Otras cosas

Hembrismo, la otra cara del machismo

En una escuela primaria de Buenos Aires, los varones de 7° grado armaron un grupo de whatsapp que excluía a las chicas. “Estamos cansados de que ante cualquier cosa que no les guste que hagamos vayan corriendo a la dirección y nos acusen de acosadores y machistas” dijo uno. Chicos de 12 años.

La miniserie “Adolescencia” muestra en 4 capítulos desgarradores una radiografía cruda de un estado de cosas entre varones y mujeres adolescentes, algo que parecemos desconocer sus adultos responsables, maestros, padres y autoridades y, en consecuencia, no sabemos cómo encarar. 

Pero no solo en los jóvenes. También se advierte en el mundo adulto. Hombres casados, buenos padres sin conflictos serios con sus esposas, denuncian sentirse en una especie de prisión de la que anhelan ser “liberados”. No se trata de divorcio, tampoco de perder la relación con sus hijos ni de dejar de proveer a su manutención en caso de que lo hagan. Quieren “liberarse” de la opinión, el juicio, la crítica y las expectativas de los miembros de su familia que les resultan abrumadoras. Quieren entrar y salir sin tener que dar explicación alguna, mantener el orden o el desorden que les gusta sin tener que adaptarse a lo que los demás les exigen, sin exigencias ni testigos. El anhelo no incluye necesariamente aventuras sexuales aunque para algunos puede ser parte del menú en este ansia de no tener que dar cuenta de nada.

Y he aquí la pregunta: ¿Qué está pasando con los hombres, niños, adolescentes y adultos? ¿Cuál es la crisis que están viviendo? ¿Qué cambió?

Obviamente en la actualidad la masculinidad está en cuestión. Aquello que era ya no es más. El movimiento feminista que necesitó casi un siglo para instalarse, cambió la perspectiva cultural y las expectativas de cada sexo. Lo que era “normal” la concepción masculina occidental, el machismo tradicional, caducó y sus características patriarcales de sometimiento y opresión hacia el mundo femenino dejaron de ser aceptadas. No hay dudas de que la lucha feminista hizo un trabajo exitoso en ese sentido pero, en los últimos años, las posturas se fueron extremando y se produjo un deslizamiento hacia un rígido fascismo con proclamas duras, beligerantes y radicales. Todo lo masculino era machista y, como tal, señalado, vilipendiado y despreciado con tanta violencia e intolerancia que algunos la llaman feminazismo. Yo prefiero llamarlo hembrismo

El hembrismo es la contracara del machismo, igualmente  autoritaria, opresiva y violenta. Fueron tan extremas sus posturas y demandas que llevaron, en una reacción pendular, a una rebelión masculina hoy visible en la manosfera. Resume un machismo radical misógino y hostil contra las mujeres. Uno de sus movimientos es el incel (abreviatura de involuntary celibate, "célibe involuntario") que acusa a las mujeres de selectivas, despreciativas y discriminadoras y, en algunos casos, justifican o fomentan la violencia contra ellas. 

A los hombres de hoy se les pide que “feminicen” su conducta, que sean empáticos, que conozcan y controlen sus emociones, que hablen delicadamente, que entiendan que el deseo sexual no se enciende igual en las mujeres y que lo acepten. Entienden y comparten la justicia de lo que se les pide y lo intentan aunque choque contra su biología, su crianza, la cultura mamada, con lo que tienen y pueden. También se espera que críen a sus hijos, les den la mamadera, les cambien los pañales, los lleven al pediatra y vayan a las reuniones de padres de la escuela, que hagan el lavado de la ropa, que cocinen, que compartan todas las tareas de la crianza y del hogar junto a su esposa en igualdad de condiciones. Requerimientos absolutamente lógicos en este mundo en el que las mujeres tenemos nuestros desarrollos personales, estamos incluidas en el mundo laboral y aportamos dinero a la economía familiar. Muchos hombres, están pudiendo hacer estas cosas sin que se resienta su masculinidad pero no siempre les es “natural”. Para algunos, hagan lo que hagan nunca es suficiente, no parece ser lo que se espera de ellos, se sienten permanentemente en falta. Nunca harán las cosas igual que las mujeres porque no lo son, esperarlo conduce inevitablemente a la frustración. Hombres y mujeres no somos iguales. Tenemos los mismos derechos a desarrollarnos en la vida pero no de la misma manera porque somos producto de nuestras biologías, crianzas y cultura. 

Va siendo hora de empezar a pensar en el masculinismo. Así como el hembrismo es la contracara del machismo y se le parece tanto en su rigidez e intolerancia, al feminismo inteligente debería acompañarlo el masculinismo, una relectura y una reivindicación de la condición viril que pueda ser vivida gozosamente, sin culpas ni reproches. 

Los chicos de primaria que no quieren tener nada que ver con sus compañeras son los hombres del futuro que nos están diciendo que esto así no funciona. Esta es una reflexión preliminar que espero sea complementada y aumentada por otras miradas. 

Machismo y hembrismo nos someten, nos violan y nos lastiman. A hombres y a mujeres. A niños y a niñas. A chicas y a chicos. El feminismo nos enseñó a las mujeres que también tenemos derecho al mundo, no somos solo las “reinas del hogar”. 

Esta conducta de los hombres que quieren vivir sin testigos, sin esa mirada acosadora que los culpa, tal vez anuncie que el tan necesario masculinismo está naciendo. Necesita construir y desarrollar un corpus conceptual acorde a los tiempos (¿donde están las Betty Friedan, las Simone de Beauvoir, las Virginia Woolf masculinas?) para liberar a la virilidad de esta especie de prisión que les permita desarrollar sus capacidades y anhelos, no solo en el tradicional área laboral, sino también en lo social y familiar para que ser hombres masculinos sea motivo de plenitud y gozo vital. 

Diana Wang, marzo 2025








Zelensky-Trump: A Difficult Conversation

From a communication perspective, the recent and unfortunate failed conversation between the two leaders highlights what needs to be considered when facing a difficult conversation.

Who are you talking to? What’s their personality like? Do you understand their strengths and weaknesses? What’s their position relative to yours? What’s the history between you? Where’s the meeting taking place? Who will be present? Will it be private or public? What do you need to achieve?

I won’t focus on Trump’s harsh, offensive, and humiliating response, but rather on Zelensky’s approach, since he was the one hoping for a productive conversation. It’s clear that the President of Ukraine walked into the meeting without fully considering or answering these critical questions.

Let’s break it down:

Who are you talking to? The President of the United States.
What’s his personality like? He’s used to giving orders, not taking them. Power is his ultimate goal, and he demands total control.
What are his strengths and weaknesses? He won’t tolerate advice or criticism. Every interaction is a battle for him, and he must come out on top. He’s unpredictable, provocative, and will say anything to feel dominant.
What’s the hierarchical dynamic? Both are presidents, but Trump leads the most powerful country on the planet.
What’s the history between you? The previous year, Zelensky expressed support for Kamala Harris in the U.S. elections, and Trump called him a dictator.
Where’s the meeting taking place? In the Oval Office of the White House, the seat of the U.S. presidency.
Who will be present? The president, the vice president, advisors, and journalists.
Will it be private or public? It will be public, filmed, and almost certainly go viral.
What do you need to achieve? Economic and military support to sustain the fight against the Russian invasion, along with help in planning a peaceful resolution.

In this context of significant vulnerability, Zelensky made the mistake of asking for help in a way that almost felt like a challenge: “You need it too… in times of war, everyone has problems, even you. You might not feel it now, but you will in the future.” He was asking for help, while also giving the U.S. president unsolicited advice! Trump?! How did Zelensky expect someone so arrogant, irritable, omnipotent, and narcissistic to respond? With a “Thank you, dear friend. I hadn’t realized. Thank goodness you’re here to show me why it’s in my best interest to help you”? Knowing Trump’s character, I can only imagine how he heard that: “You think you're above me? You don’t realize you’re not invulnerable? Do you think there won’t be consequences?”

The vice president quickly stepped in to defend Trump, reprimanding Zelensky for his lack of gratitude. We saw Trump’s fury ignite when, pointing his finger at Zelensky, he snapped: “You’re in no position to tell us what we should feel… you don’t have the cards on your side.”

It turned into a humiliating showdown—what looked like a defiant rooster being crushed by a brash, combative bull who put the challenger firmly "in his place."

If Zelensky had paused to answer these critical questions and maybe started with something like, “Thank you for having me and for what your country has already done to help us stop this invasion and keep us afloat. I’m here to ask for your help in ending this war in as dignified a way as possible…” and avoided interrupting Trump multiple times, maybe the conversation could have actually taken place. But in his desperation—and, I suspect, due to inadequate preparation—he walked into the meeting unprepared. And as a result, the clash occurred. Trump later underscored this when he said that “Zelensky didn’t seem like someone who wanted peace.”

Every difficult conversation requires thorough preparation. Without it, you risk turning a discussion into a hostile confrontation, which will derail any chance of reaching an agreement. This is a clear example of what can happen when preparation is neglected, and it offers valuable lessons for our own difficult conversations.

Published in La Nación.

Zelensky-Trump, una conversación difícil

Desde una perspectiva comunicacional, la reciente y lamentable conversación-que-no-fue entre los mandatarios muestra lo que se debe tener en cuenta al enfrentar una conversación difícil.

¿Con quién vas a hablar? ¿Cuál es su personalidad? ¿Conocés sus puntos débiles y sus fortalezas? ¿En qué posición jerárquica está respecto a vos? ¿Cuál es el antecedente entre ustedes? ¿Dónde será el encuentro? ¿Quién estará presente? ¿Será privado o público? ¿Qué es lo que necesitás lograr? 

No encararé la respuesta destemplada, ofensiva y humillante de Trump sino la conducta de Zelensky, el interesado en conversar. Da claramente la impresión de que el presidente de Ucrania se presentó al encuentro sin haber respondido adecuadamente estas preguntas clave. Veamos:

  • ¿Con quién vas a hablar? Con el presidente de los Estados Unidos.

  • ¿Cuál es su personalidad? Está acostumbrado a dar órdenes, nunca a obedecer, el poder es su objetivo fundamental y exige tener todo el control.

  • ¿Cuáles son sus puntos débiles y fortalezas? No tolera consejos ni críticas. Toda interacción es para él una lucha en la que debe prevalecer. Es impredecible y provocador, puede decir cualquier cosa con tal de sentirse dominante.  

  • ¿En qué posición jerárquica están? Ambos son presidentes, pero Trump lidera el país más poderoso del planeta.

  • ¿Cuál es el antecedente entre ambos? En el año anterior, Zelensky había expresado su apoyo a Kamala Harris en las elecciones de Estados Unidos. Trump lo llamó dictador.  

  • ¿Dónde será el encuentro? En el Salón Oval de la Casa Blanca, sede de la presidencia de los EE. UU.

  • ¿Quién estará presente? El presidente, el vicepresidente, asesores y periodistas.

  • ¿Será privado o público? Será público y estará filmado y seguramente viralizado.

  • ¿Qué es lo que necesitás lograr? Apoyo económico y militar para sostener la lucha contra la invasión rusa y ayuda para planificar una paz digna.

En ese contexto de enorme debilidad Zelensky cometió el error de pedir ayuda diciendo: “para ustedes también es necesario…en tiempos de guerra todo el mundo tiene problemas incluso ustedes, no lo sienten ahora pero lo sentirán en el futuro”. ¡Pedía ayuda y desafiaba al norteamericano con un consejo! ¡¿A Trump?! ¿Cómo esperaba que reaccionara alguien altanero, irascible, omnipotente y narcisista como él ? ¿Con un “gracias querido amigo, no me había dado cuenta, menos mal que me venís a decir por qué me conviene ayudarte”? Conociendo sus características puedo suponer que lo que decodificó fue algo así como: “¿Te hacés el que estás más allá? ¿no te das cuenta de que no sos invulnerable? ¿Creés que no vas a sufrir las consecuencias?”. El vice salió presuroso en su defensa y recriminó al osado la falta de agradecimiento. Vimos que se encendía la furia en Trump cuando, abalanzado sobre Zelensky con el dedo enhiesto, le espetó: “No estás en posición de decirnos lo que debemos sentir… no tenés las cartas a tu favor”. 

Fue un enfrentamiento humillante entre lo que parecía un gallito de riña desafiante siendo embestido sin piedad por un toro bravucón y pendenciero que puso al atrevido “en su lugar”. 

Si se hubiera planteado y respondido las preguntas del comienzo y tal vez haber empezado con un “Gracias por recibirme y por lo que tu país hizo hasta ahora por nosotros para que frenemos esta invasión y que nos mantengamos a flote. Vengo ahora a pedir ayuda para terminar con esta guerra de la manera más digna posible …” y si no lo hubiera interrumpido varias veces, quizás habría habido alguna oportunidad de que la conversación tuviera lugar. Pero, preso de su desesperación y, como sospecho, de una preparación insuficiente, fue a la guerra. Y la guerra sucedió. Trump lo subrayó cuando dijo más tarde que “Zelensky no parecía alguien que quería la paz”.

Toda conversación difícil requiere una exhaustiva preparación sin la cual se corre el riesgo de caer en un enfrentamiento hostil que impedirá conversar y tirará por la borda cualquier intento de acuerdo. Es un buen ejemplo de ello que nos puede ser útil para nuestra propias conversaciones difíciles.

Publicado en La Nación

¿Cómo pudieron?¿Cómo pudieron?¿Cómo pudieron?

Ariel y Kfir Bibas fueron estrangulados por sus captores gazatíes. 

¿Cómo pudieron?

En todas las formas de vida la protección de las crías, regulada por mecanismos neurobiológicos, es un imperativo que promueve el cuidado de los más vulnerables. Los animales pueden matar a sus crías por cuestiones de supervivencia, escasez de recursos o selección natural. Algunos humanos, por el contrario, asesinan a los niños por ideologías o por odio, una constante en conflictos bélicos y genocidios. El reflejo genéticamente programado que garantiza la supervivencia de la especie y ante cualquier peligro o el mero llanto de un bebé activa regiones del cerebro asociadas con la empatía y la respuesta urgente se pone en acción en esas circunstancias. El mandato biológico supremo es violado y ese ser frágil y desvalido no llegará a adulto. Asesinar a un niño, a un bebé y, como en el caso de los Bibas, hacerlo con las propias manos, requiere quebrantar y bloquear el reflejo genético que asegura la continuidad de la vida con la protección del indefenso. Para asesinar, la víctima debe ser vista como enemigo. ¿Cómo ver a un bebé, a un niño pequeño, como enemigo a ser aniquilado? En su asesinato se aniquila la humanidad y la empatía, se pierde la conexión con la especie.

En guerras, matanzas y genocidios los más débiles y vulnerables son las víctimas obligadas.  Durante el Holocausto, al exterminio sistemático de los judíos se sumaron actos perpetrados contra los más chicos que, en algunos casos, eran tomados por los pies y arrojados contra una pared "para no desperdiciar una bala". ¿En qué está pensando la mano asesina en ese momento? ¿Cómo justifica ante sí semejante atrocidad? 

Mis padres sobrevivieron a la Shoá ocultados por una familia cristiana en un ático donde debían guardar silencio absoluto para evitar ser denunciados. Pero tenían un hijo de poco más de dos años que pondría en peligro a todos si lloraba, estornudaba o emitía algún sonido. No tuvieron otra salida que confiarlo a otra familia para asegurar que, al menos él, sobreviviera. Libres de la ocupación nazi, corrieron a buscarlo pero les dijeron que había muerto y que no recordaban dónde lo habían enterrado. Igual que lo sucedido con otros chicos dados en custodia, el ser identificados como judíos por la circuncisión ponía a todos en peligro y seguramente lo asesinaron, por eso no querían revelar donde estaba enterrado. Y me saltan las aterradoras preguntas. ¿Cómo lo hicieron? ¿Lo asfixiaron con una almohada? ¿Lo estrangularon con las manos? ¿Quién lo hizo? ¿Lo hicieron de frente? ¿Lo miraron a los ojos? ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudieron?

Formateados para que las vidas de los bebés y los chiquitos sea preservada, para que puedan llegar a adultos y que nuestra especie continúe, el asesinato de bebés y chiquitos por motivos no biológicos -política, ideología, odio- abre esos y otros interrogantes que no encuentro la manera de responder. 

Y de pronto y en medio del espanto desatado por las hordas asesinas de Hamás el 7 de octubre de 2023 en Israel ese viejo archivo mío volvió a la vida y me enfrentó, otra vez, con el horror, con lo impensable, con lo indecible. 

Las mismas preguntas que siempre me hice respecto de ese hermano que nunca conocí se aplican a Ariel y a Kfir. ¿Cómo los mataron? ¿Apretaron sus cuellitos con las manos? ¿Quién lo hizo? ¿Hubo testigos? ¿Fue mirándolos de frente? ¿Cómo pudieron? ¿Cómo pudieron?¿Cómo pudieron?

Publicado en Clarin.

Una nueva sorpresa

Parte de lo dicho en la entrevista:

Cuando los soviéticos se chocaron con Auschwitz y los británicos con Buchenwald su shock fue de una sorpresa inédita al ver el grado del horror al que se había llegado; espanto que generó reacciones generalizadas, entre otras cosas, el mentado “nunca más” y las regulaciones de la UN para prevenir genocidios. Hoy vivimos una nueva sorpresa. Luego de los registros y transmisiones en streaming del ataque de Hamás hecho por ellos mismos, la reacción generalizada fue de negación y justificación, no hubo la repulsa esperada y no parecen haber movimientos hacia este “nunca más”. Por el contrario, se produjo un furibundo rebrote del antisemitismo y movimientos de apoyo explícito al terrorismo. Es una nueva sorpresa que nos ha “regalado” la Humanidad y que nos tiene tan desconcertados y amarmotados como cuando se hicieron públicas las fotos de los campos de exterminio. Dos sorpresas que nos interpelan ante las cuales ninguna respuesta es suficiente.

video:

Audio:

Los feminismos después del 7 de octubre

Ya pasó más de un año del ataque genocida de Hamas al estado de Israel. Mientras escribo estas palabras hay más de cien secuestrados todavía ausentes sin que se sepa quiénes siguen vivos y quiénes fueron asesinados. Cientos de miles de desplazados ven alteradas sus vidas de manera radical en Israel. Familias penan la muerte de padres, madres, hijos, esposas, maridos, amigos. Niños forzados a  procesar las crueles escenas vividas aprendiendo a adaptarse a vivir sin uno de sus progenitores o sin ambos, sin algún hermano o sin todos. Los ataques continúan sobre Israel. Las víctimas no han podido recuperar el aire. Sigue sucediendo. 

Como en las postrimerías de la Shoá cuando no se sabía cómo llamar a lo que había pasado, tampoco tenemos un nombre. Es el 7/10, una fecha, un cuadradito en el almanaque. Necesitaremos que todo pase, que los escombros se reconstruyan, que los muertos sean velados, que los vivos recuperen sus vidas para, recién entonces, como con la Shoá, alguien encuentre la palabra.

Seguimos bajo el shock que ha reformulado nuestra relación como judíos en la diáspora. La ilusión de la seguridad y la garantía se fragmentó en mil pedazos y estamos ante una nueva incertidumbre. Tal vez la misma de siempre pero lo habíamos olvidado. Venimos de un período de florecimiento de la vida judía único en la historia y creímos que el cambio era un hecho, convicción que voló por los aires. No solo eso. Fueron varias las convicciones fragmentadas con este ataque y con la posterior reacción de parte del mundo.

Los derechos humanos, la libertad sexual, la justicia, la lucha por lo que está bien, la democracia, el disenso, se redefinen en revuelto montón y llevan a que los “bienpensantes” defiendan estados terroristas como paradigmas del bien.

Lo mismo ha pasado con la ausencia de respuesta de los movimientos feministas ante el ataque sexual a las mujeres perpetrado por los terroristas de Hamás. Esta arma de guerra no es una novedad bélica, salvo que esta vez fue registrada con las cámaras go pro que registraron las violaciones, torturas y asesinatos sumando un nuevo horror a la historia del horror de la humanidad. La exhibición de esas imágenes, impúdica, gozosa, amoral y el aplauso que concitó en los gazatíes, eran trofeos que los enorgullecían como blasones victoriosos. Los crímenes cometidos en hechos de guerra solían ser ocultados, esta vez no solo se mostraron sino que levantaron aplausos y gritos de júbilo y admiración. Un nuevo peldaño en el desprecio por la vida humana y en la fractura de los valores que creíamos estaban ganando terreno en la humanidad. 

Feminismos y patriarcado

Durante siglos, algunas mujeres expresaron su disconformidad con la inferiorización de la que eran objeto pero el gran cambio se produjo en Inglaterra a comienzos del siglo XX durante la llamada primera ola del feminismo cuando las suffragettes, con vestidos largos y corsets que impedían la respiración, salieron a la calle exigiendo votar para tener los mismos derechos políticos y laborales que los hombres. A partir de allí, los movimientos feministas propugnaron una sociedad más justa e igualitaria superadora del patriarcado androcéntrico y  estructurador de relaciones desiguales de poder.

La segunda ola, a partir de 1960, tuvo como líderes, pensadoras e inspiradoras a Simone de Beauvoir, a Betty Friedan y a Kate Millet entre tantas otras.

En una marea de flujos y reflujos, le siguió una tercera ola en 1990 y ahora estamos viviendo la cuarta

El movimiento feminista floreció en feminismos con diferentes lecturas y propuestas y distintos grados de radicalización, pero sus principios fundantes integran hoy nuestro horizonte cultural común. Su mirada crítica, tanto en el ámbito de lo público, -sobre el poder, la disparidad salarial, la desigualdad de derechos-, como en el ámbito de lo personal -el acoso, la violencia doméstica y sexual, el femicidio, y todo tipo de ataque contra la mujer en tanto mujer- son objetivos que hoy visualizamos, reconocemos e incorporamos a nuestro corpus civilizatorio. Hay acuerdo unánime (creíamos que unánime) en que la violencia hacia la mujer por ser mujer es inaceptable, punible y exigía la atención política, el tratamiento pedagógico y la transformación cultural. 

La lucha de los feminismos es, al menos en este punto, exitosa porque la repulsa a la violencia contra la mujer es indiscutible (creíamos que era indiscutible). La injusticia, la arbitrariedad y la benevolencia con la que se tomaban estos ataques hoy está fuera de cuestión (creíamos que estaba fuera de cuestión). Nadie mirará con cariño ni ligereza a un violador, un torturador de mujeres, un golpeador, un femicida (¿nadie lo mirará con cariño?) y muchos hombres (no todos) están aprendiendo a ver y a pensar su relación con el sexo femenino desde un lugar diferente al del poder, la posesión y la subvaloración. 

El silencio traidor

Hace más de un año desde aquel 7 de octubre de 2023. La falta de reacción de los movimientos feministas organizados respecto de las violaciones, torturas y asesinatos hechos por los terroristas de Hamás a mujeres israelíes ha sido un golpe inesperado a nuestras creencias. Silencio ante las secuestradas que aún siguen prisioneras. Silencio ante las violadas que tal vez estén gestando un bebé cuya recepción, filiación y crianza presenta un dilema desgarrador. Silencio ante las adolescentes que han vivido la orgía de horror en el festival Nova. Tantos años bregando por igualdad y justicia, denunciando ataques y perpetraciones en pos de la recuperación de la dignidad y la legitimidad de las mujeres como sujetos de derecho, y de pronto, al menos para mi sin previo aviso, fueron traicionados, lo que creía que era un logro se derrumbó en pedazos. Fue, es, una traición personal de la que todavía no me puedo reponer. 

A poco de sucedido, aún aturdida por lo que se iba sabiendo, busqué el apoyo explícito de algunas mujeres del colectivo femenino. Contacté a varias conocidas y reconocidas, tanto en la esfera artística como en la académica, mujeres de voces fuertes, mujeres que pelean por sus derechos y demandan atención, respeto, valoración, mujeres hacedoras y ejecutivas a las que miraba con admiración y cuya lucha por la defensa de la igualdad de derechos me resultaba ejemplar. Las respuestas que recibí de varias de ellas, no de todas por suerte, fue el cobarde y artero “sí, pero…”, o,  como dijo Claudine Gay, la infausta presidente de la Universidad de Harvard, “repudiar la repulsa a Israel y el apoyo al terrorismo depende del contexto” o sea que hay contextos en los que no es repudiable. Mujeres que hablan públicamente de la sociedad patriarcal eligieron no pronunciarse contra la barbaridad perpetrada en Israel. Sus discursos y slogans encendidos se fueron borroneando y deslegitimando con un embanderamiento partidario que avala dictaduras y terrorismos y que resiste toda lógica. Mujeres orgullosas de sus militancias progresistas, su moral igualitaria y sus anhelos de justicia, silenciaron esos ideales ante las víctimas israelíes. 

No las acusaré de antisemitas, término que rechazarán con fuerza. El día en que el sesgo militante comience a desdibujarse y vean lo que pasó, recuperarán, espero, la visión binocular y harán un mea culpa en el que les será claro cuántos de sus argumentos eran antisemitas. No hicieron declaraciones empáticas con las víctimas israelíes, su posición respecto al Estado de Israel fue más fuerte que su posición feminista. Entiéndase bien. No se oponían a una determinada política de gobierno sino al país como un todo junto con todos y cada uno de sus habitantes. No podían alzar su voz para defender a las mujeres en Israel (aunque hubo/hay de varias nacionalidades, incluso argentinas), el suelo que pisaban alteró su condición de mujeres y las excluyó de los derechos de cualquier mujer en cualquier otro lugar del mundo, tenga el gobierno que tenga, pelee lo que pelee o cometa genocidios. Ningún país es acusado como país y con todos sus habitantes de lo que sus gobiernos realizan. La prueba que vuelve a todo increíble, contradictorio y hasta bizarro, es que las mismas mujeres que no empatizaron ni se condolieron con las víctimas israelíes defienden y apoyan a países en los que las mujeres carecen de los mismos derechos que declaran defender. 

Una traición personal

No solo me traicionaron a mí personalmente. No solo traicionaron a las mujeres israelíes. No solo traicionaron a las mujeres judías. Traicionaron al movimiento feminista y a todos sus principios. A las sufragistas, a Simone de Beauvoir, a Betty Friedan y a cada una de las mujeres golpeadas o asesinadas, se traicionaron a sí mismas y a su lucha. A partir de ahora, lo que digan o hagan tendrá un valor relativo. Perdieron la autoridad para hablar en nombre de “las mujeres”, han quebrado el colectivo al decidir que no todas son iguales. Las violadas judías, las mutiladas, las torturadas, las asesinadas y exhibidas como trofeos, todas esas mujeres no pertenecen, según estas excluidoras, al universo del feminismo. 

Surge así, en esta cuarta ola feminista sumergida en la cultura woke, un nuevo colectivo  integrado por ideólogos, movimientos y dueños de la moral que traicionan sus principios alegremente. No se salvó ninguno. Ni #metoo ni #niunamenos ni los defensores de los derechos LGBTQ+ ni los pañuelos celestes ni los pañuelos verdes, ni las izquierdas dizque progresistas, ni #blacklivesmatter. Complotados en una mudez atronadora, fingieron demencia haciendo como que no pasó lo que pasó. Relativizaron los ataques y algunos incluso defendieron a los perpetradores y levantaron banderas palestinas clamando por la desaparición del Estado de Israel como si los principios de libertad y justicia que dicen sostener no se contradijeran con los que sostienen los terroristas.  

¡Qué vergüenza! ¡Qué manera flagrante de traicionar y traicionarse! ¡A callar a partir de ahora! ¡A buscar otras luchas que no las enfrenten con este doble standard, con esta contradicción, con esta hipocresía de la que, al menos para mi, no tienen retorno! Hagan de su actual silencio una marca de auto oprobio y dejen de echar consignas vacías de contenido y autoridad. 

¿Justificar un femicidio? ¿Acaso una golpiza a una mujer está justificada porque “lo miró mal”? ¿Acaso una violación es una consecuencia lógica de que mostrara las piernas o llevara ropa ajustada? ¿La culpa es de la víctima? Los movimientos feministas lo han dejado bien claro: ¡ninguna conducta de una mujer merece y justifica la violencia o el ataque, aunque el perpetrador se escude en ello para alegar inocencia! 

Ya es bastante difícil superar el techo de cristal que frena nuestro ascenso a posiciones dirigenciales pero hasta el 7/10 creíamos que compartíamos la misma lucha. Vemos que no. Que si quien reclama, quien sufre, quien ha sido atacada es judía, no merece las mismas declaraciones, ni demandas ni empatía. El supuesto colectivo femenino se convirtió en un destartalado vagón de carga con ingreso condicionado. La decepción es honda.

En consecuencia #yanolescreo será mi hashtag a partir de ahora porque, para mi gran dolor, el feminismo, en sus manifestaciones orgánicas, se ha suicidado. #Yanolescreo responderé cuando aseguren defender los derechos humanos. #Yanolescreo cuando declamen cambiar la sociedad patriarcal para que las mujeres tengamos los mismos derechos.#Yanolescreo cuando agiten pancartas con frases hechas políticamente correctas y se vayan a dormir tranquilas y felices por haber proclamado lo que luego contradicen con su silencio cómplice.

Ideales en fuga, culpas lacerantes

Caídas las ideologías que reinaron en el siglo XX, las élites educadas quedaron sin horizontes de lucha, sin ideales que defender. La ecología, las minorías sexuales, los derechos humanos y el postcolonialismo con el eje opresor-oprimido, son las nuevas banderas de la generación woke, esa policía del pensamiento enredada en la consigna fascista de la corrección política. El macho blanco, el estereotipo masculino de la sociedad patriarcal, es el nuevo enemigo, el modelo de opresor a denunciar y abatir. En la búsqueda de causas los descendientes de europeos y norteamericanos que colonizaron y esclavizaron a tantos no-blancos encontraron tal vez la manera de lavar ese pasado vergonzante. Estamos bajo el imperio de las redes sociales, de los slogans y mensajes breves y atractivos que deben viralizarse en likes y reenvíos que producen desinformación y simplificación. El escenario extremista y maniqueo señala a Israel como un estado “blanco, macho y patriarcal” acusado, en consecuencia, de genocida, apartheid y colonialista, las tres infundadas. Este pequeñito país, enclave occidental en oriente medio, es una isla democrática y liberal rodeada de tiranías y autocracias. Su población, lejos del estereotipo caucásico, es heterogénea y multicolor, las distintas etnias viven libremente y tienen acceso a todos los derechos. Sus guerras han sido siempre defensivas, nunca genocidas. Sin embargo, preso del juego ideológico simplificador y extremista, Israel es ubicado como el perpetrador mientras que en el otro extremo se ve a los palestinos como las víctimas, oprimidos, desvalidos y tratados injustamente. Ciertamente son víctimas, pero no de Israel, viven la tragedia de ser presos de sus mismas autoridades y de los países circundantes que los mantienen como eternos refugiados transitorios para, entre otras cosas, acusar a Israel y recibir dineros que sostengan el poder de los dirigentes. La situación es compleja, la historia es dolorosa, los resentimientos y los intereses horadan los espacios de comprensión y en esta nube tóxica las mujeres israelíes, las mujeres judías, no hemos pasado el filtro de ser reconocidas como mujeres. Solo nosotras. 

Nos dejaron afuera. Otra vez.

Nuestra decepción es honda y dolorosa. Fuimos parte del colectivo femenino con aportes esenciales desde su comienzo. Betty Friedan, judía, formuló las ideas claves en la historia del pensamiento feminista; su libro, “La mística de la femineidad” publicado en 1963 se considera uno de los libros más influyentes del siglo XX. 

Creíamos que éramos parte. Creíamos que estábamos ahí. Nos equivocamos. Fuimos crédulas. Fue un duro golpe pero también un aprendizaje. No pensamos que el ser judías nos diferenciaba de un modo tan visceral y que nos colocaba más allá de las proclamas feministas, más allá de lo humano. Creímos que éramos iguales. 

Y fuimos crédulas como tantas veces en la historia de la humanidad en que los judíos nos creímos parte del universal y recibimos el duro golpe de la exclusión en el mejor de los casos y del genocidio en el peor. 

¿Qué encubre el doloroso “sí, pero…”? El relato tan exitosamente difundido por las usinas de cierta izquierda dizque progresista alineada con los regímenes más brutales, homofóbicos y dictatoriales, ha calado hondo en un occidente que atribuye la culpa del desgarrador conflicto en oriente medio total y exclusivamente a Israel. A diferencia de otros regímenes autocráticos, dictatoriales, genocidas, y he aquí un punto esencial, no se acusa al gobierno como pasa con cualquier opinión sobre países en guerra, sino a toda su población. Sólo con Israel, sólo allí gobierno y población son la misma cosa y las acusaciones a las políticas se derraman sobre todos. Por eso el antisionismo es antisemitismo aunque los síperistas no lo quieran aceptar. Y la consecuencia, en esta lógica demencial, es que, si todos los israelíes son culpables, las mujeres mutiladas, arrastradas, sodomizadas, violadas, torturadas y asesinadas, sus vientres gestantes apuñalados, en tanto israelíes, también son culpables. Y el culpable merece castigo. “Sí, fue terrible…pero” y los dogmas políticamente correctos y las declaraciones se derrumban estrepitosamente y, si alguna no está de acuerdo, ante el temor de quedar afuera del colectivo, elige el silencio acomodaticio, cobarde y traicionero. 

El camino de Rut

El corpus político y militante de los feminismos traicionó al progreso y nos abandonó a una orfandad que, bien lo sabemos, no nos es desconocida a los judíos. La misma orfandad y exclusión de la judeofobia y los antisemitismos que nos ha intentado sumergir en el pantano de la victimización y que concluyó tantas veces en nuestro asesinato. 

Duele como ha dolido siempre pero hemos aprendido a sobrevivir, estamos entrenados en reconocer la mirada esquiva, la sospecha, la dualidad mentirosa de las autopercibidas buenas conciencias que callan ante torturas, violaciones y asesinatos al tiempo que hacen impúdicas declaraciones en defensa de los derechos de las mujeres. 

Cuenta el Tanaj, la Biblia Judía, que Elimelej y Noemí tenían dos hijos. Según las costumbres de la época, cuando moría el padre, la protección de la madre era asumida por sus hijos varones. Los dos hijos de Noemí casados con Rut y Orpá fallecieron antes de haber generado descendencia. Las tres mujeres, sin marido ni hijos varones, quedaron a la intemperie, sin resguardo ni amparo alguno. Noemí, ante el desdichado destino que esperaba a sus nueras sugirió que “vuelva cada una a la casa de su madre”. Orpá lo hizo. Rut no pudo. Se negó a abandonar a su suegra a la soledad, al hambre y a la indigencia: “donde vayas iré, donde vivas viviré, tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”.

Orpá se fue y Rut, solidaria con el colectivo femenino, acompañó a Noemí en su camino incierto. A Rut, modelo de mujer del que bien deberían aprender los feminismos, nada de lo que sufriera una mujer le era ajeno. Su hashtag sería hoy, y lo hago mío, #tudoloreselmío”.

Los feminismos hoy no defienden a todas las mujeres. Sólo a algunas. Las judías, para ellos, somos más judías que mujeres. Deberemos seguir haciendo lo que aprendimos a lo largo de nuestra historia, a defendernos solas. 

Es lo que hacemos cuando emprendemos profesiones, actividades y proyectos produciendo cultura, viviendo en familia, trabajando en el área corporativa, curando, diseñando, alimentando, protegiendo, reflexionando, mirando hacia adelante. 

Es lo que siempre hicimos. 

Es lo que seguiremos haciendo. 

Es el camino de Rut. 

Lic. Diana Wang

Florida, octubre 2024


Publicado en Infobae.

Mis dos hermanos mayores

Hoy falleció Héctor, mi cuñado.

Se fue, como decía Catita, redepente. 

Pierdo con él a dos hermanos mayores. 

Uno, es el hermano del grupo de hermanos y cuñados con los que festejábamos cada cumpleaños con un almuerzo en el que el cumpleañero no pagaba. No distinguimos entre hermanos biológicos y hermanos políticos, igualmente hermanados en el cariño mutuo, con nuestros hijos y nietos como tesoro compartido y el disfrute de cada una de nuestras alegrías y la pena compartida de todas nuestras tristezas. 

Pero también perdí a otro hermano. Héctor nació un 25 de agosto de 1939 en Argentina, había cumplido 85 años hace unos días. Zenuś, mi hermano perdido, aquel que mis padres entregaron durante el holocausto para asegurar su salvación y que nunca recuperaron, había nacido un 29 de agosto de 1939 en Polonia, cuatro días después que Héctor. Nunca se lo dije pero veía en él a mi hermano perdido. Su vitalidad, su humor, su entusiasmo, sus ganas de vivir y su capacidad infinita de disfrute, pero fundamentalmente su fecha de nacimiento, me hacían imaginar que podría parecérsele. Era el hermano mayor que tenía cerca, al que podía querer, el que me podía enternecer, con quien me podía reír.

Por suerte está mi hermano menor que seguramente comparte mi pena.

Hoy falleció Héctor, mi cuñado.

Perdí con él a dos hermanos mayores.

Más que antisemitismo

Aunque otras cosas están ocupando el interés mediático, la tragedia entre Israel y el pueblo palestino sigue su curso, los secuestrados continuan prisioneros. El antisionismo es hoy una bandera de lucha y varios hechos bélicos llegan con títulos que acusan a Israel aunque luego el texto lo desmiente. ¿En qué se sustenta que solo a Israel se le exija lo que a otros países no? ¿Por qué solo la patria judía tiene tanto protagonismo mediático mientras decenas de injusticias y arbitrariedades en otros sitios no se mencionan? ¿Es solo antisemitismo? 

Aunque es indudable que es un fértil ingrediente emocional, el antisemitismo no alcanza para comprender esta ola anti israelí que asola a políticos, estudiantes, medios y defensores de DDHH en una explosión de odio que se expande en lugar de decrecer. Muchos no se reconocen como antisemitas aunque esgrimen las tradicionales acusaciones judeófobas de poder, supremacía y maldad.

Terminado el año lectivo en el hemisferio norte, las protestas se aligeraron, los alumnos de las carísimas universidades norteamericanas, sus profesores y autoridades se acogieron al descanso del verano y llevaron sus carpas a las playas, los bosques o las montañas, pero las semillas que plantaron se replicaron en todas partes y son causa de lucha por doquier. 

Cualquier declaración pro israelí es vista como sospechosa y quien la enuncia es cancelado. Las respuestas de las tres infaustas decanas lo reflejan claramente; repudiarían con firmeza ataques a afroamericanos o a miembros de las diversas sexualidades pero se mantuvieron incólumes ante el clamor estudiantil por el exterminio de Israel. La caza de brujas antisionista dejó un tendal de víctimas, tanto que el número de cesanteados supera a los que perdieron sus trabajos durante el macartismo.

¿Cómo entender a quienes, con la mejor intención, enarbolan la bandera palestina en grito de reivindicación? 

Tal vez, caído el muro de Berlín y con él la oposición comunismo-capitalismo, nos hemos quedado sin causas de lucha. La ecología, la diversidad de géneros y sexualidades, el feminismo y los derechos humanos brindan poderosos argumentos a quienes perdieron horizontes de sentido. Y hay más.

El eje perpetrador/oprimido nacido en las teorías post colonialistas señala como víctimas a las poblaciones sometidas ayer por europeos y norteamericanos, los “no-blancos” a los que defender y rescatar. Los feminismos denunciaron al patriarcado e identificaron al macho blanco héterosexual como modelo de autoritarismo y supremacía. Desde ambas vertientes se entroniza a la víctima como inocente sin discusión. Israel y sus judíos, varias décadas después del holocausto, vencieron uno a uno, a los poderosos ejércitos árabes y perdieron su condición de eternas víctimas para ser los triunfadores. 

Los países comunistas y las izquierdas volcaron su apoyo hacia sus proveedores de petróleo y una nueva generación de potentados islámicos invirtió parte de esa riqueza atesorada en grandes tiendas, equipos de fútbol y universidades, fortunas que alimentaron las casas de estudio norteamericanas y demandaron cátedras, docentes y contenidos antisionistas. Uniendo en un ramillete estas distintas causas, Israel pasó a ser, en el imaginario universitario, el estado blanco, explotador y patriarcal que sometía, oprimía y victimizaba al pueblo palestino. 

El planteo, simplificador y maniqueo, oculta que la tal victimización, que efectivamente existe, es obra en gran medida de los dirigentes palestinos que mantienen a su población en eternos campamentos transitorios para obtener apoyos económicos y políticos y, de paso, acusar a Israel de apartheid, ocupación y genocidio. Aunque un 20% de población árabe vive libremente en Israel, decenas de años de adoctrinamiento convencieron a las élites académicas de la maldad intrínseca del estado hebreo. Y ahí es donde los argumentos antisemitas hacen su agosto y florecen aunque muchos activistas no se reconozcan antisemitas. Su antisionismo tiene sustento racional en el eje opresor/oprimido pero el antisemitismo es el alimento emocional generador del odio anti israelí. Porque, digámoslo con todas las letras, si su lucha fuera exitosa, “del río al mar” implica la destrucción del estado de Israel. El terrorismo islámico exterminacionista es estrictamente religioso y no se anda con delicadezas ni disimula su motivación antijudía y opuesta a todos los “infieles”, los que no veneran a Alá. Esto es lo que apoyan los militantes antisionistas hoy.

La lucha de los activistas en apoyo de las víctimas es meritoria y los creo convencidos de estar haciendo algo bueno por el mundo. Claro que en el camino olvidan las iniquidades que suceden en otras partes, la invasión rusa a Ucrania y sus muertos inocentes, las otras matanzas y genocidios con decenas de miles de víctimas y refugiados (en Yemen, Congo, Nigeria, Siria y sigue la lista). Solo se encienden cuando pueden acusar a Israel. Las víctimas israelíes masacradas en un explícito plan genocida no tienen lugar en este escenario. Ven a los niños quemados vivos, las embarazadas apuñaladas en sus vientres, las cabezas decapitadas con las que se jugaba al fútbol, las jovencitas violadas en manada y martirizadas, a los secuestrados, como opresores blancos, machos, heterosexuales y patriarcales, o sea, que merecen lo que le pasó por israelíes, por judíos, por blancos, por triunfadores. 

Las élites educadas promueven una orgía de auto odio. ¿Lavan tal vez las culpas de sus antepasados europeos predadores, genocidas, piratas, colonialistas y esclavistas? ¿Será esta honra al islamismo radical parte de la crisis de occidente en su exoneración de un pasado vergonzante? ¿La única manera de compensar culpas del pasado es minar el futuro?

Hay quienes hablan del suicidio de occidente, esto es de los valores de la democracia, el republicanismo y el humanismo. Todos en peligro, no solo los judíos. 

Por eso digo que el antisionismo no es solo antisemitismo. Es más que eso.

Publicado en La Nación

¿Es posible el “nunca más”?

¿Hace 30 años del ataque a la AMIA, dos años después del realizado contra la embajada de Israel. Los seguimos llorando. Seguimos clamando por justicia. Seguimos anhelando que los perpetradores, el terrorismo islámico, reciban la pena correspondiente. Es interminable la lista de ataques (ver en rip.to/Wktxw) de esta amenaza a la libertad y la civilización. Además de los dos hechos en nuestro país, menciono unos pocos en otros sitios y en orden cronológico: la operación Entebbe (1976), la destrucción de las torres gemelas (2001), el atentado en Atocha (2004), Charlie Hebdo y Bataclan (2015). Fueron muchos más y  sin límites geográficos: en Europa, América, Asia, África, Australia, el brazo armado y odiador del islamismo radical tiene un alcance infinito. Nadie está a salvo.

No es ningún consuelo saber que el nuestro ha sido uno más de entre centenas y nos encuentra en estado de shock luego de lo que empezó el 7 de octubre y que aún continúa. Israel sigue bajo ataque, defendiéndose y luchando contra este enemigo que se ha propuesto su destrucción. 

Pero no se trata solo la destrucción de Israel, así como la bomba contra la AMIA no fue solo contra los judíos. Ambas situaciones, así como cualquier otro hecho terrorista, no solo asesina a las víctimas, hiere de muerte a la democracia, a la civilización occidental y a todos sus valores. Vemos espantados que gente inteligente, educada y con ideales elevados, renuncia de buen grado a la libertad, al respeto y al republicanismo en defensa de un estado terrorista que no oculta su odio asesino y que tiene sometido a su propio pueblo. 

Este 30° aniversario es particularmente doloroso y desesperanzador no solo porque el crimen sigue impune, sino porque lo que está sucediendo en Israel y la amenaza que nos sobrevuela a todos estemos donde estemos, nos sume en una alerta descorazonadora. Venimos de vivir un período de florecimiento de la vida judía y de su interacción con el resto del mundo que nos hizo creer que por fin el anhelado “nunca más” estaba muy cerca. 

Pues no. Evidentemente no es así. Nuestro escudo defensivo, nuestro maguen david, debe mantenerse esgrimido. 

Veo un paralelo entre esa esperanza del “nunca más” y la espera del mesías. Nuestro mesías es una metáfora. No esperamos a un señor que nos venga a salvar de todo mal. La tradición judía nos enseña a esperarlo a sabiendas de que nunca llegará. La perfección, la felicidad, el nirvana, el paraíso o como sea que uno imagine al ideal mesiánico, es una expectativa utópica destinadas a que sostengamos nuestro esfuerzo por merecerlo. Esperar al mesías implica el arduo trabajo de ser mejores, de superar nuestras imperfecciones, de dar cada día un pasito más hacia lo que está bien para la convivencia humana, un trabajo que no tiene fin. Igual sucede, creo yo, con el anhelo del “nunca más”. Aunque lo clamemos y lo enarbolemos en cada discurso, sabemos que la sociedad humana, igual que cada uno de nosotros, está lejos de ser perfecta. Ni lo será. El “nunca más” seguirá siendo “otra vez”.

Sin embargo, y apelando a nuestra jutzpá tan judía, a esa persistencia que nos permite sobrevivir a cataclismos y desgracias, espero que sigamos dirigiendo nuestros pasos hacia el objetivo mesiánico del “nunca más”, los ojos bien abiertos, el pie firme y la cabeza en alto. Sabemos que se aleja a cada paso, como la línea del horizonte. Pero también sabemos, porque lo recibimos de nuestros padres y nuestros abuelos, que caminando de este modo es ¿Es posi?que seguiremos siendo quienes somos y que nuestros hijos y nietos retomarán nuestros pasos porque cada generación seguirá esperando al mesías que nunca llegará pero seguirá trabajando en sí mismo y en su comunidad para merecerlo. 

Publicado en Mundo Israelita. julio 2024


Después del 7 de octubre (prólogo para Joint)

Esta investigación fue hecha antes del ataque de Hamás que gobierna el estado terrorista de Gaza, un intento de genocidio detenido a tiempo. Mientras escribo estas palabras los secuestrados siguen ausentes sin que se sepa quiénes siguen vivos y quiénes fueron asesinados. Cientos de miles de desplazados ven alteradas sus vidas de manera radical en Israel. Muchas familias penan la muerte de padres, madres, hijos, esposas, maridos, amigos. Muchos niños están procesando las crueles escenas vividas y están aprendiendo a adaptarse a vivir sin uno de sus progenitores o sin ambos, sin algún hermano o sin todos. Los ataques continúan sobre el norte de Israel. Las víctimas no han podido recuperar el aire. Sigue sucediendo. 

Seguimos bajo el shock que ha reformulado nuestra relación como judíos en la diáspora. La ilusión de la seguridad y la garantía se fragmentó en mil pedazos y estamos ante una nueva incertidumbre. Tal vez la misma de siempre pero venimos de un período de florecimiento de la vida judía único en la historia que con este ataque voló por los aires.

Y estamos, otra vez, como durante la Shoá que necesitó varios años para tener un nombre. Tampoco lo tenemos aún, es 7/10, una fecha, un cuadradito en el almanaque. Necesitaremos que todo pase, que los escombros se reconstruyan, que los muertos sean velados, que los vivos recuperen sus vidas para, recién entonces, como con la Shoá, alguien encuentre la palabra.

Esta es una publicación acerca del lugar de las mujeres que también se vio alterado después del 7 de octubre aunque no a nivel dirigencial de la comunidad judía sino en el contexto más amplio de la sociedad en general. Este es mi contexto en la elaboración de este prólogo. 

El ataque sexual como arma de guerra no es nuevo. La saña con la que se hizo tampoco. Las cámaras go pro que registraron las violaciones, torturas y asesinatos suman un nuevo horror a la historia del horror de la humanidad. Pero la exhibición de esas imágenes, impúdica, gozosa, amoral y el aplauso que concitó en los gazatíes de a pie nos sumerge en la incomprensión más absoluta. Los crímenes cometidos en hechos de guerra solían ser ocultados por sus perpetradores, esta vez no solo se mostraron sino que levantaron aplausos y gritos de júbilo y orgullo. ¿Qué nos dice acerca de la condición humana?


Comunidad judía y sociedad general

Esta publicación encara el liderazgo de las mujeres en las organizaciones de la comunidad judía latinoamericana en el período 2018-2022. Como se decía en los viejos shtetlaj azoi vi es cristelzej, es idishzej” (en contextos cristianos, los judíos se comportan como los cristianos), la participación de mujeres judías en los espacios mencionados sigue patrones similares al de todas las mujeres. La sociedad tradicional, patriarcal y autoritaria, está siendo cuestionada y permite, lenta pero progresivamente, el ingreso de las mujeres a ámbitos de los que hasta ayer nomás estaban excluidas. Cuando eran invitadas a alguna mesa directiva sus tareas solían ser la gestión de actividades sociales, fiestas y celebraciones, o sea, la continuidad de sus funciones hogareñas tradicionales. El nazismo, siguiendo la cultura patriarcal tradicional, indicaba que el mundo de las mujeres debía atenerse a las tres K, Kinder, Küche y Kirche - niños, cocina e iglesia-. Abogadas, contadoras, escribanas, economistas, ingenieras, científicas y demás profesiones “masculinas” ejercidas por mujeres fueron consistentemente invisibilizadas. Podíamos ser maestras, enfermeras, asistentes sociales, o sea ocuparnos del cuidado pero raramente ascendíamos a puestos de responsabilidad en organizaciones o empresas. Y así fue hasta finales del siglo XX. 

Aunque la participación de mujeres en puestos y actividades ha mejorado en relación a pocas décadas atrás, estamos lejos todavía de algo parecido a la igualdad de posiciones y salarios. 


Mujeres y hombres, universos complementarios

Señalemos en principio que los cuerpos de hombres y mujeres son diferentes, no solo en su conformación exterior y en sus genitales sino, y principalmente, en sus determinantes neurológicos y hormonales. Nuestro sistema nervioso central, ese banco de datos y reacciones que nos asegura la vida, no ha cambiado en las últimas decenas de miles de años y sigue siendo lo que nos sostiene vivos. Nuestras visiones del mundo, igual que entonces, no suelen ser coincidentes aunque son complementarias. Ambos sexos y ambas visiones del mundo hicieron posible nuestra continuidad. Cada uno según su especificidad, según sus recursos y capacidades. 

A las mujeres nos es más fácil en general la comunicación verbal, la conexión y expresión de nuestro mundo emocional, atender a varias cosas simultáneamente a lo que sumamos el pensamiento lógico y racional que no es exclusivo del mundo masculino. Las mesas directivas que incluyen mujeres ganan en riqueza de perspectiva y estilo porque aportan lo que hoy se llama habilidades blandas, o sea, empatía y entendimiento de la fragilidad y vulnerabilidad humanas, trabajo en equipo, adaptabilidad, flexibilidad, colaboración, inteligencia emocional, resolución de conflictos, liderazgos horizontales que determinan una baja en la beligerancia y un mejor clima de trabajo. Estas capacidades están siendo crecientemente valoradas y requeridas porque crean un ámbito laboral amable, generativo y pacífico. 

Hay mujeres, sin embargo, que se resisten a adoptar este estilo como si descalificara su capacidad de tomar decisiones y resultaran menos ejecutivas. Inversamente, estamos viendo a hombres que descubren que el modo femenino resulta mucho más beneficioso,  para su propia vida y para el clima laboral, pues baja notablemente el estrés y la penuria de la confrontación constante en la lucha de quién prevalecerá, tan estereotípica y desgastante del mundo masculino. 

El trayecto caminado revela que estamos yendo hacia un universo laboral de progresiva igualdad. Hay algunas cosas que aún esperan ser modificadas para que la participación de las mujeres se facilite. Cito a modo de ejemplo pedestre y concreto los horarios. Si en lugar de reuniones al atardecer o directamente a la noche se pactaran por la mañana, muchas mujeres podrían ajustar mejor sus actividades sin tener que renunciar a los compromisos familiares. Porque la vida familiar sigue siendo más una prioridad más femenina que masculina.


Feminismos y patriarcado

Durante siglos, algunas mujeres expresaron su disconformidad con la inferiorización de la que eran objeto pero el gran cambio se produjo con la llamada primera ola del feminismo en Inglaterra a comienzos del siglo XX cuando las suffragettes, esas mujeres de vestidos largos y corsets que impedían la respiración, salieron a la calle exigiendo votar para tener los mismos derechos políticos y laborales que los hombres. A partir de allí, los movimientos feministas propugnaron una sociedad más justa e igualitaria ante el patriarcado androcéntrico y 

estructurador de relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres.

La segunda ola, a partir de 1960, tuvo como líderes, pensadoras e inspiradoras a Simone de Beauvoir, a Betty Friedan y a Kate Millet entre tantas otras. En una marea de flujos y reflujos, le siguió una tercera ola en 1990 y ahora estamos viviendo la cuarta. 

El movimiento feminista floreció en variados feminismos con diferentes lecturas y propuestas y distintos grados de radicalización, pero sus principios fundantes integran hoy nuestra visión cultural. Su mirada crítica, tanto en el ámbito de lo público, -sobre el poder, la disparidad salarial, la desigualdad de derechos-, como en el ámbito de lo personal -el acoso, la violencia doméstica y sexual, el femicidio, y todo tipo de ataque contra la mujer en tanto mujer- son objetivos que hoy visualizamos, reconocemos y hemos incorporado en nuestro corpus civilizatorio. Hay acuerdo universal en que la violencia hacia la mujer por ser mujer es inaceptable, punible y exige la atención política, el tratamiento pedagógico y la transformación cultural. 

La lucha de los feminismos es, al menos en este punto, exitosa porque la repulsa a la violencia contra la mujer es unánime. La injusticia, la arbitrariedad y la benevolencia con la que se tomaban estos ataques hoy está fuera de cuestión. Nadie mirará con cariño ni ligereza a un violador, un torturador de mujeres, un golpeador, un femicida y muchos hombres están aprendiendo a ver y a pensar su relación con el sexo femenino desde un lugar diferente al del poder, la posesión y la subvaloración. 


El silencio traidor

Dicho esto, pasados varios meses del 7 de octubre de 2023, la falta de reacción de los movimientos feministas organizados respecto de las violaciones, torturas y asesinatos hechos por los terroristas de Hamás a mujeres israelíes ha sido un golpe inesperado. Silencio ante las secuestradas que aún siguen prisioneras. Silencio ante las violadas que tal vez estén gestando un bebé cuya recepción, filiación y crianza presentan un dilema desgarrador. Silencio ante las adolescentes que han vivido la orgía de horror en el festival Nova. Tantos años bregando por igualdad y justicia, denunciando ataques y perpetraciones en pos de la recuperación de la dignidad y la legitimidad de las mujeres como sujetos de derecho, y de pronto, al menos para mi sin previo aviso, fueron traicionados. Es una traición personal de la que todavía no me puedo reponer. 

A poco de sucedido, aún aturdida por lo que se iba sabiendo, busqué el apoyo explícito del colectivo femenino. Contacté a varias mujeres conocidas y reconocidas, tanto en la esfera artística como en la académica, mujeres de voces fuertes, mujeres que pelean por sus derechos y demandan atención, respecto, valoración, mujeres hacedoras y ejecutivas a las que miraba con admiración y cuya lucha por la defensa de la igualdad de derechos me resultaba ejemplar. Las respuestas que recibí de varias de ellas, no de todas por suerte, fue el cobarde y artero “sí, pero…”, o,  como dijo Claudine Gay, la infausta presidente de la Universidad de Harvard, repudiar la repulsa a Israel y el apoyo al terrorismo “depende del contexto”. Mujeres que hablan públicamente de la sociedad patriarcal eligieron no pronunciarse contra la barbaridad sucedida en Israel. Sus discursos y slogans se fueron borroneando y deslegitimando con un embanderamiento partidario que avala dictaduras y terrorismos. Mujeres orgullosas de sus militancias progresistas, su moral igualitaria y sus anhelos de justicia, silenciaron esos ideales ante las víctimas israelíes. No las acusaré acá de antisemitas, término que rechazarán con fuerza. El día que el sesgo militante se les diluya recuperarán, espero, la visión binocular y harán un mea culpa entendiendo cuánto de sus argumentos son antisemitas. No hicieron declaraciones empáticas con las víctimas israelíes porque su posición respecto al Estado de Israel fue más fuerte que su posición feminista. Entiéndase bien. No se oponían a una determinada política de gobierno sino al país. No podían alzar su voz para defender a las mujeres en Israel (aunque hubo/hay de varias nacionalidades, incluso argentinas), el suelo que pisaban alteró su condición de mujeres y determinó su exclusión de los derechos de cualquier mujer en cualquier otro lugar del mundo. Lo increíble, contradictorio y hasta bizarro, es que las mismas mujeres que no empatizaron ni se condolieron con las víctimas defienden y apoyan a países en los que las mujeres carecen de los mismos derechos que dicen defender. 


Una traición personal: #Yanolescreo

No solo me traicionaron a mí personalmente. No solo traicionaron a las mujeres israelíes. No solo traicionaron a las mujeres judías. Traicionaron al movimiento feminista y a todos sus principios. A las sufragistas, a Simone de Beauvoir, a Betty Friedan y a cada una de las mujeres golpeadas o asesinadas, se traicionaron a sí mismas y a su lucha. A partir de ahora, lo que digan o hagan tendrá un valor relativo. Perdieron la autoridad para hablar en nombre de “las mujeres”, han quebrado el colectivo al decidir  que no todas son iguales. El sesgo anti israelí fue más fuerte que la condición de mujeres. Las violadas judías, las mutiladas, las torturadas, las asesinadas y exhibidas como trofeos, todas esas mujeres no pertenecen, según estas excluidoras, al universo del feminismo. 

Surge así, en esta cuarta ola feminista sumergida en la cultura woke, un nuevo colectivo  integrado por ideólogos y dueños de la moral que traicionan sus principios sin que se les mueva un pelo. No se salvó ninguno. Ni #metoo ni #niunamenos ni los defensores de los derechos LGBTQ+ ni los pañuelos celestes ni los pañuelos verdes, ni las izquierdas dizque progresistas, ni #blacklivesmatter. Complotados en una mudez atronadora, fingieron demencia haciendo como que no pasó lo que pasó. Relativizaron los ataques y algunos incluso defendieron a los perpetradores y levantaron banderas palestinas clamando por la desaparición del Estado de Israel como si los principios de libertad y justicia que dicen sostener no se contradijeran con los que sostienen los terroristas.  

¡Qué vergüenza! ¡Qué manera flagrante de traicionar y traicionarse! ¡A callar a partir de ahora! ¡A buscar otras luchas que no las enfrenten con este doble standard, con esta contradicción, con esta hipocresía de la que, al menos para mi, no tienen retorno! Hagan de su actual silencio una marca de auto oprobio y dejen de echar consignas vacías de contenido y autoridad. ¿Justificar un femicidio? ¿Acaso una golpiza a una mujer está justificada porque “lo miró mal”? ¿Acaso una violación es una consecuencia lógica de que mostrara las piernas o llevara ropa ajustada? ¿La culpa es de la víctima? Los movimientos feministas lo han dejado bien claro: ¡ninguna conducta de una mujer merece y justifica la violencia o el ataque, aunque el perpetrador se escude en ello para alegar inocencia. 

Ya es bastante difícil superar el techo de cristal que frena nuestro ascenso a posiciones dirigenciales pero hasta el 7/10 creíamos que compartíamos la misma lucha. Vemos que no. Que si quien reclama, quien sufre, quien ha sido atacada es judía, no merece las mismas declaraciones, ni demandas ni empatía. El supuesto colectivo femenino se convirtió en un destartalado vagón de carga con ingreso condicionado. La decepción es honda.

En consecuencia #yanolescreo será mi hashtag a partir de ahora porque, para mi gran dolor, el feminismo, en sus manifestaciones orgánicas, se ha suicidado. #Yanolescreo responderé cuando aseguren defender los derechos humanos. #Yanolescreo cuando declaman cambiar la sociedad patriarcal para que las mujeres tengamos los mismos derechos.#Yanolescreo cuando agiten pancartas con frases hechas políticamente correctas y se vayan a dormir tranquilas y felices por haber proclamado lo que luego contradicen con su silencio cómplice.


Ideales en fuga, culpas lacerantes

Caídas las ideologías que reinaron en el siglo XX, las élites educadas quedaron sin horizontes de lucha, sin ideales por los que luchar. La ecología, las minorías sexuales, los derechos humanos y el postcolonialismo con el eje opresor-oprimido, son las nuevas banderas de la generación woke, esa policía del pensamiento enredada en la consigna fascista de la corrección política. El macho blanco, el estereotipo masculino de la sociedad patriarcal, es el nuevo enemigo, el modelo de opresor a denunciar y abatir. En la búsqueda de causas a culpa de los descendientes de europeos y norteamericanos que colonizaron y esclavizaron a tantos no-blancos encontraron tal vez la manera de lavar ese pasado vergonzante. Estamos bajo el imperio de las redes sociales, de los slogans y mensajes breves y atractivos que deben viralizarse en likes y reenvíos que producen desinformación y simplificación. El escenario es extremista y maniqueo que señala a Israel como un estado “blanco, macho y patriarcal” acusado, en consecuencia, de genocida, apartheid y colonialista, las tres infundadas. Este pequeñito país, enclave occidental en oriente medio, es una isla democrática y liberal rodeada de tiranías y autocracias. Su población, lejos del estereotipo caucásico, es heterogénea y multicolor, las distintas etnias viven libremente y tienen acceso a todos los derechos. Sus guerras han sido siempre defensivas, nunca genocidas. Sin embargo, preso del juego ideológico simplificador y extremista, Israel es ubicado como el perpetrador mientras que en el otro extremo se ve a los palestinos como las víctimas, oprimidos, desvalidos y tratados injustamente. Ciertamente lo son, pero no de Israel, viven la tragedia de ser presos de sus mismas autoridades y de los países circundantes que los mantienen como eternos refugiados transitorios para, entre otras cosas, poder acusar a Israel. La situación es compleja, la historia es dolorosa, los resentimientos y los intereses horadan los espacios de comprensión y en esta nube tóxica las mujeres israelíes, las mujeres judías, no hemos pasado el filtro de la aceptación como mujeres. Solo pasó con nosotras. 


Nos dejaron afuera. Otra vez.

Nuestra decepción es honda y dolorosa. Fuimos parte del colectivo femenino con aportes esenciales desde su comienzo. Betty Friedan, judía, formuló las ideas claves en la historia del pensamiento feminista; su libro, “La mística de la femineidad” publicado en 1963 se considera uno de los libros más influyentes del siglo XX. 

Creíamos que éramos parte. Creíamos que estábamos ahí. Nos equivocamos. Fuimos crédulas. Fue un duro golpe pero también un aprendizaje. No pensamos que el ser judías nos diferenciaba de un modo tan visceral y que nos colocaba más allá de las proclamas feministas, más allá de lo humano. Creímos que éramos iguales. 

Y fuimos crédulas como tantas veces en la historia de la humanidad en que los judíos nos creímos parte del universal y recibimos el duro golpe de la exclusión en el mejor de los casos y del genocidio en el peor. 

¿Qué encubre el doloroso “sí, pero…”? El relato tan exitosamente difundido por las usinas de cierta izquierda dizque progresista alineada con los regímenes más brutales, homofóbicos y dictatoriales, ha calado hondo en un occidente que atribuye la culpa del desgarrador conflicto en oriente medio total y exclusivamente a Israel. A diferencia de otros regímenes autocráticos, dictatoriales, genocidas, y he aquí un punto esencial, no se acusa al gobierno como pasa con cualquier opinión sobre países en guerra, sino a toda su población. Sólo con Israel, sólo allí gobierno y población son la misma cosa y las acusaciones a las políticas se derraman sobre todos. Por eso el antisionismo es antisemitismo aunque los síperistas no lo quieran aceptar. Y la consecuencia, en esta lógica demencial, es que, si todos los israelíes son culpables, las mujeres mutiladas, arrastradas, sodomizadas, violadas, torturadas y asesinadas, sus vientres gestantes apuñalados, en tanto israelíes, también son culpables. Y el culpable merece castigo, lo que le suceda es merecido. “Sí, fue terrible…pero” y los dogmas políticamente correctos y las declaraciones se derrumban estrepitosamente y ante el temor de quedar afuera del colectivo, eligen el silencio acomodaticio, cobarde y traicionero. 


El camino de Rut: #tudoloreselmío

Bienvenida esta publicación sobre mujeres hecha por mujeres fuertes, inteligentes, comprometidas con sus trabajos y con la sociedad a pesar de haber sido excluidas del corpus teórico y político de los feminismos que traicionaron al progreso y nos abandonaron a una orfandad que, bien lo sabemos, no nos es desconocida a los judíos. La misma orfandad y exclusión de la judeofobia y los antisemitismos que nos han intentado sumergir en el pantano de la victimización y que concluyó tantas veces en nuestro asesinato. 

Duele como ha dolido siempre pero hemos aprendido a sobrevivir, estamos entrenadas en reconocer la mirada esquiva, la sospecha, la dualidad mentirosa de las autopercibidas buenas conciencias que callan ante torturas, violaciones y asesinatos al tiempo que hacen impúdicas declaraciones en defensa de los derechos de las mujeres. 

Cuenta el Tanaj que Elimelej y Noemí tenían dos hijos. Según las costumbres de la época, cuando moría el padre, la protección de la madre era asumida por sus hijos varones. Los dos hijos de Noemí casados con Rut y Orpá fallecieron antes de haber generado descendencia. Las tres mujeres, sin marido ni hijos varones, quedaron a la intemperie, sin resguardo ni amparo alguno. Noemí, ante el desdichado destino que esperaba a sus nueras sugirió que “vuelva cada una a la casa de su madre”. Orpá lo hizo. Rut no pudo. Se negó a abandonar a su suegra a la soledad, al hambre y a la indigencia: “donde vayas iré, donde vivas viviré, tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”.

Orpá se fue y Rut, solidaria con el colectivo femenino, acompañó a Noemí en su camino incierto. A Rut, modelo de mujer del que bien deberían aprender los feminismos, nada de lo que sufriera una mujer le era ajeno. Su hashtag sería hoy, y lo hago mío, #tudoloreselmío”.

Los feminismos hoy no defienden a todas las mujeres. Sólo a algunas. Las judías parecemos ser más judías que mujeres. Deberemos seguir haciendo lo que aprendimos a lo largo de nuestra historia, a defendernos solas. 

Es lo que estamos haciendo con esta publicación y con tantas actividades y proyectos en los que participamos produciendo cultura, viviendo en familia, trabajando en el área corporativa, curando, diseñando, alimentando, protegiendo, reflexionando, mirando hacia adelante. 

Es lo que siempre hicimos. 

Es lo que seguiremos haciendo. 

Es el camino de Rut. 


Lic. Diana Wang

Florida, julio 2024