Otras cosas

Me queda la palabra.

Comentario sobre la película de Bernardo Kononovich. Tener que comentar este documental me ha hecho mirarlo de otra manera e ir atendiendo a cuestiones que, como simple espectadora, tal vez no me habrían estimulado a pensar, a entender, a ver las entrelíneas y a adivinar intenciones, objetivos o propuestas. Ya había visto el film en ocasión de su estreno, hace diez años, pero esta nueva mirada me trajo otras reflexiones. Tal vez debidas al paso mismo del tiempo, tal vez a mi propio camino en mi contacto habitual con sobrevivientes, tal vez al gran cambio sucedido en el abordaje de la Shoá desde 2004 hasta hoy.

El título.

El título mismo del film es un resumen que, lejos de ser explícito y unívoco, es polisémico y atractivo. Tiene dos términos que me llaman a la reflexión y me abren preguntas: el “me” que refiere a la primera persona y “la palabra” que puede ser la voz, plural o individual, o simplemente el discurso de alguien, una palabra de alguien que le ha quedado a alguien.

De quién es la palabra. Según el título: ¿de quién es la palabra que le ha quedado a alguien? ¿Es del director? ¿es del sobreviviente? ¿es el relato de la escena de horror e inhumanidad? ¿en su enunciado universal es una forma de sugerir que cualquiera de nosotros podría estar en ese lugar? y, si fuera así, ¿cuál sería ese lugar en el que cualquiera de nosotros podría estar? ¿el del testimoniante, del que toma el testimonio o el del receptor? Y la palabra, ¿es una palabra o es la voz? Y si fuera la voz, ¿la voz de quién? ¿La del testimoniante? ¿la del tomador del testimonio? ¿la del realizador del film? ¿la de aquellos a los que está destinada, los espectadores? ¿al futuro?

A quién es dicha la palabra. No se trata de una confidencia a un familiar o amigo, tampoco es una crónica histórica ni social ni política ni antropológica dicha en un contexto académico. No es una declaración en un juicio en cuyo caso estaría dirigida a un jurado. Esta palabra, la palabra del testimonio de hechos de lesa humanidad, está emitida en este caso ante alguien interesado en escuchar la dimensión humana y personal de quien habla. También es alguien, Kononovich, que lo registra en un film, es decir, que lo hace para que llegue, a su vez, a otra gente. El director no es invisible, se involucra concretamente en los momentos del testimonio y se lo ve ante la pantalla en el momento de la reflexión y edición. Esta exposición habla de la complejidad del hecho en el que está envuelto y de los distintos niveles involucrados.

 

La danza de la palabra.

Es un triángulo coreográfico en el que esta palabra baila entre uno que dice, otro que oye y registra y otro que oirá más tarde, uno que pregunta, otro que reacciona y más tarde revisa, elige, edita y hace el documental, uno que se conmueve y llora, otro que se conmueve y respeta el llanto pero al mismo tiempo va computando lo que recibe para ver cómo transformarlo en una película que diga eso que quiere decir. La palabra sube y baja, grita y murmura, y en ese juego tiene ecos y resonancias que nos llegan a nosotros, ese tercero anónimo durante la conversación pero para quien estaba dirigido el encuentro, somos el sentido de esa conversación, es para nosotros, para cada uno de nosotros, un nosotros diferente cada vez que se proyecta. Y cuando nos llega, la palabra nos toca y nos invita a bailar también. Eso es lo que me resulta más rico del documental y lo que me deja con tantos interrogantes, a cual más interesante.

La pregunta del director acerca del hecho de testimoniar puede ser leída tanto desde el punto de vista del testimonio propiamente dicho como desde el punto de vista del hecho de la toma del testimonio y también desde el punto de vista del efecto del testimonio en quien lo toma y en quien después lo recibe. Palabra del sobreviviente. Palabra del entrevistador- transmisor. Palabra del receptor. Palabra triangulada que es dada y recibida de diferentes maneras en los sucesivos momentos relativos al film.

 

El testimoniante y el hablar o el callar.

En los testimonios mismos se plantea el tema del silencio en varios momentos, la necesidad de tomar distancia (Leonie Gabriel), el no querer dar lástima (Ela Bernath), las cosas que no se cuentan a nadie (Judith Rieger) y la reflexión de Abraham Huberman acerca de la revivencia del hecho de que quien testimonia. Pero también la necesidad de llevar la palabra para afuera (Mario Villani), el alivio al aligerarse de los fantasmas. Callar o hablar se presenta en este film como un tema a resolver. Hoy, diez años después, los testimonios se derraman sin dique alguno. Los oídos parecen haberse abierto y las pieles se muestran más porosas a la escucha de estos viejos que dan cuenta de aquellos horrores que han pasado. Pero en las primeras décadas el silencio fue casi una constante y se debió a múltiples razones, no solo a que no había aún oídos, sino también a otros aspectos en los que no me detendré ahora. Pero, entre ellos, quiero mencionar uno, los contenidos que suelen impedir el relato no son los relativos al horror, al dolor o al sufrimiento; lo que no se puede contar es lo relativo a la vergüenza, a la humillación y a la culpa, territorios del cuerpo, donde viven las emociones pero donde se revela de manera sórdida la apropiación del otro. En contextos de sometimiento y crueldad, se produce una insólita modificación del self y las personas se descubren en conductas, sentimientos y pensamientos que desconocían, un nuevo self los habita para que les sea posible vivir en la nueva realidad. Al salir de ella -lo que llamo el “bache”, ese accidente sorpresivo en el que se cae, pozo negro y oscuro, pura caída, sin fondo ni temporalidad, ni final anunciado- y recuperar la vida “normal”, al volver a caminar por los lugares de antes dejando el “bache” atrás, se recupera el viejo self, el de antes, y queda una especie de extrañamiento acerca de quien se fue cuando se estaba dentro del “bache”, un otro self con otras leyes y capacidades, un self que ahora se ve como ajeno, que no se adapta a la vida “normal”. De ese extrañamiento no se puede hablar, de cuando el hambre tergiversaba las percepciones de lo que estaba bien o estaba mal, cuando la exhibición de la desnudez o el ejercicio de alguna sexualidad era parte de la supervivencia, cuando aceptar la humillación era mejor que ser asesinado. De todo eso no se puede hablar porque se trata de una especie de alien que habitó ese cuerpo durante su derrumbe en caída libreo dentro del “bache”, un alien con quien es difícil convivir en el mundo recuperado.

 

Leonie plantea un tema ríspido, digno de reflexión: la pregunta de si siempre es bueno hablar. Después que lo hizo la primera vez tuvo un infarto, situación que no es común en los sobrevivientes que, en general, se alivian al poner en palabras lo que siempre guardaron en rincones oscuros y malolientes. Pero para algunos no solo no es un alivio sino que abre una especie de caja de Pandora que libera arañas pollito tóxicas y las consecuencias se ven en síntomas físicos, a veces graves. Tampoco me puedo extender acá sobre este tema pero menciono que considero que hay dos silencios diferentes como consecuencia de hechos traumáticos diferentes (el texto completo se puede ver acá). Que cuando el ataque es entre dos personas, cuando intervienen los sentimientos (odio, resentimiento, venganza, codicia, deseo sexual, de posesión, ejercicio del poder, etc) es un hecho entre dos, del orden de los mamíferos, y es beneficioso ponerle palabras lo más rápidamente posible y así volverlo operable. Cuando el ataque es de un colectivo sobre otro, cuando el individuo que ataca no lo hace por algún sentimiento personal sino por ser miembro de un estamento que se lo ordena y cuando quien lo recibe no lo recibe de manera personal sino en tanto miembro del otro colectivo a ser atacado, la cosa es de otro nivel, de un orden solo humano, el ataque es racional -ideología o política- subvierte valores fundantes de la convivencia civilizada. En este caso, el observable en distintos hechos genocidas es que hay un silencio de décadas en las cuales se recompone la confianza en la estructura social y, cuando ello ha sucedido, recién entonces se puede hablar en condiciones saludables. Para estos sobrevivientes haber callado es lo que permitió su salud física y mental y la reconstitución de sus mundos quebrantados. Los que hablaron asincrónicamente enloquecieron a sus familias según testimonian sus hijos.

 

Es potente la analogía que hace Judith, cuando dice que ha guardado sus memoria en un placard con distintos cajones y que en su testimonio “se abrieron todos juntos”. Cajón habla de muertos, de lugares en donde se entierra lo que se quiere guardar y hablar, para ella, este testimonio corresponde a un literal y metafórico desentierro.

 

Por último, respecto del testimonio mismo, menciono que su valor como documento histórico es relativo. El testimonio no es una foto fija, es móvil y refleja tanto el hecho sucedido como las circunstancias en la que es relatado. Cambia, crece, hay partes que se olvidan o dejan de lado, otras que se privilegian e iluminan, se agregan elementos que aparecen de pronto y que no habían estado antes, nunca es igual, aún en aquellos relatos que parecen estructurados y rígidos. Sin embargo, cuando varios testimonios de personas que no se conocen entre sí coinciden en algunos elementos relatados, eso se transforma en un documento con validez histórica, algo del orden de la verdad. Por eso este film como los otros realizados por Kononovich son de un gran valor documental.

 

Las películas de Kononovich

Bernardo Kononovich tiene un estilo particular de entrevistar y filmar. Lo sé porque he participado en dos de sus films. Es un hurgador del testimonio y de la persona del testimoniante. Te quiere sorprender, escudriña tu reacción, la espera, la provoca, quiere mostrar ese fragmento de verdad que escondés detrás de tu versión estructurada de tu historia, esa versión que construiste y te permite seguir viviendo. Con el cuidado de su larga experiencia como psicoanalista y mano suave, se acerca, te pide permiso y te pone un poquito en ese lugar incómodo que permite que produzcas algo nuevo, algo que te sorprende a vos mismo porque no lo habías pensado antes así. Investiga tanto en quien da el testimonio como en sí mismo, en como preguntarlo y producir ese momento que quedará registrado y que llegará al tercero de esa danza, al espectador, de modo que lo involucre, lo comprometa, le haga pensar y sentir que eso que pasa ahí es humano, que podría pasarle a cualquiera. En cada film, en cada testimonio, Kononovich apela a lo universal y cuanto más se acerca su cámara a la lágrima que se desliza por una mejilla ajada, cuanto más sigue la crispación de unos dedos que son todo un discurso cuando la palabra se ha silenciado, ahí estamos todos en nuestras vulnerabilidades y penas, en nuestras fortalezas y descubrimientos.

 

La eternidad.

Un último comentario acerca que representa la fijación en un film.

“Me queda la palabra” fue filmada hace 10 años. Leonie y Abraham hoy ya no están. Impresiona la fuerza de la imagen y la voz, la manera en que nos eterniza. El cine cumple finalmente la promesa de la eternidad, no hace falta ya imaginar que seguiremos vivos en infiernos ni paraísos o reencarnaciones como premio o castigo, allí estaremos todos los que alguna vez hemos sido capturados por una cámara, vivos para siempre de manera inédita en la historia de la humanidad. Antes quedábamos tan solo en la memoria de los nuestros, memoria que se desleía con el paso del tiempo hasta quedar en fragmentos de anécdotas o frases sueltas. Ahora en un vuelco un tanto siniestro, hasta esa memoria está siendo subvertida y reconfigurada. Veo a Abraham y a Leonie como los recuerdo vivos, hasta casi puedo evocar sus energías y sus olores y me extraña mirar a mi alrededor y no verlos y saber que ya no están. Pero están allí y, curiosa y misteriosamente, estarán siempre, aún cuando nos hayamos muerto los que los hemos conocido. Es raro. En el film estás detenido en un momento de tu vida, en una edad que contraría el paso del tiempo y la experiencia humana. En el film Me queda la palabra, quedan muchas otras cosas. Además de todas las preguntas que he planteado, quedan estas personas vivas para siempre contando ad eternum su mismo relato que será resignificado una y otra vez por los nuevos públicos que encontrarán en sus palabras otras coreografías y, esperemos, mejores horizontes.

 

Diana Wang en la Sociedad Hebraica Argentina, 16 de julio 2014

 

¿Los judíos ashkenazis son más inteligentes?

¿Por qué el coeficiente intelectual de los judíos ashkenazi es tan alto? - Veinte posibles explicaciones. Por Hank Pellissier Los judíos ashkenazi son inteligentes. En general asombrosamente brillantes,. Impresionantes en capacidad mental. ¿Cómo lo lograron?

Los judíos ashkenazi, también conocido como askenazíes, son los descendientes de los judíos de Alsacia medieval y del valle del Rin y, más tarde, de toda Europa Oriental. Originalmente, por supuesto, eran de Israel. La investigación genética de la Escuela de Medicina Albert Einstein sugiere que el linaje asquenazí es una ramificación, hace 2.500 años, de otros grupos judíos de Israel, y que el 40% de ellos son descendientes de sólo cuatro madres judías. Aproximadamente el 80% de los Judíos del mundo de hoy son askenazíes, y el resto principalmente sefardí.

Los investigadores que estudian a los askenazíes están de acuerdo en que los hijos de Abraham están en la parte superior de la tabla de coeficiente intelectual. Steven Pinker – que, en 2007, pronunció una conferencia sobre "Los Judíos, los Genes y la Inteligencia" - dice que "Su coeficiente intelectual promedio se ha medido en 108-115". Richard Lynn, autor de "La Inteligencia de los Judíos de Estados Unidos" de 2004, dice que es "sólo" un poco más alto que el promedio: 107,5. Henry Harpending, Jason Hardy y Gregory Cochran, autores del informe de investigación de 2005 de la Universidad de Utah, "Historia Natural de la Inteligencia de los Ashkenazi", afirma que sus sujetos, "marcan desviaciones estándar de 0,75 a 1,0 por encima de la media general europea, que corresponde a un coeficiente intelectual de 112 a 115”. Charles Murray, en su ensayo de 2007 "El Genio Judío", dice "su promedio está en algún lugar en el rango de 107 a 115, siendo 110 un plausible valor".

Un coeficiente intelectual judío promedio de 115 es 8 puntos mayor que el coeficiente intelectual generalmente aceptado de sus más cercanos rivales – los asiáticos nororientales - y aproximadamente 40% más alto que el coeficiente intelectual promedio mundial de 79,1 calculado por Richard Lynn y Tatu Vanhanen en Coeficiente intelectual e Inequidad Global.

Además, considérese esta sorprendente perlita: las puntuaciones del coeficiente intelectual ashkenazi "visual-espacial" son sólo mediocres; en un estudio su promedio en esta categoría estuvo por debajo del promedio 98. Superan esta predisposición llegando a cifras astronómicas en "coeficiente intelectual verbal", que incluye razonamiento verbal, comprensión, memoria de trabajo y habilidad matemática; una encuesta de 1958 de estudiantes de yeshiva encontró un coeficiente intelectual verbal promedio de 125,6.

¿Qué significa que los askenazíes tienen un alto coeficiente intelectual, en términos de producción de "genios"? Con su población tan pequeña - un mero 0,25% del total mundial - ¿hace alguna importante diferencia? La respuesta es SÍ. Se utiliza una "curva de campana" [curva de Gauss] para ilustrar el percentil del índice de inteligencia en un grupo específico - en una "población general", donde el coeficiente intelectual promedio es 100, la curva asume estas proporciones:

Coeficiente intelectual menor de 70 - 2,5%

Coeficiente intelectual entre 70 y 85 - 12.5%

Coeficiente intelectual entre 86 y 100 - 35%

Coeficiente intelectual entre 101 y 115 - 35%

Coeficiente intelectual entre 116 y 130 - 12.5%

Coeficiente intelectual mayor de 130 - 2,5%

Aplicando la misma curva de campana para los ashkenazim, pero con un incremento de 17 puntos en el coeficiente intelectual promedio (usando la cifra de De La Oportunidad a la Elección) se obtiene el coeficiente Intelectual modificado a continuación:

Coeficiente intelectual menor de 87 - 2,5%

Coeficiente intelectual entre 88 y 102 - 12.5%

Coeficiente intelectual entre 103 - 117 - 35%

Coeficiente intelectual entre 118 y 132 - 35%

Coeficiente intelectual entre 133 y 148 - 12.5%

Coeficiente intelectual mayor que 148 - 2,5%

Este desplazamiento hacia arriba de la curva de campana por más de una desviación estándar (15 puntos) significa que los ashkenazim son, más de cinco veces, elegibles para Mensa (coeficiente intelectual mínimo 130) y tienen, más de cinco veces, el coeficiente intelectual promedio de un graduado de la Ivy League.

En realidad, los askenazíes están matriculados en la Ivy League en una proporción diez veces mayor que su número; por ejemplo representan el 30% de los estudiantes de Yale, el 27% de Harvard, el 23% de Brown, el 32% de Columbia, y el 31% de Pennsylvania.

 

Esto sugiere que, o bien la "curva de campana" fue levantada un poco más para los Ashkenazi en la parte alta o hay factores adicionales que mejoran su aptitud para tener éxito. En cuanto a la primera posibilidad, Charles Murray señala que "la proporción de judíos con un coeficiente intelectual de 140 o mayor es de alrededor de seis veces la proporción de todos los demás". Harpending, Hardy y Cochran tienen más o menos la misma ecuación; "4 de cada 1.000 europeos del norte tienen un coeficiente intelectual mayor de 140, pero 23 de cada 1.000 judíos tienen 140 o más". Murray también transmite un informe de la parte alta, en el rango de genio, cuando señala que una encuesta de 1954 de los niños de las escuelas públicas de Nueva York con coeficiente Intelectual mayor de 170 reveló que 24 de los 28 eran judíos.

Ahora que he establecido que los ashkenazi tienen coeficientes intelectuales superlativos, veamos lo que han logrado con sus cerebros altamente funcionales.

En el siglo XIX, Mark Twain señaló que:

[Los judíos] son peculiar y conspicuamente la aristocracia intelectual del mundo... las contribuciones [judías] a la lista mundial de los grandes nombres de la literatura, la ciencia, el arte, la música, las finanzas, la medicina y los estudios abstrusos, están muy fuera de proporción respecto de la flaqueza de su cantidad. Han luchado maravillosamente en este mundo... y lo han hecho con las manos atadas a la espalda.

El comentario de Twain no está fechado. Después de su declaración, los judíos ashkenazi continuaron superando mentalmente otros datos demográficos, a menudo sufriendo terribles consecuencias por su trabajo. He aquí una breve lista de logros ashkenazi en los últimos 90 años.

Premios Nobel: Desde 1950, el 29% de los premios han sido para ashkenazim, a pesar de que representan sólo una pequeña fracción de la humanidad. Los logros ashkenazi en esta área son 117 veces mayores que su porcentaje en la población. Este ritmo no se está desacelerando; se está acelerando. En el siglo XXI, han recibido el 32% del total, y en 2011, cinco de los trece ganadores del Premio Nobel fueron judíos - 38,5%.

Hungría en la década de 1930: Los askenazíes eran el 6% de la población, pero componían el 55,7% de los médicos, el 49,2% de los abogados, el 30,4% de los ingenieros y el 59,4% de los funcionarios de bancos; además eran dueños del 49,4% de la industria metalúrgica, del 41,6% de las fábricas de maquinaria, del 72,8% de la fabricación de prendas de vestir, y, como propietarios de viviendas, recibían el 45,1% de los ingresos por alquiler de Budapest. Los judíos eran similarmente exitosos en los países vecinos, como Polonia y Alemania.

"Cifras significativas": En "El Genio Judío", de Charles Murray, el autor hace un recuento de personas importantes que contribuyen en una variedad de vocaciones, observando cuán inmensamente sobre representados están los judíos, comparado con lo que podría esperarse debido a su escasa población. Su conclusión, en diversas categorías es: Biología - judíos "significativos" aparecen multiplicando por 5 el porcentaje de su población, Química por 6, Física por 9, Literatura por 4, Música por 5, Artes Visuales por 5, Matemáticas por 12, Filosofía por 14.2

EE.UU. (hoy): Los judíos ashkenazi comprenden el 2,2% de la población de EE.UU., pero representan el 30% de los profesores en las universidades de élite, el 21% de los estudiantes de la Ivy League y el 25% de los ganadores del Premio Turing. Además, "Los judíos son más del 50% de los doscientos principales intelectuales... el 40% de los socios en las principales firmas de abogados de Nueva York y Washington... el 59% de los directores, escritores y productores de las cincuenta películas más taquilleras…"

Israel: En el año 1922 estas pantanosas y desérticas tierras tenían una población empobrecida de 752.000 habitantes. Hoy en día hay 7.746.000 habitantes, con una gran población ashkenazi (3 millones y el 60% de la fuerza laboral) que han elevado a Israel a una nación emprendedora de alta tecnología con el mayor ingreso per cápita de la región. Israel está primero en el mundo en estudios de postgrado, 1o en museos, 1o en computadoras personales, y 1o en publicación de artículos científicos.

Personalmente, creo que la estadística del Premio Nobel es la más asombrosa. Considere esto: si todo el mundo en el planeta fuera judío ashkenazi, el resultado sería que habría 117 veces más individuos de la envergadura de ganador del Premio Nobel, con 117 veces más de logros espectaculares, ¿por año? ¡SINGULARIDAD INSTANTÁNEA! Sin ninguna ayuda de Inteligencia Artificial...

Los logros judíos sefardíes están representados en muchas de las categorías anteriores, especialmente en las estadísticas del Premio Nobel. Cuando este artículo fue publicado inicialmente - en una versión más corta, el 7 de agosto de 2011, por el Instituto para la Ética en la Tecnología Emergente (ieet.org) – los judíos sefardíes expresaron cierta perturbación porque fueron omitidos en el ensayo. Con esta demasiada breve lista de notables de su linaje, me gustaría reconocer la inmensa contribución de los judíos sefardíes:

Elias Canetti (Premio Nobel de Literatura, 1981), Tobias Michael Carel Asser (Premio Nobel de la Paz, 1911), Rene Cassin (Premio Nobel de la Paz, 1968), Franco Modigliani (Premio Nobel de Economía, 1985), Francois Jacob (Premio Nobel de Medicina/Fisiología, 1965), Salvador Luria (Premio Nobel de Medicina/Fisiología, 1969), Baruj Benacerraf (Premio Nobel en Medicina/Fisiología, 1980), Rita Levi-Montalcini (Premio Nobel de Medicina/Fisiología, 1986), Emilio Segre (Premio Nobel de Física, 1959), Claude Cohen-Tannoudj (Premio Nobel de Física, 1997), además del filósofo Jacques Derrida, el economista/filántropo Bernard Baruch, el pintor Amedeo Modigliani, y Benjamin Disraeli, el Primer Ministro Británico.

En la época medieval, los logros sefardíes fueron también bastante significativos. En la Introducción a la Historia de la Ciencia, de George Sarton, el autor señala que 95 de entre 626 científicos del mundo, entre 1150 y 1300, fueron judíos sefarditas - 15% - muy por encima de su proporción en la población.

Sin embargo, cuando en la actualidad se registra el coeficiente intelectual sefardí, las sumas no son más altas que la media del norte europeo, y definitivamente no son tan elevadas como las de los ashkenazi.

Prosigamos. Con los hechos que he presentado, sólo el lector más obtuso puede oponerse a mi dictamen de que los judíos ashkenazi son, en promedio, extraordinariamente inteligentes. No estoy reivindicando la especificidad cognitiva ashkenazi porque soy filo-semita, o sionista, o pro-israelí. Lo señalo porque es una verdad irrefutable.

Dicho esto, la pregunta que mi ensayo trata de desentrañar es... ¿Por qué? ¿Por qué el coeficiente intelectual de los judíos ashkenazi es tan alto? ¿Es debido a su genética, al medio ambiente, a la cultura, a la educación, o a una singular combinación de múltiples factores?

En mi primera publicación de este ensayo, proporcioné ocho razones para el elevado coeficiente intelectual ashkenazi. Pero entonces, recibí un aluvión de sugerencias por correo electrónico (muchas de profesores) brindándome información adicional. En este ensayo ampliado, están ahora enumeradas veinte teorías, y he tratado de dar a mis fuentes el crédito que merecen, a pesar de que - en varios casos - no tengo sus nombres reales, sólo sus apodos de chat de Internet. Aquí está mi nueva lista - muchas relacionados entre sí – presentada aproximadamente en orden cronológico:

Eugenesia babilónica - En el año 586 AEC, Jerusalén fue totalmente destruida por los babilonios, encabezados por su monarca Nabucodonosor, que "llevaron al exilio... a todos los funcionarios y combatientes, y a todos los hombres con oficio y artesanos [judíos]... sólo quedaron los más pobres del país" (Reyes 24:10-14). Los Indestructibles Judíos, de Max Dimont, define a los deportados como "la flor de la aristocracia y los intelectuales de Judea".

Los judíos exiliados de esta primera diáspora se convirtieron en altamente exitosos en Babilonia. Dimont afirma: "En las bibliotecas de Babilonia, los intelectuales judíos encontraron un nuevo mundo de nuevas ideas. En cinco décadas, los judíos exiliados se mecían en la superficie de los niveles más altos de la sociedad babilónica, en empresas de negocios, en el mundo académico, en los círculos de la corte. Se convirtieron en líderes en el comercio, en hombres del saber, en asesores de reyes".

En el año 538 AEC, el rey persa Ciro el Grande concedió el permiso para que los judíos regresaran a su tierra natal. Judíos ricos - que habían establecido rutas comerciales exitosas y empresas en Babilonia – financiaron a los fervientes repatriados que querían volver a asentarse en Judea. Los primeros intentos fracasaron pero, con el tiempo, 1.760 colonos dirigidos por el profeta Ezra y el gobernador Nehemías reconstruyeron el muro de Jerusalén y resucitaron la nación. Estos judíos "babilonios" que regresaron a Israel descubrieron que sus hermanos más pobres, que hacía medio siglo se habían quedado, se habían escurrido hacia la asimilación, esfumándose en los credos paganos vecinos. Cyril Darlington, en su libro La Evolución del Hombre y la Sociedad, sugiere que la separación temporaria de la elite judía, y la remoción permanente de las personas sin educación y no calificadas, proporcionaron un impulso genético intelectual al judaísmo.

Los judíos que regresaron instituyeron también dos costumbres que mejoraron la solidez mental del futuro de su cultura. Se hizo cumplir la prohibición de los matrimonios mixtos con gentiles, y los primeros cinco libros de Moisés fueron canonizados como la Torá.

Pueblo del Complejo Libro: La Torá (los cinco primeros libros de la Biblia judía) y el Talmud (registros de discusiones rabínicas) son intelectualmente complejos y sofisticados. Se requiere de los practicantes del judaísmo que aprendan y estudien las extensas y mentalmente rigurosas leyes. El contenido temático de los pasajes de las Escrituras no es simplista o literal, está, por el contrario, diseñado para la comprensión en múltiples, metafóricos y abstractos niveles. La fe ciega y la devoción servil, alentada por otras religiones, no es conducente para el judaísmo. En cambio, el culto en el antiguo monoteísmo exige habilidades de alfabetización significativas debido a las demandas cognitivas de los textos, con una tradición que sostiene que la comprensión del Talmud exige "estudiar siete horas diarias durante siete años". Charles Murray señala que "ninguna otra religión demanda tanto de todo el conjunto de sus creyentes", con el consiguiente comentario que "el judaísmo evolucionó de tal manera que ser un buen judío significaba que un hombre tenía que ser inteligente".

Higiene y Dieta Saludable:ElProfesor Sam Lehman-Wilzig de la Universidad Bar-Ilan de Israel me proporcionó esta teoría. Su sugerencia se basa en el hecho de que - debido a sus prácticas habituales - los judíos probablemente disfrutaron de una mejor higiene que los gentiles. Señala el lavado de las manos judío antes de cada comida, el baño de los hombres por lo menos una vez a la semana en la "mikve" (una casa de baños de purificación), y el baño de las mujeres por lo menos una vez al mes, después del fin de su menstruación. También señala que la restricción a la carne de cerdo impidió que los judíos contrajeran triquinosis. (Víctimas famosas de esta enfermedad parasitaria incluyen a Gautama Buda y Wolfgang Mozart). Con menores tasas de enfermedades, los cuerpos judíos no habrían sufrido tanto como los cuerpos gentiles y esto habría mejorado sus capacidades mentales.

Esta noción se ha reiterado en otro lugar. En 1953, la investigación del farmacólogo de la Universidad Johns Hopkins, David I. Macht supuso que todas las decenas de artículos cárneos prohibidos por las leyes dietéticas judías en Deuteronomio y Levítico son, de hecho, más perjudiciales que la carne kosher, que estaba permitida. Además, en el último libro de la Supervivencia de los Más Enfermos, el escritor Sharon Moalem sugiere que los judíos, quitando toda la levadura de sus casas durante Pesaj, ayudaron a mantener fuera a las ratas que propagaron la peste bubónica en el siglo XIII. Por último, pero no menos importante, los judíos ashkenazi ricos de Europa oriental que habitaban en casas más grandes, habrían sobrevivido epidemias más fácilmente porque no sufrieron la misma alta tasa de infección múltiple que se producía en casas más pequeñas con mayor hacinamiento.

La amplia correlación entre un alto coeficiente intelectual y dieta sana, enfermedades infecciosas, sanidad y hacinamiento hogareño, es examinada a través de estudios de investigación, en los últimos capítulos de este libro, particularmente en "Primeros Años".

Énfasis en la Educación Desde AEC - Jeremías Unterman de Jerusalén me informó que la Torá ordena a cada padre judío enseñar la Torá a sus hijos, y Marisa Landau señala, en una discusión en futurepundit.com del 4/06/05, que la religión judía prohibe mantener analfabetos a los niños. Además, Landau informa que las mujeres judías aprendían a leer y escribir, un fenómeno que era único en el mundo antiguo. Landau menciona también que había una vieja costumbre entre los judíos, la de proporcionar una pensión completa - de hasta 10 años - a un yerno inteligente que deseaba dedicarse por completo al estudio. Los judíos, parece, inventaron la noción de "becas".

En la época medieval, el monje francés Pedro Abelardo (1079-1142) escribió esto acerca de la educación judía: "Un Judío, por más pobre que sea, aunque tenga diez hijos, les dará instrucción, no por ganancia como hacen los cristianos, sino para la comprensión de la ley de Dios. Y no sólo a sus hijos, también a sus hijas”.

Escuelas Obligatorias Para Varones - En el año 64 AEC, el sumo sacerdote Josué ben Gamla emitió e implementó una ordenanza obligando a la escolaridad para todos los niños a partir de los 6 años. En 100 años, los judíos habían establecido la alfabetización universal masculina y la aritmética, la primera etnia en la historia en lograr esto.

El progresista y exigente edicto produjo un enorme cambio demográfico. El a menudo prohibitivo costo de educar a los niños, en la economía de subsistencia agrícola de los siglos II al IV, motivó que numerosos judíos se convirtieran voluntariamente al cristianismo, lo que llevó a una disminución de la población judía de 4.500.000 a 1.200.000.

La "eugenesia" natural favoreció a dos grupos por esta situación: 1) a los hijos de los ricos, aparentemente judíos más inteligentes, que podrían proporcionar una mayor financiación para las escuelas que mantuvieron a su prole como judíos, y, 2) a los chicos más inteligentes que podrían aprender rápidamente a leer, escribir y aritmética a un ritmo en el que podían permitirse "permanecer judíos".

¿Quién quedó fuera? ¿Fuera del acervo genético? Respuesta: los más pobres, judíos sin educación, y/o aquellos con el más bajo coeficiente intelectual.

Ascenso a la Categoría Urbana – En el siglo I DEC el 80-90% de los judíos eran agricultores. Pero, para el año 1000 DEC, sólo el 10-20% se mantuvo en la agricultura. La educación requerida por la ordenanza de Joshua ben Gamla proveyó de habilidades verbales y matemáticas a los niños judíos, permitiéndoles salir de la vida rural de subsistencia hacia las profesiones urbanas altamente calificadas, implicando ventas, comercio y transacciones financieras.

Pasar de un entorno pastoral a las ciudades pone en marcha un impulso del coeficiente intelectual, debido al aumento de la complejidad, la alfabetización y la tecnología del urbanismo. Un estudio de la Universidad Nacional de Hanoi de 2006 mostró una enorme diferencia de 19,4 puntos del coeficiente intelectual entre estudiantes de la ciudad y del campo. Una encuesta de 1970 en Grecia registró una diferencia de 10 a 13 puntos. Otros estudios señalan diferencias más pequeñas de sólo 2-6 puntos, pero en todos los casos, los residentes urbanos siempre obtienen mejores calificaciones, y los judíos son una de las etnias más largamente urbanizadas del mundo.

Dialéctica y Pensamiento Racional – El Dr. Sam Lehman-Wilzig me informó que uno de los enfoques del aprendizaje judío digno de mención es la "dialéctica". El Talmud en sí no es un "código legal", sino un enorme compendio de DISCUSIONES. Los judíos son estimulados a ver un problema con diferentes perspectivas y se les enseña a cuestionar todo, incluida la Ley, la lógica del rabino, y el propio sistema de creencias. Los rabinos desarrollaron principios argumentativos, todo un sistema de cuestionamiento que los judíos han utilizado durante 2.000 años, tanto en debates religiosos como seculares.

La dialéctica no fue un invento "judío": Fue una técnica de aprendizaje que los judíos tomaron prestada y adaptaron de la filosofía griega; la síntesis es una 'metodología socrática judía'. Las huellas de la influencia griega son evidentes en el Seder de Pesaj, en el que el padre judío está reclinado sobre una almohada (similar a los griegos), mientras que el niño judío más joven hace Cuatro Preguntas. Este método de aprendizaje fue único en la Edad Media, en comparación con las tradiciones 'autoritarias' de la Europa católica.

El Dr. Sanford Aranoff, Profesor de Ciencias y Matemáticas de la Universidad Rider, me transmitió un mensaje similar. En su opinión, el judaísmo se basa en los principios del pensamiento racional. (El pensamiento racional comienza con principios claramente establecidos, continúa con deducciones lógicas, y luego examina la evidencia empírica para modificar, posiblemente, los principios).

Las habilidades analíticas y estratégicas desarrolladas, tanto por la dialéctica judía como por el pensamiento crítico, son un componente importante de los test de coeficiente intelectual, y son esenciales en las carreras jurídicas, académicas, científicas y de ingeniería.

Los Clérigos Inteligentes Procrean: Una importante diferencia entre el catolicismo y el judaísmo es que los sacerdotes han sido célibes desde que el Concilio de Cartago del siglo cuarto decretó que se abstengan de las relaciones conyugales, mientras que los rabinos judíos siempre han sido alentados a casarse y multiplicarse. En la Edad Media esto dio lugar a la depresión masiva del coeficiente intelectual de los católicos, porque sus chicos más brillantes y académicamente dotados eran usualmente encerrados en seminarios que desperdiciaban su acervo genético. Mientras tanto... los doctos y escolásticos rabinos judíos se casaban con mujeres inteligentes y creaban grandes e inteligentes familias. Tres volúmenes que analizan este fenómeno son Anarquía, Estado y Utopía de Robert Novick, La Mística Judía de Ernst Vandenberg, y Una Historia de los Judíos de Paul Johnson.

Procrear Cerebros:

"Nuestros rabinos enseñan, Permítasele a un hombre que venda todo lo que tiene y se case con la hija de un hombre culto. Si no puede encontrar a la hija de un hombre culto, permítasele casarse con la hija de uno de los grandes hombres de su época. Si no encuentra una así, permítasele casarse con la hija de uno de los dirigentes de la congregación, o, en su defecto, con la hija de un recaudador de la caridad, o incluso con la hija de un maestro de escuela; pero no se le permita casarse con la hija de un analfabeto, porque los ignorantes son una abominación, como también sus esposas y sus hijas". P'sachim, fol. 49, col. 2.

Textos judaicos como el de arriba enfatizan reiteradamente que el conocimiento y la inteligencia son virtudes supremas, siendo la ignorancia el lastre más grosero. Siguiendo esta máxima, los judíos mejoraron su acervo genético para la inteligencia. En Una Historia de los Judíos, el escritor Paul Johnson señala que, "entre los judíos las personas más inteligentes siempre han sido muy valoradas y buscadas como esposos, de modo que procrearan y difundieran sus buenos genes". Charles Murray observó otra tendencia en la formación de parejas, cuando señala que "al casar a hijos de estudiosos con hijos de comerciantes exitosos, los judíos estaban, prácticamente, uniendo a los seleccionados por la capacidad de razonamiento abstracto con los seleccionados por la inteligencia práctica".

 

Mientras tanto, los católicos se casaban por razones "de clase", inclinándose por ganancias aristocráticas de sangre azul que no tenían ningún vínculo con la inteligencia. También se deseaba la fuerza física y el valor de valientes caballeros en el campo de batalla - esta exaltación del músculo sobre el cerebro, igualmente, no hizo nada para incrementar el coeficiente intelectual colectivo de esa religión.

Idiomas del Comercio: Los comerciantes Ashkenazi difundían sus mercancías sobre una vasta área, originalmente en las regiones islámicas, pero más tarde internacionalmente – desde el caucho de Brasil hasta la seda de China. Para prosperar en el intercambio, memorizaban múltiples idiomas. La tribu sin estado, de todos modos, necesitaba variada fluidez para comunicarse en tierras adoptivas con sus vecinos que hablaban alemán, polaco, letón, lituano, húngaro, ruso, ucraniano, francés, holandés, etc.

El ashkenazi desarrolló una "fusión" lingüística: el yiddish (alemán, hebreo, arameo, además de otras lenguas eslavas y un toque de romance). En su mejor momento - antes de la Segunda Guerra Mundial – el yiddish era hablado por 13 millones de personas. El políglota lenguaje produjo una ejemplar cultura en la literatura, el teatro y el cine.

Hoy los neurólogos reconocen que el aprendizaje de varios idiomas mejora la memoria, la flexibilidad mental, la resolución de problemas, el pensamiento abstracto, y la formulación de hipótesis originales. Las explicaciones de los beneficios abundan; Recomiendo prestar atención al video, "El Bilingüismo Sobrealimenta el Cerebro de su Bebé".

Restringidos a la Brillantez: Entre 800 y 1700 DEC, los judíos de Europa fueron excluidos oficialmente de las ocupaciones "comunes", como la agricultura, De hecho, por lo general no se les permitió poseer tierras. Las restricciones obligaron a los ashkenazim, durante 900 años, a dedicarse a las profesiones urbanas que eran cognitivamente más exigentes, como el comercio, la contabilidad, las ventas y la inversión. La habitual prohibición cristiana contra el cobro de intereses por préstamos de dinero - prohibido como "usura" - ayudó a abrir las ocupaciones bancarias y financieras para los judíos. Los registros históricos revelan que el 80% de los judíos de Roussilon, en el sur de Francia, en 1270, eran prestamistas.

Más tarde, después de que fueran expulsados ​​de Europa occidental, los ashkenazim fueron bienvenidos en Polonia como inversores urbanos e iniciadores del comercio que podrían ayudar a modernizar la nación. También eran muy demandados para puestos de dirección de nivel medio porque tenían habilidades matemáticas y de administración de empresas.

Los askenazíes que no eran, matemática y verbalmente, lo suficientemente versados para tener éxito en estos trabajos de "cuello blanco" se alejaron del judaísmo – los de bajo coeficiente intelectual fueron hechos a un lado. Por el contrario, los comerciantes más exitosos y los contadores formaron familias más numerosas, legando una proporción cada vez mayor de cerebros algebraicos.

Esparcidos Por la Persecución: Los askenazíes más inteligentes y/o ricos estaban mejor equipados para escapar de las inquisiciones, pogromos, persecuciones, holocaustos y otras amenazas genocidas porque: 1) podían permitirse el lujo de emigrar; 2) podían predecir la necesidad de hacerlo; y 3) tenían oportunidades sociales y económicas en los países a los que huyeron. Los ashkenazi más pobres, menos conectados y menos astutos mermaron inexorablemente.

La reiterada aniquilación, expulsión y huida del pueblo judío es universalmente conocida. La primera diáspora de Babilonia ya ha sido mencionada. Una segunda diáspora es comúnmente considerada como una serie de dispersiones desde Israel después del fracaso de las revueltas judías contra el Imperio Romano entre el año 70 DEC hasta 135 DEC. En 629 DEC, el rey Dagoberto de los francos ordenó a los judíos a convertirse, abandonar su tierra o enfrentar ejecución. La Primera Cruzada, 1096-1099 DEC, masacró cruelmente a miles de ashkenazi, un estimado del 25%. Los judíos fueron expulsados ​​de Inglaterra en 1290, de Francia en 1394 y de partes de Alemania en el siglo XV. Los pogromos en el Imperio Ruso, en el siglo XIX y principios del siglo XX, asesinaron a un considerable número de judíos, y el Holocausto, instigado por Adolf Hitler, condujo al genocidio de aproximadamente seis millones, principalmente ashkenazi.

Cuándo y dónde fuere que comenzara la persecución, era más probable que los judíos escaparan si podían pagar su salida, o si eran lo suficientemente ricos como para tener caballos, carruajes, empleados como guardias, parientes ricos a dónde huir, y amigos en "elevados puestos". Frecuentemente, un alto coeficiente intelectual ha sido correlacionado con el éxito económico.

Genio Enfermo: Los askenazíes son presa de alrededor de diecinueve enfermedades genéticas debilitantes, y se ha conjeturado que varias de ellas podrían tener "efectos secundarios" cognitivos que pueden mejorar la inteligencia. Muchos de los trastornos pueden matar o debilitar seriamente a los que tienen dos copias del gen, pero si se hereda sólo una, se obtiene una "ventaja heterocigótica" que puede incluir la promoción del crecimiento de las neuronas y acelerar la interconexión de las células cerebrales. Por ejemplo, tener sólo uno de los alelos de Tay-Sachs y Niemann-Pick - GM2 gangliósido - podría aumentar moderadamente el crecimiento de las dendritas.

Otra dolencia ashkenazi es la enfermedad de Gaucher, que parece promover el crecimiento axonal y la ramificación. Un estudio descubrió que 255 empleados, pacientes de la enfermedad de Gaucher en el Shaare Zedek Medical Centre de Jerusalén, tenían ocupaciones que requieren un coeficiente intelectual superior a 120, y el 15% eran científicos. Otra encuesta de askenazíes con distonía de torsión reveló un coeficiente intelectual promedio de 121.

Entrevisté a Gregory Cochran por correo electrónico; es co-autor del informe de investigación de la Universidad de Utah de 2005, "Historia Natural de la Inteligencia Ashkenazi". En sus palabras, "cualquier estímulo del coeficiente intelectual debido a la enfermedad de Gaucher de menos de 10 a 15 puntos [sería] una ganga [pero] podría ser así de grande para la distonía de torsión: todos los que los han tratado se maravillan de lo agudos que son... [Sin embargo] en nuestra opinión sólo una fracción [del incremento del coeficiente intelectual ashkenazi] se debe a mutaciones particulares como Gaucher". En otra entrevista, Cochran precisó las fracciones como "Uno de cada dos mil askenazi, a lo sumo, porta una mutación de Tay-Sachs y una mutación de Gaucher, las dos más comunes".

Después de residir con vecinos de Europa oriental durante más de un milenio, los ashkenazim no son una etnia aislada. Mientras que muchos observadores sugieren que son 30% europeos, un estudio de la Universidad Emory concluyó que los investigadores "pudieron estimar que entre el 35 y el 55 por ciento del moderno genoma ashkenazi proviene de ascendencia europea".

Pensamiento Positivo - Aubrey Max Sandman, PhD, un ingeniero eléctrico de Londres, me envió un correo electrónico afirmando que la actitud positiva es lo que cuenta, no la genética. Su opinión es que los no judíos no trabajan tan duro como los judíos para alcanzar su máximo potencial.

En la actualidad, el "pensamiento positivo" eleva efectivamente el coeficiente intelectual. Una investigación de 2011 en la Universidad del Estado de Michigan reveló que la "actitud" de un sujeto provoca una diferencia en la inteligencia, porque su actitud determina si reacciona, en relación a sus errores, de forma productiva o auto-destructiva. El informe será publicado en un próximo número de la revista Psychological Science, espero que con los datos específicos graficando los incrementos del coeficiente intelectual.

Jaque Mate: El ajedrez ha sido históricamente una actividad altamente favorecida entre los askenazíes; una revista de 1905 lo describió como el "Juego Nacional Judío". Casi el 50% de los grandes maestros son ashkenazi. Las habilidades visuales, de organización y estratégicas requeridas por el ajedrez desarrollan el precúneo en el lóbulo parietal superior y el núcleo caudado, una parte de los ganglios basales en la región subcortical. Es cierto que estas ventajas no son hereditarias, pero los jóvenes que practican el juego pueden incrementar su almacenamiento de memoria, la planificación estratégica y el coeficiente intelectual.

Información adicional sobre los beneficios del ajedrez se puede encontrar en mi capítulo posterior, "Los Años de la Escuela."

Mentes Melódicas: La música ha sido venerada en las tradiciones religiosas de los judíos durante 3.000 años. Los Klezmer "alcanzaron un nivel muy alto de sofisticación y ornamentación", según el Instituto de Música Judía, y los compositores e instrumentistas ashkenazi contribuyen enormemente a la música clásica occidental (un sitio web de historia declara… "Los Judíos ´Poseen’ el Violín”). ¿Siglos de práctica dieron sus frutos? Hoy los investigadores creen que la formación musical optimiza el desarrollo de las neuronas y mejora la función del cerebro en matemáticas, análisis, memoria, creatividad, manejo del estrés, concentración, motivación y ciencia.

Información adicional sobre los beneficios de la formación musical puede encontrarse en los siguientes capítulos: "Primeros Años" y "Años de Escolaridad".

Familias Acomodadas y Apoyadoras, Con Grandes Expectativas: En el nivel neurológico, el éxito promueve el éxito. La victoria produce un torrente de dopamina, un neurotransmisor que activa la motivación para obtener más logros. Los niños ashkenazi generalmente entienden que son capaces de un alto rendimiento, y son instados a desarrollar sus habilidades para contribuir a la humanidad.

¿Es necesaria una severa disciplina para producir estos resultados? Los ashkenazim han desalentado dar nalgadas a sus hijos; parecen ser suficientes fuertes lazos familiares, estímulo incesante y duro y concentrado trabajo en excelentes instituciones.

También son importantes los ingresos disponibles que les permitan a los hijos estudiar y desarrollarse intelectualmente; la riqueza también permite el acceso a escuelas de élite. Las encuestas indican que los judíos estadounidenses tienen casi el doble de ingresos que los no judíos, además de que tienen 2,5 veces más bienes de capital. ¿El resultado? El judío estadounidense promedio recibe 2,5 años más de educación. Incluso durante la Edad Media muchos judíos eran, en estatus económico, de clase media y alta, una condición que aseguraba una buena educación para sus hijos.

¿El Untermensch Se Va a Otra Parte? Un comentarista judío de más de 40 años de edad, de la ciudad de Nueva York, con la nomenclatura "ASAMATTEROFFACT" me informó que - en su opinión – los ashkenazi que carecen de una gran inteligencia y creatividad terminan sintiéndose inferiores. Él cree que esto a la larga conduce al "untermensch" que se casa fuera de la tribu. Sólo el ubermensch permanece para reproducirse. Su punto de vista fue repetido por otro colaborador - Efox"- quien declaró que los judíos menos inteligentes incapaces de ser su propio "Sacerdote” inevitablemente abandonan el judaísmo para unirse a otra religión.

Rabinos Empáticos - Un comentarista que se identificó como "zeev from jew york city" me informó que muchos rabinos eran "Einsteins de la Empatía" - increíblemente amables, pacientes, cariñosos y comprensivos hacia otros seres humanos. Los "empáticos" de alto nivel afectan a sus congregaciones, haciendo que sus vidas sean mejores y promoviendo sus ambiciones e iniciativas.

En posteriores capítulos ("Primeros Años" y "Años de Escolaridad") analizo los beneficios para el mayor coeficiente intelectual del "Apoyo Emocional" y la "Eficacia de los Maestros" - dos dones que, sin duda, fueron proporcionados por rabinos compasivos.

¿Miedo al Antisemitismo? - El comentarista "Morris Wise", después de leer mi artículo original en el sitio web instapundit.com, expuso una posición paranoica. En su opinión, los judíos son motivados ​​para alcanzar altos éxitos académicos, logros profesionales y riqueza, porque quieren sentirse seguros, protegidos y aislados de los sentimientos anti-judíos de la comunidad exterior. Este punto de vista puede, por supuesto, estar justificado por la larga historia de resentimiento y persecución que los judíos han experimentado.

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¡Veinte explicaciones para el alto coeficiente intelectual ashkenazi! ¿Mi opinión? ¿En cuanto al cuádruple? Son posiblemente todos correctos, y valiosos para reflexionar. Sin embargo, los que me parecen más interesantes son los factores "ambientales" que son accesibles a toda la humanidad.

Me pregunto: si los pueblos del mundo, realmente, queremos logros intelectuales de alto nivel, ¿por qué no jugamos al ajedrez con nuestros hijos en las noches, en lugar de arrojarlos a un violento video juego? ¿Por qué no podemos escuchar sus composiciones de música clásica durante el fin de semana, en lugar de instarlos a tener conmociones cerebrales en el campo de fútbol? ¿Un "programa alimentario" no es en realidad una excelente idea, en la cultura estadounidense con su 33,5% de obesidad en adultos? ¿Por qué no les proporcionamos excelentes escuelas, los persuadimos a aprender la gramática extranjera, y los convencemos de creer en sus capacidades y ampliarlas, en lugar de obligarlos a soportar años de mediocridad educativa y sin esperar nada en cambio, sino lo mismo?

Si toda la humanidad adoptara las mejores características disponibles de las culturas exitosas, como la ashkenazi, ¿podríamos, en conjunto, beneficiarnos enormemente? ¿Podríamos aprender más rápidamente, con mayor profundidad y producir mayores maravillas? ¿Nos convertiríamos en destacados en lugar de personas que no desarrollan su potencial?

¿Si promoviéramos conductas de alto coeficiente intelectual para los seres humanos en todas partes, en todo el mundo, todos… nos destacaríamos? ¿Mejores seres humanos?

Traducción de José Blumenfeld

 

The Holocaust and Jewish Identity. A Dilemma.

During the first 50 years of my life, I never thought that being Jewish differentiated me from others.

In order to be admitted as immigrants to Argentina in 1947, my family ominously arrived under the pretense of being Catholic. During those first years, we avoided speaking about Judaism or being Jewish in our daily interactions, both within and outside of our family. We did not belong to any Jewish organizations. We did not deny our identity, but we did not broadcast it either.

Forgive me,I heard my mother's trembling voice over the telephone that Monday morning.  Now decades later, it was the 18th of July, 1994.  “It’s happening again, forgive me for bringing you to this country–I did not know.” After catching her breath, she explained herself, referring to that day’s deadly terrorist attack on the building of the Argentine Israelite Mutual Association in Buenos Aires: “AMIA was bombed! They want to kill us! Again!

Us?Us? What did she mean by us? They wanted to kill me? Here, in Argentina? And what was her againfor? My mothers usand againwere the catalysts that thrust me suddenly, at age 50, into the roles of being both an heir to the legacy of the Holocaust and a Jew. Puzzled and surprised, I had to understand. In my quest for answers, I met children of survivors and we began to disclose to each other information about who we were. After so many years, I felt as though I had finally begun my journey home.

Our identity is not a static, monolithic conditionbestowed at birth, once and for all. It is an ongoing construct, forged from our gender, ethnicity, nationality, profession or vocation, ideology, age, hobbies, skills, and the myriad other aspects of our ever evolving lives. The Jewish identity I have cultivated for myself ever since that fateful Monday morning—is intertwined with the knowledge that I am a daughter of Holocaust survivors. This merger of my previously concealed identities brought to light some lost pieces of the puzzle of who I was – or who I thought I was – based on what had been meaningful to me earlier in life. But, to my surprise, this “new” Jewish identity had, in reality, always been there. Lying dormant, waiting patiently for me, it fit as snugly a second skin. Bewildered, I had discovered just how Jewish we were, despite the fact that we had never spoken of it growing up.

I live in Buenos Aires in a secular Jewish microcosm of people who do not base their identity upon religion. For most religious Jewsas for the Israelisthere is no need to contemplate their Jewish identity. But for the secular diaspora, the question of identity thirsts for answers. As the old joke goes, if you have two Jews, youll have three synagogues, and so arriving at a consensus regarding identity will always be an uphill battle. Now that the world is more welcoming to Jews than ever before, the temptations of assimilation, intermarriage, and secularism have put the feeling of a common Jewish identity at stake. If not religion, what binds us together to give us a sense of community within this heterogeneous, individualistic, and highly opinionated collective?

For many, the Holocaust seems to fill that void. The Nazis defined very specifically what it was to be a Jewproud or self-hating, converted or not, in acceptance or denial. For them a Jew was a Jew. There was no debate. And as every Jew was targeted for extermination, Judaism equaled victimhood. Jewish identity was unambiguously imposed not only by the Nuremberg Laws, but also by the common prospect of death.

With religion no longer a common denominator among secular Diaspora Jews, identifying ourselves as heirs to the Holocaust is a tempting alternative. It was our worst suffering ever, andin an absurd waythis low-hanging fruit is now subconsciously ready to be used to homogenize us into a common identity. But while being a victim then was not a choice, it is today.

After decades of silence, hundredsif not thousandsof papers, dissertations, books, museums, exhibitions, films, and survivorstestimonies have sprung to life and thrust the Holocaust onto the world stage. Society has finally opened its ears, shut for so many years. For us, the Holocaust family, justice has been accomplished and our painful past can now be re-contextualized in a meaningful way. 

Anti-Semitism still exists today and overlaps with anti-Zionism. Highlighting anti-Jewish attacks is important to keep us alert, our eyes open. But I sometimes find people deriving an almost perverse pleasure from hearing that there has “again” been an anti-Jewish attackthe Holocaust has become the lens, the central pillar of identity that beckons to be mentioned at every possible occasion.

This Holocaust identitydirectly links being Jewish with being a victim; so by definition there is an imperative need to be attacked regularly in order for this identity to be justified and validated. This attitude is, in my opinion, counterproductive. How can we free ourselves from the shackles of victimhood if we insist on using that very victimhood as the primary means by which we define ourselves?

I am Jewish, and I refuse to let myself be defined as a victim. As the daughter of survivors, I believe that we must place ourselves in the positive context of Jewish values and that we must continue teaching not only about not succumbing to being a perpetrator of evil, but also how to affirmatively choose not to become a victim. As historian Yehuda Bauer said in his January 27, 1998, address to the German Bundestag, we should add three new commandments to the original ten: not to be a perpetrator, not to be a bystander, and not to be a victim -- again.

Diana Wang

Published in "God, Faith and Identity in the Ashes. Reflections of Children and Grandchildren of Holocaust Survivors" (2014)  Menachem Rosensaft (editor). Jewish Lights Publishing.

El Holocausto y la identidad judía. Un dilema.

Traducción del original en inglés en: “The Holocaust and Jewish Identity. A dilemma”.
  • Publicado en "God, Faith and Identity in the Ashes. Reflections of Children and Grandchildren of Holocaust Survivors" (2014)  Menachem Rosensaft (editor). Jewish Lights Publishing.  
  • Publicado en Davar Nº 129, Revista Literaria de la Sociedad Hebraica Argentina. Junio 2015

Durante los primeros cincuenta años de mi vida nunca pensé que el ser judía era un tema que debía considerar particularmente. En mi infancia no se hablaba acerca de ello en casa; a diferencia de otras familias,  no pertenecíamos a ninguna organización judía. No era cuestión de negar nuestra identidad, simplemente no se hablaba sobre ello. Después de lo sufrido en Polonia durante la Shoá, el ingreso a la Argentina subrayó para mis padres la idea de que tal vez seguía habiendo algún riesgo si se era visto como judío: para ser admitidos como inmigrantes en 1947, debimos declararnos católicos, lo que fue reforzado años después por las clases de Religión -católica, por supuesto- que se impartían en la escuela primaria. Durante aquellos primeros años en nuestras interacciones cotidianas, tanto dentro como fuera de la familia, nuestra identidad judía no era un tema de conversación y no me percataba entonces cuán importante era en mi vida. Con el paso del tiempo mis padres se fueron tranquilizando y la vida judía ingresó en nuestra casa. Durante mi escuela secundaria y universitaria -a fines de la década del cincuenta y comienzos del sesenta- me sentía y me veía argentina, igual que todos los demás, una ciudadana del mundo, ni más, ni menos, ni diferente que los demás; era judía, lo sabía, no lo ocultaba pero no era un tema en el que me detenía a reflexionar ni creía que era importante o esencial.

“Perdoname,” escuché la voz temblorosa de mamá a través del teléfono ese lunes por la mañana. “Está pasando otra vez, perdoname por traerte a este país, no sabía”. No comprendía el exabrupto ni la angustia hasta que, después de recuperar el aire, entre sollozos desgarrados me murmuró “¡Bombardearon la AMIA! ¡Nos quieren matar!, ¡Otra vez!”. Era el 18 de julio de 1994.

¿Nos?… ¿a nosotros? ¿Qué quiso decir por nos? ¿A mí me quieren matar? ¿Acá, en Argentina? Y su otra vez ¿qué quería decir? ¿Se refería a allá, ¿eso me decía? ¿que era igual que allá? Estos “nos” y “otra vez” de mi mamá me cubrían de estupor y fueron los catalizadores que me arrojaban abruptamente, a la edad de 50 años, a asumirme como heredera del Holocausto y, junto con ello, como judía. De pronto, todas las prevenciones de mis padres parecieron haber desaparecido. El ataque a la AMIA tuvo para mi madre, un efecto sorprendente, fue como si se hubiera quitado todo aquello con lo que se había vestido para protegernos y me pedía perdón. Perdón por haberme protegido, perdón por haberme traído a la Argentina, perdón porque éramos judíos, perdón porque no me había instruido en ello. Aturdida y sorprendida, conmovida e interesada, me era imperioso saber y entender. 

Empecé por el otra vez, o sea, por la Shoá. Busqué y conocí a otros hijos de sobrevivientes y nos sumergimos, enredamos y acompañamos en conversaciones reveladoras y de una inimitable intimidad. Juntos fuimos reconstruyendo, con fragmentos propios y ajenos, quiénes éramos en un proceso, que fue para mi, de iluminación y honda resignificación de mi identidad judía. Después de tantos años sentía que estaba emprendiendo, finalmente, la vuelta a casa. 

Nuestra identidad no es una condición estática o monolítica instalada al nacer de manera inmutable. Es una construcción móvil y constante compuesta de género, etnicidad, nacionalidad, profesión o actividad, ideología, edad, hobbies, habilidades y una miríada de otros aspectos de nuestra vida. La identidad judía que regué yo misma a partir de esa desdichada mañana de julio de 1994, está entretejida con mi condición de ser hija de sobrevivientes de la Shoá. Esta asociación entre ser judía e hija de sobrevivientes reacomodó algunos rincones y piezas discordantes del rompecabezas de quién era, o mejor dicho, de quién creía que era basándome en lo que hasta ese momento había sido significativo para mí.  Pero, para mi sorpresa, junto con estas revelaciones, descubrí que esta “nueva” identidad judía no era tal, que había estaba siempre allí. Dormida, latente, esperándome pacientemente, se acomodó a mi piel como un traje a medida y descubrí maravillada cuán judíos éramos en casa aún cuando no habláramos de ello durante mi infancia y en mi temprana juventud.

Vivo en Buenos Aires en un microcosmos judío secular integrado por personas que no basan su identidad en la religión. Para la mayoría de los judíos religiosos así como para los judíos israelíes, la cuestión de la identidad judía ni siquiera se plantea.  Pero para los judíos seculares que vivimos fuera de Israel, la pregunta por la identidad, hecha por quienes nos rodean o por nosotros mismos, exige respuestas. Esta interpelación a una identidad común, consensuada y social que no implique la identidad religiosa, recibe múltiples respuestas, tantas como personas las emiten. Como dice el chiste “dos judíos construyen tres sinagogas”, y si la respuesta requiere un consenso identitario, pues la batalla es ardua. No solamente por el entusiasmo argumentador judío. Ahora que el mundo es más amistoso que nunca antes hacia nosotros, la tentación de la asimilación, el matrimonio mixto y el secularismo, colaboran en que una definición común, homogénea socialmente, no sea fácil. En consecuencia, ¿cómo conseguir una sensación de comunidad dentro de este colectivo heterogéneo, individualista y discutidor? ¿Si la religión no es la respuesta, entonces qué?

Para muchos pareciera que el Holocausto llena ese vacío. Los nazis definieron muy específicamente quién es judío: orgulloso o avergonzado, convertido o no, aceptándolo o negándolo, para ellos, un judío era judío y no dependía de él ni de su militancia religiosa. Sin lugar a discusión, naturalizado y legalizado. Adicionalmente, poco después todo judío fue señalado como blanco para el exterminio, luego, ser judío pasó a identificarse con ser víctima. En consecuencia, no solo la identidad judía impuesta era incuestionable sino que también lo era la prospectiva de muerte.

Si la religión no es más el común denominador entre los judíos seculares que vivimos fuera de Israel, identificarnos como herederos del Holocausto aparece como una respuesta tentadora. Fue nuestro peor sufrimiento pero, absurdamente, esta fruta madura parece estar lista para ser usada para homogeneizarnos en una identidad común. Sin embargo ser una víctima durante el nazismo no fue una elección, hoy lo es.

Después de décadas de silencio, cientos, si no miles de papers, tesis, libros, museos, muestras, películas, testimonios de sobrevivientes, han vuelto a la vida y han colocado al Holocausto en el escenario mundial. La sociedad ha abierto finalmente sus oídos cerrados durante tantos años. Para nosotros, la familia del Holocausto, la justicia ha llegado y nuestro doloroso pasado puede ser ahora re-contextualizado de una manera significativa.

El antisemitismo sigue existiendo y hoy se superpone al anti-sionismo. Iluminando los ataques anti judíos es importante para mantenernos alerta con los ojos bien abiertos. Pero encuentro a veces personas que se regodean en una especie de perverso placer luego de saber que ha habido un nuevo ataque anti judío, “otra vez”, con el Holocausto como lente y pilar central de una identidad que debe ser mencionado todas las veces que sea posible.

La “identidad del Holocausto” implica que ser judío es ser una víctima. Luego, esta misma definición se vuelve un imperativo que requiere de ataques regulares para que sea justificada y validada. Parece un camino sin salida y un riesgo peligroso. ¿Cómo podemos liberarnos de la victimización si insistimos en usarla como el elemento primordial que nos define?

Soy judía y no acepto ser definida como víctima. Como hija de sobrevivientes creo que es necesario que nos veamos bajo la luz positiva de los valores judíos y que es necesario que continuemos enseñando sobre los peligros no solo de ser un perpetrador del Mal sino también de la amenaza que represente elegir ser una víctima de ello. Siguiendo a Yehuda Bauer (discurso ante el Bundestag, Alemania, 27/1/98), deberíamos agregar tres nuevos mandamientos a los diez existentes: no seré un perpetrador, no seré un transeúnte (bystander), no seré una víctima “otra vez”.

Posters 1939-1945. Libro "Continuidad".

Capítulo del libro "Continuidad" publicado por CUJA.

1939-1945. La Shoa, concientizar al mundo. Diana Wang

1943 - Si pudieran verlo mis padres.

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Mis padres no habían conseguido hacer aliá antes de 1939 y sobrevivieron en Polonia el infierno nazi. ¿Cómo verían ellos estos posters? Aislados del mundo, solos, creyéndose abandonados, seguramente no imaginaban que en su amada Palestina sabían, que les importaba lo que pasaba, que había una campaña para conseguir fondos y emprender su rescate. Estas imágenes son de 1943, año en el que el asesinato del pueblo judío estaba en plena ejecución, año en el que los primeros campos de exterminio dieron paso al infausto complejo de Auschwitz-Birkenau-Monowicz, año de los levantamientos de los guetos (Varsovia en abril, Czestochowa, Bendzin y Bialystok en agosto, Vilna en septiembre y tantos otros), año de las liquidaciones de los guetos, de la huida a los bosques y a los escondites, del recurrir a falsas identidades, de luchar con las brigadas partisanas. Imagino las afiebradas discusiones entre los dirigentes del Yishuv que evidentemente sabían lo que pasaba aunque tal vez no en su cabal medida: ¿dedicar esfuerzos en enviar gente a Europa con el objetivo de salvar a los judíos o intensificar la construcción de un puerto seguro para los sobrevivientes y para todos los judíos? ¿Qué impacto podría haber en la lucha dados los esmirriados recursos bélicos disponibles frente al colosal enemigo? ¿Salvar unos pocos o preparar un sitio para todos? Éste ha sido uno de los dilemas éticos que debió enfrentar el pueblo judío durante la abyección nazi. La decisión del Yishuv fue dedicar la mayoría de los esfuerzos a hacer realidad el gran sueño sionista, el Estado de Israel. Así y todo, grupos de judíos provenientes de Palestina lucharon en Europa y algunos otros integraron la Brigada Judía en el Ejército Inglés.

Los judíos encerrados en Europa, los dirigentes empeñados en elegir el mejor camino, los sueños, los peligros, las utopías, todo esto está contado en estas imágenes de 1943. ¡Como me gustaría volver el tiempo atrás, entrar en el mísero altillo donde estuvieron escondidos mis padres desde fines de 1942 hasta mediados de 1944 y mostrarles estos posters! Les diría, “Aguanten, no se desanimen, no están solos, en Palestina están pensando en ustedes, Palestina los espera, tengan fe, aférrense a la vida que un día la noche terminará.”

1945 - El fin de la guerra y el 25º aniversario del Keren Hayesod: un sueño a punto de hacerse realidad.

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La guerra había terminado. La aparentemente invencible Alemania nazi había firmado la rendición incondicional. Un nuevo mundo estaba en gestación. La URSS y los EEUU, todavía aliados, hacían acuerdos, se repartían tierras y espacios de poder e influencia, luego del cataclismo totalitario y genocida del nazismo. Todavía no se lo nombraba como Shoá o como Holocausto. En 1945 era Eso, era Hurbn, era La Guerra, era Allá, era Los Nazis. Todo estaba muy cerca, el estupor de lo vivido y el de haber sobrevivido era sobrecogedor. Europa era un vasto cementerio con cuerpos sin sepultura y cenizas anónimas. En las fosas comunes de los Einsatzgruppen, en las de Treblinka, en los hornos de Majdanek y Auschwitz, había perecido, entre la noche y la niebla, un tercio del pueblo judío. El esfuerzo del Keren Hayesod debía multiplicarse, debía prepararse el terreno para el renacimiento y la reconstrucción. Los posters hablan de trabajo, de creación, de generación de bienes y alimentos, muestran la pujanza de un sueño, la realidad de una posibilidad que tan pocos años antes se veía tan remota, casi imposible. La chimenea de una fábrica, limpia, orgullosa, central, muestra que no todas las chimeneas su usan para lo mismo. Ésta, junto con la  pala y el campo de trigo, hablaba de futuro, hablaba de sol y calor, hablaba de la vida. Los sueños sionistas de mis padres, el entrenamiento agrícola-militar que habían tenido en Polonia, las conferencias motivadoras de los enviados del Yishuv, todo esto se refleja en estas imágenes de un sueño hecho realidad. En los años previos a la Shoá muchos jóvenes alentaban el sueño de alcanzar Palestina para rehacer allí una vida judía en libertad. En este1945, con el aliento de la muerte aún cubriéndolos con un manto pegajoso y maloliente, la idea de un futuro justificaba el haber sobrevivido. Muchos sobrevivientes se preguntaban por qué estaban vivos, era un misterio que no terminaban de comprender. ¿Por qué ellos y no algún otro? ¿Cómo fue que tal que era inteligente o tal otro que era fuerte o el de más allá que conocía a tanta gente no sobrevivió? ¿Por qué yo? En 1945 estas preguntas estaban a flor de piel pero muy pronto fueron desplazadas con la fuerza de la vida que arrollaba cualquier hesitación y mandaba seguir, buscar donde, encontrar cómo y con qué. El Keren Hayesod lo tenía todo dispuesto, había trabajado para ello durante los 25 años anteriores. Lo único que hacía falta era llegar a Palestina.

1945 - Para llegar a Palestina.

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“Hermano, ayudame a volver a casa”. Un pedi-do en forma de alarido, con las manos sobre el alambre de púas con este llamado a conseguir los fondos para el rescate de los que habían sobrevivido al exterminio en Europa.

Un cuerpo emaciado, blanco como un fantasma, está iluminado en medio de la oscuridad y su mirada se eleva al cielo. “Desde el fondo de las profundidades hacia Palestina”, las rayas del traje del campo de exterminio comienzan en los pies y terminan en las letras de la palabra PALESTINE.

Estos posters responden al “cómo llegar”, en una campaña del Yishuv y el Keren Hayesod para recaudar los fondos que lo harían posible. El Mandato Británico mantenía la prohibición del ingreso de judíos, las naves se lanzaban al Mediterráneo en una aventura arriesgada. Algunos llegaron, otros fueron detenidos antes y enviados a Chipre o devueltos a Europa. Esta fue una de las razones por las que no todos los sobrevivientes se atrevieron a emprender semejante aventura. Mis padres, por ejemplo, teniéndome a mi como recién nacida, temieron ponerme en riesgo en una barcaza descuajaringada o llegando a un sitio de desiertos, pantanos y malaria o cayendo en manos de los ingleses. Palestina había sido su sueño más preciado pero debían cuidar esta nueva vida que tenían en sus manos. Los se animaban, huérfanos, solos, perdidos, sin destino ni referentes, se sumaron a la Brijá ese portentoso éxodo hacia la libertad que llevó a los sobrevivientes judíos a Palestina, liderado, entre otros, por Abba Kovner, poeta y miembro de la resistencia del gueto de Vilna. No les importaba ni la ilegalidad del viaje ni las condiciones ni los peligros. No solo habían sobrevivido a los campos de concentración y exterminio sino que muchos de ellos habían seguido caóticas trayectorias pasado los últimos tiempos en los Campos de Desplazados donde se alojaron los cientos de miles de sobrevivientes que habían quedado sin familia, sin hogar, sin referencia alguna. Mal comidos, deteriorados, humillados, estas columnas de migrantes fueron llevadas a puertos, alojadas, alimentadas y por último subidas a los barcos que las llevarían a casa. Peones de las alternativas de la política internacional, fueron recobrando su mejor humanidad en las aguas turbulentas del mar. El Keren Hayesod apoyó esta epopeya migratoria que los llevó, como señala el poster, desde el fondo del pozo de la iniquidad hasta el horizonte de la recuperación de la vida y la dignidad. A poco de llegar, estos sobrevivientes integraron las fuerzas que lucharon contra el ocupante inglés y, luego de la partición votada por la UN en 1947 y del abandono de los británicos en 1948, participaron en la encarnizada lucha contra los árabes que no habían aceptado la partición y que estaban decididos a echarlos al mar. Estos judíos desharrapados, venidos de guetos, shtetls y jederim, de campos, campamentos partisanos, de la clandestinidad y el horror, pelearon con valentía en la defensa de la tierra reconquistada, hicieron valer cada una de las monedas recaudadas por el Keren Hayesod y le dieron al Estado de Israel la savia vital del futuro.

Por qué los textos y los posters.

Los textos prologan los afiches elegidos por la autora para la publicación "Continuidad" promovida por CUJA,  el primero de una serie de libros coleccionables siguiendo la solicitud que le ha sido enviada y que figura a continuación:

El eje se centrará en representar y narrar la historia del pueblo judío y el Estado de Israel, a través de los posters de época que forjaron la comunicación del Keren Hayesod en distintas etapas del último siglo.

El libro fue dividido en siete capítulos, y le hemos solicitado a distintos referentes del arte, la cultura, el periodismo y la filosofía argentina (Marcos Aguinis, Thomas Abraham, Gustavo Perednik, Marcelo Birmajer, entre otros.) que realicen un breve prólogo introductorio al desarrollo posterior de la información y estética de los diferentes posters.

En vuestro caso le proponemos: 1939-1945. La Shoa, concientizar al mundo

En los años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y después de esa conflagración, Keren Hayesod lanza una serie de campañas de urgencia, solo o junto con otras organizaciones, para cooperar con el esfuerzo bélico de las fuerzas aliadas contra la Alemania nazi y, al ser liberados los campos de concentración y exterminio, contribuye al transporte de miles de sobrevivientes de la “aliá ilegal” al país, a la sazón bajo Mandato Británico. Muchos de los dirigentes de KH perdieron la vida en la Shoá y la organización se ve en el brete de recomponer rápidamente sus filas y su labor dadas las necesidades imperiosas en aquellos años cruciales

 Elegir como eje uno o varios de los afiches de la época para editorializar el capítulo, relacionándolo con el contexto de la época, tanto en la diáspora como en el Estado de Israel. Buscamos una apreciación personal inspirada en los flyers, que introduzca al lector dentro de las imágenes que en las páginas subsiguientes narrarán cronológicamente esos años para el pueblo judío, sus necesidades, dificultades y aspiraciones. 

 

 

 

 

En busca de un hermano (nota clarin)

Publicado en Clarin 24 de enero 2014: http://goo.gl/sBDiLo

Perdimos a mi hermano en la Segunda Guerra: aún lo busco

POR DIANA WANG PSICÓLOGA, PRESIDENTA DE “GENERACIONES DE LA SHOÁ”. AUTORA DE “LOS NIÑOS ESCONDIDOS” Y DE “HIJOS DE LA GUERRA”.

Decisión terrible. Cuando los nazis entraron a Polonia, los padres de la autora, judíos, ya tenían un hijo de dos años. Lo entregaron a una familia católica a ver si lograban salvarlo. Al finalizar la guerra les anunciaron que había muerto pero no les supieron decir dónde estaba enterrado. Persiste la duda de si les dijeron la verdad.

Antes del Holocausto. Zenus, poco antes de la separación obligada de sus padres. Es la única imagen que guarda su hermana: sabe que si él sobrevivió seguramente le ocultaron su origen e identidad.

Por qué uno buscaría a alguien que no conoció? Yo vengo buscando desde siempre a mi hermanito Zenus perdido en Polonia durante la ocupación nazi. Su foto era el tesoro más grande que había en mi casa. Este niñito rubio comparte conmigo el ADN familiar. Pero no lo sabe. ¿Habrá sobrevivido?

¿También él me buscará?

¿Qué le contaron cuando comenzaron sus preguntas? ¿Hizo preguntas? ¿Sabía que había nacido judío? Cuando se veía circunciso, ¿cómo lo entendía y procesaba? Su ausencia ha llenado mi vida de preguntas.

De chica eran: ¿Se parecerá a mí? ¿Le gustará cantar tanto como me gusta a mí? ¿Por qué lo abandonaron? ¿No lo querían?

¿Se habrá portado mal? ¿Podrían mis padres dejarme a mí si no me porto bien?

Durante mi adolescencia lo veía en mis sueños y pesadillas. Era como un fantasma que siempre podía aparecer. Cuando llegaba un barco polaco me iba al puerto a hablar con los marineros.

Miraba cada cara, los colores, el pelo, los ojos, buscando parecidos, familiaridades. Tal vez, quién te dice, mirá si es alguno de ellos… y en mi trabajoso polaco les preguntaba de dónde eran, cómo se llamaban sus padres, cuándo habían nacido, si tenían hermanos… O buscaba en cada nueva película polaca a algún actor de la edad que tendría mi hermano para ver si se nos parecía.

Son otras las pregunta que me hago hoy.

¿Será posible tejer cercanía con alguien que no se conoce? ¿La sangre es suficiente?

La guerra es cruel. La II Guerra Mundial lo fue. La Shoá (el Holocausto que los judíos sufrimos bajo el nazismo) nos enfrentó con decisiones que desafiaban la naturaleza humana. Los padres desarrollaron una insólita creatividad para salvar a sus hijos. Cuando la única oportunidad era dejarlos con extraños ejercitaron una nueva virtud: el desprendimiento. Mis padres creían que no sobrevivirían, pero estaban decididos a que su hijo sí, por eso lo entregaron a una familia cristiana.

Los polacos que protegían a judíos eran asesinados, cualquiera los podía denunciar y cobrar su recompensa. No era fácil encontrar familias que se atrevieran. Un varoncito circuncidado que no era rubio- ario , hacía la gesta casi imposible. Zenus fue aceptado a cambio de dinero, un dinero vital para esa familia que, sin trabajo estable, pudiera proveerse de alimentos y tuviera carbón para caldear los ambientes en el duro invierno. Si la salvación tuvo un precio, si intervino el dinero, tal vez “valga” menos para algunos. Pero es preciso reconocer el valor de estos salvadores que se arriesgaron a tan dura represalia.

En mi adolescencia juzgaba duramente a mis padres; leía su desprendimiento como abandono, egoísmo, incapacidad. Solo más tarde comprendí que fue altura moral y amor en su máxima expresión porque renunciaban a la posesión por el bienestar del ser amado.

Mis padres fueron los primeros sorprendidos al encontrarse vivos al final de la guerra. Solos, sin trabajo ni recursos, sin vivienda ni elemento alguno, no llamaron “liberación” a ese momento. Aunque libres, la libertad venía con confusión, amargura y desolación. Lo único que querían era encontrar a Zenus entregado casi dos años antes.

Llegaron donde lo habían dejado y les dijeron: “ Se enfermó y teníamos miedo de llamar al médico y que descubriera que era judío. No pudimos hacer nada por él.” –¿Dónde está su cuerpo?, fue la pregunta obligada.

–Bueno, ustedes saben…, la guerra fue terrible, no sabemos donde está, lo enterramos por aquí, no nos acordamos justo dónde… ¿Cómo no iban a recordar en qué sitio habían enterrado al niño que estaba a su cuidado? Mis padres pensaron que no lo querían entregar. Lo buscaron durante meses en hospitales, orfanatos, escuelas, seguían pistas tortuosas que los llevaban a casas de familia, en la misma ciudad, más lejos, preguntaban. Lo buscaron pero nunca lo pudieron encontrar.

Fui concebida en el transcurso de esos meses, cuando ya Zenus parecía estar perdido y comenzaron desgarradoras discusiones entre mis padres acerca de si continuar o no con el embarazo. Papá no podía superar el dolor; se acusaba de no haber podido cuidar a su hijo adecuadamente. “No quiero traer más hijos a este mundo”, decía en un alarido contenido y furioso. Mamá quería continuar, volver a generar una familia. Ganó mi mamá y yo nací. Resignados a la dura evidencia de haber perdido a su hijo, mis padres debieron tomar otra difícil decisión. Al antisemitismo polaco ahora se sumaba el comunismo.

No eran tierras amigables.

La única razón para seguir allí era la esperanza de recuperar a Zenus, que ya habían perdido. Sabían que emigrar era despedirse definitivamente de ello.

Polonia bajo dominio soviético era dura. Papá siempre recordaba el día en que la policía secreta, la NKVD, irrumpió en el departamento que les había sido otorgado después de la guerra y encontraron en la biblioteca libros anticomunistas. Lo llevaron a la sede del servicio secreto, lo interrogaron. ¡Imagínense el terror de estar en sus manos sin saber qué estaba pasando con mi mamá embarazadísima! El departamento había pertenecido supuestamente a un nacionalista polaco que dejó todos sus libros y mis padres no se deben haber detenido a revisar uno por uno.

Papá había sido designado director de una fábrica, creo que de escobas, y era tanta la corrupción reinante que alguien debió haberlo delatado. Esto fue el colmo. Había una bebita de meses, yo, que exigía un sitio seguro para vivir. Y en lugar de seguir hundiendo sus pies en el lodazal de lo imposible, decidieron seguir adelante y así llegamos a acá.

Otro mundo. Diana, junto a un libro de canciones en yiddish -la lengua de los judíos de Europa del Este- que su padre trajo de Polonia./RUBEN DIGILIO

Años después, ya en la Argentina, nació mi hermanito Alberto. Era varón, había que decidir sobre su circuncisión. Los gritos, l os llantos, el abatimiento, la tragedia cubrieron mi casa. “Somos judíos –decía mamá–, lo queramos o no y si no lo quisiéramos siempre alguien nos lo recordará, y él es nuestro hijo, carne de nuestra carne, judío como nosotros, no podemos hacer como si no lo fuera”.

Sus argumentos chocaban siempre con las mismas espinosas respuestas: “Nunca, jamás, no lo voy a marcar, si Zenus no hubiera estado circuncidado estaría vivo, habrían llamado al médico y se habría salvado. No quiero que mi hijo viva el terror y la humillación de que alguien alguna vez lo fuerce a bajarse los pantalones”. La pérdida de Zenus era su horizonte final, el borde de la cordura, la frontera del perdón, la palabra sepultada por una muerte sin tumba. Agotado, descorazonado, sin poder disfrutar el nacimiento de su hijo varón, papá se hizo a un lado, empañados sus ojos con el desánimo y la culpa, y se rindió. ¿De qué se acusaba tanto papá? ¿Qué no se perdonaba?

Cuando los nazis ocuparon Stryj, mis padres, que no habían sido arreados en la primera redada, debieron buscar cómo salvarse.

Zenus tenía 2 años, era parlanchín, alegre y travieso, la idea de huir con él era casi imposible, serían blanco fácil para la denuncia, la deportación y la muerte. La alternativa era esconderse. ¿Cómo, dónde, por cuánto tiempo? Habían caído en un bache oscuro y sin fondo, en la negrura. Día tras día. Hora tras hora. Sin saber cuándo terminaría.

¿Quién se arriesgaría a esconderlos?

Encontraron a una familia que aceptó hacerlo a cambio de dinero sabiendo que si eran denunciados los matarían. Los escondidos debían estar en completo silencio. ¿Cómo asegurar que un chico de 2 años no emitiera sonido alguno? Cualquier llanto, estornudo, quejido, los delataría y sería la muerte de todos, incluso la suya.

–Con el chiquito no, tienen que encontrar donde dejarlo.

Ese fue el gran dilema que debieron resolver. Como todo dilema ninguna solución es buena. Quedarse con Zenus implicaba el riesgo de sentenciarlo a muerte y junto con la suya, la de todos. Dejarlo en manos extrañas podía significar su salvación, pero,¿cómo separarse de él?

Muchos padres tuvieron dilemas similares impuestos por el nazismo, disyuntivas crueles e inhumanas que debían responder en pocos instantes. Cuando fui madre me pregunté qué habría hecho yo. Era una pregunta retórica porque afortunadamente tuve el privilegio de que la vida no me enfrentara con ello. Mis padres no tuvieron esa suerte. Se acusaban de haberlo abandonado y no se lo perdonaban.

Nada alivió su culpa, nunca olvidaron a Zenus, ese primer hijo perdido para ellos y que tal vez seguía vivo en algún lugar de Polonia o, cuando cambiaron las fronteras, Ucrania.

¡Cómo me gustaría decirles hoy que cumplieron la promesa que le hacemos a un hijo cuando nace, que haremos lo que sea por él! Y ellos lo hicieron: lo entregaron a otros para asegurar su vida. Pero el calor de su piel, la ternura de su abrazo, la caricia de su mirada, verlo crecer, todo esto les había sido robado para siempre.

Estos sentimientos vivieron agazapados en los intersticios de los silencios familiares. La culpa de mis padres, callada, mordida, torturante, enturbiaba su vida y teñía de gris el milagro de su supervivencia y reconstrucción. ¿Hicimos bien?, se preguntaban de día y de noche. ¿Y si nos hubiéramos quedado con él?

Lo comencé a buscar a mis 50 años. Ya papá había muerto y mamá estaba grande. No le dije nada, no podía encarar el tema con ella. Hacíamos como que todo estaba bien, como si hubiera habido una vez un niño que tuvo la desgracia de ¿morir? Cosas que pasan.

Pero si no hay un cuerpo, no hay evidencia de muerte. Igual que con los desaparecidos de la dictadura argentina, el muerto sin sepultura es un fantasma. No está pero está. O puede estar. O puede aparecer. Uno no puede más que esperarlo.

Sigo buscando a mi hermano. Lo busqué por varios medios, sin suerte hasta hoy. No sé su nombre ni donde vive, no tengo datos, sólo esta foto de un niño de 2 años que no alcanza para individualizar al adulto de más de 70. Publicado en cuanta página web encontré, mi último intento fue enviar mi ADN al Banco de Datos del DNA Shoah Project , con la esperanza de que si Zenus sobrevivió en la Polonia católica profunda, tal vez al estar circuncidado, se pregunte quién es y empiece a buscar.

En Polonia hay mucho interés en estas historias. De hecho desde hace unos 15 o 20 años es común que gente en su lecho de muerte confiese a algún hijo que en realidad no era hijo suyo o que lo averigüen por una cuestión de parecidos físicos. En Polonia hay gente que no sabe claramente quiénes fueron sus antepasados, pero la mayoría prefiere no preguntar. A pesar de que hay archivos y se emprenden búsquedas, investigaciones. No me sirven a mi porque no tengo ningún dato para empezar a buscar: nombre, fecha, lugar, nada.

Pero lo más curioso es que temo encontrarlo.

Si sobrevivió, su crianza, su historia, su cultura tendrá pocos puntos en contacto con la mía. Nuestra hermandad no es la amasada en encuentros cotidianos, con los mismos padres y la misma historia, solo nos une el ADN. Mis padres se preguntaban si habían hecho bien en dejarlo, yo me pregunto si hago bien en buscarlo. Es uno de los ejes de mi vida. Aunque la esperanza de encontrarlo sea casi nula y encontrarlo me enfrente con nuevas preguntas y oscuridades, no puedo dejar de hacerlo.

Hay alguien por ahí a quien le robaron su historia y su identidad y yo poseo parte de la información. Es raro que añore conocer a quien nunca vi y que es tan parte de mí. Pero aún sabiendo que, como dice el tango, ahora que estoy frente a ti, parecemos, ya ves, dos extraños… , el impulso es más fuerte, sigo buscando y sigo esperando. Busco a mi hermano para que cierre la historia, para que esta hilacha que quedó suelta se entreteja finalmente en el tramado familiar, para que esta presencia fantasmagórica y las preguntas que me acosan, reciban su debido punto final.

La complicidad de los famosos en la Alemania nazi.

La Folha de Sao Paulo, un importante periódico de Brasil, publicitó su diario con un video clip inquietante. Mientras se ve una imagen de puntos aislados se escucha la voz del locutor que dice: “Este hombre tomó una nación destruida, recuperó su economía y devolvió el orgullo a su pueblo. En sus cuatro primeros años de gobierno el número de desempleados cayó de 6 millones a 900 mil personas. Este hombre hizo crecer el Producto Bruto Interno un 102% y duplicó el ingreso per cápita, aumentó el lucro empresario desde 175 millones a 5.000 millones de marcos y redujo la hiper inflación a un máximo de 25% anual. Este hombre adoraba la música y la pintura e imaginaba, cuando joven, que seguiría la carrera artística”. En ese momento, la cámara se aleja velozmente y lo que parecían puntos aislados se revelan como la cara de Hitler. Sobre esta imagen el locutor dice: “Es posible contar muchas mentiras diciendo solo la verdad”. Este clip permite mostrar de qué forma la propaganda puede manipular la opinión pública y de cuán importante es la visión crítica en todo momento. Pero no es solo mediante la propaganda que algunas ideologías o estados de situación son aceptados de manera masiva. En este sentido, como en tantos otros, la Shoá es un laboratorio impiadoso para los sociedades humanas cuyas lecciones son siempre fértiles y potentes.

Joseph Goebbels comprendió rápidamente que para conseguir el apoyo de las masas, se requería un trabajo descomunal. Desde el Ministerio de Propaganda del III Reich, arbitró todos los medios a su alcance, no solo para que la política nazi fuera apoyada, en especial respecto a los judíos, sino para que las familias alemanas enviaran con gusto sus hijos a la guerra.

La radio tuvo un protagonismo central. También el cine, las publicaciones, los afiches en la calle, los chistes que circulaban, los rumores, todo estaba orquestado para conducir al mismo fin. Pero Goebbels comprendió que no era suficiente. Convencer a las masas requería algo más contundente. El sustento legal proporcionado por el reconocido jurista Carl Schmitt fue solo el comienzo. Para que la credibilidad fuera incuestionable, fue indispensable el apoyo intelectual de artistas, profesores, académicos, deportistas, periodistas; personalidades famosas, gente admirada y reconocida de la vida alemana como el gran profesor y filósofo Martin Heidegger, un artista reverenciado como el director de orquesta Wilhelm Furtwängler, el Ministro de Justicia Franz Gürtner, el campeón de box Max Schmeling, la directora de cine Leni Riefenstahl y tantos otros. Estas personas prestigiosas fueron esenciales para que el nazismo haya sido apoyado del modo en que lo fue. Si gente de este calibre se pronunciaba como nazi, si ofrecía su experiencia, sus habilidades y conocimientos, así como sus voces para difundirlo. El ciudadano común, a duras penas había terminado la primaria, aferrado a su trabajo para el sustento familiar, sin tiempo ni ganas de leer los diarios a fondo y sin posibilidad de conocer los entretelones de las decisiones políticas, recibía estas voces autorizadas com subrayados incuestionables ante los cuales ninguna duda era admisible, ¿quién era él, a fin de cuentas, para pensar de otra manera? El apoyo de estas personalidades era el punto final para conseguir el encolumnamiento mudo y obediente.

Algunos, más de los que uno podría imaginarse, eran nazis declarados y antisemitas fervorosos; para ellos el quiebre del Estado de Derecho y las medidas totalitarias no eran un conflicto moral porque creían que el fin justificaba los medios. Pero para no todos fue igual. Muchas de las personalidades que se prestaron al juego político de Hitler no lo hicieron por convicción sino por temor o por conveniencia poniendo sus principios entre paréntesis. El temor a las represalias fue un estímulo eficaz. Por otra parte, no estar afiliado al partido nazi implicaba una auto exclusión de la vida pública y laboral. No todos los afiliados, en consecuencia, lo eran por identidad ideológica sino porque era una condición imprescindible para seguir ocupando el sitio que ocupaban en la sociedad, en la academia, en las letras, en las artes. Pero también tuvo importancia el cálculo y la auto complacencia, la oportunidad que se les abría a estos personajes respetados para  continuar con sus actividades y para encarar nuevos caminos y desarrollos. El dinero y el apoyo eran un hecho. La tentación era muy grande. El precio era ponerse anteojeras y caminar derechito haciendo lo suyo, no mirar a los costados, tomar por cierto lo que el régimen difundía y quedarse tranquilos, profundizando en su actividad, recibiendo recursos, aplausos y honores a granel. ¿De qué servía mirar los detalles y oponerse al estado totalitario? Cárceles, campos de concentración, torturas, vejaciones, todo caía tal vez en una bolsa rotulada “por algo será” justificadora que no les quitaba el sueño.

¿No veían? ¿No sabían? ¿No les importaba? ¿Cómo podían seguir viviendo como si tal cosa sabiendo que muchas de las ideas que siempre habían sostenido estaban siendo devastadas? ¿Hasta dónde llega una persona, hasta qué grados de egoísmo, ceguera, comodidad en su vanidad desnuda, para permitir lo que siempre había creído que jamás permitiría?

Los seres humanos, a pesar de lo que nos gusta creer sobre nosotros mismos, no somos perfectos a la hora de tomar decisiones. Creemos que analizamos la información de manera objetiva para luego sacar conclusiones pero, lamentablemente y sin que nos demos cuenta, nuestro pensamiento es influenciado por varias alteraciones perceptivas, como por ejemplo el “sesgo de confirmación” (confirmation bias). Merced a este mecanismo, se toma una decisión o se forma una creencia en forma rápida y, a partir de ahí y de manera casi automática, se pone en acción: sólo se ven, registran y procesan las evidencias que confirman la decisión ya tomada. No es que se ignora lo que la contradice, simplemente no se lo ve. Se lo considera una limitación de los procesos cognitivos humanos aprovechada por los ideólogos de los estados totalitarios en sus campañas de propaganda y construcción de consensos.

Como en el video clip de La Folha de Sao Paulo, estos personajes notables puestos al servicio del régimen veían tal vez lo que tenían solo a 2 centímetros de su nariz y habían decidido no ver más allá. Si ellos estaban bien, si ellos podían desarrollar su quehacer que a la larga sería útil a la sociedad, su trabajo era seguir haciéndolo sin oponer esos principios que nadie parecía necesitar o respetar ya. Seguramente justificaban su accionar para que sus principios puestos en el freezer no se lastimaran demasiado y quedaran listos para ser usados, como nuevos, cuando el estado de cosas lo hiciera posible otra vez.  Imagino que se decían que es imposible hacer una tortilla sin romper algunos huevos, que en los avances sociales hay daños colaterales esperables, que para llegar a la sociedad ideal es imprescindible dejar afuera a los que insisten en principios morales inútiles que solo obstaculizan el camino a la felicidad, que es preciso ser duro y paciente porque la retribución será el soñado futuro de la perfección.

El sueño de aquel futuro es hoy una pesadilla que acosa a la Humanidad. La vulnerabilidad de la condición humana que se hizo evidente durante el nazismo no ha cambiado. Cualquiera de nosotros, dadas la condiciones, puede terminar siendo cómplice de algo que denosta sea por interés, temor, comodidad, cobardía o por vanidad. ¿Quién puede tirar la primera piedra? ¡Qué frágiles somos! ¡Con qué poco pueden fragmentarse o perderse nuestras convicciones y principios! Con qué poco.

Lic. Diana Wang

 

Nadie quiere enterrar a Priebke

Carta de Lectores (publicada en La Nación, oct 24, 2013 http://www.lanacion.com.ar/1631829-cartas-de-los-lectores)Nadie quiere enterrar a Priebke. Ningún país lo quiere en su suelo. Como si sus restos humanos fueran tóxicos y amenazaran contaminar la tierra. Los despojos de su cuerpo centenario errarán en consecuencia buscando una hoguera benevolente que deshaga sus acciones y borre todo rastro de su paso por este mundo. Priebke fue un criminal, pero también es el símbolo del perpetrador, el que ejecuta y mata en nombre del Estado. Es contra este mal político, fruto del totalitarismo y de las dictaduras, que se enuncia el "nunca más". Ensañarse con el cadáver de un viejo sería sólo venganza. No permitir que sus despojos sean enterrados en ninguno de los países que podrían acogerlo es, sin embargo, una declaración política. Como el "nunca más"

El perpetrador cree, en el momento de la perpetración, que será impune, que obedecer lo salvará de la responsabilidad y la culpa. El perpetrador no sabe que sus actos seguirán vivos en la sociedad que los ha generado y serán sus hijos y nietos y la sociedad que lo cobijó los que deberán responder, una y otra vez, por sus acciones deleznables y su crimen contra la humanidad.

En discursos sobre la Shoá. Palabras habituales y frases hechas. Reflexiones y sugerencias. 

Introducción

Los actos relativos a la Shoá se multiplican año a año, se suman las conmemoraciones y los homenajes a los sobrevivientes. Al antes solitario acto en honor al levantamiento del gueto de Varsovia ahora se agregan Iom Hashoá en la misma fecha, el Día Internacional del Holocausto en enero, el recuerdo del Pogrom de Noviembre conocido como Kristallnacht en noviembre, el aniversario de la Capitulación de Alemania en mayo, el cumpleaños de Ana Frank en junio y el inicio de la Segunda Guerra en septiembre.

Los sobrevivientes son siempre convocados y se sienten agradecidos por este súbito protagonismo del que son objeto luego de tantas décadas de ausencia. Sin embargo, no se atreven o no quieren expresar públicamente la incomodidad, desazón o molestia que sienten en algunos momentos de los discursos por las imprecisiones, los lugares comunes y las, ya a esta altura, garrafales faltas de pronunciación de los disertantes. 

Todos entendemos que nadie tiene por qué ser un experto en Shoá, que no todos deben conocer las reglas de pronunciación de una lengua tan diferente como el alemán, pero tras tantos años y luego de todo el esfuerzo de transmisión, difusión y enseñanza emprendido, hay cosas que cualquiera que tome la palabra debe saber, en especial si es un dirigente de la comunidad judía y habla en su nombre.  Habiendo recogido el malestar de los sobrevivientes, al que sumo el mío propio, lo que sigue tiene la intención de mover a la reflexión y de colaborar en la fuerza, la potencia y el peso de verdad de las palabras que se enuncian en los momentos en que se honra a los sobrevivientes y a la memoria de la Shoá.

1.- Con las mejores intenciones: frases y lugares comunes.

"No olvidar para no repetir” 

Se repite, lamentablemente se repite, aunque no se olvide, aunque se recuerde, se repite, se sigue repitiendo. La segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI lo prueban con creces. Los genocidios, las matanzas masivas a manos de fuerzas estatales o para-estatales no se han detenido ni tienen la intención de hacerlo. No olvidar es esencial pero parece no ser suficiente. Es necesario enseñar, reflexionar, aprender, trabajar con la conciencia social y la responsabilidad civil, aprender a convivir y a resolver situaciones sin apelar a la violencia. Pero se trata de condiciones que no siempre son asumidas de buen grado por gobiernos, grupos para-estatales o intereses económicos diversos para los cuales, el fin justifica los medios. Y si el fin es, por ejemplo, vender armas, el fin y los medios son los mismos y las víctimas no importan, son solo daños colaterales. Seguir esgrimiendo el no olvidar para no repetir como justificativo de homenajes o conmemoraciones suena tan útil como pedir que llueva con una danza india. Los sobrevivientes agradecen la memoria pero saben en carne propia que la expresión voluntarista peca de ingenuidad y promete algo que no puede cumplir. Los únicos satisfechos son los enunciadores de la frase en la que redondean la idea complaciente de que con el acto ya está, se recordó y eso será suficiente.

"Queridos sobrevivientes” 

Cuando se desliza esta invocación edulcorada, algunos sobrevivientes se sienten incómodos sin saber a ciencia cierta si las palabras son sinceras o si una ligera hipocresía está al servicio de encubrir algunas culpas a ser ventiladas. Culpas por no acordarse de ellos más que en ocasiones de discursos. Culpas por no apoyar sus esfuerzos en la enseñanza y difusión de las trascendentales lecciones que portan. Culpas por haber hecho oídos sordos a sus memorias durante décadas. Y también algún oportunismo. Oportunismo porque ahora tiene rédito ocuparse de la Shoá, invitar a sobrevivientes a exhibirse y brindar testimonios, tomar el tema como si la importancia de la Shoá hubiera sido recientemente descubierta como un bastión garantizado de eticidad. Ayer nomás casi no se mencionaba a la Shoá salvo en la conmemoración del levantamiento del gueto de Varsovia, y mucha gente incluso desconocía que había sobrevivientes viviendo tan cerca. La explosión del tema los ha instalado en el candelero de la comunidad judía que es ahora poseedora de este argumento fuerte desde el cual reclamar, exigir, fortalecerse y tal vez unirse alrededor de un eje sólido y homogéneo. 

Los sobrevivientes, al ser invocados, homenajeados y aplaudidos en sus años de vejez tienen una nueva vida, adquieren un nuevo protagonismo, impensado unos pocos años atrás. Les gusta, pero no siempre se sienten queridos. Distinguen claramente entre palabras y acciones. Se sienten llamados cuando hace falta, mostrados y a veces incluso escuchados, pocas veces atendidos. Por eso, mejor tal vez sería de buen tino ahorrarles lo de queridos. Goles son amores, cambiemos los queridos por acciones que así lo demuestren.

"¡Nunca más!” 

Esta frase es breve, contundente, definitiva. Es potente y suena bien como final de una alocución, como chan-chan que estimula un aplauso enfervorecido. Pero es solo otra expresión de deseo, otra más, que tiene adicionalmente dos aspectos contradictorios:

  • uno positivo, la convención casi universal que instala como inadmisibles los genocidios y crímenes de lesa humanidad y

  • uno negativo, puesto que a pesar de este acuerdo inédito en la historia de la Humanidad, estas cosas siguen pasando de modo que la frase, además de voluntarista, suena a naif, ingenua pero con la ingenuidad proporcionada por la negación de los hechos, porque no solo no es verdad que nunca más sino que lo que sucede es un todavía sigue y seguirá porque no hay perspectiva realística de que se detenga.

Exclamar ¡nunca más! debería ser siempre puesto en su adecuado contexto de deuda de la Humanidad consigo misma y un recordatorio de lo que cada uno, desde su pequeño lugar, podría estar haciendo y no hace. 

"Como ovejas al matadero” 

Ya está explicado hasta el cansancio que los judíos no nos hemos dejado matar, que no hemos ido mansamente como ovejas al matadero, que nos hemos resistido de todas las maneras posibles en aquellas condiciones imposibles, que no hemos sido más cobardes o pasivos que otros pueblos en condiciones similares. Por el contrario, nos hemos rebelado y hemos apelado a luchas inéditas con recursos ingeniosos y que no parecían posibles dadas las circunstancias, que nuestro ejercicio cotidiano de memoria es un ejemplo para otros colectivos sociales que han sido atacados y no han guardado tanto registro documentado como nosotros. Todo esto ya está dicho y probado, cientos de veces, pero seguimos oyendo esta analogía ofensiva con las ovejas que se desprende como sin querer en algunos discursos pretendidamente aguerridos. 

El pueblo judío no es un pueblo de ovejas cobardes, nunca lo fue. Ha sido históricamente un pueblo pacífico y tranquilo que apetecía, solamente, ser dejado en paz, que se le permitiera vivir, desarrollarse y que sus miembros fueran mejores personas allí donde residieran. En sus idiomas construidos en el exilio -idish  y ladino por ejemplo- no existían palabras que denominaran armas porque no las utilizaban en sus intercambios cotidianos con sus vecinos. El pueblo judío ha vivido en distintos lugares, a veces mejor, otras veces peor, pero siempre adaptándose a las tierras donde vivía y, cuando le era permitido, hacía aportes que beneficiaban y enriquecían a todos. La frase como ovejas al matadero encubre una acusación implícita de vergüenza y cobardía que, además de falsa, es ofensiva e injusta y expresa el grado de desconocimiento sobre la conducta de los judíos durante la Shoá. 

"Futuras generaciones” 

El alegato expresado en los discursos es invariablemente para las futuras generaciones, lo que está muy bien porque se trata de nuestros nietos y bisnietos, pero a veces se tiene la sensación que pensar en el futuro encubre el desentenderse del presente. Y sería deseable que, tanto en discursos como en acciones, asumamos lo que podemos hacer hoy para nosotros, para la sociedad en la que vivimos, para hacer de este mundo un sitio más amable donde convivir en paz. La Shoá, con sus múltiples lecciones y ejemplos, aporta una gran riqueza para el trabajo en la formación de seres humanos conscientes de sus responsabilidades y obligaciones para con los demás. Hoy, aquí y ahora. Sería más útil y generoso que en lugar de esperar que las futuras generaciones se beneficien con algo, veamos qué podemos hacer hoy y reemplacemos la frase hecha con una acción concreta, algo pequeño, tal vez tan solo un gesto, que haga alguna diferencia y que porte la fuerza modélica del ejemplo.  Hagamos nuestra la frase famosa del mayo francés seamos realistas, pidamos lo imposible.

2.- Palabras difíciles, disonancias y desafinaciones.

Aunque la pronunciación no es lo central en el mensaje conceptual y ya nos hemos acostumbrado a oír algunas disonancias, es ésta una buena oportunidad para comentar algunas y sugerir, por el bien de algunos oídos sensibles, la manera de evitarlas.

Es habitual que los locutores contratados tengan dificultades con algunas palabras. También algunas personas que no están habituadas a manejar el vocabulario de la Shoá. Las palabras originadas en alemán son particularmente complicadas por las combinaciones de consonantes cuyas pronunciaciones no coinciden con las de la lengua castellana. Y ni qué decir de las polacas.

Decir apropiadamente las cosas connota que quien habla se preocupó por saber cómo se decían, habla de respeto tanto por la temática como por la audiencia. Sería bueno que todo aquel que esté por hablar en público, en especial los dirigentes, y no esté familiarizado con algunas palabras o pronunciaciones que las revise y practique con antelación, para lo cual en las páginas siguientes hay algunas sugerencias. No son muchas las palabras en cuestión, así que es relativamente sencillo su aprendizaje.

Auschwitz 

Es una de las palabras más usadas puesto que representa el símbolo del Mal. Aunque muy conocida, no siempre resulta fácil su pronunciación. Imagino que alguien no habituado, al ver tantas consonantes juntas y tan poquitas vocales, debe ver el conjunto como un enredo paralizante. Es común, entonces, oír que sale del paso lo mejor que puede diciendo, por ejemplo ashuits bajo el influjo de esa w central que atrapa su atención.

Un buen recurso es separar la palabra en dos sílabas, cada una con su particular dificultad.  Veámoslas parte por parte. 

Primera sílaba: au+sch. 

  1. El diptongo au seguido de tres consonantes es un escollo y parece imposible de pronunciarse. Si decimos Mau Mau, náufrago, cauto, auto y después solo au, se ha superado el primer contratiempo.

  2. Atención al problema especial para los francófonos: ven au y leen o, y dicen oshvits. La palabra no es de origen francés, sino alemán, el diptongo au en alemán se pronuncia igual que en castellano: au.

  3. Superado el au, se agrega el sonido sh como quien pide silencio, sh…. porque en alemán sch se pronuncia así. Ahora se une todo: a u s h… y ya está la primera sílaba.

Resumiendo: Ausch se pronuncia a u sh

Segunda sílaba: partícula witz. 

En alemán la w se pronuncia v. Colonizados como estamos por el inglés sale espontáneamente u al ver w, luego witz suele ser pronunciado uits. Pero, como la w se pronuncia v, lo correcto en alemán y la forma en que los sobrevivientes están acostumbrados a oírlo y decirlo es: vits. 

Resumiendo: Witz se pronuncia vits.

Uniendo las dos sílabas: a u s h …. v i t s (recomiendo pronunciarlas de manera separada al principio porque se hace más fácil). 

Es decir: AUSCHWITZ se pronuncia AUSH-VITS. 

Dachau, Buchenwald y Mauthausen

Estos dos campos de concentración no suelen ser citados tan habitualmente pero presentan dificultades similares. En ambas palabras, se agrega al diptongo au y a la w ya encarados la combinación ch, que en alemán se pronuncia j, como en jueves.

Así Dachau une el sonido de la combinación ch, o sea j, con el au ya mencionado en Auschwitz. DACHAU se pronuncia DÁJAU, con acento en la primer sílaba. Recordar los francófonos lo señalado antes frente a la tentación de aplicar las reglas de pronunciación del francés, no es Dajó o Dashó como se oye algunas veces, sino Dájau.

Buchenwald no ofrece dificultades nuevas. Está el sonido de la ch, que es j y la w que se v. BUCHENWALD se pronuncia BÚJENVALD.

Y tenemos a Mauthausen, otra palabra que enreda la mirada del hispano parlante. El diptongo au, como en las palabras alemanas anteriores, se dice au. Pero está la hache después de la t que no se sabe cómo encarar. Para pronunciarlo correctamente es bueno dividir la palabra en Maut y en hausen diciendo MAUT-JAUSEN pero también se puede tomar el atajo de decir MAUTAUSEN como si la hache fuera muda.

Shoá

Poco a poco la palabra Holocausto está siendo reemplazada por la más apropiada Shoá. El conjunto sh con su familiar pronunciación inglesa se pronuncia con un susurro suave, como cuando se pide silencio, shhhhh…! Pero ha cundido una extraña moda en la Argentina que introduce una novedad en la pronunciación y se escucha que las palabras con sh son a veces pronunciadas como y, como en yerra. Así, en lugar de shoá, dicen yoá un sonido ajeno y corrupto. No pasa solo con esa palabra, estos innovadores fonéticos dicen, por ejemplo, yok en lugar de shock o you en lugar de show. Curiosas transformaciones de nuestro idioma en aras de diferenciarse, ser originales, o vaya uno a saber por qué. 

Repito: no es yoá sino shoá. En todo caso, siempre se puede apelar a la vieja palabra que no ofrece ninguna dificultad, aunque no tan apropiada, mejor decir Holocausto que yoá.

Palabras en polaco

Hay otras palabras, en especial ciudades de Polonia y otros países eslavos con dificultades de pronunciación específicas que no encararé acá porque no son palabras usadas frecuentemente en los discursos aunque cada tanto un disertante se ve atacado por alguna cuando tiene que mencionar algún apellido o localidad. Las escalofriantes sucesiones de “eses y zetas”, de “eres y zetas”, de “eses y ces”, los acentos y signos extraños en consonantes, acobardan al más valiente. Por ejemplo Rzeszów, Częstochowa, Zamość, Zając, Łódź se pronuncian de maneras sumamente “creativas” para nuestros hábitos castellanos con sonidos que no acostumbramos a usar.

Conclusión

La súbita y aparentemente progresiva proliferación de actos sobre la Shoá tiene dos caras. Una positiva, puesto que su difusión y conocimiento comienza a trascender la órbita judía y a hacerse patrimonio común. Pero también está la otra cara, la de la mención superficial y hueca que amenaza con ser negativa porque el hablante mismo -máxime cuando se trata de un dirigente o referente de la comunidad judía organizada y está hablando en nombre de la misma- se descalifica en su  elección de frases hechas o en su descuido enunciativo, le resta credibilidad a la Shoá, vuelve trivial el tema, lo abarata y degrada y favorece su dolorosa banalización que seguramente declara lamentar. 

Sumemos al lado positivo, hablemos con propiedad y con respeto si queremos transmitir y enseñar. 

Si queremos honrar a los sobrevivientes, démosles el reconocimiento que les debemos de una manera digna y enaltecedora. 

Diana Wang. Hija de sobrevivientes de la Shoá

Presidenta de Generaciones de la Shoá en Argentina

 

 

Lo dijo el Papa Francisco

Pogrom nov 2012 En noviembre del 2012 se conmemoró en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires el Pogrom de Noviembre (conocido por el nombre que le dieron los nazis, Kristallnacht). Como Presidenta de Generaciones de la Shoá fui invitada a encender una de las velas. Fue raro, fue fuerte, fue extraño verme allí. Una judía, hija de sobrevivientes de la Shoá, tan pequeña en ese recinto inmenso e imponente, subiendo al estrado (¿se llamará así?) con las piernas un tanto temblorosas y el corazón al galope y luego el encendido de la vela entre las cruces, los santos, los pisos de venecita y los dorados por doquier.... ¡Ay, si me vieran mis padres! atiné a pensar...siempre me contaban del antisemitismo rabioso y esencial de los curitas polacos.... ¡Ay! si me vieran...! En su nombre subí. Y en el nombre de todos los nuestros que fueron inmolados siglo tras siglo por las acusaciones antisemitas.

Las prédicas estuvieron a cargo del entonces Cardenal Jorge Bergoglio y del rabino Alejandro Avruj. Fueron dos prédicas medulosas, intensas, valientes y conmovedoras. Bergoglio mencionó el antisemitismo que durante siglos llenó de oprobio a la Iglesia y habló de la necesidad de insistir en el espíritu de Nostra Aetate luego del Concilio Vaticano II que empezó a cambiar las cosas.

Que alguien que dijera eso sea hoy Papa, me llena de esperanzada alegría. Un prejuicio tan fuerte e insistentemente propagado (la propaganda viene de ahí, de la "propagación de la fe" que hacía la Iglesia), regado, ilustrado y aplaudido desde fines del siglo IV con el Imperio de Constantino, no se disuelve solo con buenas intenciones. Pero es un comienzo. Y me gusta.

(Se lo ve en la foto, sentado detrás, repasando sus notas manuscritas, para la prédica que está por hacer).