Mis padres estuvieron escondidos en un altillo minúsculo en la Polonia ocupada por los nazis, aislados del mundo durante dos años, viviendo vaya uno a saber qué situaciones cotidianas, presos del terror y la incertidumbre. Lo único seguro era que si los descubrían serían asesinados.
Los secuestrados hace un año en Gaza saben que pueden ser asesinados en cualquier momento. También están aislados. También presos del terror y la incertidumbre. ¿Qué pasará afuera? ¿Alguien estará haciendo algo por ellos? Mis padres no sabían nada del mundo exterior tampoco.
Cuando emergieron del horror, como tantos sobrevivientes, se preguntaron donde estaba el mundo mientras ellos languidecían en ese infierno. ¿Se lo preguntarán también los 101 secuestrados que siguen encerrados en Gaza?
¿Cuántos estarán vivos? ¿Hubo embarazos en las chicas violadas? Si así fue, ¿qué pasó con esos bebés, cómo incorporarlos a la línea filiatoria?
Recuerdo lo que me contaban mis padres y no dejo de pensar en las atrocidades que puedan estar pasando. ¿Tienen comida suficiente? ¿Están en un espacio en el que puedan ponerse de pie, estirarse, caminar o están sujetos e inmovilizados? Tanto tiempo encerrados ¿y la ropa? ¿siguen con lo que tenían puesto hace un año?
¿Están en un sitio habitado o en uno aislado? ¿a cargo de quién? ¿cómo los tratan? ¿Cómo se entretienen? ¿cómo pasan el día, la noche, cada hora, cada minuto, cada segundo? ¿Tienen luz o están a oscuras? ¿Y el baño, cómo atienden sus necesidades? ¿Se alivian allí mismo delante de todos?
Viviendo una vida habitual que dejó de ser normal, me asalta un cierto enojo conmigo misma cuando me preocupo por pequeñeces. Es desgarrador y me sume en la impotencia estar tan lejos y no poder hacer nada.
A mi alrededor el mundo sigue andando y la huérfana oscuridad en la que están se fue invisibilizando y son otras las cosas que ocupan los titulares de los diarios, el interés de la gente, la preocupación de los gobiernos.
Lo que está pasando no es igual que la Shoá pero la intención genocida es la misma. Hay muchas diferencias. Los nazis no guardaban secuestrados como prenda de negociación o escudo de protección, los asesinaban rápidamente; ocultaron su política exterminacionista mientras que en la actualidad es explícita y es fuente de vanagloria y orgullo.
Ayer no había quien nos defendiera, hoy tenemos un estado que nos respalda y que ha liberado a varios secuestrados y los medios de comunicación nos permiten saber casi instantáneamente mucho más de lo que era posible saber entonces.
Pero la gran diferencia, la corrosiva, la abyecta, es que después de la Shoá la condición de víctima del pueblo judío frenó la judeofobia histórica y el mundo se condolió con nosotros mientras que hoy, el judío que no se deja matar pasó de ser víctima a ser visto como perpetrador.
El judío que se defiende y lucha para seguir vivo no despierta simpatías. Se quiere solo al judío muerto.
Hay guerras que se deben encarar cuando el enemigo amenaza con el exterminio. La guerra contra el nazismo estuvo tan justificada como la que hoy emprende Israel. Atacada por varios frentes simultáneamente, defiende su propio territorio y, si logra terminar con el islamo-nazismo, defiende los valores que hacen posible la continuidad de la vida y la convivencia del mundo entero.
Los 101 secuestrados aún prisioneros en Gaza desde hace un año están tan lejos del mundo como estaban mis padres. Los sobrevivientes de la Shoá se preguntaban dónde estaba el mundo, dónde la gente que se condolía con ellos, dónde los gobiernos, dónde los defensores de la justicia y del bien.
Hoy estamos nosotros, judíos y no judíos, concientes y republicanos, democráticos y humanistas, y en este aniversario marcharemos en todas las latitudes y clamaremos por su liberación.
Iom Kipur en Mishkan, 12/10/24