En estos cien meses Después de 100 meses, uno ya no sabe qué más decir.
Se ha dicho todo. En estos 100 meses se ha dicho todo.
Se ha denunciado, se ha expresado el dolor, la rabia, la injusticia. Se ha prometido no cejar hasta el total esclarecimiento, se ha señalado a culpables, instigadores, aprovechadores, obstaculizadores y también a colaboradores, simpatizantes.
En estos 100 meses se ha dialogado con probos y corruptos que juraron, prometieron, insistieron, aseguraron que se llegaría a las últimas consecuencias, que no cejarían en su empeño sin que se castigara a los culpables.
En estos 100 meses se han transitado los vericuetos más que sorprendentes y curiosos que los funcionarios y estamentos de los distintos gobiernos han determinado. Distintos gobiernos, distintos funcionarios, el mismo callejón sin salida, la misma inconducencia; al mismo tiempo, la misma eficacia en tapar, disfrazar, oscurecer.
En estos 100 meses somos testigos de un juicio en marcha, una especie de premio consuelo, con muchos vicios de procedimiento y que juzga aspectos marginales que deja afuera el quiénes, el cómo, el por qué, el cuánto y el con qué.
En estos 100 meses se ha escuchado el desgarrado sonido del shofar semana a semana aullando a voz en cuerno nuestra impotencia por sobre el ruido de las bocinas y la gente que va y viene a nuestro alrededor y no se detiene, salvo algún curioso, a ver de qué se trata, qué hacen estos locos parados en la plaza, con cara seria, con lluvia o con calor, un shofar que a veces se queda afónico de tanto grito al aire, de tanto grito sin destino aparente.
En estos 100 meses hemos unido nuestras voces pidiendo justicia tantas veces, tantas veces, tantas veces que uno se para acá sabiendo que no hay nada nuevo que decir. Memoria Activa: crónica del país
Memoria Activa se ha constituído en testigo, víctima y crónica de estos últimos años de la vida argentina. Las distintas voces que han desfilado por estos micrófonos fueron dibujando en estos 100 meses la trama oculta y desgarrada del día a día de un país que ha perdido su rumbo. Así como las Madres de la Plaza fueron las que se animaron a hablar cuando el resto estábamos paralizados, aterrados de sacar la cabeza no fuera a ser que nos señalaran y nos secuestraran, torturaran y desaparecieran, y fueron las primeras que denunciaron lo que estaba pasando, de modo similar, las voces de Memoria Activa expresaron precozmente lo que hoy nadie duda. Un Estado que no sólo no cobija y protege a sus habitantes, sino que es la misma fuente de las injusticias y los delitos. Fue aca en donde la fiesta menemista dejó ver los entretelones, las trampas y los hilvanes, las manchas de grasa que no se veían por televisión. Fue acá donde la gente venía a poner la cara y el cuerpo y a expresar con su presencia, su profundo desacuerdo con un estado de cosas que nos ha llevado adonde hoy nos encontramos.Y no sólo fue la fiesta menemista. Lo que siguió, y que me eximo de recordar porque confío en la memoria de quienes me escuchan, no sólo no pudo mejorar nada, sino que ahondó aún más la huella que ellos habían marcado.
Lunes a lunes, Memoria Activa albergó los testimonios que reflejaban un país en caída libre. No es difícil de entender cómo no se ha encontrado a los culpables del ataque a la AMIA y a la embajada de Israel en medio de tanto rincón oscuro, de tanta mano sucia, de tanta codicia impúdica. Lo difícil es entender cómo, lunes a lunes, seguimos estando aquí. Lo difícil es entender cómo algunas cosas, a pesar de todo, sobreviven, siguen funcionando, los hospitales, las escuelas, los colectivos, la luz, el teléfono, el gas... Lo que no sabemos es por cuánto tiempo. El huevo de la serpiente
Se le atribuye a Bertold Brecht este texto famoso que tantas veces ha sido citado en este foro público:
Primero vinieron por los judíos, y yo no protesté, porque yo no era judío.
Luego vinieron por los socialistas, y yo no protesté, porque yo no era socialista.
Después vinieron por los sindicalistas, y yo no protesté, porque yo no era sindicalista.
Entonces vinieron por mí, y ya no quedaba nadie que protestara por mí.
Brecht se cansó de negar su autoría de este texto que hoy es universal y que en realidad le pertenece al pastor Martin Niemoeller de la Iglesia Confesional Alemana, luchador por los derechos humanos que sufrió siete años en campos de concentración.
Sí, algo de eso pasó con Memoria Activa y el país. Lo que pasó con los ataques, con los símiles de investigaciones, con los embarramientos de canchas, con las mentiras, con las trampas, pasó con todo el país. Hoy la protesta es de todos. La humillación y la vergüenza
Hoy el país hace agua por todos lados. Lo que hace unos años era una denuncia potente en Memoria Activa, algo que parecía importar sólo a los judíos, hoy es el contexto de todos. Pero ha habido cambios. Hoy el tema ya no pasa por la corrupción, por las estrategias y los negocios del poder. Hoy el tema ha bajado a todos y pasa por la vergüenza y la humillación en especial del desempleo, del país que se ha ido achicando y que nos duele en cada centímetro de la piel. La vergüenza y la humillación pertenecen a la esfera de lo individual, son sentimientos que muchos de nosotros sentimos frente a una realidad que nos es tan esquiva, que nos ha dejado, como el chiste de Jesús caído del crucifijo vagando “en pelotas y sin documentos”. Hoy, pedir justicia, es más que exigir el juicio a los culpables, ahora se trata de la dignidad del trabajo, del sustento diario. La vergüenza y la humillación van minando la autoestima, la dignidad y el honor. Los extranjeros nos dicen que les sorprende cuán severos que somos con nosotros mismos. Vienen y se encuentran con estos discursos, el que estoy haciendo yo en este momento por ejemplo, desanimados, autoconmiserativos, desesperados. Ven gente decente, trabajadora, inteligente, sensible, que se siente idiota por haber creído, que no sabe dónde dirigir su dolorosa desilusión y lo hacen contra sí mismos. Vergüenza y humillación. En carne y viva y llagados. Pido perdón a los que esperan una voz esperanzada, pero lo único que atiné a componer, es estas palabras que me permiten compartir con ustedes mi propio dolor, mi propia vergüenza y mi propia humillación. La continuidad de la vida
Como ustedes saben, soy hija de sobrevivientes de la Shoá. Yo sé de la fuerza de la vida. No puedo dejar de mencionar indicios alentadores que están pasando, las irrefrenable fuerza de la vida. Vemos, sin mucho ruido, el surgimiento de algunas formaciones originales, sorprendentes, con destino aún desconocido, pero que le hablan a nuestra fe en el futuro. Huertas comunales, asociaciones de trueque, cooperativas de trabajo, diferentes organizaciones que buscan salir de la vergüenza y la humillación, con decisión de unirse y prepotencia de trabajo. La vida continúa y la vida misma busca nuevos canales que le permitan vivir. Resistir, siempre resistir
Termino citando al filósofo y epistemólogo Edgar Morin§ que, hablando de este momento del mundo, dice y es mi homenaje a estos 100 meses de Memoria Activa:
“Debemos resistir a la nada. Debemos resistir a las formidables fuerzas de regresión y de muerte. En todas las hipótesis, es preciso resistir. El porvenir ya no es una fulgurante marcha adelante, o más bien, hay que resistir también a la fulgurante marcha delante de las amenazas de sometimiento y destrucción.... Tenemos que resistir sin cesar a la mentira, al error, a la salvación, a la resignación, a la ideología, a la tecnocracia, a la burocracia, a la dominación, a la explotación, a la crueldad. Más aún, debemos prepararnos para nuevas opresiones, es decir, para nuevas resistencias... Aunque deseemos sobre todas las cosas ver el cese de la humillación, el desprecio, la mentira, ya no tenemos necesidad de certidumbre de victoria para continuar la lucha. Las verdades exigentes prescinden de la victoria y resisten para resistir. Pero preparémosnos también para las liberaciones, incluso efímeras, para las divinas sorpresas, para los nuevos éxtasis de la historia... Resistir a la nada. Resistir a las formidables fuerzas de la muerte. Resistir.”
Diana Wang
§ Tomado de “Para salir del siglo XX”, Edgar Morin, citado en “Seis millones de veces uno” de Eliahu Toker y Ana Weinstein, publicación del Ministerio del Interior, 1999, pág.219.