peleas grupales

Rugby y Shoá.

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Violencia, patota, sed de pertenencia, identidad compartida, sentimiento de superioridad, vivencia de privilegio, todas son características del mundo del rugby. Dice Lalo Zanoni, ex jugador, con proverbial valentía:

“Es una cultura dominada totalmente por el alcohol en exceso, las trompadas, el “mano a mano” cómo método de validación y triunfo, las peleas grupales (“la general”) como medición de fuerza frente a otros grupos, camadas o clubes rivales. O incluso frente a otras tribus, clase social o religiones distintas: gays, judíos, grasas y “negros villeros”. Porque en el ambiente del rugby, que ya se sabe es bastante conservador, también hay homofobia, xenofobia, machismo y discriminación”. 

“...el mensaje era que si no peleabas eras un cagón. Si no “saltabas” por tus amigos eras un cagón. Lo mismo para el que elegía no tomar. Había que tener mucha personalidad para bancarse ser señalado por no tomar o no pelear.”

Y no puedo evitar asociarlo con el sentimiento de tantos alemanes durante el nazismo que incorporaron el adoctrinamiento nazi de un modo que volvieron a sentirse parte de un colectivo todopoderoso, reivindicador y con derecho a todo. La pertenencia a ese colectivo nacional fue el eje que nos permite comprender cómo tantos alemanes se dejaron seducir contraviniendo su cultura, su religiosidad y su moralidad. Cuando nos preguntamos “¿cómo fue posible?” no siempre tenemos presente que la gente común, el pueblo, lo hizo posible. Como cada uno de los jugadores del tercer tiempo. Había que responder al ideal pregonado, ser duro, ser cruel, no admitir ninguna digresión, no permitirse ningún titubeo a la hora de obedecer. El riesgo, como bien dice Zanoni, era ser excluído, dejar de pertenecer, ser un paria. Dice Zanoni: 

“Como en su momento le tocó al mundo del rock con su Cromañón. Hoy, Fernando Baez es el Cromañon del rugby”. 

¿Qué necesitará la Humanidad para revertir este tipo de procesos? ¿Por qué no podemos encontrarle la vuelta? ¿Qué de la educación no estamos viendo? 

Son preguntas que me atormentan en estas vísperas de un nuevo aniversario del choque del Mundo con el horror de Auschwitz. Un horror que nos sigue horrorizando y frente al que todavía no encontramos la salida.