Prologo presentación legado

Introducción a la presentación de El legado de los Salvadores Es ésta la primera actividad que Generaciones de la Shoá hace junto con sus padres, nuestros hermanos mayores de Sherit Hapleitá. Nos sentimos honrados de unirnos a ellos y continuar con su labor y presencia.

Hace dos años, en nuestro congreso De Cara al Futuro, entregamos a los más jóvenes “El legado de los salvadores”. Como hacemos los judíos en cada séder de Pésaj, pusimos en manos de la siguiente generación el relato de este ejemplo de conciencia y valentía.

Meses más tarde pensamos que el texto no era suficiente para connotar su universalidad y transmitir que en la gesta de salvación lo que se salvó fue lo mejor de lo humano de la humanidad. Tuvimos la idea de traducirlo a diferentes idiomas, así cada pueblo podría saber que algunos de los suyos, sin pensar en su riesgo personal, hicieron lo que estaba bien. Y nos pusimos manos a la obra. Sería un libro pequeño, no costaría mucho dinero, ¿cómo no íbamos a conseguir fácilmente las traducciones? Creímos que sería una tarea fácil que no nos podía llevar más de 2 ó 3 meses, pan comido.

No fue así. Tuvimos innumerables problemas: con el papel, con las imprentas, con el dinero, las correcciones, varias idas y vueltas. Tuvimos enfermedades, perdimos al querido Rolando que tanto habría querido estar hoy acá y sufrimos la angustia por la guerra de Israel y Hezbollah. Todos los traductores se prestaron generosamente a la tarea pero algunas de las traducciones no se conseguían o debían ser rehechas una y otra vez. Apelamos a nuestros mejores recursos de paciencia, tolerancia, superación del desánimo y frustración y junto con ello aparecieron la improvisación, el empecinamiento, la creatividad y la inventiva. Nunca perdimos de vista el objetivo y el sentido del libro. “Tampoco salvarse fue soplar y hacer botellas” dijo un día uno de nosotros a modo de consuelo. Y es cierto. Salvando las siderales distancias, la elaboración del libro estaba siendo casi una metáfora de la salvación misma, con su sucesión de casualidades, con las mil y una dificultades que asomaban a cada paso. También los salvadores y los salvados debieron improvisar y recurrir a su inventiva y tolerar las frustraciones y superar el desánimo. La empresa de salvar judíos en medio de la locura nazi, era por cierto una empresa imposible. Pero los salvadores nos enseñan que no hay tal cosa como imposible, que siempre se puede hacer algo.

Volviendo al libro, un día, hace menos de un mes, estuvo finalmente terminado y ya en nuestras manos. Pero la felicidad de ver concretado este nuevo sueño duró poco porque vimos con estupor que la traducción al hebreo, nada menos que la traducción al hebreo, había salido al revés. O no nos dimos cuenta en las sucesivas revisiones o algo pasó a último momento, el hecho es que se leía de izquierda a derecha en lugar de derecha a izquierda. Este error fatal estaba nada menos que en la página 18, los números que representan jai, la vida. Y al advertir este golpe de la casualidad se nos juntó todo: la Shoá, lo judío, los salvadores, la vida, la vida que triunfa sobre la muerte y este número 18, la página casual en la que estaba el texto en hebreo, la de la vida, nos dio la fuerza para el último tirón.

Verán ustedes en el ejemplar que tienen en sus manos que la página 18 es más gordita porque debajo del texto correcto está vivo el texto incorrecto. Lo que no debía haber pasado, de un modo dramático quedó guardado en el libro: lo que está Mal cubierto y superado por lo que está Bien.

Los salvadores nos abren la puerta a la esperanza porque nos enseñan que también existe el Bien. Es la esencia de este libro, su potencia educativa. Brinda un modelo de los que tanto carecemos para estimular este paradigma de conducta que construya ciudadanos responsables. Pensamos en los salvadores con criterio amplio, como toda aquella persona que colaboró de alguna manera, sea mínima, sea máxima, en la salvación de un semejante en peligro. Toda conducta de ayuda hacía los judíos estaba prohibida durante la Shoá y a veces una palabra de aliento, un pequeño gesto, era la diferencia entre la vida y la muerte. Casi todos los que estamos acá somos testimonios de que no bastaban las ganas de vivir. Para sobrevivir fue preciso tener mucha suerte y también la ayuda de una mano tendida.

Estos libros se entregarán a escuelas e instituciones y esperamos que estos primeros mil ejemplares sean difundidos rápidamente así podremos hacer una segunda tirada, que saldrá, esperemos, sin errores. Porque encontramos dos erratas más, como verán en el papel suelto que hay dentro del libro. Tal vez sean ustedes unos privilegiados al poder tener esta primera edición. Guárdenla porque ¿quién les dice que no vaya a ser algo valioso con el paso del tiempo? Quizás, así como sucede con algunas estampillas que, si tienen algún defecto, se valorizan con el paso del tiempo, si este libro sigue vivo y circulando, esta primera edición adquiera un valor adicional precisamente por sus errores.

“Erratas Eminentes” es el blog del escritor, editor e impresor mexicano Alfredo Herrera Patiño. Le escribí desesperada contándole nuestras frustraciones y pidiéndole el consuelo de un experto en erratas. Esto es lo que me respondió:

Los libros son humanos, así de sencillo. Y como todo lo humano, tienen errores, grandes y pequeños, horrendos y terribles, vergonzosos a veces y, muchos, harto hilarantes, como el que decía “cerditos hipotecarios” en vez de “créditos hipotecarios”. Se nos olvida tanto que los libros son sólo un camino que terminamos por preocuparnos demasiado por ese camino y no por el sentido mismo del camino que es llegar al alma de otro prójimo. Cuán distinto sería el mundo si un puñado hiciera lo que debe hacerse. Ahora con la computadora, y lo digo mientras pulso las teclas, se nos olvida la gran revolución de los libros, tener a nuestra disposición el pensamiento y la experiencia del mundo pasado. Siempre me parece que los buenos libros soportan hasta las malas ediciones. A veces, en momentos cínicos, hago cuentas estadísticas: si contamos todas, todas las letras que aparecen en un libro y vemos que nos equivocamos sólo en dos, pues, en verdad, nuestra exactitud está cercana al 100%. Los libros son, Borges dixit, una extensión de la memoria y este libro logra su propósito, amplía la memoria a otra generación y lo hace con creces ¿qué más pedir?