Autor: Prof. Yehuda Bauer – Oslo, Junio 2009Traducción: Diana Wang Hay aparentemente tres cuestiones centrales: por qué enseñar el Holocausto, qué enseñar y cómo enseñarlo. El genocidio del pueblo judío en manos de la Alemania nazi y sus colaboradores, a lo que comúnmente, e inadecuadamente, llamamos el Holocausto, fue la forma de genocidio más extrema conocida hasta la fecha. Fue el caso más extremo no por el sufrimiento de las víctimas: no hay gradaciones del sufrimiento y los judíos no sufrieron más o menos que otras víctimas de otros genocidios. Tampoco es debido al número de víctimas – tal vez 5.7 o 5.8 millones – ni tampoco por el porcentaje de judíos asesinados sobre el total de judíos en el mundo en aquel momento – cerca de 17 millones. En el genocidio armenio, cercano al millón, tal vez aún más, los armenios fueron asesinados o murieron como resultado de acciones genocidas y fueron más de un tercio de los armenios residentes en Turquía. Entre 800 mil y un millón de Tutsis fueron asesinados en Ruanda en 1994, cerca del 90% de la población Tutsi que vivía allí. Y en China las víctimas del Gran Salto Adelante que corresponde a lo que llamamos politicidio, es decir el asesinato genocida debido a razones políticas, sociales o económicas, sumó considerablemente más víctimas que las del Holocausto. No, la razón era diferente. Por primera vez en la historia, cualquier persona considerada por los perpetradores como miembro del grupo designado, los judíos, sería asesinada por el único crimen de haber nacido. Por primera vez en la historia esto tendría lugar donde fuera que el poder alemán alcanzara, es decir, todo el planeta. Por primera vez en la historia la motivación tenía poco que ver con factores económicos o sociales sino con motivos puramente ideológicos y la ideología fue totalmente extraída de cualquier contexto realístico. Tuvo lugar en el contexto de una Guerra iniciada por la Alemania nazi por razones que, reitero, tenían poco que ver con razones reales políticas, económicas o sociales: la Alemania nazi comenzó la Guerra para conquistar el así llamado espacio vital; pero no precisaba de espacio vital porque podía conseguir las materias primas y los productos agrícolas mediante el comercio y no precisaba tierras para sus campesinos porque no sobraba el trabajo en los campos de Alemania. Alemania hoy es un país de menor superficie que entonces, con una población mayor y sigue floreciendo. La mayoría de los alemanes de 1939 no quería la Guerra; tenían amargos recuerdos de la anterior, la Primera Guerra. La elite industrial y la Banca no querían la Guerra porque les iba bastante bien. ¿Acaso los militares querían la Guerra? No. En septiembre de 1938 el General en Jefe de Alemania Ludwig Beck y una gran cantidad de generales planeaban un putsch contra Hitler porque temían una Guerra contra Inglaterra y Francia con los Soviéticos en contra. Pero Chamberlain y Daladier se rindieron con Czechoslovakia y no hubo un putsch. Por supuesto que no es claro si un tal putsch podría haber tenido lugar o si, de haberlo tenido, habría sido exitoso, pero indica lo que pensaba la oficialidad de más alta jerarquía de Alemania. Entonces, ¿quién quería una Guerra? La respuesta es obviamente, Hitler, pero no solamente él. Tenía el apoyo del Partido. La razón para la Guerra está claramente expresada en el memorándum que Hitler escribiera a Goering en agosto de 1936 que puede ser encontrado en los Documentos de Nuremberg de 1945. Hitler dice allí que Alemania está preparada para la Guerra porque, en caso contrario, el bolcheviquismo reemplazaría a los dirigentes de todo el mundo con la Internacional Judía; ello no solo pondría en peligro a Alemania sino que aniquilaría a todo el pueblo alemán. Hitler y sus allegados más cercanos creían que una derrota del bolcheviquismo judío permitiría a Alemania la expansión hacia el este, la colonización de esos territorios en manos de alemanes que aseguraría el aporte de alimentos y materias primas y se garantizaría así la supremacía de Alemania sobre Europa y finalmente sobre sus aliados y el mundo entero. Todo ello solo sería posible derrotando a la judería internacional que controlaba tanto al bolcheviquismo soviético como al capitalismo occidental. La Guerra, diría yo, fue en esencia una empresa ideológica y los elementos económicos y políticos fueron instrumentados como los factores que lo hicieron posible. El Holocausto, luego, fue básicamente un proyecto ideológico parte de un proyecto ideológicamente motivado de una Guerra en la búsqueda de la expansión del poder. El nazismo no tuvo en consecuencia precedentes lo que explica por qué el Holocausto es el tema central en cualquier proceso educativo, no solo en Europa, porque tiene que ver con el mundo en el que vivimos. El antisemitismo, y el Holocausto fue su resultado, fue la motivación central para una Guerra en la que no solo murieron 6 millones de judíos sino unos 29 millones de no judíos solo en Europa. Ello significa que el antisemitismo y el Holocausto, fueron las razones básicas de la muerte de millones de europeos no judíos. Es, luego, un tema central para nuestra civilización y en particular para la civilización europea; es la forma más extrema de genocidio hasta la fecha, repito, no porque las víctimas sufrieron más que víctimas de otros genocidios, sino por sus razones sin precedentes y el carácter e impacto global que tuvo y tiene como paradigma de genocidio en general, lo que le confiere la gran importancia que tiene para nosotros. Es por eso que lo enseñamos. Cuando encaramos el Holocausto, los educadores tomamos tres grupos de personas: perpetradores, víctimas y observadores indiferentes. Esto es problemático porque cuando se lo mira más de cerca son categorías no del todo precisas y tienden con frecuencia a confundirse o sus fronteras no son siempre nítidas. Por ejemplo los kapos en los campos de concentración eran víctimas pero muchas veces también perpetradores. El término “observadores indiferentes” (en inglés, bystanders) incluye grupos tan diversos como los Aliados Occidentales, la Unión Soviética, organizaciones judías e instituciones exteriores a las áreas de control nazi, campesinos polacos entre los que había indiferentes, algunos amistosos y muchos hostiles aún cuando no mataran judíos; incluye a miembros de las Iglesias cristianas que callaron mientras frente a sus ojos los judíos eran transportados a su muerte o asesinados y los gobiernos de los países neutrales que podían haber ayudado pero se abstuvieron de hacerlo. Sin embargo, usamos esos términos a pesar de saber que no son del todo adecuados porque no hemos desarrollado otros mejores. ¿Qué deberíamos enseñar entonces? Después de todo, no podemos enseñar todo, porque la serie de contextos y acontecimientos que llamamos Holocausto son muy extensos, muy complicados y hay poco tiempo en cualquier establecimiento educativo para enseñar todo. Hubo unos 18.000 refugiados centro-europeos en Shanghai, ¿deberíamos enseñar sobre ellos? Los gobiernos latino-americanos se rehusaron aceptar refugiados judíos, ¿es un tema para enseñar? ¿Deberíamos tomar como tema a los judíos de Tracia y Macedonia que fueron entregados a las manos alemanas por la policía y el ejército búlgaros o deberíamos concentrarnos solamente en el rescate de los judíos de Bulgaria? ¿Tendríamos que entrar en los detalles relativos a los colaboradores griegos, checos, italianos, noruegos y otros que se sumaron a los alemanes? Creo que debemos ajustar nuestras enseñanzas a las situaciones e intereses locales. Si enseñamos en Grecia deberemos enfatizar el destino de los judíos de Salónica, Atenas, Corfú y Rodas y hablar sobre los colaboradores y los movimientos de Resistencia y la conducta de los dirigentes de la comunidad judía y de los judíos comunes, señalando los claroscuros, las sombras y las diferencias manteniendo el propósito de no disminuir la responsabilidad criminal directa de las instituciones, las organizaciones y los individuos alemanes. En otros países, debieran realizarse similares paralelos. Pero hay un peligro en ello: que ocuparse de los árboles nos haga perder de vista el bosque. Tiene que estar el cuadro más amplio siempre presente como contexto del enfoque nacional. Deberíamos apuntar a lo que se podría llamar la globalización de la educación sobre el Holocausto. Quiero decir con ello que deberíamos describir y analizar el Holocausto en sus diferentes contextos: verticalmente, es decir históricamente, poniéndolo en su contexto histórico, económico y político y en sus antecedentes, realización e impacto. Uno no debiera ocuparse de todo esto mientras enseña, no solo debido a los límites de tiempo sino porque los docentes no están entrenados en tener el tipo de conocimiento de los académicos que se pasan la vida en ello; pero es importante tener estas dimensiones in mente. Sobre los perpetradores, uno debería enfrentar el dilema que en noviembre de 1932, en las últimas elecciones libres de la Alemania pre-Hitler, el partido Nacional Socialista, fue derrotado, perdieron 2 millones de votos y 34 asientos en el Parlamento alemán. Parecía que habían quedado afuera de la historia para volver a lo que habían sido en 1928 cuando consiguieron solo un 2.8% del total de votos. A fines de 1932 la mayoría de los alemanes votó por partidos que eran claramente anti nazis y contrarios al antisemitismo o que no lo apoyaban (social demócratas, comunistas y católicos junto con partidos menores). Pero menos de seis semanas más tarde los nazis tenían el poder, no debido a una victoria en las urnas sino por las maquinaciones de la derecha conservadora y los violentos desacuerdos entre los no-nazis. Alrededor de 1940-1941, ya no había problemas en reclutar cualquier cantidad de alemanes que se convertirían en asesinos masivos. ¿Cómo puede uno explicarse eso? Los historiadores alemanes han señalado que hubo una combinación de un mejoramiento económico real y un uso muy inteligente de políticas sociales que parecían mejorar la vida de los alemanes. Lograron reestablecer considerablemente la cohesión social que había sido destruida como resultado de la pérdida de la primera Guerra y de las dos grandes crisis económicas en la década del veinte. La nación resurgida ganó victorias internacionales baratas destruyendo los efectos del Tratado de Versalles y reestableciendo a Alemania como un importante poder político y militar en Europa. El ascenso luego de la crisis económica, debemos señalarlo, no fue enteramente el resultado de la política del régimen, sino también del hecho de que antes del acceso al poder del nazismo la economía alemana había llegado a su punto más bajo y había comenzado su recuperación. Los nazis se montaron a la ola de mejoría y algunas de sus políticas propugnaron el aumento de la producción aunque no hubo una apreciable mejoría en los niveles de vida. Pero la absorción de grandes masas de desempleados aunque en trabajos mal remunerados hizo muy popular al régimen. Adicionalmente la política social del nazismo se ocupó por primera vez y con bastante éxito del problema de las millones de viudas de guerra, de los ex soldados heridos y distribuyó pensiones para todos ellos. Consiguieron sobornar en parte a la población y lo acompañaron con una propaganda ideológica masiva que llegó a todas las familias en cada uno de los rincones del país. Algunos historiadores tomaron como dato muy importante que muchos asesinos no estaban ideológicamente educados, pero olvidan que toda la sociedad había estado sometida a una intensiva campaña de adoctrinamiento ideológico durante 7-8 años y en sus márgenes, a veces más allá de ellos, reinaba la amenaza continua de una maquinaria de terror progresivamente eficiente que era usada de manera determinada para evitar cualquier oposición política o ideológica desde la raíz. Las políticas nazis se pagaban con la reserva de divisas extranjeras y mediante una política inflacionaria que fue frenada mediante la imposición a la población de una astuta política fiscal. La prosperidad real fue abortada en pos del rearme masivo y toda la estructura económica estaba en consecuencia en peligro. La guerra apuntaba, como ya se indicó, hacia soluciones temporales ante una inevitable crisis económica y financiera por medio del simple robo de los países aliados ocupados y conquistados y, antes que nada, apropiándose de las propiedades de los judíos. El elemento esencial de cualquier interpretación de las políticas nazis debe ser la historia de la intelectualidad alemana. Desde mediados del siglo diecinueve se había desarrollado una progresiva radicalización de la intelectualidad. El nacionalismo radical se impuso sobre la tendencia más liberal y se transformó, gradualmente, en racismo chauvinista; no solo en Alemania, también en Austria. Esto fue claro durante el Segundo Reich entre 1870 y 1914. La derrota en la Primera Guerra exacerbó la tendencia y en la década del veinte las universidades y las organizaciones docentes formaron las bases principales del Nacional Socialismo. Sin el apoyo de la intelectualidad el régimen nazi no habría conseguido poder ni tampoco habría podido conservarlo. Fue en la intelectualidad donde se reclutó gente que dirigió los crímenes nazis. La conclusión debe ser, con total seguridad, que el conocimiento por sí mismo no garantiza un acercamiento humanístico a la vida y que no hay nada más peligroso que asesinos masivos inteligentes. Eichmann es un excelente ejemplo: engañó a gente brillante, como la filósofa Hannah Arendt, quienes aceptaron su auto descripción como un mero engranaje de la máquina, una personalidad banal que hizo el mal porque no era un intelectual ideólogo y no sabía hacerlo mejor. A decir verdad, Eichmann era miembro de la Oficina Central de Seguridad del Reich, la RSHA, compuesta por individuos altamente motivados ideológicamente, de extrema inteligencia, radicalmente racistas y antisemitas, que estaban en el corazón de la máquina de los perpetradores. La Policía de Seguridad era una rama de la GESTAPO, la Policía Criminal, y de las unidades de inteligencia. Son los artífices de la mayoría de las matanzas. Eichmann puede no haber tenido educación universitaria pero la gente que lo rodeaba sí la tuvo y él mismo citaba tanto a Kant como a Hegel. No era ningún engranaje en la máquina, era parte del sistema de control de la máquina. En una conferencia que dio al personal de seguridad nazi en noviembre de 1937, dijo que la conspiración judía internacional estaba por todas partes. Era parte de una jerarquía y aunque recibió efectivamente instrucciones generales de sus superiores, mostró una gran inteligencia e iniciativa para radicalizarlas. Daba órdenes; no solo las recibía, aunque en tal caso raramente precisaba órdenes porque se identificaba completamente con la política asesina general y sabía exactamente que lo que estaba haciendo estaba mal. Lejos de ser una personalidad banal probó que el mal nunca es banal. La historia real de Eichmann puede ser usada en educación para mostrar la imagen opuesta de la imagen popular creada en ciertas películas y en los así llamados documentales. Se pueden proveer fuentes para todo ello. ¿Es, entonces, la historia del nazismo y del Holocausto una historia de la burocracia, como tantos creen? Cuando uno enseña sobre el Holocausto no puede evitar encarar el tema de que, efectivamente, la burocracia en sus varios aspectos, fue empleada para hacer realidad el asesinato. Pero las burocracias no matan. Los burócratas dan órdenes o instrucciones, pero alguien tiene que decirles a los burócratas que lo hagan, o algunos burócratas lo hacen por su propia cuenta. En otras palabras, el deseo de matar tiene que ser dirigido por personas que saben lo que están haciendo y quieren hacerlo. La ideología, o la racionalización ideológica, o los intereses, mueven las burocracias; cuando decimos “intereses” nos referimos a una comprensión de qué es bueno o malo en los ojos de las personas que toman las decisiones. En el caso de los nazis, ya aduje que actuaban sin considerar sus intereses materiales, o, en otras palabras, que estaban motivados por una ideología no-pragmática o anti-pragmática. Una vez comprendido esto, uno puede poner los hechos históricos en contexto y se puede enseñar sobre el desarrollo del régimen nazi en Alemania y sobre los estadios en los que se materializó el genocidio de los judíos. Por cierto, se puede hablar luego de aquellos estadios y mostrar que el Holocausto no estaba pre-planeado, contrariamente a la percepción popular, aunque Hitler, como individuo podía haber deseado que la aniquilación masiva de los judíos sucediera. Pero al ideología estaba ahí y cuando la ocasión fue propicia le dio oportunidad a la planificación. De hecho, los actos de asesinatos masivos vinieron antes y la planificación fue en gran medida su resultado. En esto, como en tantos otros aspectos, el genocidio de los judíos difiere de la mayoría o de todos los otros genocidios. Cuando se enseña sobre guetos, campos, marchas de la muerte y las otras cosas, todo encaja. Considero que la historia de las víctimas es por lo menos tan importante como la de los perpetradores. Después de todo, las víctimas son siempre la mayoría, si las comparamos con los perpetradores, y casi todos nosotros estamos en condiciones más de ser víctimas u observadores que de ser perpetradores. Desde un punto de vista humanístico es crucial comprender quiénes eran las víctimas, por qué se convirtieron en víctimas, qué hacían antes de ser víctimas, hasta qué punto comprendían que estaban en peligro de convertirse en víctimas de un genocidio y un asesinato masivo y qué hicieron en respuesta a todo esto. Cuando enseñamos sobre el genocidio de los judíos tenemos que encarar, obviamente, el antisemitismo; pero hay una dificultad aquí porque el estudiante o incluso el maestro puede ver a los judíos tan solo como objetos de odio, persecución y muerte, no como sujetos de la historia con su propia cultura, tradiciones y aspiraciones, en otras palabras, menos que seres humanos. Hay que enseñar, en consecuencia, que los judíos son un pueblo con historia y lo mismo debe ser aplicado a los otros grupos que fueron designados como objetos de ataques genocidas. Esto significa que el maestro debe tener al menos un conocimiento rudimentario de la historia del pueblo judío. El otro peligro es que el alumno pregunte: bueno, pero ¿qué hicieron para ser objeto de tal tratamiento? Además de mostrar, a partir de la discriminación concreta presente sobre diferentes grupos que esto sucede con frecuencia en las sociedades humanas, es importante intentar clarificar de dónde viene el antisemitismo. La respuesta más simple y correcta es que mientras los judíos no son mejores ni peores que cualquier otro grupo, su cultura y tradiciones son diferentes. En Europa fueron los únicos no-europeos hasta la llegada de los Roma –gitanos- a los Balcanes en los siglos 13 y 14, y tenían una cultura diferente que se expresaba en una religión diferente a la que tenía la sociedad que los acogía. Desarrollaron también una estructura ocupacional diferente porque las sociedades que los rodeaban los usaron para propósitos económicos específicos limitando sus posibilidades laborales. Al mismo tiempo, se debe enfatizar que la historia de los judíos no es definitivamente la historia de sus persecuciones. En muchos lugares, durante mucho tiempo, convivieron con sus vecinos, no necesariamente amados pero tampoco necesariamente odiados, fueron útiles y a menudo invitados a residir en países para realizar ciertas funciones económicas y sociales. Pero cuando una sociedad era golpeada por una crisis, lo que sucedía con bastante frecuencia, era posible –aunque muchas veces no pasó- que los judíos fueran una especie de para-rayos: el descontento caía sobre un grupo que todos conocían, familiar aunque extraño, siempre minoritario y en consecuencia fácil de atacar. Estas diferencias básicas fueron acentuadas por la Iglesia y, luego de Lutero, por las iglesias, debido a razones teológicas entretejidas con razones económicas y sociales. Puede ser incómodo enseñar esto pero es inevitable. El antisemisitismo cristiano nunca planeó el genocidio de los judíos: los judíos en la visión cristiana habían rechazado al verdadero mesías pero eran humanos con almas y matarlos era un pecado mortal. Pero estaban poseídos por Satán, eran de hecho una amenaza satánica para la cristiandad y debían ser oprimidos, discriminados, perseguidos, explotados, echados, desposeídos cuando surgiera la ocasión. Las acusaciones en contra de ellos repetían siempre los mismos argumentos teológicos, pero las acusaciones no teológicas diferían de tiempo en tiempo y durante el nazismo alcanzaron un punto extremo: eran contradictorias pues acusaban a los judíos de ser tanto comunistas como capitalistas lo que precisamente podía ser sostenido por sus supuestas cualidades satánicas. Sin embargo, todas estas acusaciones, incluso las raciales, estaban basadas en antecedentes teológicos: la acusación de que hay una conspiración judía para controlar el mundo puede ser encontrada en tempranos escritos cristianos. Similarmente, la idea de que los judíos corrompen a las sociedades y sus culturas o de que usan sangre de niños para preparar sus comidas especiales, provienen de la antigüedad y del medioevo. En el siglo dieciséis y más tarde, la pureza de sangre, limpieza de sangre, (en castellano en el original) la prueba de que no se descendía de judíos o musulmanes, era una exigencia para cualquiera que aspirara a algún cargo público en España. La noción de que el nazismo era una ideología neo-pagana que no tenía relación con el cristianismo es solo parcialmente verdad: el antisemitismo cristiano fue una recondición necesaria, aunque no suficiente, para el nazismo. El nazismo se volvió contra el cristianismo fundamentalmente porque se basaba en el judaísmo y contenía ideas humanísticas que aborrecidas por los nazis. Pero los judíos quedaron atrapados en el medio: fueron asesinados por los nazis y no fueron protegidos por las iglesias aunque hubo muchos casos individuales de curas, pastores y altos oficiales de la Iglesia que trataron de salvar judíos y una cantidad que sacrificaron sus vidas haciéndolo. Podría argüirse que los nazis inventaron a sus víctimas en el sentido de que los judíos a los que atacaron no se veían necesariamente a sí mismos como judíos. Por supuesto, y esto debe ser enfatizado en todo contexto educativo, los judíos no eran un colectivo político. En Alemania, por ejemplo, nunca existió una representación de todos los judíos antes del ascenso de los nazis al poder. Tampoco lo había en la Polonia de entre guerras. Había comunidades y organizaciones judías de diferentes estilos y colores, ortodoxos y liberales y no religiosos, nunca del todo unidos, ni siquiera en un país como Francia donde había una organización rabínica llamada el Consistorio que solo representaba a una minoría que se veía a sí mismos como judíos. En Polonia, por ejemplo, una pluralidad de judíos, casi el 40%, se identificaba con el Bund, un partido social-democrático, anti comunista, anti sionista y anti religioso. Los nazis, siguiendo antecedentes previos, inventaron el colectivo político judío, incluso con características de internacional y, paradójicamente, los judíos debieron constituir organizaciones políticas internacionales en parte para luchar en contra de la amenaza del nazismo. Así, el Congreso Judío Mundial se estableció en 1936, representando supuestamente a las comunidades judías de todo el mundo, pero de hecho tan solo algunas se le unieron. El movimiento sionista, una expresión del progresivo nacionalismo judío –había otras expresiones diferentes – era una minoría entre los judíos. Los nazis asesinaron personas cuyos abuelos se habían convertido porque los veían como judíos. Mataron personas que habían nacido de padres judíos pero se identificaban como polacos, rusos, italianos, y que habían cortado relaciones con los otros judíos. La religión judío no identificaba ya a los judíos. La mayoría de los judíos se identificaban a sí mismos como judíos pero su interpretación de lo que ello significaba tenía diferentes versiones. Los docentes deben explicar que se debe respetar la forma en que cada uno elige identificarse y no permitir ser identificados por otros que es precisamente lo que hicieron los nazis. Inventaron un pueblo judío que era tan solo en parte el pueblo con el que la mayoría de los judíos se identificaba. Y sin embargo, y éste es el punto principal, la reacción de los judíos ante la persecución y el asesinato fue cuanto menos sorprendente. Los judíos alemanes, la mayoría de los cuales no era ortodoxa, esos nacionalistas alemanes entusiastas, se integraron a la sociedad alemana pero al mismo tiempo recuperaron su historia judía y en parte su identidad religiosa, desarrollando una cultura judía en lengua alemana. La Biblia fue traducida al alemán y la vida intelectual y social floreció en los treintas a pesar del incremento de las persecuciones. Después del comienzo de la guerra, y especialmente en los grandes guetos de Polonia – pero no solo allí- se constituyeron redes, organizaciones sociales, económicas y culturales, tratando de mantener la moral y una apariencia de vida civilizada a pesar del hambre, las epidemias, los golpes y el peligro de las deportaciones. No había posibilidad de resistencia armada puesto que los judíos eran una pequeña minoría –aún en Polonia eran tan solo el 10% de la población general- no tenían acceso a armas y no habían desarrollado una clase militar de ninguna especie; adicionalmente, en la mayoría de los países europeos habían sido mantenidos en un cierto aislamiento por el resto de la población y no fueron apoyados por los Aliados. La resistencia desarmada fue la única opción posible y muchas comunidades judías desarrollaron justamente eso. Hasta donde yo sé, no hay paralelo con estos hechos en relación a otra población que fue víctima de crímenes genocidas. Sugiero que la resistencia judía desarmada debiera ser uno de los tópicos centrales en la educación del Holocausto. Por supuesto, la resistencia desarmada no se dio en todas partes. Bajo la tremenda presión de los nazis y sus colaboradores locales, hubo muchos casos de desintegración social, de colaboración forzada con el enemigo y de traiciones. Pero esto puede ser encontrado también en la mayoría de los otros casos de genocidio. Se debería tener cuidado en no catalogar como colaboradores a los Consejos Judíos, instituidos por los alemanes para facilitar las políticas respecto a los judíos. Algunos, por cierto, se sometieron a la presión alemana sin resistencia –en Ámsterdam por ejemplo, o en Salónica o, discutiblemente, en Lodz. Pero en la mayor parte de los lugares, sabemos ahora, trataron de proteger a sus comunidades lo mejor que pudieron, sin una resistencia abierta contra este poder enorme, por supuesto. Siempre que la resistencia fue intentada –y hubo muchos sitios en que lo fue- los Consejos Judíos fueron depuestos y casi siempre asesinados. En muchos lugares, sin embargo, estos Consejos trataron de resistir de varias maneras y en algunos pueblos y zonas organizaron rebeliones armadas. Los alemanes instalaron también unidades policiales en los guetos y la mayoría hizo lo que los nazis exigían y muchas veces entregaron judíos a los alemanes. Pero es un error generalizar. En casi todos los lugares, tanto en el este como en el oeste, los alemanes no pedían la colaboración ni de los Consejos ni de la Policía judía sino que tomaban a los judíos por sí mismos, brutal y sádicamente. La imagen general de la policía judía entregando judíos es verdadera para el gueto de Varsovia por ejemplo pero no para el de Kaunas y la proposición es irrelevante para Bélgica o los Países Bajos. Es importante plantear estas temáticas en un contexto educativo antes de que sean siquiera sugeridas. Las reacciones de las víctimas judías deben ser vinculadas al contexto general de las relaciones entre judíos y no judíos. Es claro que estas relaciones fueron diferentes en los diferentes países. Hasta donde sabemos, los judíos daneses fueron tratados como daneses por la población de Dinamarca y en consecuencia muchos de ellos fueron llevados de contrabando a la Suecia neutral. En Bulgaria, los judíos fueron rescatados por una improbable coalición de miembros del Partido Fascista, la Iglesia Ortodoxa y los grupos clandestinos comunistas y socia-demócratas, en otras palabras, por representantes de la mayoría de la población búlgara. Menos dramáticamente, pero muchas actitudes pro-judías fueron exteriorizadas por servios, italianos, belgas y franceses. Había poca simpatía por los judíos en Rumania, Ucrania y los Países Bálticos. Recientes textos revisionistas en Polonia y en la diáspora polaca, acusan a los judíos de haberse matado ellos mismos o de haberse rehusado a ser rescatados por un gran número de polacos deseosos de ayudarlos. No es la única distorsión total de un hecho histórico pero también minimiza el real heroísmo de miles de polacos que, a pesar de ser una minoría entre sus connacionales, hicieron lo posible para rescatar a los judíos y en una gran cantidad de casos lo pagaron con sus vidas. También ignora diferencias regionales –había una marcada actitud antisemita en la Polonia del noreste y del centro-sur donde la población local traicionó a los judíos y los entregó a los alemanes y a la policía polaca. Las razones precisas de esto están aún por ser investigadas. Por otra parte, la minoría polaca en la Galicia del Este y Volinia era mucho más amigable hacia los judíos y en un gran número de casos los judíos se unieron a ellos en la defensa común contra los nacionalistas ucranianos y alemanes. Para los educadores es importante señalar el peligro de las generalizaciones fáciles. Es imposible para ellos, reitero, entrar en detalles, pero el rango de reacciones tiene que ser enfatizado y las razones sugieren que las diferencias en los pasados en cada uno de los diferentes lugares crearon diferentes bases para actitudes que definieron las posibilidades de la supervivencia judía. En todo caso, las actitudes de los vecinos no judíos fueron en gran medida responsables de la muerte o la supervivencia de la minoría judía. Es importante indicar de que aunque no hubiera posibilidad objetiva de una resistencia armada judía, a pesar de ello y contrariando toda lógica, una resistencia armada judía sucedió y mucho más de lo que podría ser razonablemente esperado. La historia de la rebelión del gueto de Varsovia es importante y no debe ser ignorada pero no fue por lejos el único hecho de esas características. Hubo rebeliones e intentos de resistencias armadas en Vilna-Vilnius, Kaunas-Kovno, Bialystok, Svencionys-Svenciany, Cracow, Baranowicze, Lachwa, Tuczyn, y un gran número de otros sitios en el este. De hecho en el área de la Bielorrusia Occidental sola hubo unos 63 pequeños poblados en donde tales resistencias armadas tuvieron lugar. Se estima que entre 20.000 y 30.000 judíos fue a los bosques a luchar con los partisanos soviéticos, aunque no muchos sobrevivieron. Había luchadores judíos y partisanos en Francia, Bélgica, Italia, Yugoslavia, Bulgaria y las áreas ucranianas ocupadas por Rumania. En todos estos casos se trató de pequeños números y lo que merece ser resaltado no es el daño infligido a los alemanes y sus ayudadores, sino el hecho mismo de que hubiera habido una resistencia armada. Se trata de una importancia moral. Cuando nos ocupamos del mundo exterior, los poderes occidentales y la Unión Soviética, estamos discutiendo el presente porque los poderes mayores de hoy están enfrentando de alguna manera una situación paralela: son observadores indiferentes en la continuación de situaciones genocidas. Las diferencias entre las formas de genocidio son varias. Una de ellas es que la conducta de los países poderosos durante el Holocausto se dio en el contexto de una guerra mundial, lo que difiere evidentemente de la situación actual. Es un hecho de que mientras hoy vemos al Holocausto como el hecho principal si no el único de la Segunda Guerra Mundial, no fue más que un tema marginal en el momento en que sucedió. Los Aliados sabían, en términos generales, lo que estaba pasando pero luchaban por sus vidas contra un enemigo formidable. Muchos líderes simplemente no creyeron las informaciones que recibían y tal vez los oponentes al nazismo no comprendieron la central importancia de la ideología antisemita nazi; la venían como un medio para ganar y retener el poder más que una convicción hondamente sostenida que los nazis harían realidad en cuanto pudieran. Estamos en una situación similar hoy cuando muchos de nosotros creemos que la propaganda genocida del Islam radical es solo charlatanería y no nos damos cuenta que es una ideología en la que creen con todo su corazón y sobre la que actuarán si tienen la oportunidad. Hay otro aspecto en esto: se escribieron muchos libros acusando a los poderes occidentales de mantenerse en silencio frente al genocidio que sucedía frente a sus ojos y de no usar los poderes militares para el rescate de los judíos. Pero los hechos son muy diferentes. No hubo silencio. Cuando la información relativa a la aniquilación masiva de los judíos fue finalmente confirmada en noviembre de 1942, se creyó que los responsables serían castigados, lo que sucedió solo en una pequeña proporción. No se censuró ninguna noticia sobre estos temas a medida que llegaban de Europa. Las noticias se publicaban. Que la gente creyera lo que leía es otra cuestión. Un segundo tema es que los alemanes comenzaron a asesinar en masa a los judíos después de la invasión a la Unión Soviética en junio de 1941. Los EEUU eran neutrales y los ingleses se vieron forzados a una retirada a sus islas donde peleaban por su propia supervivencia. Los soviéticos estaban siendo vencidos y en todo caso no tenían interés en los judíos como tales. Los EEUU no declararon la guerra a Alemania; más bien fueron forzados a entrar en la guerra luego del ataque japonés a Pearl Harbour y luego fue Alemania quien declaró la guerra a los EEUU, no al revés. Si esto no hubiera pasado habría que ver si los EEUU hubieran intervenido en la lucha. Durante el período de las grandes campañas de exterminio, en 1941, 1942 y la mayoría de 1943, no había ejércitos aliados cerca de los sitios de destrucción y los alemanes controlaban casi toda Europa. Los únicos bombarderos que podrían haber llegado a los campos de exterminio de Polonia eran los British Lancaster, pero no había aviones de combate que los podían haber acompañado a esos lugares. La situación solo cambió luego de que los Aliados ocuparon los campos de aterrizaje italianos cercanos a Foggia en noviembre de 1943. Tomó luego unos meses hasta que fueran utilizables, en consecuencia los campos de exterminio hubieran podido ser bombardeados recién en 1944. En ese momento, sólo Auschwitz-Birkenau estaba aún operando. Birkenau podría haber sido atacado por cierto luego de mayo 1944, especialmente luego del informe detallado sobre Auschwitz traído por dos evadidos judíos eslovacos, Alfred Wetzler y Rudolf Vrba, en junio de 1944. Pero entonces los líderes militares occidentales decidieron que era un blanco civil y que usarían su fuerza aérea solo contra blancos militares. Si las fuerzas aéreas occidentales –aunque a los soviéticos les importaba poco- hubieran atacado Birkenau, ¿habría ello determinado que los alemanes dejaran de matar judíos? No lo creo. Los perpetradores alemanes habrían continuado lo que estaban haciendo antes, matar a sus víctimas en zanjas o, como hicieron luego, hacerlos caminar las marchas de la muerte. La idea de que occidente podía haber salvado a los judíos es una idea popular y populista pero de ninguna manera convincente. Por otra parte, mientras occidente no podía haber salvado millones, quizá podía haber salvado miles, tal vez más. Los países occidentales cerraron las puertas a los judíos que escapaban a través de los Balcanes a Palestina y rehusaron garantizar a los neutrales, Suiza, España, Turquía, Suecia y Portugal, el acoger a los refugiados llegados a sus países y encontrar otros sitios para ellos después de la guerra, porque los neutrales no querían, por supuesto, ningún judío en sus territorios. La actitud de los soviéticos está siendo investigada, pero claramente, todo el tema judío era marginal para ellos. Estos problemas pueden ser traducidos en la clase en temas puntuales. ¿Cómo enseñamos el Holocausto? No soy un pedagogo profesional o un experto en didáctica. Pero creo que el Holocausto debería ser enseñado, en principio, analíticamente pero también con la historia de los individuos que quedaron atrapados allí. Un historiador es alguien que cuenta historias verdaderas. A menos que un docente use esta herramienta no tendrá ningún efecto o impresión en sus alumnos. Por otro lado, contar solo historias verdades puede producir un efecto adverso. Los estudiantes deben ser estimulados a investigar los hechos, las conexiones, los contextos. Creo en la combinación de estrategias educativas. Otra consideración importante es ajustar la enseñanza del Holocausto al contexto social, cultural e históricos de los estudiantes. Si se enseña en la República Checa es necesario tomar en cuenta el destino de los Roma –gitanos- que sufrieron un genocidio diferente del Holocausto pero ocurrido en paralelo y casi todos los Roma checos que vivían entonces en la República Checa fueron asesinados. Habrá que subrayar el hecho de que Terezin jugó un papel central en el Holocausto en las tierras checas y que hubo un gobierno colaboracionista checo con autonomía limitada que ayudó a los nazis en sus políticas. Si se enseña en los Países Bajos habrá que enfatizar la colaboración con la genocidio de la administración nacional y al mismo tiempo el rescate de unos 16.000 judíos holandeses realizado por la población local. En ambos casos habrá que hacer notar el carácter de las comunidades judías locales, y contrastarlas con la conducta de los Judenraete en Terezin y en Ámsterdam. Pero en todos los casos y en todos los países que se enseñe habrá que ser especialmente cuidadoso en presentar el cuadro total del Holocausto y no quedar constreñido a la historia local. El Holocausto no fue un acontecimiento checo, holandés o polaco, fue un acontecimiento global que sucedió en Europa, en toda Europa y aún más allá de Europa. Esto requiere adaptaciones pedagógicas y es lo que la ITF está haciendo y debiera hacer. Al final, lo que se enseña son dilemas, dilemas imposibles a los que la gente no debería ser enfrentada nunca. Déjenme darles un ejemplo conocido: En el gueto de lo que es hoy Vilnius en Lituania, había una organización de resistencia clandestina llamada el FPO, que provino de la coalición de los movimientos juveniles judíos desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. El comandante elegido fue un judío comunista, Itzik Wittenberg. Las razones de la elección fueron, por un lado, que era un muchacho muy popular y carismático y por el otro que la única esperanza de recibir alguna ayuda era el Ejército Rojo. Se pensó que eligiendo a un comunista ayudaría a establecer relaciones con los soviéticos. Los alemanes capturaron a un militante comunista lituano en el lado ario de Vilnius quien, bajo tortura, dio el nombre de Wittenberg como un miembro del partido y de la resistencia. Los alemanes no conocían al FPO, pero conocieron así el nombre de Wittenberg y exigieron su entrega al presidente del Consejo del gueto, Jacob Gens. Gens, quien tenía contactos con el FPO, invitó a sus dirigentes a una reunión en el Judenrat y un colaboracionista lituano que estaba escondido en el edificio, irrumpió en la habitación y arrestó a Wittenberg. En su camino hacia la puerta del gueto, varios miembros del FPO superaron a los lituanos y liberaron a Wittenberg, quien fue escondido en una pequeña habitación en el gueto. Los alemanes anunciaron públicamente que si Wittenberg no era entregado asesinarían a todos los habitantes del gueto. Gens apeló a la población para encontrar a Wittenberg, así sus vidas serían salvadas. Los judíos del gueto, temiendo por sus vidas y las de sus familias, interpelaron a los miembros del FPO – no era muy difícil identificarlos en el pequeño gueto – y los atacaron, los golpearon y les exigieron la rendición de Wittenberg a los alemanes. Los dirigente del FPO se vieron enfrentados con la elección de entregar a su comandante o tener que usar armas para luchar contra los judíos desesperados del gueto. Finalmente acudieron a la célula comunista del FPO, formada por dos mujeres jóvenes y un hombre, para que tomaran la decisión. La célula decidió que Wittenberg debía rendirse. Le entregaron una cápsula con cianuro y él caminó con orgullo hacia las puertas del gueto ante la presencia de la población silenciosa que acompañó su paso alineada a cada lado de la calle. Cuando llegó a la prisión, se suicidó. ¿Hay alguna manera de salir de ese dilema? ¿Cómo juzgamos a Gens, a la población, a la dirigencia del FPO, todos los cuales, excepto Wittenberg, eran sionistas? ¿qué decimos sobre los tres miembros de la célula que decidieron sobre el destino de Wittenberg? En dos casos paralelos, uno en Minsk y otro en un pueblo bielorruso llamado Baranowicze, la resolución fue diferente. En Minsk, el Judenrat usó el cuerpo de un judío muerto en cuyos bolsillos colocaron los documentos de identidad del comandante de la resistencia, con lo cual engañaron a los alemanes y salvaron la vida del comandante. En Baranowicze, donde la población actuó de la misma manera que la de los judíos de Vilnius, el Judenrat sobornó al comandante de la policía alemana y consiguió así rescatar al miembro de la resistencia detenido. Tenemos aquí tres casos, tres dilemas. Uno terminó trágicamente, los otros dos menos trágicamente. La intención de los alemanes de asesinar a todos los judíos que pudieran encontrar era siempre igual. ¿Quién tenía razón? ¿Puede uno comparar? Esta es la historia real del Holocausto y son el tipo de historias que debieran acompañar su enseñanza. En la tradición judía le preguntaron al sabio Hillel, unos 200 años antes de la era cristiana, cómo podía resumir las enseñanzas de la Torá parado sobre un pie. Dijo: no hacerle a otros lo que uno no quiere que le hagan a uno. Esta es toda la Torá. El resto es comentario. Entonces, amigos, vayan y aprendan.