Estupidez o sabiduría. Participación en Haciendo Pie.

En la Once Diez. Jorge Sigal y Santiago Kovadloff

En la Once Diez. Jorge Sigal y Santiago Kovadloff

Luego de la lectura de este texto de Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), mi comentario:

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¡Qué interesante pensar esta reflexión desde la perspectiva del tiempo! No sé qué edad tendría Ribeyro cuando lo escribió pero si viviera hoy tendría 92 años. Habla de la cuarentena, referido a las cuatro décadas, no a la cuarentena de la pandemia por supuesto. Increíble como el paso del tiempo ha cambiado los tiempos. Asociar la edad de cuarenta años como punto de inflexión suena fuera de lugar porque todo lo que describe parece haberse corrido por lo menos veinte años hoy. 

Pero sea a los cuarenta o a los sesenta, hay un momento en la vida en el que podemos sentirnos como si todo estuviera deslucido, opacado y hubiéramos perdido el sentido, el para qué estoy vivo. Son momentos que llamo “descansos en la escalera”. Uno va subiendo, peldaño a peldaño y mientras sube está ocupado en subir, poner bien el pie para el peldaño siguiente y de pronto llega a un descanso, se detiene, recupera el aire y se pregunta ¿qué estoy haciendo aquí? ¿A dónde iré ahora? ¿sigo subiendo? ¿para qué?

Y dice Ribeyro que es momento de elegir entre la sabiduría y la estupidez. ¿què serán para él la estupidez y la sabiduría? Ya no lo tenemos para preguntarle y estaría bueno que cada uno lo pensara para sí…. y ya que tengo este espacio voy a contar qué es para mí.

Empiezo por estupidez. Imagino a alguien parado en el descanso de la escalera sorprendido por haber envejecido, como si no hubiera estado en sus cálculos, como si hubiera creído que el paso del tiempo era una abstracción o números en el almanaque y se frustra y desanima al darse cuenta de que el paso del tiempo es bien concreto y que es uno mismo el que ha sido pasado por el tiempo. Es parte de la estupidez humana eso de creer que algunas cosas no nos pasarán nunca, que solo les pasan a los demás. Lo estamos viendo en la gente que hoy no se cuida, que anda sin tapabocas y sin mantener distancias. Igual pasa con la vejez cuando se la vive estúpidamente. Si uno se cree eterno e inalterable cuando ya no puede no darse cuenta de que el cuerpo no es el mismo, que la energía y la fuerza no son las mismas, que uno ha cambiado, la sorpresa llega como un cachetazo traicionero porque uno no se lo esperaba. Es como no esperar el trueno después del relámpago. Una total y soberana estupidez. 

La estupidez se justifica un poco porque no es placentero descubrir que uno no es ya como era. Yo también, y no creo ser la única, me paro frente al espejo y me estiro los costados de la cara tratando de recuperar aquella lozanía que en su momento no disfruté pero que ahora extraño tanto. Veo mis arrugas y alguna flaccidez, me doy cuenta de que el aire me queda más corto y que el descanso me llama más seguido y más temprano. Esto es así, no lo elegí. Lo que sí puedo elegir es qué hago con eso. Lo estúpido sería ponerlo en el centro del escenario, con un lamento eterno, y la queja antipática de creer y decirme que todo terminó, que ya nada tiene sentido, y dejar que me cubra una bruma oscura y desanimarme porque nunca más veré brillar el sol. Lo nos pasa, nos pasa. No está en nuestras manos. Lo que está en nuestras manos es qué hacemos con esto que nos pasa.

En el otro extremo, y para decirlo en fácil, para mí la sabiduría es no pedirle peras al olmo. El olmo da un fruto que se llama sámara (nada que ver con samaritano), y por más que me enoje, me angustie o me desanime, por más que le hable o le proteste hasta el cansancio, el olmo caprichoso e insensible a mis súplicas insistirá en dar lo que tiene y puede, sámaras. ¿Quiero peras? busco un peral, ¿no hay perales, solo hay un olmo? lo sabio es sentarme a su sombra, tomar un manojo de sámaras y ver qué puedo hacer con ellas porque la vida me enseñó que por más que les discuta y les de razones, las sámaras no se transformarán en peras. 

Creo que la cita del texto de Ribeyro habla de envejecer, tal vez de su propio envejecimiento, tema tan ninguneado, casi tabú, que por suerte está empezando a ser hablado. La palabra envejecer está asociada con deterioro, muerte, con terminar, con oscuridad, enfermedad y final. Y ya no es tanto así. Me encantaría que pudiéramos pensarnos con el verbo edar,  traducción literal del inglés to age, sin la connotación negativa del verbo envejecer. Edar señala el paso del tiempo sin atributo ni valoración, es un término descriptivo,  ni bueno ni malo. Espero que vayamos migrando de la idea negativa de envejecer a la idea más alentadora de edar. 

Estamos viviendo un momento totalmente inédito. Nunca antes en la historia humana hubo tantas familias con 5 generaciones. ¿Cuántos bisabuelos conocíamos  hace apenas 50 años? ¿Cuántos conocemos ahora? Yo conozco decenas y no solo vivos, sino activos, lúcidos y vitales. Es que cada vez hay más viejos en el mundo, cada vez hay más viejos que siguen trabajando, creando, pensando y levantándose todos los días con ganas porque tienen cosas que hacer, porque su vida mantuvo el sentido, porque tomaron aire en el descanso de la escalera y siguieron subiendo, más despacio, claro, pero con los ojos bien abiertos y la piel porosa. Por eso, como yo misma estoy cursando la octava década, preciso hacer de necesidad virtud y voy a contar cuáles son, para mi, los beneficios de haber envejecido. 

Lo más importante es que me hace posible poner en otra escala las cosas que son de vida o muerte. Estar vacunado y cuidarse lo es en este tiempo de pandemia, pero todas aquellas expectativas desmedidas que tenía cuando creía que iba a ser eterna, se fueron achicando y la edad me abre una esperanza más realista de lo que puedo conseguir y, por ende, me frustro menos, sufro menos. Creo que la edad, cuando no se ha elegido la estupidez, nos ayuda a tener expectativas más realistas y posibles. Y si le respondo a Ribeyro que dijo que ya no hay aventura, tal vez haya sido un momento de bajón el suyo cuando la dijo, porque la aventura sigue existiendo, no es privativa de la juventud. Definida de otra manera, claro. Tal vez no sea una aventura vertiginosa, un ponerse a prueba en desafíos constantes, un tirarse a piletas sin medir bien la profundidad del agua, es una aventura más medida, mejor peinada y lubricada. Las ganas no desaparecen, se reconfiguran y se van adaptando a la capacidad diferente. La aventura puede estar en encontrar esos nuevos gustos y sabores, esos climas, esas actividades que uno fue aprendiendo a disfrutar y darles un ritmo renovado, más relajado, menos tenso, incluso sorprendentemente creativo. La aventura de tener en la mano ese puñado de sámaras posible y sorprenderse de que no solo eran las peras lo que podían darnos placer y alegría. 

La estupidez es una estación terminal, a la sabiduría no se llega nunca, se camina hacia ella. La estupidez te enreda los pies y no te deja caminar. La sabiduría te impulsa hacia adelante a un constante descubrir de para qué sirven las dichosas sámaras y qué puedo hacer con ellas. Pensarlo así nos permite vivir con más paz que cuando nos sentíamos obligados a hacer y a ser lo imposible para merecer y justificar nuestro lugar en el mundo. 

Atención que no estoy haciendo un elogio del envejecimiento. ¡Para nada! Me encantaría volver a tener el cuerpo y la capacidad física de mi juventud pero si pudiera elegir no querría perder una gota de lo que aprendí con los años. No quiero volver a ser la que se exigía y esforzaba por ganar no sé qué carrera ilusoria que me agotaba y no siempre terminaba bien. Claro, me encantaría recuperar la lozanía perdida pero sin perder ni una gota de lo que aprendí y conquisté. 

Y me quedo con eso, con la nueva convicción de que son pocas las cosas de vida o muerte, lo que es una idea muy  liberadora porque sí hay cosas de vida y de muerte, son las cosas que tienen que ver con la vida y la muerte. Las otras no. 

Tal vez dejar atrás la estupidez sea algo tan simple como dejar de remar en contra del río, bajar los remos, mirar el paisaje, esperar a que se aquieten las aguas y ver para dónde va la corriente y entonces sí, tomar los remos, respirar hondo y darle para adelante.


Justicia, justicia perseguirás

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Mi ídolo de la infancia era el Llanero Solitario, el gran justiciero, el que reparaba atropellos en defensa de los débiles sin esperar nada a cambio. La vida me puso a prueba a los 10 años. En una tibia tardecita de verano en Floresta jugábamos a la escondida en la calle. ¡Corrí a la “piedra libre”! y cuando ya estaba ahí vi a Raquelita a punto de pasarme…la tomé del vestido, la frené y ¡llegué antes! Mi alegría se desplomó cuando escuché su llanto “¡mi mamá me mata! ¡me rompiste el vestido!” y, sí, la pollera colgaba separada de lo de arriba. “Esperá, ya vengo” dije, resuelta, mientras corría a mi casa. Saqué la tijera del costurero y volví a la calle. Tomé del medio mi pollera, como en un rito sacrificial se la ofrecí a Raquelita y con la otra mano le di la tijera. “Cortá ahí” le dije ante la mirada atenta de los demás. Ni corta ni perezosa, pegó un tijeretazo y mostró satisfecha el redondel recortado. “¿Estamos a mano?” pregunté, “¡sí!” dijo y lo rubricamos con un apretón. Volví a casa feliz con la tijera para contarle orgullosa a mamá lo que había hecho. Cuando vio el agujero en el centro mismo de la pollera empezó a los gritos “¿qué pasó? ¿quién te hizo eso?” y le conté, triunfante, mi hazaña justiciera. Hoy, décadas después, me sigue doliendo su incomprensión. “¡Tonta!” dijo “a Raquelita no le rompiste el vestido, lo descosiste, eso se arregla… en tu pollera quedó un agujero que no tiene arreglo”. No solo no me felicitaba, ¡me retaba! “Pero mamá, hice trampa, quería llegar antes y no me importó romperle el vestido, merezco que lo mío sea peor”. A los 10 años, mi código de valores indicaba que mi mala acción solo se pagaba si mi castigo era mayor que el daño. Pero mamá no me comprendía, nada menos que mamá que era el documento vivo de las consecuencias concretas de las injusticias. Soy hija de personas que han experimentado la maldad y crueldad extremas durante el Holocausto, midiendo sus conductas minuto a minuto para seguir vivos y sobrellevar al mismo tiempo tantos dilemas a los que estuvieron expuestos manteniéndose humanos y decentes. Mi noción de la justicia no era improvisada ni ligera. Sabía de qué estaba hablando. Sabía lo que había en juego en cada conducta, en cada actitud, en cada palabra. Había entendido desde muy chica, tal vez sin las palabras precisas, que vivir bajo el imperio de la ley es  hacerse responsable de las consecuencias de nuestros actos y a los 10 años lo puse en práctica por primera vez del modo en que mi entendimiento lo permitía. 

Sé que La Justicia es más compleja que una aventura del Llanero o una anécdota personal. Pero aquella conducta infantil, intuitiva e ingenua merece ser un principio universal del contrato social básico que requiere que cuando uno haya hecho un daño lo reconozca, se arrepienta, asuma el castigo y compense lo hecho. ¿Cómo confiar en los demás si no respetan las leyes fundamentales? ¿Cómo sentirse seguro si los que obran mal no lo reconocen ni se arrepienten ni son castigados ni lo reparan? Creen que se saldrán con la suya pero la mancha es indeleble aunque parezca que a nadie le importa. Tanto después sigo avergonzada por haber “roto” el vestido de Raquelita. Las tibias tardecitas de Floresta ya me olvidaron pero mi último y adicional castigo es que yo no, yo lo sigo recordando. Pero lo puedo contar porque también recuerdo, tanto o más orgullosa que entonces, la tijera y el pedazo de pollera que entregué como castigo, pedido de perdón y ofrenda de paz.

Publicado en Clarin

Publicado en El Diario de Leuco

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Publicado en El Diario de Leuco

Canceladores correctos vs libertarios incorrectos.

Ilustración Sebastián Dufour

Ilustración Sebastián Dufour

Un futbolista uruguayo es acusado de racista por tuitear un cariñoso -para los rioplatenses- “gracias negrito”. Encumbradas universidades desinvitan a académicos por sus posiciones políticas o nacionalidades. En pos de la corrección política y el respeto a los colectivos históricamente invisibilizados, disminuidos y sojuzgados se pretende reescribir la historia, cambiar los cuentos infantiles -ningún lobo se come a Caperucita-, voltear estatuas de los que alguna vez hicieron algo relevante pero que hoy han caído en desgracia. Vivimos en estado de alerta, cualquier traspié puede transformarnos en persona non grata, echados, excluidos, eliminados, cancelados. No se reprueban las conductas sino las personas, no lo que se dice o hace sino lo que se ES.

Nadie duda de que el racismo y la xenofobia, el grooming y la pedofilia, la homofobia, los femicidios y otras conductas deleznables deben ser erradicadas. La visibilización social de quienes lo padecen hace tanto tiempo abre esperanzas para la constitución de una sociedad inclusiva y respetuosa. La cultura de cancelación fue una rebelión de denuncia y visibilización de los colectivos débiles, silenciados y subyugados, para que pudieran hacerse oír, denunciar su sometimiento y fueran protagonistas sociales con los mismos derechos que todos.

Su horizonte era la justicia transformadora, un dispositivo que debía seguir cinco pasos:  asumir lo hecho, aceptar sus consecuencias, reconocer el daño, reparar a la víctima y cambiar. Luego, al hacerlo público tendría un poder ejemplificador ante conductas impropias naturalizadas, que así podrían cambiar.

Pero este propósito de la cultura de cancelación desbarrancó en un vuelco dramático, olvidando el objetivo de cambio, reducido a juicios populares sumarios,  acusaciones, castigos y exclusiones. 

La justicia transformadora funciona en pequeñas comunidades donde todos se conocen. La reprobación del amigo, el vecino o familiar, estimula el cambio de visión con una capacidad modificadora ejemplar. La participación de los millones de usuarios anónimos, de gente dispar, retroalimentada y homogenizada en las redes sociales diluyeron aquellas buenas intenciones. Los likes son la medida de su poder e influencia, generan adicción y urgencia. Sin tiempo para pensar, los textos deben ser breves, contundentes y sin matices, provocativos, porque hay que “pegarla” para generar adeptos. Estos pescadores insaciables usan la eficaz carnada de emociones, venganzas y odios, desconocen, y no les importa, la intención fundante de la cultura de cancelación, es más, la subvierten y traicionan. El efecto manada es arrollador con ideas extremas y dicotómicas, sin sutilezas ni diferencias. Ya no es una opinión, es la persona misma. Se está de uno u otro lado. Aquel propósito ético se transformó en una lucha binaria, violenta, extremista y autoritaria en manos de estas brigadas que optaron por la caza de brujas, el castigo y la hoguera de la exclusión. 

Pero no contentos con eso también buscan lavar culpas del pasado. El afán inquisitorial llegó también a los muertos en un juicio descontextualizado que no busca el cambio -imposible porque están muertos- sino borrarlos de la historia. 

La esclavitud era considerada natural hasta hace poco. Las familias de políticos e intelectuales de nota, tenían esclavos, basta ver los textos pro esclavistas de Aristóteles y Tomas de Aquino, John Locke y Voltaire. ¿Tiramos sus libros?

El machismo y la relegación de la mujer a objeto paridor y vigía de las hornallas son parte de nuestra cultura occidental. El pater familiae era el amo de sus sirvientes, es decir, esclavos, hijos y esposa. ¿Cancelamos a Gandhi, Mandela y Luther King porque golpeaban a sus mujeres? 

La reacción no se hizo esperar. El acusado es silenciado, echado, cancelado, pero sigue acá. Muerto el perro la rabia sigue viva. El incorrecto seguirá igual, pero, como no es tonto, se cubrirá con un chador o una escafandra para no ser descubierto. La magra cosecha de los canceladores radicales es silencio, hipocresía y resentimiento. Los fanáticos extremistas del “otro lado” acusan a los canceladores de policías del pensamiento y la palabra, dictadores y violadores de los ideales de la libertad de expresión. Los acusados se rebelan contra la rebelión, el perro rabioso muestra los dientes. Todo se enreda, se confunde y embarra cuando levantan orgullosos la bandera de la incorrección política y se proponen como la fuerza de liberación contra la radicalización del ejército de canceladores. Los extremos invitan a los extremos. Es enloquecedor.

El fantasma orwelliano hecho realidad, ¡Big brother is watching us! Los correctos canceladores y los incorrectos libertarios nos tienen prisioneros. Se está de éste o del otro lado. La derecha y la izquierda, ya no son la partición de aguas. Antes existía el destierro salvador. Ahora no hay donde ir. 

Me sumo a los bienintencionados del principio en un llamado a recuperar el tino de señalar, reprobar y estimular la revisión de conductas con la potencia formativa de un cambio real que no estimule extremismos fanáticos de ambos lados.

Las actitudes y conductas de los misóginos, homófobos, machistas, femicidas, antisemitas, xenófobos, supremacistas blancos parecen reproducirse sin freno. Sin embargo, una de las consecuencias bienvenidas de este movimiento es que las antaño minorías silenciadas tienen voz y presencia y hoy, diferentes expresiones de lo humano, están integradas a la normalidad. Esta conquista ya está lograda.

Se ha incurrido en extremismos, arbitrariedades y oportunismos, proceso que sigue todo cambio cultural que requiere ajustes, acomodaciones y aprendizajes. Es necesario encontrar nuevas maneras para hablar sin ensordecer, iluminar sin enceguecer, en suma, dialogar y volver al propósito original de integrar todas las voces, alternativas y diferencias con el mismo patrón equitativo en la sociedad humana. Y que cambie lo que tiene que cambiar.

Todos coincidimos en que no está bien comer carne humana, pero comer al caníbal no erradica el canibalismo, lo refuerza.

Publicado en La Nación

Publicado en Gallo

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Justice, Truth and Memory in Jewish Argentina

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Traducción
Argentina durante la II Guerra y tiempo después

Para los que sobrevivieron y se encontraron vivos, el final de la guerra no fue un momento de celebración o alegría. 

Europa estaba cubierta por la sangre de las familias desaparecidas y también debían enfrentar la amenaza de la Guerra Fría. Sabían que debían encontrar otro lugar donde vivir.

Sin embargo, el triste resultado de la conferencia de Wannsee de 1938 -que ningún país aceptaba recibir a los refugiados alemanes y austríacos- se repitió al final de la guerra. Los sobrevivientes no sabían dónde podían ir. 

Mis padres, que habían sobrevivido e la guerra en Polonia y que habían perdido a su primer hijo, ya me tenían a mi y, junto a tantos otros, buscaban un país que nos recibiera. Las embajadas y consulados tenían largas filas pero sin buenas noticias. Y no les llevó mucho darse cuenta que el problema era que eran judíos. 

Decidieron decir entonces que eran católicos, dado que ya tenían experiencia en hacer lo que fuera para sobrevivir. Así fue como, soborno mediante, obtuvimos visas para ir a Paraguay.

¿Paraguay? ¡Qué palabra tan exótica! ¿Dónde era? ¿Cómo llegaríamos allí? Resultó que debíamos cruzar el océano Atlántico hasta el puerto de Buenos Aires en Argentina y continuar por tierra desde allí.

Buenos aires era prometedor porque sabíamos que una importante comunidad judía estaba allí desde antes de la guerra; así, ése fue su destino.

Llegamos en un barco el 4 de julio de 1947 llevando documentos falsos que indicaban que éramos católicos, pero recién en 2005 pude descubrir por qué había sido necesaria la falsificación. 

Uki Goñi, un investigador que estudió la inmigración de nazis a la Argentina y autor de “La Auténtica Odessa”, publicó una carta abierta exigiendo que la llamada Circular 11 fuera reconocida y abolida. Gracias a su trabajo el gobierno argentino finalmente reconoció, luego de décadas de negarlo, que la Circular 11 emitida el julio de 1938 prohibía a embajadores y cónsules proveer de visas a los “indeseables”, es decir, a los judíos y a los republicanos españoles.

Y Argentina no fue el único país en hacerlo. Casi todos los países latinoamericanos lo habían hecho y los Estados Unidos habían limitado mucho la inmigración judía entonces.

Cuando la Circular 11 fue finalmente reconocida y abolida, 67 años después de su emisión, solicité al gobierno argentino la rectificación de mi registro migratorio para que diga judía en lugar de católica. Lo conseguí y mi caso fue un leading case para todos los que debieron mentir acerca de su identidad para ser admitidos después de la guerra.

La Dictadura

Recuerdo el orgullo de mi mamá cuando fuimos al acto del Movimiento Judío por los Derehcos Humanos. Expresar nuestra oposición a la dictadura, abiertamente, en la calle, como judíos, era más de lo que podíamos imaginar. 

Con lágrimas en los ojos y la boca abierta, mamá me tomaba del brazo compartiendo el reclamo por los derechos humanos. 

Hasta ese momento habíamos vivido en una especie de burbuja evitando cualquier actividad que pudiera provocar un ataque antisemita o poner nuestras vidas en peligro.

Un ejemplo fue que en castellano nos llamábamos israelitas, no judíos, como si la palabra judío fuera ofensiva. De hecho, fue durante ese acto que por primera vez vi la palabra JUDIO escrita en un enorme cartel, públicamente.

Sin embargo, no teníamos todavía un cuadro completo de lo que estaba pasando. No todos tenían conciencia de las torturas, las detenciones y los desaparecidos, los asesinados cuyos cuerpos nunca fueron recuperados. 

El silencio que ya existía se volvió doloroso dolía a medida que la gente comenzaba a darse cuenta de lo que de verdad pasaba.

Recuerdo tenerle miedo a los militares y policías, pero por alguna razón desconocida no hice la conexión directa entre el autoritarismo de la dictadura militar con el nazismo a pesar de lo que habían vivido mis padres en Polonia. Sé de otras familias que habían enviado a sus hijos al exterior porque vieron el paralelo con la Shoá.

Como resultado de haber ingresado al país mediante un engaño y con el recuerdo del antisemitismo polaco todavía fresco en nuestra memoria, durante mis años infantiles mantuvimos nuestra condición judía de manera privada, casi como si no existiera. 

No éramos religiosos ni pertenecíamos a organización judía alguna. Nuestra identidad era mantenida solo en canciones y algunas tradiciones.

Pero todo iba a cambiar con la bomba de la AMIA.


1994 La bomba de la AMIA

El 18 de julio de 1994, aquel día inolvidable, mamá me llamó por teléfono. Estaba llorando y me pedía perdón por haberme traído a la Argentina. “No sabía” sollozaba “creí que estaríamos seguros aquí” su llanto se hacía más fuerte, le pregunté “”¿qué pasó mamá?” y su respuesta cambió mi vida: “Bombardearon la AMIA, ¡nos quieren matar otra vez!”. 

La mutual judía era un centro muy importante de la comunidad judía argentina. Había estado allí muchas veces en conferencias, conciertos y otras actividades. Era un sitio icónico y en muchos sentidos un refugio. 

¿Pero bombardeada? ¿En el centro de Buenos Aires? ¿Y por qué me dijo nos quieren matar otra vez? ¿A nosotros? ¿A mí? ¿Y por qué “otra vez”?

La bomba de la AMIA me volvió judía otra vez. No había elegido serlo antes, simplemente había nacido así. Pero entonces abracé voluntariamente la decisión. No podía huir del hecho que en el “nosotros” de mi mamá estaba incluida yo.

Y el “otra vez” era la Shoá. Aquel “otra vez” me indicó que era hija de sobrevivientes del Holocausto y que eso era también parte de mi identidad.

Esas palabras “nosotros” y “otra vez” fueron las encrucijadas de mi vida. Así, a los cincuenta años, decidí tomar un nuevo camino.

Comencé a buscar a otros hijos de sobrevivientes y los encontré. 

Fui a Marcha por la Vida en Polonia donde reencontré el polaco, mi primer idioma, junto con tradiciones y comidas que me eran familiares. 

Si el Holocausto no hubiera sucedido Polonia habría sido mi hogar. Habría sido como cualquier mujer polaca que veía caminando por la calle y jamás habría llegado a Buenos Aires. 

Fue un sentimiento abrumador.

Recorrer los sitios del Holocausto me conectó fuertemente con lo que estaba empezando a aprender.

Fui a la Fundación Memoria del Holocausto y me sumé más tarde al equipo que registró testimonios para la Fundación creada por Steven Spielberg.

Estos testigos eran los “Niños de la Shoá”, y algunos eran muy poco mayores que yo. 

Mis padres habían perdido a su primer hijo, Zenus, un hermano que nunca conocí. Fue entregado a una familia cristiana para que lo salvara mientras mis padres estaban escondidos pero no pudieron recuperarlo. No sabemos si sobrevivió o no. 

Podía ver a mi hermano perdido en cada uno de los “niños de la shoá” que habían testimoniado.



Escenarios y horizontes.

Durante los primeros años después de la guerra, la forma en que el Holocausto era mencionado no era como lo que había vivido en mi casa. Los héroes del gueto de Varsovia glorificados. Los horrores enfatizados todo el tiempo. La idea de que los sobrevivientes no podían recuperarse de los traumas vividos. 

Nada de esto coincidía con mis experiencias en la infancia ni con muchos sobrevivientes conocidos. 

Empezó mi búsqueda en libros que ofrecían nuevas perspectivas y me permitían reconstruir una narrativa diferente sobre la experiencia de los sobrevivientes, una que coincidiera con la mía, que luego intenté difundir lo más ampliamente que pude.

Unos años después, junto con otros sobrevivientes y sus hijos, fundamos Generaciones de la Shoá en Argentina y comenzamos con varios proyectos educativos.

Uno de esos proyectos fue los Cuadernos de la Shoá en donde planteamos, en cada número, temas marginalizados como los rescatadores, la experiencia de las mujeres y los niños, las búsquedas de salvación, la instalación y destrucción de los guetos, los campos de concentración, la progresión de los ataques, las diferentes maneras de supervivencia, los otros genocidios del siglo XX, los programas de exterminio, la deshumanización.

También creamos el Proyecto Aprendiz, un desesperado intento de mantener vivos los testimonios orales de los sobrevivientes para asegurar que una vez que no pudieran ya hablar habría alguien que podría continuar hablando en su lugar.

Y finalmente, en 2018, nos sumamos al Museo del Holocausto de Buenos Aires que creó una exhibición interactiva maravillosa. Desde allí continuamos nuestro trabajo con nuestros proyectos y la intención de crear nuevos.

Outline

  1. Introduction to key themes and tension [Refuge for Nazis like Eichmann; yet home to Holocaust survivors] - from the description of event for whoever is introducing us!

  2. Immigration and National Belonging [Natasha]

  3. This is context for what Natasha calls a “tenuous belonging” in her book

  4. Pre-Holocaust: History of Jewish belonging in Argentina (a “nation of immigrants” that also became home to the Semana Trágica (an urban “pogrom”) → revealing the tensions for Jews who were able to have religious institutions, create vibrant Yiddish press, theatre, etc., yet still grapple with antisemitism and questioning their belonging, often through violent means

  5. Argentina during WWII/first postwar years [Diana leads; then Natasha]

  6. Her experience and her families in immigrating to Argentina (and many others); Diana can speak to silence as well as the laws that put quotas on Jews immigrating to Argentina, forcing them to enter Argentina with falsified/forged documents

  7. Natasha can speak to how this manifested in the experience of her other interview subjects as well

    Diana: Argentina During and Shortly After WWII

For those who survived and found themselves still alive, the end of the war wasn’t a time for celebration or joy.

Europe was covered with the blood of their missing families, and they also faced the menace of a Cold War. They knew that they had to find another place to live. 

Yet, the sad result of the 1938 Wannsee conference—that no country would accept Jewish German or Austrian refugees—repeated itself at the end of the war. Survivors did not know where they could go. 

My parents, who had survived the war in Poland, and who had lost their first child, carried an infant around -me- as they, with many others, looked for a place that would welcome us.  The embassies and consulates had long lines with virtually no good news, and it didn’t take them long to realize that their Jewishness was the problem. 

So, they decided to say they were Catholics instead, as they were already well-versed in doing whatever it took to survive. That was how, with the help of a bribe, we obtained a visa to Paraguay. 

Paraguay? What an exotic word! Where was it? How would we get there? It turned out that we would need to cross the Atlantic Ocean to the port of Buenos Aires in Argentina, and, from there, to continue overland. 

Buenos Aires was promising because we knew that a large Jewish community had already been living there in peace since before the war; and so that became our destination. 

We arrived on a ship on the 4th of July, 1947 holding false documents that stated we were Catholics, but it wouldn’t be until 2005 that I would eventually discover why those falsifications had been necessary. 

Uki Goñi, a researcher studying the immigration of Nazis to Argentina and author of the book The Real Odessa, published an open letter demanding that what was called Directive 11 should be recognized and abolished. Thanks to his work, the Argentine government finally recognized, after decades of denial, that the secret Directive 11, enacted in July of 1938, prohibited ambassadors and consuls from providing visas to “undesirables''—i.e. Jews and Spanish Republicans. 

And Argentina was far from the only country that did this. Almost all Latin American countries had done it and the United States had extremely limited Jewish immigration then. 

When Directive 11 was finally recognized and abolished, 67 years after its enactment, I asked the Argentine government to rectify my immigration records to state Jewish rather than Catholic. I succeeded, pioneering the case for many other Jews in Argentina  who had to lie about their identity in order to be admitted in the years after the war. 

  1. Dictatorship years [Natasha leads; then Diana]

  2. speak of the experience of Jews during the 1976-1983 dictatorship and the antisemitism during those years

  3. Also the role of Jews in the human rights movement [including Rabbi Marshall Meyer]

  4. but then, some of the silences and tensions in the community [Diana can speak from the first person about this]

Diana: The Dictatorship

I remember my mother’s pride when we went to the first march for the Jewish Movement for Human Rights. Expressing our opposition to the dictatorship openly, on the street, as Jews, was more than we could have ever imagined. 

With tears in our eyes and mouths agape, my mother held my arm while looking upon the crowds willing to fight for human rights.  

Until that moment, we had lived in a sort of bubble, avoiding any kind of activity that could provoke an antisemitic attack [or put our lives in danger].  

One example was that in Spanish, we would call ourselves - “israelitas” (Israelites) instead of “judíos” (Jews), as if the term “Jewish” was offensive. In fact, it was during that march that I saw the word JEWISH, written on a big sign, publicly for the first time. 

However, we still didn’t have a good picture of what was going on. Not everyone was aware of the torture, inprisonments, and the “desaparecidos”, the murdered people whose bodies were never recovered.  

The silence that existed continued and became painful to realize as people began to learn what was truly going on. 

I remember being afraid of the military and the police, but for some unknown reason I did not make a direct connection between the authoritarianism of the military dictatorship and Nazism, despite what my parents had lived through in Poland. I know of other families who sent their children abroad because they did see parallels to the Shoah. 

As a result of having entered the country under false pretenses, and with the memory of Polish antisemitism still fresh in our minds, for much of my early years, we kept our Jewish identity private, almost as if it didn't exist. 

We were not religious and did not belong to any Jewish organizations. Our heritage manifested only in songs and a few traditions.    

But everything would change with the AMIA bombing. 

  1. 1994 AMIA Bombing [Diana leads, then, Natasha]

  2. Diana can speak of her experience of the attack, and how it resonated for in relation to her mother as a survivor; what it galvanized for her in terms of her own engagement with Holocaust memory with March of the Living, going back to Poland, and starting her work with the group Niños de la Shoá (Child Survivors of the Shoah) and later Generatiosn of the Shoah and the Holocaust Museum of Buenos Aires

  3. Natasha can provide additional context from her perspective as an ethnographer on the power of testimony and survivors/family members of victims’ voices in the efforts for justice and human rights, also reflecting on working with social movements like Memoria Activa and Diana’s groups and how this fits into context of other human rights/social justice movements; and her concept of “acts of repair” (from her book)

Diana. 1994 AMIA Bombing

On July 18th, 1994, that unforgettable day, my mother called me. She was crying as she asked my forgiveness for having brought me to Argentina. “I didn’t know”, she sobbed, “I thought that we would be safe here”. 

As her crying intensified, I asked “What happened, Mom?”. Her response changed my life, “The AMIA was bombed. They want to kill us again.” 

AMIA, the Argentine Jewish Mutual Aid Society, was the most important Jewish cultural center in Argentina. I had been there numerous times for conferences, concerts, and other activities.  It was an iconic place and a refuge in many ways.

But bombed? In downtown Buenos Aires? Why was she saying they want to kill us again? “Us”? Me? And why “again”?

The AMIA bombing made me a Jew once more. I was born Jewish, and did not make an active choice to be Jewish. But this time around it was a conscious and voluntary decision. I couldn’t run away from the fact that my mother’s “us” included me.  

And the “again” was the Shoah. That “again” taught me that I was a child of Holocaust survivors and that that was also a part of my identity. 

Those words,“us” and “again”, were turning points in my life.  And so, at fifty years old, I decided to forge a new path.  

I began searching for other children of Holocaust survivors, and found them. 
I went to the March of the Living in Poland, and there reencountered Polish—my first tongue—along with familiar traditions and foods.  

If the Holocaust had never happened, this would have been my home. I would have been just another Polish woman like all the others I saw walking on the street and would have never traveled to Buenos Aires. 

It was an overwhelming feeling.  

Traveling to Holocaust sites afforded me a strong connection to what I was beginning to learn about. 

I went to the Fundación Memoria del Holocausto, the Holocaust Museum of Buenos Aires, and joined the team collecting testimonies for Spielberg’s USC Shoah Foundation – The Institute for Visual History and Education (formerly known as Survivors of the Shoah Visual History Foundation). 

These witnesses were the “Shoah’s children”, and yet only a few years older than me. 

My parents had lost their first son, Zenus, the brother I never met. He was given to a Christian family to look after him while my parents were in hiding, and they were never able to get him back. We don’t know if he survived or not. 

However, I could see my lost brother in each one of those “children” who had given testimony.

  • Landscapes and Horizons [Diana and Natasha]

  • Diana can speak about the current landscape of Holocaust education and awareness from the museum’s perspective; their new work with Holocaust memory with the program “Proyecto Aprendiz” (Apprentice Project)

  • Natasha can speak about the landscape of justice - including new trials for dictatorship-era crimes along with ongoing impunity in AMIA case; also additional dilemmas related to reframing of dictatorship as a genocide and the nuances of the legacies of the concept of “Nunca Más” (never again) in relation to the dictatorship and Holocaust

Diana. Landscapes and Horizons

During the first years after the war, the way in which the Holocaust was typically discussed was not as I heard it at home. The “heroes of the Warsaw ghetto” would be glorified. The horrors would be highlighted over and over again. The assumption was that the survivors had been left with hopeless trauma.

None of this matched, however, with what I had experienced in my childhood nor with the many survivors I knew.  

So I sought out books from authors who offered new perspectives and began to reconstruct a different narrative of the survivors’ experience; a narrative that matched my own, which I then tried to spread as far and as wide as I could.

A few years later, together with several survivors and their children, we founded Generations of the Shoah in Argentina and started a handful of educational projects.

In one of those projects, Cuadernos de la Shoá, the Shoah Notebooks, we discuss in a number of volumes such marginalized topics as: the rescuers, women’s experiences, children’s experiences, their endeavor to find a safe haven, their forced removal to ghettos and concentration camps, progressions of antisemitic attacks, different ways in which they survived, other genocides of the 20th century, and other engineered programs of dehumanization.

We also created the Apprentice Project in a desperate attempt to keep the oral history of survivors alive; wanting to ensure that once they were no longer able to speak, there would be someone else who could continue to speak on their behalf. 

And finally, in 2018, we joined the Holocaust Museum of Buenos Aires, which created wonderful interactive exhibits and from where we continue to work on our projects and aiming to create new ones.

Tan insignificante como adelantarse en una cola

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Balka vivió hasta los 92 años. Se casó, tuvo varios hijos y nietos. Vio crecer a sus nietos y un día se murió. En su cama. Rodeada de su familia.

Pero no toda su vida había sido buena. Cumplió 18 en Auschwitz. Sobrevivió, obviamente, pero algo pasó allí que la siguió acosando la vida entera.

Rapada y tatuada, fue considerada apta para el trabajo y por ello tuvo el privilegio de seguir viviendo, al menos mientras pudiera ser útil. Su barraca estaba en Birkenau, en uno de esos enormes galpones sin ventanas cubiertos por camastros de tres pisos en donde se apilaban las prisioneras, de a dos o tres por cama. Tuvo suerte, solo tenía una compañera, Ema. También tuvo suerte porque la amistad que creció entre ellas fue inmediata. Se contaban, se consolaban, se escuchaban, se animaban, se hacían bien. Eran una burbuja de paz en medio del horror circundante. Juntas en las largas horas del recuento cotidiano, de pie, bajo el sol o la nieve, bajo la lluvia o el frío. Juntas iban todos los días a la cantera para levantar esas piedras pesadas. Juntas sostenían el cuenco en el que recibían ese líquido inmundo que los guardias llamaban sopa. Juntas soñaban y dibujaban lo que harían una vez libres, una vez afuera, una vez recuperada su condición humana.

Cada tanto venía un camión que cargaba a decenas de mujeres para ser llevadas a otro sitio. Nadie sabía a dónde. Se rumoreaba que para trabajar en una fábrica de aviones o municiones. Otros decían que eran llevadas para experimentos médicos o para satisfacer las necesidades de los soldados. 

Balka y Ema fueron esquivando esos viajes a lo desconocido ubicándose al final de la fila para no ser vistas. Pero las condiciones se fueron haciendo tan extremas, los maltratos y el hambre tan acuciantes que cuando apareció el camión otra vez decidieron ponerse más adelante para ser elegidas. Nada podía ser peor que lo que estaban viviendo. Valía la pena probar. Las mujeres fueron subiendo pero cuando le tocó el turno a Ema el camión ya estaba lleno, titubeó, se quedó quieta y Balka se adelantó, subió decidida para ver, con espanto, que detrás de ella se cerraba la puerta del camión sin que Ema hubiese alcanzado a subir. Fue tarde su grito desesperado “¡Ema! ¡Ema! ¡Déjenla subir! ¡Ema!”, el camión ya estaba en marcha.

Balka sobrevivió. Ema no. “¿Por qué me adelanté en la cola?” era la pregunta torturante que la acosó la vida entera. En medio de cada momento feliz, en su casamiento, en el nacimiento de cada hijo, en los logros de cada uno de sus nietos, a la hora de brindar se le ensombrecía la memoria y volvía, como una letanía irrefrenable la eterna pregunta “¿Por qué me adelanté en la cola?”. En esos momentos sentía que no merecía vivir esas alegrías, le tocaban a Ema, ella estaba adelante. 

Claro que no podía haber sabido que sería la última en ser cargada en el camión, pero, lúcida y con una decencia feroz, Balka horadaba su conciencia preguntándose “y si lo hubiera sabido, ¿también me habría colado?”. Un enjambre de moscas culpabilizadoras le ensombrecía el festejo y le impedía disfrutar. “Vivo de prestado, Ema estaba antes que yo, ¿Por qué me adelanté? ¿por apurada, por impaciente o por egoísta?”

Balka murió en su cama después de haber vivido una vida digna pero se fue con esas preguntas sin responder, preguntas que la pintan humana a rabiar, honesta, valiente y, por sobre todo, consciente de que uno es responsable de todo lo que hace. Aunque sea algo que parezca tan insignificante como pasarse en una cola.

Publicado en Clarin 8 de marzo 2021

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Publicado en El Diario de Leuco

Relato como cierre del discurso en Iom Hashoá para DAIA filial Córdoba.

Comprar ilusiones y vestirlas de verdades.

Ilustración Fidel Sclavo

Ilustración Fidel Sclavo

Abel, de 4 años, se despertó varias noches, aterrorizado, con los ojos desorbitados y a los gritos: ¡mosquitos! ¡mosquitos! Luego de unos mimos y abracitos, ya calmado y recuperada su respiración, abría sus ojitos húmedos y solito decía “ fue un sueño… pero estaban acá”. “No pueden entrar, tenemos mosquiteros en todas las ventanas” le decían “¿Y si se rompen? ¿Y si un mosquito chiquitito chiquitito pasa igual?” y siguió “Los murciélagos comen mosquitos ¿Hay murciélagos acá?” 

Luego de varias noches interrumpidas por las visitas oníricas de los sanguinarios insectos sus padres decidieron hablarle a su miedo, no a él, sino a su miedo. Su miedo tenía sus propias razones, eran su realidad inapelable.

Recortaron veinte murciélagos en cartulina negra y los pegaron en las paredes, puertas y ventanas de su cuarto. Abel entró en el juego y pidió que también los pusieran en el resto de la casa para que todos estuvieran protegidos. 

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Escribieron una carta a los mosquitos, dictada por él, como las que se le escriben a Papá Noel y a los Reyes. Decía: ¡Mosquitos, no vengan a mi pieza! Ojo que hay mosquiteros y murciélagos. Chau. Abel.

Al anochecer llegó la respuesta: ¡Abel! Leímos tu carta. Le tenemos miedo a los murciélagos. Los murciélagos comen mosquitos. Si hay mosquiteros en las ventanas y murciélagos en tu pieza, nunca más podremos entrar ahí. Chau. Los mosquitos. 

Abel, siguió con su madre la lectura, palabra por palabra, letra por letra, los ojos así de grandes, la respiración contenida, suspendido, transportado, ilusionado. Volvió en sí y dijo, inquisidor, “¿los mosquitos saben escribir?”, le respondieron que tal vez se la habían dictado a alguien como había hecho él.

En su arduo procesamiento interno entre la sinrazón y el deseo de creer, insistió: “¿los murciélagos saben leer?”. Abel seguía dudando, ¿creer o no creer? … La necesidad pudo más: creyó. Esa noche durmió de corrido, sin pesadillas ni enemigos a la vista y al despertar dijo: “Soñé con murciélagos”. 

¿Y nosotros? ¿A qué mosquitos propios queremos espantar con murciélagos de cartulina? ¿A quién que no sabe leer le enviamos cartas? Criaturas sedientas de creer, nos inventamos que haciendo tal o cual cosa, invocando a tal o cual deidad o fantasía, finalmente se hará justicia y lo tan anhelado llegará aunque tengamos ante los ojos la evidencia de que es imposible. Nos colgamos un fascinum para evitar el mal de ojo. Construimos castillos imaginarios en el amor que se desploman en cuanto requerimos conductas concretas. El deseo discute con la realidad, la descarta por irrelevante y odiosa si contradice lo que queremos. Lo sorprendente y maravilloso del ser humano es que a veces, como con Abel y los murciélagos que comen mosquitos, o sea, cuando la realidad es nuestra imaginación, funciona. Es muy tentador comprar ilusión y vestirla de verdad. Las ganas de creer distorsionan, ilusionan. Las ganas de creer nos ganan. Se alimentan de nuestra fe pero cuando no funcionan solo nos quedamos con las ganas.

Publicado en Clarin



Yoma antisemita, carta de lectores

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Epítetos

La escueta respuesta de Jorge Yoma al texto de la DAIA posterior a la muerte de Menem incluye los siguientes epítetos acerca de los judíos: “sátrapas, comerciantes, racistas, empachados de indemnizaciones” que critican a un expresidente del “país que los cobija”. Faltó decir deicidas, envenenadores de pozos de agua y asesinos de niños cristianos y ¡bingo! el clásico ideario antisemita completo. ¡Ay, Yoma, Yoma! ¿Qué lo habrá guiado? ¿El odio? ¿Qué es lo que confundió su mente? ¿Será también terraplanista y antivacunas? No se le puede contestar en serio, aunque sea diputado de mi Congreso y de mi país. No se lo puede tomar en serio. En serio, no se puede.

Diana Wang DNI 10.134.355

Publicada en LN.

Publicada en Clarin 22 de febrero 2021

Publicada en Clarin 22 de febrero 2021

“Cada senda es un inicio” por Aida Ender y Diana Wang

Cada senda es un inicio

Cada senda es un inicio

Introducción para el acto del Día Internacional del Holocausto, 27 de enero, en el Colegio Hebreo Sefaradí de México para ser leído antes del poema.

Somos hijas de sobrevivientes nacidas en aquella Europa desgarrada apenas terminada la guerra. Las historias de nuestros padres construyeron gran parte de nuestra identidad. Elegimos ser un puente entre el pasado y el futuro.

Desde nuestras infancias sin familias, los otros sobrevivientes lo fueron y nuestros cuentos de hadas fueron las pérdidas sufridas y las sagas de supervivencia. Cada sobreviviente con su historia particular se volvió nuestra propia historia. Curiosamente compartimos la triste experiencia de la pérdida de un hermano mayor que no llegamos a conocer. Uno en la fría Siberia entre el hambre y las arbitrariedades del gulag y el otro entregado a una familia cristiana y nunca recuperado. 

Nacimos en 1945. La escritora israelí Dina Wardi nos llamó la “generación del iurtsait”, la de las velas conmemorativas, cuya llama mantiene viva la memoria de los que no están y al mismo tiempo ilumina la esperanza del camino por venir.

Este poema surge de nuestra vivencia como hijas de padres que, después de lo padecido, han apostado a la vida. Desde hace muchos años somos las continuadoras de esa misión en diferentes grupos y organizaciones. Desde “Niños de la Shoá” en un principio, luego creamos Generaciones de la Shoá en Argentina y hoy nos hemos integrado al Museo del Holocausto de Buenos Aires donde seguimos desarrollando nuestras actividades habituales. Damos testimonio, dictamos clases, y desarrollamos varios proyectos destinados a docentes y a jóvenes como el “Proyecto Aprendiz” y los “Cuadernos de la Shoá”.

El Himno Partisano canta a la resistencia y fue y sigue siendo una bandera de lucha. Nuestros padres lo cantaban con los ojos bien abiertos y los puños en alto mientras nosotras los mirábamos admiradas por su fuerza y determinación. Fue nuestra mejor canción de cuna. Esa marcha de los que no se dejan vencer sostiene que ninguna senda es la final. A partir de allí, y a la luz de lo vivido durante los últimos 80 años, agregamos que no solo no es la senda final sino que toda senda es un inicio. Nuestras vidas y las de nuestros hijos y nietos, son el documento que testifica y confirma esa apuesta al futuro. 

Aida Ender y Diana Wang

Buenos Aires, enero 2021

Nosotros, los que sobrevivimos

Los expoliados, aislados y marcados

Los encerrados, violados y denigrados

Sabemos, lo sabemos bien, que ninguna senda es la final

Estuvimos en el lodazal del infierno

En la oscuridad, el terror y la tormenta 

Aprendimos que aquella senda no era la final

Emergimos del hambre, del frío y el horror

Del tifus, la humillación y la vergüenza

Soñando un árbol lleno de pan

Y que esa senda no fuera la final

Somos los escapados, los escondidos 

Los afortunados, los rescatados, los salvados

Y gritamos a voz en cuello ¡no hay una senda final!

Somos los que cambiaron sus nombres

Los que lucharon en los bosques 

Los que, emergidos de entre escombros y desconcierto 

Confirmaron que esa senda no había sido la final

Con recuerdos, marcas y lágrimas aún vivas

Caminamos vías, calles y caminos

Entre muros derrumbados bajo cielos de plomo 

Los ojos bien abiertos en cada senda. ¡Ninguna fue final!

De la tierra, húmeda tras el vendaval, nacieron nuevos brotes

Hojas y frutos cubrieron los árboles heridos

Germinaron semillas, bravas e incontenibles 

Puestos de pie, reconstruidos, desafiantes

Seguimos caminando, no paramos de andar 

Lloramos nuestros muertos, está prohibido olvidar

Los que nos siguen abrazan nuestro legado

Ahondan nuestras huellas, llevan la memoria detrás

En la mira el horizonte abierto, todo promesa, todo concierto

Porque cada senda es nueva y ninguna es la final

Somos los que sobrevivimos y los que nacimos después

Nos bebemos la vida medida por medida

¡Ni aquella senda, ni ésta, ni ninguna, será la final!

Cada senda es un inicio y habrá otras, muchas más

¡El pueblo judío vive! ¡Estamos acá! 

¡Mir Zainen Do!  ¡Am Israel Jai!

Aida Ender - Diana Wang

Hijas de sobrevivientes de la Shoá


Recitado por Jessica Schultz en el Museo del Holocausto de Buenos Aires en el acto de Iom Hashoá, abril 2021

Coreografías amorosas del día a día

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La cercanía forzosa cuestiona nuestra intimidad. ¿Si estamos tan cerca por qué no la sentimos? ¿Qué entendemos por intimidad? Es una vivencia, a veces solo un instante mágico, otras que persiste un tiempo, y que solo sucede en un clima de entrega sostenido por la confianza. No sucede si hay miedo o prevención. Como los trapecistas, solo nos arrojamos a la intimidad cuando sabemos que el otro nos recibirá en el aire antes de que caigamos. Para confiar necesitamos tener la seguridad de ser aceptados, escuchados con empatía, la mirada límpida, el corazón abierto.¿Cómo abrirse a un otro temiendo juicio, crítica o acusación? En esta convivencia forzosa, la mirada del testigo omnipresente nos levanta defensas de cautela y preservación. A veces cuanto más cerca físicamente más lejos la intimidad anhelada. 

Suele asociarse intimidad con sexo, como si solo allí fuera posible una entrega confiada. Tristemente, las más de las veces no lo es. El sexo puede ser mera descarga, puede ser gimnasia, puede ser ejercicio de poder, dominación, sometimiento o desvalidez, todo ello sin una pizca de intimidad. Solo cuando el encuentro sexual nace y vive en la intimidad es hacer el amor, cuando la piel y los genitales, el deseo y la mirada, surgen de la entrega confiada, la aceptación genuina, el placer de ser uno mismo y de estar con otro que siente el mismo placer.

Pero es mucho más que el sexo. Podemos vivir momentos íntimos en muchas otras situaciones. Tuve algunas veces conversaciones de una intimidad abierta con quien estaba a mi lado en un viaje de avión, alguien que no volvería a ver nunca, pero que por alguna razón, tal vez porque no nos veríamos nunca más, me permitía una entrega confiada y relajada. Éramos dos páginas en blanco ante largas horas de inmovilidad, dos personas desconocidas que teníamos la libertad de fingir ser otros o de abrirnos impúdicamente de un modo que no haríamos con conocidos o familiares. Tuve conversaciones íntimas inolvidables con personas que he olvidado totalmente. No conocernos y saber que no nos volveríamos a ver se transformaba en la red de seguridad de los trapecistas. 

Se pueden vivir momentos íntimos de muy diferentes maneras y con diferentes personas. En una charla corazón a corazón uno se desnuda y se atreve a mostrar lo que suele ocultar. Son momentos-gema en los que sentimos el alivio de compartir una pena, una desilusión, un anhelo inconfesable y nos atrevemos a mostrarnos de verdad, con nuestra más humana fragilidad y carencia. Recibir de la otra persona un te entiendo, también me pasaría lo mismo, qué duro debe ser es la confirmación de que nos escuchó, nos recibió, no nos criticó ni juzgó, nos aceptó y nos contuvo. 

El acto de comer es otro escenario privilegiado. Elegir el menú de a dos, comprar los ingredientes necesarios, seleccionar la bebida, poner y adornar la mesa, encenderse con la luz adecuada, ¿tal vez música?, paladear todo, el aperitivo, el primer plato, el plato principal, el postre, cada bocado como si fuera el último, la vida entera en cada instante. 

Así, comer, y tantas otras conductas automáticas, pueden volverse una coreografía amorosa que no precisa de muchas palabras, solo del placer de estar, la conciencia abierta en cada momento y la firme determinación de paladear cada segundo sabiendo que hay red y que nuestro otro está paladeando lo mismo al mismo tiempo. 

Me dirán que fue quizá solo un destello en la oscuridad. Tal vez. La felicidad está hecha de instantes. También la intimidad. 

Publicado en Clarin.

Memory in Action. Bio

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Published in Jewish Latin America.

Diana Wang was born in Poland in 1945, the daughter of survivors of the Shoah. She arrived in Argentina in 1947. Psychotherapist specializing in couples therapy (private practice). Writer and lecturer. Until 2018: with the “Generations of the Shoah” (Holocaust): worked dissemination and education. Talks, conferences, seminars in Argentina and abroad, in formal and informal educational institutions. Her groups produced educational material on the various themes of the Shoah, published the Cuadernos de la Shoá (Shoah Notebooks) and generated the “Apprentice Project” to keep the oral memory of the Shoah alive. They are part of the Argentine chapter of the ITF (Task Force for International Cooperation on Holocaust Education, Remembrance and Research). Since 2018, Diana Wang is a member of the Board of Directors of the Museum of the Holocaust of Buenos Aires. The “Generations of the Shoah” projects continue in Argentina.

Children of the Shoá. To tell of what was lived, to include it in the chain of family descendance, to understand it according to the specific context, to look at it again, to put it into a new perspective and to learn from one’s own experiences, all of this is what we are.  the survivors of the Shoah (Holocaust) and their descendants have found to be since the very moment in which we began to meet. Additionally, we learned from each other and we went on reconstructing our pasts with new pieces that responded to obscure questions. We learned useful lessons for the present and for the future. We began to meet regularly in 1997. We told our stories, and with surprise, we discovered how very similar were so many things we had believed  happened only to each one of us, and were, in fact, shared with the others.

To tell of what was lived, to include it in the chain of family descendance, to understand it according to the specific context, to look at it again, to put it into a new perspective and to learn from one’s own experiences, all of this is what we are.  the survivors of the Shoah (Holocaust) and their descendants have found to be since the very moment in which we began to meet. Additionally, we learned from each other and we went on reconstructing our pasts with new pieces that responded to obscure questions. We learned useful lessons for the present and for the future. We began to meet regularly in 1997. We told our stories, and with surprise, we discovered how very similar were so many things we had believed  happened only to each one of us, and were, in fact, shared with the others.

     We began as the “Children of the Shoah,” because almost all of us had been very little at the end of the war. Some, including myself, though born a bit after that, saw that our stories also had points in  common. Those born after 1940 have almost no early memories and so their “memories” had to be investigated and reconstructed. Also, those of us who were born after the Shoah sought in our families’ past the links that we lacked to reconstruct the chain of connections to our parents and our grandparents. I often say that most important thing that happened to me in my life, happened before I was born. That “most Important thing” was that which unified us and what became an affectionate nest in which to find the keys that we lacked. We all had an intimate and personal relationship with the Shoah, and sharing it gave us a new sense of belonging. We felt like a family.

A Different Type of Institution. Clearly, we invented a way of doing things that was different from the usual procedures of local Jewish organizations. There was no difference between the Board of was Directors who thought about and made decisions and those who carried out what decided upon. Those of us who were members of the Board, were active in all other areas: we participated discussions, thought, signed checks about programs, and when it was necessary, took a broom and swept the floor. While we generated educational materials, we went down to open the door; while we invented innovative projects, we also made sure that there was no lack of coffee, tea, mate, sweetener and crackers. All volunteers, we all developed a very meaningful mission, we were in our home with our family.

Generations of the Shoah. In 2004, we set out on a great adventure, an international conference that we called “Facing the Future. In attendance were survivors, children, grandchildren, relatives, teachers, historians and cultural figures from several countries. This event strengthened our association. It was formalized and began to be known as the “Generations of the Shoah” in Argentina. “Generations” was a very unusual in the context of local Jewish organization, because it mainly consisted of women. The men who accompanied us were amazed that we were able to be talking about four things at the same time, not only what had to be done, but also the health of each one of us, whose daughter was pregnant or which grandson had done well at school or had a high fever the previous night.

       These were fertile meetings, with such a pleasant environment that it was enjoyable to be there. But we didn’t only create and distributed pedagogic materials, we also celebrated the holidays of our Jewish tradition, celebrated birthdays, gave support during unhappy events and were happy about our joys. . .we constituted an unexpected new affective web with close ties, perhaps a compensation for what some of us had lacked during our childhoods.

     We learned from our parents and survivors to transform the tragedy into a motive for living. We created a philosophy that valued life and gave it meaning, in the organization as well as in our own lives, recounting, almost with joy, who we were and what we had learned.

     We participated intensely in social networks, and we reacted strongly against the use of the Shoah for reasons that were not connected to it. Phrases like “Never again,” “Remember so not to  repeat,” “For the future generations” and so many others that we heard every day, brought us back again and again to explanations and demystifications. We permanently rectified false information. We fought against the banalization when Nazism, Hitler or Goebbels were mentioned as a common noun, which we took as an insult. We came out against statements that treated the facts lightly or superficially. We repudiated statements that distorted the facts, for they impeded making the making them known and the understanding of their content and scope. We protested against the spurious comparison of the Shoah with the politics of the State of Israel, pointing that what is now called Anti-Zionism is the same old Anti-Semitism in disguise.

Members of Generations of the Shoah

     We created three project that would go beyond what we had accomplished so far: the Cuadernos de la Shoá (Notebooks of the Shoah) and Proyecto Aprendiz I y II (Project Apprentice I and 2 (Project Apprentice I and II).

1.  Cuadernos de la Shoá. The Cuadernos are a publication directed at teachers who require an exhaustive pedagogical tool for teaching about the Holocaust. Each Cuaderno (there are now eight published and a nineth about to come out) deals with a specific theme: the rescuers, the children, the women, the resistance, the Shoah as part of the Second World Warthe dehumanization, the outcomes, the genocides of the twentieth century. Each book is structured around three central concepts: the definition and explanation of the main ideas, the design of the book and graphic illustrations, the personal testimonies of survivors that transmit the human aspect of those involved.

To Live with Evil: Genocides of the Twentieth Century

To see or download the Cuadernos, go to:  https://museodelholocausto.org.ar/publicaciones/cuadernos-de-la-shoa/

A video about the Cuadernos (in Spanish) :https://www.youtube.com/watch?v=9f3XT66m6qA&ab_channel=BACultura

2. – Project Apprentice I. Project Apprentice I was developed to assure that each one of the living survivor’s stories continue to be told in an oral and face-to-face way. The living testimony permits interaction and questioning and brings directly to each listener the emotion of someone who lived through it all. The idea is to train young adults to tell in the future, the history of a specific survivor. During three months of direct contact, each Apprentice gets to know, accompanies, converses with the survivor. This conversation treats not only the survivor’s experiences during the Shoah, but also her childhood, her old age, her ideals, her joys, her sorrows. The Apprentice receives and incorporates that story into his or her life and commits to retell it in the coming decades. There are now 150 Apprentices who now have this responsibility.

One of Diana Wang’s TED talks, with English subtitles:  “Los aprendices de la Historia”/”The Apprentices of History”:  https://www.youtube.com/watch?v=OeNvaToNv_k&t=4s

Survivor Lea Zajac (left) with her apprentice Darío Berlinerblau (right), in Buenos Aires

Project Apprentice I

3. Project Apprentice II. We created a second level to these activities. The Apprentices were trained to develop a short talk, up to twenty minutes in length, in which they described their experiences living along with a survivor and the ways in which their own lives were affected by it. Each talk was recorded on videos that were distributed through social media. These brief talks have a strong potential in education. After showing a video in a single class, there is time left to complement it with concepts, commentaries, questions and pedagogic activities that assure the understanding of what had been lived through.

The talks by these young adults have a strong effect on those who hear them. The anecdote, the living presence, the immediacy of emotion are exceptional vehicles for stimulating memory and not allowing things to be forgotten.

4. Museum of the Holocaust in Buenos Aires. In 2018, Generations of the Shoah became part of the Museum of the Holocaust in Buenos Airescombining forces and voluntary work. We contributed who we are and what we knew, the materials we produced and the presentations to schools and universities. We learn and we teach.     

Conversations with Survivors: Rudi Haymann is interviewed from Chile

     We were in dialogue with different groups. We formed the Argentine chapter of the International Alliance for the Memory of the Holocaust. With training sessions, testimonies, and with our survivors, we supported the March for Life. We participate in the Latin American Network for the Teaching of the Shoah.  We continue with the Cuadernos de la Shoá and Proyecto Aprendiz. This activity is in the process of reformulation, given that with the passage of time, we can no longer count on survivors to take part. We will encounter the situation of the children of the survivors like us with our own experience of having grown up with the scars left in our parents and also our grandchildren, now freer from the direct connection with the survivors, with a renewed capacity for questioning, investigation and memory.

In synthesis. During the Battle of Britain, Sir Winston Churchill referred to those who fought, saying that “never have so few done so much for so many.” We are like that squadron of the RAF, a handful of people, with small voices that as the Children of the Shoah, Generations of the Shoah and now from the Museum, grow and become louder, become strong and powerful in their persistence to keep alive the memory of the Shoah, generate consciousness so that the so wished for “Never again” will someday be so.

Traducción:

Para el site Jewish Latin America
Diana Wang nació en Polonia en 1945, hija de sobrevivientes de la Shoá. Llegó a la Argentina en 1947. Psicoterapeuta especializada en terapia de pareja (práctica privada). Escritora y conferencista. Hasta 2018: Desde “Generaciones de la Shoá”: realizó una constante labor en difusión y educación. Charlas, conferencias, seminarios en la Argentina y el exterior, en instituciones de educación formal e informal. Produjeron material educativo sobre las variadas temáticas de la Shoá, publican los Cuadernos de la Shoá y han generado el “Proyecto Aprendiz” para mantener viva la memoria oral de la Shoá. Integran el capítulo argentino de la IHRA (International Holocaust Remembrance Alliance). Desde 2018 miembro del Consejo de Administración del Museo del Holocausto de Buenos Aires . Continúan los proyectos de “Generaciones de la Shoá” en Argentina.

Niños de la Shoá. Contar lo vivido, incluirlo en la cadena del linaje familiar, entenderlo según el contexto específico, volver a mirarse, ubicarse en una nueva perspectiva y aprender de las propias experiencias, es lo que los sobrevivientes de la Shoá y sus descendientes hemos encontrado desde el momento en que comenzamos a reunirnos. Adicionalmente aprendimos los unos de los otros y fuimos reconstruyendo nuestros pasados con nuevas piezas que respondían a oscuros interrogantes y aprendiendo lecciones útiles para el presente y el futuro. 

Nos conocimos y comenzamos a reunirnos en 1997. Nos contamos nuestras historias y descubrimos con sorpresa cómo se parecían y cuántas cosas que creímos nos pasaban solo a nosotros eran compartidas por los demás. 

Empezamos a ser “Niños de la Shoá” porque casi todos habían sido muy chicos en aquel momento. Algunos, como yo misma, aunque nacimos poco después, vimos que nuestras historias también tenían puntos en común. Los nacidos después de 1940 casi no tenían recuerdos y sus memorias debían ser indagadas y reconstruidas. También los que nacimos una vez terminada la Shoá buscábamos en nuestros pasados familiares los eslabones que nos faltaban para reconstruir la cadena con nuestros padres y abuelos. Suelo decir que lo más importante que me pasó en la vida pasó antes de que yo naciera. Lo “más importante” era lo que nos unía y lo que constituía un nido cariñoso en donde encontrar las claves que nos faltaban. Todos tenemos una relación íntima y personal con la Shoá y el compartirla nos regaló una nueva pertenencia, nos sentíamos una familia.


Generaciones de la Shoá. En 2004 emprendimos una gran aventura, el encuentro internacional que llamamos De Cara al Futuro con la asistencia de sobrevivientes, hijos, nietos, parientes, docentes, historiadores y personalidades de la cultura de varios países. Este evento consolidó nuestra asociación que se formalizó y pasó a ser Generaciones de la Shoá en Argentina. 

Generaciones fue una institución muy particular en el contexto de las organizaciones judías locales, porque estaba integrada por muchas mujeres. Los hombres que nos acompañaban se sorprendían de que pudiéramos estar hablando de cuatro cosas al mismo tiempo, no solo sobre lo que había que hacer sino también sobre el estado de salud de cada uno, qué hija está embarazada o qué nieto tuvo un éxito en la escuela o mucha fiebre la noche anterior.

Una institución diferente. Claramente inventamos un modo particular distinto de los modelos usuales de las organizaciones judías locales. No había diferencia entre la comisión directiva que pensaba y decidía y quienes ejecutaban lo decidido. Los que integrábamos la CD estábamos en todas las otras áreas: discutíamos, pensábamos, firmábamos cheques y, cuando hacía falta, tomábamos una escoba y barríamos el piso. Mientras generábamos materiales educativos bajábamos a abrir la puerta, cuando inventábamos proyectos innovadores estábamos también atentos a que no faltara el café ni el té ni el mate ni el edulcorante ni las galletitas. Todos voluntarios, todos llevando adelante una misión muy significativa, estábamos en nuestra casa con nuestra familia. 

Eran reuniones fértiles, con un clima tan amable que daba gusto estar allí. Pero no sólo creábamos y difundíamos materiales pedagógicos, también celebrábamos las fechas de nuestra tradición judía, festejábamos los cumpleaños, nos acompañábamos en las tristezas y nos alegrábamos con las alegrías… constituíamos una impensada nueva red afectiva con vínculos entrañables, tal vez una compensación por lo que a algunos nos había faltado en nuestras infancias. Aprendimos de nuestros padres y sobrevivientes, a transformar la tragedia en motivo de vida. Hacíamos en la institución lo mismo que con nuestras propias historias sostenidos sobre una filosofía que privilegia la vida y le da sentido, contando hasta con alegría quiénes éramos y lo que habíamos aprendido. 

Participamos intensamente en redes sociales y reaccionamos fuertemente ante la utilización de la Shoá para fines ajenos a ella, los lugares comunes y las mentiras. Frases como “nunca más”, “recordar para no repetir”, “para las futuras generaciones”, y tantas otras que escuchamos a diario, nos llevan una y otra vez a explicaciones y desmitificaciones.  Rectificamos permanentemente informaciones falsas. Luchamos contra la banalización cuando se menciona al nazismo, a Hitler o a Goebbels, como un sustantivo común, como un insulto. Salimos al cruce de las declaraciones que toman los hechos a la ligera y superficialmente, que los tergiversa e impide revelar y comprender su contenido y alcance. Protestamos ante la espuria comparación entre la Shoá y la política del Estado de Israel señalando que el hoy llamado antisionismo es el mismo antisemitismo travestido. 

Creamos tres proyectos que nos trascenderán: los Cuadernos de la Shoá y el Proyecto Aprendiz I y II.

1.- Cuadernos de la Shoá. Es una publicación destinada a los docentes que precisan una herramienta pedagógica exhaustiva para enseñar sobre el Holocausto. Cada Cuaderno (hay 8 publicados y el 9 a punto de salir) encara un tema específico, los rescatadores, los niños, las mujeres, las resistencias, la shoá inmersa en la segunda guerra, la deshumanización, las trayectorias, los genocidios del siglo XX. Cada número está estructurado alrededor de 3 ejes: la conceptualización, el diseño y la ilustración gráfica y los testimonios personales que transmiten el aspecto humano involucrado. 

2.- Proyecto Aprendiz I. Surgió para asegurar que cada una de las historias siga siendo contada de manera presencial y oral. Cuando ya no haya sobrevivientes que cuenten lo vivido, ¿cómo llegar a la gente con un similar potencial emotivo que haga que el testimonio sea inolvidable? El testimonio vivo permite la interacción, la pregunta y llega directamente a cada oyente porque es entregado con la emoción de quien lo vivió. La idea es capacitar a adultos jóvenes para contar, el día de mañana, la historia de un sobreviviente particular. Durante tres meses de contacto directo, cada Aprendiz conoce, acompaña y conversa con un sobreviviente. No es solo sobre sus vivencias en la Shoá, también sobre su infancia, su vejez, sus ideales, sus alegrías, sus tristezas. El Aprendiz recibe e incorpora esa historia a su propia vida y se compromete a contarla en las siguientes décadas. Son en la actualidad 150 los Aprendices que tienen ahora esta nueva responsabilidad en sus vidas.

3.- Proyecto Aprendiz II. Creamos una segunda etapa, la capacitación de los Aprendices en la construcción de una charla breve, de hasta 20 minutos, contando la experiencia vivida al lado del sobreviviente y la manera en que fueron atravesados por ella en su propia vida. Cada charla se registra en video que se difunde por las redes sociales. Estas breves charlas tienen un fuerte potencial educativo. En una clase alcanza el tiempo para complementarlo con conceptualizaciones, comentarios, preguntas y actividades pedagógicas que aseguran la comprensión de lo vivido. 

Las charlas de estos adultos jóvenes tienen un poderoso efecto sobre quienes las oyen. La anécdota, la presencia viva, la emoción puesta en acto, son vehículos privilegiados para que la memoria se estimule y no se pierda en el olvido.

Museo del Holocausto de Buenos Aires. En 2018 pasamos a integrar el Museo aunando esfuerzos y voluntariados. Aportamos lo que somos y lo que sabemos, los materiales que producimos y los testimonios a escuelas y universidades. Dialogamos con distintos grupos, aprendemos y enseñamos, integramos el capítulo argentino de la Alianza Internacional para la memoria del Holocausto, acompañamos con capacitaciones, testimonios y con nuestros sobrevivientes al programa Marcha por la Vida.

Participamos de la red LAES y seguimos con los Cuadernos de la Shoá y con el Proyecto Aprendiz. Este último está en proceso de reactualización dado que el paso del tiempo hizo que ya no contemos con sobrevivientes para hacerlo. Entraremos al escenario los hijos de sobrevivientes con nuestras experiencias de haber crecido con las marcas que la Shoá dejó en nuestros padres; también los nietos, ya más libres del vínculo directo con los sobrevivientes, con una renovada capacidad de pregunta, investigación y memoria.

En síntesis. Durante la Batalla de Inglaterra, Sir Winston Churchill se refirió a quienes lucharon diciendo que “nunca tan pocos habían hecho tanto por tantos”. Somos, como aquel escuadrón de la RAF, un puñado de personas, con pequeñas voces que, antes desde Niños de la Shoá, Generaciones de la Shoá y ahora desde el Museo, crecen y se amplifican, se vuelven fuertes y potentes en su persistencia por mantener viva la memoria de la Shoá, generar conciencia para que el tan ansiado “nunca más” alguna vez lo sea.