Otras cosas

En busca de un hermano (nota clarin)

Publicado en Clarin 24 de enero 2014: http://goo.gl/sBDiLo

Perdimos a mi hermano en la Segunda Guerra: aún lo busco

POR DIANA WANG PSICÓLOGA, PRESIDENTA DE “GENERACIONES DE LA SHOÁ”. AUTORA DE “LOS NIÑOS ESCONDIDOS” Y DE “HIJOS DE LA GUERRA”.

Decisión terrible. Cuando los nazis entraron a Polonia, los padres de la autora, judíos, ya tenían un hijo de dos años. Lo entregaron a una familia católica a ver si lograban salvarlo. Al finalizar la guerra les anunciaron que había muerto pero no les supieron decir dónde estaba enterrado. Persiste la duda de si les dijeron la verdad.

Antes del Holocausto. Zenus, poco antes de la separación obligada de sus padres. Es la única imagen que guarda su hermana: sabe que si él sobrevivió seguramente le ocultaron su origen e identidad.

Por qué uno buscaría a alguien que no conoció? Yo vengo buscando desde siempre a mi hermanito Zenus perdido en Polonia durante la ocupación nazi. Su foto era el tesoro más grande que había en mi casa. Este niñito rubio comparte conmigo el ADN familiar. Pero no lo sabe. ¿Habrá sobrevivido?

¿También él me buscará?

¿Qué le contaron cuando comenzaron sus preguntas? ¿Hizo preguntas? ¿Sabía que había nacido judío? Cuando se veía circunciso, ¿cómo lo entendía y procesaba? Su ausencia ha llenado mi vida de preguntas.

De chica eran: ¿Se parecerá a mí? ¿Le gustará cantar tanto como me gusta a mí? ¿Por qué lo abandonaron? ¿No lo querían?

¿Se habrá portado mal? ¿Podrían mis padres dejarme a mí si no me porto bien?

Durante mi adolescencia lo veía en mis sueños y pesadillas. Era como un fantasma que siempre podía aparecer. Cuando llegaba un barco polaco me iba al puerto a hablar con los marineros.

Miraba cada cara, los colores, el pelo, los ojos, buscando parecidos, familiaridades. Tal vez, quién te dice, mirá si es alguno de ellos… y en mi trabajoso polaco les preguntaba de dónde eran, cómo se llamaban sus padres, cuándo habían nacido, si tenían hermanos… O buscaba en cada nueva película polaca a algún actor de la edad que tendría mi hermano para ver si se nos parecía.

Son otras las pregunta que me hago hoy.

¿Será posible tejer cercanía con alguien que no se conoce? ¿La sangre es suficiente?

La guerra es cruel. La II Guerra Mundial lo fue. La Shoá (el Holocausto que los judíos sufrimos bajo el nazismo) nos enfrentó con decisiones que desafiaban la naturaleza humana. Los padres desarrollaron una insólita creatividad para salvar a sus hijos. Cuando la única oportunidad era dejarlos con extraños ejercitaron una nueva virtud: el desprendimiento. Mis padres creían que no sobrevivirían, pero estaban decididos a que su hijo sí, por eso lo entregaron a una familia cristiana.

Los polacos que protegían a judíos eran asesinados, cualquiera los podía denunciar y cobrar su recompensa. No era fácil encontrar familias que se atrevieran. Un varoncito circuncidado que no era rubio- ario , hacía la gesta casi imposible. Zenus fue aceptado a cambio de dinero, un dinero vital para esa familia que, sin trabajo estable, pudiera proveerse de alimentos y tuviera carbón para caldear los ambientes en el duro invierno. Si la salvación tuvo un precio, si intervino el dinero, tal vez “valga” menos para algunos. Pero es preciso reconocer el valor de estos salvadores que se arriesgaron a tan dura represalia.

En mi adolescencia juzgaba duramente a mis padres; leía su desprendimiento como abandono, egoísmo, incapacidad. Solo más tarde comprendí que fue altura moral y amor en su máxima expresión porque renunciaban a la posesión por el bienestar del ser amado.

Mis padres fueron los primeros sorprendidos al encontrarse vivos al final de la guerra. Solos, sin trabajo ni recursos, sin vivienda ni elemento alguno, no llamaron “liberación” a ese momento. Aunque libres, la libertad venía con confusión, amargura y desolación. Lo único que querían era encontrar a Zenus entregado casi dos años antes.

Llegaron donde lo habían dejado y les dijeron: “ Se enfermó y teníamos miedo de llamar al médico y que descubriera que era judío. No pudimos hacer nada por él.” –¿Dónde está su cuerpo?, fue la pregunta obligada.

–Bueno, ustedes saben…, la guerra fue terrible, no sabemos donde está, lo enterramos por aquí, no nos acordamos justo dónde… ¿Cómo no iban a recordar en qué sitio habían enterrado al niño que estaba a su cuidado? Mis padres pensaron que no lo querían entregar. Lo buscaron durante meses en hospitales, orfanatos, escuelas, seguían pistas tortuosas que los llevaban a casas de familia, en la misma ciudad, más lejos, preguntaban. Lo buscaron pero nunca lo pudieron encontrar.

Fui concebida en el transcurso de esos meses, cuando ya Zenus parecía estar perdido y comenzaron desgarradoras discusiones entre mis padres acerca de si continuar o no con el embarazo. Papá no podía superar el dolor; se acusaba de no haber podido cuidar a su hijo adecuadamente. “No quiero traer más hijos a este mundo”, decía en un alarido contenido y furioso. Mamá quería continuar, volver a generar una familia. Ganó mi mamá y yo nací. Resignados a la dura evidencia de haber perdido a su hijo, mis padres debieron tomar otra difícil decisión. Al antisemitismo polaco ahora se sumaba el comunismo.

No eran tierras amigables.

La única razón para seguir allí era la esperanza de recuperar a Zenus, que ya habían perdido. Sabían que emigrar era despedirse definitivamente de ello.

Polonia bajo dominio soviético era dura. Papá siempre recordaba el día en que la policía secreta, la NKVD, irrumpió en el departamento que les había sido otorgado después de la guerra y encontraron en la biblioteca libros anticomunistas. Lo llevaron a la sede del servicio secreto, lo interrogaron. ¡Imagínense el terror de estar en sus manos sin saber qué estaba pasando con mi mamá embarazadísima! El departamento había pertenecido supuestamente a un nacionalista polaco que dejó todos sus libros y mis padres no se deben haber detenido a revisar uno por uno.

Papá había sido designado director de una fábrica, creo que de escobas, y era tanta la corrupción reinante que alguien debió haberlo delatado. Esto fue el colmo. Había una bebita de meses, yo, que exigía un sitio seguro para vivir. Y en lugar de seguir hundiendo sus pies en el lodazal de lo imposible, decidieron seguir adelante y así llegamos a acá.

Otro mundo. Diana, junto a un libro de canciones en yiddish -la lengua de los judíos de Europa del Este- que su padre trajo de Polonia./RUBEN DIGILIO

Años después, ya en la Argentina, nació mi hermanito Alberto. Era varón, había que decidir sobre su circuncisión. Los gritos, l os llantos, el abatimiento, la tragedia cubrieron mi casa. “Somos judíos –decía mamá–, lo queramos o no y si no lo quisiéramos siempre alguien nos lo recordará, y él es nuestro hijo, carne de nuestra carne, judío como nosotros, no podemos hacer como si no lo fuera”.

Sus argumentos chocaban siempre con las mismas espinosas respuestas: “Nunca, jamás, no lo voy a marcar, si Zenus no hubiera estado circuncidado estaría vivo, habrían llamado al médico y se habría salvado. No quiero que mi hijo viva el terror y la humillación de que alguien alguna vez lo fuerce a bajarse los pantalones”. La pérdida de Zenus era su horizonte final, el borde de la cordura, la frontera del perdón, la palabra sepultada por una muerte sin tumba. Agotado, descorazonado, sin poder disfrutar el nacimiento de su hijo varón, papá se hizo a un lado, empañados sus ojos con el desánimo y la culpa, y se rindió. ¿De qué se acusaba tanto papá? ¿Qué no se perdonaba?

Cuando los nazis ocuparon Stryj, mis padres, que no habían sido arreados en la primera redada, debieron buscar cómo salvarse.

Zenus tenía 2 años, era parlanchín, alegre y travieso, la idea de huir con él era casi imposible, serían blanco fácil para la denuncia, la deportación y la muerte. La alternativa era esconderse. ¿Cómo, dónde, por cuánto tiempo? Habían caído en un bache oscuro y sin fondo, en la negrura. Día tras día. Hora tras hora. Sin saber cuándo terminaría.

¿Quién se arriesgaría a esconderlos?

Encontraron a una familia que aceptó hacerlo a cambio de dinero sabiendo que si eran denunciados los matarían. Los escondidos debían estar en completo silencio. ¿Cómo asegurar que un chico de 2 años no emitiera sonido alguno? Cualquier llanto, estornudo, quejido, los delataría y sería la muerte de todos, incluso la suya.

–Con el chiquito no, tienen que encontrar donde dejarlo.

Ese fue el gran dilema que debieron resolver. Como todo dilema ninguna solución es buena. Quedarse con Zenus implicaba el riesgo de sentenciarlo a muerte y junto con la suya, la de todos. Dejarlo en manos extrañas podía significar su salvación, pero,¿cómo separarse de él?

Muchos padres tuvieron dilemas similares impuestos por el nazismo, disyuntivas crueles e inhumanas que debían responder en pocos instantes. Cuando fui madre me pregunté qué habría hecho yo. Era una pregunta retórica porque afortunadamente tuve el privilegio de que la vida no me enfrentara con ello. Mis padres no tuvieron esa suerte. Se acusaban de haberlo abandonado y no se lo perdonaban.

Nada alivió su culpa, nunca olvidaron a Zenus, ese primer hijo perdido para ellos y que tal vez seguía vivo en algún lugar de Polonia o, cuando cambiaron las fronteras, Ucrania.

¡Cómo me gustaría decirles hoy que cumplieron la promesa que le hacemos a un hijo cuando nace, que haremos lo que sea por él! Y ellos lo hicieron: lo entregaron a otros para asegurar su vida. Pero el calor de su piel, la ternura de su abrazo, la caricia de su mirada, verlo crecer, todo esto les había sido robado para siempre.

Estos sentimientos vivieron agazapados en los intersticios de los silencios familiares. La culpa de mis padres, callada, mordida, torturante, enturbiaba su vida y teñía de gris el milagro de su supervivencia y reconstrucción. ¿Hicimos bien?, se preguntaban de día y de noche. ¿Y si nos hubiéramos quedado con él?

Lo comencé a buscar a mis 50 años. Ya papá había muerto y mamá estaba grande. No le dije nada, no podía encarar el tema con ella. Hacíamos como que todo estaba bien, como si hubiera habido una vez un niño que tuvo la desgracia de ¿morir? Cosas que pasan.

Pero si no hay un cuerpo, no hay evidencia de muerte. Igual que con los desaparecidos de la dictadura argentina, el muerto sin sepultura es un fantasma. No está pero está. O puede estar. O puede aparecer. Uno no puede más que esperarlo.

Sigo buscando a mi hermano. Lo busqué por varios medios, sin suerte hasta hoy. No sé su nombre ni donde vive, no tengo datos, sólo esta foto de un niño de 2 años que no alcanza para individualizar al adulto de más de 70. Publicado en cuanta página web encontré, mi último intento fue enviar mi ADN al Banco de Datos del DNA Shoah Project , con la esperanza de que si Zenus sobrevivió en la Polonia católica profunda, tal vez al estar circuncidado, se pregunte quién es y empiece a buscar.

En Polonia hay mucho interés en estas historias. De hecho desde hace unos 15 o 20 años es común que gente en su lecho de muerte confiese a algún hijo que en realidad no era hijo suyo o que lo averigüen por una cuestión de parecidos físicos. En Polonia hay gente que no sabe claramente quiénes fueron sus antepasados, pero la mayoría prefiere no preguntar. A pesar de que hay archivos y se emprenden búsquedas, investigaciones. No me sirven a mi porque no tengo ningún dato para empezar a buscar: nombre, fecha, lugar, nada.

Pero lo más curioso es que temo encontrarlo.

Si sobrevivió, su crianza, su historia, su cultura tendrá pocos puntos en contacto con la mía. Nuestra hermandad no es la amasada en encuentros cotidianos, con los mismos padres y la misma historia, solo nos une el ADN. Mis padres se preguntaban si habían hecho bien en dejarlo, yo me pregunto si hago bien en buscarlo. Es uno de los ejes de mi vida. Aunque la esperanza de encontrarlo sea casi nula y encontrarlo me enfrente con nuevas preguntas y oscuridades, no puedo dejar de hacerlo.

Hay alguien por ahí a quien le robaron su historia y su identidad y yo poseo parte de la información. Es raro que añore conocer a quien nunca vi y que es tan parte de mí. Pero aún sabiendo que, como dice el tango, ahora que estoy frente a ti, parecemos, ya ves, dos extraños… , el impulso es más fuerte, sigo buscando y sigo esperando. Busco a mi hermano para que cierre la historia, para que esta hilacha que quedó suelta se entreteja finalmente en el tramado familiar, para que esta presencia fantasmagórica y las preguntas que me acosan, reciban su debido punto final.

La complicidad de los famosos en la Alemania nazi.

La Folha de Sao Paulo, un importante periódico de Brasil, publicitó su diario con un video clip inquietante. Mientras se ve una imagen de puntos aislados se escucha la voz del locutor que dice: “Este hombre tomó una nación destruida, recuperó su economía y devolvió el orgullo a su pueblo. En sus cuatro primeros años de gobierno el número de desempleados cayó de 6 millones a 900 mil personas. Este hombre hizo crecer el Producto Bruto Interno un 102% y duplicó el ingreso per cápita, aumentó el lucro empresario desde 175 millones a 5.000 millones de marcos y redujo la hiper inflación a un máximo de 25% anual. Este hombre adoraba la música y la pintura e imaginaba, cuando joven, que seguiría la carrera artística”. En ese momento, la cámara se aleja velozmente y lo que parecían puntos aislados se revelan como la cara de Hitler. Sobre esta imagen el locutor dice: “Es posible contar muchas mentiras diciendo solo la verdad”. Este clip permite mostrar de qué forma la propaganda puede manipular la opinión pública y de cuán importante es la visión crítica en todo momento. Pero no es solo mediante la propaganda que algunas ideologías o estados de situación son aceptados de manera masiva. En este sentido, como en tantos otros, la Shoá es un laboratorio impiadoso para los sociedades humanas cuyas lecciones son siempre fértiles y potentes.

Joseph Goebbels comprendió rápidamente que para conseguir el apoyo de las masas, se requería un trabajo descomunal. Desde el Ministerio de Propaganda del III Reich, arbitró todos los medios a su alcance, no solo para que la política nazi fuera apoyada, en especial respecto a los judíos, sino para que las familias alemanas enviaran con gusto sus hijos a la guerra.

La radio tuvo un protagonismo central. También el cine, las publicaciones, los afiches en la calle, los chistes que circulaban, los rumores, todo estaba orquestado para conducir al mismo fin. Pero Goebbels comprendió que no era suficiente. Convencer a las masas requería algo más contundente. El sustento legal proporcionado por el reconocido jurista Carl Schmitt fue solo el comienzo. Para que la credibilidad fuera incuestionable, fue indispensable el apoyo intelectual de artistas, profesores, académicos, deportistas, periodistas; personalidades famosas, gente admirada y reconocida de la vida alemana como el gran profesor y filósofo Martin Heidegger, un artista reverenciado como el director de orquesta Wilhelm Furtwängler, el Ministro de Justicia Franz Gürtner, el campeón de box Max Schmeling, la directora de cine Leni Riefenstahl y tantos otros. Estas personas prestigiosas fueron esenciales para que el nazismo haya sido apoyado del modo en que lo fue. Si gente de este calibre se pronunciaba como nazi, si ofrecía su experiencia, sus habilidades y conocimientos, así como sus voces para difundirlo. El ciudadano común, a duras penas había terminado la primaria, aferrado a su trabajo para el sustento familiar, sin tiempo ni ganas de leer los diarios a fondo y sin posibilidad de conocer los entretelones de las decisiones políticas, recibía estas voces autorizadas com subrayados incuestionables ante los cuales ninguna duda era admisible, ¿quién era él, a fin de cuentas, para pensar de otra manera? El apoyo de estas personalidades era el punto final para conseguir el encolumnamiento mudo y obediente.

Algunos, más de los que uno podría imaginarse, eran nazis declarados y antisemitas fervorosos; para ellos el quiebre del Estado de Derecho y las medidas totalitarias no eran un conflicto moral porque creían que el fin justificaba los medios. Pero para no todos fue igual. Muchas de las personalidades que se prestaron al juego político de Hitler no lo hicieron por convicción sino por temor o por conveniencia poniendo sus principios entre paréntesis. El temor a las represalias fue un estímulo eficaz. Por otra parte, no estar afiliado al partido nazi implicaba una auto exclusión de la vida pública y laboral. No todos los afiliados, en consecuencia, lo eran por identidad ideológica sino porque era una condición imprescindible para seguir ocupando el sitio que ocupaban en la sociedad, en la academia, en las letras, en las artes. Pero también tuvo importancia el cálculo y la auto complacencia, la oportunidad que se les abría a estos personajes respetados para  continuar con sus actividades y para encarar nuevos caminos y desarrollos. El dinero y el apoyo eran un hecho. La tentación era muy grande. El precio era ponerse anteojeras y caminar derechito haciendo lo suyo, no mirar a los costados, tomar por cierto lo que el régimen difundía y quedarse tranquilos, profundizando en su actividad, recibiendo recursos, aplausos y honores a granel. ¿De qué servía mirar los detalles y oponerse al estado totalitario? Cárceles, campos de concentración, torturas, vejaciones, todo caía tal vez en una bolsa rotulada “por algo será” justificadora que no les quitaba el sueño.

¿No veían? ¿No sabían? ¿No les importaba? ¿Cómo podían seguir viviendo como si tal cosa sabiendo que muchas de las ideas que siempre habían sostenido estaban siendo devastadas? ¿Hasta dónde llega una persona, hasta qué grados de egoísmo, ceguera, comodidad en su vanidad desnuda, para permitir lo que siempre había creído que jamás permitiría?

Los seres humanos, a pesar de lo que nos gusta creer sobre nosotros mismos, no somos perfectos a la hora de tomar decisiones. Creemos que analizamos la información de manera objetiva para luego sacar conclusiones pero, lamentablemente y sin que nos demos cuenta, nuestro pensamiento es influenciado por varias alteraciones perceptivas, como por ejemplo el “sesgo de confirmación” (confirmation bias). Merced a este mecanismo, se toma una decisión o se forma una creencia en forma rápida y, a partir de ahí y de manera casi automática, se pone en acción: sólo se ven, registran y procesan las evidencias que confirman la decisión ya tomada. No es que se ignora lo que la contradice, simplemente no se lo ve. Se lo considera una limitación de los procesos cognitivos humanos aprovechada por los ideólogos de los estados totalitarios en sus campañas de propaganda y construcción de consensos.

Como en el video clip de La Folha de Sao Paulo, estos personajes notables puestos al servicio del régimen veían tal vez lo que tenían solo a 2 centímetros de su nariz y habían decidido no ver más allá. Si ellos estaban bien, si ellos podían desarrollar su quehacer que a la larga sería útil a la sociedad, su trabajo era seguir haciéndolo sin oponer esos principios que nadie parecía necesitar o respetar ya. Seguramente justificaban su accionar para que sus principios puestos en el freezer no se lastimaran demasiado y quedaran listos para ser usados, como nuevos, cuando el estado de cosas lo hiciera posible otra vez.  Imagino que se decían que es imposible hacer una tortilla sin romper algunos huevos, que en los avances sociales hay daños colaterales esperables, que para llegar a la sociedad ideal es imprescindible dejar afuera a los que insisten en principios morales inútiles que solo obstaculizan el camino a la felicidad, que es preciso ser duro y paciente porque la retribución será el soñado futuro de la perfección.

El sueño de aquel futuro es hoy una pesadilla que acosa a la Humanidad. La vulnerabilidad de la condición humana que se hizo evidente durante el nazismo no ha cambiado. Cualquiera de nosotros, dadas la condiciones, puede terminar siendo cómplice de algo que denosta sea por interés, temor, comodidad, cobardía o por vanidad. ¿Quién puede tirar la primera piedra? ¡Qué frágiles somos! ¡Con qué poco pueden fragmentarse o perderse nuestras convicciones y principios! Con qué poco.

Lic. Diana Wang

 

Nadie quiere enterrar a Priebke

Carta de Lectores (publicada en La Nación, oct 24, 2013 http://www.lanacion.com.ar/1631829-cartas-de-los-lectores)Nadie quiere enterrar a Priebke. Ningún país lo quiere en su suelo. Como si sus restos humanos fueran tóxicos y amenazaran contaminar la tierra. Los despojos de su cuerpo centenario errarán en consecuencia buscando una hoguera benevolente que deshaga sus acciones y borre todo rastro de su paso por este mundo. Priebke fue un criminal, pero también es el símbolo del perpetrador, el que ejecuta y mata en nombre del Estado. Es contra este mal político, fruto del totalitarismo y de las dictaduras, que se enuncia el "nunca más". Ensañarse con el cadáver de un viejo sería sólo venganza. No permitir que sus despojos sean enterrados en ninguno de los países que podrían acogerlo es, sin embargo, una declaración política. Como el "nunca más"

El perpetrador cree, en el momento de la perpetración, que será impune, que obedecer lo salvará de la responsabilidad y la culpa. El perpetrador no sabe que sus actos seguirán vivos en la sociedad que los ha generado y serán sus hijos y nietos y la sociedad que lo cobijó los que deberán responder, una y otra vez, por sus acciones deleznables y su crimen contra la humanidad.

En discursos sobre la Shoá. Palabras habituales y frases hechas. Reflexiones y sugerencias. 

Introducción

Los actos relativos a la Shoá se multiplican año a año, se suman las conmemoraciones y los homenajes a los sobrevivientes. Al antes solitario acto en honor al levantamiento del gueto de Varsovia ahora se agregan Iom Hashoá en la misma fecha, el Día Internacional del Holocausto en enero, el recuerdo del Pogrom de Noviembre conocido como Kristallnacht en noviembre, el aniversario de la Capitulación de Alemania en mayo, el cumpleaños de Ana Frank en junio y el inicio de la Segunda Guerra en septiembre.

Los sobrevivientes son siempre convocados y se sienten agradecidos por este súbito protagonismo del que son objeto luego de tantas décadas de ausencia. Sin embargo, no se atreven o no quieren expresar públicamente la incomodidad, desazón o molestia que sienten en algunos momentos de los discursos por las imprecisiones, los lugares comunes y las, ya a esta altura, garrafales faltas de pronunciación de los disertantes. 

Todos entendemos que nadie tiene por qué ser un experto en Shoá, que no todos deben conocer las reglas de pronunciación de una lengua tan diferente como el alemán, pero tras tantos años y luego de todo el esfuerzo de transmisión, difusión y enseñanza emprendido, hay cosas que cualquiera que tome la palabra debe saber, en especial si es un dirigente de la comunidad judía y habla en su nombre.  Habiendo recogido el malestar de los sobrevivientes, al que sumo el mío propio, lo que sigue tiene la intención de mover a la reflexión y de colaborar en la fuerza, la potencia y el peso de verdad de las palabras que se enuncian en los momentos en que se honra a los sobrevivientes y a la memoria de la Shoá.

1.- Con las mejores intenciones: frases y lugares comunes.

"No olvidar para no repetir” 

Se repite, lamentablemente se repite, aunque no se olvide, aunque se recuerde, se repite, se sigue repitiendo. La segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI lo prueban con creces. Los genocidios, las matanzas masivas a manos de fuerzas estatales o para-estatales no se han detenido ni tienen la intención de hacerlo. No olvidar es esencial pero parece no ser suficiente. Es necesario enseñar, reflexionar, aprender, trabajar con la conciencia social y la responsabilidad civil, aprender a convivir y a resolver situaciones sin apelar a la violencia. Pero se trata de condiciones que no siempre son asumidas de buen grado por gobiernos, grupos para-estatales o intereses económicos diversos para los cuales, el fin justifica los medios. Y si el fin es, por ejemplo, vender armas, el fin y los medios son los mismos y las víctimas no importan, son solo daños colaterales. Seguir esgrimiendo el no olvidar para no repetir como justificativo de homenajes o conmemoraciones suena tan útil como pedir que llueva con una danza india. Los sobrevivientes agradecen la memoria pero saben en carne propia que la expresión voluntarista peca de ingenuidad y promete algo que no puede cumplir. Los únicos satisfechos son los enunciadores de la frase en la que redondean la idea complaciente de que con el acto ya está, se recordó y eso será suficiente.

"Queridos sobrevivientes” 

Cuando se desliza esta invocación edulcorada, algunos sobrevivientes se sienten incómodos sin saber a ciencia cierta si las palabras son sinceras o si una ligera hipocresía está al servicio de encubrir algunas culpas a ser ventiladas. Culpas por no acordarse de ellos más que en ocasiones de discursos. Culpas por no apoyar sus esfuerzos en la enseñanza y difusión de las trascendentales lecciones que portan. Culpas por haber hecho oídos sordos a sus memorias durante décadas. Y también algún oportunismo. Oportunismo porque ahora tiene rédito ocuparse de la Shoá, invitar a sobrevivientes a exhibirse y brindar testimonios, tomar el tema como si la importancia de la Shoá hubiera sido recientemente descubierta como un bastión garantizado de eticidad. Ayer nomás casi no se mencionaba a la Shoá salvo en la conmemoración del levantamiento del gueto de Varsovia, y mucha gente incluso desconocía que había sobrevivientes viviendo tan cerca. La explosión del tema los ha instalado en el candelero de la comunidad judía que es ahora poseedora de este argumento fuerte desde el cual reclamar, exigir, fortalecerse y tal vez unirse alrededor de un eje sólido y homogéneo. 

Los sobrevivientes, al ser invocados, homenajeados y aplaudidos en sus años de vejez tienen una nueva vida, adquieren un nuevo protagonismo, impensado unos pocos años atrás. Les gusta, pero no siempre se sienten queridos. Distinguen claramente entre palabras y acciones. Se sienten llamados cuando hace falta, mostrados y a veces incluso escuchados, pocas veces atendidos. Por eso, mejor tal vez sería de buen tino ahorrarles lo de queridos. Goles son amores, cambiemos los queridos por acciones que así lo demuestren.

"¡Nunca más!” 

Esta frase es breve, contundente, definitiva. Es potente y suena bien como final de una alocución, como chan-chan que estimula un aplauso enfervorecido. Pero es solo otra expresión de deseo, otra más, que tiene adicionalmente dos aspectos contradictorios:

  • uno positivo, la convención casi universal que instala como inadmisibles los genocidios y crímenes de lesa humanidad y

  • uno negativo, puesto que a pesar de este acuerdo inédito en la historia de la Humanidad, estas cosas siguen pasando de modo que la frase, además de voluntarista, suena a naif, ingenua pero con la ingenuidad proporcionada por la negación de los hechos, porque no solo no es verdad que nunca más sino que lo que sucede es un todavía sigue y seguirá porque no hay perspectiva realística de que se detenga.

Exclamar ¡nunca más! debería ser siempre puesto en su adecuado contexto de deuda de la Humanidad consigo misma y un recordatorio de lo que cada uno, desde su pequeño lugar, podría estar haciendo y no hace. 

"Como ovejas al matadero” 

Ya está explicado hasta el cansancio que los judíos no nos hemos dejado matar, que no hemos ido mansamente como ovejas al matadero, que nos hemos resistido de todas las maneras posibles en aquellas condiciones imposibles, que no hemos sido más cobardes o pasivos que otros pueblos en condiciones similares. Por el contrario, nos hemos rebelado y hemos apelado a luchas inéditas con recursos ingeniosos y que no parecían posibles dadas las circunstancias, que nuestro ejercicio cotidiano de memoria es un ejemplo para otros colectivos sociales que han sido atacados y no han guardado tanto registro documentado como nosotros. Todo esto ya está dicho y probado, cientos de veces, pero seguimos oyendo esta analogía ofensiva con las ovejas que se desprende como sin querer en algunos discursos pretendidamente aguerridos. 

El pueblo judío no es un pueblo de ovejas cobardes, nunca lo fue. Ha sido históricamente un pueblo pacífico y tranquilo que apetecía, solamente, ser dejado en paz, que se le permitiera vivir, desarrollarse y que sus miembros fueran mejores personas allí donde residieran. En sus idiomas construidos en el exilio -idish  y ladino por ejemplo- no existían palabras que denominaran armas porque no las utilizaban en sus intercambios cotidianos con sus vecinos. El pueblo judío ha vivido en distintos lugares, a veces mejor, otras veces peor, pero siempre adaptándose a las tierras donde vivía y, cuando le era permitido, hacía aportes que beneficiaban y enriquecían a todos. La frase como ovejas al matadero encubre una acusación implícita de vergüenza y cobardía que, además de falsa, es ofensiva e injusta y expresa el grado de desconocimiento sobre la conducta de los judíos durante la Shoá. 

"Futuras generaciones” 

El alegato expresado en los discursos es invariablemente para las futuras generaciones, lo que está muy bien porque se trata de nuestros nietos y bisnietos, pero a veces se tiene la sensación que pensar en el futuro encubre el desentenderse del presente. Y sería deseable que, tanto en discursos como en acciones, asumamos lo que podemos hacer hoy para nosotros, para la sociedad en la que vivimos, para hacer de este mundo un sitio más amable donde convivir en paz. La Shoá, con sus múltiples lecciones y ejemplos, aporta una gran riqueza para el trabajo en la formación de seres humanos conscientes de sus responsabilidades y obligaciones para con los demás. Hoy, aquí y ahora. Sería más útil y generoso que en lugar de esperar que las futuras generaciones se beneficien con algo, veamos qué podemos hacer hoy y reemplacemos la frase hecha con una acción concreta, algo pequeño, tal vez tan solo un gesto, que haga alguna diferencia y que porte la fuerza modélica del ejemplo.  Hagamos nuestra la frase famosa del mayo francés seamos realistas, pidamos lo imposible.

2.- Palabras difíciles, disonancias y desafinaciones.

Aunque la pronunciación no es lo central en el mensaje conceptual y ya nos hemos acostumbrado a oír algunas disonancias, es ésta una buena oportunidad para comentar algunas y sugerir, por el bien de algunos oídos sensibles, la manera de evitarlas.

Es habitual que los locutores contratados tengan dificultades con algunas palabras. También algunas personas que no están habituadas a manejar el vocabulario de la Shoá. Las palabras originadas en alemán son particularmente complicadas por las combinaciones de consonantes cuyas pronunciaciones no coinciden con las de la lengua castellana. Y ni qué decir de las polacas.

Decir apropiadamente las cosas connota que quien habla se preocupó por saber cómo se decían, habla de respeto tanto por la temática como por la audiencia. Sería bueno que todo aquel que esté por hablar en público, en especial los dirigentes, y no esté familiarizado con algunas palabras o pronunciaciones que las revise y practique con antelación, para lo cual en las páginas siguientes hay algunas sugerencias. No son muchas las palabras en cuestión, así que es relativamente sencillo su aprendizaje.

Auschwitz 

Es una de las palabras más usadas puesto que representa el símbolo del Mal. Aunque muy conocida, no siempre resulta fácil su pronunciación. Imagino que alguien no habituado, al ver tantas consonantes juntas y tan poquitas vocales, debe ver el conjunto como un enredo paralizante. Es común, entonces, oír que sale del paso lo mejor que puede diciendo, por ejemplo ashuits bajo el influjo de esa w central que atrapa su atención.

Un buen recurso es separar la palabra en dos sílabas, cada una con su particular dificultad.  Veámoslas parte por parte. 

Primera sílaba: au+sch. 

  1. El diptongo au seguido de tres consonantes es un escollo y parece imposible de pronunciarse. Si decimos Mau Mau, náufrago, cauto, auto y después solo au, se ha superado el primer contratiempo.

  2. Atención al problema especial para los francófonos: ven au y leen o, y dicen oshvits. La palabra no es de origen francés, sino alemán, el diptongo au en alemán se pronuncia igual que en castellano: au.

  3. Superado el au, se agrega el sonido sh como quien pide silencio, sh…. porque en alemán sch se pronuncia así. Ahora se une todo: a u s h… y ya está la primera sílaba.

Resumiendo: Ausch se pronuncia a u sh

Segunda sílaba: partícula witz. 

En alemán la w se pronuncia v. Colonizados como estamos por el inglés sale espontáneamente u al ver w, luego witz suele ser pronunciado uits. Pero, como la w se pronuncia v, lo correcto en alemán y la forma en que los sobrevivientes están acostumbrados a oírlo y decirlo es: vits. 

Resumiendo: Witz se pronuncia vits.

Uniendo las dos sílabas: a u s h …. v i t s (recomiendo pronunciarlas de manera separada al principio porque se hace más fácil). 

Es decir: AUSCHWITZ se pronuncia AUSH-VITS. 

Dachau, Buchenwald y Mauthausen

Estos dos campos de concentración no suelen ser citados tan habitualmente pero presentan dificultades similares. En ambas palabras, se agrega al diptongo au y a la w ya encarados la combinación ch, que en alemán se pronuncia j, como en jueves.

Así Dachau une el sonido de la combinación ch, o sea j, con el au ya mencionado en Auschwitz. DACHAU se pronuncia DÁJAU, con acento en la primer sílaba. Recordar los francófonos lo señalado antes frente a la tentación de aplicar las reglas de pronunciación del francés, no es Dajó o Dashó como se oye algunas veces, sino Dájau.

Buchenwald no ofrece dificultades nuevas. Está el sonido de la ch, que es j y la w que se v. BUCHENWALD se pronuncia BÚJENVALD.

Y tenemos a Mauthausen, otra palabra que enreda la mirada del hispano parlante. El diptongo au, como en las palabras alemanas anteriores, se dice au. Pero está la hache después de la t que no se sabe cómo encarar. Para pronunciarlo correctamente es bueno dividir la palabra en Maut y en hausen diciendo MAUT-JAUSEN pero también se puede tomar el atajo de decir MAUTAUSEN como si la hache fuera muda.

Shoá

Poco a poco la palabra Holocausto está siendo reemplazada por la más apropiada Shoá. El conjunto sh con su familiar pronunciación inglesa se pronuncia con un susurro suave, como cuando se pide silencio, shhhhh…! Pero ha cundido una extraña moda en la Argentina que introduce una novedad en la pronunciación y se escucha que las palabras con sh son a veces pronunciadas como y, como en yerra. Así, en lugar de shoá, dicen yoá un sonido ajeno y corrupto. No pasa solo con esa palabra, estos innovadores fonéticos dicen, por ejemplo, yok en lugar de shock o you en lugar de show. Curiosas transformaciones de nuestro idioma en aras de diferenciarse, ser originales, o vaya uno a saber por qué. 

Repito: no es yoá sino shoá. En todo caso, siempre se puede apelar a la vieja palabra que no ofrece ninguna dificultad, aunque no tan apropiada, mejor decir Holocausto que yoá.

Palabras en polaco

Hay otras palabras, en especial ciudades de Polonia y otros países eslavos con dificultades de pronunciación específicas que no encararé acá porque no son palabras usadas frecuentemente en los discursos aunque cada tanto un disertante se ve atacado por alguna cuando tiene que mencionar algún apellido o localidad. Las escalofriantes sucesiones de “eses y zetas”, de “eres y zetas”, de “eses y ces”, los acentos y signos extraños en consonantes, acobardan al más valiente. Por ejemplo Rzeszów, Częstochowa, Zamość, Zając, Łódź se pronuncian de maneras sumamente “creativas” para nuestros hábitos castellanos con sonidos que no acostumbramos a usar.

Conclusión

La súbita y aparentemente progresiva proliferación de actos sobre la Shoá tiene dos caras. Una positiva, puesto que su difusión y conocimiento comienza a trascender la órbita judía y a hacerse patrimonio común. Pero también está la otra cara, la de la mención superficial y hueca que amenaza con ser negativa porque el hablante mismo -máxime cuando se trata de un dirigente o referente de la comunidad judía organizada y está hablando en nombre de la misma- se descalifica en su  elección de frases hechas o en su descuido enunciativo, le resta credibilidad a la Shoá, vuelve trivial el tema, lo abarata y degrada y favorece su dolorosa banalización que seguramente declara lamentar. 

Sumemos al lado positivo, hablemos con propiedad y con respeto si queremos transmitir y enseñar. 

Si queremos honrar a los sobrevivientes, démosles el reconocimiento que les debemos de una manera digna y enaltecedora. 

Diana Wang. Hija de sobrevivientes de la Shoá

Presidenta de Generaciones de la Shoá en Argentina

 

 

Lo dijo el Papa Francisco

Pogrom nov 2012 En noviembre del 2012 se conmemoró en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires el Pogrom de Noviembre (conocido por el nombre que le dieron los nazis, Kristallnacht). Como Presidenta de Generaciones de la Shoá fui invitada a encender una de las velas. Fue raro, fue fuerte, fue extraño verme allí. Una judía, hija de sobrevivientes de la Shoá, tan pequeña en ese recinto inmenso e imponente, subiendo al estrado (¿se llamará así?) con las piernas un tanto temblorosas y el corazón al galope y luego el encendido de la vela entre las cruces, los santos, los pisos de venecita y los dorados por doquier.... ¡Ay, si me vieran mis padres! atiné a pensar...siempre me contaban del antisemitismo rabioso y esencial de los curitas polacos.... ¡Ay! si me vieran...! En su nombre subí. Y en el nombre de todos los nuestros que fueron inmolados siglo tras siglo por las acusaciones antisemitas.

Las prédicas estuvieron a cargo del entonces Cardenal Jorge Bergoglio y del rabino Alejandro Avruj. Fueron dos prédicas medulosas, intensas, valientes y conmovedoras. Bergoglio mencionó el antisemitismo que durante siglos llenó de oprobio a la Iglesia y habló de la necesidad de insistir en el espíritu de Nostra Aetate luego del Concilio Vaticano II que empezó a cambiar las cosas.

Que alguien que dijera eso sea hoy Papa, me llena de esperanzada alegría. Un prejuicio tan fuerte e insistentemente propagado (la propaganda viene de ahí, de la "propagación de la fe" que hacía la Iglesia), regado, ilustrado y aplaudido desde fines del siglo IV con el Imperio de Constantino, no se disuelve solo con buenas intenciones. Pero es un comienzo. Y me gusta.

(Se lo ve en la foto, sentado detrás, repasando sus notas manuscritas, para la prédica que está por hacer).

Banalización revisitada

… Y ahora es Aguinis comparando al grupo de Milagros Sala con las Juventudes Hitleristas y Nelson Castro que inventa el neologismo “gestafip”, los feligreses de una iglesia en La Pampa van a misa con bigotes a lo hitler en protesta por la adhesión del cura al dictador Videla. Estamos en el reino del “segual”. Se toman estos conceptos-atajo como golpes de efecto en una esgrima mediática que excluye contextos, implicancias, objetivos y por sobre todo la verdad. Y parece ser imparable. Ya habían empezado los palestinos en la primer intifada llamando nazis a los israelíes lo que se toma hoy como “natural”. Nada de esto resiste a la menor reflexión. ¿Qué se puede parecer a la Shoá, al nazismo, a la Gestapo, a los SS, a la industria de la muerte, a los experimentos médicos, al asesinato de niños, al gaseamiento de millones de personas? ¿Qué? Nuestra desgarradora experiencia está siendo usada a mansalva. Y por nuestra me refiero a la Humanidad. Por más que resulte revulsivo e indignante, tendremos que acostumbrarnos a este estado de cosas y a tener que salir una y otra vez a explicar, esclarecer, enseñar porque el uso bastardeado de conceptos de la Shoá como herramientas de ataque y descalificación se extiende de manera virósica y epidémica. Hasta ahora solo algunos judíos advertimos el peligro de la banalización, la implicancia de que finalmente, si el nazismo se puede comparar con cualquier cosa, entonces “no fue para tanto”. Esperemos que el resto de la sociedad nos acompañe en esta empresa de esclarecimiento. Pueden y deben levantarse alertas ante algunos procesos al estilo de “el huevo de la serpiente”, para impedir su evolución y crecimiento. Pero en los textos y discursos que vemos en vez de enunciar una alerta se instala la idea de que es lo mismo la tergiversación, la mentira, el uso político, el acoso que el asesinato planificado. Y no puedo más que gritar con congoja y desolación que ¡NO ES LO MISMO! ¡NO ES LO MISMO! Publicado en cartas de lectores de La Nación, agosto 29, 2012

Sobre una frase de Aguinis

El artículo de Aguinis "El veneno de la épica kirschnerista" levantó mucha polvareda, no por lo que enuncia respecto de la actualidad política sino por la desafortunada frase:  "Las fuerzas (¿paramilitares?) de Milagro Sala provocaron analogías con las Juventudes Hitlerianas. Estas últimas, sin embargo, por asesinas y despreciables que hayan sido, luchaban por un ideal absurdo pero ideal al fin, como la raza superior y otras locuras."

Creo que la comparación que hizo entre las huestes de Milagro Sala y las Juventudes Hitleristas integra el capítulo de la banalización de la Shoá, capítulo que está siendo escrito por doquier, por gentes de todos los frentes y contrafrentes. El escritor ya había hecho esa comparación otra vez en un episodio de flores entregadas a la presidenta. Alguien como Aguinis no incurre en un error así sin darse cuenta. No podemos adjudicarle ignorancia ni inocencia. Debe creer que apelando a la Shoá hace más fuertes las ideas que propone (en ambos casos las mismas: señalar su radical oposición a la política oficial). Lamento que apele para ello a argumentos banalizadores de la Shoá, pero es libre de creer y hacer lo que quiera. Consiguió que el contenido de su artículo pasara y quedara sin comentarios ni críticas ni respuestas ni reflexiones.

Respecto al tema de los ideales, que fue lo que disparó la desaprobación, no coincido con la lectura que hicieron varias personas que quiero, respeto y admiro. Creo que lo formuló de manera poco clara dejando abierta la posibilidad de una justificación del nazismo que, no tengo dudas, está lejos de sentir y pensar. Yo misma no lo tomé de esa manera. Pensé, por el contrario, que es cierto que la guerra contra los judíos fue emprendida exclusivamente por una causa ideológica, la teoría racial, esa superchería pseudo científica que fundamentó el asesinato de un tercio de nuestro pueblo. Y ahí fue donde Aguinis no fue claro porque habló de "ideales" y no se refería a ideales en el sentido ideal, a algo bueno o deseable, sino a la teoría racial, una ideología. Por eso habla de, "asesinas", "despreciables", "absurdo" y "otras locuras". Aguinis no precisa defensores y lejos de mi la idea de defenderlo. Si quiere que lo haga solo. De paso, no estaría mal que lo hiciera. Tengo la personal convicción de que no se lo puede acusar de justificador del nazismo y de la Shoá, por eso entendí que al decir "ideal al fin" no hablaba de "ideales" sino de "ideología".
Merece también un comentario su "ideal al fin". ¿Por qué "al fin"?. Creo que es claramente un disparo hacia el movimiento de Milagro Sala al que así acusa de ni siquiera tener ideales, de moverse tal vez con otros fines, ¿personales? ¿mezquinos? ¿económicos?, no lo dice, pero es a lo que creo que apunta. Su "al fin" es lo que movió la indignación de varios, como si fuera una justificación de la Shoá. Debió haber invertido unas palabras relativas a los objetivos de unos y otros para no dejar ese resquicio de sospecha. O decirlo de otra manera. Cuando se escribe y se publica (y eso lo debe saber mucho mejor él que yo), hay que leer y releer con mucho cuidado todo lo que se pone y a veces darlo a leer a otros, porque queda y si no está claro puede ser malinterpretado y no hay vuelta atrás. Repito: estoy convencida de que no cree de ninguna manera que si se lucha con ideales se justifica el asesinato de nadie pero que se obnubiló en su empeño de enfatizar su oposición al gobierno.
Hubo quienes plantearon que la comunidad judía organizada debía pronunciarse repudiando el comentario como si hubiera hablado por todos los judíos. Opino que no me parece necesario. Aguinis no integra ninguna de las instituciones de la comunidad judía argentina, es un ciudadano argentino como cualquier otro, escritor muy conocido y editorialista político, pero para nada un referente de LOS judíos.
No coincidí en su momento con las acusaciones de antisemitismo hacia Gustavo Sala, me pareció que solo se había engolosinado con los parecidos de las palabras Gueta y gueto, y que había estirado la comparación sin pensar en lo que estaba planteando y no me pareció que era una cuestión tan trascendental como en su momento también pareció ser para muchos que lo vilipendiaron. Hoy no coincido con la acusación a Aguinis de que justifica la Shoá ni el nazismo.
La generalización de la banalización de la Shoá es un fenómeno que parece imparable. Formulé en un texto sobre ello (se lo puede ver acá) que la difusión de la Shoá había tenido una consecuencia positiva, su conocimiento más extendido, y tal vez otra negativa, su banalización. Me alegro de que tanta gente haya expresado su preocupación frente a ello.

Publicación de Mi Lucha. ¿A favor o en contra?

captura-de-pantalla-2012-04-29-a-las-162117.pngLa noticia de la publicación de Mi Lucha, texto fundacional de la ideología nazi, ha producido preocupación y temor. El estado de Baviera, Alemania, propone su publicación antes de que venzan los derechos que detenta. Se trata del libro que Adolf Hitler escribiera en la cárcel de Landsberg en la década del veinte sobre cuyas ideas se construyó el nazional-socialismo. Sería publicado antes de 2015 en dos versiones comentadas, con datos objetivos, referencias críticas y profusa revisión histórica con el propósito de su desmitificación. Una versión sería para los jóvenes y la otra, más académica, se apoyaría en textos de historiadores e investigadores.Muchos sobrevivientes de la Shoá y sus descendientes, así como personas genuinamente preocupadas por las consecuencias de su difusión se oponen a esta publicación alegando –o temiendo- que legitimaría el odio anti judío, generarían nuevas huestes de odiadores y daría un fuerte espaldarazo a la ideología nazi que podría luego derramarse sin contención ni freno. Aunque es comprensible que la sola mención de Hitler o de Mi Lucha abra los archivos más ignominiosos y la repulsa más visceral de toda persona bien pensante, no me opongo a tal publicación. Es más, creo que sería beneficiosa.

La prohibición. En principio, no apoyo ni aliento la censura. La libertad de expresión puede ser peligrosa, pero es indispensable para que todos tengamos el mismo derecho a expresar nuestro punto de vista, sea cual fuere, incluso, y especialmente, cuando se oponga al poder de turno. Idealmente, la libertad de expresión debería ser responsable: el emisor debiera conocer y asumir el peso de hacer público algo y el receptor debiera tener el suficiente espíritu crítico como para poder extraer sus propias conclusiones. Sabemos a estas alturas que la responsabilidad o la lectura crítica no podrán enseñarse mediante prohibición alguna. La historia nos muestra que sucede lo contrario: lo prohibido se vuelve deseado, despierta curiosidad y el hacerlo público termina siendo un acto de rebeldía y de libertad. Desarrollar la responsabilidad social de los medios así como la lectura crítica de los lectores, siguen siendo asignaturas pendientes en nuestra educación. Es fácil defender la libertad de expresión cuando se trata de cosas con las que acordamos. El reto es cuando la opinión contraviene nuestra ideología y debemos elegir a qué nivel obedecer, si al particular de la opinión específica o al más general del derecho a opinar. En lugar de prohibir, nos vemos ante el desafío de buscar medios para contrarrestar y argumentar en contra, abrir el diálogo, conversar con la otra idea y hacerlo de modo tal que el eventual lector incorpore nuestra opinión a su universo de sentido y le abra la posibilidad de pensar de otra manera. No es prohibiendo sino conversando inteligentemente que se puede conmover una idea establecida. Creo, en consecuencia, que si el estado de Baviera lo desea, se debe publicar Mi Lucha en esta edición que promete ser crítica y comentada. Todo el que quiera puede encontrar el libro y leerlo, por ello, es mejor esta versión cuidada y estudiada que las que circulan libremente por internet o las que pueden comprarse en kioskos y plazas.

El prejuicio. Llámese judeofobia, antisemitismo, odio a los judíos o sospecha-desconfianza ante lo judío, este libro nos enfrenta con ello y se teme que su publicación reavive el prejuicio, lo despierte, desarrolle o genere nuevos adeptos. Creer que una publicación tiene este poder es creer que los prejuicios pueden ser construidos o destruidos de manera unívoca, simple y sencilla. Disolver y erradicar un prejuicio requiere de mucho trabajo, tiempo y paciencia, precisa del consenso social y la persistencia de volverlo tema de la formación personal desde variados frentes (escuela, familia, Iglesia, medios, chistes, creaciones artísticas, etc). Un prejuicio no se construye -ni se destruye- de buenas a primeras con un libro, con un consejo, con una reflexión. Ojalá así fuera. Esto lo sabemos muy bien quienes trabajamos con la difusión de la Shoá cuyo sustento ideológico es el antisemitismo y vemos que la información que transmitimos no es suficiente para diluir este prejuicio tan hondamente enraizado en la civilización occidental. El prejuicio anti judío se ha construido desde lo emocional a lo largo de siglos de formulaciones, re-formulaciones y validaciones, instiladas desde comentarios al pasar, chistes, rumores, novelas, teatro, prédicas, noticias, atribuciones de culpas, ironías, medias verdades públicas, religiosas o dichas en el seno familiar que penetran y se instalan como verdades incuestionables y naturalizadas, no se someten a crítica ni reflexión alguna. Un prejuicio, como su palabra lo indica, es previo al juicio, no es racional sino que está basado en supuestos ideológicos-emocionales y no en evidencias objetivas y no se disuelve solo con la racionalidad. Un libro más o un libro menos no le hacen mella.

El negacionismo. Creo que la publicación de esta nueva versión de Mi Lucha, oficial, legal y debidamente comentada, podría generar el efecto contrario al temido. Aunque sea un libro de tanta y tan persistente circulación, es más un objeto de culto que de lectura. Los nuevos lectores, si es que lo leen, podrían descubrir dos cosas. Una, es conocer los fundamentos y alcances de las propuestas ideológicas que le dieron legitimidad al inédito plan de exterminar a todo un pueblo, el pueblo judío, sin límites geográficos ni nacionales, esté donde esté y por causas falsamente científicas como la “teoría racial”. La otra cosa que pueden descubrir suele serles escatimada por los propagadores de la ideología nazi que prefieren no mencionar cómo ella condujo a Alemania a emprender dos guerras simultáneamente: la II Guerra Mundial y la Guerra contra los Judíos. Evitan hablar sobre la cantidad de víctimas –más de 50 millones de personas- así como sobre el horror y la crueldad que alcanzaron grados inéditos en la historia de la humanidad. A eso nos referimos cuando decimos unánimemente “Nunca Más”. El negacionismo de la Shoá tiene como función disociar la ideología nazi de estos resultados que, conocidos, le harían perder adeptos. Me parece deseable que se publique esta versión crítica y comentada de Mi Lucha para que los nazis o los potenciales nazis de hoy y más de algún distraído se enteren de a qué grados de iniquidad conducen estas ideas.

Gustavo Sala, ejemplo de ignorancia y desinformación. ¿Pedirá disculpas?

captura-de-pantalla-2012-01-21-a-las-142922.pngTira cómica publicada en Página 12, suplemento NO, el 19 de enero de 2012.

Tal vez Gustavo Sala sea una buena persona, tal vez no sea antisemita, tal vez tenga más de un amigo judío o hasta una novia, o la haya tenido y la quiso, tal vez no albergue sentimientos antijudíos, pero en su afán de provocar y escandalizar se le fue la mano. Hay una fina línea que separa al humor de la ofensa. Y él la cruzó. Tal vez se sorprenda de lo que produjo su comic publicado en Página 12, un día antes del 70 aniversario de la Conferencia de Wannsee donde las más altas autoridades nazis decretaron "la solución final al problema judío", o sea, su exterminio total del planeta.

Triste forma tuvo este periódico para conmemorar una fecha tan infausta para la humanidad. Todavía hay sobrevivientes, estamos sus hijos y nietos. Sobre todos nosotros, con nuestra sangre, Sala tuvo la "brillante" idea de hacer estos dibujos. Claro, Ghetta y gueto suenan parecidos, David es un nombre que suelen poner los judíos a sus hijos y la asociación fue como un "eureka" que se volvió tira cómica. El territorio de los genocidios es un territorio minado y ensangrentado en donde las marcas del horror -marcas que en algunos son cicatrices, en otros heridas que siguen abiertas-, están ahí como un testimonio de la crueldad que el hombre puede ejercer sobre el hombre. El humor suele tener como materias primas los prejuicios, el racismo, los lugares comunes, que funcionan como atajos y llevan a una comprensión instantánea para cualquiera. Los humoristas lo saben muy bien, pero su genio consiste, si es que lo tienen, en usar el prejuicio sin avalarlo, usarlo y criticarlo, usarlo y exhibir su improcedencia o absurdo. Esperamos las disculpas de Sala.

También sería importante que se informara, que conociera a sobrevivientes, que aprendiera algo sobre el Holocausto. Su falta de juicio, su banalización superficial, confirma que hay mucho que desconoce (por ejemplo, lo de hacer jabones fue un mito que ha sido reiteradamente desmentido). Sería bueno que conociera y recién después creara una tira cómica. Generaciones de la Shoá y Sherit Hapleitá se ofrecen para concertar una reunión con los que sobrevivieron al infierno de Auschwitz para que vea de primera mano de qué se trata lo que trató tan ligeramente.

Nos llama la atención que el editor responsable de Página 12 haya autorizado la publicación de la tira cómica. Los sobrevivientes también esperamos una disculpa de ese medio de prensa.

Los sobrevivientes y sus hijos y nietos congregados en Sherit Hapleitá y Generaciones de la Shoá