La complicidad de los famosos en la Alemania nazi.

La Folha de Sao Paulo, un importante periódico de Brasil, publicitó su diario con un video clip inquietante. Mientras se ve una imagen de puntos aislados se escucha la voz del locutor que dice: “Este hombre tomó una nación destruida, recuperó su economía y devolvió el orgullo a su pueblo. En sus cuatro primeros años de gobierno el número de desempleados cayó de 6 millones a 900 mil personas. Este hombre hizo crecer el Producto Bruto Interno un 102% y duplicó el ingreso per cápita, aumentó el lucro empresario desde 175 millones a 5.000 millones de marcos y redujo la hiper inflación a un máximo de 25% anual. Este hombre adoraba la música y la pintura e imaginaba, cuando joven, que seguiría la carrera artística”. En ese momento, la cámara se aleja velozmente y lo que parecían puntos aislados se revelan como la cara de Hitler. Sobre esta imagen el locutor dice: “Es posible contar muchas mentiras diciendo solo la verdad”. Este clip permite mostrar de qué forma la propaganda puede manipular la opinión pública y de cuán importante es la visión crítica en todo momento. Pero no es solo mediante la propaganda que algunas ideologías o estados de situación son aceptados de manera masiva. En este sentido, como en tantos otros, la Shoá es un laboratorio impiadoso para los sociedades humanas cuyas lecciones son siempre fértiles y potentes.

Joseph Goebbels comprendió rápidamente que para conseguir el apoyo de las masas, se requería un trabajo descomunal. Desde el Ministerio de Propaganda del III Reich, arbitró todos los medios a su alcance, no solo para que la política nazi fuera apoyada, en especial respecto a los judíos, sino para que las familias alemanas enviaran con gusto sus hijos a la guerra.

La radio tuvo un protagonismo central. También el cine, las publicaciones, los afiches en la calle, los chistes que circulaban, los rumores, todo estaba orquestado para conducir al mismo fin. Pero Goebbels comprendió que no era suficiente. Convencer a las masas requería algo más contundente. El sustento legal proporcionado por el reconocido jurista Carl Schmitt fue solo el comienzo. Para que la credibilidad fuera incuestionable, fue indispensable el apoyo intelectual de artistas, profesores, académicos, deportistas, periodistas; personalidades famosas, gente admirada y reconocida de la vida alemana como el gran profesor y filósofo Martin Heidegger, un artista reverenciado como el director de orquesta Wilhelm Furtwängler, el Ministro de Justicia Franz Gürtner, el campeón de box Max Schmeling, la directora de cine Leni Riefenstahl y tantos otros. Estas personas prestigiosas fueron esenciales para que el nazismo haya sido apoyado del modo en que lo fue. Si gente de este calibre se pronunciaba como nazi, si ofrecía su experiencia, sus habilidades y conocimientos, así como sus voces para difundirlo. El ciudadano común, a duras penas había terminado la primaria, aferrado a su trabajo para el sustento familiar, sin tiempo ni ganas de leer los diarios a fondo y sin posibilidad de conocer los entretelones de las decisiones políticas, recibía estas voces autorizadas com subrayados incuestionables ante los cuales ninguna duda era admisible, ¿quién era él, a fin de cuentas, para pensar de otra manera? El apoyo de estas personalidades era el punto final para conseguir el encolumnamiento mudo y obediente.

Algunos, más de los que uno podría imaginarse, eran nazis declarados y antisemitas fervorosos; para ellos el quiebre del Estado de Derecho y las medidas totalitarias no eran un conflicto moral porque creían que el fin justificaba los medios. Pero para no todos fue igual. Muchas de las personalidades que se prestaron al juego político de Hitler no lo hicieron por convicción sino por temor o por conveniencia poniendo sus principios entre paréntesis. El temor a las represalias fue un estímulo eficaz. Por otra parte, no estar afiliado al partido nazi implicaba una auto exclusión de la vida pública y laboral. No todos los afiliados, en consecuencia, lo eran por identidad ideológica sino porque era una condición imprescindible para seguir ocupando el sitio que ocupaban en la sociedad, en la academia, en las letras, en las artes. Pero también tuvo importancia el cálculo y la auto complacencia, la oportunidad que se les abría a estos personajes respetados para  continuar con sus actividades y para encarar nuevos caminos y desarrollos. El dinero y el apoyo eran un hecho. La tentación era muy grande. El precio era ponerse anteojeras y caminar derechito haciendo lo suyo, no mirar a los costados, tomar por cierto lo que el régimen difundía y quedarse tranquilos, profundizando en su actividad, recibiendo recursos, aplausos y honores a granel. ¿De qué servía mirar los detalles y oponerse al estado totalitario? Cárceles, campos de concentración, torturas, vejaciones, todo caía tal vez en una bolsa rotulada “por algo será” justificadora que no les quitaba el sueño.

¿No veían? ¿No sabían? ¿No les importaba? ¿Cómo podían seguir viviendo como si tal cosa sabiendo que muchas de las ideas que siempre habían sostenido estaban siendo devastadas? ¿Hasta dónde llega una persona, hasta qué grados de egoísmo, ceguera, comodidad en su vanidad desnuda, para permitir lo que siempre había creído que jamás permitiría?

Los seres humanos, a pesar de lo que nos gusta creer sobre nosotros mismos, no somos perfectos a la hora de tomar decisiones. Creemos que analizamos la información de manera objetiva para luego sacar conclusiones pero, lamentablemente y sin que nos demos cuenta, nuestro pensamiento es influenciado por varias alteraciones perceptivas, como por ejemplo el “sesgo de confirmación” (confirmation bias). Merced a este mecanismo, se toma una decisión o se forma una creencia en forma rápida y, a partir de ahí y de manera casi automática, se pone en acción: sólo se ven, registran y procesan las evidencias que confirman la decisión ya tomada. No es que se ignora lo que la contradice, simplemente no se lo ve. Se lo considera una limitación de los procesos cognitivos humanos aprovechada por los ideólogos de los estados totalitarios en sus campañas de propaganda y construcción de consensos.

Como en el video clip de La Folha de Sao Paulo, estos personajes notables puestos al servicio del régimen veían tal vez lo que tenían solo a 2 centímetros de su nariz y habían decidido no ver más allá. Si ellos estaban bien, si ellos podían desarrollar su quehacer que a la larga sería útil a la sociedad, su trabajo era seguir haciéndolo sin oponer esos principios que nadie parecía necesitar o respetar ya. Seguramente justificaban su accionar para que sus principios puestos en el freezer no se lastimaran demasiado y quedaran listos para ser usados, como nuevos, cuando el estado de cosas lo hiciera posible otra vez.  Imagino que se decían que es imposible hacer una tortilla sin romper algunos huevos, que en los avances sociales hay daños colaterales esperables, que para llegar a la sociedad ideal es imprescindible dejar afuera a los que insisten en principios morales inútiles que solo obstaculizan el camino a la felicidad, que es preciso ser duro y paciente porque la retribución será el soñado futuro de la perfección.

El sueño de aquel futuro es hoy una pesadilla que acosa a la Humanidad. La vulnerabilidad de la condición humana que se hizo evidente durante el nazismo no ha cambiado. Cualquiera de nosotros, dadas la condiciones, puede terminar siendo cómplice de algo que denosta sea por interés, temor, comodidad, cobardía o por vanidad. ¿Quién puede tirar la primera piedra? ¡Qué frágiles somos! ¡Con qué poco pueden fragmentarse o perderse nuestras convicciones y principios! Con qué poco.

Lic. Diana Wang

 

Nadie quiere enterrar a Priebke

Carta de Lectores (publicada en La Nación, oct 24, 2013 http://www.lanacion.com.ar/1631829-cartas-de-los-lectores)Nadie quiere enterrar a Priebke. Ningún país lo quiere en su suelo. Como si sus restos humanos fueran tóxicos y amenazaran contaminar la tierra. Los despojos de su cuerpo centenario errarán en consecuencia buscando una hoguera benevolente que deshaga sus acciones y borre todo rastro de su paso por este mundo. Priebke fue un criminal, pero también es el símbolo del perpetrador, el que ejecuta y mata en nombre del Estado. Es contra este mal político, fruto del totalitarismo y de las dictaduras, que se enuncia el "nunca más". Ensañarse con el cadáver de un viejo sería sólo venganza. No permitir que sus despojos sean enterrados en ninguno de los países que podrían acogerlo es, sin embargo, una declaración política. Como el "nunca más"

El perpetrador cree, en el momento de la perpetración, que será impune, que obedecer lo salvará de la responsabilidad y la culpa. El perpetrador no sabe que sus actos seguirán vivos en la sociedad que los ha generado y serán sus hijos y nietos y la sociedad que lo cobijó los que deberán responder, una y otra vez, por sus acciones deleznables y su crimen contra la humanidad.

En discursos sobre la Shoá. Palabras habituales y frases hechas. Reflexiones y sugerencias. 

Introducción

Los actos relativos a la Shoá se multiplican año a año, se suman las conmemoraciones y los homenajes a los sobrevivientes. Al antes solitario acto en honor al levantamiento del gueto de Varsovia ahora se agregan Iom Hashoá en la misma fecha, el Día Internacional del Holocausto en enero, el recuerdo del Pogrom de Noviembre conocido como Kristallnacht en noviembre, el aniversario de la Capitulación de Alemania en mayo, el cumpleaños de Ana Frank en junio y el inicio de la Segunda Guerra en septiembre.

Los sobrevivientes son siempre convocados y se sienten agradecidos por este súbito protagonismo del que son objeto luego de tantas décadas de ausencia. Sin embargo, no se atreven o no quieren expresar públicamente la incomodidad, desazón o molestia que sienten en algunos momentos de los discursos por las imprecisiones, los lugares comunes y las, ya a esta altura, garrafales faltas de pronunciación de los disertantes. 

Todos entendemos que nadie tiene por qué ser un experto en Shoá, que no todos deben conocer las reglas de pronunciación de una lengua tan diferente como el alemán, pero tras tantos años y luego de todo el esfuerzo de transmisión, difusión y enseñanza emprendido, hay cosas que cualquiera que tome la palabra debe saber, en especial si es un dirigente de la comunidad judía y habla en su nombre.  Habiendo recogido el malestar de los sobrevivientes, al que sumo el mío propio, lo que sigue tiene la intención de mover a la reflexión y de colaborar en la fuerza, la potencia y el peso de verdad de las palabras que se enuncian en los momentos en que se honra a los sobrevivientes y a la memoria de la Shoá.

1.- Con las mejores intenciones: frases y lugares comunes.

"No olvidar para no repetir” 

Se repite, lamentablemente se repite, aunque no se olvide, aunque se recuerde, se repite, se sigue repitiendo. La segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI lo prueban con creces. Los genocidios, las matanzas masivas a manos de fuerzas estatales o para-estatales no se han detenido ni tienen la intención de hacerlo. No olvidar es esencial pero parece no ser suficiente. Es necesario enseñar, reflexionar, aprender, trabajar con la conciencia social y la responsabilidad civil, aprender a convivir y a resolver situaciones sin apelar a la violencia. Pero se trata de condiciones que no siempre son asumidas de buen grado por gobiernos, grupos para-estatales o intereses económicos diversos para los cuales, el fin justifica los medios. Y si el fin es, por ejemplo, vender armas, el fin y los medios son los mismos y las víctimas no importan, son solo daños colaterales. Seguir esgrimiendo el no olvidar para no repetir como justificativo de homenajes o conmemoraciones suena tan útil como pedir que llueva con una danza india. Los sobrevivientes agradecen la memoria pero saben en carne propia que la expresión voluntarista peca de ingenuidad y promete algo que no puede cumplir. Los únicos satisfechos son los enunciadores de la frase en la que redondean la idea complaciente de que con el acto ya está, se recordó y eso será suficiente.

"Queridos sobrevivientes” 

Cuando se desliza esta invocación edulcorada, algunos sobrevivientes se sienten incómodos sin saber a ciencia cierta si las palabras son sinceras o si una ligera hipocresía está al servicio de encubrir algunas culpas a ser ventiladas. Culpas por no acordarse de ellos más que en ocasiones de discursos. Culpas por no apoyar sus esfuerzos en la enseñanza y difusión de las trascendentales lecciones que portan. Culpas por haber hecho oídos sordos a sus memorias durante décadas. Y también algún oportunismo. Oportunismo porque ahora tiene rédito ocuparse de la Shoá, invitar a sobrevivientes a exhibirse y brindar testimonios, tomar el tema como si la importancia de la Shoá hubiera sido recientemente descubierta como un bastión garantizado de eticidad. Ayer nomás casi no se mencionaba a la Shoá salvo en la conmemoración del levantamiento del gueto de Varsovia, y mucha gente incluso desconocía que había sobrevivientes viviendo tan cerca. La explosión del tema los ha instalado en el candelero de la comunidad judía que es ahora poseedora de este argumento fuerte desde el cual reclamar, exigir, fortalecerse y tal vez unirse alrededor de un eje sólido y homogéneo. 

Los sobrevivientes, al ser invocados, homenajeados y aplaudidos en sus años de vejez tienen una nueva vida, adquieren un nuevo protagonismo, impensado unos pocos años atrás. Les gusta, pero no siempre se sienten queridos. Distinguen claramente entre palabras y acciones. Se sienten llamados cuando hace falta, mostrados y a veces incluso escuchados, pocas veces atendidos. Por eso, mejor tal vez sería de buen tino ahorrarles lo de queridos. Goles son amores, cambiemos los queridos por acciones que así lo demuestren.

"¡Nunca más!” 

Esta frase es breve, contundente, definitiva. Es potente y suena bien como final de una alocución, como chan-chan que estimula un aplauso enfervorecido. Pero es solo otra expresión de deseo, otra más, que tiene adicionalmente dos aspectos contradictorios:

  • uno positivo, la convención casi universal que instala como inadmisibles los genocidios y crímenes de lesa humanidad y

  • uno negativo, puesto que a pesar de este acuerdo inédito en la historia de la Humanidad, estas cosas siguen pasando de modo que la frase, además de voluntarista, suena a naif, ingenua pero con la ingenuidad proporcionada por la negación de los hechos, porque no solo no es verdad que nunca más sino que lo que sucede es un todavía sigue y seguirá porque no hay perspectiva realística de que se detenga.

Exclamar ¡nunca más! debería ser siempre puesto en su adecuado contexto de deuda de la Humanidad consigo misma y un recordatorio de lo que cada uno, desde su pequeño lugar, podría estar haciendo y no hace. 

"Como ovejas al matadero” 

Ya está explicado hasta el cansancio que los judíos no nos hemos dejado matar, que no hemos ido mansamente como ovejas al matadero, que nos hemos resistido de todas las maneras posibles en aquellas condiciones imposibles, que no hemos sido más cobardes o pasivos que otros pueblos en condiciones similares. Por el contrario, nos hemos rebelado y hemos apelado a luchas inéditas con recursos ingeniosos y que no parecían posibles dadas las circunstancias, que nuestro ejercicio cotidiano de memoria es un ejemplo para otros colectivos sociales que han sido atacados y no han guardado tanto registro documentado como nosotros. Todo esto ya está dicho y probado, cientos de veces, pero seguimos oyendo esta analogía ofensiva con las ovejas que se desprende como sin querer en algunos discursos pretendidamente aguerridos. 

El pueblo judío no es un pueblo de ovejas cobardes, nunca lo fue. Ha sido históricamente un pueblo pacífico y tranquilo que apetecía, solamente, ser dejado en paz, que se le permitiera vivir, desarrollarse y que sus miembros fueran mejores personas allí donde residieran. En sus idiomas construidos en el exilio -idish  y ladino por ejemplo- no existían palabras que denominaran armas porque no las utilizaban en sus intercambios cotidianos con sus vecinos. El pueblo judío ha vivido en distintos lugares, a veces mejor, otras veces peor, pero siempre adaptándose a las tierras donde vivía y, cuando le era permitido, hacía aportes que beneficiaban y enriquecían a todos. La frase como ovejas al matadero encubre una acusación implícita de vergüenza y cobardía que, además de falsa, es ofensiva e injusta y expresa el grado de desconocimiento sobre la conducta de los judíos durante la Shoá. 

"Futuras generaciones” 

El alegato expresado en los discursos es invariablemente para las futuras generaciones, lo que está muy bien porque se trata de nuestros nietos y bisnietos, pero a veces se tiene la sensación que pensar en el futuro encubre el desentenderse del presente. Y sería deseable que, tanto en discursos como en acciones, asumamos lo que podemos hacer hoy para nosotros, para la sociedad en la que vivimos, para hacer de este mundo un sitio más amable donde convivir en paz. La Shoá, con sus múltiples lecciones y ejemplos, aporta una gran riqueza para el trabajo en la formación de seres humanos conscientes de sus responsabilidades y obligaciones para con los demás. Hoy, aquí y ahora. Sería más útil y generoso que en lugar de esperar que las futuras generaciones se beneficien con algo, veamos qué podemos hacer hoy y reemplacemos la frase hecha con una acción concreta, algo pequeño, tal vez tan solo un gesto, que haga alguna diferencia y que porte la fuerza modélica del ejemplo.  Hagamos nuestra la frase famosa del mayo francés seamos realistas, pidamos lo imposible.

2.- Palabras difíciles, disonancias y desafinaciones.

Aunque la pronunciación no es lo central en el mensaje conceptual y ya nos hemos acostumbrado a oír algunas disonancias, es ésta una buena oportunidad para comentar algunas y sugerir, por el bien de algunos oídos sensibles, la manera de evitarlas.

Es habitual que los locutores contratados tengan dificultades con algunas palabras. También algunas personas que no están habituadas a manejar el vocabulario de la Shoá. Las palabras originadas en alemán son particularmente complicadas por las combinaciones de consonantes cuyas pronunciaciones no coinciden con las de la lengua castellana. Y ni qué decir de las polacas.

Decir apropiadamente las cosas connota que quien habla se preocupó por saber cómo se decían, habla de respeto tanto por la temática como por la audiencia. Sería bueno que todo aquel que esté por hablar en público, en especial los dirigentes, y no esté familiarizado con algunas palabras o pronunciaciones que las revise y practique con antelación, para lo cual en las páginas siguientes hay algunas sugerencias. No son muchas las palabras en cuestión, así que es relativamente sencillo su aprendizaje.

Auschwitz 

Es una de las palabras más usadas puesto que representa el símbolo del Mal. Aunque muy conocida, no siempre resulta fácil su pronunciación. Imagino que alguien no habituado, al ver tantas consonantes juntas y tan poquitas vocales, debe ver el conjunto como un enredo paralizante. Es común, entonces, oír que sale del paso lo mejor que puede diciendo, por ejemplo ashuits bajo el influjo de esa w central que atrapa su atención.

Un buen recurso es separar la palabra en dos sílabas, cada una con su particular dificultad.  Veámoslas parte por parte. 

Primera sílaba: au+sch. 

  1. El diptongo au seguido de tres consonantes es un escollo y parece imposible de pronunciarse. Si decimos Mau Mau, náufrago, cauto, auto y después solo au, se ha superado el primer contratiempo.

  2. Atención al problema especial para los francófonos: ven au y leen o, y dicen oshvits. La palabra no es de origen francés, sino alemán, el diptongo au en alemán se pronuncia igual que en castellano: au.

  3. Superado el au, se agrega el sonido sh como quien pide silencio, sh…. porque en alemán sch se pronuncia así. Ahora se une todo: a u s h… y ya está la primera sílaba.

Resumiendo: Ausch se pronuncia a u sh

Segunda sílaba: partícula witz. 

En alemán la w se pronuncia v. Colonizados como estamos por el inglés sale espontáneamente u al ver w, luego witz suele ser pronunciado uits. Pero, como la w se pronuncia v, lo correcto en alemán y la forma en que los sobrevivientes están acostumbrados a oírlo y decirlo es: vits. 

Resumiendo: Witz se pronuncia vits.

Uniendo las dos sílabas: a u s h …. v i t s (recomiendo pronunciarlas de manera separada al principio porque se hace más fácil). 

Es decir: AUSCHWITZ se pronuncia AUSH-VITS. 

Dachau, Buchenwald y Mauthausen

Estos dos campos de concentración no suelen ser citados tan habitualmente pero presentan dificultades similares. En ambas palabras, se agrega al diptongo au y a la w ya encarados la combinación ch, que en alemán se pronuncia j, como en jueves.

Así Dachau une el sonido de la combinación ch, o sea j, con el au ya mencionado en Auschwitz. DACHAU se pronuncia DÁJAU, con acento en la primer sílaba. Recordar los francófonos lo señalado antes frente a la tentación de aplicar las reglas de pronunciación del francés, no es Dajó o Dashó como se oye algunas veces, sino Dájau.

Buchenwald no ofrece dificultades nuevas. Está el sonido de la ch, que es j y la w que se v. BUCHENWALD se pronuncia BÚJENVALD.

Y tenemos a Mauthausen, otra palabra que enreda la mirada del hispano parlante. El diptongo au, como en las palabras alemanas anteriores, se dice au. Pero está la hache después de la t que no se sabe cómo encarar. Para pronunciarlo correctamente es bueno dividir la palabra en Maut y en hausen diciendo MAUT-JAUSEN pero también se puede tomar el atajo de decir MAUTAUSEN como si la hache fuera muda.

Shoá

Poco a poco la palabra Holocausto está siendo reemplazada por la más apropiada Shoá. El conjunto sh con su familiar pronunciación inglesa se pronuncia con un susurro suave, como cuando se pide silencio, shhhhh…! Pero ha cundido una extraña moda en la Argentina que introduce una novedad en la pronunciación y se escucha que las palabras con sh son a veces pronunciadas como y, como en yerra. Así, en lugar de shoá, dicen yoá un sonido ajeno y corrupto. No pasa solo con esa palabra, estos innovadores fonéticos dicen, por ejemplo, yok en lugar de shock o you en lugar de show. Curiosas transformaciones de nuestro idioma en aras de diferenciarse, ser originales, o vaya uno a saber por qué. 

Repito: no es yoá sino shoá. En todo caso, siempre se puede apelar a la vieja palabra que no ofrece ninguna dificultad, aunque no tan apropiada, mejor decir Holocausto que yoá.

Palabras en polaco

Hay otras palabras, en especial ciudades de Polonia y otros países eslavos con dificultades de pronunciación específicas que no encararé acá porque no son palabras usadas frecuentemente en los discursos aunque cada tanto un disertante se ve atacado por alguna cuando tiene que mencionar algún apellido o localidad. Las escalofriantes sucesiones de “eses y zetas”, de “eres y zetas”, de “eses y ces”, los acentos y signos extraños en consonantes, acobardan al más valiente. Por ejemplo Rzeszów, Częstochowa, Zamość, Zając, Łódź se pronuncian de maneras sumamente “creativas” para nuestros hábitos castellanos con sonidos que no acostumbramos a usar.

Conclusión

La súbita y aparentemente progresiva proliferación de actos sobre la Shoá tiene dos caras. Una positiva, puesto que su difusión y conocimiento comienza a trascender la órbita judía y a hacerse patrimonio común. Pero también está la otra cara, la de la mención superficial y hueca que amenaza con ser negativa porque el hablante mismo -máxime cuando se trata de un dirigente o referente de la comunidad judía organizada y está hablando en nombre de la misma- se descalifica en su  elección de frases hechas o en su descuido enunciativo, le resta credibilidad a la Shoá, vuelve trivial el tema, lo abarata y degrada y favorece su dolorosa banalización que seguramente declara lamentar. 

Sumemos al lado positivo, hablemos con propiedad y con respeto si queremos transmitir y enseñar. 

Si queremos honrar a los sobrevivientes, démosles el reconocimiento que les debemos de una manera digna y enaltecedora. 

Diana Wang. Hija de sobrevivientes de la Shoá

Presidenta de Generaciones de la Shoá en Argentina

 

 

Las marcas no se borran. Poema

Captura+de+Pantalla+2021-04-19+a+la%28s%29+19.34.18.jpg

Quedaron marcas.

Marcas de números. Pestilencia y vacío. Humillación

y vergüenza.

Hambre. Frío. Hambre. Dolor. Hambre. Tifus.

Hambre.

Balas. Fosas. Gas. Fuego. Humo.

Trenes. Silbatos. Rieles. Puertas. Gritos. Empujones.

¡Juden Rauss!

¡Derecha! ¡Izquierda! ¡Rechts! ¡Links!

Perros. Látigos. Duchas. Chimeneas.

Cuerpos manipulados, intervenidos, violados, arrasados.

Solos. Aislados. Marcados. Sentenciados.

Asustados. Denigrados. Impotentes. Asesinados.

Decenas. Cientos. Miles. Millones.

¿Millones? ¡MILLONES!

Niños, también ellos. Rubios. Morenos. También ellos.

Todos.

Quedaron otras marcas

en la mano obediente que tomó una aguja entintada y

tatuó la mano de un niño

en la piel del puño ciego que empuñó la palanca que

abrió el tubo para que saliera el gas 

en la retina del ojo de quien vio toda esa vergüenza

amontonada en cadáveres

en el alma envilecida de aquel país culto y arrogante

que fue nido de semejante espanto

en la memoria travestida de inocencia de los testigos

que no supieron ni vieron, que no pudieron o, Dios los

perdone, no quisieron,

en la memoria de los herederos de esas marcas y de los

herederos de quienes las hicieron.

Las marcas no se borran.

Ni las unas -dolientes-, ni las otras -asesinas-.

No se borran. Se ahondan. Siguen vivas.

Marcas instaladas en la memoria de la humanidad

como la irrevocable, imperecedera e incobrable deuda

moral que ha dejado esta evidencia de lo que humanos 

pueden hacerle a sus hermanos, los humanos.

¡Oid mortales!

Las marcas no se borran.

Autoras Aida Ender y Diana Wang

Publicado en el Cuaderno de la Shoá 4 sobre “Deshumanización”.

Presentación de Historia de la Solución Final, libro de D. Rafecas

rafecasA los rayos, esas manifestaciones esperables en las tormentas eléctricas, se los  llamó fatídicos cuando no se sabía de dónde venían, por qué ni como caían, eran fatídicos, no se los podían anticipar o impedir. ¿Era pura maldad de la naturaleza, algo azaroso? ¿se trataba quizá de un castigo divino? Por las dudas rezaban, hacían ofrendas, súplicas y promesas. Pero los rayos fatídicos eran sordos y perversos. No solo seguían cayendo sino que encima se ensañaban con las iglesias que solían estar en el punto más elevado de los poblados. Recién en el siglo XVIII Benjamín Franklin descubrió y comprendió como se generaban, por qué caían e inventó el pararrayos. Así fue vista la Shoá durante varias décadas, como un rayo fatídico que había caído sobre la Humanidad, una desgracia insólita, inédita, inasible e imposible de comprender. Nuestro problema es que, igual a lo sucedido con el rayo, mientras siga siendo fatídico, mientras no se conozca su mecanismo de generación, seguiremos estando a su merced. Rezar y hacer ofrendas calmará a quien lo hace, le dará el consuelo o la ilusión de estar haciendo algo, pero no lo detendrá. Si la Shoá no tiene explicación, si no se la estudia, analiza y comprende, no habrá forma de predecir ni te implementar las políticas necesarias para hacer más difícil su repetición o para atenuarlo sus efectos. De hecho, los genocidios no se han detenido después del nunca más de la Shoá.

Nos ha llevado décadas introducirnos en la tortuosa realidad generadora de la Shoá. Cada vez que escucho nunca más tengo ganas de llorar y miro con tristeza y desazón a quien lo enuncia. Cuando se trata de un político, la tristeza se vuelve terror, porque un político no puede no saber que los enunciados voluntaristas no cambian la realidad. No sé si habrá alguna vez un nunca más, lo dudo mucho, pero de lo que sí estoy segura es de que no lo habrá hasta que no nos metamos en el barro pringoso del ejercicio del mal como una práctica política y socialmente aceptada y aprendamos alguna lección.

A medida que la sociedad humana fue saliendo de su estupor ante la enormidad de lo sucedido, los académicos e historiadores, sacudiéndose aún las cenizas de los hornos crematorios que llevaban pegadas en sus inútiles papers de preguerra, abrieron documentos, procesaron datos, conocieron contextos, empezaron a quitarle lo fatídico al rayo. Se comienza a vislumbrar cómo, por qué y para qué se gestó y llevó a cabo la Shoá.

Estudiar la Shoá implica necesariamente compararla con otros genocidios. Hay quienes creen que no es lícita una tal comparación, que su unicidad es incontrovertible e incluso que sería una ofensa a la memoria de los asesinados el mero intento de encarar su comprensión, que comprender equivale a justificar y eso es inadmisible. Otros académicos piensan diferente, creen que nuestra única oportunidad como civilización es comprender qué pasó.

La Shoá ha sido un genocidio y como tal es comparable con otros, aunque es preciso reconocer sus aspectos distintivos que la hacen única. No me extenderé sobre ello pero quiero puntualizar que no es única por la cantidad de personas asesinadas ni por las atrocidades cometidas o los métodos empleados. Es única porque es la primera vez en la historia que el blanco era todo un pueblo, sentenciado por su partida de nacimiento, por haber nacido judío. Es única porque era no había límites geográficos ni nacionales, el judío lo era genéticamente, sería alcanzado viviera donde viviera. Es única porque no hubo como en los otros genocidios, motivos pragmáticos: ni económicos, ni geopolíticos, ni religiosos; la razón fue puramente ideológica y delirante. Por un lado la teoría "racial" en la que se basó el proyecto de reingeniería humana del Reich y por el otro la supuesta conspiración judeo-bolchevique que se cernía sobre el mundo. La teoría “racial” es una superchería científica, así como la conspiración judeo-comunista-capitalista, tristemente difundida por los Protocolos de los Sabios de Sion. Dos delirios sin asidero alguno. Ninguna razón pragmática real. Por todas estas razones es única. Pero, como dice Yehuda Bauer, aunque la Shoá no tuvo precedentes, es un precedente, una inquietante advertencia que no podemos darnos el lujo de desoír. Sabemos que esto, y cualquier otra cosa, por más inimaginable que parezca, puede pasar.

La Shoá se estudia y enseña aislada de la II Guerra. El trabajo de Daniel Rafecas tiene la originalidad de centrarse en la relación entre estas dos guerras,  la guerra mundial y la guerra contra los judíos. De evento en evento, de decisión en decisión, va mostrando como las incidencias políticas y bélicas fueron torciendo las intenciones nazis que terminaron en el asesinato masivo. Los motivos eran delirantes, pero la secuencia y planificación fueron racionales. Esta racionalidad es uno de los aspectos más aterradores del libro. La idea del exterminio no estaba al principio, fue consecuencia de un proceso que Daniel Rafecas sigue paciente y firmemente. Basado en pruebas documentales vislumbramos las internas de la jerarquía nazi y sus encrucijadas cuando las derrotas bélicas impidieron resolver el problema judío mediante la expulsión.  El Ejército Rojo, con su impensada y heroica defensa, paró el avance avasallador de la Wehrmacht. Mientras los soviéticos se resistieran no había donde enviar a tantos millones de judíos. Había que encontrar otra manera. Así se llegó a la decisión del exterminio, que debía ser sistemático, eficaz, rápido y económico.

Daniel Rafecas es abogado y docente, mira y piensa como juez, dialoga con el material mediante la indagación. Estos documentos áridos se dejan leer con facilidad gracias a la escritura diáfana del libro y su propósito pedagógico. Se sigue como una novela policial o, mejor aún, como una tragedia griega: uno sabe que muchos van a morir, que el éxito del asesino no será total y que al final será descubierto y castigado. Igual que ante una tragedia griega, uno acompaña la progresión de los hechos con la desesperación de saber que no se podrá torcer el destino fatal de las víctimas, que nada podía detener esta lógica alocada y devastadora.

Este libro se inscribe en el contexto de los nuevos descubrimientos, archivos, documentos, fosas comunes que hablan de un pasado que espera ser abierto y comprendido. Los elementos que nos propone La historia de la Solución Final serán, sin duda, una de las columnas conceptuales constitutivas del tan ansiado pararrayos. Creo que es de lectura y estudio imprescindible y que debiera ser bibliografía obligatoria en las clases de historia así como ya está sucediendo en algunas escuelas.

Por último, comparto con ustedes algo personal. Quiero, admiro y respeto a Daniel y me siento honrada de contar con su amistad y cariño y conmovida al ver el modo en el que se relaciona con los sobrevivientes, que lo aman. Como hija de sobrevivientes de la Shoá para quien este es un tema que atraviesa mi propia vida, siempre le pregunto a Daniel –y espero que me disculpe por volver a hacerlo públicamente- qué tipo de enfermedad mental le hizo abandonar la comodidad del mundo conocido de la docencia y las leyes para meterse en el barro del MAL desatado. No les voy a contar lo que suele responderme. Me gustaría que quiera hacerlo él.

Graciela Fernandez Meijide - Daniel Rafecas - Diana Wang - Ricardo Hirsch. Presenta: Luis Mesingyer

 

 

 

Colegio Pestalozzi. 10 de Abril 2013.

Lo dijo el Papa Francisco

Pogrom nov 2012 En noviembre del 2012 se conmemoró en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires el Pogrom de Noviembre (conocido por el nombre que le dieron los nazis, Kristallnacht). Como Presidenta de Generaciones de la Shoá fui invitada a encender una de las velas. Fue raro, fue fuerte, fue extraño verme allí. Una judía, hija de sobrevivientes de la Shoá, tan pequeña en ese recinto inmenso e imponente, subiendo al estrado (¿se llamará así?) con las piernas un tanto temblorosas y el corazón al galope y luego el encendido de la vela entre las cruces, los santos, los pisos de venecita y los dorados por doquier.... ¡Ay, si me vieran mis padres! atiné a pensar...siempre me contaban del antisemitismo rabioso y esencial de los curitas polacos.... ¡Ay! si me vieran...! En su nombre subí. Y en el nombre de todos los nuestros que fueron inmolados siglo tras siglo por las acusaciones antisemitas.

Las prédicas estuvieron a cargo del entonces Cardenal Jorge Bergoglio y del rabino Alejandro Avruj. Fueron dos prédicas medulosas, intensas, valientes y conmovedoras. Bergoglio mencionó el antisemitismo que durante siglos llenó de oprobio a la Iglesia y habló de la necesidad de insistir en el espíritu de Nostra Aetate luego del Concilio Vaticano II que empezó a cambiar las cosas.

Que alguien que dijera eso sea hoy Papa, me llena de esperanzada alegría. Un prejuicio tan fuerte e insistentemente propagado (la propaganda viene de ahí, de la "propagación de la fe" que hacía la Iglesia), regado, ilustrado y aplaudido desde fines del siglo IV con el Imperio de Constantino, no se disuelve solo con buenas intenciones. Pero es un comienzo. Y me gusta.

(Se lo ve en la foto, sentado detrás, repasando sus notas manuscritas, para la prédica que está por hacer).