Proyecto Aprendiz, en El Pais, de España

La superviviente Lea Zajac (izquierda) y su aprendiz Darío Berlinerblau (derecha), en Buenos Aires. En vídeo, homenaje realizado en el Senado. VÍDEO: ATLAS

La superviviente Lea Zajac (izquierda) y su aprendiz Darío Berlinerblau (derecha), en Buenos Aires. En vídeo, homenaje realizado en el Senado. VÍDEO: ATLAS

Los guardianes de la memoria del Holocausto Superviventes de los campos nazis 'entrenan' a jóvenes en Argentina para que los horrores no se olviden

CONSTANZA LAMBERTUCCI Madrid 30 ENE 2018 - 03:59 ART

Los nazis prefirieron llamar a Lea Zajac con el número 33.502 que le tatuaron cuando tenía 16 años. Casi un siglo después, Darío Berlinerblau la mira a los ojos, toca la piel penetrada por la tinta y escucha su voz. Ella, de 91 años, es la maestra y él, de 37, el aprendiz que se ha comprometido a hacer suyos los horrores del Holocausto y a transmitirlos cuando ella y otros supervivientes de los campos de concentración nazi ya no estén. "Cuando alguien te diga que la Shoah no existió, vos le podés decir que me conociste y tocaste el tatuaje que tengo en el brazo", le dijo Lea cuando se conocieron hace dos años en Argentina. Ambos participan de Proyecto Aprendiz, una iniciativa que reúne durante al menos cuatro meses a un superviviente y a un joven de entre 20 y 35 años que escucha y se convierte en guardián y difusor de un archivo imprescindible.

Desde 2009, más de un centenar de personas han participado del proyecto, que tiene dos etapas. La primera es la capacitación de los jóvenes y la segunda, los encuentros presenciales que deben sumar al menos ocho horas, aunque las parejas de maestros y aprendices suelen superar las 30 horas de entrevista, según explica Diana Wang, una de las directoras de la iniciativa y presidenta de Generaciones de la Shoá.

Cuando Darío fue por primera vez a la casa de Lea, en Buenos Aires, tenía miedo —de quedarse sin palabras, de incomodar— y también expectativa. Había preparado algunas preguntas, pero ella, que se define como una historiadora frustrada porque la guerra no le permitió ir a la universidad, se le adelantó. Esta polaca nacida en Micholowo, un pueblo cerca de la frontera con la ex Unión Soviética, le relató los acontecimiento que desembocaron en el ascenso del nazismo y su descenso personal "al infierno".

Tenía 12 años cuando inició la II Guerra Mundial, pero el 1 de septiembre de 1939 no pudo empezar el secundario porque Hitler bombardeó su pueblo. A ella y a su familia los reubicaron en el gueto de Pruzhany hasta su traslado en 1943 a Auschwitz, el mayor de los campos nazis, donde murió más de un millón de personas. Lea recuerda con rigor y poesía la última vez que vio las flores de su ventana, cubiertas de rocío; el hambre "incalificable"; los tres días y tres noches en el tren que la llevó a Auschwitz hacinada, el hedor, los niños muertos.

Sus memorias le sugerían a Darío más preguntas; Lea respondía y continuaba sin saltarse ni una fecha ni una sensación. Iban y venían en la historia hacia atrás, hacia adelante y en profundidad. Los "esbirros nazis", dos palabras que Lea no separa, empezaron a evacuar los campos cuando la guerra llegaba a su fin para esconder la evidencia del genocidio. Lea caminó más de 50 kilómetros con la nieve hasta la rodilla, en una de las llamada Marcha de la Muerte, donde una de cada cuatro personas murió. Al final, quedó libre, "entre comillas", aclara, porque entonces empezó otra "lucha por la vida". Se instaló en Argentina, donde vive la comunidad más grande de judíos de América Latina y la sexta del mundo, y aunque no quería casarse ni tener hijos formó una familia.

Lea anda con bastón y hace poco terminó de leer Guerra y Paz, de León Tolstói, en español (de joven lo había leído en ruso). Ha sido maestra de cinco aprendices y desde que el campo fue liberado el 27 de enero de 1945 —día por el que este sábado se ha conmemorado el Día Internacional por la Memoria de las Víctimas del Holocausto— siempre ha hablado, pero no todos los supervivientes pueden expresarlo. Algunos solo toleran hacer el proceso una vez, otros no se animan porque el dolor es muy fuerte.

Ella también revive el horror cada vez que cuenta sus memorias y sabe que esa noche no podrá dormir. Pero no deja de hacerlo porque es su obligación moral, asegura. No sabe cómo sobrevivió, pero sabe para qué. "No olviden", pronuncia una y otra vez e insiste para quienes no ven lo que ella cree evidente: "Por el bien de ustedes, lo mío ya pasó".

Su aprendiz, Darío, relata cada vez que puede el testimonio que ya ha hecho propio. Después de firmar un compromiso ético para transmitir las memorias del Holocausto, ha mantenido con Lea el vínculo de un nieto con su abuela: van al teatro, toman el té, intercambian novelas y no dejan de hablar. Darío subraya que es parte de una de las últimas generaciones que van a poder oír el testimonio directo de un superviviente. Quedarán los libros y las películas, pero no será posible conversar con los textos y los filmes, mirarlos a los ojos o tocarles el número en la piel arrugada.

fuente https://elpais.com/internacional/2018/01/26/actualidad/1516984829_119054.html

Sobre el proyecto de la cámara baja polaca para prohibir mención de complicidades

El proyecto presentado por la cámara baja del parlamento polaco se suma al malestar que ya han expresado distintas franjas oficiales polacas sobre la complicidad de los polacos en la perpetración del nazismo durante la Shoá.

El historiador Jan Gross se ha dedicado a revisar una parte del pasado polaco respecto de los judíos durante el Holocausto. En su libro "Vecinos" se interna en el asesinato de todos los judíos del poblado de Jedwabne en manos de sus vecinos cristianos, crimen que había sido atribuido oficialmente a los nazis pero que Gross devela que había sido obra de polacos. Causó un hondo malestar en Polonia. Pero su labor investigativa continuó y en su siguiente trabajo, La Cosecha Dorada, muestra de manera exhaustiva y desgarradora la forma en que muchos ciudadanos polacos se aprovecharon de la situación que vivían los judíos para expoliarlos, robarles, chantajearlos, exigir sobornos, denunciarlos, ocupar sus viviendas, apropiarse de sus posesiones y en no pocos casos matar a los antiguos propietarios en caso de que hubieran sobrevivido y volvieran con un reclamo.

Lo que relata en su escalofriante trabajo, fruto de innúmeras entrevistas y de una exhaustiva investigación histórica, es verdad. Pero es una verdad muy dura de oír para muchos polacos con la conciencia sucia. Siguen siendo muchos los que creen que sus padres o abuelos no pudieron haber hecho tales cosas, que se trata de una patraña. Tal vez, volviendo a la luz su histórica judeofobia, se digan que es  una “nueva patraña como las que nos acostumbran los judíos tan expertos en victimizarse”. 


Gross fue atacado y vilipendiado por los estamentos oficiales y en enero de 2016, el presidente Andrzej Duda, solicitó que se le revoque la Orden del Mérito de la República de Polonia por su trabajo como historiador. 

A fuer de justos y objetivos, es preciso dejar sentado también que lo que hicieron muchos polacos durante la Shoá debe mirarse y evaluarse junto con lo que hicieron los que arriesgaron sus vidas para ayudar o salvar a judíos. Yad Vashem, con sus estrictas condiciones, ha honrado a cerca de 7 mil, la mayor parte de los Justos de la Humanidad fueron polacos. Hay decenas de miles más que no se ajustan a las condiciones de Yad Vashem pero que colaboraron activamente en la salvación de los judíos polacos, entre ellos la familia que escondió a mis propios padres durante casi dos años. 

En cuanto a la proyectada ley polaca, debemos diferenciar las decisiones personales de la gente de las decisiones políticas y las directivas emanadas de poderes gubernamentales. El nacionalismo polaco tiene poderosos ingredientes anti judíos, sentimiento que forma parte de su cultura hace varios siglos. Los ejércitos que lucharon contra el nazismo, tanto la Armia Krajowa (nacionalistas) como la Armia Ludowa (populares) no se lucieron por su cálida aceptación de los judíos, más bien todo lo contrario. 

¿Se puede acusar al Estado Polaco por la conducta de una parte de sus ciudadanos? Es cierto que los campos de exterminio, todos instalados en suelo polaco, fueron obra de los nazis. También es cierto que muchos polacos (y también ucranianos, lituanos y otros) integraron los engranajes asesinos, pero no se trató de una política oficial del gobierno en el exilio sino que fue a título personal. A diferencia del gobierno de Francia, que no solo se alió al nazismo sino que muchas veces se anticipó a sus órdenes en el señalamiento y detención de los judíos, el gobierno polaco no puede ser acusado de lo mismo. Los campos de exterminio nazi fueron instalados en Polonia pero no fue una decisión de ningún gobierno polaco. Por ello acusar a Polonia como estado cómplice y perpetradores no se ajusta a los hechos.

Los polacos han convivido con la memoria de la Shoá viéndose como víctimas de los nazis, casi como equiparándose con lo sufrido por el pueblo judío. Verse como víctimas los exoneraba de toda responsabilidad o culpa y es el discurso oficial que aún se sigue oyendo en Polonia. Todo esto es lo que está detrás de este proyecto del Sejm, la cámara baja que espera ser refrendado por la alta. Me parece absurdo el proyecto porque huele a cola de paja, es como suponer que si no se dice algo no pasó. El absurdo de esta ley que lacera el derecho a la libre expresión, se choca además con el acceso a las redes sociales, con su infinita y poderosa capacidad de llegada y difusión. No hay ley que impida que la gente diga lo que tiene ganas de decir, sea verdad o no, se ajuste a los hechos o no. 

Y si el gobierno polaco está tan preocupado por su propia autoestima, sería muy importante que establecieran la obligatoriedad de que, junto con las visitas que hacen todas las escuelas polacas al maravilloso museo Polin que muestra los mil años de vida judía en Polonia, se instruya a todos acerca de qué pasó en la Shoá, quiénes colaboraron y quiénes no, señalando a los culpables y enalteciendo a los valientes. La verdad es una sola. La derecha y los nacionalismos están queriendo recuperar el lugar protagónico que solían tener, no solo en Polonia. Los populismos le han hecho un magro favor y el péndulo socio político está moviéndose hacia el otro lado, aunque tal vez se junten lo peor de cada uno y se construyan contextos populistas-nacionalistas, una nueva amenaza que se cierne sobre nuestra pobre Humanidad. Veo que la cámara baja polaca quiere jugar el moderno juego de la pos verdad y así construir un pasado más agradable de recordar. Pero, aunque no podemos achacarle al gobierno polaco la complicidad con el nazismo ni la construcción y el funcionamiento de los campos de exterminio, sí podemos hacerlo con muchos polacos que hoy quieren vestirse de seda. Y ya se sabe, si la mona se viste de seda, mona queda.

Sobre la autora: Diana Wang es titular de Generaciones de la Shoa. Es nacida en Polonia e hija de sobrevivientes del Holocausto. Es psicoterapeuta, escritora y conferencista.

Texto publicado por JAI.

Amantes ¿infidelidad o degustación?

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Me encanta cuando a la hora de los postres puedo probar diferentes gustos en lo que llaman "degustación". Un poco de chocolate, un poco de chantilly, un poco de frutas, dulce de leche, coco, cheese cake.. También me tientan los platos que veo que comen mis compañeros de mesa y si no me puedo aguantar les pido que me dejen probar un poquito. Es que tenemos la posibilidad de paladear diferentes cosas en nuestros receptores gustativos: dulces, saladas, agrias, amargo y umami (textura), sensaciones que son decodificadas en el cerebro donde se hacen concientes.

El cerebro es un órgano curioso, travieso, inquieto, que se aburre fácilmente, exige constantemente novedades y estímulos que lo mantengan activo y feliz. Pasa con la comida. Pasa con las actividades. Pasa con el turismo. Y también pasa con las relaciones.

Si mi alimentación está basada en el arroz y un día se me da por los vegetales, a nadie se le ocurriría pensar que estoy siendo infiel, que le estoy metiendo los cuernos al querido arroz, que tanto conozco, que tan bueno ha sido siempre conmigo y a quien agradezco su presencia y sustento. No le quito nada al arroz si como un día una berenjena. No le quito nada a Mar del Plata si un día se me da por Bariloche. No le quito nada a mi profesión si un día se me ocurre ponerme a hacer teatro.

No pasa lo mismo con las relaciones de pareja. Vivimos en una cultura que nos fuerza a tener una sola pareja para toda la vida y nunca nunca nada más. En caso de buscar y encontrar otra relación caerá sobre nosotros el estigma del pecado y el oprobio de la repulsa social: nos transformamos en infieles. El islam llama infieles a los que no creen en el verdadero Dios, Alá, o en su profeta Mahoma. El concepto de la monogamia rígida y cerrada que exige la total y absoluta exclusividad sexual es también un Dios severo e inapelable y quien no respete el sagrado precepto de la exclusividad sexual es un infiel, un delincuente emocional, un traidor, debe ser echado del Paraíso.

Suele llamarse infidelidad a cualquier relación amorosa extramatrimonial, los amantes son los infieles. Pero es preciso revisar un poco la idea porque la institución "amante" tiene muy mala prensa en nuestra sociedad occidental, aunque es frecuentada con entusiasmo por muchos.

En las grandes ciudades de Europa central y occidental, existía -así me lo contaban mis padres- "el amigo íntimo", una institución emparentada con la del amante pero no exactamente igual. Consistía en el flirteo, en encuentros en cafés o en paseos, con o sin derecho a roce. Casi siempre eran personas casadas que tenían la libertad de hacer travesuras sin compromisos afectivos ulteriores. Ninguna pretendía suplantar a su cónyuge ni compensar algo que les faltara en su vida en pareja. Se trataba del ansia de saborear otros gustos y de sentirse saboreado por otros paladares. Se trataba de verse en los ojos del otro de una manera renovada, de irse descubriendo al tiempo que se descubría al otro, de sumergirse en la sorpresa y el encantamiento de la seducción y la conquista. No había atentado alguno contra la pareja conyugal que muchas veces sabía de esas escapadas y que también tenía las suyas. Sin consecuencias ni reproches ni torturas emocionales ni explicaciones. El "amigo íntimo" mantenía nivelado el fiel de la balanza y proporcionaba a sus participantes el delicioso sabor de la aventura y de lo desconocido.

En nuestra sociedad, el concepto de amante incluye por lo menos tres cosas diferentes que no suelen distinguirse y que se confunden

Una, algo muy parecido al "amigo íntimo" europeo que de ninguna manera es una infidelidad ni una traición ni, mucho menos una metida de cuernos que merezca la reprobación social y el castigo. Claro que, a diferencia de lo que sucedía muchas veces en el viejo continente, la cosa no sucede de manera abierta, suelen ser encuentros secretos o disfrazados de otra cosa, de modo que no sea una amenaza para la pareja estable. Son muy pocas las parejas que lo comprenden, lo viven con naturalidad, lo conocen y aceptan y no exigen explicaciones o justificaciones.

Una segunda acepción es cuando la relación extramatrimonial viene a cubrir un vacío existencial, una búsqueda honda de reafirmación o de re estimulación personal. El tercero promete devolver eso tan anhelado y que falta. Después de un primer momento de infatuación e ilusión, la expectativa suele irse diluyendo hasta quedar en la nada porque ningún tercero nos dará eso que debemos generar por nosotros mismos. Sin relación con la pareja estable sino con una carencia personal, estas relaciones duran el tiempo en que persiste la ilusión. Nadie puede cubrir esta ansia personal, esos huecos afectivos o esa incapacidad de disfrute que solo las podemos cubrir nosotros mismos.

La tercera forma de "amante" sí puede ser llamada infidelidad o traición. Las situaciones en las que se tienen dos familias constituidas, o se mantiene una relación secreta con hijos extramatrimoniales, o se encara la relación de amantes con falsas promesas de matrimonio, de dejar al cónyuge o lo que fuera con tal de que el/la amante siga el juego. Hay una doble mentira: a la pareja y al amante. Hay hostilidad, tal vez encubierta y una defraudación total. Puede llamarse cabalmente infidelidad porque afecta directamente a la pareja estable, se incurre en una estafa emocional, se miente a unos y a otros y se generan fachadas ilusorias y engaños reiterados. Se lesiona a las dos parejas, a la conyugal y al amante lo que produce un gran sufrimiento, a la corta o a la larga, en todos los involucrados.

Una relación de amantes implica, siempre, que se busca algo que la pareja estable no da. A veces es un indicador de que mejor resultaría separarse porque el olmo nunca dará peras. Pero otras veces, más de lo que suponemos, se busca algo que en la pareja no está porque no puede estar, porque en una pareja hay rutinas saludables, pero son rutinas, casi todo es previsible, hay pocos espacios para la novedad y la sorpresa. Y si hace falta esa chispita de aventura cuando se encuentra puede repercutir positivamente en la pareja, proveer una nueva energía que les hace bien a los dos.

El buen amor no viene en porciones, se reproduce a sí mismo y siempre es capaz de más. Amar a un amante no es amar menos a la pareja, a veces es incluso amarla mejor. El buen amor, creo yo, es el sostenido en respetarse a uno mismo, conocerse y darse lo necesario y en hacerle bien al otro, cuidarlo, respetarlo en sus necesidades y no dañarlo.

Un paladar sensible añora saborear diferentes gustos. El buen amor crece cuanto más se lo ejercita, no es posesivo ni disfruta de juegos de poder. El buen amor se da a manos llenas y se paladea con lentitud, regocijo y magia.

Te deseo paz y bien.

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Te deseo paz y bien

autor: Dr. Ricardo Rabinovich.

Otro año ha pasado.

Una vuelta más alrededor del Sol.

Se adorna el pino (en general, falso).

Se encienden las velas de Janucá.

Se arma el Pesebre de Belén.

O sólo se reflexiona.

Tierra, que debió llamarse Agua, está cansada.

De todas sus criaturas la más inteligente,

la más sabia, le ha jugado sucio, 

ha mordido la mano nutricia, 

ciega de lucros y codicia, 

de poder y de soberbia.

Cada vuelta le duele.

Si el Sol fuera Inti, 

si fuera Helios o Shamash, 

en vez de solamente una estrella, 

lloraría lágrimas de fuego al verla pasar, 

despreciada y condenada al olvido cósmico.

Los humanos son nubes de asombro.

Millones de ellos observan, con veneración, 

la escena milenaria de un niño pobre que nace, 

entre paja y animales, en un pesebre miserable. 

Esa familia humilde del recio carpintero nazareno, 

que hoy pare en un establo al calor de las bestias 

(generosas donde los hombres no lo han sido), 

mañana se salvará por poco de un exterminio

(matar niños es una pasión de todo genocida)

y pasado será refugiada, exiliada en el Egipto.

Ese pequeño hebreo, 

vástago de trabajadores callosos, 

brote de un árbol despreciado y sometido, 

ese judío, ese circuncidado, ese israelita, 

crecerá entre hambre, persecuciones, 

abuso de poder, masacres y exilio. 

Verá, desde el lomo del jumento, 

quedar lejos la patria conquistada, 

seca y dura pero misteriosamente dulce, 

porque es una irregularidad de las razones, 

una paradoja que espanta a los filósofos, 

a los matemáticos y a los oficinistas, 

que a la tierra natal se la extrañe, 

aunque su memoria huela sangre.

Llegará, con su padre sin lezna ni martillo, 

con su madre, la más pobre de las reinas, 

a un paisaje próspero y vastamente ajeno.

Serán refugiados, fugitivos de la tiranía, 

sobrevivientes del exterminio y del odio.

Pedirán un retazo de sombra y de pan, 

José aceptará trabajos de esos que, 

tú sabes, un egipcio no los toma.

María lavará ropas por monedas.

Quizás consiga pisos para barrer

(y eso sería casi como el Edén).

Procurarán prostituirla. Es joven,

es bonita, es inmigrante ilegal, 

una judía sin poder ni patria.

Pero Miriam, la Luz del Mar,

podrá huir de ese destino.

Otras refugiadas no.

Ese niño emergerá del asco. 

No será producto del oro, de la mirra, 

del incienso de los reyes legendarios, 

sino de las lágrimas del destierro paterno, 

de la sangre en las manos arruinadas de Miriam, 

del eco, que ha quedado persistente, de las madres, 

en la Judea de Herodes, rogando por sus hijos, 

en vano, porque los hijos de los diferentes, 

de los pobres, de los sometidos, 

no suelen conmover tanto.

Será un rabino no forjado en las escuelas, 

en el impoluto manto de las letanías sabáticas, 

sino en el barro agrio de la servidumbre humana.

No le darán horror las putas, en especial las pobres, 

las tristes mujeres a las que la desgracia llevó a venderse, 

o a ser vendidas. La dulce Miriam pudo haber sido una de ellas, 

en las horas atroces del exilio miserable en medio del Nilo trigueño.

Otra Miriam, la de Magdalá, sí lo será, y devendrá su gran amiga.

Caminará, con ropas sencillas, entre el pueblo, 

pescará con los hombres galileos, compartirá la comida, 

les hablará de cosas que ellos entienden, porque esa fatiga, 

ese desprecio de los poderosos, ese si te mueres fuiste un número, 

él los ha sentido en la propia carne, ha intuido la humillación de Iosef, 

la resignación del abuelo Yejoiajim, que dicen que criaba jazmines, 

de la anciana Hannah, que creía que una mujer debía saber leer,

inclusive las pobres y campesinas de la agobiada Palestina, 

según insinúan las innumerables imágenes que la pintan, 

aún moza, enseñando las letras a su hija Miriam.  

La resignada madre del Pesebre de Beth-le-hem, 

que sólo vestirá con lujo mucho después de muerta, 

cargará una tarde el cuerpo vacío de Yeshúa, 

víctima de la horrenda soberbia religiosa, 

del poder sin límites, del prejuicio ciego.

El Rey de los Judíos, una lágrima.

Miriam y Iosef, en el exilio alejandrino, 

alumbrarían en estas tardes las velas de Janucá, 

una por una, una por día, devotos, rezando cánticos.

¿Te acuerdas, Miriam, de aquella noche, en esta época?

Hacía frío... Suerte que hallamos ese establo, gracias a Dios.

Ella bajaría la mirada, de dulzura infinita, ojos semitas morenos, 

la depositaría en Yeshúa, que crecía inquieto en el destierro pobre.

Sí, Iosef, hacía frío. 

Ojalá (inshallah)  

alguna tarde aprendamos de las Fiestas, 

y no sólo las celebremos. 

Te deseo Paz y Bien.

 

El Dr Ricardo Rabinovich que me honra con su amistad, me hizo llegar este poema (él dice que no es un poema sino "algunas palabras") en relación a estas fiestas. Me conmovió tanto y me llegó tan hondo que lo quiero compartir porque habla de las mismas cosas por las que nosotros estamos y hacemos Generaciones de la Shoá. 

Ricardo Rabinovich es Abogado (UBA); Doctor de la Universidad de Buenos Aires (Área: Filosofía del Derecho). Profesor del Doctorado de la Facultad de Derecho (UBA). Profesor Titular de Cátedra de la UBA (Historia del Derecho; Principios Generales del Derecho Latinoamericano), de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (Derecho Civil, Parte General), de la Universidad del Salvador (Historia del Derecho) y de la Universidad de Belgrano (Derechos Humanos). Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Derecho (UBA) y sigue y sigue, vean acá. el enormísimo curriculum... 

Cuando un joven quiere oír a un viejo

 

El Proyecto Aprendiz y su impacto en los sobrevivientes.

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Tengo 91 años, sobreviví a la Shoá, puedo contar cosas que nadie puede imaginar y si las cuento no serán más que la millonésima parte de lo que viví en una hora de uno de los cientos de días que viví en el infierno”. Esto nos dice Lea Zajac, con su energía y lucidez intactas, con su gesto firme y su mirada frontal. “Dí mi testimonio a la Fundación de Spielberg, escribí un libro, voy donde me llaman a dar mi testimonio, pero nada de esto se parece a la experiencia que tuve con los jóvenes que hicieron conmigo el Proyecto Aprendiz. Cada uno de ellos, Brian, Nicole, Rocío, Darío y Melanie, trajo a mi vida un soplo de aire fresco, cada uno abrió un poco más la ventana de la esperanza, ese ansia que siempre tuve de que lo que vivimos los sobrevivientes pueda tener algún sentido para alguien”.

El Proyecto Aprendiz comenzó en 2009 como el intento desesperado de mantener viva la historia oral de la Shoá, para que cada una de las historias de los sobrevivientes siga tendiendo una voz que la cuente por varias décadas más. Hasta diciembre de 2017 ya son 130 las parejas de Sobreviviente-Aprendiz, 130 los Aprendices que han conocido a un sobreviviente, que han interactuado con él, dialogado, preguntado, respondido, que han visto sus fotos, su casa, que han llorado recordando sus momentos tristes, que han reído con las anécdotas, que han compartido el orgullo de los logros posteriores, desarrollos personales, familias, trabajos. Estos 130 Aprendices se comprometieron a seguir contando, cada uno, lo que vivió junto con su sobreviviente.

¿Por qué hizo falta el Proyecto Aprendiz? Porque no se puede conversar con los libros y las películas ni se les puede preguntar. A alguien que uno tiene enfrente, sí. Los Aprendices serán los encargados de seguir contando cada una de las historias pero no la historia sola sino la forma en que cada una los atravesó personalmente. Será la historia de cómo el Aprendiz incorporó la historia del sobreviviente. Un testimonio de segundo nivel, un testimonio de cómo fue recibido y metabolizado el testimonio. Como decía Elie Wiesel, que es el leit motiv del Proyecto Aprendiz: “Quien escucha a un testigo se convierte en testigo”.

Los Aprendices son adultos jóvenes de entre 20 y 35 años que se entregan al proyecto de manera total. Viven como privilegio la posibilidad de conocer a un sobreviviente de la Shoá y de dialogar con él todo el tiempo que quiera. De a dos, sin interferencias, el ojo en el ojo, la piel en la piel, abiertos a la emoción y los recuerdos, respetando los silencios y la cautela, se establece una relación única e insólita, diferente a cualquier otra relación conocida.

No son amigos. No son parientes. No es una clase. No es una entrevista con fines periodísticos o literarios. La relación Sobreviviente-Aprendiz es una nueva categoría relacional tan nueva que todavía no tiene nombre. Cada encuentro, cada confidencia, cada momento compartido, va tejiendo lazos de parentesco inéditos que muchas veces continúa durante los años siguientes.

La intimidad y proximidad emocional de este joven con alguien cinco o seis décadas mayor, les enseña a ambos una nueva lección. Se conocen, se ven, conversan, se escuchan y en ese proceso cada uno redescubre dentro de sí aspectos que no sabía o que había olvidado que tenía. Los jóvenes comienzan a preguntarse por qué no tienen un contacto así de íntimo y personal con sus propios abuelos. Muchas veces vuelven sobre sus pasos y este nuevo abuelo que incorporan a sus vidas les enseña el camino de acercarse a los suyos, invita a verlos con una nueva mirada y establecer un diálogo que nunca había tenido lugar.

La relación Sobreviviente-Aprendiz es la puesta en acción del mayor mandato de la tradición judía, le contarás a tus hijos. ledor vador, generación tras generación.

Y el sobreviviente comienza el Proyecto Aprendiz sin entender bien de qué se trata porque no es fácil explicarlo, no tiene precedente, es algo nuevo. Puesto que mo es una clase, no es un testimonio, no es una entrevista, se preguntan “¿Qué es esto? ¿Alguien va a venir a hablar conmigo? ¿Y es abogado, o médico, o director de algo y viene a hablar conmigo? ¿Qué puedo decirle yo?Insistimos con la consigna de que se abra al diálogo, a la conversación, que no tiene que saber nada en particular, que el joven lo quiere conocer, quiere saber cómo es, cómo vivió y sobrevivió la Shoá y también cómo fue su infancia, cómo siguió su vida, cómo es su familia, sus intereses y actividades. “¿Y eso a quien le interesa?” se preguntan y, otra vez ls resulta difícil de entender que lo que interesa es solo y nada menos que conocerlos, incorporar su neshamá, su espíritu  su naturaleza, su estilo y perspectiva en la vida, todo lo que ningún testimonio o clase puede dar, eso que solo se logra en el contacto personal y en la conversación en un contexto de confianza y respeto.

Sin embargo, aunque les cuesta entender, hay algo que les resulta atractivo y emprenden la aventura de hacer el Proyecto y recibir al joven. Y poco a poco, a medida que los encuentros se suceden, la experiencia comienza a resultarles iluminadora al tiempo que van creciendo la expectativa y el disfrute. Es que los que tienen el hábito de dar testimonios lo hacen ante una audiencia de varias, decenas o centenares de personas, mientras que en el Proyecto Aprendiz es ante una sola. Hablar con una sola persona, una persona joven que eligió hacerlo, que se moviliza hasta él, que recibe e incorpora lo que ve y oye, con delectación, respecto y reverencia, es algo que nunca antes les había pasado. No les había pasado con sus familiares, con sus amigos ni con los auditorios que los habían escuchado antes.

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La experiencia del joven que los mira y casi no respira por miedo a quebrar la magia del encuentro como si fuera un encuentro amoroso pero con otra pasión, con la pasión del descubrimiento, del amor por lo humano, del milagro de la vida y del cariño que nos va ligando a medida que nos entregamos y nos conocemos. “Gracias” dice Ruth, “gracias por esta idea maravillosa, a mi madre le han crecido nuevas alas, espera a Federico con muchas ganas, prepara todo, las masitas que sabe que le gustan, el rincón en donde suelen hablar, se arregla, se pone linda, hace tanto que no la veía así…

Y cuando termina el Proyecto Aprendiz los sobrevivientes, hoy octogenarios o nonagenarios, quedan maravillados con la experiencia, encantados con ese joven que han conocido y que se ha vuelto parte de su familia de una manera tan inesperada. Y quieren más. “Si hace falta, lo hago otra vez, me gustaría mucho” dicen y, de este modo, como sucedió con Lea, algunos tienen dos, tres, cuatro y hasta cinco Aprendices.

En una sociedad y una cultura que ve a la vejez como una patología incómoda, cuando no vergonzosa, que pone entre paréntesis a los viejos sin valorar lo que su experiencia, mirada y sabiduría podrían aportar, enseñar y alentar, el Proyecto Aprendiz los ha re instalado en el lugar del que sabe, el del Maestro. Así como los Maestros y Artesanos medievales transmitían su arte a un Aprendiz. Como los Maestros y Artesanos medievales transmitían su arte a un Aprendiz, así los sobrevivientes transmiten y delegan la historia que vivieron. Y al hacerlo inspiran y estimulan a los jóvenes brindándoles un nuevo y valioso horizonte ético. Estos jóvenes son un ramillete de promesas y futuro y SU Sobreviviente es para cada uno, el protagonista inolvidable, una estrella de su vida, documento y testigo de la dignidad, la vitalidad y el amor.

Sexo y batería de celulares

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El sexo es, para muchas personas, como la batería de los celulares: se mantiene mejor si se lo descarga con frecuencia. Es difícil de comprender para quienes viven en otro planeta biológico y no precisan pacificar, aliviar o descargar con el sexo la tensión acumulada.

Nuestras necesidades sexuales son particulares, pueden cambiar a lo largo de la vida y pueden transitar por dos carriles diferenciados y paralelos.

Uno es el sexo amoroso, expresión y consecuencia del apego, entrega personal, reconocimiento y confianza, esenciales para la vida en pareja. El amor y la ternura son centrales aunque haya todavía quien crea que los hombres solo quieran sexo y no estén interesados en la ternura o que las mujeres solo quieran ser amadas y no les interese el sexo.

El otro carril es el sexo físico, una función corporal no reproductiva. Es independiente del área afectiva y tiene reglas propias, una de ellas es la necesidad de descarga. El apetito, el ansia sexual no es igual para todos pero es una conducta mamífera natural que, como la batería de los celulares, debe descargarse cada tanto para no sulfatar al sistema. Dejarla sin alivio alguno, la sobrecarga y deteriora.

Hay quienes tienen la suerte de que ambos carriles sean uno y su sexualidad tanto romántica como física, sea plena y placentera con la misma persona.

La necesidad sexual sigue siendo difícil de hablar de manera frontal, clara y neutral. Se complica cuando no coincide con lo socialmente aceptado o se teme herir al otro especialmente si ambos tienen necesidades diferentes y para alguno el sexo físico en el contexto de la pareja no le es suficiente. Aunque convivan y disfruten del sexo romántico y el físico con su pareja, ¿qué puede hacer quien precisa más el físico? Si no se puede sincerar, debe disimularlo, ocultarlo y recurrir a alguna o varias de las alternativas posibles.

Abstinencia. Es la más "sencilla" y aceptada en su santidad y pureza monástica pues no resultará en reproches ni problemas salvo los resultantes en el abstinente, frustración, resignación e imposibilidad de descarga.

Masturbación. Se tenga o no una actividad sexual regular, la masturbación es un comportamiento íntimo, personal y biológicamente natural. La descarga solitaria, estimulada o no con literatura ovideos pornográficos, es un recurso que no tiene por qué afectar o alterar nada en caso de vivir en pareja.

Pero ¿qué pasa si el otro lo descubre, si lo ve? Dependerá de lo que crea que está viendo. Si lo ve solo como algo físico, probablemente no sea más que un momento de incomodidad, como al descubrir cualquier otra conducta sobre el cuerpo que el otro prefiere mantener en su intimidad.

Pero si cree que el sexo amoroso y el físico deben ir siempre juntos, la reacción puede ser negativa, crítica o acusatoria. Quien es descubierto "incurriendo en el pecado de Onán" sentirá malestar, humillación o vergüenza. Es que para quien no sabe, no entiende o no cree que sea una conducta natural y privada, que no le está destinada y que, sobre todo no le quita nada, ver al otro satisfaciéndose por sí mismo tiene casi el valor de una infidelidad.

Sin embargo no es traición ni deslealtad ni ofensa. Tampoco es una perversión aunque haya muchos siglos de pensarlo así. A los hombres les auguraban castigos terribles si se masturbaban y las mujeres eran acusadas de fiebre uterina o ninfomanía, enfermedades brujeriles y perversas. El gran problema de la masturbación no es la biología sino la mirada acusadora o enjuiciadora del otro que la ensucia y pervierte.

Encuentros ocasionales. La necesidad física de descarga y alivio puede también satisfacerse con el sexo touch-and-go. Asociarlo con infidelidad o traición es tan común que más de una persona prefiere no tenerlo para evitar problemas con su pareja que ama.

El contrato de exclusividad sexual en la pareja monogámica, no diferencia al sexo amoroso del físico, es un mandato moral y cultural, una verdad que no se revisa ni resignifica. Si todo encuentro sexual implica el aspecto amoroso, el sentimiento de traición y vejación de quien lo descubre pone en peligro la continuidad de la pareja.

Es hora de comenzar a hablarlo. Cada uno consigo mismo primero. Cada uno con su pareja después, si se puede. Y decidir juntos qué, cuánto, cuándo y cómo del mismo modo en que se han ido decidiendo tantas cosas de la vida en común. Hasta, en caso de convenir que un encuentro ocasional no pone en peligro a la pareja, acordar si se lo mantiene de manera privada, íntimo y personal o si eligen que sea informado.

Muchos prefieren no saberlo porque aunque no lo hayan visto, el solo hecho de saber que hubo un encuentro sexual con otra persona les hiere hondamente. La imagen es insoportable, vuelve, insiste, aparece en cualquier momento, es torturante e insoportable.

Mientras no se pueda hablar ni convenir nada, los encuentros ocasionales serán secretos, culposos y, en caso de sospecha, nunca confirmados. O sea, hay que mentir, con el costo que ello conlleva.

Amante estable fuera de la relación de pareja. La existencia de una relación tal puede estar basada en el sexo físico e incluir el amoroso, no suele ser solo necesidad de descarga física. Pero hay tantas formas de establecer una relación y son tantos los ingredientes que comporta, que, dado el espacio limitado disponible acá (del que ya me extendí más de la cuenta), quedará para una columna futura.

Pero no olvidemos el inicio de esta disquisición. El sexo físico pide ser descargado, igual que las baterías de los celulares. Dejarlo al 100% le hace perder vida útil, lo enmohece y corroe. La descarga incrementa tanto la salud como la alegría y la felicidad.

Sobrevivientes. Libro y muestra de Pablo Cuarterolo.

Propuesta poética en forma de fotografías. Prólogo

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Fotos escuetas, parcas y concisas, fotos de personas y fotos de lugares, breves comentarios como haces de luz abriéndose camino en la oscura inmensidad de lo ignorado, ésta es la colección de este trabajo emprendido por Pablo Cuarterolo luego de ponerse en contacto con la Shoá lo que lo condujo al imperativo del registro, un registro cargado de interrogantes. Caminó por Auschwitz, allá, en Europa y volvió a Buenos Aires sabiendo que encontraría, también acá, restos, marcas, personas y también lugares pregnantes que ocultan el escarnio tras fachadas inocentes. Sus fotos, a modo de ensayo o de poema visual no bajan línea ni explican, invitan a sumergirse en el universo del MAL, a cuestionarse y a reflexionar. Pero no queda ahí, convoca a algo más difícil: a intentar comprender, a sacudirse el corrosivo polvillo de la indiferencia y, lo que es infinitamente más difícil, a perdonarse por tanta mirada hacia lo lejos.

pieles, pieles arrugadas, pieles mudas
miradas fijas, detenidas, ¿acusatorias?
sombras, silencios, números
piedras, lápidas, muros, muros testigos,
pieles de personas
pieles de casas
frentes impenetrables, dolientes
alambres, alambres de púas
rieles, vías paralelas y dormidas ¿inocentes?
fotos, fotos de fotos, fotos que gritan ¿por qué?
miradas, ojos que aúllan ¿por qué?
ecos de preguntas, gritos ahogados, susurros punzantes
huellas, de allá y entonces, parece tan lejos
huellas, de acá y de hace tan poco, está tan cerca
¿dónde estaba yo?
¿donde estabas vos?
¿dónde estaba el mundo?

Es una colección personal atravesada por la sensibilidad y la mirada de Pablo Cuarterolo, su cámara aguda, honesta, bellamente despojada, registró imágenes elocuentes. Nos interpela, se cuela entre las resquebrajaduras de nuestros propios muros -los de la indiferencia-, penetra en cada poro de nuestra piel, sacude nuestra comodidad cotidiana al ponernos enfrente y recordarnos que todo hecho genocida involucra a personas, que siempre el blanco de los ataques es lo humano, eso que cualquiera de nosotros comparte con todos los demás. El crimen, el de la Shoá y cualquier otro, fue contra la Humanidad toda. Es totalmente pertinente decir, parafraseando ese compendio de enseñanzas y reflexiones rabínicas que es el Talmud, que “quien destruye una vida destruye algo del mundo entero”.

Los muros persisten mucho después de que los crímenes perpetrados en su interior parecen haberse olvidado, las casas mudas se ven inocentes e inofensivas. ¿Qué culpa tiene una casa? ¿Qué preguntarle a un muro? ¿Acaso el frasco de vidrio es responsable por el veneno que contiene? Y sin embargo ahí están, gritando que fue ahí que pasó lo que pasó.

Y las personas de estas fotos son el ADN universal, personas como yo, como cualquiera, cuando se las hiere sangran, como yo, como cualquiera, personas que no eligieron ni decidieron que les pasara lo que les pasó. ¿Importa que sean judías? ¿Importa que sean intelectuales, vendedores, actores o filatelistas? En cada milímetro de piel, en cada circunvolución de cada arruga, en cada destello y punto de luz de cada ojo, estamos todos. Porque, como bien dice Jorge Drexler: todo es cuestión de lugar y momento, cualquiera de nosotros pudo haber sido -o podrá ser, agrego yo- el pianista del gueto de Varsovia. Diana Wang

MUESTRA FOTOGRÁFICA EN LA EMBAJADA ARGENTINA EN WASHINGTON. 13 de noviembre 2018: 

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Prologo traducido al inglés expuesto en la muestra.

Prologo traducido al inglés expuesto en la muestra.

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Cambiar al otro: siempre una misión imposible

Que hable más. Que hable menos. Que se levante más temprano. Que no lea hasta tan tarde. Que conteste cuando le hablo. Que no discuta todo. Que quiera salir más con amigos. Que no insista tanto para salir con amigos. Que no meta en todo a su madre. Que tome alguna decisión. Que no tome todas las decisiones. Que deje de controlar todo. Que odie el teatro. Que ame el teatro. Que coma en la cama. Que duerma con la ventana abierta. Que duerma con la ventana cerrada. Que controle los gastos. Que se enoje tan fácil. Y esta lista de reclamos y quejas, que es infinita, puede resumirse en: el otro tiene la culpa, el otro tiene que cambiar.

Es hora de decirlo claro: es una misión imposible, la gente no cambia.

Raro si viene de una terapeuta de parejas. ¿Para qué sirve entonces una terapia? Y si la gente no cambia ¿qué tenemos que hacer, resignarnos y seguir sufriendo?

Pues no, de ninguna manera. Podemos desear y esperar que algunas cosas cambien, pero solo las que dependen de nosotros. No podemos cambiar ni la personalidad ni la historia del otro, tampoco sus gustos y zonas de comodidad o incomodidad. No nos es fácil tampoco con las nuestras pero no nos parece un problema porque para nosotros, lo "normal" es ser como somos y nos ponemos como standard de la normalidad y lo que está bien. Y desde ahí arremetemos, exigimos, acorralamos al otro que debe ser tan "normal" como nosotros, querer, pensar, sentir y reaccionar igual.

Cuando era chica teníamos un perro. Tom era un ovejero alemán bueno como el pan, pero tenía un ligero defecto que irritaba a mi papá: una de sus orejas no se mantenía erguida, mientras que la otra estaba enhiesta y firme, como debe ser. Papá, amante de la simetría, exigente y perfeccionista, no lo podía soportar. Pensó y pensó cómo solucionarlo y decidió que un tutor como el que se le pone a una planta para que crezca hacia el lado que uno quiere, pondría en vereda a la oreja desobediente. Tomó un cartón y lo recortó con la forma de la oreja y se lo ató a la misma con varias vueltas de piolín. Al pobre Tom le tomaba pocos minutos quitarse con su pata ese aditamento incómodo y cuando papá se enojaba y lo retaba se iba contrito a su escondite de cuando se había portado mal. Ni bien salía, vuelta papá a atarle el cartón y vuelta Tom a quitárselo con la rapidez del rayo. La gesta de papá parece ridícula pero no lo era para él, creía que era una cuestión de capricho y que con el entrenamiento y refuerzo adecuado Tom lo modificaría. Nadie le había explicado que las orejas eran parte de una red neuromuscular que no dependía de la voluntad del perro. En la pelea, ganó la oreja de Tom y papá tuvo que darse por vencido, pero siguió convencido de que debía haber alguna manera y que él había fracasado en no haberla encontrado.

Cuando queremos que el otro cambie en aquello que no puede cambiar nos comportamos como mi papá, queremos doblegar a la biología, a lo inmodificable, con un cartón atado con piolines.

No hay cartones mágicos para levantar las orejas caídas que nos molestan del otro. Por más que se insista, se argumente, se reclame, se queje o enoje, todo conducirá a una honda sensación de frustración y fracaso, porque el otro, como la oreja desobediente, no hace lo que uno quiere que haga. Entonces, igual que mi papá, se puede creer que el fracaso se debe a que no se encontró el modo, porque "debe haber alguno y hay que insistir". Y cuando, como último y desesperado recurso, se busca una terapia de pareja, el pedido, casi un grito desgarrado es "venimos a cambiar al otro".

¡Qué desilusión cuando digo que la gente no cambia, que cada uno es como es, que le gustaba y le gusta lo que le gusta y no le gustaba y no le gusta lo que no le gusta.

Pero hay un cambio que es posible. Es lo que uno espera. Sabiendo y aceptando la individualidad de cada uno y las diferencias, podemos reajustar lo que esperamos, pedimos o exigimos, eso que nunca sucederá. Está en nuestras manos. Es nuestra decisión. Cuando dejamos de pedirle peras al olmo, dejamos de depender del otro y redirigimos nuestra atención sobre nosotros mismos. Desde ahí habrá que evaluar y decidir si queremos, si vale la pena y si podemos seguir conviviendo con alguien que tiene esas cosas que no nos vienen bien. Y si decidimos que queremos, porque lo que está bien supera lo que está mal, viene la hora de negociar cómo seguirá la cosa. Ya, dejar de esperar ese cambio imposible recalibra todo y nos da un nuevo instrumento interpersonal. Si dependemos del cambio en el otro, estamos sometidos a ello, sin control ni posibilidad de decisión porque el otro, como el perro de mi infancia, no solo no aceptará la imposición del cartón-tutor que lo "enderece", sino que muy probablemente no pueda.

Si movemos el switch fuera de nuestro rango habitual y vamos de "me lo hace a mí" hacia "no me lo hace a mí, simplemente es así" nos liberamos de esa tortuosa dependencia del otro que nos debilita y fragmenta para ser más dueños de nuestra vida y decidir qué hacemos, cómo lo hacemos y cuándo.