Shoa

Oratoria de Hitler

Puede verse las dotes de oratoria que hicieron de este líder despótico y genocida ese personaje arrollador que atraía e hipnotizaba a las masas. Atención a su postura, sus gestos pero, fundamentalmente, al uso de los increscendos en su voz y al de los silencios, en especial, al del comienzo en el que espera a estar seguro de concitar sobre sí todas las miradas y todas la atención. Excelente para usos pedagógicos en los que se estudie la construcción de genocidios y las características de los líderes genocidas.

DIANA WANG: LA VOZ DE LA MEMORIA. Entrevista en FB

Hay conversaciones que son imprescindibles.

por Gabriela Fernández Rosman

wordcloud entrev gabriela.jpg

Anochece en Buenos Aires un día templado o más bien cálido. La cronista espera que la licenciada Diana Wang finalice su consulta. Oriunda de Polonia, nacionalizada en la Argentina, tiene una actividad intensa y variada. Ella es psicoterapeuta, es escritora y da conferencias. Se define a sí misma como especialista en vínculos y emprendedora de memoria.

Una mujer de estatura pequeña y cordialidad grande, vestido negro y entallado, y collar, me invita a entrar con sonrisa de por medio a un ambiente austero, sobrio, pero con cierto aire juvenil. Estantes con muchos libros, alguno que otro adorno y un cuadro sobre paredes blancas.

Cafecito de por medio comenzó la entrevista; sabíamos que el foco no era un tema fácil pero le solté la primera pregunta como si fuera una carta a su pasado.

-¿A qué edad supo que significaba la palabra HOLOCAUSTO?

-La palabra Holocausto es tardía. En mi infancia mis padres lo llamaban "LA GUERRA" así, con mayúsculas, sonaba con mayúsculas. No era "la guerra" dicha al pasar en medio de una oración sino "LA GUERRA" con mirada misteriosa y tono sombrío. La palabra es de origen griego y su etimología refiere a "todo quemado" obviamente relativo al proceso al que recurrieron los alemanes de quemar a los judíos gaseados en los hornos crematorios. La serie "Holocausto" emitida en 1979 instaló y difundió la palabra.

-Podría resumir en pocas palabras qué fue el HOLOCAUSTO.

-La Shoá denomina al plan sistemático del exterminio del pueblo judío de la faz de la Tierra. El plan fue puesto en acción primero en Alemania y luego se extendió a los países europeos ocupados por Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Aunque hubo otras minorías designadas a ser exterminadas (gitanos, discapacitados físicos y mentales, homosexuales, opositores políticos), solo el pueblo judío lo fue en su totalidad sin importar en qué lugar estuvieran. La "teoría racial", una superchería científica, era el sustento del plan que era parte de un Plan Maestro en el que la "raza aria" tendría la supremacía sobre todas las demás. Si Alemania no hubiera sido derrotada le habrían seguido todos los colectivos étnicos que no consideraban "arios" (eslavos, latinos, orientales, negros, etc).

- ¿Por qué la colectividad judía dice SHOA en vez de HOLOCAUSTO?

-Holocausto es el nombre de un ritual en el que un grupo humano ofrece a un animal en sacrificio a los dioses para ser perdonado por algún pecado cometido. De este modo, si ése fuera el nombre, hay dos elementos inconsistentes con los hechos: los judíos no fuimos voluntariamente al sacrificio y tampoco sucedió por algo que hubiéramos hecho. Los judíos fuimos arreados en contra de nuestra voluntad a la muerte por el mero hecho de haber nacido judíos, no fue por nada que hubiéramos hecho aunque los alemanes se ocuparon de generar narrativas herederas del antisemitismo histórico en las que se nos acusaba de haber provocado la Primera Guerra Mundial y la derrota de Alemania, de ser artífices del comunismo y del capitalismo, de la inflación, de la desocupación y de todo lo malo que sucedía.

La palabra Shoá, por el contrario, es una palabra en hebreo que denomina a la desolación, al arrasamiento, a la destrucción. Sigue siendo para mi gusto una palabra que no termina de nombrar lo que pasó, porque en hebreo refiere a fenómenos naturales, inundaciones, irrupciones de volcanes, terremotos, mientras que lo que sucedió acá fue decidido por el ser humano.

- En su casa ¿sus padres hablaban del tema?

-Muy poco pero el tema campeaba sobre nuestra vida. Nuestra "familia" eran los otros sobrevivientes amigos de mis padres y cuando estaban entre ellos era inevitable que comentaran lo vivido, y yo lo escuchaba, eran como sobre entendidos, nadie me explicó de qué hablaban pero yo entendía y no preguntaba. El tema no existía públicamente, no se hablaba en la escuela. Yo era la polaquita que había aprendido castellano cuando llegué pero nunca fui relacionada con la guerra en Europa.

- ¿Qué diferencias notaba entre su familia y la de los otros niños?

-Viví en un barrio con inmigrantes españoles e italianos, veía las diferentes comidas, los diferentes idiomas, las diferentes costumbres, el tema de la Shoá nunca estuvo presente en aquellos años de infancia. Aprendí a cantar morrinhas en casa de los gallegos -gallegos de verdad- que vivían enfrente, a comer esas ricas pastas con pomodoro en lo de los genoveses de al lado y a jugar a la rayuela saltando número por número igual que los otros chicos, todos queriendo ir de la tierra al cielo, con las mismas ganas, las mismas ilusiones, las mismas esperanzas.

- ¿Cuántos familiares suyos fueron asesinados durante el Holocausto?

-El que más dolía, el que más sigue doliendo, es la desaparición de Zenus, el hermano mayor que nunca conocí. Mis padres, como hicieron tantos otros, lo entregaron a una familia cristiana para asegurar su supervivencia cuando la de ellos era casi imposible. Milagrosamente sobrevivieron y cuando lo fueron a buscar les dijeron que había muerto pero que "no recordaban dónde lo habían enterrado". Nunca supimos si siguió vivo. Si lo estuviera hoy tendría 82 años y tal vez tuvo hijos que son sobrinos que nunca conocí. Sigue doliendo como duelen los desaparecidos a sus familias, esas muertes que no terminan de estar confirmadas que transforman a los que no pudimos enterrar en presencias fantasmales, siempre pueden aparecer.

- Usted es psicóloga pero dedica gran parte de su tiempo a dar charlas sobre el tema HOLOCAUSTO, ¿qué la motiva a hacer esa tarea?

-Al principio fue la sorpresiva noción de que ser hija de sobrevivientes era otra categoría de mi identidad, una que no había considerado. Luego fue la secreta esperanza de encontrar a aquel hermano desaparecido, de saber qué había pasado con él, lo que me hizo estudiar, aprender, adentrarme en los laberintos misteriosos de aquel horror, viajar, buscar. Ahora, cuando ya acepté que nunca sabré qué le pasó, lo que me estimula es que conocer y entender lo que pasó es una potente lección que tenemos la obligación de transmitir. La Shoá, es decir, el plan de exterminar a todo un pueblo, esté donde esté, sin causas concretas, tan solo por el hecho de haber nacido en este caso judío, es un hecho sin precedentes en la historia de la Humanidad. Los genocidios tienen causas económicas, políticas, geográficas o religiosas. En este caso no fue ninguna de esas sino la supuesta "teoría racial" que es una falsedad científica, no existen razas entre los humanos, somos la raza humana, sin sub-razas, nuestras diferencias son morfológicas, exteriores y superficiales. Y si esto que no tuvo precedentes en la historia sucedió, es un precedente y puede volver a pasar. Por eso es tan importante seguir transmitiendo el proceso que nos puede llevar, alguna otra vez, a que se repita y seguir intentado su prevención. No nos está funcionando bien porque hechos similares han seguido sucediendo una y otra vez, no igual, pero con la misma cuota de horror, crueldad e injusticia (en Guatemala, en el genocidio de la etnia ixil, se inventó el "feticidio"), y siempre en contextos de gobiernos despóticos.

- ¿Cree que hay una conciencia verdadera de lo que significó el HOLOCAUSTO en la historia de la humanidad?

-En algunas personas sí, pero creo que pocas. La mayor parte asocia Holocausto con seis millones, Auschwitz y hornos crematorios, algo que pasó lejos, hace mucho y con judíos, o sea, otros. La comprensión de que sus lecciones afectan a nuestra realidad cotidiana, a que conocerlas nos puede permitir ver los brotes antes de que se hagan incontrolables, todavía sigue estando lejos. La Shoá, si bien tuvo al pueblo judío como destinatario central, es un fenómeno que nos habla de lo humano, del poder, de la codicia y la manipulación de gobiernos que necesitan aglutinar a su gente alrededor de un enemigo común, inventado, construido y difundido con insistentes campañas de propaganda para modelar las opiniones y, como en la Alemania hitleriana, conseguir que su gente vaya a la guerra y se haga matar. El pueblo alemán fue víctima del nazismo que llevó a la muerte a millones de sus ciudadanos sometidos y engañados por quien creían un líder salvador. Es una lección que el mundo todavía espera aprender. Muchos siguen esperando líderes salvadores.

-Usted publicó varios libros de su autoría. ¿Puede hablar de los niños escondidos del Holocausto a Buenos Aires?

-"Los niños escondidos. Del Holocausto a Buenos Aires" se centra en la salvación de los niños judíos durante el Holocausto. Es una gesta poco conocida encarada con determinación y valentía por los padres que hicieron lo posible y lo imposible por asegurar la supervivencia de sus chicos. Con el testimonio de 30 sobrevivientes que fueron niños, seguí paso a paso el proceso de su salvación. Mis padres eran adultos durante el Holocausto, para mí lo vivido por los niños era un tema que desconocía y que me resultaba vital porque se ligaba con lo que podía haber vivido ese hermano que nunca conocí y que nunca fue recuperado. Los niños de mi libro tuvieron más suerte, incluso alguno pudieron reencontrarse con alguno de sus progenitores o con algún familiar y recuperar su identidad por completo. Otros han quedado fluctuando entre dos identidades, dos historias, entretejidas, combinadas, dialogando en su interior y haciéndose preguntas que a veces no tuvieron respuestas. Cada historia revelaba un aspecto diferente según las edades, según su experiencia de rescate y cuidado, el contexto rural o urbano, el momento y el país. Todos fueron niños escondidos. Escondidos físicamente, ocultos en graneros o altillos, en orfanatos o conventos y escondidos en su identidad, con otros nombres, otras historias, otras familias. Algunos pudieron recuperar alguna fotografía o retazos de historia y otros vivieron con sus memorias fragmentadas, sin fotografías ni documentos. En todos la misma fuerza vital, la misma emoción pensando en las duras decisiones de sus padres, en los momentos de tristeza y desazón, en las memorias evanescentes y a veces borrosas. Hoy adultos y mayores, disfrutaban del milagro de haber construido familias, hijos y nietos, proyectos y realizaciones, vidas provechosas y satisfactorias, todas evidencias de un milagro que parecía imposible. Ante la pregunta de si anidaban deseos de venganza por la crueldad de lo vivido, la respuesta era unánime: mi reivindicación está en la familia, en que la cadena pudo ser reconstruida porque si queda una semillita de vida, la vida es más fuerte que la muerte.

- ¿Piensa que debería hablarse del tema en las escuelas oficiales?

-Sin ninguna duda. Pero no alcanza con contar lo que pasó y hacerlo dos horas una vez por año. Si lo que pasó no se enmarca en un contexto significativo que implique al presente y el aquí y ahora, entra por una oreja y sale por la otra, es como hablar de Atila y los Hunos. La Shoá debe ser tomada para estimular la formación de ciudadanos responsables que comprendan por qué vivir en un estado democrático nos previene de algo así. Hay temas que rodean a la Shoá que se pueden aplicar de un modo directo y concreto a las vidas de los chicos en las escuelas: como el bullying, seguir a la manada, no advertir los propios prejuicios, no saber deconstruir los mensajes de la publicidad y la propaganda, naturalizar la corrupción y los engaños, no desarrollar el juicio crítico, aprender a debatir y escuchar opiniones diferentes y tantas cosas más. Todo esto puede ser tomado del estudio de la Shoá y debiera atravesar toda la formación, desde el jardín de infantes hasta el post doctorado.

--https://www.youtube.com/watch?v=OeNvaToNv_k

- ¿Cómo se le puede explicar a un niño la SHOA?

-A cada persona hay que hablarle en el código que puede comprender. Se puede hablar con los niños de éste y de todos los temas pero hay que hacerlo respetando lo que su edad les habilita. Lo que no hay que hacer, ni con los niños ni con los adolescentes ni con los adultos, es regodearse con el horror, "arrojarles cadáveres sangrantes" según decía Jack Fuchs, un querido sobreviviente que ya no está con nosotros. La crueldad estimula el morbo y parece tener un fuerte impacto y por ello suele ser usada como herramienta para conmover. Pero ese impacto tiene el efecto contrario el obturar la capacidad de pensar y entender y lo que queda es un regusto desagradable que regurgita, asquea y repele. Contar alguna historia personal con la que los chicos se puedan identificar, de alguien que sobrevivió y que incluya la participación de un rescatador, son elementos que permiten hablar sobre la Shoá sin espantar ni asustar y dejar la enseñanza de que hay gente que hace cosas malas y hay otra gente que hace cosas buenas, aún a riesgo de su vida. Y eso se puede ejemplificar con algo que pase en la clase o en el grupo o en el barrio y transformarlo en comprensible, operativo y con sentido.

publicado en Facebook el 20 de octubre de 2021

Rab. Reuben Nisenbom - prédica Kipur

Captura de Pantalla 2021-09-24 a la(s) 14.56.35.png

El rabino Nisenbom me hizo llegar esta prédica que preparó para Iom Kipur de hace dos años al que no pudo asistir por un inconveniente de salud. Luego vino la pandemia y ya no pudo estar presente en Mishkan, la sinagoga de su congregación. Me llamó este Kipur que acaba de pasar diciendo que quería que yo conociera ese texto que hizo pensando en mí. Me lo envió en su propia voz.

Un regalo de Daniela Mansur

Daniela Mansur es una artista mexicana que hace unos años viajó a Marcha por la Vida y el tema de la Shoá se adueñó de ella. Pinta acerca de sobrevivientes como manera de mantener viva su memoria. Conoció la historia de Mesio y Cesia, papá y mamá, y las plasmó en dos cuadros que se unen como un todo. Los acabo de recibir. Estoy muy conmovida.

Me había escrito hace unos meses: “Ya está lista la obra en honor a tus padres, la mande con Javier Ostrovsky, él me va a ayudar a llevarlas a Argentina, también te mande el diario de arte responsivo que hice en el trayecto de la Marcha de la Vida 2018.

Te quería platicar que todo este proyecto viene de la necesidad de contar y transmitir las historias particulares para las siguientes generaciones, he visto tus conferencias y entrevistas que me encantan por cierto, me interesa mucho el programa de Aprendiz y ver cómo podemos hacerlo también en México ya que actualmente estoy iniciando un proyecto de educación en las escuelas para que los jóvenes de bachillerato se interesen por el tema y conozcan más sobre la historia del pueblo judío. Ya que es importantísimo hacer lo que sea necesario para seguir pasando la antorcha a las siguientes generaciones y en un mundo como el de hoy donde la información está al alcance de todos, en la palma de nuestra mano es necesario usar esa tecnología a nuestro favor para lograr algo más grande. Aparte que la responsabilidad es doble porque mi generación es la última que tendrá sobrevivientes y queda en nosotros seguir contando la historia.

Te mando el plan para estudiantes a ver que te parece, pido apoyo ya que el fin que queremos lograr con esto de la educación y la Shoah es el mismo.

Bueno espero que estes bien y que estemos en contacto.

Saludos”

Cesia Baumoehl, mi mamá

Cesia Baumoehl, mi mamá

Mesio Wang, mi papá

Mesio Wang, mi papá

Los dos cuadros juntos

Los dos cuadros juntos

La culpa de todo la tienen las bicicletas

Captura de Pantalla 2021-07-31 a la(s) 19.36.45.png

Se dio a conocer un estudio publicado en el mes de junio por el Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos, LEDA, de la Universidad de San Martín, dirigido por Ezequiel Ipar. Su título es “El antisemitismo en Argentina: tramas e interrogantes”.

La imagen que caratula el informe es una vieja caricatura antisemita. Se ve a un hombre con enormes orejas, labios carnosos, nariz grande y ganchuda, mirada burlona y codiciosa, que tiene en sus manos hilos que van a dos títeres, a la izquierda, claro, un militar soviético con una bomba en la mano y a la derecha, claro también, un hombre con los atributos de la masonería. La encuesta telefónica en la que se basa el informe solicitaba “el grado de acuerdo con la frase: Detrás de la pandemia del Coronavirus hay figuras como Soros y laboratorios de empresarios judíos que buscan beneficiarse económicamente”.

Los resultados, luego de solo 3100 personas encuestadas, han tenido una amplia difusión en los medios, tanto los “hegemónicos opositores” como los “afines al gobierno”. El número es impactante puesto que señala que el 37% de los encuestados se manifestó de acuerdo con la frase, uno de casi cuatro argentinos, según podría inferirse, dice creer que detrás de la pandemia hay judíos, como Soros, que se beneficiaron económicamente. ¡Casi la mitad!

Semejante número, tan desproporcionado, me hizo sospechar y preguntarme acerca de la validez de la encuesta. Todo encuestador sabe que se pueden dirigir las respuestas según el modo en que se hagan las preguntas, las palabras que se usen y los sesgos que estimulen, especialmente las encuestas de opinión. Conforme se pregunte se puede probar una cosa o todo lo contrario como bien sabemos al escuchar las encuestas políticas que conocemos a diario.

Hay que distinguir dos aspectos: la ideología detrás de la encuesta y la encuesta misma.

Veamos la ideología.

¿Por qué las comillas? Ya en el comienzo del informe aparecen unas inocentes comillas que atrajeron mi atención. Dice: “El antisemitismo resulta desde siempre un asunto espinoso en la Argentina, “hogar” de una de las diez comunidades judías más grandes del mundo”. ¿Por qué las comillas?, ¿no reconocen los autores del estudio que la Argentina es nuestro hogar? ¿Es una alusión a la histórica acusación antisemita de doble lealtad, a que no somos suficientemente argentinos, a que estamos acá pero no somos de acá?

¿Por qué aclarar? Luego define antisemitismo y aclara su disenso con la definición universalmente aceptada de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto, IHRA por su sigla en ingles, en la que el antisionismo es considerado la nueva expresión del antisemitismo. La necesidad de plantear el disenso en un trabajo que no tiene relación con el estado de Israel resulta sospechosa.

¿Por qué la conexión? También me pregunto por qué y cómo se les ocurrió la idea de ligar la pandemia al antisemitismo. Es cierto que hubo quien esbozó algún tipo de relación en la Argentina, nunca falta algún delirante, pero el mito mayor es el compromiso de laboratorios chinos en el desarrollo del virus. Las comunidades asiáticas fueron atacadas por ello en diferentes países. ¿Qué interés podrían tener quienes diseñaron la encuesta en dirigir la atención a los judíos en la Argentina? Y bien sabemos que "jews are news", basta que se mencione la palabra judío para que se le preste atención inmediata, tenemos esa “suerte” de protagonismo. Instalar como conversación en los medios que 4 de cada 10 personas creen que los judíos tenemos que ver con la pandemia es, además de una propuesta falaz y sesgada, una bien pensada maniobra distractiva.

La pregunta misma es tendenciosa pues dirige la respuesta, pecado que la invalida como bien lo sabe cualquier encuestador: “¿Cual es su grado de acuerdo con la frase: Detrás de la pandemia del Coronavirus hay figuras como Soros y laboratorios de empresarios judíos que buscan beneficiarse económicamente?”

Acuerdo. Si se pregunta por el “grado de acuerdo” se implica que habrá algún acuerdo. Es como cuando mi mamá servía un plato y preguntaba “¿cómo te gustó?”, no había manera de decir que a uno no le gustaba porque la pregunta misma incluía que nos iba a gustar, poco o mucho, pero que nos iba a gustar. Si la pregunta fuera abierta, por ejemplo,” ¿qué opinás sobre…?” no se está invitando a acordar desde el planteo mismo.

Dinero. Decir que “los judíos buscan beneficiarse económicamente” dispara automáticamente el acendrado prejuicio acerca de la supuesta y natural codicia judía y de nuestro enfermizo interés por el dinero que nos convierte en emblema de la explotación y el aprovechamiento. La sola formulación del beneficio económico abre ese archivo dicho y regurgitado durante siglos, acentuado por propagandas y campañas, repetido una y otra vez en bromas, chistes y comentarios. Y ya sabemos, como dijo el maléfico genio de Goebbels, lo que se repite muchas veces y en diferentes contextos, se incorpora como hecho cierto. Muchos, a menudo sin darse cuenta, tienen ese archivo instalado y la sola mención en la pregunta acerca de los judíos beneficiándose económicamente salta como un resorte automático.

Soros. De entre los otros datos que aporta surge que el grupo etario que más aprueba la frase son jóvenes de entre 16 y 40 años con el 32%. ¿Sabrán quién es Soros o solo escucharon la palabra judío y con eso basta? Las palabras “empresarios judíos” evoca la idea antisemita de la sinarquía internacional, sólidamente instalada. No hace falta, además, saber de quién se trata, si lo pregunta alguien desde alguna Universidad, “debe ser alguien importante”. Como en el cuento del emperador desnudo, no siempre es fácil decir “no sé quién es”.

En la misma semana se sumó el triste y banal episodio de Showmatch con la imagen de Ana Frank ilustrando la frase “yo no soy una mujer que no sale de su casa”. No daría para mucho, pero levantó una importante ola de reacciones acusando al programa y a su conductor de antisemita y banalizador del Holocausto. No veo el programa y hasta donde sé, no pretende más que ser un entretenimiento superficial, ligero y chabacano. Eso no lo libera de la responsabilidad que tiene como cualquier medio masivo en lo que dice y en lo que muestra. Ciertamente Ana Frank en ese contexto estaba totalmente fuera de lugar y es comprensible la molestia de algunos. También yo la sentí. Pero, así como el estudio emprendido por LEDA, también este episodio revela que mencionar a los judíos asegura centimetraje en los medios.

Tanto para los judíos, siempre alertas ante la más mínima sospecha, como para los demás a quienes la palabra “judío” les despierta una atracción irrefrenable. Aunque es sabido, conviene recordar que es una consecuencia de siglos de judeofobia, potenciados con la “teoría racial” que nació en el S XIX con su terrible consecuencia, el antisemitismo, la idea de que los judíos somos diferentes biológicamente, somos otra “raza”. No se trata de qué pensamos o que tengamos creencias religiosas diferentes en cuyo caso podría ser modificado con una conversión o una "apropiada reeducación". La “teoría racial” dice que la diferencia es genética, ergo, no es modificable y que, como bien-mal lo concretó el nazismo, la única forma de resolver la "cuestión judía" es con el exterminio.

La Iglesia durante siglos con el apoyo de reyes y señores feudales, políticos e intelectuales, han difundido de manera sistemática y aviesa esa teoría que integra la cultura occidental muchas veces de manera invisible y silenciosa, pero siempre a mano para distraer a la gente de otras cosas. Lo hizo la Rusia zarista cuando inventó los “Protocolos de los Sabios de Sión” y luego el nazismo para encolumnar al pueblo alemán hacia una guerra criminal y suicida.

Jews are news. Hablar de judíos, hablar mal de judíos, mostrar que generan sospecha, desconfianza, resentimiento, da rédito sigue siendo útil, asegura centimetraje y sigue siendo usado.

Lamentablemente.

Seguimos teniendo mucho por hacer.

No nos desanimemos (me lo digo a mí misma).

Me hace acordar al chiste:

Uno dice: -Los judíos y las bicicletas tienen toda la culpa de lo que pasa.

El otro pregunta: -¿por qué los judíos?

El primero responde: -¿por qué las bicicletas?

(Agradezco a Aida Ender por la corrección editorial)

Publicada en Revista Gallo.

Elegir cuidarnos

jack-fuchs-1924-2017-escritor___pLX9gas--_1256x620__1.jpg

Ante el embate de la pandemia, mientras esperamos las ansiadas vacunas, lo único que podemos hacer, si elegimos vivir, es cuidarnos. Eso está en nuestras manos, es nuestra decisión. Lo aprendí de Jack Fuchs Z’L, sobreviviente del Holocausto y maestro de vida.  Derramaba enseñanzas y reflexiones inolvidables pero no le gustaba contar lo que había pasado cuando era sujeto de otros. Tomó la férrea decisión de sostener y dominar las riendas de su vida. Peleaba con uñas y dientes para rescatarse de su pasada impotencia. Protagonista de su presente, dueño de sus decisiones y palabras, no se escudaba en su condición de víctima para darle sentido a su vida, prefería abrir preguntas existenciales que apuntaban a lo más hondo y esencial de lo humano.

Contaba que un día un coche rozó el suyo en medio de una avenida. Se bajó furioso con el puño apretado listo para reaccionar pero detuvo sus pasos pensando “con lo que ya me pasó en la vida ¿cómo enojarme por un tonto rayón?”. Iba a desistir pero lo volvió a pensar, dio vuelta y encaró furioso al conductor desaprensivo porque “¡ya aguanté bastante, no pienso aguantar nada más!”. 

Sus padres y hermanos fueron asesinados en la Shoá. Ya viejo, decepcionado del género humano que insistía en guerrear y matar, murmuraba para sí, desolado “mientras mi familia fue condenada a morir hace setenta años, yo estoy condenado a vivir”. Su único rescate, de esa y de cualquier condena, fue asumirse en dueño de la situación, apropiarse de cada minuto de su vida. 

Amaba invitar gente a comer a su casa. Cortaba, mezclaba, sazonaba, ponía la mesa, servía y, como al pasar, en los intersticios, derramaba perlas conceptuales como si fueran los condimentos con los que aliñaba la comida. Dueño de casa, dador, maestro de ceremonias, director de orquesta enarbolando un cucharón a modo de batuta e hipnotizaba a su comensal. La decisión era suya y era imposible correrlo del lugar elegido. Respondía lo que quería a cada pregunta con una voltereta mágica de la que dejaba caer como al descuido una honda reflexión, muchas veces poética, siempre alejada de cualquier parámetro común. 

Lo pinta de cuerpo entero el modo en que remató su recuerdo de cuando fue rescatado. Piel y huesos, enfermo, desnutrido y desahuciado luego de los infiernos de Auschwitz y Dachau, ya hospitalizado, bañado, con un piyama limpio y planchado, acostado en una cama con colchón y sábanas, su cabeza apoyada sobre una almohada mullida, cobijado y alimentado, oyó a una enfermera preguntarle qué más podía hacer por él. A sus veinte años, despuntando esa lucidez que le sería tan característica, diseñó el futuro de su vida al decir “Ahora me puedo morir”.

¡¿Ahora me puedo morir?! ¿Qué quería decir? ¿Por qué pensar en morir cuando estaba a salvo? No se trataba de morir sino de decidir. Como cuando recibía en su casa cocinando y sirviendo, declarando a cada paso que era el dueño de la situación. Sujeto de otros durante largos años concentracionarios, víctima sin posibilidad alguna de decisión, la recuperación de su condición humana implicaba poseer a cada paso cada uno de sus pasos. Lo que empezó en aquella cama de hospital fue luego el eje de su vida. Su ahora me puedo morir era la suprema expresión de que ya no era sujeto de la voluntad de otros, que si moría lo hacía como humano, no como carne animal ni número descartable. Morir así, si moría, lo renacía como sujeto y si podía elegir morir también podía elegir vivir. 

Nosotros podemos elegir cuidarnos. Está en nuestras manos.

Publicado en Clarin.