Otras cosas

La máquina del tiempo. Un regalo de Clara

Mi nieta Clara, llenando una solicitud para ingresar a la universidad,  debió responder a la pregunta “si tuvieras una máquina del tiempo, ¿a qué momento del pasado irías y por qué?”. Esto es lo que escribió (primero está el original en inglés y después mi traducción)

En inglés:

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All families have mysteries. But I would venture to say that my family’s mystery exceeds the ordinary, melding rich history and the disappearance of a baby. That baby was my great uncle, Zenus. My Jewish great-grandparents resided in a small town in Poland during the Nazi invasion. They hid in a two foot tall attic for years to avoid horrific concentration camps. They had a baby boy, Zenus, but could not risk the child crying and giving away their location to Nazis. They gave the boy to a catholic family since his Polish appearance suspended any doubt he was Jewish. After Hitler was defeated, my great-grandparents went to retrieve Zenus from the family; however, they were told that the boy had perished. This brought about many suspicions within my great-grandparents. It was probable that the family had fallen in the love with the boy and were not willing to give him up.

This mystery has plagued my family for decades now, especially my grandmother, the younger sister of Zenus. She even created a website (https://dianawang.net/looking-for-my-brother/) looking for him, calling out to anyone for information about his whereabouts.

My time machine zaps out of the living room, leaving a rainbow dust that instigates little sneezes from my four chickens, and suddenly I appear at that family’s front doorstep. It is 1944, and I learn the fate of my great uncle. If he is alive, I learn his new name, and I come straight back, catch the next flight to Buenos Aires, and finally give my grandmother, who I adore, that closure she has desired her entire life. Simply imagining her reaction, the glitter of hope in her eyes, makes it all worth it. Hey, I might even make this a regular gig and become a family detective!

En castellano:

Todas las familias tienen misterios. Pero podría aventurar que el misterio de mi familia supera lo común, uniendo Historia con la desaparición de un bebé. El bebé era mi tío abuelo, Zenus. Mis bisabuelos judíos vivían en una pequeña ciudad en Polonia durante la invasión nazi. Se escondieron en un ático de menos de un metro de altura para evitar ser enviados a los terroríficos campos de concentración. Tenían un bebé, Zenus, pero no podían arriesgar a que llorara y así los denunciara a todos. Lo entregaron a una familia católica gracias a que su aspecto no levantaba la sospecha de que fuera judío. Después de la derrota de Hitler mis bisabuelos fueron a recuperarlo pero la familia les dijo que el niño había muerto. Mis bisabuelos desconfiaron. Era probable que la familia se hubiera enamorado del chiquito y no lo querían perder.

Este misterio ha acosado a mi familia durante décadas, especialmente a mi abuela, la hermana menor de Zenus. Creó incluso una página web (https://dianawang.net/looking-for-my-brother/) para buscarlos pidiendo a quien la viera cualquier información sobre su paradero.

Mi máquina del tiempo me arranca del living dejando una estela de polvo irisado que provoca pequeños estornudos en mis cuatro gallinas, y aparezco de pronto en el umbral de la puerta familiar. Es 1944 y puedo averiguar el destino de mi tío abuelo. Está vivo, conozco su nuevo nombre, y me vuelvo inmediatamente  y tomo el primer vuelo a Buenos Aires para darle a mi abuela, a quien adoro, el cierre que tanto deseó su vida entera. Imaginando tan solo su reacción, el destello de esperanza en sus ojos, hace que todo haya valido la pena. ¡Uau! ¡esto hasta podría ser mi trabajo y sería una detective familiar!

El peso que puede tener una lapicera

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Cuando era chica había que llevar el tintero a la escuela. Los reyes le trajeron una lapicera fuente ¡venía con la tinta adentro! No veía la hora de que empezaran las clases para mostrársela a las chicas. Y fue tal cual lo había soñado. Con "¡uuuus!" y "¡aaaas!" y "¿me la prestás un cachito?", hacían una rueda a su alrededor. Hasta la señorita se la pidió prestada para ver cómo andaba. Fue el centro del grado ese día.

Cuando llegó a su casa, después de almorzar, se dispuso a hacer los deberes. Trajo el portafolios, sacó el cuaderno de clase y la cartuchera y cuando la abrió no la vio. Volcó todo sobre la mesa y ahí estaban los lápices, la goma de lápiz y la de tinta, el transportador, el compás y la reglita, un caramelo y dos figuritas con brillantina, pero la lapicera fuente no. Abrió el portafolios, sacó el manual, el libro de lectura, las hojas canson de dibujo, el cuaderno borrador, los secantes... y nada, no estaba. Dio vueltas el portafolios esperando que hubiera quedado trabada en algún rincón pero no, nada, no estaba. La lapicera fuente había desaparecido.

No entendía nada porque estaba segura de que la había guardado en la cartuchera antes del último recreo. Se dijo: "Mi papá me va a matar", porque le había recomendado expresamente que la cuidara mucho porque era muy valiosa. Y le había fallado. Fue corriendo y le contó a su mamá, llorando, desconsolada. Por suerte ella le tuvo lástima y no la retó. La abrazó y le dijo que lo iba a convencer al papá para que no la castigara esa noche. Y así fue.

Lo esperó en la puerta antes de que entrara, le dijo lo que había pasado y le pidió que no fuera severo con la nena. A los nueve años uno no tiene claras las dimensiones de lo que pasa, y la chiquita estaba aterrada temiendo un reto y un castigo ejemplares. El papá la miró fijamente y le preguntó qué había pasado. Conteniendo el aire, le contó paso a paso todo, pero no supo explicar por qué la lapicera fuente no estaba en la cartuchera, donde la había guardado. "¿Seguro?", le preguntó el padre. "Sí", le dijo, "y todavía me acuerdo de que la enrollé en un papel glacé de color celeste para que no se rayara y de que Nilda, mi compañera de banco, se rió de mí por eso".

Hace unos días fue con su nieta Sol al shopping. Le había pedido que la acompañara a elegirse zapatos con el dinero que le habían regalado en su cumpleaños. Consiguieron unos preciosos y, cuando salieron al pasillo central, escuchó una voz que le decía tímidamente: "¿Martínez?", y vio delante de ella a una mujer que no alcanzó a reconocer. "Soy Blasco, la que se sentaba en la fila de atrás en la escuela", y ahí sí, se dio cuenta de quién era. Se cruzaron saludos y trayectorias respondiendo a "qué hicimos, si nos casamos, hijos, nietos, la vida". Y eso fue todo, no había más, era un eco del pasado, ya no eran más las que habían sido entonces. Se saludaron cariñosamente y cada una siguió su camino. No alcanzó a dar cuatro pasos cuando oyó: "Martínez.". Se volvió y antes de seguir caminando con rapidez en dirección contraria, Blasco, bajando los ojos, le dijo: "Fui yo. La lapicera me la llevé yo".

Su nieta tenía los mismos nueve años que tenían ellas entonces, nueve años que de pronto volvieron con la fuerza de un chaparrón sorpresivo. Sesenta años después, había olvidado su lapicera fuente desaparecida. Blasco no. Blasco se la había llevado y la había tenido encima todo el tiempo hasta que por fin se la pudo devolver.

Publicado 26 de mayo 2018. La Nación, suplemento Sábado, Psicología, Hacelo Simple.

https://www.lanacion.com.ar/2137668-el-peso-que-puede-tener-una-lapicera

La aldea no arderá. Cuja

Jerusalén de Oro

Jerusalén de Oro

Mi mamá y mi papá eran sionistas. Iban a conferencias, se instruían y entrenaban en lo que sería su vida de pioneros cuando hicieran aliá. Los veo jóvenes en esas fotos en sepia o blanco y negro, rodeados de chicos y chicas, miradas esperanzadas, vestidos con ropa ligera en el verano polaco, haciendo picnics, aprendiendo a arar la tierra con una azada, nadando en el río, riendo. Pasaron meses esperando el ansiado turno para volver a la tierra prometida. Se casaron, nació su primer hijo, Zenus, y sobrevino la hecatombe menos pensada, la Shoá que los hundió en Polonia sin posibilidad de huir.

La Shoá no se llamaba así todavía. Al principio no se llamaba de ninguna manera, ni siquiera imaginaban que lo que estaba empezando era la Segunda Guerra Mundial. Igual que tantos otros, no recibieron a la invasión alemana como peligrosa. Recordaban que en la Primera Guerra Mundial la conducta de los soldados alemanes había sido digna y el pueblo alemán era visto como culto, educado, refinado, sensible. El antisemitismo en Polonia era parte de lo polaco, algo natural con lo que se contaba, no llamaba la atención ni preocupaba particularmente. De hecho la vida judía en la década del treinta floreció y el iluminismo parecía haber llegado por fin a esas tierras atrasadas. Los judíos participaban de la cultura local, estaban representados en el Sejm -el parlamento-, nada anunciaba lo que iba a pasar. Por todo ello, al principio, no tuvieron conciencia del peligro. La persecución de la alemanidad asesina, fue una sorpresa para la que no estaban preparados. Unos años después llamaron a esos años LA GUERRA, pronunciado así, con negrita, con gravedad y peso y con mayúsculas.

La leche y la miel de Palestina habían quedado muy lejos. El día a día era sobrevivir un día más, esconderse, evitar ser descubiertos, conseguir alimentos. Y en el verano de 1944 el Ejército Rojo entró en Stryj y encontró a mis padres vivos aunque desgarrados por la pérdida de su hijo. Fui concebida unos meses después y al nacer en 1945 integré, sin saberlo aún, la llamada generación de las Velas del Iurtsait, los que nacimos inmediatamente después del desastre y resumimos el dolor y la muerte por lo perdido y la esperanza de la promesa de la vida y la continuidad.

No habían abandonado la idea de hacer aliá, pero no era fácil hacerlo. La inmigración era clandestina, el viaje azaroso y arriesgado, no había garantía de poder ingresar a Palestina y estaban conmigo, una bebita que debían proteger por ella misma y en recuerdo del primer hijo que no había logrado sobrevivir. Fue así que llegamos a la Argentina en julio de 1947.

Mis padres viajaron a Israel varias veces. La tierra prometida que les había estado prohibida ya no lo estaba más, pero se habían arraigado en Argentina, había nacido mi hermano menor, las cosas estaban bien, ellos eran grandes… lo pensaron muchas veces pero ya no, ya se quedarían acá. Se juntaban con otros sobrevivientes y la pushke azul y blanca con el mapa del amado Israel pasaba de mano en mano y cada uno ponía lo que podía para que aquel sueño de Herzl, la nación judía, siguiera siendo una realidad.

Hay quien cree que Israel es una consecuencia de la Shoá. No es así. Israel es un deseo vivo en nuestra hagadá milenaria cuando decimos, año tras año, “le shaná habá b’Ierushalaim”, estuvo antes de la Shoá en el sueño de los ideólogos, pioneros y acariciadores de utopías y en la gozosa jutzpá de quienes asumieron el poder de su propio destino. No se lo debemos a la Shoá. Israel fue una utopía de siglos, tal vez la única hecha realidad. Es cierto que después de mucho bregar y de los obstáculos impuestos por la geopolítica, la Shoá fue el argumento definitivo, el último y el más brutal y ya no pudo ser refutado: la patria judía era un derecho y un acto de justicia y así fue honrado y establecido por las Naciones Unidas.

Si mis padres visitaran Israel hoy se caerían de espaldas. Lo que se ve, lo que se vive, lo que allí sucede está mucho más allá de sus sueños más febriles. Tengo solo dos años más que el Estado de Israel, casi nacimos juntos. Camino por Tel Aviv, levanto los ojos y veo esas torres espejadas orgullosas y mi mirada se humedece pensando en cómo sería si lo vieran mis padres. ¡Qué orgullo habrían sentido! Los imagino mirándose uno al otro en mudas exclamaciones de asombro y emoción lamentándose probablemente el no haberse animado allá y entonces, ¿quién sabe?.

Papá adoraba a su colega carpintero Mordje Gebirtig, cantaba todas sus canciones pero la que más conmovía e interpelaba a su alma judía era Es Brent compuesta en 1938 luego de un pogrom en Przytyk. Veo a papá en la dorada Jerusalém, en los jardines de Galilea, en las playas de Ashdot, en el Carmel en Haifa, en las plazas de Beer Sheba, los atardeceres de Iafo y los cientos de bosques plantados a mano, en la mágica Ein Guedi, el Golán y Eilat, en el Kotel y en Mamilla, caminando lado a lado con su autor favorito. Ya no tiene sentido cantar el amargo y triste estribillo, aquél “y ustedes están parados con sus brazos cruzados mientras la aldea arde”, porque en Israel corren vientos de fuerza y arrojo, los brazos finalmente se des cruzaron, es un coloso de creatividad y maravillas donde nadie se queda parado mirando porque aquella aldea ya no es una pobre aldea y ya no arde ni arderá nunca más. En su jóvenes 70 años hoy exclama de pie, orgullosa y floreciente, “¡Hineni!”, acá estoy y acá me quedo.

Publicado en CUJA http://cuja.org.ar/la-aldea-no-ardera/

Oskar Schindler, el criadero de nutrias.

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Lo que más me gustaba eran las nutrias.

Recostada en el borde las miraba nadar en el barro. Nadaban incansablemente en esa acequia sin fin que, como un mandala endiablado, persistía en desembocar en sí misma. Las nutrias no sabían que no había salida.

-¿Por qué nadan las nutrias? - le pregunté a mamá que, siempre que no sabía qué decirme decía lo mismo: - Es la naturaleza, nena, la naturaleza.

-Pero si no van a ningún lado... ¿por qué nadan todo el tiempo? - insistía.

-... es lo único que saben hacer.

Me pasaba horas viéndolas pasar una y otra vez. Creo que más que ese nadar incesante y desesperado, como de ahogado, eran los ojos los que me atraían, eran ojos asustados, huidizos, que evitaban mirarme, ojos paranoicos, atentos, nerviosos, extraviados, bolitas de vidrio marrón que giraban con increíble velocidad hacia uno y otro lado; como un fascinum[i] que me tenía atrapada.

Recostada al borde de la acequia me pasé horas intentando contarlas, pero no pude. No se diferenciaban unas de otras, en todas la misma mugre, la misma desesperación, los mismos ojos desarticulados. Pensé marcarlas de alguna manera, por lo menos a una, para empezar por ella y ver cuántas había, como hacían con las vacas o los caballos.

Pero no sabía cómo se hacía una cosa así, nunca había visto una yerra ni sabía que se podía tomar un hierro al rojo y dejar una marca indeleble sobre la piel.  Tomé entonces  una maderita y la puse sobre la cabeza de la primera que pasó y empecé a contar. Iba por doscientos cuando me di cuenta que se le había caído. Me pasé la tarde obsesionada con la idea de contarlas, de saber cuántas eran. Podría haberle preguntado a Frau Emilie o al señor con el que hablaban los grandes debajo de la galería, pero por alguna razón que no comprendí en aquel momento, debía descubrirlo sola. No pude. Nunca las pude contar. Ni la primera, ni ninguna de las otras veces que estuve.

La vez siguiente, pretendí reconocerlas por su tamaño, descubrir cuáles eran adultas y cuáles no, si se juntaban algunas con algunas otras, si había machos y hembras, si había familias. Tampoco pude llegar a ninguna conclusión. No tenía el método ni la constancia necesaria.

Mi última visita fue la más concreta. Ya había hecho mis averiguaciones. Sabía que lo único cierto era que estaban encerradas y que las iban a matar. Me propuse esa tarde encontrar la manera de que pudieran escapar.

La quinta quedaba en San Vicente, en el medio del campo. Íbamos por una ruta y después tomábamos un camino secundario. Cuando nos tocaba estar en el auto de atrás teníamos que cerrar todas las ventanillas porque si no nos llenábamos de tierra.

Era toda gente grande. Menos yo. La única otra hija del grupo era Halina, pero ya era mayor, como de dieciocho y nunca quería venir. A mí, como era chica, no me preguntaban.

Ni bien se veían los cipreses que bordeaban la quinta gritaba:

-Voy yo! - lanzándome del auto, levantaba el gancho de fierro y empujaba la tranquera con todas mis fuerzas.

Nos recibía la mirada ajada de una mujer flaca y alta. Andaba siempre con un batón descolorido, de esos que se venden en las tiendas de pueblo, triste y llovido.

-Guten Tag Frau Emilie - la saludaban.

-Está allí - decía en castellano y  señalaba el alero al costado de la casa. La primera vez bajó los ojos y, cuando todos hubieron pasado, se me quedó mirando mientras yo cerraba la tranquera. No sabía si era la esposa o la cocinera.

-Ella tampoco sabe - pensó  más que dijo esa noche mamá. Papá replicó:

-No le hagas caso, está embrujada, como todas las otras.

-¿Quién está embrujada? - pregunté.

-Tu mamá, ¿quién va a ser? - dijo en medio de una carcajada - No sé qué tiene ese hombre, las tiene locas...

El hecho es que los grandes entraron y nadie se ocupó de nosotras que no teníamos nada que hacer juntas.

-Hay nutrias allá -  señaló vagamente.

Pasé cerca de la casa. Vi a los grandes sentados bajo el alero alrededor de ese hombre. En casa se hablaba de él con veneración. Ceremoniosos, duritos, formales, inusualmente respetuosos, le hacían preguntas, escuchaban con atención sus respuestas, alzándolo en el altar de sus miradas. Cada una de sus palabras sería recordada, analizada y comentada minuciosamente en los días subsiguientes.

-Ayer estuvimos en la quinta de Schindler - le dije el lunes a Olguita, mi compañera de banco.

Pero no me prestó atención. En esos días no era conocido ni famoso. No era como Pascualito Pérez o Fangio o Perón o Gina Lollobrígida o Nicola Paone. Nadie fuera de nosotros, los que íbamos a la quinta de San Vicente, parecía saber de su existencia. Sólo para nosotros era importante. Para el resto del mundo no era nadie.

Le empecé a hablar a Olguita sobre las nutrias, le conté de mi plan de liberarlas y ahí sí me escuchó con atención.

-Me recorrí toda la acequia. Es chica. Da una vuelta alrededor como de una islita y nada más. Mirá, así - y le hice un croquis - Encontré un arroyito por donde le entra el agua; no sé de dónde viene ese arroyito, de afuera me parece, pero tiene como una tranquera, así, ¿ves?, las nutrias no pueden pasar por ahí, ¿m'entendés? nadan y nadan pero dan vueltas, no pueden salir.

-¿Por qué querés que se escapen? - me preguntó Olguita - ¿no decís que son feas como ratas?, ¿para qué las querés?

-No sé - le dije. No podía explicarle lo que en ese momento y en ese contexto para mí todavía no tenía explicación - ... para jugar, para hacer algo... no sé.

Pero era más que eso; era algo ligado al poder, la fascinante sensación de dominar sus vidas, como estar sobre un escenario, o salir en Radiolandia, como ser un hipnotizador o ganar la Grande. No importaba que fueran sólo ratas; la idea de planear su liberación igual me hacía sentir importante. "¿Cuál sería el papá?", "¿Tendrán una familia igual que nosotros? ¿Habrá mamás, papás, hijitos, tíos, primos, hermanos...?", "Esa chiquita nunca se despega de la que tiene una mancha negra sobre el ojo derecho... ¿Serán madre e hija?", si conseguía dejar salir a alguna, mejor que fuera un grupo, algunas que fueran amigas o familiares para que no se sintieran solas, para que no extrañaran a nadie... Yo decidía quién viviría y quién no. Me sentía como una heroína de película dispuesta a rebelarme, a hacer algo que podía ser castigado y soñaba con glorias y laureles.

Pero fue sólo un juego. Nunca me animé a dejar escapar alguna. Y siempre tuve remordimientos: ¿Y si la nutria con la mancha negra sobre el ojo derecho era de verdad  la mamá de esa chiquita que no se le despegaba? Nunca lo supe. Tal vez la chiquita tenía miedo, no quería que la separaran de su mamá. Tal vez las mataron juntas, las desollaron, clavaron sus pieles en maderas y después las cosieron en algún sacón suave y lujoso.

Ya sé que estos pensamientos suenan ridículos.

(Las nutrias no piensan.)

(Aunque pensar que las nutrias no piensan no justifica nada.)

(Tampoco con las nutrias.)

Lástima no haberme atrevido

Lástima, además, no haber prestado más atención a otras cosas.

Lástima no haber guardado en mi memoria la cara de Schindler, alguna anécdota, una pequeña frase, algo que me permitiera salir al mundo y gritar: "¡Eh! ¡Mírenme! ¡Yo también lo conocí... entrevístenme a mí!" Sólo una imagen borrosa de un hombrón rubicundo y bonachón con un vaso de whisky a continuación de la mano y las voces de las mujeres chismorreando acerca de sus amantes. 

A veces veo a Halina, la hija adolescente del grupo, la que nunca quería venir. Ella había estado en Cracovia con su mamá y su papá. Tuvieron la suerte de que no fuera yo quien miraba la escena de su debatirse inútil, que en lugar de "jugar" con ideas, hubo alguien, que aunque en un principio también jugando, se jugara por ellos.

-¿Viste la película de Spielberg? - le pregunté. Todo Buenos Aires hablaba de ella; el mundo entero aplaudía los premios de la academia de Hollywood.

-No. No puedo verla. Tengo miedo de que sea demasiado. O demasiado poco. 

-¿No sabés si estás allí?

-Sí,  yo soy la nena que le trae la torta de cumpleaños.

-¿Cuál? ¿La adolescente a la que besa delante de todos los nazis?

-¡No! ¡Esa no! La chiquita, la que le trae la torta.

No me atreví a interrumpir su silencio.

-Nunca quisiste venir a la quinta.

-No. ¿Vos?

-Sí, me llevaban, yo no entendía nada, no me 

daba cuenta de nada, ni siquiera me acuerdo bien de él.

-¿De verdad no te acordás?, me preguntó incrédula.

-De verdad. Es extraña la memoria. Lástima, ¿no?, sólo recuerdo las nutrias.

 

[i] Fascinum (latín): amuleto, objeto que atrae la mirada para impedir el  "mal de ojo".

 

Capítulo 14 de "Con una piedra en el zapato".

Ahora resulta que QUERÍAMOS ir al gueto.

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El padre del Primer Ministro de Polonia, Kornel Morawiecki, dijo que los judíos eligieron ir a los guetos para evitar estar junto a “esos desagradables” polacos.

En una escalada de declaraciones que pretenden enarbolar bien alto la bandera del heroísmo, la dignidad y la inocencia de los polacos, tan ensombrecida por la conducta de muchos durante la Shoá, estas construcciones tergiversadas que falsean la verdad parecen no tener fin.

Mateusz Morawiecki, el Primer Ministro, dijo hace unas semanas que los judíos también habían colaborado con los nazis. Ahora su padre lo refrenda y levanta la apuesta, no solo colaboramos sino que entramos felices y contentos a los guetos, ya no como ovejas según la vieja acusación, sino como completos idiotas.

¿De dónde saca semejante idea? Morawiecki padre, ex legislador, alude a dos grupos de colaboracionistas e informantes judíos, el Grupo Trece y los Zagiew, y a los policías judíos de los guetos encargados del mantenimiento del orden interno, de los castigos y en parte de las deportaciones. Aunque la infame conducta de estos grupos es un hecho, fueron una minimísima expresión de la población judía acorralada, solo un puñado estuvo allí, los de más baja estofa, ex presidiarios, delincuentes, proxenetas; creyeron que aliándose con el enemigo aseguraban su salvación y la de sus familias. No sucedió así, fueron asesinados por los nazis, junto con sus familias, igual que todos solo que un poco más tarde.

Ningún grupo humano es homogéneo. Tampoco los judíos. La pureza, de cualquier orden que sea, existe solo como una abstracción teórica. Hay buenos y malos, leales y traidores, solidarios y ladrones, cuidadores y asesinos en todos los grupos humanos. Generalizar a todo un grupo la conducta de unos pocos es falsear la verdad, cosa a la que estamos siendo acostumbrados en este mundo en el que quiere reinar la conveniente, apaciguadora y maquillada pos verdad.

La buena noticia es que el gobierno polaco toma distancia. Según Haaretz, Bartosz Cichocki, Ministro de RREE de Polonia, afirma que los comentarios de Morawiecki “no reflejan la posición de su gobierno”.

Los polacos recularon. Esa y otras cosas para pensar.

10 de Julio de 1941. Sucedió en Jedwabne

10 de Julio de 1941. Sucedió en Jedwabne

(Para Mundo Israelita en su número especial de Pésaj)

Recularon. Unos días después de que el aluvión indignado de protestas cayera sobre ellos, la Liga Polaca contra la Difamación y el Reducto del Buen Nombre (no es invento mío, se llaman así), enviaron un mail a todos los que hemos levantado la voz. Dicen allí que su reacción adversa e indignada no fue debido a la nota publicada sobre la masacre de Jedwabne, sino a la foto que la ilustraba. En lugar de ser una foto de lo sucedido en 1941, era una de 1950 que muestra a soldados independentistas polacos asesinados por agentes soviéticos. Algunos adjetivos del autor de la nota que arrojaban sombras sobre los buenos polacos de siempre al denominarlos verdugos, asesinos o monstruos parecen no molestarles ya como decían al principio.

Cito sus propias palabras:

“El Reducto no está exigiendo cambios en el texto de Federico Pavlovsky y, por lo tanto, no niega el crimen en Jedwabne, sino que exige disculpas en relación con la manipulación de la fotografía que ilustra el texto y que ofende la memoria de los soldados que luchaban contra los comunistas”.

Expresan luego su profunda ofensa porque algunos medios argentinos los han calificado como nacionalistas, revisionistas, negacionistas, e incluso, fascistas. Esa parte me pone muy contenta porque es, en principio, una buena noticia que consideren a esas calificaciones como ofensas. Obviamente una foto mal elegida ofende al susceptible nacionalismo polaco y al señalarla como falsa deja abierta la sospecha de que alguna otra cosa de la nota también lo sea.

Página 12 inmediatamente cambió la foto en su web site y ahora ilustra la nota el monumento erigido en Jedwabne vandalizado con cruces esváticas. Una buena foto que subraya los conceptos del artículo.

En el interín, he recibido cientos de mails y mensajes de total coincidencia con mi manifiesto en el que pedía que Polonia me denunciara también a mí. Y que me crucificara, como habían hecho los romanos con aquel otro judío que decía cosas que no les gustaban. Las cartas me contaban historias de familiares, de abuelos y bisabuelos, que habían traído a la Argentina su resentimiento sobre lo vivido en tierras polacas. Muchos decían que, como en la película El último traje, la palabra misma, Polonia, había quedado como una mala palabra. Que habían renunciado a hablar el idioma, que nunca de los nuncas jamases querrían pisar ese suelo y que de ninguna manera solicitarían el pasaporte y que si lo tenían, lo quemarían en señal de protesta. Hubo mensajes más ponderados, claro está, pero los anti polacos crudos y extremos fueron los más como si aquella memoria y emoción de sus mayores siguiera palpitando con la misma fuerza del pasado.

Esta secuencia de sucesos me ha abierto varias reflexiones que comparto ahora acá.

Respecto de los defensores del “buen nombre polaco” me pregunto ¿cuál habrá sido el proceso interno de los miembros del reducto (repito: no es invento, se llama reducto), de estos reductores? ¿Qué presiones u órdenes recibieron para retroceder de esa manera?. ¿Quién y cómo los convencieron de no declararse nacionalistas o fascistas? ¿A qué propósito político beneficia este recule? Por otra parte, no veo ninguna palabra de pesar o arrepentimiento en el texto de los herederos de los perpetradores por los asesinatos cometidos.

Las reacciones en nuestro medio, fueron tan unánimes que evidentemente el tema tocó un nervio muy sensible. La parte buena fue que ante el ataque volvimos a ser un colectivo homogéneo, al menos un ratito. Me impresionó cuánto del histórico antisemitismo polaco padecido seguía vivo como hace 100 años en nuestro imaginario judío. Es como si la identidad judeo-polaca tuviera al antisemitismo como un integrante esencial tan hondamente incorporado que polaco y antisemita pasaron a ser sinónimos. El tema merece un mayor desarrollo que dejo para otro momento.

Pero si el partido gobernante actual fuera antisemita, es preciso señalar que el gobierno no son todos los polacos. Hay otros. Hay voces disidentes, periodistas, docentes e intelectuales en proceso de revisión de los lavados de cerebro soviéticos que decían que judíos y polacos habían sido víctimas de los nazis de igual manera. Hay académicos que imparten clases de Estudios Judíos en las universidades y alumnos, ninguno judío, que asisten a ellas y aprenden idish para leer los textos en idioma original. Está el Museo Polin inaugurado hace poco en terrenos donde estaba el gueto de Varsovia, un museo que muestra y cuenta los mil años de vida judía en Polonia, visita obligada de todas las escuelas del país y con importantes programas educativos. La impronta del gobierno polaco actual, más que antisemita -que los hay-, es manifiestamente nacionalista por ello sostiene y enarbola el glorioso heroísmo polaco como bandera de unión e identidad.

¿Qué quiero decir? ¿Que Polonia es un paraíso para los judíos y que nunca nos trataron mal allí? No. De ninguna manera. Todo lo que decían aquellos inmigrantes fue verdad, su dolor, sus heridas fueron fruto del antisemitismo más crudo. Me atrevo a decir, incluso, que hay un núcleo de antisemitismo en Polonia tan vivo hoy como entonces y que harán falta varias generaciones de personas como estos jóvenes que se atreven a revisar el pasado, a aceptar sus culpas y responsabilidades, para que vuelva a ser un lugar en el que aquel judío que desee vivir allí pueda hacerlo en paz.

Pero nosotros, los judíos, no podemos hacer lo mismo que nos hicieron a nosotros. No podemos usar los “todos”, “nadie”, “siempre” y “nunca”. Vivimos en carne propia las consecuencia de las generalizaciones, el “todos los judíos son….” ha costado la muerte a millones. Nosotros, más que nadie, tenemos la obligación moral de ponderar, de evaluar, de ver y respetar las diferencias, de no prejuzgar, acusar y sentenciar antes de saber.

Me parece, obviamente que la reciente ley promulgada en Polonia que prohíbe decir que el gobierno polaco tuvo responsabilidad en el exterminio del pueblo judío, es un flagrante atentado contra la libertad de expresión, un retroceso inaudito en este momento del mundo en el que las redes sociales y el universo de internet hacen imposible frenar nada que se quiera decir. Es como querer parar una catarata con las manos. Además de antidemocrático, es absurdo.

Pero parte de los fundamentos de la ley son correctos. Polonia fue ocupada por Alemania en 1939, su gobierno desmantelado. Exiliado en Londres, el Gobierno Polaco en el Exilio fue profundamente anti nazi y no tuvo complicidad ni responsabilidad alguna con el exterminio del pueblo judío.

Fue diferente con los individuos, los polacos particulares que fueron cómplices, ladrones, denunciadores, sobornadores, usurpadores, en suma, culpables. Fueron personas individuales, no el gobierno. Por eso cuando dicen que están hartos de oír hablar de “campos de concentración polacos” les asiste la razón. Polonia no existía como país, la parte ocupada por Alemania fue dividida en el Warthegau - la Región del río Warthe- y el General Gouvernement -el Gobierno General-. En 1941 se extendió hacia el este con la ocupación del territorio que había estado bajo la órbita soviética. Los campos de concentración fueron instalados, creados y administrados por alemanes, ubicados en lo que había sido Polonia antes de la ocupación.

Y si pensamos en acusar a gobiernos, acusemos a los gobiernos de Francia, Austria, Italia y Hungría por mencionar unos pocos, gobiernos que se aliaron con el Eje del Mal, cómplices concretos en el exterminio de los judíos. No escuché a ningún francés, austríaco o italiano que se niegue a pisar su tierra o que renuncie a su pasaporte de la Comunidad Europea para expresar su indignación por lo que hizo el gobierno de su país durante la Shoá.

Resulta altamente preocupante esta ola nacionalista y xenófoba que parece estar inundando al mundo. Polonia no está sola. Los cientos de miles de refugiados que golpean las puertas de la civilizada y sofisticada Europa son el pretexto para que vuelva a sobrevolar aquel tufo pestilente a fascismo que parecía haber desaparecido pero que volvió a la vida de manera dolorosa y sorpresiva.

Que en este Pésaj, la fiesta de la justicia y la libertad, mantengamos abierto el alerta mientras comemos echados sobre almohadones como reyes. ¡Atención al  tronar que anuncia borrascas y tempestades! ¡Am Israel Jai! ¡Am Humanidad Jai!

Polen soll auch mich anzeigen

Polen soll auch mich anzeigen, mich anklagen, verklagen, kreuzigen

weil ich öffentlich erkläre,

dass es Polen waren,  die meinen kleinen Bruder nicht zurückgaben,

dass es Polen waren, die sich nach der Deportation der Juden

ihre Häuser aneigneten und ihren Hausrat plünderten,

dass es Polen waren, die meine Mutter vom Bürgersteig auf die Straße verwiesen, „damit sie den Weg der Tiere teile“,

dass es Polen waren, die bei der Ansicht meiner noch lebenden Eltern

ihnen fluchend und verächtlich zuriefen, „ach, ihr habt überlebt?“

dass es Polen waren, die bestochen werden wollten,

wenn sie einen Juden entdeckten,

dass es Polen waren, die sie trotz Bestechung dann doch noch anzeigten.

Polen soll auch mich anzeigen, mich anklagen, verklagen, kreuzigen,

weil es Polen waren, die in Jedwabne ihre Nachbarn verbrannten,

weil es Polen waren, die diejenigen ermordeten, die nach Kielce zurückkehrten,

weil es Polen waren, die keinen Juden in ihren aufständischen Gruppen duldeten,

weil es Polen waren, die auf den Straßen lauerten, um Juden wegen der Belohnung  zu jagen,

weil es Polen waren, die Juden gegen Geld versteckten und sie dann, war das Geld zu Ende, anzeigten,

weil es Polen waren, die Wasser zu unerschwinglichen Preisen verkauften, wenn die Züge auf ihrem Wege nach Treblinka und Auschwitz Halt machten.

Polen soll auch mich anzeigen, mich anklagen, verklagen, kreuzigen,

weil es Polen waren, die ihre jüdischen Schüler und Mitschüler in den Schulen verspotteten,

weil sie Polen waren, die Pfarrer, die unter  Anschuldigung des Gottesmords jahrhundertelang Hass predigten,

weil es Polen waren, die Beifall klatschten, wenn die Nazi-Horden die Juden aus ihren Häusern rissen,

weil es Polen waren, die angeheuert wurden, um Juden über Flüsse und Grenzen zu bringen, und sie dann an unbekannten Orten verließen,

weil es Polen waren, die sie, nachdem sie sie verlassen hatten, anzeigten,

Polen soll auch mich anzeigen, mich anklagen, verklagen, kreuzigen

obwohl ich auch erkläre,

dass die polnische Regierung im Exil kein Mittäter des Nazismus war,

und dass es auch einige Polen gab, die sich nicht unterwarfen

und den Juden halfen,

dass es auch einige Polen gab, die sie versteckten, ernährten und pflegten,

und dabei ihr eigenes Leben aufs Spiel setzten,

dass es auch einige Polen gab, die ihnen gefälschte Ausweise besorgten,

dass auch einige Polen dem Hilfsrat Żegota angehörten,

ohne diese Polen hätte kaum ein Jude überlebt,

tausende waren es, diese Polen, die im rohen Gegensatz die Millionen Mittäter, Verantwortlichen und durch Tun oder Unterlassen Schuldigen ins Licht stellen.

und deshalb sage ich,

Polen soll auch mich anzeigen, mich anklagen, verklagen, kreuzigen.

Diana Wan

Übersetzung: Susana Mayer

אני מבקשת שפולין תאשים אותי, תשפוט אותי ותצלוב אותי

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אני מבקשת שפולין תאשים אותי, תשפוט אותי ותצלוב אותי

כי אני אומרת בראשי חוצות

שהיו אלה פולנים שלא השיבו את אחי הקטן

כי היו אלה פולנים שהשאלתו על בתי היהודים ועל הרכוש שבהם אחרי שהיהודים שהוסגרו לנאצים.

כי היו אלה פולנים שלא אישרו לאימי לצעוד על המדרכות העיר  והכריחו אותה ושכמותה לצעוד ברחובות בדיוק כפי שעושות ״בהמות״.

היו אלה פולנים שכאשר צפו בהורי החוזרים מגהנום המחנות החריזו בזילזול, ״אה, נותרתם בחיים״ 

כי היו אלה פולנים שדרשו שוחד כאשר גילו יהודי מסתתר

כי היו אלה פולנים אלה שהסגירו יהודים אפילו אחרי קבלת השוחד המבוקש

אני מבקשת שפולין תאשים אותי, שתשפוט אותי , שתיצלוב אותי כי היו אלה פולנים ששרפו חיים את שכניהם בזדבבנה

כי היו כלה פולנים שרצחו את היהודים שחזרו מקיאלצה

כי היו אלה פולנים שלא אישרו ליהודים להצטרף לקבוצות מורדים פולנים

כי היו אלה פולנים שסיירו ברחובות בציפיה לצוד יהודי ולקבל את הפרס 

כי היו אלה פולנים אשר הסתירו יהודים תמורת תשלום וכאשר הכסף נגמר,הסגירו אותם לנאצים

כי היו אלה פולנים אשר עמדו בתחנות הרכבת אני בדר לאושביץ וטרבלינקה ומכרו מים במחירים מופרזים ליהודים הצמאים.

אני מבקשת שפולין תאשים אותי, תשפוט אותי ותצלוב אותי כי היו אלה פולנים אשר לאגו לתלמידיהם ולחבריהם לספסל הלימודים בבתי הספר.

כי היו אלה כמרים פולנים אשר מאה אחר מאה הנחילו למאמיניהם את השינה ליהודים  תחת האשמה של רצח ישו.

כי היו אלה פולנים אשר מחו כפיים לרוצחים הנאצים אשר תלשו את היהודים מבתיהם.

כי היו אלה פולנים אשר בתשלום הובילו יהודים , חצו הרים ונהרות ולבסוף נטשו אותם בשממה הלא מוכרת.

כי היו אלה פולנים שאחרי שעזבו את היהודים בשממה, הסגירו אותם לנאצים.

שפולין תאשים אותי, תשפוט אותי ותצלוב איתי גם כאשר אני אומרת שהממשל הפולני בגלות לא היה שוטף למעשיהם של הנאצים.

כי היו גם פולנים שלא נכנעו להמון ועזרו ליהודים.

כי היו גם פולנים שהסתירו יהודים ועזרו להם גם שבכך סיכנו את חייהם.

כי היו גם פולנים שדאגו למסמכים מזויפים ליהודים.

כי היו גם פולנים בין חברי רשת סגוטה.

כי בלי פולנים כאלה, כמעט שאף יהודי לא היה ניצל.

היו אלפים של פולנים שהאירו  באור שונה את האחוריות של מיליוני פולנים משתפי פעולה עם הנאצים, אחראיים ואשמים בפועלם או בהעדר פעולה.

בגלל כל הנאמר מבקשת אני שפולין תאשים אותי, תשפוט אותי ותצלוב אותי.

דיאנה וונג

נא שטפו 

Diana Wang - President of Generaciones de la Shoá en Argentin

Que la Pologne me dénonce et m'accuse

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Je veux que la Pologne me dénonce, qu´elle m'accuse, me poursuive et me crucifie

parce qu´à tous vents je dis :

ce sont des Polonais qui ont caché mon petit frère et se sont niés à nous le rendre

ce sont des Polonais qui se sont approprié les maisons et tout ce qu'il y avait dedans lorsque les Juifs furent déportés

ce sont des Polonais qui empêchaient ma mère de circuler sur le trottoir et l´obligeaient à marcher «où vont les animaux», sur la chaussée

ce sont des Polonais qui, lorsqu´ils virent revenir mes parents s'exclamèrent avec mépris «Ah? vous avez survécu?»

ce sont des Polonais qu´il fallait soudoyer lorsqu´ils découvraient un Juif

Ce sont des Polonais qui le dénonçaient, ce Juif, même après avoir accepté d'être soudoyés

Que la Pologne me dénonce, m´accuse, me poursuive et me crucifie

parce que à tous vents je crie que

ce sont des Polonais qui ont brûlé vif leurs voisins à Jedwabne

ce sont des Polonais qui ont tué ceux qui revinrent à Kielce

ce sont des Polonais qui refusaient aux Juifs la possibilité de se joindre à leurs groupes de résistance

ce sont des Polonais qui dans les rues étaient à l'affût de Juifs pour obtenir la récompense promise

ce sont des Polonais qui cachèrent des Juifs pour gagner de l´argent et qui, une fois l'argent dépensé, les dénonçaient

ce sont des Polonais qui, à un prix exorbitant, vendaient un peu d´eau aux Juifs lorsque sur le chemin à Treblinka ou Auschwitz les convois faisaient un arrêt

Que la Pologne me dénonce, m´accuse, me poursuive et me crucifie

parce que´à tous vents j´affirme  

que ce sont des Polonais qui dans les écoles se moquaient de leurs élèves et de leurs camarades juifs

qu´ils étaient Polonais les curés qui, en accusant les Juifs de déicides, prédiquèrent la haine durant des siècles  

que ce sont des Polonais qui applaudissaient les hordes nazies qui arrachaient les Juifs de chez eux

que ce sont des polonais qui, payés par des Juifs pour leur faire traverser une rivière ou franchir une frontière, les abandonnaient dans des parages dangereux

que ce sont des Polonais qui, après les avoir abandonnés, les dénonçaient

Que la Pologne me dénonce, m´accuse, me poursuive et me crucifie

même si je dis aussi

que le gouvernement polonais en exil n'a pas été complice du nazisme

et qu'il y eut des Polonais qui refusèrent de se soumettre et aidèrent des Juifs

des Polonais qui les cachèrent, leur donnèrent à manger et prirent soin d´eux au risque de leur propre vie

des Polonais qui s´occupèrent de leur fournir de faux documents

des Polonais aussi qui se joignirent au réseau de sauvetage Zegota.

Sans ces Polonais-là pratiquement aucun Juif n'aurait pu survivre

Ils furent plusieurs milliers  ces Polonais dont la dignité et la bravoure brillent et se détachent du fond obscur de la responsabilité de millions d'autres Polonais, complices et coupables par action ou omission,

C'est pour toutes ces raisons que je veux que la Pologne

me dénonce, moi aussi, m'accuse, me poursuive et me crucifie.

Diana Wang - Presidente de Generaciones de la Shoá en Argentina

Traduit par Hélène Gutkowski

I want Poland to report and sue me too

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I want Poland to report me too, sue me, accuse me, and crucify me

because I publicly state that:

the Polish did not give my brother back

the Polish confiscated the houses and all their contents once the Jews were deported

the Polish would not let my mother walk on the sidewalk and would kick her onto the street “where animals belong”

the Polish, after seeing that my parents had survived, said with disdain “eh? You survived?”

the Polish asked for bribes when they discovered a Jew

the Polish would report them even after they had been bribed

I want Poland to report me,

sue me, accuse me, and crucify me because

the Polish incinerated their neighbors in Jedwabne

the Polish killed those returning to Kielce

the Polish would not let Jews join their resistance

the Polish would stalk the streets, hoping to catch a Jew for the reward

the Polish hid Jews for money and, when the money ran out, would end up reporting them

the Polish would sell water at exorbitant prices when trains stopped on their way to Treblinka and Auschwitz

I want Poland to report me, sue me, accuse me, and crucify me because

the Polish mocked Jewish students at school

the Polish priests preached hate century after century based on the believe that the Jews killed Christ

the Polish applauded the Nazi hordes who ripped Jews from their homes

the Poles who were hired to help Jews cross rivers and borders were the same ones who would abandon them in unknown places

the Polish were the ones who, after abandoning them, would report them

I want Poland to report me, sue me, accuse me, and crucify me because

Even though I also say that

the Polish government abroad was not a Nazi accomplice, and that

there were also some Poles who did not submit and did help the Jews

some Poles did hide them, feed them, and take care of them while risking their lives

some Poles did provide them with false documents

some Poles were also part of Zegota’s salvation network

without these Poles almost no Jews would have survived

these thousands of Poles stood in harsh contrast to the millions of complicit Poles who were guilty of actions of omission and commision

Because of all this

I want Poland to report me too, sue me, accuse me, and crucify me

Diana Wang. President of Generaciones de la Shoá en Argentina.

Translation by Judith Tiferes and David LaVergne