Silencio y Palabras. Sobrevivientes de la shoá en Argentina

SILENCIO Y PALABRAS. SOBREVIVIENTES DE LA SHOÁ EN ARGENTINA[1]Diana Wang[2]

“Perdoname, perdoname” decía la voz de mi madre, desgarrada, por teléfono ese lunes a la mañana “no sabía que iba a pasar esto. No sé por qué nos odian. Otra vez. No sabía. Perdoname que te traje a este país. No sabía”. Sin comprender lo que sucedía, esperé hasta que se hubiera calmado y entonces supe: “destruyeron la AMIA[3]. Otra vez nos quieren matar”.

Por qué Argentina. Vinimos de Polonia a la Argentina en 1947. No habíamos elegido venir acá, fue el último recurso luego de la imposibilidad de ir a Israel o a los Estados Unidos. En la Europa arrasada y caótica de la posguerra emprendimos una búsqueda desesperada de visas. Sólo pudimos conseguir una para Paraguay, palabra que evocaba frutas exóticas, imágenes desconocidas. El barco se detenía en el puerto de Buenos Aires. En Buenos Aires, que hacía pensar en prostíbulos y delincuencia, vivía una amiga de nuestra ciudad. Ante la incertidumbre y las búsquedas sin rumbo, nos quedamos. Ilegales primero, reconocidos un poco más tarde, nos establecimos aquí con la esperanza de comenzar de nuevo. No sabíamos entonces que había una expresa prohibición para el ingreso de judíos. No sabíamos que mientras nuestro ingreso no era permitido, el gobierno de Perón buscaba activamente la entrada de nazis. No sabíamos muchas cosas que después fue imposible no saber.

Un punto de inflexión. Para mi familia, una familia de sobrevivientes como tantas otras, la destrucción de la AMIA -47 años después de nuestro ingreso al país- fue un punto de inflexión. La vida normal vivida hasta entonces, que implicaba el “olvido” de lo sucedido en la shoá, se trastocó de cuajo. El pasado volvió con una fuerza incontenible.

Las familias de sobrevivientes se comportaron de maneras diversas. Muchos, la gran mayoría, habían guardado un preservador silencio en los cincuenta años posteriores a la Shoá. Silencio incompleto, por supuesto, silencio fragmentado y que derramaba contenidos a menudo inexplicados, pero un silencio que se desbordó en 1994[4].

LOS AÑOS DE SILENCIO Es difícil conocer la cantidad de judíos ingresados en la Argentina entre 1945 y 1950. Muchos lo hicieron de manera ilegal con lo cual no han quedado registros precisos. Sabemos que adoptaron distintas formas para integrarse a la sociedad argentina en relación a la decisión de vivir como judíos en esta nueva vida. Algunos optaron por el ocultamiento de su identidad, como sucedió durante la Inquisición con los judíos españoles y portugueses, mezclándose con el resto de la sociedad (algunos de sus hijos soy hoy los que buscan conocer la historia, rearmar el rompecabezas de su origen y condición). Otros, eligieron un camino más suave; sin renegar, evitaron la exhibición de su condición judía y la participación en alguna institución comunitaria. Y otros, se asumieron plenamente como judíos e intervinieron con distintos niveles de la vida comunitaria.

Diferentes caminos. Estas diferencias pueden ser encontradas en los distintos países que alojaron a los sobrevivientes. Debemos resaltar que los judíos, tanto antes como después de la Shoá, no han sido un grupo monolítico ni homogéneo. No todos los judíos europeos habían intervenido de la misma manera en la vida comunitaria en sus lugares de origen. También hay que tomar en consideración la crisis de fe de muchos sobrevivientes que no podían responderse a la pregunta de dónde había estado Dios durante la Shoá. Esa ausencia de respuesta los condujo a un profundo y doloroso descreimiento. Otros sobrevivientes, tomaron la decisión de alejarse de cualquier manifestación judía con la ilusión de que, si no vivían como judíos, protegerían a sus hijos de los sufrimientos que habían pasado ellos. En todo el mundo, los judíos entablaron juicios comunitarios debidos a acusaciones de colaboración con los nazis sobre algunos sobrevivientes. Muchas de estas acusaciones fueron falsas, pero la ordalía de los juicios y el tener que probar la inocencia condujo a algunos sobrevivientes a desconfiar de los organismos comunitarios como espacios protectores.

Argentina, tierra de diversidades. Pero hay ciertas particularidades vividas específicamente en la Argentina para comprender las diferencias de integración de los sobrevivientes a la vida judía y su largo silencio. A diferencia de otros países latinoamericanos, la cultura en Argentina tuvo una clara hegemonía europea. La comunidad judía argentina ha sido muy numerosa, multifacética y de una gran pluralidad política y cultural. Religiosos y no religiosos, de izquierda y de derecha, sionistas y no sionistas, idishistas y hebraístas, sefaradíes y ashkenazíes, la expresión judía en la Argentina ha cubierto casi todos los aspectos de su vida cultural y profesional. Esto puede corresponder a cualquier gran población cosmopolita, pero hay factores que distinguen a los judíos argentinos de otros: el enorme poder de la Iglesia Católica local, el terror y la represión sufridos en la Guerra Sucia (la Dictadura Militar entre 1976 y 1983) y los dos grandes ataques antijudíos, la destrucción de la embajada de Israel en 1992 y la de la AMIA dos años después, el mayor ataque sufrido por la comunidad judía después de la Shoá.

Antisemitismo. Argentina es una sociedad eminentemente católica y los argentinos católicos han recibido por siglos sermones antijudíos en las iglesias y las pequeñas parroquias. Los judíos éramos mirados, aunque no explícitamente, con desconfianza y sospecha. Si bien los ataque antisemitas eran, salvo algunas excepciones, verbales, había posiciones que nos resultaban inalcanzables, lugares donde no podíamos pertenecer. El argentino común, descendiente de italianos y españoles llegados en la gran ola inmigratoria de fines del siglo XIX igual que muchos judíos, es tolerante y amable; tiene un antisemitismo que llamaría latente pero que, hecho conciente, no reconoce ni defiende. Los focos antisemitas en la actualidad pueden ser hallados en las fuerzas de seguridad especialmente, la policía, el ejército, las fuerzas “protectoras” de la sociedad y en grupúsculos marginales acotados.

La Guerra Sucia. Durante la dictadura militar que sufrió la Argentina entre 1976 y 1983, un altísimo porcentaje de los desaparecidos era judío. Según el informe de la CONADEP, Nunca Más[5], sobre la cifra estimada de 30.000 desaparecidos, más de un 10% eran judíos -diez veces más que la proporción en relación a la población general.

Fela es frágil, pequeña y canta con nostalgia y melodiosidad las viejas canciones húngaras de su infancia en Budapest. Sobrevivió a Auschwitz, o, como ella suele decir “siguió viviendo”. Llegó a la Argentina en 1948, se casó, tuvo tres hijos, un varón y dos mujeres. En agosto de 1976 su hija mayor, que estaba por casarse, no volvió una noche de la universidad. Cuando la espera se hizo insoportable, dada la dictadura militar, Fela comenzó a llamar a las amigas. Nadie sabía nada, la hija había salido de su clase como siempre, a la misma hora. No volvió esa noche. Lo que siguió fue lo que tantas madres pasaron: búsquedas en oficinas, en destacamentos, malos tratos, ninguna explicación ni noticia. Fela se unió al primer grupo de lo que después se llamó Madres de Plaza de Mayo. Su propia vida no tenía importancia, no temía los riesgos de su búsqueda: debía encontrar a su hija. Luego de varias semanas milagrosamente lo consiguió. Tuvo la suerte que otras madres no tuvieron. Lo curioso es que Fela no lo quiere contar (éste no es su nombre verdadero porque prometí guardar el secreto de su identidad).´No lo quiero contar´, me dice, ´porque nunca se sabe qué es lo que puede pasar en el futuro y no quiero poner en peligro su vida ni la de sus hijos´. Los judíos, como prisioneros, sufrían torturas suplementarias, más humillaciones y crueldades que los demás[6]. Esto fue para los sobrevivientes una confirmación de lo peligroso de mostrarse judíos, peligro que podía hacerse extensivo a los hijos. Algunos sobrevivientes han tenido, efectivamente, la cruel desdicha de haber tenido hijos en condición de desaparecidos y siguen sin saber nada de ellos. No hay datos ciertos sobre su número porque como Fela, muchos no lo han querido contar. Conozco personalmente unos diez casos así que supongo que habrá algo más que eso.

LA RUPTURA DEL SILENCIO Los judíos ganan la calle: AMIA. El atentado y la impunidad posterior que aún persiste han instalado el tema de los judíos en la Argentina como nunca antes había sucedido[7]. La sede de la AMIA era el corazón de la vida social judía. El golpe ha sido tan profundo que los judíos en pleno nos volcamos a las calles a demostrar nuestra oposición e indignación. Nunca como antes la presencia judía fue tan evidente para los argentinos. Nunca como antes la presencia del sentimiento antijudío fue una realidad más evidente para los judíos. Nunca como antes muchos argentinos no judíos pudieron expresar su repudio a semejante ataque. La palabra “judío” empezó a ser pronunciada con un tono renovado. Había sido hasta entonces, una palabra que, pronunciada, afectaba al resto del discurso de un modo muy particular. Se empezó a llamar “judíos” a los judíos en lugar de los eufemismos habituales, israelitas, hebreos, paisanos, rusos. Comenzamos a salir a la luz, a exponernos en tanto judíos, a ser escuchados en tanto judíos, tal vez, por primera vez, a ser conocidos. También nuestras instituciones adquirieron un lugar protagónico en los centros urbanos porque están protegidas por bloques de cemento para impedir otro ataque con un coche bomba como los sucedidos. De esta manera, nuestros lugares, con la pretensión de ser preservados, están marcados. Una re-edición lúgubre de la estrella con la palabra Jüde.

La legitimación de Spielberg. No sólo el atentado a la AMIA, “La lista de Schindler” tuvo también un peso decisivo en la apertura del dique tras el cual los sobrevivientes vivían protegidos de sus recuerdos. Fue en ella que por primera vez se vieron legitimados y pudieron hablar. Así como en otras partes del mundo, el film de Spielberg legitimó la existencia de los sobrevivientes de la shoá y les permitió salir del encierro del silencio.

Nuevos oídos. La sociedad, paralelamente, se mostró progresivamente interesada en conocer nuestras experiencias. Fuimos y somos llamados a escuelas y diversas instituciones, judías y no judías. Los sobrevivientes tienen hoy presencia en la sociedad en general. Distintos grupos e instituciones que se ocupan de estos temas[8] llevan adelante la tarea de difusión y de enseñanza en ámbitos judíos y no judíos[9].

Hoy, nuevos problemas. La Argentina está viviendo su cuarto año de recesión económica. Esta profunda crisis ha destruido prácticamente a la clase media y muchos sobrevivientes enfrentan nuevos desafíos y penurias. La devaluación sorpresiva, el desempleo, el elevado costo de los gastos en general y los médicos en particular, resultan en que un tercio de los sobrevivientes deben recurrir a la ayuda económica. Pueden cubrir sus necesidades básicas gracias a la Fundación Tzedaká de Buenos Aires que distribuye el dinero provisto por organizaciones judías locales e internacionales. Por otra parte, los sobrevivientes, como tantos adultos mayores en Argentina, ven a sus hijos y nietos en un camino de emigración, con lo cual deben vivir, otra vez, el desgarramiento que implica la separación de sus seres queridos. Según estimaciones, cerca de 200 hijos y nietos de sobrevivientes de la Shoá están entre los 20.000 judíos que se fueron de la Argentina en los últimos dos años.

Las siguientes generaciones. Hoy los sobrevivientes de la Shoá saben que el destino de la memoria está en nuestras manos, en las manos de sus hijos y de sus nietos, acá o donde sea que la vida nos haya llevado. Igual que en otras latitudes, en la Argentina algunos de sus descendientes asumimos nuestro lugar en la cadena dorada con la esperanza de dejar nuestro mensaje ético y humanista.

[1] Versión en castellano del texto publicado en “Jewish Renaissance. Summer 2003”, Julio 2003, Londres como “Silence an Speech, Holocaust Survivors in Argentina”. [2] Con la colaboración editorial invalorable de Natasha Zaretsky , doctoranda en antropología en la Universidad de Princeton -su tesis está centrada en la memoria y la violencia en la comunidad judía de Buenos Aires-, quien, con calidez y paciencia, mejoró mi versión en inglés e hizo algunas sugerencias muy atinadas respecto del texto. [3] AMIA, Asociación Mutual Israelita Argentina, institución social y cultural central de la comunidad judía. Se ocupa de la red de escuelas judías, de los cementerios, de la cultura y las artes, de la asistencia social de los necesitados y enfermos, bolsa de trabajo, el sostén del asilo de ancianos, la biblioteca, la vida cultural, la representación comunitaria. [4] En “El silencio de los aparecidos” Acervo Cultural, Buenos Aires 1998, describo las diferentes razones –personales, familiares, sociales- para este silencio. [5] Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la desaparición de personas. Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1984 [6] Mario Villani: Nazismo y antisemitismo en los campos de concentración de la Argentina. Informe presentado al Juez Garzón, Madrid, España, en abril 1999 y en el Ministerio de Justicia de Israel con la intención de someter a los genocidas a juicio en un tribunal internacional, cosa que aún no se ha conseguido. [7] Es imprescindible mencionar, que durante los años de la dictadura militar, hubo una reacción de algunos miembros de la comunidad judía liderados por el Rabino Marshall Meyer y el periodista Hermann Schiller y crearon el Movimiento Judío por los Derechos Humanos, que tuvo el coraje de exponer sus denuncias y exponerse a pesar del enorme riesgo que ello implicaba en aquellos momentos. [8] Sheirit Hapleitá, la Fundación Memoria del Holocausto-Museo de la Shoá, el proyecto de tomas de testimonios de la Survivors of the Shoah Visual History Foundation de Spielberg, Fundación Raoul Wallenberg, Centro Simon Wiesenthal, March of the Living, grupos de Niños de la Shoá y su film testimonial “Aquellos niños” dirigido por Bernardo Kononovich y el grupo de segunda generación de sobrevivientes [9] El pasado martes 15 de abril, el grupo “Niños de la Shoá en Argentina” ha sido honrado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires por su trabajo en la “construcción de una Argentina ética y humanista” en un acto público en el que cada uno de sus miembros recibió de manos de los legisladores un diploma de agradecimiento. La mayoría de los honrados había entraron ilegalmente al país dado que la política de inmigración de entonces prohibía el ingreso de judíos. El reconocimiento oficial habla a las claras del cambio en la relación no sólo de los judíos con las esferas oficiales sino específicamente de los sobrevivientes de la Shoá respecto al sentido de testimoniar su experiencia.

Memoria Activa, discurso 2003

El doceavo mandamiento: no serás víctima. Era 1938. Sigmund Freud estaba por abandonar Viena, su Viena querida. Tenía 82 años. Había rechazado las reiteradas invitaciones para establecerse en el exterior porque consideraba que Austria era su lugar a pesar de haber sido echado de la Universidad, a pesar de que sus libros habían sido quemados por difundir la ciencia judía. Cuando una de sus hijas, Anna, fue detenida por la Gestapo, decidió que era suficiente, que debían irse. La escena es en la puerta de su casa en el 19 de la Bergasse. Freud sale de allí para siempre rumbo a Inglaterra. En la calle está el camión cargado con todas sus pertenencias, y se acerca un oficial uniformado quien, gentil pero firmemente, le dice “firmeg esto” y le entrega un papel. Freud comprende que es su salvoconducto, la condición para poder alejar a su familia del peligro. Lo lee. El documento era una declaración delirante sobre el excelente trato deparado por las autoridades alemanas, y dejaba constancia de que abandonaba Austria por su propia voluntad y en total libertad. Freud se encontró ante un dilema. Si, luego de las humillaciones sufridas, firmaba semejante barbaridad, excusaba a los nazis de todo lo que le habían hecho y dejaba un testimonio falso de su proceder. Pero, si no lo firmaba, estaba claro que ni él ni su familia podrían ponerse a salvo. Luego de un instante de reflexión, con una sonrisa en los labios dijo: “Firmaré esta declaración con mucho gusto Sr Oficial. ¿Me permite que agregue algo?”. El oficial aceptó de buen grado, y Freud agregó: “y puedo recomendar a los nazis a todo aquel que así lo solicite”. Con lo cual, magistralmente, resolvió su dilema, pues firmó la declaración según se le exigía y al mismo tiempo, aunque aparentemente la confirmaba, la descalificó de plano y desnudó la maniobra al incluir la palabra “recomendar”.

La carta pretendía ponerlo en un callejón sin salida. No sólo lo obligaba a testimoniar sobre la “cordialidad” de los nazis y su “don de gentes”, sino que lo instalaba en el lugar de la víctima, de alguien que está con las manos atadas y que no puede más que someterse pasivamente a lo que sucede. Con una magistral maniobra, no aceptó ese lugar y, al mejor estilo de los yudokas, invirtió las posiciones: de víctima se volvió en denunciante.

Los judíos hemos sido caracterizados muchas veces como víctimas. Para muchos, incluso para muchos judíos, la condición de víctima es parte central de su identidad. Eliahu Toker y Rudy acaban de nacer su segundo libro de humor judío. El título es un milagro de inteligencia y síntesis: “El pueblo elegido y otros chistes judíos”. Hay allí la famosa frase atribuida a Billy Cristal que dice que las fiestas judías se pueden resumir así: nos quisieron matar, no pudieron, a comer! El humor judío, tan revelador de nuestra fibra más íntima y vulnerable, tan impúdico en mostrarla, es elocuente: nos vemos a nosotros mismos como víctimas. En nuestro diálogo con Dios, ese diálogo personal que todo judío siente que tiene el derecho a tener, sea creyente o no, lo increpamos en primera persona, le reclamamos, ya sin ningún humor, ¿por qué hemos sido elegidos, por qué la gente no mira para otro lado y busca a otro pueblo con el cual agarrársela, qué tenemos de atractivo, cuál es el imán? En lugar de la marca de Caín, ¿cuál es la marca de Abel que llevamos en la frente?

Freud con su magistral maniobra, no acepta inscribirse en la condición de víctima, se sacude la impotencia, la desesperanza.

Es lo que siento cada lunes acá, en esta plaza. Memoria Activa también se ha sacudido el lugar de víctima. La víctima es pasiva, la víctima es inerme, la víctima se encierra para lamentarse, la víctima es impotente, la víctima, para seguir siendo víctima sólo puede llorar y aguantar. La condición de víctima nos ata las manos porque desde la posición de víctimas, estamos en manos del otro, dependemos de sus decisiones y conductas, nos anulamos como sujetos de acción y pasamos a estar objetos del otro. La condición de víctima, si bien para algunos pueda ser un espacio seguro de identidad porque es el conocido, nos hunde más y más en el regodeo del sufrimiento. Porque para seguir siendo víctimas, hay que mantener bien vigente el sufrimiento, no hay que emprender ninguna acción para cambiar nada, sólo sentarse a esperar la siguiente situación de ser victimizados, dicho así, en voz pasiva.

No es lo que pasa en Memoria Activa. No es el espíritu de esta gente. Lejos de guardarnos escondidos en un lamento perenne, el grito de “justicia, justicia perseguirás” invoca a la acción. Para perseguir hay que moverse, hay que caminar, hay que hacer, interpelar, reclamar, protestar, insistir, ser obstinados, inventar recursos, adivinar brechas. En este camino, lo que estamos haciendo, como Freud en la escena que describí, es salir del rincón supuestamente seguro y protector de la víctima al espacio inclemente de la calle, al aire libre de las bocinas y la gente que pasa pensando en otra cosa. Este movimiento es un riesgo, ocupamos espacios que no nos son tradicionales, espacios en los que decimos “judío” así, desnudo, sin necesitar de otros eufemismos más delicados, para que suene mejor. Nos hemos vuelto visibles de un modo que antes no había sucedido.

Siempre recurro a la Shoá, no sólo porque es parte de mi vida, sino porque sigue siendo una fuente inagotable de lecciones y aprendizajes. Algunas personas, no muchas, conocen cómo vivían los judíos en los guetos de la Europa ocupada por los nazis. Lo que pocas personas saben es todo lo que hicieron los judíos, además de los conocidos levantamientos, para salir de la condición de víctimas, las innumerables resistencias que emprendieron. Déjenme mencionar tan sólo algunas: mantenían escuelas clandestinas, conferencias, conciertos, debates, coros, decenas de publicaciones, redes de ayuda social y comunitaria, comedores populares, enfermería y medicina social, grupos de trabajo y de cuidado de niños. No aceptaron ser víctimas, no fueron pasivos, no había calles exteriores donde salir a demostrar a los no judíos, pero hicieron de las vidas de los que estaban en los guetos un espacio de dignidad que hoy reeditamos acá, ya no en un gueto sino en la calle, al aire libre, públicos y expuestos.

La Shoá sigue siendo una escuela tanto de lo peor como de lo mejor del ser humano. Voy a terminar con una cita del profesor Yehuda Bauer, erudito historiador de la Shoá, que propone que agreguemos tres mandamientos a los diez existentes:

Décimo primero: “Tú y tus hijos y los hijos de tus hijos no serán nunca perpetradores”;

Décimo segundo: “Tú y tus hijos y los hijos de tus hijos no permitirán jamás ser convertidos en víctimas”; y

Décimo tercero: “Tú y tus hijos y los hijos de tus hijos no serán nunca jamás observadores pasivos de asesinatos masivos, genocidios o –ojalá que nunca más suceda- una tragedia como la que fue el holocausto”.

Estos nuevos mandamientos le hablan a nuestra responsabilidad, tanto individual como social y querría que fueran enseñados en las escuelas, rezados en las oraciones, repetidos e incorporados a la ética humanista. Situaciones como la Shoá, como la Guerra Sucia que sufrimos los argentinos, los atentados y las oscuras complicidades de los perpetradores, y todas las situaciones de victimización, que son infinitas, que siempre se renuevan, sostenidas en la codicia, en el ansia de poder, nos fuerzan a revisar nuestra conducta constantemente y a medir cada paso.

Memoria Activa viene honrando estos tres nuevos mandamientos. El onceavo porque hace un firme rechazo y denuncia de las conductas criminales de los perpetradores. El décimo tercero porque ésta ha sido tribuna de denuncia de cuanto ataque ha sufrido la comunidad argentina y muchas veces la internacional, en formas de asesinatos, masacres y ejercicio criminal del poder. Pero en donde Memoria Activa es un ejemplo, es en relación al doceavo mandamiento, aquél que dice, y lo repito, “Tú y tus hijos y los hijos de tus hijos no permitirán jamás ser convertidos en víctimas”. Memoria Activa es un ejemplo de rebelión contra la victimización. Aún cuando la justicia perseguida nos sea esquiva, el sólo hecho de no aceptar ser víctimas, es un hito en la órbita de lo judío. Y el no aceptarse como víctima es un acto que va de adentro hacia fuera. Nadie lo hace por otro, ningún candidato en la reciente campaña política hizo mención alguna sobre el tema de AMIA. Pues así son y así están las cosas. No nos aceptamos como víctimas, y sabemos que no es sólo por nosotros: es por nuestra y por vuestra dignidad.

Odio a los judíos: virus mutante - Edward Rothstein

Traducción libre: Diana Wang En el congreso sobre antisemitismo que tuvo lugar esta semana en el Center for Jewish History (Centro de Historia Judía), un panelista contó este chiste judío clásico: Un judío se ofreció como anunciador en una radio y fue rechazado. Un amigo le preguntó por qué. “Es sencillo” y agregó con un agónico tartamudeo: “anti-s-s-s-semitismo”. El chiste se burla de la idea misma del antisemitismo y también de la excesiva sensibilidad judía sobre las frustraciones.

Lejos de una idea burlona sobre el antisemitismo, el congreso -organizado por Leon Wieseltier y Martin Peretz del New Republic y Leon Botstein, presidente del Bard Collage-, encontró el viejo virus colándose vital y fresco por el tejido de la cultura occidental, tomando nuevos senderos, buscando nuevos huéspedes y proponiendo nuevas amenazas.

Auspiciado por el IWO, Instituto de Investigación Judío, el congreso de cuatro días incluyó una lista impresionante de historiadores y académicos de las ciencias sociales, estudiosos del antisemitismo, periodistas y dirigentes de organizaciones judías. El tema del resurgimiento del antisemitismo también inspiró otro congreso esta semana, en París, organizado por el Centro Simon Wiesenthal y la UNESCO. Y el mes pasado, un simposio de un día sobre el mismo tema fue llevado a cabo en Ámsterdam en la casa de Anna Frank.

Esta confluencia de preocupaciones es también evidente en las siguientes publicaciones: "The Anti-Semitic Moment: A Tour of France in 1898" (El momento antisemita: una gira por Francia en 1898) por Pierre Birnbaum (Hill & Wang) y el que está a punto de aparecer, "The New Anti-Semitism: The Current Crisis and What We Must Do About It" (Jossey-Bass) (El nuevo antisemitismo: la crisis actual y lo que debemos hacer sobre ello) por Phyllis Chesler.

Tanto interés expresa preocupaciones que no son infundadas. En Francia, durante los últimos dos años, sucedieron cientos de incidentes antisemitas con sinagogas quemadas y ataques físicos a personas entre otros. En el congreso del IWO, el escritor judío, Konstanty Gebert, que usa solideo, dijo haber soportado más insultos durante unos meses en Paris que los recibidos en toda su vida en Polonia. El historiador Simon Schama contó que cientos de tumbas judías, entre las que estaban las de su familia, habían sido profanadas en el cementerio judío de Inglaterra dos semanas antes. Los ejemplos más paradigmáticos, sin embargo, vienen del mundo árabe donde florecen por doquier tiras cómicas al estilo de Der Stürmer y de los libelos sangrientos de la Edad Media.

Muchos de los incidentes de Europa occidental son ejecutados por jóvenes criados en comunidades musulmanas que convirtieron a los judíos en su principal objetivo de ataque. Pero los incidentes y las reacciones oficiales han generado una mayor amplificación del fenómeno del antisemitismo. Durante un cierto tiempo, el gobierno francés fue renuente a encararlos como actos antisemitas. En algunos casos los ha justificado o explicado como reacciones contra la política de Ariel Sharon en Israel o por la guerra contra el terror del presidente Bush. No sólo el gobierno, sino también la condena de estas políticas desde la izquierda europea han producido una benevolencia contagiosa.

Una cierta forma intelectual del antisemitismo asociada con la aguda crítica a Israel se hizo más frecuente. Por supuesto, la crítica a Israel no es forzosamente antisemita, y no es válido acusar de antisemitismo a toda crítica a Israel. Pero la crítica es antisemita cuando demoniza al sionismo, lo iguala al nazismo o justifica a organizaciones como Hamás y Hezbolá uno de cuyos propósitos constituyentes es la destrucción de Israel. Si la analogía nazi se aplica tan ávidamente a Israel podríamos pensar que es porque parece aliviar y absolver al acusador mientras que condena al estado de Israel al nivel más profundo del infierno. Pronto, la acusación se hace extensiva a los otros judíos.

En esta transformación del antisemitismo, los viejos mitos y nociones del pueblo paria reaparecen a menudo con nuevos disfraces. Por ejemplo, la idea de que los judíos se sacian con la sangre de los gentiles para objetivos rituales, se ha reencarnado en el chiste gráfico del diario The Independent de Londres el pasado enero que generó una firme protesta del gobierno israelí. Mostraba en una caricatura goyesca a un Ariel Sharon dibujado con rasgos étnicos propios de las imágenes antisemitas, engulliéndose la cabeza de un niño palestino mientras helicópteros israelíes tiraban bombas a su alrededor. "¿Cuál es el problema?" gruñe Sharon. "¿No vieron nunca antes a un político besando a un niño?"

¿Por qué estas nuevas formas de antisemitismo se volvieron familiares en Europa? ¿Por qué prosperan aún cuando el antisemitismo tradicional es abiertamente condenado?

En el congreso del IWO, Mark Lilla, que enseña Historia Intelectual Europea en la Universidad de Chicago, argumentó que los brotes antisemitas estuvieron asociados en la historia de la humanidad con crisis políticas. Con el conflicto entre la Iglesia y el estado en la Edad Media, con el Iluminismo en el siglo 18, con la crisis del totalitarismo en el siglo 20. Ahora, continuó, está sucediendo otra transformación, Europa se rebela contra la idea misma del estado-nación.

En la conciencia europea, el estado-nación está asociado a la fuerzas diabólicas del nacionalismo, la xenofobia y el fascismo. Luego de la Segunda Guerra Mundial, dijo el Sr Lilla, Europa pudo dejar de pensar en el tema de la soberanía; los EEUU y la NATO se hicieron cargo del paquete. Una de las consecuencias, agregó el Sr Lilla, es que las organizaciones no gubernamentales son vistas como un ideal político en contra de los estados-nación soberanos. En este escenario, Israel aparece como una anomalía, una nación-estado joven que insiste en su status, fuerza y soberanía, violando esa visión internacional contemporánea. Tal vez sea una de las razones para que Israel fuera tratado como paria en las Naciones Unidas, imposibilitado incluso de pertenecer a la Comisión de Derechos Humanos (su lugar lo ocupa Libia) y que sea sujeto de resoluciones que confirman la legitimidad de la lucha armada en su contra.

El Sr Lilla desarrolla argumentos propuestos por Robert Kagan sobre las diferencias entre los EEUU y Europa. Dice que tanto al anti-norteamericanismo como al anti-sionismo son la expresión de la oposición a la noción moderna de nación-estado que insiste en viejas ideas de poder. Europa no niega de plano los temas de soberanía. Por ejemplo apoya la inviolabilidad de las fronteras o la necesidad de un estado palestino. Pero son excepciones examinadas raramente con seriedad. En palabras del Sr Lilla: “Incluso el apoyo a los palestinos tiene una extraña cualidad apolítica en Europa”.

Pero no es sólo cuestión de ideología política. Alain Finkielkraut, el intelectual francés, sugirió que luego de la Segunda Guerra Mundial, Europa quedó obsesionada con el “nunca más”: “Nunca más políticas de poder. Nunca más nacionalismo. Nunca más Auschwitz”. Mientras los Estados Unidos podían celebrarse a sí mismos abiertamente, para Europa el recuerdo de la Segunda Guerra abría “un abismo”. Entonces, Europa se reivindicó a sí misma imaginando un mundo nuevo “un mundo tan humano, tan desprejuiciado, tan libre-pensador” en el cual la idea misma de un pueblo enemigo no era tomada con seriedad.

Pero entonces, en medio de este sueño ideal, aparecen los judíos. Sólo que esta vez “no son acusados de persistir tenazmente en su judaísmo sino de traicionarlo”. El nacionalismo israelí, su ejército y obstinación ofenden al universalismo de la izquierda europea y las simpatías antiglobalizadoras y evocan el pasado catastrófico.

Un antisemitismo de derechas sigue siendo injustificable, pero pasa a ser virtuoso cuando se sostiene en este pretendido universalismo antiglobalizante. Dice el Sr .Finkielkraut que son acusaciones que invocan las viejas tradiciones antisemitas: “Ven a los judíos como ese pueblo tan creído e intoxicado con su condición de elegido que rehúsa la idea de la humanidad universal”. En este pretendido rechazo, el judío, en su caricatura, termina siendo el racista arquetípico, o sea, el enemigo, el nazi.

Mientras que el judío fue otrora atacado por su asociación con la modernidad y el internacionalismo, ahora lo es por no aceptar el post-modernismo y el internacionalismo. Estos ataques, se sobreimprimen al antisemitismo más tradicional de radicales islámicos y nacionalistas palestinos que, paradójicamente, desconfían de la modernidad liberal universalista, cantan “muerte a los judíos” y proponen su propia imaginería sobre el nazismo.

Pero a pesar de todo esto, observamos también signos de cambios positivos a la luz de los eventos recientes. En el ultimo año, bajo la presión norteamericana algunas características concretas del gobierno palestino fueron revisadas. El mes pasado, Yigal Carmon, cuyo Instituto para la Investigación de los Medios en el Cercano Oriente ha traducido regularmente material del mundo árabe relacionado con los conflictos con EEUU e Israel, argumentó que hay ahora “significativos precursores de cambio en el discurso antisemita en el mundo árabe” (www.memri.org), con una disminución notoria de expresiones de extremo antisemitismo.

Algún día, tal vez, el viejo chiste judío sobre el locutor tartamudo podría tener menos niveles de lectura y ser expresión de que el antisemitismo se ha vuelto, tan sólo, motivo de broma.

Texto original en inglés: http://www.nytimes.com/2003/05/17/arts/17CONN.html?ex=1054183828&ei=1&en=23f285696d65b00c

El pianista (2002)

Yo, que soy una llorona, no lloré. Como el protagonista de “La naranja mecánica” en su proceso de rehabilitación cuando lo obligaban a mirar escenas de violencia, tenía los ojos bien abiertos frente al deslizamiento progresivo del Mal. No lloré. Tampoco escuché llorar a mi alrededor en el cine. Es que “El Pianista” no es una de llorar. “El Pianista” es una de pensar, de sentir, de dejarse penetrar por esa historia, nuestra historia. Polanski toma el relato de Szpilman y lo mezcla con sus propios ecos y le habla a los míos. No nos quiere contar la shoá, no se propone como historiador ni transmisor de mensajes. Tampoco hace un documental supuestamente objetivo, aunque hay un ahorro de comentarios y golpes bajos que uno agradece a cada paso. Nos cuenta la historia de la supervivencia de un judío durante la shoá, uno solo, con su pequeño universo de complejidades, sus cobardías y sus grandezas. Nos dice: “miren lo que nos fue pasando, miren quiénes éramos y cómo nos fueron haciendo deslizar en lo que nos era imposible anticipar” y nos muestra los seis años de reinado del Mal.

Cuenta la historia de Władek Szpilman un judío que se salvó. Como mis padres. Su historia, como todas las historias de sobrevivientes, se parece y no se parece, es siempre la misma y siempre es algo diferente. Vemos su camino particular y concreto que nos permite acompañarlo paso a paso, ser testigos del progreso en el plan de destrucción de la vida judía y observar, mudos y agradecidos, al azar que le permitió seguir viviendo contra toda expectativa.

La historia de la supervivencia de Władek Szpilman transcurre desde septiembre de 1939, en la Varsovia floreciente, hasta 1945, entre lo que quedó, las ruinas y su desgarradora soledad. La vida de los judíos en la Varsovia de fines del treinta, cosmopolita, urbana, sofisticada, nos es devuelta en imágenes y sonidos. La cotidianeidad, la ropa, los muebles, los adornos, los carteles, los pequeños detalles son lenguajes sensibles que evocan sabores, olores, aquello más primario del recuerdo. Vemos los nombres de las tiendas, los carteles, los afiches, los anuncios, en polaco y algunos también en idish con tal sensación de realidad que uno espera oír polaco, oír idish. Y muestra cómo esa vida va siendo atacada y se desliza en una caída fatal hacia la abyección y la muerte. El traslado forzado hacia el gueto, las restricciones progresivas, las humillaciones, las deportaciones, el “paso” al lado ario, los caminos tortuosos de la supervivencia y, para algunos pocos, la salvación.

Una vida puede ser relatada en pequeños detalles, detalles que nos permiten atisbar algo de ese mundo del gueto, de la persecución, de la impotencia, del miedo que nos es tan desconocido, del que la mayoría sólo tenemos un registro intelectual. ¿Cómo comprender desde nuestra “seguridad” cotidiana la progresión del hambre, del frío, el desamparo, la sed, de las pérdidas de personas, objetos, refugios, “seguridades”, “certezas”? En “El Pianista” están esos detalles que atraviesan las palabras y le hablan directamente a nuestra piel.

Temas caros a los sobrevivientes como las vergüenzas y los actos de arrojo –tanto de judíos, polacos, nazis-, las inconciencias y el puro azar, el horrible, maravilloso, injusto y arbitrario puro azar. Sin baraturas ni simplificaciones, no se nos ahorran las miserias ni las grandezas humanas. Se ve el sufrimiento judío pero también se ve su aprovechamiento por otros judíos. Se ve el judío que actúa como corrupto y en otro momento como salvador. Se ve la complicidad de la población polaca pero también se ve la ayuda que algunos proporcionaron. Se ve la crueldad de los nazis pero también la conducta de alguno que lo contradice. Polanski se atreve con la vida y con las cosas como de verdad son: grises mayores, grises menores, grises grises.

Los sobrevivientes se preguntan si “El Pianista” servirá para algo, si conseguirá acercar la experiencia a los afortunados que la desconocen. Difícil responderlo. Tal vez para muchos, incluso para muchos judíos, esta película será la primera aproximación a una de las irreparables pérdidas de la shoá: la vida judía polaca en su riqueza y complejidad. Lejos del habitante del shtetl, (esa imagen algo romántica del judío ingenuo, bonachón, crédulo y religioso de comienzos de siglo), en los varsovianos judíos de los años treinta vemos a los citadinos, a los profesionales, a los estudiantes, a las amas de casa, a los comerciantes, a los militantes, a los subversivos, y también a los criminales, los mafiosos, los aprovechadores. Los judíos, igual que cualquier otro grupo humano, se ven como fueron, en su diversidad real, dolorosa, compleja.

Se puede tener una idea de las dimensiones y alcances del monumental, abigarrado y superpoblado gueto de Varsovia, de las diversidades que anudaba, los interiores de las casas, las actividades, las ambigüedades y contradicciones, la confrontación de la opulencia de algunos frente a la total desesperación de otros... una pintura sin pretensiones de moralejas ni estridencias. El famoso muro, frontera de la vida y la muerte, escenario del heroico accionar de los pequeños contrabandistas que se jugaban la vida cotidianamente entrando comida primero y armas después, es un protagonista mudo y elocuente. Se ve también el puente que unía el gueto grande con el gueto chico y no puedo resistirme contar una anécdota que refleja el modo en que uno se va integrando a lo que le toca vivir, aún a lo más terrible: una sobreviviente que tenía diez años cuando se cerró el gueto, me contó que cuando cruzaba ese puente con sus amiguitas, jugaban a correr y no ser alcanzadas por las balas que disparaba algún nazi “divertido” desde abajo y cuando llegaban al otro lado lanzaban un triunfal “no me dio!”.

La película no es de llorar. No vi gente llorando en el cine. No tiene golpes bajos, es despojada, cruda, sin comentarios ni explicaciones. El protagonista parece transitar por su historia con cierto desapego, como si no creyera que eso le está pasando realmente. Muchos sobrevivientes cuentan la historia de la misma manera, sin dramatismos ni sobreactuaciones, ni iluminados protagonismos, como pidiendo perdón por el atrevimiento de contar.

Se les pregunta a los sobrevivientes cómo es posible que hayan continuado sus vidas casi normalmente, cómo es posible que la shoá no los haya convertido en monstruos o en psicóticos irrecuperables. Władek solo, escondido, desgarrado, digita en el aire escalas mudas, practica pianos ausentes, mantiene su cordura, arroja anclas que lo conservan humano, con obstinación, con sencillez. Lo hace sin heroísmos, sólo acunado por la fuerza de la vida. Y no se vuelve loco, no se vuelve un monstruo.

Suelo describir al período vivido por los sobrevivientes en la shoá como “el bache”. “El bache” es ese accidente que sobrevino de pronto, sin esperarlo, sin estar preparados, que los arrancó de sus vidas normales hacia esa otra legalidad desconocida y arbitraria, un pozo negro en el que fueron cayendo sin saber cuándo terminaría la caída o si alguna vez tendría fin. Al cabo de un tiempo infinito, un día tan misterioso y sorpresivo como el primero, salieron de “el bache” y fueron relanzados a la normalidad que ya creían haber perdido para siempre. Lo que habían sido y vivido en “El bache” quedaría sin procesar, sin poder ser integrado entre los normales pues debían reintegrarse a la vida, olvidar. Władek toca un concierto en la radio antes de entrar en “el bache” y lo vemos en el mismo lugar una vez afuera. “El bache” quedó en su corazón, encapsulado, guardado, esperando que el milagro de la música, de nuestra oreja, de nuestra compasión, preste algún sentido a lo que parece haberse perdido para siempre.

Un comentario final sobre la vida, su fuerza e irracionalidad sublime. Me refiero a la escena en la que nuestro protagonista toca el piano ante el oficial nazi: él no sabe, como no solían saberlo los judíos, qué haría el oficial con él, tal vez matarlo, tal vez burlarse. “Toque el piano” le había ordenado A uno se le detiene el aliento: ¿cómo hará para tocar? ¿cómo conseguirá volver del infierno y saltar en una vuelta carnero imposible de vuelta a la “civilización”? ¿recordará las armonías, volverán los acordes? ¿le responderán los dedos? ¿el hambre, el frío, el deterioro, la falta de práctica no le impedirán hacer lo que tiene que hacer? Las manos bajan lentamente sobre el teclado, dudando de sí mismas, se apoyan en algunas notas tímidas y pudorosas, y se dejan llevar por la misma música que sucede casi por propia voluntad en la voluntad de imponerse por sobre el horror, y se despliega y asciende y nos dice que sí, que milagrosamente la vida continúa, que la pérdida de lo humano es transitoria, que será olvidada y superada. La vida seguirá viviendo con la inconciencia de lo primitivo, de lo que no tiene razón.

Ruptura de contrato

Texto que circuló por internet sin mención de autor. Traducción: Diana Wang

Memorandum para: El Señor Todopoderoso, también conocido como Ha'shem, Shadai, Elohim, etc. De: Los Judíos: también conocidos como El pueblo Elegido Asunto: Terminación de Contrato/Status Especial (Pueblo elegido)

Como sabés, el contrato que hiciste con Abraham debe ser renovado periódicamente. Este memorandum es para informarte que, tras varios milenios de consideración, nosotros, los judíos (el Pueblo Elegido) hemos decidido, respetuosamente, que ya no deseamos dicha renovación. Dejamos por sentado que este convenio no consta por escrito y que, a pesar de la creencia popular, nosotros (los judíos) no nos hemos beneficiado realmente demasiado con él. Si volvieras a la lejana época de nuestro arreglo, observarás que ya desde el principio todo comenzó definitivamente con el pie izquierdo.

No sólo Israel y Judea fueron invadidos casi cada año, sino que nosotros, los judíos (el Pueblo Elegido) tuvimos que invertir mucho esfuerzo para levantar no sólo uno sino dos templos. Y ambos fueron destruidos. Todo lo que quedó es una pila de piedras viejas llamada Muro de los Lamentos (por supuesto que sabés todo esto pero creemos que es bueno refrescarlo para dar cuenta de las razones por las que queremos declinar el honor que nos has conferido y concluir nuestro contrato).

Después los hititas, los asirios, los Goliats, etc, no sólo nos castigaban a diario sino que nos vendían como esclavos a Egipto, lo que nos hizo perder cientos de años de desarrollo.

Reconocemos que te pusiste en muchos problemas al mandarnos a Moisés para que nos sacara de Egipto, y a los pobres egipcios los castigaste con todas aquellas plagas. Lo que no conseguimos comprender es por qué tomó cuarenta años cubrir el trayecto que El Al hace ahora en 75 minutos. Además, y no deseamos parecer desagradecidos, durante años nos hemos preguntado ¿por qué Moisés nos llevó hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha, al Sinaí? Si nos hubiera llevado allí, habríamos tenido el petróleo en vez de sólo el desierto!

Entendemos, el petróleo no era parte del trato, pero después vinieron los romanos y estuvimos in dredarain hasta el cuello. Es cierto que los romanos nos proporcionaron agua potable, acueductos y baños públicos, pero era desconcertante caminar bajo esas construcciones y al levantar los ojos ver a uno de nuestros amigos o familiares clavados en tres partes como si fueran estampillas o señales camineras.

Incluso una de nuestros príncipes, Judah ben Hur, fue capturado vestido de romano y anduvo dando vueltas como un loco en la arena del Coliseo. Tal vez por culpa de Hollywood o vaya uno a saber por qué, mucha gente juraba que Ben Hur tenía un inquietante parecido con Moisés! Y esto no es nada, encima de todo, uno de nuestros rabinos (maestros) se declaró a sí mismo “Hijo Tuyo” (sin mencionar siquiera a Abrahamcito) y antes de que nos despabiláramos, teníamos encima toda una nueva religión.

Y sobre llovido, mojado: fuimos luego dispersados por todo el mundo dos o tres veces mientras esta nueva religión se enraizaba más y más! Lamentamos mucho saber que los romanos lo ejecutaron igual que a tantos otros, pero..., -y esto te va a hacer reír por la reiteración del acontecimiento- adiviná a quién culparon. Sí, a NOSOTROS! En este tema preciso hay algo que no conseguimos comprender. Aquel rabino, hermano nuestro y tu propio hijo, siguió un camino curioso. Millones de personas lo reverenciaban y adoraban su nombre y enseñanzas... y sin embargo nos seguían matando por millones. Reclamaban que bebíamos la sangre de los recién nacidos y que controlábamos los bancos mundiales (Oy! Oy! Si tan sólo eso fuera verdad! Podríamos haberlos comprado a todos y controlar los medios de comunicación mundiales y más y más y se hubieran terminado nuestros problemas.)

¿Vas comprendiendo lo que queremos decirte?

Adelantemos entonces algunos siglos hacia las Cruzadas. ¡Mamita! ¡Otra vez quedamos como jamón del sandwich! Ellos, los Señores y Caballeros, venían de toda Europa para echar a los árabes y liberar los Santos Lugares, pero antes de que dijéramos “agua va” ya nos estaban matando a diestra y siniestra y también al centro junto con muchos otros más. Toda vez que un rey o un papa andaba mal en las encuestas, convocaban a una Cruzada o a una Guerra Santa y se mandaban una epopeya de asesinatos sobre nosotros. Hoy se llama Jihad.

Ya ves, nos pusiste un poco a prueba entonces, pero enseguida vino un brillante clérigo español y se inventó la Inquisición. Todos pensamos que era un nuevo show de entretenimientos pero otra vez nosotros y, debemos admitirlo, también algunos otros, fuimos usados como leña para la iluminación pública de las mayores ciudades de España. Está bien, eso terminó hace unos cien años o algo así. Visto en la perspectiva de la historia, cinco siglos no es mucho tiempo.

Pero mientras, cada vez que nos establecíamos en un país o en otro, nos pateaban y nos echaban! Y así vagamos unos siglos por ahí, pero la cosa no cambiaba.

Al final, nos quedamos en algunos países en donde insistieron en que viviéramos en guetos...Nos fuimos entonces a los guetos, cuando ¡ni te imaginás lo que pasó! Los rusos se aparecieron con los pogroms. Creímos que era una falta de ortografía, que lo que traían eran programas, pero estábamos fatalmente equivocados (lo de fatal no quiso ser un juego de palabras). Aparentemente, cuando no tenían nada más que hacer, la diversión era matar judíos (los así conocidos como El Pueblo Elegido, no sé si me entendés...).

Ahora viene una parte francamente fuerte. La estábamos pasando bastante bien, gracias, en un pequeño país europeo llamado Alemania, cuando a un pintor de casas se le ocurrió escribir un libro con ideas que prendieron en el pueblo y se volvió su líder... ¡¡¡Uau!!! Ése sí que fue un mal día para nosotros, ya sabés, tu Pueblo Elegido. La verdad es que no nos imaginamos dónde estabas en lo que en la Tierra eran los años 1940 a 1945. Sabemos que todos necesitamos un descanso de vez en cuando, incluso el Señor Todo Poderoso necesita un tiempo de relax. Pero de verdad, cuando más te necesitamos, no apareciste. Tal vez estés enterado de esto pero por si te lo olvidaste, unos seis millones de tu Pueblo Elegido junto con algunos otros no elegidos, fue asesinado entonces. Hicieron pantallas de lámparas con nuestra piel.

Mirá, no queremos insistir con el pasado, pero la cosa todavía se pone peor! Acá estamos, es 1948 y millones de nosotros vagan nuevamente desplazados y te mandaste una buena! Hemos recuperado por fin nuestra tierra! Sí!!!! Después de todos esos años, conseguiste que volviéramos a nuestro hogar! Pero, debemos confesarte que a veces tu sentido del humor se nos escapa, entonces los países árabes nos declararon la guerra.

Y ganamos todas las guerras, y ahora estamos en el 2002 y nada ha cambiado. Seguimos recibiendo los golpes, los secuestros, las acusaciones, los atentados, las muertes. Seguimos sin paz.

Nuestra paciencia se agotó. Ya es suficiente. Esperamos que comprendas que nada es para siempre (excepto vos por supuesto) y que desearíamos respetuosamente declarar nulo nuestro acuerdo verbal de ser tu Pueblo Elegido. Mirá, a veces las cosas funcionan y otras no.

Seamos tan sólo amigos los próximos eones y veamos qué sucede. ¿Qué tal si buscás por otro lado? Seguro que te acordás que Abraham tenía otra familia de parte de Ismael (los mismos que consiguieron el petróleo). ¿Qué tal si los hacés a ellos tu Pueblo Elegido por unos miles de años? Nos despedimos vos con todo respeto. Atentamente,

Los judíos.

Memoria activa, discurso 2002

En estos cien meses Después de 100 meses, uno ya no sabe qué más decir.

Se ha dicho todo. En estos 100 meses se ha dicho todo.

Se ha denunciado, se ha expresado el dolor, la rabia, la injusticia. Se ha prometido no cejar hasta el total esclarecimiento, se ha señalado a culpables, instigadores, aprovechadores, obstaculizadores y también a colaboradores, simpatizantes.

En estos 100 meses se ha dialogado con probos y corruptos que juraron, prometieron, insistieron, aseguraron que se llegaría a las últimas consecuencias, que no cejarían en su empeño sin que se castigara a los culpables.

En estos 100 meses se han transitado los vericuetos más que sorprendentes y curiosos que los funcionarios y estamentos de los distintos gobiernos han determinado. Distintos gobiernos, distintos funcionarios, el mismo callejón sin salida, la misma inconducencia; al mismo tiempo, la misma eficacia en tapar, disfrazar, oscurecer.

En estos 100 meses somos testigos de un juicio en marcha, una especie de premio consuelo, con muchos vicios de procedimiento y que juzga aspectos marginales que deja afuera el quiénes, el cómo, el por qué, el cuánto y el con qué.

En estos 100 meses se ha escuchado el desgarrado sonido del shofar semana a semana aullando a voz en cuerno nuestra impotencia por sobre el ruido de las bocinas y la gente que va y viene a nuestro alrededor y no se detiene, salvo algún curioso, a ver de qué se trata, qué hacen estos locos parados en la plaza, con cara seria, con lluvia o con calor, un shofar que a veces se queda afónico de tanto grito al aire, de tanto grito sin destino aparente.

En estos 100 meses hemos unido nuestras voces pidiendo justicia tantas veces, tantas veces, tantas veces que uno se para acá sabiendo que no hay nada nuevo que decir. Memoria Activa: crónica del país

Memoria Activa se ha constituído en testigo, víctima y crónica de estos últimos años de la vida argentina. Las distintas voces que han desfilado por estos micrófonos fueron dibujando en estos 100 meses la trama oculta y desgarrada del día a día de un país que ha perdido su rumbo. Así como las Madres de la Plaza fueron las que se animaron a hablar cuando el resto estábamos paralizados, aterrados de sacar la cabeza no fuera a ser que nos señalaran y nos secuestraran, torturaran y desaparecieran, y fueron las primeras que denunciaron lo que estaba pasando, de modo similar, las voces de Memoria Activa expresaron precozmente lo que hoy nadie duda. Un Estado que no sólo no cobija y protege a sus habitantes, sino que es la misma fuente de las injusticias y los delitos. Fue aca en donde la fiesta menemista dejó ver los entretelones, las trampas y los hilvanes, las manchas de grasa que no se veían por televisión. Fue acá donde la gente venía a poner la cara y el cuerpo y a expresar con su presencia, su profundo desacuerdo con un estado de cosas que nos ha llevado adonde hoy nos encontramos.Y no sólo fue la fiesta menemista. Lo que siguió, y que me eximo de recordar porque confío en la memoria de quienes me escuchan, no sólo no pudo mejorar nada, sino que ahondó aún más la huella que ellos habían marcado.

Lunes a lunes, Memoria Activa albergó los testimonios que reflejaban un país en caída libre. No es difícil de entender cómo no se ha encontrado a los culpables del ataque a la AMIA y a la embajada de Israel en medio de tanto rincón oscuro, de tanta mano sucia, de tanta codicia impúdica. Lo difícil es entender cómo, lunes a lunes, seguimos estando aquí. Lo difícil es entender cómo algunas cosas, a pesar de todo, sobreviven, siguen funcionando, los hospitales, las escuelas, los colectivos, la luz, el teléfono, el gas... Lo que no sabemos es por cuánto tiempo. El huevo de la serpiente

Se le atribuye a Bertold Brecht este texto famoso que tantas veces ha sido citado en este foro público:

Primero vinieron por los judíos, y yo no protesté, porque yo no era judío.

Luego vinieron por los socialistas, y yo no protesté, porque yo no era socialista.

Después vinieron por los sindicalistas, y yo no protesté, porque yo no era sindicalista.

Entonces vinieron por mí, y ya no quedaba nadie que protestara por mí.

Brecht se cansó de negar su autoría de este texto que hoy es universal y que en realidad le pertenece al pastor Martin Niemoeller de la Iglesia Confesional Alemana, luchador por los derechos humanos que sufrió siete años en campos de concentración.

Sí, algo de eso pasó con Memoria Activa y el país. Lo que pasó con los ataques, con los símiles de investigaciones, con los embarramientos de canchas, con las mentiras, con las trampas, pasó con todo el país. Hoy la protesta es de todos. La humillación y la vergüenza

Hoy el país hace agua por todos lados. Lo que hace unos años era una denuncia potente en Memoria Activa, algo que parecía importar sólo a los judíos, hoy es el contexto de todos. Pero ha habido cambios. Hoy el tema ya no pasa por la corrupción, por las estrategias y los negocios del poder. Hoy el tema ha bajado a todos y pasa por la vergüenza y la humillación en especial del desempleo, del país que se ha ido achicando y que nos duele en cada centímetro de la piel. La vergüenza y la humillación pertenecen a la esfera de lo individual, son sentimientos que muchos de nosotros sentimos frente a una realidad que nos es tan esquiva, que nos ha dejado, como el chiste de Jesús caído del crucifijo vagando “en pelotas y sin documentos”. Hoy, pedir justicia, es más que exigir el juicio a los culpables, ahora se trata de la dignidad del trabajo, del sustento diario. La vergüenza y la humillación van minando la autoestima, la dignidad y el honor. Los extranjeros nos dicen que les sorprende cuán severos que somos con nosotros mismos. Vienen y se encuentran con estos discursos, el que estoy haciendo yo en este momento por ejemplo, desanimados, autoconmiserativos, desesperados. Ven gente decente, trabajadora, inteligente, sensible, que se siente idiota por haber creído, que no sabe dónde dirigir su dolorosa desilusión y lo hacen contra sí mismos. Vergüenza y humillación. En carne y viva y llagados. Pido perdón a los que esperan una voz esperanzada, pero lo único que atiné a componer, es estas palabras que me permiten compartir con ustedes mi propio dolor, mi propia vergüenza y mi propia humillación. La continuidad de la vida

Como ustedes saben, soy hija de sobrevivientes de la Shoá. Yo sé de la fuerza de la vida. No puedo dejar de mencionar indicios alentadores que están pasando, las irrefrenable fuerza de la vida. Vemos, sin mucho ruido, el surgimiento de algunas formaciones originales, sorprendentes, con destino aún desconocido, pero que le hablan a nuestra fe en el futuro. Huertas comunales, asociaciones de trueque, cooperativas de trabajo, diferentes organizaciones que buscan salir de la vergüenza y la humillación, con decisión de unirse y prepotencia de trabajo. La vida continúa y la vida misma busca nuevos canales que le permitan vivir. Resistir, siempre resistir

Termino citando al filósofo y epistemólogo Edgar Morin§ que, hablando de este momento del mundo, dice y es mi homenaje a estos 100 meses de Memoria Activa:

“Debemos resistir a la nada. Debemos resistir a las formidables fuerzas de regresión y de muerte. En todas las hipótesis, es preciso resistir. El porvenir ya no es una fulgurante marcha adelante, o más bien, hay que resistir también a la fulgurante marcha delante de las amenazas de sometimiento y destrucción.... Tenemos que resistir sin cesar a la mentira, al error, a la salvación, a la resignación, a la ideología, a la tecnocracia, a la burocracia, a la dominación, a la explotación, a la crueldad. Más aún, debemos prepararnos para nuevas opresiones, es decir, para nuevas resistencias... Aunque deseemos sobre todas las cosas ver el cese de la humillación, el desprecio, la mentira, ya no tenemos necesidad de certidumbre de victoria para continuar la lucha. Las verdades exigentes prescinden de la victoria y resisten para resistir. Pero preparémosnos también para las liberaciones, incluso efímeras, para las divinas sorpresas, para los nuevos éxtasis de la historia... Resistir a la nada. Resistir a las formidables fuerzas de la muerte. Resistir.”

Diana Wang

§ Tomado de “Para salir del siglo XX”, Edgar Morin, citado en “Seis millones de veces uno” de Eliahu Toker y Ana Weinstein, publicación del Ministerio del Interior, 1999, pág.219.

EN BÚSQUEDA DE LA ESPERANZA PERDIDA

Palabras para Rosh Hashaná En nuestra larga historia, los judíos hemos vivido largos períodos de florecimiento y paz, alternados por otros, de sufrimiento y destrucción. La versión que muchos de nosotros nos contamos, esto es, la de haber sido siempre perseguidos, no es rigurosamente verdadera. Es cierto que lo hemos sido, y no una sino muchas veces, pero no en todas partes ni siempre. Hemos fluctuado entre períodos de estabilidad y períodos de incertidumbre. De ambos, no sólo de los momentos difíciles, hemos extraído enseñanzas, enseñanzas que se han vuelto estrategias para sobrevivir y persistir en el tiempo. La errancia, tan esencial para nuestra definición de nosotros mismos, nos ha enseñado de primera mano, la gran lección sobre la transitoriedad de la vida. Tanto desarraigo nos ha hecho crecer raíces más hondas y expansivas, que toman nutrientes en más de un lugar, de manera rizomática y multiplicadora.

Vivimos en la Argentina momentos difíciles. No por ser judíos –también podemos tener problemas ajenos a nuestra condición de judíos- sino por ser argentinos. Vivimos momentos difíciles porque muchas de nuestras viejas certidumbres se han desvanecido y nos hemos quedado estuporosos, en shock, como si hubiéramos perdido sentidos. Los judíos sabemos –o al menos debiéramos saber- acerca de cómo sobrevivir en situaciones inciertas dado que la transitoriedad ha sido nuestra constante.

Hemos perdido la certeza del trabajo. La promesa que recibían hace un siglo los inmigrantes de prosperar en esta tierra con la única condición de trabajar y ser honestos, se ha caído y fragmentado con la fragilidad de un espejo barato. El trabajo por sí mismo no es ya ninguna garantía porque el concepto mismo de trabajo ha cambiado tanto que los más viejos no lo podemos reconocer.

Hemos perdido la certeza de la formación profesional. La otra promesa, la que recibió la generación que siguió a la de los inmigrantes, de que una profesión liberal o el comercio o una pequeña industria iban a ser los pasaportes hacia una vida digna y permitirían las construcción de un futuro para los hijos, se deshizo en el aire y nos dejó a oscuras. Comercios quebrados, industrias desmanteladas, profesionales desempleados es la realidad que nos alberga.

Hemos perdido la certeza del mañana seguro. La vida era un camino que, si se hacían las cosas bien, desembocaba en la jubilación y el descanso y la salud protegidos. Lejos de ello, el desánimo cunde, la “mala onda”, resultante de un horizonte que no parece ofrecer salidas, es el contexto en el que nos despertamos todos los días. Y es bien difícil tomar la decisión de abrir los ojos cuando lo que uno espera es más de lo mismo, o sea peor.

Pero los ciclos son círculos que se cierran y se abren. En este nuevo año que comienza, nuestro mandato, como siempre, es el renacimiento de la esperanza. Cada nacimiento, cada comienzo, cada brote porta en sí mismo la semilla del cambio, de la ventura, o, deletreado de otro modo, de la aventura. No dejarse vencer por la frustración es el primer esfuerzo que debemos hacer. La humanidad –y de eso los judíos podemos dar testimonio cabal- ha superado muchas situaciones que parecían imposibles. La estupidez del ser humano sin embargo, sigue resultando sorprendente en su persistencia y potencia destructiva. Pero también lo son la creatividad y el deseo de vivir (es otra de las cosas que confirmamos en la Shoá).

Éste es el desafío para el nuevo año que iniciamos.

Lamentarse, temer, ponerse a la defensiva, encerrarse en fortalezas de pasadas certidumbres y nuevos temores, seguir esperando que “algo” suceda y la salvación caiga sobre nosotros... nada de esto tiene sentido,

Busquemos en este nuevo año recursos que aún no hemos estrenado. Están en nosotros mismos. No hace falta que nadie venga de afuera a enseñarnos. Nosotros, especialmente los judíos, tenemos una enorme experiencia en la supervivencia, en “hacer la plancha” cuando la transitoriedad (que se ha vuelto hoy sinónimo de realidad) se vuelve turbulenta e incluso hemos conseguido salir nadando contra la corriente más de una vez. Busquemos allí. Cada uno en su propia historia.

Nuestra historia de desarraigo podría sernos venturosa por una vez. Nos han echado –esta vez a todos- de donde estábamos, del lugar que creíamos ocupar en el mundo. Estamos siendo – esta vez todos- inmigrantes otra vez. Sin habernos movido, nos han cambiado el escenario, las expectativas, el idioma. Hemos migrado –otra vez: todos- a una nueva realidad aunque parezca que no nos hemos movido de país. Nuestra actual realidad es una nueva transitoriedad, una nueva “tierra de nadie”. Pensémosla como una nueva edición de nuestra historia, ese camino de certidumbres que caían indefectiblemente y que nos obligó a generar certezas que se sostuvieran por sí mismas y que fueran fácilmente transportables. De ahí, quizá, mucha de nuestra obstinación.

Hoy, en Rosh Hashaná, en la Argentina del 2002, hago un brindis por los que ignoran –a propósito o sin querer- la palabra “imposible”. Para ello, va este relato atribuido a Albert Einstein (buen ejemplo de obstinación y búsqueda de nuevos caminos ante certidumbres poco consistentes):

“Dos niños patinaban sobre una laguna congelada. De pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua. El otro, viendo que su amiguito se ahogaba debajo del hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró quebrar el hielo y así salvar a su amigo.

Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron cómo lo había hecho, cómo era posible que hubiera conseguido quebrar un hielo tan grueso sólo con una piedra y sus manos tan pequeñas.

Un anciano dijo que sabía cómo.

- ¿Cómo?... Le preguntaron. Y contestó:

- No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.”

EEUU y la Shoá. Ayudamemoria

Un esquema para conocer la cronología de una indiferencia criminal

1935

Leyes Raciales de Nürenberg

1938

Anschluss de Austria-Kristallnacht

1939

Pacto Alem-URSS – Invas. Polonia

1941

Ruptura pacto Alemania-URSS – Invasión de territorios del Este. Comienzo del exterminio

Asesinato de un millón y medio de judíos por los Einzatsgruppen

Enero 42

Conferencia de Wansee: Solución final (industria de la muerte)

Julio 42

Comienzo de deportaciones de Varsovia a Treblinka – construcción de Auschwitz

Agosto 42

Cable secreto al Depto de Estado y al rabino Wise

Enviado por el Dr Gerhardt Riegner (representante del World Jewish Congress en Berna) en donde le informaba de lo que estaba sucediendo y de los planes de exterminio de judíos a tres semanas del comienzo de las deportaciones. El Depto de Estado lo mantuvo en secreto e impidió que le llegara al rabino Wise. Éste finalmente supo de su existencia por fuentes británicas y exigió conocerlo, pero le pidieron que no lo hiciera público.

Octubre 42

Jan Karki con líderes judíos en Varsovia

Supo entonces del alcance de las acciones. Fue aleccionado para difundir por el mundo el estado de cosas y conseguir socorro. Llevó la información a Londres.

Febrero 43

Telegrama # 354 a los consulados

Clave de toda la denuncia de la inacción fue este memo que se enviara a todos los consulados norteamericanos ordenando reservar las informaciones relativas al destino de los judíos.

Julio 43

Jan Karski con Roosevelt

Transmite la información de las masacres al presidente, otros miembros del gobierno y de la comunidad Judía. Dio más de 200 conferencias con cobertura de la prensa y publicó un libro en enero del 44, “Story of a Secret State”, que fue el Libro del Mes.

Enero 44

Roosevelt se entera oficialmente

18 meses después del telegrama de Riegner, el 13 de enero, Henry Morgenthau (Secretario del Tesoro) entrega el “Personal Report to the President”. Se reveló el ocultamiento de la información y la falsedad de las explicaciones oficiales de la criminal inacción norteamericana. Basado en una tarea de investigación de un abogado del Depart. del Tesoro, Josiah DuBois, el memo fue firmado por su superior, Randolph Paul, el Consejero General del Tesoro. Junto con esta denuncia, Morgenthau presenta una propuesta para el rescate de judíos y se constituye el War Refugee Board financiado por fuentes privadas, no con dinero estatal.

Hipótesis de la inacción norteamericana y el ocultamiento deliberado de la información:

- antisemitismo del miembros del Departamento de Estado

- relativa impotencia y desunión de los judíos norteamericanos

- decisión de priorizar los esfuerzos bélicos basado en la idea de que la única forma de salvar a los refugiados era ganar la guerra.

Los chicos de Hitler. William E. Grim

Traducción: Diana Wang[1]

No soy judío. Ningún miembro de mi familia murió en el Holocausto. El antisemitismo ha sido siempre para mí uno de aquellos fenómenos que mi radar no registra, como los asesinatos tribales en Ruanda, esas cosas terribles que le pasan a los demás.

Pero vivo en una pequeña ciudad en las afueras de Munich en una calle que hasta mayo de 1945 se llamaba Adolf-Hitler-Strasse. Trabajo en Munich, una agradable ciudad metropolitana de algo más de un millón de habitantes cuyo encanto bávaro tiende a oscurecer el hecho de que fue la cuna y capital del movimiento Nazi. Cada día, cuando voy a trabajar, paso por los lugares donde vivió Hitler, edificios que aún existen, donde fueron tomadas las decisiones de matar a millones de personas inocentes, plazas y espacios en donde se quemaron libros, desfilaban las tropas de los SS y gente fue ejecutada. La proximidad del mal concentra y focaliza la atención porque antepone la realidad física a las narrativas escritas de los horrores perpetrados por los alemanes.

Luego suceden las pequeñas cosas que se suman y en la suma, se convierten en algo siniestro. Estoy en un ómnibus y un adolescente le pasa a un compañero un ejemplar de “Mi Lucha” que pertenecía a su abuelo, encuadernado en cuero rojo; el receptor dice “genial!” y saca de su mochila un video producido en Suiza de “Los Grandes Discursos de Joseph Goebbels." Pocas semanas después, estoy en una reunión de trabajo con cuatro alemanes jóvenes y sofisticados, que se conducen de manera amable y educada. Cuando el tema de conversación pasa a ser un convenio comercial con un hombre de Nueva York llamado Rubinstein, sus narices se distienden, sus modos adquieren un aire amenazador y uno de ellos dice, y lo cito textualmente, “El problema con los Estados Unidos es que los judíos tienen todo el dinero." Todos ríen y otro dice, "sí, a los judíos les importa mucho el dinero."

Encuentro que este tipo de referencia antisemita en mis tratos profesionales con alemanes se vuelven pronto un leitmotif (tomando prestado el término que hizo famoso Richard Wagner, otro notorio alemán antisemita). En mis encuentros privados con alemanes, sucede con frecuencia que se aflojan después de un tiempo y revelan opiniones personales y tendencias políticas que se suponía que habían dejado de existir en aquel bunker en Berlín un 30 de abril de 1945.

Tal vez se deba a que soy rubio y a que mi apellido suena alemán, el que los alemanes sientan que soy “uno de ellos”. También muestra cuánto comprenden de lo que significa ser un norteamericano.

Cualquiera sea la razón, las conversaciones tienen generalmente uno o más de los siguientes componentes:

(1) Fue desafortunado que los Estados Unidos y Alemania lucharan como enemigos durante la Segunda Guerra, dado que el enemigo real era Rusia.

(2) Sí, los Nazis cometieron excesos, pero en las guerras suceden cosas terribles. Al mismo tiempo, el panorama del Holocausto ha sido muy exagerado por los medios norteamericanos que están dominados por judíos.

(3) La CNN está controlada por judíos norteamericanos y es anti palestina. (Sí, ya sé que suena increíble, pero incluso entre los alemanes más inteligentes, aún aquéllos con clara influencia sajona, hay una creencia extendida de que la red de noticias fundada por el mejor amigo de Fidel Castro, Ted Turner, quien hasta hace poco estaba casado con la hanoísta Jane Fonda, es un enclave de la propaganda pro israelí )

(4) Casi todos los alemanes se opusieron al Tercer Reich y nadie en Alemania sabía nada sobre el asesinato de los judíos; los judíos mismos fueron los responsables del Holocausto.

(5) Ariel Sharon es peor que Hitler y los israelíes son Nazis. Los EEUU apoyan a Israel sólo porque los judíos controlan al gobierno norteamericano y a los medios.

Por primera vez en mi vida, fui conciente del antisemitismo. Por cierto que el antisemitismo existe y ha existido en otras partes pero en ninguna sus consecuencias han sido tan devastadoras como en Alemania.

Mirándolo de la manera más objetiva posible, 2002 ha sido un año ejemplar para el antisemitismo en Alemania. Ataques a sinagogas; profanaciones en cementerios judíos; el gran best seller alemán fue la novela de Martin Walser “Muerte de un crítico”, un texto ligeramente velado que contiene claves maliciosas y ataques antisemitas sobre el conocido crítico literario Marcel Reich-Ranicki (sobreviviente tanto del gueto de Varsovia como de Auschwitz); el partido Democrático Libre ha adoptado extraoficialmente el antisemitismo como campaña táctica para atraer a la minoría musulmana; y los historiadores revisionistas alemanes están empezando ahora a definir a la perpetración alemana en la Segunda Guerra y al Holocausto no como Crímenes Contra la Humanidad sino como tempranas batallas (con lamentables pero comprensibles excesos) en la guerra fría contra el comunismo.

La situación es tan mala que a los judíos alemanes se les sugiere no usar en público nada que los pueda identificar como judíos porque su seguridad no puede ser garantizada.

¿Cómo puede ser posible? ¿No es ésta la “Nueva Alemania” que durante 57 años no tuvo Holocaustos ni pogroms, en donde la verdad, la justicia y el estilo alemán prevalecen por sobre el bienestar económico, el alto standard de vida que es la envidia de los vecinos europeos y una constitución que garantiza la libertad para todos sea cuál sea su raza, credo u origen nacional? ¿Qué cambió? La respuesta es: absolutamente nada.

My hipótesis es muy simple. Mientras Alemania no tiene ya el poder militar para avalar la ideología racista Nazi y mientras las manifestaciones extremas del Nazismo son oficialmente ilegales, las condiciones internas –esto es, las actitudes, la cosmovisión y las presunciones culturales- que llevaron al surgimiento del partido Nazi en Alemania están todavía presentes porque constituyen componentes básicos de la identidad alemana. El Nazismo no era una aberración; era la destilación de la psique alemana en sus elementos esenciales. El Nazismo externo puede haber sido derrotado en mayo de 1945; el interno, sin embargo, permanece, y siempre permanecerá, una amenaza potencial siempre que exista una entidad política y/o cultural conocida como Alemania.

Esperen un poco, escucho mucha gente decir “no podés sostener que los alemanes son tan antisemitas hoy como lo fueron durante los años 1933-1945”. Es verdad que la Alemania de hoy es muy diferente que la del Tercer Reich. Lo que cambió es que debido a su total derrota ante los aliados, Alemania hoy es un estado cliente de los Estados Unidos y debe hacer bien los deberes. Esto significa la represión del antisemitismo abierto. Es malo para los negocios.

La otra cosa que ha cambiado es que, aunque Hitler perdió la Segunda Guerra, tuvo un éxito fenomenal en el terreno ideológico. Alemania, y por cierto Europa entera, está esencialmente Judenfrei (libre de judíos) hoy debido a la eficacia y celo de los alemanes mientras perpetraron el Holocausto durante el Tercer Reich. Se podría, de hecho, plantear de manera muy convincente que el Nazismo es uno de los programas políticos más exitosos de nuestro tiempo. Cumplió más objetivos en corto tiempo que cualquier otro movimiento político comparable y cambió de manera permanente la apariencia y estructura política de varios continentes. Alemania es rica, estable, inexorablemente burguesa y para todo propósito e intención, libre de judíos.

Sí, hay una pequeña minoría de judíos, ubicados en su mayoría en Berlín, y sí, ha habido un número de judíos procedentes de la ex Unión Soviética que han emigrado a Alemania, pero la mayoría de los inmigrantes de Rusia no son judíos practicantes y hacen poco o nada para promover una identidad judeo-alemana. El resultado de todo es que Alemania hoy puede cosechar los beneficios de las políticas antisemitas de Hitler mientras paga el precio verbal y declarativo de la “necesidad de recordar”.

El joven Fritz no precisa ser abiertamente antisemita hoy gracias a que la generación de su abuelo hizo un trabajo tan exhaustivo durante el Holocausto. No hay ya tantos judíos para odiar, y además, los alemanes tienen a sus viejos camaradas, los árabes, para que actúen de odiadores en su lugar. El gran apoyo que los palestinos reciben de los alemanes podría ser entendido como una forma de antisemitismo por delegación.

El gobierno alemán ha hecho pagos en efectivo al Estado de Israel así como a judíos individuales, para compensar por asesinatos, tortura, prisión, trabajo esclavo y genocidio. Hablen con la mayoría de los alemanes y verán pronto que creen que la cuenta entre Alemania y los judíos ya está saldada, que de alguna manera, la recuperación de una parte de lo que los alemanes le robaron a los judíos es una recompensa adecuada por el asesinato deliberado de millones de personas. Si piensan que los alemanes lamentan sinceramente por lo que le hicieron a los judíos, piensen otra vez. No hubo nunca un oficial "tut mir leid" (me apena, lo lamento) ofrecido por los alemanes a las víctimas del Holocausto y sus descendientes porque ello implicaría la admisión de la culpabilidad. Alemania ha pagado los reclamos sin expresar responsabilidad, de la misma manera que la Ford Motor Company acepta el reemplazo o la indemnización por partes dañadas de sus automóviles. Se hace para evitar la responsabilidad civil.

He mencionado antes que los alemanes apoyan de manera abrumadora a los palestinos como opuestos a los israelíes, y que este apoyo abrumador representa una forma de antisemitismo por delegación. Los alemanes pueden argumentar que apoyan a los palestinos porque creen que son un “pueblo oprimido”, pero seamos honestos, apoyan a los palestinos y a sus dirigentes árabes porque comparten los mismos ideales que los Nazis.

Hay una larga historia de la cooperación alemana con los árabes. En 1942, Hitler personalmente aseguró al Mufti de Jerusalém que tan pronto como Alemania conquistara Gran Bretaña, los judíos de Palestina (que estaba entonces bajo control del Mandato Británico) serían exterminados.

Debemos recordar también que los terroristas árabes que perpetraron las atrocidades del 9 de septiembre, planificaron sus acciones en Alemania. Hay varias razones para ello. La primera es el caos desmañado y descentralizado de la burocracia federal alemana donde, literalmente, la mano “izquierda” no sabe lo que hace la “derecha”. La segunda es que los terroristas árabes pueden contar con un número sustancial de alemanes que comparten sus creencias anti norteamericanas y antisemitas. Los ex miembros de las SS y los guardias pretorianos de Hitler, junto con los simpatizantes neo-Nazis que se reúnen semanalmente en cervecerías de Munich, hicieron a Osama ben Laden “ario honorario” después del ataque del 9 de septiembre.

Mein Kampf (Mi lucha) es también un best seller en el mundo árabe, especialmente en Arabia Saudita, el “amigo” putativo de los Estados Unidos. Efectivamente, hay pocas diferencias entre la cháchara antisemita de Hitler y la de los así llamados “líderes espirituales” de al-Qaeda, Hamas, y Fatah. Los árabes le deben mucho a Hitler y a los alemanes. Hitler eliminó a los judíos y Konrad Adenauer y sus descendientes “democráticos" los reemplazaron con turcos. Sí, los turcos no son árabes, pero son musulmanes y aunque Turquía sea miembro de la NATO y tenga relaciones con Israel, muchos turcos se identifican con sus correligionarios radicales árabes y los apoyan. Turquía es una democracia frágil como lo fue la República de Weimar durante los veintes. No sería muy difícil para los turcos deslizarse hacia el lado oscuro del extremismo musulmán.

El resultado final de la inmigración turca a Alemania tiene dos caras: (1) permite a Alemania fingir liberalismo y apertura a la libertad y a la diversidad y (2) al reemplazar a los judíos que asesinaron con musulmanes que, en su mayor parte son tan perversamente antisemitas como lo fueron los Nazis, los alemanes han asegurado cínicamente que los pocos judíos que viven en Alemania estén imposibilitados de reconquistar el poder político aún en un rol minoritario.

Un argumento final que me gustaría hacer en relación al resurgimiento del antisemitismo en Alemania es uno que podría tomarse como dispar con la evidencia prima-facie o incluso aparecer como estirando los límites del sentido común. Aún así, pido consideración cuidadosa a mi línea de razonamiento.

En muchos sentidos Alemania se salió con las suyas sin pagar demasiado. Sí, muchos alemanes murieron como resultado de la perpetración alemana en la Segunda Guerra y el Holocausto, y sí, hubo mucha destrucción física en el país, pero la situación se parece a la del chico que roba una galletita de la bandeja en la que se enfría sobre la mesada de la cocina. Por su acto podría recibir de su madre una palmada en la mano pero la galletita robada ya fue comida.

Después de haber cometido el peor crimen en la historia de la humanidad, los alemanes obtuvieron el permiso de recuperar su soberanía después de tan sólo diez años; su infraestructura fue completamente reconstruida gracias a la generosidad del pueblo norteamericano; y relativamente pocos alemanes fueron llevados a juicio por sus crímenes monstruosos. Aún aquéllos que fueron juzgados y sentenciados recibieron penas relativamente breves o las redujeron o conmutaron en amnistías generales. Por ejemplo, algunos miembros de los Einsatzkommandos (fuerzas especiales), los alemanes que, antes de la construcción de los campos de exterminio, cazaron y asesinaron a cientos de miles de judíos, recibieron penas tan breves como cinco años de prisión.

Si hubiera verdadera justicia en el mundo, Alemania no debería existir como país independiente y tendría hace bastante su territorio dividido y dispersado entre los aliados. Fue una coincidencia histórica infortunada que la Guerra Fría comenzara justo cuando Alemania estaba por ser llevada a los estrados por sus muchos delitos, crímenes y atrocidades desde la Primera Guerra Mundial. La nueva amenaza de la Unión Soviética tuvo preeminencia sobre un arreglo justo de las cuentas con Alemania. El resultado trágico es que muchos de los países violados y expoliados por Alemania, tales como la República Checa y Polonia, están recién ahora emergiendo de décadas de declinación económica, mientras Alemania –gorda, saciada, arrogante, autosatisfecha y esencialmente Judenfrei (libre de judíos)- ha disfrutado cuatro décadas de prosperidad económica inmerecida.

No podemos volver atrás el reloj para rediseñar los errores históricos que han sido cometidos por los alemanes, pero hay una cantidad de cosas que pueden ser hechas para asegurar que Alemania no pueda estar otra vez en la posición de amenazar al resto del mundo civilizado.

Primero y principal es la hecho de que, mientras no todos los alemanes son antisemitas, hay una tendencia antisemita en la cultura alemana que se extiende en el pasado hasta los tiempos de Martín Lutero. Los alemanes son instintivamente antisemitas del mismo modo en que los norteamericanos son instintivamente amantes de la libertad. El antisemitismo ha sido y, desafortunadamente sigue siendo, la ideología por default –natural- del pueblo alemán. Si todo siguiera igual, los alemanes apoyarían instintivamente a los enemigos del Estado de Israel. Por ello, los Estados Unidos necesitarán monitorear cuidadosamente y estar listos y decididos políticamente para intervenir con rapidez en los asuntos alemanes cuando se vea que Alemania se desliza hacia el antisemitismo.

Adicionalmente, debiera ser un objetivo de la política exterior norteamericana, la oposición y aceleración del desmembramiento de la Unión Europea. No debemos permitir la dominación alemana sobre la UE para conseguir, por medio de maniobras parlamentarias y arreglos privados lo que Hitler y los alemanes no pudieron en el Tercer Reich. Dado el resurgimiento del antisemitismo alemán (y el de Francia también) una Unión Europea fuertemente dominada por Alemania que tolera e incluso estimula aún tibiamente el antisemitismo, y es un aliado diplomático del mundo árabe, es la mayor amenaza potencial al judaísmo desde la Alemania Nazi y la mayor amenaza para los Estados Unidos también.

Los enemigos de Israel son los enemigos de los Estados Unidos. Que todos los judíos y todos los norteamericanos estemos unidos al proclamar “nunca más” tanto al Holocausto como al 9 de septiembre.

William E. Grim es un escritor que vive en Alemania y es nativo de Columbus, Ohio. Puede ser contactado en wgrim@myrealbox.comand.

Más sobre Willian Grin en The Official William E. Grim Website (www.williamegrim.tripod.com).

[1] A pesar de no coincidir con la totalidad de los planteos de su autor, en especial en relación al lugar que asigna a los Estados Unidos, consideré que sus reflexiones y aportes provocadores y valientes son merecedores de una traducción para que pudieran ser conocidos por quienes no leen en inglés. En la vieja polémica sobre la culpabilización del pueblo alemán, es éste un texto disparador de debate que agrega puntualizaciones de actualidad al complejo universo de lo judío en el mundo con sus ingredientes económicos y geopolíticos. Diana Wang

Limpieza étnica - Moacyr Scliar

publicado en Folha de São Paulo, 29 de abril de 2002 - Traducción: Diana Wang -

Al final, después de mucho tiempo, sucedió: accedieron al gobierno. Y, de inmediato, resolvieron implementar lo que consideraban su sagrada misión: limpiar el país de todo elemento extranjero, un elemento extraño, sospechoso, que sólo traía violencia y dificultades.

Primero echaron a los africanos. Cosa relativamente fácil: se los identificaba por el color. Además, como eran recién llegados, no podían protestar. De modo que fueron embarcados, por millares, y despachados a sus lugares de origen.

Después fueron los musulmanes. También muchos y también relativamente fáciles de identificar. Igual procedimiento: fletaron grandes naves a bordo de las que los llamados indeseables iniciaron su viaje de regreso.

Después de los musulmanes, los judíos. Elección obvia, incluso para que no se dijera que el gobierno mostraba alguna parcialidad en el conflicto de Medio Oriente. Surgieron algunos problemas: muchos judíos eran recién llegados –estaban en el país desde hacía medio siglo apenas- pero otros podía mostrar árboles genealógicos que se remontaban a la Edad Media. No sirvió de nada sin embargo tal argumentación. La comisión que investigaba sumariamente los antecedentes étnicos de los ciudadanos declaró que aquello no confería a la nacionalidad ningún grado de pureza. De modo que esos judíos arcaicos –un término usado por la comisión- fueron colocados también en naves (o en trenes: una excepción exclusiva creada para ellos) y fueron echados del país.

Consultando los manuales de historia, la comisión constató la presencia en la antigüedad de otros intrusos: los romanos. Era, naturalmente, todo un problema. Pero fue establecido un llamado perfil latino, con parámetros tales como altura, color de ojos y de pelo, apellido, que permitían descubrir, con razonable grado de seguridad, a los descendientes de los antiguos invasores. Que fueron, igual que los otros (si bien con un poco más de respeto) expulsados.

Pero, antes de los romanos, ya existían los galos. Como los otros grupos, habían venido de afuera; también ellos podrían ser considerados forasteros. Claro que la tradición gala era muy sólida, expresada en simpáticos personajes como el de Asterix, pero la comisión decidió que un principio era un principio, y de este modo todos los que podrían tener cualquier residuo de sangre galesa en las venas fueron expulsados.

Ya entonces no sobraba nadie en el país. Ni siquiera la comisión, cuyos miembros se habían declarado alienígenas y se habían echado. Y la cuestión era: ¿quién, al final, podría denominarse auténtico habitante del país?

Es un problema. Se sabe que, en una caverna de heladas montañas, existe el cadáver bien preservado de un hombre que estuvo allí durante millones de años. Con células de ese nativo podrían fabricarse clones que, estos sí, constituirían el embrión de una nacionalidad auténtica.

Un procedimiento relativamente simple.

Pero no queda nadie para llevarlo a cabo.

http://www.uol.com.br/fsp/cotidian/ff2904200207.htm