Presentación del Cuaderno de la Shoá 8

Tapa, contratapa y dibujos interiores del genial Pedro Roth, niño de la Shoá.

Tapa, contratapa y dibujos interiores del genial Pedro Roth, niño de la Shoá.

En el Salón Dorado de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires se presentó el Cuaderno de la Shoá N° 8 “Niños sin infancia: deportados, escondidos, asesinados, salvados”, realizado por un equipo que ahora pertenece al Museo del Holocausto de Buenos Aires, junto a autoridades nacionales y de la Ciudad, sobrevivientes y representantes comunitarios.

Ante más de 300 personas, el Salón Dorado de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires fue el escenario para la presentación del 8vo Cuaderno de la Shoá “Niños sin infancia: deportados, escondidos, asesinados, salvados”, hecho por un equipo interdisciplinario que, tras la integración de Generaciones de la Shoá-Sherit Hapleitá, forma parte del Museo del Holocausto de Buenos Aires.

El primer orador fue el legislador Omar Abboud, presidente de la Comisión de Cultura, uno de los impulsores en la Legislatura de la declaración de Interés para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires del Cuaderno. Luego, en representación del Museo, habló el secretario general Ariel Schapira; Diana Wang y Aída Ender, miembros de la Comisión Directiva del Museo desde la incorporación de Generaciones de la Shoá y responsables de los Cuadernos, contaron la historia del material en representación del equipo realizador. La última oradora fue la sobreviviente Rosa Rotenberg, una “bebé de la Shoá”, según sus propias palabras, nacida en el gueto de Varsovia. Contó su historia de supervivencia, cómo se escondió en el orfanato del Cura Boduena y fue bautizada como Teresa; allí, al finalizar la guerra, y tras una incesante búsqueda, fue encontrada por su padre. Rosa nunca pudo conocer a su madre biológica, que murió en Bergen Belsen según el certificado de defunción emitido por el Hospital Británico. Para terminar el acto, el joven violinista Marcos Lombardi tocó fragmentos de las siguientes canciones: Frère Jacques, Oyfn pripetchik, Kinder yo'rn, Oifn veg shteyt a boim y finalizó con el Himno de los Partisanos.

En representación del Museo del Holocausto de Buenos Aires también estuvo el vicepresidente Guillermo Yanco, los directores Fabiana Mindlin y Jonathan Karszenbaum y el staff profesional.

Por parte de la Ciudad de Buenos Aires estuvieron Pamela Malewicz, subsecretaria de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires la legisladora Carolina Estebarena; Adriana Martinez Bedini y Macarena García, del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes; y Guido Diligenti, del poder Judicial de la Ciudad de Buenos Aires y del Ministerio Público de la Defensa.

También estuvieron presentes la embajadora de Rumania Carmen Podgorean, el embajador de Hungría Csaba Gelényi, el embajador de Egipto Amin Meleika, Yossi Zilberman, agregado de Cultura, Prensa y Difusión de la Embajada de Israel, y Alena Baur de la Embajada de Austria.

Además, se hicieron presentes Eduardo Feller, subdirector del Centro de la Memoria H. Conti; Marcela Tamer Bello, de la Dirección de Asuntos Culturales de la Cancillería aquí Argentina; Andrea Gualde, del Auschwitz Institute for Peace and Reconciliation; Julio Santucho, del Instituto Multimedia de Derechos Humanos; el juez Franco Fiumara; el fiscal Alberto Gentili; Luciana Minassian, de la Cátedra Libre de Holocausto, Genocidios y Lucha contra la Discriminación de la Facultad de Derecho de la UBA; Gregorio Flax, de la Facultad de Derecho de la UBA; la doctora en Filosofía Diana Sperling; los directores del Centro de investigación Cinematográfica Vivian Imar y Marcelo Trotta; Adriana Rodriguez Reina de Córdoba; Marisa Braylan, directora del CES de la DAIA; Marcelo Mann, secretario de relaciones interinstitucionales de la OSA; Daniela Luber y Graciela Komerovsky del Programa de Sobrevivientes de Tzedaká; el director pedagógico de ORT Marcelo Feiguin; la directora de Marcha por la Vida Alejandra Tolcachier; Wanda Holcsman y Daiana Gerschfeld, de la Casa de Ana Frank; Yaacov Rubel del Seminario Rabínico Latinoamericano; Haydee Tag, de Amijai; Regina Muz, del IWO; la directora de FEJA (Federación de Escuelas Judías Argentinas) Roxana Sohn; el director adscrito de Tarbut, José Chelquer; la Coordinadora de Programas y Proyectos del Consejo Central de Educación Judía de la República Argentina (Vaad Hajinuj) Karina Korob y el expresidente de la DAIA, Aldo Donzis.

Junto a su invaluable presencia y acompañamiento, también estuvieron presentes los sobrevivientes y Pedro Roth, niño de la Shoá y autor de los dibujos que componen el Cuaderno.

El equipo realizador de los Cuadernos está compuesto por Aida Jurkiewicz Ender, Diana Wang, José Blumenfeld, Jonatan Epsztejn, Ruth Fleischer, Susana Grinspan, Feigue Machabanski, Viviana Rosenthal, Rosa Rotenberg, Natalia Rus, Angela Waksman, Melisa Berlin, Fernando Ender y Karen Rofchuc.

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El cartógrafo. Comentario


El cartógrafo

Varsovia 1:400.000 de 1939 a la actualidad

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Ya desde que se entra el espacio, la escenografía y la iluminación van sumergiendo al espectador en un tiempo y un lugar otro. No hay escenario, todo sucede cerca, al alcance de la mano y uno se deja llevar por lo que se va desplegando ante sus ojos. Los protagonistas buscan trayectorias perdidas pero para ello deben saber hacerse las preguntas precisas.

Preguntas que van desde el gueto de Varsovia de entonces y las calles de la Varsovia de ahora, generadas por unos seres que buscan afiebradamente y anhelan encontrar el registro, el mapa que les indique por fin dónde, qué, cómo. En Varsovia ayer, en Sarajevo, en Londres, en Varsovia hoy. Y claro, estamos en Buenos Aires…. y en la sala Cunil Cabanellas que está en el subsuelo, el paso del subterráneo nos recuerda cada tanto, con una leve vibración dónde estamos. No fue parte de la puesta, pero lo es y funciona.

El texto de Juan Mayorga le surgió una mañana en la que se perdió por Varsovia. Sus palabras y situaciones encarnadas en la maravillosa puesta de Laura Yusem tienen un alcance de una hondura inconmensurable. Mayorga dice que “sueña con que cada espectador trace, además de un mapa de una Varsovia invisible, otro mapa dentro de sí con su propia ciudad como si nunca antes la hubiera pisado, quizás también un mapa de su propia vida, de su propio cuerpo”. Yusem lo hizo posible y transformó la potencia de lo simbólico en emoción y piel.

La escenografía de Graciela Galán y la iluminación de Jorge Pastorino son deslumbrantes. Los seis actores son seis joyas de transmisión y entrega, con el tono justo, la emoción a flor de piel pero sin desbordar nunca. La sorpresa es que el personaje de Blanca lo interpreta una actriz pequeña, delgadita, muy parecida a la enorme Elena Roger. “¿Será?” me pregunté y sí, es ella, lo dice el programa y allí está, al lado de uno, la increíble Evita, la trágica Edit Piaf, la que es capaz de llenar con su voz y su presencia cualquier escenario, en El Cartógrafo es una española perdida en Varsovia que busca dibujar mapas que le expliquen tantas ausencias.

Caminar por Varsovia hoy es un ejercicio de irrealidad. El gueto fue arrasado, no queda nada. Gran parte de la ciudad que había sido ya no es. Enormes edificios vidriados, shoppings modernos, calles despejadas y señoriales están muy lejos de aquella Varsovia de hacinamiento y muerte. Siempre que la visito me acosan los fantasmas que la sobrevuelan, veo la desmemoria de los varsovianos que no saben, no quieren saber, no pueden saber, no se les facilita saber, y me detengo en esas mismas calles cuyos nombres no han cambiado. Y la analogía es automática porque pasan cosas parecidas con uno mismo y con su propia vida, con sus recuerdos y sus olvidos, con aquellos mapas trazados por la vida por los que caminamos casi siempre sin darnos cuenta y muchas veces sin saber hacernos las preguntas precisas.

La obra admite varias lecturas pero nadie se irá sin llevarse las preguntas de sus propias trayectorias, de sus propios mapas que den cuenta de lo que uno ha perdido u olvidado.


Ser elegido tiene sus "privilegios"

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El pueblo judío es un pueblo privilegiado. En los comienzos de su historia oral dicen los textos que fue designado para ser portador del monoteísmo, ingente tarea en un mundo panteísta y adorador de imágenes. Ese concepto abstracto, no era una persona ni tenía imagen, ni siquiera tenía nombre, era EL-NOMBRE, constituyó el eje alrededor del cual se desarrolló la misión y la cultura del pueblo judío. La extraña idea del Dios único traída por estos pastores nómades fue sostenida durante siglos y siglos hasta que un grupo de judíos crearon su coto propio y la transformaron lo suficiente como para llamarse de otra manera. Lo que sigue es conocido. A la religión del padre le siguió el cristianismo, la religión del hijo, luego el islam, la religión de los cuñados (sunitas, los descendientes de Mahoma y chiitas los de Alí, el yerno de Mahoma). La cristiandad y el islam se lo tomaron a pecho y difundieron, en sermones y exhortaciones y también a capa y espada, la extraña idea del monoteísmo que los esforzados pastores habían sostenido persistentemente aún cuando el contexto de múltiples divinidades e imágenes les había sido tan adverso. Era una carga pero habíamos sido elegidos para eso.

Pasado el Holocausto que nos puso como blanco de la guerra contra los judíos emprendida por el nazismo y exterminó a un tercio, hoy los judíos tenemos el renovado privilegio de estar en el centro de polémicas, acusaciones y protestas. Es encomiable y regocijante que mucha gente en la izquierda progresista y en la derecha fascista se preocupe tanto por los palestinos a los que sus dirigentes no dejan salir del desgarrador status de refugiados perpetuos. Esa preocupación habla muy bien de la Humanidad, de la mirada ética, de lo mejor que tenemos los humanos interesados por el prójimo. Pero en su honda y genuina preocupación simplifican un tanto el cuadro y lo reducen a buenos y malos, perpetradores y víctimas, débiles y poderosos sin considerar los contextos. Es tanta la defensa que hacen del victimizado pueblo palestino que no ven, o ven pero dejan de lado, que es un peón en un juego que lo trasciende, un juego de codicia y poder en el entramado geopolítico que excede en mucho a la dicotomía construida con una narrativa tendenciosa. Ambos pueblos sufren sus consecuencias durante las últimas 7 décadas. Los refugiados palestinos usados como escudos, mantenidos en la transitoriedad, azuzados para odiar por un lado y los residentes israelíes que, además de tener sobre sí la constante amenaza de la destrucción de Israel como estado, viven diariamente el terror de los atentados tanto con cuchillos caseros como con misiles altamente desarrollados. El argumento sobre simplificado señala a Israel como el perpetrador del pueblo palestino y a éste como su víctima propiciatoria. Nada se dice ni se sabe ni se quiere sugerir acerca de los intereses en juego en la dirigencia palestina que medra con el estado de victimización al que somete a su pueblo y que no le interesa modificar. Hay muchos negocios allí. Para mantener el statu quo hace falta que el pueblo palestino se mantenga unificado y acepte a esa dirigencia corrupta. Esa unidad se consigue instalando a un enemigo común, igual que todo estado totalitario y el nazismo, en este caso con una eficaz escuela de odio cuyo objetivo es la destrucción del Estado de Israel.

La política de los gobiernos de Israel puede ser criticada, y de hecho lo es especialmente por sus propios ciudadanos dado que es el único estado democrático en el oriente medio. Pero oponerse a su política ¿justifica su total aniquilación como país?.

Confío en la humanidad de los reclamos y espero que los mismos que se muestran tan preocupados por lo que sucede en aquel distante lugar del mundo, miren también lo que sucede en otras partes y se pronuncien con la misma energía y a viva voz en contra de asesinatos, injusticias y perpetraciones como las de cristianos y kurdos masacrados en Siria, y, por mencionar solo unos pocos sitios más, lo que sucede en Turquía, Zimbabwe, China, Pakistán, Arabia Saudita, Bielorrusia y siguen las firmas. Ésos y tantos más son sitios en los que la población sufre condiciones inauditas pero, aparentemente, ninguno de esos lugares y pueblos les resultan suficientemente atractivos a los bien pensantes anti israelíes como para protestar o no les despierta una irrefrenable ansia liberadora. La acusación a Israel es una obsesión que, en vista de tanto ataque a otros pueblos, resulta difícil de comprender si solo se protesta por ello a menos que se la lea desde el viejo prejuicio anti judío que aún sigue vigente en la cultura occidental.

O sea que seguimos siendo el pueblo elegido. Y ser elegido tiene sus “privilegios”. Nos eligen como blanco quienes arguyen que no deberíamos existir y nuestro triste “privilegio” es ser el único país en el planeta que debe seguir luchando para mantenerse vivo.

Es tan fuerte la judeofobia ancestral que no pueden dejar de mirarnos, vernos y acusarnos de cualquier peste negra que asole la Tierra. Y no resiste el menor análisis eso de que “no soy antisemita, soy antisionista”. Acusar a los judíos vende, asegura atención, centimetraje periodístico y difusión en las redes sociales. Jews are news. Siempre.

Publicado en Infobae.
Publicado en Por Israel

Superman también fue un niño escondido.

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Nació en el planeta Krypton con el nombre de Kal-El. Sus padres, el científico Jor-El y Lara Lor-Van, lo enviaron en una nave espacial a la Tierra poco antes de la destrucción del planeta. El chiquito fue encontrado por Jonathan y Martha Kent, granjeros de Smallville, Kansas; lo adoptaron y educaron con el nombre de Clark Kent. Descubrió sus super poderes pero también que era vulnerable a la krypotnita. Por eso, ya Superman, ocultaba su identidad y vivía como un tímido reportero del Daily Planet de Metropolis. Tuvo tres nombres y dos historias diferentes. Superman, super-héroe, fue un super-viviente que transformó su orfandad, desarraigo e infortunio en fuerza de reivindicación y lucha.

Creado en 1933, el mismo año del ascenso del nazismo, sus creadores, Jerry Siegel y Joe Shuster, no imaginaron que este niño escondido representaría a tantos que debieron hacer lo mismo durante la Shoá. Los padres, igual que Jor-El y Lara Lor-Van en Krypton o Iojevet en el antiguo Egipto, querían salvarlos a toda costa, aún ante la perspectiva de no verlos nunca más.

Superman fue también un niño escondido. Los niños escondidos, son los Superman de nuestro tiempo.

(Idea sugerida por Dany Goldman en la presentación de Niños Escondidos en Bet El)


Ocho preguntas antes del divorcio

Del gran Tute.

Del gran Tute.

Las cosas no están bien. Estás pensando en separarte, en divorciarte, en dejar la convivencia. El sexo ya no es como era antes. Las ganas de verse y estar juntos están cubiertas con la rutina, los lugares comunes, lo previsible. No hay sorpresas. No hay misterios ni enigmas a descubrir. Conocés a tu otro como la palma de tu mano, o eso creés al menos. Tu otro cree lo mismo, tanto que casi dejó de tener sentido preguntarse ¿qué tal? ¿cómo estás? porque cada uno cree que lo sabe sin preguntar. En lugar de saber, adivinan, suponen, atribuyen. Todo eso en el mejor de los casos.

También podría darse que lo que al principio eran desencuentros divertidos se han transformado en batallas campales que terminan en una vorágine violenta y desgastante. Que en lugar de generar cariño se irriten, se molesten, se ofendan. Gritos, desprecios, descalificaciones, agravios. Cualquier cosa, por más nimia que sea, dispara el arsenal habitual y se desata el infierno. No se puede aguantar más. Ya no sabés qué hacer. Inmersos en la desdicha de no sentirse deseados, esperados, acariciados se fueron deslizando hasta una situación de tal agresión que se ha vuelto insoportable. Todo es oscuro, no se ve salida por ningún lado, la separación es el mejor -y sentís que el único- camino.

Y a veces lo es, aunque no es fácil tomar esa decisión. Pero dejemos eso para otra oportunidad. Ahora enfoquémonos en quienes optan por la separación buscando alivio instantáneo ante un estado de situación que tanto duele. Como quien tiene clavado un clavo en el dedo gordo del pie y lo único que quiere es que se lo saquen y se detenga el dolor de una buena vez. Separarse es un alivio. Pero a veces es transitorio porque cada uno sigue llevando el germen de lo que llevó a la desdicha.

Por eso, antes de tomar esta drástica decisión, te invito a que te hagas algunas preguntas y que pienses con serenidad tus respuestas.

  1. Sobre el amor. ¿Qué pasó? Estaban tan enamorados…. tal vez creas que el amor se acabó, como si fuera algo finito que se usa un tiempo y un día se termina, una idea del amor como algo que, mágica o misteriosamente, está o no está, viene de afuera, te sucede involuntariamente, que no depende ni de vos ni de las circunstancias. ¿Seguís añorando aquella pasión arrebatada del comienzo? ¿eso es para vos “el amor”? ¿esperabas que fuera así siempre? Si se ha reconvertido en un vínculo amoroso de compañeros de ruta, ¿eso quiere decir que se terminó el amor?

  2. Sobre la mirada y la queja. ¿A quién mirás? ¿Solo al otro? lo que te hace, lo que te deja de hacer… ¿y levantás el dedo acusador mientras te quejás, demandás, protestás..? ¿y dónde estás vos en esa interacción? ¿expresaste tus necesidades y carencias de un modo que el otro pudo escuchar? ¿las tenés identificadas? ¿sabés qué te hace falta? ¿sabés lo que precisa y espera tu otro?  ¿alguna vez lo hablaron frontal y francamente? ¿Sabés exactamente qué te hace daño en la relación? Si no sabés todo esto, es probable que cambies de pareja y repitas tu penuria porque seguirás esperando lo que no tenés bien claro qué es o lo que el otro no puede darte porque no lo tiene o porque no le es posible.

  3. Sobre el otro. Si sabés qué es lo que necesita, ¿creés que respondiste a esa necesidad o tan solo esperabas que satisficiera la tuya? Cuando decidiste no responder a lo que necesitaba, ¿te guió el resentimiento y la venganza? O jugabas al ¿por qué tengo que empezar yo, por qué no el otro? que es un juego parejicida sin salida. Si esperás que sea el otro y si el otro espera que seas vos, ninguno da el primer paso y ambos se derrumban. ¿Importa tanto quién empieza? ¿Es acaso el empezar un indicio de rendición? Si fuera así, ¿son enemigos? ¿cuál es la guerra?

  4. Sobre las expectativas. La cultura hace que se espere demasiado, que uno se crea el cuento de las perdices. ¿Cuáles eran/son tus expectativas de la convivencia? ¿esperabas la felicidad rotunda, definitiva y eterna? ¿creés que son expectativas realistas? ¿cuál es tu modelo de pareja? ¿conocés a alguien que lo ejercite?

  5. Sobre el sesgo emocional. Uno ve lo que sus emociones le permiten ver y cuando son fuertes lo son tanto que no se advierte que uno está siendo sujeto de ellas. Es trágico porque uno no ve que no ve. Cuando no te sentís feliz dejás de ver lo que está bien, lo que se fue construyendo y funciona y solo tenés encima la nube negra de lo que está mal y todo es negro y oscuro. La pregunta sería ¿Ves lo que hay o ves lo que te dictan tus frustraciones? ¿Podés ver lo que está bien entre ustedes (familia, hijos, ideología, formas de ver el mundo, moral, etc), lo que fueron construyendo y tejiendo juntos? Si hacés el esfuerzo de enfocarte también en eso tendrás una posibilidad más realista de tomar una decisión sensata.

  6. Sobre el futuro. A la hora de esperar alivio no suele considerase todo lo que se perdería… ¿tenés claro cómo seguiría tu vida respecto a hijos, manejo del dinero y recursos, vida cotidiana -limpieza, alimentos, ropa, trámites-, familia, amigos, trabajo? ¿estás dispuesto/a a ocuparte de todas las cosas de las que se ocupa el otro? ¿cómo tenés pensado manejarlo con tus hijos?

  7. Sobre la soledad. La soledad puede ser un alivio pero también puede volverse un peso insoportable que te lleve a buscar rápidamente otra pareja y repetir la desdicha, ¿te ves viviendo en soledad o correrás a buscar a alguien que la compense? Y si llevás tu vulnerabilidad y fragilidad encima, si tus expectativas sobre el amor y la convivencia siguen igual de irreales ¿cómo saber si un nuevo otro será mejor que el otro que dejaste?

  8. Sobre la felicidad. Una vez superado el alivio de la presencia de tu otro ¿seguro te vas a sentir feliz? ¿seguro que tu infelicidad era una consecuencia de estar con un otro equivocado? ¿no será que tiene que ver con logros propios no alcanzados, con pasiones no desarrolladas, con sentidos en la vida que no pudiste encontrar?

Yo sé que cada una de las preguntas abren archivos en los que no es fácil meterse. No lo hagas en soledad o solo introspectivamente. Si no tenés con quien hablar y revisar cada uno de estos puntos, está bueno hacerlo por escrito. Muchas veces, escribir sobre emociones, estados de ánimo y dudas se transforma en una eficaz manera de ponerlos afuera; permite una especie de diálogo con uno mismo y abre la revisión y reflexión sobre cosas en las que uno no suele detenerse, especialmente si está cubierto por la desdicha, la queja y el reclamo.

Antes de separarte, tomate el trabajo de ver todo esto.

Si lo podés hacer junto con tu pareja, ¡chapeau! por ambos.

Tal vez decidan que separarse es lo mejor.

Tal vez descubran que hay cosas que no entendieron, que no intentaron, que esperaban de manera irrealista y puedan mirarse con nuevos ojos, más aceptadores y realistas y elegirse nuevamente.



Presentaciones Niños Escondidos Reedición

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El diálogo entre Diana Sperling y Diana Wang en la presentación de Bet El:

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Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

Aida Ender, DW y Soledad Bentolila

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Soledad Bentolila, DW, Aida Ender, Luis Klinger y Sofía Romano

Soledad Bentolila, DW, Aida Ender, Luis Klinger y Sofía Romano

Del auto-odio al disimulo, una consecuencia del antisemitismo

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La Shoá ha sido un laboratorio en el que la Humanidad se encontró con su peor cara. Las investigaciones y los documentos a los que tenemos acceso siguen siendo una fuente riquísima de lecciones con gran potencial para la construcción de una convivencia social compatible con la armonía y la paz. Quedan abiertos dilemas como los que tuvieron que enfrentar los judíos tantas veces. Sobrevivir era sinónimo de “sálvese quien pueda”, sujetos de la suerte o la mala suerte. Pero sigo sin entender qué guió a Jonas Wolk para hacer lo que hizo.

Der Stürmer, -el artillero, el atacante- fue un pasquín nazi cuya finalidad esencial era la instalación, difusión y potenciación del odio a los judíos. Este tabloide semanal, publicado entre 1923 y 1945, tuvo una tirada de 20.000 ejemplares en 1933 con la conquista del poder total del nazismo y llegó a alcanzar los 600.000 en 1940.

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Su director, Julius Streicher, rabioso antisemita, lo transformó en una herramienta esencial para la propagación del antisemitismo y la naturalización de la imagen del judío como pestilente y exterminable. Su identidad gráfica era las caricaturas que dibujaban a los judíos como repugnantes, aprovechadores, violadores, asesinos, ladrones y explotadores. Difundió el “libelo de sangre”, la vieja acusación medieval de que los judíos secuestraban niños cristianos para desangrarlos y elaborar con esa sangre su “diabólica” matzá y sostener sus ritos secretos. Sazonaba sus diatribas con otras contra católicos, comunistas y capitalistas condimentadas con materiales pornográficos y obscenos. Sigue siendo un ejemplo supremo de prensa amarilla y manipuladora que se alimenta con engaños con bajezas e iniquidades.

Las portadas traían una caricatura como la que se ve en la imagen y al pié el lema Die Juden sind unser Unglück! -¡Los judíos son nuestra desgracia!-.​

Der Stürmer empleaba cien personas entre escritores, dibujantes, personal técnico y administrativo. Uno de ellos, Jonas Wolk, era judío. Con el seudónimo de Fritz Brand escribió muchos de los espeluznantes textos antisemitas.

Me supera. Por más que le doy mil y una vueltas y me respondo con diferentes teorías, no consigo comprenderlo.

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Pero el auto-odio militante es el final de una parábola que transita por otras estaciones. El miedo, la vergüenza, el ocultamiento. Distintos grados en los que la condición judía se manifiesta como un problema para los judíos que vivimos en contextos con cierto nivel de antisemitismo. En principio todos los que residimos en países dominados por la ideología cristiana que ha propagado durante siglos acusaciones judeófobas estamos expuestos a la sospecha y debemos convivir con ello.

Hay judíos que optaron por la conversión lisa y llana con el objetivo de quitarse de encima el peso de la discriminación. Conversión que incluye, claro está, el ocultamiento del antepasado judío en cuestión; queda como abominable secreto, pero queda y a veces sale a la luz. Son varios los sobrevivientes del Holocausto, por ejemplo, que al cambiar de país, han elegido una nueva identidad y linaje, otro apellido y otra historia, con la esperanza y la promesa de un futuro mejor.

Conozco una sobreviviente venida de Lituania que ha querido borrar toda traza de su identidad judía para integrarse mejor en la sociedad argentina y eligió un apellido que le sonó a muy argentino, Del Campo, sin advertir la oculta referencia. Pasadas unas décadas e interactuando con la sociedad más granada, decidió revisar aquel propósito y ahora, cuando le preguntan de qué Del Campo es, si de los Del Campo de Balcarce o si de los del Campo de Mercedes responde que es “de los Del Campo de Concentración”.

Revelarse ¿rebelarse? como judío entraña el riesgo de cierta pena social, de ser mirado de otra manera, con cierta prevención, con cierto cuidado. Nuestro interlocutor se pone en guardia para no decir alguna inconveniencia que pudiera ofender; es tal la naturalización del prejuicio anti judío que sabe que algo podría escapársele sin que sea o se reconozca antisemita.

Los judíos solemos imaginar que no serlo podría ser liberador tal vez porque no sería necesario cuidarse ni demostrar particular probidad y moral. Los judíos que vivimos en una cultura cristiana hemos incorporado también el prejuicio antijudío como el resto de la sociedad. Y está tan enraizado que uno lo vive a veces sin darse cuenta. Dado que mi apellido no suena judío ni tampoco mi aspecto, muchas veces me han dicho “¡ah! ¿sos judía?.... no parecés”.

Me sigue avergonzado haber creído que era un elogio.





Violetas de marzo (otra lección del nazismo)

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Cuando está terminando el invierno en Europa comienzan a crecer las violetas. Es el anuncio del comienzo de la primavera y el final del frío.

Pero en la Alemania nazi, las violetas de marzo tenían otro significado. Era el nombre despectivo con el que los nazis llamaban a los que se iban uniendo al Partido a último momento, cuando ya no había más remedio, no por convicción sino por conveniencia. No eran “verdaderos” nazis, esos comprometidos hasta el tuétano con el Führer sino unos advenedizos que lo hacían solo por oportunismo. Gente de cuidado. Traidores en potencia. Veletas que hoy estaban y mañana, con otros vientos, cruzaban a la vereda de enfrente.

Las "violetas de marzo" son ejemplares que crecen en las tiranías, los totalitarismos y los populismos. Para mantener sus bienes y fuente de ingresos, por el temor de perder el trabajo, ser detenido, deportado, encerrado y asesinado muchos se afilian al Partido Totalitario con la esperanza de garantizar la continuidad de la vida.

Pero las “violetas de marzo” deben hacerlo de modo que su afiliación parezca verdadera. Los judíos que temían por su vida ante la Santa Inquisición cuando abrazaban el catolicismo elegían llamarse Sacerdote, Santamaría, Abad, Iglesias, Cruz y no se perdían una misa. Eran más papistas que el papa para aventar cualquier posible sospecha.

Como los pobres judíos llamados burlonamente “marranos”, las “violetas de marzo”, son esos seguidores tardíos forzados a exagerar su fe para que nadie desconfíe.

Las “violetas de marzo” se juntan en ramilletes y se lucen en los más lindos jarrones como si siempre hubieran estado allí. Enhiestas y atentas, el ojo avisor, el oído atento, no sea que alguien se de cuenta de que están aferradas con uñas y dientes a los bordes para no caerse porque no venían en ese florero.