Otras cosas

Bailar en Auschwitz, ¿burla o celebración?

bailando auschwitz

La Shoá esa enormidad que interpela a la Humanidad toda es para los judíos un absoluto, un baluarte sagrado que suele ser tratado con respeto y unción. Investido con el ropaje de lo sagrado sus reglas de conmemoración y actos de representación son ceremoniales, a menudo con grandes palabras,  prolijidad y pudor (y –sin temor a la incorrección política- con algo de hastío, un “otra vez lo mismo” que algunos piensan pero que no reconocerán ni dirán jamás). Hay poco lugar para nuevas ritualizaciones, nuevos códigos que atenten tal vez con quitarle el halo sagrado de seriedad, que amenacen con arrugar lo que siempre aparece bien planchado. Se corre el riesgo de herir, ofender y/o irritar. En general nos cuidamos muy bien de todo ello y más ante cosas como la Shoá (pongámonos de pie) y peor aún si mentamos a los sobrevivientes.

A la artista plástica australiana Jane Korman, parece no importarle nada de esto. En este video clip casero y desprolijo, con la fuerza del conocido  “I will survive” (que en castellano se tradujo “Resistiré”) muestra a su familia –su papá, sobreviviente de la Shoá, y sus hijos- siguiendo torpemente los pasos de una coreografía titubeante en los mismos escenarios de la Shoá. “Sobreviviré. Bailando en Auschwitz”,  se llama este trabajo de 4´ que subió sin empacho ni timidez a Youtube, desde donde se difundió explosivamente y tuvo su momento de gloria con múltiples comentarios disímiles, hasta notas en diarios de todo el mundo.

La propuesta es bizarra, tan diferente que uno no sabe cómo tomarla. Es por cierto muy extraño ver a este grupo de personas  de edades diversas en los escenarios del genocidio bailando al son de un tema popular en las fiestas.  Pero el haber sobrevivido la Shoá, además de un milagro, es también una fiesta. Tal vez sea ése uno de los ejes de esta “travesura” de Korman y una “respuesta personal y emocional ante recientes brotes antisemitas en Australia” según declarara en un reportaje. Su madre, que no participó del viaje familiar y por ello no aparece en el video, la apoyó diciendo “venimos de las cenizas, ahora bailamos”.

Contrariando lo que suele hacerse en los actos de memoria, este video se anima -con resultado artístico conversable por cierto- a otra cosa. Es un video casero, familiar, sin la intención de ser lo famoso que fue (si su intención hubiera sido ésa, habría habido más cuidado en su realización). No es un hecho artístico ni una proposición ética ni un intento de representación de la Shoá. Nada de eso. Sin embargo, su difusión insólita generó reacciones polares, apasionadas y controvertidas y lo ha puesto en el escenario de la discusión de la representabilidad, de la pertinencia de elegir caminos personales y de su legitimización. En la lista de distribución de Generaciones de la Shoá, todosgeneraciones@gruposyahoo.com.ar, con cientos de miembros, la polémica tuvo tres tipos de reacciones:

·      Muchos lo vieron como una ofensa a la memoria de las víctimas y una desacralización de los sitios de la Shoá señalando con vergüenza ajena los movimientos patéticos del sobreviviente intentando seguir los pasos de los más jóvenes, visto como una burla a su falta de habilidad y a las víctima que perecieron.

·      En el otro extremo, otros recibieron con alborozo lo que leyeron como un canto a la vida de las tres generaciones que mantienen, como todos, una vida imperfecta pero con un ímpetu que la hace imparable a pesar de lo vivido.

·      En el medio algunos reconocieron el valor de este video familiar siempre que quede guardado en la esfera de lo privado, pero lo desestimaron como mensaje público, tanto desde lo estético como desde lo filosófico.

Personalmente me pareció una curiosidad, algo diferente, un intento de desacralizar el tabú, de ir donde siempre se llora y bailar con toda la chutzpá en un acto de supremo triunfo. Leí una proposición que tal vez no planearon al momento de su realización: les venimos a decir aquí, en el sitio en donde sucedió, que el plan nazi falló, que no consiguieron exterminar al pueblo judío, que seguimos aquí, vivitos y coleando. Hecho y entregado en borrador y sin ninguna pretensión estética. Aunque, viniendo de una artista plástica, no estemos tan seguros de su ingenuidad, lo estético debe haber estado involucrado de alguna manera y tal vez, lo que vemos como “poco estético” sea precisamente la estética que pretendió darle. Esos movimientos descoordinados, torpes, entrecortados y poco ensayados, esa alegría maníaca en la música que no es tal en la acción, nos dice algo así como “tenemos que estar y mostrarnos contentos de volver vivos a este lugar, de que nuestra familia fructificó, aprenderemos despacio a movernos en este nuevo espacio, a juntar lo que quedó partido, desprolijamente, como podamos, como nos salga” que es más o menos lo que ha hecho toda familia de sobrevivientes. Algunos sobrevivientes (David Galante, Moisés Borowicz entre otros) dijeron que era para ellos una celebración de la vida, que no lo veían como algo inconveniente, identificados tal vez con el Sr Korman que pisaba los escenarios de la Shoá, allí donde antes había sido obligado a animalizarse, como un acto voluntario de hoy, una afirmación del triunfo de la vida.

Cada sobreviviente, cada familia de sobrevivientes, vive y convive con esa memoria como sabe y como puede, junta los fragmentos y arma con ellos la construcción que le es posible. ¿Cómo valorar un acto personal, íntimo, cómo calificarlo, desde qué lugar, y, lo que es más serio, con qué propósito? Es como cuando se critica a algún deudo que no se conduce según las reglas supuestamente estipuladas de un "duelo normal", como si hubiera formas únicas establecidas de cómo y cuándo duelar. El ojo del observador completa lo observado, lo valora, comprende y resignifica. No hay límites en el mundo de las lecturas y las opiniones: no hay verdades sino opiniones. El escenario de “la verdad” tiene sus riesgos: primero se la esgrime y después se vuelve un arma. La conversación es posible solo en contextos desarmados. Como soy una persona sociable, prefiero conversar.

¿Me voy a ir en gueto?

Así preguntó Maru, de 12 años, alumna de una escuela privada no confesional. En Historia le dieron para estudiar El Holocausto, para el lunes había que saber Guetos y Campos de Concentración. ¿Es como matemáticas o geografía? preguntó extrañada, ¿hay que cumplir los objetivos de Gueto y Campos de Concentración igual que Teorema de Thales o Isotermas e Isobaras? y terminó: si uno no la da bien, ¿se va en gueto?.

Y su pregunta, nada inocente, pone en cuestión todo el tema de la educación y la transmisión. Pone sobre el tapete también lo relativo a la representabilidad, a todos los dispositivos que se usan como herramienta pedagógica.  Obliga a discutirlo, interrogarse, repensar y revisar lo que se hace, para no caer en la estereotipia que lleva lenta pero fatalmente a la banalización.

Una ley que incluya el estudio del Holocausto en toda la red escolar es una excelente noticia. Pero está lejos de ser suficiente. Tampoco lo es los testimonios, los libros, las películas, los monumentos. Es descorazonador advertir la insuficiencia de todo lo que se hace en pos de la mentada frase “recordar para que no se repita”.

Los que estamos en las trincheras de la transmisión sobre la Shoá sabemos que no es recordando que se evita que pase algo. Recordar no alcanza. Es condición sine qua non, pero no alcanza. El “nunca más” es una expresión de deseos, nada más. Es preciso recordar, estudiar, investigar y encontrar los medios más eficaces para transmitir, conmover y promover reflexiones modificadoras. Enseñar sobre el Holocausto no es cultura general. Es, o debería ser, un tema tendiente a la formación personal. Debería atravesar diferentes materias y ser abordado desde diferentes ángulos, con un énfasis en la ética, la responsabilidad social, la propaganda, los prejuicios y sus efectos pragmáticos, la manipulación, el juicio crítico. Debería favorecer el aprender a pensar y a conducirse en la sociedad.

Y nos asaltan estas preguntas: ¿cuál es la mejor forma de transmitir, enseñar, educar? ¿qué utilidad prestan las conmemoraciones estereotipadas, los monumentos, los museos, los libros, las películas? ¿qué sentido tiene todo lo que hacemos? ¿sirve para algo? ¿cómo atraer la atención, tocar, llegar, conmover, hacer pensar?

Un recurso para concitar la atención es recurrir al “morbo”, al relato sangriento y sanguinario, a lo tortuoso, al horror. Seguramente conmoverá y será escuchado, pero es dudoso que conduzca a la reflexión y al aprendizaje real. El Mal fascina pero obtura.

Carl Whitaker, decía que lo que de verdad importa no se puede enseñar, se debe aprender. Todo aprendizaje modificador es un camino de encuentro entre alguien que quiere saber y alguien que puede enseñar, el primer paso lo debe dar el “alumno”. Todo aprendizaje debe responder a una pregunta del alumno, a algo que le importe, le interese, es una interacción en la que ambas partes son activas, uno en la pregunta, otro en la respuesta. Solo así se puede aprender, es decir, incorporarlo, hacerlo propio. Si no, mucho me temo que sea estéril. O, peor aún, contrario a lo que se espera.

Vamos a escuelas y damos cifras, hechos, nombres, explicamos, testimoniamos, ¿no seremos para los chicos como la profesora de matemáticas o de lengua, alguien impuesto por la escuela, parte del programa del día, a quien hay que oír por obligación no porque interese o porque responda a alguna pregunta que urja ser respondida? 9 a 10, Lengua, 10 a 11 Gimnasia, 11 a 12 Holocausto.

¿Cómo podemos abrir preguntas, generar inquietud, interés, necesidad en la audiencia? ¿cómo podemos sacudir la indiferencia y abrir el “apetito” de conocer?

Gueto y Campo de Concentración no pueden ser objetivos programáticos a cumplir en la rutina escolar. Lo que se ganó introduciéndolo en la escuela corre el riesgo de endurecerse, estereotiparse, volverse inútil. Tal vez no pase solo con este tema lo que señalo. Tal vez se deba a que, y no recuerdo a quien corresponde la cita, nuestra escuela está diseñada en el siglo XIX con docentes del siglo XX para alumnos del siglo XXI.

A PROPÓSITO DE LOS SAQUEOS EN CHILE

saqueos en Chile¿Qué hacés? ¿por qué parás el coche?, le pregunté a mi hijo mayor. Era una calle desierta. A nuestro alrededor silencio. Las pocas casas determinaban que tuviéramos una visual de 360º . Se veía con claridad que no había ningún otro vehículo a la redonda. Está el cartel de STOP, dijo mi hijo, hay que parar completamente el coche, mirar a los costados y después seguir, es lo que dice la ley. El cruce estaba en una localidad de California, Estados Unidos, donde vive mi hijo desde hace unos veinte años. Para alguien venida de Buenos Aires, como yo, la escena era patéticamente ridícula. ¿No se ve a simple vista que no hay ningún coche? Además, tampoco hay alguien que pueda hacer una boleta. Casi pensé que mi hijo se había atontado de tanto vivir con los gringos. Pero la anécdota fue creciendo. Al ver las escenas de saqueos que están sucediendo en estos días en Chile en el contexto de los terremotos me empecé a cuestionar qué es vivir bajo el imperio de la ley, cómo es aceptarlo y confiar en que los demás también lo hagan. La gente no solo toma el agua y los alimentos que necesita, sino que llevan televisores, heladeras, hornos de micro ondas, acondicionadores de aire, ninguno de ellos objetos de primera necesidad. Recuerdo aquella detención de mi hijo en un cruce solitario, su férrea decisión de respetar la ley aún cuando nadie pudiera penarlo si no lo hacía. Lo que es de subrayar es que su conducta revela un apego a la ley esencial porque no requiere de la presencia de nadie, asume que eso es lo que está bien. Los que se sumergieron en los pillajes, ante las cámaras de televisión que multiplicaron sus imágenes por todo el mundo, parecían sentirse impunes por haber sido víctimas del terremoto, como si eso fuera suficiente para cambiar las reglas de juego sociales, para robar y vanagloriarse de ello. ¿Cómo se ha construido esta idea de que si uno es víctima de algo tiene derecho a infringir la ley? Sobre qué tenues y frágiles redes estamos ubicados en nuestras sociedades humanas. Los más mínimos acuerdos se deshacen ante la impunidad o la falta de una pena, sea el castigo físico –multa o prisión- o sea uno moral –vergüenza, humillación, exclusión-. La así llamada “ley de la selva” renace en cuanto se apaga la luz del ojo testigo-penador y pareciera que quedamos librados a nuestros instintos más primitivos, aquellos que nos dictan tomar para nosotros lo que nos venga en ganas. Decía Shakespeare que Ricardo III estaba convencido de que tenía derecho a matar a quien quisiera para seguir siendo Rey, que, habiendo nacido rengo y contrahecho, el mundo le debía a él.

Me acuerdo de “La naranja mecánica” la novela de Anthony Burgess que luego fue la excelente película de Stanley Kubrick. El protagonista recibe un tratamiento pavloviano para dejar de “portarse mal”. Lo fuerzan a mirar escenas de violencia luego de inyectarle una sustancia que produce dolor y náuseas. La asociación entre la idea de hacer daño y el efecto físico, le impedirá hacer el mal para evitar el hondo malestar estomacal. No es que deje de hacer daño por educación, por reflexión o convicción alguna. Deja de hacer el mal porque hacerlo le hace daño. La amarga obra de Burgess declara el triunfo de lo individual sobre lo colectivo, de los instintos sobre la educación, es decir, el fracaso de la civilización.

Volvemos a quedar desnudos. La Shoá, la complicidad de tanta gente en el asesinato de sus semejantes, los que ocuparon las casas que “habían quedado” vacías, los que aún hoy comen con unos cubiertos de plata cuya procedencia prefieren desconocer, todo esto vuelve a ponerse en el tapete. Y la limpieza étnica en los Balcanes y el asesinato de los Tutsis por los Hutus. Y tantas otras cosas que nos tienen las manos tintas en sangre. Si no es la educación, ¿qué es? ¿cómo se construyen modelos del Bien? ¿será que sólo respetamos la ley cuando tememos el castigo? ¿Cómo se construyen bases para un mundo en que la convivencia humana sea posible?

TIEMBLA FACEBOOK

Está circulando este video clip http://www.youtube.com/watch?v=xzTgIdNW6lg que se llama "La cara oculta de facebook". Está simpático este video para nada amarillista ni alarmista ni tremendista tan ajustado a la verdad, tan pertinente en su lectura e interpretación así como en sus alcances. Tiene un modo de decir las cosas que hace que a uno se le frunza el upite y empiece a mirar a los costados a ver quién lo está mirando a uno y con qué intenciones.

Me ha llevado a las siguientes determinaciones que pondré en acción inmediatamente y que pongo a vuestra consideración para que estén atentos:

Ya mismo me borro de facebook (ésta sería mi última comunicación). No abro nunca más el Internet Explorer ni el Mozilla ni el Safari. Quito de un plumazo Skype, yahoo, hotmail y aol. Good bye Twitter y las otras herramientas satánicas por venir. Quemo mi cámara fotográfica después de desgarrar todas las fotos que tengo, tanto las impresas como las subidas a algún servidor misterioso de la red. También cierro mis cuentas en los bancos. Anulo mis tarjetas de crédito. No lleno ningún formulario de ningún tipo bajo ninguna circunstancia. Pido en la escuela, la primaria y la secundaria, en la universidad, en cuanto lugar hubiera hecho algún curso, los comprobantes del mismo y miraré con atención que se borre mi nombre de todos los registros que pudieran tener archivados. Exijo que en el Registro Civil y en la Policía me entreguen mis legajos y les hago juicio para que no guarden ninguna información mía por la cuestión del habeas data. Recorro cada una de las embajadas donde pedí una visa alguna vez y cada uno de los aeropuertos por donde pasé mostrando en mi pasaporte mis datos personales y exijo que se borre toda evidencia (¿en los peajes de las autopistas quedarán fotos o algún dato mío?). Contrato a un detective privado para que recoja todas las historias clínicas mías que pueda haber en clínicas, hospitales y consultorios médicos y por las dudas dejo de consultar a los médicos no vaya a ser que vendan mis datos a algún laboratorio que se enriquecerá con la información. Borro mi nombre en el timbre de entrada de mi casa. No hago más tarjetas con mis datos y recupero todas las que entregué en toda mi vida. Anulo mis teléfonos -tanto de línea como celular- y exigo que se borren mis datos en las empresas telefónicas. Pido que se borren todos los mensajes que alguna vez dejé grabados en los contestadores de mis amigos y conocidos. Cuando esté con amigos, pediré que pongan sus celulares sobre la mesa y les quiten las baterías (con las baterías puestas, aún apagados, funcionan como micrófonos). Vendo mis propiedades y coches y quito todos mis datos en los respectivos registros de propiedad. Exijo a la cámara electoral que me quite de los padrones públicos y no voto nunca más. Exijo que nadie pueda tener acceso a mí sea informático o por internet o por cualquier vía. Creo que lo mejor es quemar la computadora y por las dudas el cableado también. Que se borren en todos los sites de toda la gente del mundo todos los artículos que escribí y cualquier referencia a mi que pudiera haber. Que no quede huella de los cursos que dicté, de mis conferencias y presentaciones. Que los diarios, nacionales y extranjeros, borren las veces que mi nombre fue publicado allí. Que desaparezcan mis libros y nunca más se publique nada mío. Dejo de pagar impuestos y renuncio con pesadumbre al beneficio de la jubilación y cualquier otro beneficio que pudiera otorgarme algún Estado, cualquiera que sea. No aceptaré descuentos, premios, concursos, ninguna ventaja que comporte la necesidad de dejar mis datos. No piso más un cine y rompo a hachazos los televisores y las videocastteras y los pasa DVD. Antes de hablar con cada persona la pongo bajo un escaneo profundo para asegurarme que no quiera sacarme información o manipularme de ninguna manera. Dejo de leer los diarios y de escuchar radio. No dejo mi firma en ningún lado ni mi letra manuscrita ni mis huellas digitales ni miro fijamente para que no fotografíen mi iris. Cuando me presento no doy mi nombre verdadero ni ningún dato que pudiera identificarme. Me disfrazaré de varón por las dudas. Me llamaré Ramón. Me cubriré con un velo que impida que alguien reconozca mi cara. También cubriré mi cuerpo con un manto opaco -estilo burka- que no revele nada de mi anatomía, nada que pudiera ponerme en peligro. Enmudeceré para asegurarme que nada en mi voz denote algo que pudiera ponerme en evidencia. Me pondré máscara antigas para no respirar los efluvios peligrosos que llenan nuestro aire. Mejor me quedaré en la cama, ni siquiera abriré los ojos ni haré ningún movimiento, no vaya a ser que cualquier conducta mía, la más mínima, muestre algo que no quiero que se sepa de mi y que la CIA -cuya principal ocupación es pensar en mí- me use para algún fin inconfesable. Lo más seguro es morirme. Este video me ha ilustrado respecto a qué significa vivir en un mundo globalizado en donde los límites de la privacidad se van haciendo cada vez más borrosos, para bien y para mal. Luchar en contra de todo ello es como luchar en contra de la imprenta que levantó tanto alboroto en su momento por el peligro que entrañaría que el conocimiento pudiera ser alcanzado por casi cualquiera. Y por ahí tenían razón. ¡Hay cada uno opinando por ahí! ¡Que muera Gutenberg!

epílogo autorreferencial (escrito unos minutos más tarde): ...seguí pensando porque había algo que me hacía ruido y ¡eureka! ¡lo encontré! ¡¡¡¡La sinarquía judeo-marxista-masónico-capitalista!!!! estaba ahí y no la veía. Los españolitos que hicieron el video tuvieron el tino y la corrección política de no hablar de los judíos, pero hete aquí que, casualmente, los apellidos mencionados son claramente judíos (desde el inventor de la máquina siniestra de facebook, ese pibito tan rico con su "estudiado" aspecto de inocente) o suenan sospechosamente judíos. Y eso funciona subliminalmente y de pronto a uno se le hace la luz: ¡uau! ¡claro! ¡eran los judíos! ¡los Protocolos de los Sabios de Sion eran verdad! ¡quieren dominar el mundo, sojuzgarnos a todos, manipularnos y explotarnos a su antojo!

Y no mencionan el poder chino (claro, siguen con la cantinela apolillada de lo antiyanki, no se enteraron que el dinero no tiene color ni nacionalidad ni ideología ni nada, el dinero solo buscar más dinero y no le hace asco a nada ni a nadie). Y, decía, se olvidaron de los chinos que se vienen con todo y prometen arrasar con unas cuantas cosas. (el peligro amarillo como decía Mafalda). ¡¡¡y ni te cuento cuando descubran el poder judío dentro del gobierno chino!!!! mi apellido es una prueba incontrastable de ello: ¡los judíos ya están en China!, ¡tiemblen los mercados y el mundo libre y democrático!

Facebook es, en consecuencia, la avanzada de la sinarquía judía que busca, como se viene diciendo hace tanto, la dominación del mundo y sus alrededores (ahora que lo veo escrito, se me ocurre que a más de uno podría ocurrírsele que es así. Antisemitas nunca faltan).

El Pogrom de Noviembre

“EL DILEMA DE IRSE O QUEDARSE”[1]

En La Lengua del Tercer Reich[2], Víctor Klemperer hizo una exhaustiva descripción del lenguaje con el que el nazismo denominaba sus acciones para ocultar sus verdaderos propósitos asesinos. A la deportación se la llamaba traslado, a los campos de concentración y exterminio, nuevos destinos o campos de trabajo, a los judíos arreados y empujados dentro de los vagones, se los llamaba cargo o piezas, al asesinato planificado y legislado en enero de 1942, solución final. Estos eufemismos conseguían evitar la repulsa emocional y social ante los crímenes que tenían lugar y así mantenían el apoyo de las masas. Basado en un antisemitismo naturalizado a lo largo de siglos, primero los germano parlantes y después extensas poblaciones del resto de Europa, no veían con malos ojos el antisemitismo exclusionista aunque probablemente se opondrían por razones humanitarias al antisemitismo exterminacionista[3]. Excluir y despojar no estaba mal, pero matar, eso sí que no. Los nazis se cuidaron bien de mantener el secreto de las operaciones genocidas. Tanto ante la población no judía como ante los mismos judíos que al no saber cuál era su destino final aceptaban las nuevas condiciones impuestas creyendo que así lograrían sobrevivir. Un ejemplo es la estación de tren de Treblinka, donde llegaban, todos diariamente 3.000 judíos que serían asesinados en el mismo día, al cabo de lo cual otros prisioneros se ocupaban de dejar el “escenario” limpio para el ingreso de la nueva carga del día siguiente. Día tras día se desnudaba a 3.000 personas y se las asfixiaba con monóxido de carbono en cámaras selladas. Día tras día los miembros de los Sonderkommando despegaban el amasijo informe de cuerpos sólidamente apretados e hinchados por efectos del gas, los trasladaban uno a uno a fosas comunes, los cubrían con cal viva, seleccionaban y catalogaban las pertenencias que habían dejado para después limpiar todas las huellas del crimen. Treblinka era un campo de exterminio, no se hacía otra cosa allí que matar. El tren diario llegaba por la mañana temprano a la estación. Un paredón de madera mostraba el cartel “Treblinka” y sobre él un reloj. El reloj de la perversidad. No era un reloj de verdad con minutero y aguja horaria móviles que cambiaban de lugar según el paso del tiempo. Era un reloj pintado, un círculo con los doce números y la hora probable de la llegada del tren por la mañana. El reloj de Treblinka, el reloj de la perversidad, es un buen ejemplo de la necesidad que tenían los nazis de engañar a sus víctimas. Si los desdichados que emergían enceguecidos de los vagones, cansados, asustados, hambrientos y sedientos, hubieran sospechados siquiera que morirían en pocos minutos, no se habrían puesto en fila, no habrían caminado hacia donde les indicaban, no habrían promovido la obediencia a sus hijos. Ese reloj pintado daba la ilusión de la normalidad, les hacía creer que todo estaría bien de ahora en más.  Porque ¿a quién se le hubiera ocurrido que iban a pintar un reloj como simulacro de normalidad? ¿A quién?

Los estados totalitarios deben conseguir el apoyo popular para sostenerse en el poder y hacer realidad sus designios. No es posible si se dice la verdad. La verdad del asesino no genera simpatía ni apoyo. Para ello es preciso presentar los hechos de un modo digerible y así evitar las resistencias morales. Por eso los nazis usaron la palabra Kristallnacht.

Kristallnacht es una formulación cuasi poética, esa “noche de los cristales” más que decir, oculta lo ocurrido esa fatídica noche de noviembre. Vemos inmediatamente las fotos habituales de los frentes de negocios judíos con sus vidrieras rotas y los fragmentos de vidrios esparcidos por la calle. ¿Quiénes tiraron las piedras que quebraron los vidrios? Si tomamos la versión oficial nazi se trató de jóvenes rebeldes y aventurados o quizás buenos alemanes enojados luego de conocida la muerte de von Rath. Son imágenes que no llegan a ser delictivas, algo más que travesuras, a manos de nacionalistas y leales ungidos en espíritus vengadores por la muerte del diplomático alemán en Paris. Claro que sabemos que las cosas no fueron así, pero lo sabemos solo los que lo sabemos. Los que no lo saben, no tienen más que los rótulos, los títulos y las fotos de vidrieras rotas, no saben que no saben, no saben sobre lo asesinatos y las deportaciones, sobre el terror desatado, los incendios, los robos, sobre la organización concienzuda que produjo el estallido de violencia de una manera simultánea en toda Alemania y en Austria, no saben que fueron incendiadas 267 sinagogas, que 177 de ellas fueron totalmente destruidas, que se dañaron casi 8 mil negocios de los que casi todos quedaron en escombros, que fueron arrestados y trasladados a campos de concentración 20 mil judíos, que fueron asesinados casi cien,  que fueron profanados los cementerios judíos, que fueron humillados, golpeados y torturados decenas de miles ante la vista indiferente del público y las fuerzas del orden que habían recibido órdenes de intervenir solo si las llamas ponían en peligro edificios vecinos cuyos propietarios no fueran judíos.

 

Estas órdenes y la simultaneidad de los vandalismos revela que la pretendida espontaneidad no fue tal. La acción del 9 de noviembre de 1938 fue precedida sin lugar a dudas por una ardua y estudiada organización, provisión de recursos, armado de equipos de asalto, entrenamiento previo, motivación, sistema de comunicaciones y traslados, aparato de propaganda, difusión masiva por el medio entronizado por el nazismo como su herramienta más poderosa de penetración e influencia, la radio. Años después, en la década del noventa, la radio fue el vehículo que multiplicó la consigna asesina en toda Ruanda y gran parte de su población Hutu asesinó de manera sangrienta y a machetazos a sus vecinos y amigos Tutsis. Estas cosas no se han de manera espontánea. Son explosiones de violencia generadas, alimentadas, sostenidas y planificadas por una entidad poseedora de la logística y el poder apropiados. Fue luego de una intensa campaña propagandística, igual que en la Alemania nazi. ¿Espontáneo? Lejos de ello. Pensado, armado, estructurado y ejecutado por el aparato estatal.

 

El 9 de noviembre tenía además una gran resonancia simbólica para el partido nazi. La coincidencia de la fecha misma es hartamente reveladora. Un 9 de noviembre de 1918, 30 años antes, había abdicado el Káiser Guillermo II, y con ello el fin de la monarquía en Alemania, para Hitler y sus simpatizantes “una traición al alma alemana”. Quince años después, un 9 de noviembre de 1923, tuvo lugar el Putsch de la Cervecería, el intento fracasado de toma del poder en Munich cuya consecuencia fue el arresto de Hitler; el futuro Führer aprendió entonces que el poder solo sería conseguido mediante el voto popular, y hacia ello dedicó sus esfuerzos una vez fuera de la cárcel con el texto “Mi lucha” terminado de escribir. La fecha elegida para la acción de 1938 no fue por cierto azarosa, hasta hay una progresión aritmética precisa, de quince en quince años[4].

 

En Alemania desde fines de los 1970 el nombre oficial es Reichspogromnacht, la Noche del Pogrom del Reich. Algunos lo abrevian Pogromnacht, Noche del Pogrom, o Novemberpogrom, Pogrom de Noviembre. Pero siempre la palabra Pogrom.

¿Por qué Pogrom es apropiado? Un Pogrom se define como una explosión de violencia en manos de una turba desatada que viola, roba y asesina a mansalva a una población judía indefensa sin mediar razón real. Un Pogrom surge como providencial distractor del disgusto popular redirigido hacia un ataque a los judíos. Se da rienda suelta a la hostilidad y se ofrece un blanco que satisface tanto al gobierno impopular como a la turba hostil. Es una acción injusta y brutal sobre los judíos definidos reiteradamente como “enemigo interno”, “culpable de lo malo” en un efecto aglutinador de las masas cohesionadas frente al enemigo común. La palabra Pogrom no es una palabra del habla común como “noche”,  “cristales” y “rotos”. Para los que no saben lo que pasó, la palabra Pogrom no evoca imágenes construidas previamente ni simulacros ni disimulos usados por el nazismo para ocultar sus crímenes. Es como la palabra Shoá, una palabra que debe ser explicada pues no es evidente por sí misma.

Además del Pogrom de noviembre y de los sucedidos en Rusia en los primeros años del siglo XX, también hubo Pogroms después de la Shoá.  El 4 de julio de 1946 se desató uno brutal en la ciudad polaca de Kielce. Henryk Błaszczyk, un niño de 8 años, había desaparecido y cundió el rumor de que los judíos, los regresados de los campos de concentración, lo tenían secuestrado. Otra vez el mito del “libelo de sangre”, la acusación medieval de que los judíos secuestraban niños cristianos para desangrarlos y usar su sangre en sus rituales satánicos y en la preparación de la matsá. La vieja acusación, con resonancias míticas familiares, llevó a que la policía comunista junto con una turba enfurecida asesinara 9 judíos a balazos, 2 con bayonetas y el resto a golpes o pedradas. Murieron ese día 42 hombres, mujeres y niños, todos sobrevivientes del horror nazi y otros 40 quedaron gravemente heridos. El Pogrom de Kielce determinó la emigración de Polonia de los pocos judíos que habían regresado con vida de la ordalía asesina de la Shoá. Henryk, el niño perdido, apareció unos días más tarde diciendo que se había escapado a la casa de un tío en los suburbios.

Tal vez sería bueno revisar el modo en que llamamos a esta conmemoración. En vez de Kristallnacht, por ejemplo, Novemberpogrom -Pogrom de Noviembre-. Tal vez por unos años habrá que hacer lo mismo que hoy se hace con la palabra Shoá a la que se agrega Holocausto. Sería entonces “Pogrom de Noviembre conocido como la Kristallnacht”.

Es frecuente que se discuta acerca de cuándo comenzó la Shoá. El punto de comienzo depende de dónde se ubique el puntapié inicial, hacia cuánto tiempo atrás uno se remonta en la concatenación de la historia. Antisemitismo en el mundo cristiano, acusaciones de deicidio y libelo de sangre, prohibiciones y anatemas de la Iglesia; la Inquisición, España y la “pureza de sangre”, primera formulación de lo que después sería la teoría racial; Protocolos de los Sabios de Sión, caso Dreyfus, teoría racial (nacimiento del antisemitismo con pretensiones científicas), Primera Guerra Mundial, pacto de Versalles y la alianza de las potencias occidentales para adjudicarle toda la culpa de la guerra a Alemania, revolución bolchevique, desarme alemán y pago de terribles indemnizaciones, debilidad de la República de Weimar, hiperinflación de Alemania en la década del veinte, débacle económica del treinta, ascenso de Hitler en el 33, leyes de Nürenberg en 1935, ingenuidad de las potencias europeas que creían en el apaciguamiento de la sed de poder de Hitler al aceptar la anexión de Austria en marzo del 38 y la entrega de los Sudetes a en octubre del 1938 y la ocupación de Checoslovaquia entera en marzo de 1939. Son todos hitos necesarios, imprescindibles para entender la tortuosa cartografía que llevó a la Shoá. Pero si tenemos que marcar un punto de comienzo, el punto de inflexión, es sin duda el Pogrom de Noviembre. Fue una prueba piloto que demostró que era posible cometer fechorías criminales de manera impune y que el aceitado aparato de propaganda facilitaría al pueblo alemán tragar el duro bocado sin culpas ni críticas. Decía la propaganda que los judíos eran los culpables, el enemigo interno que había que erradicar, la fuente de todos los males. Culpables del asesinato de von Rath a manos de Herszl Grynszpan en Paris, culpables de que Alemania entrara en la Primera Guerra, culpables de la “puñalada por  la espalda” de la social democracia, culpables del desempleo, culpables de la amenaza del comunismo, culpables de la codicia del capitalismo, del asesinato de Cristo, de la peste negra, del rapto, desangrado y asesinato de los niños cristianos para cumplir sus rituales demoníacos. Todo ello se desplegó en la campaña propagandística que supo explotar el antisemitismo “naturalizado” durante 16 siglos. Un antisemitismo tomado como algo que no requiere revisión ni discusión, un antisemitismo que todos entienden, que todos saben, que todos comparten. El aparato de Goebbels desde su Ministerio de Propaganda, diseñó las estrategias y  tácticas para que el sentimiento antijudío fuera avalado, difundido y legitimado. Fue el sustento de los ataques perpetrados ese 9 de noviembre de 1938 y que hoy recordamos. La estrategia fue difundir que la muerte de von Rath fue un ataque a todo el pueblo alemán, parte de las “conspiraciones” judías para socavar al Reich y justificaba la violencia pública “espontánea” contra los judíos, porque se trataba de un castigo colectivo.

El historiador Hermann Graml[5] enumera varias etapas de la deshumanización nazi del judaísmo europeo: la 1ª etapa fue “la inversión de la emancipación”, durante los primeros años del Reich (1933-1935) se redujeron los derechos civiles de los judíos, derechos conquistados durante una emancipación bienintencionada que proclamaba que eran ciudadanos con igualdad de protección social, económica y política. Graml denominó a la 2ª etapa (de 1935 a 1937) el “aislamiento” de los judíos alemanes cuando pasaron a ser no-ciudadanos, sin derechos e imposibilitados de hacer reclamos al estado. La 3ª etapa fue la “expropiación” (1937-1938), cuando los nazis les quitaron a los judíos alemanes los bienes líquidos y materiales, el despojo total. La Kristallnacht representó el punto culminante de esta etapa.

Los gobiernos y la prensa internacional condenaron los vandalismos realizados de manera pública. La condena, aunque tibia, enseñó una nueva lección a los nazis: debían mantener el secreto, las violencia contra los judíos debería tener lugar fuera de la vista del público. Los campos de exterminio se ubicaron por ello lejos de la gente y fuera de Alemania: 6 en Polonia y 1 en Yugoslavia[6].

Las reacciones adversas internas fueron pocas, pobres y en general ineficaces durante la Shoá. Hubo sin embargo algunos casos que nos hacen pensar que tal vez podría haber habido otro curso de los acontecimientos si la oposición hubiera sido abierta y decidida.  Por ejemplo, el cese del gaseamiento de los discapacitados como parte del programa de eutanasia llamado Operación T4 fue consecuencia de la oposición de la población civil luego del sermón público del obispo católico Clemens August Conde von Galen del 3 de agosto de 1941. Otro hecho digno de mención es el protagonizado por las esposas “arias” en la Rosentrasse en febrero y marzo de 1943, que permanecieron a la intemperie en el frío invierno a las puertas de la Gestapo en Berlín, pidiendo la liberación de sus maridos judíos, cosa que finalmente consiguieron. Sus esposos, 1.800 judíos tomados prisioneros, les fueron devueltos y hasta 25 que habían sido deportados a campos de concentración fueron traídos de regreso sanos y salvos.  Hubo otros hechos de oposición al nazismo, por ejemplo el grupo estudiantil “La Rosa Blanca” al que pertenecieron Sophie Scholl y su hermano, pero fueron pequeños, pobres y poco efectivos. Durante 1938, no hubo ninguno. Las potencias internacionales condenaron pero dejaron hacer, tomaron por cierta la imagen poética de la Kristallnacht y la versión oficial difundida por el nazismo. Tratando de apaciguar al Führer, dejaron solos a los judíos alemanes y austríacos. Éste fue el comienzo de la Shoá: la comprobación de que al nazismo todo les sería permitido, de que no habría oposiciones ni obstáculos siempre y cuando se contaran versiones digeribles que permitieran que las buenas conciencias del mundo siguieran confiadas y cómodas confiadas en las escenografías que mantenían bien oculto el verdadero propósito del nazismo[7]. La Shoá, definida como el asesinato del pueblo judío, ideado, planificado, organizado y ejecutado por el Estado Nazi, comenzó cuando los jerarca nazis supieron que no tendrían oposición ni interna ni externa, cuando luego del Pogrom de Noviembre los judíos quedaron a la buena de Dios.

La querida, recordada y extrañada Rachel Hodara nos enseñaba sobre las preguntas que no debían hacerse sobre la Shoá porque, decía, revelaban que quien las preguntaba no sabía nada de cómo había sido la Shoá. Una de esas preguntas era ¿por qué no se fueron de Europa?, ¿por qué no se fueron en el 33 cuando ascendió al poder un hombre que no había ocultado sus ideas y propósitos en su libro “Mi lucha”? ¿Por qué no se fueron después de septiembre de 1935 cuando fueron promulgadas las Leyes de Nürenberg y los médicos y abogados no pudieron ya ejercer sus profesiones, cuando no se podía tener empleados “arios”, cuando los niños judíos fueron echados de las escuelas, cuando las restricciones les impedían casi todas las cosas que habían sido su vida normal poco tiempo antes? ¿por qué no se fueron cuando estuvieron obligados a vender sus empresas por monedas en el proceso de arianización de los capitales judíos? ¿Por qué no se fueron, finalmente, después del Pogrom de Noviembre? ¿Por qué no se fueron los polacos judíos después de la invasión de Alemania en  1939? ¿Por qué no se fueron los checos y los rumanos, los holandeses y los griegos, los franceses y lituanos, los bielorrusos, los eslovacos, los húngaros? ¿Por qué no se fueron los judíos de Europa cuando aún estaban a tiempo?

Ante todo, no es verdad que no se fueron. Algunos se fueron y así salvaron sus vidas. Pero la mayoría no se fue y de este modo perecieron seis millones, un tercio de la población judía mundial de entonces.

Charles Papiernik, un querido sobreviviente de Auschwitz que escribió varios libros con el testimonio de su historia, un luchador incansable por la causa de la memoria y la justicia, me dijo un día, casi como al pasar: “Mirá vos lo que son las cosas: los pesimistas se fueron, los optimistas nos quedamos…” y dejó su mirada celeste presa de un interrogante perturbador que me sigue acosando.  El dilema de irse o quedarse.[8]

Para irse se requería tener dinero, conexiones en el mundo no judío y un destino donde ir. Veamos cada una de estas condiciones. Con dinero se podían conseguir los pasajes y también, y fundamentalmente, los documentos necesarios, los pasaportes, visados, las llaves que abrirían las cerradas puertas de la emigración en ese mundo convulsionado, el “ábrete Sésamo” que conduciría a la salvación. Con las conexiones se podía acceder a todo lo anterior porque las documentaciones y trámites estaban enmarañadamente obstaculizados para los judíos. Pero hacía falta un destino a donde ir, tal vez la condición más difícil. A partir de 1938 todas las puertas estuvieron cerradas para los judíos. En la conferencia de Évian-les-bains, a la que asistieron más de 32 países en julio de 1938, el único que ofreció albergue a los refugiados judíos que golpeaban las puertas de las embajadas, fue la República Dominicana. Ningún otro país. En consecuencia, sin dinero, sin conexiones y sin destino, no había posibilidad alguna de escape.

Pero hay aún otro factor digno de mención y que toca el corazón de la perturbadora reflexión de Papiernik acerca del optimismo y el pesimismo, un aspecto si se quiere subjetivo, más difícil de asir y evaluar. Había que estar convencido de que se estaba en verdadero e inminente peligro, de que no había salida, de que la amenaza de muerte se cernía de manera inexorable. Porque ¿quién deja su lugar, su idioma, su cultura, sus propiedades si es que las tiene, su oficio, profesión o actividad, sus vecinos, su historia, así como así si no cree que el peligro es concreto e ineludible? No se deja todo lo que uno tiene, todo lo que uno hizo, todo lo que uno es, por una simple sospecha. La mayor parte de los judíos europeos pensaban que las cosas no podían ser peor, que la cordura finalmente se recuperaría, que el mundo no permitiría la repetición de las atrocidades cometidas durante la Primera Guerra, que nadie quería otra guerra. Y una de las características de los seres humanos es nuestra plasticidad y capacidad de adaptación a condiciones difíciles y a recuperarnos después. Es como la experiencia de la rana colocada en un recipiente con agua y puesta al fuego. A medida que la temperatura del agua asciende el cuerpo de la rana se adapta a la nueva temperatura como forma de preservarse. Cuando entra en ebullición ya es tarde para salir y salvarse. Su gran capacidad de adaptación es lo que la lleva a la muerte. La promesa de la vida es una condición con la que todos contamos, así como la expectativa del Bien. El Mal –entendido como el mal gestionado por un Estado sobre un grupo humano tomado como enemigo interno al que hay que aniquilar- es siempre una sorpresa, no es algo con lo que contemos, es un accidente inesperado porque nuestra naturaleza está orientada a la vida.

No hay respuestas a la pregunta de cuál es el mejor camino, si el pesimismo o el optimismo, no las hubo durante la Shoá ni las hay en nuestra vida cotidiana. Es un planteo dilemático, algo que no tiene una solución apropiada. Hágase lo que se haga es imposible anticipar cuál es el camino adecuado. Hay que aprender a vivir con esa incertidumbre, tomarla como parte de la vida. Es otra de las lecciones que están a nuestra mano de la Shoá y que no siempre queremos tomar, aprender e incorporar. Parecemos preferir la búsqueda de respuesta unívocas, mantener la ilusión de que alguien, alguna vez, sabrá exactamente lo que hay que hacer. Nos resulta casi insoportable la idea de no tener recetas para encontrar el camino justo en el momento adecuado y así salvarnos y salvar a nuestros seres queridos.

Quiero terminar honrando a Marek Edelman, fallecido el 2 de octubre pasado. A la edad de 23 años fue uno de los fundadores del ŻOB[9] y uno de los dirigentes del levantamiento judío del gueto de Varsovia. Perteneciente al Bund, sobrevivió a este levantamiento, participó al año siguiente del levantamiento polaco de Varsovia y decidió a diferencia de la gran mayoría de los sobrevivientes, quedarse en Polonia. Estudió medicina, fue cardiólogo y participó en el movimiento Solidaridad. No le gustaba vanagloriarse de lo hecho durante la Shoá, descreía de heroísmos y ese tipo de construcciones posteriores con objetivos ideológicos y políticos. Cuando todos los judíos sobrevivientes abandonaban Polonia, él fue uno de los pocos que se quedó allí. Le preguntaron por qué, y respondió “alguien tenía que quedarse con los muertos”.

Por la vida. Por el futuro de nuestros hijos y nietos. Porque persistamos en el intento de construir un mundo que abra las puertas a la vida, a la esperanza y al amor.

¡Am Israel Jai!



[1] Pronunciado en el Acto de Kristallnacht 2009 organizado por el Comité Venezolano de Amigos de Yad Vashem, B´nai B´rith Venezuela, CAIV y WIZO.

[2] Victor Klemperer: “LTI La lengua del Tercer Reich”, Barcelona, Minúscula, 2001.  

[3] Daniel GoldhagenLos verdugos voluntarios de Hitler”, Madrid, Taurus, 1998.

 

[4] El mismo día pero en 1989 cayó el Muro de Berlín. ¿Casualidad? ¿Planificación? Lo cierto es que el 9 de noviembre sumará este nuevo hecho, ahora positivo, a la luctuosa efemérides nacional. Además, al día siguiente se conmemora el nacimiento de Martín Lutero, sucedido en 1483 en Eisleben y muchos sobrevivientes recuerdan que los festejos solían comenzar el día anterior, es decir, el 9 de noviembre. Es curioso cómo en una misma fecha convergen tantas cosas importantes para el pueblo alemán.

[5] Hermann Graml: “Antisemitism in the Third Reich”,  USA : Blackwell, 1992. 

[6] El campo de Jasenovac en Yugoslavia fue el 7º campo de exterminio.

[7] Como sucedió en junio de 1944 cuando una delegación de la Cruz Roja visitó el campo de Theresienstadt (o Terezin) donde se le ofreció una puesta en escena de un campo “modelo” que los visitantes tomaron por cierto a pesar de serias evidencias en contra.

[8] Diana Wang: “Pesimistas, optimistas y realistas. Lecciones de la Shoá”, Mundo Israelita, Buenos Aires, 2.000. Puede encontrarse en www.dianawang.net/blog/?p=51

[9] Żydowska Organizacja Bojowa (Organización Judía de Lucha).

Del relato testimonial al texto educativo

Presentación de “Y le contarás a tus hijos…” (1)  editado por el INADI  (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo)  - Palabras de Diana Wang (parte del panel integrado también por Daniel Goldman, José Moskovits,  Miguel Angel Zechin y Maria Jose Lubertino) (2)

contaras-a-tus-hijos.pngContarle a los hijos refiere al relato personal, a la historia que se pasa de generación en generación de manera individual, construyendo la matriz de la estirpe familiar, dando cuenta del pasado constituyente de cada uno de los individuos que forman la familia. Es, para los sobrevivientes de la Shoá, un deber, una misión, tanto en la preservación de la historia como en la transmisión de quién es cada uno y por qué estamos en la Argentina cuando nuestros orígenes son europeos, cómo es que vivimos después del intento de nuestra aniquilación, cómo es que sobrevivimos y cómo es que hemos seguido viviendo. El testimonio de los sobrevivientes construye, adicionalmente, una  densa red de múltiples evidencias cruzadas que exhibe, a modo de prueba incontrastable, la realidad de la maquinaria del horror desatada contra los judíos por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando una institución, como en este caso el INADI, emprende la publicación de un libro sobre la Shoá, el testimonio, aunque precioso y fundamental, con una edición cuidada, con fotografías y buen diseño interior, no basta. El libro, emanado de un organismo institucional, excede el nivel de lo individual, o debiera excederlo. Pensado como herramienta educativa y no solo como relato vivencial, debe incluir otros aspectos que permitan su aprovechamiento pedagógico. Honrar a la memoria es parte de la enseñanza, pero uno se pregunta –viendo cuán vacíos de recursos están nuestros docentes en relación a la Shoá- qué se hace con ello. La historia personal es una herramienta privilegiada pero debe brindar la posibilidad de que el docente sepa qué hacer con ello y cómo aprovecharlo. Los docentes, abrumados con los programas que deben cumplir y otras presiones, no suelen tener conocimientos suficientes de la Shoá como para tomar un buen partido de un texto testimonial, sacarlo de la anécdota y volverlo una herramienta de aprendizaje humanístico. El testimonio es indispensable, aunque, sin ubicarlo en los debidos contextos, el centrar el trabajo pedagógico exclusivamente en el testimonio de las víctimas podría ser contraproducente. Los judíos quedarían estigmatizados con la victimización como rasgo principal de su identidad, lo que está muy lejos de atenerse a la verdad. Hubo tiempos de persecución y victimización. También hubo tiempos de amistad y coexistencia. La cultura judía excede en mucho la condición de víctima y es importante recalcarlo adecuadamente y que los docentes lo sepan. La ignorancia y la desinformación son parte de los sustentos del prejuicio y la discriminación.  La escuela debe revertir ese camino. Una pregunta fundamental que deberíamos responder en nuestra escuela a la hora de enseñar sobre la Shoá, es ¿por qué acá y ahora? ¿por qué enseñar sobre la Shoá en Argentina? Si es un hecho que sucedió en Europa, hace más de setenta años, con protagonistas que en su casi totalidad no están en la Argentina, ¿cuál es el sentido de tomarlo como un tema de estudio en nuestro país, en qué nos afecta, cuál es su sentido? Si no respondemos eso, los docentes no tendrán claro para qué y por qué deben dar clases sobre esta cuestión y los alumnos lo sabrán en menor medida aún. Se llenarán de frases hechas y huecas y recibirán el timbre del recreo como un alivio. Si no se ubica el tema en el contexto nacional, en la cercanía de las experiencias concretas de los alumnos y docentes, será planteado, escuchado, estudiado y comprendido como algo ajeno, lejano, con ninguna aplicación concreta a la vida cotidiana, difícilmente incorporado al bagaje formador educativo pretendido. Una idea para encarar el tema sería tomar en consideración, por ejemplo, los siguientes aspectos: el contexto argentino, el poder de la propaganda, la influencia del cristianismo en la construcción del estereotipo antisemita del judío y la acción de los salvadores.  Veamos cada uno de ellos.

A) En la Argentina. Siguiendo la propuesta expresada por el profesor Yehuda Bauer en su disertación ante los delegados de la ITF en Oslo en junio de 2009, es importante ubicar a los docentes y alumnos en el contexto argentino para señalar la presencia y actualidad del antisemitismo y la manera en que interviene en la vida cotidiana de todos. Los hitos podrían ser:

•    Publicación en 1891 de La Bolsa,  Estudio social, escrito por Julián Martel, seudónimo de José María Miró, (1867-1896) •    Pogrom de 1919 (en el contexto de la Semana Trágica, enero de 1919, un grupo de “niños bien” de la “mejor” sociedad, salieron a la “caza del rusito” en el barrio del Once, con múltiples víctimas judías) •    En 1920 la Argentina adoptó el modelo prusiano para reorganizar y modernizar el Ejército Argentino (ver características, influencias y consecuencias tal vez hasta la actualidad). •    El nazismo en ascenso tenía propagadores locales entusiastas que veían así justificada su judeofobia. Publicaciones como Clarinada (3), Nueva Provincia, los libros de Hugo Wast (seudónimo de Gustavo Martínez Zubiría, fue director de la Biblioteca Nacional entre 1931 y 1955, autor El Kahal-Oro, texto antisemita clásico) y “El Judío” de Julio Menvielle, 1936, transmitían el ideario judeófobo por doquier. •    Neutralidad de la Argentina durante la segunda guerra. Declaración de guerra a los países del eje recién a fines de marzo de 1945. •    Ingreso de nazis y restricción a judíos en la posguerra (Plan Odessa (4) para rescate y salvación de los nazis y Circular 11, directiva secreta argentina para impedir el ingreso de judíos). •    Movimientos nacionalistas: Tacuara (5), Guardia Restauradora Nacionalista. Asesinato de Norma Penjerek en 1962 y en el mismo año secuestro de Graciela Sirota (torturada con quemaduras de cigarrillo, le grabaron una svástika en el pecho con una navaja). También en 1962 la Liga Árabe se instaló en la Argentina con una campaña publicitaria de hostigamiento contra Israel y el Sionismo (Hussein Triki) aliada con Tacuara y la Guardia Restauradora Nacionalista (GRN), subsidiando sus estructuras y actividades,  introduciendo la idea de que la “lucha” de los argentinos era la de los árabes (todavía no se llamaban a sí mismos palestinos). En 1964, en un acto organizado por la Liga Árabe en un teatro porteño, militantes de Tacuara gritaban "Mueran los judíos" y "Nasser y Perón, un solo corazón". Asesinato de Raúl Alterman en 1964 •    "Haga patria, mate un judío", graffiti de Tacuara,  traducción literal de consigna nacional-socialista alemana. •    Plan Andinia,  teoría conspirativa antisemita divulgada en 1971 por el ultraderechista profesor de la Universidad de Buenos Aires, Walter Beveraggi Allende. (6) •    Proceso de Reorganización Nacional 1976-83 (7). Acoso especial a detenidos judíos con exacerbación de las torturas sazonadas con discursos de Hitler, símbolos nazis, cuestionarios sobre conspiraciones, plan Andinia, supuestas fortunas judías (8). También es importante mostrar cómo este tipo de procesos y dictaduras toma algunos elementos del nazismo y de otros procesos dictatoriales y el modo en que afectan la vida de los ciudadanos, sus libertades y derechos. •    Destrucción de la Embajada de Israel en 1992 y de la sede de la AMIA en 1994, impunes tanto las conexiones locales como los encubrimientos en las investigaciones. •    Luis D´Elía (antisionismo-antisemitismo: “escraches” (9) a judíos empresarios como protesta por acciones del gobierno de Israel) •    Richard Williamson, 2009, negador del Holocausto, su relación con la Iglesia y su expulsión de la Argentina. (10)

B) Propaganda, generación de consensos. Deconstruir la estructura, metodología y principios mediante los cuales se utilizan los medios de difusión masivos para generar consensos, construir la opinión pública para avalar medidas de gobierno impopulares (por ejemplo la Dictadura Militar 1976-83, la guerra de Malvinas 1982).  Estudiar el aparato propagandístico del Ministerio de Propaganda de Goebbels, y reconocer la vigencia de sus principios tanto en la publicidad de venta de productos como en la propaganda política actual. Aprender a leer los diarios, comparar unos con otros, comprender las titulaciones, las bajadas, tipos de letras, ubicación en la página y descubrir intenciones y objetivos, observar las fotos, los epígrafes. Estudiar los noticieros de televisión, qué noticia difunden, cómo, cómo la editan, qué privilegian sobre qué. Conocer los intereses económicos detrás de los medios para comprender por qué y para qué se instalan las operaciones mediáticas, se cuentan algunas cosas y se callan otras. Todos estamos sujetos al poder de la propaganda y su perniciosa influencia. El nazismo es un excelente ejemplo de ello.

C) Raíz religiosa de la judeofobia y revisión de la Iglesia. Compromiso del cristianismo en la generación de la judeofobia desde el comienzo de la Era Común y sus hitos (Constantino, Cruzadas, Inquisición, prédicas acusando a los judíos de deicidas, libelo de sangre –acusación a los judíos de tomar niños cristinos y desangrarlos para preparar sus ritos satánicos-, el mito del judío errante, demonización, teorías conspirativas). Es importante enseñar, simultáneamente, sobre la prédica y el trabajo de Juan XXIII en su revisión de las relaciones de la Iglesia con el pueblo judío, el Concilio Vaticano II y la encíclica Nostra Ætate donde se revierte la acusación de deicidio. (11)

D) Los salvadores, Justos entre las Naciones, pedagogía positiva, lecciones morales y de responsabilidad ética y social. Junto con los testimonios de las victimas, los de los salvadores y rescatadores así como los de los honrados como Justos entre las Naciones por Yad Vashem, deberían ser ejes de construcción de ciudadanías atentas, de no sujeción ni sometimiento a propagandas e ideas populistas o manipulaciones políticas. Los salvadores de la Shoá se caracterizaron por atenerse a lo que creían que estaba bien en abierta oposición a lo que la ley indicaba, y a la hora de las urgencias supieron elegir entre lo legal y lo legítimo y optaron por lo legítimo. Es mucho más fácil contar una historia o mostrar un film con experiencias que impacten tal vez por su relato. Lleva menos tiempo, requiere menos preparación, será aplaudido por todos y las autoridades se quedarán contentísimas con la sensación de haber hecho lo que había que hacer: hablar de la Shoá, esa cosa terrible que les pasó a los judíos (en el fondo vaya uno a saber por qué) y que hay que enseñarlo porque es políticamente correcto o porque se cree ingenuamente que contando historias solamente se puede modificar algo. La escuela, la educación son nuestra única posibilidad y si no es allí en donde se enseña lo que de verdad importa enseñar, si no es allí en donde se construyen las mujeres y hombres de bien que votarán a los que mejor sepan, a los que mejor se conduzcan, a los que mejor puedan, nuestro destino seguirá siendo la repetición, sea trágica, sea cómica, sea absurda, de los mismos tropezones de siempre, mejorados, eso sí, por la tecnología y la masificación de la indiferencia.

Diana Wang Biblioteca Nacional, lunes 22 de junio 2009

NOTAS

(1)  El libro incluye la desgrabación de diversos testimonios, acompañados de fotografías de quienes prestaron su testimonio y otras imágenes que documentan la época. Los testimonios corresponden a los dados por los sobrevivientes en actos realizados por la DAIA en varias embajadas europeas en Buenos Aires. (2)  Si bien tenía unas notas, el texto fue improvisado. Ésta es una reconstrucción con algunos agregados y referencias.

(3) Clarinada no combate a los judíos porque son judíos, ni pretende agitar luchas religiosas o raciales. Clarinada combate a los judíos, porque ellos son los inventores, organizadores, directores y sostenedores del comunismo en todo el mundo. Clarinada combate a los judíos, porque los judíos, cumpliendo con las directivas de los ‘Sabios de Sión’ corrompen la moral cristiana, estimulan los vicios y los defectos humanos, para aniquilar la conquista espiritual de la humanidad hecha por Jesús, primera víctima de los Judíos deicidas”

(4)  La auténtica Odessa, Uki Goñi, Paidós, 2002. (5) El Movimiento Nacionalista Tacuara fue una organización política de ultraderecha argentina, que actuó entre 1955 y 1965 utilizando el terrorismo. El 4 de abril de 1964, la Policía Federal informó que de enero a noviembre de 1963 los miembros del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara habían protagonizado cuarenta y tres hechos terroristas.[1] Vinculado a los sectores más conservadores del movimiento peronista e inspirados directamente por la prédica del sacerdote católico Julio Meinvielle y del sociólogo francés Jaime María de Mahieu, Tacuara defendía un ideario de corte fuertemente nacionalista, católico, fascista, anticomunista, antisemita y antidemocrático. De Wikipedia, la enciclopedia libre

(6)  Cuatro años más tarde, pocos meses antes del Golpe de Estado de Jorge Rafael Videla, el mismo Beveraggi publicó "La inflación argentina", en cuya tapa un mapa de la República Argentina aparecía crucificada con Estrellas de David por el estereotipo de un judío. El periodista Jacobo Timerman narró que cuando era interrogado por la dictadura militar de los años ochenta, se le exigían detalles del Plan Andinia. El Plan trataría de un supuesto complot para desmembrar la Patagonia de la Argentina y de Chile y crear allí otro Estado judío. Esta teoría es relativamente reciente, tiene como base la mención que Theodore Herzl (1882) en su libro El Estado Judío (Der Judenstaat) hizo de la posibilidad de comprar tierras o en Palestina o en Argentina para la creación de un Estado Judío. La teoría de la conspiración sostiene que dicho plan vio la luz en el Congreso Sionista Internacional de Basilea, Suiza en 1897. Se supone que la creación de "Andinia" en el territorio patagónico se llevaría adelante gracias a los mismos métodos usados para la creación del Estado de Israel en Palestina. Sin embargo, en la realidad, la "opción argentina" había sido descartada rápidamente por inviable. El Sexto Congreso Sionista de 1904 se concentró en la discusión sobre si había que seguir demandando Palestina o aceptar la propuesta británica, formalizada el 25 de enero de 1904, de 5.000 millas cuadradas en África Oriental (hoy Uganda). En abril de 1904 la posibilidad de Uganda ya se había evaporado, y en julio de 1904 Theodore Herzl murió. Entre las medidas a para llevar adelante el supuesto Plan Andinia, se mencionan las siguientes: * Migración en masa a Argentina. * La compra de una gran extensión de tierra por parte de la Jewish Colonization Association con base en Londres. No existen pruebas sobre la existencia de este supuesto plan para anexar este territorio a algún otro bajo el control de un poder relacionado con Israel o la comunidad judía internacional. Pese a ello, hay quienes insisten en aportar supuestas pruebas que, sin embargo, han quedado desacreditadas a la actualidad, quedando en la categoría de las teorías conspirativas. La existencia de este Plan Andinia, junto a otro tipo de teorías conspirativas como el negacionismo del Holocausto, habitualmente forman parte de proclamas antisemitas y neonazis En 2003, el entonces jefe del Ejército Argentino, el general Roberto Bendini, se vio envuelto en una polémica tras trascender supuestos dichos suyos a estudiantes de la Escuela de Guerra sobre el Plan Andinia. Distintas asociaciones judías emitieron protestas, y el gobierno tuvo que publicar un desmentido oficial. (7) Durante un tiempo preferí llamarlo Dictadura para no usar el nombre que los militares mismos eligieron para su accionar delictivo mesiánico. Le debo a Daniel Feierstein la reflexión de que  la auto denominación “Proceso de Reorganización Nacional”, lejos de encubrir, revela de manera transparente las intenciones de reorganización que remedan, en su modelo local los intentos de reingeniería social del nazismo. (8) Testimonio de Mario Villani ante varias cortes internacionales. Conadep, legajo N° 6821. “Nazismo y antisemitismo en los campos de concentración de la Argentina. Inform presentado al Juez Baltasar Garzón en Madrid, España, abril 1999 y en el Ministerio de Justicia de Israel. (9)  El uso de la palabra “escrache” se refiere al señalamiento público y acusación de alguna persona. Comenzaron a hacerlo desde la organización HIJOS manifestándose en los domicilios de los perpetradores impunes de la Dictadura. (10) Obispo católico inglés de la Fraternidad San Pío X  consagrado por Monseñor Lefèbvre. Fue excomulgado por el papa Juan Pablo II en 1988 acusado de cismático y no seguir la verdadera Tradición de la Iglesia católica. Benedicto XVI remitió la suspensión a través de la Congregación para los obispos el 21 de enero de 2009, pero aún permanece suspendido de sus funciones como sacerdote y como obispo. Sus declaraciones a la televisión sueca, en las cuales niega la utilización de cámaras de gas por parte de los nazis para el genocidio judío, ha levantado un grandísimo escándalo. A principios de febrero de 2009 fue relevado como director de un seminario en La Reja, Provincia de Buenos Aires, donde ocupaba el cargo de director y posteriormente se le inició una demanda penal por "apología al delito". El gobierno argentino lo expulsó del país porque había mentido al ingresar en 2002 respecto de la que sería su actividad (al no existir una ley que pene declaraciones respecto a la negación del Holocausto). (11) Encíclica de 1965. En lo relativo a la acusación a los judíos como deicidas y al antisemitismo dice: Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios. Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos.

LA RESISTENCIA DE LAS OVEJAS

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•    Ania, tenía 11 años, sola, huérfana, sobrevivió en Polonia con una identidad falsa. Tenía un problema de pronunciación: no le salía la “r” y tenía miedo de que eso la denunciara como judía. Ania, vivió sola entre sus 11 y 14 años y durante ese tiempo habló fluidamente polaco evitando usar palabras con la letra “r”. •    Elke, de Bélgica, tenía 18 años y estaba de novia con Georges. Integraron una red de salvataje de niños que operaba en la frontera entre Francia y Suiza. Los recibían, los cuidaban y se ocupaban de que pasaran al otro lado. Un día un poblador de la zona los denunció y fueron enviados a Auschwitz. •    Hanka tenía 24 años y era maestra. Los nazis no interrumpieron su trabajo. Aunque estaba prohibido, en el gueto de Varsovia tenía a su cargo un grupito rodante de chicos de 10 años a los que reunía cada día en otro sitio: daba lecciones, indicaba deberes, los hacía estudiar y les ponía notas. Si los descubrían los mataban. •    Pola tenía 21 años y vivía en el lado ario con una identidad falsa. Integraba el grupo clandestino Zegota y su tarea era conseguir buenos documentos falsos para que los habitantes del gueto pudieran salir y vivir del otro lado. Si la descubrían la mataban. •    Ignaz, de Hungría, tenía 27 años, estaba en Auschwitz, trabajaba en una fábrica que hacía granadas. Su tarea era elaborar en un torno una pieza del percutor. Ninguna de las que hizo respondía a las medidas correctas: siempre faltaban o sobraban unos milímetros, nada que se viera a simple viste, pero que haría imposible que esa granada estallara.

Son solo ejemplos de personas comunes en conductas cotidianas bajo la ocupación nazi. Hoy recordamos y honramos a los héroes. Recordemos y honremos a todos los héroes. En la Shoá, así como en cualquier genocidio o asesinato masivo, distinguimos cuatro actores diferentes: •    las víctimas, •    los perpetradores, •    los observadores indiferentes y •    los salvadores. En particular respecto de la Shoá, la mayor parte de las investigaciones realizadas hasta la fecha ha sido sobre las víctimas. Hace pocos años que se está abriendo el espectro y los perpetradores están siendo puestos en la mira. También los salvadores comienzan a recibir la atención y el reconocimiento que merecen. Pero la gran mayoría, el enorme cuerpo social que permaneció indiferente y que, por miedo, por estupidez o por estar de acuerdo, son los que han hecho posible el horror y que fueron cómplices activos o pasivos por no haberse opuesto, es materia más oscura, de más difícil abordaje. Claro, toca la esencia de las sociedades humanas, nos enfrenta con un espejo en el que no nos queremos ver. El levantamiento del gueto de Varsovia honra a las víctimas, nos obliga a hablar desde allí. Y también, por qué no, a abogar por ellas y dar a conocer sus resistencias. Recordemos y honremos a los héroes. Recordemos y honremos a todos los héroes judíos que se han resistido de infinitas y muy ingeniosas maneras. Distinguimos básicamente tres resistencias: la armada, la de subsistencia y la cultural. La resistencia armada es la más conocida aunque no en toda su amplitud y complejidad. Fueron muchos los levantamientos en guetos: además del de Varsovia, en Bialystok, en Vilna y en decenas de otros, los jóvenes enfrentaron como pudieron a las fuerzas nazis y cobraron caras sus vidas. También en campos de trabajo, de concentración y de exterminio. Recordemos tan solo el levantamiento en Sobibor, la destrucción de uno de los crematorios de Auschwitz-Birkenau, la rebelión en Treblinka. Allí, en las entrañas de los sitios en donde los grados de libertad eran inexistentes, se las ingeniaron para conseguir explosivos, objetos contundentes, lo que fuera, para luchar. En los bosques, los grupos partisanos, por ejemplo el famosísimo de los hermanos Bielski en Bielorrusia cuya historia se acaba de filmar en una película que se llama “Desafío”. Y en los ejércitos aliados. Durante la Segunda Guerra Mundial participaron 1.300.000 soldados judíos en los ejércitos ruso, británico y norteamericano. Fueron condecorados 1.000 soldados judíos en el ejército Inglés, 40 mil en el norteamericano y 161 mil en el soviético. La URSS declaró como héroes de los soviets a 150 miembros judíos del Ejército Rojo. Pero la gran mayoría de los judíos no tuvo la oportunidad de tener un arma ni de enfrentarse de manera violenta con sus asesinos. Estaban ocupados en sobrevivir, en sostener a sus familias, a los niños pequeños, a sus padres, en el día a día de la vida. Desnutridos, enfermos, desempleados, la gesta de conseguir una papa para dar de comer a la familia y no ser detenidos y trasladados, consumía todas sus energías. En ese estado y en los contextos del hacinamiento en guetos, gestaron la resistencia interna, silenciosa y anónima. Por un lado la resistencia de subsistencia: alimentos, remedios, cuidado para los niños que se habían quedado solos, ollas populares en las que cada uno ofrecía lo que tenía; la comida entraba gracias al contrabando y permitía alimentar a los cientos de miles de personas. Tendremos que honrar algún día a los contrabandistas que arriesgaban su vida cotidianamente para que sus hermanos pudieran comer. Y también la resistencia cultural sostenida por artistas, escritores, periodistas, concertistas, gente de teatro, maestros, profesores. Todo lo que hacían estaba prohibido y era penado con la muerte inmediata si era descubierto. Así y todo había conciertos, conferencias, debates, obras de teatro, periódicos y publicaciones y grupos rodantes de escuelas tanto primarias como secundarias. La cultura fue el alimento primordial que permitió sobrevivir al pueblo judío no solo durante la Shoá. Proporcionaba aliento, mantenía abierta la esperanza y les daba fuerzas para seguir. No sólo en guetos, también en las duras condiciones de los campos de concentración la vida cultural fue el ligamen espiritual y muchas veces el sustituto del alimento. Cuenta Leonie, sobreviviente griega, que un gran entretenimiento en Auschwitz era contarse recetas de sus comidas favoritas. Con las paredes del estómago pegadas por el vacío interior, se llenaban con el recuerdo de aquellos sabores y sobrevivían un día más. Pero entre las resistencias ofrecidas por el pueblo judío, resaltemos la del salvataje de niños. Honremos los esfuerzos de cada padre y cada madre por salvar al suyo, protegerlo de la muerte segura incluso entregándolo a manos desconocidas, sabiendo que tal vez nunca más lo vería, pero asegurándose de que tuviera la oportunidad de sobrevivir que ellos ya no tenían. Las organizaciones judías que salvaron niños, que los arrancaron del camino a la muerte con osadía, con la inconciencia ante el peligro que se tiene cuando se sabe que se debe actuar ya, que se trata de vivir. Amo a las ovejas. Las ovejas tienen la inocencia del que desconoce el Mal. No están entrenadas para luchar, no saben cómo hacer para matar. Las ovejas viven y dejan vivir. ¿Cómo se van a imaginar que hay mataderos para ellas? ¿A quién se le ocurre una idea así? ¿En qué cabeza puede caber la idea de lo que estaba sucediendo? ¿Industrias de la muerte? ¿Ingenieros, médicos, abogados planificando, organizando y realizando campos de exterminio humano? ¿Maquinarias eficientes y racionales para matar a la mayor cantidad de gente posible en el menor tiempo y con el menor costo? Imposible. Eso no puede pasar. Claro, es fácil saberlo hoy con el diario del lunes. Pero las ovejas no lo sabían entonces. 4 millones y medio de ovejas adultas fueron atrapadas y engañadas. Un millón y medio de ovejitas fueron arrastradas a la muerte. Casi un millón de ovejas salieron milagrosamente vivas con sus lanas chamuscadas para siempre. Algunos se preguntan ¿por qué no se fueron? ¿por qué se quedaron? Pero aún si hubieran tenido cómo irse y adónde, nadie abandona así como así su lugar, su tierra, su idioma, su cultura, su historia. Y esto no es un tema exclusivo judío sino un tema de las sociedades humanas. Cuando algo pasa tendemos a pensar que será transitorio, que no puede durar, que no es para tanto. Nosotros, los argentinos, lo sabemos bien. Las sociedades humanas nos comportamos como aquella rana a la que pusieron en agua y luego al fuego; el cuerpo de la rana se iba acostumbrando al ascenso gradual de la temperatura, se adaptaba, tanto así que cuando el agua entró en ebullición ya era demasiado tarde. ¿Qué otro grupo humano victimizado por el nazismo se le enfrentó? ¿Los gitanos? ¿los homosexuales? ¿los eslavos? ¿Qué poblaciones civiles se levantaron en armas y cobraron caras sus vidas? Si hasta los franceses que fueron el pueblo que más colaboró con los nazis se vanaglorian hoy de que todos estaban en el Maquis. ¿Y cuántos estuvieron en realidad? Amo a las ovejas, a las personas comunes que solo sueñan con un mundo de paz, de ovejas que puedan pastar libremente, un mundo en el que la bondad y la inocencia sean lo natural y no un signo de estupidez, o pero aún, de cobardía. Quiero ser una oveja libre y vivir en un mundo que ame a las ovejas buenas, en un mundo que eduque a sus ovejitas a hacer el Bien. Ser desconfiado, escéptico, estar a la defensiva y no creer en nada parece ser el paradigma de una buena adaptación al mundo. Pues es a todo eso que me quiero resistir y es la resistencia esencial, la madre de todas las resistencias. Quiero ser una oveja mansa y buena, vivir sin temor ni prevenciones, comiendo pasto, dando mi lana, esperando la lluvia y haciendo el Bien.

Pronunciado en el ACTO POR EL LEVANTAMIENTO DEL GUETO DE VARSOVIA Convocado por el POLO DEL JUDAISMO PLURALParque Centenario – Ciudad de Buenos Aires 25 de abril, 2009

Quiero saber sobre la Shoá - Preguntas de un periodista mexicano

El periodista mexicano Jorge Caballero Tellez (que tiene un programa en Radio Chilango, una emisora mexicana de jóvenes) visitó la página web de Julio Szeferblum, le hizo algunas preguntas que luego derivaron en el siguiente intercambio conmigo. Su propósito es hacer una emisión especial en su programa de radio centrada en la Shoá para lo cual quería saber algunas cosas. Es interesante ver cómo ha formulado las preguntas, cuáles son las ideas básicas que las sostienen y cuál es el trabajo que debemos hacer para esclarecer, explicar, informar y permitir comprender y ser útiles. A continuación el listado completo de preguntas y luego cada una con sus respuestas.JC - Preguntas para nuestros amigos judíos.

  1. Siempre se ha perseguido a la raza judía, para mí hay dos holocaustos. El primero realizado por los españoles, en tiempo de Torquemada y los reyes católicos. Algo similar con el trato que recibieron los indígenas americanos, por parte de los conquistadores. Estos eran hombres medievales, ya que las torturas que infringieron a los judíos las hicieron a los indios. De alguna manera estas dos  razas se ven hermanadas por el dolor y el sufrimiento. El segundo el más atroz, el macabramente planeado, el sistemático, y por desgracia el más actual. Mi pregunta sería ¿por qué se ha perseguido tanto a los judíos?  Me interesa saber lo que ustedes piensan, como ven desde dentro de la comunidad judía, este sentimiento.
  2. Sé que Hitler era un loco, pero tristemente con iniciativa. Que supo hacer muy bien su juego con el pueblo alemán. ¿Qué tan envuelto por la ideología nazi estaba inmerso el pueblo alemán?
  3. Este pueblo, que en mi opinión es uno de los más cultos e inteligentes del orbe, se dejó llevar por el nazismo. ¿Pero por que creen que denunciaban, humillaban, perseguían a los judíos? No puedo entender, y creo que pocos seres humanos podrían entender al pueblo alemán. Pero mandar a hombres, mujeres, niños  ancianos al matadero, me parece la peor traición.
  4. ¿Qué sentían los judíos durante el inicio del nazismo? Hicieron confianza, pensaron que solo eran amenazas y que el odio que crecía no iba a ser perdurable.
  5. ¿Los hacían usar estrellas amarillas y les pusieron restricciones en sus derechos? ¿Cómo lo veían, y que sentían? ¿Pensaron en lo que podía ocurrir?
  6. Los aislaban del mundo en ghettos. ¿Cómo era la vida allí?
  7. Me duele decirlo, pero en libros, películas, series de tv, en documentales. Se ven a los judíos resignados a ir a los campos de trabajo, (para mi campos de infamia). ¿Por que creen ustedes que era así?
  8. Algunos por vivir un año más, un mes más, un día más, unas horas más, hacían trabajos para los nazis, en contra de los judíos, prisioneros rusos, gitanos etc.etc.  ¿Cómo ven a esta gente? (traidores, carceleros)
  9. ¿Cómo era la vida, si se puede llamar así, en un campo de concentración?
  10. Despues de muchos años de esta tragedia,  para un hombre, y pocos para una raza milenaria como los judíos. ¿Cómo se sienten al respecto como raza unida y en lo personal con este mundo tan revolucionado y con la constante amenaza islámica?

Ojala me puedan contestar estas preguntas, yo se que será difícil pues van a tener que recordar episodios muy trágicos, casi dantescos.  Por lo que  Cualquier respuesta será atendida y expresada textualmente en el programa. Es como oro molido cada palabra que lleve al radioescucha a ponerse en los zapatos de esas víctimas judías. Además les informare la hora y fecha de trasmisión del o los programas para que los puedan escuchar para ratifiquen o rectifiquen el contenido del mismo. Para mi es un honor tener la colaboración de todos ustedes, y espero servir a la comunidad judía como portavoz para impedir aquí en mí país para evitar más atrocidades para esta comunidad. Gracias, aunque esta palabra se me hace muy corta y vacía, para toda la ayuda que me otorgan. Pero no he encontrado otra más profunda. Atentamente Jorge Caballero Téllez ________________________________________ DW - respuestas de cada una (copiaré la pregunta antes de cada respuesta en el orden en que las ha enviado):

JC Pregunta 1.- Siempre se ha perseguido a la raza judía, para mi hay dos holocaustos. El primero realizado por los españoles, en tiempo de Torquemada y los reyes católicos. Algo similar con el trato que recibieron los indígenas americanos, por parte de los conquistadores. Estos eran hombres medievales, ya que las torturas que infringieron a los judíos las hicieron a los indios. De alguna manera estas dos  razas se ven hermanadas por el dolor y el sufrimiento. El segundo el mas atroz, el macabramente planeado, el sistemático, y por desgracia el más actual. Mi pregunta sería ¿por que se ha perseguido tanto a los judíos?  Me interesa saber lo que ustedes piensan, como ven desde dentro de la comunidad judía, este sentimiento. DW- La palabra raza. Los judíos no somos una raza. No existen las razas en los humanos, somos la misma raza, no hay diferencias genéticas entre nosotros, las diferencias son de maquillaje, exteriores. Lo semita son las lenguas, las raíces indoeuropeas se llaman arias. Lo semita y lo ario no son conceptos biológicos sino lingüísticos, traspolados sin vergüenza alguna de una disciplina a otra y tomados así por serios y supuestamente científicos. No es verdad que siempre se ha perseguido a los judíos, no es así en la antigüedad. No más que a otros pueblos ni con mayor éxito. Sí es verdad a partir del siglo IV y en Europa y luego en América como continuidad ideológica. No es apropiada la palabra holocausto. Se trata de un rito de purificación voluntaria por el fuego, purificación de algún pecado cometido, (se entregaba una víctima propiciatoria, en general un animal doméstico) lo que pondría a los judíos en culpables de su propio asesinato (los quemaron porque se portaron mal y además se entregaron voluntariamente al sacrificio, lo que es además de un absurdo una ofensa grave). Usamos la palabra shoá que significa desierto, devastación, nada, desolación. La similitud entre el genocidio de los pueblos originarios americanos y la Shoá efectivamente existe, básicamente porque los Reyes Católicos fueron los primeros que establecieron que un pueblo “inferior” fuera objeto de esclavización y asesinato como política de Estado, hay historiadores que ponen allí el verdadero comienzo de la Shoá en la civilización occidental. Hay varias diferencias entre cualquier genocidio y la Shoá. Si le interesa, pregúntelo y será respondido. La última parte de esta pregunta se refiere a por qué se ha perseguido a los judíos. Durante quince siglos la Iglesia ha difundido sus infundios que han hecho carne en todos los integrantes de la civilización occidental en forma de prejuicio antijudío. Ha construido en “el judío” el OTRO primordial, el negativo de lo que debe ser, el paradigma de lo diabólico, el no-humano. Todo comenzó con el emperador Constantino en el siglo IV quien impuso a la religión católica como política de Estado y a partir de allí operó en su plan de conquista y comenzó la Iglesia sus operaciones políticas maquiavélicas. Le recomiendo la lectura de “Constantine´s sword. The Church and the Jews” de James Carroll en donde verá toda la historia de los políticos e ideólogos cristianos en la construcción del enemigo judío y en el mantenimiento y acrecentamiento de su poder. Los fundamentos teológicos antijudíos son: los judíos son acusados de haber asesinado a Cristo, tienen el tupé de no aceptar su venida como el mesías y encima insisten en atenerse al así llamado “viejo” testamento (nombre impropio porque alude a que hay uno nuevo y que es, lógicamente, superador, verdadero, en consecuencia, el “viejo” está perimido, out, no va más), los judíos lo llamamos “Torá” o simplemente Biblia. La Iglesia ha debido mantener a los judíos en ese lugar porque también los precisaba como testigos de la anunciación, son los que legitiman la venida del mesías porque lo han anunciado en las “antiguas” escrituras. Es la Iglesia la responsable directa e indudable del odio acendrado hacia el pueblo judío del que hace gala todo el mundo occidental, es decir, todos los países en los que el cristianismo ha tenido o tienen el poder y ha tejido el entramado ideológico y cultural básico. El prejuicio antijudío, la sospecha, el odio, los estereotipos antijudíos, forman parte del mundo occidental y en ello hemos sido criados todos, judíos y no judíos. Del antijudaísmo religioso se pasó en el siglo XIX al así llamado “antisemitismo científico” a partir de la superchería del concepto de raza del que ya le hablé ut supra. Este “antisemitismo científico” fue el sustento de lo que después desarrolló, aplicó y llevó a grados imposibles de prever con anterioridad, el nazismo. Busque en el diccionario y encontrará por ejemplo la palabra “judeada”, también “ladino” (el idioma que hablaban los judíos en España) y muchos más y vea qué significado se les atribuye. A partir del concilio vaticano II la Iglesia ha comenzado a revisar sus ideas y hay hoy un cuerpo creciente de teólogos que no solo hacen el mea culpa sino que están proponiendo cambios drásticos en la doctrina.

Intercambio de emails a raíz de esta primera respuesta:

JC - primero muchas gracias por aclararme las palabras, que bueno que lo hace. para ir poco a poco derrumbando las barreras del lenguaje. Creo que la palabra shoà serà mucho más explícita para mis radioescuchas aunque el significado es muy crudo pues realmente fue una devastación.  Me interesa que me explique desde su punto de vista lo que le cito en este párrafo:  Hay varias diferencias entre cualquier genocidio y la Shoá.

DW- La Shoá fue un genocidio, pero no todo genocidio es como fue la Shoá. 1) No hubo ninguna razón geopolítico-económica para la planificación del asesinato de los judíos, no era un tema territorial ni económico que son los que habitualmente desatan los genocidios (turcos sobre armenios, españoles sobre pueblos originarios, etc). 2) No había ninguna razón relativa a conductas, no se trataba de algo que habían hecho o dejado de hacer, era simplemente por haber nacido. 3) En otros genocidios suele haber excepciones según conveniencias de diferente tipo, acá estaban destinados TODOS al exterminio, sin excepciones, todos los judíos por el mero hecho de haber nacido judíos estaban destinados a la muerte, todos, sin excepción. 4) No había forma de evadirlo, ni con promesas, ni con conversiones, ni con sobornos, porque lo habían definido como una cuestión genética, por ello, era inmodificable e insalvable. 5) La motivación supuestamente científica era una superchería, la teoría racial es un delirio desarrollado sin sustento alguno, no había una razón valedera que lo pudiera sostener con argumentaciones sólidas y confiables, todo estaba basado en la construcción del prejuicio y en la profusa campaña de la propaganda nazi, o sea, la causa era un delirio, una mentira. 6) El plan era el exterminio de los judíos no solo de Alemania y de Europa, de todo el planeta, serían buscados donde fuera que estuvieran sin importar fronteras ni países ni continentes. Todas éstas son razones que hacen a la Shoá un fenómeno único y diferente de otros genocidios. Muchas veces se arguye que el tema es la cantidad de víctimas y no es ésa la diferencia (en la Rusia soviética fueron asesinadas unas 20 millones de personas) sino las causas y sus alcances.

JC - Si estoy de acuerdo con su versión de que la Iglesia ha causado mucho mal por influenciar negativamente a los feligreses. Alguna vez leí un libro de jalil gibran jalil , se llama "Jesús el hijo del hombre". En el prefacio dice que cada 100 años se reúnen el Jesús de la iglesia y el Jesús hombre y se dan cuenta que están lejos el uno del otro. Si realmente pudiéramos preguntarle a Jesús de la opinión de estos conceptos quedaría horrorizado, de lo que han hecho. Ahora tenemos que recordar que Jesús era judío. Y si la Iglesia maldice a los judíos, pues también lo maldice a el. Por eso me agrado una frase del papa Juan pablo II en el que dice "los judíos son nuestros hermanos mayores". He recibido algunas respuestas más de gente que me está ayudando, y el que amablemente usted me está enviando. Platicando con los demás miembros de la estación nos surge una pregunta. Pensamos que Hitler, escribió en su obra de "mi lucha", mucho acerca del antisemitismo. Pero con fin comercial el de apoderarse de los bienes y capitales de los judíos., y con ellos financiar a Alemania. Pero la gran interrogante es el pueblo alemán, en que estaban pensando no entendemos como odiaron, denunciaron, presenciaron y contribuyeron en el shoá. No creemos, mis compañeros y yo en lo personal, que el régimen nazi haya hipnotizado a los alemanes en contra de los Judíos. Mi pregunta sería, ¿cuál es su opinión personal acerca de esto? ¿ Sintieron los judíos que no iba a crecer a tal grado el odio de los alemanes? ¿Cómo lucharon por evadirse de la situación? Para ni es muy difícil redactar preguntas con respecto a esto, porque más que un pensamiento es un sentimiento de incredulidad, repugnancia por la actitud de un pueblo "civilizado. Siéntase en la libertad de rectificar las preguntas, rehacerlas, pero me interesa sobre manera su sentimiento su opinión.

DW - Es una pregunta que enturbia nuestro pensamiento porque el país que era la cuna más elevada de la civilización, la cultura, la ciencia y el arte de aquel momento, produjo semejante espanto. Una de las consecuencias inevitables es pensar que la cultura, al menos una cultura que no se ocupe de valores, no asegura la convivencia y al respeto por el otro. Es una consecuencia aterradora porque seguimos viviendo en el mismo mundo que albergó a la Shoá, los valores siguen siendo los mismos, el peligro sigue estando vivo y seguimos sin hacer las cosas que habría que hacer, sin ocuparnos de educar en lo que verdaderamente hay que educar: en valores y en responsabilidad social. Hitler no tenía como objetivo primario un beneficio económico aunque el apoderarse de los bienes y capitales judíos fue muy útil, pero fue una consecuencia de una decisión previa, ideológica, la necesidad de construir el “enemigo interno”, una motivación fuerte, emocional que pudiera arrastrar a la gente y conseguir consensos para lo que iba a seguir. La construcción del “enemigo interno” es un fenómeno esencial de los estados totalitarios. La propaganda es central en ello, por ello el Reich instituyó un Ministerio de Propaganda, le dio esa jerarquía elevada porque comprendió la importancia de su acción sobre las masas. Respecto de cómo fue que tantos millones de alemanes siguieron esta ideología y se hicieron cómplices de la peor vergüenza de la humanidad, sigue siendo una pregunta abierta, aunque tenemos algunas respuestas que nos van indicando caminos posibles. 1) La gente es cómoda, conservadora, quiere mantener su vida lo más inalterable que pueda, que la dejen trabajar y seguir con la suyo sin moverse demasiado de sus casas y de sus hábitos conocidos y tranquilizadores. Esto sigue igual. 2) La gente suele ser crédula, toma lo que dicen los gobernantes y sobre todo los medios –diarios, radios y ahora la televisión e internet- como la verdad revelada, no tienen elementos para evaluar y criticar lo que se les informa, no pueden más que creer en lo que se les dice, no estamos educados en el ejercicio del juicio crítico, de la evaluación personal de los mensajes emanados de los medios; por el contrario, se nos insta a tomarlos por ciertos, a creer en lo que la autoridad indica, como si fuéramos niños y los gobernantes y periodistas fueran los adultos que nos indicarán qué hacer y por donde ir y nosotros debemos confiar en ellos porque si están donde están es porque supuestamente saben más que nosotros. Todo esto sigue aterradoramente vigente. Vea nomás cómo vota la gente en todos los países. 3) se han hecho experiencias de psicología aplicada  (Milgram y Zimbardo) que indican sin lugar a dudas que la gente entrega de buen grado su responsabilidad social si hay alguien de autoridad que la asume, esto es lo que sostiene la obediencia debida, el obedecer órdenes que tienden al mal (muerte, tortura) por lo cual no se es responsable. 4) somos sumamente vulnerables a la propaganda, muchísimo más de lo que nos atrevemos a pensar y considerar, los que generan las campañas lo saben y conocen muy bien los resortes que deben tocar para que las campañas sean exitosas y consigan los avales necesarios para llevar a cabo luego las políticas y acciones pretendidas por los gobernantes de turno.  El pueblo alemán es un ejemplo de todo lo que antecede y el grado de complicidad que asumió, el grado de negación y el grado de aceptación del estado de cosas es lo que verdaderamente debería espantarnos. Para mantener sus trabajos y seguir con sus vidas, mejor era hacer como que no veían y ponerse en manos de los que estaban en el gobierno que “seguramente sabían lo que hacían”, ¿para qué revolver y buscar? Mejor atenerse a lo de uno, mantenerse en su sector de la línea de producción, de la maquinaria, seguir siendo ese engranaje útil que permitiría seguir viviendo, sin preguntar, ni mirar al costado, del trabajo a casa y de casa al trabajo. Por otra parte, quién era cada uno para evaluar lo que decían los que gobernaban, los profesores y catedráticos, los artistas y miembros de la cultura que insistían con la toxicidad de los judíos y su necesidad de erradicarlos: si esas personalidades decían que había que echar a los judíos (porque no se decía que se los mataba, siempre se usaban eufemismos que no horrorizaran a la gente) debían conocer razones de alta política de estado que al ciudadano común se le escapaban. Por otra parte era sabido que “los judíos eran poco confiables, eran explotadores, banqueros, capitalistas y que traerían el comunismo y la disolución de todo lo que era bueno para un buen cristiano, además habían matado a Cristo y asesinaban a niños cristianos para sus fiestas y los desangraban y con ello hacían sus asquerosos rituales, además se vestían raro, comían raro y se ocupaban del dinero, eran sucios prestamistas y usureros…” Si el gobierno dice que se tienen que ir, deben tener razón. Es muy fácil someterse a la línea de producción, hacer lo suyo, ser un engranaje en la burocracia de una sociedad totalitaria, no mirar a un costado y asegurarse del sustento diario, de la escuela, la salud, y de proveer a la familia. Si oponerse de alguna manera significaba hacer peligrar algo de eso, mejor quedarse quietito en su casita y dejar que los que saben se ocupen. Esto fue la mayoría, pero no todos. No todos los alemanes fueron nazis ni todos los alemanes fueron cómodos o jugaron al estúpido. Pero no tuvieron la fuerza como para cambiar el curso de las cosas y por cierto lo pagaron muy pero muy caro. De todo lo que antecede puede verse cómo es primordial seguir con la educación porque la gente sigue siendo igual y los peligros nos acechan porque la codicia y los delirios de poder no han muerto con el nazismo, siguen vivos, bien vivos.

JC - También en otro correo me decían que el pueblo judío luchó contra los alemanes. Ratifico esta idea cuando usted me hace el favor de delinear las palabras perfectamente, pues tenemos la idea en el mundo moderno que fueron llevados a la muerte sin ninguna oposición. pero con el correo de jorge klaiman y el suyo me doy cuenta que no fue así. Me podría dar más datos de la lucha de los judíos en contra de los alemanes. Eso sería de gran importancia, para cambiar la idea del shoá.

DW - Esto llevaría toda una disertación, pero es cierto. Las resistencias judías fueron muchísimas y siguen siendo desconocidas. Habría que hablar de por qué siguen siendo desconocidas (¿seguir alimentando la imagen del judío usurero y cobarde? ¿cómo hacer ahora que desde Israel no se dejan echar al mar como lo han propuesto año tras año sus amables vecinos desde que las Naciones Unidas decidió en 1948 que por fin tuvieran una tierra que pudieran sentir como propia sin que nadie los vaya a intentar asesinar otra vez? Ah! Pues acusémoslos de genocidas!!! Siempre la misma porquería estos judíos, insisten en que quieren vivir, no se dejan matar ni humillar ni amedrentar… qué cosa! No aprendieron con Auschwitz. No tienen remedio) pero puedo hacerle un brevísimo resumen. Hubo variadas resistencias que pueden catalogarse en: resistencia armada, resistencia de subsistencia, resistencia espiritual y actos de rescate. Cada una tiene un gran contenido y en la actualidad muy bien documentado. -    Resistencia armada: es la única que se conoce, hubo levantamientos en guetos (Varsovia, Vilna….) y en campos de concentración y de exterminio (en Sobibor, en Auschwitz), hubo movimientos clandestinos de sabotaje, hubo grandes grupos de partisanos en los bosques. -    Resistencia de subsistencia: cocinas comunales, redes de contrabando que permitían la entrada de alimentos en los guetos, sistemas de salud que atendían las epidemias y los niños y ancianos, grupos de cuidado de niños mientras sus madres se ausentaban a trabajar. -    Resistencia espiritual: profusa vida cultural en casi todas las circunstancias (coros, conciertos, conferencias, teatro, music hall, humor, talleres literarios, etc), se mantuvo la escolaridad todo lo que fue posible (estaba prohibida por el nazismo) en grupos rodantes, con sus maestros y profesores, siguiendo los programas de estudio que les permitirán a los niños reintegrarse normalmente una vez que todo hubiera terminado (se suponía que iría a terminar algún día), se seguían celebrando rituales (circuncisiones, bodas, bar mitzvá, todos prohibidos y penados con la muerte) y fiestas judías (día del perdón, año nuevo, pésaj… etc), había decenas de periódicos clandestinos, imprentas, periodistas, escritores, poetas, que arriesgaban sus vidas a cada paso manteniendo informada a la población, escritores que dejaron testimonio de este lapso en memorias y textos algunos de los cuales lograron llegar a nuestros días, todo esto permitía mantener la moral lo más alta posible y fue crucial en la supervivencia de muchos. -    Actos de rescate: ésta es la parte menos conocida, todas las conductas que permitieron que se salvaran unos cien mil niños, que fueron colocados en orfanatos, entregados a familias cristianas, escondidos, cambiados de identidad, cuidados y finalmente salvados. Es preciso resaltar una nueva definición de amor parental como resultante de la Shoá: el amor se medía en la capacidad que tenían los padres de entregar a sus hijos a extraños con la esperanza de que así sobrevivieran. Algunos no pudieron y perecieron junto con sus hijos, porque una familia con niños casi no tenía chances de sobrevivir manteniéndose juntos.

JC - No sabe como he aprendido tanto con los correos de mis nuevos amigos judíos, (si me permite la confianza), y el de usted. Pero sin mentirle me sobrecoge un sentimiento de tristeza el conocer de cerca tantos acontecimientos dantescos. Pero esto me da fuerza para seguir con mi programa y decirles a mis radio escuchas "esto no debe suceder jamás".

DW- Estimado Jorge, gracias por llamarme amiga. Debo decirle, con todo el dolor de mi alma, que “esto no debe suceder jamás” es una expresión de deseo que aún está lejos de hacerse realidad. Seguimos vulnerables al Mal que continúa entre nosotros. Nuestras sociedades no tienen aún los anticuerpos necesarios para contrarrestar el Mal desatado. El siglo XX ha instituido la novedad de que las víctimas en las guerras son los civiles, no los ejércitos como solía suceder en las guerras tradicionales. Vietnam, los Balcanes, Timor Oriental, Ruanda, Irak, Sudán-Darfur, los terrorismos variopintos con respaldos de los dizque progresistas que escupen para arriba, los carteles de la droga, los niños soldados, los desactivadores de minas personales, la contaminación y ataques a la ecología planetaria …. es otra forma de manifestación del Mal. El Mal sigue vivo. No igual que en la Shoá, pero al menos debemos hacer lo posible por impedirlo como política de Estado y mover a la gente a que deje por un instante su comodidad, su miedo a perder lo que tiene y que salga a pelear por lo que le pertenece: su calle, su colonia, la escuela de sus hijos, su familia, su ciudad, su país, este mundo.

JC – Pregunta 2.- Sé que Hitler era un loco, pero tristemente con iniciativa. Que supo hacer muy bien su juego con el pueblo alemán. ¿Qué tan envuelto por la ideología nazi estaba inmerso el pueblo alemán? DW - Hitler no era un loco. Tenía sed de poder, una expectativa mesiánica y un resentimiento profundo unido a una fuerte determinación y elevada capacidad de liderazgo, manejo político e influencia. Juzgarlo como loco es hacerle un menudo favor, es quitarle responsabilidad y lógica a su empresa cuando la tenía y en alto grado. Un loco no podría haber arrastrado tras de sí a tanta gente. Las categorías psicopatológicas aplicadas a la política no son suficientes y a menudo oscurecen el panorama y no permiten comprender la complejidad de lo que estaba en juego. La ideología nazi tenía varias facetas. La única que se conoce es el odio a los judíos y el plan de su aniquilación. Pero era más que eso. Era una ideología fascista, populista, que prometía mejorar la vida de los alemanes, hacerles recuperar su alemanidad y su orgullo, volverlos la “raza” superior, lo que manejarán alguna vez al mundo entero. Venían de una derrota en la Primera Guerra Mundial, luego del Tratado de Versalles, Alemania debió pagar enormes fortunas en concepto de indemnización por haber perdido. Sube al poder la República de Weimar sin poder superar la debilidad política de los acuerdos que la formaron.  A la humillación por la derrota se sumó la creciente pobreza, el desempleo, la desesperanza, y poco después se vino encima la crisis financiera del 29 y todo se vino abajo. La inflación fue tan enorme que lo que a la mañana permitía comprar una  casa, a la noche no alcanzaba para un kilo de pan, a ese nivel fue la violenta depreciación. Se perdieron todos los ahorros, las fuentes de trabajo desaparecieron, había hambre, había hambre de verdad y ninguna perspectiva. En este contexto comienza el ascenso del partido Nacional Socialista, esos jóvenes que venían con el discurso de la recomposición del orgullo nacional, de recuperar fuentes de trabajo, de dar de comer a la gente y de echarles la culpa de todo a los judíos (en la construcción del enemigo interno, esencial para un movimiento totalitario que debe aunar a toda la sociedad en pos de los lideres, sin discusión ni oposición). Los judíos habían llevado a Alemania a la guerra y se la perdió. Los judíos ocupaban cargos en la débil República de Weimar y así les había ido. Encima los comunistas eran una fuerza política de cuidado y había judíos en sus filas. El partido nazi era la opción frente al ascenso del comunismo, lo que era muy temido en ese momento. Tanto es así que no pocos judíos apoyaron al nazismo en sus comienzos por oponerse al peligroso comunismo. El rearme –lo que estaba prohibido por el tratado de Versalles pero que Hitler desoyó y ningún país se lo reclamó- fue una de las herramientas de empleo una vez que estuvieron en el poder, un poder que le fue otorgado de manera absoluta por medio del voto y que a poco de asumir, se ocupó de anular toda oposición de todas formas posibles, hasta quedar como partido único. Los alemanes todavía hoy dicen que sí, que lo de los judíos estuvo mal, pero que había otras cosas que andaban bien en Alemania con Hitler, que los hizo salir de la peor crisis que habían sufrido. Muchos alemanes no eran nazis, eran simplemente indiferentes. Mientras hubiera trabajo y el sol saliera todos los días, no importaba. Había nazis convencidos, había nazis oportunistas, había idiotas útiles como los hay siempre y había una gran masa que se dejaba manipular y se ocupaba de hacer bien su trabajo para no ser echado y volver a quedarse desempleado.

JC – Pregunta 3.-Este pueblo, que en mi opinión es uno de los más cultos e inteligentes del orbe, se dejó llevar por el nazismo. ¿Pero por que creen que denunciaban, humillaban, perseguían a los judíos? No puedo entender, y creo que pocos seres humanos podrían entender al pueblo alemán. Pero mandar a hombres, mujeres, niños  ancianos al matadero, me parece la peor traición. DW - Dentro de cada pueblo hay gente de diferentes niveles. Es cierto que Alemania era la cuna de los representantes más altos de la ciencia, la tecnología, el arte en todas sus formas, la filosofía y el pensamiento en general. Sigue siendo un tema que resulta aterrador, que precisamente allí hubiera surgido esta ideología asesina, que no pocos hayan tomado parte activa en ello y que tantos de sus conciudadanos lo hayan permitido. Se me ocurren dos cosas. Por un lado, la fuerte influencia de la propaganda emanada desde el Ministerio de Propaganda siguiendo las ideas de Joseph Goebbels, ideas que han sido pioneras en el mundo de la publicidad y que siguen vigentes y con buena salud. Los principios básicos enunciados y puestos en práctica en la Alemania nazi tocan todos los resortes de la emoción y la vulnerabilidad de las masas con el objetivo de conseguir que apoyen y consientan sus políticas de Estado como si les resultaran beneficiosas. El Ministerio de Propaganda controlaba todas, absolutamente todas las manifestaciones públicas que recibía el pueblo alemán (prensa gráfica, radios, cine, posters, teatro, usinas de rumores, chistes, juegos, libros, folletos, panfletos, campañas políticas, absolutamente todas las esferas posibles con llegada continua y constante a las masas, de modo que un medio confirmaba lo que decía el otro, sin brechas ni rajaduras). Mejoraron y llevaron a un nivel preciosista lo que había inventado la Rusa soviética y que luego sigue siendo usado por todos los gobiernos totalitarios y los no tanto, para conseguir los consensos que necesitan para llevar a cabo políticas impopulares o medidas non sanctas. Por otro lado, la sociedad occidental no solo no es un freno a situaciones de este tipo, sino que pareciera alentarlas. Valores como el individualismo (matar o morir, ganar o perder, salvo lo mío y que los demás se arreglen), el sometimiento a las órdenes, un pobre juicio crítico frente a consignas propagandísticas, la no asunción de la responsabilidad social que a cada uno le compete, la codicia de las multinacionales que en virtud del lucro rápido “escupen para arriba” y destruyen los entramados sociales solidarios, la ferocidad de la sociedad de consumo que alienta todo lo que antecede, se han incrementado desde las primeras décadas del siglo XX. Estos valores son mucho más fuertes que la cultura, la ciencia, la tecnología, las filosofías y las artes, que siguen un camino u otro según les sea indicado por estas axiologías esenciales. Son éstos los valores que hicieron posible la complicidad explícita o implícita, la aceptación del pueblo alemán de ese camino al infierno del que todavía no se pueden desprender y por el que siguen rindiendo cuentas. Sólo así se explica lo que usted llama “traición”. Es verdaderamente una traición a los valores del cristianismo en los que todo el pueblo alemán había sido educado, pero es que los valores sociales mencionados son muy potentes y tienen premios inmediatos y evidentes, mucho más que las declaraciones religiosas cuyo supuesto premio estaría en un más allá incierto y a largo plazo. JC – Pregunta 4.- ¿Qué sentían los judíos durante el inicio del nazismo? Hicieron confianza, pensaron que solo eran amenazas y que el odio que crecía no iba a ser perdurable. DW - Estimado Jorge, los judíos hemos sido criados y educados en medios con cierto grado de hostilidad implícita hacia nosotros. Forma parte de nuestra cotidianeidad. Desde el siglo IV se sospecha del judío en el mundo occidental y esa sospecha forma parte estructural de la ideología occidental. Se cuenta un chiste. Durante el imperio zarista, cada tanto se emitía algún decreto para quitar alguna libertad a los judíos, o, preferentemente, algún nuevo impuesto que los esquilmaba todo lo posible. Vivían en la miseria y tenían que entregar parte de sus magros ingresos a la codicia del zar. Cuando no era que en la leva del ejército se llevaran a sus hombres a un servicio militar forzoso que podía durar décadas privando a sus familias de su sustento. Ahora viene el chiste agridulce. Cada vez que se difundía alguna novedad, algún decreto nuevo o algún suceso imprevisto de cualquier orden los humildes judíos se preguntaban “¿y eso es malo para los judíos?” porque temían que al final terminara, como siempre, siendo un peso para los judíos. Durante el inicio del nazismo los judíos no pensaron que iría a ser diferente de cómo había sido otras veces. Nunca antes se habían enfrentado con un plan de exterminio orquestado oficialmente por un estado, ¿cómo habrían de sospechar que era eso lo que estaba por pasar? Los mismos nazis no lo sabían. Su plan original era echarlos de los territorios hasta que vieron que era imposible, que la única solución era el asesinato. Esta decisión fue tomada en enero de 1942 bajo el nombre de “solución final”. En los meses anteriores había habido matanzas masivas en los territorios ocupados del este, en su invasión a Rusia pero todavía no era una decisión política oficial. Los judíos no tenían cómo saberlo con anticipación. Imaginaron que era una ola de odio, como otras veces, y que se pasaría, como otras veces. No había registro previo de lo que estaba por suceder. A nadie se le ocurrió. A nadie se le ocurre que algo así pudiera suceder. Yo misma, viviendo en Buenos Aires durante la última dictadura militar, cuando escuché la primera vez que había campos de concentración, que se torturaba a mansalva, que se hacía desaparecer gente, no lo creí. No cabía en mi cabeza y en mi corazón que mis vecinos, mis conciudadanos, gente que hablaba mi idioma, que amaba las mismas comidas que yo, que cantaba las mismas canciones, que reía con los mismos chistes, hicieran lo que eran acusados de estar haciendo. En un primer momento no lo creí. Superaba lo que era capaz de creer. Y eso que se trata de algo de menor envergadura que el “tratamiento” sufrido por los judíos durante el nazismo. Es parte de la naturaleza humana creer en la bondad de los demás. No podríamos vivir sin ello. Los pesimistas son los que se cuidan pero no son los que viven mejor, no se vive bien si se tienen que desarrollar ojos en las espaldas, si se tiene que desconfiar de todo y todos, si se tiene que temer hasta de su propia sombra. El optimismo, la idea de que las tormentas pasan y pronto volverá a salir el sol, es parte de los que nos permite levantarnos todos los días de la cama, abordar el día con entusiasmo y no suicidarnos ante las evidencias. JC – Pregunta 5.- ¿Los hacían usar estrellas amarillas y les pusieron restricciones en sus derechos? ¿Cómo lo veían, y que sentían? ¿Pensaron en lo que podía ocurrir? DW - Había que señalarlos, había que hacerlos notar. Las teorías “raciales” no alcanzaban (porque eran falsas) para distinguir a la gente “bien” de los “judíos”. No era suficiente lo de las narices ganchudas, las orejas paradas, el pelo oscuro y enrulado, ciertas ropas (cubrirse la cabeza por ejemplo), ciertos hábitos (respetar el shabat, ayunar en el Dia del Perdón...). Los seres humanos tratamos de ajustarnos a los que podemos, de seguir viviendo lo mejor posible y a veces, hacemos oídos sordos a lo que va pasando y nos vamos acostumbrando a nuevos estados de cosas que luego tomamos como naturales hasta que sobreviene un nuevo peldaño que, al cabo de un tiempo será el nuevo standard que a poco ya será natural y así sucesivamente. Uno de pronto descubre que ha perdido libertades y movimientos, y a veces es demasiado tarde. Si se pone una rana en agua fría y se va calentando el agua muy lentamente, su cuerpo se irá acostumbrando a las nuevas temperaturas, adaptándose a ellas progresivamente y cuando el agua entre el ebullición será demasiado tarde, la propia adaptación impidió la defensa adecuada. Es una buena analogía de lo que nos puede pasar a los humanos. No sólo durante el nazismo. Pensemos en la Rusia soviética, en la Europa comunista, en los estados totalitarios de las distintas latitudes y en como uno va cediendo imperceptiblemente hasta que se da cuenta de que está con el agua al cuello y ya es demasiado tarde. Por eso es crucial enseñar, educar, en el respeto de las libertades básicas, en cuáles son y por qué es imprescindible defenderlas. JC – Pregunta 6.- Los aislaban del mundo en guetos. ¿Cómo era la vida allí? DW - Hubo cientos de guetos en los territorios ocupados. Se hicieron para “liberar” los sitios de judíos, concentrarlos en un lugar en donde pudieran estar controlados para de allí trasladarlos a otra parte. Las condiciones internas de los guetos fueron variadas según el gueto y según el momento. Hacinamiento, hambre, epidemias, desempleo, eran las características generales. En un principio no sabían qué hacer con esa enorme masa de población. Cuando se invadieron los países del este, en junio del 41 y cuando se decidió que los judíos serían exterminados, los guetos fueron el lugar de donde se los llevaba a los campos de exterminio. Vivían aislados del mundo exterior pero había fluidos intercambios con él mediante la intensa actividad de los contrabandistas –mayormente niños- que eran quienes entraban la poca comida al gueto y luego las armas. No se puede resumir en pocas palabras lo que fue ese primer descenso a los infiernos. Le sugiero que vea fotos cuya elocuencia superará con creces mi poquedad. JC- Pregunta 7.- Me duele decirlo, pero en libros, películas, series de tv, en documentales. Se ven a los judíos resignados a ir a los campos de trabajo, (para mi campos de infamia). ¿Por qué creen ustedes que era así? DW- Es la imagen que se ha transmitido y que oculta más que lo que revela. Los campos de concentración y de exterminio eran el último peldaño del descenso a los infiernos. Allí se llegaba en condiciones inhumanas de desnutrición y desesperanza. La resignación es en realidad cansancio, impotencia, debilidad corporal, hambre. La experiencia del hambre es tan atroz dicen que uno no puede más que pensar en comer, es lo único que se tiene en la cabeza. Suciedad, piojos, disentería se sumaban a este cuadro. Crueldad y arbitrariedad que podía llevar a la muerte por cualquier razón sin poder anticipar cuál conducta era la que podía mantener la vida. Todo esto no se ve en las fotos que muestran a los judíos “resignados”, son fotos que tomaron los mismos nazis para mostrar la subhumanidad de los judíos, para justificar su asesinato. En esas condiciones imposibles de imaginar, de describir y más aún de vivenciar en nuestras realidades protegidas y privilegio (tenemos techo, comida, vestidos y la expectativa probable de seguir vivos en las próximas horas), llevaron a cabo actos de resistencia inconcebibles por su valentía y arrojo. Hubo levantamientos en Treblinka y Sobibor, hicieron estallar un horno crematorio en Auschwitz… son historias que levantan la moral de lo humano y mantienen en algo la dignidad. JC- Pregunta 8.- Algunos por vivir un año más, un mes más, un día más, unas horas más, hacían trabajos para los nazis, en contra de los judíos, prisioneros rusos, gitanos etc.etc.  ¿Cómo ven a esta gente? (traidores, carceleros) DW - Juzgar desde nuestro lugar es injusto porque no tenemos todos los datos que nos permitirían evaluar la situación adecuadamente. Ni yo ni usted podemos saber qué haríamos si nuestra vida estuviera en peligro, si alguno de nuestros hijos fuera amenazado y de lo que hiciéramos dependiera que siguiera vivo, no lo sabemos y espero que no lo sepamos nunca. Lo que sí debemos saber es que hay que medir las conductas según los contextos en los que fueron producidas. No disculpo a nadie. Pero tampoco culpo. Tengo claro, de forma meridiana, que nunca estuve en tales situaciones, nunca tuve que enfrentar los dilemas éticos a los que nazis enfrentaron a los judíos, nunca tuve que tomar decisiones de las que dependiera la vida de nadie ni la mía propia, así que no me siento en condiciones de evaluar ni de juzgar. El tema de los dilemas éticos está en el centro de esta respuesta: qué haría usted si un nazi le hace el “favor” de concederle la vida solo de uno de sus hijos, ¿a cuál elige? ¿cómo se sobrevive a ello y se siguen viviendo con ese recuerdo? Los dilemas éticos re-inventaron los conceptos del bien y el mal que en una realidad no dilemática como la nuestra, vuelven a ser claros y sencillos. JC – Pregunta 9.- ¿Cómo era la vida, si se puede llamar así, en un campo de concentración? DW - Otra vez, según el campo y según el momento. Hay tanto escrito sobre esto que es imposible resumirlo. Toda la iniquidad y abyección que imagine será poca. Era allí donde se ponía en juego la estrategia de deshumanizar a los seres humanos para poder darles muerte: cuando más se aleja una imagen de lo humano (mirada, aspecto, olor, gestualidad) menos culpa da su asesinato. Había 7 campos de exterminio e infinitos campos de concentración y trabajo. Le aconsejo leer “violación excrementicia” para tener una ligera aproximación a lo que esta realidad comportó y de qué manera ha quedado manchada la humanidad toda con ello. JC – Pregunta 10.- Después de muchos años de esta tragedia,  para un hombre, y pocos para una raza milenaria como los judíos. ¿Cómo se sienten al respecto como raza unida y en lo personal con este mundo tan revolucionado y con la constante amenaza islámica? DW - Recuerde que lo  de “raza” no se aplica a los humanos. Los humanos somos una raza, una sola, esto ha sido probado sin ninguna duda por el proyecto genoma humano. La teoría racial nazi era una superchería como ya le dije anteriormente, una pura fantasía. No nos diferenciamos genéticamente unos de los otros, nuestras diferencias son superficiales no constitutivas. La idea de que los judíos nos mantenemos unidos es un concepto antisemita, lamento decirle. Los judíos pertenecemos a todas las clases sociales, a los grupos profesionales y laborales más variados, a diferentes países y zonas del mundo y vivimos en cada sector como el sector en el que vivimos. Los ricos igual que los ricos, los pobres igual que los pobres, los religiosos igual que los religiosos, los laicos igual que los laicos, los de izquierda igual que los de izquierda, los de derecha igual que los de derecha, los médicos igual que los médicos, los actores igual que los actores y así sucesivamente. Lo único que nos ha unido es el antisemitismo que nos ve como si fuéramos una masa indiferenciada y uniforme. El odio antijudío unifica al judío en uno solo, estereotipado, a-geográfico y a-histórico. Cuando veo a un judío religioso y de derechas lo siento ajeno a mí que soy laica y progresista, en lo único que somos “familia” es que fuimos designados como blancos a ser asesinados por igual. No existe la pretendida unidad de los judíos. Dice un conocido chiste que si hay tres judíos hay cuatro partidos políticos. No puedo atribuir solo al odio nuestra persistencia como pueblo. Creo que es una definición parcial y negativa. Hay también aspectos positivos que nos han mantenido leales a nuestros orígenes: el cuerpo ético de nuestras leyes que mandan cuidar la convivencia y hacer de este mundo un espacio de paz y fraternidad. En toda casa judía la lectura y la escritura eran un mandato del que nadie quería ni podía escapar, superarse, ser mejor, aprender, responder a desafíos, ejercitar el humor y la expresión artística así como la creatividad científica, han sido columnas que nos han permitido sobrevivir en contextos no siempre amigables. Hemos sido forzados a dedicarnos al comercio y a las finanzas por la prohibición de poseer tierras y de ejercer ciertos trabajos, y ello nos ha permitido ser ciudadanos del mundo, poder movernos con comodidad en diferentes latitudes e idiomas, manejar varias lenguas simultáneamente y de movida, tener abierta y desarrollada la capacidad de adaptarnos e integrarnos en las distintas culturas, darles nuestros aportes y recibir de los suyos y enriquecernos mutuamente. Europa nos debe todavía a los judíos el reconocimiento de cuánto de su milenaria cultura ha provenido de nuestros hermanos y antepasados, de nuestra cultura y de nuestra forma de ver el mundo. Dice Pilar Rahola que la civilización occidental, por ende Europa, está sostenida sobre las columnas greco-romana, judía y el odio al judío, que la segunda, la columna judía, ha sido invisibilizada de manera militante y que se ha hecho visible la tercera, la del odio. Son teorías. Respecto de la amenaza islámica no soy amiga de demonizar a ningún pueblo. La gente quiere vivir en paz, toda la gente. Que los dejen criar a sus hijos, trabajar en sus trabajos, tener techo y comida. Somos todos igual. La mayoría de la gente no anda pensando en cómo matar mejor. Pero los hay. Hay gobernantes, líderes que arman ejércitos de fieles que se emborrachan con promesas e ilusiones, que quieren creer. Creo que se trata de los fundamentalismos, hoy les toca a los islámicos, a algunos, no a todos, a los recalcitrantes. Es de temer lo que están haciendo en las madrazas educando a sus poblaciones en el odio y el resentimiento. Pero es de temer a toda la humanidad, para este mundo que estamos armando y dejando a nuestros descendientes. Los fundamentalismos, los que creen que son dueños de la verdad y tienen las armas para convencer o matar, son un grave peligro para todos. Llámese los soviets comunistas, los nazis, la inquisición, llámese como se llame, quien cree que es poseedor de LA VERDAD es una amenaza para el género humano. LA VERDAD parte el mundo entre los que tienen derecho a vivir y los que no y termina siendo una masacre sin remedio. LA VERDAD da permiso para matar. Estamos infortunadamente lejos todavía de haber construido comunitariamente la conciencia de la conveniencia de vivir en un universo dialogal en el que reine la opinión y no se entronice a la verdad. La opinión establece que todos tenemos el derecho a pensar como nos venga en ganas y que ello no determinará nuestro derecho a vivir, a trabajar, a residir en algún sitio. La verdad es la imposición de lo único que dibuja la frontera de los incluidos y los excluidos. Es éste el grave problema que nos aqueja y que venimos arrastrando hace siglos. Y con esto doy por terminada la serie de preguntas. Traté de responder de la manera más suscinta y clara posible. Estoy a su disposición –diciéndolo al estilo mexicano- para lo que mande. Diana Wang

Vulnerabilidades y fortalezas de las mujeres en la Shoá

Ponencia presentada en las Jornadas sobre "La mujer en situaciones de violaciones masivas y sistemáticas de derechos humanos". Secretaría de Derechos Humanos, Ministerio de Justicia de la Nación.  4 de noviembre 2008

Introducción. Mayo, 1960, dos terremotos y un maremoto asolaron trece provincias de Chile. En pocos minutos se perdieron centenares de vidas. Parte del territorio se hundió en el mar, aparecieron nuevas islas y otras fueron borradas por el tsunami posterior. En ese contexto recorrió el mundo la foto de una mujer flaca, desharrapada, que al lado de los escombros de su casa, barría la vereda. Esta mujer que, a pesar de la destrucción que la circundaba, insistía en barrer el frente de su casa, es un símbolo que nos representa como género y es una apropiada carátula para esta presentación.

Las mujeres. La vida continúa fluyendo lo queramos o no. Las mujeres lo sabemos. Una vez por mes la menstruación nos recuerda que nuestros cuerpos son fuentes de vida. Nuestros ritmos biológicos mandan y nos refuerzan en nuestra condición de sostenedoras de vida, cuidadoras de vínculos y tejedoras de redes de sostén. De ahí nuestras características, biológicas y culturales, la capacidad de conexión, la habilidad en la consideración y el cuidado del otro, la responsabilidad por el bienestar familiar y la profunda conexión con nuestros ritmos corporales. Son nuestra fortaleza y también nuestra vulnerabilidad.

La moderna historiografía muestra un interés creciente en la historia vista desde la mujer. En un ingenioso juego de palabras, las historiadoras feministas dicen que se está cambiando la his-tory por la her-story[1].  Mirar el pasado con la lente de la mujer ilumina aspectos a menudo desechados y desvalorizados. La participación de la mujer, sea como víctima así como desde puestos de resistencia y combate, ha sido tan minimizada e invisibilizada como toda otra conducta femenina. También en la Shoá. La mirada sobre las acciones ha sido masculina y el lugar otorgado a cada una, las evaluaciones y consideraciones fueron una consecuencia de ello.

La Shoá. Como hija de sobrevivientes de la Shoá y estudiosa de sus consecuencias, me centraré en ello, sabiendo que muchas de las cosas coinciden con lo sucedido en otras situaciones de genocidios y violaciones de derechos humanos. La Shoá es un genocidio pero es un genocidio con sus particularidades. Nunca antes y nunca después, un estado ha designado a todo un pueblo al exterminio, sin excepción, tan solo por el hecho de haber nacido, sin mediar ninguna razón económica, política, geográfica o de cualquier otro orden salvo un motivo de fantasía, la teoría racial, la superchería supuestamente científica tras la cual se encolumnó el pueblo alemán en su locura asesina. Ningún judío podría salvarse: no había conversión ni arrepentimiento posible: se había definido el tema como biológico, estaba supuestamente en los genes[2]. No había límites nacionales, sea donde estuviera, sería buscado, encontrado y exterminado hasta ser eliminado de la faz de la Tierra. Son características imprecedentes y únicas.

Pero también la Shoá tiene la particularidad de ser el genocidio más y mejor documentado de la historia y es desde allí que nos ofrece múltiples posibilidades de ver, comprender y aprender sobre la conducta social y humana y el grado de abyección en el que puede caer.

Una salvedad. Será inevitable comparar conductas de hombres y mujeres a lo largo de mi exposición. El riesgo de una tal comparación es el de caer en juicios de valor sobre los grados de sufrimiento implicados. El sufrimiento y el grado de oprobio no está en discusión.  Los judíos fueron víctimas, TODOS, por ser judíos, eran asesinados ya fueran hombres o mujeres, eso no importaba, en planes y acciones de exterminio no había diferencias de género ni clase social ni condición alguna.

En general. Durante la Shoá se manifestaron hacia hombres y mujeres los mismos estereotipos que regían la mirada sobre uno y otro género en la sociedad en general.

Los primeros ataques, arrestos y redadas para trabajos forzados se dirigieron, igual que en toda guerra tradicional, a los hombres. Es por ello que las familias intentaban mandar a sus hombres lejos, en general tras las fronteras de Rusia que aún no había sido invadida por Alemania.

Bajo la ocupación nazi, las tareas administrativas y los liderazgos eran delegados a los hombres, también los trabajos más pesados y la remuneración –cuando la había- era, a igual tarea, superior para los hombres.

El trato hacia las mujeres asumió desde el principio una característica particular en relación a la sexualidad y a la maternidad. A pesar de la ley de la Rassenschande[3] –vergüenza racial- las mujeres fueron blanco de ataques sexuales. Además del daño y humillación de la violación misma se jugaban la vida porque podían quedar embarazadas. El plan nazi era el exterminio del pueblo judío, de modo que todo embarazo y nacimiento estaban prohibidos. La situación no fue igual en todas partes y en los diferentes momentos, pero la embarazada descubierta era condenada a muerte así como el recién nacido si es que llegaba a término.

En general, las mujeres siguieron su rol tradicional del cuidado de los niños y la alimentación de la familia y se ocuparon más que los hombres del cuidado personal –arreglo del pelo, maquillajes, ropa­-. Aunque fue también un arma de doble filo porque el atractivo podía ayudar a la salvación o determinar ataques y chantajes sexuales.

Actividades. La vida cotidiana tuvo en algunos aspectos ciertas diferencias entre las mujeres mismas según hubieran sido sus condiciones previas de vida: no fue igual, al menos en un principio, para las ricas que para las pobres. Las que provenían de países occidentales (Francia, Alemania, Hungría, Austria, Holanda, etc), generalmente de familias más acomodadas, mantenían los roles tradicionales en sus hogares y excluidas de los negocios, la educación superior y la política. Las mujeres de los países del este (Polonia, Rumania, Lituania, Ucrania, etc) pertenecían a las esferas más pobres de la sociedad y era usual que contribuyeran al sostén económico, ya sea en los negocios familiares o en labores industriales; como eran pobres, no podían pagar las escuelas judías, en consecuencia asistían a las escuelas comunes estatales, y así conocían bien las costumbres locales, la cultura y el idioma lo que les facilitó durante la Shoá hacerse pasar por no judías e integrarse a redes en el mundo no judío, conseguir documentación falsa, trabajo y escondites. Las mujeres de clases más acomodadas, cuando perdieron sus privilegios, tuvieron menos herramientas para defenderse porque no habían desarrollado habilidades y conocimientos que les permitieran subsistir fuera de sus círculos habituales, a la hora del encierro en guetos y campos, como no habían aprendido a coser, cocinar ni a ocuparse personalmente de la vida cotidiana, se vieron en inferioridad de condiciones respecto de las más pobres que siempre se habían ocupado de todas esas cosas.

Con estas características comunes veamos con algún detalle lo vivido por las mujeres durante la Shoá en los guetos, en los campos, en su vida con identidad fraguada, en los movimientos de lucha armada y en los actos de rescate.

En los guetos. Los hombres que quedaban en los guetos habían perdido su trabajo, su status de proveedor, sumidos en la impotencia frente a lo que sucedía, imposibilitados de defender a su familia se veían paralizados, en shock, Las mujeres, siguieron haciendo lo que habían hecho siempre: cuidar a sus familias. Tenían que trabajar y como muchas veces estaban solas su problema era la protección de los chicos que habían quedado solos. Se levantaban de madrugada para dejar su casa en orden, trabajaban más de doce horas en condiciones infrahumanas –sin abrigo ni comodidad alguna- temiendo que sus hijos hubieran sido aprehendidos durante su ausencia, hambrientas porque guardaban para llevar a sus casas la pobre ración que recibían (250g de pan dos veces por día, 3 porciones de sopa, un símil café y una porción de mermelada). En estas condiciones, algunas mujeres se entregaron al comercio sexual para poder solventar las necesidades de sus hijos.

Dice Emmanuel Ringelblum[4] en sus famosos archivos: “La perseverancia de las mujeres las hace las proveedoras principales. Los hombres no salen de sus casas. Cuando un hombre es apresado en la calle, la esposa ofrece resistencia, corre atrás de los secuestradores, pide, grita ´por favor señor´, no teme a los soldados. Es la mujer la que está horas en largas colas de donde algunas son llevadas para trabajos forzados. Cuando hay que ir a la Aleja Szucha, la sede de la Gestapo, es la hija o la esposa quien va y espera, espera… Por todos lados están las mujeres dado que los hombres han sido llevados o no salen”. El ingenio de las mujeres permitió la provisión de recursos, principalmente en los primeros tiempos. Venta callejera de golosinas, cigarrillos, pequeños objetos y por último contrabando. Sus relaciones previas en el mundo gentil, su dominio del idioma y su coraje, inconciencia y desesperación, las llevaba a cruzar las fronteras del gueto para comprar productos e ingresarlos clandestinamente, lo que era penado con la muerte si eran descubiertas. No solo arriesgaban ser descubiertas en los check points, sino por los schmaltsoviets[5], se trata de los polacos que exigían sobornos para no denunciarlas. Un cronista del gueto escribió “algún día los contrabandistas debieran tener su monumento porque arriesgaron sus vidas para salvar a los que si no, habrían muerto de hambre”. De entre los grupos de contrabandistas, es notable el integrado por las mujeres que proveían de este modo de alimento a sus familias. No solo las mujeres, también los niños participaban de ello. Las mujeres no dudaban en mostrarse seductoras, pobres, infelices, lo que fuera para recibir simpatía, arrastraban pesados carritos, a veces cochecitos de bebés cargados con bolsas de harina. Formaron parte de diferentes actividades comunitarias: huertas comunitarias, servicios de salud, cuidado de huérfanos, cocinas comunales, escuelas, orquestas, conferencias, teatro, pero en general no participaron en política. Muchos de los niños que se salvaron fueron sacados del gueto por mujeres porque podían disimular mejor su condición de judías. Ligadas a sus familias, a sus hijos y a sus padres mayores, era una constante que, pudiendo escapar, eligieran quedarse y compartir el destino de ellos. En los guetos, en todos y de manera constante y cotidiana, se trató por todos los medios de que la vida continuara y esto fue en gran parte mérito de las mujeres. La escuela, la salud, la organización del abastecimiento mediante el contrabando, tanto de comida como de armas y documentos, negociaciones con autoridades, hasta la recreación, la cultura y la celebración de las fiestas judías, fueron organizadas y llevadas a cabo por muchos resistentes anónimos, callados, que no han sido glorificados en los relatos oficiales. Hombres, mujeres, niños, en silencio, permitieron, no sólo mantener alta la moral de la población, sino que proporcionaron alguna esperanza y fundamentalmente posibilitaron que el plan de deshumanización nazi, no pudiera tener todo el éxito que sus ideólogos habían planificado y que los judíos se mantuvieran humanos a pesar de todo.

En los campos[6]. Todas las mujeres recuerdan con dolor el momento en que les afeitaron las cabezas. A ello se sumaba el no tener ropa interior –bombacha, corpiño- sin relojes ni espejos. Se veían todas iguales, los indicadores de reconocimiento y también de femineidad habían desaparecido.

La llegada era seguida por la selección. Las mujeres solían llegar con uno o más niños pequeños lo que las hacía destinadas directamente a la muerte junto con ellos. Los que las recibían les aconsejaban dejar los niños a sus abuelas, que igual serían asesinadas, y así por lo menos ellas sobrevivirían. Es un ejemplo de los dilemas éticos que una de las características a las que los nazis sometían a los judíos[7]. La mayoría no entendía lo que pasaba y se aferraba con fuerza a sus hijos y todos iban a la muerte. Los hombres no tenían que enfrentar habitualmente estas decisiones porque a su llegada se los separaba de las mujeres y los chicos.

Las mujeres seleccionadas eran destinadas al trabajo. Hacinadas en barracas multitudinarias  generaron con sus vecinas de infortunio familias sustitutas[8] en relaciones de asistencia mutua, sostén y contención emocional. El apoyo de la conversación, habilidad tan femenina, fue crucial. El hambre era tan atroz que no podía dejar de pensarse en comer. Era habitual que a la hora de dormir, con el constante dolor del hambre, las conversaciones entre mujeres fueran pasarse recetas de sus comidas preferidas.

La atención a la apariencia física, al cuidado personal, evitaba el deterioro que mataba las ganas de vivir y era la antesala a la muerte[9]. Más que los hombres se esforzaban en estar limpias, arregladas, remendaban sus ropas. Dice una sobreviviente: “Solo un día después de su llegada, las diferencias entre los géneros era sorprendente. Los hombres estaban vestidos de cualquier manera habiendo tomado las ropas que al azar se les habían entregado, demasiado cortos, demasiado largos, demasiado anchos, demasiado angostos, parecían cigüeñas tristes. Las mujeres, que también habían recibido ropa al azar, habían conseguido en 24 horas ajustar los trapos a sus cuerpos, habían cosido los agujeros de las maneras más ingeniosas”.

El arte de “pasar”.[10] La mayoría de las mujeres que sobrevivió en Polonia fueron las que fraguaron su identidad como no judías. Salir del gueto hacia el lado ario se llamaba “pasar”. Había que “pasar” y una vez del otro lado, sobrevivir del lado ario donde acechaban otros peligros. Era preciso tener documentos creíbles y un aspecto físico adecuado. El estereotipo antisemita indicaba que los judíos eran morenos, de piel y ojos oscuros, pelo enrulado, nariz ganchuda, orejas paradas, bocas carnosas. Las rubias, de piel y ojos claros, tenían una garantía suplementaria de supervivencia. Era común teñirse el pelo, tanto para hombres como para mujeres, con agua oxigenada, lo que requería una provisión contante para que no se notaran las raíces oscuras. Hablar el idioma sin asomo de acento, conocer las costumbres y los códigos usuales y estar alertas a posibles denuncias que eran premiadas con 1Kg de azúcar o una botella de whisky. Debían vivir en constante alerta para no despertar sospechas: atención ante cada persona nueva, el tramado de una historia consistente con fechas, datos, parientes, lugares, detalles que no debían ser nunca contradictorios ni podían ser dichos de manera dubitativa.

Entre los partisanos[11].  Cuando se escapaban de guetos y escondites o se quedaban solas, buscaban su inclusión en grupos, generalmente nómades. No siempre eran bien recibidas salvo que fueran jóvenes y bonitas o que trajeran un arma. También si eran enfermeras, médicas o buenas cocineras, en suma, si eran útiles a la supervivencia del grupo. Las mejores mujeres eran propiedad de los oficiales lo que les confería el mismo status.

Mujeres y resistencias[12]. Resistencia se entiende como armada y es reciente que se propusieran los actos de rescate y de cuidado cotidiano como conductas resistentes. Ambos conceptos podrían asimilarse a los estereotipos masculino y femenino.

La versión oficial de la resistencia ha sido la relatada por hombres, definida por las armas, los actos de heroísmo y arrojo, los sabotajes y las acciones militares en grupos armados organizados. La actuación de las mujeres en los movimientos de resistencia armada era secundaria, no accedían a los sitios de conducción y las actividades femeninas como el cuidado de niños a los que estaban atadas, eran vistas como de menor valor resistente que las relativas a la lucha armada. Los actos de rescate, así como las resistencias cotidianas ya mencionadas en guetos y campos a cargo mayormente de las mujeres, han permanecido invisibilizados[13].

El desconocimiento de todo ello también se debe a que la resistencia armada era pública mientras que los actos de rescate eran secretos por definición y de tono menos épico porque se trataba de salvar personas anónimas no de hechos estruendosos. Actuaron en secreto de manera efectiva tejiendo redes eficaces e imaginativas de salvación. La resistencia armada tuvo un valor importante en la moral pero poco a nivel de acciones militares, mientras que a los actos de rescate se les debe la mayor parte de los que finalmente pudieron ser salvados y estuvieron a cargo en su mayoría por mujeres y en pequeños grupos o de manera individual.

Sospechas posteriores. Pero una vez terminada la Shoá pesó sobre los sobrevivientes a un nuevo e insospechado golpe: la pregunta de cómo y por qué habían sobrevivido. Su supervivencia misma resultaba sospechosa y fueron acusados y algunos juzgados en el interior de las comunidades judías. Las acusaciones estaban teñidas de los estereotipos de género. A los hombres se los acusaba de alguna conducta en el mundo exterior, a las mujeres de algo relativo a sus cuerpos. Los hombres debían probar que no habían cometido actos de traición, delación, entrega, enriquecimiento, mientras que las mujeres debían probar que no habían entregado sus cuerpos. Similares acusaciones se han hecho sobre sobrevivientes del Proceso de Reorganización Nacional que llevó a la dictadura militar del 76 al 83 y en otros hechos similares. Las mujeres seguimos teniendo que dar cuenta de nuestros cuerpos que se vuelven objetos de interés público.

El sitio de víctimas. Tanto mujeres como hombres tenemos la fuerza y la capacidad para sobreponernos a las desgracias. Muchas desgracias no pueden ser evitadas, al menos de manera individual o voluntaria. Pero lo que hagamos con ellas es por cierto decisión nuestra. El haber sido víctima de algún hecho genocida no determina forzosamente que se elija el sitio de la victimización como un eje de identidad[14]. Está aún por verse porque no hay suficientes estudios respecto de si hay diferencias de género en la elección de persistir en la victimización o en la decisión de salir de allí. Mediante la victimización el estado de víctima se eterniza, lo que entraña varios peligros y también algunos beneficios. Ser víctima en la actualidad genera interés, solidaridad y visibilización social. Pero también fuerza a persistir en la condición de víctima y hundirse en ella. La progresiva anomia, la exclusión social y la invisibilización de los excluidos, determinaría la victimización como un espacio de reconocimiento social, negativo, pero reconocimiento al fin. Las mujeres, excluidas en tanto género e invisibles desde siempre, no veríamos la exclusión social tal vez como una gran novedad y podríamos emerger de ello urgidas además por la vida que puja y no pide permiso. Son hipótesis. O expresiones de deseo. Vuelvo a la foto del terremoto y a la mujer barriendo: me  gusta esa mujer, frente a la desgracia no se detiene en lamentos, es proactiva y resistente, se sacude el polvo del derrumbe, acomoda los escombros, emprolija un poco el frente de la casa, pone la olla al fuego y se pregunta ¿qué vamos a comer hoy?



[1] En inglés HIS es el posesivo masculino “su” mientras que HER es el femenino.

[2] No existen las razas a nivel de los seres humanos, ni diferencias genéticas entre las variadas formas en que nuestros cuerpos se manifiestan. El proyecto de genoma humano lo ha probado de manera concluyente y definitiva: nuestras diferencias visibles son solo superficiales, “detalles de terminación”, no son esenciales.

[3] La ley prohibía las relaciones sexuales entre los “arios” y los judíos.

[4] Los archivos Oneg Shabat que este historiador guardó en tachos de leche con las crónicas del gueto.

[5] Schmaltz quiere decir grasa en idish y alemán, en el argot de entonces se aludía al “untar” nuestro, como sinónimo de sobornar. Son los que buscaban los sobornos.

[6] Según investigación inédita de Raquel Hodara.

[7] “Choiceless choice”, la elección imposible de ser elegida, casi una paradoja. El ejemplo típico es el que se muestra en la película “La decisión de Sophie”. Concepto tomado de Lawrence Langer “Holocaust Testimonies: The Ruins of Memory”, 1991, Yale University Press.

[8] Las lager schwester, hermanas de campo

[9] En la jerga concentracionaria se los llamaba mushlmener, los que habían renunciado a vivir, que deambulaban con la mirada vacía, habían dejado de asearse y solo esperaban la muerte.

[10] Lenore Weitzman: “Living on the Aryan Side in Poland: Gender, Passing and the Nature of Resistance”. En Women in the Holocaust”, editado por Dalia Ofer y Lenore Weitzman, 1998, Yale University Press.

[11] Nechama Tec: “Women among the Forest Partisans”. En “Women in the Holocaust”, op.cit.

[12] Diana Wang “El silencio de los aparecidos”, Editorial Generaciones de la Shoá, re-edición 2008

[13] La invisibilización es una consecuencia de la naturalización. Es “natural” (tanto biológica como culturalmente) que las tareas femeninas sean el cuidado, la protección, el sostén, la alimentación y la salvación de sus seres queridos. Por ello, por ser “natural” no tiene mérito alguno, no se ve como digno de mención ni por hombres ni por mujeres, es lo que “hay que hacer”. El reconocimiento de estas conductas heroicas, silenciosas y humildes, el hacerlas visibles, implica la desnaturalización de lo natural, solo así podrá adquirir el status de conducta social resistente para luego ser incluido en la historia de la resistencia humana frente a la abyección.

[14] En “Segundo Encuentro Internacional: Recreando la cultura judía”. Editorial Milá, 2003. Texto: “Victimización e identidad” de Diana Wang.

SILENCIOS INDIVIDUALES - SILENCIOS COLECTIVOS (2)

Cada año la conmemoración de la Kristallnacht, nos obliga a revisar sus enseñanzas. Una de ellas es su denominación. Los nazis la llamaron Kristallnacht, encubriendo de este modo el ataque planificado en contra de los judíos con una imagen de vidrios rotos. En la Alemania de hoy se ha cambiado la denominación y se la llama Reichspogromnacht –la Noche del Pogrom del Reich-. Es habitual que los estados totalitarios denominen con eufemismos sus actos vandálicos y de lesa humanidad. No les hagamos el regalo de llamarlo como ellos eligieron hacerlo.

Pero no es éste el eje del texto que sigue. Trataré acerca de una de las consecuencias de esta Noche del Pogrom del Reich: el silencio. Hace no muchos años que esta fecha se recuerda y conmemora. Los sobrevivientes que aún viven, pueden hoy, recién hoy, dar su testimonio sobre la penuria que representó el tener que abandonar sus casas, idiomas, culturas y el silencio que los acompañó durante largos decenios. Un grupo de ciudadanos austríacos está llevando adelante un proyecto que llaman “Los vecinos perdidos” por el que muestran al mundo la consecuencia de haber echado a sus vecinos de sus casas y de sus países en aquel infausto 1938.[1]

Un silencio criticado. Es un hecho observable que después de genocidios o traumas colectivos los sobrevivientes y los directamente implicados se ven envueltos en un hondo silencio. Pensado como un silencio común y ante la idea de que superarlo sería beneficioso, como suele suceder en la esfera individual, se juzgó negativamente a este silencio. Estamos aprendiendo a pensar que los sucesos de la esfera colectiva parecieran ser de otro orden, con otras leyes y afectando cosas diferentes. En un principio se tomó el silencio de los sobrevivientes de hechos colectivos como una conducta patológica asimilándolo a la esfera de lo individual, atribuyéndole las características de negación, represión y ocultamiento. Lejos de ello, el silencio mantenido no sólo los primeros meses, o siquiera los primeros años, sino durante décadas se ha observado en los sobrevivientes sudafricanos, los de la masacre de Ruanda, los de la guerra de Argelia, los de las limpiezas étnicas en los Balcanes, los de Malvinas y los de la dictadura argentina y la chilena, la uruguaya, la brasilera, los sobrevivientes del genocidio armenio, los sobrevivientes de la Shoá, todos han mantenido un silencio parecido. Es preciso diferenciar para ello el trauma o ataque individual del trauma o ataque colectivo.

Ataque individual. El ataque o trauma individual (por ejemplo ser víctima de violación, secuestro, robo) debe ser puesto rápidamente en palabras para permitir su operabilidad y reducir su efecto tóxico. Cuanto más tiempo se calle, más hondo quedará anclado en la subjetividad con un peso aplastante y menos permitirá su des-traumatización. Exige toda una técnica de abordaje en la que la palabra es central: nombrar permite conceptualizar, reconocer, distinguir, pensar y, finalmente, reacomodar.  El ataque individual sucede en la esfera de la interacción personal, el perpetrador tiene un objetivo personal –odio, venganza, robo- y genera en la víctima sentimientos que deben ser comprendidos,  aceptados y resignificados en el contexto de la relación. Mantener todo eso en silencio amenaza con comprometer la subjetividad toda con el peligro de hundir a la persona en la victimización sin permitirle emerger de allí y seguir su camino. Encararlo es crucial y cuanto más pronto se haga mejor el pronóstico y la recuperación.

Ataque colectivo. Pasa algo diferente con el ataque o trauma colectivo. No se trata de una situación de a dos sino que está definida de manera colectiva: un grupo que es tomado como blanco por un Estado. No se trata de dos personas individuales sino miembros de un colectivo social: la víctima es un miembro del grupo designado y los perpetradores son miembros del Estado. La víctima sabe que es parte de un grupo victimizado y sus atacantes no son personas que actúan por odio u objetivos personales sino obedeciendo órdenes gubernamentales. Lo que le sucede no es fruto de alguna situación interpersonal que puede ser incluida en el contexto del odio o el robo sino que sume al individuo en el desarme de sus estructuras lógicas porque proviene de una orden del Estado. Callar asume acá otro énfasis. La socióloga Dominique Frischer lo llama silencio estructurante[2] porque, dice ella, es el que ha permitido la continuación de la vida. Recién cuando el sobreviviente siente que el pasado ha quedado atrás, cuando los pasos dados a posteriori lo tranquilizan porque todo ha seguido bien es cuando, paradójicamente, puede ponerse en contacto con lo vivido, mirar hacia atrás y comenzar a hablar. Callar le ha permitido vivir[3].

Victimización y hablar. No todos permanecen en silencio. Es curioso que aquellos que han hablado enseguida – al revés que las víctimas de ataques individuales- se han instalado muchas veces en su lugar de victimización del que no ha podido salir. Pensemos en los suicidios de algunos sobrevivientes a poco de haber terminado la situación de ataque. Hablar pronto impide que las víctimas de ataques individuales se hundan en la victimización pero las víctimas de ataques colectivos se hunden en la victimización si hablan enseguida. En sus casas, el tema recurrente y  agobiante cubrió a sus hijos con mensajes de resentimiento y las relaciones intrafamiliares se han visto usualmente teñidas de culpa, ira e irritación. Los que hablaron demasiado pronto lo hicieron desde la definición de víctimas, subrayándola, buscando un reconocimiento que aún la sociedad no estaba en condiciones de dar, no tenía los dispositivos receptivos y resignificadores necesarios. El hablar acerca de ello no solo no produjo alivio ni posibilidad de operar con el trauma ni resignificación alguna como pasa con el sobreviviente de un ataque individual, sino que los hundió más en la victimización. Muchas veces esa victimización se volvió un eje de identidad y los sumió en cierto grado de penuria pegajosa y constante que entorpeció sus vidas a cada paso.

No siempre es malo callar. Pero la gran mayoría permaneció en silencio. Aunque emergieron del horror sedientos de necesidad de contar lo sucedido, muy rápidamente advirtieron que no eran escuchados como correspondía y eligieron callar. Siendo como soy hija de sobrevivientes de la Shoá, lo primero que me pregunté era por las razones del silencio. Hace más de diez años, en la primera edición de “El silencio de los aparecidos”[4] sorprendida, confusa y dolorida por el silencio en el que había crecido, me planteé seis razones para el mismo[5]. Consideraba, como todos, al silencio como una condición negativa y por ello me era esencial comprenderlo y de-construirlo. En mi último libro, en “Hijos de la Guerra”[6] me atreví a hacer la pregunta de si el silencio era forzosamente una condición negativa, si siempre era conveniente hablar, si el abrir la caja de pandora no hacía peligrar alguna condición de vida, si no exponía algunos fantasmas que era preferible seguir manteniendo en la oscuridad. En una sociedad como la nuestra, tan psicoanalizada, tan colonizada por la idea de que hablar es siempre bueno, fue ésta una proposición ligeramente subversiva a la que me atreví tan solo un poco. Y ahora la propuesta de Frischer redobla la apuesta y plantea, no sólo que se trata de un silencio diferente, que no necesariamente debe ser franqueado sino que ese silencio es condición de vida, estructura la posibilidad de seguir viviendo.

Vivimos en una cultura que estimula el hablar. Nos circunda la idea de que hablar es siempre sanador y que aquél que no lo hace está en riesgo de alguna severa patología mortal e incurable. Es por cierto saludable, repito, intentar poner orden y otorgarle operabilidad a nuestro mundo interno y a nuestras relaciones y penas. Pero de ahí a enunciar una ley general para todos los silencios de todas las personas en todas las situaciones hay un trecho que requiere de alguna reflexión. Una de esas situaciones es la de haber sido miembro de un grupo considerado como enemigo interno y victimizado en manos de un aparato estatal.

Las situaciones de violencia o trauma colectivo producen tal impacto social y personal, socavan tan hondamente las bases sobre las que nos constituimos como individuos que es preciso un largo tiempo de recomposición para poder ponerse en contacto con lo sucedido. La reconstrucción de ese piso no es un fenómeno individual sino una labor colectiva que tiene su proceso específico y requiere tiempo. Mientras la sociedad no brinde los dispositivos adecuados cada sobreviviente sigue viviendo y necesita reconstruirse a sí mismo como individuo luego de la ordalía vivida. El silencio pareciera ser la condición sine qua no. Un silencio que no es olvido, ni represión ni negación, es una decisión, un silencio activo y expectante, agazapado a la espera de que la sociedad pueda confrontarse con las consecuencias de revisar lo sucedido.

Un trauma individual no corroe las bases sociales, es un hecho entre una persona y otra. Puede ser un delincuente, un enfermo, un enemigo, su conducta no afecta la estructura social y cultural en la que uno vive, es algo que alguien –enfermo o malo- le ha hecho a alguien, está en la esfera de lo operable de las relaciones interpersonales. El sufrimiento, el agravio y sus consecuencias dependen por un lado del grado del ataque y por otro de que se le puedan poner las palabras lo más pronto posible.

El trauma colectivo implica un tal compromiso de la sociedad toda que fragmenta las bases de lo que uno creía que estaba bien, cambia las expectativas, las leyes y reglas de la vida. Los parámetros de la educación se vuelven otros. Se subvierte lo que cualquier religión predica- hacer el Bien- y se inviste al Mal de una cualidad deseada y premiada. Los que eran amigos se vuelven enemigos, lo que estaba bien está mal, lo que estaba mal está bien. Si alguien ayudaba a un judío en Polonia durante la ocupación nazi, si alguien le daba refugio, le proporcionaba un salvoconducto, le daba tan solo una papa que le permitiera vivir un día más y era descubierto, se mataba a toda su familia y luego se mataba al ayudador. Hacer el bien, ser solidario estaba mal, estaba prohibido por la ley. Los cristianos convencidos  debieron guardarse su “ama a tu prójimo como a ti mismo” y convivir con este nuevo estado de cosas. Lo mismo sucede en todos los estados totalitarios: la denuncia, la delación, la tortura, el engaño promovidos, alentados y premiados por el Estado y la prisión sin causa, el asesinato programado y realizado por el aparato gubernamental le quita a uno el piso sobre el que está parado, la confianza básica sobre la que se sustenta la vida en sociedad. Hace falta tiempo para que desde lo colectivo se asuma este quiebre en su base.

La lesión individual es una herida a la subjetividad, a la propia capacidad de defensa y apela a un enorme esfuerzo para la recuperación. Pero la lesión de un trauma colectivo en manos de un gobierno es de otro orden porque corroe la legalidad sobre la que se sustenta la convivencia, ataca al espíritu de comunalidad, a la vida gregaria, al contexto vital imprescindible en el que construimos nuestra subjetividad. Si la policía que se supone que es la instancia estatal que me protege es la que pone en riesgo mi vida y la de mi familia, si debo ocultarme de quien me protege, ¿cuáles son los parámetros a los que puedo ajustarme? Pensemos en lo sucedido tempranamente en Alemania y Austria durante 1938. El mapa pre-existente deja de ser válido, ninguna cartografía es válida, se pierden los puntos de referencia. Ya no sé dónde estoy parado, a qué atenerme, en quien confiar, dónde ir, cómo comportarme. En los genocidios o situaciones similares se construye un “enemigo interno”, necesario para lograr la cohesión social que legitime el poder dictatorial e impida la crítica u oposición. Toda dictadura precisa del apoyo de la sociedad civil. El enemigo interno permitirá el encuadramiento de las masas detrás de los objetivos estatales. Es “uno más entre nosotros”, al que hay que extirpar, perseguir, acosar, detener y erradicar. Los que tienen la mala suerte de ser parte de ese enemigo común fabricado, ven caer sobre sí de pronto el mismo aparato estatal bajo el cual vivían confiadamente, el Estado los ha designado como enemigos. La gente se reparte entre los que son parte del enemigo interno y los que están afuera. El clima se vuelve tóxico porque nada es como era. La confianza queda herida de muerte. El que vive todo esto en carne propia y lo reconoce es la víctima. Pero el resto de la sociedad necesita mucho tiempo para reconocer que también ha sido vulnerada su confianza, que sus bases y leyes de la convivencia se han visto corroídas y fragmentadas.

La vida debe seguir. Cuando todo termina, cuando se sale del “bache” oscuro y arbitrario, cuando se recupera la vida “normal”, hay que hacer un esfuerzo supremo para reinsertarse en la vida haciendo como si se volviera a confiar. Las ganas de vivir son incontenibles. Son como ese hilito de agua que siempre encuentra un cauce y en su camino arrasa con todo porque tiene que seguir. Hay que trabajar, construir proyectos, demostrar y demostrarse que lo vivido fue un accidente de la sociedad, pensarlo como ese rayo fatídico que cayó un día y quemó la casa,  un error, que las cosas volvieron a sus cauces, que volvió el imperio de la ley y que todo va a estar bien, que ya ha pasado el peligro. Volver la vista atrás amenaza con despertar los fantasmas, con perder pie y resbalar en excrecencias y restos sociales pringosos. Y hay una enorme sabiduría en ello porque se pone toda la energía en la reconstrucción. En la reconstrucción de la confianza perdida. Son los sobrevivientes los que apuestan a esta sociedad que hace un instante los había traicionado. Si no confían no pueden seguir viviendo. ¿Cómo confiar y hablar públicamente de la traición? Era preciso, era vital buscar los indicadores de que el mundo había recuperado su cordura, que a partir de ahora todo volvía a seguir reglas previsibles, que solo había que trabajar, hacer las cosas bien y uno estaría a salvo. Lo que pasó, pasó. Hablar de lo que pasó es enfrentar a toda la sociedad con su propia ignominia. Nadie quiere oír. El sobreviviente es invisibilizado porque es un testigo incómodo y su testimonio no se quiere oír. La sociedad todavía no puede. Y hay que seguir viviendo.

El silencio no es olvido. Lo sobrevivientes de la Shoá captaron claramente los indicadores y permanecieron en silencio. Al principio costó pero pronto fue casi un alivio. Callaron pero no olvidaron. Ni negaron. Ni reprimieron. Callar fue una decisión. Se trataba del silencio público porque entre ellos hablaban. Tenían sus momentos de recorrer viejas fotos cuando las había o de añorar las fotos que ya nunca podrían ver. Había situaciones particulares en las que las ausencias tenían un peso agobiante como las celebraciones, los aniversarios. Pero tomaron la decisión de mirar hacia adelante, como el hilito de agua. No querían mirar hacia atrás. Dejaron esa revisión para cuando pudieran. Para cuando la sociedad estuviera lista. Y pudieron, la sociedad recién pudo, cincuenta o sesenta años después. Y la prueba de que no olvidaron es que recuerdan todo, que en el momento en el que vieron que sus vidas estaban hechas, que el pasado había quedado bien atrás, que la sociedad empezaba a estar en condiciones de revisarse y de mirarse en ese espejo deformante de su esmirriada humanidad, recién entonces tomaron el pasado traumático entre las manos y comenzaron a dialogar públicamente con él. Ya no hay peligro de que la victimización los hunda en la paranoia o en los mecanismos defensivos. Ya no hay peligro de sumirse en una situación personal sin salida o de aplastar a sus hijos con el peso de un pasado de horror. Ahora se puede. Con hijos, nietos y bisnietos vivos y saludables, el futuro está asegurado. Con una sociedad que ha abierto las orejas y tímidamente se propone este ejercicio de revisión de algunos de sus supuestos, hay un nuevo contexto de recepción. Ahora se puede hablar.

 


[2] FRISCHER Dominique “Les enfants du silence et de la réconstruction. La Shoah en partage. Trois génerations, trois pays: France, États Unis, Israel” Ed. Grasset, Paris 2008.

[3] Es la hipótesis central de “La escritura o la vida” de Jorge SEMPRUN.

[4] WANG Diana “El silencio de los aparecidos” Editorial Generaciones de la Shoá, 2008 (re-edición)

[5] Las seis razones eran: 1) la sociedad no quería escuchar, 2) los padres no querían herir a los hijos, 3) no existían las palabras, 4) diferentes  categorías del sufrimiento, 5) estupor ante el quiebre de la continuidad , 6) constitución de memorias diferenciadas

[6] WANG Diana “Hijos de la Guerra. La segunda generación de sobrevivientes de la Shoá” Editorial Marea 2007