antisionismo

Más que antisemitismo

Aunque otras cosas están ocupando el interés mediático, la tragedia entre Israel y el pueblo palestino sigue su curso, los secuestrados continuan prisioneros. El antisionismo es hoy una bandera de lucha y varios hechos bélicos llegan con títulos que acusan a Israel aunque luego el texto lo desmiente. ¿En qué se sustenta que solo a Israel se le exija lo que a otros países no? ¿Por qué solo la patria judía tiene tanto protagonismo mediático mientras decenas de injusticias y arbitrariedades en otros sitios no se mencionan? ¿Es solo antisemitismo? 

Aunque es indudable que es un fértil ingrediente emocional, el antisemitismo no alcanza para comprender esta ola anti israelí que asola a políticos, estudiantes, medios y defensores de DDHH en una explosión de odio que se expande en lugar de decrecer. Muchos no se reconocen como antisemitas aunque esgrimen las tradicionales acusaciones judeófobas de poder, supremacía y maldad.

Terminado el año lectivo en el hemisferio norte, las protestas se aligeraron, los alumnos de las carísimas universidades norteamericanas, sus profesores y autoridades se acogieron al descanso del verano y llevaron sus carpas a las playas, los bosques o las montañas, pero las semillas que plantaron se replicaron en todas partes y son causa de lucha por doquier. 

Cualquier declaración pro israelí es vista como sospechosa y quien la enuncia es cancelado. Las respuestas de las tres infaustas decanas lo reflejan claramente; repudiarían con firmeza ataques a afroamericanos o a miembros de las diversas sexualidades pero se mantuvieron incólumes ante el clamor estudiantil por el exterminio de Israel. La caza de brujas antisionista dejó un tendal de víctimas, tanto que el número de cesanteados supera a los que perdieron sus trabajos durante el macartismo.

¿Cómo entender a quienes, con la mejor intención, enarbolan la bandera palestina en grito de reivindicación? 

Tal vez, caído el muro de Berlín y con él la oposición comunismo-capitalismo, nos hemos quedado sin causas de lucha. La ecología, la diversidad de géneros y sexualidades, el feminismo y los derechos humanos brindan poderosos argumentos a quienes perdieron horizontes de sentido. Y hay más.

El eje perpetrador/oprimido nacido en las teorías post colonialistas señala como víctimas a las poblaciones sometidas ayer por europeos y norteamericanos, los “no-blancos” a los que defender y rescatar. Los feminismos denunciaron al patriarcado e identificaron al macho blanco héterosexual como modelo de autoritarismo y supremacía. Desde ambas vertientes se entroniza a la víctima como inocente sin discusión. Israel y sus judíos, varias décadas después del holocausto, vencieron uno a uno, a los poderosos ejércitos árabes y perdieron su condición de eternas víctimas para ser los triunfadores. 

Los países comunistas y las izquierdas volcaron su apoyo hacia sus proveedores de petróleo y una nueva generación de potentados islámicos invirtió parte de esa riqueza atesorada en grandes tiendas, equipos de fútbol y universidades, fortunas que alimentaron las casas de estudio norteamericanas y demandaron cátedras, docentes y contenidos antisionistas. Uniendo en un ramillete estas distintas causas, Israel pasó a ser, en el imaginario universitario, el estado blanco, explotador y patriarcal que sometía, oprimía y victimizaba al pueblo palestino. 

El planteo, simplificador y maniqueo, oculta que la tal victimización, que efectivamente existe, es obra en gran medida de los dirigentes palestinos que mantienen a su población en eternos campamentos transitorios para obtener apoyos económicos y políticos y, de paso, acusar a Israel de apartheid, ocupación y genocidio. Aunque un 20% de población árabe vive libremente en Israel, decenas de años de adoctrinamiento convencieron a las élites académicas de la maldad intrínseca del estado hebreo. Y ahí es donde los argumentos antisemitas hacen su agosto y florecen aunque muchos activistas no se reconozcan antisemitas. Su antisionismo tiene sustento racional en el eje opresor/oprimido pero el antisemitismo es el alimento emocional generador del odio anti israelí. Porque, digámoslo con todas las letras, si su lucha fuera exitosa, “del río al mar” implica la destrucción del estado de Israel. El terrorismo islámico exterminacionista es estrictamente religioso y no se anda con delicadezas ni disimula su motivación antijudía y opuesta a todos los “infieles”, los que no veneran a Alá. Esto es lo que apoyan los militantes antisionistas hoy.

La lucha de los activistas en apoyo de las víctimas es meritoria y los creo convencidos de estar haciendo algo bueno por el mundo. Claro que en el camino olvidan las iniquidades que suceden en otras partes, la invasión rusa a Ucrania y sus muertos inocentes, las otras matanzas y genocidios con decenas de miles de víctimas y refugiados (en Yemen, Congo, Nigeria, Siria y sigue la lista). Solo se encienden cuando pueden acusar a Israel. Las víctimas israelíes masacradas en un explícito plan genocida no tienen lugar en este escenario. Ven a los niños quemados vivos, las embarazadas apuñaladas en sus vientres, las cabezas decapitadas con las que se jugaba al fútbol, las jovencitas violadas en manada y martirizadas, a los secuestrados, como opresores blancos, machos, heterosexuales y patriarcales, o sea, que merecen lo que le pasó por israelíes, por judíos, por blancos, por triunfadores. 

Las élites educadas promueven una orgía de auto odio. ¿Lavan tal vez las culpas de sus antepasados europeos predadores, genocidas, piratas, colonialistas y esclavistas? ¿Será esta honra al islamismo radical parte de la crisis de occidente en su exoneración de un pasado vergonzante? ¿La única manera de compensar culpas del pasado es minar el futuro?

Hay quienes hablan del suicidio de occidente, esto es de los valores de la democracia, el republicanismo y el humanismo. Todos en peligro, no solo los judíos. 

Por eso digo que el antisionismo no es solo antisemitismo. Es más que eso.

Publicado en La Nación

Después del 7 de octubre (prólogo para Joint)

Esta investigación fue hecha antes del ataque de Hamás que gobierna el estado terrorista de Gaza, un intento de genocidio detenido a tiempo. Mientras escribo estas palabras los secuestrados siguen ausentes sin que se sepa quiénes siguen vivos y quiénes fueron asesinados. Cientos de miles de desplazados ven alteradas sus vidas de manera radical en Israel. Muchas familias penan la muerte de padres, madres, hijos, esposas, maridos, amigos. Muchos niños están procesando las crueles escenas vividas y están aprendiendo a adaptarse a vivir sin uno de sus progenitores o sin ambos, sin algún hermano o sin todos. Los ataques continúan sobre el norte de Israel. Las víctimas no han podido recuperar el aire. Sigue sucediendo. 

Seguimos bajo el shock que ha reformulado nuestra relación como judíos en la diáspora. La ilusión de la seguridad y la garantía se fragmentó en mil pedazos y estamos ante una nueva incertidumbre. Tal vez la misma de siempre pero venimos de un período de florecimiento de la vida judía único en la historia que con este ataque voló por los aires.

Y estamos, otra vez, como durante la Shoá que necesitó varios años para tener un nombre. Tampoco lo tenemos aún, es 7/10, una fecha, un cuadradito en el almanaque. Necesitaremos que todo pase, que los escombros se reconstruyan, que los muertos sean velados, que los vivos recuperen sus vidas para, recién entonces, como con la Shoá, alguien encuentre la palabra.

Esta es una publicación acerca del lugar de las mujeres que también se vio alterado después del 7 de octubre aunque no a nivel dirigencial de la comunidad judía sino en el contexto más amplio de la sociedad en general. Este es mi contexto en la elaboración de este prólogo. 

El ataque sexual como arma de guerra no es nuevo. La saña con la que se hizo tampoco. Las cámaras go pro que registraron las violaciones, torturas y asesinatos suman un nuevo horror a la historia del horror de la humanidad. Pero la exhibición de esas imágenes, impúdica, gozosa, amoral y el aplauso que concitó en los gazatíes de a pie nos sumerge en la incomprensión más absoluta. Los crímenes cometidos en hechos de guerra solían ser ocultados por sus perpetradores, esta vez no solo se mostraron sino que levantaron aplausos y gritos de júbilo y orgullo. ¿Qué nos dice acerca de la condición humana?


Comunidad judía y sociedad general

Esta publicación encara el liderazgo de las mujeres en las organizaciones de la comunidad judía latinoamericana en el período 2018-2022. Como se decía en los viejos shtetlaj azoi vi es cristelzej, es idishzej” (en contextos cristianos, los judíos se comportan como los cristianos), la participación de mujeres judías en los espacios mencionados sigue patrones similares al de todas las mujeres. La sociedad tradicional, patriarcal y autoritaria, está siendo cuestionada y permite, lenta pero progresivamente, el ingreso de las mujeres a ámbitos de los que hasta ayer nomás estaban excluidas. Cuando eran invitadas a alguna mesa directiva sus tareas solían ser la gestión de actividades sociales, fiestas y celebraciones, o sea, la continuidad de sus funciones hogareñas tradicionales. El nazismo, siguiendo la cultura patriarcal tradicional, indicaba que el mundo de las mujeres debía atenerse a las tres K, Kinder, Küche y Kirche - niños, cocina e iglesia-. Abogadas, contadoras, escribanas, economistas, ingenieras, científicas y demás profesiones “masculinas” ejercidas por mujeres fueron consistentemente invisibilizadas. Podíamos ser maestras, enfermeras, asistentes sociales, o sea ocuparnos del cuidado pero raramente ascendíamos a puestos de responsabilidad en organizaciones o empresas. Y así fue hasta finales del siglo XX. 

Aunque la participación de mujeres en puestos y actividades ha mejorado en relación a pocas décadas atrás, estamos lejos todavía de algo parecido a la igualdad de posiciones y salarios. 


Mujeres y hombres, universos complementarios

Señalemos en principio que los cuerpos de hombres y mujeres son diferentes, no solo en su conformación exterior y en sus genitales sino, y principalmente, en sus determinantes neurológicos y hormonales. Nuestro sistema nervioso central, ese banco de datos y reacciones que nos asegura la vida, no ha cambiado en las últimas decenas de miles de años y sigue siendo lo que nos sostiene vivos. Nuestras visiones del mundo, igual que entonces, no suelen ser coincidentes aunque son complementarias. Ambos sexos y ambas visiones del mundo hicieron posible nuestra continuidad. Cada uno según su especificidad, según sus recursos y capacidades. 

A las mujeres nos es más fácil en general la comunicación verbal, la conexión y expresión de nuestro mundo emocional, atender a varias cosas simultáneamente a lo que sumamos el pensamiento lógico y racional que no es exclusivo del mundo masculino. Las mesas directivas que incluyen mujeres ganan en riqueza de perspectiva y estilo porque aportan lo que hoy se llama habilidades blandas, o sea, empatía y entendimiento de la fragilidad y vulnerabilidad humanas, trabajo en equipo, adaptabilidad, flexibilidad, colaboración, inteligencia emocional, resolución de conflictos, liderazgos horizontales que determinan una baja en la beligerancia y un mejor clima de trabajo. Estas capacidades están siendo crecientemente valoradas y requeridas porque crean un ámbito laboral amable, generativo y pacífico. 

Hay mujeres, sin embargo, que se resisten a adoptar este estilo como si descalificara su capacidad de tomar decisiones y resultaran menos ejecutivas. Inversamente, estamos viendo a hombres que descubren que el modo femenino resulta mucho más beneficioso,  para su propia vida y para el clima laboral, pues baja notablemente el estrés y la penuria de la confrontación constante en la lucha de quién prevalecerá, tan estereotípica y desgastante del mundo masculino. 

El trayecto caminado revela que estamos yendo hacia un universo laboral de progresiva igualdad. Hay algunas cosas que aún esperan ser modificadas para que la participación de las mujeres se facilite. Cito a modo de ejemplo pedestre y concreto los horarios. Si en lugar de reuniones al atardecer o directamente a la noche se pactaran por la mañana, muchas mujeres podrían ajustar mejor sus actividades sin tener que renunciar a los compromisos familiares. Porque la vida familiar sigue siendo más una prioridad más femenina que masculina.


Feminismos y patriarcado

Durante siglos, algunas mujeres expresaron su disconformidad con la inferiorización de la que eran objeto pero el gran cambio se produjo con la llamada primera ola del feminismo en Inglaterra a comienzos del siglo XX cuando las suffragettes, esas mujeres de vestidos largos y corsets que impedían la respiración, salieron a la calle exigiendo votar para tener los mismos derechos políticos y laborales que los hombres. A partir de allí, los movimientos feministas propugnaron una sociedad más justa e igualitaria ante el patriarcado androcéntrico y 

estructurador de relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres.

La segunda ola, a partir de 1960, tuvo como líderes, pensadoras e inspiradoras a Simone de Beauvoir, a Betty Friedan y a Kate Millet entre tantas otras. En una marea de flujos y reflujos, le siguió una tercera ola en 1990 y ahora estamos viviendo la cuarta. 

El movimiento feminista floreció en variados feminismos con diferentes lecturas y propuestas y distintos grados de radicalización, pero sus principios fundantes integran hoy nuestra visión cultural. Su mirada crítica, tanto en el ámbito de lo público, -sobre el poder, la disparidad salarial, la desigualdad de derechos-, como en el ámbito de lo personal -el acoso, la violencia doméstica y sexual, el femicidio, y todo tipo de ataque contra la mujer en tanto mujer- son objetivos que hoy visualizamos, reconocemos y hemos incorporado en nuestro corpus civilizatorio. Hay acuerdo universal en que la violencia hacia la mujer por ser mujer es inaceptable, punible y exige la atención política, el tratamiento pedagógico y la transformación cultural. 

La lucha de los feminismos es, al menos en este punto, exitosa porque la repulsa a la violencia contra la mujer es unánime. La injusticia, la arbitrariedad y la benevolencia con la que se tomaban estos ataques hoy está fuera de cuestión. Nadie mirará con cariño ni ligereza a un violador, un torturador de mujeres, un golpeador, un femicida y muchos hombres están aprendiendo a ver y a pensar su relación con el sexo femenino desde un lugar diferente al del poder, la posesión y la subvaloración. 


El silencio traidor

Dicho esto, pasados varios meses del 7 de octubre de 2023, la falta de reacción de los movimientos feministas organizados respecto de las violaciones, torturas y asesinatos hechos por los terroristas de Hamás a mujeres israelíes ha sido un golpe inesperado. Silencio ante las secuestradas que aún siguen prisioneras. Silencio ante las violadas que tal vez estén gestando un bebé cuya recepción, filiación y crianza presentan un dilema desgarrador. Silencio ante las adolescentes que han vivido la orgía de horror en el festival Nova. Tantos años bregando por igualdad y justicia, denunciando ataques y perpetraciones en pos de la recuperación de la dignidad y la legitimidad de las mujeres como sujetos de derecho, y de pronto, al menos para mi sin previo aviso, fueron traicionados. Es una traición personal de la que todavía no me puedo reponer. 

A poco de sucedido, aún aturdida por lo que se iba sabiendo, busqué el apoyo explícito del colectivo femenino. Contacté a varias mujeres conocidas y reconocidas, tanto en la esfera artística como en la académica, mujeres de voces fuertes, mujeres que pelean por sus derechos y demandan atención, respecto, valoración, mujeres hacedoras y ejecutivas a las que miraba con admiración y cuya lucha por la defensa de la igualdad de derechos me resultaba ejemplar. Las respuestas que recibí de varias de ellas, no de todas por suerte, fue el cobarde y artero “sí, pero…”, o,  como dijo Claudine Gay, la infausta presidente de la Universidad de Harvard, repudiar la repulsa a Israel y el apoyo al terrorismo “depende del contexto”. Mujeres que hablan públicamente de la sociedad patriarcal eligieron no pronunciarse contra la barbaridad sucedida en Israel. Sus discursos y slogans se fueron borroneando y deslegitimando con un embanderamiento partidario que avala dictaduras y terrorismos. Mujeres orgullosas de sus militancias progresistas, su moral igualitaria y sus anhelos de justicia, silenciaron esos ideales ante las víctimas israelíes. No las acusaré acá de antisemitas, término que rechazarán con fuerza. El día que el sesgo militante se les diluya recuperarán, espero, la visión binocular y harán un mea culpa entendiendo cuánto de sus argumentos son antisemitas. No hicieron declaraciones empáticas con las víctimas israelíes porque su posición respecto al Estado de Israel fue más fuerte que su posición feminista. Entiéndase bien. No se oponían a una determinada política de gobierno sino al país. No podían alzar su voz para defender a las mujeres en Israel (aunque hubo/hay de varias nacionalidades, incluso argentinas), el suelo que pisaban alteró su condición de mujeres y determinó su exclusión de los derechos de cualquier mujer en cualquier otro lugar del mundo. Lo increíble, contradictorio y hasta bizarro, es que las mismas mujeres que no empatizaron ni se condolieron con las víctimas defienden y apoyan a países en los que las mujeres carecen de los mismos derechos que dicen defender. 


Una traición personal: #Yanolescreo

No solo me traicionaron a mí personalmente. No solo traicionaron a las mujeres israelíes. No solo traicionaron a las mujeres judías. Traicionaron al movimiento feminista y a todos sus principios. A las sufragistas, a Simone de Beauvoir, a Betty Friedan y a cada una de las mujeres golpeadas o asesinadas, se traicionaron a sí mismas y a su lucha. A partir de ahora, lo que digan o hagan tendrá un valor relativo. Perdieron la autoridad para hablar en nombre de “las mujeres”, han quebrado el colectivo al decidir  que no todas son iguales. El sesgo anti israelí fue más fuerte que la condición de mujeres. Las violadas judías, las mutiladas, las torturadas, las asesinadas y exhibidas como trofeos, todas esas mujeres no pertenecen, según estas excluidoras, al universo del feminismo. 

Surge así, en esta cuarta ola feminista sumergida en la cultura woke, un nuevo colectivo  integrado por ideólogos y dueños de la moral que traicionan sus principios sin que se les mueva un pelo. No se salvó ninguno. Ni #metoo ni #niunamenos ni los defensores de los derechos LGBTQ+ ni los pañuelos celestes ni los pañuelos verdes, ni las izquierdas dizque progresistas, ni #blacklivesmatter. Complotados en una mudez atronadora, fingieron demencia haciendo como que no pasó lo que pasó. Relativizaron los ataques y algunos incluso defendieron a los perpetradores y levantaron banderas palestinas clamando por la desaparición del Estado de Israel como si los principios de libertad y justicia que dicen sostener no se contradijeran con los que sostienen los terroristas.  

¡Qué vergüenza! ¡Qué manera flagrante de traicionar y traicionarse! ¡A callar a partir de ahora! ¡A buscar otras luchas que no las enfrenten con este doble standard, con esta contradicción, con esta hipocresía de la que, al menos para mi, no tienen retorno! Hagan de su actual silencio una marca de auto oprobio y dejen de echar consignas vacías de contenido y autoridad. ¿Justificar un femicidio? ¿Acaso una golpiza a una mujer está justificada porque “lo miró mal”? ¿Acaso una violación es una consecuencia lógica de que mostrara las piernas o llevara ropa ajustada? ¿La culpa es de la víctima? Los movimientos feministas lo han dejado bien claro: ¡ninguna conducta de una mujer merece y justifica la violencia o el ataque, aunque el perpetrador se escude en ello para alegar inocencia. 

Ya es bastante difícil superar el techo de cristal que frena nuestro ascenso a posiciones dirigenciales pero hasta el 7/10 creíamos que compartíamos la misma lucha. Vemos que no. Que si quien reclama, quien sufre, quien ha sido atacada es judía, no merece las mismas declaraciones, ni demandas ni empatía. El supuesto colectivo femenino se convirtió en un destartalado vagón de carga con ingreso condicionado. La decepción es honda.

En consecuencia #yanolescreo será mi hashtag a partir de ahora porque, para mi gran dolor, el feminismo, en sus manifestaciones orgánicas, se ha suicidado. #Yanolescreo responderé cuando aseguren defender los derechos humanos. #Yanolescreo cuando declaman cambiar la sociedad patriarcal para que las mujeres tengamos los mismos derechos.#Yanolescreo cuando agiten pancartas con frases hechas políticamente correctas y se vayan a dormir tranquilas y felices por haber proclamado lo que luego contradicen con su silencio cómplice.


Ideales en fuga, culpas lacerantes

Caídas las ideologías que reinaron en el siglo XX, las élites educadas quedaron sin horizontes de lucha, sin ideales por los que luchar. La ecología, las minorías sexuales, los derechos humanos y el postcolonialismo con el eje opresor-oprimido, son las nuevas banderas de la generación woke, esa policía del pensamiento enredada en la consigna fascista de la corrección política. El macho blanco, el estereotipo masculino de la sociedad patriarcal, es el nuevo enemigo, el modelo de opresor a denunciar y abatir. En la búsqueda de causas a culpa de los descendientes de europeos y norteamericanos que colonizaron y esclavizaron a tantos no-blancos encontraron tal vez la manera de lavar ese pasado vergonzante. Estamos bajo el imperio de las redes sociales, de los slogans y mensajes breves y atractivos que deben viralizarse en likes y reenvíos que producen desinformación y simplificación. El escenario es extremista y maniqueo que señala a Israel como un estado “blanco, macho y patriarcal” acusado, en consecuencia, de genocida, apartheid y colonialista, las tres infundadas. Este pequeñito país, enclave occidental en oriente medio, es una isla democrática y liberal rodeada de tiranías y autocracias. Su población, lejos del estereotipo caucásico, es heterogénea y multicolor, las distintas etnias viven libremente y tienen acceso a todos los derechos. Sus guerras han sido siempre defensivas, nunca genocidas. Sin embargo, preso del juego ideológico simplificador y extremista, Israel es ubicado como el perpetrador mientras que en el otro extremo se ve a los palestinos como las víctimas, oprimidos, desvalidos y tratados injustamente. Ciertamente lo son, pero no de Israel, viven la tragedia de ser presos de sus mismas autoridades y de los países circundantes que los mantienen como eternos refugiados transitorios para, entre otras cosas, poder acusar a Israel. La situación es compleja, la historia es dolorosa, los resentimientos y los intereses horadan los espacios de comprensión y en esta nube tóxica las mujeres israelíes, las mujeres judías, no hemos pasado el filtro de la aceptación como mujeres. Solo pasó con nosotras. 


Nos dejaron afuera. Otra vez.

Nuestra decepción es honda y dolorosa. Fuimos parte del colectivo femenino con aportes esenciales desde su comienzo. Betty Friedan, judía, formuló las ideas claves en la historia del pensamiento feminista; su libro, “La mística de la femineidad” publicado en 1963 se considera uno de los libros más influyentes del siglo XX. 

Creíamos que éramos parte. Creíamos que estábamos ahí. Nos equivocamos. Fuimos crédulas. Fue un duro golpe pero también un aprendizaje. No pensamos que el ser judías nos diferenciaba de un modo tan visceral y que nos colocaba más allá de las proclamas feministas, más allá de lo humano. Creímos que éramos iguales. 

Y fuimos crédulas como tantas veces en la historia de la humanidad en que los judíos nos creímos parte del universal y recibimos el duro golpe de la exclusión en el mejor de los casos y del genocidio en el peor. 

¿Qué encubre el doloroso “sí, pero…”? El relato tan exitosamente difundido por las usinas de cierta izquierda dizque progresista alineada con los regímenes más brutales, homofóbicos y dictatoriales, ha calado hondo en un occidente que atribuye la culpa del desgarrador conflicto en oriente medio total y exclusivamente a Israel. A diferencia de otros regímenes autocráticos, dictatoriales, genocidas, y he aquí un punto esencial, no se acusa al gobierno como pasa con cualquier opinión sobre países en guerra, sino a toda su población. Sólo con Israel, sólo allí gobierno y población son la misma cosa y las acusaciones a las políticas se derraman sobre todos. Por eso el antisionismo es antisemitismo aunque los síperistas no lo quieran aceptar. Y la consecuencia, en esta lógica demencial, es que, si todos los israelíes son culpables, las mujeres mutiladas, arrastradas, sodomizadas, violadas, torturadas y asesinadas, sus vientres gestantes apuñalados, en tanto israelíes, también son culpables. Y el culpable merece castigo, lo que le suceda es merecido. “Sí, fue terrible…pero” y los dogmas políticamente correctos y las declaraciones se derrumban estrepitosamente y ante el temor de quedar afuera del colectivo, eligen el silencio acomodaticio, cobarde y traicionero. 


El camino de Rut: #tudoloreselmío

Bienvenida esta publicación sobre mujeres hecha por mujeres fuertes, inteligentes, comprometidas con sus trabajos y con la sociedad a pesar de haber sido excluidas del corpus teórico y político de los feminismos que traicionaron al progreso y nos abandonaron a una orfandad que, bien lo sabemos, no nos es desconocida a los judíos. La misma orfandad y exclusión de la judeofobia y los antisemitismos que nos han intentado sumergir en el pantano de la victimización y que concluyó tantas veces en nuestro asesinato. 

Duele como ha dolido siempre pero hemos aprendido a sobrevivir, estamos entrenadas en reconocer la mirada esquiva, la sospecha, la dualidad mentirosa de las autopercibidas buenas conciencias que callan ante torturas, violaciones y asesinatos al tiempo que hacen impúdicas declaraciones en defensa de los derechos de las mujeres. 

Cuenta el Tanaj que Elimelej y Noemí tenían dos hijos. Según las costumbres de la época, cuando moría el padre, la protección de la madre era asumida por sus hijos varones. Los dos hijos de Noemí casados con Rut y Orpá fallecieron antes de haber generado descendencia. Las tres mujeres, sin marido ni hijos varones, quedaron a la intemperie, sin resguardo ni amparo alguno. Noemí, ante el desdichado destino que esperaba a sus nueras sugirió que “vuelva cada una a la casa de su madre”. Orpá lo hizo. Rut no pudo. Se negó a abandonar a su suegra a la soledad, al hambre y a la indigencia: “donde vayas iré, donde vivas viviré, tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”.

Orpá se fue y Rut, solidaria con el colectivo femenino, acompañó a Noemí en su camino incierto. A Rut, modelo de mujer del que bien deberían aprender los feminismos, nada de lo que sufriera una mujer le era ajeno. Su hashtag sería hoy, y lo hago mío, #tudoloreselmío”.

Los feminismos hoy no defienden a todas las mujeres. Sólo a algunas. Las judías parecemos ser más judías que mujeres. Deberemos seguir haciendo lo que aprendimos a lo largo de nuestra historia, a defendernos solas. 

Es lo que estamos haciendo con esta publicación y con tantas actividades y proyectos en los que participamos produciendo cultura, viviendo en familia, trabajando en el área corporativa, curando, diseñando, alimentando, protegiendo, reflexionando, mirando hacia adelante. 

Es lo que siempre hicimos. 

Es lo que seguiremos haciendo. 

Es el camino de Rut. 


Lic. Diana Wang

Florida, julio 2024





#Ya no les creo

Estamos viviendo la traición de las consignas feministas que tanto han hecho por la dignidad de las mujeres. Las históricas luchas en pos de igualdad y justicia, las denuncias de ataques y perpetraciones, los ideales enunciados se estrellaron contra el atronador silencio posterior a la orgía femicida del terrorismo de Hamás el 7 de octubre. Las mismas que señalaron la opresión de la sociedad patriarcal callaron ante la barbarie. Las mismas que se regodeaban con sus militancias progresistas, su moral igualitaria y sus anhelos de dignidad, se embanderaron con dictaduras patriarcales y terrorismos femicidas y silenciaron sus voces ante las víctimas israelíes. 

No hubo empatía con ellas. Su oposición ideológica a Israel primó sobre sus ideales feministas. Las judías son más israelíes que mujeres, no son iguales a otras, no merecen ser defendidas. Lo increíble, contradictorio y hasta bizarro, es que las mismas mujeres que no se condolieron con las israelíes apoyan alegremente a países en los que las mujeres carecen de los mismos derechos por los que dicen abogar. 

Traicionaron al feminismo y a cada una de las mujeres que dicen representar. Traicionaron sus principios y sus luchas. Traicionaron a las valientes sufragistas, a Simone de Beauvoir, a Betty Friedan, y a cada una de las mujeres golpeadas o asesinadas. Se traicionaron a sí mismas. Quebraron el colectivo y perdieron la autoridad para hablar en nombre de “las mujeres”. Las violadas judías, las mutiladas, las torturadas, las asesinadas y exhibidas como trofeos, no pertenecen al universo del feminismo. Copiando a la mirada del nazismo hacia los judíos, las israelíes son menos mujeres, o sub-mujeres, no tienen los mismos derechos ni son merecedoras de las mismas luchas y reclamos. Desde el río hasta el mar reedita el camino a Auschwitz.

No se salvó ninguno. Ni #metoo ni #niunamenos ni los defensores de los derechos LGTBIQ+ ni los pañuelos celestes, ni los pañuelos verdes, ni las izquierdas dizque progresistas, ni #blacklivesmatter. Estos ideólogos, policías del pensamiento y dueños de la moral no ven ni oyen cuando se trata de judías, descolectivizaron al colectivo feminista. Complotados y fingiendo demencia, hacen como que no pasó lo que pasó. Algunos enuncian un tímido y cobarde “sí, pero…”, y los que compraron el relato maniqueo, simplista y falso de Israel-opresor/palestinos-oprimidos defienden a los terroristas y levantan las banderas palestinas clamando por la desaparición del Estado de Israel como si los principios de libertad y justicia que dicen sostener no se contradijeran con los que sostienen los terroristas.  

Los movimientos feministas dejaron bien claro que ninguna conducta de una mujer merece y justifica la violencia o el ataque, aunque el perpetrador se escude en ello para alegar inocencia. Ni la pollera corta, ni una mirada torva, la culpa no es de la víctima. Salvo si son israelíes. Por todo eso ya no les creo. #Yanolescreo cuando declaman cambiar la sociedad patriarcal para que las mujeres tengamos los mismos derechos. Las judías no entramos allí. Somos más judías que mujeres. Nuestros dolores no son iguales a los de todas. Deberemos defendernos solas como aprendimos a lo largo de siglos de patriarcado y antisemitismo. ¡Feministas, a callar a partir de ahora! ¡A buscar otras luchas que les den sentido a sus vidas! Ya no defienden derechos universales. Su silencio es cómplice de lo peor que denuncian. Acaban de asesinar al feminismo. #Yanolescreo.

Publicado en Clarin


Antisemitismo, antisionismo y judeofobia.

Primero las definiciones.

Antisemitismo es la demonización y hostilidad contra los judíos y su cultura.

Judeofobia designa directamente el odio a los judíos.

Antisionismo es oponerse a la existencia del estado de Israel.

Después del 7 de octubre las 3 palabras quieren decir lo mismo. Veamos una por una.

La repulsa al pueblo judío tiene una larga historia. Fue históricamente acusado por reyes y emperadores, por curas y pastores, de todos los males. Se los investía de ropajes demoníacos y de ser los causantes de pestes y epidemias, de inundaciones y cataclismos, de guerras y sequías. 

¿Por qué fue necesario construir al pueblo judío como el eterno culpable? 

Durante las distintas invasiones en la antigüedad de lo que hoy es Israel, los judíos mantuvieron sus rituales y creencias y no se sometieron a la voluntad de los conquistadores. Esto fue visto por el poder de turno como una rebelión intolerable. Ese pueblo de zaparrastrosos que se lo pasaban leyendo y orando ¿quiénes se creen que son que no respetan ni a griegos ni a romanos, ni a reyes ni a emperadores e insisten en sus creencias absurdas de que dios es uno solo? 

Jesus fue uno de esos judíos rebeldes que predicaba la existencia de un dios único y como la gente lo seguía del único modo en que el poder romano pudo acallarlo fue crucificándolo como un delincuente junto a dos ladrones. 

Jesus fue un rabino, nunca renegó de su judaísmo, siempre lo respetó y predicó en su nombre. 

¿De dónde viene el cristianismo entonces? Es posterior a su muerte y se lo debemos a Pablo y a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los apóstoles que en el primer siglo de la era común escribieron las crónicas de su vida y lo llamaron  Cristo que era la transcripción griega de la palabra hebrea mesías, el que según la promesa de los profetas sería el redentor enviado por Dios. Si era el mesías era el fin de una era y el comienzo de otra, había que diferenciar a los judíos de los nuevos discípulos. Era una nueva religión, el cristianismo. y comenzó la caracterización del judío como el opuesto. Si Cristo era el bien los judíos eran el mal, si Cristo era la santidad los judíos el demonio. 

El proceso de cristianización del judaísmo y de su demonización culminó en el siglo IV cuando el emperador Constantino declaró a la Iglesia Católica como la religión oficial de lo que quedaba del imperio romano, entronizó y oficializó al cristianismo como la verdadera religión. A partir de entonces se dedicaron a propagar la fe, de ahí la palabra propaganda.

En todas las iglesias y parroquias europeas a partir de entonces las prédicas insistían en la condición maligna de los judíos y los campesinos y el pueblo iletrado tomaba la palabra de curas y prelados como palabra santa. 

En la edad media las acusaciones de la malevolencia judía llevó a que fueran acusados de todo lo malo que sucedía, pestes, hambrunas, inundaciones, reyes y emperadores culpaban de todo a los judíos. Se popularizaron cosas como el libelo de sangre, la acusación de que los judíos secuestraban niños cristianos y los desangraban para sus rituales satánicos, que los judíos tenían los cuernos y una cola de cerdo, que fogoneaban teorías conspirativas por codiciocosos y explotadores. 

Esta judeofobia, este odio a los judíos, fue regada y sostenida durante esos siglos pasando a integrar a la cultura europea, Pero no solo acusaciones. Fueron múltiples las expulsiones de los judíos durante aquellos siglos. Fueron echados de Francia en 1192 y varias veces más en los 1300, de Inglaterra en 1290, de los ducados de Austria, Parma y Milán en los 1400, de Castilla y Aragón  en 1492, Lituania en 1295, Portugal 1496, Navarra 1498 y así lugar por lugar, año tras año, siglo tras siglo sin olvidar los terribles pogromos de la Rusia Zarista en Odessa 1821, Kishinev 1903 y varios otros

Quedan huellas en nuestro idioma de aquellas acusaciones. Por ejemplo la palabra judiada como mala acción, la palabra ladino como astuto, traicionero.

El sonido de la jota de judío se asocia con el sonido de la jota de jodido. Y hay toda una familia de palabras de origen judío y hebreo incorporadas a nuestra habla cotidiana pero invisibilizadas como originadas en la cultura judía: amén, aleluya, barajas, eden, jubileo, cábala, mesías y las que vienen del idish como idishe mame, tujes y tantas otras.

Hasta el siglo XIX en que la judeofobia se transformó en antisemitismo.

Fue a raíz de dos teorías: una la teoría racial y la otra el origen de las lenguas.

Veamos la teoría racial.

Los europeos esclavistas debían explicarse de alguna manera por qué los negros y los indígenas americanos, tenían otro color, otras costumbres, otras lenguas. No eran iguales que ellos, los veían como inferiores, bárbaros, incapaces, más animales que humanos. La teoría racial decía que hay razas superiores e inferiores y que los europeos, por supuesto, eran superiores lo que tranquiliza las almas civilizadas europeas que lucraban  con esta conveniente explicación que justificaba el negocio esclavista.

Al mismo se puso en boga la ciencia lingüística que investigaba los orígenes de los distintos idiomas y se categorizaron familias lingüísticas. Las que  venían del sánscrito, las indoeuropeas tenían raíces arias. Las familias del extremo oriente compartían raíces orientales. Se describieron varias familias.  La afroasiática, la urálica, la esquimo aleutiana, y varias más. Entre ellas, estaba la familia de las lenguas semitas provenientes del medio oriente, como el arameo, el árabe y el hebreo. 

A fines del siglo XIX al político alemán Wilhelm Marr se le ocurrió tomar los orígenes de las lenguas y aplicarlo a la teoría racial, a los orígenes biológicos de las personas. Fundó la organización “Liga antisemita” e introdujo la palabra antisemitismo en la cultura de occidente. Su hipótesis era que los hablaban idiomas arios pertenecían a la raza aria, los que hablaban idiomas semitas a la raza semita. Lo que explica la curiosidad de cómo es posible que judíos y árabes sean ambos semitas. Es que, y ahora lo entendemos, ambos pueblos hablan lenguas semitas pero son distintos pueblos, con historias y culturas diferentes. 

El viejo odio, las viejas acusaciones ahora eran una cuestión racial, biológica. Los judíos eran una raza semita, inferiores, malignos, mentirosos, sucios y conspiradores. Ya no se trataba de una religión o de formas de pensar y vivir sino de algo genético. racial, heredado en la sangre. La conversión al catolicismo como había sido forzoso durante la inquisición dejó de tener sentido. Venía en la sangre, no había forma de cambiar eso. De este modo, la teoría racial sustentó el plan de exterminio nazi. En su delirante proyecto de cambiar al género humano para que solo subsistieran los “puros”, los “arios”, debían hacer desaparecer a todos aquellos pueblos que amenazaban con enlodar su supuesta pureza y superioridad. Empezaron asesinando judíos dado que la judeofobia ya estaba instalada y no había que hacer mucho trabajo para convencer a la gente que venía escuchando acusaciones desde los púlpitos de las iglesias.

Es importante señalar que el plan maestro del nazismo empezaba con el antisemitismo, con el exterminio de los judíos, pero si no hubieran sido derrotados en la guerra habrían seguido con el resto de los “impuros”: latinos y eslavos, orientales,  indígenas de América, Africa, Asia y Oceanía, negros, marrones, amarillos, rojos. Solo se salvarían los que podían probar su pura ascendencia “aria”. Pero ya sabemos que esto de las razas fue una superchería, que la cosa venía de los idiomas que se hablaban. 

La teoría racial es un delirio y una falsedad al que se adscribieron muchos que la dieron por cierta. Incluso hoy está tan enraizada en la cultura occidental que hablamos de racismo, muchos organismos y académicos siguen usando la palabra raza como si tuviera alguna validez y legitimidad científica. 

No existen razas entre los humanos, somos la raza humana, una sola, sin subdivisiones de ninguna especie.

Hay varios textos que difunden el prejuicio antisemita. “Los protocolos de los sabios de Sión” ese panfleto escrito por la policía zarista, “El judío internacional” de Henry Ford, en la Argentina “La Bolsa” de Julián Martel, las notas y tapas de Clarinada en la década del treinta. Sin dejar de mencionar la Circular 11 que desde 1938, un año antes del comienzo de la II guerra, restringía el ingreso de refugiados judíos del nazismo a la Argentina y el supuesto plan andinia que aún se sigue mencionando como real por los antisemitas de turno.  En la Argentina hemos vivido las incursiones de Tacuara de la pasada década del sesenta, los ataques a Graciela Sirota y a Norma Penjerek, el antisemitismo durante la dictadura, los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA donde murieron judíos e “inocentes”, ¿se acuerdan? el asesinato del fiscal Nissman.

¿Y por qué decimos que antisionismo es sinónimo de antisemitismo y judeofobia?

Escuchamos con frecuencia la frase “yo no soy antisemita, soy antisionista” dicha incluso hasta por algunos judíos.

El sionismo es un movimiento político nacido a finales del siglo XIX. En la misma época de la invención del concepto de antisemitismo. Como consecuencia del infame juicio al capitán Dreyfus en el que se derramó la judeofobia francesa, Theodor Herzl pensó y soñó con la necesidad de un estado nacional judío, en sitio propio, un hogar,  a salvo del antisemitismo para vivir sin esa constante amenaza. El regreso a la tierra en la que habían vivido durante su origen como pueblo era un anhelo expresado año tras año alrededor de la mesa familiar en todos los hogares judíos. La fiesta del año nuevo, rosh hashaná, termina siempre con la frase “el año que viene en Jerusalém”. Luego de la II guerra, las Naciones Unidas decretaron la partición de la tierra que los ingleses habían llamado Palestina en dos naciones, una judía y otra árabe. Los judíos lo aceptaron, los árabes no. Luego de la retirada británica todos los vecinos árabes atacaron al recién nacido estado y fueron derrotados. Los árabes que vivían en Israel abandonaron sus casas y sus terrenos alentados por los que les decían que sería transitorio hasta que todos los judíos desaparecieran y ello pudieran regresar. Se crearon los campos de refugiados y el desgarrador anhelo de haber perdido su casa, su lugar. Al mismo tiempo más de un millón de judíos fue expulsado de los países árabes. 

A partir de allí se sucedieron los ataques, las guerras, y los atacantes fueron vencidos en todas. La geopolítica y el petróleo cambiaron los apoyos internacionales y hubo una nueva partición del mundo.. El punto de inflexión fue la Guerra de los Seis Días a partir de la cual Israel se convirtió en un enemigo poderoso. La Unión Soviética se alió con los países árabes mientras que los países occidentales lo hicieron con Israel. Ya olvidada la victimización sufrida por los judíos en los campos de exterminio, la imagen del judío víctima se cambió por la del judío vencedor y aguerrido, el que defendería a sangre y fuego su nación y su casa. La OLP liderada por Yaser Arafat regía la vida de los exiliados en los campamentos de refugiados y creó el concepto de pueblo palestino como un modo de aglutinarlos e instalar una bandera de lucha y reivindicación. En lo que hoy se llama pueblo palestino hay árabes y cristianos. Israel comenzó a ser acusado de expulsivos, de colonizadores y hoy como haciendo apartheid. Todas acusaciones infundadas y contradichas por los hechos. 

En esta breve e incompleta crónica debemos señalar que ninguna de las guerras sucedidas fue comenzada por Israel, siempre respondió de manera defensiva. La OLP perdió poder político en manos de Hamás que hoy es amo y señor de los territorios, la franja de Gaza y la ribera oriental de Judea y Samaria. Los israelíes abandonaron Gaza en 2005 y los palestinos destruyeron todos los emprendimientos construidos (granjas, viveros, fabricas). La constitución de Hamás enuncia sin eufemismos que su objetivo es la ocupación de Israel y la erradicación de todos los judíos. El exterminio es un propósito fundante y explícito. El pogrom perpetrado por Hamás el pasado 7 de octubre es la concretización de ese objetivo y anuncia su disposición a seguir haciéndolo hasta que no quede ningún judío. La frase “desde el río hasta el mar” es una clara enunciación del propósito asesino. 

“No soy antisemita, soy antisionista”. En esta formulación se advierte una doble negación. El antisionismo implica la negación de la existencia de Israel, no lo reconoce como legítimo y su consecuencia sería la expulsión de los judíos de allí o, como reza el islamismo radical, el exterminio del pueblo judío de la faz de la tierra. Se acusa a Israel de la muerte de miles de gazatíes. Los mismos que fueron alertados con anticipación de los ataques para que pudieran evacuar los lugar a ser atacados y evitar su muerte y que Hamás los convencía o forzaba a quedarse con lo cual, si eran atacados, conseguían el rédito político de mostrarlos como víctimas de los israelíes. La tragedia del pueblo gazatí es una consecuencia directa de la dictadura de Hamás.

Las acusaciones hacia Israel replican las históricas acusaciones judeófobas travestidas hoy como políticas. Hemos dicho hasta el cansancio que criticar alguna política israelí es legítimo como criticar a cualquier política de cualquier país del mundo. Pero a ningún país del mundo se le niega el derecho a existir. Ningún país es identificado con su gobierno.A ningún país se le exige que sus residentes lo abandonen. Ningún país es acusado de maldad, crueldad, discriminación, racismo -¡qué paradoja! como Israel. Guerras y asesinatos en todas las latitudes son pasados por alto y no registrados como merecedores de repulsa social ni por los medios. Salvo que se trate de Israel. Hay que vender noticias y ya sabemos, jews are news. 

Muchos antisionistas no advierten el antisemitismo involucrado en su posición. Esa es la doble negación en que incurren: No ven que no ven. Reconocerse antisionista hoy es cool, antisemita está mal visto. Los islamistas radicales han hecho un exitoso trabajo de instalación del pueblo palestino como víctima de Israel, están ganando la batalla cultural y hoy se vuelve a demonizar a los judíos y a acusarlos de todo lo malo que sucede. ¡a la hoguera! ¡a las cámaras de gas! ¡a morir, otra vez!

Por todo ello antisionismo es igual que antisemitismo.



Adoctrinamiento de niños en Argentina

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La infamia se repite. Como una pesadilla sin fin la creatividad del MAL se pone en práctica dirigida al adoctrinamiento de niños. No es nuevo en la historia de la Humanidad. Durante el nazismo el Ministerio de Propaganda del Reich liderado por Joseph Goebbels se ocupó de crear, producir y difundir innumerables materiales de adoctrinamiento en especial para los niños y jóvenes. Posters, folletos, periódicos, colonias de verano, escuelas especiales, grupos juveniles, libros de texto y entre tantos otros, un juego de mesa que hizo furor. Se llamaba “Juden Rauss”, judíos afuera. Como el juego de la oca, era un tablero con casillas, dados y unas figuras que debían hacer el recorrido. Eran personas coronadas con sombreros largos y puntiagudos con rasgos claramente judíos según el estereotipo antisemita. Ganaba quien conseguía expulsar a todos a Palestina. Sí, a Palestina porque Israel todavía no existía, se llamaba Palestina.

Los nazis mandaban a los judíos a Palestina. Hoy, que existe Israel, deben irse. Nunca hay lugar para los judíos. Ni acá ni allá.

Se vende y distribuye hoy un juego similar con el nombre de “Ahed Tamimi y la lucha del pueblo palestino”. También hay un tablero y un derrotero que sigue la heroína según los dados vayan indicando según en qué casillero caiga.  

Ejemplos de algunos:

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  • “los vecinos y vecinas de Nabi Saleh salen a las calles a exigir que les devuelvan su manantial. Te sumás y avanzás dos casilleros”,

  • “meten preso a un familiar de Ahed. Como toda la familia tiene que ir a reclamar su libertad perdés un turno”,

  • “soldados de Israel disparan gases lacrimógenos contra los pibes, avanzás dos casilleros del susto”,

  • “Ahed tiene que viajar para dar una charla sobre la lucha de su pueblo. Esperás su regreso y perdés un turno”,

  • “una patrulla de soldados israelíes detiene a Ahed en una calle de su barrio perdés un turno”.

Igual que en el juego nazi, al seguir las instrucciones se incorpora inadvertidamente el contenido político y se lo va naturalizando, de modo que se pueda homogeneizar a la población y anestesiar su raciocinio y su moral. Gran lección del Ministerio de Propaganda nazi.

La Editorial Sudestada produce este tendencioso panfleto como buenos alumnos del nazismo y, por las dudas, le suma este argumento de venta:

"Cuando vemos algo que no está bien, que no es justo, que es un abuso... ¿hay que gritar, hay que salir a las calles, hay que protestar, hay que pelear? ¡Claro que sí! Eso hizo Ahed Tamimi, eso hace el pueblo palestino. Es por eso que queremos contarte su historia y la de todo su pueblo. Porque Ahed es una heroína, y porque su voz se escucha en estas páginas".

Claro que si se los confronta negarán antisemitismo alguno. “Estamos en contra de la ocupación israelí” dirán. Les vamos a creer cuando también estén en contra del asesinato de cristianos en Siria, del régimen dictatorial de Corea del Norte, de la expulsión de los Rohingyas por el ejército de Myanmar (a que no tienen idea de dónde está todo eso), a la hambruna en el norte de Yemen con la intervención de Irán, a la desastrosa situación en Venezuela, al conflicto entre Rusia y Ucrania, la crisis de los refugiados en Europa y tantos otros hechos que tiñen de oprobio a la condición humana. Acerca de nada de eso se habla, se difunde, se crean materiales de concientización y reflexión.

Solo cuando se trata de judíos.

Si eso no es antisemitismo, ¿el antisemitismo dónde está?  

Adoctrinamiento de niños en Argentina

La infamia se repite. Como una pesadilla sin fin la creatividad del MAL se pone en práctica dirigida al adoctrinamiento de niños. No es nuevo en la historia de la Humanidad. Durante el nazismo el Ministerio de Propaganda del Reich liderado por Joseph Goebbels se ocupó de crear, producir y difundir innumerables materiales de adoctrinamiento en especial para los niños y jóvenes. Posters, folletos, periódicos, colonias de verano, escuelas especiales, grupos juveniles, libros de texto y entre tantos otros, un juego de mesa que hizo furor. Se llamaba “Juden Rauss”, judíos afuera. Como el juego de la oca, era un tablero con casillas, dados y unas figuras que debían hacer el recorrido. Eran personas coronadas con sombreros largos y puntiagudos con rasgos claramente judíos según el estereotipo antisemita. Ganaba quien conseguía expulsar a todos a Palestina. Sí, a Palestina porque Israel todavía no existía, se llamaba Palestina.

Los nazis mandaban a los judíos a Palestina. Hoy, que existe Israel, deben irse. Nunca hay lugar para los judíos. Ni acá ni allá.

Se vende y distribuye hoy un juego similar con el nombre de “Ahed Tamimi y la lucha del pueblo palestino”. También hay un tablero y un derrotero que sigue la heroína según los dados vayan indicando según en qué casillero caiga.  

Ejemplos de algunos:

  • “los vecinos y vecinas de Nabi Saleh salen a las calles a exigir que les devuelvan su manantial. Te sumás y avanzás dos casilleros”,

  • “meten preso a un familiar de Ahed. Como toda la familia tiene que ir a reclamar su libertad perdés un turno”,

  • “soldados de Israel disparan gases lacrimógenos contra los pibes, avanzás dos casilleros del susto”,

  • “Ahed tiene que viajar para dar una charla sobre la lucha de su pueblo. Esperás su regreso y perdés un turno”,

  • “una patrulla de soldados israelíes detiene a Ahed en una calle de su barrio perdés un turno”.

Igual que en el juego nazi, al seguir las instrucciones se incorpora inadvertidamente el contenido político y se lo va naturalizando, de modo que se pueda homogeneizar a la población y anestesiar su raciocinio y su moral. Gran lección del Ministerio de Propaganda nazi.

La Editorial Sudestada produce este tendencioso panfleto como buenos alumnos del nazismo y, por las dudas, le suma este argumento de venta:

"Cuando vemos algo que no está bien, que no es justo, que es un abuso... ¿hay que gritar, hay que salir a las calles, hay que protestar, hay que pelear? ¡Claro que sí! Eso hizo Ahed Tamimi, eso hace el pueblo palestino. Es por eso que queremos contarte su historia y la de todo su pueblo. Porque Ahed es una heroína, y porque su voz se escucha en estas páginas".

Claro que si se los confronta negarán antisemitismo alguno. “Estamos en contra de la ocupación israelí” dirán. Les vamos a creer cuando también estén en contra del asesinato de cristianos en Siria, del régimen dictatorial de Corea del Norte, de la expulsión de los Rohingyas por el ejército de Myanmar (a que no tienen idea de dónde está todo eso), a la hambruna en el norte de Yemen con la intervención de Irán, a la desastrosa situación en Venezuela, al conflicto entre Rusia y Ucrania, la crisis de los refugiados en Europa y tantos otros hechos que tiñen de oprobio a la condición humana. Acerca de nada de eso se habla, se difunde, se crean materiales de concientización y reflexión.

Solo cuando se trata de judíos.

Si eso no es antisemitismo, ¿el antisemitismo dónde está?  


English translation:

INDOCTRINATION OF CHILDREN IN ARGENTINA

By Diana Wang

Infamy repeats itself. As an endless nightmare, the creativity of EVIL is applied to indoctrinate  children. This is not new in the history of Humanity. During the Nazi regime, the Reich Ministry of Propaganda led by Joseph Goebbels was devoted to creating, producing and disseminating countless indoctrination materials, especially for children and young people. Posters, flyers, newspapers, summer camps, special schools, youth groups, textbooks and, among many others, a board game that was all the rage. Its name was “Juden Rauss” – Jews Out. Like the Game of the Goose, it was a game board with squares, dices and some  game piece figurines that had to follow the track. They were people with large pointed hats with clearly Jewish features after the antisemitic stereotype. The winner was whoever managed to expel all the Jews to Palestine. Yes, to Palestine because the State of Israel did not exist yet, it was called Palestine.

The Nazis sent the Jews to Palestine. The State of Israel exists today and they must leave it. There is never place for the Jews. Neither here nor there.

Now a similar game is being sold and distributed under the name “Ahed Tamimi y la lucha del pueblo palestino“ (Ahed Tamimi and the struggle of the Palestinian people). There is also a game board and a track that the heroine follows according to throws of dices indicating on which square to land.

Some examples:

* Nabi Saleh‘s neighbors take to the streets to demand the return of their wellspring. You join them and move two squares,

*they send down one of Ahed‘s relatives. As every family has to go and reclaim its freedom, you miss a turn,

*Israeli soldiers shoot tear gas against the kids, you move two squares because of the fright,

*Ahed has to travel to give a talk about the struggle of its people. You wait for her return and miss a turn,

*a patrol of Israeli soldiers detains Ahed on a street in its neighborhood, you miss a turn.

As in the Nazi game, while following the instructions, the political content is inadvertently incorporated and naturalized, to homogenize the population and anaesthetize its reasoning and its morality. Great lesson from the Nazi Ministry of Propaganda.

Sudestada Editorial is producing this biased pamphlet, as good disciples of Nazism,  and, just in case, his selling argument is added:

“When we see something that is not right, that is not fair, it is an abuse... Do we have to shout? Do we have to take to rally? Do we have to protest? Do we have to fight? Of course we do! That is what Ahed Tamimi did, that is what the Palestinian people do. That is why we want to tell you her story and the story of her people. Because Ahed is a heroine, and because her voice is heard in these pages.”

Of course, if they were confronted, they will deny any kind of antisemitism. “We are against the Israeli occupation,” they would say. We will believe them when they are also against the murder of Christians in Syria, against the dictatorial regime in North Korea, against the expelling of the Rohingya in Myanmar (they may not even know where it is), against the famine in northern Yemen with Iran‘s intervention, against the terrible situation in Venezuela, against the conflict between Russia and Ukraine, against the refugee crisis in Europe, and many other situations that cover human condition with opprobrium. Nobody speaks, disseminates or creates materials for awareness-raising and reflection about none of those situations.

Only when it is about the Jews.

If that is not antisemitism, what is?

Publicado por Infobae el 8 de enero de 2019