Hoy se conmemora la firma de la capitulación de la Alemania nazi. Fue el fin de la guerra en Europa y el fin de la Shoá. Así como el genocidio armenio sucedió durante la Primera Guerra Mundial, el Holocausto judío tuvo lugar durante la Segunda. Genocidios y guerras interconectados. Si el nazismo hubiera triunfado el mundo no sería como es, muchos de nosotros no habríamos nacido. ¿Qué habría sido de las democracias y de la libertad? La rendición del nazismo marcó el renacimiento de la esperanza.
Alemania firmó varias capitulaciones. Por eso los norteamericanos lo recuerdan el 7, los alemanes el 8 y los rusos el 9.
Para los sobrevivientes judíos fue su segundo nacimiento. ¡Alemania rendida! ¡Un milagro! El Reich de los mil años ya no cumpliría otro. El cuero de las botas de los orgullosos SS ya no brillaba impoluto. Ahora, con el calzado cubierto de barro, temían por sus vidas. Los otrora “puros”, bien bañados, afeitados y orgullosos, deambularon a partir de ese día sucios, asustados, algunos, dolorosa ironía, pretendiendo pasar por judíos en la esperanza de salvarse.
Para los sobrevivientes, ocupados en encontrar destino a sus vidas, aquel mayo aún no era un mes de alegría. Europa devastada, aniquilada su economía, sin medios de transporte ni trabajo, seguían, como los años anteriores, tratando de sobrevivir día tras día, minuto a minuto.
Los sobrevivientes recuerdan con claridad el momento en el que no hubo más nazis a su alrededor, cuando llegaron los rusos que habían sufrido tanto, los británicos, los norteamericanos. Recién ahí creyeron que tal vez podrían volver a ser dueños de sus vidas. Pero a medida que los días pasaban, que la muerte dejaba de rondar, la gran pregunta: ¿Habrá sobrevivido alguien de mi familia? La búsqueda desenfrenada en los listados que circulaba la Cruz Roja y el UNRRA no siempre respondían su pregunta. Tal vez volviendo a sus casas encontrarían a alguien. Pero ¿cómo volver sin transportes, sin dinero? Algunos lo consiguieron y al llegar a las puertas de las que habían sido sus casas recibieron un nuevo golpe: los nuevos moradores no les abrían las puertas; a veces, si lo hacían, era con insultos y hasta en algunos sitios fueron asesinados como en Kielce en 1946. No había donde volver. No había donde ir. Gran Bretaña mantenía cerradas las puertas del destino lógico, Israel y el resto del mundo seguía cerrado como luego de la Conferencia de Évian-les-bains de 1938. Los judíos, liberados del nazismo, seguían prisioneros del mundo que no tenía lugar para ellos.
Esta fecha precisó varios años para ser conmemorada. En la Argentina se debe a la determinación e insistencia de José Moskovits que lo instaló en la agenda. Reconforta el cambio producido en algunos gobiernos que ya toman el tema de la Shoá como propio, en especial el trabajo precursor y radical de Alemania. Argentina integra desde 1998 la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto, IRAH por su sigla en inglés.
La Shoá es más que un tema judío. Es esencial aprender de sus lecciones para educar en la construcción de ciudadanos responsables que no sucumban ante falsos profetas ni ideologías salvadoras, que resistan a las manipulaciones mediáticas y, sobre todo, que aprendan a pensar por sí mismos y sepan distinguir lo que está bien de lo que está mal.
Publicado en La Nación