comunicación

Solucionadores y conversadores

Es sábado y están almorzando. Mabel dice: ¿Vamos al cine esta noche?. Raúl responde: no. Mabel se queda mal, siempre que propone algo Raúl le dice que no y listo, se terminó, no hay manera de seguirla. Queda en silencio, pone mala cara, Raúl se da cuenta y le pregunta ¿Qué te pasa?, Mabel dice, nada. Y los dos se quedan mal.

Misma situación pero esta vez Raúl responde sí a la pregunta de ir al cine esa noche. Dice “sí” y sigue comiendo, como si la conversación hubiera terminado. Mabel se queda frustrada, pregunta: ¿qué querés ir a ver? y Raúl le dice “lo que quieras” y vuelve a callarse. Mabel siente que a Raúl le da lo mismo, que le dijo que sí para no discutir, no sabe si quiere o no quiere ir al cine, si tal vez querría otra cosa, pero como no habla, Mabel se queda mal, incómoda, y cree que lo que pasa es que Raúl no tiene ganas de hacer algo con ella y pone mala cara y Raúl le pregunta ¿qué te pasa? y ella dice “nada”.

Es decir, sea que le diga que sí o que no, hay algo ahí que no está funcionando, algo que a Mabel le incomoda, la enoja o la angustia.

Pasa que Raúl es un solucionador mientras que Mabel es una conversadora. Para Raúl, como para muchos hombres, los datos de la realidad se le presentan como problemas a resolver, cuestiones que requieren una solución y una vez que la encontraron se terminó el problema. Para Raúl la pregunta de Mabel, ¿vamos al cine esta noche? se resuelve de dos maneras, con un sí o con un no y una vez que está resuelto el problema se terminó. 

Pero resulta que Mabel, como muchas mujeres, es una conversadora. Para Mabel los datos de la realidad se le presentan como temas fértiles para mantener una conversación. Si ella dice ¿querés ir al cine? espera una respuesta conversada, por ejemplo “me parece una buena idea, hace mucho que no salimos, viste qué películas hay para ver, tenemos que ver si se pueden comprar las entradas online así tenemos lugar asegurado…” es decir, Mabel espera que conversen, que armen el programa juntos, que piensen en alternativas, es parte de su disfrute, es parte de lo que espera. No se trata solo de ir o no ir al cine, se trata de mantener una conversación y cuando eso no pasa, Mabel se frustra y siente que Raúl no quiere estar con ella. 

Los conversadores cuentan algo porque quieren ser escuchados y dialogar de manera empática. Pero el solucionador no solo responde con monosílabos, también ofrece soluciones, dice lo que hay que  hacer.  Un conversador no quiere que le digan lo que tiene que hacer, no espera una solución sino hablar sobre lo que le pasa. El solucionador responde naturalmente con una solución, es su forma de manejarse en el mundo y se siente feliz y realizado si puede ofrecer una respuesta que arregle lo que sea que pase y ni se le ocurre que al conversador le puede molestar.

Y al revés, cuando un solucionador cuenta un problema se impacienta si el conversador responde con una perorata y le da vueltas a la cosa, necesita una respuesta rápida y concreta que solucione lo que le preocupa. 

Cada uno hace lo que mejor le sale y espera del otro algo que el otro no puede hacer y viven así una y otra vez situaciones enojosas sin entender por qué al otro le molesta. Mabel, no te pongas mal si tu solucionador contesta con monosílabos. Y vos Raúl no te impacientes con la charla de Mabel. Soluciones y conversaciones son parte de la vida y si entendemos que cada uno es como es y dejamos de esperar lo que el otro no puede hacer, hasta pueden ser divertidas.

Ser un poco sorda

Columna emitida el 13 de mayo, 2022, radio Mitre.

Cuando era chica en mi barrio decían “Si queré ser felí, no analisí no analisí”  y como en todo dicho popular hay algo de verdad. En armonía con esa sabiduría voy a hablar del peligro de ver todo, de escuchar todo, de registrar todo, ponerlo bajo un microscopio para ver cada una de sus partículas y evaluar, porque de eso se trata, si hay algo que nos ataca o algo que pueda mostrar que no estamos siendo queridos. Y si buscamos, encontramos. Porque hay cosas que son para escuchar y otras para dejar pasar. ¿Cómo darnos cuenta cuáles son las importantes y cuáles las descartables?

Si estás irritado, cansado o enojado, escupís palabras explosivas, descargas sin medida ni control, sin reflexión ni cuidado, pura descarga. Y uno se siente fatal después, ¿por qué lo dije? ¿por qué lo dije así? Y si el otro lo toma literalmente, si se cree que lo que dijimos es lo que sentimos, nuestras palabras pueden ser demoledoras y no hay vuelta ni manera de arreglarlo.

Esas palabras producto del enojo están armadas y si no entendemos que son solo descarga quedan pegoteadas en la piel destilando veneno. También nos hiere esa andanada del otro enojado que descarga su ira con palabras de furia, nos hiere si las tomamos literalmente. 

La convivencia es un desafío, siempre cerca, mirando, opinando. Somos uno testigo del otro y vemos esas cosas que no se muestran afuera, las fragilidades, las cobardías, los miedos, las frustraciones, las ilusiones, la tristeza, la desvalorización. En la convivencia se ve lo que uno se guarda cuando sale a la calle. Nos conocemos de memoria el lado oculto, nuestras debilidades, por eso la convivencia es un desafío constante. 

Si nos ponemos severos, si ponemos todo bajo la lente del microscopio ¿quién se salva?. ¿Quién no tiene esa mancha de caca en la bombacha, ese no sé, no puedo, no me animo  eso que no se quiere mostrar para no ser juzgado ni criticado ni opinado? Irritados, cansados o enojados nos desbocamos, perdemos los controles y los frenos. Nos cubre una ola furiosa que nos revuelca, nos enceguece, nos asfixia y decimos cosas de las que después nos arrepentimos porque casi siempre no era para tanto. Explotamos, vomitamos nuestra descarga que era solo enojo, pero si el otro lo toma literalmente, si cree que eso que dijimos era en serio, la herida puede ser mortal. Lo sabemos muy bien porque si tomamos como verdadero lo que el otro nos dice enojado y desaforado nos destroza porque es una evidencia de que no somos queridos. 

La descarga no es una verdadera comunicación. Escuchemos la música no la letra porque las palabras atronadoras.digan lo que digan, solo dicen ¡enojo enojo enojo! 

Cuando le preguntaron a Ruth Bader Ginzberg, jueza de la Corte Suprema en EEUU, cuál era el secreto de su largo matrimonio, respondió sabiamente “ser un poco sorda”. Creo que mi mamá habría dicho lo mismo. 

Cuando no podés comunicar lo único que te queda es ganar

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Te pregunto si se lo dijiste y me contestás: “¡Miles de veces pero no me oye, yo hablo pero no podemos conversar!”. ¿Creés que hablar es conversar? ¿No será que lo hacés para ganar? Veamos cómo funciona la no conversación demostrada por reducción al absurdo. 

Para ganar es preciso estar bien entrenado, tener los reflejos rápidos y la actitud apropiada, listo y afilado el estado de ánimo previo. Así:

  • Entendé todo lo que diga o haga el otro como dirigido a vos, un ataque a tu autoestima, capacidad, inteligencia y atractivo. Olvidate que el otro tiene sus propios problemas, dificultades, necesidades y angustias, vos sos el centro de su vida. Hasta si sufre de algún problema físico te lo hace a vos, a propósito, para molestarte, atraer tu atención y mostrarte que no le servís. 

  • En el sistema planetario familiar sos el sol. No es preciso que digas lo que te pasa, lo que necesitás y estás esperando, lo tiene que adivinar. ¿Cómo no lo va a saber? Si no lo hace es porque es tan egoísta que no quiere y porque no le importás. 

  • No te quiere. Pasá lista y tené  presente todo lo que no te satisface o te molesta de su conducta como evidencia de que no le interesás, no te considera y no le importás. Decitelo varias veces por día, dos o tres veces por hora sería lo ideal. Olvidate de lo bueno que vivieron juntos, no dejes que interfiera en el estiramiento del músculo bélico. Si se te cruza la pregunta de por qué sigue a tu lado, respondete que es por comodidad, miedo o conveniencia. Nunca porque quiera estar con vos.

  • Habituate a revisarle el celular, la computadora, el teléfono y los bolsillos buscando la prueba de que está viendo a otra persona mejor que vos. Si tenés la suerte de encontrarla, pegale un mordiscón y no aflojes, apretá los dientes, quedate ahí, insistí y guardalo bajo la manga para mostrarle lo mala persona que es. 

  • Siempre tenés razón, es un don natural con el que naciste, poseés la verdad de como son las cosas. No te olvides entonces que no sos vos quien tiene que cambiar, es el otro. Y si se opone y discute, es por perfidia, maldad y capricho. 

  • Tiene la culpa. Acentuálo con patologías que te sirvan para probar que está enfermo. Narcisismo, negación, autismo, depresión, aislamiento emocional y tantas otras que, a modo de armas, te permitirán sumar la acusación de locura a la de maldad. No te compadezcas ni intentes ponerte en sus zapatos, mandalo a hacer terapia.

  • Siempre el problema es del otro. Todas las parejas están convencidas de que es preciso cambiar al otro. Sé como todos: creéte que sos de lo mejor, amable, complaciente, tolerante, un océano de comprensión y convencete de que el otro es imposible, hostil, agresivo y maltratador.

Ahora que sos una víctima inocente e indefensa y nadás en la furia tu estado de ánimo está a punto caramelo. Conducta a seguir en el campo de batalla: 

  • Hablá siempre en segunda persona. Enunciá todo lo que decís con un “porque vos…” Nunca uses, ni soñando, la primera persona. Hablá siempre en reclamo, crítica, juicio, queja, que tu dedo erguido señale al culpable. Y sé espontáneo, vomitá lo que se te venga a la cabeza sin filtro alguno, tenés derecho a hacerlo porque sos la víctima. 

  • Jamás menciones lo que necesitás, lo que te gustaría y no podés. Además de que, como ya dijimos, el otro seguro que lo sabe, que no se te vaya a caer la corona hablando de tus miedos y vulnerabilidades. ¡Atención! porque la tortilla se puede dar vuelta, se pondrá en evidencia tu imperfección y te acusará de locura.

  • Arrinconalo, avergonzalo, atacalo activa o pasivamente, desprecialo, a solas y ante los demás, que se vea como una cucaracha infecta, inútil y despreciable. Contale a su familia lo insoportable que es. Amenazalo con separarte y si aún insiste en seguir siendo como es y no cambia, castigalo: vengate, no le hables ni sientas deseo sexual. 

  • Imponete siempre. Nunca digas “por favor”, “disculpame” o “¿puedo?” Sé terminante, respondé con un rotundo ¡NO! que suene a cachetazo definitivo. No vayas a reconocer ni agradecer nada que pudo haber hecho bien, focalizate sólo en todo lo que está mal.

  • Tampoco le tengas lástima ni caigas en la tentación de ser razonable con un  “¿te parece?” o “mmmm… lo voy a pensar” o “no se me ocurrió verlo de esa manera”. Revela tu inseguridad y debilidad cosas que nunca podés mostrar. Tu posición debe ser siempre la del luchador aguerrido, reactivo e impaciente, un gladiador en el circo romano, firme, en guardia, es matar o morir. 

Si mantenés tu entrenamiento al día y persistís en estas conductas tendrás el éxito asegurado, te será imposible conversar, habrás ganado todas las peleas y dejarás a tu alrededor un tendal de muertos. Y los muertos no discuten, ¡siempre nos dan la razón!

A ver si entendiste. “Se lo dijiste miles de veces y no pueden conversar”. Si lo que querés es eso, tendrás que construir un espacio de confianza y aceptación que lo haga posible. Es fácil: no hagas nada, absolutamente nada de lo que dije. 

¡Que es lo que queríamos demostrar!

Fue lo que dije en Vivan las Ideas cuando se habló del arte de conversar:

Vivan las ideas. Espacio de Gerry Garbulsky en Instituto Baikal. Viernes 4 de julio de 2020. Participaron también Christian Carman, Gustavo Faigenbaum y Guadalupe Nogués. El video de mi participación:

Vivan las ideas. Espacio de Gerry Garbulsky en Instituto Baikal. Viernes 4 de julio de 2020. Participaron también Christian Carman, Gustavo Faigenbaum y Guadalupe Nogués. El video de mi participación: