Shoa

El adoctrinamiento nazi contado por un niño de 10 años.

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El Holocausto, como experiencia social y humana, sigue siendo irrepresentable. Nada de lo que se haga o muestre será lo que fue. Por otra parte, ¿acaso hay alguna experiencia humana que puede ser representada o replicada fuera de la experiencia en sí? ¿Cómo representar un estornudo y transmitir exactamente lo que es? Ante esta imposibilidad no es de extrañar que los protagonistas, los que han vivido la Shoá, puedan sentirse subvertidos frente a una de sus representaciones. Los films y testimonios audiovisuales que pretenden “ser”, hacen agua. De la única manera en que la experiencia puede ser transmitida sin perder su esencia es cuando es transformada de manera artística de modo que nos toque emocionalmente.

Taika Waititi (né Cohen) creó un guión de un film que dirigió, a partir de una novela de Christine Leunens, Caging Skies (Cielos enjaulados). 

Johan - Jojo- tiene 10 años y está muy excitado porque comenzará su entrenamiento en el campamento de verano de la Juventud Hitlerista. Ensaya frente al espejo su postura y su “heil Hitler” intentando darle el aire apropiado de firmeza y fuerza para que su uniforme caqui y sus atributos sean enaltecidos. Viene en su ayuda un Hitler de pacotilla, un adulto con un uniforme similar y sus bigotes característicos pero que se comporta como si tuviera 10 años, igual que Jojo. Es que es un amigo invisible con quien dialoga y se motiva. ¿Cómo imaginar que este planteo pueda ser un film que conmueva, que informe y que transmita algo de lo que sucedió? y sin embargo lo logra y con creces.

La mirada de Jojo ha permanecido aparentemente incontaminada gracias al esfuerzo de su madre por mantenerlo lejos, -una Scarlet Johanson soberbia-. Esa inocencia  nos permite adentrarnos en el universo del adoctrinamiento nazi que hizo posible que el pueblo alemán, un poco como Jojo, se entregara a la ordalía de sangre y fuego que terminó con su propia destrucción. 

Jack Fuchs se preguntaba cómo había sido posible que las madres alemanas entregaran con felicidad a sus hijos a la guerra, cómo había sido posible que los enviaran a la muerte con alegría y orgullo. La tan poderosa maquinaria propagandística desplegada lavó el cerebro a la mayoría del pueblo alemán, como a Jojo que cree lo que le han enseñado en la escuela. ¿Por qué no creerlo? ¿Acaso los adultos no saben más que los chicos? ¿No es la educación impartida por padres y maestros el camino para crecer y hacerse grandes? 

La credulidad de Jojo no es solo la esperable en la infancia sino también, y ésa es la parte más terrible, la de la masa que confía en sus gobernantes y toma por cierto lo que provenga de ellos porque el contrato social está basado en la confianza en nuestros gobernantes en quienes hemos delegado nuestra representación. 

Taika Waititi (né Cohen) construye a partir de esta confianza y credulidad, un relato en el que el horror del Holocausto nos es ahorrado igual como le fue ahorrado a la gente común. Nos muestra nazis que son una parodia de sí mismos, así como podrían ser vistos por un chico de 10 años que no alcanza a darse cuenta de lo que de verdad está pasando. Cuando descubre a Elsa, la jovencita judía que su madre oculta en el desván al estilo de Ana Frank, se pega un susto mayúsculo. Los judios eran para él la malevolencia en persona y debe revisar, con resistencia al principio, todo lo que hasta ese momento daba por cierto. Elsa no tiene cuernos ni es monstruosa ni se desayuna con la sangre de niñitos cristianos. Jojo decide investigar cómo son los judíos porque parecen no ser como le habían contado que eran.

El film comienza en tono de parodia pero va cambiando de registro aunque no de frescura a medida que la derrota del nazismo derrumba todas las convicciones que Jojo - los alemanes- tenía sobre la pretendida superioridad “aria”, la inevitabilidad del triunfo de Alemania y el Reich de los mil años prometido por Hitler. 

Aunque en tono de parodia, todo lo que muestra de un modo que parece ligero, sucedió. Los campamentos de adoctrinamiento con las pruebas de crueldad a las que se sometía a los chicos que debían matar con sus manos a un pequeño animalito. Los contenidos impartidos en la escuela sobre la condición judía y sobre las características de los judíos. El lugar de las niñas entrenadas como procreadoras seriales de niñitos “arios”. La utilización de los niños como último y desesperado recurso en las últimas horas de la guerra enviados al suicidio en la lucha contra los “terribles” rusos y norteamericanos. La resistencia de los alemanes que se atrevieron a oponerse con sabotajes y proclamas y el castigo que recibían en el ajusticiamiento público tendiente a desmoralizar a sus posibles imitadores. Todo eso sucedió.

La película está bordada con comentarios irónicos. Por ejemplo, caminando por el idílico pueblo en el que viven, ya destruido al final de la guerra, Jojo y su amigo Yorki comentan que están todos en contra, los ingleses, norteamericanos, rusos, franceses, y que solo los japoneses están a favor, “y ni siquiera parecen arios” dice Yorki.

No sabemos mucho de la historia de Jojo, solo que había una hermana que murió y un papá que tal vez esté luchando en alguna resistencia o que tal vez ya murió. Tampoco sabemos de Elsa pero se supone que solo ella quedó de su familia. Al final Jojo y Elsa, huérfanos y solos nos dejan con la pregunta de cómo seguirán, de qué vivirán, dónde. Como ha quedado la Humanidad toda preguntándose cómo fue posible y cómo seguir.

Scarlet Johanson seduce con esa mamá que se opone al nazismo pero lo oculta ante su hijo para no ponerlo en peligro. Taika Waititi (né Cohen) dirige el film y protagoniza al Hitler amigo imaginario con frescura y desenfado. Todos los actores colaboran en dar la imagen de parodia sazonada con el sobreentendido de que “hacemos como que no es pero fue así”. 

No hay ninguna imagen morbosa, nada del horror que podría haberse desplegado y sin embargo es todo claro y obvio y agradecemos que nos lo cuenten confiando en nuestra capacidad de comprensión y conocimiento.

Un último comentario sobre la identidad Taika Waititi (né ) hijo de padre judío y madre neozelandesa que tomó los personajes de la novela de Leunens y los recreó. Parece que la novela tiene un tono trágico centrado en la relación entre Jojo y Elsa, el niño nazi fanático y la jovencita judía escondida y los sigue a lo largo de los años. La película toma a los personajes pero se ubica en los últimos momentos del nazismo, cuando todas las supuestas verdades se derrumban y Jojo y el pueblo alemán deben confrontarse con las mentiras.

Waititi creó un film en el que algunas de las verdades más duras del nazismo se dicen con amabilidad y frescura y, básicamente, con la confianza de que los espectadores entenderán perfectamente de qué se trata.

Publicado en Infobae

Rugby y Shoá.

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Violencia, patota, sed de pertenencia, identidad compartida, sentimiento de superioridad, vivencia de privilegio, todas son características del mundo del rugby. Dice Lalo Zanoni, ex jugador, con proverbial valentía:

“Es una cultura dominada totalmente por el alcohol en exceso, las trompadas, el “mano a mano” cómo método de validación y triunfo, las peleas grupales (“la general”) como medición de fuerza frente a otros grupos, camadas o clubes rivales. O incluso frente a otras tribus, clase social o religiones distintas: gays, judíos, grasas y “negros villeros”. Porque en el ambiente del rugby, que ya se sabe es bastante conservador, también hay homofobia, xenofobia, machismo y discriminación”. 

“...el mensaje era que si no peleabas eras un cagón. Si no “saltabas” por tus amigos eras un cagón. Lo mismo para el que elegía no tomar. Había que tener mucha personalidad para bancarse ser señalado por no tomar o no pelear.”

Y no puedo evitar asociarlo con el sentimiento de tantos alemanes durante el nazismo que incorporaron el adoctrinamiento nazi de un modo que volvieron a sentirse parte de un colectivo todopoderoso, reivindicador y con derecho a todo. La pertenencia a ese colectivo nacional fue el eje que nos permite comprender cómo tantos alemanes se dejaron seducir contraviniendo su cultura, su religiosidad y su moralidad. Cuando nos preguntamos “¿cómo fue posible?” no siempre tenemos presente que la gente común, el pueblo, lo hizo posible. Como cada uno de los jugadores del tercer tiempo. Había que responder al ideal pregonado, ser duro, ser cruel, no admitir ninguna digresión, no permitirse ningún titubeo a la hora de obedecer. El riesgo, como bien dice Zanoni, era ser excluído, dejar de pertenecer, ser un paria. Dice Zanoni: 

“Como en su momento le tocó al mundo del rock con su Cromañón. Hoy, Fernando Baez es el Cromañon del rugby”. 

¿Qué necesitará la Humanidad para revertir este tipo de procesos? ¿Por qué no podemos encontrarle la vuelta? ¿Qué de la educación no estamos viendo? 

Son preguntas que me atormentan en estas vísperas de un nuevo aniversario del choque del Mundo con el horror de Auschwitz. Un horror que nos sigue horrorizando y frente al que todavía no encontramos la salida.

Congreso Shoá y otros. Barranquilla, Colombia

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Conferencias y conversatorios en el seno del Colegio Hebreo Unión y otros espacios.

En el Colegio Hebreo Unión: Los Diez Mandamientos para el Nunca Más.

En el Colegio Hebreo Unión: Los Diez Mandamientos para el Nunca Más.

con los alumnos del Colegio Hebreo Unión

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Universidad del Atlántico, conferencia sobre La Shoá en el mundo de hoy.

Universidad del Atlántico, conferencia sobre La Shoá en el mundo de hoy.

Algunos asistentes en la Universidad del Atlántico

Algunos asistentes en la Universidad del Atlántico

Politécnico de niñas, en localidad Soledad. Hablé sobre las historias de los niños en la Shoá.

Politécnico de niñas, en localidad Soledad. Hablé sobre las historias de los niños en la Shoá.

conversatorio con el sobreviviente Sunik Amitai, Lilly Rozen y dos alumnos del Colegio.

conversatorio con el sobreviviente Sunik Amitai, Lilly Rozen y dos alumnos del Colegio.

Conferencia Inaugural: La infancia robada

Conferencia Inaugural: La infancia robada

Asistentes al Congreso

Asistentes al Congreso

Una de las 30 escuelas presentes

Una de las 30 escuelas presentes

Contando mi historia

Contando mi historia

Un sabor agridulce. Los niños franceses que sobrevivieron la Shoá. 

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Un sabor agridulce. Los niños franceses que sobrevivieron la Shoá. 


Presentación de “El país de mi infancia” de Hélène Gutkowski

Museo del Holocausto. 3 de septiembre de 2019

Mi mamá, igual que yo, nació en Polonia. Pronunciaba la erre más con la garganta que con la lengua y el paladar y cuando le preguntaban de dónde era, decía, orgullosa y suelta de cuerpo, “¡francesa!”. Francia era el colmo de la elegancia y la sofisticación, París era el centro del mundo, ese lugar idealizado y vestido del ropaje de la cultura, la estética y el buen vivir. Mis padres y sus amigos también sobrevivientes, dejaban caer cada tanto alguna palabra en francés, un signo inequívoco de finura y distinción. 

No me extraña que para este grupo de franceses tan bien retratados por Hélène Gutkowski, Francia siga resonando con aquella dulzura anhelada aunque pronto, sorpresiva y tristemente, se volvió agridulce. Los judíos llegados desde Polonia fueron objeto de las primeras persecuciones con el pretexto de no ser franceses. Más tarde no hicieron falta pretextos, la policía francesa arrasó con todos. Pero terminada la guerra los franceses cerraron los ojos y, como si allí no hubiera pasado nada, resurgieron los acordeones cantando al amor a orillas del Sena y Francia recuperó su cetro como símbolo del savoir faire

Hélène y su grupo se llamaron “¿Douce France?”  con signos de interrogación que tiñen de ironía la frase, vuelven amargo lo dulce. Aquella melodía, que aún hoy representa tanto lo francés, fue el sello de “aquí no ha pasado nada”, todo está bien. La canción es todo rosa y evoca imágenes idílicas, perfectas, de una nostalgia un tanto cursi pero muy sospechosa dado el año en que Charles Trenet tuvo la inspiración de componerla. A Trenet se le deben muchas otras canciones paradigmáticas de la francesidad como “La mer” y “Que reste-t-il de nos amours” entre otras, pero compuso Douce France en 1943, bajo el gobierno de Vichy. No solo es sospechosa su dulzura en esos años debido a la canción. Temiendo que se lo tomara por judío hizo público su árbol genealógico para dejar bien claro que no había una tal mancha en su linaje. Actuó también ante oficiales alemanes en el Folies-Bergère y en la Gaîté Parisienne, entretuvo a tropas nazis en cuarteles y en campos de detención y no se pronunció nunca ni en público ni en privado sobre las deportaciones ni los ataques a los judíos. 

Pero se le escapó un deslizamiento de sentido sospechoso. Dice: Douce France / cher pays de mon enfance / bercée de tendre insouciance / je t'ai gardée dans mon coeur” (Dulce Francia, querido país de mi infancia, acunado por una tierna despreocupación, te tengo en mi corazón).  ¿“Tendre ensouciance”? ¿Tierna despreocupación? ¿en 1943?. ¿No advirtió que allí estaba pasando algo? ¿despreocupación? ¿acaso no le preocupaba la falta de libertad, de igualdad y de fraternidad entre los entusiastas franceses colaboracionistas? pareciera que no.

Así y todo, la canción, una vez liberada Francia, reflejó al buen e inocente francés con su melodía dulzona y pegadiza. Douce France era la imagen del edén, el país idealizado, amado, autocomplaciente y narcisista, el non plus ultra de la superioridad estética y moral en el que todo francés fundamenta su identidad.

El original francés del libro se llamó “De la France occupée à la Pampa” pero la versión en castellano es “Querido país de mi infancia”, título heredero del nombre del grupo, el segundo verso de la canción, con la misma nostalgia e ironía de aquel Douce France entre signos de interrogación. 

Estas historias de niños en Francia durante la Shoá son presentadas acá por Hélène con minuciosidad artesanal. Construye una fina red, como un bordado, una filigrana, en la que cada adulto testimoniante se vuelve a ver niño en aquel lugar, en aquella situación, oyendo las voces, dialogando con sus recuerdos y sus olvidos, conteniendo alguna lágrima y no ahorrando ninguna sonrisa. Cada historia está precedida por un mapa en donde se puede ubicar el recorrido del protagonista y un prólogo esclarecedor del contexto particular que le tocó vivir. 

Francia es el piso común pero vemos que no ha sido igual para todos. Sin embargo es tan fuerte la marca de identidad francesa que todos han mantenido el idioma y disfrutan comunicándose con él. A diferencia de muchos sobrevivientes polacos por ejemplo que se han negado a seguir usando ese idioma porque les evocaba no solo lo sufrido durante la Shoá en manos del nazismo sino la traidora colaboración de sus vecinos y amigos polacos, sus delaciones, la apropiación de sus bienes y la participación de no pocos en las deportaciones y asesinatos. Mis padres me decían que de entre todas las cosas vividas una de las peores fue ver el grado de complicidad de los polacos, los que cinco minutos antes habían sido sus clientes, sus amigos, sus compañeros de escuela. Muchos sobrevivientes polacos borraron el idioma de sus vidas. ¿Por qué no pasó lo mismo con los franceses? Nunca escuché de ningún sobreviviente francés que hubiera renunciado a hablar en ese idioma como pasó con tantos polacos. Es que Francia, su idioma y todo lo originado allí sigue representado la cultura, la belleza y la elevada sofisticación. En algún punto, aquel querido país de sus infancias, sigue siendo un motivo de orgullo abonado por una poderosa mística. Una vez terminada la guerra, resultó que todos los franceses habían pertenecido al maquis. No hubo ningún colaborador, todos habían sido muy buena gente y el manto de negación y olvido cubrió la identidad nacional durante décadas. Con el fondo musical, claro está, de Douce France.

Los niños retratados en este libro muestran otra realidad en distintos grados de evocación. Los que fueron mayores pudieron guardar mejor memoria, conocieron las caras de los que les dieron una mano y las caras de los que les dieron la espalda. Los que fueron más chicos recuerdan menos, dependen más de los relatos de sus mayores, padres y familiares, pero todos saben sobre la complejidad del alma humana y sobre los rincones oscuros que anidan en la misma. Los documentos rescatados, las fotos, las cartas, han ido reconstruyendo en cada uno el puzzle, nunca mejor traducido que rompecabezas, de sus propias vidas. La autora misma que era muy chiquita durante la Shoá toma de los relatos de cada uno fragmentos que iluminan sectores de su propia infancia que antes le habían resultado incomprensibles y que de pronto aparecen con una nueva claridad. Estos niños que hoy nos cuentan sus historias habían callado durante muchas décadas.

Cuando hablamos de la Shoá, uno de los temas que más suele cuestionarse es el del silencio de los sobrevivientes. Es habitual la suposición de que han optado por borrar esa memoria para evitar el sufrimiento de volver a presentificar momentos de angustia o de horror. Se habla de culpa, de la culpa del sobreviviente que se sigue preguntando por qué sobrevivió y no así el resto de su familia o amigos, se habla de negación. Como si los sobrevivientes fueran culpables de hablar recién ahora y fuera un rasgo patológico el que no lo hubieran hecho antes. ¿Cómo es posible que callaron tanto tiempo? ¿y por qué, de pronto, un día el dique del silencio se quebró y sus testimonios fueron cataratas imparables? Y, lo que es más incomprensible, es la evidencia de que no han olvidado nada, tal vez algunas cosas se confunden debido al paso del tiempo, pero no hay negación ni olvido. Está todo allí.

Ciertamente no todos los sobrevivientes se mantuvieron en silencio, unos pocos no lo hicieron y hablaron enfervorizadamente desde el comienzo, sobre todo al comienzo. No les fue bien. Por alguna razón que entonces no se comprendía, nadie quería escuchar y esta negativa los sumió en una tal desesperación que varios de ellos optaron por el suicidio. Paul Célan, Jean Améry, Bruno Bettelheim, la dudosa muerte de Primo Levi, son ejemplos de que el hablar prematuramente pareció volvérseles en contra. Lo dice claramente Jorge Semprún en “La escritura o la vida” ya en el título mismo de sus memorias de Buchenwald. Cuando terminó la guerra decidió guardar esa memoria hasta cuando pudiera ponerla en palabras porque mientras tanto debía elegir vivir, reconstruir su vida y apostar a ella. Como dice Dominique Frischer, el silencio de los sobrevivientes fue un silencio reconstructivo que hizo posible que todo el esfuerzo y toda la energía de las primeras décadas se pusiera al servicio de la vida. 

Conozco a varios sobrevivientes que hablaron desde el comienzo. La vida no les resultó fácil ni a ellos ni a sus familias que, abrumados por el peso de semejantes recuerdos, quería huir del barro cenagoso en el que los hundía el relato. 

A diferencia de ellos, varias décadas más tarde, las familias reciben hoy el testimonio de los sobrevivientes casi con orgullo. 

¿Qué pasó entre ambas situaciones? ¿Por qué aquel silencio, según la proposición de Frischer, hizo posible la reconstrucción? ¿No es acaso más saludable hablar que callar? ¿no es eso lo que nos enseña el psicoanálisis y la psicoterapia más básica? Reflexionando sobre ello propuse mi hipótesis de que no hay un solo silencio, hay dos silencios diferentes. El daño recibido, la situación traumática, tiene diferentes características según el contexto en el que se produce. El contexto es siempre un contexto dañino, malévolo, pero distingo dos males diferentes, el mal con minúscula y el MAL con mayúscula. El mal con minúscula es el perpetrado por un agresor sobre una víctima, un ataque individual, reactivo y emocional con un propósito personal y concreto, robo, violación, venganza, contra ataque, es una conducta que compartimos con los mamíferos y que, puede producir un sentimiento de culpa en el agresor. El MAL con mayúsculas no tiene dos protagonistas sino cuatro. Está el perpetrador y la víctima y están los colectivos sociales a los que ambos pertenecen. El perpetrador ataca no por su propio deseo sino siguiendo una orden, un estado o un para-estado. La víctima lo es porque es miembro de un colectivo que el estado ha designado como enemigo a exterminar. No es un ataque reactivo o emocional sino racional, no tiene un objetivo individual, no se ataca a una persona específica sino a quien es parte del grupo a destruir; el MAL con  mayúsculas no genera culpa y es exclusivamente humano. 

Cuando la víctima es atacada en un acto de a dos, cuando más pronto hable, ponga palabras al hecho, mayor sus posibilidades de quitarle el peso tóxico y malsano porque permite que se pueda operar con ello, comprenderlo y recuperarse. Pero cuando la víctima es sujeto del MAL con mayúsculas, por ejemplo en matanzas colectivas, genocidios, como en la Shoá, ordenado por el estado o por una fuerza paraestatal, se quiebra el contrato social más primitivo. Quien nos debería cuidar y proteger es quien nos quiere matar. Se fractura la confianza básica, ese piso sólido sobre el que estamos sostenidos y quedamos suspendidos en un equilibrio inestable de nuestra nuda vida, la vida que debe ser sostenida, alimentada y protegida a toda costa. Trastabillando sobre ese piso quebrado precisamos de varias décadas para que vuelva a sentirse firme bajo nuestros piés y así recuperar la confianza perdida. Años dedicados al desarrollo como personas, a armar familias y proyectos, a sentir que el mañana volverá a ser previsible y que los planes tendrán posibilidades de ser cumplidos, todo eso es lo que va reconstruyendo la firmeza del piso bajo nuestros pies y nos permite, ahora sí, mirar hacia atrás. ¿Nos hemos olvidado de algo? ¡No! todo está ahí, nada se negó, tan solo se esperó a que las condiciones permitieran el fluir el relato. 

En el caso de los niños, es preciso mencionar que una vez dispuestos a hablar casi ninguno se reconocía como sobreviviente. Se sentían privilegiados al compararse con lo que fueron deportados y encerrados en campos de concentración y exterminio y no se consideraban a sí mismos como sobrevivientes. 

Además está el tema de la edad y, en el caso de los más chicos, la amnesia natural de los primeros años. Si hacemos un esfuerzo podemos recordar más o menos bien lo vivido a partir de los 5 ó 6 años, los años anteriores nos vuelven como flashes, como fotos que incluso no sabemos bien si fueron así, si es lo que recordamos o si se trata de lo que nos contaron, siempre la duda. 

Incluso cuando recordamos,  y esto le pasa a todos los sobrevivientes,  está la duda de si lo que recordamos refleja lo que realmente pasó. La memoria no es fotográfica. La memoria, esa tensión entre recuerdo y olvido, es una conducta del presente y es elástica. Misteriosamente algún olor, algún comentario banal, alguna imagen vista al pasar abren de pronto un archivo que no sabíamos que teníamos y nos sorprende a nosotros mismos con hechos, palabras, emociones encapsuladas que explotan y nos revelan porciones de nuestro pasado que creíamos que habíamos perdido.

Este trabajo que estamos presentando es también un ensayo sobre la memoria rescatada como ejercicio de construcción colectivo. Hay varios momentos en el libro en que uno imagina esos momentos mágicos cuando de pronto alguno compartía un recuerdo que resonaba de maneras misteriosas en algún otro que así podía saber un poco más, visualizar un poco más, entender un poco más, en un diálogo que crecía y se enriquecía sobre la marcha, con nuevas lecturas, nuevas evidencias. 

Hélène construyó el libro con evidente intención didáctica e informativa y una factura literaria sin tropiezos, cuidada, poética e inspirada. Como todo buen libro, se lee fácil y de corrido, por momentos, con cierto suspenso por el derrotero de algunas historias. 

Sin embargo este libro no es un libro, es en realidad una colección de diez libros. El primero es el relato pormenorizado de la inmigración judía a la Argentina desde su comienzo hasta 1945. Excelentemente documentado Hélène ha superado a su anterior libro “Vidas. En las colonias: Rescate de la herencia cultural” publicado en 1991 en el que relataba los avatares de aquella inmigración judía de los comienzos del siglo XX. Los otros 9 capítulos toman las memorias y siguen las vidas de Maurice, Myriam, Francis, Micheline, Henri, Claire, Mariette, Nicolas y Elsa. Algunos ya no están y en el texto evoco sus voces, sus miradas, sus particulares inflexiones, gestos e intenciones reflejadas con minuciosidad y respeto. Cada uno de estos capítulos es un libro en sí mismo y puede leerse individualmente; cada uno está precedido por un mapa y por la descripción del contexto familiar, temporal y geográfico correspondiente. La autora transcribe fielmente los testimonios, a veces monólogos, otras diálogos con otras voces y los salpimenta con reflexiones propias que enriquecen los relatos con una nueva tridimensionalidad. Al mismo tiempo, leído de corrido, termina siendo una especie de thriller que guarda el misterio de la supervivencia, de la resignificación de lo vivido y del triunfo de haber generado una familia, una descendencia, un proyecto y un desarrollo personal, una vida plena de sentido. 

Para contrarrestar al dudoso Charles Trenet y su edulcorada canción, cierro con una de mis poesías preferidas de Jacques Prévert. “Le cancre”, el mal alumno, ese niño que como  muchos de los del libro que estamos presentando, se rebela ante lo establecido, no hace lo que se supone que tiene que hacer y elige ser feliz. 

Dice no con la cabeza / pero dice sí con el corazón / dice sí a lo que quiere / pero le dice no al profesor / pasa al frente, lo interrogan / y todos los problemas se le vienen encima / de pronto una risa loca lo envuelve / y borra todo / los números y las palabras / los datos y los nombres / las oraciones y las trampas / y a pesar de los retos del maestro / y las burlas de los niños prodigio / toma tizas de todos los colores / y sobre el negro pizarrón de la desdicha / dibuja la cara de la felicidad.


Menciones:

  1. Jorge Semprún: La escritura o la vida. Tusquets, 1994

  2. Dominique Frischer: Les enfants du silence et de la reconstruction: la Shoah en partage, trois générations, trois pays : France, Etats-Unis, Israël. Grasset, 2008

  3. Jacques Prévert: Paroles, 1945


Con Beate y Arno Klarsfeld, Hélène Gutkowski, Jonathan Karszenbaum y Fabiana Mindlin

Con Beate y Arno Klarsfeld, Hélène Gutkowski, Jonathan Karszenbaum y Fabiana Mindlin

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March of the Living - 2019

A esto vinimos, a marchar por la vida con los vivos.

A esto vinimos, a marchar por la vida con los vivos.

Días previos en Varsovia, los hermanitos. Momentos deliciosos y comida ídem.

Días previos en Varsovia, los hermanitos. Momentos deliciosos y comida ídem.

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en el Museo Polin, una calle del gueto

en el Museo Polin, una calle del gueto

en el Museo Polin, un teatro del gueto

en el Museo Polin, un teatro del gueto

Ya por empezar la Marcha, el día anterior, visita al shopping que está cerca del hotel y encuentro un negocio que se llama Bytom.

Ya por empezar la Marcha, el día anterior, visita al shopping que está cerca del hotel y encuentro un negocio que se llama Bytom.

orfanato de Korczak

orfanato de Korczak

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Pisar las mismas piedras, pasar bajo los mismos árboles, ver los restos, constatar las ausencias, imaginar a los que aquí vivieron, amaron y soñaron... todo eso fue evocado y experimentado hoy. Orfanato de Korczak, gueto de Varsovia, Plaza de la Deportación, rebelión, relatos, historias, nombres, contextos, barbaridades imposibles de comprender mientras uno trata de descifrar esas palabras en polaco con tanta rz, sz, srcz de insólitas pronunciaciones en los nombres de las calles, lis afiches y la vida que fluye a nuestro alrededor. Porque la vida siguió. La vida sigue.

en el orfanato de Korczak con Aida y Andrea

en el orfanato de Korczak con Aida y Andrea

sobre estos adoquines caminaron los judíos que vivían acá, en lo que era el gueto de Varsovia

sobre estos adoquines caminaron los judíos que vivían acá, en lo que era el gueto de Varsovia

un viejo edificio del gueto, es casi lo único que queda… estamos en el hoif

un viejo edificio del gueto, es casi lo único que queda… estamos en el hoif

está viejo y abandonado…..

está viejo y abandonado…..

Monumento de Rapaport a los héroes del gueto, frente a la entrada del Museo Polin

Monumento de Rapaport a los héroes del gueto, frente a la entrada del Museo Polin

Yoel y su grupo en la Umschlagplatz, la Plaza de la Deportación

Yoel y su grupo en la Umschlagplatz, la Plaza de la Deportación

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Y a la tarde Treblinka donde se arrasaron casi un millón de vidas y se pretendió arrasar también la memoria. No pudieron con ésta última. Nuestras lágrimas, nuestros silencios, nuestra desolación y nuestra firme determinación de estar, de honrar y de construir son la fuerza de nuestra victoria sobre aquel plan asesino que fracasó. Treblinka y sus piedras. Treblinka y el rumor del viento en los bosques circundantes bajo un cielo límpido y azul como si nos dijera que vio lo que ahí sucedió pero que también nos ve a nosotros.


Relato leído en el acto en Treblinka.

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Staszek fue detenido y deportado a los 14 años. Lo descubrieron cuando se escurría por un agujero del muro del gueto de Varsovia tratando de entrar una bolsa de papas. Era parte de la red de niños contrabandistas que traía comida al gueto cuando el hambre ya era atroz. No solo traía las papas, también había conseguido un librito con historias y dibujos de colibríes, esos pequeños pajaritos multicolores que liban de las flores suspendidos en el aire, su hermanita Basia los adoraba y coleccionaba sus fotos. 

Staszek tuvo suerte porque no lo mataron como hacían habitualmente con todos los que descubrían entrando cosas de contrabando. 

Nunca más vio a su familia. Descubierto junto con Józek ambos fueron arreados al Umschlagplatz y luego empujados a un vagón donde había tanta gente que nadie se podía sentar. Staszek y Józek, no se resignaron y, aunque no sabían qué pasaría con ellos, donde iban ni cuánto duraría el viaje, no esperaron quedarse para averiguarlo. Lograron aflojar una madera del costado del vagón y arrancarla y luego otra y otra más hasta que hubo sitio suficiente para que se deslizaran por allí. Lo hicieron en una curva cuando el tren aminoró su velocidad. Sabían que había guardias vigilando por eso tiraron primero un saco al que los guardias atentos dispararon y luego se tiraron ellos. Primero Staszek y después Józek. Los guardias dispararon a ambos pero le dieron a Józek que murió en el acto. Staszek corrió y corrió sin mirar para atrás. Llegó exhausto a una granja donde pidió asilo y, milagrosamente, los campesinos, el Sr y la Sra. Koliber, lo recibieron. Tenían cuatro hijos chiquitos, tres nenas y un varón y aceptaron que se quedara con ellos con la condición de que se disfrazara de mujer para no levantar sospecha alguna. Como era rubio, al dejarse crecer el pelo, usar polleras y llamarse Halina nadie en las afueras de Wyszków hizo preguntas. Iban todos juntos a la iglesia los domingos, Staszek se aprendió todos los rezos y sobrevivió. 

Creía en los milagros porque el apellido de los granjeros, Koliber, quiere decir colibrí, el misterioso pajarito que amaba su hermanita Basia. 

Cuando terminó la guerra supo que ese tren del que se tiró iba a Treblinka que estaba a unos 45 km de Wyszków y que toda su familia había sido traída y asesinada acá. 

Llegó a la Argentina y luego de varios años colocó en el jardín de su casa una piedra donde dice Koliber en homenaje a los que lo escondieron y salvaron. Alrededor plantó geranios porque sus flores atraen a los colibríes. Así, en el verano, se sienta en ese lugar, espera a que llegue alguno y con cada colibrí dice una plegaria para su familia y su hermanita Basia que creía que los colibríes eran seres mágicos, todos asesinados acá, en Treblinka. Y, a escondidas, murmura un padre nuestro para los Koliber, que arriesgaron sus vidas y las de sus hijos gracias a quienes él no había sido asesinado también acá, precisamente acá. 

Staszek murió de viejo y en su cama, como debe hacerlo todo ser humano. 

Invoco su memoria hoy, en este lugar y si llegan a ver ahí entre las plantas un colibrí mírenlo con respeto, disfruten de su vuelo y recuerden a los cientos de miles asesinados y ocultados bajo esta tierra, defiendan la dignidad y la justicia y hagan como Staszek, planten geranios, atraigan tantos colibríes como puedan para que la magia del color y la vida los acompañe siempre.



en el acto en el monumento en Treblinka

en el acto en el monumento en Treblinka

Rumbo a Majdanek, ahí en la Polonia profunda cerca de Lublin. Viaje largo en el micro desde Varsovia. Nos levantamos muy temprano pero, contrariamente a lo que podría suponerse, nadie duerme, se oyen voces, la excitación de lo que se viene. Majdanek quedó intacto. Nada para imaginar. Todo para ver, incorporar, asimilar. El día es límpido y transparente. El sol está subiendo y va corriendo al fresquito que nos dio la bienvenida al salir. Todo está bien. Estamos vivos. Tenemos esperanzas. Todo está bien.

siempre una silla para mí, cuidada, mimada… estos chicos son soles

siempre una silla para mí, cuidada, mimada… estos chicos son soles

En Majdanek todo quedó tal cual estaba. La casa del comandante, la enorme superficie con esas barracas de madera y los camastros, los alambrados, las torres de vigilancia, la barraca de los zapatos, la barraca de los zapatos, la barraca de los zapatos y el llanto incontenible porque el olor es abrumador, el olor a cuero de los miles de zapatos que calzaban niños grandes viejos tristes asustados abandonados, y el llanto se vuelve himno y ceremonia colectiva. Abrazos, gemidos, chicas, chicos, rendidos ante la evidencia de tanto.

¿Están los hornos crematorios? ¡Están! ¡ESTAN! Y entramos de a uno, tímidamente como si temiéramos que aparezcan de entre las sombras monstruos espantosos y pestilentes.

¿Y esa cúpula enorme? Son las cenizas, 7 mil kilos de cenizas reposan ahí sin sepultura ni nombres que recuerden a cada de los que fueron gaseados y quemados. Prendemos una vela y nos parece tan poco como tan increíblemente enorme el horror de lo que allí pasó.

Se deja Majdanek con el sabor amargo de la pregunta que todavía no tiene respuesta: ¿cómo fue posible?

Ya estamos terminando esta aventura en Polonia. Lo que vimos, lo que oímos, lo que olimos, lo que conocimos, lo que compartimos, lo que nos llevamos son semillas, semillas que deben ser regadas, cuidadas, protegidas de las inclemencias. Y si alguna vez algo brota, aunque parezca chiquito y esmirriado, hacerle caso y dejarlo crecer, elevarlo a ese lugar nutricio que nos haga fuertes, generosos, buenos y amorosos. De eso se trata todo. Siempre. Fue un enorme placer y un alimento para mi vida haber compartido estos días con todos ustedes. Mi agradecimiento es infinito.

Auschwitz marcha hacia Birkenau

Auschwitz marcha hacia Birkenau

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en el museo de Auschwitz

en el museo de Auschwitz

4 millones de nombres de víctimas

4 millones de nombres de víctimas

cientos de Wang registrados como víctimas de la Shoá, dos hojas y media…. estaba Zenus con los datos que yo dí a Yad Vashem, fuerte verlo escrito

cientos de Wang registrados como víctimas de la Shoá, dos hojas y media…. estaba Zenus con los datos que yo dí a Yad Vashem, fuerte verlo escrito

Adolf, mi abuelo

Adolf, mi abuelo

Zbylitowska Góra, fosas de 800 niños

Zbylitowska Góra, fosas de 800 niños

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Esta carta me fue entregada en el bus, al volver de las fosas de niños en Zbylitowska Góra. Gestionada por Aida a mis espaldas fue un bálsamo y una caricia que excede el momento, que sigue alimentándome en los días posteriores. Judy me mandó un video de Alva en el que improvisa una canción encantadora repitiendo Babu una y otra vez.

Hola Babu!

Mientras tú estás ahí viendo una historia muy intensa, yo estoy acá en Tokio aprendiendo más sobre este planeta y los seres que viven aquí. Somos, generalmente, gente que ama a los niños, los animales, la naturaleza y el arte.

Tú, especialmente, eres alguien dedicada a recordar a los que no tuvieron la oportunidad de realizar esto. Es un trabajo difícil y, algunas veces, aterrador, pero es algo que nos ayuda a todos a mejor apreciar lo que tenemos y prevenir que hayan otras guerras que les roben las vidas a otros. Cuando me siento triste, siempre imagino la larga línea de mujeres cuyas acciones resultaron en mi nacimiento. Aunque no las logré conocer, tú y mi mamá bastan como ejemplos para saber que las mujeres en mi sangre son listísimas, poderosas e importantes.

Tomas problemas y se convierten en museos y libros impresionantes que tocan a los corazones.

Tomas una manzana y se vuelve el postre más rico del mundo.

Eres una máquina fantástica que toma todo lo difícil, terrible y ordinario y crea las cosas más maravillosas. Es raro que alguien sepa como usar las palabras con el increíble talento que las manejas y aún más raro que se dediquen a guardar la historia y hablar po los que perdieron sus voces.

Además de esto, logras ser chistosa, amorosa y hermosa. El mundo tiene mucha suerte de que hayas caído en él y yo mucha suerte de que pueda convivir contigo.

Espero que disfrutes más tu tierra materna.

Te amo siempre, Mijal

Cracovia 1946

Cracovia 1946

Cracovia 2019, mismo lugar

Cracovia 2019, mismo lugar

evaluación en el hotel

evaluación en el hotel

Staszek, los colibríes y Treblinka

(leído en el monumento en Treblinka, en mayo 2019, Marcha por la Vida)

(leído en el monumento en Treblinka, en mayo 2019, Marcha por la Vida)

Staszek fue detenido y deportado a los 14 años. Lo descubrieron cuando se escurría por un agujero del muro del gueto de Varsovia tratando de entrar una bolsa de papas. Era parte de la red de niños contrabandistas que traía comida al gueto cuando el hambre ya era atroz. No solo traía las papas, también había conseguido un librito con historias y dibujos de colibríes, esos pequeños pajaritos multicolores que liban de las flores suspendidos en el aire, su hermanita Basia los adoraba y coleccionaba sus fotos. 

Staszek tuvo suerte porque no lo mataron como hacían habitualmente con todos los que descubrían entrando cosas de contrabando. 

Nunca más vio a su familia. Descubierto junto con Józek ambos fueron arreados al Umschlagplatz y luego empujados a un vagón donde había tanta gente que nadie se podía sentar. Staszek y Józek, no se resignaron y, aunque no sabían qué pasaría con ellos, donde iban ni cuánto duraría el viaje, no esperaron quedarse para averiguarlo. Lograron aflojar una madera del costado del vagón y arrancarla y luego otra y otra más hasta que hubo sitio suficiente para que se deslizaran por allí. Lo hicieron en una curva cuando el tren aminoró su velocidad. Sabían que había guardias vigilando por eso tiraron primero un saco al que los guardias atentos dispararon y luego se tiraron ellos. Primero Staszek y después Józek. Los guardias dispararon a ambos pero le dieron a Józek que murió en el acto. Staszek corrió y corrió sin mirar para atrás. Llegó exhausto a una granja donde pidió asilo y, milagrosamente, los campesinos, el Sr y la Sra. Koliber, lo recibieron. Tenían cuatro hijos chiquitos, tres nenas y un varón y aceptaron que se quedara con ellos con la condición de que se disfrazara de mujer para no levantar sospecha alguna. Como era rubio, al dejarse crecer el pelo, usar polleras y llamarse Halina nadie en las afueras de Wyszków hizo preguntas. Iban todos juntos a la iglesia los domingos, Staszek se aprendió todos los rezos y sobrevivió. 

Creía en los milagros porque el apellido de los granjeros, Koliber, quiere decir colibrí, el misterioso pajarito que amaba su hermanita Basia. 

Cuando terminó la guerra supo que ese tren del que se tiró iba a Treblinka que estaba a unos 45 km de Wyszków y que toda su familia había sido traída y asesinada acá. 

Llegó a la Argentina y luego de varios años colocó en el jardín de su casa una piedra donde dice Koliber en homenaje a los que lo escondieron y salvaron. Alrededor plantó geranios porque sus flores atraen a los colibríes. Así, en el verano, se sienta en ese lugar, espera a que llegue alguno y con cada colibrí dice una plegaria para su familia y su hermanita Basia que creía que los colibríes eran seres mágicos, todos asesinados acá, en Treblinka. Y, a escondidas, murmura un padre nuestro para los Koliber, que arriesgaron sus vidas y las de sus hijos, gracias a ellos él no había sido asesinado también acá, precisamente acá. 

Staszek murió de viejo y en su cama, como debe hacerlo todo ser humano. 

Invoco su memoria hoy, en este lugar y si llegan a ver ahí entre las plantas un colibrí mírenlo con respeto, disfruten de su vuelo y recuerden a los cientos de miles asesinados y ocultados bajo esta tierra, defiendan la dignidad y la justicia y hagan como Staszek, planten geranios, atraigan tantos colibríes como puedan para que la magia del color y la vida los acompañe siempre.

Presentaciones Niños Escondidos Reedición

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Todas las fotos y videos. https://photos.google.com/album/AF1QipMeZrJYW9ocN89G-5KY3X2SS9u9LYFOncyo6UP_/photo/AF1QipOmmaw-uqCTyzELXt3sAbt5C34o8EpOJyvAmCpH

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El diálogo entre Diana Sperling y Diana Wang en la presentación de Bet El:

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Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

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Soledad Bentolila, DW, Aida Ender, Luis Klinger y Sofía Romano

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