Shoa

Camino a Auschwitz

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En las tres historias de Camino a Auschwitz, el nuevo libro de Julián Gorodischer ilustrado por Marcos Vergara, está presente la sexualidad, pero en ninguna de las tres es una sexualidad políticamente correcta. Es un trabajo sensible y valiente. Encara con piedad las vulnerabilidades humanas en aquel contexto infernal. Se atreve a contar y mostrar cosas y momentos que suelen quedar en las sombras, glorificados con un silencio perdonador, puestos entre paréntesis. Quedan las historias de sobrevivientes como monumentos congelados de pura victimización y pasividad. No pasa esto acá. Los protagonistas asumen como pueden las conductas que hacen, se las apropian y son responsables de ellas. Los secretos, los dilemas éticos, los pasos y contrapasos están expuestos descarnadamente y son como un espejo en el que, si nos atrevemos a mirarnos, seremos más humanos. Pero la Shoá y lo judío no suelen exponerse en la misma categoría de lo falible, de los imperfecto, de lo humano. La Shoá está sacralizada, es intocable; los malos son todos, siempre y absolutamente malos, los buenos son todos, siempre y absolutamente buenos. Entre los judíos no hay putas ni ladrones, ya se sabe. Este libro se mete en sitios cenagosos y oscuros, para andarle con cuidado porque hay culebras venenosas escondidas.

Una de las cosas que siempre preguntaba a los sobrevivientes cuando era chica era por su sexualidad, y siempre me sorprendía de que hubiera existido, como si yo también me hubiera comido el relato de la prístina pureza (entendiendo que si había sexo la pureza se ensuciaba) de las víctimas, que no podía ser interrogada ni cuestionada. Por suerte entre mis padres y sus amigos la cosa era más liberal, menos moco social, y la sexualidad era parte de las conversaciones. Supe, entonces, desde siempre que la vida en la Shoá, en todo su transcurso y en las diferentes etapas, se vivía con todo el cuerpo.

Una amiga de mis padres era lesbiana. La salvó una mujer católica que era su pareja y vino con ella a la Argentina. Dormí en su casa muchas veces, escuché ahí los primeros boleros románticos en discos de pasta que ellas escuchaban a toda hora. La pobre Eva había sido ametrallada y perdió una pierna. Tenía una ortopédica y usaba pantalones. De pelo corto, hombruna, un poco brusca, la policía la detenía cada dos por tres por “conducta indecente”; mis padres la sacaron de las seccionales una punta de veces. Nos resultaba indigna y estúpida la moralina de la sociedad argentina, tan diferente de la tanto más liberal de las grandes ciudades polacas. Eva habría sido feliz con este libro. Lo agradezco por ella mientras evoco en mi memoria el chirrido de la púa y las canciones de amor que escuchábamos por las noches.

Hay otra historia que ilustra esa moralina santurrona. Mis padres y sus amigos adoraban ir al teatro ídish. Se vestían para la ocasión como lo habían hecho en Polonia, con sus mejores galas, tacos altísimos, medias con raya, sombrerito con tul que tapaba media cara, cigarrillos con boquilla (todas fumaban, era muy chic) y hablaban polaco.

En los teatros los miraban con desprecio, les hacían el vacío, a veces los insultaban. No entendían qué pasaba. Yo lo entendí años más tarde. Por un lado, el polaco era un idioma casi prohibido para los que habían inmigrado en los veintes o antes; los que vivieron en Polonia en los treintas conocieron otra vida, se asimilaron, casi despreciaban el ídish como lengua del atraso, soñaban con ser cosmopolitas, hablaban en polaco. La ropa que usaban evocaba en las mujeres locales, a las putas de la Zwi Migdal, organización que se había disuelto en 1930, pero que seguía en el imaginario colectivo judío como lacra y vergüenza. Estas mujeres maquilladas, empilchadas, fumando y hablando el polaco, evocaban a aquellas otras que solían ser exhibidas por los proxenetas en los sitios más caros de los teatros.

Julián ha vuelto a mi memoria a esta gente de carne y hueso, a recordar que el sufrimiento no cambia a nadie, no los hace ni mejores ni peores, los hace sufrir y cada uno sufre como es, como puede y sale de su sufrimiento igual, como es y como puede. Ni gloria al dolor ni adjudicarle camino de iniciación alguno. El dolor solo duele mientras duele. Usarlo como justificación de conductas ulteriores es mucho más común de lo que uno podría imaginar, como si los sobrevivientes dejaran de ser responsables de sus vidas posteriores porque el sufrimiento ha marcado un camino del que no se pueden desprender. Recordé a mis padres y a sus amigos, a sus ganas de vivir y disfrutar de cada minuto, a la felicidad de aquellos encuentros en los primeros años, cuando todavía el recuerdo estaba fresco y cada logro era un nuevo corte de manga a la sentencia de muerte de la que habían sido salvados. Julián y sus tres parientes, Paie, Berl y Luba me trajeron de vuelta ecos de mi infancia como hija de sobrevivientes del Holocausto y me hizo tener presente, otra vez, la belleza de ser libre y poder decidir -o creer que uno decide- a cada paso su propio destino.

 

Los Diez Mandamientos para el “Nunca más”. explicados

tablas de la ley

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El código moral derivado de los Diez Mandamientos, las Tablas de la Ley, fundamenta la posibilidad de la convivencia, sus imperativos éticos legislan en contra del mal. No son siempre respetados pero su incorporación como mandato cultural ha permitido que, en general, convivamos entre nosotros sin matarnos a cada paso. Los Diez Mandamientos [1] les hablan a una segunda persona sobre la conducta que debe o no debe asumir respecto de otra persona. Apelan a su voluntad para dominar e impedir el mal de su naturaleza, poner freno a las conductas que podrían llevar a un conflicto interpersonal. Se trata del mal entre dos personas, individual, voluntario, emocional, reactivo y potencial generador de culpa.

Sin embargo, el devenir de la Humanidad, en especial en el pasado siglo XX, ha revelado que hay un mal que excede la esfera interpersonal y doméstica y que atenta contra la vida de manera aterradora y, hasta ahora, imparable. Son los genocidios, persecuciones y matanzas masivas (el genocidio armenio, la Shoá, Camboya, Ruanda, los Balcanes, Guatemala, Congo, Indonesia, dictaduras militares entre decenas y decenas más) que no están considerados en los Diez Mandamientos bíblicos como un mal a impedir. Sin estar enunciados no integran nuestra cultura ni cosmovisión, quedan afuera de la órbita de la educación, tanto de la religiosa como de la secular. Solo la frase estupefacta, un “nunca más” afónico, invita a la toma de conciencia y la oposición activa contra este horror caído sobre la Humanidad como las diez plagas bíblicas, ahora globalizadas y planetarias. Las Naciones Unidas siguen naufragando en tsunamis de horror tras horror y aquel declarado “nunca más” voluntarista se ha vuelto un “otra vez y otra vez y otra vez” de espanto y desolación.

Las grandes masacres son de otro orden que el mal, pertenecen a la esfera del MAL con mayúsculas. Ya no es entre dos, una conducta interpersonal, sino que emana de un sistema -un gobierno, un estado, fuerza paraestatal- que ordena matar a quienes pertenecen al grupo que el sistema mismo ha designado como enemigo y que hay que destruir. El MAL ya no individual, es impersonal y colectivo, se hace por obediencia, no es reactivo o emocional puesto que responde a un objetivo racional/político/religioso y no genera culpa. Las religiones no lo han tomado aún como parte de sus enseñanzas o disciplinamientos. Algunos de estos hechos son consecuencias de objetivos religiosos y las religiones tienen la conciencia sucia. Pero también es cierto que recién ahora comienza a ser considerada esta distinción entre el mal y el MAL lo que puede determinar el encuentro de los mecanismos que lo impidan. Uno de ellos es el Tribunal Penal Internacional que actúa sobre los hechos consumados; su pena y castigo pueden ser, en el largo plazo, una medida disuatoria siempre y cuando esté reforzada y sostenida con una integración del tema a la educación y a la cultura.

Si no incluimos el MAL en nuestro horizonte de entendimiento y expectativas, como se ha hecho con los Diez Mandamientos siglo tras siglo, seguiremos tropezando, sufriendo y muriendo sin poder ni prevenir ni impedir ni detener los procesos genocidas.

Sabemos que se trata de entramados complejos que incluyen motivaciones geopolíticas y económicas, que el simple enunciado de lo que hay que cambiar no es suficiente. Pero por algún lado hay que empezar.

Los nuevos Diez Mandamientos, ahora contra el MAL contienen, igual que los anteriores contra el mal, prohibiciones y mandatos.

  1. No asesinarás ni torturarás ni encubrirás crímenes aunque te sea ordenado.

  2. No obedecerás ninguna orden que no compartas.

  3. No aceptarás la delegación de la responsabilidad por tus actos.

  4. No aceptarás justificaciones sobre muertes, torturas y detenciones arbitrarias.

  5. No serás indiferente a injusticias y arbitrariedades.

  6. Diferenciarás lo legal de lo legítimo.

  7. Desconfiarás de la propaganda.

  8. Conocerás y revisarás tus prejuicios.

  9. Resistirás la influencia del grupo o la multitud y pensarás por ti mismo.

  10. Expresarás tus ideas fundadas en el conocimiento y no en tu necesidad de ser aceptado.

Cada uno de estos mandamientos podría formar parte de un proceso reflexivo para ser cabalmente comprendidos, clases especiales en donde se evalúe cada proposición, se la ilustre con diferentes ejemplos, se trabaje con situaciones concretas de la vida diaria con una participación activa para que puedan ser aplicadas y comprendidas como parte esencial de la vida y de la posibilidad de su continuación.

Los Diez Mandamientos Judíos:

  1. Yo soy el Eterno, tu Dios, quien te sacó de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud.

  2. No tendrás ni reconocerás a otros dioses en mi presencia fuera de mí. No te harás una imagen tallada ni ninguna semejanza de aquello que está arriba en los cielos, ni en la tierra, ni en el agua, ni debajo de la tierra. No te postrarás ante los ídolos, ni los adorarás.

  3. No tomarás el nombre de El Eterno, tu Dios en vano.

  4. Recuerda el día de shabat, para santificarlo; no harás ninguna labor, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sirvienta, ni tus bestias de carga, ni el extranjero que habita dentro de tus murallas.

  5. Honra a tu padre y tu madre.

  6. No asesinarás.

  7. No cometerás adulterio.

  8. No robarás.

  9. No brindes contra tu prójimo falso testimonio.

  10. No codiciarás los bienes ajenos, la casa de tu prójimo, la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.

Los Diez Mandamientos Cristianos:

  1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.

  2. No dirás el nombre de Dios en vano.

  3. Santificarás las fiestas.

  4. Honrarás a tu padre y a tu madre.

  5. No matarás

  6. No cometerás actos impuros.

  7. No robarás.

  8. No darás falsos testimonios.

  9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

  10. No codiciarás los bienes ajenos.

PARA UN TRABAJO EN EL AULA (SUGERENCIAS)

Una vez enunciados los mandamientos, ¿cómo utilizarlos para que sean una herramienta formativa y educativa?

He aquí una propuesta para su trabajo en el aula viendo el racional de cada uno de los mandamientos.

Dos consideraciones previas:

  • ¿Por qué el formato de Mandamientos?  

El código moral derivado de las Tablas de la Ley, los Diez Mandamientos, fundamenta la posibilidad de la convivencia, sus imperativos éticos legislan en contra del mal. No son siempre respetados pero su incorporación como mandato cultural ha permitido que, en general, convivamos entre nosotros sin matarnos a cada paso. La humanidad ha conocido en el siglo XX el MAL globalizado y planetario ante el cual seguimos naufragando en tsunamis de horror tras horror y aquel declarado “nunca más” voluntarista se ha vuelto un empecinado “otra vez y otra vez y otra vez” que nos llena de espanto y desolación. La distinción entre el mal y el MAL puede determinar el encuentro de los mecanismos que lo impidan.  Si no incluimos el MAL en nuestro horizonte de entendimiento y expectativas, como se ha hecho con los Diez Mandamientos siglo tras siglo, seguiremos tropezando, sufriendo y muriendo sin poder ni prevenir ni impedir ni detener los procesos genocidas. Sabemos que se trata de entramados complejos que incluyen motivaciones geopolíticas y económicas, que el simple enunciado de lo que hay que cambiar no es suficiente. Pero por algún lado hay que empezar. Estos diez Mandamientos contra el MAL contienen, igual que los bíblicos, prohibiciones y mandatos.

  • ¿Qué quiere decir “para el Nunca Más”?

Terminada la Segunda Guerra Mundial, y conocidas las atrocidades cometidas por el nazismo, el grado de deshumanización alcanzado y el asesinato industrial, la sociedad tomó conciencia del profundo ataque a la Humanidad que todo ello implicó. Se enunció el “Nunca Más” como paradigma a seguir a partir de ese momento y que sería uno de los ejes de las Naciones Unidas, organismo que se instaló en esa época con el propósito de prevenir, anticipar e impedir hechos genocidas como había sido la Shoá. Pasados más de 70 años del fin de la guerra, advertimos con dolor que estos propósitos están todavía muy lejos de ser una realidad. El “Nunca Más” aludido aún es una esperanza que no se concreta. No se ha arbitrado todavía una línea formativa en el aula para prevenir en cada joven, en cada alumno, la tentación a adherirse a un gobierno totalitario y a obedecer órdenes asesinas. Estos mandamientos apuntan a la concientización, de los procesos involucrados en las campañas de lavado de cerebro y en la explotación de las carencias y vulnerabilidades personales y sociales.

  • Mandamiento 1: No asesinarás ni torturarás ni encubrirás crímenes aunque te sea ordenado.

El mandamiento conocido como “no matarás” se traduce correctamente del arameo original, para el judaísmo, como “no asesinarás”. Es el 6º mandamiento también para el cristianismo. Matar es quitar la vida pero asesinar es quitar la vida sin una justificación. Esto quiere decir que a veces, matar es el único camino posible como hacerlo en defensa propia o en defensa de algún familiar o persona en peligro. A este mandamiento se agrega ahora el concepto de la orden recibida. Es preciso reflexionar acerca de uno de los fundamentos de la educación, que es la obediencia a un adulto o alguien con una  jerarquía superior. Esta obediencia, como ha sido probado por la experiencia de Milgram de la década del 60 en la U. de Yale, es parte de la estructura social de nuestra sociedad y de nuestra condición gregaria. Se contraponen así dos elementos: la orden impartida por una autoridad reconocida y la acción que atenta contra la moralidad social. El trabajo deberá ser revisar ambos elementos para darle a la convicción moral más peso que a la orden recibida.

  • Mandamiento 2: No obedecerás ninguna orden que atente contra los DDHH esenciales.

Es preciso revisar y conocer cuáles son los DDHH esenciales que están perfectamente enunciados en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre establecida en 1948 por Naciones Unidas que, de manera resumida, son:

Los derechos de las personas serán iguales para todos, sin distinción alguna de etnia, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen, posición económica, condición política o jurídica, a circular libremente y a la propiedad, a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión, a la salud, la alimentación, la educación gratuita, la vivienda y la asistencia médica. Nadie estará sometido a esclavitud, servidumbre, o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Se presume que toda persona es inocente hasta que se pruebe lo contrario.

El mismo criterio del trabajo en el primer mandamiento se aplica a éste pero ya no se trata de las convicciones morales subjetivas sino de los derechos declarados y convenidos en este organismo internacional.

  • Mandamiento 3: No aceptarás la delegación de la responsabilidad por tus actos.

Una de los más efectivos argumentos de los sistemas totalitarios es que el individuo se debe someter a la sociedad y acatar lo que supuestamente es bueno para ella aún cuando no esté de acuerdo, y que nada de lo que haga le será reclamado porque lo ha hecho no por propia voluntad sino obedeciendo órdenes superiores. Es preciso dejar claro que toda acción humana es responsabilidad de quien la ejecuta y que el hecho de haberle sido ordenada no exime en nada su responsabilidad. Algunos miembros de los Einsatzgruppen no aceptaron ser partícipes de las matanzas porque su conciencia no les permitía masacrar a los civiles.

  • Mandamiento 4: No aceptarás justificaciones sobre muertes, torturas y detenciones arbitrarias.

Los estados totalitarios infunden y difunden por medio de la propaganda la idea de que sus conductas perpetradoras, las muertes, torturas y detenciones arbitrarias, son consecuencias de un estado de excepción que permite hacerlo. El estado de excepción que anula los derechos de una parte de la población y la hace víctima de la represión y muerte, fue creado por ellos para encubrir las atrocidades. Toda justificación debe ser revisada críticamente e invalidada de todas las maneras posibles.

  • Mandamiento 5: No serás indiferente a injusticias y arbitrariedades.

La indiferencia es la ropa que cubre a la comodidad. Es comprensible que la gente común desee conservar lo que tiene, su trabajo, su lugar en la sociedad,  el espacio en el que vive, la educación de sus hijos, la protección de la salud. Esa expectativa produce una tendencia a no ver las cosas que van pasando alrededor, o, si se advierten, justificarlas como parte de una política en aras del bien común. Se trata del miedo a perder lo que se tiene si se protesta o se hace pública la oposición. Se debería trabajar acerca de la comprensión de ese temor y dar como ejemplo la Alemania entre 1933 y 1939 o Argentina en los comienzos de la Dictadura Militar.

  • Mandamiento 6: Diferenciarás lo legal de lo legítimo.

Lo legal es lo que marca la ley, lo legítimo es lo que cada uno considera que está bien según sus normas morales. Los estados totalitarios crean el “enemigo interno” e imponen leyes para denunciarlo, apresarlo y exterminarlo. Quien se oponga y le preste alguna ayuda a la víctima designada como “enemigo interno”, escondiéndolo o simplemente no denunciándolo por considerar que no corresponde, asume una conducta ilegal pero legítima. Es lo que han hecho todos los salvadores en la historia de la humanidad, por ejemplo durante el Holocausto, arriesgando su propio bienestar en pos de lo que creían que era legítimo.

  • Mandamiento 7: Desconfiarás de la propaganda.

La propaganda es tan poderosa que el nazismo estableció, por primera vez, un Ministerio de Propaganda que controlaba absolutamente todos los productos culturales y formadores de opinión que hicieron posible el descomunal lavado de cerebro perpetrado sobre el pueblo alemán. El concepto proviene de la Iglesia que lo creó como herramienta para la propagación de la fe. Fue y sigue siendo utilizado por todo  aquel que quiera remodelar el pensamiento y la opinión de la masa para conseguir algún fin determinado. Sus principios son los mismos que se usan en la actualidad en las campañas publicitarias para vender un lavarropas o una candidatura política. Es esencial aprender a deconstruir los mensajes y procedimientos que usa la propaganda para construir en nosotros modelos de pensamiento y expectativas. Tenemos a nuestro alcance muchos ejemplos: desodorantes para hombres que los transforman en objetos sexuales deseados por las mujeres, bebidas asociadas con la amistad y los buenos momentos, cremas antiarrugas que garantizan la juventud eterna, zapatillas como indicadores de status.

  • Mandamiento 8: Conocerás y revisarás tus prejuicios.

Todos tenemos prejuicios. Compartimos con los mamíferos el recelo ante quien no se nos parezca, de otra tribu, de otro color, con otras costumbres. El diferente nos levanta a todos un alerta defensivo. Pero si a la percepción de la diferencia se suma la desvalorización o directamente la atribución de maldad el prejuicio se vuelve un arma letal. Trabajar sobre los propios prejuicios, darles visibilidad y presencia, es de una gran enseñanza porque permite comprender todo este fenómeno y tener abierta la visión crítica sobre nuestras miradas y opiniones cotidianas y, principalmente nuestras conductas, que, a veces sin quererlo, afectan a quienes tenemos cerca.

  • Mandamiento 9: Resistirás la influencia del grupo o la multitud y pensarás por ti mismo.

El ser humano es por naturaleza gregario y depende del grupo tanto en su definición como persona como en su supervivencia tanto emocional como física. Es un deseo natural el de ser aceptado, querido y reconocido como miembro del grupo. Esta influencia es aún mayor en la adolescencia, período en el que la subjetividad se construye con lo propio y lo ajeno, con lo que viene de casa y lo que copiamos del medio y en el que la mirada del grupo de pares puede enaltecernos o destruirnos. El pensar por uno mismo exige una fortaleza mayúscula en especial cuando se opone a lo que dicta el grupo o la masa.

  • Mandamiento 10: Expresarás tus ideas fundadas en el conocimiento y no en tu necesidad de ser aceptado.

La necesidad de ser aceptado es esencial de la vida en sociedad, nadie puede subsistir en total soledad y aislamiento. Una consecuencia no deseada de esta necesidad es que el individuo renuncie a su opinión personal en pos de la aceptación grupal. Ante la ausencia de conocimientos, de la investigación o lecturas que den sustento a las opiniones, se puede tomar una idea del grupo y darla por válida sin detenerse a pensar en su sustento y validez. En las opiniones vertidas muchas veces es más importante la necesidad de aceptación grupal que la idea misma. Si la opinión se opone a la del grupo, la única forma de no arriesgarse a la expulsión tan temida, es tener la opinión muy bien fundamentada. El conocimiento es acá para defendernos de la temida repulsa grupal. Y si somos expulsados, podremos unirnos a otro grupo, uno que nos permita expresar nuestras ideas sin que ello represente traición alguna. Esto se advierte de manera sencilla y obvia en los partidismos políticos que se sustentan muchas veces más en emociones relativas a la lealtad o a la traición que en las ideas en que se fundamenta.

"¡¿Otra vez la Shoá?!" - Charla CLICK!

[embed]http://youtu.be/Hkgvx3YwcsY[/embed] Texto:

¡¿Otra vez la Shoá?! No quiero oír más sobre eso, basta de muertos, basta del sufrimiento del pueblo judío. Ya lo sé. No me lo tenés que volver a contar.

Tal vez haya gente que piense así. Yo misma lo siento muchas veces.

Nací en Polonia a poco de terminada la guerra. Cuando la partera me vio le dijo a mi mamá “¡qué suerte tiene señora! esta nena tan blanquita, rubiecita, cuando vuelvan los nazis, se va a salvar!”. Este fue mi primer click.

Llegamos a la Argentina en 1947. Como estaba prohibido el ingreso a judíos dijimos que éramos católicos para poder entrar.

A partir de ahí nos cuidábamos y por las dudas no andábamos diciendo que éramos judíos, tampoco en la escuela. Era obligatorio tomar clases de religión.  A los 8 años me aparecí en mi casa y le dije a mi mamá: “quiero un vestido blanco”, “¿para qué?”, “para hacer la primera comunión”. Puso el grito en el cielo. “No nena! nosotros somos judíos, no vamos a la iglesia, no hacemos la comunión, no lo dije en la escuela para que no hicieran diferencias con vos, para que fueras igual que todo el mundo”. En religión me decían que los judíos habían matado a dios. Así que yo era judía, culpable por nacimiento, y encima, nada de vestido blanco ni comunión con las otras chicas. Saber que era judía fue mi segundo click.

Aquel lunes a la mañana mamá llamó desesperada. “Perdoname nena, perdoname, no sabía lo que pasaba, yo pensaba que este país era seguro, disculpame, perdoname que te trajimos acá”.v“¿qué pasa mamá, qué pasa?”  “¿¡Cómo qué pasa? ¡bombardearon la AMIA, nos quieren matar otra vez!”. ¿A mí me querían matar? ¿otra vez? ¿qué quiere decir eso? “otra vez” para mi mamá quería decir que nos querían matar acá como en Europa. “Otra vez” para mí quiso decir que la historia de mis padres era también la mía, que era hija de sobrevivientes de la Shoá. Ese fue mi tercer click.

A partir de ahí empecé este camino de estudio, memoria y difusión de la Shoá.

La Shoá es parte de mi vida. Mis padres se salvaron escondidos durante varios años en un altillo así de chiquitito. Pero ¿qué hacer con Zenus, su hijito de 2 años? ¿cómo preservarlo de una muerte segura? Hicieron lo que tantos, confiaron una familia cristiana que lo recibió como propio. Terminada la guerra, milagrosamente vivos, lo fueron a buscar. “Está muerto” les dijeron. “¿y… su cuerpo?”, no “recordaban” donde lo habían enterrado. Para mis padres era obvio: Zenus estaba vivo y había sido apropiado. Nunca lo pudieron encontrar. Solo quedó esta foto. Lo sigo buscando, sin saber ni su nombre ni donde está. El impulsa a hacer lo que hago. Zenus y todos los Zenus salvados por sus padres, entregados a manos extrañas sin saber si lo podrían volver a ver. Los Zenus de allá y los de acá. Los de entonces y los de ahora. Los rubios, los morenos, los Zenus nenas, los varones, todos los Zenus que hay en el mundo que siguen en peligro y que debemos proteger y salvar. Por ellos importa la Shoá.

Y vuelvo a la pregunta del inicio: ¿Otra vez con la Shoá?  ¿Otra vez Auschwitz, el heroico levantamiento del gueto de Varsovia, los 6 millones de judíos asesinados entre ellos 1 millón y medio de niños? ¿Cuántas veces oímos estas frases en los discursos? y cuando las oímos ¿nos detenemos a pensar en qué quieren decir?

La Shoá pareciera que está de moda. Todo el mundo sabe que hubo un Holocausto. Los judíos hemos triunfado en su rememoración y difusión. Pero, igual que con la AMIA, sigue siendo un tema judío.

Solemos decir más o menos siempre las mismas cosas sobre el Holocausto. En ámbitos judíos uno puede entenderlo porque para qué explicar más, si total nos pasó a los judíos, entonces nosotros sabemos. Sin embargo no es cierto que con que a uno le pase algo nos pase uno sabe qué pasó y por qué. Creemos que sabemos y lo que es peor, no sabemos que no sabemos. Las frases hechas, los lugares comunes caen como cáscaras vacías. Y en su vaciamiento pierden sentido, y sin darnos cuenta corremos el peligro de sumarnos a la moda y a su peor consecuencia: la banalización.

Cualquier déspota, cualquier autoritario es un nazi, un Hitler. Cualquier campaña mediática es una propaganda como las de Goebbels. Cualquier ataque o discriminación negativa sea por el tema que sea, por gordos, bullying, droga, femicidio, homofobia, es un Holocausto. Si todo o cualquier cosa es un Holocausto, el Holocausto no es nada.

Se suele llamar a los sobrevivientes a dar testimonio. Es fundamental escucharlos, honrar su sufrimiento, mantener viva su memoria y así contradecir los argumentos de los negadores. Pero si queremos saber qué fue la Shoá, como dice Jack Fuchs, un sobreviviente: “no me pregunten a mí, pregúntenle a los asesinos”.

Y es cierto. El sobreviviente sabe solo lo que vivió, y si tomamos solo su testimonio no nos alcanza para entender qué fue la Shoá. Y si no lo entendemos, el testimonio queda como algo emocionante, conmovedor, pero que no explica qué pasó y por qué.

La Shoá es un antes y un después en la historia de la Humanidad, no por el sufrimiento de sus víctimas ni por su cantidad, sino por sus causas, contextos y objetivos y metodología.

El testimonio del sobreviviente refleja sólamente  lo que sufrió y eso es fundamental porque refleja, de una vez y para siempre, que no hay límites para lo que un ser humano puede hacerle a otro ser humano. Pero explica qué fue la Shoá, no sirve para enseñar, no alcanza. Es como suponer que si escuchamos a los sobrevivientes de las Torres Gemelas vamos a saber quién fue, qué pasó, cómo y por qué.

La Shoá no es una creación del pueblo judío. Fuimos los pasajeros de un tren que chocó, no sus conductores ni los responsables de que no funcionaran los frenos. Auschwitz es obra de los asesinos, de los ideólogos del nazismo, de los intelectuales, científicos y técnicos que lo hicieron posible, de la educación y la propaganda que lavó el cerebro de casi todo el pueblo alemán, de la cobardía o el error de cálculo de las potencias internacionales que dejaron que pasara. La Shoá no es un rayo misterioso que cayó sobre nosotros. Auschwitz no está en otro planeta, está acá y es producto de nuestra civilización.

Y si lo mantenemos como tema judí, estamos en varios problemas:

  • hemos construido nuestra propia trampa y mantenemos y nos hundimos en nuestra identidad de víctimas,
  • nos perdemos la oportunidad de salir al mundo y transmitir las poderosas lecciones que tiene para toda la Humanidad.
  • facilitamos el camino a la banalización. Auschwitz va a llegar a ser un símbolo, una mercancía, como la imagen del Che en las remeras o la lengua afuera de los Rolling Stones.
  • La Shoá estuvo diseñada para matar al pueblo judío, pero si lo dejamos dentro de la esfera de lo judío, matamos a la Shoá, la vaciamos de su potencia educativa y poco a poco se va deshaciendo su sentido.

Para recuperar ese sentido, propongo que subamos un nivel lógico y que hablemos del MAL. El mal con mayúsculas porque fue este MAL el que condujo a la Shoá y a todos los otros genocidios, persecuciones y matanzas de la Humanidad. Todos.

Diferencio el mal con mayúsculas del mal con minúsculas. El mal con minúscula es ese daño que una persona le hace a otra persona en una relación de dos. Es personal, individual, emocional, se hace porque uno quiere, es reactivo y puede generar culpa.  El MAL con mayúsculas tiene otros intervinientes, es el mal que hace una persona en nombre de un sistema sobre otra persona que es parte de un grupo al que hay que destruir. El mal con mayúsculas es impersonal,  colectivo, racional o político, se hace por obediencia y no genera culpa. Este es el MAL que corroe nuestra sociedad, este es el MAL que tenemos que aprender a conocer y a reconocer.

Y entonces sí hablar de la Shoá, porque en la Shoá podemos encontrar todos los aspectos y todos los elementos que caracterizan al MAL con mayúsculas. Por eso la Shoá es el modelo del MAL. Aunque no fue ni el primero ni el último. Recordemos que antes de la shoá estuvo el genocidio armenio antes y después de la Shoá, con tantas declaraciones de nunca-mases, la limpieza étnica en los Balcanes, las masacres en Camboya, Indonesia, Ruanda, las dictaduras militares entre ellas la nuestra y decenas y decenas de hechos similares que siguen sucediendo. Y si los miramos con la lente de la Shoá, si los incluimos en la categoría del MAL con mayúsculas, tal vez algún día, pudiera encontrarse algún mecanismo para que de verdad, no pasen nunca más.

Generaciones de la Shoá está formado por sobrevivientes, hijos, nietos de sobrevivientes, docentes, estudiosos, aprendices. Nosotros sabemos en carne propia que la Shoá no es propiedad nuestra, tampoco fue una distinción que se le hizo al pueblo judío, es algo que nos pasó y tenemos la obligación de salir al mundo y de contarlo y enseñar lo que podemos aprender de esto, salir de los estereotipos, buscar otras formas de enseñar y transmitir esto que nos resulta vital.  .

Hacemos Cuadernos de la Shoá, es una publicación periódica, que encara los temas de la Shoá que habitualmente no se toman en cuenta, de manera parcial desarrollamos cada uno y abrimos el foco: hablamos de las víctimas judías, de los perpetradores, los asesinos, de la mayoría indiferente y del contexto político. Lo acompañamos con  una propuesta pedagógica, con sugerencias para el trabajo  en el aula y una lista bibliográfica y películas sobre cada tema.

Y el Proyecto Aprendiz. El Proyecto Aprendiz honra el testimonio del sobreviviente. El Aprendiz oye, oye a un sobreviviente y se compromete a seguir contando esta historia varias décadas más. En un puente hacia el futuro, armando la cadena de transmisión que permite que cada una de estas historias siga siendo escuchada. Estamos empezando el 9º grupo, tendremos más de 100 parejas de Aprendices y sobrevivientes, cada una de estas historias seguirá siendo contada con las palabras del protagonista.

En los genocidios hay algunos aspectos que son comunes y que tenemos que conocer. Uno de ellos es el destino de los niños, sus víctimas más desvalidas. Los genocidios dejan  hijos huérfanos de padres, padres huérfanos de hijos. Líneas familiares que se cortan.

Esta es Mijal, mi nieta mayor, tiene 16 años. Y esta es Cesia, mi mamá, Cesia, su bisabuela cuando tenía su misma edad. Me conmueve ver el parecido de estas dos mujeres, en estas fotos tomadas con 90 años de distancia.

Rosita no tiene una foto de su mamá, no puede hacer esta comparación. Rosita nació en el gueto de Varsovia cuando los nacimientos judíos estaban prohibidos. Había que salvarla a toda costa. Sus padres tomaron la dura decisión de entregarla, no había otra salida. Consiguieron documentos a nombre de Wanda y un muchacho que se atrevió a sacar a la bebita de pocos meses en una bolsa fuera de los muros del gueto. Rosita no sabe cómo llegó al orfanato de monjas donde estuvo hasta sus cinco años. Lo único que se acuerda es que un día llegó un señor que dijo que era el papá. “¿Y cómo sé yo que usted es el padre de Wanda?” preguntó la madre superiora con mucha desconfianza.  “Porque mi bebita tiene una marca de nacimiento en la oreja izquierda. Vaya a ver”. Y la marquita estaba ahí. Wanda volvió a ser Rosita, recuperó a su papá y su identidad judía. Pero nunca conoció a su mamá, había muerto en la deportación y no quedó ninguna foto de ella. Rosita se pregunta cómo habrá sido para su mamá el momento en que le dijo adiós, cuando la arropó, cuando metió su nariz adentro de su cuerpecito y le dió un beso por última vez. Rosita no tiene memoria ni del olor de su mamá, ni de su voz, ni de su cara. Tiene dos hijos y varios nietos. Y en cada uno sigue buscando indicios: ¿se parecerá a mi mamá? ¿habrán sido así sus ojos? Nunca lo sabrá.

Rosita es una niña salvada. El mundo está lleno de niños en peligro. En cada uno que se salve se salva un mundo.

La Shoá puede ser lápida o trampolín.

Elijamos el trampolín.

Que así sea.

Setenta años y ninguna lección

Nota para publicación Tercer Sector. Aquel esperanzado “Nunca Más” al fin de la 2ª guerra no abre aún los oídos adecuados: la Humanidad sigue presa de sus peores demonios. Continuaron las matanzas. Caín sigue sin considerarse guardador de su hermano Abel.

El Genocidio Armenio, el Holodomor en Ucrania, fueron trágicos antecedentes del Holocausto. Pero el exterminio del pueblo judío cambió el umbral de lo posible, estableció que no hay nada que un ser humano no pueda hacerle a otro. El asesinato de grupos designados como enemigos continuó y floreció en “creatividad”, crueldad y horror. En Europa, Asia, África y América millones de personas han sido masacradas esgrimiendo “razones” de estado. Las Naciones Unidas han fracasado en la prevención de los genocidios, su magnífico propósito fundacional de 1948.

Pero no todo es tan decepcionante. La Shoá gestó una nueva conciencia universal acerca de los genocidios. La Corte Penal Internacional tiene la potestad de juzgar a los perpetradores sea del país que fuere. El MAL está empezando a ser considerado.

Hace setenta años que terminó la guerra y con ella el Holocausto del pueblo judío. Confiemos en que esta nueva conciencia universal conduzca más temprano que tarde a una sociedad humana basada en el respeto, en la dignidad y en la responsabilidad de todos por todos.

Lic. Diana Wang
Presidenta de Generaciones de la Shoá en Argentina

Charla TED/TED Talk: Los aprendices de la Historia-The History Apprentices

To see the English subtitles go to settings and choose English there.

Todas las fotos del evento https://www.flickr.com/photos/tedxriodelaplata/sets/72157651871523725/

Abrir para ver la transcripción en castellano. Clicking "Continuing reading", are both transcriptions of the talk: first in Spanish and then in English.

Transcripción (a continuación de la versión original está la traducción al inglés)

Ania se quedó solita en Polonia durante la guerra. A los 12 años. Pidió limosna, sirvió en casas de familia, aprendió a rezar. Pero vivía aterrada porque pronunciaba mal la errey se le había metido en la cabeza que por esa causa descubrirían que era judía y la iban a matar. Con sus ojitos celestes casi transparentes y su voz finita y delicada, me contaba cuando yo era chica que se pasó todos los años de la guerra sin usar ninguna ni una palabra con erre. Me parecía imposible. Mi mamá me decía: “es posible! eso y mucho más. Ojalá que la vida nunca te desafíe”.

Hanka tenía 7 años. Escondida con su mamá en un ropero, contenían el aire mientras escuchaban los gritos en alemán. “¿Por qué nos tenemos que esconder mamá?. "Porque si nos descubren nos matan".“Y ¿por qué me quieren matar si me porté bien?”.

Historias como éstas acompañaron mi infancia, con preguntas acuciantes que no me dejan dormir.

Soy hija de la guerra. Nací en Polonia cuando en Japón caían las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki. Mis padres se habían salvado escondidos en un diminuto altillo durante varios años. Llegamos a la Argentina en 1947. Mis cuentos de hadas fueron historias como esas, algunas maravillosas, heroicas otras negras, terroríficas, que les oía contar a los sobrevivientes sentados alrededor de una mesa, tomando el té, con masitas y tortas.

Yo no viví la guerra pero siempre tuve la sensación que lo más importante de mi vida había pasado antes de que yo naciera. La guerra misma. La milagrosa supervivencia de mis padres. La pérdida de Zenus, su primer hijo, mi hermano mayor al que nunca conocí. Debieron entregarlo a una familia cristiana para asegurar su salvación, la de ellos parecía imposible. Cuando terminó la guerra lo fueron a buscar; “está muerto” les dijeron. Pidieron su cuerpo. No “recordaban” dónde lo habían enterrado. Era obvio, Zenus estaba vivo y había sido apropiado. Lo buscaron, lo buscaron. Pero nunca lo pudieron encontrar. Su ausencia fue una presencia tangible en mi casa en la única foto que se conservó. Es raro vivir con la sensación, de que tengo tal vez por ahí, alguien de mi familia, que se me parece y que no sabe quién es.

¿Tener que entregar a un hijo para que se salve? ¿Qué pudo haber hecho un chiquito de dos años? ¿de qué se acusaba a mi hermanito, a Ania, a Hanka? ¿Por qué me quieren matar si me porté bien?

Preguntas que me hicieron pensar en el MAL, no en el Mal interpersonal, el cotidiano, este que nos hacemos en medio de un enojo, de una emoción. No, no. En el MAL con mayúsculas, el impersonal, sistemático, político, el que hace alguien en nombre de un sistema sobre otro que es parte de un grupo al que hay que destruir, el que se hace obedeciendo órdenes, que produce guerras, matanzas, genocidios, pero que no genera culpa.

¿Cómo responder a la pregunta por el MAL con mayúsculas?

Creo que la respuesta está en la educación. En una educación que incluya de manera central la dimensión ética. Ni las religiones ni los abordajes voluntaristas han podido hacer nada con el MAL con mayúsculas y se nos va la vida en ello. Debería integrar toda currícula educativa. Pero si así fuera ¿cómo introducir un tema así como el MAL en la escuela? y además ¿Cómo enfatizar su importancia para que no sea una materia más: a las 9 lengua, a las 10 gimnasia, a las 11 genocidio?

¡El protagonista! El protagonista en el aula es la llave. El que está atravesado por la Historia, con su voz y su presencia nos atrapan nos abren las orejas y nos permiten conocer lo que hay de humano en todo hecho histórico.

Pero ¿cómo será cuando ya no quede ninguno? ¿Qué pasará con historias como la de Ania o Hanka? Perdidas en algún libro de historia, inalcanzables. ¿Cómo mantener viva la potencia motivadora del testimonio vivo en la clase?

En “Farenheit 451” Bradbury describe un mundo en el que los libros están prohibidos. Los rebeldes deciden aprenderse cada uno un libro de memoria para que siga existiendo.

Esa es la solución, como aquellos rebeldes, rebelarnos contra la marea del olvido y asegurarnos de que cada una de las historias siga siendo escuchada. Y así nació el Proyecto Aprendiz.

Una idea muy simple: juntar a dos personas, una que tiene algo para contar otra que la quiere escuchar y que se compromete a seguirlo contando. Como el Maestro zapatero que transmite su arte a un Aprendiz, así el protagonista entrega su experiencia y su historia a un testigo que la recibe e incorpora a su propia vida.

Contagié mi entusiasmo a la gente de Generaciones de la Shoá, una organización que se ocupa del Holocausto, y empezamos a trabajar. Al principio no teníamos idea de como hacerlo   pero el proyecto enamoraba, insistimos y a fuerza de ensayo y error aprendimos y ¡lo estamos haciendo!

Se trata de una conversación entre dos personas: el ojo en el ojo, la piel en la piel. A un testimonio escrito o filmado no se le puede preguntar, a quien uno tiene delante, sí. Y nos cuenta historias como las que conté, humanas, universales, que cualquiera puede entender No importa dónde fue ni en qué circunstancia, permiten que nos pongamos en la piel del otro. Es algo vibrante, como en el teatro, cuando la gente está acá, y lo que pasa nos atraviesa a todos. Esto no puede ser registrado por ninguna cámara, es energía pura.

El Proyecto se difunde de boca a boca. Los candidatos son adultos jóvenes de entre 20 y 35 años. Hacen primero una capacitación y llega luego el momento tan esperado: la Reunión de Emparejamiento. Ese día cada Aprendiz conoce a quien será su Maestro. Se arman las parejas y cada pareja sigue luego su propio camino, se encuentra donde quieran, cuando quieran y por el tiempo que precisen. La única condición es que el Aprendiz debe llevar un diario, una bitácora del viaje que emprende: su memoria para el futuro. Las parejas se encuentran muchas veces y la culminación se da en la Reunión de Cierre: Un ritual de pasaje ante familiares y amigos de Maestros y Aprendices. A lo largo de los encuentros cada pareja ha construido una relación muy intensa que se concreta ese día ante la presencia de todos con la firma de un compromiso ético: cada historia seguirá siendo contada.

Hasta hoy, 90 parejas, terminaron el proyecto 90 son los Aprendices que incorporaron la historia de su Maestro a la suya propia. En los cinco años que van desde que comenzamos aprendimos muchas cosas.

Aprendimos que es más fácil hablar con desconocidos que con parientes.

Cuando Dora murió, sus nietos rodearon a Sol, en el velatorio y le pidieron “contanos lo que te dijo la abuela porque a nosotros no nos contó nada”.

Aprendimos que además de mantener vivo el relato oral, se tejen nuevas relaciones de parentesco, nietos y abuelos postizos, invitaciones a fiestas, celebraciones, familiares de unos que se conocen con familiares de otros.

Gabriel dice feliz “Tengo una nueva nieta.”

Ariana invitó a Eugenia a ser testigo en su boda.

Brian bailó la historia de Lea hecha coreografía.

Aprendimos que estas conversaciones entre Maestro y Aprendiz son un puente entre el pasado y el futuro.

Aprendimos que los viejos somos depositarios de un archivo imprescindible. Somos como somos porque antes pasó lo que pasó. Seremos como seremos si aprendemos de los remeros   a ganar fuerza para avanzar mirando hacia atrás.

¿Se imaginan la potencia que puede tener contar en el aula con el testimonio vivo de un testigo de culturas en vías de extinción, la guerra de Malvinas, de la dictadura militar, de la trata de personas?

Los Aprendices son esas voces de la Historia.

Pame le preguntó a Judith si alguna vez durante la guerra había tenido vergüenza. Sorprendida por la curiosa pregunta Judith le dijo:

“sí, sabés que sí? y lo había olvidado Fue  el día que entramos en Auschwitz. Cientos de mujeres agolpadas en este horrible lugar y nos ordenaron que teníamos que desnudarnos. Yo tenía 14 años, nunca me había desnudado delante de nadie. Me moría de vergüenza, pero el miedo era muy grande, imité a todas y me empecé a sacar una a la ropa la ropa que tenía puesta hasta que me quedé en ropa interior, no podía más. pero enfrente de mí estaba este soldado alemán,   era un muchacho … no tenía ni 20 años, rubio, de ojos celestes, lindo como un sol, que cuando me vio en ropa interior, levantó su arma   y con ferocidad me dijo “¡todo! ¡todo!”. Temblando me saqué la camiseta y cuando me bajé la bombacha   vi con horror que tenía sangre. y que él también lo vió. Me quise morir. Fue lo peor que me pasó en Auschwitz, ya sé que no me vas a creer. Pero fue peor que los piojos, peor que el hambre, peor que la sed. Mi intimidad estaba ahí sobre el piso, a la vista de todos yo tenía 14 años y había dejado de ser dueña de mí.

Estas palabras hablan sobre la deshumanización con mayor elocuencia que cualquier tratado. Judith se murió cuando yo estaba preparando esta charla. Pero su relato sigue vivo en mí. Lo cuento toda vez que puedo. Nunca nunca lo olvidaré.

Y ahora que lo conté, tampoco ustedes lo podrán olvidar.

y esta es la esencia del Proyecto Aprendiz:

¡El que escucha a un testigo se convierte en testigo!

 

ENGLISH VERSION.

Ania was left alone in Poland during the war. She was 12 years old. She begged for handouts, served as a domestic in homes, and learned how to pray. But she lived in terror because she mispronounced the sound of the letter “r” and convinced herself that that was how they were going to discover she was Jewish and kill her. With her nearly transparent, baby-blue eyes and her tiny delicate voice, she would tell me when I was a child that she spent all the years of the war without using any word containing the letter “r”. I found that impossible. My mom said “it is possible, as is so much more. Let’s hope that life never challenges you”.Hanka was 7 years old. She was hiding with her mother in a closet they held their breath as they listened to the shouting in German. “Why do we have to hide momma?” “Because if they find us they’ll kill us.” “And, why do they want to kill me if I’ve been good?”Stories like these accompanied me during my childhood, with questions that would harass me and not allow me to sleep.I am a child of the war. I was born in Poland while the bombs fell in Japan over Hiroshima and Nagasaki. My parents survived by hiding in a tiny attic for several years. We arrived in Argentina in 1947. My fairytales were stories like these ---some miraculous, heroic; other sad, terrifying--- that I would hear the survivors tell, sitting around the table while drinking tea with pastries and cake.I didn't live the war, but I have always had the feeling that the most important things in my life had happened before I was born. The war itself. The miracle of my parents’ survival. The loss of Zenus, their first son, my older brother who I've never known. They had to give him away to a Christian family to ensure his survival as theirs seemed impossible. When the war was over they went back for him.  "He’s dead", they were told. They asked for his body. The family claimed not to "remember" where he had been buried. It seemed obvious, Zenus was still alive and was being kept by them. They searched and searched. But they never found him. His absence was a tangible presence in my house in the only photo that remained. It's strange to live with the feeling that maybe somewhere, there is someone with my blood who looks like me yet doesn't know who he is.

Imagine having to leave your children behind to save their life. What conceivable threat could a two year-old child pose? What were my little brother, Ania, and Hanka accused of? Why do they want to kill me if I’ve been good?

These questions led me to think about EVIL. Not the interpersonal evil, the everyday one, uttered in the midst of an argument or a heated moment. No, no. Uppercase EVIL: impersonal, systematic, political. The EVIL perpetrated by someone in the name of a system against others belonging to a group targeted for destruction.The one done by obeying orders, that manufactures wars, massive killings, and genocides, but without any guilt.

How do we answer the question posed by uppercase EVIL?

I believe the answer relies on education. An education where ethics is central. Neither religions nor cultural norms have been able to prevent uppercase EVIL yet humanity depends on this. It should be part of every curriculum. But if it were to be, how to introduce something like EVIL at school? And also, how can we highlight its importance in order that it not become just another class: 9am: English, 10am: Gym, 11am: Genocide?

The “protagonists”! Those who experienced it being in the classroom is the key. The one who was there, shaped by history. Their voice and their presence touch us It opens ears and helps us to see the human perspective in every historical event. But what will  it be like when none of the witnesses to a given event are left?   What is going to happen to stories like Ania’s or Hanka’s? Buried in the page of some history book. Unreachable. How can we keep alive that motivating force of the live testimony in the classroom?

In Fahrenheit 451, Bradbury describes a world in which books are forbidden. Each rebel decides to learn a book by heart in order to keep it alive. This is the solution: like those rebels, let us rebel against tides of forgetfulness to ensure that each story continues to be heard. And this is how the Apprentice Project was born.

A very simple idea: bringing two people together---one who has something to tell, and another who wants to hear it and commits to continue telling it. Like the master shoemaker who teaches his art to an Apprentice,   so too the “protagonists”, as Teachers, pass on their experiences and story to a witness, who masters that account and embodies it as their own.

I transmitted my enthusiasm to the people at Generations of the Shoah, an organization that deals with the Holocaust, and we began to work. At first, we had no idea how to tackle it, but the project enthralled people, we persisted, and through trial and error we learned, and we are doing it!

It’s a simple conversation between two people, eye to eye, in the flesh. You can’t ask questions to a written or recorded testimony, but if someone is sitting in front of you, you can. And they tell stories like the ones I told earlier, human, universal, stories that anyone can understand. It doesn’t even matter where or under which circumstances they happened, they allow us to inhabit someone else's shoes. It’s something vibrant, like in the theater, when people are here   and what’s happening touches all of us. This can’t be registered on any camera, it’s pure energy.

The project is spread by word of mouth. The candidates are young adults from 20 to 35 years-old. They first complete a training before the long-awaited moment arrives: the Pairing Event. That day each Apprentice meets their Teacher. The matches are made and each pair chooses its own path. They meet wherever they want, whenever they want, and for as long as they need. The only requirement is that the Apprentice must keep a journal, logging the memories of the journey---their memory for the future.

The pairs meet several times before the final moment arrives at the Closure Event: a rite of passage in front of friends and family of both the Teachers and the Apprentices. Throughout their meetings, each pair has developed a powerful relationship that is formalized that day in front of all those in attendance by signing an ethical commitment: that each story will continue to be told.

To this point, ninety pairs have completed the project. Ninety are the Apprentices who have made their Teacher’s story a part of their own lives.

Since we began five years ago, we’ve learned many things.

We have learned that it’s easier to talk with a stranger than with your own family.

When Dora died, all her grandchildren surrounded Sol at the wake and they asked “tell us what grandma told you, because she never told us anything”.

We’ve also learned that on top of keeping oral storytelling alive, new kinship networks were created: “foster” grandchildren and grandparents, invitations to parties, celebrations, the Apprentice’s family meeting the Teacher’s family.

Gabriel happily says “I have a new granddaughter”.

Ariana invited Eugenia to be a witness at her wedding.

Brian danced Lea’s story in choreographic form.

We’ve learned that these conversations between Teacher and Apprentice are a bridge between past and future.

We’ve learned that we old people are the owners of an indispensable archive. We are how we are because of what happened before. We will be who we will be if we learn from the rowers to gain the power to move forward by looking back.

Imagine the power produced when sharing the live testimony of witnesses of: a culture in danger of extinction, the Malvinas/Falklands War, military dictatorships, or human trafficking.

The Apprentices are these voices of History.

Pamela asked Judith if she had ever felt ashamed during the war. Surprised by the curious question, Judith said: “You know what? Yes, I have, and I had forgotten. It was the day when we first arrived at Auschwitz. Hundreds of women cramped in that horrible place. And we were ordered to strip. I was 14 years old. I had never stripped in front of anyone before. I was dying of shame, but amidst the terror I imitated the others and kept removing my clothing piece by piece until I was down to my underwear. I had reached my limit. But in front of me there was this German soldier, he was a young man...who couldn’t have been more than 20. Blond, light blue eyes, handsome as could be. When he saw me in my underwear, he pointed at me with his gun and fiercely shouted “everything, all of it!” Shivering, I took off my undershirt, and when I pulled down my panties I was horrified to see that there was blood, and that the soldier saw it as well. I wanted to die. That was the worst thing that happened to me in Auschwitz. I know you won’t believe me. But it was worse than lice, worse than hunger, worse than thirst. My intimacy was there lying on the ground in front of everyone. I was 14 years-old and was no longer the owner of myself.”

These words speak about dehumanization with more eloquence that any essay could. Judith died while I was preparing this talk, but her story is still alive in me. I tell it every time I can. I will never ever forget it. And now that I’ve told it, you won’t be able to forget it either.

This is the essence of the Apprentice Project:

When you listen to a witness, you become a witness!

 

Dos videos de Generaciones de la Shoá

Habiendo completado los primeros diez años de Generaciones de la Shoá, ver acá un breve resumen de gran parte de lo hecho en ese lapso. Es un orgullo y una gran alegría ver cuánto puede se puede conseguir con entusiasmo, inteligencia y voluntad.
Va también el video realizado para la presentación de Cuadernos de la Shoá 5: Mujeres. Vidas y Destinos. En éste se puede ver y oír el testimonio breve y conciso de 15 de nuestras sobrevivientes sobre la conducta de sus madres, uno de los temas centrales de este 5º número. Cliquear acá.