Limpieza étnica - Moacyr Scliar

publicado en Folha de São Paulo, 29 de abril de 2002 - Traducción: Diana Wang -

Al final, después de mucho tiempo, sucedió: accedieron al gobierno. Y, de inmediato, resolvieron implementar lo que consideraban su sagrada misión: limpiar el país de todo elemento extranjero, un elemento extraño, sospechoso, que sólo traía violencia y dificultades.

Primero echaron a los africanos. Cosa relativamente fácil: se los identificaba por el color. Además, como eran recién llegados, no podían protestar. De modo que fueron embarcados, por millares, y despachados a sus lugares de origen.

Después fueron los musulmanes. También muchos y también relativamente fáciles de identificar. Igual procedimiento: fletaron grandes naves a bordo de las que los llamados indeseables iniciaron su viaje de regreso.

Después de los musulmanes, los judíos. Elección obvia, incluso para que no se dijera que el gobierno mostraba alguna parcialidad en el conflicto de Medio Oriente. Surgieron algunos problemas: muchos judíos eran recién llegados –estaban en el país desde hacía medio siglo apenas- pero otros podía mostrar árboles genealógicos que se remontaban a la Edad Media. No sirvió de nada sin embargo tal argumentación. La comisión que investigaba sumariamente los antecedentes étnicos de los ciudadanos declaró que aquello no confería a la nacionalidad ningún grado de pureza. De modo que esos judíos arcaicos –un término usado por la comisión- fueron colocados también en naves (o en trenes: una excepción exclusiva creada para ellos) y fueron echados del país.

Consultando los manuales de historia, la comisión constató la presencia en la antigüedad de otros intrusos: los romanos. Era, naturalmente, todo un problema. Pero fue establecido un llamado perfil latino, con parámetros tales como altura, color de ojos y de pelo, apellido, que permitían descubrir, con razonable grado de seguridad, a los descendientes de los antiguos invasores. Que fueron, igual que los otros (si bien con un poco más de respeto) expulsados.

Pero, antes de los romanos, ya existían los galos. Como los otros grupos, habían venido de afuera; también ellos podrían ser considerados forasteros. Claro que la tradición gala era muy sólida, expresada en simpáticos personajes como el de Asterix, pero la comisión decidió que un principio era un principio, y de este modo todos los que podrían tener cualquier residuo de sangre galesa en las venas fueron expulsados.

Ya entonces no sobraba nadie en el país. Ni siquiera la comisión, cuyos miembros se habían declarado alienígenas y se habían echado. Y la cuestión era: ¿quién, al final, podría denominarse auténtico habitante del país?

Es un problema. Se sabe que, en una caverna de heladas montañas, existe el cadáver bien preservado de un hombre que estuvo allí durante millones de años. Con células de ese nativo podrían fabricarse clones que, estos sí, constituirían el embrión de una nacionalidad auténtica.

Un procedimiento relativamente simple.

Pero no queda nadie para llevarlo a cabo.

http://www.uol.com.br/fsp/cotidian/ff2904200207.htm