Fracasar en la pareja: curso breve y garantizado.

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Hay tres premisas básicas que llevan a un fracaso seguro. 

Adivinación. Mi otro “sabe” lo que necesito, lo que espero y lo que quiero. No es preciso que se lo diga ni que se lo pida. Si no me lo da o si no lo hace es porque no me considera, no le importo y/o no me quiere. 

Destinatario. Todo lo que hace/no hace/dice o no dice el otro, me está dirigido a mí, a propósito y para hacerme daño. 

Verdad. La verdad es una sola, clara, objetiva y tal cual la veo yo. Cuando el otro no lo acepta y se “encapricha” en ver las cosas de otra manera es fundamentalmente para contradecirme.

Estas premisas son falsas y tienen dos corolarios fatales: 1) la culpa de todo la tiene el otro porque todo lo que hace está mal. 2) probablemente nuestro otro tiene las mismas premisas falsas y cree que somos nosotros los causantes de todo su mal.

Seguir estas tres premisas falsas y sus corolarios consecuentes, resultan en por lo menos 3 comportamientos destructivos.

¿Quién debe cambiar? No yo sino obviamente el otro. Convencidos de que nuestra visión es la correcta, de que somos poseedores de la verdad y de la conducta apropiada obviamente quien debe cambiar es quien hace todo mal, no entiende, no quiere o no le importa. Nuestro otro cree exactamente lo mismo, es decir, que quienes tenemos que cambiar somos nosotros y por las mismas razones. Encima, lo peor es que nadie puede cambiar a nadie solo uno puede decidir cambiar, y hasta cierto punto. 

Hay que insistir. Apelando a cualquier y todos los recursos debemos conseguir que el otro se de cuenta de su maldad o incapacidad esencial y culpable. Si no cambia a pesar de las evidencias que insistimos en enrostrarle y que creemos son incontrovertibles: apelaremos al reclamo acusatorio, a la discusión enojada, al señalamiento iluminador, a poner el punto sobre las íes con la esperanza de convencer a esta persona que se encapricha y no ceja en ser igual a sí mismo como si no le importara nuestra firme arenga cotidiana. Es más, no solo no agradece nuestro empeño constante en hacerle cambiar sino que encima le irrita y enoja. Casi todas las peleas en las parejas son enfrentamientos en los que se juega la convicción de que insistiendo se logrará el cambio que cada uno desea en el otro.

Castigo. Si con la insistencia militante el cambio no se produce, lo que sigue es la crítica, el juicio, la humillación, las amenazas y tal vez la venganza. Es ya una guerra declarada alimentada por la frustración de no haber logrado el cambio esperado (siempre debido a la perversidad del otro). Pero llegado a este punto, el deslizamiento hacia la pelea y la violencia verbal o conductual, es casi irreversible.

Son estas tres premisas falsas, sus dos corolarios y los tres comportamientos consecuentes, la base de la perversa y mortífera coreografía del fracaso de las relaciones.

¿Por qué son falsas las premisas mencionadas? Veamos una por una.

Adivinación. Nuestro otro no puede saber sin que se lo digamos porque no adivina. Cada uno está en su mundo que se parece al don pirulero en donde cada cual atiende su juego creyendo que es el mismo juego que atienden los demás. Aunque estemos conviviendo hace un tiempo, aunque nos hayamos unido muertos de amor, la complejidad de la vida hace que resulte muy difícil adivinar en qué está cada uno internamente, qué espera, qué necesita en cada momento. No hay otro camino que pedir, aprender a pedir, hacerlo en el momento adecuado y saber que aún cuando lo hagamos de la mejor manera el otro puede no querer o no poder satisfacernos. Lo que seguro no puede hacer es adivinarnos.

Destinatario. Cada uno ve el mundo desde sus propios ojos. No somos el centro de la vida de nadie, no “me lo hace todo a mí”. Si nuestro otro no nos satisface, no es por maldad o desamor como solemos creer, al menos no siempre. Nuestro otro ve el mundo con sus ojos y es como es, puede lo que puede y hace solo lo que puede. Igual que nosotros. Cada uno tiene su propia forma de estar en contacto con sus necesidades y obligaciones, de responder a las mil y una circunstancias de la vida cotidiana, familiar y laboral. Además, y no es un tema menor, muchas veces esperamos que nos de lo que no tiene. Los olmos no dan peras. Aunque insistamos y los forcemos. Y si no nos dan peras no nos lo hacen a propósito para lastimarnos. Es que no tienen y tenemos que recalibrar nuestro pedido. 

Verdad. Centrados en nosotros mismos nos es difícil imaginar que no todos ven las cosas como las ve uno. Creemos que nuestra mirada es la verdadera, que tenemos razón, que las cosas debieran ser como decimos nosotros que son. Las interacciones humanas se basan en eso, en las  lecturas que hacemos de lo que pasa, de lo que creemos que debe ser. Pero las lecturas difieren según quien las haga porque cada uno ve las cosas a su manera. Cada uno tiene su razón, su verdad y apegarse a la propia como si fuera la única nos sume en discusiones inútiles en las que cada uno quiere imponer su verdad al otro y nos perdemos de conocer y comprender a este otro que se esfuerza en no ser avasallado al defender su punto de vista.

El corolario de estas tres premisas falsas y sus conductas resultantes, es claro y obvio. Si querés evitar el fracaso seguro, viví tu relación basándote en estas premisas verdaderas y posibles: a) la gente no adivina, b) no siempre lo que hacemos se lo hacemos al otro, casi siempre es lo único que sabemos o podemos hacer, c) la verdad y la razón en la vida de relación son puntos de vista que nunca abarcan la totalidad de lo que pasa. 

Y si aceptás estas premisas más realistas, probablemente cambie tu conducta. La tuya, no la del otro. Tu conducta es lo único que podés manejar, de lo único que sos dueño (e incluso  no del todo). No podés cambiar la del otro. Dejarás de insistir, reclamar, quejarte, acusar, juzgar, castigar, enojarte y pelear. Tal vez te animes a pedir lo que te hace falta sin esperar que te adivine aceptando que tal vez tu otro no te lo pueda dar porque no lo tiene. Podrás entender y aceptar como sos, con sus luces y sus sombras y como es tu otro con sus luces y sus sombras. Tal vez esperabas lo imposible. Tal vez algo era posible pero no lo supiste pedir. Si te parás sobre las premisas sólidas de una relación, verás si convivir con tu pareja sigue siendo deseable y  posible, si es algo por lo que vale la pena cambiar. Y si descubrís que no lo es, dejarás de esperar lo que nunca recibirás, dejarás la zona de desdicha y fracaso, dejarás de insistir y te abrirás a buscar las peras en otro lado. Lo mejor es que sea un peral para que no vayas a repetir la frustración de buscarlo en otro olmo.

publicado 10 febrero 2020 en LN

El adoctrinamiento nazi contado por un niño de 10 años.

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El Holocausto, como experiencia social y humana, sigue siendo irrepresentable. Nada de lo que se haga o muestre será lo que fue. Por otra parte, ¿acaso hay alguna experiencia humana que puede ser representada o replicada fuera de la experiencia en sí? ¿Cómo representar un estornudo y transmitir exactamente lo que es? Ante esta imposibilidad no es de extrañar que los protagonistas, los que han vivido la Shoá, puedan sentirse subvertidos frente a una de sus representaciones. Los films y testimonios audiovisuales que pretenden “ser”, hacen agua. De la única manera en que la experiencia puede ser transmitida sin perder su esencia es cuando es transformada de manera artística de modo que nos toque emocionalmente.

Taika Waititi (né Cohen) creó un guión de un film que dirigió, a partir de una novela de Christine Leunens, Caging Skies (Cielos enjaulados). 

Johan - Jojo- tiene 10 años y está muy excitado porque comenzará su entrenamiento en el campamento de verano de la Juventud Hitlerista. Ensaya frente al espejo su postura y su “heil Hitler” intentando darle el aire apropiado de firmeza y fuerza para que su uniforme caqui y sus atributos sean enaltecidos. Viene en su ayuda un Hitler de pacotilla, un adulto con un uniforme similar y sus bigotes característicos pero que se comporta como si tuviera 10 años, igual que Jojo. Es que es un amigo invisible con quien dialoga y se motiva. ¿Cómo imaginar que este planteo pueda ser un film que conmueva, que informe y que transmita algo de lo que sucedió? y sin embargo lo logra y con creces.

La mirada de Jojo ha permanecido aparentemente incontaminada gracias al esfuerzo de su madre por mantenerlo lejos, -una Scarlet Johanson soberbia-. Esa inocencia  nos permite adentrarnos en el universo del adoctrinamiento nazi que hizo posible que el pueblo alemán, un poco como Jojo, se entregara a la ordalía de sangre y fuego que terminó con su propia destrucción. 

Jack Fuchs se preguntaba cómo había sido posible que las madres alemanas entregaran con felicidad a sus hijos a la guerra, cómo había sido posible que los enviaran a la muerte con alegría y orgullo. La tan poderosa maquinaria propagandística desplegada lavó el cerebro a la mayoría del pueblo alemán, como a Jojo que cree lo que le han enseñado en la escuela. ¿Por qué no creerlo? ¿Acaso los adultos no saben más que los chicos? ¿No es la educación impartida por padres y maestros el camino para crecer y hacerse grandes? 

La credulidad de Jojo no es solo la esperable en la infancia sino también, y ésa es la parte más terrible, la de la masa que confía en sus gobernantes y toma por cierto lo que provenga de ellos porque el contrato social está basado en la confianza en nuestros gobernantes en quienes hemos delegado nuestra representación. 

Taika Waititi (né Cohen) construye a partir de esta confianza y credulidad, un relato en el que el horror del Holocausto nos es ahorrado igual como le fue ahorrado a la gente común. Nos muestra nazis que son una parodia de sí mismos, así como podrían ser vistos por un chico de 10 años que no alcanza a darse cuenta de lo que de verdad está pasando. Cuando descubre a Elsa, la jovencita judía que su madre oculta en el desván al estilo de Ana Frank, se pega un susto mayúsculo. Los judios eran para él la malevolencia en persona y debe revisar, con resistencia al principio, todo lo que hasta ese momento daba por cierto. Elsa no tiene cuernos ni es monstruosa ni se desayuna con la sangre de niñitos cristianos. Jojo decide investigar cómo son los judíos porque parecen no ser como le habían contado que eran.

El film comienza en tono de parodia pero va cambiando de registro aunque no de frescura a medida que la derrota del nazismo derrumba todas las convicciones que Jojo - los alemanes- tenía sobre la pretendida superioridad “aria”, la inevitabilidad del triunfo de Alemania y el Reich de los mil años prometido por Hitler. 

Aunque en tono de parodia, todo lo que muestra de un modo que parece ligero, sucedió. Los campamentos de adoctrinamiento con las pruebas de crueldad a las que se sometía a los chicos que debían matar con sus manos a un pequeño animalito. Los contenidos impartidos en la escuela sobre la condición judía y sobre las características de los judíos. El lugar de las niñas entrenadas como procreadoras seriales de niñitos “arios”. La utilización de los niños como último y desesperado recurso en las últimas horas de la guerra enviados al suicidio en la lucha contra los “terribles” rusos y norteamericanos. La resistencia de los alemanes que se atrevieron a oponerse con sabotajes y proclamas y el castigo que recibían en el ajusticiamiento público tendiente a desmoralizar a sus posibles imitadores. Todo eso sucedió.

La película está bordada con comentarios irónicos. Por ejemplo, caminando por el idílico pueblo en el que viven, ya destruido al final de la guerra, Jojo y su amigo Yorki comentan que están todos en contra, los ingleses, norteamericanos, rusos, franceses, y que solo los japoneses están a favor, “y ni siquiera parecen arios” dice Yorki.

No sabemos mucho de la historia de Jojo, solo que había una hermana que murió y un papá que tal vez esté luchando en alguna resistencia o que tal vez ya murió. Tampoco sabemos de Elsa pero se supone que solo ella quedó de su familia. Al final Jojo y Elsa, huérfanos y solos nos dejan con la pregunta de cómo seguirán, de qué vivirán, dónde. Como ha quedado la Humanidad toda preguntándose cómo fue posible y cómo seguir.

Scarlet Johanson seduce con esa mamá que se opone al nazismo pero lo oculta ante su hijo para no ponerlo en peligro. Taika Waititi (né Cohen) dirige el film y protagoniza al Hitler amigo imaginario con frescura y desenfado. Todos los actores colaboran en dar la imagen de parodia sazonada con el sobreentendido de que “hacemos como que no es pero fue así”. 

No hay ninguna imagen morbosa, nada del horror que podría haberse desplegado y sin embargo es todo claro y obvio y agradecemos que nos lo cuenten confiando en nuestra capacidad de comprensión y conocimiento.

Un último comentario sobre la identidad Taika Waititi (né ) hijo de padre judío y madre neozelandesa que tomó los personajes de la novela de Leunens y los recreó. Parece que la novela tiene un tono trágico centrado en la relación entre Jojo y Elsa, el niño nazi fanático y la jovencita judía escondida y los sigue a lo largo de los años. La película toma a los personajes pero se ubica en los últimos momentos del nazismo, cuando todas las supuestas verdades se derrumban y Jojo y el pueblo alemán deben confrontarse con las mentiras.

Waititi creó un film en el que algunas de las verdades más duras del nazismo se dicen con amabilidad y frescura y, básicamente, con la confianza de que los espectadores entenderán perfectamente de qué se trata.

Publicado en Infobae

Rugby y Shoá.

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Violencia, patota, sed de pertenencia, identidad compartida, sentimiento de superioridad, vivencia de privilegio, todas son características del mundo del rugby. Dice Lalo Zanoni, ex jugador, con proverbial valentía:

“Es una cultura dominada totalmente por el alcohol en exceso, las trompadas, el “mano a mano” cómo método de validación y triunfo, las peleas grupales (“la general”) como medición de fuerza frente a otros grupos, camadas o clubes rivales. O incluso frente a otras tribus, clase social o religiones distintas: gays, judíos, grasas y “negros villeros”. Porque en el ambiente del rugby, que ya se sabe es bastante conservador, también hay homofobia, xenofobia, machismo y discriminación”. 

“...el mensaje era que si no peleabas eras un cagón. Si no “saltabas” por tus amigos eras un cagón. Lo mismo para el que elegía no tomar. Había que tener mucha personalidad para bancarse ser señalado por no tomar o no pelear.”

Y no puedo evitar asociarlo con el sentimiento de tantos alemanes durante el nazismo que incorporaron el adoctrinamiento nazi de un modo que volvieron a sentirse parte de un colectivo todopoderoso, reivindicador y con derecho a todo. La pertenencia a ese colectivo nacional fue el eje que nos permite comprender cómo tantos alemanes se dejaron seducir contraviniendo su cultura, su religiosidad y su moralidad. Cuando nos preguntamos “¿cómo fue posible?” no siempre tenemos presente que la gente común, el pueblo, lo hizo posible. Como cada uno de los jugadores del tercer tiempo. Había que responder al ideal pregonado, ser duro, ser cruel, no admitir ninguna digresión, no permitirse ningún titubeo a la hora de obedecer. El riesgo, como bien dice Zanoni, era ser excluído, dejar de pertenecer, ser un paria. Dice Zanoni: 

“Como en su momento le tocó al mundo del rock con su Cromañón. Hoy, Fernando Baez es el Cromañon del rugby”. 

¿Qué necesitará la Humanidad para revertir este tipo de procesos? ¿Por qué no podemos encontrarle la vuelta? ¿Qué de la educación no estamos viendo? 

Son preguntas que me atormentan en estas vísperas de un nuevo aniversario del choque del Mundo con el horror de Auschwitz. Un horror que nos sigue horrorizando y frente al que todavía no encontramos la salida.

Exclusividad sexual y otros contratos.

Tute siempre agudo! con mi agradecimiento eterno.

Tute siempre agudo! con mi agradecimiento eterno.

"Meter los cuernos, engañar, traicionar, ser infiel" decimos a la hora de descubrir que nuestra pareja se contacta amorosa o sexualmente con otra persona o cuando sentimos la necesidad de hacerlo nosotros mismos. Hay muchas formas de engañar que no parecen tener el mismo peso. Tu pareja te puede engañar no confesándote que no tolera a tu hermana, o manejando la economía de ambos sin darte explicaciones, o no contándote algo esencial de su vida pasada. Te puede engañar de éstas y otras decenas de maneras. Saberlo te puede doler, te puede preocupar, te puede hacer descubrir que no conocías tan bien a tu otro. Pero si llegás a descubrir que está viendo a otra persona, sea en plan ocasional o estable, tu confianza se fragmenta de una manera radical y sentís "me traicionó". La sola idea de que haya otra persona en su horizonte, de que no seas solo vos, abre la compuerta del cuestionamiento más hondo sobre la confianza, la sinceridad y la autoestima. Duele saber que no se es la única persona, duele en lo más hondo de la identidad, duele en lo más preciado del orgullo. Casarse es comprometerse a construir juntos una familia, tener hijos y asegurar que lleguen a adultos en las mejores condiciones posibles, a sostenerse en los momentos difíciles, a invertir en ello energía y esfuerzo material y emocional. Pero el eje del contrato es la promesa de fidelidad, que no habrá otra persona nunca jamás, ni en nuestros pensamientos ni en nuestros actos, especialmente los sexuales. La fidelidad se refiere al pacto de exclusividad sexual. Este modelo tradicional de contrato está haciendo agua por varios lados. La vida se ha extendido tanto que ya no nos morimos alrededor de los 40 como solía pasar hace no mucho tiempo, ahora podemos duplicar esa expectativa e incluso superarla. Aquel "hasta que la muerte nos separe" llegaba hasta que los hijos salían de la adolescencia, mientras que ahora llegamos a ver la adultez de nuestros nietos y hasta el nacimiento de sus hijos. ¿Somos los mismos a los 20 que a los 40 o a los 60? ¿nos siguen gustando las mismas cosas? ¿fuimos incorporando otros horizontes y sueños? ¿nuestra pareja nos acompañó en los cambios? ¿y si sus cambios tomaron un camino divergente? ¿y si la convivencia nos ha transformado en hermanos y hemos perdido el ardor sexual? La rutina, el hábito, tan tranquilizante por un lado es abrumador por otro. Conociendo la coreografía no hay que andar inventando pasos a cada rato, pero el baile puede volverse insípido, poco estimulante. Y aparece un otro fuera de la pareja que vuelve a encender el entusiasmo, aunque sea por un rato. ¿Si respondemos estamos traicionando a nuestra pareja, le somos infieles? Podemos resistirnos a la tentación y que la infidelidad quede escondida en un deseo secreto y renunciar a la aventura (y ser infieles "solo" en el deseo). Las relaciones extra matrimoniales, explícitas o secretas, existen. Algunas son defraudaciones pero otras pueden no serlo, cuando diferenciamos fidelidad de lealtad. ¿Cómo ser leal a la pareja y ser íntegro con uno mismo? La idea de lealtad es privilegiar el bienestar del otro, no fragmentar su confianza con lo que pueda vivir como una traición. Hay encuentros extra matrimoniales que no son consecuencia de un conflicto en la pareja sino de necesidades particulares que no pueden ser satisfechas en el contexto de la pareja. ¿Cómo satisfacerlas y cuidar al otro al mismo tiempo? Ésa sería la idea de la lealtad. Sabemos que si lo decimos, la información quedará firmemente adherida a su memoria y la recuperación de la confianza será muy trabajosa. Por eso muchas veces la lealtad lleva a mantener el secreto para no herir de muerte al otro dando una información acerca de algo que es una búsqueda personal y que puede no tener consecuencias en la vida de la pareja. La revelación de encuentros sexuales fuera del matrimonio puede ser un quiebre insuperable. Pero cuando no se trata de algo ocasional, asumirlo y separarse es la forma de ser leal. Claro que una separación implica perder todo lo tejido de a dos, familia, amigos, los mil y un detalles de la convivencia, todo lo que se ha construido juntos y que nos identifica. Sigue existiendo, en algunas comunidades, la casa grande y la casa chica justificados en el "natural" temperamento masculino. Allí, tener más de una pareja sexual es más aceptado para los hombres que para las mujeres vistas como sujetos sexuales sin apetencias "naturales" activas. Es decir, si un hombre tiene alguna relación fuera del matrimonio es porque su "naturaleza" se lo impone y si lo tiene una mujer es por perversión o maldad. La pareja monogámica cisgénero (héterosexual) está siendo cuestionada y hoy se están explorando diferentes alternativas. Géneros, sexualidades, necesidades e identidades están siendo desafiadas en búsquedas que aún no sabemos a qué conducirán ni cómo resultarán en la constitución de familias y en la crianza de los hijos. Los jóvenes están aprendiendo a prestarse atención y a pactar. Las parejas gays nos han enseñado ese beneficio de convenir, en cada caso, como serán las cosas. Pareja abierta o cerrada. Relaciones inclusivas o exclusivas. Reserva sobre lo que se hace fuera de la pareja o transparencia comunicativa siempre. Tríos. Swingers. Bisexualidad. Género no binario. Poliamor. La bandeja se va llenando de diferentes alternativas que hasta no hace mucho eran inimaginables. La moral religiosa, la cultura tradicional, las costumbres han naturalizado tanto la "normalidad" de lo heterosexual-de-a-dos que cualquier otra posibilidad no entraba en el campo perceptivo. Pero para la mayoría, la institución pareja sigue siendo la mejor elección, la que proporciona una estructura conocida, estable y cómoda. Algunas están emprendiendo algunos desvíos, las parejas "monogamish" como se dice en inglés es decir, monógamos pero con escapadas consentidas. Son pactos que se diseñan a medida y no admiten generalizaciones pero que se basan en la distinción entre fidelidad y lealtad. En lugar de la tradicional fidelidad sexual, la lealtad como respeto hacia el otro e integridad hacia uno mismo Se pone en cuestión lo que está bien y lo que está mal, se revisan ideologías y morales establecidas. Igual que las mezclas de sabores, colores y olores en la cocina que se enriquecen con las experimentaciones de los chefs, de otras culturas, así la sexualidad humana está siendo revisitada, deconstruida y rearmada a gusto de los consumidores. Los humanos nos diferenciamos del resto de los mamíferos también en esta expectativa de exclusividad sexual. Pero buscamos a nuestro alrededor, igual que los otros mamíferos, nuevos estímulos que nos mantengan despiertos, alertas, interesados. No necesariamente es un otro, puede ser una nueva actividad o la realización de un sueño postergado. Durante siglos las mujeres han sido desleales, enredadas entre dos traiciones, consigo mismas y con sus propios maridos al no asumir su deseo y su realización personal. Claro, no eran infieles porque no rompían el pacto de exclusividad. Se están abriendo otras puertas a las que asomarnos y revisar nuestro deseo y nuestra vida que tiene visos de durar mucho. La lealtad es un compromiso con la integridad, la verdad y la valentía de asumirlo. No se trata de sexo aunque a veces sí. Se trata de apetencias y amores, de estímulos y motivación. No todo puede satisfacerse en la pareja. Y el que ello no suceda no necesariamente hiere a la pareja. Pero hay que tenerlo claro primero con uno mismo, sin auto engaños, sin hostilidad, sin herir a nadie. Y si hay que renunciar porque es la única forma de ser leal, será una elección deliberada y conciente. Y siempre que uno puede elegir puede desplegar el ala de la libertad y ser dueño de su vida.

Publicado en LN https://bit.ly/36BJQ76 6 de enero de 2020

Con las mejores intenciones

Presentación del libro “Sí, estoy viva” con la vida de Sofía Noëlly Ordynanc. Museo del Holocausto, 24 de octubre de 2019.

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La historia de Noëlly nos invita a reflexionar sobre el lugar de los padres, la memoria, la identidad y la culpa. El título de su libro, “¡Sí, estoy viva!” es una potente reafirmación de alguien que no solo sobrevivió a la Shoá, alguien que sobrevivió a lo que siguió después de la Shoá. 

Los que vivimos una vida normal tenemos una sola mamá. Noëlly tuvo tres.

La mamá uno, Adèle Ordynanc, su mamá biológica, que previendo lo que estaba por suceder la entregó a sus tres años confiando en que sería cuidada y salvada.

La mamá dos, Anna Eloy, la mamá de Georgette y Julia, pero principalmente Georgette, con quienes estuvo hasta sus 9 años.

Y la mamá tres, Adela Fernández, con la que vivió hasta casarse con Buye.

No le fue fácil a Noëlly integrar, organizar y ubicarse en estos tres escenarios tan diversos y complejos, los nombres, los apellidos, las historias, los linajes. ¿Quién era? ¿De dónde era? ¿A qué grupo pertenecía? ¿Era judía? ¿Judía sefaradí o judía ashkenazí.

De su mamá uno no tiene memoria. No recuerda los años vividos con sus padres, con Salomon y Adèle, ni el nacimiento de Marcel ni el momento de la desgarradora despedida. ¿Cómo habrá sido ese momento para su madre? Durante la Shoá hubo una forma diferente de ejercicio del amor, había que renunciar a la posesión y al control, entregar a los hijos para asegurar su salvación, sin garantía alguna, sin tener la posibilidad de saber qué pasó o cómo fue, desprenderse del bebé o del chiquito que uno parió, acunó, dió de mamar, cuidó en sus enfermedades, acompañó en su maduración y adquisición de nuevas habilidades… El amor de estos padres supera al amor mismo. Es un amor desprendido, generoso y valiente. Sin recuerdos de sus padres, nunca olvidaré el día en que Noëlly recuperó sus fotografías y pudo ponerles imagen a esos nombres, su cara resplandeciente mostrando el increíble tesoro que había recuperado, conocer las caras de su mamá y de su papá.

De su mamá dos en casa de los Eloy en Achet, tiene la memoria feliz de años de juegos, mimos y tibieza. Por lo que nos cuenta Georgette, Ana y Georges, sus padres, tenían adoración por esa chiquita recibida con la misión de protegerla, alimentarla y salvarla. Y lo hicieron con alegría. Todo el pueblo sabía que era judía y hasta lo respetó el cura que, cuando Noëlly quiso hacer la comunión consideró que debían respetar su identidad. Su intención fue la mejor pero terminó siendo desgarradora para Noëlly.

Terminada la guerra, las instituciones judías fueron al rescate de los muchos niños que habían sido entregados a familias católicas para reintegrarlos a sus padres si es que hubieran sobrevivido, a sus familiares o a una familia judía que los quisiera recibir, para asegurar que volvieran a la vida judía luego del intento nazi del exterminio total. Era urgente recuperar a estos niños y devolverles sus nombres, historias y linajes. La decisión del cura de Achet señaló a Noëlly como uno de esos niños a ser rescatados. Fue una situación dolorosa, cruel e injusta pero eran años de caos y desesperación. Noëlly fue arrancada de la casa de los Eloy sin preparación alguna, sin informarle nada, sin que supiera o pudiera entender qué estaba pasando, dónde la llevaban, con quién, para qué. 

Fue arrancada de su familia de origen por los nazis, los malos y luego fue arrancada de su familia salvadora por los buenos. ¡Que complicado para procesar a los 9 años!

Se puede hacer daño con las mejores intenciones. En este caso se debe al contexto histórico porque en aquellos años los niños no tenían la entidad que tienen hoy, no eran vistos como sujetos con derecho a explicaciones ni argumentaciones, eran solo adultos chiquitos que debían ser alimentados y protegidos. Si las instituciones que fueron al rescate y los Fernández hubieran sido asesorados como lo son hoy las familias que transitan la restitución de los niños apropiados por la Dictadura Militar, tal vez la historia habría sido otra y Noëlly no habría debido esperar tanto tiempo para sonreír.

Pero no fue así. Noëlly perdió a sus amados Eloy y en el trayecto hacia ese lugar ignoto y lejano que era Buenos Aires, descubrió que se llamaba Sofía y que tenía un hermano, Marcel, del que no guardaba memoria alguna. Llegaron a Buenos Aires y fueron recibidos con amor y dedicación por Roland y Adela Fernández. Coincidencias misteriosas, Adela, su mamá tres se llamaba igual que su mamá uno, Adèle.

La familia tres, era de muy buen pasar y les dió buenas escuelas, ropa delicada, cuidados y atenciones por doquier. Como sefaradíes estaban muy alejados de la comunidad ashkenazí y sabían poco o nada de lo sucedido en la Shoá, no era un tema relevante ni sabían cómo encararlo. Probablemente creyeran que el bienestar que les daban iba a ser suficiente para compensar sus pérdidas y devolverles la felicidad perdida. Pero otra vez el diablo metió la cola porque alguien, no sabemos quien, aconsejó que se cortara el contacto de Noëlly con los Eloy a quienes extrañaba en francés. El nuevo lugar, el nuevo idioma y la ausencia de información fueron un segundo desgarro que ensombrecía tanto su vida que le hacía imposible disfrutar de los beneficios de la nueva familia. 

Las cosas no fueron fáciles para los Fernández dado que Marcel por otra parte tenía una alteración neurológica que determinó preocupaciones inesperadas. 

Habían rescatado a estos chicos generosa y amorosamente y, a pesar de todos sus esfuerzos y dedicación, les era muy difícil apaciguar las almas de Noëlly y de Marcel.

¿Qué nos pasa a los padres cuando vemos que nuestros hijos no son todo lo felices que esperamos? ¿Cómo viven nuestros hijos nuestra conducta hacia ellos? El abandono vivido por Noëlly de su mamá uno no fue por falta de amor sino por amarla muchísimo. Los que la sacaron de la familia dos, buscaban que fuera restituida a la vida judía que le había sido robada. Su mamá tres la cuidó, protegió y alimentó y fue obediente a los consejos que recibía creyendo que ello garantizaría su felicidad. 

Noëlly nos hace pensar en los grises de la conducta humana porque podemos ocasionar penas intentando hacer bien las cosas. 

Muchas veces las mejores intenciones no resultan en las mejores conductas. Pero como Noëlly nos demuestra con su libro y su presencia hoy, la historia siempre puede reescribirse. Se puede hacer porque uno decide qué hacer con lo que pasó. El pasado no es un destino fatal, podemos reconstruir los datos de nuestra vida, sumar personajes y situaciones, comprender contextos y dibujar la vida que cada uno de nosotros quiere vivir.  

Jonathan Karszenbaum, Magali Faerverguer, Alejandro Gorenstein, Noëlly Ordynanc, Aida Ender, Diana Wang y Jonatan Epsztejn.

Jonathan Karszenbaum, Magali Faerverguer, Alejandro Gorenstein, Noëlly Ordynanc, Aida Ender, Diana Wang y Jonatan Epsztejn.

¡Qué hermoso sería que Adèle y Salomon Ordynanc, Ana, Georges, Georgette y Julia Eloy y Adela y Roland Fernández, las tres familias de Noëlly, pudieran verla hoy, con sus hijas y nietos, sus familiares y amigos, resplandeciente, agradecida, finalmente feliz y sonriendo a la vida! 



¡¿Había que pagar matrícula?!

¡Gracias Tute!

¡Gracias Tute!

Te enamoraste. Son el uno para el otro. Deciden convivir confiados en que la vida juntos será un vergel florido, el clima siempre templado, no habrá tormentas y si las hubiera serán pasajeras, cada mañana un nuevo renacer y cada noche los encontrará ardiendo en deseos y maravillados de saberse juntos. 

Ponele unos violines de fondo, claro. 

Empezamos la aventura de la convivencia con las mejores intenciones y la ignorancia más absoluta de quienes somos, de quién es nuestro otro y de los vericuetos y escollos de la vida cotidiana. Embriagados con la romántica idea de que el amor todo lo puede y que el deseo arrollador limará cualquier aspereza, nos arrojamos a la convivencia poco preparados para lo que se viene. No solemos acordar un contrato que especifique las condiciones y las expectativas, lo que cada uno ofrece y necesita. Pero antes que eso, hay una matrícula básica que todos debemos pagar como precondición si queremos evitar el naufragio con su tendal de heridos y el sabor amargo de la derrota.

La matrícula son tres promesas vitalicias: 

  • no intentaré que cambies

  • no entenderé todo como “me lo hacés a mí” 

  • no esperaré que adivines 

NO INTENTARÉ QUE CAMBIES. Sabías que había cosas que tendrían que ser diferentes pero creíste que la fuerza del amor lo haría posible.Tanto bolero y película romántica te convenció de que se podía. Pero a poco de convivir, empiezan los tironeos, los forcejeos para que tu pareja haga lo que querés o deje de hacer lo que no querés. Las diferencias del principio no son ya simpáticas, se vuelven obstáculos que crecen en la proporción inversa a la pasión. Si convivís con alguien ya habrás hecho intentos para que tu otro no sea como es sino como querés o necesitás que sea y los que hizo tu otro para cambiarte a vos. Y sabés del daño, el dolor y la frustración consecuentes. Nadie puede cambiar a nadie. Sentirte obligado a no ser quien sos te hace sentir no respetado ni considerado y genera un profundo resentimiento que mina la convivencia.

NO ME LO HACÉS A MI. Cada uno es como es. Cada uno hace lo que puede, incluso me atrevo  a decir que hace lo más que puede. Con la esperanza de constituir una pareja ideal, cuando lo que esperás no sucede una vez, cuando no sucede otra y empezás a darte cuenta de que no sucederá, cuestionás el amor y la bondad del otro. Si no hace lo que SABE que necesitás, debe ser a propósito, porque no quiere, por pura maldad. Sin embargo en casi todos los casos, está muy lejos de ser así. No somos el centro del mundo de nadie, no somos tan importantes. Veámonos con nuestras necesidades y carencias, nuestras facilidades y dificultades y veamos a nuestro otro con las suyas. 

Repito, cada uno hace lo que puede y no siempre lo que tu otro haga es a propósito, no te lo hace a vos. Verlo así te permite ver al otro como otro, te libera de la queja, del reclamo y la acusación y si tu otro no te hace bien, te permite revisarlo, buscar otra persona y dejar de esperar de quien no tiene o no puede. 

NO ESPERARÉ A QUE ADIVINES. Si necesitás algo, pedilo. Los adivinos y videntes adivinan, las personas comunes no. Vivimos inmersos en nosotros mismos, habitando nuestras burbujas y sin dotes adivinatorias, sobreviviendo lo mejor que podemos. Nuestro otro está igual que nosotros. Si no decimos claramente lo que queremos, si no nos bajamos de la torre narcisista de creernos el centro del mundo, el otro puede no estar enterado de qué nos hace falta. Esperamos lo que suponemos que SABE y cuando no llega, nos quejamos o acusamos. Y el otro, que estaba en otra, no entiende nada y se siente atacado injustamente. Tal vez si hubiera sabido podría haberte satisfecho. En lugar de esperar que adivine como perversa prueba de amor, es más realista, económico y efectivo pedir.

Dos personas conviviendo son dos culturas, dos estilos y modos familiares, dos engramas biológico-sociales diferentes. No nacimos el uno para el otro, no somos la media naranja de nadie. ¡Cuánto daño nos han hecho estos mitos con sus irreales expectativas de felicidad! ¡Qué dura la caída desde semejante ilusión cuando advertimos que ese otro puede ser frágil, vulnerable, imperfecto, necesitado igual que nosotros y que no solo no nos da lo que esperábamos sino que encima nos reclama que a nuestra vez no le demos lo que espera! Conocer lo posible nos ahorra mucha desdicha porque esperar lo imposible es garantía segura de infelicidad. 


La matrícula es obligatoria como el cinturón de seguridad. Pagarla permitirá convenir el contrato -reglas, condiciones, derechos, prohibiciones- para protegernos en caso de los accidentes de la vida y para que la convivencia sea amable, respetuosa y amorosa. Va de nuevo: 


  • no intentaré cambiar al otro 

  • no creeré que todo “me lo hace a mí” 

  • no esperaré que adivine, pediré 


Publicado en LN el 22 de octubre 2019 como “Los costos de una relación”.