Otras cosas

You lost credibility

We are experiencing the betrayal of feminist goals that have done so much for the dignity of women. The historic struggles for equality and justice, the denunciations of attacks and perpetrations, the ideals enunciated were shattered by the thunderous silence after the femicide orgy by terrorist Hamas on October 7. The same women who pointed out the oppression of patriarchal society remained silent in the face of such barbarism. The same women who gloated over their progressive militancy, their egalitarian morality and their yearning for dignity, decked themselves with the flags of patriarchal dictatorships and femicide terrorism and silenced their voices in the face of the Israeli victims.There was no empathy with them. Their ideological opposition to Israel took precedence over their feminist ideals. Jewish women are for them more Israeli than women, they are not equal to others, they do not deserve to be defended. What is incredible, contradictory and even bizarre is that the same women who did not sympathize with the Israelis merrily support countries where women lack the same rights they claim to advocate.They betrayed feminism and also each of the women they claim to represent. They betrayed their principles and their struggles. They betrayed the brave suffragettes, Simone de Beauvoir, Betty Friedan, and every single woman beaten or murdered. They betrayed themselves. They broke up the collective and lost the authority to speak on behalf of "women." The Jewish ones, raped, mutilated, tortured, murdered and exhibited as trophies, do not belong in the universe of feminism. As shown by the view of Nazism towards Jews, Israeli women are less women, or sub-women, they do not have the same rights nor deserve the same struggles and demands. From the river to the sea evokes the road to Auschwitz. Non of the feminist groups empathized. Neither #metoo nor the defenders of LGTBIQ+ rights nor the so-called progressive left, nor #blacklivesmatter. All these ideologues, thought policemen and patrons of morality are blind and deaf when it comes to Jews, they decollectivized the feminist collective pretending that what happened did not happen. Some utter a timid and cowardly "yes, it was terrible but...", and others, the ones that bought the Manichean, simplistic and false narrative of Israel-oppressor/Palestinian-oppressed defend the terrorists and raise Palestinian flags calling for the demise of the State of Israel as if the principles of freedom and justice they claim to uphold do not contradict those held by the terrorists.

Feminist movements made it clear that no woman's behavior justifies violence or attack, even if the perpetrator hides behind it to claim innocence. Not a short skirt or a baleful look, the fault is not the victims. Unless they are Israeli. That is why I no longer believe them. #Idon’tbelievethem anymore when they claim to change patriarchal society so that women have equal rights. Jewish women are not allowed there. We are more Jewish than women even though our pains are alike.

We must fight alone as we learnt during centuries of patriarchy and antisemitism.

Feminists, shut up from now on! Look for other cases that give sense to your lives! You do not fight for universal rights anymore! Your silence is an accomplice of the worst things you supposedly fight for. You have murdered feminism. 

#Youlostcredibility


#Ya no les creo

Estamos viviendo la traición de las consignas feministas que tanto han hecho por la dignidad de las mujeres. Las históricas luchas en pos de igualdad y justicia, las denuncias de ataques y perpetraciones, los ideales enunciados se estrellaron contra el atronador silencio posterior a la orgía femicida del terrorismo de Hamás el 7 de octubre. Las mismas que señalaron la opresión de la sociedad patriarcal callaron ante la barbarie. Las mismas que se regodeaban con sus militancias progresistas, su moral igualitaria y sus anhelos de dignidad, se embanderaron con dictaduras patriarcales y terrorismos femicidas y silenciaron sus voces ante las víctimas israelíes. 

No hubo empatía con ellas. Su oposición ideológica a Israel primó sobre sus ideales feministas. Las judías son más israelíes que mujeres, no son iguales a otras, no merecen ser defendidas. Lo increíble, contradictorio y hasta bizarro, es que las mismas mujeres que no se condolieron con las israelíes apoyan alegremente a países en los que las mujeres carecen de los mismos derechos por los que dicen abogar. 

Traicionaron al feminismo y a cada una de las mujeres que dicen representar. Traicionaron sus principios y sus luchas. Traicionaron a las valientes sufragistas, a Simone de Beauvoir, a Betty Friedan, y a cada una de las mujeres golpeadas o asesinadas. Se traicionaron a sí mismas. Quebraron el colectivo y perdieron la autoridad para hablar en nombre de “las mujeres”. Las violadas judías, las mutiladas, las torturadas, las asesinadas y exhibidas como trofeos, no pertenecen al universo del feminismo. Copiando a la mirada del nazismo hacia los judíos, las israelíes son menos mujeres, o sub-mujeres, no tienen los mismos derechos ni son merecedoras de las mismas luchas y reclamos. Desde el río hasta el mar reedita el camino a Auschwitz.

No se salvó ninguno. Ni #metoo ni #niunamenos ni los defensores de los derechos LGTBIQ+ ni los pañuelos celestes, ni los pañuelos verdes, ni las izquierdas dizque progresistas, ni #blacklivesmatter. Estos ideólogos, policías del pensamiento y dueños de la moral no ven ni oyen cuando se trata de judías, descolectivizaron al colectivo feminista. Complotados y fingiendo demencia, hacen como que no pasó lo que pasó. Algunos enuncian un tímido y cobarde “sí, pero…”, y los que compraron el relato maniqueo, simplista y falso de Israel-opresor/palestinos-oprimidos defienden a los terroristas y levantan las banderas palestinas clamando por la desaparición del Estado de Israel como si los principios de libertad y justicia que dicen sostener no se contradijeran con los que sostienen los terroristas.  

Los movimientos feministas dejaron bien claro que ninguna conducta de una mujer merece y justifica la violencia o el ataque, aunque el perpetrador se escude en ello para alegar inocencia. Ni la pollera corta, ni una mirada torva, la culpa no es de la víctima. Salvo si son israelíes. Por todo eso ya no les creo. #Yanolescreo cuando declaman cambiar la sociedad patriarcal para que las mujeres tengamos los mismos derechos. Las judías no entramos allí. Somos más judías que mujeres. Nuestros dolores no son iguales a los de todas. Deberemos defendernos solas como aprendimos a lo largo de siglos de patriarcado y antisemitismo. ¡Feministas, a callar a partir de ahora! ¡A buscar otras luchas que les den sentido a sus vidas! Ya no defienden derechos universales. Su silencio es cómplice de lo peor que denuncian. Acaban de asesinar al feminismo. #Yanolescreo.

Publicado en Clarin


¿Y a mí por qué me miran?

“… se dicen muchas cosas, mas si el bulto no interesa ¿Por qué pierden la cabeza ocupándose de mí?”

Se dice de mí. Ivo Pelay 

Este furibundo rebrote de antisemitismo que vivimos desde el 7/10, me hizo cambiar la pregunta de “¿por qué nos odian?” a “¿por qué les somos tan importantes?”. ¿Por qué estamos en el centro del interés y la atención de tantos, en especial cuando esgrimen argumentos acusatorios? Como canta Tita Merello, es constante ese “se fijan si voy.. si vengo… o si fui”. 

Toda esa atención nos lleva a tener una particular auto conciencia que a veces nos quita espontaneidad:  no vaya a ser que piensen lo que sea que no queremos en cada caso que piensen. Nos sabemos observados, evaluados y exigidos a cumplir un standard superior al requerido a otros colectivos, exigencia que no se tiene con ningún otro pueblo. Se honra al judío asesinado pero se acusa al exitoso. Pero siempre en el centro de la atención: ¿por qué somos tan importantes? ¿Por qué este pequeño grupo humano, menos del 0,2% de la población mundial concita tanto interés?

 Fuimos, a lo largo de la historia de occidente, su pueblo elegido. Ya habíamos sido elegidos como portadores del monoteísmo, lo que habitualmente se toma como soberbia cuando es un peso y una responsabilidad. Pero luego fuimos  elegidos, siglo tras siglo, como los vituperados, envidiados, despreciados, demonizados, sospechados, odiados, excluidos, acusados, asesinados. Ningún otro pueblo ha tenido esa mirada tan persistente sobre sí durante tanto tiempo. Ninguno. 

 Desde la antigüedad, estuvimos en la mira de los poderosos de turno. ¡Pueblo arrogante y atrevido! ¿Contrariar al politeísmo pagano con esta revulsiva idea de que Dios es uno solo y que bajo su manto todos somos iguales? ¡Habráse visto semejante irreverencia! ¡Un ataque frontal al poder de reyes y emperadores! Si todos somos iguales ante la ley, ninguna ley ni autoridad será superior, nadie podrá atribuir su poder a un mandato divino. El monoteísmo, al igualar a toda la humanidad, amenazaba con desempoderar a los que se creían con derechos superiores y este  nuevo orden, esta nueva manera de pensar la ley, la justicia, los derechos y obligaciones, fue/es un mandato ético que el pueblo judío se cargó al hombro. Los amenazados por semejante propósito no lo vieron con buenos ojos. Intentaron, más de una vez y sistemáticamente, la erradicación de ese pueblo rebelde que contrariaba el status quo.  Para frenar y silenciar esas ideas disruptivas e irreverentes era preciso difamarlos, satanizarlos y, si eso no era suficiente, echarlos y exterminarlos. 

La amenaza, que desde la antigüedad requería tanta vigilancia, se potenció con el advenimiento del cristianismo. Cristo, ese rabino que predicaba la ley judía vivió y murió como judío. Fue mesianizado luego de su muerte por el también judío Saulo de Tarso de la tribu de Benjamín, maestro y misionero, que tuvo la visión de Cristo resucitado como el mesías anunciado por las escrituras judías. Fue el primer teólogo del cristianismo, el primer converso y se instituyó como el apóstol Pablo. 

El quid de la cuestión es que el anuncio de la venida del mesías es una metáfora. ¿Qué es la salvación? ¿Es la eternidad, el edén, la felicidad, el goce sin límites, la ausencia de enfermedades? Para los judíos la salvación no es un destino real sino algo ubicado donde las paralelas se cruzan, en el infinito. El mesías no es una persona, es un horizonte que debe ser esperado, trabajado, merecido, una recompensa a ganar, un objetivo ético que nos impulsa y motiva a trabajar para ser mejores y aceptar y respetar las reglas de la convivencia. Esta metáfora implica que lo humano es siempre perfectible, que el estado de completud, de nirvana, es algo a lo que debemos tender pero que, como somos imperfectos, nunca será alcanzado. 

Pablo literalizó y personificó la metáfora. Dejó de ser un anhelo, una meta a conquistar y se volvió una realidad ya sucedida. Lo que para la Torá era un relato para el cristianismo fue un hecho. El mapa se volvió el territorio. Y a esta noción básica que subvierte de modo radical la ética judía es a lo que el pueblo hebreo se resistió entonces y los caminos se abrieron. Hacia un lado el cristianismo cubriendo la moral salvífica de occidente y hacia el otro los judíos sosteniendo a rajatable la moral monoteísta.

Aunque amenazantes éramos necesarios porque nuestras escrituras anunciaban y legitimaban al mesías encarnado. La Iglesia incipiente señaló al pueblo hebreo como su adversario, el otro maligno que niega al salvador y merece ser execrado. 

Desde el siglo IV con la propagación y el éxito de la nueva doctrina devenida en religión, las acusaciones arreciaron, se multiplicaron, se potenciaron, se difundieron, se diversificaron, se hicieron carne -literal y metafóricamente- en la trama de occidente. 

Perseguidos por los romanos, los cristianos se transformaron en perseguidores de los judíos. La Torá pasó a llamarse  “viejo testamento”. Viejo, por opuesto y superador, pero también testamento, como legado y legitimación. 

Impedidos de poseer tierras, debimos ocuparnos de oficios y artesanías, comercios y recaudación de impuestos. Las posesiones debían ser transportables ante la amenaza de exclusión siempre presente, había que moverse rápido y ligeros de peso. Establecimos redes comerciales en toda la superficie europea y los pocos adinerados financiaban aventuras y proyectos de emperadores y reyes que eran frecuentemente retribuidos con el exilio. Nuestras reglas higiénicas nos protegían de algunas epidemias y, como nos enfermábamos menos, fuimos acusados de causarlas. 

En estas trayectorias hemos desarrollado una gran capacidad de adaptación y de reacción frente a los desafíos. Hoy en nuestro pequeñito país, antes un desierto, hemos florecido y construido un enclave de libertad, progreso y bienestar rodeados de países que mantienen a sus poblaciones en el autoritarismo, el atraso y el sometimiento. Ante los cataclismos y las amenazas, persistimos en hacer realidad una y otra vez el relato bíblico de las aguas que se abren a nuestro paso hacia un camino de salida. Sorprendente. Milagroso. Y así fue siempre. Nuevamente desafiados, nuevamente puestos en cuestión, las miradas están sobre nosotros al tiempo que eligen no ver los genocidios y matanzas en otras latitudes. 

¿Cómo no vamos a estar en el ojo de occidente? ¡Si hasta creo que tienen razón! Otra razón, no la de nuestra amenaza sino por todo lo que aún podrían aprender de nosotros. Ya hicimos escuela con la Torá y los mandamientos, con la lectoescritura desde la infancia, las normas básicas de la higiene y la dieta alimenticia, el psicoanálisis, el humor y la comedia musical, una estado democrático en ese enclave tiránico y autoritario, entre tantas otras cosas. No en vano nos ven como tan importantes. Mal que les pese a algunos, lo somos. 

Vuelvo a Tita Merello que con una jutzpá bien judía termina su tango con palabras que hago mías: “Podrán decir, podrán hablar, y murmurar  y rebuznar, mas la fealdad que Dios me dio, mucha mujer me la envidió, y no dirán que me engrupí porque modesta siempre fui. ¡Yo soy así!”

La matzá también se puede dibujar.

Lushka se despertó temprano. Hacía ya dos años que no veía a su familia, no sabía nada de ellos. Estaba en el orfanato del Padre Boduena, en la parte aria de Varsovia donde la había traído Irena Sendler, la enfermera que venía al gueto con comida y remedios. Se llamaba Libe pero ya se había acostumbrado al nuevo nombre que ocultaba que era judía. 

Como era la más grande colaboraba con las monjas en lo que podía. Ayudó a vestir a los más chicos y consoló a Mietek, de tres años, que siempre lloraba al despertar pidiendo por su mamá. Terminado el desayuno, mientras levantaban la mesa y lavaban los vasos, le dijo a la Hermana Beata que se acercaba el Pésaj. Lo sabía porque había dejado de nevar, hacía menos frío, empezaba la primavera y la luz del día duraba más tiempo. Le contó que en su casa y en todas las casas judías se hacía un séder. Beata nunca había escuchado esa palabra y Lushka le dijo que era una cena que se hacía con la familia, se contaba una historia y se comía matzá. “¿Como la última cena de Jesús?” preguntó la monjita. “¡Claro!” le contestó Lushka, “y mi papá me contó que siempre hacemos dos cenas, la primera y la última porque como los judíos vivimos en distintos lugares y las horas no son las mismas, así estamos seguros de que una de las dos noches estaremos todos haciendo lo mismo”. La explicación le encantó a Beata que siempre había creído que se llamaba última cena porque después lo habían crucificado. Le gustó la idea de festejar esta coincidencia entre judíos y cristianos pero le preocupaba no saber cuándo era la fecha exacta. Lushka la tranquilizó diciendo que no importaba el día sino hacerlo. “Decime qué hace falta” pidió Beata. Le respondió que solo tres cosas, matzá, velas y la keará. ¡Otra palabra que la monja nunca había escuchado! ”Es un plato en el que ponemos cosas para recordar que fuimos esclavos, que un día dejamos de serlo y que deseamos que todos los esclavos puedan hacer lo mismo”. Beata pensó que los pobres chicos que cuidaba eran esclavos de los nazis pero no dijo nada, no quería entristecer a Lushka. Solo dijo que lo único que tenían eran las velas. Y otra vez la sabia chiquita encontró la solución, “no importa” dijo con una ancha sonrisa, “lo podemos dibujar”.

Aparecieron papeles y lápices, incluso algunos de colores, y el triste salón se convirtió en un patio de juegos. Fue una mañana diferente de las mañanas de siempre. Fue una mañana en la que, dibujando, recrearon la historia del éxodo judío y lo hermoso de ser libres. 

Los más chiquitos esbozaron matzot en varias hojas y los más grandes crearon huevos duros, papas hervidas, huesos de pollo, puntitos de sal, perejil y lo que cada uno recordaba que se ponía en la mesa. En el triste comedor de siempre el mantel blanco cubierto con los dibujos de los chicos puso un clima festivo al atardecer de esa primavera incipiente. Las velas hacían brillar los ojitos de los chicos. Los de siete u ocho años se acordaban del Séder en sus casas y del sabor del guefilte fish con jrein. Unos pocos recordaban alguna canción pero fue fácil para Lushka que aprendieran el Jad Gadió que pintó de risas y sonrisas las caritas opacas. Fue una noche diferente a las otras noches en el orfanato. Y cuando todo parecía haber terminado, Beata los sorprendió diciendo que quien encuentre el afikomán (¡había afikomán! ¿cómo se había enterado de eso?) tendría un premio. Salieron corriendo hacia todos los rincones del helado orfanato hasta que se escuchó ¡Lo encontré! y apareció Mariush, de 7 años, que antes de entrar al orfanato se llamaba Moishele, con el dibujo de la matzá como trofeo. Casi sin aliento, esperó expectante recibir el premio prometido. Todos rodeaban a Beata que, como si fuera un mago, sacó del bolsillo de su delantal ¡UNA BANANA!
Mariush no lo podía creer. No se animaba a tocarla. Estiró sus manos con timidez y cuando vio la mirada de los más chicos pidió un cuchillo para darle un poquito a cada uno. Beata lo detuvo y como si tuviera una varita mágica sacó de su bolsillo encantado ¡5 bananas más! ¡Gritos! ¡Alegría! La fiesta fue completa. 

Y Lushka, que en Argentina se llama Luisa, cuenta en cada Séder su hagadá personal, aquel Pésaj en el orfanato con los dibujos y el amor de la hermana Beata. Y siempre que alguien no entiende lo de las bananas, pacientemente responde que era un fruto exótico, un lujo, una golosina deliciosa que todos sabían que existía pero nadie había probado nunca. Y siempre agrega que no importa la fecha ni la comida porque  “lo que importa es estar juntos y recordar lo que fuimos y lo que somos. Pase lo que pase, aunque no tengamos vino o mantel o matzá, siempre lo podemos contar. Cada vez que lo hacemos, enhebramos una perla más en este collar que nos une, nos da sentido y nos dice quienes seguimos siendo”.

Publicado en una nueva hagadá de pesaj: “Un seder posible” de Bianca Guebel, Michelle Gualda y Mica Najmanovich, Edición Balebuste.

 El día en que me convertí. 

¡Perdoname! ¡Perdoname! ¡No sabía! ¡Creía que acá íbamos a estar bien! ¡Creía que era un lugar seguro! ¡Perdoname! ¡Perdoname!” lloraba desgarradoramente mamá por teléfono aquel 18 de julio a las diez y media de la mañana. “¿Qué pasa mamá?” dije angustiada “¿estás mal, pasó algo?” “¿No sabés? ¡prendé la televisión, destruyeron la AMIA! ¡nos quieren matar otra vez!

¿NOS quieren matar? ¿a quién? ¿a nosotros? ¿a mí? y por qué dijo “otra vez” ¿cuándo nos quisieron matar antes? Fueron fracciones de segundos en los me hice esas preguntas y las respuestas casi instantáneas fueron un punto de inflexión en mi vida. “Nos” a nosotros, a los judíos, a mí y “otra vez” era como en la Shoá. Mamá, sobreviviente de aquello, revivió aquel lunes todo el horror, todo el miedo, la incertidumbre y la angustia de sabernos blanco de ataques como entonces.

Hasta ese día, mi vida como judía transcurría sin que ese fuera un tema esencial. Sin educación religiosa ni haber participado en organizaciones comunitarias, ese aspecto de mi identidad no me definía ni me interesaba o preocupaba. El “nos” y el “otra vez” de mamá implosionaron en mi subjetividad y cayó sobre mí, así como los cascotes del derrumbe, la noción concreta de que eso que había pasado me atañía personalmente. 

Conocía la AMIA. Había ido varias veces a conciertos, conferencias, algún trámite pero hasta ese día el edificio no había tenido un significado particular. Todo cambió. No solo cambió en mi que asumí de modo conciente mi identidad judía, por eso digo que ese día me convertí, sino que cambió para todos, judíos y gentiles. La destrucción del edificio derrumbó también una pared que nos separaba de los demás, salimos a la calle, manifestamos, protestamos, reclamamos justicia, nos dimos a conocer. Ya no como israelitas, ahora como judíos. Dejamos de temerle a la palabra y la asumimos con determinación y orgullo. 

Así como el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023 cambió el modo en que nos vemos los que vivimos en la diáspora, el atentado a la AMIA el 18 de julio de 1994 con sus muertos, sus heridos y sus secuelas cambió nuestra inserción pública y nuestro lugar como judíos argentinos. Aunque el cambio se había insinuado dos años antes, con la destrucción de la embajada de Israel, hace 30 años nos quitamos un manto pseudo protector, se terminaron el miedo a la exposición, el disimulo ante el antisemitismo, la aceptación de ataques y discriminaciones, nos pusimos de pie para hablar y exigir lo que todo ciudadano tiene derecho a reclamar: respeto, justicia y verdad.

Para el libro en recuerdo de los 30 años del atentado a la AMIA.

Gentiles (1) sensibles contra el nazismo

Una de las cosas que caracterizan a los judíos es la dificultad de caracterizarnos. Cada judío lo es a su manera. Pero, aunque no somos un grupo homogéneo ni todos tenemos la misma sensibilidad respecto al antisemitismo, todos lo conocemos personalmente. Me sorprendió encontrar esa sensibilidad también en algunos gentiles. 

Te cuento. Fui a ver “Escape Room” (2) luego de un llamado de alguien espantada por la “exhibición de elementos y simbología nazi que no considero necesarios y son una peligrosa apología del nazismo” (sic). Dado que Tomás Rotemberg era el productor, no creí que pusiera una obra nazi, sugerí que tal vez podría ser una cuestión de miradas. “¡No solo me pasó a mi!” respondió, “lo mismo sintieron otros espectadores con los que hablé a la salida”. Me intrigó. 

Obviamente fui a ver la obra. Teatro lleno. Público de entre 20 y 30 años. Risas, momento grato. Efectivamente hay símbolos nazis pero están al servicio de la trama y, claramente, en clave de sátira, al estilo de “El Gran Dictador”, “Los Productores”, “El Tren de la Vida”, La “Vida es Bella”, “Jo Jo Rabbit” y tantos films y textos que toman al nazismo como el paradigma del mal absoluto y confían en la mirada del público. Ni Chaplin ni Mel Brooks ni Mihăileanu ni Benigni ni Waititi fueron acusados de hacer apología alguna del nazismo. ¿Qué pasaba acá? ¿Era la obra o era la sensibilidad de la mirada de algunos espectadores?

“Escape room”, pensada para un público joven, encuentra muy graciosas algunas situaciones y giros temáticos y lingüísticos. Es la típica obra que transcurre en un espacio cerrado y amenazante que fuerza a los participantes a una interacción en la que van cayendo las caretas e hipocresías de una falsa y tramposa corrección política. La simbología nazi es la herramienta que desafía, presiona y asusta y así lo entiende el público asistente.

No encontré nada ofensivo, malévolo, banalizador ni alentador del nazismo. Tampoco lo encontraron espectadores conocidos a quienes les pregunté. Y acá viene lo que me despierta esta reflexión: tanto quien me alertó como los que pensaban igual, no eran judíos, mientras que mis conocidos lo eran. Entonces me pregunto ¿por qué nosotros, los judíos, no lo percibimos como amenaza? ¿Por qué fueron los gentiles quienes se sensibilizaron? ¿Será que temen y repudian la amenaza de ser acusados de antisemitas y están alertas para ver los indicios y expresarse en contra? ¿Como el convertido que para confirmar su conversión debe ser más papista que el Papa? ¿Habrá algo así como una especie de señal de alarma que se enciende ante la sospecha de que podría haber un contenido antisemita y “si no levanto mi voz no vaya a ser que alguien piense que lo soy”? 

Yo creía que esa susceptibilidad era algo que nos pasaba solo a los judíos, no a todos, a muchos. Lo describí como la ABEJA (3) (Alarma Básica y Específica de Judeofobia Ambiente) dispositivo que nos hace prestar una especial atención y a veces exagerar o ver amenazas de antisemitismo hasta donde no las hay. Creía que para algunos judíos la evidencia de la judeofobia era incluso una noticia confirmatoria; subraya ese miedo ancestral que, de una manera misteriosa y si se quiere absurda, nos tranquiliza porque todo está igual, habrá que seguir cuidándose. Y con este episodio descubro que algo parecido podría pasarle a los gentiles especialmente a los que rechazan y desnaturalizan el prejuicio antisemita de la cultura occidental y viven y exhiben esa oposición con compromiso y de manera militante. Como cuando un hombre que ha descubierto las trampas de la cultura patriarcal imbuida de masculinidad tóxica, se propone no actuar con el modo autoritario y violento típico del estereotipo pero, como el patriarcado sigue siendo dominante, debe ponerle freno a su espontaneidad no vaya a ser que se le “escape” alguna conducta que exponga eso que ha decidido no sentir ni mostrar.

¿Le pasará igual al gentil sobre quien pende la acusación histórica de antisemitismo? ¿Sentirá también el peso de tener que validar una y otra vez su compromiso ético ajustando la lente para descubrir cualquier señal que pudiera revelar lo contrario? Si fuera así es para mi una sorpresa, una buena sorpresa, porque me hace pensar que el flagelo del antisemitismo ha dejado de ser un tema exclusivamente judío. Algunos gentiles lo entienden como parte preocupante de la convivencia, lo rechazan y han hecho suya la tarea de su denuncia, dilución y tal vez (pongo las manos en gesto de plegaria), erradicación.

“Escape Room” es una comedia que desenmascara hipocresías. No le veo ninguna amenaza y si ha permitido que descubra a estas personas que se apropiaron de lo que siempre hemos asumido los judíos, ¡chapeau por ellos! ¡Bienvenidos al mundo de la susceptibilidad, del prejuicio, la maledicencia, la oscuridad y la crueldad de los estereotipos cuyo modelo más acabado es el antisemitismo! Ojalá tengan más éxito que nosotros. 

Diana Wang, Febrero 2024

Notas:

(1) Gentil: no judíos, según la traducción al latin de la Biblia (la Vulgata, S IV
(2) Autores Joel Joan y Héctor Claramunt. Dirección Nelson Valente. Teatro Multitabaris.
(3) Ver en http://tinyurl.com/2b9yn2v3

Publicado por Infobae

Ataques de Hamas a Israel: impactante campaña contra el uso de la violencia sexual como arma de guerra

Desde el Foro Argentino Contra el Antisemitismo, Diana Wang sostuvo a Infobae: “En junio de 2015, la Asamblea General de la ONU proclamó al 19 de junio Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos, con el objetivo de concientizar sobre la necesidad de ponerle fin a la violencia sexual. El 7 de octubre de 2023 el grupo terrorista Hamás, entre las atrocidades que perpetró en el estado de Israel no solo violó, torturó y asesinó a mujeres, sino que lo filmó y luego lo hizo público exhibiéndolo como trofeos de guerra. En la historia bélica humana, la violación y el saqueo han sido conductas habituales pero nunca, hasta ahora, el ‘orgulloso botín’ consistió en su regodeo y difusión. El mal hiere el tejido social. El mal entronizado ahora como triunfo en una vuelta de perversión e iniquidad corroe a la civilización misma”.

“Este 8 de marzo, día en que se honra la muerte de más de cien mujeres en aquel trágico incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist en Nueva York, en 1919, es fecha propicia para un fuerte tirón de orejas a las organizaciones feministas que dicen proteger a las mujeres y han dejado a las judías a la intemperie. También es momento de reinstalar lo declarado por la convención de la ONU en 2015 para que este organismo internacional se recupere de su ceguera y su mudez y honre su propósito fundacional. Las mujeres judías son tan mujeres como todas las demás, igualmente humanas y dignas de cuidado y consideración. ¿O es que alguien lo pone en duda?”, enfatizó Wang.

Nota completa en Infobae

Anti-Semitism is not a Jewish issue.

I am tired of talking about anti-Semitism. Fed up. Exhausted.

Why do I have to explain anti-Semitism?

Why do I have to find a way to eradicate it?

Why? Because I am Jewish?

Why do Jews assume the task of inventing pedagogical modules, managing the miracle of prejudice dissolution, clarifying, informing, explaining? Why us? I am tired of carrying that burden.

When Jack Fuchs, a survivor, was asked about the Holocaust, he said, "Why ask me? Ask the Nazis...!"

Why do Jews have to explain anti-Semitism? We did not create it; we were - are - its victims. We can give entire seminars on the various ways we have been attacked throughout the centuries, but does that give us the authority to explain it? Is a battered woman asked to explain the personality of her abuser? Is a rape victim asked to explain the pathology of the perpetrator? Is a victim of any crime asked to explain the criminality of the offender?

Why must Jews develop theories and create mechanisms to eradicate anti-Semitism? Perhaps because others do not. I am tired of doing the work that others should do. In truth, not everything we did, although much, was enough. Anti-Semitism is in excellent health.

Maybe we should not be the ones to assume that responsibility. Despite what anti-Semites believe, we do not have the power to influence anyone's opinion, let alone change prejudices.

Furthermore, we are directly affected, and who pays attention to the victim's arguments? It is ridiculous to expect the victim to modify the perpetrator. The perpetrator and their associates have that power. Christianity generated it, fascism spread it, and today radical Islamism and well-intentioned leftists revive it. Since Nostra Aetate in 1965, the Church has undertaken a task to reverse the scourge of anti-Semitism, and some, few at the moment, have realized that it is an issue that concerns the civilized world, far beyond the Jewish realm. Because anti-Semitism is not a Jewish issue. Since Hajj Amin al-Husayni, the Mufti of Jerusalem, supported Nazism and met with Hitler in 1941, the Arab rejection of the land partition and their exodus, Israel's military triumphs in each attack it faced, have made anti-Semitism a banner of radical Islamism. The successful campaign they conducted in the media and on social networks has contaminated the consciences of a left that was seduced by the narrative of Palestinian victims in the hands of the supposed Israeli occupier, "vile, cruel, diabolical" (any resemblance to medieval accusations against Jews is not a coincidence).

I am tired of showing my wounds, tired of searching for whys, tired of fighting against ignorance and prejudice. I am tired of having to justify myself and give reasons to have the same rights as everyone else. I am tired of saying over and over again that "Hath not a Jew eyes? Hath not a Jew hands, organs, dimensions, senses, affections, passions; fed with the same food, hurt with the same weapons, subject to the same diseases, healed by the same means, warmed and cooled by the same winter and summer as a Christian is? If you prick us do we not bleed? If you tickle us do we not laugh? If you poison us do we not die?” (thanks, Shakespeare).

Tired of explaining to the right that I have no horns, that I am not a communist. Tired of explaining to the left that I am neither powerful nor exploitative. Tired of showing feminists their double standard when choosing which women to defend. Tired of UNESCO, the UN, and rhetorical defenders of human rights who only crow good intentions on paper. Tired of that sinister and blinded left, where, surprisingly, there are some Jews who attack themselves.

Tired with an animal, visceral, total weariness. And I say enough! Enough of defending myself for nothing. I did nothing. If I can avoid it, I won't let myself be hit anymore, and if my words, because I am Jewish, are disqualified, it is time to silence what has been said so many times and so little listened to.

The Jewish voice obviously does not have the capacity to dissolve anti-Semitism. Other voices should be screaming for it. The Christian voice, the Muslim voice, the voice of social justice advocates. It seems they do not realize how anti-Semitism corrodes and perverts society and how much it damages the fabric of coexistence. Just as cancer is not an exclusive issue of the affected organ because the whole body is sick, contaminated, and in danger, anti-Semitism is not a Jewish issue. A society that legitimizes and accepts that a small part of its members does not have the same rights legitimizes and accepts the idea that any group can be equally threatened. It is not a safe or reliable society for anyone. Accepting that people can be exterminated just for being born, or that a country can be destroyed because its neighbors are affected by its government's decisions, sets the precedent that this is something that can be done. Today it's "not for me, -the nonJew-," but tomorrow "when they come for me, there will be no one left to speak out" (thanks, Niemöller). 

Anti-Semitism, which cuts across social classes and political partisanship, corrupts the basic social morality that supports possible coexistence. Stopping its growth is in everyone's interest. Can't they see it? No, sadly, I think they do not see it, and, what is worse: they do not see that they do not see it!

Christian brothers, Muslim brothers, right-wing and left-wing brothers, we pass the baton to you! You know perfectly well the resources for the spread and dissemination of ideas and narratives; use them today to combat the anti-Semitism that corrodes humanity's core. Several threats loom over our world. Anti-Semitism is one of them. "Aux armes citoyennes! formez vos bataillons!" reclaim the right to exist for every human being, regardless of their beliefs, appearance, or chosen way of life. The task is monumental because it will have to include all fronts: the military and the media, every church, every mosque, and every school, universities and corporations, the family table and social networks.

With the same conviction with which some of you installed it, face the fight against anti-Semitism. We have not been able to, and I, considering my resounding failure, surrender. Now, it is in your hands because anti-Semitism is not a Jewish issue.

Antisemitismo, no es un tema judío.

Estoy cansada de hablar de antisemitismo. Harta. Agotada. 

¿Por qué tengo que explicar yo el antisemitismo?

¿Por qué tengo que encontrar yo la manera de erradicarlo?

¿Por qué? ¿Porque soy judía?

¿Por qué los judíos asumimos la tarea de inventar módulos pedagógicos, gestionar el milagro de la disolución del prejuicio, esclarecer, informar, explicar? ¿Por qué nosotros? Estoy harta de cargar con ese peso. 

Cuando a Jack Fuchs, sobreviviente, le preguntaban por qué la Shoá, decía: “¿Por qué me pregunta a mi? ¡pregúnteselo a los nazis…!”

¿Por qué los judíos debemos explicar el antisemitismo? No lo hemos creado, fuimos -somos- sus víctimas. Podemos dar seminarios enteros acerca de las variadas maneras en que hemos sido atacados a lo largo de los siglos, pero ¿eso nos da autoridad para explicarlo? ¿Acaso se le pide a la mujer golpeada que explique la personalidad del golpeador? ¿Acaso se le pide a quien fue violado que explique la patología de su violador? ¿Acaso se le pide a la víctima de un delito cualquiera que explique la criminalidad del delincuente?

¿Por qué debemos ser los judíos los que elaboremos teorías y creemos mecanismos para erradicar el antisemitismo? ¿Será tal vez porque otros no lo hacen? Estoy harta de hacer el trabajo que deberían hacer los demás. A decir verdad, tampoco todo lo que hicimos, aunque mucho, fue suficiente. El antisemitismo goza de una excelente salud. 

Tal vez no debiéramos ser nosotros los encargados de asumir esa responsabilidad. A pesar de lo que creen los antisemitas, no tenemos el poder de influir en la opinión de nadie ni menos aún de cambiar prejuicios. 

Además, estamos afectados directamente y ¿quién presta atención a los argumentos de la víctima? raya en lo ridículo pretender que la víctima modifique al victimario. El victimario y sus allegados tienen ese poder. Lo generó la cristiandad, lo regó el fascismo y hoy lo reverdecen el islamismo radical y las izquierdas bienpensantes. La Iglesia, desde Nostra Aetate en 1965 ha emprendido una tarea de reversión de la lacra del antisemitismo y algunos, pocos por el momento, han advertido que es una cuestión que atañe al mundo civilizado, que excede por mucho a lo judío. Es que el antisemitismo no es un tema judío. Ya desde Hajj Amin al-Husayni, el muftí de Jerusalén apoyó al nazismo y sse runió con Hitler en 1941, la no aceptación de la partición de la tierra por parte de los árabes y su éxodo, los triunfos bélicos de Israel en cada uno de los ataques que recibió, generaron que el antisemitismo fuera una de las banderas del islamismo radical. La exitosa campaña que condujeron en los medios y las redes contaminó hoy a las buenas conciencias de una izquierda que se dejó seducir por el relato de las víctimas palestinas en manos del supuesto ocupante israelí, “vil, cruel, diabólico” (todo parecido con las acusaciones medievales contra los judíos no es coincidencia). 

Estoy harta de mostrar mis heridas, harta de buscar porqués, harta de luchar contra la ignorancia y el prejuicio. Estoy harta de tener que justificarme y dar razones para tener los mismos derechos que todos los demás. Estoy harta de decir una y otra vez que “tengo ojos, manos, órganos, alma, sentidos y pasiones igual que todos, me alimento con los mismos manjares, recibo las mismas heridas, padezco las mismas enfermedades y me curo con iguales medicinas, tengo calor en verano y frío en invierno, si me hieren sangro, si me hacen cosquillas río, si me envenenan muero” (gracias Shakespeare) .

Harta de explicarle a la derecha que no tengo cuernos, que no soy comunista. Harta de explicarle a la izquierda que no soy poderosa ni explotadora. Harta de mostrarle a las feministas su doble vara cuando eligen a qué mujeres defender. Harta de la UNESCO y la UN y los defensores retóricos de DDHH que cacarean buenas intenciones solo en los papeles. Harta de esa izquierda siniestra y enceguecida en la que, sorprendentemente, hay algunos judíos que se atacan a sí mismos.

Harta con un hartazgo animal, visceral, total. Y digo ¡basta! Basta de defenderme de nada. No hice nada. Si puedo evitarlo no me dejo pegar más y si mis palabras, porque soy judía, están descalificadas, es hora de callar lo dicho tantas veces y tan pocas escuchado. 

La voz judía obviamente no tiene la capacidad de diluir el antisemitismo. Pide a gritos las otras voces. La cristiana, la musulmana, la de los defensores de la justicia social. Pareciera que no advierten el modo en el que el antisemitismo corroe y pervierte a la sociedad toda y cuánto lastima la trama de la convivencia. Igual que el cáncer no es un tema exclusivo del órgano afectado porque todo el cuerpo está enfermo, contaminado y en peligro, el antisemitismo no es un tema judío. Una sociedad que legitima y admite que una pequeña parte de sus miembros no tiene los mismos derechos legitima y admite la idea de que cualquier grupo puede estar igualmente amenazado. No es una sociedad segura ni confiable para nadie. Aceptar que un pueblo sea exterminado solo por haber nacido, o que un país sea destruido porque a los vecinos les afectan las decisiones de su gobierno, sienta el precedente de que eso es algo que se puede hacer. Hoy “no es por mí” pero “cuando vengan por mí, no quedará nadie que proteste” (gracias Niemöller).

El antisemitismo, que atraviesa clases sociales y partidismos políticos, corrompe la moral social básica que sustenta la convivencia posible. Frenar su crecimiento es por interés de todos. ¿Es que no lo ven? No, tristemente creo que no lo ven y, lo que es peor: ¡no ven que no ven! 

¡Hermanos cristianos, hermanos musulmanes, hermanos de derechas y de izquierdas, les pasamos la posta! Ustedes conocen perfectamente los recursos para la propagación y difusión de ideas y relatos, úsenlos hoy para combatir al antisemitismo que corroe las entrañas de la humanidad. Son varias las amenazan que se ciñen sobre nuestro mundo. El antisemitismo es una de ellas. “¡Aux armes citoyennes! ¡formez vos bataillons!”, reivindiquen el derecho a existir de todo ser humano, crea en lo que crea, se vea como se vea, viva como prefiera vivir. La tarea es ciclópea porque deberá incluir todos los frentes: el bélico y el mediático, cada iglesia, cada mezquita y cada escuela, universidades y corporaciones, la mesa familiar y las redes sociales. 

Con la misma convicción con la que algunos de ustedes lo instalaron, encaren la lucha contra el antisemitismo. Nosotros no hemos podido y yo, visto mi estruendoso fracaso, me rindo. 

Está en vuestras manos porque el antisemitismo no es un tema judío.  

Publicado en La Nación
Citado en el editorial de La Nación 12/6/24