Hoy falleció Héctor, mi cuñado.
Se fue, como decía Catita, redepente.
Pierdo con él a dos hermanos mayores.
Uno, es el hermano del grupo de hermanos y cuñados con los que festejábamos cada cumpleaños con un almuerzo en el que el cumpleañero no pagaba. No distinguimos entre hermanos biológicos y hermanos políticos, igualmente hermanados en el cariño mutuo, con nuestros hijos y nietos como tesoro compartido y el disfrute de cada una de nuestras alegrías y la pena compartida de todas nuestras tristezas.
Pero también perdí a otro hermano. Héctor nació un 25 de agosto de 1939 en Argentina, había cumplido 85 años hace unos días. Zenuś, mi hermano perdido, aquel que mis padres entregaron durante el holocausto para asegurar su salvación y que nunca recuperaron, había nacido un 29 de agosto de 1939 en Polonia, cuatro días después que Héctor. Nunca se lo dije pero veía en él a mi hermano perdido. Su vitalidad, su humor, su entusiasmo, sus ganas de vivir y su capacidad infinita de disfrute, pero fundamentalmente su fecha de nacimiento, me hacían imaginar que podría parecérsele. Era el hermano mayor que tenía cerca, al que podía querer, el que me podía enternecer, con quien me podía reír.
Por suerte está mi hermano menor que seguramente comparte mi pena.
Hoy falleció Héctor, mi cuñado.
Perdí con él a dos hermanos mayores.