Shoa

El mito del jabón

Sabemos todos que los negadores del holocausto no precisan de argumentos para su empresa, pero es alarmante que nosotros mismos se los proveyamos, repitiendo rumores sin fundamento. Uno de los mitos que circulan profusamente y que no pocos sobrevivientes corroboran, es el de que los nazis usaron los cuerpos de los judíos masacrados para la fabricación de jabón. La noción se ha popularizado y es frecuente escuchar, a modo de insulto o amenaza (por ejemplo en las canchas de futbol cuando juega algún equipo supuestamente cercano a los judíos como es el caso de Atlanta en Buenos Aires) el grito de "los vamos a hacer jabón". En el argot hebreo, en el moderno Israel, la palabra "savon" (jabón) se sigue utilizando como sinónimo de "cobarde" probablemente sin que se advierta su origen falaz. Como nota al margen, esta vinculación de la palabra "savon" a la cobardía se remite probablemente a esa otra acusación, también falsa, de que "los judíos nos dejamos llevar mansamente como ovejas al matadero". Las dos cosas, tanto lo del jabón como lo de las ovejas, se sigue diciendo una y otra vez. A continuación un texto del profesor Yehuda Bauer, escrito en 1991, en respuesta a una carta publicada por un Sr Starkman en el The Jewish Standard de Nueva Jersey, USA, en la cual se discutía su afirmación sobre la ausencia de pruebas de la elaboración de jabón con grasa humana durante la Segunda Guerra Mundial. www.dianawang.net

El Sr. Starkman afirma que este jabón se distribuyó en Polonia a través de cupones de racionamiento desde 1941 y que llevaba la inscripción RJF, siglas según él de "rein Juden fett".

En realidad, las pastillas de jabón, algunas de las cuales se pueden ver en museos memoriales judíos, incluidos los de Jerusalén, llevan escritas las letras "R.I.F.", siglas de "Reichsstelle für Industrielle Fettversorgung," o Centro del Reich para el Suministro Industrial de Grasas. Los términos "rein Juden fett" escritos de esta manera no existen en el idioma alemán, y en 1941, cuando el Sr. Starkman dice correctamente que se empezó a distribuir el jabón, todavía no había ningún campo de exterminio. El primero, Chelmno, empezó a funcionar el 8 de diciembre de 1941 y el segundo, Belzec, en marzo. Auschwitz realizó sus primeros gaseamientos experimentales en enero de 1942.

La fuente de la leyenda fue un rumor que surgió en la Primera Guerra Mundial, difundido por los británicos, según el cual los alemanes estaban usando cuerpos de sus propios soldados para producir jabón y fertilizantes - se demostró que el rumor era falso en 1918. Los nazis recuperaron el rumor, y lo emplearon como una forma adicional de sadismo, empleando palabras actuales, con sus víctimas judías: fueron los nazis los que dijeron a los judíos que se convertirían en jabón, y los polacos lo oyeron de los nazis.

Al final de la guerra, los rusos descubrieron, cerca de Gdansk [entonces denominada Danzig (JD)] un pequeño laboratorio en el que se usaron partes de cuerpos humanos, probablemente de trabajadores esclavos polacos y rusos, para ciertos trabajos químicos. Estos experimentos posiblemente incluyeron el intento de fabricar jabón con grasa humana (algo que sabemos hoy que es casi imposible), pero al parecer los nazis nunca lograron pasar de la fase experimental, si es que esto fue lo que trataron de hacer. El laboratorio era pequeño, y no se creó hasta cerca del final de la guerra. No se emplearon cuerpos de judíos. El fiscal ruso de Nuremberg presentó el asunto en el juicio, pero tuvo que abandonarlo porque no se pudieron presentar pruebas de que se tratara de experimentos para la producción de jabón.

Se ha de combatir los conceptos erróneos sobre el Holocausto, incluso aunque un grupo numeroso de supervivientes los acepte como verdaderos. Esto no quiere decir que los nazis no habrían sido capaces de cometer esta atrocidad- ciertamente lo eran- pero no lo hicieron. Decir, basándose en los eslóganes antisemitas polacos o los rumores que circulaban en los campos -en Auschwitz era un rumor aceptado- que se fabricó jabón con cadáveres de judíos, simplemente le pone en bandeja el trabajo a los negadores del Holocausto, que pueden demostrar fácilmente que no ocurrió nada de esto. Respeto profundamente los testimonios de los supervivientes, y el Sr. Starkman es uno de ellos, pero esto no quiere decir que estos testimonios no puedan incluir conceptos confundidos.

Atentamente, Yehuda Bauer Profesor de Estudios Sobre el Holocausto

El Holocausto en su contexto europeo

Disertación de Yehuda Bauer, presentada en el
Congreso Internacional “El Holocausto: recordación y lecciones”,
4–5 de julio 2006, Riga, Latvia
en el Aula Mayor de la Universidad de Latvia
Traducción: Diana Wang

Permítanme por favor, de antemano, ubicar firmemente el carro ante el caballo y presentar ante ustedes la justificación de esta disertación y, en un sentido, también su conclusión. El Holocausto – Shoá – debe ser visto en sus diferentes contextos. Uno de los contextos es el de la historia judía y la civilización, otro es el del antisemitismo, otros es el de la historia de Europa, del mundo y de la civilización. Hay otros dos contextos y son muy importantes: el contexto de la Segunda Guerra y el contexto del genocidio, y están conectados. Obviamente, sin la guerra, es improbable que hubiera sucedido el genocidio de los judíos y los desarrollos de la Guerra fueron decisivos en el devenir de la tragedia. Recíprocamente, se reconoce en la actualidad de manera creciente que mientras se deben comprender los elementos militares, políticos, económicos y sociales así como fueron evolucionando durante el período, el corazón de la Segunda Guerra, por decirlo de algún modo, su centro en el sentido de su impacto masivo sobre la cultura y la civilización, fueron los crímenes nazis y primero y primordial el genocidio de los judíos que llamamos el Holocausto o la Shoá. El otro contexto que propongo acá es el del genocidio – repito, obviamente, el Holocausto fue una forma de genocidio. Si es así, la relación entre el Holocausto y otros genocidios o formas de genocidio es crucial para la comprensión de esta tragedia particular y de sus aspectos específicos y universales. Luego, discutiremos un triángulo de contextos con la Shoá en el centro y el Segunda Guerra y el genocidio como los escenarios necesarios sin los cuales la comprensión de la Shoá sería difícil de lograr. Esta es mi disertación.

Raramente nos preguntamos ¿por qué la Segunda Guerra Mundial se produjo, no cómo, sino por qué? Usualmente nos ocupamos de cómo sucedió, qué preparativos se hicieron, quién hizo qué y cuándo. Es claro que la Alemania nazi inició el conflicto y hay unos pocos, algo ingenuos, que argumentan que el ataque de Alemania a Polonia fue por el tema del corredor polaco de Danzig o por el deseo de recuperar los territorios perdidos por el Tratado de Versalles. ¿Por qué la dirigencia alemana quería la Guerra contra todos los deseos de la población alemana? El peso de la documentación me parece indicar que el motor fue puramente ideológico. El movimiento nazi llegó al poder decidido a la expansión y la conquista basado en una ideología racial. Veía a la guerra como el estado natural de la sociedad humana. Se rebeló en consecuencia contra el legado del iluminismo aunque era un hijo ilegítimo, si puedo usar el término, del mismo. Pero para el ciudadano común alemán, la primera prioridad era salir de las terribles condiciones económicas de Alemania. Y en esto los nazis tuvieron éxito. La recuperación económica de Alemania fue el resultado, en primer lugar, del ascenso desde el fondo de la depresión, un ascenso que empezó antes del acceso del nazismo al poder; en segundo lugar, el resultado de sobornos masivos a las masas alemanas mediante el aumento de las pensiones y sueldos reales pagados por el déficit financiero. Aunque podrían haber aumentado aún más los salarios pero no lo hicieron para poder solventar el rearme. El rearme los llevó al borde del colapso financiero a pesar del mejoramiento general de la economía y pudieron salir de ello cuando las cosas se pusieron verdaderamente mal en 1937–8, por medio del robo de la propiedad judía como lo mostró Goetz Aly en su reciente libro Hitlers Volksstaat. Enfrentados con serios obstáculos económicos que resultaban de los imperativos de su ideología expansionista, su forma de salir fue incrementando la radicalización en una carrera hacia la guerra y la conquista. Ocuparon otros países no para evitar un colapso económico, sino que consiguieron continuar económicamente a flote explotando impiadosamente a los países conquistados como a aliados, y de hecho pagando por la guerra mediante el robo flagrante de todos sus posibles recursos. El primer objetivo de esta política eran los judíos. Sin embargo, el robo a los judíos no fue la razón del Holocausto. El exterminio de los judíos, aunque implícito previamente -no explícito, en todo caso una parte de la ideología desde el principio mismo-, fue uno de los resultados principales de la ideología y de su implementación. Primero robaron a los judíos y luego los mataron: el antisemitismo era un elemento central en la cosmovisión que propulsaba al régimen. El otro aspecto importante de la ideología nazi era la expansión. ¿Por qué este empecinamiento en la expansión? ¿Acaso la recuperación social y económica de Alemania dependía de la conquista? Difícilmente. Entre 1936–8, ya se estaba saliendo de la crisis económica, el desempleo había dado un respiro, se había conseguido parcialmente la estabilidad social, y el abocarse al rearme y a las preparaciones de la Guerra causaron la crisis de 1937–8. Alemania no necesitaba una guerra para mantener un crecimiento sólido. No precisaba ocupar Europa oriental para obtener granos o materia prima puesto que producía bienes elaborados que podían ser fácilmente canjeados por cosas necesarias. Ciertamente no precisaba tampoco de ningún territorio. La Alemania de hoy, un país más pequeño que el de 1937, con una mayor población, no solo no precisa exportar gente superflua, sino que precisa constante inmigración para mantener su nivel de vida. El hambre de territorio era un postulado ideológico, la expansión una quimera, la guerra materialmente inútil. Repito: desde una perspectiva racional alemana, se produjo una guerra sin sentido, debida a la ideología y no a necesidades pragmáticas. El antisemitismo fue un componente ideológico central para la guerra con sus 35 millones de víctimas o más en Europa que resultó en la destrucción de gran parte de ese continente. ¿Cuán central era el antisemitismo? Creo que lo era y mucho. Estaba alimentado por el carácter casi religioso del Nazional Socialismo que prometía la redención y un Reich de mil años que sería traído por el Divino Mesías, la imagen de Jesús de carne y sangre, Adolf Hitler. La lucha por la felicidad eterna sería conducida contra Satanás y sus seguidores, y Satanás era el judío, el estereotipo del judío. La idea fue comprendida con facilidad por las masas alemanas puesto que derivaba del antisemitismo cristiano que nunca había sido genocida pero que constituyó la fuente de la variación nazi contrariando las declaraciones de nuestros amigos católicos. Así como yo lo leo, el deseo de forzar la emigración de los judíos de Alemania en los años treinta, hacia Polonia a fines de 1939, a Madagascar en 1940 y al Ártico soviético a comienzos de 1941 y luego el genocidio mismo, eran parte del deseo de exorcizar al demonio desde el interior del Pueblo Elegido, es decir los pueblos nórdicos y la raza aria. Los métodos, el timing, las etapas en las que estas políticas se desarrollaron fueron determinadas por consideraciones pragmáticas. El objetivo, sin embargo, era completamente no-pragmático y, como ya se mencionó, puramente ideológico. Luego, la existencia de guetos, por ejemplo en Bialystok y Lodz, era muy importante para la máquina de guerra alemana y era apoyado por oficiales nazis locales. En contra de toda la lógica del capitalismo moderno y de la efectividad costo-beneficio, los guetos fueron aniquilados por órdenes de las oficinas centrales de Berlín, persiguiendo objetivos ideológicos. Son legión los ejemplos de este tipo. Este carácter no-pragmático del genocidio de los judíos es uno de los elementos que diferencia a éste de otros genocidios. Otros elementos fueron la totalidad, es decir el deseo de aniquilar a cada uno de los judíos definidos como tales por los Nazis (obviamente ningún Satanás podía ser dejado suelto por ahí si el proyecto del Pueblo Elegido Nazi debería tener éxito); la universalidad, es decir la idea, desarrollada en etapas, era que los judíos deberían ser tratados en todas partes igual a como eran tratados en la Nueva Europa; y el hecho de que los nuevos métodos y los nuevos usos de los medios tecnológicos modernos para asesinar a millones fueron generados dentro de una sociedad civilizada y culta en el centro de Europa. Entonces, gasear y quemar judíos no era solo pragmáticamente más eficiente que matarlos en fosas con armas de fuego como se hizo en las zonas previamente ocupadas por los soviéticos, sino que era un paralelo simbólico al exorcismo practicado por los autos de fe en la Península Ibérica cientos de años antes. En ambos casos, las personificaciones de Satanás fueron exorcizadas por el fuego. El antisemitismo y el deseo de conquista y dominio no solo de Europa sino finalmente, con la ayuda de aliados, del mundo entero, eran los dos pilares mutualmente complementarios del proyecto nazi. Complementariamente, el Dios Nazi solo podría triunfar si el Satanás Judío era derrotado y aniquilado. En consecuencia, el antisemitismo era una de las causas principales de la muerte de incontables víctimas no-judías en la Segunda Guerra Mundial y la devastación de una gran parte de Europa. Es claro para todos, creo yo, que la Shoá fue un genocidio y como tal no solo puede sino que debe ser comparado con otros genocidios. Solo entonces podemos decir si fue diferente y en qué medida. Para la mayoría de la gente, creo, la unicidad significa una cosa que solo sucede una vez. Si esto es lo que fue la Shoá, entonces nunca más debería suceder, contra nadie; se volvería irrelevante entonces para el presente y para el futuro y si esto es así podemos relegarlo con seguridad a homenajes litúrgicos anuales, a memoriales y a la declamación de clichés gastados, como gustan hacer nuestros políticos. Más que eso: cada hecho histórico es único, cada persona y su trayectoria son únicos. Si el Holocausto fuera único en ese sentido, sería entonces como cualquier otro hecho en la historia humana, no diferente de la unicidad del Imperio Británico, de las guerras napoleónicas, de los sucesos en India bajo los Moghuls: paradójicamente entonces, la Shoá sería como cualquier otro evento histórico, achatado, abaratado, nada digno de mención. La unicidad lo transforma en su contrario, en la total trivialización. No, la Shoá no fue única. No tuvo precedentes; un genocidio como éste nunca había sucedido antes. Pero puede, y en cierta medida lo fue, ser un precedente. Puede pasar otra vez, a los judíos o a otros, perpetrado por cualquiera a cualquiera; seguramente no exactamente del mismo modo, pero de maneras paralelas y aproximadamente similares. El Holocausto tuvo, como dije, varios contextos. El contexto del antisemitismo, que fue su causa principal; los contextos de la historia judía, de la historia europea y mundial, del racismo y el genocidio. En la Segunda Guerra Mundial, la Alemania Nazi quería destruir el liberalismo, la democracia, el pacifismo, el socialismo, el conservadorismo, la cristiandad, todas las cosas que llamamos imprecisamente la Civilización Occidental. La guerra de Alemania fue para limpiar el camino rumbo a la conquista de Europa como un todo y luego, con aliados,del mundo entero. Un nuevo sistema de valores sería impuesto a la humanidad, una jerarquía racial encabezada por los pueblos nórdicos y la raza aria, y el resto ubicados en un orden jerárquico inferior. No los judíos porque todos los judíos estarían para entonces aniquilados. Este mundo racista era una utopía completamente novedosa. La humanidad ha experimentado incontables intentos de substitución de una religión por otra, de destrucción de una nación o imperio por otro, o de una clase social por otra. En la Revolución Francesa la burguesía desplazó a la aristocracia; de modo que la original ideal del comunismo, antes de que se convirtiera en la ideología del régimen imperialista soviético, es decir el intento de reemplazar a la burguesía por la clase obrera, no era realmente novedosa. Pero el nazismo era una novedad; el establecimiento de una jerarquía racial era una completa novedad, aunque sabemos hoy que las razas no existen porque todos provenimos originariamente del este de África según ha sido probado por las investigaciones del ADN. El nazismo fue, en consecuencia, un intento verdaderamente revolucionario, posiblemente el único realmente revolucionario en los últimos doscientos años. Este intento revolucionario fue dirigido contra la civilización occidental. Los judíos eran el símbolo de la civilización por las enseñanzas morales que habían producido. Después de todo, la base cultural de la moderna civilización occidental era la Biblia y para los cristianos tenía dos partes: el Viejo y el Nuevo Testamento, escritos ambos en gran medida por judíos. Había lógica en la ideología nazi: si se quiere destruir la tradición occidental hay que empezar con la aniquilación de sus fundadores, es decir, los judíos. En este contexto ¿dónde entra el genocidio? Está, por supuesto, la muy problemática definición de genocidio de la Convención de 1948 que fue ratificada por la mayoría de los gobiernos del mundo. La definición, como todos ustedes saben, habla de un intento de eliminar como tal a un grupo étnico, nacional, racial o religioso, parcial o totalmente, y enumera cinco maneras en que los perpetradores lo hacen: matando miembros del grupo; causando serio daño mental o físico al grupo; creando condiciones de vida que impiden la existencia del grupo; impidiendo nacimientos de miembros del grupo designado y secuestrando niños del grupo designado. No está claro si deben ser cumplimentadas todas estas condiciones o solo una o dos, para que el asesinato sea llamado genocidio. No está claro cuándo una matanza masiva se vuelve un genocidio. Es en vano hablar de secuestros o de impedir nacimientos cuando todos los miembros de un grupo son el blanco, como fue en la Shoá, cuando todas las mujeres y los niños serán asesinados de igual manera. También es difícil ver a la gente arreada dentro de las cámaras de gas como creando condiciones de vida que impiden la existencia de las víctimas. Y, en la Shoá, no fueron designados ciertos miembros del grupo sino todo el grupo, todos. En el caso de Ruanda fue igualmente problemático. Hutus and Tutsis no son grupos étnicos, hablan el mismo idioma, tienen la misma cultura y son miembros de las mismas categorías religiosas. Las diferencias eran originalmente diferencias de clase y fueron exacerbadas por misioneros europeos y colonialistas que introdujeron una terminología racista básica. Hablando estrictamente, la idea de la tragedia ruandesa como un genocidio podría ser desafiada. Pero fue sin duda un genocidio, en consecuencia es su definición lo que está equivocado. En relación a genocidios previos al siglo XX no hay investigación histórica de la que valga la pena hablar, aunque es indudablemente claro que el tratamiento de los indígenas americanos en todo el continente americano, fue genocida. Así fue el caso de la destrucción de Cartago. Necesitamos herramientas analíticas más afiladas que las provistas por la Convención de 1948, para llamar genocidio a un genocidio cuando lo vemos. La razón por la que la Convención es tan problemática es porque fue un producto del regateo entre Occidente y el bloque soviético, no un resultado de una discusión académica. Por insistencia soviética, el asesinato masivo por razones políticas, que hoy llamamos politicidio, fue excluido, obviamente porque en caso contrario la URSS podría haber sido acusada de genocidio. Fueron incluidos grupos religiosos aunque hay una diferencia básica entre ellos y los grupos étnicos. Las fidelidades religiosas, al menos teóricamente, aunque no siempre de hecho, son un tema de elección. Los judíos europeos y los de países musulmanes amenazados de muerte en el período pre-moderno, podían optar por la conversión y salvar sus vidas, aunque no siempre. Pero si uno nació judío, alemán, ruso, árabe o chino, está pegado a su etnicidad porque después de haber nacido es tarde para elegir progenitores. No hay lógica en incluir grupos religiosos y no políticos en la definición de genocidio porque, al menos en teoría, uno puede elegir su pertenencia política. Por cierto, millones de buenos comunistas se transformaron en buenos nazis en la Alemania nazi y luego muchos buenos nazis se transformaron en buenos comunistas nuevamente en la Alemania Democrática de la posguerra. El asesinado masivo político o politicidio, es una forma de asesinato masivo genocida. Al final, este rondar definiciones, tan caro a los académicos, no tiene mayor sentido a menos que nos mantengamos adheridos a la definición de la Convención y la ventaja es, por supuesto, que se ha vuelto parte de una ley internacional aunque nunca fue usada para la prevención de ningún hecho genocida desde 1948. Sin embargo, deberíamos recordar que nuestras definiciones son abstracciones de la realidad y la realidad es mucho más complicada de lo que pueden ser nuestras definiciones y más que tratar de encajar a la realidad en la abstracción, deberíamos adaptar nuestras definiciones a la realidad. La realidad es que los humanos son los únicos mamíferos que se matan los unos a los otros en grandes números porque ello es posible obviamente por su constitución psicológica. La prueba de ello se ve en todas nuestras leyes que convierten en ilegal al asesinato. Si no hubiera una inclinación al asesinato no sería necesario hacer leyes en su contra. La razón de esta inclinación, o instinto básico, es, como nos dicen algunos psicólogos, el deseo de defender a los que nos son cercanos y al territorio necesario para protegerlos de la rivalidad, invasión y otros peligros reales o imaginarios. Somos mamíferos territoriales y predatorios. Si es así, surge la pregunta de si hay una manera de detener los asesinatos masivos y los genocidios. Las perspectivas no son de color rosa. Hace unos años, el sociólogo norteamericano Rudolph J. Rummel estimó que el número de víctimas civiles de movimientos estatales y políticos en los primeros 87 años del siglo veinte – las fechas fueron elegidas arbitrariamente- fueron 169 millones mientras que en el mismo período murieron 34 millones de soldados. El período incluye las dos guerras mundiales y se ve que murieron cuatro veces más civiles que soldados. 38 millones de los 169 millones de civiles murieron en genocidios, según la definición de la Convención y de entre ellos, casi 6 millones murieron en la Shoá. Rummel, quien mientras tanto aumentó considerablemente sus estimaciones, llama democidio al asesinato de civiles o el asesinato de pueblos, lo que incluye todos los asesinatos masivos y los genocidios según la Convención. Los expertos tienen problemas con los números de Rummel. Pero incluso si estuviera diez o veinte por ciento o aún más lejos de la cifra real, no es realmente relevante; el cuadro general no cambia: los asesinatos masivos de civiles siguen ininterrumpidamente. Sin embargo, así como se puede decir que los asesinatos masivos nos han acompañado desde tiempo inmemorial y probablemente antes también, también se puede decir lo contrario, es decir que el sacrificio generoso por otros nos ha acompañado también. El anhelo de muerte y el anhelo de vida son ambos, aparentemente, parte de nuestra constitución básica. En el mundo real así como en el mundo imaginario de la literatura que lo refleja, ambos tienen una existencia paralela. Los justos, y ello incluye comunidades enteras, aún comunidades enteras como los daneses, salvaron judíos; justos turcos y kurdos salvaron armenios durante el genocidio armenio: justos hutus salvaron tutsis en Ruanda. A menudo esas actividades determinaban el auto-sacrificio para un total desconocido. Es este otro polo de nuestro ser mental e instintivo que hace que la acción contra el genocidio seas una perspectiva realista, aunque difícil y tal vez remota. No hay duda de que vivimos en un mundo pequeño amenazado por la auto-destrucción humana posibilitada por adelantos tecnológicos. Tales amenazas incluyen no solo genocidios sino también luchas de poder entre naciones armadas con armas de destrucción masiva, desastres ecológicos creados por la interferencia humana con la naturaleza y epidemias contra las que no hay cura conocida. También, y de central importancia, la distribución desigual de la riqueza crea sufrimiento masivo y rebeliones sociales y políticas. Los genocidios, por tanto, no son el único gran problema que los humanos hemos creado para nosotros mismos. Y, por supuesto, debemos recordar siempre que la raza humana comenzó su crecimiento meteórico no hace unos pocos miles de años como dice la Biblia, sino medio millón o un millón de años atrás, y que su presencia en este planeta está limitada en el tiempo. Más temprano o más tarde desapareceremos luego de haber terminado nuestra carrera, por decirlo de alguna manera. Con nosotros, desaparecerán nuestras culturas, nuestros logros y fracasos, nuestro Dios o Dioses, nuestros beneficios nuestras esperanzas y nuestras vanidades. Pero lo que deseamos, creo, es que ello sucede más bien tarde que temprano. Los avances tecnológicos han sucedido no solo en armamentos sino también en otros campos que nos amenazan. Los científicos sociales de EEUU han desarrollado modelos sociológicos y politológicos basados en un gran número de variables que posibilitan una evaluación realista de los desarrollos genocidas. Es posible hoy identificar lugares del mundo donde el asesinato masivo puede tener lugar a menos que algo sea hecho para evitarlo. Esto ha llevado al desarrollo de modelos de advertencia precoz que nos permite predecir, con un buen grado de precisión, que dentro de un relativo período de tiempo corto tales amenazas pueden convertirse en una destrucción masiva real de vidas humanas. Habría sido absolutamente imposible predecir el Holocausto con estos medios, lo que nos coloca nuevamente en la situación del Holocausto como un caso especial. Ninguna predicción fue necesaria en los casos de Ruanda o Darfur. En estos como en otros casos no basta con la predicción, es preciso la decisión política que impida los desarrollos genocidas. En la actualidad algunos gobiernos así como las Naciones Unidas disponen de tales medios predictivos. En el congreso de prevención de genocidios de Estocolmo, el 27 de enero de 2004, sugerí cuatro tipos de lo que puede llamarse hechos genocidas: uno, genocidios según la definición de la Convención; dos, politicidios, es decir, asesinatos masivos con motivaciones políticas, económicas y sociales; tres, limpieza étnica cuando el propósito es la eliminación de un grupo étnico como tal; cuatro, ideologías globales genocidas que predican propaganda homicida y prácticas de asesinatos masivos tales como el islamismo radical de hoy y el nazional socialismo y el comunismo en el pasado. El Dr. Juan Mendez fue designado hace dos años como Consejero Especial en la Prevención del Genocidio para la Secretaría General de las Naciones Unidas. No vemos aún la paz mundial pero en el futuro tal vez se puedan lograr algunos pequeños pasos hacia la reducción de los peligros. No creo en utopías: aplicando en otro sentido la famosa cita de Lord Acton, las utopías siempre matan y las utopías radicales tales como el nazismo, el comunismo, los nacionalismos, los extremismos religiosos y similares, matan radicalmente. Tampoco creo en consecuencia en un mundo bueno o en la llegada terrenal de un Mesías celestial que nos salve de nosotros mismos. Creo y espero que con mucha suerte y mucho trabajo, podamos hacer del mundo en el que vivimos un lugar un poquito mejor de lo que es ahora. Vale la pena invertir la propia vida en tratar de hacerlo. ¿Cuáles son las opciones? Debemos ver las opciones no solo en textos eruditos, aunque los tengamos como bases necesarias, sino viendo a la realidad en la forma de los problemas terribles que enfrenta el mundo con los genocidios presentes y futuros. Hoy significa que debemos discutir Darfur, un claro genocidio aún según la Convención, y debemos discutir la relación entre Darfur y los genocidios que lo precedieron y los que lo continuarán, como seguramente sucederá. ¿Qué se puede hacer acerca de Darfur? El Consejo de Seguridad de las UN resolvió enviar tropas. Pero eso se tomará varios meses, el mandato de las tropas no es claro y los países miembros son reticentes al envío de voluntarios y de dinero. Lo que es aún más importante, la misión de las Naciones Unidas ha sido condicionada por el acuerdo con el régimen genocida de Khartoum, acuerdo que por supuesto no será conseguido. Si la misión se lleva a cabo, el propósito no será impedir el genocidio en Darfur porque el genocidio ya está sucediendo, sino detenerlo. Para la prevención de hechos genocidas como el de Darfur, los académicos están trabajando en lo que llamamos caja de herramientas, es decir, una serie de medidas no-militares graduales a ser implementadas en situaciones con amenazas de genocidios antes de que sucedan, e intervenciones armadas posibles para detenerlo si ya ha sucedido. Pero aún si disponemos de una caja de herramientas como esa, la cuestión crucial real será la presión sobre el mundo político. ¿Qué hacemos para ayudar a crear la voluntad política que detenga los asesinatos masivos? Tal vez para nuestra sorpresa, descubrimos que los académicos tienen realmente más poder de lo que piensan. La idea general es la creación de coaliciones de grupos de presión que produzcan propuestas prácticas, con campañas en los medios y acciones similares y que influenciará a gobiernos y políticos comprensivos. ¿Tendrán éxito? No tengo la menor idea. Todo lo que sé es que debemos intentarlo. ¿Cuál es la conexión entre Darfur, Ruanda y el Holocausto? ¿y por qué debemos tomar al Holocausto como el caso paradigmático y no algún otro suceso genocida como la vara para la comparación? Tanto comentadores como políticos comparan constantemente a Darfur con Ruanda. También comparan a Ruanda con el Holocausto como el genocidio paradigmático. Es, creo yo, irrelevante que estas comparaciones sean impropias. Claramente, tanto Ruanda como Darfur fueron o son causadas por desarrollos que se podrían llamar pragmáticos: el deseo de poder o de territorio, contrariamente al Holocausto. Pero son el mismo tipo de acciones humanas que en el Holocausto: asesinato masivo de un grupo designado como víctima, lo que hoy llamamos genocidios o sucesos genocidas o asesinatos masivos genocidas. El motivo, creo yo, para ver al Holocausto como un nivel comparativo, sean o no válidas las comparaciones, es la lenta, a menudo inadvertida conciencia del hecho de que el Holocausto fue la forma más extrema de la enfermedad que atormenta a la raza humana, una dolencia que es un peligro para la existencia misma de la humanidad –no solo el peligro, como dije, sino un muy serio peligro- y el Holocausto se ha vuelto el paradigma de las amenazas genocidas generales. En la actualidad, apenas pasa una semana sin la publicación de una obra literaria, de una pieza artística creada, de una partitura musical y de un sinfín de investigaciones en todos los campos de las humanidades y las ciencias sociales en relación al genocidio de los judíos. Debido a la paradigmática cualidad de la Shoá, parece probable que ello continúe. Tampoco es un tema el ocuparse del pasado reciente. Los judíos están hoy, por primera vez desde 1945, amenazados otra vez, abiertamente, por la ideología islámica radical, cuyos mortíferos tentáculos deben ser tomados más seriamente que lo que fueron los nazis, desgraciadamente, una o dos generaciones atrás. La conexión directa entre la Segunda Guerra Mundial, la Shoá, y los hechos de genocidio actuales es más que obvia. No hay repeticiones acá que vuelvan a un punto anterior, igual a lo que sucede con la narrativa sobre el genocidio de los judíos. La Shoá no tuvo precedentes. Pero fue un precedente y ese precedente está siendo seguido. Deberíamos hacer todo lo posible por detenerlo. Los efectos posteriores de la Shoá y de la Segunda Guerra Mundial están entre nosotros, son un pasado y un presente, un pasado que tiene todavía un futuro y hay un tema de gran importancia que está comenzando a ser advertido pero que necesita ser explorado con más seriedad. Me refiero a la comparación entre los dos regimenes totalitarios, el Nazional Socialismo y el Comunismo Stalinista. El paralelo entre los dos es obvio: una dictadura de un solo partido con un dictador semi mítico a la cabeza, la existencia de una masiva máquina de terror de una policía estatal muy bien organizada, una ideología que constituyó una religión exclusiva y así sucesivamente. Las diferencias, sin embargo, no han sido exploradas apropiadamente: la Unión Soviética era un estado centralizado con una economía centralizada con una implícita tendencia a la corrupción masiva y a la ineficiencia económica. La Alemania nazi era básicamente un régimen poliárquico, no centralizado, donde los vasallos feudales competían por la atención del todopoderoso dictador, pero que estaba construida sobre la combinación de una poderosa empresa privada y una manipulación inteligente por autoridades fiscales centrales. Florecía la propiedad privada, especialmente la de grandes empresas industriales, agriculturales y bancarias. La ineficiencia fue el resultado no de la estructura económica sino de la intervención en la economía de una dictadura política ideológicamente motivada. Durante la guerra, esta ineficiencia política impulsada por la ideología influyó decisivamente sobre la planificación y la ejecución de las acciones militares. Sin embargo, ambos regimenes lograron superar las deficiencias a corto y mediano plazo gracias a grandes esfuerzos emanados de su centro. La cultura política fue diferente: Hitler era un individuo indeciso, básicamente perezoso, dado a breves exhibiciones de gran energía, quien trató de evitar lo más que pudo tomas de decisiones sobre asuntos económicos, sociales y de política interna, excepto en áreas que consideró cruciales para el emprendimiento nazi. Intervino en temas tales como la aniquilación de los judíos, estrategia y aún táctica militar. No se tomaron minutas de la mayoría de las reuniones ni fue creado un archivo de documentación apropiado para el control del proceso de toma de decisiones en el centro del poder. Después de 1938, no hubo nunca reuniones del gabinete alemán; todas las decisiones eran supuestamente emanadas de la dirección general del Führer. Stalin, por el contrario era un workaholic, un adicto al trabajo. Las tomas de decisiones estaban a cargo del Politbureau, en el que Stalin era la figura dominante y la autoridad definitiva, pero había discusiones y propuestas y se tomaban minutas. En la Unión Soviética no hubo intentos de eliminar la autoridad estatal controlada por el partido mientras que en la Alemania nazi los elementos medulares del partido nazi y Hitler mismo, trataron de anular al estado y hacer someter a la burocracia a los caprichos del dictador. Michael Wildt de Hamburgo analizó con brillantez esta cuestión en su libro Die Generation des Unbedingten: apareció una nueva burocracia anti burocrática, especialmente en el centro del régimen de terror, en el Reichssicherheitshauptamt (RSHA) que controlaba a la policía política, lo que socavó efectivamente toda autoridad legal e intentó eliminar los remanentes del estado prusiano nacional-liberal. En esto, el stalinismo estuvo mucho más próximo al fascismo italiano con su adoración al estado de lo que estuvo el Nazional Socialismo, un régimen verdaderamente revolucionario que intentó abolir el estado como repositorio legal del sistema. El nazismo no quería ningún sistema legal, ni siquiera uno nazi. Quería la libertad completa de decisiones del dictador en representación del partido que representaba al pueblo. Esto no tuvo paralelo en el stalinismo. ¿Stalin cometió genocidios? Depende de nuestra definición: hubo ciertamente deportaciones de grupos étnicos enteros tales como los chechenios, los ingushes, los tártaros de Crimea o los alemanes del Volga. Pero el propósito no era la aniquilación de estos grupos como tales y no hubo matanzas en gran escala; fueron más bien castigos por colaboraciones de esos grupos con los invasores alemanes. Sin embargo, si se acepta mi descripción de los hechos genocidas, entonces sí, los soviéticos cometieron un gran politicidio, acciones genocidas dirigidas principalmente, aunque no exclusivamente, en contra de rusos, ucranianos y judíos. No puede haber casi duda de que el número de las víctimas de la opresión soviética excedió el número de los muertos en los campos de concentración nazis, aún si se incluyen las víctimas del genocidio de los judíos. Pero tampoco hay duda de que el número de víctimas durante la Segunda Guerra Mundial iniciada, deseada y ejecutada por la Alemania nazi, excede en mucho el número de víctimas de los Gulags y de la opresión soviética. El juego de los números acá, como en cualquier otra parte, no nos lleva a ningún lado. Hay, sin embargo, otra gran diferencia entre los dos totalitarismos que aún no ha sido explorada suficientemente: el Nazional Socialismo fue una rebelión no solo contra el legado del iluminismo sino contra todas las normas y tradiciones de lo que inadecuadamente llamamos la civilización occidental y la dirigencia nazi era conciente de ello. Era una rebelión contra la moralidad aceptada, contra las normas sociales, contra toda forma de tradición legal, y más aún. Se opuso a la democracia, al liberalismo, al pacifismo, al conservadorismo democrático y a todas formas de socialismo y de democracia social así como contra la cristiandad organizada. Su utopía era la jerarquía racial, ninguna forma de igualdad así como se entiende habitualmente: buscaba la igualdad entre la élite racialmente superior, nada más que eso. La ideología soviética, por otra parte, estaba basada en el legado marxista que veía a la revolución proletaria como una continuación de la burguesía y prometía una utopía maravillosa sin clases con una igualdad ideal, la abolición de un estado basado en la clase social y la total democracia con derechos individuales. Si se ve la constitución de 1936 de Stalin, eso es lo que dice. La realidad soviética fue, por supuesto, todo lo contrario de lo que la constitución de Stalin prometía. Pero lo interesante es que la constitución era enseñada en las escuelas, de modo que generaciones de ciudadanos soviéticos aprendieron que el ideal era lo opuesto a lo que vivían en su vida cotidiana. Éstas y otras contradicciones similares, traducidas a la realidad económica y social, fueron, creo yo, las que llevaron finalmente al deterioro y la disolución del imperio soviético. No había tales contradicciones en el Nazional Socialismo, y ese régimen, el peor que ha desfigurado nunca a la humanidad, tuvo que ser derrotado por la fuerza de las armas y desde el exterior. Los nazis realizaron lo que en la Convención de 1948 se denominó genocidio: contra los Roma, los polacos y principalmente, con total ausencia de pragmatismo y con sustento puramente ideológico, contra los judíos. Los soviéticos no hicieron nada por el estilo. Si los alemanes no hubieran atacado a la Unión Soviética en junio de 1941 luego de casi dos años de una alianza estrecha, ¿habría habido un enfrentamiento permanente entre ambos totalitarismos? No lo creo. Era muy claro para ambas élites, que la alianza era temporaria y que tarde o temprano chocarían. Cuando sucedió, los alemanes casi arrasan al estado soviético. La mayoría de las personas cree que la alianza forjada entre occidente y los soviéticos no era natural si se piensa en culturas políticas y objetivos de largo alcance. Pero no había nada no-natural en el hecho de que un régimen que amenazaba a los logros de la civilización occidental hubiera sido opuesto por todos los que, aún de formas diferentes y contradictorias, querían continuar la civilización, incluso de maneras distorsionadas como el caso de los soviéticos. Al final, la guerra fue ganada principalmente por los soviéticos. Occidente por supuesto ayudó proveyendo de armamentos importantes y cruciales y su ayuda abrevió la Guerra. La invasión a Europa occidental contribuyó marcadamente a la victoria final. Pero la guerra fue ganada por el Ejército Rojo que derrotó a la mayoría de las fuerzas alemanas con un costo enorme. La Unión Soviética liberó al mundo de la amenaza de otro largo período de imaginables eras oscuras. Esta es la percepción de la historia reciente que prevalece en toda Europa y en el mundo y determina la memoria histórica de occidente. Es verdad incluso, digamos, en Ucrania, donde los alemanes fueron originalmente recibidos con entusiasmo por la mayoría de la gente, aunque había allí ya en 1941 una minoría pro-soviética importante cuyo número se desconoce. Muchos ucranianos participaron del asesinato de los judíos, se ofrecieron como voluntarios para la policía pro germana, colaboraron con la administración alemana, pero pronto fueron cubiertos por una gran desilusión. Los alemanes no permitieron ningún tipo de autonomía ucraniana, trataron a los ucranianos como seres inferiores y luego deportaron a cientos de miles para trabajos forzados. El ánimo cambió rápidamente. También el hecho de que grandes cantidades de ucranianos sirvieran en el Ejército Rojo hizo que sus familiares viviendo bajo el régimen alemán se inclinaran cada vez más hacia los soviéticos. Cuando debieron elegir entre ser regidos por los alemanes o por los comunistas ucranianos, la mayoría de los ucranianos eligió finalmente a los Soviets. El Ejército Rojo fue recibido como liberador, excepto en Volynia y partes de la Galicia Oriental donde el grupo armado clandestino anti-soviético OUN tuvo ingerencia hasta alrededor de 1950. En Polonia, igualmente, mientras el Ejército Rojo era visto por la mayoría de los polacos como un nuevo enemigo, fue bienvenido como liberador de la ocupación alemana que había sido mucho peor que lo que habría sido el estar regidos por los comunistas polacos. Muchos polacos decían que hay que sacarse de encima a los alemanes antes de vérselas con los comunistas. En Checoslovaquia, un fuerte movimiento comunista nativo se unió con liberales y conservadores con una actitud similar a la de los polacos. En Hungría también, gran parte del ejército fue hacia los soviéticos porque la alternativa no era solo los alemanes sino el régimen nazi húngaro. Claramente, líderes anti-comunistas como Sikorski y Mikiolajczyk en Polonia, Benes y Masaryk en Checoslovaquia, Maniu y Bratianu en Rumania, y así sucesivamente, compartían ese punto de vista. Cuanto más al oeste se iba de la real Unión Soviética, mayor el entusiasmo por los liberadores soviéticos. Para los judíos era aún más simple. El régimen alemán significaba sin duda la muerte; el régimen soviético era la opresión étnica y más tarde también el anti-semitismo. Pero la única esperanza de supervivencia era la victoria soviética. Todos los sobrevivientes judíos les deben sus vidas a la victoria soviética. Después de la Guerra, en su gran mayoría, estos sobrevivientes se concentraron en campos de desplazados en Europa Central, y fueron un factor importante en el establecimiento de Israel. La victoria soviética lo hizo posible. Los soviéticos efectivamente liberaron a Europa, aunque fuera una liberación problemática. Excepto acá en los estados bálticos donde hay una percepción diferente: la perspectiva es que hubo tres ocupaciones, y que la segunda soviética duró décadas y fue peor que la alemana. ¿Cuál es el contexto para todo esto? Alojado entre dos gigantes de poder creciente entre las guerras, Alemania y la Unión Soviética, los estados bálticos tuvieron que maniobrar entre ellos. Durante la década del veinte y a comienzos del treinta, trataron de apoyarse en las democracias occidentales y desarrollaron sistemas parlamentarios. Pero a mediados del treinta, abandonados por los liberales occidentales arrastrados por la depresión, el poder fue asumido por regímenes autoritarios conservadores bajo Antanas Smetona en Lituania, Karlis Ulmanis en Latvia y Konstantin Päts en Estonia. Estaban temerosos, con razón, de la Rusia comunista, a pesar de la oposición radical a los alemanes que era tradicional por ejemplo en Latvia. Los movimientos y partidos extremistas de derecha fueron creciendo desde el interior. Cuando las dos dictaduras dividieron a Europa Oriental entre sí en 1939, al principio Latvia y Estonia y pronto también Lituania, cayeron del lado de los soviéticos que ocuparon los tres estados en 1940. Se debe reconocer que hubo muchos colaboradores locales con los soviéticos y que los partidos comunistas locales eran pequeños pero de gran influencia y que parte del campesinado recibió con beneplácito la repartición de la tierra. Justas Paleckis en Lituania, y Augusts Kirhensteins en Latvia no eran ciertamente personajes centrales en sus sociedades, pero tampoco eran totalmente marginales. En Lituania, elementos del ejército trataron de colaborar con los soviéticos con la esperanza de poder integrarse en las fuerzas armadas soviéticas como unidades separadas. Los soviéticos gobernaron principalmente desde bambalinas a través de sus sátrapas locales. Hubo opresión nacional, persecución política, se introdujo el estilo soviético del partido único y en junio de 1941, comenzaron las deportaciones. Cuando atacaron los alemanes, la vasta mayoría de los bálticos se alineó de su lado. Pero los alemanes, en contra de la expectativa de muchos, no garantizaron la autonomía ni menos aún la independencia. La colaboración con la persecución y asesinato de los judíos fue masiva y las unidades auxiliares de la policía lituana, latvia y estonia fueron una parte importante de la máquina de muerte en Bielorrusia, en Polonia y en Ucrania. Sin embargo, ello no cambió la política colonialista alemana hacia las poblaciones bálticas. Tampoco lo hizo el reclutamiento de unidades SS en Latvia más adelante luego de que los judíos hubieran sido aniquilados. Los alemanes trataron a los bálticos igual a como habían tratado a los ucranianos, excepto que las deportaciones para trabajos forzados fueron mínimas. El plan para el futuro, como lo refleja el Plan General Nazi para el Este -Nazi Generalplan Ost-, era la germanización definitiva de gran parte de los bálticos y la utilización del resto para inspeccionar y controlar a los grupos étnicos peor vistos. La oposición local, lentamente, fue creciendo. Poco convocantes y eficientes, no son muy convincentes los intentos recientes de mostrarlos como movimiento anti-nazi clandestino y patriótico. Los partisanos soviéticos por el contrario, dirigidos con frecuencia por individuos bálticos pro-soviéticos, ganaron apoyo. Luego, regresaron los soviéticos con las unidades latvias, lituanas y estonias del Ejército Rojo, es decir con gente que era en gran parte, aunque no toda, aliada al régimen soviético. Mientras que la primera ocupación soviética duró un año y la alemana cuatro, la segunda ocupación soviética duró unos 45 años. Esta discrepancia en la ocupación extranjera puede ayudar a explicar las actitudes bálticas respecto de los nazis y los bolcheviques. ¿Los soviéticos cometieron genocidio o algo que se le acerque, durante sus dos ocupaciones a los países bálticos? Permítaseme tomar los resultados del admirable trabajo de la Comisión Histórica Latvia, en particular las partes del mismo que pude leer en inglés. Había casi dos millones de personas en Latvia, en 1939, casi 75 por ciento de los cuales eran étnicamente latvios; el resto eran principalmente rusos, alemanes y cerca de 95,000, o aproximadamente un 5 por ciento, judíos. Los soviéticos reprimieron y persiguieron a unas 3,000 personas durante la primera ocupación y deportaron a 15,400 más, en total, menos del 1 por ciento de la población. La mayoría de los deportados sobrevivieron. Pero de estos 15,400, 11.7 por ciento eran judíos, luego el número de los perseguidos y deportados judíos era más del doble de la proporción de la población. Los soviéticos no abolieron el idioma latvio y más que anular, transformaron las instituciones culturales locales. Pero prohibieron el uso del hebreo y luego suprimieron el idish, disolvieron todas las instituciones específicamente judías aún cuando no abolieron formalmente la observancia religiosa judía. Las comunidades judías no fueron transformadas sino erradicadas. Durante la segunda ocupación, a fines de los cuarenta, los soviéticos deportaron a 43,000 ciudadanos latvios. Junto con la primera ola en 1941, el total sumó un 3.3 por ciento de la población. Y aunque los alemanes habían para entonces asesinado con ayuda local a casi todos los judíos latvios, había unos pocos judíos entre los deportados de la segunda ola. Es difícil hablar de una ola genocida anti-báltica. Si algo hubo cercano a la eliminación en manos soviéticas, era la de los judíos no la de los latvios, aunque la cultura latvia fue denigrada y atacada. Los historiadores latvios han deconstruido también el mito sobre la significativa participación judía en el gobierno soviético y el organismos policiales. El mismo cuadro emerge en los territorios polacos previos en la Bielorrusia y Ucrania del oeste. Allí, según datos polacos, de uno 800,000 deportados a Siberia en 1939–41, el 30 por ciento eran judíos, aunque los judíos eran solo el 10 por ciento de la población. Son datos que suman a la opresión y la persecución. Adicionalmente, en las áreas bálticas ocupadas, había una emigración masiva de los no bálticos desde la Unión Soviética, debido al nivel económico y social mayor. La pregunta aún abierta es si esto era intencional o no, probablemente fuera una mezcla de ambos. Todo esto era malo pero no era ciertamente genocidio. Si hubiera habido genocidio de los pueblos bálticos, no podría haber habido un movimiento de independencia que fue finalmente victorioso entre 1987 y 1991. Fue entonces que se produjo el colapso del régimen bajo su propio peso regresivo, su ineficiencia y su corrupción política y moral. Además del asesinato de varios miles de Roma errantes, el único genocidio sucedido en los estados bálticos fue el de los judíos. Emergen dos grandes problemas: uno, la colaboración con los alemanes de la gran mayoría de los pueblos bálticos, no necesariamente a causa de alguna simpatía con los alemanes o con el nazismo sino como resultado de la situación política, étnica y económica, determinadas por la geografía y la historia, el resultado fue la colaboración de un gran número, activamente o con un acuerdo silencioso, en la aniquilación de judíos; y dos, una seria desconexión entre las percepciones bálticas del pasado y las del resto de Europa y por cierto del mundo, básicamente acerca del rol histórico de la Unión Soviética en la guerra contra la Alemania Nazi. No debe ser tomado a la ligera. Los países bálticos recuperaron su independencia como resultado de una oposición a la opresión nacional anti-soviética, una lucha admirable y principista Sus elites, debido a lo que considero una manera de pensar democrática firmemente asentada, se comprometieron en un proceso difícil y muy doloroso, a reconocer sus responsabilidades en la aniquilación de los judíos de su medio. Son, estoy convencido, parte del mundo que se opone a los asesinatos masivos y al genocidio sea donde fuere que suceda. Son aliados importantes en la lucha por un mundo mejor, motivo por el cual se han comprometido, entre otras cosas, en el gran esfuerzo por estimular el conocimiento del Holocausto para aprender para el futuro. La responsabilidad que asumen respecto de su pasado, tanto en relación a la Shoá y, en un contexto mucho más amplio, es tan pesada y difícil como lo es para el resto de nosotros. El bien y el mal están pintados raramente en negro y blanco. Sin embargo, el régimen nazi, con su mal absoluto casi total, es una excepción. El mundo occidental, que incluye a la Unión Europea, ve a la Segunda Guerra Mundial como un punto de referencia central y a la Shoá como su eje principal. Como una de sus consecuencias, ve a la Unión Soviética como un socio crucial, un liberador, un liberador problemático ciertamente, pero liberador al fin en el rescate del mundo de la amenaza potencial a su existencia en manos del nazismo. Una desconexión entre la conciencia histórica de los estados bálticos y del resto del mundo occidental sería una tragedia. Los Justos que salvaron vidas a riesgo de la propia, acá en Latvia y en cualquier otro lugar, no estaban en el centro de la Shoá sino en sus delgados márgenes. Pero son ellos los que probaron que hay una alternativa, que podemos escapar del abismo de los hechos genocidas. La mayoría de los salvadores no puede ser pintada en negro o blanco sino en diferentes tonos de gris, como el resto de nosotros. Vean a Kurt Gerstein, un protestante alemán opuesto al nazismo, que se unió a las SS porque quería descubrir lo que las SS le estaban hacienda a los judíos. Logró entrar en el campo de exterminio de Belzec, y vio el asesinato masivo que allí tenía lugar; a su regreso a Alemania, se encontró con un diplomático sueco y por medio suyo trató de advertir al mundo. Contactó al emisario vaticano en Berlín, y a la resistencia holandesa. Intentó advertir y falló. ¿Fue un héroe? Para llegar a Belzec, consiguió un trabajo en las SS en el traslado de recipientes con gas venenoso a Polonia. Es decir que para ayudar a los judíos, traía el gas para asesinarlos. Saúl Friedlander lo llamó la ambivalencia del Bien. Pero también está la ambivalencia del Mal. Y como considero que un historiador del Holocausto no puede permanecer en el reino de la abstracción sino que debe contar historias verdaderas que muestren la realidad del día a día del genocidio, concluiré con una historia. Su nombre es Yossi Halpern, y todavía anda por ahí, en Israel Tenía 16 años cuando huyó, solo, desde la Polonia occidental ocupada por los nazis hacia la parte oriental ocupada por los soviéticos. Quería ir a la escuela pero los soviéticos lo forzaron a ser un maestro en una pequeña aldea bielorrusa, para enseñar a leer y escribir a niños pequeños. Los campesinos lo mantenían. Le consiguieron una barraca de madera, unos bancos y un pizarrón. Le consiguieron hasta tizas. Y él pidió un pequeño patio de juegos para los chicos al frente de la barraca escolar. La tierra pertenecía al único campesino rico del poblado, un hombre llamado Bobko, que tenía dos hijos, el más joven llamado Sergei. Los Bobkos no querían entregar el pequeño pedazo de tierra pero los campesinos los amenazaron con que si rehúsan serían denunciados a las autoridades soviéticas como kulaks (explotadores). La tierra fue entregada pero los Bobkos no olvidaron ni perdonaron. Luego llegaron los alemanes. Los campesinos le prometieron a Yossi que lo protegerían, pero ahí estaba Bobko que denunciaría a los alemanes al joven maestro judío. Entonces Yossi dejó la aldea, consiguió documentos polacos falsos y fue a Baranovichi, el pueblo más cercano y consiguió un trabajo con un colaborador bielorruso, como supervisor de un emprendimiento de agricultura a alguna distancia del pueblo. Se desempeñó bien y se puso en contacto con un grupo de partisanos en el bosque vecino a los que proveía de medicinas, sal y azúcar. Se sintió muy seguro de sí mismo y al final fue detenido por una milicia bielorrusa mientras contrabandeaba sal. Fue arrestado como polaco y encarcelado en Baranovichi, a la espera de juicio. La comisión que venía a la cárcel estaba compuesta por un alemán y un bielorruso, y Yossi le confesó al comandante de la prisión que era judío y le pidió que lo salvara: si la comisión lo revisaba físicamente descubirría que era judío y sería asesinado instantáneamente. El director de la prisión dijo que no lo podía ayudar porque ya había informado que se trataba de un prisionero polaco y debía presentarlo así a la comisión, pero le aconsejó a Yossi que si se tenía que desnudar lo haciera primero con el bielorruso, en la esperanza de que esto lo salvaría. Legó la comisión y Yossi fue donde estaba el bielorruso. Cuando entró había una mesa y ¿a quien vio del otro lado?, nada menos que a Sergei Bobko. Se miraron uno al otro y Bobko dijo: ¡salí de acá y si te veo otra vez, sera tu fin!. Yossi voló de la prisión tan rápido como pudo. Después de la Guerra, Bobko fue conducido ante una corte polaca porque había servido como delegado del comandante del terrible campo de concentración llamado Koldichevo, donde había matado a muchos polacos. Arguyó que había salvado la vida de un judío llamado Yossi Halpern. Las autoridades polacas encontraron a Yossi y Yossi confirmó el hecho, Bobko había salvado su vida. Todos los otros bielorrusos que habían asesinado polacos en el campo fueron colgados; Bobko fue sentenciado de por vida porque había salvado la vida de Yossi. Años más tarde fue liberado, un criminal de guerra con muchas vidas en su conciencia que había salvado una sola, la vida de alguien a quien había odiado. Les hablé acerca de la ambivalencia del mal, les hablé acerca de ustedes y acerca de mí, porque la mayoría de nosotros no somos completamente buenos ni completamente malos. La mayoría de nosotros estamos en algún sitio en el medio. Tal vez sea eso lo que nos brinda alguna esperanza para el futuro.

Dios como cirujano

Ha llegado a mí este texto con ideas que me siguen escalofriando.Lo traduje para aquellos que no leen inglés. Primero está en castellano y a continuación en inglés. Hay dilemas que son encerronas ideológicas y morales.

El trabajo de Yehuda Bauer, sobreviviente de la Shoá, ha sido riquísimo, como historiador y pensador sobre la Shoá. Algunos de sus escritos -imperdibles por su conocimiento y hondura- pueden ser leídos en nuestra página web, www.generaciones-shoa.org.ar

w w w . h a a r e t z . c o m Last update - 09:43 01/06/2007 Dios como cirujano  Por Yehuda Bauer

El panel sobre “Los haredim y el holocausto” recientemente emitido por al Canal 1, debería haber incluido los puntos de vista del Lubavitcher Rebe (el así llamado “rey mesiánico” de Jabad), el Rabino Menachem Schneerson.

Acerca del Holocausto, el rebe escribió lo siguiente: "Es claro que 'ningún mal desciende de Arriba,' y sepultado entre tormentos y sufrimiento hay un corazón de bondad espiritualmente exaltada. No todos los seres humanos son capaces de percibirlo, pero allí está. En consecuencia no es imposible que la destrucción física del Holocausto sea espiritualmente beneficiosa. Por el contrario, es muy posible que el sufrimiento físico sea bueno para el espíritu" ("Mada Ve'emuna," Majon Lubavich, 1980, Kfar Jabad).

Schneerson continua comparando a Dios con un cirujano que amputa un miembro de un paciente para salvar así su vida. El miembro "está incurablemente enfermo. El Santo Nombre Bendito Sea, como el cirujano, busca el bien para Israel y evidentemente todo lo que hace es hecho por el bien.... En el sentido espiritual, ningún daño fue hecho, porque el espíritu eterno del pueblo judío  no fue destruido."

El planteo del Rebe es, en consecuencia, claro: El Holocausto fue una cosa buena porque extirpó un miembro enfermo del pueblo judío –en otras palabras, los millones asesinados en el Holocausto- para así limpiar al pueblo judío de sus pecados.

Hay lógica en esta teología: Si Dios es ciertamente omnipotente, sabe todo y controla al mundo ("Dios preside sobre los juicios de 4 mil millones de personas todo el tiempo, todos los días sin un instante de descanso"), ello implica la supervisión divina tanto individual como colectiva, luego el Holocausto sucedió no solamente con su conocimiento sino con su aprobación.

Schneerson no acepta la idea de "hester panim," o la cara de Dios mirando hacia otro lado, para explicar por qué El no estuvo presente cuando un millón y medio de chicos fue asesinado. Según algunos judíos religiosos, este hester panim fue una consecuencia de los pecados humanos y, sobre todo, los pecados del pueblo judío. Schneerson dice que Dios estuvo ahí y que que quería que el Holocausto sucediera. Pero, dado que es inconcebible, en su visión, que Dios cometa el mal, propone el Holocausto como un suceso positive, especialmente para los judíos.

Luego de que este texto fuera publicado en el verano de 1980, generando una tormenta, Jabad alegó que se había basado en una traducción incorrecta al hebreo de las palabras que el Rebe pronunció en idish. El Rebe, dijeron, no tenía idea de que sus comentarios habían sido publicados. Parece difícil de creer que Schneerson no hubiera controlado cada una de sus palabras publicadas, menos aún un texto publicado en hebreo por el Majón Lubavich en Kfar Jabad.

De hecho, hay un documento escrito por el Rebe mismo, en hebreo, que contiene sus planteos sobre el Holocausto. Jaika Grossman, ya fallecida, una dirigente clandestina del gueto de Bialystok que sobrevivió la Guerra y fue miembro de la Kneset durante varios períodos, publicó un artículo en el periódico Hamishmar el 22 de agosto de 1980, citando a Schneerson y expresando el profundo shock que le produjeron sus palabras. El 28 de agosto de 1980, el Rebe le respondió de manera personal. La carta, aparentemente escrita a máquina, contiene varias correcciones manuscritas hechas por su propia mano y está firmada por él. Allí el Rebe confirma todo lo publicado en el texto.

Sus comentarios, explica Schneerson, se basaron en la Torá. Hitler fue un mensajero de Dios en el mismo sentido en el que Nabucodonosor es llamado “sirviente de Dios” en el Libro de Jeremías (capítulo 25). La “cirugía” mencionada fue un procedimiento de rectificación tan masivo que el sufrimiento (es decir, el asesinado de los judíos) fue menor comparado con los efectos curativos.

Fui invitado a participar en el debate televisivo, pero mi aparición fue cancelada en el último momento, debido tal vez a mis opiniones sobre el tema. Lo cierto es que no hay "Haredim." Hay grupos Haredi e individuos Haredi, y su conducta durante y después el Holocausto tuvo diferencias. Desde el Holocausto, los judíos han luchado con el tema y continúan haciéndolo. Los puntos de vista del Rabino  Schneerson son los de muchos.

Pero Jabad es una gran dinastía Jasídica y de mucha influencia. Tiene un mesías que vivió y murió y muchos esperan su resurrección. En este sentido, Jabad es un movimiento semi-cristiano. Por ello es importante conocer lo que su líder dijo. El “rey mesiánico” no negó el Holocausto. Lo justificó.

El autor es un académico del Holocausto- (traducción: Diana Wang)

62º Aniversario Capitulación de Alemania ante los Aliados

Discurso pronunciado el 9 de mayo 2007 en AMIA Expreso mi alegría, que seguramente coincide con las de los sobrevivientes presentes y los hijos de sobrevivientes, de compartir este acto con las señoras y señores diplomáticos y las señoras y señores funcionarios del gobierno argentino. Es bueno saber que por fin no estamos solos. La humanidad seguirá estando en problemas si, entre otras cosas, el tema de la Shoá es solamente un tema judío. Para muchos sobrevivientes judíos, un día como hoy, fue su segundo nacimiento. Alemania se había rendido. Un milagro. Casi más que haber sobrevivido, ser testigos de la capitulación de Alemania fue un milagro que parecía imposible. El Reich de los mil años ya no cumpliría otro. El cuero de las botas de los orgullosos SS ya no brillaba enceguecedoramente, ahora temían por sus vidas, su calzado se había cubierto de barro. Los mismos que se vanagloriaban de cuidar su apariencia, de estar bañados, bien afeitados y lustrosos, deambulaban por Europa, sucios, asustados, algunos incluso pretendiendo hacerse pasar por judíos en la esperanza de salvarse. Dolorosa ironía. Ahora querían ser tomados por judíos. Para los sobrevivientes, no fue ese mes de mayo un mes de alegría. Todavía no había lugar en sus corazones para ello, estaban ocupados en encontrar un destino a sus vidas. Europa era un territorio devastado, con sus economías aniquiladas, sin medios de transporte ni formas de ganar de dinero. Los sobrevivientes siguieron pendientes, como habían estado los últimos años, en sobrevivir día tras día, minuto a minuto. Las primeras energías estaban destinadas a conseguir comida, albergue, medicinas. Pero a medida que los días pasaban, que la muerte dejaba de rondar como destino seguro, la gran pregunta: ¿Habrá sobrevivido alguien de mi familia? ¿Quién? ¿Dónde estará? La búsqueda desenfrenada en los listados que comenzaban a circular por la Cruz Roja y por el UNRRA la mayor parte de las veces no daba respuesta a sus preguntas. Tal vez volviendo a sus casas, a sus lugares, podrían encontrar a alguien que hubiera sobrevivido. Pero ¿cómo volver? No había cómo. No había con qué. Algunos sin embargo lo consiguieron y corrieron sedientos a las puertas de las que habían sido sus casas y recibieron un nuevo golpe insospechado: los nuevos moradores no los recibían con alegría, no les abrían las puertas y, a veces, si lo hacían era con insultos. Pronto, se hizo claro que volver era peligroso. En algunos lugares fueron atacados. En otros fueron rodeados y asesinados como en Kielce en 1946. No había donde volver. No había donde ir. Gran Bretaña mantenía cerradas las puertas del destino lógico, Israel y el resto del mundo seguía, como luego de la Conferencia de Évian-les-bains del 38, sin tener lugar para ningún judío. Ningún país dio albergue a los perseguidos, seguían con sus puertas cerradas. Lo realizado en los campos de batalla no tenía correlato en el campo de lo cotidiano. Los judíos, liberados del nazismo, seguían prisioneros del mundo que no tenía lugar para ellos.

Los sobrevivientes recuerdan con claridad el momento en el que no hubo más nazis a su alrededor,cuando llegaron los rusos que habían sufrido tanto, los británicos, los americanos. Recién ahí creyeron que tal vez podrían volver a ser dueños de sus vidas. Esta celebración que estamos compartiendo hoy precisó, por cierto, varios años para ser celebrada. Precisó que los sobrevivientes sobrevivieran. Precisó que encontraran un lugar en donde seguir viviendo. Precisó que la vida cobrara fuerza, que alguna puerta finalmente se abriera, que recuperaran nuevas esperanzas. Precisó que trabajaran y se desarrollaran, que criaran familias, que siguiera la vida judía en sus corazones. Recién entonces, y sólo entonces, empezaron a tener un espacio para pensar en celebrar. No se puede celebrar si se está de duelo. No se puede celebrar si se está buscando cómo y donde vivir. No se puede celebrar si se siente la incertidumbre a cada paso.

62 años después, muchos sobrevivientes ya no están con nosotros. Ante tantas autoridades nacionales y miembros del cuerpo diplomático, en especial representantes de los países que fueron protagonistas de nuestra agonía y de nuestra liberación, a los sobrevivientes mayores, Sherit Hapleitá, los que honraron la memoria todos estos años, nos sumamos hoy Generaciones de la Shoá, los que fueron niños y también los hijos de sobrevivientes, honramos juntos la fecha de lo que podría ser también un segundo nacimiento para nosotros, dado que ninguno de nosotros estaría acá si en aquél mayo del 45 Alemania no hubiese capitulado.

Permítanme hacer un comentario personal, tal vez típico de hija de sobrevivientes. Cuando veo las fotos de la capitulación, me sorprendo. La expectativa de ver a personas vencidas, humilladas entregando las armas, tal vez pidiendo perdón, no tiene ningún parecido con la realidad. No se parece por ejemplo a las imágenes documentales de nuestros pobres soldaditos en Malvinas entregando las armas, muertos de frío y con sus miradas vacías y mustias. La capitulación fue firmada por altos miembros del ejército alemán, que sé que fueron humillados porque lo cuentan las crónicas, pero no lo veo en las fotos. Veo a señores bien vestidos, sentados ante un escritorio, empuñando lapiceras caras con gestos trascendentes. Firmaron la rendición incondicional, el general Alfred Jodl, junto al general Wilhelm Oxenius y al general almirante Hans Georg von Friedeburg, todos con sus uniformes impecables, sentados dignamente, probablemente tragando saliva y lamentando tener que estar en ese lugar en ese momento. Pero deben haberse duchado en la mañana y deben haber tomado un buen desayuno. Es lo que me imagino. Son cosas que pasan por mi cabeza. Son las cosas que pensamos por ahí los hijos de sobrevivientes que hemos escuchado tantas veces a nuestros padres hablarnos de las vergüenzas y de la humillación de no tener ni siquiera el aspecto de un ser humano.

Sabemos ahora que incluso la capitulación de Alemania tiene su historia casi de vodevil. En realidad no fue una sino varias las capitulaciones, porque los grandes estadistas tenían celos del protagonismo de unos sobre los otros y cada uno quería tener la suya propia. Por esa razón, muchos norteamericanos recuerdan como fin de la guerra el 7, los alemanes el 8 y los rusos el 9. En realidad, ninguna de esas fechas es correcta porque la guerra continuó cuatro meses más y le costó la vida a otras decenas de mi les de personas, hasta que capituló también Japón, el 2 de septiembre. Los alemanes tuvieron que declararse vencidos varias veces. Lo que nunca será suficiente para nosotros, los que somos los herederos del dolor de lo perdido, de nuestras familias y culturas arrasadas y de la tristeza que acunó nuestras infancias. Cincuenta millones de capitulaciones no bastarán para salvar a la humanidad del pozo de vergüenza en el que nos han sumido.

Reconforta el cambio producido en algunos gobiernos que están comenzando a tomar el tema de la Shoá como propio. Reconocemos el trabajo precursor hecho por Alemania en este sentido. Hoy y aquí decimos que recordamos a nuestros muertos arrastrados por el alud del horror, que honramos a nuestros padres que han tenido la fortuna de sobrevivir, que agradecemos los esfuerzos de los que nos liberaron y liberaron al mundo de un escenario pavoroso. Decimos que sostendremos la memoria, que nuestro lugar como segunda generación será el de actuar de todas las formas que podamos en estimular a los gobiernos y a las instituciones religiosas y educativas, en la implementación de planes pedagógicos que construyan ciudadanos responsables que no sucumban ante falsos profetas, que resistan a las manipulaciones mediáticas y, sobre todo, que aprendan a pensar por sí mimos y sepan distinguir el bien del mal.

Muchas gracias.

Las guerras, los hijos: una película en gris.

Comentario sobre “La conquista del honor”

(Flags of our Fathers) 2006, Clint Eastwood.

Esta nueva película de Clint Eastwood podría ser vista desde varios ángulos o géneros.

Es ciertamente una película de guerra con sus escenas excelentemente logradas y que no ahorran al espectador el horror de la carne destrozada, la confusión de los momentos de ataque, el caos entre el humo y la angustia. Para quién no lo sabía, para quién sigue teniendo imágenes edulcoradas de la guerra tipo serie norteamericana de los cincuentas y sesentas, con soldados limpios y recién afeitados, tomas luminosas y gestos trascendentes, podrá ver acá que la guerra es deprolija, sucia, que la guerra es un infierno, que las decisiones de matar a un enemigo no son banales, que el miedo, la indefensión, la crueldad, la pregunta de ¿qué estamos haciendo acá?, acosa a los protagonistas y luego los persigue toda la vida.

Es sin ninguna duda una película crítica al gobierno norteamericano, que revisa el uso político de la guerra en la exhibición sin pudor de los soldados y de algunos hechos como meras piezas de marketing; lo verdaderamente sucedido pierde importancia ante la necesidad de “vender” una imagen determinada. Lo vivido por los muchachos en el frente se desdibuja, se pierde en el relato y en el uso que se hace del mismo, se tergiversa, se bastardea. Es en este sentido también una película sobre la complejidad y la forma en que ésta es simplificada para –según creen los “expertos”- que pueda ser leída por el “gran público” que quiere pocas palabras, blancos y negros, buenos y malos, si es posible una imagen que resuma todo y que no sea necesario bucear demasiado para saber –o creer saber- de qué se trata. Esta película transcurre entre los grises de lo que se dice y de lo que se es, entre las razones alegadas y las que nos mueven –individual y políticamente- de verdad y es, en este sentido, perturbadora e inquietante.

El tema del héroe, es otro ángulo desde donde ver la película. Los soldados protagonistas del hecho son “heroificados” en los relatos porque “es lo que la gente quiere oír” pero fundamentalmente porque la gloria hace más fácil “abrir sus bolsillos”. El show patético se arma para recaudar dinero, con la escena simbólica de la plantación de la bandera que hace contrapunto con frases tiradas como al pasar que deshacen el concepto de héroe, lo revisan y proponen ideas menos gloriosas, menos románticas, más pedestres sobre la conducta heroica atribuida. “Uno no lo hacía por la patria, lo hacía por el compañero que tenía al lado” explica uno. “Me uní a los Marines porque era el uniforme que más me gustaba” dice un soldado cuando le preguntan por qué se unió al cuerpo. Son los libros de historia, los creadores de héroes los que después lo cuentan de otra manera. Los protagonistas no se reconocen en lo que se dice que hicieron. Hay gran distancia entre lo que guardan en su memoria y el show mistificador escenografiado. Pero entran en la variante y ésa es su debilidad, se dejan convencer sobre la necesidad “patriótica”, no pueden sucumbir a la presión ni a la tentación de la notoriedad y se hacen cómplices de la mentira o no la pueden denunciar, lo que es otro de los ejes revulsivos del film. (Por ejemplo esta escena en la que durante un acto de recaudación les sirven helado con la forma de la famosa foto con la bandera y el mozo pregunta: ¿salsa de frutilla o de chocolate? Y se ve el helado blanco cubriéndose de color rojo).

Estas posibles miradas tienen cada una lo suyo para calificar a esta película como un aporte más a la revisión del lugar de los medios en la determinación de conductas y procederes y sobre el sentido de las guerras, en un mundo en el que la industria bélica determina la necesidad de mantener frentes de conflicto constantemente. (ver “El señor de la guerra”, -Lord of the War- 2005, de Andrew Niccol, con Nicolas Cage )

Pero de entre las diferentes perspectivas posibles, como hija de sobrevivientes de la Shoá, se me abre la perspectiva desde los hijos. La línea argumental, efectivamente, está dada precisamente por James Bradley, el hijo de “Doc”, autor del libro, que es el protagonista entre las sombras, el que tira del hilo, el que busca, el que entrevista a los sobrevivientes preguntando por su padre. Demasiado tarde. Como muchos de nosotros, su curiosidad despierta cuando no tiene a quién preguntar. Encuentra objetos en una caja, fotos, una medalla, igual que nos pasa a nosotros cuando nos encontramos con cosas atesoradas por nuestros padres que no sabemos qué son, por qué estaban guardadas, qué representaban para ellos, qué historia de ese paso que nos es esquivo están ahí escondidas en una huella muda. La figura del hijo aparece primero a contraluz, o sea que no se ve su cara y a lo largo de las dos horas de la película se va iluminando, va cobrando perfiles reconocibles hasta que lo podemos ver claramente. Es una metáfora visual de lo que nos sucede a los hijos cuando investigamos algo de las vidas de nuestros padres, algo significativo que nos ha constituido y que desconocíamos. Quedan en nuestras manos, algunas revisiones, comprensiones, armados de piezas desarticuladas que no pudieron ser organizadas por nuestros padres y que nos permitan comprender algunas de sus banderas de luchas o de silencios.

Esta película de Clint Eastwood es sobre la guerra y la política pero también es sobre un hijo que quiere saber. A diferencia de nosotros, los hijos de sobrevivientes de la Shoá, su padre había sido un héroe, sabía que había sido famoso en su tiempo, pero, igual que nosotros, se preguntaba por qué no hablaba sobre eso, por qué se hacía negar cuando le preguntaban, por qué se mantenía en silencio. Se confirma algo que propuse en “El silencio de los aparecidos” (1998) como una de las causales del silencio: más que el dolor o el horror, hay a veces humillación, otras, vergüenza. Los protagonistas de “Banderas de nuestros padres” no pudieron hablar porque, enredados en la mentira, sintieron la vergüenza de no haber sido capaces de decir la verdad, se acusaron de haber sido cómplices al avalar una versión equivocada con el objetivo de su supuesta utilidad política. Desde otra orilla los hijos de sobrevivientes de la Shoá sabemos que el dolor de la impotencia inheroica cierra las bocas. “Callaban porque no podían olvidar” dice alguien en un momento. Un silencio construido como dique frente a la avalancha de la memoria que duele.

Un último comentario sobre la increíble traducción al título original. ¿Cómo “"Flags of our fathers" –banderas de nuestros padres-, pudo transformarse en “la conquista del honor”? ¿cuál es el traductor instantáneo que usaron? ¿cuántas películas bélicas tienen en su título la palabra “honor”? ¿qué misteriosos designios operan en las mentes de los distribuidores? Probablemente creyeron que el título con la palabra honor sería más convocante, o que tal vez la gente no entendería –como no lo entendieron ellos- que la mención de la palabra “banderas” es crucial porque toca varios niveles de la película.

La búsqueda del hijo de “Doc” se da a partir de la famosa foto de los soldados plantando la bandera en Iwo Jima. Fue tomada el 23 de febrero de 1945 por Joe Rosenthal, fotógrafo de la Associated Press y recorrió el mundo como símbolo del triunfo de los aliados sobre el eje del mal cuando la guerra se había desplazado al Pacífico. “Doc” estaba en esa foto junto con otros cinco que también protagonizan el film. Se revela en la película que en realidad hubo dos fotos, dos banderas, que los mismos soldados no estuvieron en ambas fotos y que la historia se mantuvo secreta. Por eso el título lleva la palabra “banderas” en plural. Pero también habla de las banderas metafóricas, las razones de nuestros padres, las verdaderas razones y la deconstrucción de los mitos de gloria posteriores en una re-lectura más realista y despojada. Todo esto no aparece en el “mejorado” título que eligieron los creativos distribuidores argentinos, con lo cual, inadvertidamente, corroboran una línea de la película al cambiar las cosas para hacerlas más “digeribles”, más “potables”, en suma, más vendibles. También al quitar la palabra “padres” del título, desaparece la clave del autor para pensar su relato como un relato de un hijo (en España se mantuvo el original de Banderas de nuestros padres).

Lloro por las guerras, por la injusticia, por la impotencia que uno siente ante todo esto. También por la historia y algunos de sus cronistas, los constructores de mitos, los “mejoradores” de la realidad, los inventores de héroes y modelos imposibles de emular. Nuestros padres han sufrido mucho cuando se comparaban con estas construcciones en las que ellos no podían identificarse. Se recordaban vulnerables, abandonados, asustados, carentes de recursos, muy poco heroicos. El trabajo de Easwood basado en el libro de Bradley, nos devuelve a personas de carne y hueso con una mirada ácida sobre el contexto pero cariñosa sobre la vulnerabilidad humana. Elige prescindir casi del color y de las definiciones nítidas. Es una película en gris. En el gris profundo de nuestra conducta, tan imperfecta, reconocible y vulnerable.

Prologo presentación legado

Introducción a la presentación de El legado de los Salvadores Es ésta la primera actividad que Generaciones de la Shoá hace junto con sus padres, nuestros hermanos mayores de Sherit Hapleitá. Nos sentimos honrados de unirnos a ellos y continuar con su labor y presencia.

Hace dos años, en nuestro congreso De Cara al Futuro, entregamos a los más jóvenes “El legado de los salvadores”. Como hacemos los judíos en cada séder de Pésaj, pusimos en manos de la siguiente generación el relato de este ejemplo de conciencia y valentía.

Meses más tarde pensamos que el texto no era suficiente para connotar su universalidad y transmitir que en la gesta de salvación lo que se salvó fue lo mejor de lo humano de la humanidad. Tuvimos la idea de traducirlo a diferentes idiomas, así cada pueblo podría saber que algunos de los suyos, sin pensar en su riesgo personal, hicieron lo que estaba bien. Y nos pusimos manos a la obra. Sería un libro pequeño, no costaría mucho dinero, ¿cómo no íbamos a conseguir fácilmente las traducciones? Creímos que sería una tarea fácil que no nos podía llevar más de 2 ó 3 meses, pan comido.

No fue así. Tuvimos innumerables problemas: con el papel, con las imprentas, con el dinero, las correcciones, varias idas y vueltas. Tuvimos enfermedades, perdimos al querido Rolando que tanto habría querido estar hoy acá y sufrimos la angustia por la guerra de Israel y Hezbollah. Todos los traductores se prestaron generosamente a la tarea pero algunas de las traducciones no se conseguían o debían ser rehechas una y otra vez. Apelamos a nuestros mejores recursos de paciencia, tolerancia, superación del desánimo y frustración y junto con ello aparecieron la improvisación, el empecinamiento, la creatividad y la inventiva. Nunca perdimos de vista el objetivo y el sentido del libro. “Tampoco salvarse fue soplar y hacer botellas” dijo un día uno de nosotros a modo de consuelo. Y es cierto. Salvando las siderales distancias, la elaboración del libro estaba siendo casi una metáfora de la salvación misma, con su sucesión de casualidades, con las mil y una dificultades que asomaban a cada paso. También los salvadores y los salvados debieron improvisar y recurrir a su inventiva y tolerar las frustraciones y superar el desánimo. La empresa de salvar judíos en medio de la locura nazi, era por cierto una empresa imposible. Pero los salvadores nos enseñan que no hay tal cosa como imposible, que siempre se puede hacer algo.

Volviendo al libro, un día, hace menos de un mes, estuvo finalmente terminado y ya en nuestras manos. Pero la felicidad de ver concretado este nuevo sueño duró poco porque vimos con estupor que la traducción al hebreo, nada menos que la traducción al hebreo, había salido al revés. O no nos dimos cuenta en las sucesivas revisiones o algo pasó a último momento, el hecho es que se leía de izquierda a derecha en lugar de derecha a izquierda. Este error fatal estaba nada menos que en la página 18, los números que representan jai, la vida. Y al advertir este golpe de la casualidad se nos juntó todo: la Shoá, lo judío, los salvadores, la vida, la vida que triunfa sobre la muerte y este número 18, la página casual en la que estaba el texto en hebreo, la de la vida, nos dio la fuerza para el último tirón.

Verán ustedes en el ejemplar que tienen en sus manos que la página 18 es más gordita porque debajo del texto correcto está vivo el texto incorrecto. Lo que no debía haber pasado, de un modo dramático quedó guardado en el libro: lo que está Mal cubierto y superado por lo que está Bien.

Los salvadores nos abren la puerta a la esperanza porque nos enseñan que también existe el Bien. Es la esencia de este libro, su potencia educativa. Brinda un modelo de los que tanto carecemos para estimular este paradigma de conducta que construya ciudadanos responsables. Pensamos en los salvadores con criterio amplio, como toda aquella persona que colaboró de alguna manera, sea mínima, sea máxima, en la salvación de un semejante en peligro. Toda conducta de ayuda hacía los judíos estaba prohibida durante la Shoá y a veces una palabra de aliento, un pequeño gesto, era la diferencia entre la vida y la muerte. Casi todos los que estamos acá somos testimonios de que no bastaban las ganas de vivir. Para sobrevivir fue preciso tener mucha suerte y también la ayuda de una mano tendida.

Estos libros se entregarán a escuelas e instituciones y esperamos que estos primeros mil ejemplares sean difundidos rápidamente así podremos hacer una segunda tirada, que saldrá, esperemos, sin errores. Porque encontramos dos erratas más, como verán en el papel suelto que hay dentro del libro. Tal vez sean ustedes unos privilegiados al poder tener esta primera edición. Guárdenla porque ¿quién les dice que no vaya a ser algo valioso con el paso del tiempo? Quizás, así como sucede con algunas estampillas que, si tienen algún defecto, se valorizan con el paso del tiempo, si este libro sigue vivo y circulando, esta primera edición adquiera un valor adicional precisamente por sus errores.

“Erratas Eminentes” es el blog del escritor, editor e impresor mexicano Alfredo Herrera Patiño. Le escribí desesperada contándole nuestras frustraciones y pidiéndole el consuelo de un experto en erratas. Esto es lo que me respondió:

Los libros son humanos, así de sencillo. Y como todo lo humano, tienen errores, grandes y pequeños, horrendos y terribles, vergonzosos a veces y, muchos, harto hilarantes, como el que decía “cerditos hipotecarios” en vez de “créditos hipotecarios”. Se nos olvida tanto que los libros son sólo un camino que terminamos por preocuparnos demasiado por ese camino y no por el sentido mismo del camino que es llegar al alma de otro prójimo. Cuán distinto sería el mundo si un puñado hiciera lo que debe hacerse. Ahora con la computadora, y lo digo mientras pulso las teclas, se nos olvida la gran revolución de los libros, tener a nuestra disposición el pensamiento y la experiencia del mundo pasado. Siempre me parece que los buenos libros soportan hasta las malas ediciones. A veces, en momentos cínicos, hago cuentas estadísticas: si contamos todas, todas las letras que aparecen en un libro y vemos que nos equivocamos sólo en dos, pues, en verdad, nuestra exactitud está cercana al 100%. Los libros son, Borges dixit, una extensión de la memoria y este libro logra su propósito, amplía la memoria a otra generación y lo hace con creces ¿qué más pedir?

el legado de los salvadores

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EL LEGADO DE LOS SALVADORES (Español)

Durante la Shoá -Holocausto-, en la Europa ocupada por los nazis, yo ayudé a que algunos judíos salvaran sus vidas. Lo hice en situación de riesgo personal y contraviniendo las leyes vigentes que culpaban a los judíos de todo el mal y alentaban su persecución, hostigamiento, detención y asesinato. Sabía que si me descubrían, correría el mismo destino que los perseguidos. Reaccioné casi sin pensar y como pude frente al sufrimiento, la humillación, la injusticia y el asesinato. No era gente acusada por algo que hubieran hecho sino por el hecho de haber nacido. Eran perseguidos por causas que no comprendían, sin poder defenderse ni proteger a sus hijos. Me fue imposible permanecer indiferente. Aunque no eran de mi familia, aunque no eran amigos, aunque a algunos ni siquiera los conocía, no podía seguir viviendo mi propia vida sin tender mi mano. Aunque tal vez pensaban distinto, creían distinto, hablaban distinto, tenían apariencias físicas distintas, esas diferencias no me ocultaban que eran personas como yo. Por el contrario, en esas diferencias me reconocí a mí mismo, porque sabía que, mirado desde su posición, el diferente era yo. Lo humano es diverso y las diferencias entre individuos y entre grupos, son parte de nuestra humanidad. Lo que le hacen a otras personas es como si me lo hicieran a mí. Lo que sucede alrededor mío es en parte mi propia responsabilidad. Vencí la tentación de resignarme a la idea de que no se puede hacer nada. Y no estuve solo. Aunque no fueron muchos, otros como yo lo probaron con su conducta: siempre se puede hacer algo.

Por supuesto que tuve miedo. Por supuesto que las cosas no fueron fáciles. Por supuesto que en muchos momentos vivía el terror de lo que podría pasarme y añoraba mi perdida comodidad. Pero no era momento de lamentos, ni añoranzas ni fragilidades. Había que responder con urgencia frente al horror que me rodeaba. Conseguir escondites posibles, buenos documentos falsos, suficiente comida, dinero, remedios, resolver las enfermedades y problemas que surgían a cada paso, convencer a otra gente para que ayudara, ocultar mi conducta ante vecinos, amigos, conocidos y parientes que podían denunciarme. Tuve que mentir, sobornar, y mantener, al mismo tiempo, el simulacro de una vida normal para no despertar sospechas. Sabía que me podían descubrir. Extremé los cuidados y tuve la suerte que otros no tuvieron, de tener éxito en la salvación de algunas personas y en no haber sido descubierto.

Lo que hice estaba expresamente prohibido. Cometí el delito de desobedecer las leyes con conciente y firme convicción. Frente a lo que la ley me imponía, elegí lo que consideré legítimo, lo que creía que estaba Bien. Una ley que aliente el Mal me resulta inaceptable. Aunque la propaganda insistía en que no se trataba de personas, que eran enemigos, que debían desaparecer por el bien de la sociedad, no podía dejar de ver en cada uno a una persona como yo, con el mismo derecho a vivir que tenía yo. Hay preceptos morales que son superiores a cualquier ley, son los que nos guían y que trataré de transmitir a mis hijos para que éstos a su vez se los transmitan a los suyos. El Bien es para mi una idea clara y sencilla, que puede resumirse en "ama a tu prójimo como a ti mismo". Y veo como prójimo a todo ser humano, piense como piense, crea en lo que crea, hable como hable, tenga el aspecto que tenga.

Este es mi legado. Es lo que me han enseñado. Es también lo que he aprendido. Lo que hice no tiene ningún mérito ni requiere un reconocimiento particular. Era lo que había que hacer.

Escrito en español. Leído y entregado en el Encuentro Internacional "De Cara al Futuro", en Buenos Aires, Argentina, noviembre 2004.


Presentación: Las lenguas del Bien

En lo que llamamos “la pedagogía positiva”, el ejemplo de los justos gentiles que salvaron judíos durante la Shoá es paradigmático. En nuestro Encuentro Internacional De Cara al Futuro que tuvo lugar en 1994, entregamos a las generaciones más jóvenes el texto del legado (ver aparte el texto completo). Construido en primera persona, refiere en las mismas palabras que suelen usar los salvadores, las conductas, los peligros, los miedos y las razones que los impulsaron. Gracias a Steven Spielberg, muchas personas conocieron la existencia de Oskar Schindler. Menos son quienes saben que hubo más, miles de otros. En general, la existencia de los salvadores, su número, contexto y contenido de sus acciones, permanece ignorado. Sus conductas debieron mantenerse ocultas, secretas, para poder llegar a buen puerto, y el silencio parece seguir siendo su destino. En una época en la que no sobran los ejemplos morales, los salvadores se erigen como una reserva ética de la humanidad. Podrían –deberían- constituir uno de los ejes de una política educativa constructora de personas responsables.

Pero ¿cómo mostrar que hubo muchos y diferentes salvadores? ¿Cómo transmitir que en todos los países en los que la locura nazi desarmó los fundamentos de la vida en sociedad, hizo añicos la moral más elemental, empantanó lo más básico de la convivencia, hubo gente que optó por desobedecer las leyes y enfrentó innumerables peligros personales para salvar una vida? ¿Cómo transformar esta noción en una herramienta educativa, en un mensaje universal? Estas preguntas nos llevaron al trabajo que nos tomó un año y que fue presentado en Buenos Aires en forma de libro y con el que inauguramos nuestro sello editorial.

El jueves 23 de noviembre de 2006, Generaciones de la Shoá en Argentina junto con nuestros padres de Sherit Hapleitá, presentamos “El legado de los salvadores”, aquel texto entregado dos años antes, pero esta vez con sus traducciones en 23 idiomas. (Todas las fotos) Su transcripción en diferentes idiomas fue la herramienta que ideamos para connotar su universalidad. En italiano, francés, idish, húngaro, búlgaro, ruso, polaco, ucraniano, checo, croata, eslovaco, hebreo, portugués, ingles, chino, alemán, danés, judeoespañol, griego, holandés, japonés, rumano, sueco y por supuesto en el original en castellano, sus palabras y melodías nos hablan de lo mejor de lo humano de la humanidad, que trasciende culturas y lenguas. Se trata, simple y escuetamente, del Bien.

Gran parte de los asistentes eran los sobrevivientes, sus hijos y nietos. Con la presencia de varios miembros del cuerpo diplomático, embajadores y representantes de las embajadas de Rusia, Polonia, Francia, Alemania, Hungría, Bielorrusia, Croacia, miembros y representantes de DAIA, OSA, WIZO, periodistas y público interesado y con los auspicios y adhesiones de la Nunciatura Apostólica, de las embajadas de los Estados Unidos, de Canadá se desarrolló la presentación que tuvo momentos de honda emoción.

El periodista y escritor Pepe Eliaschev subrayó la trascendencia del libro y puntualizó varios aspectos del mismo a tener en cuenta. Destacó la actualidad del fenómeno de la indiferencia y cómo los salvadores son un ejemplo de personas que no se dejaron vencer por la misma; ello es visible –dijo- cuando creemos ser ajenos a los sufrimientos que aparentemente no nos aquejan. Reivindicó el derecho a combatir la resignación y el fatalismo que también tiene vigencia hoy al verse cómo aceptamos las actuales injusticias, las diferencias y las desigualdades. Puso de manifiesto la necesidad de diferenciar lo legal de lo legítimo, aseguró que no siempre lo legítimo coincide con lo legal, como puede advertirse en regímenes autoritarios que establecen sus propias leyes carentes de legitimidad moral y que durante el nazismo sometieron a los judíos a un vasallaje derivado del acoso sistemático inicial y del asesinato en masa bautizado “solución final”. Nos recordó que muchos países europeos fueron cómplices voluntarios del nazismo de muy buen grado y que no esperaron las órdenes nazis sino que actuaron por propia decisión. Enfatizó la existencia de aquel binomio complejo y elusivo pero que existe, el Bien y el Mal, que lejos de ser una retórica vacía, se patentiza en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Mencionó el sentido de este legado, su aprendizaje expresado en tantas lenguas, lo que acercará –aseguró- el principio rector de esta enseñanza, que es no permanecer indiferente. Dijo que el pueblo judío es portador de un pesado mandato asumido como pueblo, el de no avalar las injusticias, tarea que aún no asumida de manera universal. Por último, dijo que el mensaje central de El legado de los Salvadores era que un ser humano tiene que hacer lo que tiene que hacer, que la enseñanza máxima que se deduce es que “mi vida no es digna de ser vivida si no lo es también para todo el género humano, porque somos iguales, todos, irreductiblemente iguales”.

El Dr Jorge Kirszenbaum, presidente de la DAIA fue invitado a acompañar al panel y desde allí apoyó enfáticamente el libro y sostuvo la necesidad de usarlo como herramienta educativa y formativa. En ese sentido se dirigió especialmente a los miembros del cuerpo diplomático presentes urgiendo a sus gobiernos a expedirse y tomar medidas para prevenir las acciones que preanuncian las palabras del presidente de Irán.

José Moskovits, presidente honorario de Sherit Hepleitá y precursor en el trabajo del sostén de la memoria en nuestro país, conceptualizó lo que la idea misma del salvador comporta y la importancia de su reconocimiento. Recordó la tarea de Yad Vashem en la búsqueda de los justos y que ya hay más de 21 mil reconocidos y premiados. Enumeró todos los países de los que provenían los salvadores, países que abarcaron todo el espectro de la geografía de Europa, en especial los diplomáticos y eclesiásticos. Nos hizo saber que muchos de ellos murieron en la pobreza sin recibir en vida los honores que les habrían correspondido. Mencionó en particular a los salvadores de su esposa, Halina, Natalia Pisula, que pocos días antes de la liquidación del gueto de Radovsko en Polonia y poniendo en riesgo su vida la sacó del gueto y la cruzó al lado Ario escondiéndola bajo el nombre de Elena Kamboska en Chestochova. Exhibió documentos originales de salvoconductos gestados por salvadores, una ampliación del diploma que otorga Yad Vashem y hasta el pequeño catecismo en polaco que había pertenecido a su esposa. Culminó diciendo “quiero leer para finalizar, las palabras pronunciadas por su Santidad, el Papa Juan Pablo II el 26 de marzo del año 2000 en Jerusalén, “D’s de Nuestros Padres que elegiste a Abraham y sus descendientes para traer tu nombre a las Naciones estamos profundamente entristecidos por el comportamiento de aquellos que en el transcurso de la historia han causado sufrimiento a estos Hijos Tuyos y Pidiendo Tu Perdón deseamos comprometernos en genuina hermandad con el Pueblo de la Alianza“. Si bien estamos aquí para honrar hoy a los salvadores me pareció oportuno leer las palabra de su Santidad Juan Pablo II, quien durante la guerra siendo aún seminarista, ayudaba yendo y viniendo en su modesta bicicleta haciendo de contacto, trayendo y llevando información a las víctimas de la persecución”

Todos de pie. Estas palabras precisaban del soporte concreto de los presentes para dar la idea de la envergadura de los actos de los salvadores. Se solicitó a todos los presentes que debieran sus vidas a la obra de alguno de estos salvadores, que se pusieran de pie. En un denso y conmovido silencio, cortado sólo por el murmullo de las sillas que se arrastraban para dejar lugar a los que las ocupaban, vimos allí, entre nosotros, esas cabezas canas, esas caras marcadas por el tiempo, de pie, orgullosos, tímidos, los salvados, los testimonios de que las acciones de los demás tienen consecuencias concretas en las vidas de otros. Entendimos con claridad que los actos de los salvadores se reflejaban en las vidas que pudieron continuar siendo vividas, las vidas de nuestros sobrevivientes.

Eva Eisenstaedt, colaboradora de José Moskovits en la tarea de recuerdo y memoria, en el sostén de la lucha, nombró a 15 de estos salvadores como muestra, e hizo un breve resumen de sus historias y circunstancias. Personas comunes, miembros de los cuerpos diplomáticos y de la Iglesia, en diferentes países, uno a uno fueron mencionados dando cuenta del alcance de lo hecho y de su trascendencia. Como colofón de su exposición, se hizo notar la presencia de Francisco Wichter, salvado por Oskar Schindler en Polonia, de Tomás Kertesz, que sobrevivió merced a un pasaporte extendido por Raoul Wallenberg en Hungría y de Dina Ovsejevich de Lew que consiguió salvar la vida gracias a los documentos que recibiera su familia de Sempo Sugihara, el cónsul japonés en Kovno y que les permitió llegar a la Argentina pasando por el Japón.

Irene Dab nos habló de sus salvadores, Jadza y Borzydar, la pareja que la recibió, la adoptó, acogió, cuidó y nutrió hasta que consiguieron entregarla, al final de la guerra, a sus padres, a quienes también habían logrado salvado. A los 8 años, Irene debía ser salvada del destino de los judíos que vivían en el gueto de Varsovia. Su padre trabajaba en una fábrica y un día, desesperado por salvar a su hija, le dijo a un compañero de trabajo, un ingeniero católico: “tengo una nena de 8 años, necesito salvarla” y luego de un instante oyó la respuesta “traela mañana”. Así, sin mediar reflexión alguna, reaccionó instantáneamente midiendo que el riesgo de muerte valía la pena por salvar a una niña del horror nazi. Fue un relato conmovido, lleno de agradecimiento y que dio encarnadura concreta a la gesta de los salvadores y permitió la comprensión de su heroica tarea sostenida día tras día en medio de las peores condiciones y con el riesgo constante de las delaciones lo que podía haber acarreado su propia muerte.

Se leyó a continuación el texto, pero no en castellano. Varios sobrevivientes, hijos y nietos fueron alternando algunos de los idiomas en los que estaba traducido. Mira Stupniken ruso, Dina Ovsejevich en idish, Hélène Gutkowski en djudezmo, Claudia Piperno en italiano, Yuryi Kazmirchuk en ucraniano, Lea Novera en polaco, Jorge Ruschin en alemán, Kati Kertesz en húngaro, Maurice Ajsensztain en francés y Michel Neuburger en inglés. Fue el segundo momento mágico de la noche. Los sonidos, las cadencias, los ecos y armónicos que dejaban en el aire las diferentes lenguas, las diferentes voces, las diferentes melodías, todas con el mismo mensaje, nos permitieron comprender que se trataba de un mensaje del mundo entero hacia el mundo entero. Todavía flotando en el aire esos sonidos heterogéneos, como caricias que abrían las puertas a la esperanza, cerró la presentación el filósofo Ricardo Forster. Estas fueron sus emocionadas palabras: “Las lenguas…, el horror, la vida, la mezcla de los salvadores y el sufrimiento, el heroísmo y la humildad… Al escuchar leer, salmodiar en tantas lenguas, imaginé que esa simiente que nació en tantas lenguas, habitó el ruso, el polaco, el alemán, el idish, el francés, el español, los convirtió en casa, los convirtió en patria, los convirtió en cultura y también en identidad. Pero también las lenguas son muchas veces máquinas de matar, las lenguas son como los seres humanos portadores de la muerte, del horror, de la iniquidad. Uno de los poetas más extraordinarios que produjo el siglo XX, Paul Celan, que nació en la Bucovina, que hablaba rumano, ruso, idish, hebreo, francés, ingles y portugués, y que sin embargo escribió en la lengua de su madre asesinada, el alemán, decía que no hay redención para la lengua. Salvo que los seres humanos tomaran la palabra, tomaran la lengua, esos idiomas en los que algunos escribieron palabras de reconocimiento, palabras de ayuda, palabras de solidaridad, algunos salvadores, muy pocos, demasiado pocos, pero algunos al menos, los que abrieron sus casas, los que abrieron sus corazones, los que pusieron en riesgo su vida, esos salvadores que les devolvieron, aunque sea una migaja, pero de oro, a cada una de esas lenguas. Lo que la mayoría de sus conciudadanos y compatriotas había perdido, la posibilidad de que la lengua babélica, esta que escuchamos ahora, la lengua de la mezcla, no fuera para confundir a los seres humanos sino que fuera la lengua a través de la cual los seres humanos podamos mirarnos a los ojos y descubrir que en el sufrimiento del otro, en la persecución, en la humillación del otro, en la violencia sobre el otro, está lo que me humilla, lo que me violenta a mi. Que ayer, ayer nomás fue el dolor, que las lenguas olvidan el dolor del prójimo, el dolor del otro a nuestro alrededor. Escuchando estos sonidos múltiples, babélicos, increíbles y maravillosos quizás me resuena al mismo tiempo el peligro de la lengua que olvida al otro y la tenue esperanza de la lengua que nos permite volver a reconocer que el otro, en realidad, me dignifica a mí. Muchas gracias.”

Generaciones de la Shoá en Argentina, asociación que congrega a sobrevivientes de la Shoá y sus descendientes,

ha ideado, planeado y realizado El Legado de los Salvadores, libro que será entregado gratuitamente a escuelas e instituciones que lo soliciten, junto con una guía educativa, algunas ideas de cómo aplicarlo y de las áreas en las que podría ser útil.

Las traducciones fueron hechas por prestigiosas personalidades que lo hicieron de manera voluntaria y desinteresada. Las solicitudes pueden ser hechas a nuestro teléfono 6317-3675, o a nuestro correo electrónico secretaria@generaciones-shoa.org.ar. Se pueden encontrar todas las traducciones en www.generaciones-shoa.org.ar, sitio que invitamos a visitar para conocer el material que producimos continuamente así como nuestras actividades.

todas las fotos de la presentación

Para leer el texto completo de El legado de los salvadores y ver todas sus traducciones:

http://www.generaciones-shoa.org.ar/espanol/textos/textos_ellegadosobrevivientes_esp.htm

Caribe 2006

Conferencias en Venezuela, Colombia y Panamá

Noviembre 2006

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Entre el 6 y 15 de noviembre de 2006, fui invitada a dar una serie de conferencias en Caracas, Cali y Panamá. El motivo central era la conmemoración de la Kristallnacht que tendría lugar el 9 de noviembre. La institución convocante fue la B´nei Brith Distrito XXIII y las asociaciones locales de amigos de Yad Vashem de Venezuela y Panamá quienes organizaron las actividades según mis propuestas de temas a desarrollar. En relación a la Shoá llevé dos conferencias que reflejan la ideología que nos alienta en Generaciones de la Shoá. (Todas las fotos)

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En “Un Faro para la Humanidad”, el eje era la gesta de los salvadores, los contextos en los que debieron actuar, sus riesgos, sus conductas y los recursos, sus características psicológicas y sociales y fundamentalmente las lecciones que nos dejan. En efecto, encaré la temática de los salvadores, como paradigma de responsabilidad social, modelo a transmitir en la línea de educar en valores humanistas universales. Si lo más importante que podemos aprender de la Shoá es que “no hay nada que un ser humano no pueda hacerle a otro”, he resaltado que también allí podemos aprender que cuando todo parece imposible, hay gente que se rebela y actúa según lo que cree que está bien. Usé como ilustración la historia de Irena Sendler. La conferencia es particularmente efectiva en espacios no exclusivamente judíos. Nota en Mundo Israelita Digital de Caracas.

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“Un Faro para la Humanidad”, fue dictada 8 veces. En: Universidad Monteávila, Universidad Católica. la Universidad Central de Venezuela y Escuela Humboldt las cuatro de Caracas, en Universidad Javeriana y la Conferencia Central de la comunidad judía en Cali, Colombia, y en USMA Universidad Santa María la Antigua y como actividad central de la comunidad judía en Panamá. Soporte técnico: presentación en power point. En algunos casos lo acompañé con fragmentos de Los Justos de Marek Halter.

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La reacción y respuesta de los asistentes, en todos los casos, fue de agradecimiento debido al desconocimiento que tenían sobre la obra de los salvadores no judíos. No fueron pocos los que me confesaron que no tenían una idea acabada tampoco de la envergadura que había tenido la Shoá, que eran cosas que se daban por sabidas y supuestas pero que no se detenían en ver bien y a fondo cómo había sido. Igual que sucede en la Argentina, los cristianos y en particular los católicos, se conmueven por las historias y las circunstancias en que sus hermanos salvaron a sus otros hermanos. La necesidad de educar en el sostén del Bien y el humanismo atravesó la conferencia y se reforzó en la exhibición de los números de víctimas inocentes que lleva el mundo luego de terminada la Shoá.

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Cali - con pastores cristianos

dsc00762.JPG Cali - con miembros de la Comunidad Judía

dsc00765.JPG Cali – con hija de salvadores holandeses

“Heroísmo y resistencias judíos durante la Shoá. Ni tan mansos ni tan ovejas” fue la segunda de las conferencias programadas. Fue planeada para público judío dado que su temática alude a la auto acusación judía de no haber hecho lo suficiente durante la Shoá. Fue dictada 2 veces. Para la Escuela Moral y Luces y Escuela Sinaí en Caracas y para el grupo de líderes de la comunidad de Panamá. Soporte técnico: presentación en power point. Lo acompañé con fragmentos de Héroes improbables, la película del Centro Wiesenthal.

La respuesta fue de sorpresa porque aunque –como la mayoría de los judíos- todos conocían la famosa frase a la que alude el título, pocos, casi nadie, tenían idea del alcance de la lucha por sobrevivir y mantenerse humanos dignamente, de las diferentes resistencias –armada, de subsistencia y espiritual- que ofrecimos los judíos a los ocupantes nazis y a sus cómplices. Queda abierta la pregunta de por qué los judíos somos el único pueblo de todos los victimizados durante la era nazi, en acusarse de no haber hecho lo suficiente.

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Fui invitada al programa de televisión “Aló Ciudadano” conducido por el periodista Leopoldo Castillo. Se trata de un programa opositor a Chávez y tomó el nombre del programa oficialista “Aló Presidente”, desde donde éste difunde sus palabras. El periodista Castillo es el portavoz mediático de la oposición al chavismo y su programa es el referente periodístico de gran parte de la clase media, los intelectuales y en particular la comunidad judía. Entre otros medios, fui entrevistada por Mundo Israelita sobre el tema de hijos de sobrevivientes. Aquí la nota.

copy-of-2006-11-09-kristallnacht-09.jpg La actividad central a la que fui convocada era la conferencia para la conmemoración de la Kristallnacht que organiza todos los años la B´nei Brith en Caracas. En una ceremonia honda y austera y con la presencia de todas las autoridades de la comunidad judía local, los rabinos, el embajador de Israel y representantes de las Iglesias tuve el honor de dirigirme a los presentes con “La Kristallnach y su sentido en el mundo de hoy”. Lo hice luego del habitual encendido de velas y de las conmovedoras palabras de David Yisrael, el presidente del Comité Venezolano de Yad Vashem que dijo: Digo Kadish hoy, por la Kristallnacht del 9 de noviembre de 1938 en la Alemania nazi,... fue el comienzo de la Shoá,.... el primer acto vandálico...donde cientos de judíos fueron asesinados por las turbas nazis, incendiando docenas de sinagogas, cientos de negocios y colegios judíos. Digo Kadish por los sifrei toras incendiados,... por la aniquilación de comunidades judías, que existieron por centenares de años. El nuevo Hitler, este presidente iraní, el rey del eje del mal que niega el holocausto,...lo que significa matar por segunda vez a nuestros 6 millones de hermanos,...digo Kadish por ellos. Este nefasto personaje amenaza borrar del mapa a Israel....nosotros los pocos sobrevivientes tenemos que protestar al mundo... ...lo peor que nos puede suceder es que nieguen el holocausto. Hoy digo Kadish por los hombres...mujeres.... y niños que no pudieron ver la luz de Israel y la gloria de Yerushalaim. Digamos juntos todos Kadish”

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En diez días intensos, ricos, ajetreados, entre el tráfico caribeño enloquecido e imposible, aeropuertos y aviones, hoteles y relojes imperativos, conocí mucha gente, compartí preocupaciones que nos son comunes tanto respecto de la continuidad, de cómo respetar la memoria y encontrarle nuevos sentidos y caminos, qué ofrecer a los jóvenes sedientos de valores y objetivos éticos. (En la foto, el embajador de Israel y miembros de la comunidad judía de Caracas).

copy-8-of-2006-11-06-diana-wang-ucab-06.jpg Profesor Carlos de Armas. Universidad Católica de Caracas. Titular de la cátedra sobre Shoá (en la foto Trydy Spyra, una sobreviviente activa y muy comprometida)

img_2410.jpg Miembros del Observatorio Hannah Arendt en la Universidad Central de Venezuela, que se ocupa de investigar y difundir, entre otros, el tema de la Shoá. Formaron parte del panel en ocasión de la presentación de Un Faro para la Humanidad, su director, profesor Heinz Sonntag (en la foto junto a Carlos Cohen), Nelson Hedderich, Magally Huggins Castañeda, los tres profesores de la mencionada Universidad.

vista-diana-wang-en-panama.JPG En cada una de las comunidades judías que conocí hay varias instituciones, escuelas, clubes, constituidos según sus orígenes, estilos religiosos, historias. Son comunidades mucho más pequeñas que la nuestra, pero activas y comprometidas. También allí los sobrevivientes están envejeciendo y sus hijos y otros interesados comienzan a tomar sus lugares, gente inquieta que trabaja por la trascendencia y la dignidad.

Diana Wang

Conferencias Cali

Diana Wang en CaliPor: Silvya Valle Directora de la Oficina de Relaciones Humanas B'nai B'rith Distrito XXIII, Norte Latinoamérica y Caribe.

Emotiva y didáctica resultó la visita de la licenciada Diana Wang a Cali, para explicar desde un punto de vista "positivo" la gran tragedia de la Humanidad del Siglo XX: la Shoa.

Diana Wang en Cali, foto enviada por la señora Silvya Valle.Después de dictar interesantes conferencias en las principales universidades caleñas, donde causó enorme impacto, expuso, en horas de la noche en el Club de Ejecutivos y con la asistencia de un numeroso público, su conferencia refiriéndose a la conmemoración del Kristallnacht y su significado en lo que después se convirtiera en la peor vergüenza de la humanidad, dando paso a la temática de los salvadores, “Los justos entre las naciones” en una conferencia magistral que fue ovacionada de pie durante varios minutos por todo el público presente.More...

El momento mas emotivo lo constituyó cuando la directora de la Oficina de Relaciones Humanas B'nai B'rith la hna Silvya Valle, solicitó a la Sra. Emilie Bartelsman, hija de Ian y Mieke Bartelsman Z”L, ambos declarados “Justos entre las naciones”, acercarse al estrado y en un abrazo con Diana que conmovió a todo el público presente que se levantó y ovacionó a esta mujer cuyos padres salvaron 18 niños judíos durante la guerra, pareja inolvidable que aún hoy vive en la memoria de todos quienes les conocimos, y sentimos tan cercanos al Pueblo de Israel.

No quisiera finalizar este informe sin antes agradecer profundamente al Distrito XXIII de B'nai B'rith, a los presidentes de las comunidades e instituciones presentes y sus juntas, por su invaluable y constante apoyo en la realización de estas actividades.

Para Diana Kol Hakavod, que Di-s te ilumine y te guarde para que continúes llevando esta luz de conocimiento y profunda entrega a tantos y mas rincones de la humanidad.

Kristallnacht

LA KRISTALLNACHT, SUS LECCIONES PARA EL MUNDO DE HOY

1- Introducción

- a) Los canarios, el lugar de los judíos

- b) ¿Cuándo empezó la Shoá?

2 - Desarrollo

- a) ¿Qué fue la noche del cristal?

- b) Antecedentes

- c) ¿Por qué conmemorarlo?

- d) El dilema de cómo ser realistas: pesimismo, optimismo

3- Conclusión

- a) Enseñanzas

- b) Los tres nuevos mandamientos

1-INTRODUCCIÓN

a) Los canarios y el lugar de los judíos

Los mineros tenían, hasta bien entrado el siglo XX una técnica infalible para protegerse en las profundidades de la roca: los canarios. La pequeña ave, más sensible que el hombre a la falta de oxígeno y a los gases tóxicos moriría primero que éste si en las minas hubiesen gases venenosos o demasiado monóxido de carbono. Al enviar a los canarios y ver qué les pasaba, sabían los mineros si el lugar era seguro o si era hora de abandonar la mina a toda velocidad.

Los judíos hemos ocupado muchas veces el lugar de los canarios en la historia de la humanidad. Señalados como blancos de ataques desde diferentes ideologías y regímenes, expertos en ocupar el lugar de Abel en la fraternidad humana, fuimos en todos los casos, tan solo los primeros. Sea bajo el comunismo o bajo el nazismo, bajo los zares o la inquisición, la caza del judío antecedió a la caza de todos los demás. Pueblo elegido para traer al mundo el mensaje del monoteísmo, hemos sido también los designados, igual que los canarios, para alertar al mundo respecto de lo que podría sobrevenir. En el caso de la Shoá fue no solo claro sino explícito. El master plan del III Reich pretendía la construcción de una sociedad perfecta que implicaba la reingeniería de toda la humanidad, en todo el planeta, con la supremacía, claro está, de los considerados superiores, los así llamados “arios”. Primero Alemania, después el mundo, declaraban. El exterminio del pueblo judío, la anti-raza por antonomasia, el negativo del bien, preanunciaba lo que iría a suceder con los otros pueblos y grupos que, aunque en menor medida, amenazaban también con contaminar la delirante pureza racial aria. Su plan era tomar el lugar del gran constructor y rediseñar la creación de manera pretendidamente científica, sin consideraciones morales ni humanitarias. La planificación, organización y realización del exterminio de los judíos, fue el primer paso del plan. Es lo que llamamos la Shoá.

b) ¿Cuándo empezó la Shoá?

No terminamos de ponernos de acuerdo acerca de cuándo comenzó y hasta si se quiere, de cuándo terminó. Fue, sigue siendo, un proceso gradual pero podemos distinguir algunos hitos en su progresión. ¿La Shoá comenzó en junio de 1941 cuando los alemanes rompen el pacto con los soviéticos e invaden los territorios del este y comienza a ejecutarse la “solución final”? ¿Fue dos años antes, el 1º de septiembre del 39 cuando con la invasión a Polonia se declara la Segunda Guerra Mundial? ¿Fue tal vez el año anterior, el 1º de octubre del 38 cuando Alemania ocupó los Sudetes ante el silencio cómplice del mundo? ¿O fue tal vez cuando anexaron Austria el 12 de marzo del 38 con el beneplácito de su población que los recibió triunfalmente? ¿Y por qué no datarlo 3 años antes con las leyes de Nürenberg de 1935 que quitaron los derechos civiles a los judíos alemanes? ¿Incluso podríamos remontarnos a 1933 cuando Hitler asume el poder total y traiciona así a la democracia que le había permitido el ascenso? ¿Y si pusiéramos el anclaje originario en el tratado de Versalles del 28 de junio de 1919 que dio por terminada la Gran Guerra y sumió al pueblo alemán en la humillación y la derrota que los llevó en gran medida a la Segunda Guerra? ¿No habrá comenzado la Shoá en los albores del siglo XX con la publicación de los “Protocolos de los sabios de Sión”? Este panfleto burdo fue publicado por la policía zarista como argumento frente al fervor revolucionario bolchevique y atribuía los disturbios al ansia de poder supuestamente proverbial de los judíos. Se trata del plagio vil de un libro publicado en 1858 llamado Diálogos en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, o la Política de Maquiavelo en el siglo XIX escrito por el Maurice Joly con el propósito de atacar a Napoleón. La policía del Zar cambió a Napoleón por los judíos y de este modo los protocolos se siguen vendiendo, siguen siendo tomados por ciertos y el veneno de la conspiración judía para detentar el poder mundial sigue siendo derramado por doquier. El argumento de la conspiración mundia evidentemente satisface el oído de muchos, que confirma sospechas atávicas, oscurece el entendimiento e impide reflexionar en los absurdos que propone. ¿Cómo fue posible si no que semejante patraña hubiera sido tomada por cierta sin el sostén ideológico del llamado “antisemitismo”, su antecedente más directo? El concepto y la palabra antisemitismo fueron acuñados por Wilhem Marr en 1879. Este periodista y teórico brindó el soporte intelectual que la judeofobia precisaba para ascender a la categoría de entidad “científica” y así tranquilizar a las malas conciencias. Wilhem Marr marcó un camino que luego continuarían no pocos profesores, académicos y pensadores en la Alemania nazi que brindaron sustento intelectual a los delirios del nazismo. La judeofobia europea estaba sólidamente instalada en el siglo XIX. Lo que nos fuerza a ir más atrás, mucho más atrás, volver las páginas de la historia y pasar por los Reyes Católicos que unificaron a España en la hegemonía de la fe católica, por las Cruzadas en los siglos XI y XII que arrasaron Europa en su gesta de purificación, o llegar a finales del siglo IV cuando Constantino unió Estado y Religión e instituyó el imperio del catolicismo. La Iglesia asumió entonces el poder imperial y enarboló como símbolo a la cruz. La cruz era el instrumento de tortura usado por los romanos, un símbolo que invoca un asesinato y que remite implícitamente a un asesino. Constantino instaló con la cruz el testimonio perenne del crimen por el que hemos sido acusados los judíos y que permanece grabado a fuego en el alma europea.

Es ciertamente difícil poner una fecha de comienzo a la Shoá, pero la noche del cristal fue el borrador de la carátula de un horror que no había sido conocido antes por la Humanidad. Veamos en qué consistió.

2- DESARROLLO

a) Qué fue la noche del cristal

La noche del cristal[1], fue un acontecimiento violento ocurrido en Alemania y Austria durante la noche del 9 de noviembre de 1938 y las primeras horas del día siguiente. Los mismos nazis, impresionados por la cantidad de vidrios rotos producidos por la destrucción de sinagogas y vidrieras, llamaron a esa noche violenta Noche de Cristal. En su transcurso fallecieron más de 200 personas y miles fueron detenidas y muchas trasladadas a los campos de concentración de Sachsenhausen y Buchenwald, dañaron y en muchos casos destruyeron más de 1.500 sinagogas, casi todas las que había en Alemania, cementerios judíos, más de 7.000 negocios y almacenes. También en Austria la mayor parte de las 94 sinagogas de Viena y las casas de oración fueron dañadas parcial o totalmente. Los judíos fueron arrancados de sus casas por el populacho y sometidos a toda clase de humillaciones, incluyendo el fregar los pavimentos mientras eran atormentados por sus compatriotas austriacos y alemanes, algunos de los cuales habían sido sus amigos y vecinos. El vandalismo salvaje desatado, alentado por los nazis, no fue reprimido por las fuerzas del orden. La comunidad judía alemana, diezmada y empobrecida luego de 3 años de vigencia de las Leyes de Nürenberg, debió, luego de la Kristallnacht, pagar una multa de mil millones de marcos, así como la confiscación de todas las pólizas de seguros como castigo por haber provocado la justa ira del populacho. Las víctimas debían pagar por los daños de los que habían sido sujetos. Un método que los nazis repetirán a lo todo lo largo de la Shoá cuando exigirán a los judíos que paguen su transporte en tren hacia los campos de concentración.

El pretexto para lo que fue la primera Aktion contra los judíos y que luego sería constante en los territorios ocupados, les fue prestado por el ataque a Ernst von Rath, secretario de la Embajada alemana en París, que había tenido lugar 2 días antes, el 7 de noviembre de manos del alemán judío Herschel Grynszpan. Desesperado por lo que sucedía en Alemania, quiso llamar la atención de la opinión pública mundial para conmover su pasividad ante los atropellos constantes. El joven Herschel estaba en Paris y había recibido la noticia de la detención de sus padres y de las penurias que estaban pasando en la frontera polaca. Todavía no estamos en guerra, falta un año para su comienzo formal. Lo que había sucedido era que el 28 de octubre de 1938[2] –doce días antes de la Kristallnacht- unos 20 mil judíos alemanes de origen polaco habían sido secuestrados sorpresivamente en medio de la noche y deportados a Polonia. Aunque muchos de ellos residían en Alemania casi toda su vida e incluso habían sido condecorados por el gobierno alemán por sus acciones en la Primera Guerra, fueron echados a la frontera. Pero una vez allí no fueron admitidos por el gobierno polaco y fueron y vinieron de un territorio a otro, cruzando una y otra vez la frontera y muchos murieron en las primeras noches a la intemperie en esa tierra de nadie. Los padres de Herschel estaban entre los deportados y le habían escrito una carta con el relato de lo sucedido. El joven había intentado renovar su pasaporte polaco para volver con sus padres y apeló repetidamente al secretario von Rath sin éxito. Su indignación e impotencia fue lo que lo llevó a dispararle. Dos días después, el 9 de noviembre, von Rath falleció. Ello brindó a Goebbels la justificación que estaba buscando para disparar la Aktion que ya estaba perfectamente orquestada. Se puso en marcha la poderosa maquinaria propagandística nazi. El mensaje de aliento a la gente era que el asesinato era parte de la conspiración judía expuesta en el corazón mismo de Alemania. Con la apariencia de indignación popular espontánea, se desató un pogrom cuya verdadera razón era la aceleración de la salida de los judíos que aún quedaban en Alemania. En la noche entre el 9 y el 10 de noviembre, en una campaña perfectamente coordinada a lo largo y ancho de Alemania y Austria, bandas de matones de las SA[3], miembros del partido nazi y alemanes comunes recorrieron las calles, en una orgía de violencia inédita.

b) Antecedentes

Esa historia comenzó en 1918, con el final de la Alemania imperial Luego de terminada la Primera Guerra, cae el Imperio del Kaiser y nace la República de Weimar, gestada y parida en un contexto de gran debilidad. El Tratado de Versalles rubricó la derrota de Alemania que debió aceptar duras y humillantes condiciones militares, territoriales y económicas. Los republicanos y demóratas fueron acusados de ser los causantes de la derrota y de su vergüenza. En 1922 se produce el asesinato del Ministro de Relaciones Exteriores Walter Rathenau, asesinado tal vez por ser judío. Una república sin experiencia, joven e ingenua fue la que permitió el acceso de los nacionalsocialistas en 1923. Creían que podrían pactar y controlar a estos desaforados e imponer los valores republicanos, pero fueron ingenuos y no supieron defenderse de los que accederían al poder para traicionar la esencia misma de la república. El partido nazi aprovechó de las vacilaciones de los demócratas para consolidarse, construir y difundir entre sus simpatizantes sus discursos y ataques contra la democracia. Las duras condiciones económicas, la incertidumbre sobre un mejoramiento en el futuro, el sentimiento hondo de haber sido traicionados por los dirigentes, llevó a mucha gente a prestar sus oídos a estos entusiastas que prometían la recuperación de una Alemania de la que podrían volver a estar orgullosos. A fines de los veintes el Parlamento recibió a los primeros diputados y representantes que comenzaron a atacar al sistema desde sus mismas entrañas. Es ésta una potente lección de la historia que muestra cómo un sistema puede colapsar si un número no muy grande de la población actúa de manera eficaz para lograrlo. Cuando la mayoría no actúa, no participa ni se defiende, una minoría decidida se pone en acción y triunfa porque los sistemas democráticos son lentos en su defensa de la legalidad que es al mismo tiempo su garantía. Luego de la crisis económica del treinta que rubricó las falencias republicanas, el ascenso del nazismo fue imparable. Conquistaron el poder usando todos los recursos parlamentarios que les brindaba la democracia para llegar a 1933 con el poder total y el comienzo de las exclusiones a los comunistas, a los socialistas, el incendio del Reichstag, el boicot a los negocios judíos, la quema de libros. El error fue creer que se trataba de un partido más, que sus miembros eran ciudadanos comunes, que no debía darse crédito a su mensaje que era una fantochada. En el mismo error incurrieron los gobiernos europeos que creyeron que era posible negociar y pactar con los nazis, tener con ellos acuerdos de caballeros. La pasividad de la mayoría alemana así como la pasividad del resto de Europa hicieron posible el ascenso del nazismo. Creían que caería solo, creían que no podría sostenerse, creían que al final triunfaría la sensatez y la razón. Cuando se intentaba difundir en el exterior la forma en la que eran tratados los enemigos del régimen, los judíos y otros grupos excluidos, el gobierno alegaba que eran golpes de propaganda de los enemigos del pueblo. Y el mundo permanecía en silencio.

Además de excluir a los judíos del ejercicio de los oficios concretos merced a la Ley para la Ciudadanía del Reich, se los obligó a agregar los nombres de David o Sara a los propios, a llevar la letra J en el pasaporte. Excluidos de la vida civil, de las profesiones y trabajos, expoliados económicamente y finalmente marcados. No había escapatoria.

Unos meses antes de que Herschel matara a von Rath , en julio de 1938, se había celebrado la conferencia de Évian-les-Bains, en Francia. Líderes de 22 países se reunieron para ver si se encontraba algún destino para los judíos que estaban siendo echados de Alemania y Austria y golpeaban las puertas de embajadas y consulados con desesperación. La conferencia fue una demostración de la peor de las hipocresías porque, salvo la República Dominicana, ningún país de los allí presentes, que decía defender la libertad y la justicia, tenía lugar para admitir el ingreso de los judíos. No sólo eso. Declararon, sin que nadie se los pidiera, que ninguna de las naciones reunidas en Évian tenía la menor intención de desafiar el derecho del Gobierno alemán a introducir medidas que afectaran a sus súbditos, porque tales derechos pertenecían a su propia soberanía. Esta declaración constituyó un apoyo implícito a Hitler y su política de exclusión. Hitler entendió perfectamente el mensaje, y supo que nadie se le opondría, que podría hacer con los judíos lo que quisiera. La Kristallnacht fue la puesta en acción de todo esto. Sin ninguna duda, la Kristallnacht es un punto de inflexión en la persecución nazi. De quemar libros se había pasado a quemar sinagogas y edificios, a encarcelar y asesinar personas. Además de medir hasta donde podían llegar y comprobar que el mundo lo toleraba sin mosquearse, fue un campo de pruebas para lo que sobrevendría. Aprendieron de la lección porque se levantaron muchas voces de protesta y solidaridad entre los alemanes por el trato dado a los judíos, lo que enseñó a los jerarcas nazis que estas acciones debían disfrazarse, mantenerse lo más secretas posibles para no horrorizar o irritar demasiado a sus conciudadanos. A partir de allí, la política de exclusión, traslado y exterminio fue llevada a cabo gradualmente, con eufemismos, secretamente, para evitar la oposición de la gente común. La mayoría de los alemanes respondieron a la frase universal de “ojos que no ven, corazón que no siente”. Conocedores como nadie del alma humana, los nazis extremaron los cuidados: mantenían a la masa en la ignorancia, mejoraban su calidad de vida merced a la intensa reactivación industrial y ellos entregaban de buen grado sus hijos a la guerra y cerraban los ojos con alivio.

c) ¿Por qué conmemorarlo?

El pueblo judío se identifica, entre otras cosas, por el ejercicio de la memoria. La memoria es la cadena de transmisión de los valores de nuestra cultura y es el sostén fundamental de nuestra identidad. Celebración tras celebración recordamos que hemos sido esclavos en Egipto y con ello re actualizamos el valor de la libertad, de la lucha por la justicia y la protección del que sufre, recordamos que hemos firmado un pacto ético por el cual nos declaramos iguales en tanto humanidad, con los mismos derechos y las mismas obligaciones que otros pueblos, que otros grupos y que cada uno de nosotros es responsable por el mundo en el que vivimos. Cuando en cada ceremonia matrimonial el novio rompe la copa de cristal, instala en medio de la fiesta instituyente de la continuidad el recuerdo de la destrucción del templo y con ello la admonición de mantener nuestra fidelidad a quienes somos. Se pueden destruir nuestros templos, se pueden quemar nuestros libros, se puede incluso asesinar a nuestra gente, pero no se puede borrar nuestra identidad. La noche del cristal fue el comienzo público de un nuevo intento emprendido en nuestra contra, el más letal, el mejor orquestado, el más exitoso porque se llevó a un tercio de los que éramos. Tal vez debiéramos conmemorarlo dejando vacío un tercio del lugar para comprender de un modo concreto la enormidad de lo que nos pasó. Conmemorar la Kristallnacht es esencial porque su conocimiento y la comprensión de sus contextos y consecuencias, abre interrogantes existenciales que piden ser respondidos.

d) El dilema de cómo ser realistas: Pesimismo y optimismo

La noche de cristal, sucedida hace casi 70 años nos lleva a preguntarnos sobre la posibilidad de la previsión o la anticipación. ¿Cómo saber cuando algún suceso es una tormenta de verano, algo transitorio y pasajero o si se trata del prólogo de hechos de mayor envergadura y peligro? La respuesta a esta pregunta tiene consecuencias prácticas dramáticas porque de ello depende nuestra conducta: ¿nos quedamos y esperamos a buen resguardo que todo pase o hacemos nuestras maletas y huimos mientras nos puedan sostener las piernas? Conversando una vez con un sobreviviente sobre esta cuestión, lo escuché decir que los pesimistas se habían ido de Europa mientras que los optimistas se habían quedado. El impacto de esta proposición fue muy potente porque me obligaba a revisar condiciones básicas de mi vida. Escribí en aquel momento un ensayo sobre el tema que se llamó “Pesimistas, optimistas y realistas. Lecciones de la Shoá”[4]. Pensaba allí que el optimismo nos es esencial para vivir, apostar a que todo estará bien, al destino feliz de nuestro camino, nos da fuerzas para luchar día tras día, pero corremos el peligro de negar lo que tenemos delante de los ojos. Una vez que se conoce el resultado de una acción es fácil reconocer si estaba acertada o no pero no sucede igual antes. En el momento de tomar una decisión no sabemos lo que irá a pasar, no tenemos cómo saberlo. Sólo después, el resultado de nuestra conducta nos revela que incurrimos en un error o que fuimos acertados. Ese resultado, la prueba del error o del acierto, era un dato que no teníamos al momento de tomar la decisión, no sabíamos qué iría a pasar. No hay a veces forma de saber de antemano cuál será el resultado de nuestra acción. No contamos con un servicio pronosticador confiable y seguro que nos sostenga con firmeza en nuestras decisiones más difíciles. Además de un alerta siempre encendido, sólo tenemos la fe, la fe que es la esencia y el resumen de la condición del optimismo: la fe en la bondad humana. Sin ella, todo horizonte será oscuro. Apuesto a un optimismo moderado, a un optimismo labrador de surcos fértiles donde germinen las semillas del Bien. La fe en la bondad humana nos impulsa a luchar por ella, a buscar los modos de generarla, estimularla y sostenerla. La fe en la bondad humana nos hace constructores de futuros y nos dicta la mejor pedagogía posible, la pedagogía del bien. Alguien me dirá que tal vez sea poco realista creer en la bondad. Yo respondo que el ser humano es gestor de sus propios mundos, que el realismo es esa tensión entre el pesimismo y el optimismo, ese espacio dinámico en el que nos balanceamos mirando con un ojo los peligros que nos acechan y con el otro a esa línea de luz que nos recuerda que debemos bregar para que siempre vuelva a salir el sol.

3- CONCLUSIÓN

a) Enseñanzas

La Shoá y la Kristallnacht nos dejan algunas enseñanzas que no desarrollaré ahora para no abusar de vuestra atención y tiempo pero que quiero dejar puntualizadas.

- la defensa a ultranza de la democracia,

- el alerta encendido ante las promesas mesiánicas de los salvadores del mundo,

- el juicio crítico despierto frente a la inundación de consignas, al lavado de cerebro mediático tan bien desarrollado por el Ministerio de Propaganda del III Reich,

- el respeto a ultranza por el derecho a existir de los diferentes grupos y personas,

- la lucha en contra de la discriminación y la exclusión,

- el trabajo por una mejor distribución de la riqueza en el mundo,

- el énfasis firme y decidido en la educación que es la única llave de la pequeña puerta que conduce al futuro de la humanidad.

b) Los tres nuevos mandamientos

Los judíos hemos aportado a la civilización occidental, entre muchas otras cosas, el mensaje del monoteísmo y su código ético fundamental en las Tablas de la Ley, los Diez Mandamientos. Es ésta una ley enunciada en segunda persona del singular, un yo que le habla a un tú, se apela a cada uno de nosotros de modo personal, concreto e intransferible. Nos dice que nuestras acciones no son indiferentes, que somos responsables por nosotros, por el semejante y por el mundo en el que vivimos.

Luego de la Shoá y su horror desatado, permitido por la indiferencia cobarde que lo toleró, el profesor Yehuda Bauer, propone que se agreguen tres mandamientos más a los diez existentes. En mi propia formulación ellos son:

Mandamiento número 11: “Tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, no serán nunca más víctimas”.

Mandamiento número 12: “Tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, no serán nunca más perpetradores”.

Mandamiento número 13: “Tú, tus hijos y los hijos de tus hijos, nunca, pero nunca más, permanecerán indiferentes ante las injusticias y el padecimiento de un semejante”.

Muchas gracias.

Florida, Argentina, Noviembre 2006



[1] en alemán, Kristallnacht, Reichspogromnacht, Reichskristallnacht o Novemberpogrome

[2] En octubre de 1938 el gobierno polaco anuló la validez de los pasaportes polacos que no fueran visados en el plazo de un mes. El visado sólo podía hacerse en Polonia. Su objetivo era convertir en apátridas a todos los judíos polacos que vivían fuera del país. Muchos, cerca de 70.000, vivían en Alemania. El 28 de octubre, dos días antes del cumplimiento del plazo fijado, la policía alemana detuvo unos 20.000 judíos, mayormente varones adultos y los trasladaron a la frontera germano-polaca.
[3] SA, los Sturmabteilung -División Tormenta-, organización paramilitar del Partido Nazi. Sus miembros fueron conocidos como los “camisas pardas” para distinguirlos de los SS, llamados los “camisas negras”.

[4] Se puede encontrar en http://www.dianawang.net/blog/?p=51