Otras cosas

Los medios SON el fin

maquiavelo-alejandro-osvaldo-patrizio-2-638Hay momentos en la historia de la humanidad en que se pierden de vista algunas perspectivas poniendo la mira solo en el corto plazo. Esto sucedió también en Alemania con el ascenso del nazismo. Fue apoyado por un buen grupo de judíos que creían que se podría frenar de este modo la amenaza comunista. En la década de 1920 la desocupación, la inflación y la desesperanza eran tantas que mucha gente se volcó hacia el partido comunista. Los social demócratas no conseguían encarrilar la situación desde la débil República de Weimar. Uno de los caballitos de batalla de las campañas de Hitler fue precisamente el temor que inspiraba el triunfo de la revolución soviética y el contagio de esas ideas en el movimiento político alemán, tan golpeado por las sucesivas crisis de 1923 y de 1929.

Tomando como modelo la Marcha sobre Roma que hiciera Mussolini en 1922, Hitler quiso establecer en Baviera un foco rebelde como base para un avance contra Berlín.

El 8 de noviembre de 1923 (el mismo día pero 15 años después se desató el Pogrom de Noviembre mal llamado la Kristallnacht) tuvo lugar el putsch de Munich encabezado por los militantes del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, el partido Nazi. Fracasada la intentona, sentenciado y detenido Adolf Hitler dedicó su tiempo en prisión para estudiar el tema judío y darle a su odio visceral un sostén conceptual. Abrevó básicamente en el panfleto de Wilhelm Marr “El camino a la victoria del germanismo sobre el judaísmo” de 1879, en “Los protocolos de los sabios de Sion” obra de la policía zarista de 1903 y en “El judío internacional” de 1920, de Henry Ford. Con este material y su afiebrada sed de poder escribió “Mi lucha” que sentó las bases ideológicas de las dos guerras que emprendería: la guerra contra los judíos y la Segunda Guerra Mundial. En vista de que no podía hacerse con el poder por la fuerza, decidió hacerlo mediante el voto. Luego de ser puesto en libertad inició su campaña centrada en lo que urdió hábilmente como la “amenaza bolchevique-judía”.

Las clases más pudientes, los industriales, banqueros, financistas, comerciantes, temían que Alemania siguiera el camino de la revolución soviética. El nazismo emprendió un violento discurso antisemita y anticomunista. El porcentaje de judíos que pertenecía a esas clases pudientes temía perder sus bienes y posiciones; también anticomunistas, hicieron oídos sordos a las amenazas antijudías, se taparon la nariz y votaron a Hitler.  El corto plazo obnubiló su entendimiento. Escupían para arriba.

Cuando la esperanza se renueva, como en cada inicio de año, también se renueva la ilusión de que seamos capaces, en tanto judíos y en tanto ciudadanos, de considerar los medios para alcanzar cualquier fin. El largo plazo es la continuidad de la vida. Los judíos que apoyaron el ascenso de Hitler pusieron el odio antijudío entre paréntesis con el objetivo de alcanzar sus fines inmediatos y dieron su aprobación a un estado de cosas que los llevó, un poco después, a una catástrofe mayúscula. Hubo otros momentos de la historia en que nos hemos dejado tentar por metas de lo más loables, promesas de un destino de felicidad, pero para alcanzarlo era preciso cerrar los ojos ante los medios utilizados o taparse la nariz y disculparlos cuando eran indebidos, irregulares o injustos.

El fin nunca justifica los medios. Cuando los medios están mal, SON  el fin. Hay que hacer siempre lo que está bien porque el bien, y no es una redundancia ni una obviedad, estará, a la larga, siempre bien.

(colaboración para el número especial de Rosh Hashaná de Mundo Israelita)

Al Este del Paraíso.

Me echaron del Paraíso. También yo decidí comer el fruto del Bien y del Mal y pensar por mi misma. La serpiente tentadora fue el imperativo moral de mantener despierto el juicio crítico y no someterme a lo que alguien - ¿Dios? ¿un partido? ¿un medio?- quiere que yo piense. Heme aquí, deportada como Adán y Eva al Este del Paraíso, avergonzada de mi desnudez y teniendo que ganarme el pan con el sudor de mi frente.

En rigor de verdad no fui echada. Me fui. Me fui solita y sabiendo que los que se autodenominan bienpensantes me harían un jerem, -así llamamos los judíos a la excomunión-, me desterrarían del Edén.

Yo también soy bienpensante. Además de lo básico, no mentir ni robar ni matar, también  creo que la justicia social debe ser central en cualquier política pero no solo en declaraciones y frases movilizadoras. También creo que el poder económico es codicioso y solo busca su rédito, que no se detiene ante cosas “abstractas” como la ética o la justicia sino que opera a través de ellas, las usa y bastardea.

¿Cuál es el Paraíso del que estoy desterrada? El Paraíso de los bienpensantes de la antigua izquierda que siguen reconociéndose por ese nombre aunque cada vez sea más oscuro a qué principios representan. Pero están convencidos de que su mirada y su camino son los únicos. Parte de ellos en su momento apoyó a Videla y otros hoy apoyan de manera incondicional y maniquea al anterior gobierno. Hablan en nombre de los pobres, de los desposeídos, de los impotentes, a quienes pretenden empoderar y elevar en su condición de vida con trabajo, educación y salud para todos, defensa de los derechos humanos, desarrollo de la ciencia y la industria. ¿Quién puede no estar de acuerdo con estos propósitos? Yo lo estoy, cien por ciento. Algunos fueron cumplidos en el gobierno anterior, como la política de DDHH y la de la ciencia y lo aplaudo toda vez que puedo. Lo curioso es que hay quienes, en el apoyo a estas mismas cosas y con el afán de que continúen, han suspendido su juicio crítico ante tantos desaguisados que vinieron en la misma canasta; aceptaron mansamente los robos, la corrupción, las presiones al poder judicial y a los medios, la subsidiarización que aseguraba los votos, el aislamiento internacional, el establecimiento de una entente con Venezuela e Irán, las mentiras, los ocultamientos, el lavado de dinero, la droga. No solo lo aceptaban sino que lo justificaban con la flagrante autoacusación de que “para hacer política hay que hacer caja”.

El fin no justifica los medios. Todas las utopías del siglo XX apelaron a la indignidad, al atropello y a la muerte para tratar de concretar sus loables propósitos para el pueblo. El stalinismo y el nazismo, por mencionar solo a dos, asesinaron a millones por el bien de la sociedad, por el pueblo. Porque siempre se trata del pueblo. Ese concepto sagrado y tabú, supuesta posesión exclusiva de los bienpensantes, que las más de las veces fue pretexto para cuanta indignidad y abyección se pueda uno imaginar pero que a la hora del discurso seductor endulza los oídos y rinde sus frutos.

En “La vida de Brian”, la película de Monty Python de 1979, los rebeldes judíos decididos a enfrentar al Imperio Romano deben elegir un nombre. “Movimiento judío popular”, “Movimiento popular judío para la liberación”, “Judíos junto al pueblo”, “Movimiento de liberación del pueblo judío”, “Movimiento de lucha por la libertad popular”, y así sucesivamente, se van desgranando nombres mientras el ejército se acerca. El remate de la escena es aquel dirigente que dice: “¡Levantémonos y vayan!”.

Y así está nuestro pueblo y la mayoría de los pueblos del mundo que siguen esperando trabajo, salud y educación mientras los preclaros voceros del pueblo discuten eternamente dibujando fronteras de limpieza étnica entre amigos y enemigos. O algunos, cuando acceden al poder político lo colonizan como propio y se creen con derecho a hacer de las suyas sin tener que rendir cuentas. ¡Claro! Lo hacen por el pueblo.

Pobre el pueblo.

En ese Paraíso del que fui echada tengo amigos queridos, familiares, gente que aprecio y que respeto. Para algunos he pasado de ser una persona considerada y apreciada a una bruja medieval poseída por algún demonio altamente contagioso, me acusan de haberlos traicionado, de haberme alejado de las filas del bien para torcerme rumbo a  la derecha caníbal, xenófoba y capitalista.

Algunos se sorprendieron de que mi nombre estuviera en la solicitada. Sorpresa porque “acompañaba a notorios antisemitas” -sic-, no sé quiénes serían pero sí sé que antisemitas hay en todos lados. Sorpresa porque le hubiera creído a “un periodista arrogante” - sic-, como si hubiera sucumbido ingenuamente ante campañas mediáticas y no pudiera o no supiera pensar por mí misma. Sorpresa porque ¿cómo firmaba en contra de alguien como Daniel Rafecas que “tenía como tema el Holocausto, escribió un libro, hizo un seminario en Yad Vashem, enseña sobre ello?” -sic-, todo lo cual es cierto y por ello estuve muy cerca suyo todos estos años. Pero eso no justifica su fallo desestimando la denuncia de Nisman; por el contrario, para mí y para muchos sobrevivientes del Holocausto que lo veneraban, lo ensombrece porque su compromiso era más fuerte que el de otros jueces.

Una querida amiga se sintió muy herida con mi decisión y me dijo que “había pasado la raya”.

La raya, querida amiga, se viene pasando hace rato.

La raya se pasó con la bomba que destruyó la embajada de Israel y mató a 22 personas y sigue impune.

La raya se pasó con la bomba que destruyó la AMIA y mató a 85 personas y sigue impune.

La raya se pasó con el encubrimiento de la conexión local y la internacional.

La raya se pasó con el pacto con Iran luego de que el gobierno mismo declarara ante la UN su oposición al terrorismo generado en ese país.

La raya se pasó con la muerte -¿asesinato?- de Nisman haciendo imposible su comparecencia ante el Congreso para dar cuenta de su denuncia contra la ex presidenta y el ex canciller.

La raya se pasó con el fallo de desestimación de la denuncia.

La raya se pasó cuando Rafecas se negó a la reapertura del caso.

La raya se pasó todas esas veces.

Sí, pasé la raya, la pasé cuando sentí que para mí era basta.

Sabía que mi decisión de firmar tendría consecuencias. No firmé en un arrebato de inconsciencia sino después de pensármelo mucho. Daniel Rafecas también lo sabía cuando decidió su fallo y también se lo pensó mucho.

Y acá estoy.

En el Este del Paraíso.

Y desde el Este es que se puede ver el nacimiento del sol.

Indecible

Captura de pantalla 2016-07-16 a las 1.23.00 p.m.

Busco a Zenuṥ. Sueño con encontrarlo. Lo intenté todo pero siempre llegué a callejones sin salida. No conozco el apellido de la familia a la que lo entregaron. Cuando al terminar la guerra mis padres lo fueron a buscar les dijeron que había muerto de tifus pero que no recordaban donde lo habían enterrado. Siempre creímos que había sobrevivido y que había sido apropiado.

Pero ¿Y si Zenuṥ estuviera muerto?

O peor aún, ¿si es cierto como decían sus cuidadores que se hubiera enfermado y no habría sobrevivido la guerra?

O peor aún ¿si denunciado o descubierto algún policía o nazi lo hubiera matado?

O peor aún ¿si, ante el riesgo de ser descubiertos, lo hubieran matado sus supuestos salvadores?

Jamás se me había ocurrido esta última alternativa.

Jamás.

La idea de que pudiera no haber sobrevivido estaba siempre presente, incluso la de que alguien hubiera denunciado su presencia y habría sido asesinado luego. Pero que la gente que había aceptado protegerlo lo matara, eso nunca se me había ocurrido.

En la película “EL regreso del violín” Sigmund Rolat, un sobreviviente, dice que supo después de la Shoá que un primito suyo que había sido entregado a un médico fue ahogado por el mismo médico en un río cercano. Este relato dura unos pocos segundos pero diluyó para mí el resto del film. Ya no pude ni ver ni oír nada más. Quedó mi mirada perdida sobre la pantalla mientras las imágenes se movían y había sonidos confusos que no conseguía comprender, paralizada, congelada y fundida en esa idea que ni en sueños nunca jamás se me había cruzado por la cabeza.

Y ahora voy a decir lo indecible, voy a ponerle palabras a las imágenes tortuosas, torturadas y torturantes que me acosan desde ese momento. Me da miedo lo que estoy por escribir. Me da miedo porque si lo nombro, si le pongo palabras, si lo dejo escrito, quedará ahí, afuera de mi, y me mirará  y me interpelará, y me golpeará una y  mil veces y tal vez otros lo lean y se espanten y me odien por ello. Pero si no lo hago, si lo dejo dentro de mí, es como un tóxico venenoso y terrorífico que temo me inunde y toque cada milímetro de mi subjetividad y me manche y corroa y no me deje vivir. Tengo que sacarlo, tengo que decirlo, tengo que escribirlo y luego leerlo una y otra vez para enfrentarme con lo peor que puedo imaginar para que las imágenes dejen de atacarme y horrificarme y para poder quitármelo de mi y seguir viviendo.

¿Matar a Zenuṥ con las propias manos? ¿Matarlo? ¿Cómo? Una cosa es decir “matarlo” y creer que uno está diciendo “matarlo” y muy otra es imaginar el hecho mismo, cómo, cada movimiento, cada momento, la decisión, el gesto, el lugar, la circunstancia, los testigos. ¿Ahogarlo en un agua, río, lago, palangana…? ¿Ahorcarlo apretándole la nariz impidiéndole respirar o estrangulándolo? ¿Con un golpe en la cabeza? ¿Un degüello? ¿Hubo testigos? ¿Qué hicieron? Veo esas imágenes sangrientas, crueles, desbordada mi imaginación, espantada, no puedo dejar de imaginar y ver las mil y una maneras en que un adulto podría asesinar a un niño. ¿Estaba dormido o lo hicieron con su ojos grandes mirándolos sin saber ni comprender qué estaba por suceder? ¿Fue en la misma casa o se lo llevaron a otro sitio? ¿Se dio cuenta de lo que iba a pasar? ¿Sonrió, gimió, gritó? ¿Cómo pudieron asesinar a ese chiquito rubiecito de cara angelical que había aprendido a taparse el pito al hacer pish para que nadie advirtiera que estaba circuncidado? Y las preguntas no se detienen ahí, me pregunto en caso de que lo hicieron ¿cómo pudieron seguir viviendo? ¿Dónde están? ¿Quiénes son? ¿Tienen alguna marca que revele esa monstruosa conducta? ¿Se les notará como a Caín que llevaba una señal indeleble? ¿Siguen siendo personas como cualquiera o tienen algo que los denuncie en su monstruosidad antinatural? ¿Se lo contaron a sus hijos? ¿Lo sabrán sus nietos?

Y vuelve aquella pregunta que me sigue atormentando acerca de la naturaleza humana. Si el llanto de un bebé es un sonido frente al cual la reacción es universal e imparable, si el cuidado de la cría está inserto en los engramas neurobiológicos de los mamíferos y de, supongo, casi todos los seres vivos, si el acudir al socorro de un cachorro en apuros es una respuesta natural y espontánea, si ante el piar casi inaudible de una avecita, el maullido tímido de un gatito, el gemido desfalleciente de un perrito salimos como disparados a ver qué pasa, para asistir a estos seres frágiles y vulnerables…. ¿cómo es posible que durante la Shoá se tomara a bebés de los pies, se los revoleara y estrellara contra una pared? ¿cómo es posible que en Guatemala se abriera los vientres de las embarazadas para matar a los fetos? ¿cómo es posible que en Irak se envíe a niños para desactivar minas personales que los mutilan o los matan? ¿cómo es posible que se manipule y drogue a niños para convertirlos en máquinas de matar?

La esperanza de que Zenuṥ hubiera sobrevivido, me doy cuenta ahora, estaba más allá que mi expectativa de recuperar a un hermano perdido. Además de eso, claro está, también había en mi corazón la esperanza de que la figura de un niño en su total, absoluta y natural indefensión hubiera sido un escudo que detuviera la furia asesina de cualquier persona. Una expectativa sobre el instinto de supervivencia de la condición humana. Expectativa que, ante la idea de que los que debían cuidar a Zenuṥ pudieron haberlo asesinado, ha estallado en lo más profundo de mi corazón.

Tengo que seguir inventándome ganchitos en la pared lisa y resbalosa del desánimo para mantenerme erguida y hacerme la ilusión de que algo de lo que hago puede alguna vez servir para algo.

Vivir en pareja - Charla con Gerry Garbulsky

Audio de la charla

Conversamos con Diana Wang sobre cómo aprender a vivir en pareja. Si ya viven en pareja o quieren hacerlo, recomiendo mucho escucharla.

Links de este episodio
Acá Diana comparte lo que escribe.
La charla de Diana Wang en TEDxRíodelaPlata sobre cómo preservar la memoria de los sobrevivientes del Holocausto.
Generaciones de la Shoá, si quieren profundizar en lo que Diana contó en su charla en TEDxRíodelaPlata.
Pueden seguir a Diana en Facebook y en Twitter.

Racismo y antisemitismo, dos palabras a revisar.

(escrito para el número especial de Mundo Israelita en su 93º aniversario)

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Un poco antes de la fundación de Mundo Israelita hace 93 años, se dio a conocer El judío internacional. El libro, atribuido a Henry Ford se publicó en 1920 en un semanario antijudío dirigido por su secretario privado Ernest Liebold. El texto confirmaba que los judíos eran los culpables principales de todos los males del mundo. Retomaba las tradicionales acusaciones -el deicidio, los rituales demoníacos, la usura, la explotación- y las más nuevas basadas en la “teoría racial” y la conspiración internacional. Recién terminada la Primera Guerra Mundial estas ideas avaladas por el padre de la producción industrial en cadena tuvieron un éxito inmediato. Tanto es así que siguen vigentes aún hoy.

Sin embargo, los conceptos de racismo y antisemitismo derivados de la “teoría racial” son una falsedad científica que es preciso conocer y no difundir como ciertos.

Las razas no existen entre los humanos, la raza humana es una sola, sin divisiones ni sub-razas, las particularidades entre sus miembros -color de la piel, forma de ojos, tamaño de narices- son superficiales. El Proyecto de secuenciación del Genoma Humano determinó que los genes que determinan la apariencia física son el 0,01% del total, un reflejo mínimo de nuestra composición biológica, las diferencias físicas que observamos solo nos informan sobre los orígenes y las migraciones de nuestra especie (*).  Se encontraron más variaciones genéticas dentro de un mismo grupo racial que entre grupos diferentes.

Por otra parte, lo semita y lo ario no tiene que ver con la genética sino con el idioma. Entonces, ¿de dónde provienen estas palabras, raza y semita, que designan cosas que no son ciertas? ¿Cómo es que se han instalado con tanto peso de verdad que académicos, pensadores, políticos y comunicadores, tanto judíos como no judíos las usan? Para comprenderlo, es preciso conocer su origen y seguir las huellas de su evolución e instalación.

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El filósofo francés Arthur de Gobineau fue el primero en hablar de razas entre los seres humanos en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas publicado en 1853. El europeo tomaba como patrón su propia imagen. Colonizaba y sometía a las poblaciones nativas de América y de África, personas tan diferentes en culturas, tecnologías y especialmente en su aspecto físico que las veía como anormales, y, en tanto inferiores e incapaces, casi sub-humanas. La repartición y expoliación de África, requirió de la deshumanización de sus poblaciones y si algún reparo moral existía, esta teoría de la desigualdad racial tranquilizaba las conciencias y permitió al buen europeo seguir cometiendo tropelías. “No son humanos como nosotros” se decían “somos superiores, eso nos da derecho a decidir sobre sus vidas y destinos”.

EL LIBRO SOBRE FIRMIN

Hubo una voz que se opuso a esta propuesta de diferenciación e inferioridad racial, fue la del antropólogo haitiano Anténor Firminsin. Haití es el primer país en abolir la esclavitud a comienzos del siglo XIX y este pensador publicó en 1885 De la igualdad de las razas humanas, libro despreciado e ignorado por los académicos europeos que siguieron produciendo textos que justificaban la esclavización y colonización de las “razas inferiores”. La “teoría racial” tenía vía libre.

¿Y de dónde viene esto de semitas y arios? Otro francés como Gobineau, Ernest Renan, publicó en 1855 la Historia general y sistema comparado de las lenguas semíticas. Se hizo la pregunta de por qué algunas culturas sobrevivían mientras otras desaparecían y propuso la hipótesis de que tenía que ver con las lenguas que hablaban.

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Los pueblos que hablaban lenguas semíticas (árabe, hebreo, arameo, lenguas cananeas y etiópicas entre otras) tenían una evolución inferior y tendían a desaparecer, luego eran inferiores a los pueblos que hablaban lenguas arias (sánscrito, hindi-urdu, romaní, lenguas dárdicas, y las antecesoras del latín y el griego entre otras) que eran los más desarrollados y los que constituyeron  la civilización occidental.  No solo estableció que las lenguas semíticas eran inferiores sino que consideró que por el bien de la civilización debían mantenerse puras, no mezclarse con personas que hablaban las lenguas inferiores.

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Los elementos ya estaban dispuestos y solo hacía falta que alguien se atreviera a reunirlos e instalarlos como verdades científicas. Esa tarea la hizo Wilhelm Marr, periodista alemán, que usó la palabra “antisemitismo” en 1873 y en 1879 lo confirmó en el panfleto Informe sobre Antisemitismo. Fue un gran salto desde la lingüística a la biología que comportó una noción que va a ser crucial: los pueblos que hablaban lenguas semíticas o arias se transforman en pueblos que eran semíticos o arios, no las lenguas sino las personas. Este pase de magia de trasladar conceptos de las lenguas al reino de la biología fue recibido con beneplácito por el judeófobo europeo y corrió como reguero de pólvora. Fue una “noticia deseada” que se acopló tan bien al espíritu de la época y a las necesidades que el libro fue reeditado y traducido y sus ideas avaladas por intelectuales y académicos. Y si personas tan autorizadas lo creían así, el ciudadano de a pie no podía más que tomarlas por ciertas y hacerlas suyas.

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El camino, a partir de allí, fue arrollador pero faltaban aún algunos ingredientes esenciales. En 1886 Edouard Drumont decía en La Francia judía, ensayo de historia contemporánea que el pueblo judío era una “raza inferior” cuya misión era dominar y someter a la “raza aria” y que debía ser combatido. Ocho años después, en 1894, Francia se sacudió con el caso Dreyfus. En un momento político difícil, el juicio redireccionó, con éxito, el descontento popular hacia los judíos.

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La utilidad del procedimiento de culpar a los judíos atrajo a otros gobiernos en problemas. En Rusia los reclamos y las protestas sociales fueron desviados por la policía zarista con la publicación en 1902 de Los protocolos de los sabios de Sión. Este panfleto sumó una idea que resultó esencial, la de la conspiración judía internacional. Su texto fue tomado de dos fuentes: el Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu  de Maurice Joly, una sátira publicada en 1864 para burlarse de las ambiciones de Napoleón II, y la novela de Hermann Goedsche, Biarritz, de 1868, especialmente su capítulo El cementerio judío de Praga y el consejo de representantes de las doce tribus de Israel. Los Protocolos, documentaban pretendidamente la conspiración y el afán de poder y conquista del pueblo judío, temas que Henry Ford desarrollará in extensum 20 años más tarde en su texto antes mencionado.

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Nada nuevo bajo el sol se publicó en 1925 en Mi lucha, el libro que Hitler escribió en prisión luego de un intento fallido de tomar el poder.  Resumía y exponía negro sobre blanco y sin disimulo alguno todas las ideas anteriores como científicamente ciertas.

Entre la publicación de El judío internacional en 1920 y de Mi lucha en 1925, nació, en 1923, Mundo Israelita. En este rincón alejado de Europa, tan al sur del sur, se hizo oír con valentía la voz judía al tiempo que el mundo “civilizado” cobijaba y regaba,  alborozado y aliviado, la teoría racial y el antisemitismo.

¿Por qué alivio? ¿Por qué alborozo? Porque si se trataba de un tema genético el odio estaba justificado científicamente. “¡Es cierto!”, se decían, “¡los judíos no son deicidas y usureros solo porque son miembros de un pueblo satánico, lo son porque está en su sangre, es una cuestión biológica! Y si es una cuestión biológica no hay conversión que lo modifique porque son así genéticamente, son malos por nacimiento”. Podía aligerarse cualquier molestia en las almas piadosas que sospechaban de los judíos, no los querían cerca y unos años después permitían y aceptaban su deportación y asesinato. Era ciertamente una noticia recibida con alegría, regada, difundida, aceptada, mejorada y entronizada como una “verdad” incontrovertible.

Racismo y antisemitismo se siguen tomando como palabras válidas y apropiadas, instaladas de manera firme y portadoras de una tal potencia que las vuelve un atajo simbólico difícil de romper. Probablemente el estado de sospecha con que el mundo sigue mirando al judío no se ha modificado lo suficiente como para que estas palabrejas se pongan en cuestión y se revise su utilización.

El odio tradicional estaba dirigido al judaísmo en general. El odio del antisemitismo está personalizado en cada judío, una cuestión biológica, está en la sangre, es personal e indeleble.

Decir racismo y decir antisemitismo es validar las ideas que conducen a la Shoá. Tal vez se podría decir discriminación negativa en lugar de racismo y judeofobia en lugar de antisemitismo o alguien proponga alguna otra forma de decirlo que no tergiverse los hechos. Será un largo camino, lo sé, porque son palabras que han calado muy hondo en el imaginario popular.

Con el deseo de que dentro de 7 años, los 100 años de Mundo Israelita nos encuentren desarrollando a pleno esta tarea de docencia y esclarecimiento.

(*) Interesante ilustración de este punto en este video https://www.youtube.com/watch?v=tyaEQEmt5ls

Habitación y los niños escondidos

La Habitación poster- A partir del film “La habitación” (1) -

De este lado de la pared, todo el mundo. Del otro lado, nada.

En la primera parte de la película, madre e hijo, Ma y Jack, conviven en el espacio mínimo de Habitación de manera natural gracias al esfuerzo de Ma para que parezca totalmente normal. Secuestrados por Old Nick, Ma inventa juegos y mentiras para evitarle a Jack sufrimientos y angustias; él no tiene cómo saber que tras la pared hay otra cosa ni que se está perdiendo algo. Cercano a los delirios creativos del alocado Guido Orefice (Roberto Benigni) en “La vida es bella”, para proteger a su hijo Giosuè de la dura realidad del campo de concentración nazi, Jack crece a salvo de conocer la verdad de lo que sucede gracias a  la puesta en escena de Ma.

En la segunda parte, una vez liberados y ya del otro lado de la pared, Ma recupera su nombre, es Joy, y como tal regresa al mundo del que había sido arrancada. Jack, sin otro pasado que el de Habitación, ingresa de manera violenta al mundo que no sabía que estaba tras la pared. La liberación, tan deseada por Ma, es agridulce, compleja, penosa, difícil, no es un jardín de rosas. Durante los años de encierro la vida había continuado afuera y los padres de Joy ya no son quienes eran en el momento del secuestro.

La expulsión de Jack de Habitación y su ingreso al mundo del otro lado de la pared, lo llena de temores, incertidumbres y recelos. La escena en que intenta bajar una escalera por primera vez, es una poderosa metáfora de ese accidentado proceso de reconocimiento, aprendizaje y adaptación que encara con cautela y desconfianza. Todo es desconocido y amenazante y de pronto Jack extraña Habitación, aquel espacio acotado, chiquito, tan suyo y que conocía al dedillo. Libre, añora el encierro en su mundo conocido y confiable donde había construido su identidad. Es que no sabía que había sido una prisión.

La trama está basada en el sonado caso de Josef Fritzl, el ingeniero austriaco que mantuvo durante 24 años a su hija Elizabeth secuestrada, drogada y violada sistemáticamente. De los siete hijos nacidos, tres compartían su encierro, entre ellos Félix que tenía 5 años cuando fueron liberados.

La realidad es peor que la ficción.

También los sobrevivientes de la Shoá que fueron niños estuvieron encerrados en Habitación, escondidos en su identidad, viviendo con otras familias y con otros nombres y/o escondidos físicamente en sótanos, bosques, granjas, orfanatos. Muchos, igual que Jack, creían que lo que vivían era normal, no sabían que estaban escondidos y su liberación e ingreso al nuevo mundo fue un momento traumático.

Solo el encierro y el que los niños no supieran lo que estaba pasando tiene algún parecido con la Shoá. Éste fue un hecho colectivo generado por el nazismo mientras que la historia de Jack se debe a una patología individual del secuestrador. Pero la respuesta emocional tanto durante el encierro como luego de la liberación, es similar a lo vivido por los niños escondidos (2)  de la Shoá.

Durante la Shoá los padres judíos emprendieron una lucha descomunal en el intento de  salvar a sus hijos. Con pocos recursos, presos de una situación imposible, los que pudieron se las arreglaron para poner a sus hijos a salvo, sin saber si alguna vez los volverían a ver. Esos niños, entregados con pocos meses de vida o con muy pocos años, criados en variados contextos, no tenían memoria de sus padres, ni sus nombres y apellidos.

Los más chiquitos creían, igual que Jack, que las cosas eran simplemente así. Había que ocultarles la realidad, era peligroso que supieran que no eran quienes decían ser, tenían que ser desconocidos para ellos mismos para salvaguardar sus vidas y las de sus salvadores. Y también el momento de la liberación fue confuso y traumático porque tras la pared chocaron con otro mundo que les reveló que lo anterior había sido mentira. Recién entonces supieron quiénes eran y qué y cuánto habían perdido.

Pedro me decía que había escapado de Alemania con sus padres y llegaron a China donde fueron encerrados en el gueto de Shanghai. Estuvo allí desde sus cuatro o cinco años hasta los diez u once cuando llegó a la Argentina. Una vez acá conoció cómo habían sido las infancias de los otros chicos y recién entonces se dio cuenta de que en la suya no había sido feliz. En el gueto de Shanghai no tenía idea de que se podía estar o vivir de otra manera, eso era todo lo que había, todo lo que conocía y allí jugaba con los otros chicos que eran iguales que él y creció convencido de que era normal, de que así eran las cosas para todos los niños del mundo. Recién cuando atravesó la pared supo que había otra forma de vivir y resignificó sus años de encierro con algo de dolor y, igual que Jack, también nostalgia.

No todos los niños recuperaron su identidad, no todos salieron de Habitación, hay una incierta cantidad que siguió allí para siempre y no sabemos cómo continuaron sus vidas. Los que fueron liberados debieron despedirse de sus salvadores, llamarse de otra manera, rearmar una nueva historia con las piezas, a veces escasas, del rompecabezas disponible, conocer su identidad judía y volver a aprender a caminar.

No todos emergieron con felicidad de la difícil situación. Esta nueva identidad se superpuso a la de Habitación que resultó ser falsa y debió ser sumergida, ocultada. Los niños escondidos tienen así la experiencia de estar doblemente escondidos: la primera vez sin saberlo, en el escondite salvador, con otro nombre y la segunda, ya conscientes, al volver a su nombre e historia original y verse forzados a desechar y olvidar lo anterior. En este aprendizaje para afrontar las nuevas escaleras en las que se superponían sus dos realidades, forzados a olvidar, el olvido nunca fue total. Ocultaron con un silencio protector sus emociones y recuerdos, en especial los momentos de alegría y bienestar de cuando estaban en Habitación. Y si además extrañaban, como muestra el Jack de la película, debían enterrarlo en los pliegues más ocultos de su alma.

Maurice fue salvado por una familia católica en Francia. Cuando terminó la guerra apareció un señor que decía que era su tío a quien no recordaba. Supo que no era hijo de la familia que lo había salvado, que sus padres habían sido asesinados, que su apellido no era el que creía y que era judío. Hasta el día de su muerte Maurice cuando se le preguntaba de qué religión era decía, sin culpa alguna y con una sonrisa pícara: je suis juif-catholic, soy judío-católico. Tenía presente la gratitud a sus salvadores, fervientes católicos, a los que nunca quiso dejar de lado y olvidar.

Los niños escondidos guardan secretos y nostalgias, memorias vivas encadenadas bajo cuatro llaves. Muchos me han confesado sus añoranzas “pecaminosas” enredados en un conflicto de doble lealtad. No todos se atrevieron, como Maurice, a decirlo en voz alta.

Y hay muchas Habitaciones en nuestro mundo perverso. A los abusos y maltratos históricos de los niños se suman hoy las apropiaciones, la trata con fines pornográficos y los secuestros de ejércitos irregulares para disponer de carne de cañón sumisa y efectiva.

Hay muchos y diferentes encierros. Sabemos que los chicos no se rompen, que los humanos tenemos tal plasticidad que somos capaces de subir la empinada cuesta de la reconstrucción y albergar al mismo tiempo dos identidades dialogando. El bienhechor olvido no es tal. Todo está escondido en la memoria (3). Todo.

(1) “Room”, Irlanda-Canadá, 2015 Dirección Lenny Abrahamson. El título original, está mal traducido como “La habitación” pues no es “The room” sino “Room”, sin el artículo; los protagonistas viven en “Habitación”, como quien vive en un sitio con nombre propio como Buenos Aires, no la Buenos Aires o Tokio, no el Tokio. Novela y guión de Emma Donoghue. Protagonizada por Jacob Tremblay como Jack de cinco años y por Brie Larson que, como Ma, ganó el Oscar mejor actriz 2016.

(2) Wang, Diana: “Los niños escondidos. Del Holocausto a Buenos Aires”. Editorial Marea. 2004.

(3)  La Memoria. Canción de León Giecco.

Terror en Paris. Un peldaño más.

Carta de Lectores publicada en La Nación, edición impresa del domingo 15 de noviembre de 2015. La Shoá, el paradigma del MAL del siglo XX, fue un genocidio con algunas características sin precedentes en la historia de la Humanidad. Una de ellas es que las víctimas serían asesinadas donde estuvieran, ​no había​ límites geográficos para la cacería​. La derrota militar de Alemania en la II Guerra impidió que este programa de horror se hiciera realidad. Estado Islámico aplica en su guerra santa ese aspecto de la Shoá, decidido a acabar con el infiel donde sea que esté, sin límites geográficos​ ni frontera alguna​. En París o Túnez, en Kuwait o Nueva York, en Siria o Pakistán, la Tierra entera es su teatro de operaciones y acción. Pero, sube un peldaño más​ por sobre​ el precedente de la Shoá​, al​ ensanch​ar​ la mira y globaliz​ar​ a las víctimas. Son ahora: musulmanes que no respetan a rajatablas la sharía, cristianos, judíos, hinduistas, budistas, shintoistas, taoístas, brahamanistas y el resto del mundo.

Para Estado Islámico no hay fronteras, igual que con la Shoá y, dado que ahora todos somos las víctimas designadas, ha establecido un nuevo parámetro de lo posible en la estructura del MAL.

La Shoá fue un antes y un después en la conciencia de occidente. Estado Islámico pone en duda el después de la Humanidad.

​Lic. Diana Wang. DNI 10134355
Presidenta de Generaciones de la Shoá en Argentina​

Link en La Nación: http://goo.gl/KaGylV

Camino a Auschwitz

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En las tres historias de Camino a Auschwitz, el nuevo libro de Julián Gorodischer ilustrado por Marcos Vergara, está presente la sexualidad, pero en ninguna de las tres es una sexualidad políticamente correcta. Es un trabajo sensible y valiente. Encara con piedad las vulnerabilidades humanas en aquel contexto infernal. Se atreve a contar y mostrar cosas y momentos que suelen quedar en las sombras, glorificados con un silencio perdonador, puestos entre paréntesis. Quedan las historias de sobrevivientes como monumentos congelados de pura victimización y pasividad. No pasa esto acá. Los protagonistas asumen como pueden las conductas que hacen, se las apropian y son responsables de ellas. Los secretos, los dilemas éticos, los pasos y contrapasos están expuestos descarnadamente y son como un espejo en el que, si nos atrevemos a mirarnos, seremos más humanos. Pero la Shoá y lo judío no suelen exponerse en la misma categoría de lo falible, de los imperfecto, de lo humano. La Shoá está sacralizada, es intocable; los malos son todos, siempre y absolutamente malos, los buenos son todos, siempre y absolutamente buenos. Entre los judíos no hay putas ni ladrones, ya se sabe. Este libro se mete en sitios cenagosos y oscuros, para andarle con cuidado porque hay culebras venenosas escondidas.

Una de las cosas que siempre preguntaba a los sobrevivientes cuando era chica era por su sexualidad, y siempre me sorprendía de que hubiera existido, como si yo también me hubiera comido el relato de la prístina pureza (entendiendo que si había sexo la pureza se ensuciaba) de las víctimas, que no podía ser interrogada ni cuestionada. Por suerte entre mis padres y sus amigos la cosa era más liberal, menos moco social, y la sexualidad era parte de las conversaciones. Supe, entonces, desde siempre que la vida en la Shoá, en todo su transcurso y en las diferentes etapas, se vivía con todo el cuerpo.

Una amiga de mis padres era lesbiana. La salvó una mujer católica que era su pareja y vino con ella a la Argentina. Dormí en su casa muchas veces, escuché ahí los primeros boleros románticos en discos de pasta que ellas escuchaban a toda hora. La pobre Eva había sido ametrallada y perdió una pierna. Tenía una ortopédica y usaba pantalones. De pelo corto, hombruna, un poco brusca, la policía la detenía cada dos por tres por “conducta indecente”; mis padres la sacaron de las seccionales una punta de veces. Nos resultaba indigna y estúpida la moralina de la sociedad argentina, tan diferente de la tanto más liberal de las grandes ciudades polacas. Eva habría sido feliz con este libro. Lo agradezco por ella mientras evoco en mi memoria el chirrido de la púa y las canciones de amor que escuchábamos por las noches.

Hay otra historia que ilustra esa moralina santurrona. Mis padres y sus amigos adoraban ir al teatro ídish. Se vestían para la ocasión como lo habían hecho en Polonia, con sus mejores galas, tacos altísimos, medias con raya, sombrerito con tul que tapaba media cara, cigarrillos con boquilla (todas fumaban, era muy chic) y hablaban polaco.

En los teatros los miraban con desprecio, les hacían el vacío, a veces los insultaban. No entendían qué pasaba. Yo lo entendí años más tarde. Por un lado, el polaco era un idioma casi prohibido para los que habían inmigrado en los veintes o antes; los que vivieron en Polonia en los treintas conocieron otra vida, se asimilaron, casi despreciaban el ídish como lengua del atraso, soñaban con ser cosmopolitas, hablaban en polaco. La ropa que usaban evocaba en las mujeres locales, a las putas de la Zwi Migdal, organización que se había disuelto en 1930, pero que seguía en el imaginario colectivo judío como lacra y vergüenza. Estas mujeres maquilladas, empilchadas, fumando y hablando el polaco, evocaban a aquellas otras que solían ser exhibidas por los proxenetas en los sitios más caros de los teatros.

Julián ha vuelto a mi memoria a esta gente de carne y hueso, a recordar que el sufrimiento no cambia a nadie, no los hace ni mejores ni peores, los hace sufrir y cada uno sufre como es, como puede y sale de su sufrimiento igual, como es y como puede. Ni gloria al dolor ni adjudicarle camino de iniciación alguno. El dolor solo duele mientras duele. Usarlo como justificación de conductas ulteriores es mucho más común de lo que uno podría imaginar, como si los sobrevivientes dejaran de ser responsables de sus vidas posteriores porque el sufrimiento ha marcado un camino del que no se pueden desprender. Recordé a mis padres y a sus amigos, a sus ganas de vivir y disfrutar de cada minuto, a la felicidad de aquellos encuentros en los primeros años, cuando todavía el recuerdo estaba fresco y cada logro era un nuevo corte de manga a la sentencia de muerte de la que habían sido salvados. Julián y sus tres parientes, Paie, Berl y Luba me trajeron de vuelta ecos de mi infancia como hija de sobrevivientes del Holocausto y me hizo tener presente, otra vez, la belleza de ser libre y poder decidir -o creer que uno decide- a cada paso su propio destino.

 

Los Diez Mandamientos para el “Nunca más”. explicados

tablas de la ley

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El código moral derivado de los Diez Mandamientos, las Tablas de la Ley, fundamenta la posibilidad de la convivencia, sus imperativos éticos legislan en contra del mal. No son siempre respetados pero su incorporación como mandato cultural ha permitido que, en general, convivamos entre nosotros sin matarnos a cada paso. Los Diez Mandamientos [1] les hablan a una segunda persona sobre la conducta que debe o no debe asumir respecto de otra persona. Apelan a su voluntad para dominar e impedir el mal de su naturaleza, poner freno a las conductas que podrían llevar a un conflicto interpersonal. Se trata del mal entre dos personas, individual, voluntario, emocional, reactivo y potencial generador de culpa.

Sin embargo, el devenir de la Humanidad, en especial en el pasado siglo XX, ha revelado que hay un mal que excede la esfera interpersonal y doméstica y que atenta contra la vida de manera aterradora y, hasta ahora, imparable. Son los genocidios, persecuciones y matanzas masivas (el genocidio armenio, la Shoá, Camboya, Ruanda, los Balcanes, Guatemala, Congo, Indonesia, dictaduras militares entre decenas y decenas más) que no están considerados en los Diez Mandamientos bíblicos como un mal a impedir. Sin estar enunciados no integran nuestra cultura ni cosmovisión, quedan afuera de la órbita de la educación, tanto de la religiosa como de la secular. Solo la frase estupefacta, un “nunca más” afónico, invita a la toma de conciencia y la oposición activa contra este horror caído sobre la Humanidad como las diez plagas bíblicas, ahora globalizadas y planetarias. Las Naciones Unidas siguen naufragando en tsunamis de horror tras horror y aquel declarado “nunca más” voluntarista se ha vuelto un “otra vez y otra vez y otra vez” de espanto y desolación.

Las grandes masacres son de otro orden que el mal, pertenecen a la esfera del MAL con mayúsculas. Ya no es entre dos, una conducta interpersonal, sino que emana de un sistema -un gobierno, un estado, fuerza paraestatal- que ordena matar a quienes pertenecen al grupo que el sistema mismo ha designado como enemigo y que hay que destruir. El MAL ya no individual, es impersonal y colectivo, se hace por obediencia, no es reactivo o emocional puesto que responde a un objetivo racional/político/religioso y no genera culpa. Las religiones no lo han tomado aún como parte de sus enseñanzas o disciplinamientos. Algunos de estos hechos son consecuencias de objetivos religiosos y las religiones tienen la conciencia sucia. Pero también es cierto que recién ahora comienza a ser considerada esta distinción entre el mal y el MAL lo que puede determinar el encuentro de los mecanismos que lo impidan. Uno de ellos es el Tribunal Penal Internacional que actúa sobre los hechos consumados; su pena y castigo pueden ser, en el largo plazo, una medida disuatoria siempre y cuando esté reforzada y sostenida con una integración del tema a la educación y a la cultura.

Si no incluimos el MAL en nuestro horizonte de entendimiento y expectativas, como se ha hecho con los Diez Mandamientos siglo tras siglo, seguiremos tropezando, sufriendo y muriendo sin poder ni prevenir ni impedir ni detener los procesos genocidas.

Sabemos que se trata de entramados complejos que incluyen motivaciones geopolíticas y económicas, que el simple enunciado de lo que hay que cambiar no es suficiente. Pero por algún lado hay que empezar.

Los nuevos Diez Mandamientos, ahora contra el MAL contienen, igual que los anteriores contra el mal, prohibiciones y mandatos.

  1. No asesinarás ni torturarás ni encubrirás crímenes aunque te sea ordenado.

  2. No obedecerás ninguna orden que no compartas.

  3. No aceptarás la delegación de la responsabilidad por tus actos.

  4. No aceptarás justificaciones sobre muertes, torturas y detenciones arbitrarias.

  5. No serás indiferente a injusticias y arbitrariedades.

  6. Diferenciarás lo legal de lo legítimo.

  7. Desconfiarás de la propaganda.

  8. Conocerás y revisarás tus prejuicios.

  9. Resistirás la influencia del grupo o la multitud y pensarás por ti mismo.

  10. Expresarás tus ideas fundadas en el conocimiento y no en tu necesidad de ser aceptado.

Cada uno de estos mandamientos podría formar parte de un proceso reflexivo para ser cabalmente comprendidos, clases especiales en donde se evalúe cada proposición, se la ilustre con diferentes ejemplos, se trabaje con situaciones concretas de la vida diaria con una participación activa para que puedan ser aplicadas y comprendidas como parte esencial de la vida y de la posibilidad de su continuación.

Los Diez Mandamientos Judíos:

  1. Yo soy el Eterno, tu Dios, quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud.

  2. No tendrás ni reconocerás a otros dioses en mi presencia fuera de mí. No te harás una imagen tallada ni ninguna semejanza de aquello que está arriba en los cielos, ni en la tierra, ni en el agua, ni debajo de la tierra. No te postrarás ante los ídolos, ni los adorarás.

  3. No tomarás el nombre de El Eterno, tu Dios en vano.

  4. Recuerda el día de shabat, para santificarlo; no harás ninguna labor, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sirvienta, ni tus bestias de carga, ni el extranjero que habita dentro de tus murallas.

  5. Honra a tu padre y tu madre.

  6. No asesinarás.

  7. No cometerás adulterio.

  8. No robarás.

  9. No brindes contra tu prójimo falso testimonio.

  10. No codiciarás los bienes ajenos, la casa de tu prójimo, la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.

Los Diez Mandamientos Cristianos:

  1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.

  2. No dirás el nombre de Dios en vano.

  3. Santificarás las fiestas.

  4. Honrarás a tu padre y a tu madre.

  5. No matarás

  6. No cometerás actos impuros.

  7. No robarás.

  8. No darás falsos testimonios.

  9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

  10. No codiciarás los bienes ajenos.

PARA UN TRABAJO EN EL AULA (SUGERENCIAS)

Una vez enunciados los mandamientos, ¿cómo utilizarlos para que sean una herramienta formativa y educativa?

He aquí una propuesta para su trabajo en el aula viendo el racional de cada uno de los mandamientos.

Dos consideraciones previas:

  • ¿Por qué el formato de Mandamientos?  

El código moral derivado de las Tablas de la Ley, los Diez Mandamientos, fundamenta la posibilidad de la convivencia, sus imperativos éticos legislan en contra del mal. No son siempre respetados pero su incorporación como mandato cultural ha permitido que, en general, convivamos entre nosotros sin matarnos a cada paso. La humanidad ha conocido en el siglo XX el MAL globalizado y planetario ante el cual seguimos naufragando en tsunamis de horror tras horror y aquel declarado “nunca más” voluntarista se ha vuelto un empecinado “otra vez y otra vez y otra vez” que nos llena de espanto y desolación. La distinción entre el mal y el MAL puede determinar el encuentro de los mecanismos que lo impidan.  Si no incluimos el MAL en nuestro horizonte de entendimiento y expectativas, como se ha hecho con los Diez Mandamientos siglo tras siglo, seguiremos tropezando, sufriendo y muriendo sin poder ni prevenir ni impedir ni detener los procesos genocidas. Sabemos que se trata de entramados complejos que incluyen motivaciones geopolíticas y económicas, que el simple enunciado de lo que hay que cambiar no es suficiente. Pero por algún lado hay que empezar. Estos diez Mandamientos contra el MAL contienen, igual que los bíblicos, prohibiciones y mandatos.

  • ¿Qué quiere decir “para el Nunca Más”?

Terminada la Segunda Guerra Mundial, y conocidas las atrocidades cometidas por el nazismo, el grado de deshumanización alcanzado y el asesinato industrial, la sociedad tomó conciencia del profundo ataque a la Humanidad que todo ello implicó. Se enunció el “Nunca Más” como paradigma a seguir a partir de ese momento y que sería uno de los ejes de las Naciones Unidas, organismo que se instaló en esa época con el propósito de prevenir, anticipar e impedir hechos genocidas como había sido la Shoá. Pasados más de 70 años del fin de la guerra, advertimos con dolor que estos propósitos están todavía muy lejos de ser una realidad. El “Nunca Más” aludido aún es una esperanza que no se concreta. No se ha arbitrado todavía una línea formativa en el aula para prevenir en cada joven, en cada alumno, la tentación a adherirse a un gobierno totalitario y a obedecer órdenes asesinas. Estos mandamientos apuntan a la concientización, de los procesos involucrados en las campañas de lavado de cerebro y en la explotación de las carencias y vulnerabilidades personales y sociales.

  • Mandamiento 1: No asesinarás ni torturarás ni encubrirás crímenes aunque te sea ordenado.

El mandamiento conocido como “no matarás” se traduce correctamente del arameo original, para el judaísmo, como “no asesinarás”. Es el 6º mandamiento también para el cristianismo. Matar es quitar la vida pero asesinar es quitar la vida sin una justificación. Esto quiere decir que a veces, matar es el único camino posible como hacerlo en defensa propia o en defensa de algún familiar o persona en peligro. A este mandamiento se agrega ahora el concepto de la orden recibida. Es preciso reflexionar acerca de uno de los fundamentos de la educación, que es la obediencia a un adulto o alguien con una  jerarquía superior. Esta obediencia, como ha sido probado por la experiencia de Milgram de la década del 60 en la U. de Yale, es parte de la estructura social de nuestra sociedad y de nuestra condición gregaria. Se contraponen así dos elementos: la orden impartida por una autoridad reconocida y la acción que atenta contra la moralidad social. El trabajo deberá ser revisar ambos elementos para darle a la convicción moral más peso que a la orden recibida.

  • Mandamiento 2: No obedecerás ninguna orden que atente contra los DDHH esenciales.

Es preciso revisar y conocer cuáles son los DDHH esenciales que están perfectamente enunciados en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre establecida en 1948 por Naciones Unidas que, de manera resumida, son:

Los derechos de las personas serán iguales para todos, sin distinción alguna de etnia, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen, posición económica, condición política o jurídica, a circular libremente y a la propiedad, a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, a la salud, la alimentación, la educación gratuita, la vivienda y la asistencia médica. Nadie estará sometido a esclavitud, servidumbre, o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Se presume que toda persona es inocente hasta que se pruebe lo contrario.

El mismo criterio del trabajo en el primer mandamiento se aplica a éste pero ya no se trata de las convicciones morales subjetivas sino de los derechos declarados y convenidos en este organismo internacional.

  • Mandamiento 3: No aceptarás la delegación de la responsabilidad por tus actos.

Una de los más efectivos argumentos de los sistemas totalitarios es que el individuo se debe someter a la sociedad y acatar lo que supuestamente es bueno para ella aún cuando no esté de acuerdo, y que nada de lo que haga le será reclamado porque lo ha hecho no por propia voluntad sino obedeciendo órdenes superiores. Es preciso dejar claro que toda acción humana es responsabilidad de quien la ejecuta y que el hecho de haberle sido ordenada no exime en nada su responsabilidad. Algunos miembros de los Einsatzgruppen no aceptaron ser partícipes de las matanzas porque su conciencia no les permitía masacrar a los civiles.

  • Mandamiento 4: No aceptarás justificaciones sobre muertes, torturas y detenciones arbitrarias.

Los estados totalitarios infunden y difunden por medio de la propaganda la idea de que sus conductas perpetradoras, las muertes, torturas y detenciones arbitrarias, son consecuencias de un estado de excepción que permite hacerlo. El estado de excepción que anula los derechos de una parte de la población y la hace víctima de la represión y muerte, fue creado por ellos para encubrir las atrocidades. Toda justificación debe ser revisada críticamente e invalidada de todas las maneras posibles.

  • Mandamiento 5: No serás indiferente a injusticias y arbitrariedades.

La indiferencia es la ropa que cubre a la comodidad. Es comprensible que la gente común desee conservar lo que tiene, su trabajo, su lugar en la sociedad,  el espacio en el que vive, la educación de sus hijos, la protección de la salud. Esa expectativa produce una tendencia a no ver las cosas que van pasando alrededor, o, si se advierten, justificarlas como parte de una política en aras del bien común. Se trata del miedo a perder lo que se tiene si se protesta o se hace pública la oposición. Se debería trabajar acerca de la comprensión de ese temor y dar como ejemplo la Alemania entre 1933 y 1939 o Argentina en los comienzos de la Dictadura Militar.

  • Mandamiento 6: Diferenciarás lo legal de lo legítimo.

Lo legal es lo que marca la ley, lo legítimo es lo que cada uno considera que está bien según sus normas morales. Los estados totalitarios crean el “enemigo interno” e imponen leyes para denunciarlo, apresarlo y exterminarlo. Quien se oponga y le preste alguna ayuda a la víctima designada como “enemigo interno”, escondiéndolo o simplemente no denunciándolo por considerar que no corresponde, asume una conducta ilegal pero legítima. Es lo que han hecho todos los salvadores en la historia de la humanidad, por ejemplo durante el Holocausto, arriesgando su propio bienestar en pos de lo que creían que era legítimo.

  • Mandamiento 7: Desconfiarás de la propaganda.

La propaganda es tan poderosa que el nazismo estableció, por primera vez, un Ministerio de Propaganda que controlaba absolutamente todos los productos culturales y formadores de opinión que hicieron posible el descomunal lavado de cerebro perpetrado sobre el pueblo alemán. El concepto proviene de la Iglesia que lo creó como herramienta para la propagación de la fe. Fue y sigue siendo utilizado por todo  aquel que quiera remodelar el pensamiento y la opinión de la masa para conseguir algún fin determinado. Sus principios son los mismos que se usan en la actualidad en las campañas publicitarias para vender un lavarropas o una candidatura política. Es esencial aprender a deconstruir los mensajes y procedimientos que usa la propaganda para construir en nosotros modelos de pensamiento y expectativas. Tenemos a nuestro alcance muchos ejemplos: desodorantes para hombres que los transforman en objetos sexuales deseados por las mujeres, bebidas asociadas con la amistad y los buenos momentos, cremas antiarrugas que garantizan la juventud eterna, zapatillas como indicadores de status.

  • Mandamiento 8: Conocerás y revisarás tus prejuicios.

Todos tenemos prejuicios. Compartimos con los mamíferos el recelo ante quien no se nos parezca, de otra tribu, de otro color, con otras costumbres. El diferente nos levanta a todos un alerta defensivo. Pero si a la percepción de la diferencia se suma la desvalorización o directamente la atribución de maldad el prejuicio se vuelve un arma letal. Trabajar sobre los propios prejuicios, darles visibilidad y presencia, es de una gran enseñanza porque permite comprender todo este fenómeno y tener abierta la visión crítica sobre nuestras miradas y opiniones cotidianas y, principalmente nuestras conductas, que, a veces sin quererlo, afectan a quienes tenemos cerca.

  • Mandamiento 9: Resistirás la influencia del grupo o la multitud y pensarás por ti mismo.

El ser humano es por naturaleza gregario y depende del grupo tanto en su definición como persona como en su supervivencia tanto emocional como física. Es un deseo natural el de ser aceptado, querido y reconocido como miembro del grupo. Esta influencia es aún mayor en la adolescencia, período en el que la subjetividad se construye con lo propio y lo ajeno, con lo que viene de casa y lo que copiamos del medio y en el que la mirada del grupo de pares puede enaltecernos o destruirnos. El pensar por uno mismo exige una fortaleza mayúscula en especial cuando se opone a lo que dicta el grupo o la masa.

  • Mandamiento 10: Expresarás tus ideas fundadas en el conocimiento y no en tu necesidad de ser aceptado.

La necesidad de ser aceptado es esencial de la vida en sociedad, nadie puede subsistir en total soledad y aislamiento. Una consecuencia no deseada de esta necesidad es que el individuo renuncie a su opinión personal en pos de la aceptación grupal. Ante la ausencia de conocimientos, de la investigación o lecturas que den sustento a las opiniones, se puede tomar una idea del grupo y darla por válida sin detenerse a pensar en su sustento y validez. En las opiniones vertidas muchas veces es más importante la necesidad de aceptación grupal que la idea misma. Si la opinión se opone a la del grupo, la única forma de no arriesgarse a la expulsión tan temida, es tener la opinión muy bien fundamentada. El conocimiento es acá para defendernos de la temida repulsa grupal. Y si somos expulsados, podremos unirnos a otro grupo, uno que nos permita expresar nuestras ideas sin que ello represente traición alguna. Esto se advierte de manera sencilla y obvia en los partidismos políticos que se sustentan muchas veces más en emociones relativas a la lealtad o a la traición que en las ideas en que se fundamenta.

"¡¿Otra vez la Shoá?!" - Charla CLICK!

[embed]http://youtu.be/Hkgvx3YwcsY[/embed] Texto:

¡¿Otra vez la Shoá?! No quiero oír más sobre eso, basta de muertos, basta del sufrimiento del pueblo judío. Ya lo sé. No me lo tenés que volver a contar.

Tal vez haya gente que piense así. Yo misma lo siento muchas veces.

Nací en Polonia a poco de terminada la guerra. Cuando la partera me vio le dijo a mi mamá “¡qué suerte tiene señora! esta nena tan blanquita, rubiecita, cuando vuelvan los nazis, se va a salvar!”. Este fue mi primer click.

Llegamos a la Argentina en 1947. Como estaba prohibido el ingreso a judíos dijimos que éramos católicos para poder entrar.

A partir de ahí nos cuidábamos y por las dudas no andábamos diciendo que éramos judíos, tampoco en la escuela. Era obligatorio tomar clases de religión.  A los 8 años me aparecí en mi casa y le dije a mi mamá: “quiero un vestido blanco”, “¿para qué?”, “para hacer la primera comunión”. Puso el grito en el cielo. “No nena! nosotros somos judíos, no vamos a la iglesia, no hacemos la comunión, no lo dije en la escuela para que no hicieran diferencias con vos, para que fueras igual que todo el mundo”. En religión me decían que los judíos habían matado a dios. Así que yo era judía, culpable por nacimiento, y encima, nada de vestido blanco ni comunión con las otras chicas. Saber que era judía fue mi segundo click.

Aquel lunes a la mañana mamá llamó desesperada. “Perdoname nena, perdoname, no sabía lo que pasaba, yo pensaba que este país era seguro, disculpame, perdoname que te trajimos acá”.v“¿qué pasa mamá, qué pasa?”  “¿¡Cómo qué pasa? ¡bombardearon la AMIA, nos quieren matar otra vez!”. ¿A mí me querían matar? ¿otra vez? ¿qué quiere decir eso? “otra vez” para mi mamá quería decir que nos querían matar acá como en Europa. “Otra vez” para mí quiso decir que la historia de mis padres era también la mía, que era hija de sobrevivientes de la Shoá. Ese fue mi tercer click.

A partir de ahí empecé este camino de estudio, memoria y difusión de la Shoá.

La Shoá es parte de mi vida. Mis padres se salvaron escondidos durante varios años en un altillo así de chiquitito. Pero ¿qué hacer con Zenus, su hijito de 2 años? ¿cómo preservarlo de una muerte segura? Hicieron lo que tantos, confiaron una familia cristiana que lo recibió como propio. Terminada la guerra, milagrosamente vivos, lo fueron a buscar. “Está muerto” les dijeron. “¿y… su cuerpo?”, no “recordaban” donde lo habían enterrado. Para mis padres era obvio: Zenus estaba vivo y había sido apropiado. Nunca lo pudieron encontrar. Solo quedó esta foto. Lo sigo buscando, sin saber ni su nombre ni donde está. El impulsa a hacer lo que hago. Zenus y todos los Zenus salvados por sus padres, entregados a manos extrañas sin saber si lo podrían volver a ver. Los Zenus de allá y los de acá. Los de entonces y los de ahora. Los rubios, los morenos, los Zenus nenas, los varones, todos los Zenus que hay en el mundo que siguen en peligro y que debemos proteger y salvar. Por ellos importa la Shoá.

Y vuelvo a la pregunta del inicio: ¿Otra vez con la Shoá?  ¿Otra vez Auschwitz, el heroico levantamiento del gueto de Varsovia, los 6 millones de judíos asesinados entre ellos 1 millón y medio de niños? ¿Cuántas veces oímos estas frases en los discursos? y cuando las oímos ¿nos detenemos a pensar en qué quieren decir?

La Shoá pareciera que está de moda. Todo el mundo sabe que hubo un Holocausto. Los judíos hemos triunfado en su rememoración y difusión. Pero, igual que con la AMIA, sigue siendo un tema judío.

Solemos decir más o menos siempre las mismas cosas sobre el Holocausto. En ámbitos judíos uno puede entenderlo porque para qué explicar más, si total nos pasó a los judíos, entonces nosotros sabemos. Sin embargo no es cierto que con que a uno le pase algo nos pase uno sabe qué pasó y por qué. Creemos que sabemos y lo que es peor, no sabemos que no sabemos. Las frases hechas, los lugares comunes caen como cáscaras vacías. Y en su vaciamiento pierden sentido, y sin darnos cuenta corremos el peligro de sumarnos a la moda y a su peor consecuencia: la banalización.

Cualquier déspota, cualquier autoritario es un nazi, un Hitler. Cualquier campaña mediática es una propaganda como las de Goebbels. Cualquier ataque o discriminación negativa sea por el tema que sea, por gordos, bullying, droga, femicidio, homofobia, es un Holocausto. Si todo o cualquier cosa es un Holocausto, el Holocausto no es nada.

Se suele llamar a los sobrevivientes a dar testimonio. Es fundamental escucharlos, honrar su sufrimiento, mantener viva su memoria y así contradecir los argumentos de los negadores. Pero si queremos saber qué fue la Shoá, como dice Jack Fuchs, un sobreviviente: “no me pregunten a mí, pregúntenle a los asesinos”.

Y es cierto. El sobreviviente sabe solo lo que vivió, y si tomamos solo su testimonio no nos alcanza para entender qué fue la Shoá. Y si no lo entendemos, el testimonio queda como algo emocionante, conmovedor, pero que no explica qué pasó y por qué.

La Shoá es un antes y un después en la historia de la Humanidad, no por el sufrimiento de sus víctimas ni por su cantidad, sino por sus causas, contextos y objetivos y metodología.

El testimonio del sobreviviente refleja sólamente  lo que sufrió y eso es fundamental porque refleja, de una vez y para siempre, que no hay límites para lo que un ser humano puede hacerle a otro ser humano. Pero explica qué fue la Shoá, no sirve para enseñar, no alcanza. Es como suponer que si escuchamos a los sobrevivientes de las Torres Gemelas vamos a saber quién fue, qué pasó, cómo y por qué.

La Shoá no es una creación del pueblo judío. Fuimos los pasajeros de un tren que chocó, no sus conductores ni los responsables de que no funcionaran los frenos. Auschwitz es obra de los asesinos, de los ideólogos del nazismo, de los intelectuales, científicos y técnicos que lo hicieron posible, de la educación y la propaganda que lavó el cerebro de casi todo el pueblo alemán, de la cobardía o el error de cálculo de las potencias internacionales que dejaron que pasara. La Shoá no es un rayo misterioso que cayó sobre nosotros. Auschwitz no está en otro planeta, está acá y es producto de nuestra civilización.

Y si lo mantenemos como tema judí, estamos en varios problemas:

  • hemos construido nuestra propia trampa y mantenemos y nos hundimos en nuestra identidad de víctimas,
  • nos perdemos la oportunidad de salir al mundo y transmitir las poderosas lecciones que tiene para toda la Humanidad.
  • facilitamos el camino a la banalización. Auschwitz va a llegar a ser un símbolo, una mercancía, como la imagen del Che en las remeras o la lengua afuera de los Rolling Stones.
  • La Shoá estuvo diseñada para matar al pueblo judío, pero si lo dejamos dentro de la esfera de lo judío, matamos a la Shoá, la vaciamos de su potencia educativa y poco a poco se va deshaciendo su sentido.

Para recuperar ese sentido, propongo que subamos un nivel lógico y que hablemos del MAL. El mal con mayúsculas porque fue este MAL el que condujo a la Shoá y a todos los otros genocidios, persecuciones y matanzas de la Humanidad. Todos.

Diferencio el mal con mayúsculas del mal con minúsculas. El mal con minúscula es ese daño que una persona le hace a otra persona en una relación de dos. Es personal, individual, emocional, se hace porque uno quiere, es reactivo y puede generar culpa.  El MAL con mayúsculas tiene otros intervinientes, es el mal que hace una persona en nombre de un sistema sobre otra persona que es parte de un grupo al que hay que destruir. El mal con mayúsculas es impersonal,  colectivo, racional o político, se hace por obediencia y no genera culpa. Este es el MAL que corroe nuestra sociedad, este es el MAL que tenemos que aprender a conocer y a reconocer.

Y entonces sí hablar de la Shoá, porque en la Shoá podemos encontrar todos los aspectos y todos los elementos que caracterizan al MAL con mayúsculas. Por eso la Shoá es el modelo del MAL. Aunque no fue ni el primero ni el último. Recordemos que antes de la shoá estuvo el genocidio armenio antes y después de la Shoá, con tantas declaraciones de nunca-mases, la limpieza étnica en los Balcanes, las masacres en Camboya, Indonesia, Ruanda, las dictaduras militares entre ellas la nuestra y decenas y decenas de hechos similares que siguen sucediendo. Y si los miramos con la lente de la Shoá, si los incluimos en la categoría del MAL con mayúsculas, tal vez algún día, pudiera encontrarse algún mecanismo para que de verdad, no pasen nunca más.

Generaciones de la Shoá está formado por sobrevivientes, hijos, nietos de sobrevivientes, docentes, estudiosos, aprendices. Nosotros sabemos en carne propia que la Shoá no es propiedad nuestra, tampoco fue una distinción que se le hizo al pueblo judío, es algo que nos pasó y tenemos la obligación de salir al mundo y de contarlo y enseñar lo que podemos aprender de esto, salir de los estereotipos, buscar otras formas de enseñar y transmitir esto que nos resulta vital.  .

Hacemos Cuadernos de la Shoá, es una publicación periódica, que encara los temas de la Shoá que habitualmente no se toman en cuenta, de manera parcial desarrollamos cada uno y abrimos el foco: hablamos de las víctimas judías, de los perpetradores, los asesinos, de la mayoría indiferente y del contexto político. Lo acompañamos con  una propuesta pedagógica, con sugerencias para el trabajo  en el aula y una lista bibliográfica y películas sobre cada tema.

Y el Proyecto Aprendiz. El Proyecto Aprendiz honra el testimonio del sobreviviente. El Aprendiz oye, oye a un sobreviviente y se compromete a seguir contando esta historia varias décadas más. En un puente hacia el futuro, armando la cadena de transmisión que permite que cada una de estas historias siga siendo escuchada. Estamos empezando el 9º grupo, tendremos más de 100 parejas de Aprendices y sobrevivientes, cada una de estas historias seguirá siendo contada con las palabras del protagonista.

En los genocidios hay algunos aspectos que son comunes y que tenemos que conocer. Uno de ellos es el destino de los niños, sus víctimas más desvalidas. Los genocidios dejan  hijos huérfanos de padres, padres huérfanos de hijos. Líneas familiares que se cortan.

Esta es Mijal, mi nieta mayor, tiene 16 años. Y esta es Cesia, mi mamá, Cesia, su bisabuela cuando tenía su misma edad. Me conmueve ver el parecido de estas dos mujeres, en estas fotos tomadas con 90 años de distancia.

Rosita no tiene una foto de su mamá, no puede hacer esta comparación. Rosita nació en el gueto de Varsovia cuando los nacimientos judíos estaban prohibidos. Había que salvarla a toda costa. Sus padres tomaron la dura decisión de entregarla, no había otra salida. Consiguieron documentos a nombre de Wanda y un muchacho que se atrevió a sacar a la bebita de pocos meses en una bolsa fuera de los muros del gueto. Rosita no sabe cómo llegó al orfanato de monjas donde estuvo hasta sus cinco años. Lo único que se acuerda es que un día llegó un señor que dijo que era el papá. “¿Y cómo sé yo que usted es el padre de Wanda?” preguntó la madre superiora con mucha desconfianza.  “Porque mi bebita tiene una marca de nacimiento en la oreja izquierda. Vaya a ver”. Y la marquita estaba ahí. Wanda volvió a ser Rosita, recuperó a su papá y su identidad judía. Pero nunca conoció a su mamá, había muerto en la deportación y no quedó ninguna foto de ella. Rosita se pregunta cómo habrá sido para su mamá el momento en que le dijo adiós, cuando la arropó, cuando metió su nariz adentro de su cuerpecito y le dió un beso por última vez. Rosita no tiene memoria ni del olor de su mamá, ni de su voz, ni de su cara. Tiene dos hijos y varios nietos. Y en cada uno sigue buscando indicios: ¿se parecerá a mi mamá? ¿habrán sido así sus ojos? Nunca lo sabrá.

Rosita es una niña salvada. El mundo está lleno de niños en peligro. En cada uno que se salve se salva un mundo.

La Shoá puede ser lápida o trampolín.

Elijamos el trampolín.

Que así sea.