Shoa

Del relato testimonial al texto educativo

Presentación de “Y le contarás a tus hijos…” (1)  editado por el INADI  (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo)  - Palabras de Diana Wang (parte del panel integrado también por Daniel Goldman, José Moskovits,  Miguel Angel Zechin y Maria Jose Lubertino) (2)

contaras-a-tus-hijos.pngContarle a los hijos refiere al relato personal, a la historia que se pasa de generación en generación de manera individual, construyendo la matriz de la estirpe familiar, dando cuenta del pasado constituyente de cada uno de los individuos que forman la familia. Es, para los sobrevivientes de la Shoá, un deber, una misión, tanto en la preservación de la historia como en la transmisión de quién es cada uno y por qué estamos en la Argentina cuando nuestros orígenes son europeos, cómo es que vivimos después del intento de nuestra aniquilación, cómo es que sobrevivimos y cómo es que hemos seguido viviendo. El testimonio de los sobrevivientes construye, adicionalmente, una  densa red de múltiples evidencias cruzadas que exhibe, a modo de prueba incontrastable, la realidad de la maquinaria del horror desatada contra los judíos por el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando una institución, como en este caso el INADI, emprende la publicación de un libro sobre la Shoá, el testimonio, aunque precioso y fundamental, con una edición cuidada, con fotografías y buen diseño interior, no basta. El libro, emanado de un organismo institucional, excede el nivel de lo individual, o debiera excederlo. Pensado como herramienta educativa y no solo como relato vivencial, debe incluir otros aspectos que permitan su aprovechamiento pedagógico. Honrar a la memoria es parte de la enseñanza, pero uno se pregunta –viendo cuán vacíos de recursos están nuestros docentes en relación a la Shoá- qué se hace con ello. La historia personal es una herramienta privilegiada pero debe brindar la posibilidad de que el docente sepa qué hacer con ello y cómo aprovecharlo. Los docentes, abrumados con los programas que deben cumplir y otras presiones, no suelen tener conocimientos suficientes de la Shoá como para tomar un buen partido de un texto testimonial, sacarlo de la anécdota y volverlo una herramienta de aprendizaje humanístico. El testimonio es indispensable, aunque, sin ubicarlo en los debidos contextos, el centrar el trabajo pedagógico exclusivamente en el testimonio de las víctimas podría ser contraproducente. Los judíos quedarían estigmatizados con la victimización como rasgo principal de su identidad, lo que está muy lejos de atenerse a la verdad. Hubo tiempos de persecución y victimización. También hubo tiempos de amistad y coexistencia. La cultura judía excede en mucho la condición de víctima y es importante recalcarlo adecuadamente y que los docentes lo sepan. La ignorancia y la desinformación son parte de los sustentos del prejuicio y la discriminación.  La escuela debe revertir ese camino. Una pregunta fundamental que deberíamos responder en nuestra escuela a la hora de enseñar sobre la Shoá, es ¿por qué acá y ahora? ¿por qué enseñar sobre la Shoá en Argentina? Si es un hecho que sucedió en Europa, hace más de setenta años, con protagonistas que en su casi totalidad no están en la Argentina, ¿cuál es el sentido de tomarlo como un tema de estudio en nuestro país, en qué nos afecta, cuál es su sentido? Si no respondemos eso, los docentes no tendrán claro para qué y por qué deben dar clases sobre esta cuestión y los alumnos lo sabrán en menor medida aún. Se llenarán de frases hechas y huecas y recibirán el timbre del recreo como un alivio. Si no se ubica el tema en el contexto nacional, en la cercanía de las experiencias concretas de los alumnos y docentes, será planteado, escuchado, estudiado y comprendido como algo ajeno, lejano, con ninguna aplicación concreta a la vida cotidiana, difícilmente incorporado al bagaje formador educativo pretendido. Una idea para encarar el tema sería tomar en consideración, por ejemplo, los siguientes aspectos: el contexto argentino, el poder de la propaganda, la influencia del cristianismo en la construcción del estereotipo antisemita del judío y la acción de los salvadores.  Veamos cada uno de ellos.

A) En la Argentina. Siguiendo la propuesta expresada por el profesor Yehuda Bauer en su disertación ante los delegados de la ITF en Oslo en junio de 2009, es importante ubicar a los docentes y alumnos en el contexto argentino para señalar la presencia y actualidad del antisemitismo y la manera en que interviene en la vida cotidiana de todos. Los hitos podrían ser:

•    Publicación en 1891 de La Bolsa,  Estudio social, escrito por Julián Martel, seudónimo de José María Miró, (1867-1896) •    Pogrom de 1919 (en el contexto de la Semana Trágica, enero de 1919, un grupo de “niños bien” de la “mejor” sociedad, salieron a la “caza del rusito” en el barrio del Once, con múltiples víctimas judías) •    En 1920 la Argentina adoptó el modelo prusiano para reorganizar y modernizar el Ejército Argentino (ver características, influencias y consecuencias tal vez hasta la actualidad). •    El nazismo en ascenso tenía propagadores locales entusiastas que veían así justificada su judeofobia. Publicaciones como Clarinada (3), Nueva Provincia, los libros de Hugo Wast (seudónimo de Gustavo Martínez Zubiría, fue director de la Biblioteca Nacional entre 1931 y 1955, autor El Kahal-Oro, texto antisemita clásico) y “El Judío” de Julio Menvielle, 1936, transmitían el ideario judeófobo por doquier. •    Neutralidad de la Argentina durante la segunda guerra. Declaración de guerra a los países del eje recién a fines de marzo de 1945. •    Ingreso de nazis y restricción a judíos en la posguerra (Plan Odessa (4) para rescate y salvación de los nazis y Circular 11, directiva secreta argentina para impedir el ingreso de judíos). •    Movimientos nacionalistas: Tacuara (5), Guardia Restauradora Nacionalista. Asesinato de Norma Penjerek en 1962 y en el mismo año secuestro de Graciela Sirota (torturada con quemaduras de cigarrillo, le grabaron una svástika en el pecho con una navaja). También en 1962 la Liga Árabe se instaló en la Argentina con una campaña publicitaria de hostigamiento contra Israel y el Sionismo (Hussein Triki) aliada con Tacuara y la Guardia Restauradora Nacionalista (GRN), subsidiando sus estructuras y actividades,  introduciendo la idea de que la “lucha” de los argentinos era la de los árabes (todavía no se llamaban a sí mismos palestinos). En 1964, en un acto organizado por la Liga Árabe en un teatro porteño, militantes de Tacuara gritaban "Mueran los judíos" y "Nasser y Perón, un solo corazón". Asesinato de Raúl Alterman en 1964 •    "Haga patria, mate un judío", graffiti de Tacuara,  traducción literal de consigna nacional-socialista alemana. •    Plan Andinia,  teoría conspirativa antisemita divulgada en 1971 por el ultraderechista profesor de la Universidad de Buenos Aires, Walter Beveraggi Allende. (6) •    Proceso de Reorganización Nacional 1976-83 (7). Acoso especial a detenidos judíos con exacerbación de las torturas sazonadas con discursos de Hitler, símbolos nazis, cuestionarios sobre conspiraciones, plan Andinia, supuestas fortunas judías (8). También es importante mostrar cómo este tipo de procesos y dictaduras toma algunos elementos del nazismo y de otros procesos dictatoriales y el modo en que afectan la vida de los ciudadanos, sus libertades y derechos. •    Destrucción de la Embajada de Israel en 1992 y de la sede de la AMIA en 1994, impunes tanto las conexiones locales como los encubrimientos en las investigaciones. •    Luis D´Elía (antisionismo-antisemitismo: “escraches” (9) a judíos empresarios como protesta por acciones del gobierno de Israel) •    Richard Williamson, 2009, negador del Holocausto, su relación con la Iglesia y su expulsión de la Argentina. (10)

B) Propaganda, generación de consensos. Deconstruir la estructura, metodología y principios mediante los cuales se utilizan los medios de difusión masivos para generar consensos, construir la opinión pública para avalar medidas de gobierno impopulares (por ejemplo la Dictadura Militar 1976-83, la guerra de Malvinas 1982).  Estudiar el aparato propagandístico del Ministerio de Propaganda de Goebbels, y reconocer la vigencia de sus principios tanto en la publicidad de venta de productos como en la propaganda política actual. Aprender a leer los diarios, comparar unos con otros, comprender las titulaciones, las bajadas, tipos de letras, ubicación en la página y descubrir intenciones y objetivos, observar las fotos, los epígrafes. Estudiar los noticieros de televisión, qué noticia difunden, cómo, cómo la editan, qué privilegian sobre qué. Conocer los intereses económicos detrás de los medios para comprender por qué y para qué se instalan las operaciones mediáticas, se cuentan algunas cosas y se callan otras. Todos estamos sujetos al poder de la propaganda y su perniciosa influencia. El nazismo es un excelente ejemplo de ello.

C) Raíz religiosa de la judeofobia y revisión de la Iglesia. Compromiso del cristianismo en la generación de la judeofobia desde el comienzo de la Era Común y sus hitos (Constantino, Cruzadas, Inquisición, prédicas acusando a los judíos de deicidas, libelo de sangre –acusación a los judíos de tomar niños cristinos y desangrarlos para preparar sus ritos satánicos-, el mito del judío errante, demonización, teorías conspirativas). Es importante enseñar, simultáneamente, sobre la prédica y el trabajo de Juan XXIII en su revisión de las relaciones de la Iglesia con el pueblo judío, el Concilio Vaticano II y la encíclica Nostra Ætate donde se revierte la acusación de deicidio. (11)

D) Los salvadores, Justos entre las Naciones, pedagogía positiva, lecciones morales y de responsabilidad ética y social. Junto con los testimonios de las victimas, los de los salvadores y rescatadores así como los de los honrados como Justos entre las Naciones por Yad Vashem, deberían ser ejes de construcción de ciudadanías atentas, de no sujeción ni sometimiento a propagandas e ideas populistas o manipulaciones políticas. Los salvadores de la Shoá se caracterizaron por atenerse a lo que creían que estaba bien en abierta oposición a lo que la ley indicaba, y a la hora de las urgencias supieron elegir entre lo legal y lo legítimo y optaron por lo legítimo. Es mucho más fácil contar una historia o mostrar un film con experiencias que impacten tal vez por su relato. Lleva menos tiempo, requiere menos preparación, será aplaudido por todos y las autoridades se quedarán contentísimas con la sensación de haber hecho lo que había que hacer: hablar de la Shoá, esa cosa terrible que les pasó a los judíos (en el fondo vaya uno a saber por qué) y que hay que enseñarlo porque es políticamente correcto o porque se cree ingenuamente que contando historias solamente se puede modificar algo. La escuela, la educación son nuestra única posibilidad y si no es allí en donde se enseña lo que de verdad importa enseñar, si no es allí en donde se construyen las mujeres y hombres de bien que votarán a los que mejor sepan, a los que mejor se conduzcan, a los que mejor puedan, nuestro destino seguirá siendo la repetición, sea trágica, sea cómica, sea absurda, de los mismos tropezones de siempre, mejorados, eso sí, por la tecnología y la masificación de la indiferencia.

Diana Wang Biblioteca Nacional, lunes 22 de junio 2009

NOTAS

(1)  El libro incluye la desgrabación de diversos testimonios, acompañados de fotografías de quienes prestaron su testimonio y otras imágenes que documentan la época. Los testimonios corresponden a los dados por los sobrevivientes en actos realizados por la DAIA en varias embajadas europeas en Buenos Aires. (2)  Si bien tenía unas notas, el texto fue improvisado. Ésta es una reconstrucción con algunos agregados y referencias.

(3) Clarinada no combate a los judíos porque son judíos, ni pretende agitar luchas religiosas o raciales. Clarinada combate a los judíos, porque ellos son los inventores, organizadores, directores y sostenedores del comunismo en todo el mundo. Clarinada combate a los judíos, porque los judíos, cumpliendo con las directivas de los ‘Sabios de Sión’ corrompen la moral cristiana, estimulan los vicios y los defectos humanos, para aniquilar la conquista espiritual de la humanidad hecha por Jesús, primera víctima de los Judíos deicidas”

(4)  La auténtica Odessa, Uki Goñi, Paidós, 2002. (5) El Movimiento Nacionalista Tacuara fue una organización política de ultraderecha argentina, que actuó entre 1955 y 1965 utilizando el terrorismo. El 4 de abril de 1964, la Policía Federal informó que de enero a noviembre de 1963 los miembros del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara habían protagonizado cuarenta y tres hechos terroristas.[1] Vinculado a los sectores más conservadores del movimiento peronista e inspirados directamente por la prédica del sacerdote católico Julio Meinvielle y del sociólogo francés Jaime María de Mahieu, Tacuara defendía un ideario de corte fuertemente nacionalista, católico, fascista, anticomunista, antisemita y antidemocrático. De Wikipedia, la enciclopedia libre

(6)  Cuatro años más tarde, pocos meses antes del Golpe de Estado de Jorge Rafael Videla, el mismo Beveraggi publicó "La inflación argentina", en cuya tapa un mapa de la República Argentina aparecía crucificada con Estrellas de David por el estereotipo de un judío. El periodista Jacobo Timerman narró que cuando era interrogado por la dictadura militar de los años ochenta, se le exigían detalles del Plan Andinia. El Plan trataría de un supuesto complot para desmembrar la Patagonia de la Argentina y de Chile y crear allí otro Estado judío. Esta teoría es relativamente reciente, tiene como base la mención que Theodore Herzl (1882) en su libro El Estado Judío (Der Judenstaat) hizo de la posibilidad de comprar tierras o en Palestina o en Argentina para la creación de un Estado Judío. La teoría de la conspiración sostiene que dicho plan vio la luz en el Congreso Sionista Internacional de Basilea, Suiza en 1897. Se supone que la creación de "Andinia" en el territorio patagónico se llevaría adelante gracias a los mismos métodos usados para la creación del Estado de Israel en Palestina. Sin embargo, en la realidad, la "opción argentina" había sido descartada rápidamente por inviable. El Sexto Congreso Sionista de 1904 se concentró en la discusión sobre si había que seguir demandando Palestina o aceptar la propuesta británica, formalizada el 25 de enero de 1904, de 5.000 millas cuadradas en África Oriental (hoy Uganda). En abril de 1904 la posibilidad de Uganda ya se había evaporado, y en julio de 1904 Theodore Herzl murió. Entre las medidas a para llevar adelante el supuesto Plan Andinia, se mencionan las siguientes: * Migración en masa a Argentina. * La compra de una gran extensión de tierra por parte de la Jewish Colonization Association con base en Londres. No existen pruebas sobre la existencia de este supuesto plan para anexar este territorio a algún otro bajo el control de un poder relacionado con Israel o la comunidad judía internacional. Pese a ello, hay quienes insisten en aportar supuestas pruebas que, sin embargo, han quedado desacreditadas a la actualidad, quedando en la categoría de las teorías conspirativas. La existencia de este Plan Andinia, junto a otro tipo de teorías conspirativas como el negacionismo del Holocausto, habitualmente forman parte de proclamas antisemitas y neonazis En 2003, el entonces jefe del Ejército Argentino, el general Roberto Bendini, se vio envuelto en una polémica tras trascender supuestos dichos suyos a estudiantes de la Escuela de Guerra sobre el Plan Andinia. Distintas asociaciones judías emitieron protestas, y el gobierno tuvo que publicar un desmentido oficial. (7) Durante un tiempo preferí llamarlo Dictadura para no usar el nombre que los militares mismos eligieron para su accionar delictivo mesiánico. Le debo a Daniel Feierstein la reflexión de que  la auto denominación “Proceso de Reorganización Nacional”, lejos de encubrir, revela de manera transparente las intenciones de reorganización que remedan, en su modelo local los intentos de reingeniería social del nazismo. (8) Testimonio de Mario Villani ante varias cortes internacionales. Conadep, legajo N° 6821. “Nazismo y antisemitismo en los campos de concentración de la Argentina. Inform presentado al Juez Baltasar Garzón en Madrid, España, abril 1999 y en el Ministerio de Justicia de Israel. (9)  El uso de la palabra “escrache” se refiere al señalamiento público y acusación de alguna persona. Comenzaron a hacerlo desde la organización HIJOS manifestándose en los domicilios de los perpetradores impunes de la Dictadura. (10) Obispo católico inglés de la Fraternidad San Pío X  consagrado por Monseñor Lefèbvre. Fue excomulgado por el papa Juan Pablo II en 1988 acusado de cismático y no seguir la verdadera Tradición de la Iglesia católica. Benedicto XVI remitió la suspensión a través de la Congregación para los obispos el 21 de enero de 2009, pero aún permanece suspendido de sus funciones como sacerdote y como obispo. Sus declaraciones a la televisión sueca, en las cuales niega la utilización de cámaras de gas por parte de los nazis para el genocidio judío, ha levantado un grandísimo escándalo. A principios de febrero de 2009 fue relevado como director de un seminario en La Reja, Provincia de Buenos Aires, donde ocupaba el cargo de director y posteriormente se le inició una demanda penal por "apología al delito". El gobierno argentino lo expulsó del país porque había mentido al ingresar en 2002 respecto de la que sería su actividad (al no existir una ley que pene declaraciones respecto a la negación del Holocausto). (11) Encíclica de 1965. En lo relativo a la acusación a los judíos como deicidas y al antisemitismo dice: Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios. Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos.

Sobre la Educación del Holocausto

Autor: Prof. Yehuda Bauer – Oslo, Junio 2009Traducción: Diana Wang Hay aparentemente tres cuestiones centrales: por qué enseñar el Holocausto, qué enseñar y cómo enseñarlo. El genocidio del pueblo judío en manos de la Alemania nazi y sus colaboradores, a lo que comúnmente, e inadecuadamente, llamamos el Holocausto, fue la forma de genocidio más extrema conocida hasta la fecha.  Fue el caso más extremo no por el sufrimiento de las víctimas: no hay gradaciones del sufrimiento y los judíos no sufrieron más o menos que otras víctimas de otros genocidios. Tampoco es debido al número de víctimas – tal  vez 5.7 o 5.8 millones – ni tampoco por el porcentaje de judíos asesinados sobre el total de judíos en el mundo en aquel momento – cerca de 17 millones. En el genocidio armenio, cercano al millón, tal vez aún más, los armenios fueron asesinados o murieron como resultado de acciones genocidas y fueron más de un tercio de los armenios residentes en Turquía. Entre 800 mil y un millón de Tutsis fueron asesinados en Ruanda en 1994, cerca del 90% de la población Tutsi que vivía allí. Y en China las víctimas del Gran Salto Adelante que corresponde a lo que llamamos politicidio, es decir el asesinato genocida debido a razones políticas, sociales o económicas, sumó considerablemente más víctimas que las del Holocausto. No, la razón era diferente. Por primera vez en la historia, cualquier persona considerada por los perpetradores como miembro del grupo designado, los judíos, sería asesinada por el único crimen de haber nacido. Por primera vez en la historia esto tendría lugar donde fuera que el poder alemán alcanzara, es decir, todo el planeta. Por primera vez en la historia la motivación tenía poco que ver con factores económicos o sociales sino con motivos puramente ideológicos y la ideología fue totalmente extraída de cualquier contexto realístico. Tuvo lugar en el contexto de una Guerra iniciada por la Alemania nazi por razones que, reitero, tenían poco que ver con razones reales políticas, económicas o sociales: la Alemania nazi comenzó la Guerra para conquistar el así llamado espacio vital; pero no precisaba de espacio vital porque podía conseguir las materias primas y los productos agrícolas mediante el comercio y no precisaba tierras para sus campesinos porque no sobraba el trabajo en los campos de Alemania. Alemania hoy es un país de menor superficie que entonces, con una población mayor y sigue floreciendo. La mayoría de los alemanes de 1939 no quería la Guerra; tenían amargos recuerdos de la anterior, la Primera Guerra.  La elite industrial y la Banca no querían la Guerra porque les iba bastante bien. ¿Acaso los militares querían la Guerra? No. En septiembre de 1938 el General en Jefe de Alemania Ludwig Beck y una gran cantidad de generales planeaban un putsch contra Hitler porque temían una Guerra contra Inglaterra y Francia con los Soviéticos en contra. Pero Chamberlain y Daladier se rindieron con Czechoslovakia y no hubo un putsch. Por supuesto que no es claro si un tal putsch podría haber tenido lugar o si, de haberlo tenido, habría sido exitoso, pero indica lo que pensaba la oficialidad de más alta jerarquía de Alemania. Entonces, ¿quién quería una Guerra? La respuesta es obviamente, Hitler, pero no solamente él. Tenía el apoyo del Partido. La razón para la Guerra está claramente expresada en el memorándum que Hitler escribiera a Goering en agosto de 1936 que puede ser encontrado en los Documentos de Nuremberg de 1945. Hitler dice allí que Alemania está preparada para la Guerra porque, en caso contrario, el bolcheviquismo reemplazaría a los dirigentes de todo el mundo con la Internacional Judía; ello no solo pondría en peligro a Alemania sino que aniquilaría a todo el pueblo alemán. Hitler y sus allegados más cercanos creían que una derrota del bolcheviquismo judío permitiría a Alemania la expansión hacia el este, la colonización de esos territorios en manos de alemanes que aseguraría el aporte de alimentos y materias primas y se garantizaría así la supremacía de Alemania sobre Europa y finalmente sobre sus aliados y el mundo entero. Todo ello solo sería posible derrotando a la judería internacional que controlaba tanto al bolcheviquismo soviético como al capitalismo occidental. La Guerra, diría yo, fue en esencia una empresa ideológica y los elementos económicos y políticos fueron instrumentados como los factores que lo hicieron posible. El Holocausto, luego, fue básicamente un proyecto ideológico parte de un proyecto ideológicamente motivado de  una Guerra en la búsqueda de la expansión del poder. El nazismo no tuvo en consecuencia precedentes lo que explica por qué el Holocausto es el tema central en cualquier proceso educativo, no solo en Europa, porque tiene que ver con el mundo en el que vivimos. El antisemitismo, y el Holocausto fue su resultado, fue la motivación central para una Guerra en la que no solo murieron 6 millones de judíos sino unos 29 millones de no judíos solo en Europa. Ello significa que el antisemitismo y el Holocausto, fueron las razones básicas de la muerte de millones de europeos no judíos.  Es, luego, un tema central para nuestra civilización y en particular para la civilización europea; es la forma más extrema de genocidio hasta la fecha, repito, no porque las víctimas sufrieron más que víctimas de otros genocidios, sino por sus razones sin precedentes y el carácter e impacto global que tuvo y tiene como paradigma de genocidio en general, lo que le confiere la gran importancia que tiene para nosotros. Es por eso que lo enseñamos. Cuando encaramos el Holocausto, los educadores tomamos tres grupos de personas: perpetradores, víctimas y observadores indiferentes. Esto es problemático porque cuando se lo mira más de cerca son categorías no del todo precisas y tienden con frecuencia a confundirse o sus fronteras no son siempre nítidas.  Por ejemplo los kapos en los campos de concentración eran víctimas pero muchas veces también perpetradores. El término “observadores indiferentes” (en inglés, bystanders) incluye grupos tan diversos como los Aliados Occidentales, la Unión Soviética, organizaciones judías e instituciones exteriores a las áreas de control nazi, campesinos polacos entre los que había indiferentes, algunos amistosos y muchos hostiles aún cuando no mataran judíos;  incluye a miembros de las Iglesias cristianas que callaron mientras frente a sus ojos los judíos eran transportados a su muerte o asesinados y los gobiernos de los países neutrales que podían haber ayudado pero se abstuvieron de hacerlo. Sin embargo, usamos esos términos a pesar de saber que no son del todo adecuados porque no hemos desarrollado otros mejores. ¿Qué deberíamos enseñar entonces?  Después de todo, no podemos enseñar todo, porque la serie de contextos y acontecimientos que llamamos Holocausto son muy extensos, muy complicados y hay poco tiempo en cualquier establecimiento educativo para enseñar todo. Hubo unos 18.000 refugiados centro-europeos en Shanghai, ¿deberíamos enseñar sobre ellos? Los gobiernos latino-americanos se rehusaron aceptar refugiados judíos, ¿es un tema para enseñar? ¿Deberíamos tomar como tema a los judíos de Tracia y Macedonia que fueron entregados a las manos alemanas por la policía y el ejército búlgaros o deberíamos concentrarnos solamente en el rescate de los judíos de Bulgaria? ¿Tendríamos que entrar en los detalles relativos a los colaboradores griegos, checos, italianos, noruegos y otros que se sumaron a los alemanes? Creo que debemos ajustar nuestras enseñanzas a las situaciones e intereses locales. Si enseñamos en Grecia deberemos enfatizar el destino de los judíos de Salónica, Atenas, Corfú y Rodas y hablar sobre los colaboradores y los movimientos de Resistencia y la conducta de los dirigentes de la comunidad judía y de los judíos comunes, señalando los claroscuros, las sombras y las diferencias manteniendo el propósito de no disminuir la responsabilidad criminal directa de las instituciones, las organizaciones y los individuos alemanes. En otros países, debieran realizarse similares paralelos. Pero hay un peligro en ello: que ocuparse de los árboles nos haga perder de vista el bosque. Tiene que estar el cuadro más amplio siempre presente como contexto del enfoque nacional. Deberíamos apuntar a lo que se podría llamar la globalización de la educación sobre el Holocausto. Quiero decir con ello que deberíamos describir y analizar el Holocausto en sus diferentes contextos: verticalmente, es decir históricamente, poniéndolo en su contexto histórico, económico y político y en sus antecedentes, realización e impacto. Uno no debiera ocuparse de todo esto mientras enseña, no solo debido a los límites de tiempo sino porque los docentes no están entrenados en tener el tipo de conocimiento de los académicos que se pasan la vida en ello; pero es importante tener estas dimensiones in mente. Sobre los perpetradores, uno debería enfrentar el dilema que en noviembre de 1932, en las últimas elecciones libres de la Alemania pre-Hitler, el partido Nacional Socialista, fue derrotado, perdieron 2 millones de votos y 34 asientos en el Parlamento alemán. Parecía que habían quedado afuera de la historia para volver a lo que habían sido en 1928 cuando consiguieron solo un 2.8% del total de votos. A fines de 1932 la mayoría de los alemanes votó por partidos que eran claramente anti nazis y contrarios al antisemitismo o que no lo apoyaban (social demócratas, comunistas y católicos junto con partidos menores). Pero menos de seis semanas más tarde los nazis tenían el poder, no debido a una victoria en las urnas sino por las maquinaciones de la derecha conservadora y los violentos desacuerdos entre los no-nazis. Alrededor de 1940-1941, ya no había problemas en reclutar cualquier cantidad de alemanes que se convertirían en asesinos masivos.  ¿Cómo puede uno explicarse eso? Los historiadores alemanes han señalado que hubo una combinación de un mejoramiento económico real y un uso muy inteligente de políticas sociales que parecían mejorar la vida de los alemanes. Lograron reestablecer considerablemente la cohesión social que había sido destruida como resultado de la pérdida de la primera Guerra y de las dos grandes crisis económicas en la década del veinte. La nación resurgida ganó victorias internacionales baratas destruyendo los efectos del Tratado de Versalles y reestableciendo a Alemania como un importante poder político y militar en Europa. El ascenso luego de la crisis económica, debemos señalarlo, no fue enteramente el resultado de la política del régimen, sino también del hecho de que antes del acceso al poder del nazismo la economía alemana había llegado a su punto más bajo y había comenzado su recuperación. Los nazis se montaron a la ola de mejoría y algunas de sus políticas propugnaron el aumento de la producción aunque no hubo una apreciable mejoría en los niveles de vida. Pero la absorción de grandes masas de desempleados aunque en trabajos mal remunerados hizo muy popular al régimen. Adicionalmente la política social del nazismo se ocupó por primera vez y con bastante éxito del problema de las millones de viudas de guerra, de los ex soldados heridos y distribuyó pensiones para todos ellos. Consiguieron sobornar en parte a la población y lo acompañaron con una propaganda ideológica masiva que llegó a todas las familias en cada uno de los rincones del país. Algunos historiadores tomaron como dato muy importante que muchos asesinos no estaban ideológicamente educados, pero olvidan que toda la sociedad había estado sometida a una intensiva campaña de adoctrinamiento ideológico durante 7-8 años y en sus márgenes, a veces más allá de ellos, reinaba la amenaza continua de una maquinaria de terror progresivamente eficiente que era usada de manera determinada para evitar cualquier oposición política o ideológica desde la raíz. Las políticas nazis se pagaban con la reserva de divisas extranjeras y mediante una política inflacionaria que fue frenada mediante la imposición a la población de una astuta política fiscal. La prosperidad real fue abortada en pos del rearme masivo y toda la estructura económica estaba en consecuencia en peligro. La guerra apuntaba, como ya se indicó, hacia soluciones temporales ante una inevitable crisis económica y financiera por medio del simple robo de los países aliados ocupados y conquistados y, antes que nada, apropiándose de las propiedades de los judíos. El elemento esencial de cualquier interpretación de las políticas nazis debe ser la historia de la intelectualidad alemana. Desde mediados del siglo diecinueve se había desarrollado una progresiva radicalización de la intelectualidad. El nacionalismo radical se impuso sobre la tendencia más liberal y se transformó, gradualmente, en racismo chauvinista; no solo en Alemania, también en Austria. Esto fue claro durante el Segundo Reich entre 1870 y 1914. La derrota en la Primera Guerra exacerbó la tendencia y en la década del veinte las universidades y las organizaciones docentes formaron las bases principales del Nacional Socialismo. Sin el apoyo de la intelectualidad el régimen nazi no habría conseguido poder ni tampoco habría podido conservarlo. Fue en la intelectualidad donde se reclutó gente que dirigió los crímenes nazis. La conclusión debe ser, con total seguridad, que el conocimiento por sí mismo no garantiza un acercamiento humanístico a la vida y que no hay nada más peligroso que asesinos masivos inteligentes. Eichmann es un excelente ejemplo: engañó a gente brillante, como la filósofa Hannah Arendt, quienes aceptaron su auto descripción como un mero engranaje de la máquina, una personalidad banal que hizo el mal porque no era un intelectual ideólogo y no sabía hacerlo mejor. A decir verdad, Eichmann era miembro de la Oficina Central de Seguridad del Reich, la RSHA, compuesta por individuos altamente motivados ideológicamente, de extrema inteligencia, radicalmente racistas y antisemitas, que estaban en el corazón de la máquina de los perpetradores. La Policía de Seguridad era una rama de la GESTAPO, la Policía Criminal, y de las unidades de inteligencia. Son los artífices de la mayoría de las matanzas. Eichmann puede no haber tenido educación universitaria pero la gente que lo rodeaba sí la tuvo y él mismo citaba tanto a Kant como a Hegel. No era ningún engranaje en la máquina, era parte del sistema de control de la máquina. En una conferencia que dio al personal de seguridad nazi en noviembre de 1937, dijo que la conspiración judía internacional estaba por todas partes. Era parte de una jerarquía y aunque recibió efectivamente instrucciones generales de sus superiores, mostró una gran inteligencia e iniciativa para radicalizarlas. Daba órdenes; no solo las recibía, aunque en tal caso raramente precisaba órdenes porque se identificaba completamente con la política asesina general y sabía exactamente que lo que estaba haciendo estaba mal. Lejos de ser una personalidad banal probó que el mal nunca es banal. La historia real de Eichmann puede ser usada en educación para mostrar la imagen opuesta de la imagen popular creada en ciertas películas y en los así llamados documentales. Se pueden proveer fuentes para todo ello. ¿Es, entonces, la historia del nazismo y del Holocausto una historia de la burocracia, como tantos creen? Cuando uno enseña sobre el Holocausto no puede evitar encarar el tema de que, efectivamente, la burocracia en sus varios aspectos, fue empleada para hacer realidad el asesinato. Pero las burocracias no matan. Los burócratas dan órdenes o instrucciones, pero alguien tiene que decirles a los burócratas que lo hagan, o algunos burócratas lo hacen por su propia cuenta. En otras palabras, el deseo de matar tiene que ser dirigido por personas que saben lo que están haciendo y quieren hacerlo. La ideología, o la racionalización ideológica, o los intereses, mueven las burocracias; cuando decimos “intereses” nos referimos a una comprensión de qué es bueno o malo en los ojos de las personas que toman las decisiones. En el caso de los nazis, ya aduje que actuaban sin considerar sus intereses materiales, o, en otras palabras, que estaban motivados por una ideología no-pragmática o anti-pragmática. Una vez comprendido esto, uno puede poner los hechos históricos en contexto y se puede enseñar sobre el desarrollo del régimen nazi en Alemania y sobre los estadios en los que se materializó el genocidio de los judíos. Por cierto, se puede hablar luego de aquellos estadios y mostrar que el Holocausto no estaba pre-planeado, contrariamente a la percepción popular, aunque Hitler, como individuo podía haber deseado que la aniquilación masiva de los judíos sucediera. Pero al ideología estaba ahí y cuando la ocasión fue propicia le dio oportunidad a la planificación. De hecho, los actos de asesinatos masivos vinieron antes y la planificación fue en gran medida su resultado. En esto, como en tantos otros aspectos, el genocidio de los judíos difiere de la mayoría o de todos los otros genocidios. Cuando se enseña sobre guetos, campos, marchas de la muerte y las otras cosas, todo encaja.    Considero que la historia de las víctimas es por lo menos tan importante como la de los perpetradores. Después de todo, las víctimas son siempre la mayoría, si las comparamos con los perpetradores, y casi todos nosotros estamos en condiciones más de ser víctimas u observadores que de ser perpetradores. Desde un punto de vista humanístico es crucial comprender quiénes eran las víctimas, por qué se convirtieron en víctimas, qué hacían antes de ser víctimas, hasta qué punto comprendían que estaban en peligro de convertirse en víctimas de un genocidio y un asesinato masivo y qué hicieron en respuesta a todo esto. Cuando enseñamos sobre el genocidio de los judíos tenemos que encarar, obviamente, el antisemitismo; pero hay una dificultad aquí porque el estudiante o incluso el maestro puede ver a los judíos tan solo como objetos de odio, persecución y muerte, no como sujetos de la historia con su propia cultura, tradiciones y aspiraciones, en otras palabras, menos que seres humanos. Hay que enseñar, en consecuencia, que los judíos son un pueblo con historia y lo mismo debe ser aplicado a los otros grupos que fueron designados como objetos de ataques genocidas. Esto significa que el maestro debe tener al menos un conocimiento rudimentario de la historia del pueblo judío. El otro peligro es que el alumno pregunte: bueno, pero ¿qué hicieron para ser objeto de tal tratamiento? Además de mostrar, a partir de la discriminación concreta presente sobre diferentes grupos que esto sucede con frecuencia en las sociedades humanas, es importante intentar clarificar de dónde viene el antisemitismo. La respuesta más simple y correcta es que mientras los judíos no son mejores ni peores que cualquier otro grupo, su cultura y tradiciones son diferentes. En Europa fueron los únicos no-europeos hasta la llegada de los Roma –gitanos- a los Balcanes en los siglos 13 y 14, y tenían una cultura diferente que se expresaba en una religión diferente a la que tenía la sociedad que los acogía. Desarrollaron también una estructura ocupacional diferente porque las sociedades que los rodeaban los usaron para propósitos económicos específicos limitando sus posibilidades laborales. Al mismo tiempo, se debe enfatizar que la historia de los judíos no es definitivamente la historia de sus persecuciones. En muchos lugares, durante mucho tiempo, convivieron con sus vecinos, no necesariamente amados pero tampoco necesariamente odiados, fueron útiles y a menudo invitados a residir en países para realizar ciertas funciones económicas y sociales. Pero cuando una sociedad era golpeada por una crisis, lo que sucedía con bastante frecuencia, era posible –aunque muchas veces no pasó- que los judíos fueran una especie de para-rayos: el descontento caía sobre un grupo que todos conocían, familiar aunque extraño, siempre minoritario y en consecuencia fácil de atacar. Estas diferencias básicas fueron acentuadas por la Iglesia y, luego de Lutero, por las iglesias, debido a razones teológicas entretejidas con razones económicas y sociales. Puede ser incómodo enseñar esto pero es inevitable. El antisemisitismo cristiano nunca planeó el genocidio de los judíos: los judíos en la visión cristiana habían rechazado al verdadero mesías pero eran humanos con almas y matarlos era un pecado mortal. Pero estaban poseídos por Satán, eran de hecho una amenaza satánica para la cristiandad y debían ser oprimidos, discriminados, perseguidos, explotados, echados, desposeídos cuando surgiera la ocasión. Las acusaciones en contra de ellos repetían siempre los mismos argumentos teológicos, pero las acusaciones no teológicas diferían de tiempo en tiempo y durante el nazismo alcanzaron un punto extremo: eran contradictorias pues acusaban a los judíos de ser tanto comunistas como capitalistas lo que precisamente podía ser sostenido por sus supuestas cualidades satánicas. Sin embargo, todas estas acusaciones, incluso las raciales, estaban basadas en antecedentes teológicos: la acusación de que hay una conspiración judía para controlar el mundo puede ser encontrada en tempranos escritos cristianos. Similarmente, la idea de que los judíos corrompen a las sociedades y sus culturas o de que usan sangre de niños para preparar sus comidas especiales, provienen de la antigüedad y del medioevo. En el siglo dieciséis y más tarde, la pureza de sangre, limpieza de sangre, (en castellano en el original) la prueba de que no se descendía de judíos o musulmanes, era una exigencia para cualquiera que aspirara a algún cargo público en España. La noción de que el nazismo era una ideología neo-pagana que no tenía relación con el cristianismo es solo parcialmente verdad: el antisemitismo cristiano fue una recondición necesaria, aunque no suficiente, para el nazismo. El nazismo se volvió contra el cristianismo fundamentalmente porque se basaba en el judaísmo y contenía ideas humanísticas que aborrecidas por los nazis. Pero los judíos quedaron atrapados en el medio: fueron asesinados por los nazis y no fueron protegidos por las iglesias aunque hubo muchos casos individuales de curas, pastores y altos oficiales de la Iglesia que trataron de salvar judíos y una cantidad que sacrificaron sus vidas haciéndolo. Podría argüirse que los nazis inventaron a sus víctimas en el sentido de que los judíos a los que atacaron no se veían necesariamente a sí mismos como judíos. Por supuesto, y esto debe ser enfatizado en todo contexto educativo, los judíos no eran un colectivo político. En Alemania, por ejemplo, nunca existió una representación de todos los judíos antes del ascenso de los nazis al poder. Tampoco lo había en la Polonia de entre guerras. Había comunidades y organizaciones judías de diferentes estilos y colores, ortodoxos y liberales y no religiosos, nunca del todo unidos, ni siquiera en un país como Francia donde había una organización rabínica llamada el Consistorio que solo representaba a una minoría que se veía a sí mismos como judíos. En Polonia, por ejemplo, una pluralidad de judíos, casi el 40%, se identificaba con el Bund, un partido social-democrático, anti comunista, anti sionista y anti religioso. Los nazis, siguiendo antecedentes previos, inventaron el colectivo político judío, incluso con características de internacional y, paradójicamente, los judíos debieron constituir organizaciones políticas internacionales en parte para luchar en contra de la amenaza del nazismo. Así, el Congreso Judío Mundial se estableció en 1936, representando supuestamente a las comunidades judías de todo el mundo, pero de hecho tan solo algunas se le unieron. El movimiento sionista, una expresión del progresivo nacionalismo judío –había otras expresiones diferentes – era una minoría entre los judíos. Los nazis asesinaron personas cuyos abuelos se habían convertido porque los veían como judíos. Mataron personas que habían nacido de padres judíos pero se identificaban como polacos, rusos, italianos, y que habían cortado relaciones con los otros judíos. La religión judío no identificaba ya a los judíos. La mayoría de los judíos se identificaban a sí mismos como judíos pero su interpretación de lo que ello significaba tenía diferentes versiones. Los docentes deben explicar que se debe respetar la forma en que cada uno elige identificarse y no permitir ser identificados por otros que es precisamente lo que hicieron los nazis. Inventaron un pueblo judío que era tan solo en parte el pueblo con el que la mayoría de los judíos se identificaba. Y sin embargo, y éste es el punto principal, la reacción de los judíos ante la persecución y el asesinato fue cuanto menos sorprendente. Los judíos alemanes, la mayoría de los cuales no era ortodoxa, esos nacionalistas alemanes entusiastas, se integraron a la sociedad alemana pero al mismo tiempo recuperaron su historia judía y en parte su identidad religiosa, desarrollando una cultura judía en lengua alemana. La Biblia fue traducida al alemán y la vida intelectual y social floreció en los treintas a pesar del incremento de las persecuciones. Después del comienzo de la guerra, y especialmente en los grandes guetos de Polonia – pero no solo allí- se constituyeron redes, organizaciones sociales, económicas y culturales, tratando de mantener la moral y una apariencia de vida civilizada a pesar del hambre, las epidemias, los golpes y el peligro de las deportaciones. No había posibilidad de resistencia armada puesto que los judíos eran una pequeña minoría –aún en Polonia eran tan solo el 10% de la población general- no tenían acceso a armas y no habían desarrollado una clase militar de ninguna especie; adicionalmente, en la mayoría de los países europeos habían sido mantenidos en un cierto aislamiento por el resto de la población y no fueron apoyados por los Aliados. La resistencia desarmada fue la única opción posible y muchas comunidades judías desarrollaron justamente eso. Hasta donde yo sé, no hay paralelo con estos hechos en relación a otra población que fue víctima de crímenes genocidas. Sugiero que la resistencia judía desarmada debiera ser uno de los tópicos centrales en la educación del Holocausto. Por supuesto, la resistencia desarmada no se dio en todas partes. Bajo la tremenda presión de los nazis y sus colaboradores locales, hubo muchos casos de desintegración social, de colaboración forzada con el enemigo y de traiciones. Pero esto puede ser encontrado también en la mayoría de los otros casos de genocidio. Se debería tener cuidado en no catalogar como colaboradores a los Consejos Judíos, instituidos por los alemanes para facilitar las políticas respecto a los judíos. Algunos, por cierto, se sometieron a la presión alemana sin resistencia –en Ámsterdam por ejemplo, o en Salónica o, discutiblemente, en Lodz. Pero en la mayor parte de los lugares, sabemos ahora, trataron de proteger a sus comunidades lo mejor que pudieron, sin una resistencia abierta contra este poder enorme, por supuesto. Siempre que la resistencia fue intentada –y hubo muchos sitios en que lo fue- los Consejos Judíos fueron depuestos y casi siempre asesinados. En muchos lugares, sin embargo, estos Consejos trataron de resistir de varias maneras y en algunos pueblos y zonas organizaron rebeliones armadas. Los alemanes instalaron también unidades policiales en los guetos y la mayoría hizo lo que los nazis exigían y muchas veces entregaron judíos a los alemanes. Pero es un error generalizar. En casi todos los lugares, tanto en el este como en el oeste, los alemanes no pedían la colaboración ni de los Consejos ni de la Policía judía sino que tomaban a los judíos por sí mismos, brutal y sádicamente. La imagen general de la policía judía entregando judíos es verdadera para el gueto de Varsovia por ejemplo pero no para el de Kaunas y la proposición es irrelevante para Bélgica o los Países Bajos. Es importante plantear estas temáticas en un contexto educativo antes de que sean siquiera sugeridas. Las reacciones de las víctimas judías deben ser vinculadas al contexto general de las relaciones entre judíos y no judíos. Es claro que estas relaciones fueron diferentes en los diferentes países. Hasta donde sabemos, los judíos daneses fueron tratados como daneses por la población de Dinamarca y en consecuencia muchos de ellos fueron llevados de contrabando a la Suecia neutral. En Bulgaria, los judíos fueron rescatados por una improbable coalición de miembros del Partido Fascista, la Iglesia Ortodoxa y los grupos clandestinos comunistas y socia-demócratas, en otras palabras,  por representantes de la mayoría de la población búlgara. Menos dramáticamente, pero muchas actitudes pro-judías fueron exteriorizadas por servios, italianos, belgas y franceses. Había poca simpatía por los judíos en Rumania, Ucrania y los Países Bálticos. Recientes textos revisionistas en Polonia y en la diáspora polaca, acusan a los judíos de haberse matado ellos mismos o de haberse rehusado a ser rescatados por un gran número de polacos deseosos de ayudarlos. No es la única distorsión total de un hecho histórico pero también minimiza el real heroísmo de miles de polacos que, a pesar de ser una minoría entre sus connacionales, hicieron lo posible para rescatar a los judíos y en una gran cantidad de casos lo pagaron con sus vidas. También ignora diferencias regionales –había una marcada actitud antisemita en la Polonia del noreste y del centro-sur donde la población local traicionó a los judíos y los entregó a los alemanes y a la policía polaca. Las razones precisas de esto están aún por ser investigadas. Por otra parte, la minoría polaca en la Galicia del Este y Volinia era mucho más amigable hacia los judíos y en un gran número de casos los judíos se unieron a ellos en la defensa común contra los nacionalistas ucranianos y alemanes. Para los educadores es importante señalar el peligro de las generalizaciones fáciles. Es imposible para ellos, reitero, entrar en detalles, pero el rango de reacciones tiene que ser enfatizado y las razones sugieren que las diferencias en los pasados en cada uno de los diferentes lugares crearon diferentes bases para actitudes que definieron las posibilidades de la supervivencia judía. En todo caso, las actitudes de los vecinos no judíos fueron en gran medida responsables de la muerte o la supervivencia de la minoría judía. Es importante indicar de que aunque no hubiera posibilidad objetiva de una resistencia armada judía, a pesar de ello y contrariando toda lógica, una resistencia armada judía sucedió y mucho más de lo que podría ser razonablemente esperado. La historia de la rebelión del gueto de Varsovia es importante y no debe ser ignorada pero no fue por lejos el único hecho de esas características. Hubo rebeliones e intentos de resistencias armadas en Vilna-Vilnius, Kaunas-Kovno, Bialystok, Svencionys-Svenciany, Cracow, Baranowicze, Lachwa, Tuczyn, y un gran número de otros sitios en el este. De hecho en el área de la Bielorrusia Occidental sola hubo unos 63 pequeños poblados en donde tales resistencias armadas tuvieron lugar. Se estima que entre 20.000 y 30.000 judíos fue a los bosques a luchar con los partisanos soviéticos, aunque no muchos sobrevivieron. Había luchadores judíos y partisanos en Francia, Bélgica, Italia, Yugoslavia, Bulgaria y las áreas ucranianas ocupadas por Rumania. En todos estos casos se trató de pequeños números y lo que merece ser resaltado no es el daño infligido a los alemanes y sus ayudadores, sino el hecho mismo de que hubiera habido una resistencia armada. Se trata de una importancia moral. Cuando nos ocupamos del mundo exterior, los poderes occidentales y la Unión Soviética, estamos discutiendo el presente porque los poderes mayores de hoy están enfrentando de alguna manera una situación paralela: son observadores indiferentes en la continuación de situaciones genocidas. Las diferencias entre las formas de genocidio son varias. Una de ellas es que la conducta de los países poderosos durante el Holocausto se dio en el contexto de una guerra mundial, lo que difiere evidentemente de la situación actual. Es un hecho de que mientras hoy vemos al Holocausto como el hecho principal si no el único de la Segunda Guerra Mundial, no fue más que un tema marginal en el momento en que sucedió. Los Aliados sabían, en términos generales, lo que estaba pasando pero luchaban por sus vidas contra un enemigo formidable. Muchos líderes simplemente no creyeron las informaciones que recibían y tal vez los oponentes al nazismo no comprendieron la central importancia de la ideología antisemita nazi; la venían como un medio para ganar y retener el poder más que una convicción hondamente sostenida que los nazis harían realidad en cuanto pudieran. Estamos en una situación similar hoy cuando muchos de nosotros creemos que la propaganda genocida del Islam radical es solo charlatanería y no nos damos cuenta que es una ideología en la que creen con todo su corazón y sobre la que actuarán si tienen la oportunidad. Hay otro aspecto en esto: se escribieron muchos libros acusando a los poderes occidentales de mantenerse en silencio frente al genocidio que sucedía frente a sus ojos y de no usar los poderes militares para el rescate de los judíos. Pero los hechos son muy diferentes. No hubo silencio. Cuando la información relativa a la aniquilación masiva de los judíos fue finalmente confirmada en noviembre de 1942, se creyó que los responsables serían castigados, lo que sucedió solo en una pequeña proporción. No se censuró ninguna noticia sobre estos temas a medida que llegaban de Europa. Las noticias se publicaban. Que la gente creyera lo que leía es otra cuestión. Un segundo tema es que los alemanes comenzaron a asesinar en masa a los judíos después de la invasión a la Unión Soviética en junio de 1941. Los EEUU eran neutrales y los ingleses se vieron forzados a una retirada a sus islas donde peleaban por su propia supervivencia. Los soviéticos estaban siendo vencidos y en todo caso no tenían interés en los judíos como tales. Los EEUU no declararon la guerra a Alemania; más bien fueron forzados a entrar en la guerra luego del ataque japonés a Pearl Harbour y luego fue Alemania quien declaró la guerra a los EEUU, no al revés. Si esto no hubiera pasado habría que ver si los EEUU hubieran intervenido en la lucha. Durante el período de las grandes campañas de exterminio, en 1941, 1942 y la mayoría de 1943, no había ejércitos aliados cerca de los sitios de destrucción y los alemanes controlaban casi toda Europa. Los únicos bombarderos que podrían haber llegado a los campos de exterminio de Polonia eran los British Lancaster, pero no había aviones de combate que los podían haber acompañado a esos lugares. La situación solo cambió luego de que los Aliados ocuparon los campos de aterrizaje italianos cercanos a Foggia en noviembre de 1943. Tomó luego unos meses hasta que fueran utilizables, en consecuencia los campos de exterminio hubieran podido ser bombardeados recién en 1944. En ese momento, sólo Auschwitz-Birkenau estaba aún operando. Birkenau podría haber sido atacado por cierto luego de mayo 1944, especialmente luego del informe detallado sobre Auschwitz traído por dos evadidos judíos eslovacos, Alfred Wetzler y Rudolf Vrba, en junio de 1944. Pero entonces los líderes militares occidentales decidieron que era un blanco civil y que usarían su fuerza aérea solo contra blancos militares. Si las fuerzas aéreas occidentales –aunque a los soviéticos les importaba poco- hubieran atacado Birkenau, ¿habría ello determinado que los alemanes dejaran de matar judíos? No lo creo. Los perpetradores alemanes habrían continuado lo que estaban haciendo antes, matar a sus víctimas en zanjas o, como hicieron luego, hacerlos caminar las marchas de la muerte. La idea de que occidente podía haber salvado a los judíos es una idea popular y populista pero de ninguna manera convincente. Por otra parte, mientras occidente no podía haber salvado millones, quizá podía haber salvado miles, tal vez más. Los países occidentales cerraron las puertas a los judíos que escapaban a través de los Balcanes a Palestina y rehusaron garantizar a los neutrales, Suiza, España, Turquía, Suecia y Portugal, el acoger a los refugiados llegados a sus países y encontrar otros sitios para ellos después de la guerra, porque los neutrales no querían, por supuesto, ningún judío en sus territorios. La actitud de los soviéticos está siendo investigada, pero claramente, todo el tema judío era marginal para ellos. Estos problemas pueden ser traducidos en la clase en temas puntuales. ¿Cómo enseñamos el Holocausto? No soy un pedagogo profesional o un experto en didáctica. Pero creo que el Holocausto debería ser enseñado, en principio, analíticamente pero también con la historia de los individuos que quedaron atrapados allí. Un historiador es alguien que cuenta historias verdaderas. A menos que un docente use esta herramienta no tendrá ningún efecto o impresión en sus alumnos. Por otro lado, contar solo historias verdades puede producir un efecto adverso. Los estudiantes deben ser estimulados a investigar los hechos, las conexiones, los contextos. Creo en la combinación de estrategias educativas. Otra consideración importante es ajustar la enseñanza del Holocausto al contexto social, cultural e históricos de los estudiantes. Si se enseña en la República Checa es necesario tomar en cuenta el destino de los Roma –gitanos- que sufrieron un genocidio diferente del Holocausto pero ocurrido en paralelo y casi todos los Roma checos que vivían entonces en la República Checa fueron asesinados. Habrá que subrayar el hecho de que Terezin jugó un papel central en el Holocausto en las tierras checas y que hubo un gobierno colaboracionista checo con autonomía limitada que ayudó a los nazis en sus políticas. Si se enseña en los Países Bajos habrá que enfatizar la colaboración con la genocidio de la administración nacional y al mismo tiempo el rescate de unos 16.000 judíos holandeses realizado por la población local. En ambos casos habrá que hacer notar el carácter de las comunidades judías locales, y contrastarlas con la conducta de los Judenraete en Terezin y en Ámsterdam. Pero en todos los casos y en todos los países que se enseñe habrá que ser especialmente cuidadoso en presentar el cuadro total del Holocausto y no quedar constreñido a la historia local. El Holocausto no fue un acontecimiento checo, holandés o polaco, fue un acontecimiento global que sucedió en Europa, en toda Europa y aún más allá de Europa. Esto requiere adaptaciones pedagógicas y es lo que la ITF está haciendo y debiera hacer. Al final, lo que se enseña son dilemas, dilemas imposibles a los que la gente no debería ser enfrentada nunca. Déjenme darles un ejemplo conocido: En el gueto de lo que es hoy Vilnius en Lituania, había una organización de resistencia clandestina llamada el FPO, que provino de la coalición de los movimientos juveniles judíos desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. El comandante elegido fue un judío comunista, Itzik Wittenberg. Las razones de la elección fueron, por un lado, que era un muchacho muy popular y carismático y por el otro que la única esperanza de recibir alguna ayuda era el Ejército Rojo. Se pensó que eligiendo a un comunista ayudaría a establecer relaciones con los soviéticos. Los alemanes capturaron a un militante comunista lituano en el lado ario de Vilnius quien, bajo tortura, dio el nombre de Wittenberg como un miembro del partido y de la resistencia. Los alemanes no conocían al FPO, pero conocieron así el nombre de Wittenberg y exigieron su entrega al presidente del Consejo del gueto, Jacob Gens. Gens, quien tenía contactos con el FPO, invitó a sus dirigentes a una reunión en el Judenrat y un colaboracionista lituano que estaba escondido en el edificio, irrumpió en la habitación y arrestó a Wittenberg. En su camino hacia la puerta del gueto, varios miembros del FPO superaron a los lituanos y liberaron a Wittenberg, quien fue escondido en una pequeña habitación en el gueto. Los alemanes anunciaron públicamente que si Wittenberg no era entregado asesinarían a todos los habitantes del gueto. Gens apeló a la población para encontrar a Wittenberg, así sus vidas serían salvadas. Los judíos del gueto, temiendo por sus vidas y las de sus familias, interpelaron a los miembros del FPO – no era muy difícil identificarlos en el pequeño gueto – y los atacaron, los golpearon y les exigieron la rendición de Wittenberg a los alemanes. Los dirigente del FPO se vieron enfrentados con la elección de entregar a su comandante o tener que usar armas para luchar contra los judíos desesperados del gueto. Finalmente acudieron a la célula comunista del FPO, formada por dos mujeres jóvenes y un hombre, para que tomaran la decisión. La célula decidió que Wittenberg debía rendirse. Le entregaron una cápsula con cianuro y él caminó con orgullo hacia las puertas del gueto ante la presencia de la población silenciosa que acompañó su paso alineada a cada lado de la calle. Cuando llegó a la prisión, se suicidó. ¿Hay alguna manera de salir de ese dilema?  ¿Cómo juzgamos a Gens, a la población, a la dirigencia del FPO, todos los cuales, excepto Wittenberg, eran sionistas? ¿qué decimos sobre los tres miembros de la célula que decidieron sobre el destino de Wittenberg? En dos casos paralelos, uno en Minsk y otro en un pueblo bielorruso llamado Baranowicze, la resolución fue diferente. En Minsk, el Judenrat usó el cuerpo de un judío muerto en cuyos bolsillos colocaron los documentos de identidad del comandante de la resistencia, con lo cual engañaron a los alemanes y salvaron la vida del comandante. En Baranowicze, donde la población actuó de la misma manera que la de los judíos de Vilnius, el Judenrat sobornó al comandante de la policía alemana y consiguió así rescatar al miembro de la resistencia detenido. Tenemos aquí tres casos, tres dilemas. Uno terminó trágicamente, los otros dos menos trágicamente. La intención de los alemanes de asesinar a todos los judíos que pudieran encontrar era siempre igual. ¿Quién tenía razón? ¿Puede uno comparar? Esta es la historia real del Holocausto y son el tipo de historias que debieran acompañar su enseñanza. En la tradición judía le preguntaron al sabio Hillel, unos 200 años antes de la era cristiana, cómo podía resumir las enseñanzas de la Torá parado sobre un pie. Dijo: no hacerle a otros lo que uno no quiere que le hagan a uno. Esta es toda la Torá. El resto es comentario. Entonces, amigos, vayan y aprendan.

LA RESISTENCIA DE LAS OVEJAS

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•    Ania, tenía 11 años, sola, huérfana, sobrevivió en Polonia con una identidad falsa. Tenía un problema de pronunciación: no le salía la “r” y tenía miedo de que eso la denunciara como judía. Ania, vivió sola entre sus 11 y 14 años y durante ese tiempo habló fluidamente polaco evitando usar palabras con la letra “r”. •    Elke, de Bélgica, tenía 18 años y estaba de novia con Georges. Integraron una red de salvataje de niños que operaba en la frontera entre Francia y Suiza. Los recibían, los cuidaban y se ocupaban de que pasaran al otro lado. Un día un poblador de la zona los denunció y fueron enviados a Auschwitz. •    Hanka tenía 24 años y era maestra. Los nazis no interrumpieron su trabajo. Aunque estaba prohibido, en el gueto de Varsovia tenía a su cargo un grupito rodante de chicos de 10 años a los que reunía cada día en otro sitio: daba lecciones, indicaba deberes, los hacía estudiar y les ponía notas. Si los descubrían los mataban. •    Pola tenía 21 años y vivía en el lado ario con una identidad falsa. Integraba el grupo clandestino Zegota y su tarea era conseguir buenos documentos falsos para que los habitantes del gueto pudieran salir y vivir del otro lado. Si la descubrían la mataban. •    Ignaz, de Hungría, tenía 27 años, estaba en Auschwitz, trabajaba en una fábrica que hacía granadas. Su tarea era elaborar en un torno una pieza del percutor. Ninguna de las que hizo respondía a las medidas correctas: siempre faltaban o sobraban unos milímetros, nada que se viera a simple viste, pero que haría imposible que esa granada estallara.

Son solo ejemplos de personas comunes en conductas cotidianas bajo la ocupación nazi. Hoy recordamos y honramos a los héroes. Recordemos y honremos a todos los héroes. En la Shoá, así como en cualquier genocidio o asesinato masivo, distinguimos cuatro actores diferentes: •    las víctimas, •    los perpetradores, •    los observadores indiferentes y •    los salvadores. En particular respecto de la Shoá, la mayor parte de las investigaciones realizadas hasta la fecha ha sido sobre las víctimas. Hace pocos años que se está abriendo el espectro y los perpetradores están siendo puestos en la mira. También los salvadores comienzan a recibir la atención y el reconocimiento que merecen. Pero la gran mayoría, el enorme cuerpo social que permaneció indiferente y que, por miedo, por estupidez o por estar de acuerdo, son los que han hecho posible el horror y que fueron cómplices activos o pasivos por no haberse opuesto, es materia más oscura, de más difícil abordaje. Claro, toca la esencia de las sociedades humanas, nos enfrenta con un espejo en el que no nos queremos ver. El levantamiento del gueto de Varsovia honra a las víctimas, nos obliga a hablar desde allí. Y también, por qué no, a abogar por ellas y dar a conocer sus resistencias. Recordemos y honremos a los héroes. Recordemos y honremos a todos los héroes judíos que se han resistido de infinitas y muy ingeniosas maneras. Distinguimos básicamente tres resistencias: la armada, la de subsistencia y la cultural. La resistencia armada es la más conocida aunque no en toda su amplitud y complejidad. Fueron muchos los levantamientos en guetos: además del de Varsovia, en Bialystok, en Vilna y en decenas de otros, los jóvenes enfrentaron como pudieron a las fuerzas nazis y cobraron caras sus vidas. También en campos de trabajo, de concentración y de exterminio. Recordemos tan solo el levantamiento en Sobibor, la destrucción de uno de los crematorios de Auschwitz-Birkenau, la rebelión en Treblinka. Allí, en las entrañas de los sitios en donde los grados de libertad eran inexistentes, se las ingeniaron para conseguir explosivos, objetos contundentes, lo que fuera, para luchar. En los bosques, los grupos partisanos, por ejemplo el famosísimo de los hermanos Bielski en Bielorrusia cuya historia se acaba de filmar en una película que se llama “Desafío”. Y en los ejércitos aliados. Durante la Segunda Guerra Mundial participaron 1.300.000 soldados judíos en los ejércitos ruso, británico y norteamericano. Fueron condecorados 1.000 soldados judíos en el ejército Inglés, 40 mil en el norteamericano y 161 mil en el soviético. La URSS declaró como héroes de los soviets a 150 miembros judíos del Ejército Rojo. Pero la gran mayoría de los judíos no tuvo la oportunidad de tener un arma ni de enfrentarse de manera violenta con sus asesinos. Estaban ocupados en sobrevivir, en sostener a sus familias, a los niños pequeños, a sus padres, en el día a día de la vida. Desnutridos, enfermos, desempleados, la gesta de conseguir una papa para dar de comer a la familia y no ser detenidos y trasladados, consumía todas sus energías. En ese estado y en los contextos del hacinamiento en guetos, gestaron la resistencia interna, silenciosa y anónima. Por un lado la resistencia de subsistencia: alimentos, remedios, cuidado para los niños que se habían quedado solos, ollas populares en las que cada uno ofrecía lo que tenía; la comida entraba gracias al contrabando y permitía alimentar a los cientos de miles de personas. Tendremos que honrar algún día a los contrabandistas que arriesgaban su vida cotidianamente para que sus hermanos pudieran comer. Y también la resistencia cultural sostenida por artistas, escritores, periodistas, concertistas, gente de teatro, maestros, profesores. Todo lo que hacían estaba prohibido y era penado con la muerte inmediata si era descubierto. Así y todo había conciertos, conferencias, debates, obras de teatro, periódicos y publicaciones y grupos rodantes de escuelas tanto primarias como secundarias. La cultura fue el alimento primordial que permitió sobrevivir al pueblo judío no solo durante la Shoá. Proporcionaba aliento, mantenía abierta la esperanza y les daba fuerzas para seguir. No sólo en guetos, también en las duras condiciones de los campos de concentración la vida cultural fue el ligamen espiritual y muchas veces el sustituto del alimento. Cuenta Leonie, sobreviviente griega, que un gran entretenimiento en Auschwitz era contarse recetas de sus comidas favoritas. Con las paredes del estómago pegadas por el vacío interior, se llenaban con el recuerdo de aquellos sabores y sobrevivían un día más. Pero entre las resistencias ofrecidas por el pueblo judío, resaltemos la del salvataje de niños. Honremos los esfuerzos de cada padre y cada madre por salvar al suyo, protegerlo de la muerte segura incluso entregándolo a manos desconocidas, sabiendo que tal vez nunca más lo vería, pero asegurándose de que tuviera la oportunidad de sobrevivir que ellos ya no tenían. Las organizaciones judías que salvaron niños, que los arrancaron del camino a la muerte con osadía, con la inconciencia ante el peligro que se tiene cuando se sabe que se debe actuar ya, que se trata de vivir. Amo a las ovejas. Las ovejas tienen la inocencia del que desconoce el Mal. No están entrenadas para luchar, no saben cómo hacer para matar. Las ovejas viven y dejan vivir. ¿Cómo se van a imaginar que hay mataderos para ellas? ¿A quién se le ocurre una idea así? ¿En qué cabeza puede caber la idea de lo que estaba sucediendo? ¿Industrias de la muerte? ¿Ingenieros, médicos, abogados planificando, organizando y realizando campos de exterminio humano? ¿Maquinarias eficientes y racionales para matar a la mayor cantidad de gente posible en el menor tiempo y con el menor costo? Imposible. Eso no puede pasar. Claro, es fácil saberlo hoy con el diario del lunes. Pero las ovejas no lo sabían entonces. 4 millones y medio de ovejas adultas fueron atrapadas y engañadas. Un millón y medio de ovejitas fueron arrastradas a la muerte. Casi un millón de ovejas salieron milagrosamente vivas con sus lanas chamuscadas para siempre. Algunos se preguntan ¿por qué no se fueron? ¿por qué se quedaron? Pero aún si hubieran tenido cómo irse y adónde, nadie abandona así como así su lugar, su tierra, su idioma, su cultura, su historia. Y esto no es un tema exclusivo judío sino un tema de las sociedades humanas. Cuando algo pasa tendemos a pensar que será transitorio, que no puede durar, que no es para tanto. Nosotros, los argentinos, lo sabemos bien. Las sociedades humanas nos comportamos como aquella rana a la que pusieron en agua y luego al fuego; el cuerpo de la rana se iba acostumbrando al ascenso gradual de la temperatura, se adaptaba, tanto así que cuando el agua entró en ebullición ya era demasiado tarde. ¿Qué otro grupo humano victimizado por el nazismo se le enfrentó? ¿Los gitanos? ¿los homosexuales? ¿los eslavos? ¿Qué poblaciones civiles se levantaron en armas y cobraron caras sus vidas? Si hasta los franceses que fueron el pueblo que más colaboró con los nazis se vanaglorian hoy de que todos estaban en el Maquis. ¿Y cuántos estuvieron en realidad? Amo a las ovejas, a las personas comunes que solo sueñan con un mundo de paz, de ovejas que puedan pastar libremente, un mundo en el que la bondad y la inocencia sean lo natural y no un signo de estupidez, o pero aún, de cobardía. Quiero ser una oveja libre y vivir en un mundo que ame a las ovejas buenas, en un mundo que eduque a sus ovejitas a hacer el Bien. Ser desconfiado, escéptico, estar a la defensiva y no creer en nada parece ser el paradigma de una buena adaptación al mundo. Pues es a todo eso que me quiero resistir y es la resistencia esencial, la madre de todas las resistencias. Quiero ser una oveja mansa y buena, vivir sin temor ni prevenciones, comiendo pasto, dando mi lana, esperando la lluvia y haciendo el Bien.

Pronunciado en el ACTO POR EL LEVANTAMIENTO DEL GUETO DE VARSOVIA Convocado por el POLO DEL JUDAISMO PLURALParque Centenario – Ciudad de Buenos Aires 25 de abril, 2009

Quiero saber sobre la Shoá - Preguntas de un periodista mexicano

El periodista mexicano Jorge Caballero Tellez (que tiene un programa en Radio Chilango, una emisora mexicana de jóvenes) visitó la página web de Julio Szeferblum, le hizo algunas preguntas que luego derivaron en el siguiente intercambio conmigo. Su propósito es hacer una emisión especial en su programa de radio centrada en la Shoá para lo cual quería saber algunas cosas. Es interesante ver cómo ha formulado las preguntas, cuáles son las ideas básicas que las sostienen y cuál es el trabajo que debemos hacer para esclarecer, explicar, informar y permitir comprender y ser útiles. A continuación el listado completo de preguntas y luego cada una con sus respuestas.JC - Preguntas para nuestros amigos judíos.

  1. Siempre se ha perseguido a la raza judía, para mí hay dos holocaustos. El primero realizado por los españoles, en tiempo de Torquemada y los reyes católicos. Algo similar con el trato que recibieron los indígenas americanos, por parte de los conquistadores. Estos eran hombres medievales, ya que las torturas que infringieron a los judíos las hicieron a los indios. De alguna manera estas dos  razas se ven hermanadas por el dolor y el sufrimiento. El segundo el más atroz, el macabramente planeado, el sistemático, y por desgracia el más actual. Mi pregunta sería ¿por qué se ha perseguido tanto a los judíos?  Me interesa saber lo que ustedes piensan, como ven desde dentro de la comunidad judía, este sentimiento.
  2. Sé que Hitler era un loco, pero tristemente con iniciativa. Que supo hacer muy bien su juego con el pueblo alemán. ¿Qué tan envuelto por la ideología nazi estaba inmerso el pueblo alemán?
  3. Este pueblo, que en mi opinión es uno de los más cultos e inteligentes del orbe, se dejó llevar por el nazismo. ¿Pero por que creen que denunciaban, humillaban, perseguían a los judíos? No puedo entender, y creo que pocos seres humanos podrían entender al pueblo alemán. Pero mandar a hombres, mujeres, niños  ancianos al matadero, me parece la peor traición.
  4. ¿Qué sentían los judíos durante el inicio del nazismo? Hicieron confianza, pensaron que solo eran amenazas y que el odio que crecía no iba a ser perdurable.
  5. ¿Los hacían usar estrellas amarillas y les pusieron restricciones en sus derechos? ¿Cómo lo veían, y que sentían? ¿Pensaron en lo que podía ocurrir?
  6. Los aislaban del mundo en ghettos. ¿Cómo era la vida allí?
  7. Me duele decirlo, pero en libros, películas, series de tv, en documentales. Se ven a los judíos resignados a ir a los campos de trabajo, (para mi campos de infamia). ¿Por que creen ustedes que era así?
  8. Algunos por vivir un año más, un mes más, un día más, unas horas más, hacían trabajos para los nazis, en contra de los judíos, prisioneros rusos, gitanos etc.etc.  ¿Cómo ven a esta gente? (traidores, carceleros)
  9. ¿Cómo era la vida, si se puede llamar así, en un campo de concentración?
  10. Despues de muchos años de esta tragedia,  para un hombre, y pocos para una raza milenaria como los judíos. ¿Cómo se sienten al respecto como raza unida y en lo personal con este mundo tan revolucionado y con la constante amenaza islámica?

Ojala me puedan contestar estas preguntas, yo se que será difícil pues van a tener que recordar episodios muy trágicos, casi dantescos.  Por lo que  Cualquier respuesta será atendida y expresada textualmente en el programa. Es como oro molido cada palabra que lleve al radioescucha a ponerse en los zapatos de esas víctimas judías. Además les informare la hora y fecha de trasmisión del o los programas para que los puedan escuchar para ratifiquen o rectifiquen el contenido del mismo. Para mi es un honor tener la colaboración de todos ustedes, y espero servir a la comunidad judía como portavoz para impedir aquí en mí país para evitar más atrocidades para esta comunidad. Gracias, aunque esta palabra se me hace muy corta y vacía, para toda la ayuda que me otorgan. Pero no he encontrado otra más profunda. Atentamente Jorge Caballero Téllez ________________________________________ DW - respuestas de cada una (copiaré la pregunta antes de cada respuesta en el orden en que las ha enviado):

JC Pregunta 1.- Siempre se ha perseguido a la raza judía, para mi hay dos holocaustos. El primero realizado por los españoles, en tiempo de Torquemada y los reyes católicos. Algo similar con el trato que recibieron los indígenas americanos, por parte de los conquistadores. Estos eran hombres medievales, ya que las torturas que infringieron a los judíos las hicieron a los indios. De alguna manera estas dos  razas se ven hermanadas por el dolor y el sufrimiento. El segundo el mas atroz, el macabramente planeado, el sistemático, y por desgracia el más actual. Mi pregunta sería ¿por que se ha perseguido tanto a los judíos?  Me interesa saber lo que ustedes piensan, como ven desde dentro de la comunidad judía, este sentimiento. DW- La palabra raza. Los judíos no somos una raza. No existen las razas en los humanos, somos la misma raza, no hay diferencias genéticas entre nosotros, las diferencias son de maquillaje, exteriores. Lo semita son las lenguas, las raíces indoeuropeas se llaman arias. Lo semita y lo ario no son conceptos biológicos sino lingüísticos, traspolados sin vergüenza alguna de una disciplina a otra y tomados así por serios y supuestamente científicos. No es verdad que siempre se ha perseguido a los judíos, no es así en la antigüedad. No más que a otros pueblos ni con mayor éxito. Sí es verdad a partir del siglo IV y en Europa y luego en América como continuidad ideológica. No es apropiada la palabra holocausto. Se trata de un rito de purificación voluntaria por el fuego, purificación de algún pecado cometido, (se entregaba una víctima propiciatoria, en general un animal doméstico) lo que pondría a los judíos en culpables de su propio asesinato (los quemaron porque se portaron mal y además se entregaron voluntariamente al sacrificio, lo que es además de un absurdo una ofensa grave). Usamos la palabra shoá que significa desierto, devastación, nada, desolación. La similitud entre el genocidio de los pueblos originarios americanos y la Shoá efectivamente existe, básicamente porque los Reyes Católicos fueron los primeros que establecieron que un pueblo “inferior” fuera objeto de esclavización y asesinato como política de Estado, hay historiadores que ponen allí el verdadero comienzo de la Shoá en la civilización occidental. Hay varias diferencias entre cualquier genocidio y la Shoá. Si le interesa, pregúntelo y será respondido. La última parte de esta pregunta se refiere a por qué se ha perseguido a los judíos. Durante quince siglos la Iglesia ha difundido sus infundios que han hecho carne en todos los integrantes de la civilización occidental en forma de prejuicio antijudío. Ha construido en “el judío” el OTRO primordial, el negativo de lo que debe ser, el paradigma de lo diabólico, el no-humano. Todo comenzó con el emperador Constantino en el siglo IV quien impuso a la religión católica como política de Estado y a partir de allí operó en su plan de conquista y comenzó la Iglesia sus operaciones políticas maquiavélicas. Le recomiendo la lectura de “Constantine´s sword. The Church and the Jews” de James Carroll en donde verá toda la historia de los políticos e ideólogos cristianos en la construcción del enemigo judío y en el mantenimiento y acrecentamiento de su poder. Los fundamentos teológicos antijudíos son: los judíos son acusados de haber asesinado a Cristo, tienen el tupé de no aceptar su venida como el mesías y encima insisten en atenerse al así llamado “viejo” testamento (nombre impropio porque alude a que hay uno nuevo y que es, lógicamente, superador, verdadero, en consecuencia, el “viejo” está perimido, out, no va más), los judíos lo llamamos “Torá” o simplemente Biblia. La Iglesia ha debido mantener a los judíos en ese lugar porque también los precisaba como testigos de la anunciación, son los que legitiman la venida del mesías porque lo han anunciado en las “antiguas” escrituras. Es la Iglesia la responsable directa e indudable del odio acendrado hacia el pueblo judío del que hace gala todo el mundo occidental, es decir, todos los países en los que el cristianismo ha tenido o tienen el poder y ha tejido el entramado ideológico y cultural básico. El prejuicio antijudío, la sospecha, el odio, los estereotipos antijudíos, forman parte del mundo occidental y en ello hemos sido criados todos, judíos y no judíos. Del antijudaísmo religioso se pasó en el siglo XIX al así llamado “antisemitismo científico” a partir de la superchería del concepto de raza del que ya le hablé ut supra. Este “antisemitismo científico” fue el sustento de lo que después desarrolló, aplicó y llevó a grados imposibles de prever con anterioridad, el nazismo. Busque en el diccionario y encontrará por ejemplo la palabra “judeada”, también “ladino” (el idioma que hablaban los judíos en España) y muchos más y vea qué significado se les atribuye. A partir del concilio vaticano II la Iglesia ha comenzado a revisar sus ideas y hay hoy un cuerpo creciente de teólogos que no solo hacen el mea culpa sino que están proponiendo cambios drásticos en la doctrina.

Intercambio de emails a raíz de esta primera respuesta:

JC - primero muchas gracias por aclararme las palabras, que bueno que lo hace. para ir poco a poco derrumbando las barreras del lenguaje. Creo que la palabra shoà serà mucho más explícita para mis radioescuchas aunque el significado es muy crudo pues realmente fue una devastación.  Me interesa que me explique desde su punto de vista lo que le cito en este párrafo:  Hay varias diferencias entre cualquier genocidio y la Shoá.

DW- La Shoá fue un genocidio, pero no todo genocidio es como fue la Shoá. 1) No hubo ninguna razón geopolítico-económica para la planificación del asesinato de los judíos, no era un tema territorial ni económico que son los que habitualmente desatan los genocidios (turcos sobre armenios, españoles sobre pueblos originarios, etc). 2) No había ninguna razón relativa a conductas, no se trataba de algo que habían hecho o dejado de hacer, era simplemente por haber nacido. 3) En otros genocidios suele haber excepciones según conveniencias de diferente tipo, acá estaban destinados TODOS al exterminio, sin excepciones, todos los judíos por el mero hecho de haber nacido judíos estaban destinados a la muerte, todos, sin excepción. 4) No había forma de evadirlo, ni con promesas, ni con conversiones, ni con sobornos, porque lo habían definido como una cuestión genética, por ello, era inmodificable e insalvable. 5) La motivación supuestamente científica era una superchería, la teoría racial es un delirio desarrollado sin sustento alguno, no había una razón valedera que lo pudiera sostener con argumentaciones sólidas y confiables, todo estaba basado en la construcción del prejuicio y en la profusa campaña de la propaganda nazi, o sea, la causa era un delirio, una mentira. 6) El plan era el exterminio de los judíos no solo de Alemania y de Europa, de todo el planeta, serían buscados donde fuera que estuvieran sin importar fronteras ni países ni continentes. Todas éstas son razones que hacen a la Shoá un fenómeno único y diferente de otros genocidios. Muchas veces se arguye que el tema es la cantidad de víctimas y no es ésa la diferencia (en la Rusia soviética fueron asesinadas unas 20 millones de personas) sino las causas y sus alcances.

JC - Si estoy de acuerdo con su versión de que la Iglesia ha causado mucho mal por influenciar negativamente a los feligreses. Alguna vez leí un libro de jalil gibran jalil , se llama "Jesús el hijo del hombre". En el prefacio dice que cada 100 años se reúnen el Jesús de la iglesia y el Jesús hombre y se dan cuenta que están lejos el uno del otro. Si realmente pudiéramos preguntarle a Jesús de la opinión de estos conceptos quedaría horrorizado, de lo que han hecho. Ahora tenemos que recordar que Jesús era judío. Y si la Iglesia maldice a los judíos, pues también lo maldice a el. Por eso me agrado una frase del papa Juan pablo II en el que dice "los judíos son nuestros hermanos mayores". He recibido algunas respuestas más de gente que me está ayudando, y el que amablemente usted me está enviando. Platicando con los demás miembros de la estación nos surge una pregunta. Pensamos que Hitler, escribió en su obra de "mi lucha", mucho acerca del antisemitismo. Pero con fin comercial el de apoderarse de los bienes y capitales de los judíos., y con ellos financiar a Alemania. Pero la gran interrogante es el pueblo alemán, en que estaban pensando no entendemos como odiaron, denunciaron, presenciaron y contribuyeron en el shoá. No creemos, mis compañeros y yo en lo personal, que el régimen nazi haya hipnotizado a los alemanes en contra de los Judíos. Mi pregunta sería, ¿cuál es su opinión personal acerca de esto? ¿ Sintieron los judíos que no iba a crecer a tal grado el odio de los alemanes? ¿Cómo lucharon por evadirse de la situación? Para ni es muy difícil redactar preguntas con respecto a esto, porque más que un pensamiento es un sentimiento de incredulidad, repugnancia por la actitud de un pueblo "civilizado. Siéntase en la libertad de rectificar las preguntas, rehacerlas, pero me interesa sobre manera su sentimiento su opinión.

DW - Es una pregunta que enturbia nuestro pensamiento porque el país que era la cuna más elevada de la civilización, la cultura, la ciencia y el arte de aquel momento, produjo semejante espanto. Una de las consecuencias inevitables es pensar que la cultura, al menos una cultura que no se ocupe de valores, no asegura la convivencia y al respeto por el otro. Es una consecuencia aterradora porque seguimos viviendo en el mismo mundo que albergó a la Shoá, los valores siguen siendo los mismos, el peligro sigue estando vivo y seguimos sin hacer las cosas que habría que hacer, sin ocuparnos de educar en lo que verdaderamente hay que educar: en valores y en responsabilidad social. Hitler no tenía como objetivo primario un beneficio económico aunque el apoderarse de los bienes y capitales judíos fue muy útil, pero fue una consecuencia de una decisión previa, ideológica, la necesidad de construir el “enemigo interno”, una motivación fuerte, emocional que pudiera arrastrar a la gente y conseguir consensos para lo que iba a seguir. La construcción del “enemigo interno” es un fenómeno esencial de los estados totalitarios. La propaganda es central en ello, por ello el Reich instituyó un Ministerio de Propaganda, le dio esa jerarquía elevada porque comprendió la importancia de su acción sobre las masas. Respecto de cómo fue que tantos millones de alemanes siguieron esta ideología y se hicieron cómplices de la peor vergüenza de la humanidad, sigue siendo una pregunta abierta, aunque tenemos algunas respuestas que nos van indicando caminos posibles. 1) La gente es cómoda, conservadora, quiere mantener su vida lo más inalterable que pueda, que la dejen trabajar y seguir con la suyo sin moverse demasiado de sus casas y de sus hábitos conocidos y tranquilizadores. Esto sigue igual. 2) La gente suele ser crédula, toma lo que dicen los gobernantes y sobre todo los medios –diarios, radios y ahora la televisión e internet- como la verdad revelada, no tienen elementos para evaluar y criticar lo que se les informa, no pueden más que creer en lo que se les dice, no estamos educados en el ejercicio del juicio crítico, de la evaluación personal de los mensajes emanados de los medios; por el contrario, se nos insta a tomarlos por ciertos, a creer en lo que la autoridad indica, como si fuéramos niños y los gobernantes y periodistas fueran los adultos que nos indicarán qué hacer y por donde ir y nosotros debemos confiar en ellos porque si están donde están es porque supuestamente saben más que nosotros. Todo esto sigue aterradoramente vigente. Vea nomás cómo vota la gente en todos los países. 3) se han hecho experiencias de psicología aplicada  (Milgram y Zimbardo) que indican sin lugar a dudas que la gente entrega de buen grado su responsabilidad social si hay alguien de autoridad que la asume, esto es lo que sostiene la obediencia debida, el obedecer órdenes que tienden al mal (muerte, tortura) por lo cual no se es responsable. 4) somos sumamente vulnerables a la propaganda, muchísimo más de lo que nos atrevemos a pensar y considerar, los que generan las campañas lo saben y conocen muy bien los resortes que deben tocar para que las campañas sean exitosas y consigan los avales necesarios para llevar a cabo luego las políticas y acciones pretendidas por los gobernantes de turno.  El pueblo alemán es un ejemplo de todo lo que antecede y el grado de complicidad que asumió, el grado de negación y el grado de aceptación del estado de cosas es lo que verdaderamente debería espantarnos. Para mantener sus trabajos y seguir con sus vidas, mejor era hacer como que no veían y ponerse en manos de los que estaban en el gobierno que “seguramente sabían lo que hacían”, ¿para qué revolver y buscar? Mejor atenerse a lo de uno, mantenerse en su sector de la línea de producción, de la maquinaria, seguir siendo ese engranaje útil que permitiría seguir viviendo, sin preguntar, ni mirar al costado, del trabajo a casa y de casa al trabajo. Por otra parte, quién era cada uno para evaluar lo que decían los que gobernaban, los profesores y catedráticos, los artistas y miembros de la cultura que insistían con la toxicidad de los judíos y su necesidad de erradicarlos: si esas personalidades decían que había que echar a los judíos (porque no se decía que se los mataba, siempre se usaban eufemismos que no horrorizaran a la gente) debían conocer razones de alta política de estado que al ciudadano común se le escapaban. Por otra parte era sabido que “los judíos eran poco confiables, eran explotadores, banqueros, capitalistas y que traerían el comunismo y la disolución de todo lo que era bueno para un buen cristiano, además habían matado a Cristo y asesinaban a niños cristianos para sus fiestas y los desangraban y con ello hacían sus asquerosos rituales, además se vestían raro, comían raro y se ocupaban del dinero, eran sucios prestamistas y usureros…” Si el gobierno dice que se tienen que ir, deben tener razón. Es muy fácil someterse a la línea de producción, hacer lo suyo, ser un engranaje en la burocracia de una sociedad totalitaria, no mirar a un costado y asegurarse del sustento diario, de la escuela, la salud, y de proveer a la familia. Si oponerse de alguna manera significaba hacer peligrar algo de eso, mejor quedarse quietito en su casita y dejar que los que saben se ocupen. Esto fue la mayoría, pero no todos. No todos los alemanes fueron nazis ni todos los alemanes fueron cómodos o jugaron al estúpido. Pero no tuvieron la fuerza como para cambiar el curso de las cosas y por cierto lo pagaron muy pero muy caro. De todo lo que antecede puede verse cómo es primordial seguir con la educación porque la gente sigue siendo igual y los peligros nos acechan porque la codicia y los delirios de poder no han muerto con el nazismo, siguen vivos, bien vivos.

JC - También en otro correo me decían que el pueblo judío luchó contra los alemanes. Ratifico esta idea cuando usted me hace el favor de delinear las palabras perfectamente, pues tenemos la idea en el mundo moderno que fueron llevados a la muerte sin ninguna oposición. pero con el correo de jorge klaiman y el suyo me doy cuenta que no fue así. Me podría dar más datos de la lucha de los judíos en contra de los alemanes. Eso sería de gran importancia, para cambiar la idea del shoá.

DW - Esto llevaría toda una disertación, pero es cierto. Las resistencias judías fueron muchísimas y siguen siendo desconocidas. Habría que hablar de por qué siguen siendo desconocidas (¿seguir alimentando la imagen del judío usurero y cobarde? ¿cómo hacer ahora que desde Israel no se dejan echar al mar como lo han propuesto año tras año sus amables vecinos desde que las Naciones Unidas decidió en 1948 que por fin tuvieran una tierra que pudieran sentir como propia sin que nadie los vaya a intentar asesinar otra vez? Ah! Pues acusémoslos de genocidas!!! Siempre la misma porquería estos judíos, insisten en que quieren vivir, no se dejan matar ni humillar ni amedrentar… qué cosa! No aprendieron con Auschwitz. No tienen remedio) pero puedo hacerle un brevísimo resumen. Hubo variadas resistencias que pueden catalogarse en: resistencia armada, resistencia de subsistencia, resistencia espiritual y actos de rescate. Cada una tiene un gran contenido y en la actualidad muy bien documentado. -    Resistencia armada: es la única que se conoce, hubo levantamientos en guetos (Varsovia, Vilna….) y en campos de concentración y de exterminio (en Sobibor, en Auschwitz), hubo movimientos clandestinos de sabotaje, hubo grandes grupos de partisanos en los bosques. -    Resistencia de subsistencia: cocinas comunales, redes de contrabando que permitían la entrada de alimentos en los guetos, sistemas de salud que atendían las epidemias y los niños y ancianos, grupos de cuidado de niños mientras sus madres se ausentaban a trabajar. -    Resistencia espiritual: profusa vida cultural en casi todas las circunstancias (coros, conciertos, conferencias, teatro, music hall, humor, talleres literarios, etc), se mantuvo la escolaridad todo lo que fue posible (estaba prohibida por el nazismo) en grupos rodantes, con sus maestros y profesores, siguiendo los programas de estudio que les permitirán a los niños reintegrarse normalmente una vez que todo hubiera terminado (se suponía que iría a terminar algún día), se seguían celebrando rituales (circuncisiones, bodas, bar mitzvá, todos prohibidos y penados con la muerte) y fiestas judías (día del perdón, año nuevo, pésaj… etc), había decenas de periódicos clandestinos, imprentas, periodistas, escritores, poetas, que arriesgaban sus vidas a cada paso manteniendo informada a la población, escritores que dejaron testimonio de este lapso en memorias y textos algunos de los cuales lograron llegar a nuestros días, todo esto permitía mantener la moral lo más alta posible y fue crucial en la supervivencia de muchos. -    Actos de rescate: ésta es la parte menos conocida, todas las conductas que permitieron que se salvaran unos cien mil niños, que fueron colocados en orfanatos, entregados a familias cristianas, escondidos, cambiados de identidad, cuidados y finalmente salvados. Es preciso resaltar una nueva definición de amor parental como resultante de la Shoá: el amor se medía en la capacidad que tenían los padres de entregar a sus hijos a extraños con la esperanza de que así sobrevivieran. Algunos no pudieron y perecieron junto con sus hijos, porque una familia con niños casi no tenía chances de sobrevivir manteniéndose juntos.

JC - No sabe como he aprendido tanto con los correos de mis nuevos amigos judíos, (si me permite la confianza), y el de usted. Pero sin mentirle me sobrecoge un sentimiento de tristeza el conocer de cerca tantos acontecimientos dantescos. Pero esto me da fuerza para seguir con mi programa y decirles a mis radio escuchas "esto no debe suceder jamás".

DW- Estimado Jorge, gracias por llamarme amiga. Debo decirle, con todo el dolor de mi alma, que “esto no debe suceder jamás” es una expresión de deseo que aún está lejos de hacerse realidad. Seguimos vulnerables al Mal que continúa entre nosotros. Nuestras sociedades no tienen aún los anticuerpos necesarios para contrarrestar el Mal desatado. El siglo XX ha instituido la novedad de que las víctimas en las guerras son los civiles, no los ejércitos como solía suceder en las guerras tradicionales. Vietnam, los Balcanes, Timor Oriental, Ruanda, Irak, Sudán-Darfur, los terrorismos variopintos con respaldos de los dizque progresistas que escupen para arriba, los carteles de la droga, los niños soldados, los desactivadores de minas personales, la contaminación y ataques a la ecología planetaria …. es otra forma de manifestación del Mal. El Mal sigue vivo. No igual que en la Shoá, pero al menos debemos hacer lo posible por impedirlo como política de Estado y mover a la gente a que deje por un instante su comodidad, su miedo a perder lo que tiene y que salga a pelear por lo que le pertenece: su calle, su colonia, la escuela de sus hijos, su familia, su ciudad, su país, este mundo.

JC – Pregunta 2.- Sé que Hitler era un loco, pero tristemente con iniciativa. Que supo hacer muy bien su juego con el pueblo alemán. ¿Qué tan envuelto por la ideología nazi estaba inmerso el pueblo alemán? DW - Hitler no era un loco. Tenía sed de poder, una expectativa mesiánica y un resentimiento profundo unido a una fuerte determinación y elevada capacidad de liderazgo, manejo político e influencia. Juzgarlo como loco es hacerle un menudo favor, es quitarle responsabilidad y lógica a su empresa cuando la tenía y en alto grado. Un loco no podría haber arrastrado tras de sí a tanta gente. Las categorías psicopatológicas aplicadas a la política no son suficientes y a menudo oscurecen el panorama y no permiten comprender la complejidad de lo que estaba en juego. La ideología nazi tenía varias facetas. La única que se conoce es el odio a los judíos y el plan de su aniquilación. Pero era más que eso. Era una ideología fascista, populista, que prometía mejorar la vida de los alemanes, hacerles recuperar su alemanidad y su orgullo, volverlos la “raza” superior, lo que manejarán alguna vez al mundo entero. Venían de una derrota en la Primera Guerra Mundial, luego del Tratado de Versalles, Alemania debió pagar enormes fortunas en concepto de indemnización por haber perdido. Sube al poder la República de Weimar sin poder superar la debilidad política de los acuerdos que la formaron.  A la humillación por la derrota se sumó la creciente pobreza, el desempleo, la desesperanza, y poco después se vino encima la crisis financiera del 29 y todo se vino abajo. La inflación fue tan enorme que lo que a la mañana permitía comprar una  casa, a la noche no alcanzaba para un kilo de pan, a ese nivel fue la violenta depreciación. Se perdieron todos los ahorros, las fuentes de trabajo desaparecieron, había hambre, había hambre de verdad y ninguna perspectiva. En este contexto comienza el ascenso del partido Nacional Socialista, esos jóvenes que venían con el discurso de la recomposición del orgullo nacional, de recuperar fuentes de trabajo, de dar de comer a la gente y de echarles la culpa de todo a los judíos (en la construcción del enemigo interno, esencial para un movimiento totalitario que debe aunar a toda la sociedad en pos de los lideres, sin discusión ni oposición). Los judíos habían llevado a Alemania a la guerra y se la perdió. Los judíos ocupaban cargos en la débil República de Weimar y así les había ido. Encima los comunistas eran una fuerza política de cuidado y había judíos en sus filas. El partido nazi era la opción frente al ascenso del comunismo, lo que era muy temido en ese momento. Tanto es así que no pocos judíos apoyaron al nazismo en sus comienzos por oponerse al peligroso comunismo. El rearme –lo que estaba prohibido por el tratado de Versalles pero que Hitler desoyó y ningún país se lo reclamó- fue una de las herramientas de empleo una vez que estuvieron en el poder, un poder que le fue otorgado de manera absoluta por medio del voto y que a poco de asumir, se ocupó de anular toda oposición de todas formas posibles, hasta quedar como partido único. Los alemanes todavía hoy dicen que sí, que lo de los judíos estuvo mal, pero que había otras cosas que andaban bien en Alemania con Hitler, que los hizo salir de la peor crisis que habían sufrido. Muchos alemanes no eran nazis, eran simplemente indiferentes. Mientras hubiera trabajo y el sol saliera todos los días, no importaba. Había nazis convencidos, había nazis oportunistas, había idiotas útiles como los hay siempre y había una gran masa que se dejaba manipular y se ocupaba de hacer bien su trabajo para no ser echado y volver a quedarse desempleado.

JC – Pregunta 3.-Este pueblo, que en mi opinión es uno de los más cultos e inteligentes del orbe, se dejó llevar por el nazismo. ¿Pero por que creen que denunciaban, humillaban, perseguían a los judíos? No puedo entender, y creo que pocos seres humanos podrían entender al pueblo alemán. Pero mandar a hombres, mujeres, niños  ancianos al matadero, me parece la peor traición. DW - Dentro de cada pueblo hay gente de diferentes niveles. Es cierto que Alemania era la cuna de los representantes más altos de la ciencia, la tecnología, el arte en todas sus formas, la filosofía y el pensamiento en general. Sigue siendo un tema que resulta aterrador, que precisamente allí hubiera surgido esta ideología asesina, que no pocos hayan tomado parte activa en ello y que tantos de sus conciudadanos lo hayan permitido. Se me ocurren dos cosas. Por un lado, la fuerte influencia de la propaganda emanada desde el Ministerio de Propaganda siguiendo las ideas de Joseph Goebbels, ideas que han sido pioneras en el mundo de la publicidad y que siguen vigentes y con buena salud. Los principios básicos enunciados y puestos en práctica en la Alemania nazi tocan todos los resortes de la emoción y la vulnerabilidad de las masas con el objetivo de conseguir que apoyen y consientan sus políticas de Estado como si les resultaran beneficiosas. El Ministerio de Propaganda controlaba todas, absolutamente todas las manifestaciones públicas que recibía el pueblo alemán (prensa gráfica, radios, cine, posters, teatro, usinas de rumores, chistes, juegos, libros, folletos, panfletos, campañas políticas, absolutamente todas las esferas posibles con llegada continua y constante a las masas, de modo que un medio confirmaba lo que decía el otro, sin brechas ni rajaduras). Mejoraron y llevaron a un nivel preciosista lo que había inventado la Rusa soviética y que luego sigue siendo usado por todos los gobiernos totalitarios y los no tanto, para conseguir los consensos que necesitan para llevar a cabo políticas impopulares o medidas non sanctas. Por otro lado, la sociedad occidental no solo no es un freno a situaciones de este tipo, sino que pareciera alentarlas. Valores como el individualismo (matar o morir, ganar o perder, salvo lo mío y que los demás se arreglen), el sometimiento a las órdenes, un pobre juicio crítico frente a consignas propagandísticas, la no asunción de la responsabilidad social que a cada uno le compete, la codicia de las multinacionales que en virtud del lucro rápido “escupen para arriba” y destruyen los entramados sociales solidarios, la ferocidad de la sociedad de consumo que alienta todo lo que antecede, se han incrementado desde las primeras décadas del siglo XX. Estos valores son mucho más fuertes que la cultura, la ciencia, la tecnología, las filosofías y las artes, que siguen un camino u otro según les sea indicado por estas axiologías esenciales. Son éstos los valores que hicieron posible la complicidad explícita o implícita, la aceptación del pueblo alemán de ese camino al infierno del que todavía no se pueden desprender y por el que siguen rindiendo cuentas. Sólo así se explica lo que usted llama “traición”. Es verdaderamente una traición a los valores del cristianismo en los que todo el pueblo alemán había sido educado, pero es que los valores sociales mencionados son muy potentes y tienen premios inmediatos y evidentes, mucho más que las declaraciones religiosas cuyo supuesto premio estaría en un más allá incierto y a largo plazo. JC – Pregunta 4.- ¿Qué sentían los judíos durante el inicio del nazismo? Hicieron confianza, pensaron que solo eran amenazas y que el odio que crecía no iba a ser perdurable. DW - Estimado Jorge, los judíos hemos sido criados y educados en medios con cierto grado de hostilidad implícita hacia nosotros. Forma parte de nuestra cotidianeidad. Desde el siglo IV se sospecha del judío en el mundo occidental y esa sospecha forma parte estructural de la ideología occidental. Se cuenta un chiste. Durante el imperio zarista, cada tanto se emitía algún decreto para quitar alguna libertad a los judíos, o, preferentemente, algún nuevo impuesto que los esquilmaba todo lo posible. Vivían en la miseria y tenían que entregar parte de sus magros ingresos a la codicia del zar. Cuando no era que en la leva del ejército se llevaran a sus hombres a un servicio militar forzoso que podía durar décadas privando a sus familias de su sustento. Ahora viene el chiste agridulce. Cada vez que se difundía alguna novedad, algún decreto nuevo o algún suceso imprevisto de cualquier orden los humildes judíos se preguntaban “¿y eso es malo para los judíos?” porque temían que al final terminara, como siempre, siendo un peso para los judíos. Durante el inicio del nazismo los judíos no pensaron que iría a ser diferente de cómo había sido otras veces. Nunca antes se habían enfrentado con un plan de exterminio orquestado oficialmente por un estado, ¿cómo habrían de sospechar que era eso lo que estaba por pasar? Los mismos nazis no lo sabían. Su plan original era echarlos de los territorios hasta que vieron que era imposible, que la única solución era el asesinato. Esta decisión fue tomada en enero de 1942 bajo el nombre de “solución final”. En los meses anteriores había habido matanzas masivas en los territorios ocupados del este, en su invasión a Rusia pero todavía no era una decisión política oficial. Los judíos no tenían cómo saberlo con anticipación. Imaginaron que era una ola de odio, como otras veces, y que se pasaría, como otras veces. No había registro previo de lo que estaba por suceder. A nadie se le ocurrió. A nadie se le ocurre que algo así pudiera suceder. Yo misma, viviendo en Buenos Aires durante la última dictadura militar, cuando escuché la primera vez que había campos de concentración, que se torturaba a mansalva, que se hacía desaparecer gente, no lo creí. No cabía en mi cabeza y en mi corazón que mis vecinos, mis conciudadanos, gente que hablaba mi idioma, que amaba las mismas comidas que yo, que cantaba las mismas canciones, que reía con los mismos chistes, hicieran lo que eran acusados de estar haciendo. En un primer momento no lo creí. Superaba lo que era capaz de creer. Y eso que se trata de algo de menor envergadura que el “tratamiento” sufrido por los judíos durante el nazismo. Es parte de la naturaleza humana creer en la bondad de los demás. No podríamos vivir sin ello. Los pesimistas son los que se cuidan pero no son los que viven mejor, no se vive bien si se tienen que desarrollar ojos en las espaldas, si se tiene que desconfiar de todo y todos, si se tiene que temer hasta de su propia sombra. El optimismo, la idea de que las tormentas pasan y pronto volverá a salir el sol, es parte de los que nos permite levantarnos todos los días de la cama, abordar el día con entusiasmo y no suicidarnos ante las evidencias. JC – Pregunta 5.- ¿Los hacían usar estrellas amarillas y les pusieron restricciones en sus derechos? ¿Cómo lo veían, y que sentían? ¿Pensaron en lo que podía ocurrir? DW - Había que señalarlos, había que hacerlos notar. Las teorías “raciales” no alcanzaban (porque eran falsas) para distinguir a la gente “bien” de los “judíos”. No era suficiente lo de las narices ganchudas, las orejas paradas, el pelo oscuro y enrulado, ciertas ropas (cubrirse la cabeza por ejemplo), ciertos hábitos (respetar el shabat, ayunar en el Dia del Perdón...). Los seres humanos tratamos de ajustarnos a los que podemos, de seguir viviendo lo mejor posible y a veces, hacemos oídos sordos a lo que va pasando y nos vamos acostumbrando a nuevos estados de cosas que luego tomamos como naturales hasta que sobreviene un nuevo peldaño que, al cabo de un tiempo será el nuevo standard que a poco ya será natural y así sucesivamente. Uno de pronto descubre que ha perdido libertades y movimientos, y a veces es demasiado tarde. Si se pone una rana en agua fría y se va calentando el agua muy lentamente, su cuerpo se irá acostumbrando a las nuevas temperaturas, adaptándose a ellas progresivamente y cuando el agua entre el ebullición será demasiado tarde, la propia adaptación impidió la defensa adecuada. Es una buena analogía de lo que nos puede pasar a los humanos. No sólo durante el nazismo. Pensemos en la Rusia soviética, en la Europa comunista, en los estados totalitarios de las distintas latitudes y en como uno va cediendo imperceptiblemente hasta que se da cuenta de que está con el agua al cuello y ya es demasiado tarde. Por eso es crucial enseñar, educar, en el respeto de las libertades básicas, en cuáles son y por qué es imprescindible defenderlas. JC – Pregunta 6.- Los aislaban del mundo en guetos. ¿Cómo era la vida allí? DW - Hubo cientos de guetos en los territorios ocupados. Se hicieron para “liberar” los sitios de judíos, concentrarlos en un lugar en donde pudieran estar controlados para de allí trasladarlos a otra parte. Las condiciones internas de los guetos fueron variadas según el gueto y según el momento. Hacinamiento, hambre, epidemias, desempleo, eran las características generales. En un principio no sabían qué hacer con esa enorme masa de población. Cuando se invadieron los países del este, en junio del 41 y cuando se decidió que los judíos serían exterminados, los guetos fueron el lugar de donde se los llevaba a los campos de exterminio. Vivían aislados del mundo exterior pero había fluidos intercambios con él mediante la intensa actividad de los contrabandistas –mayormente niños- que eran quienes entraban la poca comida al gueto y luego las armas. No se puede resumir en pocas palabras lo que fue ese primer descenso a los infiernos. Le sugiero que vea fotos cuya elocuencia superará con creces mi poquedad. JC- Pregunta 7.- Me duele decirlo, pero en libros, películas, series de tv, en documentales. Se ven a los judíos resignados a ir a los campos de trabajo, (para mi campos de infamia). ¿Por qué creen ustedes que era así? DW- Es la imagen que se ha transmitido y que oculta más que lo que revela. Los campos de concentración y de exterminio eran el último peldaño del descenso a los infiernos. Allí se llegaba en condiciones inhumanas de desnutrición y desesperanza. La resignación es en realidad cansancio, impotencia, debilidad corporal, hambre. La experiencia del hambre es tan atroz dicen que uno no puede más que pensar en comer, es lo único que se tiene en la cabeza. Suciedad, piojos, disentería se sumaban a este cuadro. Crueldad y arbitrariedad que podía llevar a la muerte por cualquier razón sin poder anticipar cuál conducta era la que podía mantener la vida. Todo esto no se ve en las fotos que muestran a los judíos “resignados”, son fotos que tomaron los mismos nazis para mostrar la subhumanidad de los judíos, para justificar su asesinato. En esas condiciones imposibles de imaginar, de describir y más aún de vivenciar en nuestras realidades protegidas y privilegio (tenemos techo, comida, vestidos y la expectativa probable de seguir vivos en las próximas horas), llevaron a cabo actos de resistencia inconcebibles por su valentía y arrojo. Hubo levantamientos en Treblinka y Sobibor, hicieron estallar un horno crematorio en Auschwitz… son historias que levantan la moral de lo humano y mantienen en algo la dignidad. JC- Pregunta 8.- Algunos por vivir un año más, un mes más, un día más, unas horas más, hacían trabajos para los nazis, en contra de los judíos, prisioneros rusos, gitanos etc.etc.  ¿Cómo ven a esta gente? (traidores, carceleros) DW - Juzgar desde nuestro lugar es injusto porque no tenemos todos los datos que nos permitirían evaluar la situación adecuadamente. Ni yo ni usted podemos saber qué haríamos si nuestra vida estuviera en peligro, si alguno de nuestros hijos fuera amenazado y de lo que hiciéramos dependiera que siguiera vivo, no lo sabemos y espero que no lo sepamos nunca. Lo que sí debemos saber es que hay que medir las conductas según los contextos en los que fueron producidas. No disculpo a nadie. Pero tampoco culpo. Tengo claro, de forma meridiana, que nunca estuve en tales situaciones, nunca tuve que enfrentar los dilemas éticos a los que nazis enfrentaron a los judíos, nunca tuve que tomar decisiones de las que dependiera la vida de nadie ni la mía propia, así que no me siento en condiciones de evaluar ni de juzgar. El tema de los dilemas éticos está en el centro de esta respuesta: qué haría usted si un nazi le hace el “favor” de concederle la vida solo de uno de sus hijos, ¿a cuál elige? ¿cómo se sobrevive a ello y se siguen viviendo con ese recuerdo? Los dilemas éticos re-inventaron los conceptos del bien y el mal que en una realidad no dilemática como la nuestra, vuelven a ser claros y sencillos. JC – Pregunta 9.- ¿Cómo era la vida, si se puede llamar así, en un campo de concentración? DW - Otra vez, según el campo y según el momento. Hay tanto escrito sobre esto que es imposible resumirlo. Toda la iniquidad y abyección que imagine será poca. Era allí donde se ponía en juego la estrategia de deshumanizar a los seres humanos para poder darles muerte: cuando más se aleja una imagen de lo humano (mirada, aspecto, olor, gestualidad) menos culpa da su asesinato. Había 7 campos de exterminio e infinitos campos de concentración y trabajo. Le aconsejo leer “violación excrementicia” para tener una ligera aproximación a lo que esta realidad comportó y de qué manera ha quedado manchada la humanidad toda con ello. JC – Pregunta 10.- Después de muchos años de esta tragedia,  para un hombre, y pocos para una raza milenaria como los judíos. ¿Cómo se sienten al respecto como raza unida y en lo personal con este mundo tan revolucionado y con la constante amenaza islámica? DW - Recuerde que lo  de “raza” no se aplica a los humanos. Los humanos somos una raza, una sola, esto ha sido probado sin ninguna duda por el proyecto genoma humano. La teoría racial nazi era una superchería como ya le dije anteriormente, una pura fantasía. No nos diferenciamos genéticamente unos de los otros, nuestras diferencias son superficiales no constitutivas. La idea de que los judíos nos mantenemos unidos es un concepto antisemita, lamento decirle. Los judíos pertenecemos a todas las clases sociales, a los grupos profesionales y laborales más variados, a diferentes países y zonas del mundo y vivimos en cada sector como el sector en el que vivimos. Los ricos igual que los ricos, los pobres igual que los pobres, los religiosos igual que los religiosos, los laicos igual que los laicos, los de izquierda igual que los de izquierda, los de derecha igual que los de derecha, los médicos igual que los médicos, los actores igual que los actores y así sucesivamente. Lo único que nos ha unido es el antisemitismo que nos ve como si fuéramos una masa indiferenciada y uniforme. El odio antijudío unifica al judío en uno solo, estereotipado, a-geográfico y a-histórico. Cuando veo a un judío religioso y de derechas lo siento ajeno a mí que soy laica y progresista, en lo único que somos “familia” es que fuimos designados como blancos a ser asesinados por igual. No existe la pretendida unidad de los judíos. Dice un conocido chiste que si hay tres judíos hay cuatro partidos políticos. No puedo atribuir solo al odio nuestra persistencia como pueblo. Creo que es una definición parcial y negativa. Hay también aspectos positivos que nos han mantenido leales a nuestros orígenes: el cuerpo ético de nuestras leyes que mandan cuidar la convivencia y hacer de este mundo un espacio de paz y fraternidad. En toda casa judía la lectura y la escritura eran un mandato del que nadie quería ni podía escapar, superarse, ser mejor, aprender, responder a desafíos, ejercitar el humor y la expresión artística así como la creatividad científica, han sido columnas que nos han permitido sobrevivir en contextos no siempre amigables. Hemos sido forzados a dedicarnos al comercio y a las finanzas por la prohibición de poseer tierras y de ejercer ciertos trabajos, y ello nos ha permitido ser ciudadanos del mundo, poder movernos con comodidad en diferentes latitudes e idiomas, manejar varias lenguas simultáneamente y de movida, tener abierta y desarrollada la capacidad de adaptarnos e integrarnos en las distintas culturas, darles nuestros aportes y recibir de los suyos y enriquecernos mutuamente. Europa nos debe todavía a los judíos el reconocimiento de cuánto de su milenaria cultura ha provenido de nuestros hermanos y antepasados, de nuestra cultura y de nuestra forma de ver el mundo. Dice Pilar Rahola que la civilización occidental, por ende Europa, está sostenida sobre las columnas greco-romana, judía y el odio al judío, que la segunda, la columna judía, ha sido invisibilizada de manera militante y que se ha hecho visible la tercera, la del odio. Son teorías. Respecto de la amenaza islámica no soy amiga de demonizar a ningún pueblo. La gente quiere vivir en paz, toda la gente. Que los dejen criar a sus hijos, trabajar en sus trabajos, tener techo y comida. Somos todos igual. La mayoría de la gente no anda pensando en cómo matar mejor. Pero los hay. Hay gobernantes, líderes que arman ejércitos de fieles que se emborrachan con promesas e ilusiones, que quieren creer. Creo que se trata de los fundamentalismos, hoy les toca a los islámicos, a algunos, no a todos, a los recalcitrantes. Es de temer lo que están haciendo en las madrazas educando a sus poblaciones en el odio y el resentimiento. Pero es de temer a toda la humanidad, para este mundo que estamos armando y dejando a nuestros descendientes. Los fundamentalismos, los que creen que son dueños de la verdad y tienen las armas para convencer o matar, son un grave peligro para todos. Llámese los soviets comunistas, los nazis, la inquisición, llámese como se llame, quien cree que es poseedor de LA VERDAD es una amenaza para el género humano. LA VERDAD parte el mundo entre los que tienen derecho a vivir y los que no y termina siendo una masacre sin remedio. LA VERDAD da permiso para matar. Estamos infortunadamente lejos todavía de haber construido comunitariamente la conciencia de la conveniencia de vivir en un universo dialogal en el que reine la opinión y no se entronice a la verdad. La opinión establece que todos tenemos el derecho a pensar como nos venga en ganas y que ello no determinará nuestro derecho a vivir, a trabajar, a residir en algún sitio. La verdad es la imposición de lo único que dibuja la frontera de los incluidos y los excluidos. Es éste el grave problema que nos aqueja y que venimos arrastrando hace siglos. Y con esto doy por terminada la serie de preguntas. Traté de responder de la manera más suscinta y clara posible. Estoy a su disposición –diciéndolo al estilo mexicano- para lo que mande. Diana Wang

Vulnerabilidades y fortalezas de las mujeres en la Shoá

Ponencia presentada en las Jornadas sobre "La mujer en situaciones de violaciones masivas y sistemáticas de derechos humanos". Secretaría de Derechos Humanos, Ministerio de Justicia de la Nación.  4 de noviembre 2008

Introducción. Mayo, 1960, dos terremotos y un maremoto asolaron trece provincias de Chile. En pocos minutos se perdieron centenares de vidas. Parte del territorio se hundió en el mar, aparecieron nuevas islas y otras fueron borradas por el tsunami posterior. En ese contexto recorrió el mundo la foto de una mujer flaca, desharrapada, que al lado de los escombros de su casa, barría la vereda. Esta mujer que, a pesar de la destrucción que la circundaba, insistía en barrer el frente de su casa, es un símbolo que nos representa como género y es una apropiada carátula para esta presentación.

Las mujeres. La vida continúa fluyendo lo queramos o no. Las mujeres lo sabemos. Una vez por mes la menstruación nos recuerda que nuestros cuerpos son fuentes de vida. Nuestros ritmos biológicos mandan y nos refuerzan en nuestra condición de sostenedoras de vida, cuidadoras de vínculos y tejedoras de redes de sostén. De ahí nuestras características, biológicas y culturales, la capacidad de conexión, la habilidad en la consideración y el cuidado del otro, la responsabilidad por el bienestar familiar y la profunda conexión con nuestros ritmos corporales. Son nuestra fortaleza y también nuestra vulnerabilidad.

La moderna historiografía muestra un interés creciente en la historia vista desde la mujer. En un ingenioso juego de palabras, las historiadoras feministas dicen que se está cambiando la his-tory por la her-story[1].  Mirar el pasado con la lente de la mujer ilumina aspectos a menudo desechados y desvalorizados. La participación de la mujer, sea como víctima así como desde puestos de resistencia y combate, ha sido tan minimizada e invisibilizada como toda otra conducta femenina. También en la Shoá. La mirada sobre las acciones ha sido masculina y el lugar otorgado a cada una, las evaluaciones y consideraciones fueron una consecuencia de ello.

La Shoá. Como hija de sobrevivientes de la Shoá y estudiosa de sus consecuencias, me centraré en ello, sabiendo que muchas de las cosas coinciden con lo sucedido en otras situaciones de genocidios y violaciones de derechos humanos. La Shoá es un genocidio pero es un genocidio con sus particularidades. Nunca antes y nunca después, un estado ha designado a todo un pueblo al exterminio, sin excepción, tan solo por el hecho de haber nacido, sin mediar ninguna razón económica, política, geográfica o de cualquier otro orden salvo un motivo de fantasía, la teoría racial, la superchería supuestamente científica tras la cual se encolumnó el pueblo alemán en su locura asesina. Ningún judío podría salvarse: no había conversión ni arrepentimiento posible: se había definido el tema como biológico, estaba supuestamente en los genes[2]. No había límites nacionales, sea donde estuviera, sería buscado, encontrado y exterminado hasta ser eliminado de la faz de la Tierra. Son características imprecedentes y únicas.

Pero también la Shoá tiene la particularidad de ser el genocidio más y mejor documentado de la historia y es desde allí que nos ofrece múltiples posibilidades de ver, comprender y aprender sobre la conducta social y humana y el grado de abyección en el que puede caer.

Una salvedad. Será inevitable comparar conductas de hombres y mujeres a lo largo de mi exposición. El riesgo de una tal comparación es el de caer en juicios de valor sobre los grados de sufrimiento implicados. El sufrimiento y el grado de oprobio no está en discusión.  Los judíos fueron víctimas, TODOS, por ser judíos, eran asesinados ya fueran hombres o mujeres, eso no importaba, en planes y acciones de exterminio no había diferencias de género ni clase social ni condición alguna.

En general. Durante la Shoá se manifestaron hacia hombres y mujeres los mismos estereotipos que regían la mirada sobre uno y otro género en la sociedad en general.

Los primeros ataques, arrestos y redadas para trabajos forzados se dirigieron, igual que en toda guerra tradicional, a los hombres. Es por ello que las familias intentaban mandar a sus hombres lejos, en general tras las fronteras de Rusia que aún no había sido invadida por Alemania.

Bajo la ocupación nazi, las tareas administrativas y los liderazgos eran delegados a los hombres, también los trabajos más pesados y la remuneración –cuando la había- era, a igual tarea, superior para los hombres.

El trato hacia las mujeres asumió desde el principio una característica particular en relación a la sexualidad y a la maternidad. A pesar de la ley de la Rassenschande[3] –vergüenza racial- las mujeres fueron blanco de ataques sexuales. Además del daño y humillación de la violación misma se jugaban la vida porque podían quedar embarazadas. El plan nazi era el exterminio del pueblo judío, de modo que todo embarazo y nacimiento estaban prohibidos. La situación no fue igual en todas partes y en los diferentes momentos, pero la embarazada descubierta era condenada a muerte así como el recién nacido si es que llegaba a término.

En general, las mujeres siguieron su rol tradicional del cuidado de los niños y la alimentación de la familia y se ocuparon más que los hombres del cuidado personal –arreglo del pelo, maquillajes, ropa­-. Aunque fue también un arma de doble filo porque el atractivo podía ayudar a la salvación o determinar ataques y chantajes sexuales.

Actividades. La vida cotidiana tuvo en algunos aspectos ciertas diferencias entre las mujeres mismas según hubieran sido sus condiciones previas de vida: no fue igual, al menos en un principio, para las ricas que para las pobres. Las que provenían de países occidentales (Francia, Alemania, Hungría, Austria, Holanda, etc), generalmente de familias más acomodadas, mantenían los roles tradicionales en sus hogares y excluidas de los negocios, la educación superior y la política. Las mujeres de los países del este (Polonia, Rumania, Lituania, Ucrania, etc) pertenecían a las esferas más pobres de la sociedad y era usual que contribuyeran al sostén económico, ya sea en los negocios familiares o en labores industriales; como eran pobres, no podían pagar las escuelas judías, en consecuencia asistían a las escuelas comunes estatales, y así conocían bien las costumbres locales, la cultura y el idioma lo que les facilitó durante la Shoá hacerse pasar por no judías e integrarse a redes en el mundo no judío, conseguir documentación falsa, trabajo y escondites. Las mujeres de clases más acomodadas, cuando perdieron sus privilegios, tuvieron menos herramientas para defenderse porque no habían desarrollado habilidades y conocimientos que les permitieran subsistir fuera de sus círculos habituales, a la hora del encierro en guetos y campos, como no habían aprendido a coser, cocinar ni a ocuparse personalmente de la vida cotidiana, se vieron en inferioridad de condiciones respecto de las más pobres que siempre se habían ocupado de todas esas cosas.

Con estas características comunes veamos con algún detalle lo vivido por las mujeres durante la Shoá en los guetos, en los campos, en su vida con identidad fraguada, en los movimientos de lucha armada y en los actos de rescate.

En los guetos. Los hombres que quedaban en los guetos habían perdido su trabajo, su status de proveedor, sumidos en la impotencia frente a lo que sucedía, imposibilitados de defender a su familia se veían paralizados, en shock, Las mujeres, siguieron haciendo lo que habían hecho siempre: cuidar a sus familias. Tenían que trabajar y como muchas veces estaban solas su problema era la protección de los chicos que habían quedado solos. Se levantaban de madrugada para dejar su casa en orden, trabajaban más de doce horas en condiciones infrahumanas –sin abrigo ni comodidad alguna- temiendo que sus hijos hubieran sido aprehendidos durante su ausencia, hambrientas porque guardaban para llevar a sus casas la pobre ración que recibían (250g de pan dos veces por día, 3 porciones de sopa, un símil café y una porción de mermelada). En estas condiciones, algunas mujeres se entregaron al comercio sexual para poder solventar las necesidades de sus hijos.

Dice Emmanuel Ringelblum[4] en sus famosos archivos: “La perseverancia de las mujeres las hace las proveedoras principales. Los hombres no salen de sus casas. Cuando un hombre es apresado en la calle, la esposa ofrece resistencia, corre atrás de los secuestradores, pide, grita ´por favor señor´, no teme a los soldados. Es la mujer la que está horas en largas colas de donde algunas son llevadas para trabajos forzados. Cuando hay que ir a la Aleja Szucha, la sede de la Gestapo, es la hija o la esposa quien va y espera, espera… Por todos lados están las mujeres dado que los hombres han sido llevados o no salen”. El ingenio de las mujeres permitió la provisión de recursos, principalmente en los primeros tiempos. Venta callejera de golosinas, cigarrillos, pequeños objetos y por último contrabando. Sus relaciones previas en el mundo gentil, su dominio del idioma y su coraje, inconciencia y desesperación, las llevaba a cruzar las fronteras del gueto para comprar productos e ingresarlos clandestinamente, lo que era penado con la muerte si eran descubiertas. No solo arriesgaban ser descubiertas en los check points, sino por los schmaltsoviets[5], se trata de los polacos que exigían sobornos para no denunciarlas. Un cronista del gueto escribió “algún día los contrabandistas debieran tener su monumento porque arriesgaron sus vidas para salvar a los que si no, habrían muerto de hambre”. De entre los grupos de contrabandistas, es notable el integrado por las mujeres que proveían de este modo de alimento a sus familias. No solo las mujeres, también los niños participaban de ello. Las mujeres no dudaban en mostrarse seductoras, pobres, infelices, lo que fuera para recibir simpatía, arrastraban pesados carritos, a veces cochecitos de bebés cargados con bolsas de harina. Formaron parte de diferentes actividades comunitarias: huertas comunitarias, servicios de salud, cuidado de huérfanos, cocinas comunales, escuelas, orquestas, conferencias, teatro, pero en general no participaron en política. Muchos de los niños que se salvaron fueron sacados del gueto por mujeres porque podían disimular mejor su condición de judías. Ligadas a sus familias, a sus hijos y a sus padres mayores, era una constante que, pudiendo escapar, eligieran quedarse y compartir el destino de ellos. En los guetos, en todos y de manera constante y cotidiana, se trató por todos los medios de que la vida continuara y esto fue en gran parte mérito de las mujeres. La escuela, la salud, la organización del abastecimiento mediante el contrabando, tanto de comida como de armas y documentos, negociaciones con autoridades, hasta la recreación, la cultura y la celebración de las fiestas judías, fueron organizadas y llevadas a cabo por muchos resistentes anónimos, callados, que no han sido glorificados en los relatos oficiales. Hombres, mujeres, niños, en silencio, permitieron, no sólo mantener alta la moral de la población, sino que proporcionaron alguna esperanza y fundamentalmente posibilitaron que el plan de deshumanización nazi, no pudiera tener todo el éxito que sus ideólogos habían planificado y que los judíos se mantuvieran humanos a pesar de todo.

En los campos[6]. Todas las mujeres recuerdan con dolor el momento en que les afeitaron las cabezas. A ello se sumaba el no tener ropa interior –bombacha, corpiño- sin relojes ni espejos. Se veían todas iguales, los indicadores de reconocimiento y también de femineidad habían desaparecido.

La llegada era seguida por la selección. Las mujeres solían llegar con uno o más niños pequeños lo que las hacía destinadas directamente a la muerte junto con ellos. Los que las recibían les aconsejaban dejar los niños a sus abuelas, que igual serían asesinadas, y así por lo menos ellas sobrevivirían. Es un ejemplo de los dilemas éticos que una de las características a las que los nazis sometían a los judíos[7]. La mayoría no entendía lo que pasaba y se aferraba con fuerza a sus hijos y todos iban a la muerte. Los hombres no tenían que enfrentar habitualmente estas decisiones porque a su llegada se los separaba de las mujeres y los chicos.

Las mujeres seleccionadas eran destinadas al trabajo. Hacinadas en barracas multitudinarias  generaron con sus vecinas de infortunio familias sustitutas[8] en relaciones de asistencia mutua, sostén y contención emocional. El apoyo de la conversación, habilidad tan femenina, fue crucial. El hambre era tan atroz que no podía dejar de pensarse en comer. Era habitual que a la hora de dormir, con el constante dolor del hambre, las conversaciones entre mujeres fueran pasarse recetas de sus comidas preferidas.

La atención a la apariencia física, al cuidado personal, evitaba el deterioro que mataba las ganas de vivir y era la antesala a la muerte[9]. Más que los hombres se esforzaban en estar limpias, arregladas, remendaban sus ropas. Dice una sobreviviente: “Solo un día después de su llegada, las diferencias entre los géneros era sorprendente. Los hombres estaban vestidos de cualquier manera habiendo tomado las ropas que al azar se les habían entregado, demasiado cortos, demasiado largos, demasiado anchos, demasiado angostos, parecían cigüeñas tristes. Las mujeres, que también habían recibido ropa al azar, habían conseguido en 24 horas ajustar los trapos a sus cuerpos, habían cosido los agujeros de las maneras más ingeniosas”.

El arte de “pasar”.[10] La mayoría de las mujeres que sobrevivió en Polonia fueron las que fraguaron su identidad como no judías. Salir del gueto hacia el lado ario se llamaba “pasar”. Había que “pasar” y una vez del otro lado, sobrevivir del lado ario donde acechaban otros peligros. Era preciso tener documentos creíbles y un aspecto físico adecuado. El estereotipo antisemita indicaba que los judíos eran morenos, de piel y ojos oscuros, pelo enrulado, nariz ganchuda, orejas paradas, bocas carnosas. Las rubias, de piel y ojos claros, tenían una garantía suplementaria de supervivencia. Era común teñirse el pelo, tanto para hombres como para mujeres, con agua oxigenada, lo que requería una provisión contante para que no se notaran las raíces oscuras. Hablar el idioma sin asomo de acento, conocer las costumbres y los códigos usuales y estar alertas a posibles denuncias que eran premiadas con 1Kg de azúcar o una botella de whisky. Debían vivir en constante alerta para no despertar sospechas: atención ante cada persona nueva, el tramado de una historia consistente con fechas, datos, parientes, lugares, detalles que no debían ser nunca contradictorios ni podían ser dichos de manera dubitativa.

Entre los partisanos[11].  Cuando se escapaban de guetos y escondites o se quedaban solas, buscaban su inclusión en grupos, generalmente nómades. No siempre eran bien recibidas salvo que fueran jóvenes y bonitas o que trajeran un arma. También si eran enfermeras, médicas o buenas cocineras, en suma, si eran útiles a la supervivencia del grupo. Las mejores mujeres eran propiedad de los oficiales lo que les confería el mismo status.

Mujeres y resistencias[12]. Resistencia se entiende como armada y es reciente que se propusieran los actos de rescate y de cuidado cotidiano como conductas resistentes. Ambos conceptos podrían asimilarse a los estereotipos masculino y femenino.

La versión oficial de la resistencia ha sido la relatada por hombres, definida por las armas, los actos de heroísmo y arrojo, los sabotajes y las acciones militares en grupos armados organizados. La actuación de las mujeres en los movimientos de resistencia armada era secundaria, no accedían a los sitios de conducción y las actividades femeninas como el cuidado de niños a los que estaban atadas, eran vistas como de menor valor resistente que las relativas a la lucha armada. Los actos de rescate, así como las resistencias cotidianas ya mencionadas en guetos y campos a cargo mayormente de las mujeres, han permanecido invisibilizados[13].

El desconocimiento de todo ello también se debe a que la resistencia armada era pública mientras que los actos de rescate eran secretos por definición y de tono menos épico porque se trataba de salvar personas anónimas no de hechos estruendosos. Actuaron en secreto de manera efectiva tejiendo redes eficaces e imaginativas de salvación. La resistencia armada tuvo un valor importante en la moral pero poco a nivel de acciones militares, mientras que a los actos de rescate se les debe la mayor parte de los que finalmente pudieron ser salvados y estuvieron a cargo en su mayoría por mujeres y en pequeños grupos o de manera individual.

Sospechas posteriores. Pero una vez terminada la Shoá pesó sobre los sobrevivientes a un nuevo e insospechado golpe: la pregunta de cómo y por qué habían sobrevivido. Su supervivencia misma resultaba sospechosa y fueron acusados y algunos juzgados en el interior de las comunidades judías. Las acusaciones estaban teñidas de los estereotipos de género. A los hombres se los acusaba de alguna conducta en el mundo exterior, a las mujeres de algo relativo a sus cuerpos. Los hombres debían probar que no habían cometido actos de traición, delación, entrega, enriquecimiento, mientras que las mujeres debían probar que no habían entregado sus cuerpos. Similares acusaciones se han hecho sobre sobrevivientes del Proceso de Reorganización Nacional que llevó a la dictadura militar del 76 al 83 y en otros hechos similares. Las mujeres seguimos teniendo que dar cuenta de nuestros cuerpos que se vuelven objetos de interés público.

El sitio de víctimas. Tanto mujeres como hombres tenemos la fuerza y la capacidad para sobreponernos a las desgracias. Muchas desgracias no pueden ser evitadas, al menos de manera individual o voluntaria. Pero lo que hagamos con ellas es por cierto decisión nuestra. El haber sido víctima de algún hecho genocida no determina forzosamente que se elija el sitio de la victimización como un eje de identidad[14]. Está aún por verse porque no hay suficientes estudios respecto de si hay diferencias de género en la elección de persistir en la victimización o en la decisión de salir de allí. Mediante la victimización el estado de víctima se eterniza, lo que entraña varios peligros y también algunos beneficios. Ser víctima en la actualidad genera interés, solidaridad y visibilización social. Pero también fuerza a persistir en la condición de víctima y hundirse en ella. La progresiva anomia, la exclusión social y la invisibilización de los excluidos, determinaría la victimización como un espacio de reconocimiento social, negativo, pero reconocimiento al fin. Las mujeres, excluidas en tanto género e invisibles desde siempre, no veríamos la exclusión social tal vez como una gran novedad y podríamos emerger de ello urgidas además por la vida que puja y no pide permiso. Son hipótesis. O expresiones de deseo. Vuelvo a la foto del terremoto y a la mujer barriendo: me  gusta esa mujer, frente a la desgracia no se detiene en lamentos, es proactiva y resistente, se sacude el polvo del derrumbe, acomoda los escombros, emprolija un poco el frente de la casa, pone la olla al fuego y se pregunta ¿qué vamos a comer hoy?



[1] En inglés HIS es el posesivo masculino “su” mientras que HER es el femenino.

[2] No existen las razas a nivel de los seres humanos, ni diferencias genéticas entre las variadas formas en que nuestros cuerpos se manifiestan. El proyecto de genoma humano lo ha probado de manera concluyente y definitiva: nuestras diferencias visibles son solo superficiales, “detalles de terminación”, no son esenciales.

[3] La ley prohibía las relaciones sexuales entre los “arios” y los judíos.

[4] Los archivos Oneg Shabat que este historiador guardó en tachos de leche con las crónicas del gueto.

[5] Schmaltz quiere decir grasa en idish y alemán, en el argot de entonces se aludía al “untar” nuestro, como sinónimo de sobornar. Son los que buscaban los sobornos.

[6] Según investigación inédita de Raquel Hodara.

[7] “Choiceless choice”, la elección imposible de ser elegida, casi una paradoja. El ejemplo típico es el que se muestra en la película “La decisión de Sophie”. Concepto tomado de Lawrence Langer “Holocaust Testimonies: The Ruins of Memory”, 1991, Yale University Press.

[8] Las lager schwester, hermanas de campo

[9] En la jerga concentracionaria se los llamaba mushlmener, los que habían renunciado a vivir, que deambulaban con la mirada vacía, habían dejado de asearse y solo esperaban la muerte.

[10] Lenore Weitzman: “Living on the Aryan Side in Poland: Gender, Passing and the Nature of Resistance”. En Women in the Holocaust”, editado por Dalia Ofer y Lenore Weitzman, 1998, Yale University Press.

[11] Nechama Tec: “Women among the Forest Partisans”. En “Women in the Holocaust”, op.cit.

[12] Diana Wang “El silencio de los aparecidos”, Editorial Generaciones de la Shoá, re-edición 2008

[13] La invisibilización es una consecuencia de la naturalización. Es “natural” (tanto biológica como culturalmente) que las tareas femeninas sean el cuidado, la protección, el sostén, la alimentación y la salvación de sus seres queridos. Por ello, por ser “natural” no tiene mérito alguno, no se ve como digno de mención ni por hombres ni por mujeres, es lo que “hay que hacer”. El reconocimiento de estas conductas heroicas, silenciosas y humildes, el hacerlas visibles, implica la desnaturalización de lo natural, solo así podrá adquirir el status de conducta social resistente para luego ser incluido en la historia de la resistencia humana frente a la abyección.

[14] En “Segundo Encuentro Internacional: Recreando la cultura judía”. Editorial Milá, 2003. Texto: “Victimización e identidad” de Diana Wang.

SILENCIOS INDIVIDUALES - SILENCIOS COLECTIVOS (2)

Cada año la conmemoración de la Kristallnacht, nos obliga a revisar sus enseñanzas. Una de ellas es su denominación. Los nazis la llamaron Kristallnacht, encubriendo de este modo el ataque planificado en contra de los judíos con una imagen de vidrios rotos. En la Alemania de hoy se ha cambiado la denominación y se la llama Reichspogromnacht –la Noche del Pogrom del Reich-. Es habitual que los estados totalitarios denominen con eufemismos sus actos vandálicos y de lesa humanidad. No les hagamos el regalo de llamarlo como ellos eligieron hacerlo.

Pero no es éste el eje del texto que sigue. Trataré acerca de una de las consecuencias de esta Noche del Pogrom del Reich: el silencio. Hace no muchos años que esta fecha se recuerda y conmemora. Los sobrevivientes que aún viven, pueden hoy, recién hoy, dar su testimonio sobre la penuria que representó el tener que abandonar sus casas, idiomas, culturas y el silencio que los acompañó durante largos decenios. Un grupo de ciudadanos austríacos está llevando adelante un proyecto que llaman “Los vecinos perdidos” por el que muestran al mundo la consecuencia de haber echado a sus vecinos de sus casas y de sus países en aquel infausto 1938.[1]

Un silencio criticado. Es un hecho observable que después de genocidios o traumas colectivos los sobrevivientes y los directamente implicados se ven envueltos en un hondo silencio. Pensado como un silencio común y ante la idea de que superarlo sería beneficioso, como suele suceder en la esfera individual, se juzgó negativamente a este silencio. Estamos aprendiendo a pensar que los sucesos de la esfera colectiva parecieran ser de otro orden, con otras leyes y afectando cosas diferentes. En un principio se tomó el silencio de los sobrevivientes de hechos colectivos como una conducta patológica asimilándolo a la esfera de lo individual, atribuyéndole las características de negación, represión y ocultamiento. Lejos de ello, el silencio mantenido no sólo los primeros meses, o siquiera los primeros años, sino durante décadas se ha observado en los sobrevivientes sudafricanos, los de la masacre de Ruanda, los de la guerra de Argelia, los de las limpiezas étnicas en los Balcanes, los de Malvinas y los de la dictadura argentina y la chilena, la uruguaya, la brasilera, los sobrevivientes del genocidio armenio, los sobrevivientes de la Shoá, todos han mantenido un silencio parecido. Es preciso diferenciar para ello el trauma o ataque individual del trauma o ataque colectivo.

Ataque individual. El ataque o trauma individual (por ejemplo ser víctima de violación, secuestro, robo) debe ser puesto rápidamente en palabras para permitir su operabilidad y reducir su efecto tóxico. Cuanto más tiempo se calle, más hondo quedará anclado en la subjetividad con un peso aplastante y menos permitirá su des-traumatización. Exige toda una técnica de abordaje en la que la palabra es central: nombrar permite conceptualizar, reconocer, distinguir, pensar y, finalmente, reacomodar.  El ataque individual sucede en la esfera de la interacción personal, el perpetrador tiene un objetivo personal –odio, venganza, robo- y genera en la víctima sentimientos que deben ser comprendidos,  aceptados y resignificados en el contexto de la relación. Mantener todo eso en silencio amenaza con comprometer la subjetividad toda con el peligro de hundir a la persona en la victimización sin permitirle emerger de allí y seguir su camino. Encararlo es crucial y cuanto más pronto se haga mejor el pronóstico y la recuperación.

Ataque colectivo. Pasa algo diferente con el ataque o trauma colectivo. No se trata de una situación de a dos sino que está definida de manera colectiva: un grupo que es tomado como blanco por un Estado. No se trata de dos personas individuales sino miembros de un colectivo social: la víctima es un miembro del grupo designado y los perpetradores son miembros del Estado. La víctima sabe que es parte de un grupo victimizado y sus atacantes no son personas que actúan por odio u objetivos personales sino obedeciendo órdenes gubernamentales. Lo que le sucede no es fruto de alguna situación interpersonal que puede ser incluida en el contexto del odio o el robo sino que sume al individuo en el desarme de sus estructuras lógicas porque proviene de una orden del Estado. Callar asume acá otro énfasis. La socióloga Dominique Frischer lo llama silencio estructurante[2] porque, dice ella, es el que ha permitido la continuación de la vida. Recién cuando el sobreviviente siente que el pasado ha quedado atrás, cuando los pasos dados a posteriori lo tranquilizan porque todo ha seguido bien es cuando, paradójicamente, puede ponerse en contacto con lo vivido, mirar hacia atrás y comenzar a hablar. Callar le ha permitido vivir[3].

Victimización y hablar. No todos permanecen en silencio. Es curioso que aquellos que han hablado enseguida – al revés que las víctimas de ataques individuales- se han instalado muchas veces en su lugar de victimización del que no ha podido salir. Pensemos en los suicidios de algunos sobrevivientes a poco de haber terminado la situación de ataque. Hablar pronto impide que las víctimas de ataques individuales se hundan en la victimización pero las víctimas de ataques colectivos se hunden en la victimización si hablan enseguida. En sus casas, el tema recurrente y  agobiante cubrió a sus hijos con mensajes de resentimiento y las relaciones intrafamiliares se han visto usualmente teñidas de culpa, ira e irritación. Los que hablaron demasiado pronto lo hicieron desde la definición de víctimas, subrayándola, buscando un reconocimiento que aún la sociedad no estaba en condiciones de dar, no tenía los dispositivos receptivos y resignificadores necesarios. El hablar acerca de ello no solo no produjo alivio ni posibilidad de operar con el trauma ni resignificación alguna como pasa con el sobreviviente de un ataque individual, sino que los hundió más en la victimización. Muchas veces esa victimización se volvió un eje de identidad y los sumió en cierto grado de penuria pegajosa y constante que entorpeció sus vidas a cada paso.

No siempre es malo callar. Pero la gran mayoría permaneció en silencio. Aunque emergieron del horror sedientos de necesidad de contar lo sucedido, muy rápidamente advirtieron que no eran escuchados como correspondía y eligieron callar. Siendo como soy hija de sobrevivientes de la Shoá, lo primero que me pregunté era por las razones del silencio. Hace más de diez años, en la primera edición de “El silencio de los aparecidos”[4] sorprendida, confusa y dolorida por el silencio en el que había crecido, me planteé seis razones para el mismo[5]. Consideraba, como todos, al silencio como una condición negativa y por ello me era esencial comprenderlo y de-construirlo. En mi último libro, en “Hijos de la Guerra”[6] me atreví a hacer la pregunta de si el silencio era forzosamente una condición negativa, si siempre era conveniente hablar, si el abrir la caja de pandora no hacía peligrar alguna condición de vida, si no exponía algunos fantasmas que era preferible seguir manteniendo en la oscuridad. En una sociedad como la nuestra, tan psicoanalizada, tan colonizada por la idea de que hablar es siempre bueno, fue ésta una proposición ligeramente subversiva a la que me atreví tan solo un poco. Y ahora la propuesta de Frischer redobla la apuesta y plantea, no sólo que se trata de un silencio diferente, que no necesariamente debe ser franqueado sino que ese silencio es condición de vida, estructura la posibilidad de seguir viviendo.

Vivimos en una cultura que estimula el hablar. Nos circunda la idea de que hablar es siempre sanador y que aquél que no lo hace está en riesgo de alguna severa patología mortal e incurable. Es por cierto saludable, repito, intentar poner orden y otorgarle operabilidad a nuestro mundo interno y a nuestras relaciones y penas. Pero de ahí a enunciar una ley general para todos los silencios de todas las personas en todas las situaciones hay un trecho que requiere de alguna reflexión. Una de esas situaciones es la de haber sido miembro de un grupo considerado como enemigo interno y victimizado en manos de un aparato estatal.

Las situaciones de violencia o trauma colectivo producen tal impacto social y personal, socavan tan hondamente las bases sobre las que nos constituimos como individuos que es preciso un largo tiempo de recomposición para poder ponerse en contacto con lo sucedido. La reconstrucción de ese piso no es un fenómeno individual sino una labor colectiva que tiene su proceso específico y requiere tiempo. Mientras la sociedad no brinde los dispositivos adecuados cada sobreviviente sigue viviendo y necesita reconstruirse a sí mismo como individuo luego de la ordalía vivida. El silencio pareciera ser la condición sine qua no. Un silencio que no es olvido, ni represión ni negación, es una decisión, un silencio activo y expectante, agazapado a la espera de que la sociedad pueda confrontarse con las consecuencias de revisar lo sucedido.

Un trauma individual no corroe las bases sociales, es un hecho entre una persona y otra. Puede ser un delincuente, un enfermo, un enemigo, su conducta no afecta la estructura social y cultural en la que uno vive, es algo que alguien –enfermo o malo- le ha hecho a alguien, está en la esfera de lo operable de las relaciones interpersonales. El sufrimiento, el agravio y sus consecuencias dependen por un lado del grado del ataque y por otro de que se le puedan poner las palabras lo más pronto posible.

El trauma colectivo implica un tal compromiso de la sociedad toda que fragmenta las bases de lo que uno creía que estaba bien, cambia las expectativas, las leyes y reglas de la vida. Los parámetros de la educación se vuelven otros. Se subvierte lo que cualquier religión predica- hacer el Bien- y se inviste al Mal de una cualidad deseada y premiada. Los que eran amigos se vuelven enemigos, lo que estaba bien está mal, lo que estaba mal está bien. Si alguien ayudaba a un judío en Polonia durante la ocupación nazi, si alguien le daba refugio, le proporcionaba un salvoconducto, le daba tan solo una papa que le permitiera vivir un día más y era descubierto, se mataba a toda su familia y luego se mataba al ayudador. Hacer el bien, ser solidario estaba mal, estaba prohibido por la ley. Los cristianos convencidos  debieron guardarse su “ama a tu prójimo como a ti mismo” y convivir con este nuevo estado de cosas. Lo mismo sucede en todos los estados totalitarios: la denuncia, la delación, la tortura, el engaño promovidos, alentados y premiados por el Estado y la prisión sin causa, el asesinato programado y realizado por el aparato gubernamental le quita a uno el piso sobre el que está parado, la confianza básica sobre la que se sustenta la vida en sociedad. Hace falta tiempo para que desde lo colectivo se asuma este quiebre en su base.

La lesión individual es una herida a la subjetividad, a la propia capacidad de defensa y apela a un enorme esfuerzo para la recuperación. Pero la lesión de un trauma colectivo en manos de un gobierno es de otro orden porque corroe la legalidad sobre la que se sustenta la convivencia, ataca al espíritu de comunalidad, a la vida gregaria, al contexto vital imprescindible en el que construimos nuestra subjetividad. Si la policía que se supone que es la instancia estatal que me protege es la que pone en riesgo mi vida y la de mi familia, si debo ocultarme de quien me protege, ¿cuáles son los parámetros a los que puedo ajustarme? Pensemos en lo sucedido tempranamente en Alemania y Austria durante 1938. El mapa pre-existente deja de ser válido, ninguna cartografía es válida, se pierden los puntos de referencia. Ya no sé dónde estoy parado, a qué atenerme, en quien confiar, dónde ir, cómo comportarme. En los genocidios o situaciones similares se construye un “enemigo interno”, necesario para lograr la cohesión social que legitime el poder dictatorial e impida la crítica u oposición. Toda dictadura precisa del apoyo de la sociedad civil. El enemigo interno permitirá el encuadramiento de las masas detrás de los objetivos estatales. Es “uno más entre nosotros”, al que hay que extirpar, perseguir, acosar, detener y erradicar. Los que tienen la mala suerte de ser parte de ese enemigo común fabricado, ven caer sobre sí de pronto el mismo aparato estatal bajo el cual vivían confiadamente, el Estado los ha designado como enemigos. La gente se reparte entre los que son parte del enemigo interno y los que están afuera. El clima se vuelve tóxico porque nada es como era. La confianza queda herida de muerte. El que vive todo esto en carne propia y lo reconoce es la víctima. Pero el resto de la sociedad necesita mucho tiempo para reconocer que también ha sido vulnerada su confianza, que sus bases y leyes de la convivencia se han visto corroídas y fragmentadas.

La vida debe seguir. Cuando todo termina, cuando se sale del “bache” oscuro y arbitrario, cuando se recupera la vida “normal”, hay que hacer un esfuerzo supremo para reinsertarse en la vida haciendo como si se volviera a confiar. Las ganas de vivir son incontenibles. Son como ese hilito de agua que siempre encuentra un cauce y en su camino arrasa con todo porque tiene que seguir. Hay que trabajar, construir proyectos, demostrar y demostrarse que lo vivido fue un accidente de la sociedad, pensarlo como ese rayo fatídico que cayó un día y quemó la casa,  un error, que las cosas volvieron a sus cauces, que volvió el imperio de la ley y que todo va a estar bien, que ya ha pasado el peligro. Volver la vista atrás amenaza con despertar los fantasmas, con perder pie y resbalar en excrecencias y restos sociales pringosos. Y hay una enorme sabiduría en ello porque se pone toda la energía en la reconstrucción. En la reconstrucción de la confianza perdida. Son los sobrevivientes los que apuestan a esta sociedad que hace un instante los había traicionado. Si no confían no pueden seguir viviendo. ¿Cómo confiar y hablar públicamente de la traición? Era preciso, era vital buscar los indicadores de que el mundo había recuperado su cordura, que a partir de ahora todo volvía a seguir reglas previsibles, que solo había que trabajar, hacer las cosas bien y uno estaría a salvo. Lo que pasó, pasó. Hablar de lo que pasó es enfrentar a toda la sociedad con su propia ignominia. Nadie quiere oír. El sobreviviente es invisibilizado porque es un testigo incómodo y su testimonio no se quiere oír. La sociedad todavía no puede. Y hay que seguir viviendo.

El silencio no es olvido. Lo sobrevivientes de la Shoá captaron claramente los indicadores y permanecieron en silencio. Al principio costó pero pronto fue casi un alivio. Callaron pero no olvidaron. Ni negaron. Ni reprimieron. Callar fue una decisión. Se trataba del silencio público porque entre ellos hablaban. Tenían sus momentos de recorrer viejas fotos cuando las había o de añorar las fotos que ya nunca podrían ver. Había situaciones particulares en las que las ausencias tenían un peso agobiante como las celebraciones, los aniversarios. Pero tomaron la decisión de mirar hacia adelante, como el hilito de agua. No querían mirar hacia atrás. Dejaron esa revisión para cuando pudieran. Para cuando la sociedad estuviera lista. Y pudieron, la sociedad recién pudo, cincuenta o sesenta años después. Y la prueba de que no olvidaron es que recuerdan todo, que en el momento en el que vieron que sus vidas estaban hechas, que el pasado había quedado bien atrás, que la sociedad empezaba a estar en condiciones de revisarse y de mirarse en ese espejo deformante de su esmirriada humanidad, recién entonces tomaron el pasado traumático entre las manos y comenzaron a dialogar públicamente con él. Ya no hay peligro de que la victimización los hunda en la paranoia o en los mecanismos defensivos. Ya no hay peligro de sumirse en una situación personal sin salida o de aplastar a sus hijos con el peso de un pasado de horror. Ahora se puede. Con hijos, nietos y bisnietos vivos y saludables, el futuro está asegurado. Con una sociedad que ha abierto las orejas y tímidamente se propone este ejercicio de revisión de algunos de sus supuestos, hay un nuevo contexto de recepción. Ahora se puede hablar.

 


[2] FRISCHER Dominique “Les enfants du silence et de la réconstruction. La Shoah en partage. Trois génerations, trois pays: France, États Unis, Israel” Ed. Grasset, Paris 2008.

[3] Es la hipótesis central de “La escritura o la vida” de Jorge SEMPRUN.

[4] WANG Diana “El silencio de los aparecidos” Editorial Generaciones de la Shoá, 2008 (re-edición)

[5] Las seis razones eran: 1) la sociedad no quería escuchar, 2) los padres no querían herir a los hijos, 3) no existían las palabras, 4) diferentes  categorías del sufrimiento, 5) estupor ante el quiebre de la continuidad , 6) constitución de memorias diferenciadas

[6] WANG Diana “Hijos de la Guerra. La segunda generación de sobrevivientes de la Shoá” Editorial Marea 2007

LA MULTICULTURALIDAD, UN EFECTO DEL EXILIO

Introducción. La categoría de exiliado es conocida para los judíos. Hay quienes opinan que es uno de los ejes de nuestra identidad. Para muchos otros pueblos el exilio es una condición más novedosa. Usamos distintas palabras que dan cuenta del fenómeno actual: refugiados, sobrevivientes, exiliados, escapados, salvados, víctimas, desplazados, inmigrantes clandestinos. Tantas formas de denominarlo indican que se trata de un fenómeno que implica a muchos.  Una de las características del siglo XX y que parece continuar en el siglo XXI es la existencia de grandes desplazamientos de fugitivos que buscan salvarse de peligros políticos, sociales y amenazas de muerte. Africanos que buscan refugio en Europa, colombianos echados de sus tierras por ocupantes armados, el éxodo de los armenios arrancados de su tierra por los turcos luego de haber masacrado a un millón y medio fue el prólogo de un siglo de locura signado por los gulags de Siberia, por los campos de concentración y de exterminio y por la industria de la muerte que cubre de vergüenza a la humanidad toda. Los fundamentalismos, los estados totalitarios, las inequidades en la distribución de la riqueza, la injusticia y arbitrariedad social han impuesto las palabras refugiados, sobrevivientes, exiliados, escapados, salvados, víctimas, desplazados, inmigrantes clandestinos. Escapados, perdidos, ¿perdidos de qué? ¿quién los perdió? ¿por qué se perdieron? Acorralados, amenazados y echados por sus mismos vecinos. Perdieron su sitio para salvar sus vidas. Palabras que dicen y también callan, en cada historia se abre un universo de decisiones difíciles, de adaptaciones complicadas y de realidades paralelas que dialogan y discuten. El tema admite múltiples abordajes. Teniendo presente el contexto más amplio, encaro la presente exposición desde algunos aspectos particulares vividos por las familias de refugiados, sobrevivientes de la Shoá.

La decisión de irse. No es fácil tomar la decisión de irse. Freud la tomó casi a último momento, en julio del 38, -cuatro meses después del Anschluss- y recién luego de que sus hijos Anna y Martin fueron detenidos por la Gestapo y por suerte liberados. El haber sido echado de la universidad, el que hubieran quemado sus libros y que se le hubieran anulado sus derechos no fue suficiente. A pesar de la presión de tanta gente de la cultura, Freud se resistía a dejar su amada y conocida Viena, la Viena que le había dado la espalda. Irse no es una decisión que se toma a la ligera. Se suele esperar hasta que la situación se vea francamente imposible. Para muchos alemanes y austríacos ello sucedió tempranamente, fundamentalmente luego de las leyes de Nürenberg que restringieron tan crudamente las condiciones de vida de los judíos y les quitaron sus derechos como ciudadanos. En los países del este, Polonia, Rumania, Lituania y otros, la situación en los comienzos del nazismo no parecía tan diferente de lo que había sido siempre, las alarmas demoraron más tiempo en ser disparadas. Cuando finalmente fueron oídas, para la gran mayoría era demasiado tarde.

Es muy difícil tomar la decisión de irse. Abandonar tal vez definitivamente los sitios familiares, idiomas, costumbres, olores, comidas, relatos, personas implica serias consideraciones a veces imposibles. La decisión de irse depende de aceptarlo como la única alternativa pero también depende de las conexiones, de la capacidad de gestionar la documentación necesaria, de la disposición del dinero preciso y de tener un lugar de destino. Son muchas variables y de gran complejidad. A veces la decisión no puede tomarse porque no se quiere dejar a algún miembro de la familia que no podría desplazarse. Otras veces porque no se sabe o no se puede gestionar los documentos. Otras porque no se tiene el dinero necesario ni forma de conseguirlo. Finalmente, muchos no pudieron irse porque no tenían donde ir. El mundo cerraba firmemente sus puertas a las multitudes de desesperados que pedía refugio en las puertas de sus embajadas y consulados.  La Argentina tampoco abrió sus puertas. Desde julio de 1938 la directiva secreta del Ministerio de RREE conocida como Circular 11, prohibía expresamente el otorgamiento de visas a los solicitantes judíos.

Pero, una vez que la decisión se había tomado y el resto de las condiciones lo hacían posible, comenzaba un camino tortuoso y difícil. No se partía en soledad sino en compañía de otros miembros de la familia no siempre deseosos de hacerlo. Se partía llevando solo los pocos objetos que pudieran ser transportados, fundamentalmente las fotos. Las fotos que resumen la memoria y la identidad, quien soy, quien fui, de donde vengo, como viví, en donde y con quiénes, cómo nos vestíamos, cuáles eran nuestras costumbres. En las fotos se pueden guardar las imágenes de los que se dejaron y a quienes no se verá nunca más. Las fotos eran un tesoro, un bien primordial que permitiría contrarrestar la fragilidad de la memoria con un soporte firme y constante. En las fotos está congelado el mundo que se dejó.

Sitio de destino. ¿Cómo se elegía un sitio de destino? Se buscaban sitios en donde hubiera algún familiar, algún vecino, algún compañero de escuela, alguien conocido, alguien de aquel mundo que quedaría atrás. Si había familiares, podían enviar una cédula de llamada, documento que abría las puertas en algunos países, por ejemplo en la Argentina que privilegiaba la reunificación familiar de sus inmigrantes.. Los refugiados que entraron de esta manera no precisaron mentir sobre su condición de judíos, mientras que el resto tuvo que mentir y declararse católico para ser merecedor de una visa. Así llegaron a la Argentina. País del que poco habían escuchado antes. Historias venidas del cine: tango y prostitución, bajo mundo y delincuencia, indios y pampa, no mucho más que ésas eran las imágenes que portaban en el trayecto oceánico hacia estas latitudes.

La adaptación. Nos hemos focalizado tanto en el tema de la supervivencia a la Shoá que hemos pasado por alto las duras condiciones de la adaptación a un nuevo medio que sufrieron nuestros mayores. El desgarramiento por lo que tuvieron que dejar se potenció en el nuevo medio desconocido y tal vez por ello hostil. Idiomas, costumbres, gestualidades, sonidos, luces y sombras, climas y cielos, un nuevo mundo que debía ser conocido, reconocido, aceptado, incorporado y que se iba a integrar a lo que traían del viejo, a las cenizas de lo perdido y a la nostalgia de lo añorado y reconocido como propio. Llegaban y rápidamente buscaban a otros como ellos. Si no encontraban inmigrantes de su mismo lugar, buscaban a residentes que provinieran de allí. Se congregaban según los orígenes, según países, ciudades, zonas, pueblos, buscando en los que ya estaban las cuerdas conocidas que les mantuvieran la cordura. Pero se encontraban con este fenómeno que ahora es común en este universo de desplazados e ilegales. Los venidos del mismo lugar pero llegados con anterioridad, tenían una imagen, un recuerdo del lugar que difería del que traían los nuevos. Cada uno se queda con la fotografía del lugar que dejó tal cual estaba cuando uno lo dejó. Se confrontaban entonces diferentes relatos y versiones superpuestas del sitio de origen. Los que habían inmigrado antes no sabían cómo habían evolucionado las cosas en los años posteriores a su emigración y los diálogos a menudo eran entrecortados por interferencias de las diferentes versiones, monólogos paralelos ante las divergencias por momentos enormes. Los refugiados debido al nazismo, descubrieron pronto que también estaban solos en este sentido. Veían que sus paisanos llegados antes desconocían los años de la integración esperanzada y aunque luego fuera desbaratada de un plumazo por el nazismo no entendían tal vez su nostalgia porque no habían conocido aquellos tiempos de bienestar. Los refugiados aprendieron rápidamente a no esperar. La vida, que seguía y no preguntaba, los forzó a labrarse un porvenir, a trabajar, mandar a los hijos a la escuela, aprender el idioma y las costumbres, integrarse y esperar que la cicatrización permitiera la recuperación de la esperanza.

Identidad de borde. Los hijos hemos mamado de todo esto, hemos construido nuestra subjetividad y nuestros ejes de identidad en ese contexto de emociones contrapuestas, de diversidades y complejidades. Los chicanos, es decir de los hijos de inmigrantes mexicanos nacidos en los Estados Unidos, llaman a su identidad, identidad de borde, de frontera. Interesante categoría que tal vez  también nos designe a nosotros. Estamos parados en los distintos territorios de origen, algunos muy distantes, en las distintas versiones de nosotros mismos que hemos heredado de nuestros padres en la confluencia de la vida en el nuevo país. Nuestra misión ha sido cambiar la condición de outsiders de nuestros padres y volvernos insiders. Somos hábiles hablantes del idioma local y como sabemos un idioma no solo traduce las palabras sino que instituye una visión del mundo particular que estructura el pensamiento y el abordaje de la realidad.

El regreso. Algunos exiliados vuelven a su país, vuelven como visitantes o vuelven para reinstalarse allí. Y sucede algo curioso. El regresado llega anhela recuperar las imágenes originarias perdidas, las sensaciones y la familiaridad de otrora, pero ello  se confirma solo parcialmente. Las casas están donde estaban, el gusto de las comidas locales vuelve a deleitar el paladar, pero el que vuelve ya no es igual al que era cuando se fue. El sitio al que se vuelve y la gente que lo habita ya no es como cuando se lo dejó. El paso del tiempo ha cambiado tanto al ex exiliado como al lugar de origen, ambos siguieron viviendo, a ambos les pasaron cosas, fueron generando nuevos códigos y diferentes relatos. Quien vuelve sumará al regreso una sensación dolorosa e impensada de extranjería en su propio lugar. El exilio es un quiebre en la continuidad de la relación con el sitio de origen, una fractura que crea una realidad paralela.

El “regreso”. Algunos de los hijos hemos regresado a los sitios de origen. Y decimos que “regresamos” aun cuando algunos no hemos nacido allí. No es inocente la palabra: da cuenta de la sensación de pertenecer también allí, de que es algo que nos corresponde, a lo que tenemos derecho. Al regresar nos pasan muchas cosas. Algunas sorprendentes. El reconocimiento de la gestualidad en los gestos de los locales como una gestualidad propia, la familiaridad con el idioma, con los sonidos, con los giros y los detalles, las nimiedades que encontramos a cada paso. Encontramos también distorsiones, idealizaciones que se fragmentan, imágenes que nos cuentan otras historias. Lo que habían sido relatos se vuelven sitios concretos y se siente una confirmación sanadora insospechada. Hay enriquecimientos y escisiones que abren espacios de irrealidad con fantasmas que nos preguntan a cada paso quién soy, cual es mi verdad, donde pertenezco. Y traducimos. Traducimos en un proceso inverso al que habíamos hecho de chicos porque traducimos al idioma original lo que nos fuimos acostumbrando a decir en castellano. Y la pregunta se instala de pronto, nos acosa y no nos abandona: “¿cómo habría sido yo, quién habría sido yo, cómo sería mi vida si la Shoá no hubiera pasado y yo seguiría viviendo aquí?”.

Multiculturalidad. Y un nuevo elemento se suma a las múltiples identidades pre-existentes y la evidencia de nuestra multiculturalidad y multipertenencia se nos impone. Ello nos hace pensar diferente sobre la pérdida del lugar de origen, a destragedizarlo y a aceptarlo como un legado cuyo sentido depende de nosotros. El nazismo ha sido por cierto una tragedia y la Shoá fue su punto más abyecto. Pero lo que nos pase luego, en especial a la segunda generación de sobrevivientes, será procesado en nuestro interior y su sentido dependerá de ello. El exilio puede ser solo tragedia y desgarramiento, pero también le podemos sumar enriquecimiento y potenciación. No somos ciudadanos puros de ningún sitio, la pureza fue un delirio del nazismo sostenido en la superchería de la teoría racial. Somos ciudadanos de los bordes, parados en diferentes fronteras nacionales y culturales, abrevando en cada una  y eligiendo cómo los variados orígenes conversan entre sí, viendo si priorizamos a alguno sobre otro o si promovemos un diálogo interno entre todos a modo de canto coral. El exilio de nuestros padres nos fue impuesto. El diálogo entre nuestras multipertenencias lo podemos elegir nosotros para asumir nuestra multiculturalidad polifónica. Nuestras múltiples voces pueden abrirnos caminos insospechados  hacia la universalización de nuestra humanidad, puesto que un tal diálogo interno nos llevará a aceptar las diferentes versiones de lo real de este mundo y volvernos más humildes en nuestra apreciación y valoración del mismo. Nos da la oportunidad encarnada de comprender y aceptar que vivimos en el universo de las opiniones y no en el de las verdades y tal vez seamos premiados con la capacidad de dialogar con cualquiera, puesto que quien más quien menos, todos vivimos distintas identidades de borde en este mundo de impuros, ingenuinos, vulnerables, pretenciosos e imperfectos que somos los seres humanos.

Dice Tzvetan Todorov en “El hombre desplazado”: “El hombre desarraigado, arrancado de su marco, de su medio, de su país, sufre al principio pues es más agradable vivir entre los suyos. Sin embargo, puede sacar provecho de su experiencia. Aprende a dejar de confundir lo real con lo ideal, la cultura con la naturaleza. No por conducirse de modo diferente dejan estos individuos de ser humanos. A veces se encierra en el resentimiento, nacido del desprecio o de la hostilidad de sus huéspedes. Pero si logra superarlo, descubre la curiosidad y aprende la tolerancia. Su presencia entre los “autóctonos” ejerce a su vez un efecto desarraigante: al perturbar sus costumbre, al desconcertar por su comportamiento y sus juicios, puede ayudar a algunos de entre ellos a adentrarse en esta misma vía de desapego hacia lo convenido, una vía de interrogación y de asombro.”

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Presentado en "Vecinos Perdidos. Buenos Aires-Viena 2008" en el panel: "Freud, el psicoanálisis y la reflexión del pasado en Viena y en Buenos Aires. La reflexión individual de la huida y sus implicaciones desde el punto de vista psicoanalítico”.

SILENCIOS INDIVIDUALES - SILENCIOS COLECTIVOS

Como prólogo de nuestra última dictadura militar, en los años de la Triple A durante el gobierno de Isabelita hubo una campaña para reducir los ruidos molestos en la ciudad de Buenos Aires. El obelisco fue rodeado por un enorme cartel que decía “El silencio es salud”. Es hoy un símbolo del acallamiento de la oposición, del avasallamiento de los DDHH, de la indiferencia de los bien pensantes. Un cartel amenazante con implicancias oscuras: ¿Qué pasaría si alguien hablaba? ¿Cuáles serían las consecuencias? Mejor callar. Por las dudas.

Hablo de los silencios. Pero de otros silencios. De los silencios de las víctimas, no el silencio de la denuncia sino el silencio del sobreviviente. Y, curiosamente, también relacionado con la salud. Son ideas preliminares, aún en proceso de elaboración que pongo a vuestra consideración.

Es un hecho observable que después de genocidios o traumas colectivos (en nuestro país la guerra de Malvinas, Dictadura) los sobrevivientes, los directamente implicados se ven envueltos en un hondo silencio. Durante mucho tiempo no se entendía este silencio. Se lo juzgaba negativamente, algo que la gente debía aprender a superar porque supuestamente era malsano. Se traspolaba lo que se conocía de la esfera individual a la colectiva sin advertir que se trataba de fenómenos diferentes que afectan cosas diferentes. Es que se trata de silencios de distintas calidades, que según sea su origen pareciera que responden a leyes y conductas diferentes.

Diferenciemos el trauma individual del trauma colectivo. El lugar de la víctima es un lugar nuevo y que se ha instalado como espacio de reflexión. Genera toda una disciplina que podemos llamar la “victimología social”, interesada en ver qué pasa con los que sobrevivieron a ataques, traumas o situaciones de violencia, qué nos dice su conducta posterior, cómo ayudarlos a recuperarse.

El ataque o trauma individual (por ejemplo ser víctima de violación, secuestro, robo) en la medida en que es puesto rápidamente en palabras, permite su operabilidad y reduce su efecto tóxico. Cuanto más tiempo se mantenga en silencio, más hondo quedará anclado con un peso aplastante y menos permitirá su des-traumatización. Exige toda una técnica de abordaje en la que la palabra es central: nombrar permite conceptualizar, reconocer, distinguir, pensar y reacomodar.  El ataque individual sucede en la esfera de la interacción personal, el perpetrador tiene un objetivo personal, genera en la víctima sentimientos como culpa, vergüenza, humillación, impotencia e ira, sentimientos que deben ser comprendidos,  aceptados y resignificados. Mantener todo eso en silencio amenaza con comprometer la subjetividad toda, en hundir a la persona en la victimización sin permitirle emerger de allí y seguir su camino. Encararlos es crucial y cuanto más pronto se haga mejor el pronóstico y la recuperación.

Pasa algo diferente con el ataque o trauma colectivo. No se trata de una situación de a dos sino de un grupo que es tomado como blanco de un Estado. Cada víctima sabe que es parte de un grupo victimizado y que sus atacantes no son personas que actúan por odio u objetivos personales sino obedeciendo órdenes gubernamentales. El sentimiento de la víctima es de azoramiento, imposibilidad de comprensión, desarme de sus estructuras lógicas. Fue difícil advertir todo esto. Se tomó tradicionalmente el silencio de los sobrevivientes de hechos colectivos como una conducta patológica asimilándolo a la esfera de lo individual, atribuyéndole las características de negación, represión y ocultamiento. Después de la 2° Guerra Mundial, los fenómenos de masacres colectivas han sido tema de investigación de las ciencias sociales en los últimos decenios y los datos son coincidentes sea donde fuere que el hecho hubiera sucedido: la mayoría de los sobrevivientes comparten esta condición de silencio. No durante los primeros meses, o siquiera los primeros años. Durante décadas. En los sobrevivientes sudafricanos, los de la masacre de Ruanda, los de la guerra de Argelia, los de las limpiezas étnicas en los Balcanes, los de Malvinas y los de la dictadura argentina y la chilena, la uruguaya, la brasilera, los sobrevivientes del genocidio armenio, los sobrevivientes de la Shoá, todos han mantenido un silencio parecido.

La socióloga Dominique Frischer lo llama silencio estructurante[1] porque, dice ella, es el que ha permitido la continuación de la vida. Recién cuando el sobreviviente siente que el pasado ha quedado atrás, cuando los pasos dados a posteriori lo tranquilizan porque todo ha seguido bien es cuando, paradójicamente, puede ponerse en contacto con lo vivido, mirar hacia atrás y comenzar a hablar.

No todos permanecen en silencio. Es curioso que aquellos que han hablado enseguida – al revés que las víctimas de ataques individuales- se han instalado muchas veces en su lugar de victimización del que no ha podido salir. Pensemos en los suicidios de algunos sobrevivientes a poco de haber terminado la situación de ataque. Las víctimas de ataques individuales que no pueden hablar enseguida se hunden en la victimización. Las víctimas de ataques colectivos se hunden en la victimización si hablan enseguida. En sus casas, el tema recurrente y  agobiante cubrió a sus hijos con mensajes de resentimiento y las relaciones intrafamiliares se han visto usualmente teñidas de culpa, ira e irritación. Los que hablaron demasiado pronto lo hicieron desde la definición de víctimas, subrayándola, buscando un reconocimiento que aún la sociedad no estaba en condiciones de dar, no tenía los dispositivos receptivos y resignificadores necesarios. El hablar acerca de ello no solo no produjo alivio ni posibilidad de operar con el trauma ni resignificación alguna como pasa con el sobreviviente de un ataque individual, sino que los hundió más en la victimización. Muchas veces esa victimización se volvió un eje de identidad y los sumió en cierto grado de penuria pegajosa y constante que entorpeció sus vidas a cada paso.

Pero la gran mayoría permaneció en silencio. Siendo como soy hija de sobrevivientes de la Shoá, lo primero que me pregunté era por las razones del silencio. Hace más de diez años, en la primera edición de “El silencio de los aparecidos”[2] sorprendida, confusa y dolorida por el silencio en el que había crecido, me planteé seis razones para el mismo: la sociedad no quería escuchar, los padres no querían herir a los hijos, no existían las palabras, las  categorías del sufrimiento, el quiebre de la continuidad “el bache”, las distintas memorias. Consideraba, como todos, al silencio como una condición negativa y por ello me era esencial comprenderlo y de-construirlo. En mi último libro, en “Hijos de la Guerra”[3] me atreví a hacer la pregunta de si el silencio era una condición negativa, si siempre era conveniente hablar, si el abrir la caja de pandora no hacía peligrar alguna condición de vida, si no exponía algunos fantasmas que era preferible seguir manteniendo en la oscuridad. En una sociedad como la nuestra, tan psicoanalizada, tan colonizada por la idea de que hablar es siempre bueno, fue ésta una proposición ligeramente subversiva a la que me atreví tan solo un poco. Y ahora la propuesta de Frischer redobla la apuesta y plantea, no sólo que se trata de un silencio diferente, que no necesariamente debe ser franqueado sino que ese silencio es condición de vida, estructura la posibilidad de seguir viviendo.

Vivimos en una cultura que estimula el hablar. Nos circunda la idea, promovida probablemente por los templos psi y sus sacerdotes y feligreses, de que hablar es siempre sanador y que aquél que no lo hace está en riesgo de alguna severa patología mortal e incurable. Es por cierto saludable, repito, intentar poner orden y otorgarle operabilidad a nuestro mundo interno y a nuestras relaciones y penas. Pero de ahí a enunciar una ley general para todos los silencios de todas las personas en todas las situaciones hay un trecho que requiere de alguna reflexión. Una de esas situaciones es la de haber sido miembro de un grupo considerado como enemigo interno y victimizado en manos de un aparato estatal.

Las situaciones de violencia o trauma colectivo producen tal impacto social, socavan tan hondamente las bases sobre las que nos constituimos como individuos que es preciso un largo tiempo de recomposición para poder ponerse en contacto con lo sucedido. La reconstitución de ese piso no es un fenómeno individual sino una construcción colectiva que tiene su proceso específico y requiere tiempo. Mientras, cada sobreviviente sigue viviendo y para reconstruirse luego de la ordalía vivida, el silencio pareciera ser la condición sine qua no. Un silencio que no es olvido, un silencio activo y expectante, agazapado a la espera de que la sociedad pueda confrontarse con las consecuencias de revisar lo sucedido.

Un trauma individual no corroe las bases sociales, es un hecho entre una persona y otra. Puede ser un delincuente, un enfermo, un enemigo, su conducta no afecta la estructura social y cultural en la que uno vive, es algo que alguien le ha hecho a alguien, está en la esfera de lo operable de las relaciones interpersonales. El sufrimiento, el agravio y sus consecuencias dependen por un lado del grado del ataque y por otro de que se le puedan poner las palabras lo más pronto posible.

El trauma colectivo implica un tal compromiso de la sociedad toda que fragmenta las bases de lo que uno creía que estaba bien, cambia las expectativas, las leyes y reglas de la vida. Los parámetros de la educación se vuelven otros. Se subvierte lo que cualquier religión predica- hacer el Bien- y se inviste al Mal de una cualidad deseada y premiada. Los que eran amigos se vuelven enemigos, lo que estaba bien está mal, lo que estaba mal está bien. Si alguien ayudaba a un judío en Polonia durante la ocupación nazi, si alguien le daba refugio, le proporcionaba un salvoconducto, le daba tan solo una papa que le permitiera vivir un día más y era descubierto, se mataba a toda su familia y luego se mataba al ayudador. Hacer el bien, ser solidario estaba prohibido, estaba mal. Los cristianos –y la mayoría del pueblo polaco lo era- debieron guardarse sus principios de amor y transformarlos en una nueva conducta que no lo permitía. La denuncia, la delación, la tortura, el engaño promovidos, alentados y premiados por el Estado y la prisión sin causa, el asesinato programado y realizado por el aparato gubernamental le quita a uno el piso sobre el que está parado, la confianza básica sobre la que se sustenta la vida en sociedad. Hace falta tiempo para que desde lo colectivo se asuma este quiebre en su base.

La lesión individual es una herida a la subjetividad, a la propia capacidad de defensa y apela a un enorme esfuerzo para la recuperación. Pero la lesión de un trauma colectivo en manos de un gobierno es de otro orden porque corroe la legalidad sobre la que se sustenta la convivencia, ataca al espíritu de comunalidad, a la vida gregaria, al contexto vital imprescindible en el que construimos nuestra subjetividad. Si la policía que se supone que es la instancia estatal que me protege es la que pone en riesgo mi vida y la de mi familia, si debo ocultarme de quien me protege, ¿cuáles son los parámetros a los que puedo ajustarme? El mapa pre-existente deja de ser válido, ninguna cartografía es válida, se pierden los puntos de referencia. Ya no sé dónde estoy parado, a qué atenerme, en quien confiar, dónde ir, cómo comportarme. En los genocidios o situaciones similares se construye un “enemigo interno”, necesario para lograr la cohesión social que legitime el poder dictatorial e impida la crítica u oposición. Toda dictadura precisa del apoyo de la sociedad civil. El enemigo interno permitirá el encuadramiento de las masas detrás de los objetivos estatales. Es “uno más entre nosotros”, al que hay que extirpar, perseguir, acosar, detener y erradicar. Los que tienen la mala suerte de ser parte de ese enemigo común fabricado, ven caer sobre sí de pronto el mismo aparato estatal bajo el cual vivían confiadamente, el Estado los ha designado como enemigos. La gente se reparte entre los que son parte del enemigo interno y los que están afuera. El clima se vuelve tóxico porque nada es como era. La confianza queda herida de muerte. El que vive todo esto en carne propia es la víctima. El resto de la sociedad necesita mucho tiempo para reconocer que también ha sido vulnerada su confianza, sus bases y leyes de la convivencia.

Cuando todo termina, cuando se sale del “bache” oscuro y arbitrario, cuando se recupera la vida “normal”, hay que hacer un esfuerzo supremo para reinsertarse en la vida haciendo como si se volviera a confiar. Las ganas de vivir son incontenibles. Son como ese hilito de agua que siempre encuentra un cauce y en su camino arrasa con todo porque tiene que seguir. Hay que trabajar, construir proyectos, demostrar y demostrarse que lo vivido fue un accidente de la sociedad, pensarlo como ese rayo fatídico que cayó un día y quemó la casa,  un error, que las cosas volvieron a sus cauces, que volvió el imperio de la ley y que todo va a estar bien, que ya ha pasado el peligro. Volver la vista atrás amenaza con despertar los fantasmas, con perder pie y resbalar en excrecencias y restos sociales pringosos. Y hay una enorme sabiduría en ello porque se pone toda la energía en la reconstrucción. En la reconstrucción de la confianza perdida. Son los sobrevivientes los que apuestan a esta sociedad que hace un instante los había traicionado. Si no confían no pueden seguir viviendo. ¿Cómo confiar y hablar públicamente de la traición? Era preciso, era vital buscar los indicadores de que el mundo había recuperado su cordura, que a partir de ahora todo volvía a seguir reglas previsibles, que solo había que trabajar, hacer las cosas bien y uno estaría a salvo. Lo que pasó, pasó. Hablar de lo que pasó es enfrentar a toda la sociedad con su propia ignominia. Nadie quiere oír. El sobreviviente es invisibilizado porque es un testigo incómodo y su testimonio no se quiere oír. La sociedad todavía no puede. Y hay que seguir viviendo.

Lo sobrevivientes de la Shoá captaron claramente los indicadores y permanecieron en silencio. Al principio costó pero pronto fue casi un alivio. Callaron pero no olvidaron. Ni negaron. Ni reprimieron. Callar fue una decisión. Se trataba del silencio público porque entre ellos hablaban. Tenían sus momentos de recorrer viejas fotos cuando las había o de añorar las fotos que ya nunca podrían ver. Había situaciones particulares en las que las ausencias tenían un peso agobiante como las celebraciones, los aniversarios. Pero tomaron la decisión de mirar hacia adelante, como el hilito de agua. No querían mirar hacia atrás. Dejaron esa revisión para cuando pudieran. Para cuando la sociedad estuviera lista. Y pudieron cincuenta o sesenta años después. Y la prueba de todo esto es que recuerdan todo, que en el momento en el que vieron que sus vidas estaban hechas, que el pasado había quedado bien atrás, que la sociedad empezaba a estar en condiciones de revisarse y de mirarse en ese espejo deformante de su esmirriada humanidad, recién entonces tomaron el pasado traumático entre las manos y comenzaron a dialogar públicamente con él. Ya no hay peligro de que la victimización los hunda en la paranoia o en los mecanismos defensivos. Ya no hay peligro de sumirse en una situación personal sin salida. Ahora se puede. Con hijos, nietos, bisnietos, el futuro está asegurado. Con una sociedad que ha abierto las orejas y tímidamente se propone este ejercicio de revisión de algunos de sus supuestos, hay un nuevo contexto de recepción. Ahora se puede hablar.

Diana Wang

19 de septiembre 2008

 Presentado en la II Feria del Libro Social Y Político 2008 - Buenos Aires - Argentina


[1] FRISCHER Dominique “Les enfants du silence et de la réconstruction. La Shoah en partage. Trois génerations, trois pays: France, États Unis, Israel” Ed. Grasset, Paris 2008.

[2] WANG Diana “El silencio de los aparecidos” Editorial Generaciones de la Shoá, 2008 (re-edición)

[3] WANG Diana “Hijos de la Guerra. La segunda generación de sobrevivientes de la Shoá” Editorial Marea 2007

BIBLIOGRAFÍA RE-EDICIÓN

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA "El silencio de los aparecidos"

 

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PELÍCULAS RECOMENDADAS

 

El holocausto

2004 - La caída - Oliver Hirschbiegel - Alemania

2004 - Napola - Dennis Gansel – Alemania (doc)

2002 - Amen - Costa-Gavras - Francia/Alemania/Rumania/USA

2002 - Broken silence (doc) Survivors of the Shoah Visual History Foundation:

- Niños del abismo - Pavel Chukhraj - Rusia

- El infierno en la tierra - Vojtech Jasny - República Checa

- Yo recuerdo - Andrzj Wajda - Polonia

- Algunos que vivieron - Luis Puenzo - Argentina

- Ojos del Holocausto - János Szász - Hungría

2001 - Conspiración - Frank Pierson -  Inglaterra/USA

2001 - Competencia desleal - Ettore Scola - Italia

2001 - Tomando partido - István Szabó - Francia/Inglaterra/Alemania/Austria

1999 - La aritmética del diablo- Donna Deitch - USA

1998 - El tren de la vida - Radu Mihaileanu - Francia/Bélgica/ Holanda/Israel/Rumania

1997 - Un vivant qui passe - Claude Lanzmann – Francia (doc)

1986 - Pobre mariposa - Raúl de la Torre - Argentina

1985 - Shoah - Claude Lanzmann – Francia (doc)

1982 - La decisión de Sophie - Alan J. Pakula - USA

1981  - Los unos y los otros - Claude Lelouch - Francia

1981 - La ola - Alexander Grasshoff - USA

1980 - El último subte - François Truffaut - Francia

1978 - Holocausto - Marvin J. Chomsky - USA

1975 - Pascualino siete bellezas - Lina Wertmüller

1974 - Portero de noche - Liliana Cavani - Italia

1972 - Cabaret - Bob Fosse - USA

1970 - El jardín de los Finzi Contini - Vittorio De Sica - Italia

1961 - Juicio en Nürenberg - Stanley Kramer - USA

1955 - Noche y niebla - Alain Resnais – Francia (doc)

1940 - El gran dictador - Charles Chaplin – USA

 

Los sobrevivientes, padecimientos, resistencias, memorias

2006 - Black Book - Paul Verhoeven - Holanda/Bélgica/Inglaterra/Alemania

2005 - Una vida iluminada - Liev Schreiber - USA

2005 - La vida secreta de las palabras - Isabel Coixet - España

2004 - Me queda la palabra-  Bernardo Kononovich – Argentina (doc)

2003 - Rosenstrasse - Margarethe von Trotta - Alemania/Holanda

2002 - El pianista - Roman Polanski - Francia/Alemania/Inglaterra/Polonia

2002 - Prisionero del paraíso – M.Clarke y S.SenderUSA/Canadá/Alemania/Inglaterra (doc)

2002 - Gebürtig. - Robert Schindel y Lukas Stepanik - Austria/Polonia/Alemania

2001 - En algún lugar de Africa - Caroline Link - Alemania

2001 - Sobibor, 14 de octubre, 16 hs - Claude Lanzmann – Francia

1999 - Sunshine  - István Szabó - Alemania/Austria/Canadá/Hungría

1999 - Voyages (Memorias) - Emmanuel Finkiel - Francia

1999 - Hanele - Karel Kachyna  - República Checa

1998 - Los últimos días - James Moll – USA (doc)

1998 - Todo por amor - Jeroen Krabbé- USA/Holanda/ Bélgica/Inglaterra

1997 - The comedian harmonists - Josseph Vilsmaier – Alemania (doc)

1997 - La tregua - Francesco Rosi - Italia/Francia/ Alemania/Suiza

1997 - Un largo camino a casa - Mark Jonathan Harris – USA (doc)

1991 - Atención - Bernardo Kononovich – Argentina (doc)

1989 - Enemigos una historia de amor - Paul Mazursky - USA

1989 - Mucho más que un crimen - Costa-Gavras - USA

1980 - Orquesta de mujeres en Auschwitz - Daniel Mann - USA

 

Los sobrevivientes niños

2006 - 818 Tong Shan Road  - Marlene Lievendag – Argentina (doc)

2005 - Sin destino - Lajos Koltai - Hungría/Alemania/Inglaterra

2001 - Los fantasmas de Luba - Martine Dugowson - Francia

2001 - Aquellos niños - Bernardo Kononovich – Argentina (doc)

2000 - En brazos de extraños - Mark Jonathan Harris – USA/Inglaterra (doc)

1997 - La vida es bella - Roberto Benigni - Italia

1996 - My knees were jumping, remembering the Kindertransports - Melissa Hacker – USA (doc)

1990 - Europa Europa - Agnieszka Holland - Alemania/Francia/Polonia

1987 - Adiós  a los chicos - Louis Malle - Francia

Diario de Ana Frank (diferentes versiones)

 

Los Justos, los rescatadores

2005 - Sophie Scholl - Marc Rothemund - Alemania

2003 - Pasaporte a la vida.- Agnes Vertes - USA (doc)

2002 - Mr Batignole - Gérard Jugnot - Francia

1994 - Los justos - Marek Halter - Francia/Suiza (doc)

1993 - La lista de Schindler - Steven Spielberg - USA

1987 - El enemigo fraternal - Joseph Rochlitz – Italia (doc)

 

Antisemitismo

2004 - El oro nazi en Argentina - Rolo Pereyra – Argentina (doc)

2004 - Pacto de silencio - Carlos Echeverría – Argentina (doc)

1947 - La luz es para todos - Elia Kazan - USA

 

 

 

PROLOGO RE-EDICIÓN

 “No somos supervivientes, sino aparecidos...

Esto, por supuesto, sólo resulta decible de forma abstracta.

O de soslayo, como quien no quiere la cosa..

O entre risas, con otros aparecidos...”

Jorge Semprún[1]

 

Prólogo a la edición de 2008 de "El silencio de los aparecidos"

 

Az men leibt, derleibtmen -si uno vive, lo llega a ver- se dice en idish. Cuando comencé a escribir lo que después se llamó "El silencio de los aparecidos" no pensaba que iría a ser un libro alguna vez. Cuando Acervo Editorial lo publicó, en una modesta tirada, imaginaba que nadie se interesaría en el tema y que quedaría en algún estante esperando que el polvo y el olvido lo fueran cubriendo mansamente. Tuvimos que hacer rápidamente una segunda impresión, pero esta vez ya estaba segura que sería el final. Me volví a equivocar. Cuando a 8 años de su salida, quedaban tan solo diez ejemplares y evidencias de que el interés tal vez persistiría, tomé la decisión de publicarlo nuevamente. Pero mucha agua había pasado en esos años. Debía ser una edición aumentada y actualizada.

Cada vez más están presentes mis padres. En una lógica misteriosa, cuanto más me alejo de la fecha en que se fueron, más cerca los siento, más dialogo con ellos. Son ellos, ora papá, ora mamá, los que dirían la frase del comienzo, az men leibt, derleibtmen. Como tantos sobrevivientes, mis padres callaron que lo eran. No ante nosotros o ante sus compañeros de ruta, sino ante los extraños, los que sabían, los que no habían estado. El primer texto, el que da el título al libro, se refiere a eso, a ese silencio, a las formas que asumió, a la forma en que lo procesamos y a algunas causales que nos dan mucho que pensar. Pero muchas cosas cambiaron en los últimos diez años. Los sobrevivientes que estaban vivos, comenzaron a hablar. Como una catarata, con una sed incontenible de ser escuchados, elevaron sus voces, se presentaron en escuelas, en instituciones, escribieron sus testimonios, se reunieron, se agruparon. Az men leibt, derleibtmen. El mundo quería escuchar. Los periodistas les pedían una entrevista, salían artículos con sus fotos, con sus historias. Algunos programas de televisión los tuvieron como protagonistas. Mis padres no conocieron este nuevo estado de cosas. Se murieron antes de que el mundo se abriera a estos temas. Se fueron pensando lo que habían pensado tan dolorosamente luego de terminada la Shoá -que ellos no llegaron a llamar Shoá-, que a nadie le importaba, que, peor aún, les molestaba si se contaba. No es más una vergüenza haber sobrevivido a los nazis. Tampoco es un orgullo ni un título de nobleza.

Dividí el libro en cuatro partes. La primera dedicada a los sobrevivientes, la segunda a sus hijos, la tercera que llamé reflexiones y por último las lecciones que aún quedan por ser aprendidas. Incluí varios de los textos que fui escribiendo en estos años, también un artículo esclarecedor de la recordada y admirada Raquel Hodara. Queda también el relato del camino que hemos ido transitando en nuestros grupos, la constitución de Generaciones de la Shoá en Argentina, las reuniones de nuestro grupo de hijos de sobrevivientes, los hitos y la realizaciones y los proyectos. Mantuve como apéndice el desesperado texto sobre la Violación Excrementicia que ilustra como ninguno el horror que cubrió a la humanidad en los campos de la muerte. Hay una actualización de la bibliografía con la idea de ofrecer un listado lo m s completo posible de los materiales a los que puede recurrirse.

En mayo de 2006 perdimos a Rolando Drut. Pienso en él en esta re-edición, recuerdo su emoción al tener un ámbito donde compartir sus penas, sus reflexiones, sus recuerdos, su sensibilidad e inteligencia. Si hubiese seguido vivo, sus escritos que no paraban de crecer, se hubiesen vuelto un libro que yo leería con pasión.

 

 



[1] Jorge Semprún, “La escritura o la vida”, Tusquets, Barcelona, Mayo 1995. Pág.. 104