Nota: Perfil (periódico que publicó la nota de Altamira) solicitó la reducción del texto a la mitad para que pudiera ser publicado. Esta es la versión impresa y publicada el sábado 7 de mayo de 2011:
En su nota “Un jüdenrat entre los K” toma la palabra Judenrat como sinónimo de traidor. Los términos relativos al Holocausto parece que llegaron para quedarse. Hitler, Goebbels, Cámaras de Gas, Auschwitz, Holocausto, nazis son palabras que los políticos y comunicadores esgrimen impunemente. Al rico acervo popular holocáustico, sumó Usted ahora la palabra Judenrat. ¡Aleluya! Un nuevo insulto popular ha nacido. Le ruego que si lo pretende imponer, al menos lo escriba bien: es Judenrat, con mayúsculas (los sustantivos en alemán van así) y, por favor, sin diéresis.
Pero veamos qué quiere decir. Judenrat viene de Rat: consejo y Juden: de judíos, es decir, “consejo de judíos”. Durante el Holocausto, los nazis se encontraron con que los judíos administraban cada comunidad desde un Consejo tanto para lo interno como para las relaciones con el exterior (por ejemplo el pago de impuestos al Zar). El sistema les resultó funcional y al constituirse los guetos centralizó su administración -la higiene, la alimentación, la salubridad, la reubicación de las familias que llegaban, el trabajo-, pero cuando comenzó el programa de exterminio, lo usaron para ordenar la “cuota” diaria de la relocalización. El destino de muerte de los que subían a los trenes fue conocido pronto y ya los Consejos no pudieron obedecer. La desobediencia era penada con la muerte y la designación de nuevos consejeros. Cada comunidad y cada momento tuvo diferentes conductas, cada cual hizo lo que pudo. Muchos trataron de engañar al ocupante simulando obediencia y tratando de salvar a la gente, engaño que duraba poco, el dirigente era muerto y se ponía a otro y a otro y a otro más. Muchos consejeros participaron activamente en las resistencias armadas y desarmadas, pero la mayoría fue impotente para defender a su gente. Hubo situaciones de traición y entrega, pero fueron las menos y es una afrenta y una ofensa a la memoria de los que valientemente se resistieron, tomar esos pocos ejemplos y generalizarlo.
No se puede pensar el tema fuera del contexto, ni aplicar sus términos a nuestra vida “normal”. Fue un dilema ético de complicada resolución: la imposición de elegir quien vive y quien no o pagarlo con la muerte. La tarea de selección era puesta diabólicamente en manos de las víctimas, selección finalmente transitoria porque todos iban a morir. Los dilemas éticos del holocausto son uno de los temas más desgarradores para la Humanidad. El de los dirigentes de los Consejos Judíos, enfrentados a su conciencia, responsabilidad y en su total impotencia, es de los más difíciles y sigue siendo material de reflexión e investigación.
Sr Altamira, supongo que usted sabía todo esto. No traicione los conceptos ni tergiverse la historia con un trazo grueso efectista. Si quiere decir traidor, diga traidor.
Diana Wang
Presidenta de Generaciones de la Shoá
Hija de sobrevivientes del Holocausto