Shoa

LA RESISTENCIA DE LAS OVEJAS

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•    Ania, tenía 11 años, sola, huérfana, sobrevivió en Polonia con una identidad falsa. Tenía un problema de pronunciación: no le salía la “r” y tenía miedo de que eso la denunciara como judía. Ania, vivió sola entre sus 11 y 14 años y durante ese tiempo habló fluidamente polaco evitando usar palabras con la letra “r”. •    Elke, de Bélgica, tenía 18 años y estaba de novia con Georges. Integraron una red de salvataje de niños que operaba en la frontera entre Francia y Suiza. Los recibían, los cuidaban y se ocupaban de que pasaran al otro lado. Un día un poblador de la zona los denunció y fueron enviados a Auschwitz. •    Hanka tenía 24 años y era maestra. Los nazis no interrumpieron su trabajo. Aunque estaba prohibido, en el gueto de Varsovia tenía a su cargo un grupito rodante de chicos de 10 años a los que reunía cada día en otro sitio: daba lecciones, indicaba deberes, los hacía estudiar y les ponía notas. Si los descubrían los mataban. •    Pola tenía 21 años y vivía en el lado ario con una identidad falsa. Integraba el grupo clandestino Zegota y su tarea era conseguir buenos documentos falsos para que los habitantes del gueto pudieran salir y vivir del otro lado. Si la descubrían la mataban. •    Ignaz, de Hungría, tenía 27 años, estaba en Auschwitz, trabajaba en una fábrica que hacía granadas. Su tarea era elaborar en un torno una pieza del percutor. Ninguna de las que hizo respondía a las medidas correctas: siempre faltaban o sobraban unos milímetros, nada que se viera a simple viste, pero que haría imposible que esa granada estallara.

Son solo ejemplos de personas comunes en conductas cotidianas bajo la ocupación nazi. Hoy recordamos y honramos a los héroes. Recordemos y honremos a todos los héroes. En la Shoá, así como en cualquier genocidio o asesinato masivo, distinguimos cuatro actores diferentes: •    las víctimas, •    los perpetradores, •    los observadores indiferentes y •    los salvadores. En particular respecto de la Shoá, la mayor parte de las investigaciones realizadas hasta la fecha ha sido sobre las víctimas. Hace pocos años que se está abriendo el espectro y los perpetradores están siendo puestos en la mira. También los salvadores comienzan a recibir la atención y el reconocimiento que merecen. Pero la gran mayoría, el enorme cuerpo social que permaneció indiferente y que, por miedo, por estupidez o por estar de acuerdo, son los que han hecho posible el horror y que fueron cómplices activos o pasivos por no haberse opuesto, es materia más oscura, de más difícil abordaje. Claro, toca la esencia de las sociedades humanas, nos enfrenta con un espejo en el que no nos queremos ver. El levantamiento del gueto de Varsovia honra a las víctimas, nos obliga a hablar desde allí. Y también, por qué no, a abogar por ellas y dar a conocer sus resistencias. Recordemos y honremos a los héroes. Recordemos y honremos a todos los héroes judíos que se han resistido de infinitas y muy ingeniosas maneras. Distinguimos básicamente tres resistencias: la armada, la de subsistencia y la cultural. La resistencia armada es la más conocida aunque no en toda su amplitud y complejidad. Fueron muchos los levantamientos en guetos: además del de Varsovia, en Bialystok, en Vilna y en decenas de otros, los jóvenes enfrentaron como pudieron a las fuerzas nazis y cobraron caras sus vidas. También en campos de trabajo, de concentración y de exterminio. Recordemos tan solo el levantamiento en Sobibor, la destrucción de uno de los crematorios de Auschwitz-Birkenau, la rebelión en Treblinka. Allí, en las entrañas de los sitios en donde los grados de libertad eran inexistentes, se las ingeniaron para conseguir explosivos, objetos contundentes, lo que fuera, para luchar. En los bosques, los grupos partisanos, por ejemplo el famosísimo de los hermanos Bielski en Bielorrusia cuya historia se acaba de filmar en una película que se llama “Desafío”. Y en los ejércitos aliados. Durante la Segunda Guerra Mundial participaron 1.300.000 soldados judíos en los ejércitos ruso, británico y norteamericano. Fueron condecorados 1.000 soldados judíos en el ejército Inglés, 40 mil en el norteamericano y 161 mil en el soviético. La URSS declaró como héroes de los soviets a 150 miembros judíos del Ejército Rojo. Pero la gran mayoría de los judíos no tuvo la oportunidad de tener un arma ni de enfrentarse de manera violenta con sus asesinos. Estaban ocupados en sobrevivir, en sostener a sus familias, a los niños pequeños, a sus padres, en el día a día de la vida. Desnutridos, enfermos, desempleados, la gesta de conseguir una papa para dar de comer a la familia y no ser detenidos y trasladados, consumía todas sus energías. En ese estado y en los contextos del hacinamiento en guetos, gestaron la resistencia interna, silenciosa y anónima. Por un lado la resistencia de subsistencia: alimentos, remedios, cuidado para los niños que se habían quedado solos, ollas populares en las que cada uno ofrecía lo que tenía; la comida entraba gracias al contrabando y permitía alimentar a los cientos de miles de personas. Tendremos que honrar algún día a los contrabandistas que arriesgaban su vida cotidianamente para que sus hermanos pudieran comer. Y también la resistencia cultural sostenida por artistas, escritores, periodistas, concertistas, gente de teatro, maestros, profesores. Todo lo que hacían estaba prohibido y era penado con la muerte inmediata si era descubierto. Así y todo había conciertos, conferencias, debates, obras de teatro, periódicos y publicaciones y grupos rodantes de escuelas tanto primarias como secundarias. La cultura fue el alimento primordial que permitió sobrevivir al pueblo judío no solo durante la Shoá. Proporcionaba aliento, mantenía abierta la esperanza y les daba fuerzas para seguir. No sólo en guetos, también en las duras condiciones de los campos de concentración la vida cultural fue el ligamen espiritual y muchas veces el sustituto del alimento. Cuenta Leonie, sobreviviente griega, que un gran entretenimiento en Auschwitz era contarse recetas de sus comidas favoritas. Con las paredes del estómago pegadas por el vacío interior, se llenaban con el recuerdo de aquellos sabores y sobrevivían un día más. Pero entre las resistencias ofrecidas por el pueblo judío, resaltemos la del salvataje de niños. Honremos los esfuerzos de cada padre y cada madre por salvar al suyo, protegerlo de la muerte segura incluso entregándolo a manos desconocidas, sabiendo que tal vez nunca más lo vería, pero asegurándose de que tuviera la oportunidad de sobrevivir que ellos ya no tenían. Las organizaciones judías que salvaron niños, que los arrancaron del camino a la muerte con osadía, con la inconciencia ante el peligro que se tiene cuando se sabe que se debe actuar ya, que se trata de vivir. Amo a las ovejas. Las ovejas tienen la inocencia del que desconoce el Mal. No están entrenadas para luchar, no saben cómo hacer para matar. Las ovejas viven y dejan vivir. ¿Cómo se van a imaginar que hay mataderos para ellas? ¿A quién se le ocurre una idea así? ¿En qué cabeza puede caber la idea de lo que estaba sucediendo? ¿Industrias de la muerte? ¿Ingenieros, médicos, abogados planificando, organizando y realizando campos de exterminio humano? ¿Maquinarias eficientes y racionales para matar a la mayor cantidad de gente posible en el menor tiempo y con el menor costo? Imposible. Eso no puede pasar. Claro, es fácil saberlo hoy con el diario del lunes. Pero las ovejas no lo sabían entonces. 4 millones y medio de ovejas adultas fueron atrapadas y engañadas. Un millón y medio de ovejitas fueron arrastradas a la muerte. Casi un millón de ovejas salieron milagrosamente vivas con sus lanas chamuscadas para siempre. Algunos se preguntan ¿por qué no se fueron? ¿por qué se quedaron? Pero aún si hubieran tenido cómo irse y adónde, nadie abandona así como así su lugar, su tierra, su idioma, su cultura, su historia. Y esto no es un tema exclusivo judío sino un tema de las sociedades humanas. Cuando algo pasa tendemos a pensar que será transitorio, que no puede durar, que no es para tanto. Nosotros, los argentinos, lo sabemos bien. Las sociedades humanas nos comportamos como aquella rana a la que pusieron en agua y luego al fuego; el cuerpo de la rana se iba acostumbrando al ascenso gradual de la temperatura, se adaptaba, tanto así que cuando el agua entró en ebullición ya era demasiado tarde. ¿Qué otro grupo humano victimizado por el nazismo se le enfrentó? ¿Los gitanos? ¿los homosexuales? ¿los eslavos? ¿Qué poblaciones civiles se levantaron en armas y cobraron caras sus vidas? Si hasta los franceses que fueron el pueblo que más colaboró con los nazis se vanaglorian hoy de que todos estaban en el Maquis. ¿Y cuántos estuvieron en realidad? Amo a las ovejas, a las personas comunes que solo sueñan con un mundo de paz, de ovejas que puedan pastar libremente, un mundo en el que la bondad y la inocencia sean lo natural y no un signo de estupidez, o pero aún, de cobardía. Quiero ser una oveja libre y vivir en un mundo que ame a las ovejas buenas, en un mundo que eduque a sus ovejitas a hacer el Bien. Ser desconfiado, escéptico, estar a la defensiva y no creer en nada parece ser el paradigma de una buena adaptación al mundo. Pues es a todo eso que me quiero resistir y es la resistencia esencial, la madre de todas las resistencias. Quiero ser una oveja mansa y buena, vivir sin temor ni prevenciones, comiendo pasto, dando mi lana, esperando la lluvia y haciendo el Bien.

Pronunciado en el ACTO POR EL LEVANTAMIENTO DEL GUETO DE VARSOVIA Convocado por el POLO DEL JUDAISMO PLURALParque Centenario – Ciudad de Buenos Aires 25 de abril, 2009

Quiero saber sobre la Shoá - Preguntas de un periodista mexicano

El periodista mexicano Jorge Caballero Tellez (que tiene un programa en Radio Chilango, una emisora mexicana de jóvenes) visitó la página web de Julio Szeferblum, le hizo algunas preguntas que luego derivaron en el siguiente intercambio conmigo. Su propósito es hacer una emisión especial en su programa de radio centrada en la Shoá para lo cual quería saber algunas cosas. Es interesante ver cómo ha formulado las preguntas, cuáles son las ideas básicas que las sostienen y cuál es el trabajo que debemos hacer para esclarecer, explicar, informar y permitir comprender y ser útiles. A continuación el listado completo de preguntas y luego cada una con sus respuestas.JC - Preguntas para nuestros amigos judíos.

  1. Siempre se ha perseguido a la raza judía, para mí hay dos holocaustos. El primero realizado por los españoles, en tiempo de Torquemada y los reyes católicos. Algo similar con el trato que recibieron los indígenas americanos, por parte de los conquistadores. Estos eran hombres medievales, ya que las torturas que infringieron a los judíos las hicieron a los indios. De alguna manera estas dos  razas se ven hermanadas por el dolor y el sufrimiento. El segundo el más atroz, el macabramente planeado, el sistemático, y por desgracia el más actual. Mi pregunta sería ¿por qué se ha perseguido tanto a los judíos?  Me interesa saber lo que ustedes piensan, como ven desde dentro de la comunidad judía, este sentimiento.
  2. Sé que Hitler era un loco, pero tristemente con iniciativa. Que supo hacer muy bien su juego con el pueblo alemán. ¿Qué tan envuelto por la ideología nazi estaba inmerso el pueblo alemán?
  3. Este pueblo, que en mi opinión es uno de los más cultos e inteligentes del orbe, se dejó llevar por el nazismo. ¿Pero por que creen que denunciaban, humillaban, perseguían a los judíos? No puedo entender, y creo que pocos seres humanos podrían entender al pueblo alemán. Pero mandar a hombres, mujeres, niños  ancianos al matadero, me parece la peor traición.
  4. ¿Qué sentían los judíos durante el inicio del nazismo? Hicieron confianza, pensaron que solo eran amenazas y que el odio que crecía no iba a ser perdurable.
  5. ¿Los hacían usar estrellas amarillas y les pusieron restricciones en sus derechos? ¿Cómo lo veían, y que sentían? ¿Pensaron en lo que podía ocurrir?
  6. Los aislaban del mundo en ghettos. ¿Cómo era la vida allí?
  7. Me duele decirlo, pero en libros, películas, series de tv, en documentales. Se ven a los judíos resignados a ir a los campos de trabajo, (para mi campos de infamia). ¿Por que creen ustedes que era así?
  8. Algunos por vivir un año más, un mes más, un día más, unas horas más, hacían trabajos para los nazis, en contra de los judíos, prisioneros rusos, gitanos etc.etc.  ¿Cómo ven a esta gente? (traidores, carceleros)
  9. ¿Cómo era la vida, si se puede llamar así, en un campo de concentración?
  10. Despues de muchos años de esta tragedia,  para un hombre, y pocos para una raza milenaria como los judíos. ¿Cómo se sienten al respecto como raza unida y en lo personal con este mundo tan revolucionado y con la constante amenaza islámica?

Ojala me puedan contestar estas preguntas, yo se que será difícil pues van a tener que recordar episodios muy trágicos, casi dantescos.  Por lo que  Cualquier respuesta será atendida y expresada textualmente en el programa. Es como oro molido cada palabra que lleve al radioescucha a ponerse en los zapatos de esas víctimas judías. Además les informare la hora y fecha de trasmisión del o los programas para que los puedan escuchar para ratifiquen o rectifiquen el contenido del mismo. Para mi es un honor tener la colaboración de todos ustedes, y espero servir a la comunidad judía como portavoz para impedir aquí en mí país para evitar más atrocidades para esta comunidad. Gracias, aunque esta palabra se me hace muy corta y vacía, para toda la ayuda que me otorgan. Pero no he encontrado otra más profunda. Atentamente Jorge Caballero Téllez ________________________________________ DW - respuestas de cada una (copiaré la pregunta antes de cada respuesta en el orden en que las ha enviado):

JC Pregunta 1.- Siempre se ha perseguido a la raza judía, para mi hay dos holocaustos. El primero realizado por los españoles, en tiempo de Torquemada y los reyes católicos. Algo similar con el trato que recibieron los indígenas americanos, por parte de los conquistadores. Estos eran hombres medievales, ya que las torturas que infringieron a los judíos las hicieron a los indios. De alguna manera estas dos  razas se ven hermanadas por el dolor y el sufrimiento. El segundo el mas atroz, el macabramente planeado, el sistemático, y por desgracia el más actual. Mi pregunta sería ¿por que se ha perseguido tanto a los judíos?  Me interesa saber lo que ustedes piensan, como ven desde dentro de la comunidad judía, este sentimiento. DW- La palabra raza. Los judíos no somos una raza. No existen las razas en los humanos, somos la misma raza, no hay diferencias genéticas entre nosotros, las diferencias son de maquillaje, exteriores. Lo semita son las lenguas, las raíces indoeuropeas se llaman arias. Lo semita y lo ario no son conceptos biológicos sino lingüísticos, traspolados sin vergüenza alguna de una disciplina a otra y tomados así por serios y supuestamente científicos. No es verdad que siempre se ha perseguido a los judíos, no es así en la antigüedad. No más que a otros pueblos ni con mayor éxito. Sí es verdad a partir del siglo IV y en Europa y luego en América como continuidad ideológica. No es apropiada la palabra holocausto. Se trata de un rito de purificación voluntaria por el fuego, purificación de algún pecado cometido, (se entregaba una víctima propiciatoria, en general un animal doméstico) lo que pondría a los judíos en culpables de su propio asesinato (los quemaron porque se portaron mal y además se entregaron voluntariamente al sacrificio, lo que es además de un absurdo una ofensa grave). Usamos la palabra shoá que significa desierto, devastación, nada, desolación. La similitud entre el genocidio de los pueblos originarios americanos y la Shoá efectivamente existe, básicamente porque los Reyes Católicos fueron los primeros que establecieron que un pueblo “inferior” fuera objeto de esclavización y asesinato como política de Estado, hay historiadores que ponen allí el verdadero comienzo de la Shoá en la civilización occidental. Hay varias diferencias entre cualquier genocidio y la Shoá. Si le interesa, pregúntelo y será respondido. La última parte de esta pregunta se refiere a por qué se ha perseguido a los judíos. Durante quince siglos la Iglesia ha difundido sus infundios que han hecho carne en todos los integrantes de la civilización occidental en forma de prejuicio antijudío. Ha construido en “el judío” el OTRO primordial, el negativo de lo que debe ser, el paradigma de lo diabólico, el no-humano. Todo comenzó con el emperador Constantino en el siglo IV quien impuso a la religión católica como política de Estado y a partir de allí operó en su plan de conquista y comenzó la Iglesia sus operaciones políticas maquiavélicas. Le recomiendo la lectura de “Constantine´s sword. The Church and the Jews” de James Carroll en donde verá toda la historia de los políticos e ideólogos cristianos en la construcción del enemigo judío y en el mantenimiento y acrecentamiento de su poder. Los fundamentos teológicos antijudíos son: los judíos son acusados de haber asesinado a Cristo, tienen el tupé de no aceptar su venida como el mesías y encima insisten en atenerse al así llamado “viejo” testamento (nombre impropio porque alude a que hay uno nuevo y que es, lógicamente, superador, verdadero, en consecuencia, el “viejo” está perimido, out, no va más), los judíos lo llamamos “Torá” o simplemente Biblia. La Iglesia ha debido mantener a los judíos en ese lugar porque también los precisaba como testigos de la anunciación, son los que legitiman la venida del mesías porque lo han anunciado en las “antiguas” escrituras. Es la Iglesia la responsable directa e indudable del odio acendrado hacia el pueblo judío del que hace gala todo el mundo occidental, es decir, todos los países en los que el cristianismo ha tenido o tienen el poder y ha tejido el entramado ideológico y cultural básico. El prejuicio antijudío, la sospecha, el odio, los estereotipos antijudíos, forman parte del mundo occidental y en ello hemos sido criados todos, judíos y no judíos. Del antijudaísmo religioso se pasó en el siglo XIX al así llamado “antisemitismo científico” a partir de la superchería del concepto de raza del que ya le hablé ut supra. Este “antisemitismo científico” fue el sustento de lo que después desarrolló, aplicó y llevó a grados imposibles de prever con anterioridad, el nazismo. Busque en el diccionario y encontrará por ejemplo la palabra “judeada”, también “ladino” (el idioma que hablaban los judíos en España) y muchos más y vea qué significado se les atribuye. A partir del concilio vaticano II la Iglesia ha comenzado a revisar sus ideas y hay hoy un cuerpo creciente de teólogos que no solo hacen el mea culpa sino que están proponiendo cambios drásticos en la doctrina.

Intercambio de emails a raíz de esta primera respuesta:

JC - primero muchas gracias por aclararme las palabras, que bueno que lo hace. para ir poco a poco derrumbando las barreras del lenguaje. Creo que la palabra shoà serà mucho más explícita para mis radioescuchas aunque el significado es muy crudo pues realmente fue una devastación.  Me interesa que me explique desde su punto de vista lo que le cito en este párrafo:  Hay varias diferencias entre cualquier genocidio y la Shoá.

DW- La Shoá fue un genocidio, pero no todo genocidio es como fue la Shoá. 1) No hubo ninguna razón geopolítico-económica para la planificación del asesinato de los judíos, no era un tema territorial ni económico que son los que habitualmente desatan los genocidios (turcos sobre armenios, españoles sobre pueblos originarios, etc). 2) No había ninguna razón relativa a conductas, no se trataba de algo que habían hecho o dejado de hacer, era simplemente por haber nacido. 3) En otros genocidios suele haber excepciones según conveniencias de diferente tipo, acá estaban destinados TODOS al exterminio, sin excepciones, todos los judíos por el mero hecho de haber nacido judíos estaban destinados a la muerte, todos, sin excepción. 4) No había forma de evadirlo, ni con promesas, ni con conversiones, ni con sobornos, porque lo habían definido como una cuestión genética, por ello, era inmodificable e insalvable. 5) La motivación supuestamente científica era una superchería, la teoría racial es un delirio desarrollado sin sustento alguno, no había una razón valedera que lo pudiera sostener con argumentaciones sólidas y confiables, todo estaba basado en la construcción del prejuicio y en la profusa campaña de la propaganda nazi, o sea, la causa era un delirio, una mentira. 6) El plan era el exterminio de los judíos no solo de Alemania y de Europa, de todo el planeta, serían buscados donde fuera que estuvieran sin importar fronteras ni países ni continentes. Todas éstas son razones que hacen a la Shoá un fenómeno único y diferente de otros genocidios. Muchas veces se arguye que el tema es la cantidad de víctimas y no es ésa la diferencia (en la Rusia soviética fueron asesinadas unas 20 millones de personas) sino las causas y sus alcances.

JC - Si estoy de acuerdo con su versión de que la Iglesia ha causado mucho mal por influenciar negativamente a los feligreses. Alguna vez leí un libro de jalil gibran jalil , se llama "Jesús el hijo del hombre". En el prefacio dice que cada 100 años se reúnen el Jesús de la iglesia y el Jesús hombre y se dan cuenta que están lejos el uno del otro. Si realmente pudiéramos preguntarle a Jesús de la opinión de estos conceptos quedaría horrorizado, de lo que han hecho. Ahora tenemos que recordar que Jesús era judío. Y si la Iglesia maldice a los judíos, pues también lo maldice a el. Por eso me agrado una frase del papa Juan pablo II en el que dice "los judíos son nuestros hermanos mayores". He recibido algunas respuestas más de gente que me está ayudando, y el que amablemente usted me está enviando. Platicando con los demás miembros de la estación nos surge una pregunta. Pensamos que Hitler, escribió en su obra de "mi lucha", mucho acerca del antisemitismo. Pero con fin comercial el de apoderarse de los bienes y capitales de los judíos., y con ellos financiar a Alemania. Pero la gran interrogante es el pueblo alemán, en que estaban pensando no entendemos como odiaron, denunciaron, presenciaron y contribuyeron en el shoá. No creemos, mis compañeros y yo en lo personal, que el régimen nazi haya hipnotizado a los alemanes en contra de los Judíos. Mi pregunta sería, ¿cuál es su opinión personal acerca de esto? ¿ Sintieron los judíos que no iba a crecer a tal grado el odio de los alemanes? ¿Cómo lucharon por evadirse de la situación? Para ni es muy difícil redactar preguntas con respecto a esto, porque más que un pensamiento es un sentimiento de incredulidad, repugnancia por la actitud de un pueblo "civilizado. Siéntase en la libertad de rectificar las preguntas, rehacerlas, pero me interesa sobre manera su sentimiento su opinión.

DW - Es una pregunta que enturbia nuestro pensamiento porque el país que era la cuna más elevada de la civilización, la cultura, la ciencia y el arte de aquel momento, produjo semejante espanto. Una de las consecuencias inevitables es pensar que la cultura, al menos una cultura que no se ocupe de valores, no asegura la convivencia y al respeto por el otro. Es una consecuencia aterradora porque seguimos viviendo en el mismo mundo que albergó a la Shoá, los valores siguen siendo los mismos, el peligro sigue estando vivo y seguimos sin hacer las cosas que habría que hacer, sin ocuparnos de educar en lo que verdaderamente hay que educar: en valores y en responsabilidad social. Hitler no tenía como objetivo primario un beneficio económico aunque el apoderarse de los bienes y capitales judíos fue muy útil, pero fue una consecuencia de una decisión previa, ideológica, la necesidad de construir el “enemigo interno”, una motivación fuerte, emocional que pudiera arrastrar a la gente y conseguir consensos para lo que iba a seguir. La construcción del “enemigo interno” es un fenómeno esencial de los estados totalitarios. La propaganda es central en ello, por ello el Reich instituyó un Ministerio de Propaganda, le dio esa jerarquía elevada porque comprendió la importancia de su acción sobre las masas. Respecto de cómo fue que tantos millones de alemanes siguieron esta ideología y se hicieron cómplices de la peor vergüenza de la humanidad, sigue siendo una pregunta abierta, aunque tenemos algunas respuestas que nos van indicando caminos posibles. 1) La gente es cómoda, conservadora, quiere mantener su vida lo más inalterable que pueda, que la dejen trabajar y seguir con la suyo sin moverse demasiado de sus casas y de sus hábitos conocidos y tranquilizadores. Esto sigue igual. 2) La gente suele ser crédula, toma lo que dicen los gobernantes y sobre todo los medios –diarios, radios y ahora la televisión e internet- como la verdad revelada, no tienen elementos para evaluar y criticar lo que se les informa, no pueden más que creer en lo que se les dice, no estamos educados en el ejercicio del juicio crítico, de la evaluación personal de los mensajes emanados de los medios; por el contrario, se nos insta a tomarlos por ciertos, a creer en lo que la autoridad indica, como si fuéramos niños y los gobernantes y periodistas fueran los adultos que nos indicarán qué hacer y por donde ir y nosotros debemos confiar en ellos porque si están donde están es porque supuestamente saben más que nosotros. Todo esto sigue aterradoramente vigente. Vea nomás cómo vota la gente en todos los países. 3) se han hecho experiencias de psicología aplicada  (Milgram y Zimbardo) que indican sin lugar a dudas que la gente entrega de buen grado su responsabilidad social si hay alguien de autoridad que la asume, esto es lo que sostiene la obediencia debida, el obedecer órdenes que tienden al mal (muerte, tortura) por lo cual no se es responsable. 4) somos sumamente vulnerables a la propaganda, muchísimo más de lo que nos atrevemos a pensar y considerar, los que generan las campañas lo saben y conocen muy bien los resortes que deben tocar para que las campañas sean exitosas y consigan los avales necesarios para llevar a cabo luego las políticas y acciones pretendidas por los gobernantes de turno.  El pueblo alemán es un ejemplo de todo lo que antecede y el grado de complicidad que asumió, el grado de negación y el grado de aceptación del estado de cosas es lo que verdaderamente debería espantarnos. Para mantener sus trabajos y seguir con sus vidas, mejor era hacer como que no veían y ponerse en manos de los que estaban en el gobierno que “seguramente sabían lo que hacían”, ¿para qué revolver y buscar? Mejor atenerse a lo de uno, mantenerse en su sector de la línea de producción, de la maquinaria, seguir siendo ese engranaje útil que permitiría seguir viviendo, sin preguntar, ni mirar al costado, del trabajo a casa y de casa al trabajo. Por otra parte, quién era cada uno para evaluar lo que decían los que gobernaban, los profesores y catedráticos, los artistas y miembros de la cultura que insistían con la toxicidad de los judíos y su necesidad de erradicarlos: si esas personalidades decían que había que echar a los judíos (porque no se decía que se los mataba, siempre se usaban eufemismos que no horrorizaran a la gente) debían conocer razones de alta política de estado que al ciudadano común se le escapaban. Por otra parte era sabido que “los judíos eran poco confiables, eran explotadores, banqueros, capitalistas y que traerían el comunismo y la disolución de todo lo que era bueno para un buen cristiano, además habían matado a Cristo y asesinaban a niños cristianos para sus fiestas y los desangraban y con ello hacían sus asquerosos rituales, además se vestían raro, comían raro y se ocupaban del dinero, eran sucios prestamistas y usureros…” Si el gobierno dice que se tienen que ir, deben tener razón. Es muy fácil someterse a la línea de producción, hacer lo suyo, ser un engranaje en la burocracia de una sociedad totalitaria, no mirar a un costado y asegurarse del sustento diario, de la escuela, la salud, y de proveer a la familia. Si oponerse de alguna manera significaba hacer peligrar algo de eso, mejor quedarse quietito en su casita y dejar que los que saben se ocupen. Esto fue la mayoría, pero no todos. No todos los alemanes fueron nazis ni todos los alemanes fueron cómodos o jugaron al estúpido. Pero no tuvieron la fuerza como para cambiar el curso de las cosas y por cierto lo pagaron muy pero muy caro. De todo lo que antecede puede verse cómo es primordial seguir con la educación porque la gente sigue siendo igual y los peligros nos acechan porque la codicia y los delirios de poder no han muerto con el nazismo, siguen vivos, bien vivos.

JC - También en otro correo me decían que el pueblo judío luchó contra los alemanes. Ratifico esta idea cuando usted me hace el favor de delinear las palabras perfectamente, pues tenemos la idea en el mundo moderno que fueron llevados a la muerte sin ninguna oposición. pero con el correo de jorge klaiman y el suyo me doy cuenta que no fue así. Me podría dar más datos de la lucha de los judíos en contra de los alemanes. Eso sería de gran importancia, para cambiar la idea del shoá.

DW - Esto llevaría toda una disertación, pero es cierto. Las resistencias judías fueron muchísimas y siguen siendo desconocidas. Habría que hablar de por qué siguen siendo desconocidas (¿seguir alimentando la imagen del judío usurero y cobarde? ¿cómo hacer ahora que desde Israel no se dejan echar al mar como lo han propuesto año tras año sus amables vecinos desde que las Naciones Unidas decidió en 1948 que por fin tuvieran una tierra que pudieran sentir como propia sin que nadie los vaya a intentar asesinar otra vez? Ah! Pues acusémoslos de genocidas!!! Siempre la misma porquería estos judíos, insisten en que quieren vivir, no se dejan matar ni humillar ni amedrentar… qué cosa! No aprendieron con Auschwitz. No tienen remedio) pero puedo hacerle un brevísimo resumen. Hubo variadas resistencias que pueden catalogarse en: resistencia armada, resistencia de subsistencia, resistencia espiritual y actos de rescate. Cada una tiene un gran contenido y en la actualidad muy bien documentado. -    Resistencia armada: es la única que se conoce, hubo levantamientos en guetos (Varsovia, Vilna….) y en campos de concentración y de exterminio (en Sobibor, en Auschwitz), hubo movimientos clandestinos de sabotaje, hubo grandes grupos de partisanos en los bosques. -    Resistencia de subsistencia: cocinas comunales, redes de contrabando que permitían la entrada de alimentos en los guetos, sistemas de salud que atendían las epidemias y los niños y ancianos, grupos de cuidado de niños mientras sus madres se ausentaban a trabajar. -    Resistencia espiritual: profusa vida cultural en casi todas las circunstancias (coros, conciertos, conferencias, teatro, music hall, humor, talleres literarios, etc), se mantuvo la escolaridad todo lo que fue posible (estaba prohibida por el nazismo) en grupos rodantes, con sus maestros y profesores, siguiendo los programas de estudio que les permitirán a los niños reintegrarse normalmente una vez que todo hubiera terminado (se suponía que iría a terminar algún día), se seguían celebrando rituales (circuncisiones, bodas, bar mitzvá, todos prohibidos y penados con la muerte) y fiestas judías (día del perdón, año nuevo, pésaj… etc), había decenas de periódicos clandestinos, imprentas, periodistas, escritores, poetas, que arriesgaban sus vidas a cada paso manteniendo informada a la población, escritores que dejaron testimonio de este lapso en memorias y textos algunos de los cuales lograron llegar a nuestros días, todo esto permitía mantener la moral lo más alta posible y fue crucial en la supervivencia de muchos. -    Actos de rescate: ésta es la parte menos conocida, todas las conductas que permitieron que se salvaran unos cien mil niños, que fueron colocados en orfanatos, entregados a familias cristianas, escondidos, cambiados de identidad, cuidados y finalmente salvados. Es preciso resaltar una nueva definición de amor parental como resultante de la Shoá: el amor se medía en la capacidad que tenían los padres de entregar a sus hijos a extraños con la esperanza de que así sobrevivieran. Algunos no pudieron y perecieron junto con sus hijos, porque una familia con niños casi no tenía chances de sobrevivir manteniéndose juntos.

JC - No sabe como he aprendido tanto con los correos de mis nuevos amigos judíos, (si me permite la confianza), y el de usted. Pero sin mentirle me sobrecoge un sentimiento de tristeza el conocer de cerca tantos acontecimientos dantescos. Pero esto me da fuerza para seguir con mi programa y decirles a mis radio escuchas "esto no debe suceder jamás".

DW- Estimado Jorge, gracias por llamarme amiga. Debo decirle, con todo el dolor de mi alma, que “esto no debe suceder jamás” es una expresión de deseo que aún está lejos de hacerse realidad. Seguimos vulnerables al Mal que continúa entre nosotros. Nuestras sociedades no tienen aún los anticuerpos necesarios para contrarrestar el Mal desatado. El siglo XX ha instituido la novedad de que las víctimas en las guerras son los civiles, no los ejércitos como solía suceder en las guerras tradicionales. Vietnam, los Balcanes, Timor Oriental, Ruanda, Irak, Sudán-Darfur, los terrorismos variopintos con respaldos de los dizque progresistas que escupen para arriba, los carteles de la droga, los niños soldados, los desactivadores de minas personales, la contaminación y ataques a la ecología planetaria …. es otra forma de manifestación del Mal. El Mal sigue vivo. No igual que en la Shoá, pero al menos debemos hacer lo posible por impedirlo como política de Estado y mover a la gente a que deje por un instante su comodidad, su miedo a perder lo que tiene y que salga a pelear por lo que le pertenece: su calle, su colonia, la escuela de sus hijos, su familia, su ciudad, su país, este mundo.

JC – Pregunta 2.- Sé que Hitler era un loco, pero tristemente con iniciativa. Que supo hacer muy bien su juego con el pueblo alemán. ¿Qué tan envuelto por la ideología nazi estaba inmerso el pueblo alemán? DW - Hitler no era un loco. Tenía sed de poder, una expectativa mesiánica y un resentimiento profundo unido a una fuerte determinación y elevada capacidad de liderazgo, manejo político e influencia. Juzgarlo como loco es hacerle un menudo favor, es quitarle responsabilidad y lógica a su empresa cuando la tenía y en alto grado. Un loco no podría haber arrastrado tras de sí a tanta gente. Las categorías psicopatológicas aplicadas a la política no son suficientes y a menudo oscurecen el panorama y no permiten comprender la complejidad de lo que estaba en juego. La ideología nazi tenía varias facetas. La única que se conoce es el odio a los judíos y el plan de su aniquilación. Pero era más que eso. Era una ideología fascista, populista, que prometía mejorar la vida de los alemanes, hacerles recuperar su alemanidad y su orgullo, volverlos la “raza” superior, lo que manejarán alguna vez al mundo entero. Venían de una derrota en la Primera Guerra Mundial, luego del Tratado de Versalles, Alemania debió pagar enormes fortunas en concepto de indemnización por haber perdido. Sube al poder la República de Weimar sin poder superar la debilidad política de los acuerdos que la formaron.  A la humillación por la derrota se sumó la creciente pobreza, el desempleo, la desesperanza, y poco después se vino encima la crisis financiera del 29 y todo se vino abajo. La inflación fue tan enorme que lo que a la mañana permitía comprar una  casa, a la noche no alcanzaba para un kilo de pan, a ese nivel fue la violenta depreciación. Se perdieron todos los ahorros, las fuentes de trabajo desaparecieron, había hambre, había hambre de verdad y ninguna perspectiva. En este contexto comienza el ascenso del partido Nacional Socialista, esos jóvenes que venían con el discurso de la recomposición del orgullo nacional, de recuperar fuentes de trabajo, de dar de comer a la gente y de echarles la culpa de todo a los judíos (en la construcción del enemigo interno, esencial para un movimiento totalitario que debe aunar a toda la sociedad en pos de los lideres, sin discusión ni oposición). Los judíos habían llevado a Alemania a la guerra y se la perdió. Los judíos ocupaban cargos en la débil República de Weimar y así les había ido. Encima los comunistas eran una fuerza política de cuidado y había judíos en sus filas. El partido nazi era la opción frente al ascenso del comunismo, lo que era muy temido en ese momento. Tanto es así que no pocos judíos apoyaron al nazismo en sus comienzos por oponerse al peligroso comunismo. El rearme –lo que estaba prohibido por el tratado de Versalles pero que Hitler desoyó y ningún país se lo reclamó- fue una de las herramientas de empleo una vez que estuvieron en el poder, un poder que le fue otorgado de manera absoluta por medio del voto y que a poco de asumir, se ocupó de anular toda oposición de todas formas posibles, hasta quedar como partido único. Los alemanes todavía hoy dicen que sí, que lo de los judíos estuvo mal, pero que había otras cosas que andaban bien en Alemania con Hitler, que los hizo salir de la peor crisis que habían sufrido. Muchos alemanes no eran nazis, eran simplemente indiferentes. Mientras hubiera trabajo y el sol saliera todos los días, no importaba. Había nazis convencidos, había nazis oportunistas, había idiotas útiles como los hay siempre y había una gran masa que se dejaba manipular y se ocupaba de hacer bien su trabajo para no ser echado y volver a quedarse desempleado.

JC – Pregunta 3.-Este pueblo, que en mi opinión es uno de los más cultos e inteligentes del orbe, se dejó llevar por el nazismo. ¿Pero por que creen que denunciaban, humillaban, perseguían a los judíos? No puedo entender, y creo que pocos seres humanos podrían entender al pueblo alemán. Pero mandar a hombres, mujeres, niños  ancianos al matadero, me parece la peor traición. DW - Dentro de cada pueblo hay gente de diferentes niveles. Es cierto que Alemania era la cuna de los representantes más altos de la ciencia, la tecnología, el arte en todas sus formas, la filosofía y el pensamiento en general. Sigue siendo un tema que resulta aterrador, que precisamente allí hubiera surgido esta ideología asesina, que no pocos hayan tomado parte activa en ello y que tantos de sus conciudadanos lo hayan permitido. Se me ocurren dos cosas. Por un lado, la fuerte influencia de la propaganda emanada desde el Ministerio de Propaganda siguiendo las ideas de Joseph Goebbels, ideas que han sido pioneras en el mundo de la publicidad y que siguen vigentes y con buena salud. Los principios básicos enunciados y puestos en práctica en la Alemania nazi tocan todos los resortes de la emoción y la vulnerabilidad de las masas con el objetivo de conseguir que apoyen y consientan sus políticas de Estado como si les resultaran beneficiosas. El Ministerio de Propaganda controlaba todas, absolutamente todas las manifestaciones públicas que recibía el pueblo alemán (prensa gráfica, radios, cine, posters, teatro, usinas de rumores, chistes, juegos, libros, folletos, panfletos, campañas políticas, absolutamente todas las esferas posibles con llegada continua y constante a las masas, de modo que un medio confirmaba lo que decía el otro, sin brechas ni rajaduras). Mejoraron y llevaron a un nivel preciosista lo que había inventado la Rusa soviética y que luego sigue siendo usado por todos los gobiernos totalitarios y los no tanto, para conseguir los consensos que necesitan para llevar a cabo políticas impopulares o medidas non sanctas. Por otro lado, la sociedad occidental no solo no es un freno a situaciones de este tipo, sino que pareciera alentarlas. Valores como el individualismo (matar o morir, ganar o perder, salvo lo mío y que los demás se arreglen), el sometimiento a las órdenes, un pobre juicio crítico frente a consignas propagandísticas, la no asunción de la responsabilidad social que a cada uno le compete, la codicia de las multinacionales que en virtud del lucro rápido “escupen para arriba” y destruyen los entramados sociales solidarios, la ferocidad de la sociedad de consumo que alienta todo lo que antecede, se han incrementado desde las primeras décadas del siglo XX. Estos valores son mucho más fuertes que la cultura, la ciencia, la tecnología, las filosofías y las artes, que siguen un camino u otro según les sea indicado por estas axiologías esenciales. Son éstos los valores que hicieron posible la complicidad explícita o implícita, la aceptación del pueblo alemán de ese camino al infierno del que todavía no se pueden desprender y por el que siguen rindiendo cuentas. Sólo así se explica lo que usted llama “traición”. Es verdaderamente una traición a los valores del cristianismo en los que todo el pueblo alemán había sido educado, pero es que los valores sociales mencionados son muy potentes y tienen premios inmediatos y evidentes, mucho más que las declaraciones religiosas cuyo supuesto premio estaría en un más allá incierto y a largo plazo. JC – Pregunta 4.- ¿Qué sentían los judíos durante el inicio del nazismo? Hicieron confianza, pensaron que solo eran amenazas y que el odio que crecía no iba a ser perdurable. DW - Estimado Jorge, los judíos hemos sido criados y educados en medios con cierto grado de hostilidad implícita hacia nosotros. Forma parte de nuestra cotidianeidad. Desde el siglo IV se sospecha del judío en el mundo occidental y esa sospecha forma parte estructural de la ideología occidental. Se cuenta un chiste. Durante el imperio zarista, cada tanto se emitía algún decreto para quitar alguna libertad a los judíos, o, preferentemente, algún nuevo impuesto que los esquilmaba todo lo posible. Vivían en la miseria y tenían que entregar parte de sus magros ingresos a la codicia del zar. Cuando no era que en la leva del ejército se llevaran a sus hombres a un servicio militar forzoso que podía durar décadas privando a sus familias de su sustento. Ahora viene el chiste agridulce. Cada vez que se difundía alguna novedad, algún decreto nuevo o algún suceso imprevisto de cualquier orden los humildes judíos se preguntaban “¿y eso es malo para los judíos?” porque temían que al final terminara, como siempre, siendo un peso para los judíos. Durante el inicio del nazismo los judíos no pensaron que iría a ser diferente de cómo había sido otras veces. Nunca antes se habían enfrentado con un plan de exterminio orquestado oficialmente por un estado, ¿cómo habrían de sospechar que era eso lo que estaba por pasar? Los mismos nazis no lo sabían. Su plan original era echarlos de los territorios hasta que vieron que era imposible, que la única solución era el asesinato. Esta decisión fue tomada en enero de 1942 bajo el nombre de “solución final”. En los meses anteriores había habido matanzas masivas en los territorios ocupados del este, en su invasión a Rusia pero todavía no era una decisión política oficial. Los judíos no tenían cómo saberlo con anticipación. Imaginaron que era una ola de odio, como otras veces, y que se pasaría, como otras veces. No había registro previo de lo que estaba por suceder. A nadie se le ocurrió. A nadie se le ocurre que algo así pudiera suceder. Yo misma, viviendo en Buenos Aires durante la última dictadura militar, cuando escuché la primera vez que había campos de concentración, que se torturaba a mansalva, que se hacía desaparecer gente, no lo creí. No cabía en mi cabeza y en mi corazón que mis vecinos, mis conciudadanos, gente que hablaba mi idioma, que amaba las mismas comidas que yo, que cantaba las mismas canciones, que reía con los mismos chistes, hicieran lo que eran acusados de estar haciendo. En un primer momento no lo creí. Superaba lo que era capaz de creer. Y eso que se trata de algo de menor envergadura que el “tratamiento” sufrido por los judíos durante el nazismo. Es parte de la naturaleza humana creer en la bondad de los demás. No podríamos vivir sin ello. Los pesimistas son los que se cuidan pero no son los que viven mejor, no se vive bien si se tienen que desarrollar ojos en las espaldas, si se tiene que desconfiar de todo y todos, si se tiene que temer hasta de su propia sombra. El optimismo, la idea de que las tormentas pasan y pronto volverá a salir el sol, es parte de los que nos permite levantarnos todos los días de la cama, abordar el día con entusiasmo y no suicidarnos ante las evidencias. JC – Pregunta 5.- ¿Los hacían usar estrellas amarillas y les pusieron restricciones en sus derechos? ¿Cómo lo veían, y que sentían? ¿Pensaron en lo que podía ocurrir? DW - Había que señalarlos, había que hacerlos notar. Las teorías “raciales” no alcanzaban (porque eran falsas) para distinguir a la gente “bien” de los “judíos”. No era suficiente lo de las narices ganchudas, las orejas paradas, el pelo oscuro y enrulado, ciertas ropas (cubrirse la cabeza por ejemplo), ciertos hábitos (respetar el shabat, ayunar en el Dia del Perdón...). Los seres humanos tratamos de ajustarnos a los que podemos, de seguir viviendo lo mejor posible y a veces, hacemos oídos sordos a lo que va pasando y nos vamos acostumbrando a nuevos estados de cosas que luego tomamos como naturales hasta que sobreviene un nuevo peldaño que, al cabo de un tiempo será el nuevo standard que a poco ya será natural y así sucesivamente. Uno de pronto descubre que ha perdido libertades y movimientos, y a veces es demasiado tarde. Si se pone una rana en agua fría y se va calentando el agua muy lentamente, su cuerpo se irá acostumbrando a las nuevas temperaturas, adaptándose a ellas progresivamente y cuando el agua entre el ebullición será demasiado tarde, la propia adaptación impidió la defensa adecuada. Es una buena analogía de lo que nos puede pasar a los humanos. No sólo durante el nazismo. Pensemos en la Rusia soviética, en la Europa comunista, en los estados totalitarios de las distintas latitudes y en como uno va cediendo imperceptiblemente hasta que se da cuenta de que está con el agua al cuello y ya es demasiado tarde. Por eso es crucial enseñar, educar, en el respeto de las libertades básicas, en cuáles son y por qué es imprescindible defenderlas. JC – Pregunta 6.- Los aislaban del mundo en guetos. ¿Cómo era la vida allí? DW - Hubo cientos de guetos en los territorios ocupados. Se hicieron para “liberar” los sitios de judíos, concentrarlos en un lugar en donde pudieran estar controlados para de allí trasladarlos a otra parte. Las condiciones internas de los guetos fueron variadas según el gueto y según el momento. Hacinamiento, hambre, epidemias, desempleo, eran las características generales. En un principio no sabían qué hacer con esa enorme masa de población. Cuando se invadieron los países del este, en junio del 41 y cuando se decidió que los judíos serían exterminados, los guetos fueron el lugar de donde se los llevaba a los campos de exterminio. Vivían aislados del mundo exterior pero había fluidos intercambios con él mediante la intensa actividad de los contrabandistas –mayormente niños- que eran quienes entraban la poca comida al gueto y luego las armas. No se puede resumir en pocas palabras lo que fue ese primer descenso a los infiernos. Le sugiero que vea fotos cuya elocuencia superará con creces mi poquedad. JC- Pregunta 7.- Me duele decirlo, pero en libros, películas, series de tv, en documentales. Se ven a los judíos resignados a ir a los campos de trabajo, (para mi campos de infamia). ¿Por qué creen ustedes que era así? DW- Es la imagen que se ha transmitido y que oculta más que lo que revela. Los campos de concentración y de exterminio eran el último peldaño del descenso a los infiernos. Allí se llegaba en condiciones inhumanas de desnutrición y desesperanza. La resignación es en realidad cansancio, impotencia, debilidad corporal, hambre. La experiencia del hambre es tan atroz dicen que uno no puede más que pensar en comer, es lo único que se tiene en la cabeza. Suciedad, piojos, disentería se sumaban a este cuadro. Crueldad y arbitrariedad que podía llevar a la muerte por cualquier razón sin poder anticipar cuál conducta era la que podía mantener la vida. Todo esto no se ve en las fotos que muestran a los judíos “resignados”, son fotos que tomaron los mismos nazis para mostrar la subhumanidad de los judíos, para justificar su asesinato. En esas condiciones imposibles de imaginar, de describir y más aún de vivenciar en nuestras realidades protegidas y privilegio (tenemos techo, comida, vestidos y la expectativa probable de seguir vivos en las próximas horas), llevaron a cabo actos de resistencia inconcebibles por su valentía y arrojo. Hubo levantamientos en Treblinka y Sobibor, hicieron estallar un horno crematorio en Auschwitz… son historias que levantan la moral de lo humano y mantienen en algo la dignidad. JC- Pregunta 8.- Algunos por vivir un año más, un mes más, un día más, unas horas más, hacían trabajos para los nazis, en contra de los judíos, prisioneros rusos, gitanos etc.etc.  ¿Cómo ven a esta gente? (traidores, carceleros) DW - Juzgar desde nuestro lugar es injusto porque no tenemos todos los datos que nos permitirían evaluar la situación adecuadamente. Ni yo ni usted podemos saber qué haríamos si nuestra vida estuviera en peligro, si alguno de nuestros hijos fuera amenazado y de lo que hiciéramos dependiera que siguiera vivo, no lo sabemos y espero que no lo sepamos nunca. Lo que sí debemos saber es que hay que medir las conductas según los contextos en los que fueron producidas. No disculpo a nadie. Pero tampoco culpo. Tengo claro, de forma meridiana, que nunca estuve en tales situaciones, nunca tuve que enfrentar los dilemas éticos a los que nazis enfrentaron a los judíos, nunca tuve que tomar decisiones de las que dependiera la vida de nadie ni la mía propia, así que no me siento en condiciones de evaluar ni de juzgar. El tema de los dilemas éticos está en el centro de esta respuesta: qué haría usted si un nazi le hace el “favor” de concederle la vida solo de uno de sus hijos, ¿a cuál elige? ¿cómo se sobrevive a ello y se siguen viviendo con ese recuerdo? Los dilemas éticos re-inventaron los conceptos del bien y el mal que en una realidad no dilemática como la nuestra, vuelven a ser claros y sencillos. JC – Pregunta 9.- ¿Cómo era la vida, si se puede llamar así, en un campo de concentración? DW - Otra vez, según el campo y según el momento. Hay tanto escrito sobre esto que es imposible resumirlo. Toda la iniquidad y abyección que imagine será poca. Era allí donde se ponía en juego la estrategia de deshumanizar a los seres humanos para poder darles muerte: cuando más se aleja una imagen de lo humano (mirada, aspecto, olor, gestualidad) menos culpa da su asesinato. Había 7 campos de exterminio e infinitos campos de concentración y trabajo. Le aconsejo leer “violación excrementicia” para tener una ligera aproximación a lo que esta realidad comportó y de qué manera ha quedado manchada la humanidad toda con ello. JC – Pregunta 10.- Después de muchos años de esta tragedia,  para un hombre, y pocos para una raza milenaria como los judíos. ¿Cómo se sienten al respecto como raza unida y en lo personal con este mundo tan revolucionado y con la constante amenaza islámica? DW - Recuerde que lo  de “raza” no se aplica a los humanos. Los humanos somos una raza, una sola, esto ha sido probado sin ninguna duda por el proyecto genoma humano. La teoría racial nazi era una superchería como ya le dije anteriormente, una pura fantasía. No nos diferenciamos genéticamente unos de los otros, nuestras diferencias son superficiales no constitutivas. La idea de que los judíos nos mantenemos unidos es un concepto antisemita, lamento decirle. Los judíos pertenecemos a todas las clases sociales, a los grupos profesionales y laborales más variados, a diferentes países y zonas del mundo y vivimos en cada sector como el sector en el que vivimos. Los ricos igual que los ricos, los pobres igual que los pobres, los religiosos igual que los religiosos, los laicos igual que los laicos, los de izquierda igual que los de izquierda, los de derecha igual que los de derecha, los médicos igual que los médicos, los actores igual que los actores y así sucesivamente. Lo único que nos ha unido es el antisemitismo que nos ve como si fuéramos una masa indiferenciada y uniforme. El odio antijudío unifica al judío en uno solo, estereotipado, a-geográfico y a-histórico. Cuando veo a un judío religioso y de derechas lo siento ajeno a mí que soy laica y progresista, en lo único que somos “familia” es que fuimos designados como blancos a ser asesinados por igual. No existe la pretendida unidad de los judíos. Dice un conocido chiste que si hay tres judíos hay cuatro partidos políticos. No puedo atribuir solo al odio nuestra persistencia como pueblo. Creo que es una definición parcial y negativa. Hay también aspectos positivos que nos han mantenido leales a nuestros orígenes: el cuerpo ético de nuestras leyes que mandan cuidar la convivencia y hacer de este mundo un espacio de paz y fraternidad. En toda casa judía la lectura y la escritura eran un mandato del que nadie quería ni podía escapar, superarse, ser mejor, aprender, responder a desafíos, ejercitar el humor y la expresión artística así como la creatividad científica, han sido columnas que nos han permitido sobrevivir en contextos no siempre amigables. Hemos sido forzados a dedicarnos al comercio y a las finanzas por la prohibición de poseer tierras y de ejercer ciertos trabajos, y ello nos ha permitido ser ciudadanos del mundo, poder movernos con comodidad en diferentes latitudes e idiomas, manejar varias lenguas simultáneamente y de movida, tener abierta y desarrollada la capacidad de adaptarnos e integrarnos en las distintas culturas, darles nuestros aportes y recibir de los suyos y enriquecernos mutuamente. Europa nos debe todavía a los judíos el reconocimiento de cuánto de su milenaria cultura ha provenido de nuestros hermanos y antepasados, de nuestra cultura y de nuestra forma de ver el mundo. Dice Pilar Rahola que la civilización occidental, por ende Europa, está sostenida sobre las columnas greco-romana, judía y el odio al judío, que la segunda, la columna judía, ha sido invisibilizada de manera militante y que se ha hecho visible la tercera, la del odio. Son teorías. Respecto de la amenaza islámica no soy amiga de demonizar a ningún pueblo. La gente quiere vivir en paz, toda la gente. Que los dejen criar a sus hijos, trabajar en sus trabajos, tener techo y comida. Somos todos igual. La mayoría de la gente no anda pensando en cómo matar mejor. Pero los hay. Hay gobernantes, líderes que arman ejércitos de fieles que se emborrachan con promesas e ilusiones, que quieren creer. Creo que se trata de los fundamentalismos, hoy les toca a los islámicos, a algunos, no a todos, a los recalcitrantes. Es de temer lo que están haciendo en las madrazas educando a sus poblaciones en el odio y el resentimiento. Pero es de temer a toda la humanidad, para este mundo que estamos armando y dejando a nuestros descendientes. Los fundamentalismos, los que creen que son dueños de la verdad y tienen las armas para convencer o matar, son un grave peligro para todos. Llámese los soviets comunistas, los nazis, la inquisición, llámese como se llame, quien cree que es poseedor de LA VERDAD es una amenaza para el género humano. LA VERDAD parte el mundo entre los que tienen derecho a vivir y los que no y termina siendo una masacre sin remedio. LA VERDAD da permiso para matar. Estamos infortunadamente lejos todavía de haber construido comunitariamente la conciencia de la conveniencia de vivir en un universo dialogal en el que reine la opinión y no se entronice a la verdad. La opinión establece que todos tenemos el derecho a pensar como nos venga en ganas y que ello no determinará nuestro derecho a vivir, a trabajar, a residir en algún sitio. La verdad es la imposición de lo único que dibuja la frontera de los incluidos y los excluidos. Es éste el grave problema que nos aqueja y que venimos arrastrando hace siglos. Y con esto doy por terminada la serie de preguntas. Traté de responder de la manera más suscinta y clara posible. Estoy a su disposición –diciéndolo al estilo mexicano- para lo que mande. Diana Wang

Vulnerabilidades y fortalezas de las mujeres en la Shoá

Ponencia presentada en las Jornadas sobre "La mujer en situaciones de violaciones masivas y sistemáticas de derechos humanos". Secretaría de Derechos Humanos, Ministerio de Justicia de la Nación.  4 de noviembre 2008

Introducción. Mayo, 1960, dos terremotos y un maremoto asolaron trece provincias de Chile. En pocos minutos se perdieron centenares de vidas. Parte del territorio se hundió en el mar, aparecieron nuevas islas y otras fueron borradas por el tsunami posterior. En ese contexto recorrió el mundo la foto de una mujer flaca, desharrapada, que al lado de los escombros de su casa, barría la vereda. Esta mujer que, a pesar de la destrucción que la circundaba, insistía en barrer el frente de su casa, es un símbolo que nos representa como género y es una apropiada carátula para esta presentación.

Las mujeres. La vida continúa fluyendo lo queramos o no. Las mujeres lo sabemos. Una vez por mes la menstruación nos recuerda que nuestros cuerpos son fuentes de vida. Nuestros ritmos biológicos mandan y nos refuerzan en nuestra condición de sostenedoras de vida, cuidadoras de vínculos y tejedoras de redes de sostén. De ahí nuestras características, biológicas y culturales, la capacidad de conexión, la habilidad en la consideración y el cuidado del otro, la responsabilidad por el bienestar familiar y la profunda conexión con nuestros ritmos corporales. Son nuestra fortaleza y también nuestra vulnerabilidad.

La moderna historiografía muestra un interés creciente en la historia vista desde la mujer. En un ingenioso juego de palabras, las historiadoras feministas dicen que se está cambiando la his-tory por la her-story[1].  Mirar el pasado con la lente de la mujer ilumina aspectos a menudo desechados y desvalorizados. La participación de la mujer, sea como víctima así como desde puestos de resistencia y combate, ha sido tan minimizada e invisibilizada como toda otra conducta femenina. También en la Shoá. La mirada sobre las acciones ha sido masculina y el lugar otorgado a cada una, las evaluaciones y consideraciones fueron una consecuencia de ello.

La Shoá. Como hija de sobrevivientes de la Shoá y estudiosa de sus consecuencias, me centraré en ello, sabiendo que muchas de las cosas coinciden con lo sucedido en otras situaciones de genocidios y violaciones de derechos humanos. La Shoá es un genocidio pero es un genocidio con sus particularidades. Nunca antes y nunca después, un estado ha designado a todo un pueblo al exterminio, sin excepción, tan solo por el hecho de haber nacido, sin mediar ninguna razón económica, política, geográfica o de cualquier otro orden salvo un motivo de fantasía, la teoría racial, la superchería supuestamente científica tras la cual se encolumnó el pueblo alemán en su locura asesina. Ningún judío podría salvarse: no había conversión ni arrepentimiento posible: se había definido el tema como biológico, estaba supuestamente en los genes[2]. No había límites nacionales, sea donde estuviera, sería buscado, encontrado y exterminado hasta ser eliminado de la faz de la Tierra. Son características imprecedentes y únicas.

Pero también la Shoá tiene la particularidad de ser el genocidio más y mejor documentado de la historia y es desde allí que nos ofrece múltiples posibilidades de ver, comprender y aprender sobre la conducta social y humana y el grado de abyección en el que puede caer.

Una salvedad. Será inevitable comparar conductas de hombres y mujeres a lo largo de mi exposición. El riesgo de una tal comparación es el de caer en juicios de valor sobre los grados de sufrimiento implicados. El sufrimiento y el grado de oprobio no está en discusión.  Los judíos fueron víctimas, TODOS, por ser judíos, eran asesinados ya fueran hombres o mujeres, eso no importaba, en planes y acciones de exterminio no había diferencias de género ni clase social ni condición alguna.

En general. Durante la Shoá se manifestaron hacia hombres y mujeres los mismos estereotipos que regían la mirada sobre uno y otro género en la sociedad en general.

Los primeros ataques, arrestos y redadas para trabajos forzados se dirigieron, igual que en toda guerra tradicional, a los hombres. Es por ello que las familias intentaban mandar a sus hombres lejos, en general tras las fronteras de Rusia que aún no había sido invadida por Alemania.

Bajo la ocupación nazi, las tareas administrativas y los liderazgos eran delegados a los hombres, también los trabajos más pesados y la remuneración –cuando la había- era, a igual tarea, superior para los hombres.

El trato hacia las mujeres asumió desde el principio una característica particular en relación a la sexualidad y a la maternidad. A pesar de la ley de la Rassenschande[3] –vergüenza racial- las mujeres fueron blanco de ataques sexuales. Además del daño y humillación de la violación misma se jugaban la vida porque podían quedar embarazadas. El plan nazi era el exterminio del pueblo judío, de modo que todo embarazo y nacimiento estaban prohibidos. La situación no fue igual en todas partes y en los diferentes momentos, pero la embarazada descubierta era condenada a muerte así como el recién nacido si es que llegaba a término.

En general, las mujeres siguieron su rol tradicional del cuidado de los niños y la alimentación de la familia y se ocuparon más que los hombres del cuidado personal –arreglo del pelo, maquillajes, ropa­-. Aunque fue también un arma de doble filo porque el atractivo podía ayudar a la salvación o determinar ataques y chantajes sexuales.

Actividades. La vida cotidiana tuvo en algunos aspectos ciertas diferencias entre las mujeres mismas según hubieran sido sus condiciones previas de vida: no fue igual, al menos en un principio, para las ricas que para las pobres. Las que provenían de países occidentales (Francia, Alemania, Hungría, Austria, Holanda, etc), generalmente de familias más acomodadas, mantenían los roles tradicionales en sus hogares y excluidas de los negocios, la educación superior y la política. Las mujeres de los países del este (Polonia, Rumania, Lituania, Ucrania, etc) pertenecían a las esferas más pobres de la sociedad y era usual que contribuyeran al sostén económico, ya sea en los negocios familiares o en labores industriales; como eran pobres, no podían pagar las escuelas judías, en consecuencia asistían a las escuelas comunes estatales, y así conocían bien las costumbres locales, la cultura y el idioma lo que les facilitó durante la Shoá hacerse pasar por no judías e integrarse a redes en el mundo no judío, conseguir documentación falsa, trabajo y escondites. Las mujeres de clases más acomodadas, cuando perdieron sus privilegios, tuvieron menos herramientas para defenderse porque no habían desarrollado habilidades y conocimientos que les permitieran subsistir fuera de sus círculos habituales, a la hora del encierro en guetos y campos, como no habían aprendido a coser, cocinar ni a ocuparse personalmente de la vida cotidiana, se vieron en inferioridad de condiciones respecto de las más pobres que siempre se habían ocupado de todas esas cosas.

Con estas características comunes veamos con algún detalle lo vivido por las mujeres durante la Shoá en los guetos, en los campos, en su vida con identidad fraguada, en los movimientos de lucha armada y en los actos de rescate.

En los guetos. Los hombres que quedaban en los guetos habían perdido su trabajo, su status de proveedor, sumidos en la impotencia frente a lo que sucedía, imposibilitados de defender a su familia se veían paralizados, en shock, Las mujeres, siguieron haciendo lo que habían hecho siempre: cuidar a sus familias. Tenían que trabajar y como muchas veces estaban solas su problema era la protección de los chicos que habían quedado solos. Se levantaban de madrugada para dejar su casa en orden, trabajaban más de doce horas en condiciones infrahumanas –sin abrigo ni comodidad alguna- temiendo que sus hijos hubieran sido aprehendidos durante su ausencia, hambrientas porque guardaban para llevar a sus casas la pobre ración que recibían (250g de pan dos veces por día, 3 porciones de sopa, un símil café y una porción de mermelada). En estas condiciones, algunas mujeres se entregaron al comercio sexual para poder solventar las necesidades de sus hijos.

Dice Emmanuel Ringelblum[4] en sus famosos archivos: “La perseverancia de las mujeres las hace las proveedoras principales. Los hombres no salen de sus casas. Cuando un hombre es apresado en la calle, la esposa ofrece resistencia, corre atrás de los secuestradores, pide, grita ´por favor señor´, no teme a los soldados. Es la mujer la que está horas en largas colas de donde algunas son llevadas para trabajos forzados. Cuando hay que ir a la Aleja Szucha, la sede de la Gestapo, es la hija o la esposa quien va y espera, espera… Por todos lados están las mujeres dado que los hombres han sido llevados o no salen”. El ingenio de las mujeres permitió la provisión de recursos, principalmente en los primeros tiempos. Venta callejera de golosinas, cigarrillos, pequeños objetos y por último contrabando. Sus relaciones previas en el mundo gentil, su dominio del idioma y su coraje, inconciencia y desesperación, las llevaba a cruzar las fronteras del gueto para comprar productos e ingresarlos clandestinamente, lo que era penado con la muerte si eran descubiertas. No solo arriesgaban ser descubiertas en los check points, sino por los schmaltsoviets[5], se trata de los polacos que exigían sobornos para no denunciarlas. Un cronista del gueto escribió “algún día los contrabandistas debieran tener su monumento porque arriesgaron sus vidas para salvar a los que si no, habrían muerto de hambre”. De entre los grupos de contrabandistas, es notable el integrado por las mujeres que proveían de este modo de alimento a sus familias. No solo las mujeres, también los niños participaban de ello. Las mujeres no dudaban en mostrarse seductoras, pobres, infelices, lo que fuera para recibir simpatía, arrastraban pesados carritos, a veces cochecitos de bebés cargados con bolsas de harina. Formaron parte de diferentes actividades comunitarias: huertas comunitarias, servicios de salud, cuidado de huérfanos, cocinas comunales, escuelas, orquestas, conferencias, teatro, pero en general no participaron en política. Muchos de los niños que se salvaron fueron sacados del gueto por mujeres porque podían disimular mejor su condición de judías. Ligadas a sus familias, a sus hijos y a sus padres mayores, era una constante que, pudiendo escapar, eligieran quedarse y compartir el destino de ellos. En los guetos, en todos y de manera constante y cotidiana, se trató por todos los medios de que la vida continuara y esto fue en gran parte mérito de las mujeres. La escuela, la salud, la organización del abastecimiento mediante el contrabando, tanto de comida como de armas y documentos, negociaciones con autoridades, hasta la recreación, la cultura y la celebración de las fiestas judías, fueron organizadas y llevadas a cabo por muchos resistentes anónimos, callados, que no han sido glorificados en los relatos oficiales. Hombres, mujeres, niños, en silencio, permitieron, no sólo mantener alta la moral de la población, sino que proporcionaron alguna esperanza y fundamentalmente posibilitaron que el plan de deshumanización nazi, no pudiera tener todo el éxito que sus ideólogos habían planificado y que los judíos se mantuvieran humanos a pesar de todo.

En los campos[6]. Todas las mujeres recuerdan con dolor el momento en que les afeitaron las cabezas. A ello se sumaba el no tener ropa interior –bombacha, corpiño- sin relojes ni espejos. Se veían todas iguales, los indicadores de reconocimiento y también de femineidad habían desaparecido.

La llegada era seguida por la selección. Las mujeres solían llegar con uno o más niños pequeños lo que las hacía destinadas directamente a la muerte junto con ellos. Los que las recibían les aconsejaban dejar los niños a sus abuelas, que igual serían asesinadas, y así por lo menos ellas sobrevivirían. Es un ejemplo de los dilemas éticos que una de las características a las que los nazis sometían a los judíos[7]. La mayoría no entendía lo que pasaba y se aferraba con fuerza a sus hijos y todos iban a la muerte. Los hombres no tenían que enfrentar habitualmente estas decisiones porque a su llegada se los separaba de las mujeres y los chicos.

Las mujeres seleccionadas eran destinadas al trabajo. Hacinadas en barracas multitudinarias  generaron con sus vecinas de infortunio familias sustitutas[8] en relaciones de asistencia mutua, sostén y contención emocional. El apoyo de la conversación, habilidad tan femenina, fue crucial. El hambre era tan atroz que no podía dejar de pensarse en comer. Era habitual que a la hora de dormir, con el constante dolor del hambre, las conversaciones entre mujeres fueran pasarse recetas de sus comidas preferidas.

La atención a la apariencia física, al cuidado personal, evitaba el deterioro que mataba las ganas de vivir y era la antesala a la muerte[9]. Más que los hombres se esforzaban en estar limpias, arregladas, remendaban sus ropas. Dice una sobreviviente: “Solo un día después de su llegada, las diferencias entre los géneros era sorprendente. Los hombres estaban vestidos de cualquier manera habiendo tomado las ropas que al azar se les habían entregado, demasiado cortos, demasiado largos, demasiado anchos, demasiado angostos, parecían cigüeñas tristes. Las mujeres, que también habían recibido ropa al azar, habían conseguido en 24 horas ajustar los trapos a sus cuerpos, habían cosido los agujeros de las maneras más ingeniosas”.

El arte de “pasar”.[10] La mayoría de las mujeres que sobrevivió en Polonia fueron las que fraguaron su identidad como no judías. Salir del gueto hacia el lado ario se llamaba “pasar”. Había que “pasar” y una vez del otro lado, sobrevivir del lado ario donde acechaban otros peligros. Era preciso tener documentos creíbles y un aspecto físico adecuado. El estereotipo antisemita indicaba que los judíos eran morenos, de piel y ojos oscuros, pelo enrulado, nariz ganchuda, orejas paradas, bocas carnosas. Las rubias, de piel y ojos claros, tenían una garantía suplementaria de supervivencia. Era común teñirse el pelo, tanto para hombres como para mujeres, con agua oxigenada, lo que requería una provisión contante para que no se notaran las raíces oscuras. Hablar el idioma sin asomo de acento, conocer las costumbres y los códigos usuales y estar alertas a posibles denuncias que eran premiadas con 1Kg de azúcar o una botella de whisky. Debían vivir en constante alerta para no despertar sospechas: atención ante cada persona nueva, el tramado de una historia consistente con fechas, datos, parientes, lugares, detalles que no debían ser nunca contradictorios ni podían ser dichos de manera dubitativa.

Entre los partisanos[11].  Cuando se escapaban de guetos y escondites o se quedaban solas, buscaban su inclusión en grupos, generalmente nómades. No siempre eran bien recibidas salvo que fueran jóvenes y bonitas o que trajeran un arma. También si eran enfermeras, médicas o buenas cocineras, en suma, si eran útiles a la supervivencia del grupo. Las mejores mujeres eran propiedad de los oficiales lo que les confería el mismo status.

Mujeres y resistencias[12]. Resistencia se entiende como armada y es reciente que se propusieran los actos de rescate y de cuidado cotidiano como conductas resistentes. Ambos conceptos podrían asimilarse a los estereotipos masculino y femenino.

La versión oficial de la resistencia ha sido la relatada por hombres, definida por las armas, los actos de heroísmo y arrojo, los sabotajes y las acciones militares en grupos armados organizados. La actuación de las mujeres en los movimientos de resistencia armada era secundaria, no accedían a los sitios de conducción y las actividades femeninas como el cuidado de niños a los que estaban atadas, eran vistas como de menor valor resistente que las relativas a la lucha armada. Los actos de rescate, así como las resistencias cotidianas ya mencionadas en guetos y campos a cargo mayormente de las mujeres, han permanecido invisibilizados[13].

El desconocimiento de todo ello también se debe a que la resistencia armada era pública mientras que los actos de rescate eran secretos por definición y de tono menos épico porque se trataba de salvar personas anónimas no de hechos estruendosos. Actuaron en secreto de manera efectiva tejiendo redes eficaces e imaginativas de salvación. La resistencia armada tuvo un valor importante en la moral pero poco a nivel de acciones militares, mientras que a los actos de rescate se les debe la mayor parte de los que finalmente pudieron ser salvados y estuvieron a cargo en su mayoría por mujeres y en pequeños grupos o de manera individual.

Sospechas posteriores. Pero una vez terminada la Shoá pesó sobre los sobrevivientes a un nuevo e insospechado golpe: la pregunta de cómo y por qué habían sobrevivido. Su supervivencia misma resultaba sospechosa y fueron acusados y algunos juzgados en el interior de las comunidades judías. Las acusaciones estaban teñidas de los estereotipos de género. A los hombres se los acusaba de alguna conducta en el mundo exterior, a las mujeres de algo relativo a sus cuerpos. Los hombres debían probar que no habían cometido actos de traición, delación, entrega, enriquecimiento, mientras que las mujeres debían probar que no habían entregado sus cuerpos. Similares acusaciones se han hecho sobre sobrevivientes del Proceso de Reorganización Nacional que llevó a la dictadura militar del 76 al 83 y en otros hechos similares. Las mujeres seguimos teniendo que dar cuenta de nuestros cuerpos que se vuelven objetos de interés público.

El sitio de víctimas. Tanto mujeres como hombres tenemos la fuerza y la capacidad para sobreponernos a las desgracias. Muchas desgracias no pueden ser evitadas, al menos de manera individual o voluntaria. Pero lo que hagamos con ellas es por cierto decisión nuestra. El haber sido víctima de algún hecho genocida no determina forzosamente que se elija el sitio de la victimización como un eje de identidad[14]. Está aún por verse porque no hay suficientes estudios respecto de si hay diferencias de género en la elección de persistir en la victimización o en la decisión de salir de allí. Mediante la victimización el estado de víctima se eterniza, lo que entraña varios peligros y también algunos beneficios. Ser víctima en la actualidad genera interés, solidaridad y visibilización social. Pero también fuerza a persistir en la condición de víctima y hundirse en ella. La progresiva anomia, la exclusión social y la invisibilización de los excluidos, determinaría la victimización como un espacio de reconocimiento social, negativo, pero reconocimiento al fin. Las mujeres, excluidas en tanto género e invisibles desde siempre, no veríamos la exclusión social tal vez como una gran novedad y podríamos emerger de ello urgidas además por la vida que puja y no pide permiso. Son hipótesis. O expresiones de deseo. Vuelvo a la foto del terremoto y a la mujer barriendo: me  gusta esa mujer, frente a la desgracia no se detiene en lamentos, es proactiva y resistente, se sacude el polvo del derrumbe, acomoda los escombros, emprolija un poco el frente de la casa, pone la olla al fuego y se pregunta ¿qué vamos a comer hoy?



[1] En inglés HIS es el posesivo masculino “su” mientras que HER es el femenino.

[2] No existen las razas a nivel de los seres humanos, ni diferencias genéticas entre las variadas formas en que nuestros cuerpos se manifiestan. El proyecto de genoma humano lo ha probado de manera concluyente y definitiva: nuestras diferencias visibles son solo superficiales, “detalles de terminación”, no son esenciales.

[3] La ley prohibía las relaciones sexuales entre los “arios” y los judíos.

[4] Los archivos Oneg Shabat que este historiador guardó en tachos de leche con las crónicas del gueto.

[5] Schmaltz quiere decir grasa en idish y alemán, en el argot de entonces se aludía al “untar” nuestro, como sinónimo de sobornar. Son los que buscaban los sobornos.

[6] Según investigación inédita de Raquel Hodara.

[7] “Choiceless choice”, la elección imposible de ser elegida, casi una paradoja. El ejemplo típico es el que se muestra en la película “La decisión de Sophie”. Concepto tomado de Lawrence Langer “Holocaust Testimonies: The Ruins of Memory”, 1991, Yale University Press.

[8] Las lager schwester, hermanas de campo

[9] En la jerga concentracionaria se los llamaba mushlmener, los que habían renunciado a vivir, que deambulaban con la mirada vacía, habían dejado de asearse y solo esperaban la muerte.

[10] Lenore Weitzman: “Living on the Aryan Side in Poland: Gender, Passing and the Nature of Resistance”. En Women in the Holocaust”, editado por Dalia Ofer y Lenore Weitzman, 1998, Yale University Press.

[11] Nechama Tec: “Women among the Forest Partisans”. En “Women in the Holocaust”, op.cit.

[12] Diana Wang “El silencio de los aparecidos”, Editorial Generaciones de la Shoá, re-edición 2008

[13] La invisibilización es una consecuencia de la naturalización. Es “natural” (tanto biológica como culturalmente) que las tareas femeninas sean el cuidado, la protección, el sostén, la alimentación y la salvación de sus seres queridos. Por ello, por ser “natural” no tiene mérito alguno, no se ve como digno de mención ni por hombres ni por mujeres, es lo que “hay que hacer”. El reconocimiento de estas conductas heroicas, silenciosas y humildes, el hacerlas visibles, implica la desnaturalización de lo natural, solo así podrá adquirir el status de conducta social resistente para luego ser incluido en la historia de la resistencia humana frente a la abyección.

[14] En “Segundo Encuentro Internacional: Recreando la cultura judía”. Editorial Milá, 2003. Texto: “Victimización e identidad” de Diana Wang.

SILENCIOS INDIVIDUALES - SILENCIOS COLECTIVOS (2)

Cada año la conmemoración de la Kristallnacht, nos obliga a revisar sus enseñanzas. Una de ellas es su denominación. Los nazis la llamaron Kristallnacht, encubriendo de este modo el ataque planificado en contra de los judíos con una imagen de vidrios rotos. En la Alemania de hoy se ha cambiado la denominación y se la llama Reichspogromnacht –la Noche del Pogrom del Reich-. Es habitual que los estados totalitarios denominen con eufemismos sus actos vandálicos y de lesa humanidad. No les hagamos el regalo de llamarlo como ellos eligieron hacerlo.

Pero no es éste el eje del texto que sigue. Trataré acerca de una de las consecuencias de esta Noche del Pogrom del Reich: el silencio. Hace no muchos años que esta fecha se recuerda y conmemora. Los sobrevivientes que aún viven, pueden hoy, recién hoy, dar su testimonio sobre la penuria que representó el tener que abandonar sus casas, idiomas, culturas y el silencio que los acompañó durante largos decenios. Un grupo de ciudadanos austríacos está llevando adelante un proyecto que llaman “Los vecinos perdidos” por el que muestran al mundo la consecuencia de haber echado a sus vecinos de sus casas y de sus países en aquel infausto 1938.[1]

Un silencio criticado. Es un hecho observable que después de genocidios o traumas colectivos los sobrevivientes y los directamente implicados se ven envueltos en un hondo silencio. Pensado como un silencio común y ante la idea de que superarlo sería beneficioso, como suele suceder en la esfera individual, se juzgó negativamente a este silencio. Estamos aprendiendo a pensar que los sucesos de la esfera colectiva parecieran ser de otro orden, con otras leyes y afectando cosas diferentes. En un principio se tomó el silencio de los sobrevivientes de hechos colectivos como una conducta patológica asimilándolo a la esfera de lo individual, atribuyéndole las características de negación, represión y ocultamiento. Lejos de ello, el silencio mantenido no sólo los primeros meses, o siquiera los primeros años, sino durante décadas se ha observado en los sobrevivientes sudafricanos, los de la masacre de Ruanda, los de la guerra de Argelia, los de las limpiezas étnicas en los Balcanes, los de Malvinas y los de la dictadura argentina y la chilena, la uruguaya, la brasilera, los sobrevivientes del genocidio armenio, los sobrevivientes de la Shoá, todos han mantenido un silencio parecido. Es preciso diferenciar para ello el trauma o ataque individual del trauma o ataque colectivo.

Ataque individual. El ataque o trauma individual (por ejemplo ser víctima de violación, secuestro, robo) debe ser puesto rápidamente en palabras para permitir su operabilidad y reducir su efecto tóxico. Cuanto más tiempo se calle, más hondo quedará anclado en la subjetividad con un peso aplastante y menos permitirá su des-traumatización. Exige toda una técnica de abordaje en la que la palabra es central: nombrar permite conceptualizar, reconocer, distinguir, pensar y, finalmente, reacomodar.  El ataque individual sucede en la esfera de la interacción personal, el perpetrador tiene un objetivo personal –odio, venganza, robo- y genera en la víctima sentimientos que deben ser comprendidos,  aceptados y resignificados en el contexto de la relación. Mantener todo eso en silencio amenaza con comprometer la subjetividad toda con el peligro de hundir a la persona en la victimización sin permitirle emerger de allí y seguir su camino. Encararlo es crucial y cuanto más pronto se haga mejor el pronóstico y la recuperación.

Ataque colectivo. Pasa algo diferente con el ataque o trauma colectivo. No se trata de una situación de a dos sino que está definida de manera colectiva: un grupo que es tomado como blanco por un Estado. No se trata de dos personas individuales sino miembros de un colectivo social: la víctima es un miembro del grupo designado y los perpetradores son miembros del Estado. La víctima sabe que es parte de un grupo victimizado y sus atacantes no son personas que actúan por odio u objetivos personales sino obedeciendo órdenes gubernamentales. Lo que le sucede no es fruto de alguna situación interpersonal que puede ser incluida en el contexto del odio o el robo sino que sume al individuo en el desarme de sus estructuras lógicas porque proviene de una orden del Estado. Callar asume acá otro énfasis. La socióloga Dominique Frischer lo llama silencio estructurante[2] porque, dice ella, es el que ha permitido la continuación de la vida. Recién cuando el sobreviviente siente que el pasado ha quedado atrás, cuando los pasos dados a posteriori lo tranquilizan porque todo ha seguido bien es cuando, paradójicamente, puede ponerse en contacto con lo vivido, mirar hacia atrás y comenzar a hablar. Callar le ha permitido vivir[3].

Victimización y hablar. No todos permanecen en silencio. Es curioso que aquellos que han hablado enseguida – al revés que las víctimas de ataques individuales- se han instalado muchas veces en su lugar de victimización del que no ha podido salir. Pensemos en los suicidios de algunos sobrevivientes a poco de haber terminado la situación de ataque. Hablar pronto impide que las víctimas de ataques individuales se hundan en la victimización pero las víctimas de ataques colectivos se hunden en la victimización si hablan enseguida. En sus casas, el tema recurrente y  agobiante cubrió a sus hijos con mensajes de resentimiento y las relaciones intrafamiliares se han visto usualmente teñidas de culpa, ira e irritación. Los que hablaron demasiado pronto lo hicieron desde la definición de víctimas, subrayándola, buscando un reconocimiento que aún la sociedad no estaba en condiciones de dar, no tenía los dispositivos receptivos y resignificadores necesarios. El hablar acerca de ello no solo no produjo alivio ni posibilidad de operar con el trauma ni resignificación alguna como pasa con el sobreviviente de un ataque individual, sino que los hundió más en la victimización. Muchas veces esa victimización se volvió un eje de identidad y los sumió en cierto grado de penuria pegajosa y constante que entorpeció sus vidas a cada paso.

No siempre es malo callar. Pero la gran mayoría permaneció en silencio. Aunque emergieron del horror sedientos de necesidad de contar lo sucedido, muy rápidamente advirtieron que no eran escuchados como correspondía y eligieron callar. Siendo como soy hija de sobrevivientes de la Shoá, lo primero que me pregunté era por las razones del silencio. Hace más de diez años, en la primera edición de “El silencio de los aparecidos”[4] sorprendida, confusa y dolorida por el silencio en el que había crecido, me planteé seis razones para el mismo[5]. Consideraba, como todos, al silencio como una condición negativa y por ello me era esencial comprenderlo y de-construirlo. En mi último libro, en “Hijos de la Guerra”[6] me atreví a hacer la pregunta de si el silencio era forzosamente una condición negativa, si siempre era conveniente hablar, si el abrir la caja de pandora no hacía peligrar alguna condición de vida, si no exponía algunos fantasmas que era preferible seguir manteniendo en la oscuridad. En una sociedad como la nuestra, tan psicoanalizada, tan colonizada por la idea de que hablar es siempre bueno, fue ésta una proposición ligeramente subversiva a la que me atreví tan solo un poco. Y ahora la propuesta de Frischer redobla la apuesta y plantea, no sólo que se trata de un silencio diferente, que no necesariamente debe ser franqueado sino que ese silencio es condición de vida, estructura la posibilidad de seguir viviendo.

Vivimos en una cultura que estimula el hablar. Nos circunda la idea de que hablar es siempre sanador y que aquél que no lo hace está en riesgo de alguna severa patología mortal e incurable. Es por cierto saludable, repito, intentar poner orden y otorgarle operabilidad a nuestro mundo interno y a nuestras relaciones y penas. Pero de ahí a enunciar una ley general para todos los silencios de todas las personas en todas las situaciones hay un trecho que requiere de alguna reflexión. Una de esas situaciones es la de haber sido miembro de un grupo considerado como enemigo interno y victimizado en manos de un aparato estatal.

Las situaciones de violencia o trauma colectivo producen tal impacto social y personal, socavan tan hondamente las bases sobre las que nos constituimos como individuos que es preciso un largo tiempo de recomposición para poder ponerse en contacto con lo sucedido. La reconstrucción de ese piso no es un fenómeno individual sino una labor colectiva que tiene su proceso específico y requiere tiempo. Mientras la sociedad no brinde los dispositivos adecuados cada sobreviviente sigue viviendo y necesita reconstruirse a sí mismo como individuo luego de la ordalía vivida. El silencio pareciera ser la condición sine qua no. Un silencio que no es olvido, ni represión ni negación, es una decisión, un silencio activo y expectante, agazapado a la espera de que la sociedad pueda confrontarse con las consecuencias de revisar lo sucedido.

Un trauma individual no corroe las bases sociales, es un hecho entre una persona y otra. Puede ser un delincuente, un enfermo, un enemigo, su conducta no afecta la estructura social y cultural en la que uno vive, es algo que alguien –enfermo o malo- le ha hecho a alguien, está en la esfera de lo operable de las relaciones interpersonales. El sufrimiento, el agravio y sus consecuencias dependen por un lado del grado del ataque y por otro de que se le puedan poner las palabras lo más pronto posible.

El trauma colectivo implica un tal compromiso de la sociedad toda que fragmenta las bases de lo que uno creía que estaba bien, cambia las expectativas, las leyes y reglas de la vida. Los parámetros de la educación se vuelven otros. Se subvierte lo que cualquier religión predica- hacer el Bien- y se inviste al Mal de una cualidad deseada y premiada. Los que eran amigos se vuelven enemigos, lo que estaba bien está mal, lo que estaba mal está bien. Si alguien ayudaba a un judío en Polonia durante la ocupación nazi, si alguien le daba refugio, le proporcionaba un salvoconducto, le daba tan solo una papa que le permitiera vivir un día más y era descubierto, se mataba a toda su familia y luego se mataba al ayudador. Hacer el bien, ser solidario estaba mal, estaba prohibido por la ley. Los cristianos convencidos  debieron guardarse su “ama a tu prójimo como a ti mismo” y convivir con este nuevo estado de cosas. Lo mismo sucede en todos los estados totalitarios: la denuncia, la delación, la tortura, el engaño promovidos, alentados y premiados por el Estado y la prisión sin causa, el asesinato programado y realizado por el aparato gubernamental le quita a uno el piso sobre el que está parado, la confianza básica sobre la que se sustenta la vida en sociedad. Hace falta tiempo para que desde lo colectivo se asuma este quiebre en su base.

La lesión individual es una herida a la subjetividad, a la propia capacidad de defensa y apela a un enorme esfuerzo para la recuperación. Pero la lesión de un trauma colectivo en manos de un gobierno es de otro orden porque corroe la legalidad sobre la que se sustenta la convivencia, ataca al espíritu de comunalidad, a la vida gregaria, al contexto vital imprescindible en el que construimos nuestra subjetividad. Si la policía que se supone que es la instancia estatal que me protege es la que pone en riesgo mi vida y la de mi familia, si debo ocultarme de quien me protege, ¿cuáles son los parámetros a los que puedo ajustarme? Pensemos en lo sucedido tempranamente en Alemania y Austria durante 1938. El mapa pre-existente deja de ser válido, ninguna cartografía es válida, se pierden los puntos de referencia. Ya no sé dónde estoy parado, a qué atenerme, en quien confiar, dónde ir, cómo comportarme. En los genocidios o situaciones similares se construye un “enemigo interno”, necesario para lograr la cohesión social que legitime el poder dictatorial e impida la crítica u oposición. Toda dictadura precisa del apoyo de la sociedad civil. El enemigo interno permitirá el encuadramiento de las masas detrás de los objetivos estatales. Es “uno más entre nosotros”, al que hay que extirpar, perseguir, acosar, detener y erradicar. Los que tienen la mala suerte de ser parte de ese enemigo común fabricado, ven caer sobre sí de pronto el mismo aparato estatal bajo el cual vivían confiadamente, el Estado los ha designado como enemigos. La gente se reparte entre los que son parte del enemigo interno y los que están afuera. El clima se vuelve tóxico porque nada es como era. La confianza queda herida de muerte. El que vive todo esto en carne propia y lo reconoce es la víctima. Pero el resto de la sociedad necesita mucho tiempo para reconocer que también ha sido vulnerada su confianza, que sus bases y leyes de la convivencia se han visto corroídas y fragmentadas.

La vida debe seguir. Cuando todo termina, cuando se sale del “bache” oscuro y arbitrario, cuando se recupera la vida “normal”, hay que hacer un esfuerzo supremo para reinsertarse en la vida haciendo como si se volviera a confiar. Las ganas de vivir son incontenibles. Son como ese hilito de agua que siempre encuentra un cauce y en su camino arrasa con todo porque tiene que seguir. Hay que trabajar, construir proyectos, demostrar y demostrarse que lo vivido fue un accidente de la sociedad, pensarlo como ese rayo fatídico que cayó un día y quemó la casa,  un error, que las cosas volvieron a sus cauces, que volvió el imperio de la ley y que todo va a estar bien, que ya ha pasado el peligro. Volver la vista atrás amenaza con despertar los fantasmas, con perder pie y resbalar en excrecencias y restos sociales pringosos. Y hay una enorme sabiduría en ello porque se pone toda la energía en la reconstrucción. En la reconstrucción de la confianza perdida. Son los sobrevivientes los que apuestan a esta sociedad que hace un instante los había traicionado. Si no confían no pueden seguir viviendo. ¿Cómo confiar y hablar públicamente de la traición? Era preciso, era vital buscar los indicadores de que el mundo había recuperado su cordura, que a partir de ahora todo volvía a seguir reglas previsibles, que solo había que trabajar, hacer las cosas bien y uno estaría a salvo. Lo que pasó, pasó. Hablar de lo que pasó es enfrentar a toda la sociedad con su propia ignominia. Nadie quiere oír. El sobreviviente es invisibilizado porque es un testigo incómodo y su testimonio no se quiere oír. La sociedad todavía no puede. Y hay que seguir viviendo.

El silencio no es olvido. Lo sobrevivientes de la Shoá captaron claramente los indicadores y permanecieron en silencio. Al principio costó pero pronto fue casi un alivio. Callaron pero no olvidaron. Ni negaron. Ni reprimieron. Callar fue una decisión. Se trataba del silencio público porque entre ellos hablaban. Tenían sus momentos de recorrer viejas fotos cuando las había o de añorar las fotos que ya nunca podrían ver. Había situaciones particulares en las que las ausencias tenían un peso agobiante como las celebraciones, los aniversarios. Pero tomaron la decisión de mirar hacia adelante, como el hilito de agua. No querían mirar hacia atrás. Dejaron esa revisión para cuando pudieran. Para cuando la sociedad estuviera lista. Y pudieron, la sociedad recién pudo, cincuenta o sesenta años después. Y la prueba de que no olvidaron es que recuerdan todo, que en el momento en el que vieron que sus vidas estaban hechas, que el pasado había quedado bien atrás, que la sociedad empezaba a estar en condiciones de revisarse y de mirarse en ese espejo deformante de su esmirriada humanidad, recién entonces tomaron el pasado traumático entre las manos y comenzaron a dialogar públicamente con él. Ya no hay peligro de que la victimización los hunda en la paranoia o en los mecanismos defensivos. Ya no hay peligro de sumirse en una situación personal sin salida o de aplastar a sus hijos con el peso de un pasado de horror. Ahora se puede. Con hijos, nietos y bisnietos vivos y saludables, el futuro está asegurado. Con una sociedad que ha abierto las orejas y tímidamente se propone este ejercicio de revisión de algunos de sus supuestos, hay un nuevo contexto de recepción. Ahora se puede hablar.

 


[2] FRISCHER Dominique “Les enfants du silence et de la réconstruction. La Shoah en partage. Trois génerations, trois pays: France, États Unis, Israel” Ed. Grasset, Paris 2008.

[3] Es la hipótesis central de “La escritura o la vida” de Jorge SEMPRUN.

[4] WANG Diana “El silencio de los aparecidos” Editorial Generaciones de la Shoá, 2008 (re-edición)

[5] Las seis razones eran: 1) la sociedad no quería escuchar, 2) los padres no querían herir a los hijos, 3) no existían las palabras, 4) diferentes  categorías del sufrimiento, 5) estupor ante el quiebre de la continuidad , 6) constitución de memorias diferenciadas

[6] WANG Diana “Hijos de la Guerra. La segunda generación de sobrevivientes de la Shoá” Editorial Marea 2007

LA MULTICULTURALIDAD, UN EFECTO DEL EXILIO

Introducción. La categoría de exiliado es conocida para los judíos. Hay quienes opinan que es uno de los ejes de nuestra identidad. Para muchos otros pueblos el exilio es una condición más novedosa. Usamos distintas palabras que dan cuenta del fenómeno actual: refugiados, sobrevivientes, exiliados, escapados, salvados, víctimas, desplazados, inmigrantes clandestinos. Tantas formas de denominarlo indican que se trata de un fenómeno que implica a muchos.  Una de las características del siglo XX y que parece continuar en el siglo XXI es la existencia de grandes desplazamientos de fugitivos que buscan salvarse de peligros políticos, sociales y amenazas de muerte. Africanos que buscan refugio en Europa, colombianos echados de sus tierras por ocupantes armados, el éxodo de los armenios arrancados de su tierra por los turcos luego de haber masacrado a un millón y medio fue el prólogo de un siglo de locura signado por los gulags de Siberia, por los campos de concentración y de exterminio y por la industria de la muerte que cubre de vergüenza a la humanidad toda. Los fundamentalismos, los estados totalitarios, las inequidades en la distribución de la riqueza, la injusticia y arbitrariedad social han impuesto las palabras refugiados, sobrevivientes, exiliados, escapados, salvados, víctimas, desplazados, inmigrantes clandestinos. Escapados, perdidos, ¿perdidos de qué? ¿quién los perdió? ¿por qué se perdieron? Acorralados, amenazados y echados por sus mismos vecinos. Perdieron su sitio para salvar sus vidas. Palabras que dicen y también callan, en cada historia se abre un universo de decisiones difíciles, de adaptaciones complicadas y de realidades paralelas que dialogan y discuten. El tema admite múltiples abordajes. Teniendo presente el contexto más amplio, encaro la presente exposición desde algunos aspectos particulares vividos por las familias de refugiados, sobrevivientes de la Shoá.

La decisión de irse. No es fácil tomar la decisión de irse. Freud la tomó casi a último momento, en julio del 38, -cuatro meses después del Anschluss- y recién luego de que sus hijos Anna y Martin fueron detenidos por la Gestapo y por suerte liberados. El haber sido echado de la universidad, el que hubieran quemado sus libros y que se le hubieran anulado sus derechos no fue suficiente. A pesar de la presión de tanta gente de la cultura, Freud se resistía a dejar su amada y conocida Viena, la Viena que le había dado la espalda. Irse no es una decisión que se toma a la ligera. Se suele esperar hasta que la situación se vea francamente imposible. Para muchos alemanes y austríacos ello sucedió tempranamente, fundamentalmente luego de las leyes de Nürenberg que restringieron tan crudamente las condiciones de vida de los judíos y les quitaron sus derechos como ciudadanos. En los países del este, Polonia, Rumania, Lituania y otros, la situación en los comienzos del nazismo no parecía tan diferente de lo que había sido siempre, las alarmas demoraron más tiempo en ser disparadas. Cuando finalmente fueron oídas, para la gran mayoría era demasiado tarde.

Es muy difícil tomar la decisión de irse. Abandonar tal vez definitivamente los sitios familiares, idiomas, costumbres, olores, comidas, relatos, personas implica serias consideraciones a veces imposibles. La decisión de irse depende de aceptarlo como la única alternativa pero también depende de las conexiones, de la capacidad de gestionar la documentación necesaria, de la disposición del dinero preciso y de tener un lugar de destino. Son muchas variables y de gran complejidad. A veces la decisión no puede tomarse porque no se quiere dejar a algún miembro de la familia que no podría desplazarse. Otras veces porque no se sabe o no se puede gestionar los documentos. Otras porque no se tiene el dinero necesario ni forma de conseguirlo. Finalmente, muchos no pudieron irse porque no tenían donde ir. El mundo cerraba firmemente sus puertas a las multitudes de desesperados que pedía refugio en las puertas de sus embajadas y consulados.  La Argentina tampoco abrió sus puertas. Desde julio de 1938 la directiva secreta del Ministerio de RREE conocida como Circular 11, prohibía expresamente el otorgamiento de visas a los solicitantes judíos.

Pero, una vez que la decisión se había tomado y el resto de las condiciones lo hacían posible, comenzaba un camino tortuoso y difícil. No se partía en soledad sino en compañía de otros miembros de la familia no siempre deseosos de hacerlo. Se partía llevando solo los pocos objetos que pudieran ser transportados, fundamentalmente las fotos. Las fotos que resumen la memoria y la identidad, quien soy, quien fui, de donde vengo, como viví, en donde y con quiénes, cómo nos vestíamos, cuáles eran nuestras costumbres. En las fotos se pueden guardar las imágenes de los que se dejaron y a quienes no se verá nunca más. Las fotos eran un tesoro, un bien primordial que permitiría contrarrestar la fragilidad de la memoria con un soporte firme y constante. En las fotos está congelado el mundo que se dejó.

Sitio de destino. ¿Cómo se elegía un sitio de destino? Se buscaban sitios en donde hubiera algún familiar, algún vecino, algún compañero de escuela, alguien conocido, alguien de aquel mundo que quedaría atrás. Si había familiares, podían enviar una cédula de llamada, documento que abría las puertas en algunos países, por ejemplo en la Argentina que privilegiaba la reunificación familiar de sus inmigrantes.. Los refugiados que entraron de esta manera no precisaron mentir sobre su condición de judíos, mientras que el resto tuvo que mentir y declararse católico para ser merecedor de una visa. Así llegaron a la Argentina. País del que poco habían escuchado antes. Historias venidas del cine: tango y prostitución, bajo mundo y delincuencia, indios y pampa, no mucho más que ésas eran las imágenes que portaban en el trayecto oceánico hacia estas latitudes.

La adaptación. Nos hemos focalizado tanto en el tema de la supervivencia a la Shoá que hemos pasado por alto las duras condiciones de la adaptación a un nuevo medio que sufrieron nuestros mayores. El desgarramiento por lo que tuvieron que dejar se potenció en el nuevo medio desconocido y tal vez por ello hostil. Idiomas, costumbres, gestualidades, sonidos, luces y sombras, climas y cielos, un nuevo mundo que debía ser conocido, reconocido, aceptado, incorporado y que se iba a integrar a lo que traían del viejo, a las cenizas de lo perdido y a la nostalgia de lo añorado y reconocido como propio. Llegaban y rápidamente buscaban a otros como ellos. Si no encontraban inmigrantes de su mismo lugar, buscaban a residentes que provinieran de allí. Se congregaban según los orígenes, según países, ciudades, zonas, pueblos, buscando en los que ya estaban las cuerdas conocidas que les mantuvieran la cordura. Pero se encontraban con este fenómeno que ahora es común en este universo de desplazados e ilegales. Los venidos del mismo lugar pero llegados con anterioridad, tenían una imagen, un recuerdo del lugar que difería del que traían los nuevos. Cada uno se queda con la fotografía del lugar que dejó tal cual estaba cuando uno lo dejó. Se confrontaban entonces diferentes relatos y versiones superpuestas del sitio de origen. Los que habían inmigrado antes no sabían cómo habían evolucionado las cosas en los años posteriores a su emigración y los diálogos a menudo eran entrecortados por interferencias de las diferentes versiones, monólogos paralelos ante las divergencias por momentos enormes. Los refugiados debido al nazismo, descubrieron pronto que también estaban solos en este sentido. Veían que sus paisanos llegados antes desconocían los años de la integración esperanzada y aunque luego fuera desbaratada de un plumazo por el nazismo no entendían tal vez su nostalgia porque no habían conocido aquellos tiempos de bienestar. Los refugiados aprendieron rápidamente a no esperar. La vida, que seguía y no preguntaba, los forzó a labrarse un porvenir, a trabajar, mandar a los hijos a la escuela, aprender el idioma y las costumbres, integrarse y esperar que la cicatrización permitiera la recuperación de la esperanza.

Identidad de borde. Los hijos hemos mamado de todo esto, hemos construido nuestra subjetividad y nuestros ejes de identidad en ese contexto de emociones contrapuestas, de diversidades y complejidades. Los chicanos, es decir de los hijos de inmigrantes mexicanos nacidos en los Estados Unidos, llaman a su identidad, identidad de borde, de frontera. Interesante categoría que tal vez  también nos designe a nosotros. Estamos parados en los distintos territorios de origen, algunos muy distantes, en las distintas versiones de nosotros mismos que hemos heredado de nuestros padres en la confluencia de la vida en el nuevo país. Nuestra misión ha sido cambiar la condición de outsiders de nuestros padres y volvernos insiders. Somos hábiles hablantes del idioma local y como sabemos un idioma no solo traduce las palabras sino que instituye una visión del mundo particular que estructura el pensamiento y el abordaje de la realidad.

El regreso. Algunos exiliados vuelven a su país, vuelven como visitantes o vuelven para reinstalarse allí. Y sucede algo curioso. El regresado llega anhela recuperar las imágenes originarias perdidas, las sensaciones y la familiaridad de otrora, pero ello  se confirma solo parcialmente. Las casas están donde estaban, el gusto de las comidas locales vuelve a deleitar el paladar, pero el que vuelve ya no es igual al que era cuando se fue. El sitio al que se vuelve y la gente que lo habita ya no es como cuando se lo dejó. El paso del tiempo ha cambiado tanto al ex exiliado como al lugar de origen, ambos siguieron viviendo, a ambos les pasaron cosas, fueron generando nuevos códigos y diferentes relatos. Quien vuelve sumará al regreso una sensación dolorosa e impensada de extranjería en su propio lugar. El exilio es un quiebre en la continuidad de la relación con el sitio de origen, una fractura que crea una realidad paralela.

El “regreso”. Algunos de los hijos hemos regresado a los sitios de origen. Y decimos que “regresamos” aun cuando algunos no hemos nacido allí. No es inocente la palabra: da cuenta de la sensación de pertenecer también allí, de que es algo que nos corresponde, a lo que tenemos derecho. Al regresar nos pasan muchas cosas. Algunas sorprendentes. El reconocimiento de la gestualidad en los gestos de los locales como una gestualidad propia, la familiaridad con el idioma, con los sonidos, con los giros y los detalles, las nimiedades que encontramos a cada paso. Encontramos también distorsiones, idealizaciones que se fragmentan, imágenes que nos cuentan otras historias. Lo que habían sido relatos se vuelven sitios concretos y se siente una confirmación sanadora insospechada. Hay enriquecimientos y escisiones que abren espacios de irrealidad con fantasmas que nos preguntan a cada paso quién soy, cual es mi verdad, donde pertenezco. Y traducimos. Traducimos en un proceso inverso al que habíamos hecho de chicos porque traducimos al idioma original lo que nos fuimos acostumbrando a decir en castellano. Y la pregunta se instala de pronto, nos acosa y no nos abandona: “¿cómo habría sido yo, quién habría sido yo, cómo sería mi vida si la Shoá no hubiera pasado y yo seguiría viviendo aquí?”.

Multiculturalidad. Y un nuevo elemento se suma a las múltiples identidades pre-existentes y la evidencia de nuestra multiculturalidad y multipertenencia se nos impone. Ello nos hace pensar diferente sobre la pérdida del lugar de origen, a destragedizarlo y a aceptarlo como un legado cuyo sentido depende de nosotros. El nazismo ha sido por cierto una tragedia y la Shoá fue su punto más abyecto. Pero lo que nos pase luego, en especial a la segunda generación de sobrevivientes, será procesado en nuestro interior y su sentido dependerá de ello. El exilio puede ser solo tragedia y desgarramiento, pero también le podemos sumar enriquecimiento y potenciación. No somos ciudadanos puros de ningún sitio, la pureza fue un delirio del nazismo sostenido en la superchería de la teoría racial. Somos ciudadanos de los bordes, parados en diferentes fronteras nacionales y culturales, abrevando en cada una  y eligiendo cómo los variados orígenes conversan entre sí, viendo si priorizamos a alguno sobre otro o si promovemos un diálogo interno entre todos a modo de canto coral. El exilio de nuestros padres nos fue impuesto. El diálogo entre nuestras multipertenencias lo podemos elegir nosotros para asumir nuestra multiculturalidad polifónica. Nuestras múltiples voces pueden abrirnos caminos insospechados  hacia la universalización de nuestra humanidad, puesto que un tal diálogo interno nos llevará a aceptar las diferentes versiones de lo real de este mundo y volvernos más humildes en nuestra apreciación y valoración del mismo. Nos da la oportunidad encarnada de comprender y aceptar que vivimos en el universo de las opiniones y no en el de las verdades y tal vez seamos premiados con la capacidad de dialogar con cualquiera, puesto que quien más quien menos, todos vivimos distintas identidades de borde en este mundo de impuros, ingenuinos, vulnerables, pretenciosos e imperfectos que somos los seres humanos.

Dice Tzvetan Todorov en “El hombre desplazado”: “El hombre desarraigado, arrancado de su marco, de su medio, de su país, sufre al principio pues es más agradable vivir entre los suyos. Sin embargo, puede sacar provecho de su experiencia. Aprende a dejar de confundir lo real con lo ideal, la cultura con la naturaleza. No por conducirse de modo diferente dejan estos individuos de ser humanos. A veces se encierra en el resentimiento, nacido del desprecio o de la hostilidad de sus huéspedes. Pero si logra superarlo, descubre la curiosidad y aprende la tolerancia. Su presencia entre los “autóctonos” ejerce a su vez un efecto desarraigante: al perturbar sus costumbre, al desconcertar por su comportamiento y sus juicios, puede ayudar a algunos de entre ellos a adentrarse en esta misma vía de desapego hacia lo convenido, una vía de interrogación y de asombro.”

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Presentado en "Vecinos Perdidos. Buenos Aires-Viena 2008" en el panel: "Freud, el psicoanálisis y la reflexión del pasado en Viena y en Buenos Aires. La reflexión individual de la huida y sus implicaciones desde el punto de vista psicoanalítico”.

SILENCIOS INDIVIDUALES - SILENCIOS COLECTIVOS

Como prólogo de nuestra última dictadura militar, en los años de la Triple A durante el gobierno de Isabelita hubo una campaña para reducir los ruidos molestos en la ciudad de Buenos Aires. El obelisco fue rodeado por un enorme cartel que decía “El silencio es salud”. Es hoy un símbolo del acallamiento de la oposición, del avasallamiento de los DDHH, de la indiferencia de los bien pensantes. Un cartel amenazante con implicancias oscuras: ¿Qué pasaría si alguien hablaba? ¿Cuáles serían las consecuencias? Mejor callar. Por las dudas.

Hablo de los silencios. Pero de otros silencios. De los silencios de las víctimas, no el silencio de la denuncia sino el silencio del sobreviviente. Y, curiosamente, también relacionado con la salud. Son ideas preliminares, aún en proceso de elaboración que pongo a vuestra consideración.

Es un hecho observable que después de genocidios o traumas colectivos (en nuestro país la guerra de Malvinas, Dictadura) los sobrevivientes, los directamente implicados se ven envueltos en un hondo silencio. Durante mucho tiempo no se entendía este silencio. Se lo juzgaba negativamente, algo que la gente debía aprender a superar porque supuestamente era malsano. Se traspolaba lo que se conocía de la esfera individual a la colectiva sin advertir que se trataba de fenómenos diferentes que afectan cosas diferentes. Es que se trata de silencios de distintas calidades, que según sea su origen pareciera que responden a leyes y conductas diferentes.

Diferenciemos el trauma individual del trauma colectivo. El lugar de la víctima es un lugar nuevo y que se ha instalado como espacio de reflexión. Genera toda una disciplina que podemos llamar la “victimología social”, interesada en ver qué pasa con los que sobrevivieron a ataques, traumas o situaciones de violencia, qué nos dice su conducta posterior, cómo ayudarlos a recuperarse.

El ataque o trauma individual (por ejemplo ser víctima de violación, secuestro, robo) en la medida en que es puesto rápidamente en palabras, permite su operabilidad y reduce su efecto tóxico. Cuanto más tiempo se mantenga en silencio, más hondo quedará anclado con un peso aplastante y menos permitirá su des-traumatización. Exige toda una técnica de abordaje en la que la palabra es central: nombrar permite conceptualizar, reconocer, distinguir, pensar y reacomodar.  El ataque individual sucede en la esfera de la interacción personal, el perpetrador tiene un objetivo personal, genera en la víctima sentimientos como culpa, vergüenza, humillación, impotencia e ira, sentimientos que deben ser comprendidos,  aceptados y resignificados. Mantener todo eso en silencio amenaza con comprometer la subjetividad toda, en hundir a la persona en la victimización sin permitirle emerger de allí y seguir su camino. Encararlos es crucial y cuanto más pronto se haga mejor el pronóstico y la recuperación.

Pasa algo diferente con el ataque o trauma colectivo. No se trata de una situación de a dos sino de un grupo que es tomado como blanco de un Estado. Cada víctima sabe que es parte de un grupo victimizado y que sus atacantes no son personas que actúan por odio u objetivos personales sino obedeciendo órdenes gubernamentales. El sentimiento de la víctima es de azoramiento, imposibilidad de comprensión, desarme de sus estructuras lógicas. Fue difícil advertir todo esto. Se tomó tradicionalmente el silencio de los sobrevivientes de hechos colectivos como una conducta patológica asimilándolo a la esfera de lo individual, atribuyéndole las características de negación, represión y ocultamiento. Después de la 2° Guerra Mundial, los fenómenos de masacres colectivas han sido tema de investigación de las ciencias sociales en los últimos decenios y los datos son coincidentes sea donde fuere que el hecho hubiera sucedido: la mayoría de los sobrevivientes comparten esta condición de silencio. No durante los primeros meses, o siquiera los primeros años. Durante décadas. En los sobrevivientes sudafricanos, los de la masacre de Ruanda, los de la guerra de Argelia, los de las limpiezas étnicas en los Balcanes, los de Malvinas y los de la dictadura argentina y la chilena, la uruguaya, la brasilera, los sobrevivientes del genocidio armenio, los sobrevivientes de la Shoá, todos han mantenido un silencio parecido.

La socióloga Dominique Frischer lo llama silencio estructurante[1] porque, dice ella, es el que ha permitido la continuación de la vida. Recién cuando el sobreviviente siente que el pasado ha quedado atrás, cuando los pasos dados a posteriori lo tranquilizan porque todo ha seguido bien es cuando, paradójicamente, puede ponerse en contacto con lo vivido, mirar hacia atrás y comenzar a hablar.

No todos permanecen en silencio. Es curioso que aquellos que han hablado enseguida – al revés que las víctimas de ataques individuales- se han instalado muchas veces en su lugar de victimización del que no ha podido salir. Pensemos en los suicidios de algunos sobrevivientes a poco de haber terminado la situación de ataque. Las víctimas de ataques individuales que no pueden hablar enseguida se hunden en la victimización. Las víctimas de ataques colectivos se hunden en la victimización si hablan enseguida. En sus casas, el tema recurrente y  agobiante cubrió a sus hijos con mensajes de resentimiento y las relaciones intrafamiliares se han visto usualmente teñidas de culpa, ira e irritación. Los que hablaron demasiado pronto lo hicieron desde la definición de víctimas, subrayándola, buscando un reconocimiento que aún la sociedad no estaba en condiciones de dar, no tenía los dispositivos receptivos y resignificadores necesarios. El hablar acerca de ello no solo no produjo alivio ni posibilidad de operar con el trauma ni resignificación alguna como pasa con el sobreviviente de un ataque individual, sino que los hundió más en la victimización. Muchas veces esa victimización se volvió un eje de identidad y los sumió en cierto grado de penuria pegajosa y constante que entorpeció sus vidas a cada paso.

Pero la gran mayoría permaneció en silencio. Siendo como soy hija de sobrevivientes de la Shoá, lo primero que me pregunté era por las razones del silencio. Hace más de diez años, en la primera edición de “El silencio de los aparecidos”[2] sorprendida, confusa y dolorida por el silencio en el que había crecido, me planteé seis razones para el mismo: la sociedad no quería escuchar, los padres no querían herir a los hijos, no existían las palabras, las  categorías del sufrimiento, el quiebre de la continuidad “el bache”, las distintas memorias. Consideraba, como todos, al silencio como una condición negativa y por ello me era esencial comprenderlo y de-construirlo. En mi último libro, en “Hijos de la Guerra”[3] me atreví a hacer la pregunta de si el silencio era una condición negativa, si siempre era conveniente hablar, si el abrir la caja de pandora no hacía peligrar alguna condición de vida, si no exponía algunos fantasmas que era preferible seguir manteniendo en la oscuridad. En una sociedad como la nuestra, tan psicoanalizada, tan colonizada por la idea de que hablar es siempre bueno, fue ésta una proposición ligeramente subversiva a la que me atreví tan solo un poco. Y ahora la propuesta de Frischer redobla la apuesta y plantea, no sólo que se trata de un silencio diferente, que no necesariamente debe ser franqueado sino que ese silencio es condición de vida, estructura la posibilidad de seguir viviendo.

Vivimos en una cultura que estimula el hablar. Nos circunda la idea, promovida probablemente por los templos psi y sus sacerdotes y feligreses, de que hablar es siempre sanador y que aquél que no lo hace está en riesgo de alguna severa patología mortal e incurable. Es por cierto saludable, repito, intentar poner orden y otorgarle operabilidad a nuestro mundo interno y a nuestras relaciones y penas. Pero de ahí a enunciar una ley general para todos los silencios de todas las personas en todas las situaciones hay un trecho que requiere de alguna reflexión. Una de esas situaciones es la de haber sido miembro de un grupo considerado como enemigo interno y victimizado en manos de un aparato estatal.

Las situaciones de violencia o trauma colectivo producen tal impacto social, socavan tan hondamente las bases sobre las que nos constituimos como individuos que es preciso un largo tiempo de recomposición para poder ponerse en contacto con lo sucedido. La reconstitución de ese piso no es un fenómeno individual sino una construcción colectiva que tiene su proceso específico y requiere tiempo. Mientras, cada sobreviviente sigue viviendo y para reconstruirse luego de la ordalía vivida, el silencio pareciera ser la condición sine qua no. Un silencio que no es olvido, un silencio activo y expectante, agazapado a la espera de que la sociedad pueda confrontarse con las consecuencias de revisar lo sucedido.

Un trauma individual no corroe las bases sociales, es un hecho entre una persona y otra. Puede ser un delincuente, un enfermo, un enemigo, su conducta no afecta la estructura social y cultural en la que uno vive, es algo que alguien le ha hecho a alguien, está en la esfera de lo operable de las relaciones interpersonales. El sufrimiento, el agravio y sus consecuencias dependen por un lado del grado del ataque y por otro de que se le puedan poner las palabras lo más pronto posible.

El trauma colectivo implica un tal compromiso de la sociedad toda que fragmenta las bases de lo que uno creía que estaba bien, cambia las expectativas, las leyes y reglas de la vida. Los parámetros de la educación se vuelven otros. Se subvierte lo que cualquier religión predica- hacer el Bien- y se inviste al Mal de una cualidad deseada y premiada. Los que eran amigos se vuelven enemigos, lo que estaba bien está mal, lo que estaba mal está bien. Si alguien ayudaba a un judío en Polonia durante la ocupación nazi, si alguien le daba refugio, le proporcionaba un salvoconducto, le daba tan solo una papa que le permitiera vivir un día más y era descubierto, se mataba a toda su familia y luego se mataba al ayudador. Hacer el bien, ser solidario estaba prohibido, estaba mal. Los cristianos –y la mayoría del pueblo polaco lo era- debieron guardarse sus principios de amor y transformarlos en una nueva conducta que no lo permitía. La denuncia, la delación, la tortura, el engaño promovidos, alentados y premiados por el Estado y la prisión sin causa, el asesinato programado y realizado por el aparato gubernamental le quita a uno el piso sobre el que está parado, la confianza básica sobre la que se sustenta la vida en sociedad. Hace falta tiempo para que desde lo colectivo se asuma este quiebre en su base.

La lesión individual es una herida a la subjetividad, a la propia capacidad de defensa y apela a un enorme esfuerzo para la recuperación. Pero la lesión de un trauma colectivo en manos de un gobierno es de otro orden porque corroe la legalidad sobre la que se sustenta la convivencia, ataca al espíritu de comunalidad, a la vida gregaria, al contexto vital imprescindible en el que construimos nuestra subjetividad. Si la policía que se supone que es la instancia estatal que me protege es la que pone en riesgo mi vida y la de mi familia, si debo ocultarme de quien me protege, ¿cuáles son los parámetros a los que puedo ajustarme? El mapa pre-existente deja de ser válido, ninguna cartografía es válida, se pierden los puntos de referencia. Ya no sé dónde estoy parado, a qué atenerme, en quien confiar, dónde ir, cómo comportarme. En los genocidios o situaciones similares se construye un “enemigo interno”, necesario para lograr la cohesión social que legitime el poder dictatorial e impida la crítica u oposición. Toda dictadura precisa del apoyo de la sociedad civil. El enemigo interno permitirá el encuadramiento de las masas detrás de los objetivos estatales. Es “uno más entre nosotros”, al que hay que extirpar, perseguir, acosar, detener y erradicar. Los que tienen la mala suerte de ser parte de ese enemigo común fabricado, ven caer sobre sí de pronto el mismo aparato estatal bajo el cual vivían confiadamente, el Estado los ha designado como enemigos. La gente se reparte entre los que son parte del enemigo interno y los que están afuera. El clima se vuelve tóxico porque nada es como era. La confianza queda herida de muerte. El que vive todo esto en carne propia es la víctima. El resto de la sociedad necesita mucho tiempo para reconocer que también ha sido vulnerada su confianza, sus bases y leyes de la convivencia.

Cuando todo termina, cuando se sale del “bache” oscuro y arbitrario, cuando se recupera la vida “normal”, hay que hacer un esfuerzo supremo para reinsertarse en la vida haciendo como si se volviera a confiar. Las ganas de vivir son incontenibles. Son como ese hilito de agua que siempre encuentra un cauce y en su camino arrasa con todo porque tiene que seguir. Hay que trabajar, construir proyectos, demostrar y demostrarse que lo vivido fue un accidente de la sociedad, pensarlo como ese rayo fatídico que cayó un día y quemó la casa,  un error, que las cosas volvieron a sus cauces, que volvió el imperio de la ley y que todo va a estar bien, que ya ha pasado el peligro. Volver la vista atrás amenaza con despertar los fantasmas, con perder pie y resbalar en excrecencias y restos sociales pringosos. Y hay una enorme sabiduría en ello porque se pone toda la energía en la reconstrucción. En la reconstrucción de la confianza perdida. Son los sobrevivientes los que apuestan a esta sociedad que hace un instante los había traicionado. Si no confían no pueden seguir viviendo. ¿Cómo confiar y hablar públicamente de la traición? Era preciso, era vital buscar los indicadores de que el mundo había recuperado su cordura, que a partir de ahora todo volvía a seguir reglas previsibles, que solo había que trabajar, hacer las cosas bien y uno estaría a salvo. Lo que pasó, pasó. Hablar de lo que pasó es enfrentar a toda la sociedad con su propia ignominia. Nadie quiere oír. El sobreviviente es invisibilizado porque es un testigo incómodo y su testimonio no se quiere oír. La sociedad todavía no puede. Y hay que seguir viviendo.

Lo sobrevivientes de la Shoá captaron claramente los indicadores y permanecieron en silencio. Al principio costó pero pronto fue casi un alivio. Callaron pero no olvidaron. Ni negaron. Ni reprimieron. Callar fue una decisión. Se trataba del silencio público porque entre ellos hablaban. Tenían sus momentos de recorrer viejas fotos cuando las había o de añorar las fotos que ya nunca podrían ver. Había situaciones particulares en las que las ausencias tenían un peso agobiante como las celebraciones, los aniversarios. Pero tomaron la decisión de mirar hacia adelante, como el hilito de agua. No querían mirar hacia atrás. Dejaron esa revisión para cuando pudieran. Para cuando la sociedad estuviera lista. Y pudieron cincuenta o sesenta años después. Y la prueba de todo esto es que recuerdan todo, que en el momento en el que vieron que sus vidas estaban hechas, que el pasado había quedado bien atrás, que la sociedad empezaba a estar en condiciones de revisarse y de mirarse en ese espejo deformante de su esmirriada humanidad, recién entonces tomaron el pasado traumático entre las manos y comenzaron a dialogar públicamente con él. Ya no hay peligro de que la victimización los hunda en la paranoia o en los mecanismos defensivos. Ya no hay peligro de sumirse en una situación personal sin salida. Ahora se puede. Con hijos, nietos, bisnietos, el futuro está asegurado. Con una sociedad que ha abierto las orejas y tímidamente se propone este ejercicio de revisión de algunos de sus supuestos, hay un nuevo contexto de recepción. Ahora se puede hablar.

Diana Wang

19 de septiembre 2008

 Presentado en la II Feria del Libro Social Y Político 2008 - Buenos Aires - Argentina


[1] FRISCHER Dominique “Les enfants du silence et de la réconstruction. La Shoah en partage. Trois génerations, trois pays: France, États Unis, Israel” Ed. Grasset, Paris 2008.

[2] WANG Diana “El silencio de los aparecidos” Editorial Generaciones de la Shoá, 2008 (re-edición)

[3] WANG Diana “Hijos de la Guerra. La segunda generación de sobrevivientes de la Shoá” Editorial Marea 2007

BIBLIOGRAFÍA RE-EDICIÓN

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-GUÉNO, Jean Pierre, PECNARD, Jérôme: “Paroles d´étoiles. L´album des enfants cachés (1939-1945). Editions des Arènes, Paris, septiembre 2002.

- HASS, Aaron: “The Aftermath. Living with the Holocaust”. Cambridge University Press. 1995

-HAUSNER, Joseph: “Inside the cold crematorium” 1995.

- HOFFMAN, Eva: “Lost in translation. A life in a new language”, Penguin Books,  New York, 1990.

- HOFFMAN, Eva: “After such knowledge. Memory, history and the legacy of the Holocaust”, Public Affairs, NY, 2004

- HOLLIDAY, Laurel: “Children in the Holocaust and World War II. Their secret diaries”. Pocket Books, 1995.

- GILBERT, Martin: “The boys. The story of 732 young concentration camp survivors”. Henry Holt and Company, 1997

- IACKER-DARVASI, Adina: “El viaje”. Editorial Milá, 2001.

- KERTESZ, Imre: “Sin destino”. Plaza & Janés, 1996.

- KLAINMAN, Jorge: “El séptimo milagro. La increíble historia de un sobreviviente”. Psicoteca Editorial 1998.

- KOT, Srolke: “Entre ruinas y cenizas”. Ediciones Baobab, 2000.

- KRESSMAN, Taylor: “Paradero desconocido”. RBA Libros, 2000

- LAUFBAN, Iehuda: “Y el mundo calló...”, Buenos Aires, 1997.

- LEBERT Norbert y Stephan: “Tú llevas mi nombre. La insoportable herencia de los hijos de los jerarcas nazis”. Planeta, 2005.

- LEVI, Primo: “El sistema periódico”, Alianza Ed., México, 1988.

- LEVI, Primo: “Si esto es un hombre”, Editorial Milá, Buenos Aires, 1988.

- LEVI, Primo: “Los hundidos y los salvados”. Muchnik Editores, 1989.

- MAGNUS, Ariel: “La abuela”. Planeta, 2007.

- MARKS, Jane: “The Hidden Children. The Secret Survivors of the Holocaust”, Ballantine Books, New York, 1995.

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- PAPIERNIK, Charles: “Una vida”, Acervo Cultural Editores, Buenos Aires, 1997.

- PAPIERNIK, Charles: “Ser humano en Auschwitz.”. Acervo Cultural, 2000.

-PRZEWORZNIK, Enrique: “Yo sobreviví mis 789 días con Joseph Mengele”. Editorial Galerna, 1980.

- ROSENTHAL, Nicolás: “Hagadá del siglo XX. Un legado”. Editorial Milá, Buenos Aires 2007.

- ROTENBERG, Salomón: “Abi vaiter”. Dunken, 2003.

- ROWENSZTEIN, Marek: “Mis memorias. Una época para la reflexión”. 2004

- SALAMON. Julie: “The Net of Dreams. A Family´s Search for a Rightful Place”, Random House, New York, 1996.

- SCHICHT, Jose: “Testigo del espanto”, Editorial Galerna, Buenos Aires, 1988

- SEMPRUN, Jorge: “La escritura o la vida”, Tusquets, Barcelona, 1995.

- SIMPSON GEROE, Susan: “The silence of Parents”. Fithian Press, 2006

- SNEH, Simja: “El pan y la sangre”, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1986.

- SONNENSCHEIN, Eva: “Transnistria (del otro lado del Rio Nistru). Testimonio de un pasado doloroso”. Dunken 2004.

- SORS, Rita: “El pasado que perdura”. Editorial Torino (sin fecha)

- SPIEGELMAN, Art: “Maus. Historia de un sobreviviente”, Emecé Editores, Buenos Aires, 1994.

- TURKOW, Mark (comp.): “Malka Owsiany Relata. Crónicas de nuestro tiempo”. Editorial Milá 2001.

- UNGER, Eugenia: “Holocausto, lo que el tiempo no borró”. Distal, Buenos Aires, 1995.

- UNGER Eugenia: “Después de Auschwitz. Renacer de las cenizas”.

- URSZTEIN, Etka: “Un dolor menor es contar la verdad. La historia de Etka después del horror de la Shoá”. 2006

- VINOCUR, Ana: “Sin título. Testimonio de una sobreviviente del holocausto judío”. 2002

- VOGELFANGER, Miriam: “Estos no son cuentos…” 2004.

- WIESEL, Elie: “La noche. El alba. El día”, Editorial Milá, Buenos Aires, 1988.

- WILLENBERG, Samuel: “Revolt in Treblinka”, Zydowski Instytut Historyczny, Warszawa, 1992.

 

PELÍCULAS RECOMENDADAS

 

El holocausto

2004 - La caída - Oliver Hirschbiegel - Alemania

2004 - Napola - Dennis Gansel – Alemania (doc)

2002 - Amen - Costa-Gavras - Francia/Alemania/Rumania/USA

2002 - Broken silence (doc) Survivors of the Shoah Visual History Foundation:

- Niños del abismo - Pavel Chukhraj - Rusia

- El infierno en la tierra - Vojtech Jasny - República Checa

- Yo recuerdo - Andrzj Wajda - Polonia

- Algunos que vivieron - Luis Puenzo - Argentina

- Ojos del Holocausto - János Szász - Hungría

2001 - Conspiración - Frank Pierson -  Inglaterra/USA

2001 - Competencia desleal - Ettore Scola - Italia

2001 - Tomando partido - István Szabó - Francia/Inglaterra/Alemania/Austria

1999 - La aritmética del diablo- Donna Deitch - USA

1998 - El tren de la vida - Radu Mihaileanu - Francia/Bélgica/ Holanda/Israel/Rumania

1997 - Un vivant qui passe - Claude Lanzmann – Francia (doc)

1986 - Pobre mariposa - Raúl de la Torre - Argentina

1985 - Shoah - Claude Lanzmann – Francia (doc)

1982 - La decisión de Sophie - Alan J. Pakula - USA

1981  - Los unos y los otros - Claude Lelouch - Francia

1981 - La ola - Alexander Grasshoff - USA

1980 - El último subte - François Truffaut - Francia

1978 - Holocausto - Marvin J. Chomsky - USA

1975 - Pascualino siete bellezas - Lina Wertmüller

1974 - Portero de noche - Liliana Cavani - Italia

1972 - Cabaret - Bob Fosse - USA

1970 - El jardín de los Finzi Contini - Vittorio De Sica - Italia

1961 - Juicio en Nürenberg - Stanley Kramer - USA

1955 - Noche y niebla - Alain Resnais – Francia (doc)

1940 - El gran dictador - Charles Chaplin – USA

 

Los sobrevivientes, padecimientos, resistencias, memorias

2006 - Black Book - Paul Verhoeven - Holanda/Bélgica/Inglaterra/Alemania

2005 - Una vida iluminada - Liev Schreiber - USA

2005 - La vida secreta de las palabras - Isabel Coixet - España

2004 - Me queda la palabra-  Bernardo Kononovich – Argentina (doc)

2003 - Rosenstrasse - Margarethe von Trotta - Alemania/Holanda

2002 - El pianista - Roman Polanski - Francia/Alemania/Inglaterra/Polonia

2002 - Prisionero del paraíso – M.Clarke y S.SenderUSA/Canadá/Alemania/Inglaterra (doc)

2002 - Gebürtig. - Robert Schindel y Lukas Stepanik - Austria/Polonia/Alemania

2001 - En algún lugar de Africa - Caroline Link - Alemania

2001 - Sobibor, 14 de octubre, 16 hs - Claude Lanzmann – Francia

1999 - Sunshine  - István Szabó - Alemania/Austria/Canadá/Hungría

1999 - Voyages (Memorias) - Emmanuel Finkiel - Francia

1999 - Hanele - Karel Kachyna  - República Checa

1998 - Los últimos días - James Moll – USA (doc)

1998 - Todo por amor - Jeroen Krabbé- USA/Holanda/ Bélgica/Inglaterra

1997 - The comedian harmonists - Josseph Vilsmaier – Alemania (doc)

1997 - La tregua - Francesco Rosi - Italia/Francia/ Alemania/Suiza

1997 - Un largo camino a casa - Mark Jonathan Harris – USA (doc)

1991 - Atención - Bernardo Kononovich – Argentina (doc)

1989 - Enemigos una historia de amor - Paul Mazursky - USA

1989 - Mucho más que un crimen - Costa-Gavras - USA

1980 - Orquesta de mujeres en Auschwitz - Daniel Mann - USA

 

Los sobrevivientes niños

2006 - 818 Tong Shan Road  - Marlene Lievendag – Argentina (doc)

2005 - Sin destino - Lajos Koltai - Hungría/Alemania/Inglaterra

2001 - Los fantasmas de Luba - Martine Dugowson - Francia

2001 - Aquellos niños - Bernardo Kononovich – Argentina (doc)

2000 - En brazos de extraños - Mark Jonathan Harris – USA/Inglaterra (doc)

1997 - La vida es bella - Roberto Benigni - Italia

1996 - My knees were jumping, remembering the Kindertransports - Melissa Hacker – USA (doc)

1990 - Europa Europa - Agnieszka Holland - Alemania/Francia/Polonia

1987 - Adiós  a los chicos - Louis Malle - Francia

Diario de Ana Frank (diferentes versiones)

 

Los Justos, los rescatadores

2005 - Sophie Scholl - Marc Rothemund - Alemania

2003 - Pasaporte a la vida.- Agnes Vertes - USA (doc)

2002 - Mr Batignole - Gérard Jugnot - Francia

1994 - Los justos - Marek Halter - Francia/Suiza (doc)

1993 - La lista de Schindler - Steven Spielberg - USA

1987 - El enemigo fraternal - Joseph Rochlitz – Italia (doc)

 

Antisemitismo

2004 - El oro nazi en Argentina - Rolo Pereyra – Argentina (doc)

2004 - Pacto de silencio - Carlos Echeverría – Argentina (doc)

1947 - La luz es para todos - Elia Kazan - USA

 

 

 

PROLOGO RE-EDICIÓN

 “No somos supervivientes, sino aparecidos...

Esto, por supuesto, sólo resulta decible de forma abstracta.

O de soslayo, como quien no quiere la cosa..

O entre risas, con otros aparecidos...”

Jorge Semprún[1]

 

Prólogo a la edición de 2008 de "El silencio de los aparecidos"

 

Az men leibt, derleibtmen -si uno vive, lo llega a ver- se dice en idish. Cuando comencé a escribir lo que después se llamó "El silencio de los aparecidos" no pensaba que iría a ser un libro alguna vez. Cuando Acervo Editorial lo publicó, en una modesta tirada, imaginaba que nadie se interesaría en el tema y que quedaría en algún estante esperando que el polvo y el olvido lo fueran cubriendo mansamente. Tuvimos que hacer rápidamente una segunda impresión, pero esta vez ya estaba segura que sería el final. Me volví a equivocar. Cuando a 8 años de su salida, quedaban tan solo diez ejemplares y evidencias de que el interés tal vez persistiría, tomé la decisión de publicarlo nuevamente. Pero mucha agua había pasado en esos años. Debía ser una edición aumentada y actualizada.

Cada vez más están presentes mis padres. En una lógica misteriosa, cuanto más me alejo de la fecha en que se fueron, más cerca los siento, más dialogo con ellos. Son ellos, ora papá, ora mamá, los que dirían la frase del comienzo, az men leibt, derleibtmen. Como tantos sobrevivientes, mis padres callaron que lo eran. No ante nosotros o ante sus compañeros de ruta, sino ante los extraños, los que sabían, los que no habían estado. El primer texto, el que da el título al libro, se refiere a eso, a ese silencio, a las formas que asumió, a la forma en que lo procesamos y a algunas causales que nos dan mucho que pensar. Pero muchas cosas cambiaron en los últimos diez años. Los sobrevivientes que estaban vivos, comenzaron a hablar. Como una catarata, con una sed incontenible de ser escuchados, elevaron sus voces, se presentaron en escuelas, en instituciones, escribieron sus testimonios, se reunieron, se agruparon. Az men leibt, derleibtmen. El mundo quería escuchar. Los periodistas les pedían una entrevista, salían artículos con sus fotos, con sus historias. Algunos programas de televisión los tuvieron como protagonistas. Mis padres no conocieron este nuevo estado de cosas. Se murieron antes de que el mundo se abriera a estos temas. Se fueron pensando lo que habían pensado tan dolorosamente luego de terminada la Shoá -que ellos no llegaron a llamar Shoá-, que a nadie le importaba, que, peor aún, les molestaba si se contaba. No es más una vergüenza haber sobrevivido a los nazis. Tampoco es un orgullo ni un título de nobleza.

Dividí el libro en cuatro partes. La primera dedicada a los sobrevivientes, la segunda a sus hijos, la tercera que llamé reflexiones y por último las lecciones que aún quedan por ser aprendidas. Incluí varios de los textos que fui escribiendo en estos años, también un artículo esclarecedor de la recordada y admirada Raquel Hodara. Queda también el relato del camino que hemos ido transitando en nuestros grupos, la constitución de Generaciones de la Shoá en Argentina, las reuniones de nuestro grupo de hijos de sobrevivientes, los hitos y la realizaciones y los proyectos. Mantuve como apéndice el desesperado texto sobre la Violación Excrementicia que ilustra como ninguno el horror que cubrió a la humanidad en los campos de la muerte. Hay una actualización de la bibliografía con la idea de ofrecer un listado lo m s completo posible de los materiales a los que puede recurrirse.

En mayo de 2006 perdimos a Rolando Drut. Pienso en él en esta re-edición, recuerdo su emoción al tener un ámbito donde compartir sus penas, sus reflexiones, sus recuerdos, su sensibilidad e inteligencia. Si hubiese seguido vivo, sus escritos que no paraban de crecer, se hubiesen vuelto un libro que yo leería con pasión.

 

 



[1] Jorge Semprún, “La escritura o la vida”, Tusquets, Barcelona, Mayo 1995. Pág.. 104

Foto conmovedora con contenido oculto

bandera israel

Recibí esta foto que fuera enviada para el concurso “La bandera de Israel” que propicia el periódico Yediot Ajaronot junto al Banco Hapoalim. La idea es que el público elija la foto que represente mejor los festejos del 60° aniversario del Estado de Israel.

De entre las enviadas, está circulando ésta que por cierto es conmovedora. Resume el destino de muerte con la vida que comienza, habla de la continuidad judía, de la persistencia no importa cuáles sean los embates recibidos. Pero al mismo tiempo –y es éste un contenido que se filtra peligrosamente- liga el nacimiento del estado de Israel a la Shoá, mito y mentira vastamente difundido. El Estado de Israel fue una lucha comenzada por Herzl a fines del siglo XIX y continuada por los que fueron a los pantanos de Palestina y lo transformaron en un jardín, los que lucharon a lo largo de los duros años del comienzo del siglo XX, los que soñaron luego de la declaración Balfour de 1917 que algún día esa tierra sería nuestra y apostaron a ello con su vida.

Esta foto, con lo conmovedora que me resulta, al reunir el brazo tatuado con la bandera, alude a este mito de que Israel es la consecuencia de la Shoá. Se minimiza así la lucha de los 60 años previos a la terminación de la Shoá y lo que es aún más penoso, le otorga a la Shoá algún sentido. Para nosotros, los judíos que estábamos destinados TODOS a la muerte, nada de la Shoá pudo haber tenido algún sentido ni propósito benefactor.

Algunos pensamientos sobre el islamismo radical - Yehuda Bauer

Yad Vashem, como saben, está dedicado a la memoria, educación e investigación del genocidio de los judíos que llamamos Holocausto o Shoá, una palabra que significa “catástrofe”. La negación del Holocausto tal como fue propuesta por el “congreso” que acaba de tener lugar en Teherán, nos ha acompañado desde el Holocausto mismo, cuando, como sabemos por testimonios de sobrevivientes, los guardias de los campos de concentración solían decir a los prisioneros que aún en el improbable caso que sobrevivieran nadie les creería. El contexto de la negación ha sido, durante los últimos sesenta años, el deseo de justificar al régimen Nacional Socialista como opuesto a los regímenes democráticos en los que los negadores han vivido y viven. Para justificar al Nazismo, uno debía negar el genocidio. Pero, desde el juicio en Londres del mayor negador occidental, el inglés David Irving y su condena por la corte británica como mentiroso, racista y antisemita, la negación del Holocausto en países occidentales se ha transformado en un fenómeno marginal. No es así en muchos países musulmanes donde se ha vuelto parte y centro de la propaganda anti occidental y, principalmente, de la propaganda anti judía. Pero la negación del Holocausto en países musulmanes está impregnada del islamismo radical y se debe comprender ese contexto si uno quiere enfrentarse a la negación y a la nueva amenaza genocida propuesta por el régimen iraní.

Hay grandes diferencias entre el Nacional Socialismo, el Comunismo Soviético y el Islamismo Radical, pero hay también algunos paralelos importantes. Los tres son o han sido movimientos religiosos o cuasi-religiosos. Incuestionablemente, la fe cuasi-religiosa en la ideología nazi era central para la existencia y políticas del régimen y fue la ideología nazi el factor central que produjo el Holocausto; el marxismo-leninismo fue un dogma cuasi-religioso que todos debían compartir en el imperio estalinista. Lo mismo se aplica al islamismo radical. El islamismo radical no es el Islam. El Islam es una religión que puede y debería ser legítimamente interpretada como un credo universal de amor a la paz. El islamismo radical, por el contrario, es un desarrollo relativamente nuevo que radicaliza las interpretaciones aceptadas del Islam. Todas estas tres ideologías aspiran o han aspirado a un gobierno mundial en una utopía apocalíptica: los Nazis soñaron con el Reich de los mil años que, con la ayuda de sus aliados establecería el dominio mundial basado en la jerarquía de las razas, con los pueblos nórdicos y la raza aria en la parte superior y el resto más abajo. No habría más judíos porque estarían todos aniquilados. La historia habría terminado como tal y se establecería una utopía de paz y prosperidad. El sueño comunista sobre la dictadura mundial del proletariado que establecería una sociedad sin clases que terminaría los conflictos y contradicciones para siempre, lo que también terminaría la historia. El islamismo radical desea la dominación mundial de Dios por medio de clérigos islámicos, lo que eliminaría los sistemas de creencia “paganos” como el hinduismo, el budismo, el sintoísmo, etc; el cristianismo, zoroastrismo y lo que pudiera quedar de judaísmo serían religiones practicadas por descreídos bajo estricto control y gobierno musulmán. Ello establecería definitivamente una sociedad justa y constituiría el fin de la historia dado que nada puede sustituir al gobierno de Dios (Alá). Las tres son, en consecuencia, utopías religiosas. Todas las utopías matan. Las utopías universales, apocalípticas, matan radicalmente.

Las tres ideologías se desarrollaron más o menos al mismo tiempo en la primera parte del siglo 20. Hitler entró al mundo de la política en 1919; la revolución bolchevique sucedió en 1917; y el primer movimiento islámico radical, la Hermandad Musulmana, fue fundada por un maestro egipcio, Hassan el-Bana, en 1928.

El nacional socialismo y el comunismo arrasaron la democracia parlamentaria y la expresión libre de opiniones políticas, y querían eliminar o someter a todos los estados nacionales bajo su gobierno directo o indirecto dejándolos como cáscaras vacías que serían llenadas con el contenido nacional socialista o comunista. El islamismo radical ve a los sistemas parlamentarios como una blasfemia porque allí las personas deciden sus leyes: pero Dios ha decretado cómo los hombres (las mujeres no cuentan como criaturas políticas) debieran ser gobernados, a través de su palabra en el Qur’an, según las tradiciones del Profeta (Hadith), y según las leyes medievales de la Shariah, el código legal islámico. El islamismo radical desea abolir todos los estados nacionales, especialmente los árabes, y sustituirlos por estados islámicos que estarán unidos en un gobierno mundial islámico. Y los tres tomaron a los judíos como su inmediato o principal enemigo: los Nazis los asesinaron; los soviéticos planearon en 1952 la deportación de todos los judíos soviéticos a Siberia, con la intención obvia de que allí murieran. El mensaje genocida del islamismo radical hacia los judíos es claro y fuerte: “Deben saber que el objetivo de matar a los americanos y judíos en todas partes del mundo es uno de los mayores deberes y de las mejores acciones preferidas por Alá….hermanos… continuemos el camino de la Jihad, nuestros objetivos son los judíos y los americanos” (Osama Bin Laden en un mensaje del 11 de febrero de 2003). Es una repetición clara del lenguaje del nacional socialismo; y es absolutamente crucial dares cuenta que cuando las ideologías radicales expresan lo que creen los fanáticos, estos actuarán sus creencias tan pronto como puedan. El Sheikh Abd Al-Rahman Al-Sudayyis, el imán de la mezquita más importante del mundo musulmán, la mezquita Al-Haram de la Meca, declare en 2002: “Leed historia y comprenderán que los judíos de ayer son los padres malignos de los judíos de hoy, sus descendientes maléficos, infieles, tergiversadores de la palabra de Dios, adoradores de becerros, asesinos de profetas, negadores de profecías…la escoria de la raza humana a la que Alá maldijo y transformó en monos y cerdos”. Los predicadores por todas partes, aún en Bagdad durante el régimen secular de Saddam Hussein, citaron una tradición muy popular que dice que antes del Día del Juicio, los musulmanes pelearán con los judíos y los matarán. Dice la tradición, el hadith, que en su búsqueda de refugio los judíos se esconderán detrás de piedras y árboles, pero las piedras y los árboles gritarán, “Oh, musulmán, oh siervo de Dios, un judío está escondido detrás de mí. Ven y mátalo.” No se trata de un llamado a atacar a Israel, o una declaración respecto de Palestina. Esto es incitación al genocidio, y podría hacer pilas y pilas de citas de este tenor dado que fue difundido largamente durante los últimos tres o cuatro año. Nuestro problema es que la ideología del islamismo radical se cuela en el discurso principal islámico y los regímenes de muchos países musulmanes temen contradecir esta tendencia. Pero debiéramos recordar el artículo III de la Convención para la Prevención y Castigo del crimen de genocidio de las Naciones Unidas de 1948, ratificado en 1951, que dice que “la incitación directa y pública a cometer genocidio” es punible como crimen genocida..

Las enseñanzas principales de la Hermandad Musulmana se desarrollaron a lo largo del tiempo y fueron difundidas por todo el mundo. El ideólogo más importante fue Sayyid Qutb, un oficial egipcio que escribió en 1950 un panfleto contra los judíos al estilo de el Stuermer, que es la base de la propaganda anti judía actual. Sucedió, de paso, diecisiete años antes que Israel ocupara la Franja de Gaza y Cisjordania. Por ello me resulta ilusorio pensar que un acuerdo en el conflicto israeli-palestino desarmará automáticamente al islamismo radical. Sin embargo, no hay dudas de que el conflicto sirve como disparador de la ideología radical y anti-civilizacional, y que una negociación Israeli-palestina ayudaría a luchar en contra del islamismo radical aunque, como Bin Laden y otros repiten, el tema principal permanecería: vencer a las civilización occidental y a la civilización oriental asiática.

El antisemitismo radical islámico es una parte central de la ideología; pero este antisemitismo no surgió del islam. Es cierto que los judíos –y los cristianos – han sido y son discriminados en las sociedades islámicas, y que deben someterse a ser ciudadanos de segunda o tercera categoría. Solo los musulmanes son miembros a pleno de tales sociedades. Sin embargo, judíos y cristianos fueron, al menos históricamente, grupos cuya existencia física, cultural, religiosa y social estaba protegida y que tuvieron la posibilidad de auto gobierno interno. Esto no significa que los judíos no hubieran sido perseguidos en ciertos momentos o que no haya habido matanzas; pero eran raros comparados con las persecuciones a las que fueron sometidos los judíos en la Europa cristiana. El antisemitismo moderno islámico no surgió en el mundo islámico, fue introducido en él por los poderes coloniales europeos como parte del paquete cultural con el que dominaron al mundo musulmán. Se transformó en un factor central para moldear la posición anti-occidente de los insatisfechos intelectuales musulmanes. Estos intelectuales y en el despertar de sus elites gobernantes, se enfrentaron con el hecho de que ochocientos años atrás el Islam fue la civilización más avanzada de occidente mientras que la Europa Cristiana era una frontera bárbara. En en los siglos XIX y XX, la Europa Cristiana y América han conseguido una revolucionaria superioridad tecnológica que les ha permitido, en efecto, conquistar el mundo. Las sociedades musulmanas, con algunas excepciones, se transformaron en zonas postergadas gobernadas directa o indirectamente por extranjeros. Los musulmanes progresistas lo vieron como un desafío que debía ser encarado aprendiendo de occidente y adaptando sus conceptos a las tradiciones islámicas. Pero los islámicos radicales frustrados por la realidad que vivían, lo interpretaron de otro modo: estamos postergados y sujetos a la humillación de gobiernos y culturas extranjeros porque no hemos obedecido la palabra de Dios. Las enseñanzas de las religiones islámicas eran interpretadas por ellos de la manera más radical posible. Si, como dijeron y dicen hoy, obedecemos el deseo de Dios como ha sido manifestado en las sagradas escrituras islámicas y según han sido interpretados por los radicales, Dios nos garantizará la victoria sobre occidente y nos hará posible dominar al mundo. Occidente, dicen, está gobernado por los judíos – una réplica exacta de la propaganda nazi y soviética. Puede verse en la última carta del presidente iraní enviada al presidente de los Estados Unidos, donde acusa a los judíos de controlar todo lo que es valioso en US. Los judíos, y no solo Israel, el colectivo judíos, son la punta de lanza del imperialismo occidental y debe ser destruido. Por primera vez desde la 2° guerra mundial, los judíos, están, nuevamente, amenazados por un genocidio. Debemos recordar: la ideología radical islámica no es mera propaganda diseñada para alcanzar objetivos políticos; creen en lo que dicen y tienen toda la intención de actuar según sus creencias si tienen la oportunidad de hacerlo.

El sentimiento de frustración que determinó la perspectiva radical se opone también a las sociedades del este asiático que están peleando por el Liderazgo con los euro-americanos. Japón, China, Corea del Sur, Singapur y ahora India, son o están siendo líderes en las economías y sociedades de nuestro mundo. Los EEUU no son ya el único super poder. Y Malasia, Túnez y mañana Indonesia, son sociedades musulmanas que están a punto de competir con la dominación occidental. Pero el hecho de que partes del mundo musulmán está poniéndose al día no cambia al islamismo radical porque, como sabemos, la ideología persiste aún cuando las bases de las que emerge cambien. El peligro de esta ideología asesina mundial estará con nosotros a pesar de estos cambios.

La negación del Holocausto es una parte integral de esta ideología. Son dos las argumentaciones que se exponen: una, que el Holocausto es un mito. La otra, que Israel fue creada por occidente debido a sentimientos de culpa respecto del Holocausto y que los palestinos y todo el mundo musulmán fue creado para sufrir a causa de los pecados de los europeos. El hecho de que las dos argumentaciones se contradicen una a la otra no importa. De la enorme cantidad de declaraciones de este tenor, permítanme citar solo un par: el Dr. Rif’at Sayyed Ahmad, del diario al Liwaa al-Islam de El Cairo, una publicación del Partido Nacional Democrático que gobierna, escribió el 24 de junio de 2004, sobre “la mentira sobre la incineración de judíos en los hornos nazis. Cuando estos medios”, escribió, “fueron examinados científicamente, se probó que no era verdad.” En Irán, el Ayatollah Ali Meshkini, cabeza de la Asamblea de Expertos en Qom, dijo el 17 de diciembre de 2005, que “los sionistas… inventaron un reclamo falso. Dijeron que Hitler, los alemanes, los austríacos, quemaron a seis millones en los hornos crematorios…Intentaron convencer con mucha convicción al mundo que este tema, esta mentira, era verdad..No estoy seguro se la palabra holocausto viene del hebreo o del francés, pero significa quemar seres humanos en los crematorios.” El presidente iraní dijo, como todos sabemos, que el Holocausto era un mito, pero aún cuando fuera verdad, y él no cree que lo sea, por qué deben pagar los palestinos y los musulmanes por lo que pasó en Europa. Podemos decir que no solo los islámicos radicales creen que Israel es el resultado del Holocausto; otros, incluso muchos judíos, también lo creen. Pero es una falsedad demostrable. Antes de la 2° guerra mundial había una enorme presión para que millones de judíos entren en Palestina. Fueron asesinados lo que determine que la oportunidad de crear un Estado Judío se hiciera remota. Los sobrevivientes judíos, un cientos de miles, indudablemente fueron un factor central en la lucha por la independencia de los judíos en Palestina. Si la guerra hubiera continuado uno o dos años, no puede dudarse de que pocos judíos hubieran sobrevivido y en consecuencia la oportunidad del establecimiento de Israel habría sido nula. El Holocausto casi elimina las esperanzas de un Estado Judío. Los británicos se oponían al Estado Judío. También el presidente Truman y el Departamento de Estado. Pero la presión de los norteamericanos judíos y no judíos por igual causó el cambio de las políticas norteamericanas. El Holocausto no tuvo nada que ver con las políticas norteamericanos entonces. El establecimiento de Israel se motivó por factores completamente diferentes. La negación del Holocausto, en sus dos formas, se basa en consecuencia en declaraciones contra-fácticas. Es una parte de la ideología radical en el mundo musulmán que se opone a los musulmanes liberales y que amenaza no solo a los judíos sino a la civilización como tal.

La diferencia principal entre las tres ideologías totalitarias es que el islamismo radical es un movimiento difuso. Bin Laden es importante aún cuando no esté vivo o activo, y su segundo, el pediatra egipcio Ayman el-Zawahiri, aún más. Pero no es un dictador y el movimiento está descentralizado. Desde su punto de vista esto es mucho mejor porque cualquier radical, sea cual fuere su contexto étnico, encontrará una bienvenida cálida en células islámicas en cualquier punto del globo, en base el fanatismo religioso compartido. Hay diferencias dentro del movimiento por cierto: dentro de las sociedades mayoritarias sunnitas, el régimen islámico que gobierna Sudan tiene una composición diferente de los grupos de El-Qaida grupos en Iraq, aunque la ideología básica es la misma. Hay según sabemos una seria división entre las formas islámicas sunnita y shiita y también dentro del islamismo radical. Sunnitas y shiitas sostienen una batalla amarga y asesina en Iraq. El Shi’a radical iraní no es tan anti-nacionalista como la versión sunnitas, y el islamismo radical allí se combina con el plan para construir un imperio nacionalista. Irán busca el control del golfo pérsico contra los sunnitas mediante la combinación de medios políticos, económicos y militares como parte del objetivo islámico de gobernar el mundo, controlando las fuentes de energía de las que depende el resto del mundo. Pero cuando se trata de lo básico, las divergencias se superan como podemos ver por la recepción entusiasta de los líderes del Hamas sunnita en Teheran. El contacto directo entre Iran y Hezbollah es bien conocido. La mente maestra de Hezbollah, Imad Mughniyeh, trabajo desde el interior del Ministerio Iraní de Inteligencia y Seguridad y las unidades de al-Qods (o: Jerusalén) dentro del Servicio de Seguridad Iraní, el Pasdaran. Mughniyeh fue la persona responsable de la bomba de 1992 en Buenos Aires. En Beirut, el Consejo o Shura de Hezbollah, está formado por siete miembros y cuenta con la presencia regular de dos iraníes de Beirut y Damasco. Hamas, que es sunnita por supuesto, tenía un representante permanente en Irán en la persona de Osama Hamdan, que es ahora el representante de Hamas en Beirut y coordinador de la rivalidad del Hamas sunnita y el Hezbolla shiita. La rivalidad sunni-shiita es real y a menudo asesina. Pero cuando se trata de atacar a occidente, y especialmente a los judíos, lo pueden superar.

Una lucha exitosa contra el islamismo radical, aparentemente, solo puede ser conseguida con una alianza con los musulmanes anti-radicales porque son los blancos inmediatos de los islámicos radicales; son vistos como herejes que deben ser eliminados. Se sugiere un acercamiento cuádruple: uno, la propaganda masiva no contra el Islam sino contra el islamismo radical junto a musulmanes moderados, que los hay por millones; segundo, medidas socio-económicas dirigidas hacia los musulmanes comunes que no sean administradas por los regímenes actuales corruptos y autoritarios en casi todos los países musulmanes; tercero, alianzas políticas con fuerzas musulmanas y no musulmanas en todo el mundo dirigidas explícitamente contra los movimientos islámicos radicales; cuatro, el uso de la fuerza siempre que sean identificados los objetivos pero solo como última alternativa a ser evitada siempre y donde fuera posible. Usualmente, aunque no siempre, el uso de la fuerza es contraproducente.

Muchos europeos y otros creen que si no cooperan con los que se oponen al islamismo radical evitarán ser atacados. Es el mismo error trágico que similares personas bien pensantes hicieron frente a los nazis y a los comunistas en su tiempo: hoy todos somos los objetivos; y si los radicales triunfan al vencer a alguno de nosotros, seguirán con otro. Estamos todos en el mismo barco. Deberíamos forjar un frente unido contra este peligro existencial, genocida y universal porque señalan como blanco primero a los judíos y a los norteamericanos, pero luego seguirán todos los demás.

Traducción: Diana Wang

Conferencia pronunciada por el profesor Yehuda Bauer en Jerusalén 2007, durante el encuentro de sobrevivientes realizado el pasado noviembre. Original en inglés.