Un hombre serio busca sentidos en el mundo actual

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La vida no es más que una sombra en movimiento, un pobre actor que pasa contoneándose y arrebatado por el escenario y luego no se lo oye más. Es un cuento contado por un idiota lleno de sonido y furia, que no significa nada. William Shakespeare. La tragedia de Macbeth, Acto 5, Escena 5.

La pregunta por el sentido de la vida ha acosado a innumerables pensadores en la historia de la humanidad a los que ahora se han sumado los hermanos Coen. Su aporte en tono ligero de comedia, es decir, desgarrador pero sin estridencias, es que la pregunta misma por el sentido ha dejado de tener sentido.

Han construido su película a modo de parábola, igual a como lo hace la Torá por ejemplo con la historia de Job, ese hombre bueno que jamás permitió que su fe en Dios flaqueara a pesar de las terribles desgracias que se cernieron sobre él. Larry Gopkin, un Job del siglo XXI, cree que haciendo las cosas bien, respetando las leyes y las tradiciones, será premiado con una buena vida. Vemos en la película una sucesión de desgracias que lo sumen en la angustia de no entender por qué. Job era un hombre de fe y no pedía explicaciones. Larry es un científico y clama por lógicas; cree que las conductas tienen consecuencias, premios y castigos, en una sucesión ordenada de procedimientos previsibles. Las paradojas de su clase de física se replican en su propia vida y la única respuesta que se da en el film, en boca de un personaje marginal, le resulta absolutamente insoportable: “acepta el misterio”. También es otro personaje marginal quien le sugiere que, “cuando el misterio es grande un judío le pregunta al tsadik”, en ese caso al rabino Marshak.

Y Larry, un hombre serio que está convencido de que debe portarse bien y así lo hace, no consigue, por más que lo intenta, ver al rabino. Consulta en su lugar a otros dos rabinos que incrementan su angustia y ahondan sus preguntas y las faltas de respuestas. Recién al final, en una burla a todos sus esfuerzos, es su hijo quien recibe el premio de una entrevista con el famoso rabino, ese hijo tan poco serio que no respeta a la escuela ni a sus enseñanzas, que roba dinero, que lo  único que le interesa en la vida es el rock, que hasta hizo su Bar Mitzvá drogado con marihuana. Quién se porta bien sufre desgracias, quien se porta mal es premiado.

“Acepta con simplicidad todo lo que te pase” es la cita de Rashi con la que se abre el film. Le sigue una deliciosa historia ambientada en un shtetl, hablada en idish, en el mundo que terminó con la Shoá. Este prólogo, una típica historia de dybbuks, muertes y aparecidos, sirve como carátula de lo que seguirá, nos anticipa que lo que vamos a ver tiene que ver con la búsqueda de explicaciones y sentidos ante los misterios de la vida, la lucha entre la lógica y la fe.

Luego conocemos a los personajes y se van desplegando las situaciones en las que los pérfidos hermanos Coen sumen al pobre Larry, a quien ubican en una tranquila comunidad del medio oeste norteamericano en la primavera de 1967. Una esposa que decide abandonarlo por un amigo, viudo reciente, pomposo e insufrible, unos hijos demandantes y egoístas, un hermano delirante que construye un mapa indescifrable, todos a su cargo, todos sobre sus hombros. En su condición de profesor de física en una universidad  recibe a un alumno coreano reprobado que sin empacho le ofrece un soborno para que le cambie la nota a lo que se niega terminantemente porque “toda conducta tiene sus consecuencias” siguiendo la lógica interna que lo guía. Un colega le cuenta que su esperada tenure (posición vitalicia como docente) es amenazada debido a unos anónimos que lo injuriaban. Un vecino goy (con todas las características que los judíos invisten a los antisemitas) invade su propiedad y Larry no puede frenarlo e impedirle el avasallamiento. Hasta debe pagar el servicio fúnebre del “novio” de su esposa que muere en un accidente. Estas pequeñas desdichas, sumadas, potenciadas, lo conducen a consultar con abogados, a asumir el alto costo que implica y a irse hundiendo en la absoluta arbitrariedad de estas “plagas de Egipto” que han caído sobre él sin motivo aparente alguno. Su lógica está subvertida de manera radical.

El final es la confirmación de esta desgarrada subversión. Como premio por su Bar Mitzvá, el hijo de Larry, cuya conducta dista mucho de ser seria, es premiado con la entrevista con el rabino, la que su padre no pudo conseguir a pesar de la seriedad con la que intenta ser un hombre serio. Y en el colmo de la subversión, uno espera que el tsadik hable y derrame sabiduría, pero sus palabras son los dos primeros versos de un rock de moda que confirma, por el absurdo, el vacío de respuestas y la inutilidad de toda pregunta. En el inglés torpe de un inmigrante dice: Cuando descubrís que toda la verdad son mentiras y muere toda tu alegría interior….(When the truth is found to be lies, and all the joy within you dies), y dejando la frase abierta, sin terminar, nombra uno a uno –como quien cita una referencia bibliográfica- a los integrantes del grupo Jefferson Airplane, los intérpretes. Esta cita del sabio valorado por toda la comunidad, genera una alianza  con el azorado y poco serio jovencito para quien la música es lo único serio en la vida. La sabiduría del Tsadik  inventado por los Coen es precisamente ese salto conceptual, esa aceptación de un rabino de los nuevos códigos que mantendrán, tal vez, viva y vibrante la identidad judía y abrirá nuevas expectativas de sentidos y respuestas.

Hay en el film tres épocas que construyen la parábola del relato: 1ª, el shtetl  y su mundo estructurado con sentidos establecidos que no se cuestionan; 2ª, la década del sesenta con un mundo que viene de cambiar y está empezando a reaccionar frente a lo que pasó en la Shoá y el desgarrador debate y la crisis de sentido consecuente y finalmente 3ª, la actualidad, 2009, -año en que fue filmada la película- con la pregunta de ¿cuál es el sentido de preguntarse por el sentido? En esta trayectoria hemos ido caminando de un mundo de certezas hacia un mundo en el que la única certeza es que no hay certezas. Dice el film que es en vano buscar respuestas a los grandes interrogantes que plantea la vida y mucho más en vano todavía esperarlas de un Dios que ha enmudecido y quizás hasta se divierte con las miserias y los padecimientos de los hombres (como los Coen con los sufrimientos del pobre Larry y las respuestas bizarras de los tres rabinos).

Algunas cosas sucedidas en el mundo quedaron sin mencionar en este arco temporal y me resisto a creer que de manera ingenua. Por ejemplo la Shoá, donde todas las explicaciones lógicas y la fe se pusieron en cuestión, hecho sucedido entre el mundo del shtetl y la década del 60. El tsadik de la palabra esperada es un hombre mayor que habla mal inglés, un inmigrante adulto, o sea, un sobreviviente, pero que no habla sobre ello. Su silencio tal vez aluda a la imposibilidad de encarar esta tragedia desde la perspectiva del sentido (aunque ya lo hiciera Viktor Frankl, pero desde el punto de vista individual). Hay otros dos sucesos que no pueden ser mencionados porque pasarán poco tiempo después pero tampoco debe ser inocente que los Coen ubiquen el film en la primavera del 67,  momento previo a dos eventos que serán esenciales para los judíos. Por un lado la Guerra de los Seis Días –verano del 67- que cambió la identidad judía de raíz: de víctimas, de sujetos desarmados del odio antijudío nos hemos vuelto vencedores armados y empezamos a ser vistos por nosotros mismos y por el mundo de un modo enteramente novedoso. Este triunfo determinó la irrupción del  antisemitismo político anti-sionista alimentado por la URSS, aliada geopolítica de los árabes, y pocos meses después el furibundo antisemitismo en Polonia en 1968 con la expulsión de los judíos que aún vivían allí. La Shoá, la Guerra de los Seis Días y el antisionismo están directamente relacionados con el cambio de la identidad judía y con la irrupción de nuevos sentidos que nos interpelan y que debemos aprender a decodificar y responder.

¿Será que el triunfo en la Guerra de los Seis Días revela la decisión de los judíos de no buscar más respuestas a preguntas filosóficas sino soluciones concretas? Larry Gopkin, nuestro hombre serio sujeto al viejo paradigma, jamás habría aprobado la lucha armada, seguiría pidiendo respuestas y explicaciones, seguiría, inútilmente, intentando portarse bien esperando recibir el merecido y prometido premio. Este judío inocente y bueno se exhibe como una rara avis, una especie en extinción no ya en manos del nazismo sino en manos de un mundo que tiene en el rock a sus autoridades filosóficas, un mundo en el que todo se trastoca, nada responde a las expectativas tradicionales, un mundo en el que una persona seria y que se porta bien parece estar fuera de lugar.  Es lo que dice otra canción que se oye varias veces en el trascurso de la película, un tradicional tema en idish,  “Der milners trern” (las lágrimas del molinero), en el que un hombre se pregunta por la causa de las desgracias que sufre y se ve inerme frente a la arbitrariedad injustificada. En el acorde final de la película los hermanos Coen, con cariñosa ironía y por las dudas, nos tranquilizan diciendo: “ningún judío fue herido en la realización del film”. Y ya no es Larry Gopkin con su mirada límpida y transparente, con su dolor de hombre serio que sigue esperando que el Bien triunfe sobre el Mal y que reine la lógica y se recupere el sentido, sino los mismos Coen los que nos invitan a pensar sin miedo ni estereotipos, a atrevernos a cambiar de códigos, a buscar en sitios nuevos, cómo seguir siendo judíos y no desesperar en el intento.

Diana Wang

Bailar en Auschwitz, ¿burla o celebración?

bailando auschwitz

La Shoá esa enormidad que interpela a la Humanidad toda es para los judíos un absoluto, un baluarte sagrado que suele ser tratado con respeto y unción. Investido con el ropaje de lo sagrado sus reglas de conmemoración y actos de representación son ceremoniales, a menudo con grandes palabras,  prolijidad y pudor (y –sin temor a la incorrección política- con algo de hastío, un “otra vez lo mismo” que algunos piensan pero que no reconocerán ni dirán jamás). Hay poco lugar para nuevas ritualizaciones, nuevos códigos que atenten tal vez con quitarle el halo sagrado de seriedad, que amenacen con arrugar lo que siempre aparece bien planchado. Se corre el riesgo de herir, ofender y/o irritar. En general nos cuidamos muy bien de todo ello y más ante cosas como la Shoá (pongámonos de pie) y peor aún si mentamos a los sobrevivientes.

A la artista plástica australiana Jane Korman, parece no importarle nada de esto. En este video clip casero y desprolijo, con la fuerza del conocido  “I will survive” (que en castellano se tradujo “Resistiré”) muestra a su familia –su papá, sobreviviente de la Shoá, y sus hijos- siguiendo torpemente los pasos de una coreografía titubeante en los mismos escenarios de la Shoá. “Sobreviviré. Bailando en Auschwitz”,  se llama este trabajo de 4´ que subió sin empacho ni timidez a Youtube, desde donde se difundió explosivamente y tuvo su momento de gloria con múltiples comentarios disímiles, hasta notas en diarios de todo el mundo.

La propuesta es bizarra, tan diferente que uno no sabe cómo tomarla. Es por cierto muy extraño ver a este grupo de personas  de edades diversas en los escenarios del genocidio bailando al son de un tema popular en las fiestas.  Pero el haber sobrevivido la Shoá, además de un milagro, es también una fiesta. Tal vez sea ése uno de los ejes de esta “travesura” de Korman y una “respuesta personal y emocional ante recientes brotes antisemitas en Australia” según declarara en un reportaje. Su madre, que no participó del viaje familiar y por ello no aparece en el video, la apoyó diciendo “venimos de las cenizas, ahora bailamos”.

Contrariando lo que suele hacerse en los actos de memoria, este video se anima -con resultado artístico conversable por cierto- a otra cosa. Es un video casero, familiar, sin la intención de ser lo famoso que fue (si su intención hubiera sido ésa, habría habido más cuidado en su realización). No es un hecho artístico ni una proposición ética ni un intento de representación de la Shoá. Nada de eso. Sin embargo, su difusión insólita generó reacciones polares, apasionadas y controvertidas y lo ha puesto en el escenario de la discusión de la representabilidad, de la pertinencia de elegir caminos personales y de su legitimización. En la lista de distribución de Generaciones de la Shoá, todosgeneraciones@gruposyahoo.com.ar, con cientos de miembros, la polémica tuvo tres tipos de reacciones:

·      Muchos lo vieron como una ofensa a la memoria de las víctimas y una desacralización de los sitios de la Shoá señalando con vergüenza ajena los movimientos patéticos del sobreviviente intentando seguir los pasos de los más jóvenes, visto como una burla a su falta de habilidad y a las víctima que perecieron.

·      En el otro extremo, otros recibieron con alborozo lo que leyeron como un canto a la vida de las tres generaciones que mantienen, como todos, una vida imperfecta pero con un ímpetu que la hace imparable a pesar de lo vivido.

·      En el medio algunos reconocieron el valor de este video familiar siempre que quede guardado en la esfera de lo privado, pero lo desestimaron como mensaje público, tanto desde lo estético como desde lo filosófico.

Personalmente me pareció una curiosidad, algo diferente, un intento de desacralizar el tabú, de ir donde siempre se llora y bailar con toda la chutzpá en un acto de supremo triunfo. Leí una proposición que tal vez no planearon al momento de su realización: les venimos a decir aquí, en el sitio en donde sucedió, que el plan nazi falló, que no consiguieron exterminar al pueblo judío, que seguimos aquí, vivitos y coleando. Hecho y entregado en borrador y sin ninguna pretensión estética. Aunque, viniendo de una artista plástica, no estemos tan seguros de su ingenuidad, lo estético debe haber estado involucrado de alguna manera y tal vez, lo que vemos como “poco estético” sea precisamente la estética que pretendió darle. Esos movimientos descoordinados, torpes, entrecortados y poco ensayados, esa alegría maníaca en la música que no es tal en la acción, nos dice algo así como “tenemos que estar y mostrarnos contentos de volver vivos a este lugar, de que nuestra familia fructificó, aprenderemos despacio a movernos en este nuevo espacio, a juntar lo que quedó partido, desprolijamente, como podamos, como nos salga” que es más o menos lo que ha hecho toda familia de sobrevivientes. Algunos sobrevivientes (David Galante, Moisés Borowicz entre otros) dijeron que era para ellos una celebración de la vida, que no lo veían como algo inconveniente, identificados tal vez con el Sr Korman que pisaba los escenarios de la Shoá, allí donde antes había sido obligado a animalizarse, como un acto voluntario de hoy, una afirmación del triunfo de la vida.

Cada sobreviviente, cada familia de sobrevivientes, vive y convive con esa memoria como sabe y como puede, junta los fragmentos y arma con ellos la construcción que le es posible. ¿Cómo valorar un acto personal, íntimo, cómo calificarlo, desde qué lugar, y, lo que es más serio, con qué propósito? Es como cuando se critica a algún deudo que no se conduce según las reglas supuestamente estipuladas de un "duelo normal", como si hubiera formas únicas establecidas de cómo y cuándo duelar. El ojo del observador completa lo observado, lo valora, comprende y resignifica. No hay límites en el mundo de las lecturas y las opiniones: no hay verdades sino opiniones. El escenario de “la verdad” tiene sus riesgos: primero se la esgrime y después se vuelve un arma. La conversación es posible solo en contextos desarmados. Como soy una persona sociable, prefiero conversar.

¿Me voy a ir en gueto?

Así preguntó Maru, de 12 años, alumna de una escuela privada no confesional. En Historia le dieron para estudiar El Holocausto, para el lunes había que saber Guetos y Campos de Concentración. ¿Es como matemáticas o geografía? preguntó extrañada, ¿hay que cumplir los objetivos de Gueto y Campos de Concentración igual que Teorema de Thales o Isotermas e Isobaras? y terminó: si uno no la da bien, ¿se va en gueto?.

Y su pregunta, nada inocente, pone en cuestión todo el tema de la educación y la transmisión. Pone sobre el tapete también lo relativo a la representabilidad, a todos los dispositivos que se usan como herramienta pedagógica.  Obliga a discutirlo, interrogarse, repensar y revisar lo que se hace, para no caer en la estereotipia que lleva lenta pero fatalmente a la banalización.

Una ley que incluya el estudio del Holocausto en toda la red escolar es una excelente noticia. Pero está lejos de ser suficiente. Tampoco lo es los testimonios, los libros, las películas, los monumentos. Es descorazonador advertir la insuficiencia de todo lo que se hace en pos de la mentada frase “recordar para que no se repita”.

Los que estamos en las trincheras de la transmisión sobre la Shoá sabemos que no es recordando que se evita que pase algo. Recordar no alcanza. Es condición sine qua non, pero no alcanza. El “nunca más” es una expresión de deseos, nada más. Es preciso recordar, estudiar, investigar y encontrar los medios más eficaces para transmitir, conmover y promover reflexiones modificadoras. Enseñar sobre el Holocausto no es cultura general. Es, o debería ser, un tema tendiente a la formación personal. Debería atravesar diferentes materias y ser abordado desde diferentes ángulos, con un énfasis en la ética, la responsabilidad social, la propaganda, los prejuicios y sus efectos pragmáticos, la manipulación, el juicio crítico. Debería favorecer el aprender a pensar y a conducirse en la sociedad.

Y nos asaltan estas preguntas: ¿cuál es la mejor forma de transmitir, enseñar, educar? ¿qué utilidad prestan las conmemoraciones estereotipadas, los monumentos, los museos, los libros, las películas? ¿qué sentido tiene todo lo que hacemos? ¿sirve para algo? ¿cómo atraer la atención, tocar, llegar, conmover, hacer pensar?

Un recurso para concitar la atención es recurrir al “morbo”, al relato sangriento y sanguinario, a lo tortuoso, al horror. Seguramente conmoverá y será escuchado, pero es dudoso que conduzca a la reflexión y al aprendizaje real. El Mal fascina pero obtura.

Carl Whitaker, decía que lo que de verdad importa no se puede enseñar, se debe aprender. Todo aprendizaje modificador es un camino de encuentro entre alguien que quiere saber y alguien que puede enseñar, el primer paso lo debe dar el “alumno”. Todo aprendizaje debe responder a una pregunta del alumno, a algo que le importe, le interese, es una interacción en la que ambas partes son activas, uno en la pregunta, otro en la respuesta. Solo así se puede aprender, es decir, incorporarlo, hacerlo propio. Si no, mucho me temo que sea estéril. O, peor aún, contrario a lo que se espera.

Vamos a escuelas y damos cifras, hechos, nombres, explicamos, testimoniamos, ¿no seremos para los chicos como la profesora de matemáticas o de lengua, alguien impuesto por la escuela, parte del programa del día, a quien hay que oír por obligación no porque interese o porque responda a alguna pregunta que urja ser respondida? 9 a 10, Lengua, 10 a 11 Gimnasia, 11 a 12 Holocausto.

¿Cómo podemos abrir preguntas, generar inquietud, interés, necesidad en la audiencia? ¿cómo podemos sacudir la indiferencia y abrir el “apetito” de conocer?

Gueto y Campo de Concentración no pueden ser objetivos programáticos a cumplir en la rutina escolar. Lo que se ganó introduciéndolo en la escuela corre el riesgo de endurecerse, estereotiparse, volverse inútil. Tal vez no pase solo con este tema lo que señalo. Tal vez se deba a que, y no recuerdo a quien corresponde la cita, nuestra escuela está diseñada en el siglo XIX con docentes del siglo XX para alumnos del siglo XXI.

Project Apprentice


GENERATIONS OF THE SHOAH IN ARGENTINA

“Whoever listens to a witness, becomes a witness”. Elie Wiesel.

PROJECT APPRENTICE is a living chain of oral testimonies, brought to life by those who have had personal contact with Shoah survivors. They have been bestowed with the legacy of retelling the story.  This is a shared journey between a young adult – the APPRENTICE – and a survivor – the SURVIVOR. Along this path, the SURVIVORS transmits their experience and memories, who they had been and had become, and the Apprentice incorporates this story in its essence, and is committed to transmitting it orally for decades to come. 

  Fundamentals and objectives:

      PROJECT APPRENTICE was born out of an awareness of the power of oral testimony. The story told by the protagonist, the eyewitness, reaches deeper layers of the listener´s soul and remains unforgettable.  The passage of time risks leaving future generations without this vital source. So it is essential that we create a way in which the memory of the Shoah can be preserved through the power of oral testimony.

      With our teaching experience, we have learned that educating people about the Shoah ought to include emotional, particular and personal aspects in order to make the lessons lasting and effective.  These personal stories help us to understand and identify the impact of these historical events on us as human beings. Facts can be remembered when linked with emotions: oral testimonies make possible the preservation of these very real events in our memory. 

      The main goal of the Project is to preserve the power of the oral testimony so it can reach wider audiences for many years to come. Whenever a survivor stands in front of an audience, there is a change of energy, a strong power is given by his or her words and emotions: To see and listen to a witness renders this person’s history, and therefore the Shoah, a living reality. 

              PROJECT APPRENTICE has two additional objectives:  

      a) It aims to make it possible to educate future generations about the Shoah with the power provided by oral testimonies; each APPRENTICE will glean from the direct source what the written materials cannot provide;

      b) It aims to activate a way to combat anti-Semitism and denial of the Shoah by giving non-Jews access to the lived experience through direct contact with the protagonist –either as listeners or as future APPRENTICES. 

 Implementation:

      In PROJECT APPRENTICE a young adult – the APPRENTICE – gets in touch with a Shoah survivor –the SURVIVOR-, meets and interacts with him or her, becomes familiar with the survivor’s life and conditions, their particular way of speaking and thinking, learns about childhood and aging and takes from this relationship what distinguishes this individual from others, all that makes the survivor unique.  The APPRENTICE also gets to know the survivor’s surroundings, belongings, documents and photographs, in order to become this individual’s voice and tell the story while keeping it alive and vibrant. The APPRENTICE learns and adopts both the lyrics and the melody of the SURVIVOR’s life and persona. This immersion in their soul allows a profound comprehension and identification that will permit the future re-invoicing and personification of each particular story for several decades into the future.

      The APPRENTICE registers the entire experience in a diary, a sort of travel log. This will be the memory both of the survivor´s life and persona as well as of the experience and the process of reception and interaction. 

       The APPRENTICES are assisted throughout the process by experts in survivor testimonies who help when any question or uncomfortable issue arises. They receive a seminar about the essential topics related to the Shoah so that the contact with survivors can be put in the proper historical and political context. The SURVIVORS, are assisted by a coordinator who responds to any request that might arise during the experience.  The overall coordination is in the hands of Generations of the Shoah in Argentina.

      The Project is presented at different venues, encouraging APPRENTICES of diverse backgrounds to embrace the experience with an emphasis on encouraging the participation of non-Jews. The experience is open at multiple levels, in order for all to learn and transmit the lessons of the Shoah and all that is historically, socially, philosophically and humanly connected to it. 

A PROPÓSITO DE LOS SAQUEOS EN CHILE

saqueos en Chile¿Qué hacés? ¿por qué parás el coche?, le pregunté a mi hijo mayor. Era una calle desierta. A nuestro alrededor silencio. Las pocas casas determinaban que tuviéramos una visual de 360º . Se veía con claridad que no había ningún otro vehículo a la redonda. Está el cartel de STOP, dijo mi hijo, hay que parar completamente el coche, mirar a los costados y después seguir, es lo que dice la ley. El cruce estaba en una localidad de California, Estados Unidos, donde vive mi hijo desde hace unos veinte años. Para alguien venida de Buenos Aires, como yo, la escena era patéticamente ridícula. ¿No se ve a simple vista que no hay ningún coche? Además, tampoco hay alguien que pueda hacer una boleta. Casi pensé que mi hijo se había atontado de tanto vivir con los gringos. Pero la anécdota fue creciendo. Al ver las escenas de saqueos que están sucediendo en estos días en Chile en el contexto de los terremotos me empecé a cuestionar qué es vivir bajo el imperio de la ley, cómo es aceptarlo y confiar en que los demás también lo hagan. La gente no solo toma el agua y los alimentos que necesita, sino que llevan televisores, heladeras, hornos de micro ondas, acondicionadores de aire, ninguno de ellos objetos de primera necesidad. Recuerdo aquella detención de mi hijo en un cruce solitario, su férrea decisión de respetar la ley aún cuando nadie pudiera penarlo si no lo hacía. Lo que es de subrayar es que su conducta revela un apego a la ley esencial porque no requiere de la presencia de nadie, asume que eso es lo que está bien. Los que se sumergieron en los pillajes, ante las cámaras de televisión que multiplicaron sus imágenes por todo el mundo, parecían sentirse impunes por haber sido víctimas del terremoto, como si eso fuera suficiente para cambiar las reglas de juego sociales, para robar y vanagloriarse de ello. ¿Cómo se ha construido esta idea de que si uno es víctima de algo tiene derecho a infringir la ley? Sobre qué tenues y frágiles redes estamos ubicados en nuestras sociedades humanas. Los más mínimos acuerdos se deshacen ante la impunidad o la falta de una pena, sea el castigo físico –multa o prisión- o sea uno moral –vergüenza, humillación, exclusión-. La así llamada “ley de la selva” renace en cuanto se apaga la luz del ojo testigo-penador y pareciera que quedamos librados a nuestros instintos más primitivos, aquellos que nos dictan tomar para nosotros lo que nos venga en ganas. Decía Shakespeare que Ricardo III estaba convencido de que tenía derecho a matar a quien quisiera para seguir siendo Rey, que, habiendo nacido rengo y contrahecho, el mundo le debía a él.

Me acuerdo de “La naranja mecánica” la novela de Anthony Burgess que luego fue la excelente película de Stanley Kubrick. El protagonista recibe un tratamiento pavloviano para dejar de “portarse mal”. Lo fuerzan a mirar escenas de violencia luego de inyectarle una sustancia que produce dolor y náuseas. La asociación entre la idea de hacer daño y el efecto físico, le impedirá hacer el mal para evitar el hondo malestar estomacal. No es que deje de hacer daño por educación, por reflexión o convicción alguna. Deja de hacer el mal porque hacerlo le hace daño. La amarga obra de Burgess declara el triunfo de lo individual sobre lo colectivo, de los instintos sobre la educación, es decir, el fracaso de la civilización.

Volvemos a quedar desnudos. La Shoá, la complicidad de tanta gente en el asesinato de sus semejantes, los que ocuparon las casas que “habían quedado” vacías, los que aún hoy comen con unos cubiertos de plata cuya procedencia prefieren desconocer, todo esto vuelve a ponerse en el tapete. Y la limpieza étnica en los Balcanes y el asesinato de los Tutsis por los Hutus. Y tantas otras cosas que nos tienen las manos tintas en sangre. Si no es la educación, ¿qué es? ¿cómo se construyen modelos del Bien? ¿será que sólo respetamos la ley cuando tememos el castigo? ¿Cómo se construyen bases para un mundo en que la convivencia humana sea posible?

TIEMBLA FACEBOOK

Está circulando este video clip http://www.youtube.com/watch?v=xzTgIdNW6lg que se llama "La cara oculta de facebook". Está simpático este video para nada amarillista ni alarmista ni tremendista tan ajustado a la verdad, tan pertinente en su lectura e interpretación así como en sus alcances. Tiene un modo de decir las cosas que hace que a uno se le frunza el upite y empiece a mirar a los costados a ver quién lo está mirando a uno y con qué intenciones.

Me ha llevado a las siguientes determinaciones que pondré en acción inmediatamente y que pongo a vuestra consideración para que estén atentos:

Ya mismo me borro de facebook (ésta sería mi última comunicación). No abro nunca más el Internet Explorer ni el Mozilla ni el Safari. Quito de un plumazo Skype, yahoo, hotmail y aol. Good bye Twitter y las otras herramientas satánicas por venir. Quemo mi cámara fotográfica después de desgarrar todas las fotos que tengo, tanto las impresas como las subidas a algún servidor misterioso de la red. También cierro mis cuentas en los bancos. Anulo mis tarjetas de crédito. No lleno ningún formulario de ningún tipo bajo ninguna circunstancia. Pido en la escuela, la primaria y la secundaria, en la universidad, en cuanto lugar hubiera hecho algún curso, los comprobantes del mismo y miraré con atención que se borre mi nombre de todos los registros que pudieran tener archivados. Exijo que en el Registro Civil y en la Policía me entreguen mis legajos y les hago juicio para que no guarden ninguna información mía por la cuestión del habeas data. Recorro cada una de las embajadas donde pedí una visa alguna vez y cada uno de los aeropuertos por donde pasé mostrando en mi pasaporte mis datos personales y exijo que se borre toda evidencia (¿en los peajes de las autopistas quedarán fotos o algún dato mío?). Contrato a un detective privado para que recoja todas las historias clínicas mías que pueda haber en clínicas, hospitales y consultorios médicos y por las dudas dejo de consultar a los médicos no vaya a ser que vendan mis datos a algún laboratorio que se enriquecerá con la información. Borro mi nombre en el timbre de entrada de mi casa. No hago más tarjetas con mis datos y recupero todas las que entregué en toda mi vida. Anulo mis teléfonos -tanto de línea como celular- y exigo que se borren mis datos en las empresas telefónicas. Pido que se borren todos los mensajes que alguna vez dejé grabados en los contestadores de mis amigos y conocidos. Cuando esté con amigos, pediré que pongan sus celulares sobre la mesa y les quiten las baterías (con las baterías puestas, aún apagados, funcionan como micrófonos). Vendo mis propiedades y coches y quito todos mis datos en los respectivos registros de propiedad. Exijo a la cámara electoral que me quite de los padrones públicos y no voto nunca más. Exijo que nadie pueda tener acceso a mí sea informático o por internet o por cualquier vía. Creo que lo mejor es quemar la computadora y por las dudas el cableado también. Que se borren en todos los sites de toda la gente del mundo todos los artículos que escribí y cualquier referencia a mi que pudiera haber. Que no quede huella de los cursos que dicté, de mis conferencias y presentaciones. Que los diarios, nacionales y extranjeros, borren las veces que mi nombre fue publicado allí. Que desaparezcan mis libros y nunca más se publique nada mío. Dejo de pagar impuestos y renuncio con pesadumbre al beneficio de la jubilación y cualquier otro beneficio que pudiera otorgarme algún Estado, cualquiera que sea. No aceptaré descuentos, premios, concursos, ninguna ventaja que comporte la necesidad de dejar mis datos. No piso más un cine y rompo a hachazos los televisores y las videocastteras y los pasa DVD. Antes de hablar con cada persona la pongo bajo un escaneo profundo para asegurarme que no quiera sacarme información o manipularme de ninguna manera. Dejo de leer los diarios y de escuchar radio. No dejo mi firma en ningún lado ni mi letra manuscrita ni mis huellas digitales ni miro fijamente para que no fotografíen mi iris. Cuando me presento no doy mi nombre verdadero ni ningún dato que pudiera identificarme. Me disfrazaré de varón por las dudas. Me llamaré Ramón. Me cubriré con un velo que impida que alguien reconozca mi cara. También cubriré mi cuerpo con un manto opaco -estilo burka- que no revele nada de mi anatomía, nada que pudiera ponerme en peligro. Enmudeceré para asegurarme que nada en mi voz denote algo que pudiera ponerme en evidencia. Me pondré máscara antigas para no respirar los efluvios peligrosos que llenan nuestro aire. Mejor me quedaré en la cama, ni siquiera abriré los ojos ni haré ningún movimiento, no vaya a ser que cualquier conducta mía, la más mínima, muestre algo que no quiero que se sepa de mi y que la CIA -cuya principal ocupación es pensar en mí- me use para algún fin inconfesable. Lo más seguro es morirme. Este video me ha ilustrado respecto a qué significa vivir en un mundo globalizado en donde los límites de la privacidad se van haciendo cada vez más borrosos, para bien y para mal. Luchar en contra de todo ello es como luchar en contra de la imprenta que levantó tanto alboroto en su momento por el peligro que entrañaría que el conocimiento pudiera ser alcanzado por casi cualquiera. Y por ahí tenían razón. ¡Hay cada uno opinando por ahí! ¡Que muera Gutenberg!

epílogo autorreferencial (escrito unos minutos más tarde): ...seguí pensando porque había algo que me hacía ruido y ¡eureka! ¡lo encontré! ¡¡¡¡La sinarquía judeo-marxista-masónico-capitalista!!!! estaba ahí y no la veía. Los españolitos que hicieron el video tuvieron el tino y la corrección política de no hablar de los judíos, pero hete aquí que, casualmente, los apellidos mencionados son claramente judíos (desde el inventor de la máquina siniestra de facebook, ese pibito tan rico con su "estudiado" aspecto de inocente) o suenan sospechosamente judíos. Y eso funciona subliminalmente y de pronto a uno se le hace la luz: ¡uau! ¡claro! ¡eran los judíos! ¡los Protocolos de los Sabios de Sion eran verdad! ¡quieren dominar el mundo, sojuzgarnos a todos, manipularnos y explotarnos a su antojo!

Y no mencionan el poder chino (claro, siguen con la cantinela apolillada de lo antiyanki, no se enteraron que el dinero no tiene color ni nacionalidad ni ideología ni nada, el dinero solo buscar más dinero y no le hace asco a nada ni a nadie). Y, decía, se olvidaron de los chinos que se vienen con todo y prometen arrasar con unas cuantas cosas. (el peligro amarillo como decía Mafalda). ¡¡¡y ni te cuento cuando descubran el poder judío dentro del gobierno chino!!!! mi apellido es una prueba incontrastable de ello: ¡los judíos ya están en China!, ¡tiemblen los mercados y el mundo libre y democrático!

Facebook es, en consecuencia, la avanzada de la sinarquía judía que busca, como se viene diciendo hace tanto, la dominación del mundo y sus alrededores (ahora que lo veo escrito, se me ocurre que a más de uno podría ocurrírsele que es así. Antisemitas nunca faltan).

El Pogrom de Noviembre

“EL DILEMA DE IRSE O QUEDARSE”[1]

En La Lengua del Tercer Reich[2], Víctor Klemperer hizo una exhaustiva descripción del lenguaje con el que el nazismo denominaba sus acciones para ocultar sus verdaderos propósitos asesinos. A la deportación se la llamaba traslado, a los campos de concentración y exterminio, nuevos destinos o campos de trabajo, a los judíos arreados y empujados dentro de los vagones, se los llamaba cargo o piezas, al asesinato planificado y legislado en enero de 1942, solución final. Estos eufemismos conseguían evitar la repulsa emocional y social ante los crímenes que tenían lugar y así mantenían el apoyo de las masas. Basado en un antisemitismo naturalizado a lo largo de siglos, primero los germano parlantes y después extensas poblaciones del resto de Europa, no veían con malos ojos el antisemitismo exclusionista aunque probablemente se opondrían por razones humanitarias al antisemitismo exterminacionista[3]. Excluir y despojar no estaba mal, pero matar, eso sí que no. Los nazis se cuidaron bien de mantener el secreto de las operaciones genocidas. Tanto ante la población no judía como ante los mismos judíos que al no saber cuál era su destino final aceptaban las nuevas condiciones impuestas creyendo que así lograrían sobrevivir. Un ejemplo es la estación de tren de Treblinka, donde llegaban, todos diariamente 3.000 judíos que serían asesinados en el mismo día, al cabo de lo cual otros prisioneros se ocupaban de dejar el “escenario” limpio para el ingreso de la nueva carga del día siguiente. Día tras día se desnudaba a 3.000 personas y se las asfixiaba con monóxido de carbono en cámaras selladas. Día tras día los miembros de los Sonderkommando despegaban el amasijo informe de cuerpos sólidamente apretados e hinchados por efectos del gas, los trasladaban uno a uno a fosas comunes, los cubrían con cal viva, seleccionaban y catalogaban las pertenencias que habían dejado para después limpiar todas las huellas del crimen. Treblinka era un campo de exterminio, no se hacía otra cosa allí que matar. El tren diario llegaba por la mañana temprano a la estación. Un paredón de madera mostraba el cartel “Treblinka” y sobre él un reloj. El reloj de la perversidad. No era un reloj de verdad con minutero y aguja horaria móviles que cambiaban de lugar según el paso del tiempo. Era un reloj pintado, un círculo con los doce números y la hora probable de la llegada del tren por la mañana. El reloj de Treblinka, el reloj de la perversidad, es un buen ejemplo de la necesidad que tenían los nazis de engañar a sus víctimas. Si los desdichados que emergían enceguecidos de los vagones, cansados, asustados, hambrientos y sedientos, hubieran sospechados siquiera que morirían en pocos minutos, no se habrían puesto en fila, no habrían caminado hacia donde les indicaban, no habrían promovido la obediencia a sus hijos. Ese reloj pintado daba la ilusión de la normalidad, les hacía creer que todo estaría bien de ahora en más.  Porque ¿a quién se le hubiera ocurrido que iban a pintar un reloj como simulacro de normalidad? ¿A quién?

Los estados totalitarios deben conseguir el apoyo popular para sostenerse en el poder y hacer realidad sus designios. No es posible si se dice la verdad. La verdad del asesino no genera simpatía ni apoyo. Para ello es preciso presentar los hechos de un modo digerible y así evitar las resistencias morales. Por eso los nazis usaron la palabra Kristallnacht.

Kristallnacht es una formulación cuasi poética, esa “noche de los cristales” más que decir, oculta lo ocurrido esa fatídica noche de noviembre. Vemos inmediatamente las fotos habituales de los frentes de negocios judíos con sus vidrieras rotas y los fragmentos de vidrios esparcidos por la calle. ¿Quiénes tiraron las piedras que quebraron los vidrios? Si tomamos la versión oficial nazi se trató de jóvenes rebeldes y aventurados o quizás buenos alemanes enojados luego de conocida la muerte de von Rath. Son imágenes que no llegan a ser delictivas, algo más que travesuras, a manos de nacionalistas y leales ungidos en espíritus vengadores por la muerte del diplomático alemán en Paris. Claro que sabemos que las cosas no fueron así, pero lo sabemos solo los que lo sabemos. Los que no lo saben, no tienen más que los rótulos, los títulos y las fotos de vidrieras rotas, no saben que no saben, no saben sobre lo asesinatos y las deportaciones, sobre el terror desatado, los incendios, los robos, sobre la organización concienzuda que produjo el estallido de violencia de una manera simultánea en toda Alemania y en Austria, no saben que fueron incendiadas 267 sinagogas, que 177 de ellas fueron totalmente destruidas, que se dañaron casi 8 mil negocios de los que casi todos quedaron en escombros, que fueron arrestados y trasladados a campos de concentración 20 mil judíos, que fueron asesinados casi cien,  que fueron profanados los cementerios judíos, que fueron humillados, golpeados y torturados decenas de miles ante la vista indiferente del público y las fuerzas del orden que habían recibido órdenes de intervenir solo si las llamas ponían en peligro edificios vecinos cuyos propietarios no fueran judíos.

 

Estas órdenes y la simultaneidad de los vandalismos revela que la pretendida espontaneidad no fue tal. La acción del 9 de noviembre de 1938 fue precedida sin lugar a dudas por una ardua y estudiada organización, provisión de recursos, armado de equipos de asalto, entrenamiento previo, motivación, sistema de comunicaciones y traslados, aparato de propaganda, difusión masiva por el medio entronizado por el nazismo como su herramienta más poderosa de penetración e influencia, la radio. Años después, en la década del noventa, la radio fue el vehículo que multiplicó la consigna asesina en toda Ruanda y gran parte de su población Hutu asesinó de manera sangrienta y a machetazos a sus vecinos y amigos Tutsis. Estas cosas no se han de manera espontánea. Son explosiones de violencia generadas, alimentadas, sostenidas y planificadas por una entidad poseedora de la logística y el poder apropiados. Fue luego de una intensa campaña propagandística, igual que en la Alemania nazi. ¿Espontáneo? Lejos de ello. Pensado, armado, estructurado y ejecutado por el aparato estatal.

 

El 9 de noviembre tenía además una gran resonancia simbólica para el partido nazi. La coincidencia de la fecha misma es hartamente reveladora. Un 9 de noviembre de 1918, 30 años antes, había abdicado el Káiser Guillermo II, y con ello el fin de la monarquía en Alemania, para Hitler y sus simpatizantes “una traición al alma alemana”. Quince años después, un 9 de noviembre de 1923, tuvo lugar el Putsch de la Cervecería, el intento fracasado de toma del poder en Munich cuya consecuencia fue el arresto de Hitler; el futuro Führer aprendió entonces que el poder solo sería conseguido mediante el voto popular, y hacia ello dedicó sus esfuerzos una vez fuera de la cárcel con el texto “Mi lucha” terminado de escribir. La fecha elegida para la acción de 1938 no fue por cierto azarosa, hasta hay una progresión aritmética precisa, de quince en quince años[4].

 

En Alemania desde fines de los 1970 el nombre oficial es Reichspogromnacht, la Noche del Pogrom del Reich. Algunos lo abrevian Pogromnacht, Noche del Pogrom, o Novemberpogrom, Pogrom de Noviembre. Pero siempre la palabra Pogrom.

¿Por qué Pogrom es apropiado? Un Pogrom se define como una explosión de violencia en manos de una turba desatada que viola, roba y asesina a mansalva a una población judía indefensa sin mediar razón real. Un Pogrom surge como providencial distractor del disgusto popular redirigido hacia un ataque a los judíos. Se da rienda suelta a la hostilidad y se ofrece un blanco que satisface tanto al gobierno impopular como a la turba hostil. Es una acción injusta y brutal sobre los judíos definidos reiteradamente como “enemigo interno”, “culpable de lo malo” en un efecto aglutinador de las masas cohesionadas frente al enemigo común. La palabra Pogrom no es una palabra del habla común como “noche”,  “cristales” y “rotos”. Para los que no saben lo que pasó, la palabra Pogrom no evoca imágenes construidas previamente ni simulacros ni disimulos usados por el nazismo para ocultar sus crímenes. Es como la palabra Shoá, una palabra que debe ser explicada pues no es evidente por sí misma.

Además del Pogrom de noviembre y de los sucedidos en Rusia en los primeros años del siglo XX, también hubo Pogroms después de la Shoá.  El 4 de julio de 1946 se desató uno brutal en la ciudad polaca de Kielce. Henryk Błaszczyk, un niño de 8 años, había desaparecido y cundió el rumor de que los judíos, los regresados de los campos de concentración, lo tenían secuestrado. Otra vez el mito del “libelo de sangre”, la acusación medieval de que los judíos secuestraban niños cristianos para desangrarlos y usar su sangre en sus rituales satánicos y en la preparación de la matsá. La vieja acusación, con resonancias míticas familiares, llevó a que la policía comunista junto con una turba enfurecida asesinara 9 judíos a balazos, 2 con bayonetas y el resto a golpes o pedradas. Murieron ese día 42 hombres, mujeres y niños, todos sobrevivientes del horror nazi y otros 40 quedaron gravemente heridos. El Pogrom de Kielce determinó la emigración de Polonia de los pocos judíos que habían regresado con vida de la ordalía asesina de la Shoá. Henryk, el niño perdido, apareció unos días más tarde diciendo que se había escapado a la casa de un tío en los suburbios.

Tal vez sería bueno revisar el modo en que llamamos a esta conmemoración. En vez de Kristallnacht, por ejemplo, Novemberpogrom -Pogrom de Noviembre-. Tal vez por unos años habrá que hacer lo mismo que hoy se hace con la palabra Shoá a la que se agrega Holocausto. Sería entonces “Pogrom de Noviembre conocido como la Kristallnacht”.

Es frecuente que se discuta acerca de cuándo comenzó la Shoá. El punto de comienzo depende de dónde se ubique el puntapié inicial, hacia cuánto tiempo atrás uno se remonta en la concatenación de la historia. Antisemitismo en el mundo cristiano, acusaciones de deicidio y libelo de sangre, prohibiciones y anatemas de la Iglesia; la Inquisición, España y la “pureza de sangre”, primera formulación de lo que después sería la teoría racial; Protocolos de los Sabios de Sión, caso Dreyfus, teoría racial (nacimiento del antisemitismo con pretensiones científicas), Primera Guerra Mundial, pacto de Versalles y la alianza de las potencias occidentales para adjudicarle toda la culpa de la guerra a Alemania, revolución bolchevique, desarme alemán y pago de terribles indemnizaciones, debilidad de la República de Weimar, hiperinflación de Alemania en la década del veinte, débacle económica del treinta, ascenso de Hitler en el 33, leyes de Nürenberg en 1935, ingenuidad de las potencias europeas que creían en el apaciguamiento de la sed de poder de Hitler al aceptar la anexión de Austria en marzo del 38 y la entrega de los Sudetes a en octubre del 1938 y la ocupación de Checoslovaquia entera en marzo de 1939. Son todos hitos necesarios, imprescindibles para entender la tortuosa cartografía que llevó a la Shoá. Pero si tenemos que marcar un punto de comienzo, el punto de inflexión, es sin duda el Pogrom de Noviembre. Fue una prueba piloto que demostró que era posible cometer fechorías criminales de manera impune y que el aceitado aparato de propaganda facilitaría al pueblo alemán tragar el duro bocado sin culpas ni críticas. Decía la propaganda que los judíos eran los culpables, el enemigo interno que había que erradicar, la fuente de todos los males. Culpables del asesinato de von Rath a manos de Herszl Grynszpan en Paris, culpables de que Alemania entrara en la Primera Guerra, culpables de la “puñalada por  la espalda” de la social democracia, culpables del desempleo, culpables de la amenaza del comunismo, culpables de la codicia del capitalismo, del asesinato de Cristo, de la peste negra, del rapto, desangrado y asesinato de los niños cristianos para cumplir sus rituales demoníacos. Todo ello se desplegó en la campaña propagandística que supo explotar el antisemitismo “naturalizado” durante 16 siglos. Un antisemitismo tomado como algo que no requiere revisión ni discusión, un antisemitismo que todos entienden, que todos saben, que todos comparten. El aparato de Goebbels desde su Ministerio de Propaganda, diseñó las estrategias y  tácticas para que el sentimiento antijudío fuera avalado, difundido y legitimado. Fue el sustento de los ataques perpetrados ese 9 de noviembre de 1938 y que hoy recordamos. La estrategia fue difundir que la muerte de von Rath fue un ataque a todo el pueblo alemán, parte de las “conspiraciones” judías para socavar al Reich y justificaba la violencia pública “espontánea” contra los judíos, porque se trataba de un castigo colectivo.

El historiador Hermann Graml[5] enumera varias etapas de la deshumanización nazi del judaísmo europeo: la 1ª etapa fue “la inversión de la emancipación”, durante los primeros años del Reich (1933-1935) se redujeron los derechos civiles de los judíos, derechos conquistados durante una emancipación bienintencionada que proclamaba que eran ciudadanos con igualdad de protección social, económica y política. Graml denominó a la 2ª etapa (de 1935 a 1937) el “aislamiento” de los judíos alemanes cuando pasaron a ser no-ciudadanos, sin derechos e imposibilitados de hacer reclamos al estado. La 3ª etapa fue la “expropiación” (1937-1938), cuando los nazis les quitaron a los judíos alemanes los bienes líquidos y materiales, el despojo total. La Kristallnacht representó el punto culminante de esta etapa.

Los gobiernos y la prensa internacional condenaron los vandalismos realizados de manera pública. La condena, aunque tibia, enseñó una nueva lección a los nazis: debían mantener el secreto, las violencia contra los judíos debería tener lugar fuera de la vista del público. Los campos de exterminio se ubicaron por ello lejos de la gente y fuera de Alemania: 6 en Polonia y 1 en Yugoslavia[6].

Las reacciones adversas internas fueron pocas, pobres y en general ineficaces durante la Shoá. Hubo sin embargo algunos casos que nos hacen pensar que tal vez podría haber habido otro curso de los acontecimientos si la oposición hubiera sido abierta y decidida.  Por ejemplo, el cese del gaseamiento de los discapacitados como parte del programa de eutanasia llamado Operación T4 fue consecuencia de la oposición de la población civil luego del sermón público del obispo católico Clemens August Conde von Galen del 3 de agosto de 1941. Otro hecho digno de mención es el protagonizado por las esposas “arias” en la Rosentrasse en febrero y marzo de 1943, que permanecieron a la intemperie en el frío invierno a las puertas de la Gestapo en Berlín, pidiendo la liberación de sus maridos judíos, cosa que finalmente consiguieron. Sus esposos, 1.800 judíos tomados prisioneros, les fueron devueltos y hasta 25 que habían sido deportados a campos de concentración fueron traídos de regreso sanos y salvos.  Hubo otros hechos de oposición al nazismo, por ejemplo el grupo estudiantil “La Rosa Blanca” al que pertenecieron Sophie Scholl y su hermano, pero fueron pequeños, pobres y poco efectivos. Durante 1938, no hubo ninguno. Las potencias internacionales condenaron pero dejaron hacer, tomaron por cierta la imagen poética de la Kristallnacht y la versión oficial difundida por el nazismo. Tratando de apaciguar al Führer, dejaron solos a los judíos alemanes y austríacos. Éste fue el comienzo de la Shoá: la comprobación de que al nazismo todo les sería permitido, de que no habría oposiciones ni obstáculos siempre y cuando se contaran versiones digeribles que permitieran que las buenas conciencias del mundo siguieran confiadas y cómodas confiadas en las escenografías que mantenían bien oculto el verdadero propósito del nazismo[7]. La Shoá, definida como el asesinato del pueblo judío, ideado, planificado, organizado y ejecutado por el Estado Nazi, comenzó cuando los jerarca nazis supieron que no tendrían oposición ni interna ni externa, cuando luego del Pogrom de Noviembre los judíos quedaron a la buena de Dios.

La querida, recordada y extrañada Rachel Hodara nos enseñaba sobre las preguntas que no debían hacerse sobre la Shoá porque, decía, revelaban que quien las preguntaba no sabía nada de cómo había sido la Shoá. Una de esas preguntas era ¿por qué no se fueron de Europa?, ¿por qué no se fueron en el 33 cuando ascendió al poder un hombre que no había ocultado sus ideas y propósitos en su libro “Mi lucha”? ¿Por qué no se fueron después de septiembre de 1935 cuando fueron promulgadas las Leyes de Nürenberg y los médicos y abogados no pudieron ya ejercer sus profesiones, cuando no se podía tener empleados “arios”, cuando los niños judíos fueron echados de las escuelas, cuando las restricciones les impedían casi todas las cosas que habían sido su vida normal poco tiempo antes? ¿por qué no se fueron cuando estuvieron obligados a vender sus empresas por monedas en el proceso de arianización de los capitales judíos? ¿Por qué no se fueron, finalmente, después del Pogrom de Noviembre? ¿Por qué no se fueron los polacos judíos después de la invasión de Alemania en  1939? ¿Por qué no se fueron los checos y los rumanos, los holandeses y los griegos, los franceses y lituanos, los bielorrusos, los eslovacos, los húngaros? ¿Por qué no se fueron los judíos de Europa cuando aún estaban a tiempo?

Ante todo, no es verdad que no se fueron. Algunos se fueron y así salvaron sus vidas. Pero la mayoría no se fue y de este modo perecieron seis millones, un tercio de la población judía mundial de entonces.

Charles Papiernik, un querido sobreviviente de Auschwitz que escribió varios libros con el testimonio de su historia, un luchador incansable por la causa de la memoria y la justicia, me dijo un día, casi como al pasar: “Mirá vos lo que son las cosas: los pesimistas se fueron, los optimistas nos quedamos…” y dejó su mirada celeste presa de un interrogante perturbador que me sigue acosando.  El dilema de irse o quedarse.[8]

Para irse se requería tener dinero, conexiones en el mundo no judío y un destino donde ir. Veamos cada una de estas condiciones. Con dinero se podían conseguir los pasajes y también, y fundamentalmente, los documentos necesarios, los pasaportes, visados, las llaves que abrirían las cerradas puertas de la emigración en ese mundo convulsionado, el “ábrete Sésamo” que conduciría a la salvación. Con las conexiones se podía acceder a todo lo anterior porque las documentaciones y trámites estaban enmarañadamente obstaculizados para los judíos. Pero hacía falta un destino a donde ir, tal vez la condición más difícil. A partir de 1938 todas las puertas estuvieron cerradas para los judíos. En la conferencia de Évian-les-bains, a la que asistieron más de 32 países en julio de 1938, el único que ofreció albergue a los refugiados judíos que golpeaban las puertas de las embajadas, fue la República Dominicana. Ningún otro país. En consecuencia, sin dinero, sin conexiones y sin destino, no había posibilidad alguna de escape.

Pero hay aún otro factor digno de mención y que toca el corazón de la perturbadora reflexión de Papiernik acerca del optimismo y el pesimismo, un aspecto si se quiere subjetivo, más difícil de asir y evaluar. Había que estar convencido de que se estaba en verdadero e inminente peligro, de que no había salida, de que la amenaza de muerte se cernía de manera inexorable. Porque ¿quién deja su lugar, su idioma, su cultura, sus propiedades si es que las tiene, su oficio, profesión o actividad, sus vecinos, su historia, así como así si no cree que el peligro es concreto e ineludible? No se deja todo lo que uno tiene, todo lo que uno hizo, todo lo que uno es, por una simple sospecha. La mayor parte de los judíos europeos pensaban que las cosas no podían ser peor, que la cordura finalmente se recuperaría, que el mundo no permitiría la repetición de las atrocidades cometidas durante la Primera Guerra, que nadie quería otra guerra. Y una de las características de los seres humanos es nuestra plasticidad y capacidad de adaptación a condiciones difíciles y a recuperarnos después. Es como la experiencia de la rana colocada en un recipiente con agua y puesta al fuego. A medida que la temperatura del agua asciende el cuerpo de la rana se adapta a la nueva temperatura como forma de preservarse. Cuando entra en ebullición ya es tarde para salir y salvarse. Su gran capacidad de adaptación es lo que la lleva a la muerte. La promesa de la vida es una condición con la que todos contamos, así como la expectativa del Bien. El Mal –entendido como el mal gestionado por un Estado sobre un grupo humano tomado como enemigo interno al que hay que aniquilar- es siempre una sorpresa, no es algo con lo que contemos, es un accidente inesperado porque nuestra naturaleza está orientada a la vida.

No hay respuestas a la pregunta de cuál es el mejor camino, si el pesimismo o el optimismo, no las hubo durante la Shoá ni las hay en nuestra vida cotidiana. Es un planteo dilemático, algo que no tiene una solución apropiada. Hágase lo que se haga es imposible anticipar cuál es el camino adecuado. Hay que aprender a vivir con esa incertidumbre, tomarla como parte de la vida. Es otra de las lecciones que están a nuestra mano de la Shoá y que no siempre queremos tomar, aprender e incorporar. Parecemos preferir la búsqueda de respuesta unívocas, mantener la ilusión de que alguien, alguna vez, sabrá exactamente lo que hay que hacer. Nos resulta casi insoportable la idea de no tener recetas para encontrar el camino justo en el momento adecuado y así salvarnos y salvar a nuestros seres queridos.

Quiero terminar honrando a Marek Edelman, fallecido el 2 de octubre pasado. A la edad de 23 años fue uno de los fundadores del ŻOB[9] y uno de los dirigentes del levantamiento judío del gueto de Varsovia. Perteneciente al Bund, sobrevivió a este levantamiento, participó al año siguiente del levantamiento polaco de Varsovia y decidió a diferencia de la gran mayoría de los sobrevivientes, quedarse en Polonia. Estudió medicina, fue cardiólogo y participó en el movimiento Solidaridad. No le gustaba vanagloriarse de lo hecho durante la Shoá, descreía de heroísmos y ese tipo de construcciones posteriores con objetivos ideológicos y políticos. Cuando todos los judíos sobrevivientes abandonaban Polonia, él fue uno de los pocos que se quedó allí. Le preguntaron por qué, y respondió “alguien tenía que quedarse con los muertos”.

Por la vida. Por el futuro de nuestros hijos y nietos. Porque persistamos en el intento de construir un mundo que abra las puertas a la vida, a la esperanza y al amor.

¡Am Israel Jai!



[1] Pronunciado en el Acto de Kristallnacht 2009 organizado por el Comité Venezolano de Amigos de Yad Vashem, B´nai B´rith Venezuela, CAIV y WIZO.

[2] Victor Klemperer: “LTI La lengua del Tercer Reich”, Barcelona, Minúscula, 2001.  

[3] Daniel GoldhagenLos verdugos voluntarios de Hitler”, Madrid, Taurus, 1998.

 

[4] El mismo día pero en 1989 cayó el Muro de Berlín. ¿Casualidad? ¿Planificación? Lo cierto es que el 9 de noviembre sumará este nuevo hecho, ahora positivo, a la luctuosa efemérides nacional. Además, al día siguiente se conmemora el nacimiento de Martín Lutero, sucedido en 1483 en Eisleben y muchos sobrevivientes recuerdan que los festejos solían comenzar el día anterior, es decir, el 9 de noviembre. Es curioso cómo en una misma fecha convergen tantas cosas importantes para el pueblo alemán.

[5] Hermann Graml: “Antisemitism in the Third Reich”,  USA : Blackwell, 1992. 

[6] El campo de Jasenovac en Yugoslavia fue el 7º campo de exterminio.

[7] Como sucedió en junio de 1944 cuando una delegación de la Cruz Roja visitó el campo de Theresienstadt (o Terezin) donde se le ofreció una puesta en escena de un campo “modelo” que los visitantes tomaron por cierto a pesar de serias evidencias en contra.

[8] Diana Wang: “Pesimistas, optimistas y realistas. Lecciones de la Shoá”, Mundo Israelita, Buenos Aires, 2.000. Puede encontrarse en www.dianawang.net/blog/?p=51

[9] Żydowska Organizacja Bojowa (Organización Judía de Lucha).

Del relato testimonial al texto educativo

Presentación de “Y le contarás a tus hijos…” (1)  editado por el INADI  (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo)  - Palabras de Diana Wang (parte del panel integrado también por Daniel Goldman, José Moskovits,  Miguel Angel Zechin y Maria Jose Lubertino) (2)

contaras-a-tus-hijos.pngContarle a los hijos refiere al relato personal, a la historia que se pasa de generación en generación de manera individual, construyendo la matriz de la estirpe familiar, dando cuenta del pasado constituyente de cada uno de los individuos que forman la familia. Es, para los sobrevivientes de la Shoá, un deber, una misión, tanto en la preservación de la historia como en la transmisión de quién es cada uno y por qué estamos en la Argentina cuando nuestros orígenes son europeos, cómo es que vivimos después del intento de nuestra aniquilación, cómo es que sobrevivimos y cómo es que hemos seguido viviendo. El testimonio de los sobrevivientes construye, adicionalmente, una  densa red de múltiples evidencias cruzadas que exhibe, a modo de prueba incontrastable, la realidad de la maquinaria del horror desatada contra los judíos por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando una institución, como en este caso el INADI, emprende la publicación de un libro sobre la Shoá, el testimonio, aunque precioso y fundamental, con una edición cuidada, con fotografías y buen diseño interior, no basta. El libro, emanado de un organismo institucional, excede el nivel de lo individual, o debiera excederlo. Pensado como herramienta educativa y no solo como relato vivencial, debe incluir otros aspectos que permitan su aprovechamiento pedagógico. Honrar a la memoria es parte de la enseñanza, pero uno se pregunta –viendo cuán vacíos de recursos están nuestros docentes en relación a la Shoá- qué se hace con ello. La historia personal es una herramienta privilegiada pero debe brindar la posibilidad de que el docente sepa qué hacer con ello y cómo aprovecharlo. Los docentes, abrumados con los programas que deben cumplir y otras presiones, no suelen tener conocimientos suficientes de la Shoá como para tomar un buen partido de un texto testimonial, sacarlo de la anécdota y volverlo una herramienta de aprendizaje humanístico. El testimonio es indispensable, aunque, sin ubicarlo en los debidos contextos, el centrar el trabajo pedagógico exclusivamente en el testimonio de las víctimas podría ser contraproducente. Los judíos quedarían estigmatizados con la victimización como rasgo principal de su identidad, lo que está muy lejos de atenerse a la verdad. Hubo tiempos de persecución y victimización. También hubo tiempos de amistad y coexistencia. La cultura judía excede en mucho la condición de víctima y es importante recalcarlo adecuadamente y que los docentes lo sepan. La ignorancia y la desinformación son parte de los sustentos del prejuicio y la discriminación.  La escuela debe revertir ese camino. Una pregunta fundamental que deberíamos responder en nuestra escuela a la hora de enseñar sobre la Shoá, es ¿por qué acá y ahora? ¿por qué enseñar sobre la Shoá en Argentina? Si es un hecho que sucedió en Europa, hace más de setenta años, con protagonistas que en su casi totalidad no están en la Argentina, ¿cuál es el sentido de tomarlo como un tema de estudio en nuestro país, en qué nos afecta, cuál es su sentido? Si no respondemos eso, los docentes no tendrán claro para qué y por qué deben dar clases sobre esta cuestión y los alumnos lo sabrán en menor medida aún. Se llenarán de frases hechas y huecas y recibirán el timbre del recreo como un alivio. Si no se ubica el tema en el contexto nacional, en la cercanía de las experiencias concretas de los alumnos y docentes, será planteado, escuchado, estudiado y comprendido como algo ajeno, lejano, con ninguna aplicación concreta a la vida cotidiana, difícilmente incorporado al bagaje formador educativo pretendido. Una idea para encarar el tema sería tomar en consideración, por ejemplo, los siguientes aspectos: el contexto argentino, el poder de la propaganda, la influencia del cristianismo en la construcción del estereotipo antisemita del judío y la acción de los salvadores.  Veamos cada uno de ellos.

A) En la Argentina. Siguiendo la propuesta expresada por el profesor Yehuda Bauer en su disertación ante los delegados de la ITF en Oslo en junio de 2009, es importante ubicar a los docentes y alumnos en el contexto argentino para señalar la presencia y actualidad del antisemitismo y la manera en que interviene en la vida cotidiana de todos. Los hitos podrían ser:

•    Publicación en 1891 de La Bolsa,  Estudio social, escrito por Julián Martel, seudónimo de José María Miró, (1867-1896) •    Pogrom de 1919 (en el contexto de la Semana Trágica, enero de 1919, un grupo de “niños bien” de la “mejor” sociedad, salieron a la “caza del rusito” en el barrio del Once, con múltiples víctimas judías) •    En 1920 la Argentina adoptó el modelo prusiano para reorganizar y modernizar el Ejército Argentino (ver características, influencias y consecuencias tal vez hasta la actualidad). •    El nazismo en ascenso tenía propagadores locales entusiastas que veían así justificada su judeofobia. Publicaciones como Clarinada (3), Nueva Provincia, los libros de Hugo Wast (seudónimo de Gustavo Martínez Zubiría, fue director de la Biblioteca Nacional entre 1931 y 1955, autor El Kahal-Oro, texto antisemita clásico) y “El Judío” de Julio Menvielle, 1936, transmitían el ideario judeófobo por doquier. •    Neutralidad de la Argentina durante la segunda guerra. Declaración de guerra a los países del eje recién a fines de marzo de 1945. •    Ingreso de nazis y restricción a judíos en la posguerra (Plan Odessa (4) para rescate y salvación de los nazis y Circular 11, directiva secreta argentina para impedir el ingreso de judíos). •    Movimientos nacionalistas: Tacuara (5), Guardia Restauradora Nacionalista. Asesinato de Norma Penjerek en 1962 y en el mismo año secuestro de Graciela Sirota (torturada con quemaduras de cigarrillo, le grabaron una svástika en el pecho con una navaja). También en 1962 la Liga Árabe se instaló en la Argentina con una campaña publicitaria de hostigamiento contra Israel y el Sionismo (Hussein Triki) aliada con Tacuara y la Guardia Restauradora Nacionalista (GRN), subsidiando sus estructuras y actividades,  introduciendo la idea de que la “lucha” de los argentinos era la de los árabes (todavía no se llamaban a sí mismos palestinos). En 1964, en un acto organizado por la Liga Árabe en un teatro porteño, militantes de Tacuara gritaban "Mueran los judíos" y "Nasser y Perón, un solo corazón". Asesinato de Raúl Alterman en 1964 •    "Haga patria, mate un judío", graffiti de Tacuara,  traducción literal de consigna nacional-socialista alemana. •    Plan Andinia,  teoría conspirativa antisemita divulgada en 1971 por el ultraderechista profesor de la Universidad de Buenos Aires, Walter Beveraggi Allende. (6) •    Proceso de Reorganización Nacional 1976-83 (7). Acoso especial a detenidos judíos con exacerbación de las torturas sazonadas con discursos de Hitler, símbolos nazis, cuestionarios sobre conspiraciones, plan Andinia, supuestas fortunas judías (8). También es importante mostrar cómo este tipo de procesos y dictaduras toma algunos elementos del nazismo y de otros procesos dictatoriales y el modo en que afectan la vida de los ciudadanos, sus libertades y derechos. •    Destrucción de la Embajada de Israel en 1992 y de la sede de la AMIA en 1994, impunes tanto las conexiones locales como los encubrimientos en las investigaciones. •    Luis D´Elía (antisionismo-antisemitismo: “escraches” (9) a judíos empresarios como protesta por acciones del gobierno de Israel) •    Richard Williamson, 2009, negador del Holocausto, su relación con la Iglesia y su expulsión de la Argentina. (10)

B) Propaganda, generación de consensos. Deconstruir la estructura, metodología y principios mediante los cuales se utilizan los medios de difusión masivos para generar consensos, construir la opinión pública para avalar medidas de gobierno impopulares (por ejemplo la Dictadura Militar 1976-83, la guerra de Malvinas 1982).  Estudiar el aparato propagandístico del Ministerio de Propaganda de Goebbels, y reconocer la vigencia de sus principios tanto en la publicidad de venta de productos como en la propaganda política actual. Aprender a leer los diarios, comparar unos con otros, comprender las titulaciones, las bajadas, tipos de letras, ubicación en la página y descubrir intenciones y objetivos, observar las fotos, los epígrafes. Estudiar los noticieros de televisión, qué noticia difunden, cómo, cómo la editan, qué privilegian sobre qué. Conocer los intereses económicos detrás de los medios para comprender por qué y para qué se instalan las operaciones mediáticas, se cuentan algunas cosas y se callan otras. Todos estamos sujetos al poder de la propaganda y su perniciosa influencia. El nazismo es un excelente ejemplo de ello.

C) Raíz religiosa de la judeofobia y revisión de la Iglesia. Compromiso del cristianismo en la generación de la judeofobia desde el comienzo de la Era Común y sus hitos (Constantino, Cruzadas, Inquisición, prédicas acusando a los judíos de deicidas, libelo de sangre –acusación a los judíos de tomar niños cristinos y desangrarlos para preparar sus ritos satánicos-, el mito del judío errante, demonización, teorías conspirativas). Es importante enseñar, simultáneamente, sobre la prédica y el trabajo de Juan XXIII en su revisión de las relaciones de la Iglesia con el pueblo judío, el Concilio Vaticano II y la encíclica Nostra Ætate donde se revierte la acusación de deicidio. (11)

D) Los salvadores, Justos entre las Naciones, pedagogía positiva, lecciones morales y de responsabilidad ética y social. Junto con los testimonios de las victimas, los de los salvadores y rescatadores así como los de los honrados como Justos entre las Naciones por Yad Vashem, deberían ser ejes de construcción de ciudadanías atentas, de no sujeción ni sometimiento a propagandas e ideas populistas o manipulaciones políticas. Los salvadores de la Shoá se caracterizaron por atenerse a lo que creían que estaba bien en abierta oposición a lo que la ley indicaba, y a la hora de las urgencias supieron elegir entre lo legal y lo legítimo y optaron por lo legítimo. Es mucho más fácil contar una historia o mostrar un film con experiencias que impacten tal vez por su relato. Lleva menos tiempo, requiere menos preparación, será aplaudido por todos y las autoridades se quedarán contentísimas con la sensación de haber hecho lo que había que hacer: hablar de la Shoá, esa cosa terrible que les pasó a los judíos (en el fondo vaya uno a saber por qué) y que hay que enseñarlo porque es políticamente correcto o porque se cree ingenuamente que contando historias solamente se puede modificar algo. La escuela, la educación son nuestra única posibilidad y si no es allí en donde se enseña lo que de verdad importa enseñar, si no es allí en donde se construyen las mujeres y hombres de bien que votarán a los que mejor sepan, a los que mejor se conduzcan, a los que mejor puedan, nuestro destino seguirá siendo la repetición, sea trágica, sea cómica, sea absurda, de los mismos tropezones de siempre, mejorados, eso sí, por la tecnología y la masificación de la indiferencia.

Diana Wang Biblioteca Nacional, lunes 22 de junio 2009

NOTAS

(1)  El libro incluye la desgrabación de diversos testimonios, acompañados de fotografías de quienes prestaron su testimonio y otras imágenes que documentan la época. Los testimonios corresponden a los dados por los sobrevivientes en actos realizados por la DAIA en varias embajadas europeas en Buenos Aires. (2)  Si bien tenía unas notas, el texto fue improvisado. Ésta es una reconstrucción con algunos agregados y referencias.

(3) Clarinada no combate a los judíos porque son judíos, ni pretende agitar luchas religiosas o raciales. Clarinada combate a los judíos, porque ellos son los inventores, organizadores, directores y sostenedores del comunismo en todo el mundo. Clarinada combate a los judíos, porque los judíos, cumpliendo con las directivas de los ‘Sabios de Sión’ corrompen la moral cristiana, estimulan los vicios y los defectos humanos, para aniquilar la conquista espiritual de la humanidad hecha por Jesús, primera víctima de los Judíos deicidas”

(4)  La auténtica Odessa, Uki Goñi, Paidós, 2002. (5) El Movimiento Nacionalista Tacuara fue una organización política de ultraderecha argentina, que actuó entre 1955 y 1965 utilizando el terrorismo. El 4 de abril de 1964, la Policía Federal informó que de enero a noviembre de 1963 los miembros del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara habían protagonizado cuarenta y tres hechos terroristas.[1] Vinculado a los sectores más conservadores del movimiento peronista e inspirados directamente por la prédica del sacerdote católico Julio Meinvielle y del sociólogo francés Jaime María de Mahieu, Tacuara defendía un ideario de corte fuertemente nacionalista, católico, fascista, anticomunista, antisemita y antidemocrático. De Wikipedia, la enciclopedia libre

(6)  Cuatro años más tarde, pocos meses antes del Golpe de Estado de Jorge Rafael Videla, el mismo Beveraggi publicó "La inflación argentina", en cuya tapa un mapa de la República Argentina aparecía crucificada con Estrellas de David por el estereotipo de un judío. El periodista Jacobo Timerman narró que cuando era interrogado por la dictadura militar de los años ochenta, se le exigían detalles del Plan Andinia. El Plan trataría de un supuesto complot para desmembrar la Patagonia de la Argentina y de Chile y crear allí otro Estado judío. Esta teoría es relativamente reciente, tiene como base la mención que Theodore Herzl (1882) en su libro El Estado Judío (Der Judenstaat) hizo de la posibilidad de comprar tierras o en Palestina o en Argentina para la creación de un Estado Judío. La teoría de la conspiración sostiene que dicho plan vio la luz en el Congreso Sionista Internacional de Basilea, Suiza en 1897. Se supone que la creación de "Andinia" en el territorio patagónico se llevaría adelante gracias a los mismos métodos usados para la creación del Estado de Israel en Palestina. Sin embargo, en la realidad, la "opción argentina" había sido descartada rápidamente por inviable. El Sexto Congreso Sionista de 1904 se concentró en la discusión sobre si había que seguir demandando Palestina o aceptar la propuesta británica, formalizada el 25 de enero de 1904, de 5.000 millas cuadradas en África Oriental (hoy Uganda). En abril de 1904 la posibilidad de Uganda ya se había evaporado, y en julio de 1904 Theodore Herzl murió. Entre las medidas a para llevar adelante el supuesto Plan Andinia, se mencionan las siguientes: * Migración en masa a Argentina. * La compra de una gran extensión de tierra por parte de la Jewish Colonization Association con base en Londres. No existen pruebas sobre la existencia de este supuesto plan para anexar este territorio a algún otro bajo el control de un poder relacionado con Israel o la comunidad judía internacional. Pese a ello, hay quienes insisten en aportar supuestas pruebas que, sin embargo, han quedado desacreditadas a la actualidad, quedando en la categoría de las teorías conspirativas. La existencia de este Plan Andinia, junto a otro tipo de teorías conspirativas como el negacionismo del Holocausto, habitualmente forman parte de proclamas antisemitas y neonazis En 2003, el entonces jefe del Ejército Argentino, el general Roberto Bendini, se vio envuelto en una polémica tras trascender supuestos dichos suyos a estudiantes de la Escuela de Guerra sobre el Plan Andinia. Distintas asociaciones judías emitieron protestas, y el gobierno tuvo que publicar un desmentido oficial. (7) Durante un tiempo preferí llamarlo Dictadura para no usar el nombre que los militares mismos eligieron para su accionar delictivo mesiánico. Le debo a Daniel Feierstein la reflexión de que  la auto denominación “Proceso de Reorganización Nacional”, lejos de encubrir, revela de manera transparente las intenciones de reorganización que remedan, en su modelo local los intentos de reingeniería social del nazismo. (8) Testimonio de Mario Villani ante varias cortes internacionales. Conadep, legajo N° 6821. “Nazismo y antisemitismo en los campos de concentración de la Argentina. Inform presentado al Juez Baltasar Garzón en Madrid, España, abril 1999 y en el Ministerio de Justicia de Israel. (9)  El uso de la palabra “escrache” se refiere al señalamiento público y acusación de alguna persona. Comenzaron a hacerlo desde la organización HIJOS manifestándose en los domicilios de los perpetradores impunes de la Dictadura. (10) Obispo católico inglés de la Fraternidad San Pío X  consagrado por Monseñor Lefèbvre. Fue excomulgado por el papa Juan Pablo II en 1988 acusado de cismático y no seguir la verdadera Tradición de la Iglesia católica. Benedicto XVI remitió la suspensión a través de la Congregación para los obispos el 21 de enero de 2009, pero aún permanece suspendido de sus funciones como sacerdote y como obispo. Sus declaraciones a la televisión sueca, en las cuales niega la utilización de cámaras de gas por parte de los nazis para el genocidio judío, ha levantado un grandísimo escándalo. A principios de febrero de 2009 fue relevado como director de un seminario en La Reja, Provincia de Buenos Aires, donde ocupaba el cargo de director y posteriormente se le inició una demanda penal por "apología al delito". El gobierno argentino lo expulsó del país porque había mentido al ingresar en 2002 respecto de la que sería su actividad (al no existir una ley que pene declaraciones respecto a la negación del Holocausto). (11) Encíclica de 1965. En lo relativo a la acusación a los judíos como deicidas y al antisemitismo dice: Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios. Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos.

Sobre la Educación del Holocausto

Autor: Prof. Yehuda Bauer – Oslo, Junio 2009Traducción: Diana Wang Hay aparentemente tres cuestiones centrales: por qué enseñar el Holocausto, qué enseñar y cómo enseñarlo. El genocidio del pueblo judío en manos de la Alemania nazi y sus colaboradores, a lo que comúnmente, e inadecuadamente, llamamos el Holocausto, fue la forma de genocidio más extrema conocida hasta la fecha.  Fue el caso más extremo no por el sufrimiento de las víctimas: no hay gradaciones del sufrimiento y los judíos no sufrieron más o menos que otras víctimas de otros genocidios. Tampoco es debido al número de víctimas – tal  vez 5.7 o 5.8 millones – ni tampoco por el porcentaje de judíos asesinados sobre el total de judíos en el mundo en aquel momento – cerca de 17 millones. En el genocidio armenio, cercano al millón, tal vez aún más, los armenios fueron asesinados o murieron como resultado de acciones genocidas y fueron más de un tercio de los armenios residentes en Turquía. Entre 800 mil y un millón de Tutsis fueron asesinados en Ruanda en 1994, cerca del 90% de la población Tutsi que vivía allí. Y en China las víctimas del Gran Salto Adelante que corresponde a lo que llamamos politicidio, es decir el asesinato genocida debido a razones políticas, sociales o económicas, sumó considerablemente más víctimas que las del Holocausto. No, la razón era diferente. Por primera vez en la historia, cualquier persona considerada por los perpetradores como miembro del grupo designado, los judíos, sería asesinada por el único crimen de haber nacido. Por primera vez en la historia esto tendría lugar donde fuera que el poder alemán alcanzara, es decir, todo el planeta. Por primera vez en la historia la motivación tenía poco que ver con factores económicos o sociales sino con motivos puramente ideológicos y la ideología fue totalmente extraída de cualquier contexto realístico. Tuvo lugar en el contexto de una Guerra iniciada por la Alemania nazi por razones que, reitero, tenían poco que ver con razones reales políticas, económicas o sociales: la Alemania nazi comenzó la Guerra para conquistar el así llamado espacio vital; pero no precisaba de espacio vital porque podía conseguir las materias primas y los productos agrícolas mediante el comercio y no precisaba tierras para sus campesinos porque no sobraba el trabajo en los campos de Alemania. Alemania hoy es un país de menor superficie que entonces, con una población mayor y sigue floreciendo. La mayoría de los alemanes de 1939 no quería la Guerra; tenían amargos recuerdos de la anterior, la Primera Guerra.  La elite industrial y la Banca no querían la Guerra porque les iba bastante bien. ¿Acaso los militares querían la Guerra? No. En septiembre de 1938 el General en Jefe de Alemania Ludwig Beck y una gran cantidad de generales planeaban un putsch contra Hitler porque temían una Guerra contra Inglaterra y Francia con los Soviéticos en contra. Pero Chamberlain y Daladier se rindieron con Czechoslovakia y no hubo un putsch. Por supuesto que no es claro si un tal putsch podría haber tenido lugar o si, de haberlo tenido, habría sido exitoso, pero indica lo que pensaba la oficialidad de más alta jerarquía de Alemania. Entonces, ¿quién quería una Guerra? La respuesta es obviamente, Hitler, pero no solamente él. Tenía el apoyo del Partido. La razón para la Guerra está claramente expresada en el memorándum que Hitler escribiera a Goering en agosto de 1936 que puede ser encontrado en los Documentos de Nuremberg de 1945. Hitler dice allí que Alemania está preparada para la Guerra porque, en caso contrario, el bolcheviquismo reemplazaría a los dirigentes de todo el mundo con la Internacional Judía; ello no solo pondría en peligro a Alemania sino que aniquilaría a todo el pueblo alemán. Hitler y sus allegados más cercanos creían que una derrota del bolcheviquismo judío permitiría a Alemania la expansión hacia el este, la colonización de esos territorios en manos de alemanes que aseguraría el aporte de alimentos y materias primas y se garantizaría así la supremacía de Alemania sobre Europa y finalmente sobre sus aliados y el mundo entero. Todo ello solo sería posible derrotando a la judería internacional que controlaba tanto al bolcheviquismo soviético como al capitalismo occidental. La Guerra, diría yo, fue en esencia una empresa ideológica y los elementos económicos y políticos fueron instrumentados como los factores que lo hicieron posible. El Holocausto, luego, fue básicamente un proyecto ideológico parte de un proyecto ideológicamente motivado de  una Guerra en la búsqueda de la expansión del poder. El nazismo no tuvo en consecuencia precedentes lo que explica por qué el Holocausto es el tema central en cualquier proceso educativo, no solo en Europa, porque tiene que ver con el mundo en el que vivimos. El antisemitismo, y el Holocausto fue su resultado, fue la motivación central para una Guerra en la que no solo murieron 6 millones de judíos sino unos 29 millones de no judíos solo en Europa. Ello significa que el antisemitismo y el Holocausto, fueron las razones básicas de la muerte de millones de europeos no judíos.  Es, luego, un tema central para nuestra civilización y en particular para la civilización europea; es la forma más extrema de genocidio hasta la fecha, repito, no porque las víctimas sufrieron más que víctimas de otros genocidios, sino por sus razones sin precedentes y el carácter e impacto global que tuvo y tiene como paradigma de genocidio en general, lo que le confiere la gran importancia que tiene para nosotros. Es por eso que lo enseñamos. Cuando encaramos el Holocausto, los educadores tomamos tres grupos de personas: perpetradores, víctimas y observadores indiferentes. Esto es problemático porque cuando se lo mira más de cerca son categorías no del todo precisas y tienden con frecuencia a confundirse o sus fronteras no son siempre nítidas.  Por ejemplo los kapos en los campos de concentración eran víctimas pero muchas veces también perpetradores. El término “observadores indiferentes” (en inglés, bystanders) incluye grupos tan diversos como los Aliados Occidentales, la Unión Soviética, organizaciones judías e instituciones exteriores a las áreas de control nazi, campesinos polacos entre los que había indiferentes, algunos amistosos y muchos hostiles aún cuando no mataran judíos;  incluye a miembros de las Iglesias cristianas que callaron mientras frente a sus ojos los judíos eran transportados a su muerte o asesinados y los gobiernos de los países neutrales que podían haber ayudado pero se abstuvieron de hacerlo. Sin embargo, usamos esos términos a pesar de saber que no son del todo adecuados porque no hemos desarrollado otros mejores. ¿Qué deberíamos enseñar entonces?  Después de todo, no podemos enseñar todo, porque la serie de contextos y acontecimientos que llamamos Holocausto son muy extensos, muy complicados y hay poco tiempo en cualquier establecimiento educativo para enseñar todo. Hubo unos 18.000 refugiados centro-europeos en Shanghai, ¿deberíamos enseñar sobre ellos? Los gobiernos latino-americanos se rehusaron aceptar refugiados judíos, ¿es un tema para enseñar? ¿Deberíamos tomar como tema a los judíos de Tracia y Macedonia que fueron entregados a las manos alemanas por la policía y el ejército búlgaros o deberíamos concentrarnos solamente en el rescate de los judíos de Bulgaria? ¿Tendríamos que entrar en los detalles relativos a los colaboradores griegos, checos, italianos, noruegos y otros que se sumaron a los alemanes? Creo que debemos ajustar nuestras enseñanzas a las situaciones e intereses locales. Si enseñamos en Grecia deberemos enfatizar el destino de los judíos de Salónica, Atenas, Corfú y Rodas y hablar sobre los colaboradores y los movimientos de Resistencia y la conducta de los dirigentes de la comunidad judía y de los judíos comunes, señalando los claroscuros, las sombras y las diferencias manteniendo el propósito de no disminuir la responsabilidad criminal directa de las instituciones, las organizaciones y los individuos alemanes. En otros países, debieran realizarse similares paralelos. Pero hay un peligro en ello: que ocuparse de los árboles nos haga perder de vista el bosque. Tiene que estar el cuadro más amplio siempre presente como contexto del enfoque nacional. Deberíamos apuntar a lo que se podría llamar la globalización de la educación sobre el Holocausto. Quiero decir con ello que deberíamos describir y analizar el Holocausto en sus diferentes contextos: verticalmente, es decir históricamente, poniéndolo en su contexto histórico, económico y político y en sus antecedentes, realización e impacto. Uno no debiera ocuparse de todo esto mientras enseña, no solo debido a los límites de tiempo sino porque los docentes no están entrenados en tener el tipo de conocimiento de los académicos que se pasan la vida en ello; pero es importante tener estas dimensiones in mente. Sobre los perpetradores, uno debería enfrentar el dilema que en noviembre de 1932, en las últimas elecciones libres de la Alemania pre-Hitler, el partido Nacional Socialista, fue derrotado, perdieron 2 millones de votos y 34 asientos en el Parlamento alemán. Parecía que habían quedado afuera de la historia para volver a lo que habían sido en 1928 cuando consiguieron solo un 2.8% del total de votos. A fines de 1932 la mayoría de los alemanes votó por partidos que eran claramente anti nazis y contrarios al antisemitismo o que no lo apoyaban (social demócratas, comunistas y católicos junto con partidos menores). Pero menos de seis semanas más tarde los nazis tenían el poder, no debido a una victoria en las urnas sino por las maquinaciones de la derecha conservadora y los violentos desacuerdos entre los no-nazis. Alrededor de 1940-1941, ya no había problemas en reclutar cualquier cantidad de alemanes que se convertirían en asesinos masivos.  ¿Cómo puede uno explicarse eso? Los historiadores alemanes han señalado que hubo una combinación de un mejoramiento económico real y un uso muy inteligente de políticas sociales que parecían mejorar la vida de los alemanes. Lograron reestablecer considerablemente la cohesión social que había sido destruida como resultado de la pérdida de la primera Guerra y de las dos grandes crisis económicas en la década del veinte. La nación resurgida ganó victorias internacionales baratas destruyendo los efectos del Tratado de Versalles y reestableciendo a Alemania como un importante poder político y militar en Europa. El ascenso luego de la crisis económica, debemos señalarlo, no fue enteramente el resultado de la política del régimen, sino también del hecho de que antes del acceso al poder del nazismo la economía alemana había llegado a su punto más bajo y había comenzado su recuperación. Los nazis se montaron a la ola de mejoría y algunas de sus políticas propugnaron el aumento de la producción aunque no hubo una apreciable mejoría en los niveles de vida. Pero la absorción de grandes masas de desempleados aunque en trabajos mal remunerados hizo muy popular al régimen. Adicionalmente la política social del nazismo se ocupó por primera vez y con bastante éxito del problema de las millones de viudas de guerra, de los ex soldados heridos y distribuyó pensiones para todos ellos. Consiguieron sobornar en parte a la población y lo acompañaron con una propaganda ideológica masiva que llegó a todas las familias en cada uno de los rincones del país. Algunos historiadores tomaron como dato muy importante que muchos asesinos no estaban ideológicamente educados, pero olvidan que toda la sociedad había estado sometida a una intensiva campaña de adoctrinamiento ideológico durante 7-8 años y en sus márgenes, a veces más allá de ellos, reinaba la amenaza continua de una maquinaria de terror progresivamente eficiente que era usada de manera determinada para evitar cualquier oposición política o ideológica desde la raíz. Las políticas nazis se pagaban con la reserva de divisas extranjeras y mediante una política inflacionaria que fue frenada mediante la imposición a la población de una astuta política fiscal. La prosperidad real fue abortada en pos del rearme masivo y toda la estructura económica estaba en consecuencia en peligro. La guerra apuntaba, como ya se indicó, hacia soluciones temporales ante una inevitable crisis económica y financiera por medio del simple robo de los países aliados ocupados y conquistados y, antes que nada, apropiándose de las propiedades de los judíos. El elemento esencial de cualquier interpretación de las políticas nazis debe ser la historia de la intelectualidad alemana. Desde mediados del siglo diecinueve se había desarrollado una progresiva radicalización de la intelectualidad. El nacionalismo radical se impuso sobre la tendencia más liberal y se transformó, gradualmente, en racismo chauvinista; no solo en Alemania, también en Austria. Esto fue claro durante el Segundo Reich entre 1870 y 1914. La derrota en la Primera Guerra exacerbó la tendencia y en la década del veinte las universidades y las organizaciones docentes formaron las bases principales del Nacional Socialismo. Sin el apoyo de la intelectualidad el régimen nazi no habría conseguido poder ni tampoco habría podido conservarlo. Fue en la intelectualidad donde se reclutó gente que dirigió los crímenes nazis. La conclusión debe ser, con total seguridad, que el conocimiento por sí mismo no garantiza un acercamiento humanístico a la vida y que no hay nada más peligroso que asesinos masivos inteligentes. Eichmann es un excelente ejemplo: engañó a gente brillante, como la filósofa Hannah Arendt, quienes aceptaron su auto descripción como un mero engranaje de la máquina, una personalidad banal que hizo el mal porque no era un intelectual ideólogo y no sabía hacerlo mejor. A decir verdad, Eichmann era miembro de la Oficina Central de Seguridad del Reich, la RSHA, compuesta por individuos altamente motivados ideológicamente, de extrema inteligencia, radicalmente racistas y antisemitas, que estaban en el corazón de la máquina de los perpetradores. La Policía de Seguridad era una rama de la GESTAPO, la Policía Criminal, y de las unidades de inteligencia. Son los artífices de la mayoría de las matanzas. Eichmann puede no haber tenido educación universitaria pero la gente que lo rodeaba sí la tuvo y él mismo citaba tanto a Kant como a Hegel. No era ningún engranaje en la máquina, era parte del sistema de control de la máquina. En una conferencia que dio al personal de seguridad nazi en noviembre de 1937, dijo que la conspiración judía internacional estaba por todas partes. Era parte de una jerarquía y aunque recibió efectivamente instrucciones generales de sus superiores, mostró una gran inteligencia e iniciativa para radicalizarlas. Daba órdenes; no solo las recibía, aunque en tal caso raramente precisaba órdenes porque se identificaba completamente con la política asesina general y sabía exactamente que lo que estaba haciendo estaba mal. Lejos de ser una personalidad banal probó que el mal nunca es banal. La historia real de Eichmann puede ser usada en educación para mostrar la imagen opuesta de la imagen popular creada en ciertas películas y en los así llamados documentales. Se pueden proveer fuentes para todo ello. ¿Es, entonces, la historia del nazismo y del Holocausto una historia de la burocracia, como tantos creen? Cuando uno enseña sobre el Holocausto no puede evitar encarar el tema de que, efectivamente, la burocracia en sus varios aspectos, fue empleada para hacer realidad el asesinato. Pero las burocracias no matan. Los burócratas dan órdenes o instrucciones, pero alguien tiene que decirles a los burócratas que lo hagan, o algunos burócratas lo hacen por su propia cuenta. En otras palabras, el deseo de matar tiene que ser dirigido por personas que saben lo que están haciendo y quieren hacerlo. La ideología, o la racionalización ideológica, o los intereses, mueven las burocracias; cuando decimos “intereses” nos referimos a una comprensión de qué es bueno o malo en los ojos de las personas que toman las decisiones. En el caso de los nazis, ya aduje que actuaban sin considerar sus intereses materiales, o, en otras palabras, que estaban motivados por una ideología no-pragmática o anti-pragmática. Una vez comprendido esto, uno puede poner los hechos históricos en contexto y se puede enseñar sobre el desarrollo del régimen nazi en Alemania y sobre los estadios en los que se materializó el genocidio de los judíos. Por cierto, se puede hablar luego de aquellos estadios y mostrar que el Holocausto no estaba pre-planeado, contrariamente a la percepción popular, aunque Hitler, como individuo podía haber deseado que la aniquilación masiva de los judíos sucediera. Pero al ideología estaba ahí y cuando la ocasión fue propicia le dio oportunidad a la planificación. De hecho, los actos de asesinatos masivos vinieron antes y la planificación fue en gran medida su resultado. En esto, como en tantos otros aspectos, el genocidio de los judíos difiere de la mayoría o de todos los otros genocidios. Cuando se enseña sobre guetos, campos, marchas de la muerte y las otras cosas, todo encaja.    Considero que la historia de las víctimas es por lo menos tan importante como la de los perpetradores. Después de todo, las víctimas son siempre la mayoría, si las comparamos con los perpetradores, y casi todos nosotros estamos en condiciones más de ser víctimas u observadores que de ser perpetradores. Desde un punto de vista humanístico es crucial comprender quiénes eran las víctimas, por qué se convirtieron en víctimas, qué hacían antes de ser víctimas, hasta qué punto comprendían que estaban en peligro de convertirse en víctimas de un genocidio y un asesinato masivo y qué hicieron en respuesta a todo esto. Cuando enseñamos sobre el genocidio de los judíos tenemos que encarar, obviamente, el antisemitismo; pero hay una dificultad aquí porque el estudiante o incluso el maestro puede ver a los judíos tan solo como objetos de odio, persecución y muerte, no como sujetos de la historia con su propia cultura, tradiciones y aspiraciones, en otras palabras, menos que seres humanos. Hay que enseñar, en consecuencia, que los judíos son un pueblo con historia y lo mismo debe ser aplicado a los otros grupos que fueron designados como objetos de ataques genocidas. Esto significa que el maestro debe tener al menos un conocimiento rudimentario de la historia del pueblo judío. El otro peligro es que el alumno pregunte: bueno, pero ¿qué hicieron para ser objeto de tal tratamiento? Además de mostrar, a partir de la discriminación concreta presente sobre diferentes grupos que esto sucede con frecuencia en las sociedades humanas, es importante intentar clarificar de dónde viene el antisemitismo. La respuesta más simple y correcta es que mientras los judíos no son mejores ni peores que cualquier otro grupo, su cultura y tradiciones son diferentes. En Europa fueron los únicos no-europeos hasta la llegada de los Roma –gitanos- a los Balcanes en los siglos 13 y 14, y tenían una cultura diferente que se expresaba en una religión diferente a la que tenía la sociedad que los acogía. Desarrollaron también una estructura ocupacional diferente porque las sociedades que los rodeaban los usaron para propósitos económicos específicos limitando sus posibilidades laborales. Al mismo tiempo, se debe enfatizar que la historia de los judíos no es definitivamente la historia de sus persecuciones. En muchos lugares, durante mucho tiempo, convivieron con sus vecinos, no necesariamente amados pero tampoco necesariamente odiados, fueron útiles y a menudo invitados a residir en países para realizar ciertas funciones económicas y sociales. Pero cuando una sociedad era golpeada por una crisis, lo que sucedía con bastante frecuencia, era posible –aunque muchas veces no pasó- que los judíos fueran una especie de para-rayos: el descontento caía sobre un grupo que todos conocían, familiar aunque extraño, siempre minoritario y en consecuencia fácil de atacar. Estas diferencias básicas fueron acentuadas por la Iglesia y, luego de Lutero, por las iglesias, debido a razones teológicas entretejidas con razones económicas y sociales. Puede ser incómodo enseñar esto pero es inevitable. El antisemisitismo cristiano nunca planeó el genocidio de los judíos: los judíos en la visión cristiana habían rechazado al verdadero mesías pero eran humanos con almas y matarlos era un pecado mortal. Pero estaban poseídos por Satán, eran de hecho una amenaza satánica para la cristiandad y debían ser oprimidos, discriminados, perseguidos, explotados, echados, desposeídos cuando surgiera la ocasión. Las acusaciones en contra de ellos repetían siempre los mismos argumentos teológicos, pero las acusaciones no teológicas diferían de tiempo en tiempo y durante el nazismo alcanzaron un punto extremo: eran contradictorias pues acusaban a los judíos de ser tanto comunistas como capitalistas lo que precisamente podía ser sostenido por sus supuestas cualidades satánicas. Sin embargo, todas estas acusaciones, incluso las raciales, estaban basadas en antecedentes teológicos: la acusación de que hay una conspiración judía para controlar el mundo puede ser encontrada en tempranos escritos cristianos. Similarmente, la idea de que los judíos corrompen a las sociedades y sus culturas o de que usan sangre de niños para preparar sus comidas especiales, provienen de la antigüedad y del medioevo. En el siglo dieciséis y más tarde, la pureza de sangre, limpieza de sangre, (en castellano en el original) la prueba de que no se descendía de judíos o musulmanes, era una exigencia para cualquiera que aspirara a algún cargo público en España. La noción de que el nazismo era una ideología neo-pagana que no tenía relación con el cristianismo es solo parcialmente verdad: el antisemitismo cristiano fue una recondición necesaria, aunque no suficiente, para el nazismo. El nazismo se volvió contra el cristianismo fundamentalmente porque se basaba en el judaísmo y contenía ideas humanísticas que aborrecidas por los nazis. Pero los judíos quedaron atrapados en el medio: fueron asesinados por los nazis y no fueron protegidos por las iglesias aunque hubo muchos casos individuales de curas, pastores y altos oficiales de la Iglesia que trataron de salvar judíos y una cantidad que sacrificaron sus vidas haciéndolo. Podría argüirse que los nazis inventaron a sus víctimas en el sentido de que los judíos a los que atacaron no se veían necesariamente a sí mismos como judíos. Por supuesto, y esto debe ser enfatizado en todo contexto educativo, los judíos no eran un colectivo político. En Alemania, por ejemplo, nunca existió una representación de todos los judíos antes del ascenso de los nazis al poder. Tampoco lo había en la Polonia de entre guerras. Había comunidades y organizaciones judías de diferentes estilos y colores, ortodoxos y liberales y no religiosos, nunca del todo unidos, ni siquiera en un país como Francia donde había una organización rabínica llamada el Consistorio que solo representaba a una minoría que se veía a sí mismos como judíos. En Polonia, por ejemplo, una pluralidad de judíos, casi el 40%, se identificaba con el Bund, un partido social-democrático, anti comunista, anti sionista y anti religioso. Los nazis, siguiendo antecedentes previos, inventaron el colectivo político judío, incluso con características de internacional y, paradójicamente, los judíos debieron constituir organizaciones políticas internacionales en parte para luchar en contra de la amenaza del nazismo. Así, el Congreso Judío Mundial se estableció en 1936, representando supuestamente a las comunidades judías de todo el mundo, pero de hecho tan solo algunas se le unieron. El movimiento sionista, una expresión del progresivo nacionalismo judío –había otras expresiones diferentes – era una minoría entre los judíos. Los nazis asesinaron personas cuyos abuelos se habían convertido porque los veían como judíos. Mataron personas que habían nacido de padres judíos pero se identificaban como polacos, rusos, italianos, y que habían cortado relaciones con los otros judíos. La religión judío no identificaba ya a los judíos. La mayoría de los judíos se identificaban a sí mismos como judíos pero su interpretación de lo que ello significaba tenía diferentes versiones. Los docentes deben explicar que se debe respetar la forma en que cada uno elige identificarse y no permitir ser identificados por otros que es precisamente lo que hicieron los nazis. Inventaron un pueblo judío que era tan solo en parte el pueblo con el que la mayoría de los judíos se identificaba. Y sin embargo, y éste es el punto principal, la reacción de los judíos ante la persecución y el asesinato fue cuanto menos sorprendente. Los judíos alemanes, la mayoría de los cuales no era ortodoxa, esos nacionalistas alemanes entusiastas, se integraron a la sociedad alemana pero al mismo tiempo recuperaron su historia judía y en parte su identidad religiosa, desarrollando una cultura judía en lengua alemana. La Biblia fue traducida al alemán y la vida intelectual y social floreció en los treintas a pesar del incremento de las persecuciones. Después del comienzo de la guerra, y especialmente en los grandes guetos de Polonia – pero no solo allí- se constituyeron redes, organizaciones sociales, económicas y culturales, tratando de mantener la moral y una apariencia de vida civilizada a pesar del hambre, las epidemias, los golpes y el peligro de las deportaciones. No había posibilidad de resistencia armada puesto que los judíos eran una pequeña minoría –aún en Polonia eran tan solo el 10% de la población general- no tenían acceso a armas y no habían desarrollado una clase militar de ninguna especie; adicionalmente, en la mayoría de los países europeos habían sido mantenidos en un cierto aislamiento por el resto de la población y no fueron apoyados por los Aliados. La resistencia desarmada fue la única opción posible y muchas comunidades judías desarrollaron justamente eso. Hasta donde yo sé, no hay paralelo con estos hechos en relación a otra población que fue víctima de crímenes genocidas. Sugiero que la resistencia judía desarmada debiera ser uno de los tópicos centrales en la educación del Holocausto. Por supuesto, la resistencia desarmada no se dio en todas partes. Bajo la tremenda presión de los nazis y sus colaboradores locales, hubo muchos casos de desintegración social, de colaboración forzada con el enemigo y de traiciones. Pero esto puede ser encontrado también en la mayoría de los otros casos de genocidio. Se debería tener cuidado en no catalogar como colaboradores a los Consejos Judíos, instituidos por los alemanes para facilitar las políticas respecto a los judíos. Algunos, por cierto, se sometieron a la presión alemana sin resistencia –en Ámsterdam por ejemplo, o en Salónica o, discutiblemente, en Lodz. Pero en la mayor parte de los lugares, sabemos ahora, trataron de proteger a sus comunidades lo mejor que pudieron, sin una resistencia abierta contra este poder enorme, por supuesto. Siempre que la resistencia fue intentada –y hubo muchos sitios en que lo fue- los Consejos Judíos fueron depuestos y casi siempre asesinados. En muchos lugares, sin embargo, estos Consejos trataron de resistir de varias maneras y en algunos pueblos y zonas organizaron rebeliones armadas. Los alemanes instalaron también unidades policiales en los guetos y la mayoría hizo lo que los nazis exigían y muchas veces entregaron judíos a los alemanes. Pero es un error generalizar. En casi todos los lugares, tanto en el este como en el oeste, los alemanes no pedían la colaboración ni de los Consejos ni de la Policía judía sino que tomaban a los judíos por sí mismos, brutal y sádicamente. La imagen general de la policía judía entregando judíos es verdadera para el gueto de Varsovia por ejemplo pero no para el de Kaunas y la proposición es irrelevante para Bélgica o los Países Bajos. Es importante plantear estas temáticas en un contexto educativo antes de que sean siquiera sugeridas. Las reacciones de las víctimas judías deben ser vinculadas al contexto general de las relaciones entre judíos y no judíos. Es claro que estas relaciones fueron diferentes en los diferentes países. Hasta donde sabemos, los judíos daneses fueron tratados como daneses por la población de Dinamarca y en consecuencia muchos de ellos fueron llevados de contrabando a la Suecia neutral. En Bulgaria, los judíos fueron rescatados por una improbable coalición de miembros del Partido Fascista, la Iglesia Ortodoxa y los grupos clandestinos comunistas y socia-demócratas, en otras palabras,  por representantes de la mayoría de la población búlgara. Menos dramáticamente, pero muchas actitudes pro-judías fueron exteriorizadas por servios, italianos, belgas y franceses. Había poca simpatía por los judíos en Rumania, Ucrania y los Países Bálticos. Recientes textos revisionistas en Polonia y en la diáspora polaca, acusan a los judíos de haberse matado ellos mismos o de haberse rehusado a ser rescatados por un gran número de polacos deseosos de ayudarlos. No es la única distorsión total de un hecho histórico pero también minimiza el real heroísmo de miles de polacos que, a pesar de ser una minoría entre sus connacionales, hicieron lo posible para rescatar a los judíos y en una gran cantidad de casos lo pagaron con sus vidas. También ignora diferencias regionales –había una marcada actitud antisemita en la Polonia del noreste y del centro-sur donde la población local traicionó a los judíos y los entregó a los alemanes y a la policía polaca. Las razones precisas de esto están aún por ser investigadas. Por otra parte, la minoría polaca en la Galicia del Este y Volinia era mucho más amigable hacia los judíos y en un gran número de casos los judíos se unieron a ellos en la defensa común contra los nacionalistas ucranianos y alemanes. Para los educadores es importante señalar el peligro de las generalizaciones fáciles. Es imposible para ellos, reitero, entrar en detalles, pero el rango de reacciones tiene que ser enfatizado y las razones sugieren que las diferencias en los pasados en cada uno de los diferentes lugares crearon diferentes bases para actitudes que definieron las posibilidades de la supervivencia judía. En todo caso, las actitudes de los vecinos no judíos fueron en gran medida responsables de la muerte o la supervivencia de la minoría judía. Es importante indicar de que aunque no hubiera posibilidad objetiva de una resistencia armada judía, a pesar de ello y contrariando toda lógica, una resistencia armada judía sucedió y mucho más de lo que podría ser razonablemente esperado. La historia de la rebelión del gueto de Varsovia es importante y no debe ser ignorada pero no fue por lejos el único hecho de esas características. Hubo rebeliones e intentos de resistencias armadas en Vilna-Vilnius, Kaunas-Kovno, Bialystok, Svencionys-Svenciany, Cracow, Baranowicze, Lachwa, Tuczyn, y un gran número de otros sitios en el este. De hecho en el área de la Bielorrusia Occidental sola hubo unos 63 pequeños poblados en donde tales resistencias armadas tuvieron lugar. Se estima que entre 20.000 y 30.000 judíos fue a los bosques a luchar con los partisanos soviéticos, aunque no muchos sobrevivieron. Había luchadores judíos y partisanos en Francia, Bélgica, Italia, Yugoslavia, Bulgaria y las áreas ucranianas ocupadas por Rumania. En todos estos casos se trató de pequeños números y lo que merece ser resaltado no es el daño infligido a los alemanes y sus ayudadores, sino el hecho mismo de que hubiera habido una resistencia armada. Se trata de una importancia moral. Cuando nos ocupamos del mundo exterior, los poderes occidentales y la Unión Soviética, estamos discutiendo el presente porque los poderes mayores de hoy están enfrentando de alguna manera una situación paralela: son observadores indiferentes en la continuación de situaciones genocidas. Las diferencias entre las formas de genocidio son varias. Una de ellas es que la conducta de los países poderosos durante el Holocausto se dio en el contexto de una guerra mundial, lo que difiere evidentemente de la situación actual. Es un hecho de que mientras hoy vemos al Holocausto como el hecho principal si no el único de la Segunda Guerra Mundial, no fue más que un tema marginal en el momento en que sucedió. Los Aliados sabían, en términos generales, lo que estaba pasando pero luchaban por sus vidas contra un enemigo formidable. Muchos líderes simplemente no creyeron las informaciones que recibían y tal vez los oponentes al nazismo no comprendieron la central importancia de la ideología antisemita nazi; la venían como un medio para ganar y retener el poder más que una convicción hondamente sostenida que los nazis harían realidad en cuanto pudieran. Estamos en una situación similar hoy cuando muchos de nosotros creemos que la propaganda genocida del Islam radical es solo charlatanería y no nos damos cuenta que es una ideología en la que creen con todo su corazón y sobre la que actuarán si tienen la oportunidad. Hay otro aspecto en esto: se escribieron muchos libros acusando a los poderes occidentales de mantenerse en silencio frente al genocidio que sucedía frente a sus ojos y de no usar los poderes militares para el rescate de los judíos. Pero los hechos son muy diferentes. No hubo silencio. Cuando la información relativa a la aniquilación masiva de los judíos fue finalmente confirmada en noviembre de 1942, se creyó que los responsables serían castigados, lo que sucedió solo en una pequeña proporción. No se censuró ninguna noticia sobre estos temas a medida que llegaban de Europa. Las noticias se publicaban. Que la gente creyera lo que leía es otra cuestión. Un segundo tema es que los alemanes comenzaron a asesinar en masa a los judíos después de la invasión a la Unión Soviética en junio de 1941. Los EEUU eran neutrales y los ingleses se vieron forzados a una retirada a sus islas donde peleaban por su propia supervivencia. Los soviéticos estaban siendo vencidos y en todo caso no tenían interés en los judíos como tales. Los EEUU no declararon la guerra a Alemania; más bien fueron forzados a entrar en la guerra luego del ataque japonés a Pearl Harbour y luego fue Alemania quien declaró la guerra a los EEUU, no al revés. Si esto no hubiera pasado habría que ver si los EEUU hubieran intervenido en la lucha. Durante el período de las grandes campañas de exterminio, en 1941, 1942 y la mayoría de 1943, no había ejércitos aliados cerca de los sitios de destrucción y los alemanes controlaban casi toda Europa. Los únicos bombarderos que podrían haber llegado a los campos de exterminio de Polonia eran los British Lancaster, pero no había aviones de combate que los podían haber acompañado a esos lugares. La situación solo cambió luego de que los Aliados ocuparon los campos de aterrizaje italianos cercanos a Foggia en noviembre de 1943. Tomó luego unos meses hasta que fueran utilizables, en consecuencia los campos de exterminio hubieran podido ser bombardeados recién en 1944. En ese momento, sólo Auschwitz-Birkenau estaba aún operando. Birkenau podría haber sido atacado por cierto luego de mayo 1944, especialmente luego del informe detallado sobre Auschwitz traído por dos evadidos judíos eslovacos, Alfred Wetzler y Rudolf Vrba, en junio de 1944. Pero entonces los líderes militares occidentales decidieron que era un blanco civil y que usarían su fuerza aérea solo contra blancos militares. Si las fuerzas aéreas occidentales –aunque a los soviéticos les importaba poco- hubieran atacado Birkenau, ¿habría ello determinado que los alemanes dejaran de matar judíos? No lo creo. Los perpetradores alemanes habrían continuado lo que estaban haciendo antes, matar a sus víctimas en zanjas o, como hicieron luego, hacerlos caminar las marchas de la muerte. La idea de que occidente podía haber salvado a los judíos es una idea popular y populista pero de ninguna manera convincente. Por otra parte, mientras occidente no podía haber salvado millones, quizá podía haber salvado miles, tal vez más. Los países occidentales cerraron las puertas a los judíos que escapaban a través de los Balcanes a Palestina y rehusaron garantizar a los neutrales, Suiza, España, Turquía, Suecia y Portugal, el acoger a los refugiados llegados a sus países y encontrar otros sitios para ellos después de la guerra, porque los neutrales no querían, por supuesto, ningún judío en sus territorios. La actitud de los soviéticos está siendo investigada, pero claramente, todo el tema judío era marginal para ellos. Estos problemas pueden ser traducidos en la clase en temas puntuales. ¿Cómo enseñamos el Holocausto? No soy un pedagogo profesional o un experto en didáctica. Pero creo que el Holocausto debería ser enseñado, en principio, analíticamente pero también con la historia de los individuos que quedaron atrapados allí. Un historiador es alguien que cuenta historias verdaderas. A menos que un docente use esta herramienta no tendrá ningún efecto o impresión en sus alumnos. Por otro lado, contar solo historias verdades puede producir un efecto adverso. Los estudiantes deben ser estimulados a investigar los hechos, las conexiones, los contextos. Creo en la combinación de estrategias educativas. Otra consideración importante es ajustar la enseñanza del Holocausto al contexto social, cultural e históricos de los estudiantes. Si se enseña en la República Checa es necesario tomar en cuenta el destino de los Roma –gitanos- que sufrieron un genocidio diferente del Holocausto pero ocurrido en paralelo y casi todos los Roma checos que vivían entonces en la República Checa fueron asesinados. Habrá que subrayar el hecho de que Terezin jugó un papel central en el Holocausto en las tierras checas y que hubo un gobierno colaboracionista checo con autonomía limitada que ayudó a los nazis en sus políticas. Si se enseña en los Países Bajos habrá que enfatizar la colaboración con la genocidio de la administración nacional y al mismo tiempo el rescate de unos 16.000 judíos holandeses realizado por la población local. En ambos casos habrá que hacer notar el carácter de las comunidades judías locales, y contrastarlas con la conducta de los Judenraete en Terezin y en Ámsterdam. Pero en todos los casos y en todos los países que se enseñe habrá que ser especialmente cuidadoso en presentar el cuadro total del Holocausto y no quedar constreñido a la historia local. El Holocausto no fue un acontecimiento checo, holandés o polaco, fue un acontecimiento global que sucedió en Europa, en toda Europa y aún más allá de Europa. Esto requiere adaptaciones pedagógicas y es lo que la ITF está haciendo y debiera hacer. Al final, lo que se enseña son dilemas, dilemas imposibles a los que la gente no debería ser enfrentada nunca. Déjenme darles un ejemplo conocido: En el gueto de lo que es hoy Vilnius en Lituania, había una organización de resistencia clandestina llamada el FPO, que provino de la coalición de los movimientos juveniles judíos desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. El comandante elegido fue un judío comunista, Itzik Wittenberg. Las razones de la elección fueron, por un lado, que era un muchacho muy popular y carismático y por el otro que la única esperanza de recibir alguna ayuda era el Ejército Rojo. Se pensó que eligiendo a un comunista ayudaría a establecer relaciones con los soviéticos. Los alemanes capturaron a un militante comunista lituano en el lado ario de Vilnius quien, bajo tortura, dio el nombre de Wittenberg como un miembro del partido y de la resistencia. Los alemanes no conocían al FPO, pero conocieron así el nombre de Wittenberg y exigieron su entrega al presidente del Consejo del gueto, Jacob Gens. Gens, quien tenía contactos con el FPO, invitó a sus dirigentes a una reunión en el Judenrat y un colaboracionista lituano que estaba escondido en el edificio, irrumpió en la habitación y arrestó a Wittenberg. En su camino hacia la puerta del gueto, varios miembros del FPO superaron a los lituanos y liberaron a Wittenberg, quien fue escondido en una pequeña habitación en el gueto. Los alemanes anunciaron públicamente que si Wittenberg no era entregado asesinarían a todos los habitantes del gueto. Gens apeló a la población para encontrar a Wittenberg, así sus vidas serían salvadas. Los judíos del gueto, temiendo por sus vidas y las de sus familias, interpelaron a los miembros del FPO – no era muy difícil identificarlos en el pequeño gueto – y los atacaron, los golpearon y les exigieron la rendición de Wittenberg a los alemanes. Los dirigente del FPO se vieron enfrentados con la elección de entregar a su comandante o tener que usar armas para luchar contra los judíos desesperados del gueto. Finalmente acudieron a la célula comunista del FPO, formada por dos mujeres jóvenes y un hombre, para que tomaran la decisión. La célula decidió que Wittenberg debía rendirse. Le entregaron una cápsula con cianuro y él caminó con orgullo hacia las puertas del gueto ante la presencia de la población silenciosa que acompañó su paso alineada a cada lado de la calle. Cuando llegó a la prisión, se suicidó. ¿Hay alguna manera de salir de ese dilema?  ¿Cómo juzgamos a Gens, a la población, a la dirigencia del FPO, todos los cuales, excepto Wittenberg, eran sionistas? ¿qué decimos sobre los tres miembros de la célula que decidieron sobre el destino de Wittenberg? En dos casos paralelos, uno en Minsk y otro en un pueblo bielorruso llamado Baranowicze, la resolución fue diferente. En Minsk, el Judenrat usó el cuerpo de un judío muerto en cuyos bolsillos colocaron los documentos de identidad del comandante de la resistencia, con lo cual engañaron a los alemanes y salvaron la vida del comandante. En Baranowicze, donde la población actuó de la misma manera que la de los judíos de Vilnius, el Judenrat sobornó al comandante de la policía alemana y consiguió así rescatar al miembro de la resistencia detenido. Tenemos aquí tres casos, tres dilemas. Uno terminó trágicamente, los otros dos menos trágicamente. La intención de los alemanes de asesinar a todos los judíos que pudieran encontrar era siempre igual. ¿Quién tenía razón? ¿Puede uno comparar? Esta es la historia real del Holocausto y son el tipo de historias que debieran acompañar su enseñanza. En la tradición judía le preguntaron al sabio Hillel, unos 200 años antes de la era cristiana, cómo podía resumir las enseñanzas de la Torá parado sobre un pie. Dijo: no hacerle a otros lo que uno no quiere que le hagan a uno. Esta es toda la Torá. El resto es comentario. Entonces, amigos, vayan y aprendan.

LA RESISTENCIA DE LAS OVEJAS

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•    Ania, tenía 11 años, sola, huérfana, sobrevivió en Polonia con una identidad falsa. Tenía un problema de pronunciación: no le salía la “r” y tenía miedo de que eso la denunciara como judía. Ania, vivió sola entre sus 11 y 14 años y durante ese tiempo habló fluidamente polaco evitando usar palabras con la letra “r”. •    Elke, de Bélgica, tenía 18 años y estaba de novia con Georges. Integraron una red de salvataje de niños que operaba en la frontera entre Francia y Suiza. Los recibían, los cuidaban y se ocupaban de que pasaran al otro lado. Un día un poblador de la zona los denunció y fueron enviados a Auschwitz. •    Hanka tenía 24 años y era maestra. Los nazis no interrumpieron su trabajo. Aunque estaba prohibido, en el gueto de Varsovia tenía a su cargo un grupito rodante de chicos de 10 años a los que reunía cada día en otro sitio: daba lecciones, indicaba deberes, los hacía estudiar y les ponía notas. Si los descubrían los mataban. •    Pola tenía 21 años y vivía en el lado ario con una identidad falsa. Integraba el grupo clandestino Zegota y su tarea era conseguir buenos documentos falsos para que los habitantes del gueto pudieran salir y vivir del otro lado. Si la descubrían la mataban. •    Ignaz, de Hungría, tenía 27 años, estaba en Auschwitz, trabajaba en una fábrica que hacía granadas. Su tarea era elaborar en un torno una pieza del percutor. Ninguna de las que hizo respondía a las medidas correctas: siempre faltaban o sobraban unos milímetros, nada que se viera a simple viste, pero que haría imposible que esa granada estallara.

Son solo ejemplos de personas comunes en conductas cotidianas bajo la ocupación nazi. Hoy recordamos y honramos a los héroes. Recordemos y honremos a todos los héroes. En la Shoá, así como en cualquier genocidio o asesinato masivo, distinguimos cuatro actores diferentes: •    las víctimas, •    los perpetradores, •    los observadores indiferentes y •    los salvadores. En particular respecto de la Shoá, la mayor parte de las investigaciones realizadas hasta la fecha ha sido sobre las víctimas. Hace pocos años que se está abriendo el espectro y los perpetradores están siendo puestos en la mira. También los salvadores comienzan a recibir la atención y el reconocimiento que merecen. Pero la gran mayoría, el enorme cuerpo social que permaneció indiferente y que, por miedo, por estupidez o por estar de acuerdo, son los que han hecho posible el horror y que fueron cómplices activos o pasivos por no haberse opuesto, es materia más oscura, de más difícil abordaje. Claro, toca la esencia de las sociedades humanas, nos enfrenta con un espejo en el que no nos queremos ver. El levantamiento del gueto de Varsovia honra a las víctimas, nos obliga a hablar desde allí. Y también, por qué no, a abogar por ellas y dar a conocer sus resistencias. Recordemos y honremos a los héroes. Recordemos y honremos a todos los héroes judíos que se han resistido de infinitas y muy ingeniosas maneras. Distinguimos básicamente tres resistencias: la armada, la de subsistencia y la cultural. La resistencia armada es la más conocida aunque no en toda su amplitud y complejidad. Fueron muchos los levantamientos en guetos: además del de Varsovia, en Bialystok, en Vilna y en decenas de otros, los jóvenes enfrentaron como pudieron a las fuerzas nazis y cobraron caras sus vidas. También en campos de trabajo, de concentración y de exterminio. Recordemos tan solo el levantamiento en Sobibor, la destrucción de uno de los crematorios de Auschwitz-Birkenau, la rebelión en Treblinka. Allí, en las entrañas de los sitios en donde los grados de libertad eran inexistentes, se las ingeniaron para conseguir explosivos, objetos contundentes, lo que fuera, para luchar. En los bosques, los grupos partisanos, por ejemplo el famosísimo de los hermanos Bielski en Bielorrusia cuya historia se acaba de filmar en una película que se llama “Desafío”. Y en los ejércitos aliados. Durante la Segunda Guerra Mundial participaron 1.300.000 soldados judíos en los ejércitos ruso, británico y norteamericano. Fueron condecorados 1.000 soldados judíos en el ejército Inglés, 40 mil en el norteamericano y 161 mil en el soviético. La URSS declaró como héroes de los soviets a 150 miembros judíos del Ejército Rojo. Pero la gran mayoría de los judíos no tuvo la oportunidad de tener un arma ni de enfrentarse de manera violenta con sus asesinos. Estaban ocupados en sobrevivir, en sostener a sus familias, a los niños pequeños, a sus padres, en el día a día de la vida. Desnutridos, enfermos, desempleados, la gesta de conseguir una papa para dar de comer a la familia y no ser detenidos y trasladados, consumía todas sus energías. En ese estado y en los contextos del hacinamiento en guetos, gestaron la resistencia interna, silenciosa y anónima. Por un lado la resistencia de subsistencia: alimentos, remedios, cuidado para los niños que se habían quedado solos, ollas populares en las que cada uno ofrecía lo que tenía; la comida entraba gracias al contrabando y permitía alimentar a los cientos de miles de personas. Tendremos que honrar algún día a los contrabandistas que arriesgaban su vida cotidianamente para que sus hermanos pudieran comer. Y también la resistencia cultural sostenida por artistas, escritores, periodistas, concertistas, gente de teatro, maestros, profesores. Todo lo que hacían estaba prohibido y era penado con la muerte inmediata si era descubierto. Así y todo había conciertos, conferencias, debates, obras de teatro, periódicos y publicaciones y grupos rodantes de escuelas tanto primarias como secundarias. La cultura fue el alimento primordial que permitió sobrevivir al pueblo judío no solo durante la Shoá. Proporcionaba aliento, mantenía abierta la esperanza y les daba fuerzas para seguir. No sólo en guetos, también en las duras condiciones de los campos de concentración la vida cultural fue el ligamen espiritual y muchas veces el sustituto del alimento. Cuenta Leonie, sobreviviente griega, que un gran entretenimiento en Auschwitz era contarse recetas de sus comidas favoritas. Con las paredes del estómago pegadas por el vacío interior, se llenaban con el recuerdo de aquellos sabores y sobrevivían un día más. Pero entre las resistencias ofrecidas por el pueblo judío, resaltemos la del salvataje de niños. Honremos los esfuerzos de cada padre y cada madre por salvar al suyo, protegerlo de la muerte segura incluso entregándolo a manos desconocidas, sabiendo que tal vez nunca más lo vería, pero asegurándose de que tuviera la oportunidad de sobrevivir que ellos ya no tenían. Las organizaciones judías que salvaron niños, que los arrancaron del camino a la muerte con osadía, con la inconciencia ante el peligro que se tiene cuando se sabe que se debe actuar ya, que se trata de vivir. Amo a las ovejas. Las ovejas tienen la inocencia del que desconoce el Mal. No están entrenadas para luchar, no saben cómo hacer para matar. Las ovejas viven y dejan vivir. ¿Cómo se van a imaginar que hay mataderos para ellas? ¿A quién se le ocurre una idea así? ¿En qué cabeza puede caber la idea de lo que estaba sucediendo? ¿Industrias de la muerte? ¿Ingenieros, médicos, abogados planificando, organizando y realizando campos de exterminio humano? ¿Maquinarias eficientes y racionales para matar a la mayor cantidad de gente posible en el menor tiempo y con el menor costo? Imposible. Eso no puede pasar. Claro, es fácil saberlo hoy con el diario del lunes. Pero las ovejas no lo sabían entonces. 4 millones y medio de ovejas adultas fueron atrapadas y engañadas. Un millón y medio de ovejitas fueron arrastradas a la muerte. Casi un millón de ovejas salieron milagrosamente vivas con sus lanas chamuscadas para siempre. Algunos se preguntan ¿por qué no se fueron? ¿por qué se quedaron? Pero aún si hubieran tenido cómo irse y adónde, nadie abandona así como así su lugar, su tierra, su idioma, su cultura, su historia. Y esto no es un tema exclusivo judío sino un tema de las sociedades humanas. Cuando algo pasa tendemos a pensar que será transitorio, que no puede durar, que no es para tanto. Nosotros, los argentinos, lo sabemos bien. Las sociedades humanas nos comportamos como aquella rana a la que pusieron en agua y luego al fuego; el cuerpo de la rana se iba acostumbrando al ascenso gradual de la temperatura, se adaptaba, tanto así que cuando el agua entró en ebullición ya era demasiado tarde. ¿Qué otro grupo humano victimizado por el nazismo se le enfrentó? ¿Los gitanos? ¿los homosexuales? ¿los eslavos? ¿Qué poblaciones civiles se levantaron en armas y cobraron caras sus vidas? Si hasta los franceses que fueron el pueblo que más colaboró con los nazis se vanaglorian hoy de que todos estaban en el Maquis. ¿Y cuántos estuvieron en realidad? Amo a las ovejas, a las personas comunes que solo sueñan con un mundo de paz, de ovejas que puedan pastar libremente, un mundo en el que la bondad y la inocencia sean lo natural y no un signo de estupidez, o pero aún, de cobardía. Quiero ser una oveja libre y vivir en un mundo que ame a las ovejas buenas, en un mundo que eduque a sus ovejitas a hacer el Bien. Ser desconfiado, escéptico, estar a la defensiva y no creer en nada parece ser el paradigma de una buena adaptación al mundo. Pues es a todo eso que me quiero resistir y es la resistencia esencial, la madre de todas las resistencias. Quiero ser una oveja mansa y buena, vivir sin temor ni prevenciones, comiendo pasto, dando mi lana, esperando la lluvia y haciendo el Bien.

Pronunciado en el ACTO POR EL LEVANTAMIENTO DEL GUETO DE VARSOVIA Convocado por el POLO DEL JUDAISMO PLURALParque Centenario – Ciudad de Buenos Aires 25 de abril, 2009