Otras cosas

Congreso Shoá y otros. Barranquilla, Colombia

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Conferencias y conversatorios en el seno del Colegio Hebreo Unión y otros espacios.

En el Colegio Hebreo Unión: Los Diez Mandamientos para el Nunca Más.

En el Colegio Hebreo Unión: Los Diez Mandamientos para el Nunca Más.

con los alumnos del Colegio Hebreo Unión

con los alumnos del Colegio Hebreo Unión

Universidad del Atlántico, conferencia sobre La Shoá en el mundo de hoy.

Universidad del Atlántico, conferencia sobre La Shoá en el mundo de hoy.

Algunos asistentes en la Universidad del Atlántico

Algunos asistentes en la Universidad del Atlántico

Politécnico de niñas, en localidad Soledad. Hablé sobre las historias de los niños en la Shoá.

Politécnico de niñas, en localidad Soledad. Hablé sobre las historias de los niños en la Shoá.

conversatorio con el sobreviviente Sunik Amitai, Lilly Rozen y dos alumnos del Colegio.

conversatorio con el sobreviviente Sunik Amitai, Lilly Rozen y dos alumnos del Colegio.

Conferencia Inaugural: La infancia robada

Conferencia Inaugural: La infancia robada

Asistentes al Congreso

Asistentes al Congreso

Una de las 30 escuelas presentes

Una de las 30 escuelas presentes

Contando mi historia

Contando mi historia

Un sabor agridulce. Los niños franceses que sobrevivieron la Shoá. 

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Un sabor agridulce. Los niños franceses que sobrevivieron la Shoá. 


Presentación de “El país de mi infancia” de Hélène Gutkowski

Museo del Holocausto. 3 de septiembre de 2019

Mi mamá, igual que yo, nació en Polonia. Pronunciaba la erre más con la garganta que con la lengua y el paladar y cuando le preguntaban de dónde era, decía, orgullosa y suelta de cuerpo, “¡francesa!”. Francia era el colmo de la elegancia y la sofisticación, París era el centro del mundo, ese lugar idealizado y vestido del ropaje de la cultura, la estética y el buen vivir. Mis padres y sus amigos también sobrevivientes, dejaban caer cada tanto alguna palabra en francés, un signo inequívoco de finura y distinción. 

No me extraña que para este grupo de franceses tan bien retratados por Hélène Gutkowski, Francia siga resonando con aquella dulzura anhelada aunque pronto, sorpresiva y tristemente, se volvió agridulce. Los judíos llegados desde Polonia fueron objeto de las primeras persecuciones con el pretexto de no ser franceses. Más tarde no hicieron falta pretextos, la policía francesa arrasó con todos. Pero terminada la guerra los franceses cerraron los ojos y, como si allí no hubiera pasado nada, resurgieron los acordeones cantando al amor a orillas del Sena y Francia recuperó su cetro como símbolo del savoir faire

Hélène y su grupo se llamaron “¿Douce France?”  con signos de interrogación que tiñen de ironía la frase, vuelven amargo lo dulce. Aquella melodía, que aún hoy representa tanto lo francés, fue el sello de “aquí no ha pasado nada”, todo está bien. La canción es todo rosa y evoca imágenes idílicas, perfectas, de una nostalgia un tanto cursi pero muy sospechosa dado el año en que Charles Trenet tuvo la inspiración de componerla. A Trenet se le deben muchas otras canciones paradigmáticas de la francesidad como “La mer” y “Que reste-t-il de nos amours” entre otras, pero compuso Douce France en 1943, bajo el gobierno de Vichy. No solo es sospechosa su dulzura en esos años debido a la canción. Temiendo que se lo tomara por judío hizo público su árbol genealógico para dejar bien claro que no había una tal mancha en su linaje. Actuó también ante oficiales alemanes en el Folies-Bergère y en la Gaîté Parisienne, entretuvo a tropas nazis en cuarteles y en campos de detención y no se pronunció nunca ni en público ni en privado sobre las deportaciones ni los ataques a los judíos. 

Pero se le escapó un deslizamiento de sentido sospechoso. Dice: Douce France / cher pays de mon enfance / bercée de tendre insouciance / je t'ai gardée dans mon coeur” (Dulce Francia, querido país de mi infancia, acunado por una tierna despreocupación, te tengo en mi corazón).  ¿“Tendre ensouciance”? ¿Tierna despreocupación? ¿en 1943?. ¿No advirtió que allí estaba pasando algo? ¿despreocupación? ¿acaso no le preocupaba la falta de libertad, de igualdad y de fraternidad entre los entusiastas franceses colaboracionistas? pareciera que no.

Así y todo, la canción, una vez liberada Francia, reflejó al buen e inocente francés con su melodía dulzona y pegadiza. Douce France era la imagen del edén, el país idealizado, amado, autocomplaciente y narcisista, el non plus ultra de la superioridad estética y moral en el que todo francés fundamenta su identidad.

El original francés del libro se llamó “De la France occupée à la Pampa” pero la versión en castellano es “Querido país de mi infancia”, título heredero del nombre del grupo, el segundo verso de la canción, con la misma nostalgia e ironía de aquel Douce France entre signos de interrogación. 

Estas historias de niños en Francia durante la Shoá son presentadas acá por Hélène con minuciosidad artesanal. Construye una fina red, como un bordado, una filigrana, en la que cada adulto testimoniante se vuelve a ver niño en aquel lugar, en aquella situación, oyendo las voces, dialogando con sus recuerdos y sus olvidos, conteniendo alguna lágrima y no ahorrando ninguna sonrisa. Cada historia está precedida por un mapa en donde se puede ubicar el recorrido del protagonista y un prólogo esclarecedor del contexto particular que le tocó vivir. 

Francia es el piso común pero vemos que no ha sido igual para todos. Sin embargo es tan fuerte la marca de identidad francesa que todos han mantenido el idioma y disfrutan comunicándose con él. A diferencia de muchos sobrevivientes polacos por ejemplo que se han negado a seguir usando ese idioma porque les evocaba no solo lo sufrido durante la Shoá en manos del nazismo sino la traidora colaboración de sus vecinos y amigos polacos, sus delaciones, la apropiación de sus bienes y la participación de no pocos en las deportaciones y asesinatos. Mis padres me decían que de entre todas las cosas vividas una de las peores fue ver el grado de complicidad de los polacos, los que cinco minutos antes habían sido sus clientes, sus amigos, sus compañeros de escuela. Muchos sobrevivientes polacos borraron el idioma de sus vidas. ¿Por qué no pasó lo mismo con los franceses? Nunca escuché de ningún sobreviviente francés que hubiera renunciado a hablar en ese idioma como pasó con tantos polacos. Es que Francia, su idioma y todo lo originado allí sigue representado la cultura, la belleza y la elevada sofisticación. En algún punto, aquel querido país de sus infancias, sigue siendo un motivo de orgullo abonado por una poderosa mística. Una vez terminada la guerra, resultó que todos los franceses habían pertenecido al maquis. No hubo ningún colaborador, todos habían sido muy buena gente y el manto de negación y olvido cubrió la identidad nacional durante décadas. Con el fondo musical, claro está, de Douce France.

Los niños retratados en este libro muestran otra realidad en distintos grados de evocación. Los que fueron mayores pudieron guardar mejor memoria, conocieron las caras de los que les dieron una mano y las caras de los que les dieron la espalda. Los que fueron más chicos recuerdan menos, dependen más de los relatos de sus mayores, padres y familiares, pero todos saben sobre la complejidad del alma humana y sobre los rincones oscuros que anidan en la misma. Los documentos rescatados, las fotos, las cartas, han ido reconstruyendo en cada uno el puzzle, nunca mejor traducido que rompecabezas, de sus propias vidas. La autora misma que era muy chiquita durante la Shoá toma de los relatos de cada uno fragmentos que iluminan sectores de su propia infancia que antes le habían resultado incomprensibles y que de pronto aparecen con una nueva claridad. Estos niños que hoy nos cuentan sus historias habían callado durante muchas décadas.

Cuando hablamos de la Shoá, uno de los temas que más suele cuestionarse es el del silencio de los sobrevivientes. Es habitual la suposición de que han optado por borrar esa memoria para evitar el sufrimiento de volver a presentificar momentos de angustia o de horror. Se habla de culpa, de la culpa del sobreviviente que se sigue preguntando por qué sobrevivió y no así el resto de su familia o amigos, se habla de negación. Como si los sobrevivientes fueran culpables de hablar recién ahora y fuera un rasgo patológico el que no lo hubieran hecho antes. ¿Cómo es posible que callaron tanto tiempo? ¿y por qué, de pronto, un día el dique del silencio se quebró y sus testimonios fueron cataratas imparables? Y, lo que es más incomprensible, es la evidencia de que no han olvidado nada, tal vez algunas cosas se confunden debido al paso del tiempo, pero no hay negación ni olvido. Está todo allí.

Ciertamente no todos los sobrevivientes se mantuvieron en silencio, unos pocos no lo hicieron y hablaron enfervorizadamente desde el comienzo, sobre todo al comienzo. No les fue bien. Por alguna razón que entonces no se comprendía, nadie quería escuchar y esta negativa los sumió en una tal desesperación que varios de ellos optaron por el suicidio. Paul Célan, Jean Améry, Bruno Bettelheim, la dudosa muerte de Primo Levi, son ejemplos de que el hablar prematuramente pareció volvérseles en contra. Lo dice claramente Jorge Semprún en “La escritura o la vida” ya en el título mismo de sus memorias de Buchenwald. Cuando terminó la guerra decidió guardar esa memoria hasta cuando pudiera ponerla en palabras porque mientras tanto debía elegir vivir, reconstruir su vida y apostar a ella. Como dice Dominique Frischer, el silencio de los sobrevivientes fue un silencio reconstructivo que hizo posible que todo el esfuerzo y toda la energía de las primeras décadas se pusiera al servicio de la vida. 

Conozco a varios sobrevivientes que hablaron desde el comienzo. La vida no les resultó fácil ni a ellos ni a sus familias que, abrumados por el peso de semejantes recuerdos, quería huir del barro cenagoso en el que los hundía el relato. 

A diferencia de ellos, varias décadas más tarde, las familias reciben hoy el testimonio de los sobrevivientes casi con orgullo. 

¿Qué pasó entre ambas situaciones? ¿Por qué aquel silencio, según la proposición de Frischer, hizo posible la reconstrucción? ¿No es acaso más saludable hablar que callar? ¿no es eso lo que nos enseña el psicoanálisis y la psicoterapia más básica? Reflexionando sobre ello propuse mi hipótesis de que no hay un solo silencio, hay dos silencios diferentes. El daño recibido, la situación traumática, tiene diferentes características según el contexto en el que se produce. El contexto es siempre un contexto dañino, malévolo, pero distingo dos males diferentes, el mal con minúscula y el MAL con mayúscula. El mal con minúscula es el perpetrado por un agresor sobre una víctima, un ataque individual, reactivo y emocional con un propósito personal y concreto, robo, violación, venganza, contra ataque, es una conducta que compartimos con los mamíferos y que, puede producir un sentimiento de culpa en el agresor. El MAL con mayúsculas no tiene dos protagonistas sino cuatro. Está el perpetrador y la víctima y están los colectivos sociales a los que ambos pertenecen. El perpetrador ataca no por su propio deseo sino siguiendo una orden, un estado o un para-estado. La víctima lo es porque es miembro de un colectivo que el estado ha designado como enemigo a exterminar. No es un ataque reactivo o emocional sino racional, no tiene un objetivo individual, no se ataca a una persona específica sino a quien es parte del grupo a destruir; el MAL con  mayúsculas no genera culpa y es exclusivamente humano. 

Cuando la víctima es atacada en un acto de a dos, cuando más pronto hable, ponga palabras al hecho, mayor sus posibilidades de quitarle el peso tóxico y malsano porque permite que se pueda operar con ello, comprenderlo y recuperarse. Pero cuando la víctima es sujeto del MAL con mayúsculas, por ejemplo en matanzas colectivas, genocidios, como en la Shoá, ordenado por el estado o por una fuerza paraestatal, se quiebra el contrato social más primitivo. Quien nos debería cuidar y proteger es quien nos quiere matar. Se fractura la confianza básica, ese piso sólido sobre el que estamos sostenidos y quedamos suspendidos en un equilibrio inestable de nuestra nuda vida, la vida que debe ser sostenida, alimentada y protegida a toda costa. Trastabillando sobre ese piso quebrado precisamos de varias décadas para que vuelva a sentirse firme bajo nuestros piés y así recuperar la confianza perdida. Años dedicados al desarrollo como personas, a armar familias y proyectos, a sentir que el mañana volverá a ser previsible y que los planes tendrán posibilidades de ser cumplidos, todo eso es lo que va reconstruyendo la firmeza del piso bajo nuestros pies y nos permite, ahora sí, mirar hacia atrás. ¿Nos hemos olvidado de algo? ¡No! todo está ahí, nada se negó, tan solo se esperó a que las condiciones permitieran el fluir el relato. 

En el caso de los niños, es preciso mencionar que una vez dispuestos a hablar casi ninguno se reconocía como sobreviviente. Se sentían privilegiados al compararse con lo que fueron deportados y encerrados en campos de concentración y exterminio y no se consideraban a sí mismos como sobrevivientes. 

Además está el tema de la edad y, en el caso de los más chicos, la amnesia natural de los primeros años. Si hacemos un esfuerzo podemos recordar más o menos bien lo vivido a partir de los 5 ó 6 años, los años anteriores nos vuelven como flashes, como fotos que incluso no sabemos bien si fueron así, si es lo que recordamos o si se trata de lo que nos contaron, siempre la duda. 

Incluso cuando recordamos,  y esto le pasa a todos los sobrevivientes,  está la duda de si lo que recordamos refleja lo que realmente pasó. La memoria no es fotográfica. La memoria, esa tensión entre recuerdo y olvido, es una conducta del presente y es elástica. Misteriosamente algún olor, algún comentario banal, alguna imagen vista al pasar abren de pronto un archivo que no sabíamos que teníamos y nos sorprende a nosotros mismos con hechos, palabras, emociones encapsuladas que explotan y nos revelan porciones de nuestro pasado que creíamos que habíamos perdido.

Este trabajo que estamos presentando es también un ensayo sobre la memoria rescatada como ejercicio de construcción colectivo. Hay varios momentos en el libro en que uno imagina esos momentos mágicos cuando de pronto alguno compartía un recuerdo que resonaba de maneras misteriosas en algún otro que así podía saber un poco más, visualizar un poco más, entender un poco más, en un diálogo que crecía y se enriquecía sobre la marcha, con nuevas lecturas, nuevas evidencias. 

Hélène construyó el libro con evidente intención didáctica e informativa y una factura literaria sin tropiezos, cuidada, poética e inspirada. Como todo buen libro, se lee fácil y de corrido, por momentos, con cierto suspenso por el derrotero de algunas historias. 

Sin embargo este libro no es un libro, es en realidad una colección de diez libros. El primero es el relato pormenorizado de la inmigración judía a la Argentina desde su comienzo hasta 1945. Excelentemente documentado Hélène ha superado a su anterior libro “Vidas. En las colonias: Rescate de la herencia cultural” publicado en 1991 en el que relataba los avatares de aquella inmigración judía de los comienzos del siglo XX. Los otros 9 capítulos toman las memorias y siguen las vidas de Maurice, Myriam, Francis, Micheline, Henri, Claire, Mariette, Nicolas y Elsa. Algunos ya no están y en el texto evoco sus voces, sus miradas, sus particulares inflexiones, gestos e intenciones reflejadas con minuciosidad y respeto. Cada uno de estos capítulos es un libro en sí mismo y puede leerse individualmente; cada uno está precedido por un mapa y por la descripción del contexto familiar, temporal y geográfico correspondiente. La autora transcribe fielmente los testimonios, a veces monólogos, otras diálogos con otras voces y los salpimenta con reflexiones propias que enriquecen los relatos con una nueva tridimensionalidad. Al mismo tiempo, leído de corrido, termina siendo una especie de thriller que guarda el misterio de la supervivencia, de la resignificación de lo vivido y del triunfo de haber generado una familia, una descendencia, un proyecto y un desarrollo personal, una vida plena de sentido. 

Para contrarrestar al dudoso Charles Trenet y su edulcorada canción, cierro con una de mis poesías preferidas de Jacques Prévert. “Le cancre”, el mal alumno, ese niño que como  muchos de los del libro que estamos presentando, se rebela ante lo establecido, no hace lo que se supone que tiene que hacer y elige ser feliz. 

Dice no con la cabeza / pero dice sí con el corazón / dice sí a lo que quiere / pero le dice no al profesor / pasa al frente, lo interrogan / y todos los problemas se le vienen encima / de pronto una risa loca lo envuelve / y borra todo / los números y las palabras / los datos y los nombres / las oraciones y las trampas / y a pesar de los retos del maestro / y las burlas de los niños prodigio / toma tizas de todos los colores / y sobre el negro pizarrón de la desdicha / dibuja la cara de la felicidad.


Menciones:

  1. Jorge Semprún: La escritura o la vida. Tusquets, 1994

  2. Dominique Frischer: Les enfants du silence et de la reconstruction: la Shoah en partage, trois générations, trois pays : France, Etats-Unis, Israël. Grasset, 2008

  3. Jacques Prévert: Paroles, 1945


Con Beate y Arno Klarsfeld, Hélène Gutkowski, Jonathan Karszenbaum y Fabiana Mindlin

Con Beate y Arno Klarsfeld, Hélène Gutkowski, Jonathan Karszenbaum y Fabiana Mindlin

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Te amaré eternamente.... y otros mitos

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Nos arrojamos a las relaciones de pareja ilusionados y convencidos de que el amor y el deseo durarán por siempre. Pero esa sensación de mariposas en la panza, que algunos llaman infatuación, no es eterna. Con suerte, cuando el fuego se va apagando, queda el rescoldo tibio y amable de una buena relación, confianza, lazos familiares y expectativas a futuro.

Nos hemos formado en una cultura que lee todo lo anterior como un pobre consuelo ante la falta del fuego sublime de la pasión desatada. Y pasado un tiempo, descubrimos que tenemos poco en común con el otro, que las peleas son una constante y que no coincidimos en casi nada.

Con la extensión de la vida y el cambio de paradigma de este siglo, la pareja de larga data tambalea, aunque el tema ha recibido poca atención en nuestra sociedad. ¿Cómo hacemos para sostener un proyecto de a dos en un mundo donde la idea de enamorarse para siempre ya no tiene tanta fuerza?

La psicóloga Diana Wang, con casi cinco décadas de ejercicio como terapeuta de parejas, recaba algunas observaciones, consejos y lecciones que fue aprendiendo tanto de sus pacientes como de su experiencia personal. Con humor, calidez y realismo, aborda temas como el dinero, el sexo, la monogamia, la fidelidad, los hijos, los nietos, los suegros, el espacio personal, los secretos, los divorcios, las nuevas parejas y las familias ensambladas. Este libro extraordinario es una lectura imprescindible para todos los que quieren seguir apostando a la misteriosa aventura de compartir la vida con otra persona.

Diana Wang se casó dos veces. Su primer matrimonio duró dos años. El segundo cumplió 44 en 2019. Ambas experiencias, sumadas a su ejercicio profesional, le han enseñado todo lo que escribió en este libro: alegrías y desdichas, frustraciones y logros, aburrimientos y despertares.

Nacida en Polonia a poco de terminada la Segunda Guerra Mundial, Diana reside en Buenos Aires desde los dos años. Sus padres tuvieron la suerte de sobrevivir a la ignominia nazi y llegaron a la Argentina en 1947. Enamoradiza y entusiasta, la autora recibió a los doce años su primer beso en un atardecer de verano. La parábola de la vida en pareja comenzó muy temprano. Cuando su mamá supo de aquel noviecito al que llamaba "simpatía" la abrazó diciendo: "¿Qué apuro tenés? Se sufre mucho en el amor". Diana se ha empeñado desde entonces en que el amor sea fuente de disfrute y alegría y que la sombra del sufrimiento se mantuviera lejos y a resguardo. No siempre lo ha logrado. Pero lo que sí aprendió es que se puede.

Egresada de la Universidad de Buenos Aires, Diana trabaja en su consultorio privado desde hace casi cincuenta años, especializada en vínculos de pareja. Además, es columnista de La Nación y miembro del Museo del Holocausto. Como autora, publicó De terapias y personas junto con Musia Auspitz (1997), El silencio de los aparecidos (1998), Los niños escondidos: del Holocausto a Buenos Aires (2004), Hijos de la guerra: la segunda generación de sobrevivientes de la Shoá (2007), Volver: crónicas en forma de cartas sobre un viaje de regreso a Polonia y Ucrania (2012), Con una piedra en el zapato (2013) y Surviving Silence (2013). Hoy disfruta de su familia y acompaña a sus cuatro hijos y ocho nietos con las mismas dudas, incertidumbres y fragilidades que ella tuvo en la vida y en el amor.

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en Kindle, Amazon

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me lo mandó Aielet

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Firmando ejemplares para periodistas y medios

Firmando ejemplares para periodistas y medios

Después de la entrevista, en el estudio de Radio Mitre

Después de la entrevista, en el estudio de Radio Mitre

La psicoterapeuta, conferencista y escritora Diana Wang, visitó el estudio de Nacional AM 870 y conversó con Silvina Chediek sobre su nuevo libro “Te amaré eternamente y otros mitos de vivir en pareja”. La obra revisa en su publicación los distintos conflictos que atraviesan las personas en pareja, desde el inicio de una hasta las que tienen muchos años de convivencia. https://bit.ly/2IHR1RI

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De izquierda a derecha: Ariel Hergott cine y series, Daniel Cacioli deportes, Silvia Maruccio locución, Silvina Chediek, Diana Wang, Adriana Balaguer política y actualidad, Damian Dreizik

De izquierda a derecha: Ariel Hergott cine y series, Daniel Cacioli deportes, Silvia Maruccio locución, Silvina Chediek, Diana Wang, Adriana Balaguer política y actualidad, Damian Dreizik

PROMOCION PRESENTACIÓN:

Flyer presentación. Leerán y comentarán: Diana Sperling, Ariel Schapira, Aida Ender, Franco Fiumara y Fanny Mandelbaum.

Flyer presentación. Leerán y comentarán: Diana Sperling, Ariel Schapira, Aida Ender, Franco Fiumara y Fanny Mandelbaum.

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En el estudio de Radio Hermes, con Lena Reingold y Marcelo Della Mora en su programa Programa Radio Psi. Sábado 10 de agosto de 2019.

En el estudio de Radio Hermes, con Lena Reingold y Marcelo Della Mora en su programa Programa Radio Psi. Sábado 10 de agosto de 2019.

Después de la charla, Lena Reingold y Marcelo Della Mora en la sede de Radio Hermes, el emprendimiento cultural de Pablo Duarte.

Después de la charla, Lena Reingold y Marcelo Della Mora en la sede de Radio Hermes, el emprendimiento cultural de Pablo Duarte.

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Algunos de los presentes… por ahí atrás mis nietas Caro y Valu

Algunos de los presentes… por ahí atrás mis nietas Caro y Valu

Vista desde afuera cuando estaba comenzando

Vista desde afuera cuando estaba comenzando

en el camarín de la Televisión Pública, esperando para grabar Cada Noche con Silvina Chediek

en el camarín de la Televisión Pública, esperando para grabar Cada Noche con Silvina Chediek

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Revista VIVA, Clarin, domingo 22 de septiembre 2019

Revista VIVA, Clarin, domingo 22 de septiembre 2019

Mención de Fanny Mandelbaum en La Noche de Mirtha Legrand, 19 de octubre de 2019 (entre los minutos 25.13 y 25.35)

El cartógrafo. Comentario


El cartógrafo

Varsovia 1:400.000 de 1939 a la actualidad

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Ya desde que se entra el espacio, la escenografía y la iluminación van sumergiendo al espectador en un tiempo y un lugar otro. No hay escenario, todo sucede cerca, al alcance de la mano y uno se deja llevar por lo que se va desplegando ante sus ojos. Los protagonistas buscan trayectorias perdidas pero para ello deben saber hacerse las preguntas precisas.

Preguntas que van desde el gueto de Varsovia de entonces y las calles de la Varsovia de ahora, generadas por unos seres que buscan afiebradamente y anhelan encontrar el registro, el mapa que les indique por fin dónde, qué, cómo. En Varsovia ayer, en Sarajevo, en Londres, en Varsovia hoy. Y claro, estamos en Buenos Aires…. y en la sala Cunil Cabanellas que está en el subsuelo, el paso del subterráneo nos recuerda cada tanto, con una leve vibración dónde estamos. No fue parte de la puesta, pero lo es y funciona.

El texto de Juan Mayorga le surgió una mañana en la que se perdió por Varsovia. Sus palabras y situaciones encarnadas en la maravillosa puesta de Laura Yusem tienen un alcance de una hondura inconmensurable. Mayorga dice que “sueña con que cada espectador trace, además de un mapa de una Varsovia invisible, otro mapa dentro de sí con su propia ciudad como si nunca antes la hubiera pisado, quizás también un mapa de su propia vida, de su propio cuerpo”. Yusem lo hizo posible y transformó la potencia de lo simbólico en emoción y piel.

La escenografía de Graciela Galán y la iluminación de Jorge Pastorino son deslumbrantes. Los seis actores son seis joyas de transmisión y entrega, con el tono justo, la emoción a flor de piel pero sin desbordar nunca. La sorpresa es que el personaje de Blanca lo interpreta una actriz pequeña, delgadita, muy parecida a la enorme Elena Roger. “¿Será?” me pregunté y sí, es ella, lo dice el programa y allí está, al lado de uno, la increíble Evita, la trágica Edit Piaf, la que es capaz de llenar con su voz y su presencia cualquier escenario, en El Cartógrafo es una española perdida en Varsovia que busca dibujar mapas que le expliquen tantas ausencias.

Caminar por Varsovia hoy es un ejercicio de irrealidad. El gueto fue arrasado, no queda nada. Gran parte de la ciudad que había sido ya no es. Enormes edificios vidriados, shoppings modernos, calles despejadas y señoriales están muy lejos de aquella Varsovia de hacinamiento y muerte. Siempre que la visito me acosan los fantasmas que la sobrevuelan, veo la desmemoria de los varsovianos que no saben, no quieren saber, no pueden saber, no se les facilita saber, y me detengo en esas mismas calles cuyos nombres no han cambiado. Y la analogía es automática porque pasan cosas parecidas con uno mismo y con su propia vida, con sus recuerdos y sus olvidos, con aquellos mapas trazados por la vida por los que caminamos casi siempre sin darnos cuenta y muchas veces sin saber hacernos las preguntas precisas.

La obra admite varias lecturas pero nadie se irá sin llevarse las preguntas de sus propias trayectorias, de sus propios mapas que den cuenta de lo que uno ha perdido u olvidado.


Ser elegido tiene sus "privilegios"

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El pueblo judío es un pueblo privilegiado. En los comienzos de su historia oral dicen los textos que fue designado para ser portador del monoteísmo, ingente tarea en un mundo panteísta y adorador de imágenes. Ese concepto abstracto, no era una persona ni tenía imagen, ni siquiera tenía nombre, era EL-NOMBRE, constituyó el eje alrededor del cual se desarrolló la misión y la cultura del pueblo judío. La extraña idea del Dios único traída por estos pastores nómades fue sostenida durante siglos y siglos hasta que un grupo de judíos crearon su coto propio y la transformaron lo suficiente como para llamarse de otra manera. Lo que sigue es conocido. A la religión del padre le siguió el cristianismo, la religión del hijo, luego el islam, la religión de los cuñados (sunitas, los descendientes de Mahoma y chiitas los de Alí, el yerno de Mahoma). La cristiandad y el islam se lo tomaron a pecho y difundieron, en sermones y exhortaciones y también a capa y espada, la extraña idea del monoteísmo que los esforzados pastores habían sostenido persistentemente aún cuando el contexto de múltiples divinidades e imágenes les había sido tan adverso. Era una carga pero habíamos sido elegidos para eso.

Pasado el Holocausto que nos puso como blanco de la guerra contra los judíos emprendida por el nazismo y exterminó a un tercio, hoy los judíos tenemos el renovado privilegio de estar en el centro de polémicas, acusaciones y protestas. Es encomiable y regocijante que mucha gente en la izquierda progresista y en la derecha fascista se preocupe tanto por los palestinos a los que sus dirigentes no dejan salir del desgarrador status de refugiados perpetuos. Esa preocupación habla muy bien de la Humanidad, de la mirada ética, de lo mejor que tenemos los humanos interesados por el prójimo. Pero en su honda y genuina preocupación simplifican un tanto el cuadro y lo reducen a buenos y malos, perpetradores y víctimas, débiles y poderosos sin considerar los contextos. Es tanta la defensa que hacen del victimizado pueblo palestino que no ven, o ven pero dejan de lado, que es un peón en un juego que lo trasciende, un juego de codicia y poder en el entramado geopolítico que excede en mucho a la dicotomía construida con una narrativa tendenciosa. Ambos pueblos sufren sus consecuencias durante las últimas 7 décadas. Los refugiados palestinos usados como escudos, mantenidos en la transitoriedad, azuzados para odiar por un lado y los residentes israelíes que, además de tener sobre sí la constante amenaza de la destrucción de Israel como estado, viven diariamente el terror de los atentados tanto con cuchillos caseros como con misiles altamente desarrollados. El argumento sobre simplificado señala a Israel como el perpetrador del pueblo palestino y a éste como su víctima propiciatoria. Nada se dice ni se sabe ni se quiere sugerir acerca de los intereses en juego en la dirigencia palestina que medra con el estado de victimización al que somete a su pueblo y que no le interesa modificar. Hay muchos negocios allí. Para mantener el statu quo hace falta que el pueblo palestino se mantenga unificado y acepte a esa dirigencia corrupta. Esa unidad se consigue instalando a un enemigo común, igual que todo estado totalitario y el nazismo, en este caso con una eficaz escuela de odio cuyo objetivo es la destrucción del Estado de Israel.

La política de los gobiernos de Israel puede ser criticada, y de hecho lo es especialmente por sus propios ciudadanos dado que es el único estado democrático en el oriente medio. Pero oponerse a su política ¿justifica su total aniquilación como país?.

Confío en la humanidad de los reclamos y espero que los mismos que se muestran tan preocupados por lo que sucede en aquel distante lugar del mundo, miren también lo que sucede en otras partes y se pronuncien con la misma energía y a viva voz en contra de asesinatos, injusticias y perpetraciones como las de cristianos y kurdos masacrados en Siria, y, por mencionar solo unos pocos sitios más, lo que sucede en Turquía, Zimbabwe, China, Pakistán, Arabia Saudita, Bielorrusia y siguen las firmas. Ésos y tantos más son sitios en los que la población sufre condiciones inauditas pero, aparentemente, ninguno de esos lugares y pueblos les resultan suficientemente atractivos a los bien pensantes anti israelíes como para protestar o no les despierta una irrefrenable ansia liberadora. La acusación a Israel es una obsesión que, en vista de tanto ataque a otros pueblos, resulta difícil de comprender si solo se protesta por ello a menos que se la lea desde el viejo prejuicio anti judío que aún sigue vigente en la cultura occidental.

O sea que seguimos siendo el pueblo elegido. Y ser elegido tiene sus “privilegios”. Nos eligen como blanco quienes arguyen que no deberíamos existir y nuestro triste “privilegio” es ser el único país en el planeta que debe seguir luchando para mantenerse vivo.

Es tan fuerte la judeofobia ancestral que no pueden dejar de mirarnos, vernos y acusarnos de cualquier peste negra que asole la Tierra. Y no resiste el menor análisis eso de que “no soy antisemita, soy antisionista”. Acusar a los judíos vende, asegura atención, centimetraje periodístico y difusión en las redes sociales. Jews are news. Siempre.

Publicado en Infobae.
Publicado en Por Israel

Superman también fue un niño escondido.

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Nació en el planeta Krypton con el nombre de Kal-El. Sus padres, el científico Jor-El y Lara Lor-Van, lo enviaron en una nave espacial a la Tierra poco antes de la destrucción del planeta. El chiquito fue encontrado por Jonathan y Martha Kent, granjeros de Smallville, Kansas; lo adoptaron y educaron con el nombre de Clark Kent. Descubrió sus super poderes pero también que era vulnerable a la krypotnita. Por eso, ya Superman, ocultaba su identidad y vivía como un tímido reportero del Daily Planet de Metropolis. Tuvo tres nombres y dos historias diferentes. Superman, super-héroe, fue un super-viviente que transformó su orfandad, desarraigo e infortunio en fuerza de reivindicación y lucha.

Creado en 1933, el mismo año del ascenso del nazismo, sus creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster, no imaginaron que este niño escondido representaría a tantos que debieron hacer lo mismo durante la Shoá. Los padres, igual que Jor-El y Lara Lor-Van en Krypton o Iojevet en el antiguo Egipto, querían salvarlos a toda costa, aún ante la perspectiva de no verlos nunca más.

Superman fue también un niño escondido. Los niños escondidos, son los Superman de nuestro tiempo.

(Idea sugerida por Dany Goldman en la presentación de Niños Escondidos en Bet El)


Presentaciones Niños Escondidos Reedición

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Todas las fotos y videos. https://photos.google.com/album/AF1QipMeZrJYW9ocN89G-5KY3X2SS9u9LYFOncyo6UP_/photo/AF1QipOmmaw-uqCTyzELXt3sAbt5C34o8EpOJyvAmCpH

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El diálogo entre Diana Sperling y Diana Wang en la presentación de Bet El:

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Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

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Soledad Bentolila, DW, Aida Ender, Luis Klinger y Sofía Romano

Soledad Bentolila, DW, Aida Ender, Luis Klinger y Sofía Romano

Del auto-odio al disimulo, una consecuencia del antisemitismo

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La Shoá ha sido un laboratorio en el que la Humanidad se encontró con su peor cara. Las investigaciones y los documentos a los que tenemos acceso siguen siendo una fuente riquísima de lecciones con gran potencial para la construcción de una convivencia social compatible con la armonía y la paz. Quedan abiertos dilemas como los que tuvieron que enfrentar los judíos tantas veces. Sobrevivir era sinónimo de “sálvese quien pueda”, sujetos de la suerte o la mala suerte. Pero sigo sin entender qué guió a Jonas Wolk para hacer lo que hizo.

Der Stürmer, -el artillero, el atacante- fue un pasquín nazi cuya finalidad esencial era la instalación, difusión y potenciación del odio a los judíos. Este tabloide semanal, publicado entre 1923 y 1945, tuvo una tirada de 20.000 ejemplares en 1933 con la conquista del poder total del nazismo y llegó a alcanzar los 600.000 en 1940.

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Su director, Julius Streicher, rabioso antisemita, lo transformó en una herramienta esencial para la propagación del antisemitismo y la naturalización de la imagen del judío como pestilente y exterminable. Su identidad gráfica era las caricaturas que dibujaban a los judíos como repugnantes, aprovechadores, violadores, asesinos, ladrones y explotadores. Difundió el “libelo de sangre”, la vieja acusación medieval de que los judíos secuestraban niños cristianos para desangrarlos y elaborar con esa sangre su “diabólica” matzá y sostener sus ritos secretos. Sazonaba sus diatribas con otras contra católicos, comunistas y capitalistas condimentadas con materiales pornográficos y obscenos. Sigue siendo un ejemplo supremo de prensa amarilla y manipuladora que se alimenta con engaños con bajezas e iniquidades.

Las portadas traían una caricatura como la que se ve en la imagen y al pié el lema Die Juden sind unser Unglück! -¡Los judíos son nuestra desgracia!-.​

Der Stürmer empleaba cien personas entre escritores, dibujantes, personal técnico y administrativo. Uno de ellos, Jonas Wolk, era judío. Con el seudónimo de Fritz Brand escribió muchos de los espeluznantes textos antisemitas.

Me supera. Por más que le doy mil y una vueltas y me respondo con diferentes teorías, no consigo comprenderlo.

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Pero el auto-odio militante es el final de una parábola que transita por otras estaciones. El miedo, la vergüenza, el ocultamiento. Distintos grados en los que la condición judía se manifiesta como un problema para los judíos que vivimos en contextos con cierto nivel de antisemitismo. En principio todos los que residimos en países dominados por la ideología cristiana que ha propagado durante siglos acusaciones judeófobas estamos expuestos a la sospecha y debemos convivir con ello.

Hay judíos que optaron por la conversión lisa y llana con el objetivo de quitarse de encima el peso de la discriminación. Conversión que incluye, claro está, el ocultamiento del antepasado judío en cuestión; queda como abominable secreto, pero queda y a veces sale a la luz. Son varios los sobrevivientes del Holocausto, por ejemplo, que al cambiar de país, han elegido una nueva identidad y linaje, otro apellido y otra historia, con la esperanza y la promesa de un futuro mejor.

Conozco una sobreviviente venida de Lituania que ha querido borrar toda traza de su identidad judía para integrarse mejor en la sociedad argentina y eligió un apellido que le sonó a muy argentino, Del Campo, sin advertir la oculta referencia. Pasadas unas décadas e interactuando con la sociedad más granada, decidió revisar aquel propósito y ahora, cuando le preguntan de qué Del Campo es, si de los Del Campo de Balcarce o si de los del Campo de Mercedes responde que es “de los Del Campo de Concentración”.

Revelarse ¿rebelarse? como judío entraña el riesgo de cierta pena social, de ser mirado de otra manera, con cierta prevención, con cierto cuidado. Nuestro interlocutor se pone en guardia para no decir alguna inconveniencia que pudiera ofender; es tal la naturalización del prejuicio anti judío que sabe que algo podría escapársele sin que sea o se reconozca antisemita.

Los judíos solemos imaginar que no serlo podría ser liberador tal vez porque no sería necesario cuidarse ni demostrar particular probidad y moral. Los judíos que vivimos en una cultura cristiana hemos incorporado también el prejuicio antijudío como el resto de la sociedad. Y está tan enraizado que uno lo vive a veces sin darse cuenta. Dado que mi apellido no suena judío ni tampoco mi aspecto, muchas veces me han dicho “¡ah! ¿sos judía?.... no parecés”.

Me sigue avergonzado haber creído que era un elogio.





Violetas de marzo (otra lección del nazismo)

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Cuando está terminando el invierno en Europa comienzan a crecer las violetas. Es el anuncio del comienzo de la primavera y el final del frío.

Pero en la Alemania nazi, las violetas de marzo tenían otro significado. Era el nombre despectivo con el que los nazis llamaban a los que se iban uniendo al Partido a último momento, cuando ya no había más remedio, no por convicción sino por conveniencia. No eran “verdaderos” nazis, esos comprometidos hasta el tuétano con el Führer sino unos advenedizos que lo hacían solo por oportunismo. Gente de cuidado. Traidores en potencia. Veletas que hoy estaban y mañana, con otros vientos, cruzaban a la vereda de enfrente.

Las "violetas de marzo" son ejemplares que crecen en las tiranías, los totalitarismos y los populismos. Para mantener sus bienes y fuente de ingresos, por el temor de perder el trabajo, ser detenido, deportado, encerrado y asesinado muchos se afilian al Partido Totalitario con la esperanza de garantizar la continuidad de la vida.

Pero las “violetas de marzo” deben hacerlo de modo que su afiliación parezca verdadera. Los judíos que temían por su vida ante la Santa Inquisición cuando abrazaban el catolicismo elegían llamarse Sacerdote, Santamaría, Abad, Iglesias, Cruz y no se perdían una misa. Eran más papistas que el papa para aventar cualquier posible sospecha.

Como los pobres judíos llamados burlonamente “marranos”, las “violetas de marzo”, son esos seguidores tardíos forzados a exagerar su fe para que nadie desconfíe.

Las “violetas de marzo” se juntan en ramilletes y se lucen en los más lindos jarrones como si siempre hubieran estado allí. Enhiestas y atentas, el ojo avisor, el oído atento, no sea que alguien se de cuenta de que están aferradas con uñas y dientes a los bordes para no caerse porque no venían en ese florero.


“¡Das vergüenza, sucio judío!”

Demostración en Italia contra el negacionismo polaco

Demostración en Italia contra el negacionismo polaco

El jueves 21 y el viernes 22 de febrero de 2019 tuvo lugar un congreso en la École des Hautes Études en Sciences Sociales -Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales- EHESS. Se llamó “La nueva escuela polaca de historia del Holocausto” convocada por el Centro de Investigación Histórica y el Grupo de Investigación Interdisciplinario sobre Historia Literaria. El objetivo fue la presentación en Francia de una nueva escuela histórica que revisa y resignifica el pasado judío en Polonia.  

Ya se había hecho, en 2005, un encuentro similar convocado por la Biblioteca Nacional de Francia, Judíos y Polonia, 1939-2004: aspectos multifacéticos del pasado" inaugurada . por dos testigos clave, Wladyslaw Bartoszewski y Simone Veil y que culminó con una conferencia de Marek Edelman, el último sobreviviente del levantamiento del gueto de Varsovia.

Los testimonios de testigos de tal envergadura ya no están disponibles y es ahora que el gobierno polaco ha emprendido esta campaña de recuperación del “orgullo” nacional no admitiendo la complicidad de tantos polacos en la ejecución del exterminio. En el contexto del antisemitimo -disfrazado de antisionismo- brotado con tanta virulencia en Francia y en otros países de Europa, este congreso tiene un valor y una potencia particular. Focalizado en la política negacionista polaca sus alcances llegan al resto de las declaraciones y posiciones que colocan a los judíos, otra vez, en el lugar diabólico del mal que debe ser erradicado.

Comparto el Testimonio de Jan Zbigniew Grabowski, uno de los participantes del encuentro.

“¡Fueron días extraordinarios! Estuve en París para participar en el congreso acerca de la Nueva Escuela Polaca sobre Historia del Holocausto. Docenas de investigadores de Francia y Polonia participaron del encuentro. El gran anfiteatro del prestigioso EHESS y el College de France rebosaban de gente que quería aprender. Pero hubo también otra gente, gente que no quería aprender sino que venía mostrar su orgullo nacionalista, su odio y su incomodidad con los hallazgos históricos. Interrumpieron las sesiones, abucheando, silbando y gritando. En toda mi carrera académica nunca viví algo parecido. Annette Wieviorka, la afamada historiadora francesa especializada en la Shoa, en sus comentarios finales, coincidió en que nunca había visto algo así.  

Lo que todos hemos visto fue la cara de la nueva Polonia, la triunfante, nacionalista, patriotera, irreflexiva y brutal violación del aprendizaje académico. Dos o tres años atrás estas personas no se habrían atrevido a perturbar e interrumpir conferencias en una universidad. Hoy, sin embargo, envalentonados por el apoyo del estado polaco, están dispuestos a mostrar sus caras y a confrontar a los académicos en su propio territorio. Cuando salía del EHESS en el boulevard Raspail, fui confrontado por un nutrido grupo de “patriotas” polacos que, al verme, gritaron “das vergüenza, Grabowski”, “das vergüenza, sucio judío!”. (“wstydź się parchu” - en el original polaco).”

J.Z. Grabowski junto con Jan T. Gross, ambos historiadores, investigan y escriben sobre la complicidad de tantos ciudadanos polacos en el exterminio del pueblo judío. Ambos son vilipendiados en Polonia y acusados de traidores. El actual gobierno propuso quitarle la Orden al Mérito que le fuera conferida en 1996. La ley aprobada en 2018 por el Parlamento polaco ultra nacionalista, acerca de penar a quienes mencionen públicamente la “supuesta” complicidad polaca también se conoce como “lex Gross” porque parecía dirigida específicamente a él y a otros similares como Grabowski.


https://www.ehess.fr/fr/colloque/nouvelle-%C3%A9cole-polonaise-dhistoire-shoah?fbclid=IwAR1yzrLSbVrz976cFLtjJOdhuz-_NS8tPSLGhRgtmU4cSVfkVE9dhlxEkGo La publicación que acompaña la información pertenece al Instituto Histórico Nacional de Polonia, se llama Zagłada Żydów, -El exterminio judío-.