrimiento. Me da tanta alegría como la pena que siento por todos los que eligieron enterrarse en vida para huir del odio, rodeados de indiferencia sin tener al menos el consuelo de saber que eran esperados en alguna parte, que alguien estaba intentado hacer algo por salvarlos. ¿Cuántos habrá hoy en las mismas condiciones? ¿Cuántos en Darfur, en la Latinoamérica de los cárteles, en el Africa diamantera, en otros confines? ¿cuántos hay encerrados en el silencio y la oscuridad y la indiferencia más total? Son afortunados los mineros que tienen a tanta gente preocupada, a todos los medios de prensa atentos.

Me dirán que ¿qué tiene que ver una cosa con otra?, ¿por qué relacionar este hecho con aquéllos?. Responderé que es parte de mi patología como hija de sobrevivientes de la Shoá. Es mi porción de locura heredada de aquella locura del mundo y con la que seguimos conviviendo. Es maravilloso advertir el espíritu humanitario despertado universalmente por los pobres mineros aprisionados. Pero me da lo que llamaría una cierta envidia retrospectiva, un poco de pena y un chiquito así de  vergüenza.

Bailar en Auschwitz, ¿burla o celebración?

bailando auschwitz

La Shoá esa enormidad que interpela a la Humanidad toda es para los judíos un absoluto, un baluarte sagrado que suele ser tratado con respeto y unción. Investido con el ropaje de lo sagrado sus reglas de conmemoración y actos de representación son ceremoniales, a menudo con grandes palabras,  prolijidad y pudor (y –sin temor a la incorrección política- con algo de hastío, un “otra vez lo mismo” que algunos piensan pero que no reconocerán ni dirán jamás). Hay poco lugar para nuevas ritualizaciones, nuevos códigos que atenten tal vez con quitarle el halo sagrado de seriedad, que amenacen con arrugar lo que siempre aparece bien planchado. Se corre el riesgo de herir, ofender y/o irritar. En general nos cuidamos muy bien de todo ello y más ante cosas como la Shoá (pongámonos de pie) y peor aún si mentamos a los sobrevivientes.

A la artista plástica australiana Jane Korman, parece no importarle nada de esto. En este video clip casero y desprolijo, con la fuerza del conocido  “I will survive” (que en castellano se tradujo “Resistiré”) muestra a su familia –su papá, sobreviviente de la Shoá, y sus hijos- siguiendo torpemente los pasos de una coreografía titubeante en los mismos escenarios de la Shoá. “Sobreviviré. Bailando en Auschwitz”,  se llama este trabajo de 4´ que subió sin empacho ni timidez a Youtube, desde donde se difundió explosivamente y tuvo su momento de gloria con múltiples comentarios disímiles, hasta notas en diarios de todo el mundo.

La propuesta es bizarra, tan diferente que uno no sabe cómo tomarla. Es por cierto muy extraño ver a este grupo de personas  de edades diversas en los escenarios del genocidio bailando al son de un tema popular en las fiestas.  Pero el haber sobrevivido la Shoá, además de un milagro, es también una fiesta. Tal vez sea ése uno de los ejes de esta “travesura” de Korman y una “respuesta personal y emocional ante recientes brotes antisemitas en Australia” según declarara en un reportaje. Su madre, que no participó del viaje familiar y por ello no aparece en el video, la apoyó diciendo “venimos de las cenizas, ahora bailamos”.

Contrariando lo que suele hacerse en los actos de memoria, este video se anima -con resultado artístico conversable por cierto- a otra cosa. Es un video casero, familiar, sin la intención de ser lo famoso que fue (si su intención hubiera sido ésa, habría habido más cuidado en su realización). No es un hecho artístico ni una proposición ética ni un intento de representación de la Shoá. Nada de eso. Sin embargo, su difusión insólita generó reacciones polares, apasionadas y controvertidas y lo ha puesto en el escenario de la discusión de la representabilidad, de la pertinencia de elegir caminos personales y de su legitimización. En la lista de distribución de Generaciones de la Shoá, todosgeneraciones@gruposyahoo.com.ar, con cientos de miembros, la polémica tuvo tres tipos de reacciones:

·      Muchos lo vieron como una ofensa a la memoria de las víctimas y una desacralización de los sitios de la Shoá señalando con vergüenza ajena los movimientos patéticos del sobreviviente intentando seguir los pasos de los más jóvenes, visto como una burla a su falta de habilidad y a las víctima que perecieron.

·      En el otro extremo, otros recibieron con alborozo lo que leyeron como un canto a la vida de las tres generaciones que mantienen, como todos, una vida imperfecta pero con un ímpetu que la hace imparable a pesar de lo vivido.

·      En el medio algunos reconocieron el valor de este video familiar siempre que quede guardado en la esfera de lo privado, pero lo desestimaron como mensaje público, tanto desde lo estético como desde lo filosófico.

Personalmente me pareció una curiosidad, algo diferente, un intento de desacralizar el tabú, de ir donde siempre se llora y bailar con toda la chutzpá en un acto de supremo triunfo. Leí una proposición que tal vez no planearon al momento de su realización: les venimos a decir aquí, en el sitio en donde sucedió, que el plan nazi falló, que no consiguieron exterminar al pueblo judío, que seguimos aquí, vivitos y coleando. Hecho y entregado en borrador y sin ninguna pretensión estética. Aunque, viniendo de una artista plástica, no estemos tan seguros de su ingenuidad, lo estético debe haber estado involucrado de alguna manera y tal vez, lo que vemos como “poco estético” sea precisamente la estética que pretendió darle. Esos movimientos descoordinados, torpes, entrecortados y poco ensayados, esa alegría maníaca en la música que no es tal en la acción, nos dice algo así como “tenemos que estar y mostrarnos contentos de volver vivos a este lugar, de que nuestra familia fructificó, aprenderemos despacio a movernos en este nuevo espacio, a juntar lo que quedó partido, desprolijamente, como podamos, como nos salga” que es más o menos lo que ha hecho toda familia de sobrevivientes. Algunos sobrevivientes (David Galante, Moisés Borowicz entre otros) dijeron que era para ellos una celebración de la vida, que no lo veían como algo inconveniente, identificados tal vez con el Sr Korman que pisaba los escenarios de la Shoá, allí donde antes había sido obligado a animalizarse, como un acto voluntario de hoy, una afirmación del triunfo de la vida.

Cada sobreviviente, cada familia de sobrevivientes, vive y convive con esa memoria como sabe y como puede, junta los fragmentos y arma con ellos la construcción que le es posible. ¿Cómo valorar un acto personal, íntimo, cómo calificarlo, desde qué lugar, y, lo que es más serio, con qué propósito? Es como cuando se critica a algún deudo que no se conduce según las reglas supuestamente estipuladas de un "duelo normal", como si hubiera formas únicas establecidas de cómo y cuándo duelar. El ojo del observador completa lo observado, lo valora, comprende y resignifica. No hay límites en el mundo de las lecturas y las opiniones: no hay verdades sino opiniones. El escenario de “la verdad” tiene sus riesgos: primero se la esgrime y después se vuelve un arma. La conversación es posible solo en contextos desarmados. Como soy una persona sociable, prefiero conversar.

¿Me voy a ir en gueto?

Así preguntó Maru, de 12 años, alumna de una escuela privada no confesional. En Historia le dieron para estudiar El Holocausto, para el lunes había que saber Guetos y Campos de Concentración. ¿Es como matemáticas o geografía? preguntó extrañada, ¿hay que cumplir los objetivos de Gueto y Campos de Concentración igual que Teorema de Thales o Isotermas e Isobaras? y terminó: si uno no la da bien, ¿se va en gueto?.

Y su pregunta, nada inocente, pone en cuestión todo el tema de la educación y la transmisión. Pone sobre el tapete también lo relativo a la representabilidad, a todos los dispositivos que se usan como herramienta pedagógica.  Obliga a discutirlo, interrogarse, repensar y revisar lo que se hace, para no caer en la estereotipia que lleva lenta pero fatalmente a la banalización.

Una ley que incluya el estudio del Holocausto en toda la red escolar es una excelente noticia. Pero está lejos de ser suficiente. Tampoco lo es los testimonios, los libros, las películas, los monumentos. Es descorazonador advertir la insuficiencia de todo lo que se hace en pos de la mentada frase “recordar para que no se repita”.

Los que estamos en las trincheras de la transmisión sobre la Shoá sabemos que no es recordando que se evita que pase algo. Recordar no alcanza. Es condición sine qua non, pero no alcanza. El “nunca más” es una expresión de deseos, nada más. Es preciso recordar, estudiar, investigar y encontrar los medios más eficaces para transmitir, conmover y promover reflexiones modificadoras. Enseñar sobre el Holocausto no es cultura general. Es, o debería ser, un tema tendiente a la formación personal. Debería atravesar diferentes materias y ser abordado desde diferentes ángulos, con un énfasis en la ética, la responsabilidad social, la propaganda, los prejuicios y sus efectos pragmáticos, la manipulación, el juicio crítico. Debería favorecer el aprender a pensar y a conducirse en la sociedad.

Y nos asaltan estas preguntas: ¿cuál es la mejor forma de transmitir, enseñar, educar? ¿qué utilidad prestan las conmemoraciones estereotipadas, los monumentos, los museos, los libros, las películas? ¿qué sentido tiene todo lo que hacemos? ¿sirve para algo? ¿cómo atraer la atención, tocar, llegar, conmover, hacer pensar?

Un recurso para concitar la atención es recurrir al “morbo”, al relato sangriento y sanguinario, a lo tortuoso, al horror. Seguramente conmoverá y será escuchado, pero es dudoso que conduzca a la reflexión y al aprendizaje real. El Mal fascina pero obtura.

Carl Whitaker, decía que lo que de verdad importa no se puede enseñar, se debe aprender. Todo aprendizaje modificador es un camino de encuentro entre alguien que quiere saber y alguien que puede enseñar, el primer paso lo debe dar el “alumno”. Todo aprendizaje debe responder a una pregunta del alumno, a algo que le importe, le interese, es una interacción en la que ambas partes son activas, uno en la pregunta, otro en la respuesta. Solo así se puede aprender, es decir, incorporarlo, hacerlo propio. Si no, mucho me temo que sea estéril. O, peor aún, contrario a lo que se espera.

Vamos a escuelas y damos cifras, hechos, nombres, explicamos, testimoniamos, ¿no seremos para los chicos como la profesora de matemáticas o de lengua, alguien impuesto por la escuela, parte del programa del día, a quien hay que oír por obligación no porque interese o porque responda a alguna pregunta que urja ser respondida? 9 a 10, Lengua, 10 a 11 Gimnasia, 11 a 12 Holocausto.

¿Cómo podemos abrir preguntas, generar inquietud, interés, necesidad en la audiencia? ¿cómo podemos sacudir la indiferencia y abrir el “apetito” de conocer?

Gueto y Campo de Concentración no pueden ser objetivos programáticos a cumplir en la rutina escolar. Lo que se ganó introduciéndolo en la escuela corre el riesgo de endurecerse, estereotiparse, volverse inútil. Tal vez no pase solo con este tema lo que señalo. Tal vez se deba a que, y no recuerdo a quien corresponde la cita, nuestra escuela está diseñada en el siglo XIX con docentes del siglo XX para alumnos del siglo XXI.

El Pogrom de Noviembre

“EL DILEMA DE IRSE O QUEDARSE”[1]

En La Lengua del Tercer Reich[2], Víctor Klemperer hizo una exhaustiva descripción del lenguaje con el que el nazismo denominaba sus acciones para ocultar sus verdaderos propósitos asesinos. A la deportación se la llamaba traslado, a los campos de concentración y exterminio, nuevos destinos o campos de trabajo, a los judíos arreados y empujados dentro de los vagones, se los llamaba cargo o piezas, al asesinato planificado y legislado en enero de 1942, solución final. Estos eufemismos conseguían evitar la repulsa emocional y social ante los crímenes que tenían lugar y así mantenían el apoyo de las masas. Basado en un antisemitismo naturalizado a lo largo de siglos, primero los germano parlantes y después extensas poblaciones del resto de Europa, no veían con malos ojos el antisemitismo exclusionista aunque probablemente se opondrían por razones humanitarias al antisemitismo exterminacionista[3]. Excluir y despojar no estaba mal, pero matar, eso sí que no. Los nazis se cuidaron bien de mantener el secreto de las operaciones genocidas. Tanto ante la población no judía como ante los mismos judíos que al no saber cuál era su destino final aceptaban las nuevas condiciones impuestas creyendo que así lograrían sobrevivir. Un ejemplo es la estación de tren de Treblinka, donde llegaban, todos diariamente 3.000 judíos que serían asesinados en el mismo día, al cabo de lo cual otros prisioneros se ocupaban de dejar el “escenario” limpio para el ingreso de la nueva carga del día siguiente. Día tras día se desnudaba a 3.000 personas y se las asfixiaba con monóxido de carbono en cámaras selladas. Día tras día los miembros de los Sonderkommando despegaban el amasijo informe de cuerpos sólidamente apretados e hinchados por efectos del gas, los trasladaban uno a uno a fosas comunes, los cubrían con cal viva, seleccionaban y catalogaban las pertenencias que habían dejado para después limpiar todas las huellas del crimen. Treblinka era un campo de exterminio, no se hacía otra cosa allí que matar. El tren diario llegaba por la mañana temprano a la estación. Un paredón de madera mostraba el cartel “Treblinka” y sobre él un reloj. El reloj de la perversidad. No era un reloj de verdad con minutero y aguja horaria móviles que cambiaban de lugar según el paso del tiempo. Era un reloj pintado, un círculo con los doce números y la hora probable de la llegada del tren por la mañana. El reloj de Treblinka, el reloj de la perversidad, es un buen ejemplo de la necesidad que tenían los nazis de engañar a sus víctimas. Si los desdichados que emergían enceguecidos de los vagones, cansados, asustados, hambrientos y sedientos, hubieran sospechados siquiera que morirían en pocos minutos, no se habrían puesto en fila, no habrían caminado hacia donde les indicaban, no habrían promovido la obediencia a sus hijos. Ese reloj pintado daba la ilusión de la normalidad, les hacía creer que todo estaría bien de ahora en más.  Porque ¿a quién se le hubiera ocurrido que iban a pintar un reloj como simulacro de normalidad? ¿A quién?

Los estados totalitarios deben conseguir el apoyo popular para sostenerse en el poder y hacer realidad sus designios. No es posible si se dice la verdad. La verdad del asesino no genera simpatía ni apoyo. Para ello es preciso presentar los hechos de un modo digerible y así evitar las resistencias morales. Por eso los nazis usaron la palabra Kristallnacht.

Kristallnacht es una formulación cuasi poética, esa “noche de los cristales” más que decir, oculta lo ocurrido esa fatídica noche de noviembre. Vemos inmediatamente las fotos habituales de los frentes de negocios judíos con sus vidrieras rotas y los fragmentos de vidrios esparcidos por la calle. ¿Quiénes tiraron las piedras que quebraron los vidrios? Si tomamos la versión oficial nazi se trató de jóvenes rebeldes y aventurados o quizás buenos alemanes enojados luego de conocida la muerte de von Rath. Son imágenes que no llegan a ser delictivas, algo más que travesuras, a manos de nacionalistas y leales ungidos en espíritus vengadores por la muerte del diplomático alemán en Paris. Claro que sabemos que las cosas no fueron así, pero lo sabemos solo los que lo sabemos. Los que no lo saben, no tienen más que los rótulos, los títulos y las fotos de vidrieras rotas, no saben que no saben, no saben sobre lo asesinatos y las deportaciones, sobre el terror desatado, los incendios, los robos, sobre la organización concienzuda que produjo el estallido de violencia de una manera simultánea en toda Alemania y en Austria, no saben que fueron incendiadas 267 sinagogas, que 177 de ellas fueron totalmente destruidas, que se dañaron casi 8 mil negocios de los que casi todos quedaron en escombros, que fueron arrestados y trasladados a campos de concentración 20 mil judíos, que fueron asesinados casi cien,  que fueron profanados los cementerios judíos, que fueron humillados, golpeados y torturados decenas de miles ante la vista indiferente del público y las fuerzas del orden que habían recibido órdenes de intervenir solo si las llamas ponían en peligro edificios vecinos cuyos propietarios no fueran judíos.

 

Estas órdenes y la simultaneidad de los vandalismos revela que la pretendida espontaneidad no fue tal. La acción del 9 de noviembre de 1938 fue precedida sin lugar a dudas por una ardua y estudiada organización, provisión de recursos, armado de equipos de asalto, entrenamiento previo, motivación, sistema de comunicaciones y traslados, aparato de propaganda, difusión masiva por el medio entronizado por el nazismo como su herramienta más poderosa de penetración e influencia, la radio. Años después, en la década del noventa, la radio fue el vehículo que multiplicó la consigna asesina en toda Ruanda y gran parte de su población Hutu asesinó de manera sangrienta y a machetazos a sus vecinos y amigos Tutsis. Estas cosas no se han de manera espontánea. Son explosiones de violencia generadas, alimentadas, sostenidas y planificadas por una entidad poseedora de la logística y el poder apropiados. Fue luego de una intensa campaña propagandística, igual que en la Alemania nazi. ¿Espontáneo? Lejos de ello. Pensado, armado, estructurado y ejecutado por el aparato estatal.

 

El 9 de noviembre tenía además una gran resonancia simbólica para el partido nazi. La coincidencia de la fecha misma es hartamente reveladora. Un 9 de noviembre de 1918, 30 años antes, había abdicado el Káiser Guillermo II, y con ello el fin de la monarquía en Alemania, para Hitler y sus simpatizantes “una traición al alma alemana”. Quince años después, un 9 de noviembre de 1923, tuvo lugar el Putsch de la Cervecería, el intento fracasado de toma del poder en Munich cuya consecuencia fue el arresto de Hitler; el futuro Führer aprendió entonces que el poder solo sería conseguido mediante el voto popular, y hacia ello dedicó sus esfuerzos una vez fuera de la cárcel con el texto “Mi lucha” terminado de escribir. La fecha elegida para la acción de 1938 no fue por cierto azarosa, hasta hay una progresión aritmética precisa, de quince en quince años[4].

 

En Alemania desde fines de los 1970 el nombre oficial es Reichspogromnacht, la Noche del Pogrom del Reich. Algunos lo abrevian Pogromnacht, Noche del Pogrom, o Novemberpogrom, Pogrom de Noviembre. Pero siempre la palabra Pogrom.

¿Por qué Pogrom es apropiado? Un Pogrom se define como una explosión de violencia en manos de una turba desatada que viola, roba y asesina a mansalva a una población judía indefensa sin mediar razón real. Un Pogrom surge como providencial distractor del disgusto popular redirigido hacia un ataque a los judíos. Se da rienda suelta a la hostilidad y se ofrece un blanco que satisface tanto al gobierno impopular como a la turba hostil. Es una acción injusta y brutal sobre los judíos definidos reiteradamente como “enemigo interno”, “culpable de lo malo” en un efecto aglutinador de las masas cohesionadas frente al enemigo común. La palabra Pogrom no es una palabra del habla común como “noche”,  “cristales” y “rotos”. Para los que no saben lo que pasó, la palabra Pogrom no evoca imágenes construidas previamente ni simulacros ni disimulos usados por el nazismo para ocultar sus crímenes. Es como la palabra Shoá, una palabra que debe ser explicada pues no es evidente por sí misma.

Además del Pogrom de noviembre y de los sucedidos en Rusia en los primeros años del siglo XX, también hubo Pogroms después de la Shoá.  El 4 de julio de 1946 se desató uno brutal en la ciudad polaca de Kielce. Henryk Błaszczyk, un niño de 8 años, había desaparecido y cundió el rumor de que los judíos, los regresados de los campos de concentración, lo tenían secuestrado. Otra vez el mito del “libelo de sangre”, la acusación medieval de que los judíos secuestraban niños cristianos para desangrarlos y usar su sangre en sus rituales satánicos y en la preparación de la matsá. La vieja acusación, con resonancias míticas familiares, llevó a que la policía comunista junto con una turba enfurecida asesinara 9 judíos a balazos, 2 con bayonetas y el resto a golpes o pedradas. Murieron ese día 42 hombres, mujeres y niños, todos sobrevivientes del horror nazi y otros 40 quedaron gravemente heridos. El Pogrom de Kielce determinó la emigración de Polonia de los pocos judíos que habían regresado con vida de la ordalía asesina de la Shoá. Henryk, el niño perdido, apareció unos días más tarde diciendo que se había escapado a la casa de un tío en los suburbios.

Tal vez sería bueno revisar el modo en que llamamos a esta conmemoración. En vez de Kristallnacht, por ejemplo, Novemberpogrom -Pogrom de Noviembre-. Tal vez por unos años habrá que hacer lo mismo que hoy se hace con la palabra Shoá a la que se agrega Holocausto. Sería entonces “Pogrom de Noviembre conocido como la Kristallnacht”.

Es frecuente que se discuta acerca de cuándo comenzó la Shoá. El punto de comienzo depende de dónde se ubique el puntapié inicial, hacia cuánto tiempo atrás uno se remonta en la concatenación de la historia. Antisemitismo en el mundo cristiano, acusaciones de deicidio y libelo de sangre, prohibiciones y anatemas de la Iglesia; la Inquisición, España y la “pureza de sangre”, primera formulación de lo que después sería la teoría racial; Protocolos de los Sabios de Sión, caso Dreyfus, teoría racial (nacimiento del antisemitismo con pretensiones científicas), Primera Guerra Mundial, pacto de Versalles y la alianza de las potencias occidentales para adjudicarle toda la culpa de la guerra a Alemania, revolución bolchevique, desarme alemán y pago de terribles indemnizaciones, debilidad de la República de Weimar, hiperinflación de Alemania en la década del veinte, débacle económica del treinta, ascenso de Hitler en el 33, leyes de Nürenberg en 1935, ingenuidad de las potencias europeas que creían en el apaciguamiento de la sed de poder de Hitler al aceptar la anexión de Austria en marzo del 38 y la entrega de los Sudetes a en octubre del 1938 y la ocupación de Checoslovaquia entera en marzo de 1939. Son todos hitos necesarios, imprescindibles para entender la tortuosa cartografía que llevó a la Shoá. Pero si tenemos que marcar un punto de comienzo, el punto de inflexión, es sin duda el Pogrom de Noviembre. Fue una prueba piloto que demostró que era posible cometer fechorías criminales de manera impune y que el aceitado aparato de propaganda facilitaría al pueblo alemán tragar el duro bocado sin culpas ni críticas. Decía la propaganda que los judíos eran los culpables, el enemigo interno que había que erradicar, la fuente de todos los males. Culpables del asesinato de von Rath a manos de Herszl Grynszpan en Paris, culpables de que Alemania entrara en la Primera Guerra, culpables de la “puñalada por  la espalda” de la social democracia, culpables del desempleo, culpables de la amenaza del comunismo, culpables de la codicia del capitalismo, del asesinato de Cristo, de la peste negra, del rapto, desangrado y asesinato de los niños cristianos para cumplir sus rituales demoníacos. Todo ello se desplegó en la campaña propagandística que supo explotar el antisemitismo “naturalizado” durante 16 siglos. Un antisemitismo tomado como algo que no requiere revisión ni discusión, un antisemitismo que todos entienden, que todos saben, que todos comparten. El aparato de Goebbels desde su Ministerio de Propaganda, diseñó las estrategias y  tácticas para que el sentimiento antijudío fuera avalado, difundido y legitimado. Fue el sustento de los ataques perpetrados ese 9 de noviembre de 1938 y que hoy recordamos. La estrategia fue difundir que la muerte de von Rath fue un ataque a todo el pueblo alemán, parte de las “conspiraciones” judías para socavar al Reich y justificaba la violencia pública “espontánea” contra los judíos, porque se trataba de un castigo colectivo.

El historiador Hermann Graml[5] enumera varias etapas de la deshumanización nazi del judaísmo europeo: la 1ª etapa fue “la inversión de la emancipación”, durante los primeros años del Reich (1933-1935) se redujeron los derechos civiles de los judíos, derechos conquistados durante una emancipación bienintencionada que proclamaba que eran ciudadanos con igualdad de protección social, económica y política. Graml denominó a la 2ª etapa (de 1935 a 1937) el “aislamiento” de los judíos alemanes cuando pasaron a ser no-ciudadanos, sin derechos e imposibilitados de hacer reclamos al estado. La 3ª etapa fue la “expropiación” (1937-1938), cuando los nazis les quitaron a los judíos alemanes los bienes líquidos y materiales, el despojo total. La Kristallnacht representó el punto culminante de esta etapa.

Los gobiernos y la prensa internacional condenaron los vandalismos realizados de manera pública. La condena, aunque tibia, enseñó una nueva lección a los nazis: debían mantener el secreto, las violencia contra los judíos debería tener lugar fuera de la vista del público. Los campos de exterminio se ubicaron por ello lejos de la gente y fuera de Alemania: 6 en Polonia y 1 en Yugoslavia[6].

Las reacciones adversas internas fueron pocas, pobres y en general ineficaces durante la Shoá. Hubo sin embargo algunos casos que nos hacen pensar que tal vez podría haber habido otro curso de los acontecimientos si la oposición hubiera sido abierta y decidida.  Por ejemplo, el cese del gaseamiento de los discapacitados como parte del programa de eutanasia llamado Operación T4 fue consecuencia de la oposición de la población civil luego del sermón público del obispo católico Clemens August Conde von Galen del 3 de agosto de 1941. Otro hecho digno de mención es el protagonizado por las esposas “arias” en la Rosentrasse en febrero y marzo de 1943, que permanecieron a la intemperie en el frío invierno a las puertas de la Gestapo en Berlín, pidiendo la liberación de sus maridos judíos, cosa que finalmente consiguieron. Sus esposos, 1.800 judíos tomados prisioneros, les fueron devueltos y hasta 25 que habían sido deportados a campos de concentración fueron traídos de regreso sanos y salvos.  Hubo otros hechos de oposición al nazismo, por ejemplo el grupo estudiantil “La Rosa Blanca” al que pertenecieron Sophie Scholl y su hermano, pero fueron pequeños, pobres y poco efectivos. Durante 1938, no hubo ninguno. Las potencias internacionales condenaron pero dejaron hacer, tomaron por cierta la imagen poética de la Kristallnacht y la versión oficial difundida por el nazismo. Tratando de apaciguar al Führer, dejaron solos a los judíos alemanes y austríacos. Éste fue el comienzo de la Shoá: la comprobación de que al nazismo todo les sería permitido, de que no habría oposiciones ni obstáculos siempre y cuando se contaran versiones digeribles que permitieran que las buenas conciencias del mundo siguieran confiadas y cómodas confiadas en las escenografías que mantenían bien oculto el verdadero propósito del nazismo[7]. La Shoá, definida como el asesinato del pueblo judío, ideado, planificado, organizado y ejecutado por el Estado Nazi, comenzó cuando los jerarca nazis supieron que no tendrían oposición ni interna ni externa, cuando luego del Pogrom de Noviembre los judíos quedaron a la buena de Dios.

La querida, recordada y extrañada Rachel Hodara nos enseñaba sobre las preguntas que no debían hacerse sobre la Shoá porque, decía, revelaban que quien las preguntaba no sabía nada de cómo había sido la Shoá. Una de esas preguntas era ¿por qué no se fueron de Europa?, ¿por qué no se fueron en el 33 cuando ascendió al poder un hombre que no había ocultado sus ideas y propósitos en su libro “Mi lucha”? ¿Por qué no se fueron después de septiembre de 1935 cuando fueron promulgadas las Leyes de Nürenberg y los médicos y abogados no pudieron ya ejercer sus profesiones, cuando no se podía tener empleados “arios”, cuando los niños judíos fueron echados de las escuelas, cuando las restricciones les impedían casi todas las cosas que habían sido su vida normal poco tiempo antes? ¿por qué no se fueron cuando estuvieron obligados a vender sus empresas por monedas en el proceso de arianización de los capitales judíos? ¿Por qué no se fueron, finalmente, después del Pogrom de Noviembre? ¿Por qué no se fueron los polacos judíos después de la invasión de Alemania en  1939? ¿Por qué no se fueron los checos y los rumanos, los holandeses y los griegos, los franceses y lituanos, los bielorrusos, los eslovacos, los húngaros? ¿Por qué no se fueron los judíos de Europa cuando aún estaban a tiempo?

Ante todo, no es verdad que no se fueron. Algunos se fueron y así salvaron sus vidas. Pero la mayoría no se fue y de este modo perecieron seis millones, un tercio de la población judía mundial de entonces.

Charles Papiernik, un querido sobreviviente de Auschwitz que escribió varios libros con el testimonio de su historia, un luchador incansable por la causa de la memoria y la justicia, me dijo un día, casi como al pasar: “Mirá vos lo que son las cosas: los pesimistas se fueron, los optimistas nos quedamos…” y dejó su mirada celeste presa de un interrogante perturbador que me sigue acosando.  El dilema de irse o quedarse.[8]

Para irse se requería tener dinero, conexiones en el mundo no judío y un destino donde ir. Veamos cada una de estas condiciones. Con dinero se podían conseguir los pasajes y también, y fundamentalmente, los documentos necesarios, los pasaportes, visados, las llaves que abrirían las cerradas puertas de la emigración en ese mundo convulsionado, el “ábrete Sésamo” que conduciría a la salvación. Con las conexiones se podía acceder a todo lo anterior porque las documentaciones y trámites estaban enmarañadamente obstaculizados para los judíos. Pero hacía falta un destino a donde ir, tal vez la condición más difícil. A partir de 1938 todas las puertas estuvieron cerradas para los judíos. En la conferencia de Évian-les-bains, a la que asistieron más de 32 países en julio de 1938, el único que ofreció albergue a los refugiados judíos que golpeaban las puertas de las embajadas, fue la República Dominicana. Ningún otro país. En consecuencia, sin dinero, sin conexiones y sin destino, no había posibilidad alguna de escape.

Pero hay aún otro factor digno de mención y que toca el corazón de la perturbadora reflexión de Papiernik acerca del optimismo y el pesimismo, un aspecto si se quiere subjetivo, más difícil de asir y evaluar. Había que estar convencido de que se estaba en verdadero e inminente peligro, de que no había salida, de que la amenaza de muerte se cernía de manera inexorable. Porque ¿quién deja su lugar, su idioma, su cultura, sus propiedades si es que las tiene, su oficio, profesión o actividad, sus vecinos, su historia, así como así si no cree que el peligro es concreto e ineludible? No se deja todo lo que uno tiene, todo lo que uno hizo, todo lo que uno es, por una simple sospecha. La mayor parte de los judíos europeos pensaban que las cosas no podían ser peor, que la cordura finalmente se recuperaría, que el mundo no permitiría la repetición de las atrocidades cometidas durante la Primera Guerra, que nadie quería otra guerra. Y una de las características de los seres humanos es nuestra plasticidad y capacidad de adaptación a condiciones difíciles y a recuperarnos después. Es como la experiencia de la rana colocada en un recipiente con agua y puesta al fuego. A medida que la temperatura del agua asciende el cuerpo de la rana se adapta a la nueva temperatura como forma de preservarse. Cuando entra en ebullición ya es tarde para salir y salvarse. Su gran capacidad de adaptación es lo que la lleva a la muerte. La promesa de la vida es una condición con la que todos contamos, así como la expectativa del Bien. El Mal –entendido como el mal gestionado por un Estado sobre un grupo humano tomado como enemigo interno al que hay que aniquilar- es siempre una sorpresa, no es algo con lo que contemos, es un accidente inesperado porque nuestra naturaleza está orientada a la vida.

No hay respuestas a la pregunta de cuál es el mejor camino, si el pesimismo o el optimismo, no las hubo durante la Shoá ni las hay en nuestra vida cotidiana. Es un planteo dilemático, algo que no tiene una solución apropiada. Hágase lo que se haga es imposible anticipar cuál es el camino adecuado. Hay que aprender a vivir con esa incertidumbre, tomarla como parte de la vida. Es otra de las lecciones que están a nuestra mano de la Shoá y que no siempre queremos tomar, aprender e incorporar. Parecemos preferir la búsqueda de respuesta unívocas, mantener la ilusión de que alguien, alguna vez, sabrá exactamente lo que hay que hacer. Nos resulta casi insoportable la idea de no tener recetas para encontrar el camino justo en el momento adecuado y así salvarnos y salvar a nuestros seres queridos.

Quiero terminar honrando a Marek Edelman, fallecido el 2 de octubre pasado. A la edad de 23 años fue uno de los fundadores del ŻOB[9] y uno de los dirigentes del levantamiento judío del gueto de Varsovia. Perteneciente al Bund, sobrevivió a este levantamiento, participó al año siguiente del levantamiento polaco de Varsovia y decidió a diferencia de la gran mayoría de los sobrevivientes, quedarse en Polonia. Estudió medicina, fue cardiólogo y participó en el movimiento Solidaridad. No le gustaba vanagloriarse de lo hecho durante la Shoá, descreía de heroísmos y ese tipo de construcciones posteriores con objetivos ideológicos y políticos. Cuando todos los judíos sobrevivientes abandonaban Polonia, él fue uno de los pocos que se quedó allí. Le preguntaron por qué, y respondió “alguien tenía que quedarse con los muertos”.

Por la vida. Por el futuro de nuestros hijos y nietos. Porque persistamos en el intento de construir un mundo que abra las puertas a la vida, a la esperanza y al amor.

¡Am Israel Jai!



[1] Pronunciado en el Acto de Kristallnacht 2009 organizado por el Comité Venezolano de Amigos de Yad Vashem, B´nai B´rith Venezuela, CAIV y WIZO.

[2] Victor Klemperer: “LTI La lengua del Tercer Reich”, Barcelona, Minúscula, 2001.  

[3] Daniel GoldhagenLos verdugos voluntarios de Hitler”, Madrid, Taurus, 1998.

 

[4] El mismo día pero en 1989 cayó el Muro de Berlín. ¿Casualidad? ¿Planificación? Lo cierto es que el 9 de noviembre sumará este nuevo hecho, ahora positivo, a la luctuosa efemérides nacional. Además, al día siguiente se conmemora el nacimiento de Martín Lutero, sucedido en 1483 en Eisleben y muchos sobrevivientes recuerdan que los festejos solían comenzar el día anterior, es decir, el 9 de noviembre. Es curioso cómo en una misma fecha convergen tantas cosas importantes para el pueblo alemán.

[5] Hermann Graml: “Antisemitism in the Third Reich”,  USA : Blackwell, 1992. 

[6] El campo de Jasenovac en Yugoslavia fue el 7º campo de exterminio.

[7] Como sucedió en junio de 1944 cuando una delegación de la Cruz Roja visitó el campo de Theresienstadt (o Terezin) donde se le ofreció una puesta en escena de un campo “modelo” que los visitantes tomaron por cierto a pesar de serias evidencias en contra.

[8] Diana Wang: “Pesimistas, optimistas y realistas. Lecciones de la Shoá”, Mundo Israelita, Buenos Aires, 2.000. Puede encontrarse en www.dianawang.net/blog/?p=51

[9] Żydowska Organizacja Bojowa (Organización Judía de Lucha).

Del relato testimonial al texto educativo

Presentación de “Y le contarás a tus hijos…” (1)  editado por el INADI  (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo)  - Palabras de Diana Wang (parte del panel integrado también por Daniel Goldman, José Moskovits,  Miguel Angel Zechin y Maria Jose Lubertino) (2)

contaras-a-tus-hijos.pngContarle a los hijos refiere al relato personal, a la historia que se pasa de generación en generación de manera individual, construyendo la matriz de la estirpe familiar, dando cuenta del pasado constituyente de cada uno de los individuos que forman la familia. Es, para los sobrevivientes de la Shoá, un deber, una misión, tanto en la preservación de la historia como en la transmisión de quién es cada uno y por qué estamos en la Argentina cuando nuestros orígenes son europeos, cómo es que vivimos después del intento de nuestra aniquilación, cómo es que sobrevivimos y cómo es que hemos seguido viviendo. El testimonio de los sobrevivientes construye, adicionalmente, una  densa red de múltiples evidencias cruzadas que exhibe, a modo de prueba incontrastable, la realidad de la maquinaria del horror desatada contra los judíos por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando una institución, como en este caso el INADI, emprende la publicación de un libro sobre la Shoá, el testimonio, aunque precioso y fundamental, con una edición cuidada, con fotografías y buen diseño interior, no basta. El libro, emanado de un organismo institucional, excede el nivel de lo individual, o debiera excederlo. Pensado como herramienta educativa y no solo como relato vivencial, debe incluir otros aspectos que permitan su aprovechamiento pedagógico. Honrar a la memoria es parte de la enseñanza, pero uno se pregunta –viendo cuán vacíos de recursos están nuestros docentes en relación a la Shoá- qué se hace con ello. La historia personal es una herramienta privilegiada pero debe brindar la posibilidad de que el docente sepa qué hacer con ello y cómo aprovecharlo. Los docentes, abrumados con los programas que deben cumplir y otras presiones, no suelen tener conocimientos suficientes de la Shoá como para tomar un buen partido de un texto testimonial, sacarlo de la anécdota y volverlo una herramienta de aprendizaje humanístico. El testimonio es indispensable, aunque, sin ubicarlo en los debidos contextos, el centrar el trabajo pedagógico exclusivamente en el testimonio de las víctimas podría ser contraproducente. Los judíos quedarían estigmatizados con la victimización como rasgo principal de su identidad, lo que está muy lejos de atenerse a la verdad. Hubo tiempos de persecución y victimización. También hubo tiempos de amistad y coexistencia. La cultura judía excede en mucho la condición de víctima y es importante recalcarlo adecuadamente y que los docentes lo sepan. La ignorancia y la desinformación son parte de los sustentos del prejuicio y la discriminación.  La escuela debe revertir ese camino. Una pregunta fundamental que deberíamos responder en nuestra escuela a la hora de enseñar sobre la Shoá, es ¿por qué acá y ahora? ¿por qué enseñar sobre la Shoá en Argentina? Si es un hecho que sucedió en Europa, hace más de setenta años, con protagonistas que en su casi totalidad no están en la Argentina, ¿cuál es el sentido de tomarlo como un tema de estudio en nuestro país, en qué nos afecta, cuál es su sentido? Si no respondemos eso, los docentes no tendrán claro para qué y por qué deben dar clases sobre esta cuestión y los alumnos lo sabrán en menor medida aún. Se llenarán de frases hechas y huecas y recibirán el timbre del recreo como un alivio. Si no se ubica el tema en el contexto nacional, en la cercanía de las experiencias concretas de los alumnos y docentes, será planteado, escuchado, estudiado y comprendido como algo ajeno, lejano, con ninguna aplicación concreta a la vida cotidiana, difícilmente incorporado al bagaje formador educativo pretendido. Una idea para encarar el tema sería tomar en consideración, por ejemplo, los siguientes aspectos: el contexto argentino, el poder de la propaganda, la influencia del cristianismo en la construcción del estereotipo antisemita del judío y la acción de los salvadores.  Veamos cada uno de ellos.

A) En la Argentina. Siguiendo la propuesta expresada por el profesor Yehuda Bauer en su disertación ante los delegados de la ITF en Oslo en junio de 2009, es importante ubicar a los docentes y alumnos en el contexto argentino para señalar la presencia y actualidad del antisemitismo y la manera en que interviene en la vida cotidiana de todos. Los hitos podrían ser:

•    Publicación en 1891 de La Bolsa,  Estudio social, escrito por Julián Martel, seudónimo de José María Miró, (1867-1896) •    Pogrom de 1919 (en el contexto de la Semana Trágica, enero de 1919, un grupo de “niños bien” de la “mejor” sociedad, salieron a la “caza del rusito” en el barrio del Once, con múltiples víctimas judías) •    En 1920 la Argentina adoptó el modelo prusiano para reorganizar y modernizar el Ejército Argentino (ver características, influencias y consecuencias tal vez hasta la actualidad). •    El nazismo en ascenso tenía propagadores locales entusiastas que veían así justificada su judeofobia. Publicaciones como Clarinada (3), Nueva Provincia, los libros de Hugo Wast (seudónimo de Gustavo Martínez Zubiría, fue director de la Biblioteca Nacional entre 1931 y 1955, autor El Kahal-Oro, texto antisemita clásico) y “El Judío” de Julio Menvielle, 1936, transmitían el ideario judeófobo por doquier. •    Neutralidad de la Argentina durante la segunda guerra. Declaración de guerra a los países del eje recién a fines de marzo de 1945. •    Ingreso de nazis y restricción a judíos en la posguerra (Plan Odessa (4) para rescate y salvación de los nazis y Circular 11, directiva secreta argentina para impedir el ingreso de judíos). •    Movimientos nacionalistas: Tacuara (5), Guardia Restauradora Nacionalista. Asesinato de Norma Penjerek en 1962 y en el mismo año secuestro de Graciela Sirota (torturada con quemaduras de cigarrillo, le grabaron una svástika en el pecho con una navaja). También en 1962 la Liga Árabe se instaló en la Argentina con una campaña publicitaria de hostigamiento contra Israel y el Sionismo (Hussein Triki) aliada con Tacuara y la Guardia Restauradora Nacionalista (GRN), subsidiando sus estructuras y actividades,  introduciendo la idea de que la “lucha” de los argentinos era la de los árabes (todavía no se llamaban a sí mismos palestinos). En 1964, en un acto organizado por la Liga Árabe en un teatro porteño, militantes de Tacuara gritaban "Mueran los judíos" y "Nasser y Perón, un solo corazón". Asesinato de Raúl Alterman en 1964 •    "Haga patria, mate un judío", graffiti de Tacuara,  traducción literal de consigna nacional-socialista alemana. •    Plan Andinia,  teoría conspirativa antisemita divulgada en 1971 por el ultraderechista profesor de la Universidad de Buenos Aires, Walter Beveraggi Allende. (6) •    Proceso de Reorganización Nacional 1976-83 (7). Acoso especial a detenidos judíos con exacerbación de las torturas sazonadas con discursos de Hitler, símbolos nazis, cuestionarios sobre conspiraciones, plan Andinia, supuestas fortunas judías (8). También es importante mostrar cómo este tipo de procesos y dictaduras toma algunos elementos del nazismo y de otros procesos dictatoriales y el modo en que afectan la vida de los ciudadanos, sus libertades y derechos. •    Destrucción de la Embajada de Israel en 1992 y de la sede de la AMIA en 1994, impunes tanto las conexiones locales como los encubrimientos en las investigaciones. •    Luis D´Elía (antisionismo-antisemitismo: “escraches” (9) a judíos empresarios como protesta por acciones del gobierno de Israel) •    Richard Williamson, 2009, negador del Holocausto, su relación con la Iglesia y su expulsión de la Argentina. (10)

B) Propaganda, generación de consensos. Deconstruir la estructura, metodología y principios mediante los cuales se utilizan los medios de difusión masivos para generar consensos, construir la opinión pública para avalar medidas de gobierno impopulares (por ejemplo la Dictadura Militar 1976-83, la guerra de Malvinas 1982).  Estudiar el aparato propagandístico del Ministerio de Propaganda de Goebbels, y reconocer la vigencia de sus principios tanto en la publicidad de venta de productos como en la propaganda política actual. Aprender a leer los diarios, comparar unos con otros, comprender las titulaciones, las bajadas, tipos de letras, ubicación en la página y descubrir intenciones y objetivos, observar las fotos, los epígrafes. Estudiar los noticieros de televisión, qué noticia difunden, cómo, cómo la editan, qué privilegian sobre qué. Conocer los intereses económicos detrás de los medios para comprender por qué y para qué se instalan las operaciones mediáticas, se cuentan algunas cosas y se callan otras. Todos estamos sujetos al poder de la propaganda y su perniciosa influencia. El nazismo es un excelente ejemplo de ello.

C) Raíz religiosa de la judeofobia y revisión de la Iglesia. Compromiso del cristianismo en la generación de la judeofobia desde el comienzo de la Era Común y sus hitos (Constantino, Cruzadas, Inquisición, prédicas acusando a los judíos de deicidas, libelo de sangre –acusación a los judíos de tomar niños cristinos y desangrarlos para preparar sus ritos satánicos-, el mito del judío errante, demonización, teorías conspirativas). Es importante enseñar, simultáneamente, sobre la prédica y el trabajo de Juan XXIII en su revisión de las relaciones de la Iglesia con el pueblo judío, el Concilio Vaticano II y la encíclica Nostra Ætate donde se revierte la acusación de deicidio. (11)

D) Los salvadores, Justos entre las Naciones, pedagogía positiva, lecciones morales y de responsabilidad ética y social. Junto con los testimonios de las victimas, los de los salvadores y rescatadores así como los de los honrados como Justos entre las Naciones por Yad Vashem, deberían ser ejes de construcción de ciudadanías atentas, de no sujeción ni sometimiento a propagandas e ideas populistas o manipulaciones políticas. Los salvadores de la Shoá se caracterizaron por atenerse a lo que creían que estaba bien en abierta oposición a lo que la ley indicaba, y a la hora de las urgencias supieron elegir entre lo legal y lo legítimo y optaron por lo legítimo. Es mucho más fácil contar una historia o mostrar un film con experiencias que impacten tal vez por su relato. Lleva menos tiempo, requiere menos preparación, será aplaudido por todos y las autoridades se quedarán contentísimas con la sensación de haber hecho lo que había que hacer: hablar de la Shoá, esa cosa terrible que les pasó a los judíos (en el fondo vaya uno a saber por qué) y que hay que enseñarlo porque es políticamente correcto o porque se cree ingenuamente que contando historias solamente se puede modificar algo. La escuela, la educación son nuestra única posibilidad y si no es allí en donde se enseña lo que de verdad importa enseñar, si no es allí en donde se construyen las mujeres y hombres de bien que votarán a los que mejor sepan, a los que mejor se conduzcan, a los que mejor puedan, nuestro destino seguirá siendo la repetición, sea trágica, sea cómica, sea absurda, de los mismos tropezones de siempre, mejorados, eso sí, por la tecnología y la masificación de la indiferencia.

Diana Wang Biblioteca Nacional, lunes 22 de junio 2009

NOTAS

(1)  El libro incluye la desgrabación de diversos testimonios, acompañados de fotografías de quienes prestaron su testimonio y otras imágenes que documentan la época. Los testimonios corresponden a los dados por los sobrevivientes en actos realizados por la DAIA en varias embajadas europeas en Buenos Aires. (2)  Si bien tenía unas notas, el texto fue improvisado. Ésta es una reconstrucción con algunos agregados y referencias.

(3) Clarinada no combate a los judíos porque son judíos, ni pretende agitar luchas religiosas o raciales. Clarinada combate a los judíos, porque ellos son los inventores, organizadores, directores y sostenedores del comunismo en todo el mundo. Clarinada combate a los judíos, porque los judíos, cumpliendo con las directivas de los ‘Sabios de Sión’ corrompen la moral cristiana, estimulan los vicios y los defectos humanos, para aniquilar la conquista espiritual de la humanidad hecha por Jesús, primera víctima de los Judíos deicidas”

(4)  La auténtica Odessa, Uki Goñi, Paidós, 2002. (5) El Movimiento Nacionalista Tacuara fue una organización política de ultraderecha argentina, que actuó entre 1955 y 1965 utilizando el terrorismo. El 4 de abril de 1964, la Policía Federal informó que de enero a noviembre de 1963 los miembros del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara habían protagonizado cuarenta y tres hechos terroristas.[1] Vinculado a los sectores más conservadores del movimiento peronista e inspirados directamente por la prédica del sacerdote católico Julio Meinvielle y del sociólogo francés Jaime María de Mahieu, Tacuara defendía un ideario de corte fuertemente nacionalista, católico, fascista, anticomunista, antisemita y antidemocrático. De Wikipedia, la enciclopedia libre

(6)  Cuatro años más tarde, pocos meses antes del Golpe de Estado de Jorge Rafael Videla, el mismo Beveraggi publicó "La inflación argentina", en cuya tapa un mapa de la República Argentina aparecía crucificada con Estrellas de David por el estereotipo de un judío. El periodista Jacobo Timerman narró que cuando era interrogado por la dictadura militar de los años ochenta, se le exigían detalles del Plan Andinia. El Plan trataría de un supuesto complot para desmembrar la Patagonia de la Argentina y de Chile y crear allí otro Estado judío. Esta teoría es relativamente reciente, tiene como base la mención que Theodore Herzl (1882) en su libro El Estado Judío (Der Judenstaat) hizo de la posibilidad de comprar tierras o en Palestina o en Argentina para la creación de un Estado Judío. La teoría de la conspiración sostiene que dicho plan vio la luz en el Congreso Sionista Internacional de Basilea, Suiza en 1897. Se supone que la creación de "Andinia" en el territorio patagónico se llevaría adelante gracias a los mismos métodos usados para la creación del Estado de Israel en Palestina. Sin embargo, en la realidad, la "opción argentina" había sido descartada rápidamente por inviable. El Sexto Congreso Sionista de 1904 se concentró en la discusión sobre si había que seguir demandando Palestina o aceptar la propuesta británica, formalizada el 25 de enero de 1904, de 5.000 millas cuadradas en África Oriental (hoy Uganda). En abril de 1904 la posibilidad de Uganda ya se había evaporado, y en julio de 1904 Theodore Herzl murió. Entre las medidas a para llevar adelante el supuesto Plan Andinia, se mencionan las siguientes: * Migración en masa a Argentina. * La compra de una gran extensión de tierra por parte de la Jewish Colonization Association con base en Londres. No existen pruebas sobre la existencia de este supuesto plan para anexar este territorio a algún otro bajo el control de un poder relacionado con Israel o la comunidad judía internacional. Pese a ello, hay quienes insisten en aportar supuestas pruebas que, sin embargo, han quedado desacreditadas a la actualidad, quedando en la categoría de las teorías conspirativas. La existencia de este Plan Andinia, junto a otro tipo de teorías conspirativas como el negacionismo del Holocausto, habitualmente forman parte de proclamas antisemitas y neonazis En 2003, el entonces jefe del Ejército Argentino, el general Roberto Bendini, se vio envuelto en una polémica tras trascender supuestos dichos suyos a estudiantes de la Escuela de Guerra sobre el Plan Andinia. Distintas asociaciones judías emitieron protestas, y el gobierno tuvo que publicar un desmentido oficial. (7) Durante un tiempo preferí llamarlo Dictadura para no usar el nombre que los militares mismos eligieron para su accionar delictivo mesiánico. Le debo a Daniel Feierstein la reflexión de que  la auto denominación “Proceso de Reorganización Nacional”, lejos de encubrir, revela de manera transparente las intenciones de reorganización que remedan, en su modelo local los intentos de reingeniería social del nazismo. (8) Testimonio de Mario Villani ante varias cortes internacionales. Conadep, legajo N° 6821. “Nazismo y antisemitismo en los campos de concentración de la Argentina. Inform presentado al Juez Baltasar Garzón en Madrid, España, abril 1999 y en el Ministerio de Justicia de Israel. (9)  El uso de la palabra “escrache” se refiere al señalamiento público y acusación de alguna persona. Comenzaron a hacerlo desde la organización HIJOS manifestándose en los domicilios de los perpetradores impunes de la Dictadura. (10) Obispo católico inglés de la Fraternidad San Pío X  consagrado por Monseñor Lefèbvre. Fue excomulgado por el papa Juan Pablo II en 1988 acusado de cismático y no seguir la verdadera Tradición de la Iglesia católica. Benedicto XVI remitió la suspensión a través de la Congregación para los obispos el 21 de enero de 2009, pero aún permanece suspendido de sus funciones como sacerdote y como obispo. Sus declaraciones a la televisión sueca, en las cuales niega la utilización de cámaras de gas por parte de los nazis para el genocidio judío, ha levantado un grandísimo escándalo. A principios de febrero de 2009 fue relevado como director de un seminario en La Reja, Provincia de Buenos Aires, donde ocupaba el cargo de director y posteriormente se le inició una demanda penal por "apología al delito". El gobierno argentino lo expulsó del país porque había mentido al ingresar en 2002 respecto de la que sería su actividad (al no existir una ley que pene declaraciones respecto a la negación del Holocausto). (11) Encíclica de 1965. En lo relativo a la acusación a los judíos como deicidas y al antisemitismo dice: Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios. Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos.

Sobre la Educación del Holocausto

Autor: Prof. Yehuda Bauer – Oslo, Junio 2009Traducción: Diana Wang Hay aparentemente tres cuestiones centrales: por qué enseñar el Holocausto, qué enseñar y cómo enseñarlo. El genocidio del pueblo judío en manos de la Alemania nazi y sus colaboradores, a lo que comúnmente, e inadecuadamente, llamamos el Holocausto, fue la forma de genocidio más extrema conocida hasta la fecha.  Fue el caso más extremo no por el sufrimiento de las víctimas: no hay gradaciones del sufrimiento y los judíos no sufrieron más o menos que otras víctimas de otros genocidios. Tampoco es debido al número de víctimas – tal  vez 5.7 o 5.8 millones – ni tampoco por el porcentaje de judíos asesinados sobre el total de judíos en el mundo en aquel momento – cerca de 17 millones. En el genocidio armenio, cercano al millón, tal vez aún más, los armenios fueron asesinados o murieron como resultado de acciones genocidas y fueron más de un tercio de los armenios residentes en Turquía. Entre 800 mil y un millón de Tutsis fueron asesinados en Ruanda en 1994, cerca del 90% de la población Tutsi que vivía allí. Y en China las víctimas del Gran Salto Adelante que corresponde a lo que llamamos politicidio, es decir el asesinato genocida debido a razones políticas, sociales o económicas, sumó considerablemente más víctimas que las del Holocausto. No, la razón era diferente. Por primera vez en la historia, cualquier persona considerada por los perpetradores como miembro del grupo designado, los judíos, sería asesinada por el único crimen de haber nacido. Por primera vez en la historia esto tendría lugar donde fuera que el poder alemán alcanzara, es decir, todo el planeta. Por primera vez en la historia la motivación tenía poco que ver con factores económicos o sociales sino con motivos puramente ideológicos y la ideología fue totalmente extraída de cualquier contexto realístico. Tuvo lugar en el contexto de una Guerra iniciada por la Alemania nazi por razones que, reitero, tenían poco que ver con razones reales políticas, económicas o sociales: la Alemania nazi comenzó la Guerra para conquistar el así llamado espacio vital; pero no precisaba de espacio vital porque podía conseguir las materias primas y los productos agrícolas mediante el comercio y no precisaba tierras para sus campesinos porque no sobraba el trabajo en los campos de Alemania. Alemania hoy es un país de menor superficie que entonces, con una población mayor y sigue floreciendo. La mayoría de los alemanes de 1939 no quería la Guerra; tenían amargos recuerdos de la anterior, la Primera Guerra.  La elite industrial y la Banca no querían la Guerra porque les iba bastante bien. ¿Acaso los militares querían la Guerra? No. En septiembre de 1938 el General en Jefe de Alemania Ludwig Beck y una gran cantidad de generales planeaban un putsch contra Hitler porque temían una Guerra contra Inglaterra y Francia con los Soviéticos en contra. Pero Chamberlain y Daladier se rindieron con Czechoslovakia y no hubo un putsch. Por supuesto que no es claro si un tal putsch podría haber tenido lugar o si, de haberlo tenido, habría sido exitoso, pero indica lo que pensaba la oficialidad de más alta jerarquía de Alemania. Entonces, ¿quién quería una Guerra? La respuesta es obviamente, Hitler, pero no solamente él. Tenía el apoyo del Partido. La razón para la Guerra está claramente expresada en el memorándum que Hitler escribiera a Goering en agosto de 1936 que puede ser encontrado en los Documentos de Nuremberg de 1945. Hitler dice allí que Alemania está preparada para la Guerra porque, en caso contrario, el bolcheviquismo reemplazaría a los dirigentes de todo el mundo con la Internacional Judía; ello no solo pondría en peligro a Alemania sino que aniquilaría a todo el pueblo alemán. Hitler y sus allegados más cercanos creían que una derrota del bolcheviquismo judío permitiría a Alemania la expansión hacia el este, la colonización de esos territorios en manos de alemanes que aseguraría el aporte de alimentos y materias primas y se garantizaría así la supremacía de Alemania sobre Europa y finalmente sobre sus aliados y el mundo entero. Todo ello solo sería posible derrotando a la judería internacional que controlaba tanto al bolcheviquismo soviético como al capitalismo occidental. La Guerra, diría yo, fue en esencia una empresa ideológica y los elementos económicos y políticos fueron instrumentados como los factores que lo hicieron posible. El Holocausto, luego, fue básicamente un proyecto ideológico parte de un proyecto ideológicamente motivado de  una Guerra en la búsqueda de la expansión del poder. El nazismo no tuvo en consecuencia precedentes lo que explica por qué el Holocausto es el tema central en cualquier proceso educativo, no solo en Europa, porque tiene que ver con el mundo en el que vivimos. El antisemitismo, y el Holocausto fue su resultado, fue la motivación central para una Guerra en la que no solo murieron 6 millones de judíos sino unos 29 millones de no judíos solo en Europa. Ello significa que el antisemitismo y el Holocausto, fueron las razones básicas de la muerte de millones de europeos no judíos.  Es, luego, un tema central para nuestra civilización y en particular para la civilización europea; es la forma más extrema de genocidio hasta la fecha, repito, no porque las víctimas sufrieron más que víctimas de otros genocidios, sino por sus razones sin precedentes y el carácter e impacto global que tuvo y tiene como paradigma de genocidio en general, lo que le confiere la gran importancia que tiene para nosotros. Es por eso que lo enseñamos. Cuando encaramos el Holocausto, los educadores tomamos tres grupos de personas: perpetradores, víctimas y observadores indiferentes. Esto es problemático porque cuando se lo mira más de cerca son categorías no del todo precisas y tienden con frecuencia a confundirse o sus fronteras no son siempre nítidas.  Por ejemplo los kapos en los campos de concentración eran víctimas pero muchas veces también perpetradores. El término “observadores indiferentes” (en inglés, bystanders) incluye grupos tan diversos como los Aliados Occidentales, la Unión Soviética, organizaciones judías e instituciones exteriores a las áreas de control nazi, campesinos polacos entre los que había indiferentes, algunos amistosos y muchos hostiles aún cuando no mataran judíos;  incluye a miembros de las Iglesias cristianas que callaron mientras frente a sus ojos los judíos eran transportados a su muerte o asesinados y los gobiernos de los países neutrales que podían haber ayudado pero se abstuvieron de hacerlo. Sin embargo, usamos esos términos a pesar de saber que no son del todo adecuados porque no hemos desarrollado otros mejores. ¿Qué deberíamos enseñar entonces?  Después de todo, no podemos enseñar todo, porque la serie de contextos y acontecimientos que llamamos Holocausto son muy extensos, muy complicados y hay poco tiempo en cualquier establecimiento educativo para enseñar todo. Hubo unos 18.000 refugiados centro-europeos en Shanghai, ¿deberíamos enseñar sobre ellos? Los gobiernos latino-americanos se rehusaron aceptar refugiados judíos, ¿es un tema para enseñar? ¿Deberíamos tomar como tema a los judíos de Tracia y Macedonia que fueron entregados a las manos alemanas por la policía y el ejército búlgaros o deberíamos concentrarnos solamente en el rescate de los judíos de Bulgaria? ¿Tendríamos que entrar en los detalles relativos a los colaboradores griegos, checos, italianos, noruegos y otros que se sumaron a los alemanes? Creo que debemos ajustar nuestras enseñanzas a las situaciones e intereses locales. Si enseñamos en Grecia deberemos enfatizar el destino de los judíos de Salónica, Atenas, Corfú y Rodas y hablar sobre los colaboradores y los movimientos de Resistencia y la conducta de los dirigentes de la comunidad judía y de los judíos comunes, señalando los claroscuros, las sombras y las diferencias manteniendo el propósito de no disminuir la responsabilidad criminal directa de las instituciones, las organizaciones y los individuos alemanes. En otros países, debieran realizarse similares paralelos. Pero hay un peligro en ello: que ocuparse de los árboles nos haga perder de vista el bosque. Tiene que estar el cuadro más amplio siempre presente como contexto del enfoque nacional. Deberíamos apuntar a lo que se podría llamar la globalización de la educación sobre el Holocausto. Quiero decir con ello que deberíamos describir y analizar el Holocausto en sus diferentes contextos: verticalmente, es decir históricamente, poniéndolo en su contexto histórico, económico y político y en sus antecedentes, realización e impacto. Uno no debiera ocuparse de todo esto mientras enseña, no solo debido a los límites de tiempo sino porque los docentes no están entrenados en tener el tipo de conocimiento de los académicos que se pasan la vida en ello; pero es importante tener estas dimensiones in mente. Sobre los perpetradores, uno debería enfrentar el dilema que en noviembre de 1932, en las últimas elecciones libres de la Alemania pre-Hitler, el partido Nacional Socialista, fue derrotado, perdieron 2 millones de votos y 34 asientos en el Parlamento alemán. Parecía que habían quedado afuera de la historia para volver a lo que habían sido en 1928 cuando consiguieron solo un 2.8% del total de votos. A fines de 1932 la mayoría de los alemanes votó por partidos que eran claramente anti nazis y contrarios al antisemitismo o que no lo apoyaban (social demócratas, comunistas y católicos junto con partidos menores). Pero menos de seis semanas más tarde los nazis tenían el poder, no debido a una victoria en las urnas sino por las maquinaciones de la derecha conservadora y los violentos desacuerdos entre los no-nazis. Alrededor de 1940-1941, ya no había problemas en reclutar cualquier cantidad de alemanes que se convertirían en asesinos masivos.  ¿Cómo puede uno explicarse eso? Los historiadores alemanes han señalado que hubo una combinación de un mejoramiento económico real y un uso muy inteligente de políticas sociales que parecían mejorar la vida de los alemanes. Lograron reestablecer considerablemente la cohesión social que había sido destruida como resultado de la pérdida de la primera Guerra y de las dos grandes crisis económicas en la década del veinte. La nación resurgida ganó victorias internacionales baratas destruyendo los efectos del Tratado de Versalles y reestableciendo a Alemania como un importante poder político y militar en Europa. El ascenso luego de la crisis económica, debemos señalarlo, no fue enteramente el resultado de la política del régimen, sino también del hecho de que antes del acceso al poder del nazismo la economía alemana había llegado a su punto más bajo y había comenzado su recuperación. Los nazis se montaron a la ola de mejoría y algunas de sus políticas propugnaron el aumento de la producción aunque no hubo una apreciable mejoría en los niveles de vida. Pero la absorción de grandes masas de desempleados aunque en trabajos mal remunerados hizo muy popular al régimen. Adicionalmente la política social del nazismo se ocupó por primera vez y con bastante éxito del problema de las millones de viudas de guerra, de los ex soldados heridos y distribuyó pensiones para todos ellos. Consiguieron sobornar en parte a la población y lo acompañaron con una propaganda ideológica masiva que llegó a todas las familias en cada uno de los rincones del país. Algunos historiadores tomaron como dato muy importante que muchos asesinos no estaban ideológicamente educados, pero olvidan que toda la sociedad había estado sometida a una intensiva campaña de adoctrinamiento ideológico durante 7-8 años y en sus márgenes, a veces más allá de ellos, reinaba la amenaza continua de una maquinaria de terror progresivamente eficiente que era usada de manera determinada para evitar cualquier oposición política o ideológica desde la raíz. Las políticas nazis se pagaban con la reserva de divisas extranjeras y mediante una política inflacionaria que fue frenada mediante la imposición a la población de una astuta política fiscal. La prosperidad real fue abortada en pos del rearme masivo y toda la estructura económica estaba en consecuencia en peligro. La guerra apuntaba, como ya se indicó, hacia soluciones temporales ante una inevitable crisis económica y financiera por medio del simple robo de los países aliados ocupados y conquistados y, antes que nada, apropiándose de las propiedades de los judíos. El elemento esencial de cualquier interpretación de las políticas nazis debe ser la historia de la intelectualidad alemana. Desde mediados del siglo diecinueve se había desarrollado una progresiva radicalización de la intelectualidad. El nacionalismo radical se impuso sobre la tendencia más liberal y se transformó, gradualmente, en racismo chauvinista; no solo en Alemania, también en Austria. Esto fue claro durante el Segundo Reich entre 1870 y 1914. La derrota en la Primera Guerra exacerbó la tendencia y en la década del veinte las universidades y las organizaciones docentes formaron las bases principales del Nacional Socialismo. Sin el apoyo de la intelectualidad el régimen nazi no habría conseguido poder ni tampoco habría podido conservarlo. Fue en la intelectualidad donde se reclutó gente que dirigió los crímenes nazis. La conclusión debe ser, con total seguridad, que el conocimiento por sí mismo no garantiza un acercamiento humanístico a la vida y que no hay nada más peligroso que asesinos masivos inteligentes. Eichmann es un excelente ejemplo: engañó a gente brillante, como la filósofa Hannah Arendt, quienes aceptaron su auto descripción como un mero engranaje de la máquina, una personalidad banal que hizo el mal porque no era un intelectual ideólogo y no sabía hacerlo mejor. A decir verdad, Eichmann era miembro de la Oficina Central de Seguridad del Reich, la RSHA, compuesta por individuos altamente motivados ideológicamente, de extrema inteligencia, radicalmente racistas y antisemitas, que estaban en el corazón de la máquina de los perpetradores. La Policía de Seguridad era una rama de la GESTAPO, la Policía Criminal, y de las unidades de inteligencia. Son los artífices de la mayoría de las matanzas. Eichmann puede no haber tenido educación universitaria pero la gente que lo rodeaba sí la tuvo y él mismo citaba tanto a Kant como a Hegel. No era ningún engranaje en la máquina, era parte del sistema de control de la máquina. En una conferencia que dio al personal de seguridad nazi en noviembre de 1937, dijo que la conspiración judía internacional estaba por todas partes. Era parte de una jerarquía y aunque recibió efectivamente instrucciones generales de sus superiores, mostró una gran inteligencia e iniciativa para radicalizarlas. Daba órdenes; no solo las recibía, aunque en tal caso raramente precisaba órdenes porque se identificaba completamente con la política asesina general y sabía exactamente que lo que estaba haciendo estaba mal. Lejos de ser una personalidad banal probó que el mal nunca es banal. La historia real de Eichmann puede ser usada en educación para mostrar la imagen opuesta de la imagen popular creada en ciertas películas y en los así llamados documentales. Se pueden proveer fuentes para todo ello. ¿Es, entonces, la historia del nazismo y del Holocausto una historia de la burocracia, como tantos creen? Cuando uno enseña sobre el Holocausto no puede evitar encarar el tema de que, efectivamente, la burocracia en sus varios aspectos, fue empleada para hacer realidad el asesinato. Pero las burocracias no matan. Los burócratas dan órdenes o instrucciones, pero alguien tiene que decirles a los burócratas que lo hagan, o algunos burócratas lo hacen por su propia cuenta. En otras palabras, el deseo de matar tiene que ser dirigido por personas que saben lo que están haciendo y quieren hacerlo. La ideología, o la racionalización ideológica, o los intereses, mueven las burocracias; cuando decimos “intereses” nos referimos a una comprensión de qué es bueno o malo en los ojos de las personas que toman las decisiones. En el caso de los nazis, ya aduje que actuaban sin considerar sus intereses materiales, o, en otras palabras, que estaban motivados por una ideología no-pragmática o anti-pragmática. Una vez comprendido esto, uno puede poner los hechos históricos en contexto y se puede enseñar sobre el desarrollo del régimen nazi en Alemania y sobre los estadios en los que se materializó el genocidio de los judíos. Por cierto, se puede hablar luego de aquellos estadios y mostrar que el Holocausto no estaba pre-planeado, contrariamente a la percepción popular, aunque Hitler, como individuo podía haber deseado que la aniquilación masiva de los judíos sucediera. Pero al ideología estaba ahí y cuando la ocasión fue propicia le dio oportunidad a la planificación. De hecho, los actos de asesinatos masivos vinieron antes y la planificación fue en gran medida su resultado. En esto, como en tantos otros aspectos, el genocidio de los judíos difiere de la mayoría o de todos los otros genocidios. Cuando se enseña sobre guetos, campos, marchas de la muerte y las otras cosas, todo encaja.    Considero que la historia de las víctimas es por lo menos tan importante como la de los perpetradores. Después de todo, las víctimas son siempre la mayoría, si las comparamos con los perpetradores, y casi todos nosotros estamos en condiciones más de ser víctimas u observadores que de ser perpetradores. Desde un punto de vista humanístico es crucial comprender quiénes eran las víctimas, por qué se convirtieron en víctimas, qué hacían antes de ser víctimas, hasta qué punto comprendían que estaban en peligro de convertirse en víctimas de un genocidio y un asesinato masivo y qué hicieron en respuesta a todo esto. Cuando enseñamos sobre el genocidio de los judíos tenemos que encarar, obviamente, el antisemitismo; pero hay una dificultad aquí porque el estudiante o incluso el maestro puede ver a los judíos tan solo como objetos de odio, persecución y muerte, no como sujetos de la historia con su propia cultura, tradiciones y aspiraciones, en otras palabras, menos que seres humanos. Hay que enseñar, en consecuencia, que los judíos son un pueblo con historia y lo mismo debe ser aplicado a los otros grupos que fueron designados como objetos de ataques genocidas. Esto significa que el maestro debe tener al menos un conocimiento rudimentario de la historia del pueblo judío. El otro peligro es que el alumno pregunte: bueno, pero ¿qué hicieron para ser objeto de tal tratamiento? Además de mostrar, a partir de la discriminación concreta presente sobre diferentes grupos que esto sucede con frecuencia en las sociedades humanas, es importante intentar clarificar de dónde viene el antisemitismo. La respuesta más simple y correcta es que mientras los judíos no son mejores ni peores que cualquier otro grupo, su cultura y tradiciones son diferentes. En Europa fueron los únicos no-europeos hasta la llegada de los Roma –gitanos- a los Balcanes en los siglos 13 y 14, y tenían una cultura diferente que se expresaba en una religión diferente a la que tenía la sociedad que los acogía. Desarrollaron también una estructura ocupacional diferente porque las sociedades que los rodeaban los usaron para propósitos económicos específicos limitando sus posibilidades laborales. Al mismo tiempo, se debe enfatizar que la historia de los judíos no es definitivamente la historia de sus persecuciones. En muchos lugares, durante mucho tiempo, convivieron con sus vecinos, no necesariamente amados pero tampoco necesariamente odiados, fueron útiles y a menudo invitados a residir en países para realizar ciertas funciones económicas y sociales. Pero cuando una sociedad era golpeada por una crisis, lo que sucedía con bastante frecuencia, era posible –aunque muchas veces no pasó- que los judíos fueran una especie de para-rayos: el descontento caía sobre un grupo que todos conocían, familiar aunque extraño, siempre minoritario y en consecuencia fácil de atacar. Estas diferencias básicas fueron acentuadas por la Iglesia y, luego de Lutero, por las iglesias, debido a razones teológicas entretejidas con razones económicas y sociales. Puede ser incómodo enseñar esto pero es inevitable. El antisemisitismo cristiano nunca planeó el genocidio de los judíos: los judíos en la visión cristiana habían rechazado al verdadero mesías pero eran humanos con almas y matarlos era un pecado mortal. Pero estaban poseídos por Satán, eran de hecho una amenaza satánica para la cristiandad y debían ser oprimidos, discriminados, perseguidos, explotados, echados, desposeídos cuando surgiera la ocasión. Las acusaciones en contra de ellos repetían siempre los mismos argumentos teológicos, pero las acusaciones no teológicas diferían de tiempo en tiempo y durante el nazismo alcanzaron un punto extremo: eran contradictorias pues acusaban a los judíos de ser tanto comunistas como capitalistas lo que precisamente podía ser sostenido por sus supuestas cualidades satánicas. Sin embargo, todas estas acusaciones, incluso las raciales, estaban basadas en antecedentes teológicos: la acusación de que hay una conspiración judía para controlar el mundo puede ser encontrada en tempranos escritos cristianos. Similarmente, la idea de que los judíos corrompen a las sociedades y sus culturas o de que usan sangre de niños para preparar sus comidas especiales, provienen de la antigüedad y del medioevo. En el siglo dieciséis y más tarde, la pureza de sangre, limpieza de sangre, (en castellano en el original) la prueba de que no se descendía de judíos o musulmanes, era una exigencia para cualquiera que aspirara a algún cargo público en España. La noción de que el nazismo era una ideología neo-pagana que no tenía relación con el cristianismo es solo parcialmente verdad: el antisemitismo cristiano fue una recondición necesaria, aunque no suficiente, para el nazismo. El nazismo se volvió contra el cristianismo fundamentalmente porque se basaba en el judaísmo y contenía ideas humanísticas que aborrecidas por los nazis. Pero los judíos quedaron atrapados en el medio: fueron asesinados por los nazis y no fueron protegidos por las iglesias aunque hubo muchos casos individuales de curas, pastores y altos oficiales de la Iglesia que trataron de salvar judíos y una cantidad que sacrificaron sus vidas haciéndolo. Podría argüirse que los nazis inventaron a sus víctimas en el sentido de que los judíos a los que atacaron no se veían necesariamente a sí mismos como judíos. Por supuesto, y esto debe ser enfatizado en todo contexto educativo, los judíos no eran un colectivo político. En Alemania, por ejemplo, nunca existió una representación de todos los judíos antes del ascenso de los nazis al poder. Tampoco lo había en la Polonia de entre guerras. Había comunidades y organizaciones judías de diferentes estilos y colores, ortodoxos y liberales y no religiosos, nunca del todo unidos, ni siquiera en un país como Francia donde había una organización rabínica llamada el Consistorio que solo representaba a una minoría que se veía a sí mismos como judíos. En Polonia, por ejemplo, una pluralidad de judíos, casi el 40%, se identificaba con el Bund, un partido social-democrático, anti comunista, anti sionista y anti religioso. Los nazis, siguiendo antecedentes previos, inventaron el colectivo político judío, incluso con características de internacional y, paradójicamente, los judíos debieron constituir organizaciones políticas internacionales en parte para luchar en contra de la amenaza del nazismo. Así, el Congreso Judío Mundial se estableció en 1936, representando supuestamente a las comunidades judías de todo el mundo, pero de hecho tan solo algunas se le unieron. El movimiento sionista, una expresión del progresivo nacionalismo judío –había otras expresiones diferentes – era una minoría entre los judíos. Los nazis asesinaron personas cuyos abuelos se habían convertido porque los veían como judíos. Mataron personas que habían nacido de padres judíos pero se identificaban como polacos, rusos, italianos, y que habían cortado relaciones con los otros judíos. La religión judío no identificaba ya a los judíos. La mayoría de los judíos se identificaban a sí mismos como judíos pero su interpretación de lo que ello significaba tenía diferentes versiones. Los docentes deben explicar que se debe respetar la forma en que cada uno elige identificarse y no permitir ser identificados por otros que es precisamente lo que hicieron los nazis. Inventaron un pueblo judío que era tan solo en parte el pueblo con el que la mayoría de los judíos se identificaba. Y sin embargo, y éste es el punto principal, la reacción de los judíos ante la persecución y el asesinato fue cuanto menos sorprendente. Los judíos alemanes, la mayoría de los cuales no era ortodoxa, esos nacionalistas alemanes entusiastas, se integraron a la sociedad alemana pero al mismo tiempo recuperaron su historia judía y en parte su identidad religiosa, desarrollando una cultura judía en lengua alemana. La Biblia fue traducida al alemán y la vida intelectual y social floreció en los treintas a pesar del incremento de las persecuciones. Después del comienzo de la guerra, y especialmente en los grandes guetos de Polonia – pero no solo allí- se constituyeron redes, organizaciones sociales, económicas y culturales, tratando de mantener la moral y una apariencia de vida civilizada a pesar del hambre, las epidemias, los golpes y el peligro de las deportaciones. No había posibilidad de resistencia armada puesto que los judíos eran una pequeña minoría –aún en Polonia eran tan solo el 10% de la población general- no tenían acceso a armas y no habían desarrollado una clase militar de ninguna especie; adicionalmente, en la mayoría de los países europeos habían sido mantenidos en un cierto aislamiento por el resto de la población y no fueron apoyados por los Aliados. La resistencia desarmada fue la única opción posible y muchas comunidades judías desarrollaron justamente eso. Hasta donde yo sé, no hay paralelo con estos hechos en relación a otra población que fue víctima de crímenes genocidas. Sugiero que la resistencia judía desarmada debiera ser uno de los tópicos centrales en la educación del Holocausto. Por supuesto, la resistencia desarmada no se dio en todas partes. Bajo la tremenda presión de los nazis y sus colaboradores locales, hubo muchos casos de desintegración social, de colaboración forzada con el enemigo y de traiciones. Pero esto puede ser encontrado también en la mayoría de los otros casos de genocidio. Se debería tener cuidado en no catalogar como colaboradores a los Consejos Judíos, instituidos por los alemanes para facilitar las políticas respecto a los judíos. Algunos, por cierto, se sometieron a la presión alemana sin resistencia –en Ámsterdam por ejemplo, o en Salónica o, discutiblemente, en Lodz. Pero en la mayor parte de los lugares, sabemos ahora, trataron de proteger a sus comunidades lo mejor que pudieron, sin una resistencia abierta contra este poder enorme, por supuesto. Siempre que la resistencia fue intentada –y hubo muchos sitios en que lo fue- los Consejos Judíos fueron depuestos y casi siempre asesinados. En muchos lugares, sin embargo, estos Consejos trataron de resistir de varias maneras y en algunos pueblos y zonas organizaron rebeliones armadas. Los alemanes instalaron también unidades policiales en los guetos y la mayoría hizo lo que los nazis exigían y muchas veces entregaron judíos a los alemanes. Pero es un error generalizar. En casi todos los lugares, tanto en el este como en el oeste, los alemanes no pedían la colaboración ni de los Consejos ni de la Policía judía sino que tomaban a los judíos por sí mismos, brutal y sádicamente. La imagen general de la policía judía entregando judíos es verdadera para el gueto de Varsovia por ejemplo pero no para el de Kaunas y la proposición es irrelevante para Bélgica o los Países Bajos. Es importante plantear estas temáticas en un contexto educativo antes de que sean siquiera sugeridas. Las reacciones de las víctimas judías deben ser vinculadas al contexto general de las relaciones entre judíos y no judíos. Es claro que estas relaciones fueron diferentes en los diferentes países. Hasta donde sabemos, los judíos daneses fueron tratados como daneses por la población de Dinamarca y en consecuencia muchos de ellos fueron llevados de contrabando a la Suecia neutral. En Bulgaria, los judíos fueron rescatados por una improbable coalición de miembros del Partido Fascista, la Iglesia Ortodoxa y los grupos clandestinos comunistas y socia-demócratas, en otras palabras,  por representantes de la mayoría de la población búlgara. Menos dramáticamente, pero muchas actitudes pro-judías fueron exteriorizadas por servios, italianos, belgas y franceses. Había poca simpatía por los judíos en Rumania, Ucrania y los Países Bálticos. Recientes textos revisionistas en Polonia y en la diáspora polaca, acusan a los judíos de haberse matado ellos mismos o de haberse rehusado a ser rescatados por un gran número de polacos deseosos de ayudarlos. No es la única distorsión total de un hecho histórico pero también minimiza el real heroísmo de miles de polacos que, a pesar de ser una minoría entre sus connacionales, hicieron lo posible para rescatar a los judíos y en una gran cantidad de casos lo pagaron con sus vidas. También ignora diferencias regionales –había una marcada actitud antisemita en la Polonia del noreste y del centro-sur donde la población local traicionó a los judíos y los entregó a los alemanes y a la policía polaca. Las razones precisas de esto están aún por ser investigadas. Por otra parte, la minoría polaca en la Galicia del Este y Volinia era mucho más amigable hacia los judíos y en un gran número de casos los judíos se unieron a ellos en la defensa común contra los nacionalistas ucranianos y alemanes. Para los educadores es importante señalar el peligro de las generalizaciones fáciles. Es imposible para ellos, reitero, entrar en detalles, pero el rango de reacciones tiene que ser enfatizado y las razones sugieren que las diferencias en los pasados en cada uno de los diferentes lugares crearon diferentes bases para actitudes que definieron las posibilidades de la supervivencia judía. En todo caso, las actitudes de los vecinos no judíos fueron en gran medida responsables de la muerte o la supervivencia de la minoría judía. Es importante indicar de que aunque no hubiera posibilidad objetiva de una resistencia armada judía, a pesar de ello y contrariando toda lógica, una resistencia armada judía sucedió y mucho más de lo que podría ser razonablemente esperado. La historia de la rebelión del gueto de Varsovia es importante y no debe ser ignorada pero no fue por lejos el único hecho de esas características. Hubo rebeliones e intentos de resistencias armadas en Vilna-Vilnius, Kaunas-Kovno, Bialystok, Svencionys-Svenciany, Cracow, Baranowicze, Lachwa, Tuczyn, y un gran número de otros sitios en el este. De hecho en el área de la Bielorrusia Occidental sola hubo unos 63 pequeños poblados en donde tales resistencias armadas tuvieron lugar. Se estima que entre 20.000 y 30.000 judíos fue a los bosques a luchar con los partisanos soviéticos, aunque no muchos sobrevivieron. Había luchadores judíos y partisanos en Francia, Bélgica, Italia, Yugoslavia, Bulgaria y las áreas ucranianas ocupadas por Rumania. En todos estos casos se trató de pequeños números y lo que merece ser resaltado no es el daño infligido a los alemanes y sus ayudadores, sino el hecho mismo de que hubiera habido una resistencia armada. Se trata de una importancia moral. Cuando nos ocupamos del mundo exterior, los poderes occidentales y la Unión Soviética, estamos discutiendo el presente porque los poderes mayores de hoy están enfrentando de alguna manera una situación paralela: son observadores indiferentes en la continuación de situaciones genocidas. Las diferencias entre las formas de genocidio son varias. Una de ellas es que la conducta de los países poderosos durante el Holocausto se dio en el contexto de una guerra mundial, lo que difiere evidentemente de la situación actual. Es un hecho de que mientras hoy vemos al Holocausto como el hecho principal si no el único de la Segunda Guerra Mundial, no fue más que un tema marginal en el momento en que sucedió. Los Aliados sabían, en términos generales, lo que estaba pasando pero luchaban por sus vidas contra un enemigo formidable. Muchos líderes simplemente no creyeron las informaciones que recibían y tal vez los oponentes al nazismo no comprendieron la central importancia de la ideología antisemita nazi; la venían como un medio para ganar y retener el poder más que una convicción hondamente sostenida que los nazis harían realidad en cuanto pudieran. Estamos en una situación similar hoy cuando muchos de nosotros creemos que la propaganda genocida del Islam radical es solo charlatanería y no nos damos cuenta que es una ideología en la que creen con todo su corazón y sobre la que actuarán si tienen la oportunidad. Hay otro aspecto en esto: se escribieron muchos libros acusando a los poderes occidentales de mantenerse en silencio frente al genocidio que sucedía frente a sus ojos y de no usar los poderes militares para el rescate de los judíos. Pero los hechos son muy diferentes. No hubo silencio. Cuando la información relativa a la aniquilación masiva de los judíos fue finalmente confirmada en noviembre de 1942, se creyó que los responsables serían castigados, lo que sucedió solo en una pequeña proporción. No se censuró ninguna noticia sobre estos temas a medida que llegaban de Europa. Las noticias se publicaban. Que la gente creyera lo que leía es otra cuestión. Un segundo tema es que los alemanes comenzaron a asesinar en masa a los judíos después de la invasión a la Unión Soviética en junio de 1941. Los EEUU eran neutrales y los ingleses se vieron forzados a una retirada a sus islas donde peleaban por su propia supervivencia. Los soviéticos estaban siendo vencidos y en todo caso no tenían interés en los judíos como tales. Los EEUU no declararon la guerra a Alemania; más bien fueron forzados a entrar en la guerra luego del ataque japonés a Pearl Harbour y luego fue Alemania quien declaró la guerra a los EEUU, no al revés. Si esto no hubiera pasado habría que ver si los EEUU hubieran intervenido en la lucha. Durante el período de las grandes campañas de exterminio, en 1941, 1942 y la mayoría de 1943, no había ejércitos aliados cerca de los sitios de destrucción y los alemanes controlaban casi toda Europa. Los únicos bombarderos que podrían haber llegado a los campos de exterminio de Polonia eran los British Lancaster, pero no había aviones de combate que los podían haber acompañado a esos lugares. La situación solo cambió luego de que los Aliados ocuparon los campos de aterrizaje italianos cercanos a Foggia en noviembre de 1943. Tomó luego unos meses hasta que fueran utilizables, en consecuencia los campos de exterminio hubieran podido ser bombardeados recién en 1944. En ese momento, sólo Auschwitz-Birkenau estaba aún operando. Birkenau podría haber sido atacado por cierto luego de mayo 1944, especialmente luego del informe detallado sobre Auschwitz traído por dos evadidos judíos eslovacos, Alfred Wetzler y Rudolf Vrba, en junio de 1944. Pero entonces los líderes militares occidentales decidieron que era un blanco civil y que usarían su fuerza aérea solo contra blancos militares. Si las fuerzas aéreas occidentales –aunque a los soviéticos les importaba poco- hubieran atacado Birkenau, ¿habría ello determinado que los alemanes dejaran de matar judíos? No lo creo. Los perpetradores alemanes habrían continuado lo que estaban haciendo antes, matar a sus víctimas en zanjas o, como hicieron luego, hacerlos caminar las marchas de la muerte. La idea de que occidente podía haber salvado a los judíos es una idea popular y populista pero de ninguna manera convincente. Por otra parte, mientras occidente no podía haber salvado millones, quizá podía haber salvado miles, tal vez más. Los países occidentales cerraron las puertas a los judíos que escapaban a través de los Balcanes a Palestina y rehusaron garantizar a los neutrales, Suiza, España, Turquía, Suecia y Portugal, el acoger a los refugiados llegados a sus países y encontrar otros sitios para ellos después de la guerra, porque los neutrales no querían, por supuesto, ningún judío en sus territorios. La actitud de los soviéticos está siendo investigada, pero claramente, todo el tema judío era marginal para ellos. Estos problemas pueden ser traducidos en la clase en temas puntuales. ¿Cómo enseñamos el Holocausto? No soy un pedagogo profesional o un experto en didáctica. Pero creo que el Holocausto debería ser enseñado, en principio, analíticamente pero también con la historia de los individuos que quedaron atrapados allí. Un historiador es alguien que cuenta historias verdaderas. A menos que un docente use esta herramienta no tendrá ningún efecto o impresión en sus alumnos. Por otro lado, contar solo historias verdades puede producir un efecto adverso. Los estudiantes deben ser estimulados a investigar los hechos, las conexiones, los contextos. Creo en la combinación de estrategias educativas. Otra consideración importante es ajustar la enseñanza del Holocausto al contexto social, cultural e históricos de los estudiantes. Si se enseña en la República Checa es necesario tomar en cuenta el destino de los Roma –gitanos- que sufrieron un genocidio diferente del Holocausto pero ocurrido en paralelo y casi todos los Roma checos que vivían entonces en la República Checa fueron asesinados. Habrá que subrayar el hecho de que Terezin jugó un papel central en el Holocausto en las tierras checas y que hubo un gobierno colaboracionista checo con autonomía limitada que ayudó a los nazis en sus políticas. Si se enseña en los Países Bajos habrá que enfatizar la colaboración con la genocidio de la administración nacional y al mismo tiempo el rescate de unos 16.000 judíos holandeses realizado por la población local. En ambos casos habrá que hacer notar el carácter de las comunidades judías locales, y contrastarlas con la conducta de los Judenraete en Terezin y en Ámsterdam. Pero en todos los casos y en todos los países que se enseñe habrá que ser especialmente cuidadoso en presentar el cuadro total del Holocausto y no quedar constreñido a la historia local. El Holocausto no fue un acontecimiento checo, holandés o polaco, fue un acontecimiento global que sucedió en Europa, en toda Europa y aún más allá de Europa. Esto requiere adaptaciones pedagógicas y es lo que la ITF está haciendo y debiera hacer. Al final, lo que se enseña son dilemas, dilemas imposibles a los que la gente no debería ser enfrentada nunca. Déjenme darles un ejemplo conocido: En el gueto de lo que es hoy Vilnius en Lituania, había una organización de resistencia clandestina llamada el FPO, que provino de la coalición de los movimientos juveniles judíos desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. El comandante elegido fue un judío comunista, Itzik Wittenberg. Las razones de la elección fueron, por un lado, que era un muchacho muy popular y carismático y por el otro que la única esperanza de recibir alguna ayuda era el Ejército Rojo. Se pensó que eligiendo a un comunista ayudaría a establecer relaciones con los soviéticos. Los alemanes capturaron a un militante comunista lituano en el lado ario de Vilnius quien, bajo tortura, dio el nombre de Wittenberg como un miembro del partido y de la resistencia. Los alemanes no conocían al FPO, pero conocieron así el nombre de Wittenberg y exigieron su entrega al presidente del Consejo del gueto, Jacob Gens. Gens, quien tenía contactos con el FPO, invitó a sus dirigentes a una reunión en el Judenrat y un colaboracionista lituano que estaba escondido en el edificio, irrumpió en la habitación y arrestó a Wittenberg. En su camino hacia la puerta del gueto, varios miembros del FPO superaron a los lituanos y liberaron a Wittenberg, quien fue escondido en una pequeña habitación en el gueto. Los alemanes anunciaron públicamente que si Wittenberg no era entregado asesinarían a todos los habitantes del gueto. Gens apeló a la población para encontrar a Wittenberg, así sus vidas serían salvadas. Los judíos del gueto, temiendo por sus vidas y las de sus familias, interpelaron a los miembros del FPO – no era muy difícil identificarlos en el pequeño gueto – y los atacaron, los golpearon y les exigieron la rendición de Wittenberg a los alemanes. Los dirigente del FPO se vieron enfrentados con la elección de entregar a su comandante o tener que usar armas para luchar contra los judíos desesperados del gueto. Finalmente acudieron a la célula comunista del FPO, formada por dos mujeres jóvenes y un hombre, para que tomaran la decisión. La célula decidió que Wittenberg debía rendirse. Le entregaron una cápsula con cianuro y él caminó con orgullo hacia las puertas del gueto ante la presencia de la población silenciosa que acompañó su paso alineada a cada lado de la calle. Cuando llegó a la prisión, se suicidó. ¿Hay alguna manera de salir de ese dilema?  ¿Cómo juzgamos a Gens, a la población, a la dirigencia del FPO, todos los cuales, excepto Wittenberg, eran sionistas? ¿qué decimos sobre los tres miembros de la célula que decidieron sobre el destino de Wittenberg? En dos casos paralelos, uno en Minsk y otro en un pueblo bielorruso llamado Baranowicze, la resolución fue diferente. En Minsk, el Judenrat usó el cuerpo de un judío muerto en cuyos bolsillos colocaron los documentos de identidad del comandante de la resistencia, con lo cual engañaron a los alemanes y salvaron la vida del comandante. En Baranowicze, donde la población actuó de la misma manera que la de los judíos de Vilnius, el Judenrat sobornó al comandante de la policía alemana y consiguió así rescatar al miembro de la resistencia detenido. Tenemos aquí tres casos, tres dilemas. Uno terminó trágicamente, los otros dos menos trágicamente. La intención de los alemanes de asesinar a todos los judíos que pudieran encontrar era siempre igual. ¿Quién tenía razón? ¿Puede uno comparar? Esta es la historia real del Holocausto y son el tipo de historias que debieran acompañar su enseñanza. En la tradición judía le preguntaron al sabio Hillel, unos 200 años antes de la era cristiana, cómo podía resumir las enseñanzas de la Torá parado sobre un pie. Dijo: no hacerle a otros lo que uno no quiere que le hagan a uno. Esta es toda la Torá. El resto es comentario. Entonces, amigos, vayan y aprendan.