Prologo libro "Monumento" (Gustavo Nielsen, comp)

El Monumento Nacional a la Memoria de las Víctimas del Holocausto, de los arquitectos Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia, se encuentra emplazado en la Plaza de la Shoá, en la intersección de las avenidas del Libertador e Intendente Bullrich, en l…

El Monumento Nacional a la Memoria de las Víctimas del Holocausto, de los arquitectos Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia, se encuentra emplazado en la Plaza de la Shoá, en la intersección de las avenidas del Libertador e Intendente Bullrich, en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

vista parcial del Monumento

vista parcial del Monumento

¿Cómo hacer presente la ausencia?

  • ¿Qué tienen que ver estos bloques cuadrados con el Holocausto?

  • No se entiende nada, ¿qué quiere decir todo eso?

  • Es un insulto a los que sobrevivimos y a la memoria de los que fueron asesinados.

  • ¿Por qué no hay objetos judíos, acaso no nos pasó a nosotros?

  • ¿Los cassettes y los auriculares no existían en esa época, para qué están en un monumento que nos representa?

Cosas así dijeron algunos sobrevivientes en una presentación de la obra realizada especialmente para ellos. No todos, claro está, pero varios, y algunos de manera airada, expresaron su frustración y dificultad en comprender el sentido del monumento. No tenía los símbolos o códigos habituales en su imaginario representativo, sin víctimas ni perpetradores, sin escenas sangrientas ni banderas reivindicatorias ni brazos levantados implorando al cielo. No sabían todavía que estaría ubicado entre dos líneas férreas que con el sonido y la vertiginosidad del paso de los trenes, evocarían cada tanto aquellos otros, los que iban llenos y regresaban vacíos. Lo que veían era un muro con bloques de piedra con huecos de objetos cotidianos que no les hablaban de la “cosa en sí”. Era un idioma extraño que les era ajeno.

La Shoá y todos los hechos genocidas, como tragedia, son representados tradicionalmente agigantando el mal hasta volverlo ominoso, abominable y acentuando lo sufrido por las víctimas. Son representaciones para ser miradas desde lejos, siempre referidas a valores centrales de la sociedad, firmemente aleccionadores. Como en la tragedia aristotélica, suelen contener claros símbolos que hablan sin intermediarios del Bien y del Mal para que el ciudadano comprenda y haga suya la lección. La tragedia, según Aristóteles, debe ser pedagógica y estimulante en la construcción de la moral social, sus protagonistas son dioses, semidioses y héroes continuamente enfrentados con la vida y la muerte, el bien y el mal, la verdad y la mentira.

Los creadores del Monumento Nacional a la Memoria de las Víctimas del Holocausto Judío, Gustavo Nielsen y Sebastián Marsiglia, tomaron el riesgo de mostrarlo desde otro ángulo, el que Aristóteles llamaba comedia. No se trataba de un espectáculo de humor como se cree hoy sino la representación de lo humano pequeño y concreto, individual, falible y vulnerable; sus protagonistas eran personas comunes cuyas vidas cotidianas anónimas tenían experiencias similares a las de los espectadores que podían así identificarse con los protagonistas y sentirse parte de la representación. Cada objeto aquí mostrado sigue esta línea que habla sobre vidas anónimas pero le suma a ello la alusión a aquellas otras despedazadas y silenciadas. Cada objeto es ese objeto, pero, también y junto con él, infinitos otros que podrían haber estado ahí, que cualquiera de nosotros podría haber entregado para dejar testimonio y decir: acá alguna vez vivió alguien.

Claude Lanzmann cree que es irreverente e improcedente pretender representar lo irrepresentable, esos hechos de tal horror que superan lo concebible, que en el intento de mostrarlo lo bastardean y banalizan. No se han inventado aún sistemas de registro y medición para la Shoá y los otros cataclismos que han seguido sucediendo, no hay sismógrafos que midan y evalúen, seguimos mudos y espeluznados ante lo que los humanos somos capaces de hacerle a otros humanos.

En este monumento, la representación es conceptual, habla más allá de la piedra y enmudece ante lo perdido. La ausencia deliberada de la figura humana se potencia en el vacío dejado por la huella de los objetos huérfanos de humanidad, perdidos, olvidados que interpelan al caminante desprevenido con interrogantes como ¿por qué si es en homenaje a víctimas, no hay ninguna? ¿a quién pertenecían estos objetos? ¿cómo fue? ¿qué pasó? ¿por qué está acá? Y alguno, más atrevido, tal vez llegue a preguntarse ¿cuál objeto podría representarme cuando yo no esté? ¿Con cuál objeto podría dejar constancia de haber estado y de haber sido arrancado de la vida violentamente y sin motivo alguno? Y si hubiera alguien que se animara a recorrer con la mano cada hueco, cada vacío, cada marca, y respirara hondo dejándose impregnar por tanta ausencia, tal vez podría advertir que no se trata solo de la Shoá, que lo representado la excede, porque lo que allí sucedió hirió de muerte a una concepción de lo humano que nos atañe a todos. Y la herida sigue abierta y sangrando. Por eso los objetos son de hoy, porque el peligro sigue activo y todos podríamos ser la próxima víctima.

Son objetos cotidianos, pequeños, insignificantes, con los que interactuamos a diario, parte de nuestra subjetividad y se constituyen en marcas indelebles de una arqueología urbana universal. Esa muda hendidura dejada en la piedra por esos objetos remite a aquellos otros que quedaron tras tantas vidas cercenadas, interrumpidas, acalladas, ésos que, huérfanos de sus dueños, pasaron a ser objetos sin objeto. Son, en palabras de sus autores, “fósiles urbanos … que a diario pasan inadvertidos pero que cuando el sujeto ya no está, cobran la fuerza de una presencia”. Cada objeto en este monumento fue entregado y usado con algún sentido. Este libro recolecta esas historias.

El vacío es el protagonista conceptual de la obra para dar cuenta del agujero, la mutilación que todo hecho genocida deja en el cuerpo de lo humano. Pero, como el fotón que no puede ser medido porque para medirlo hay que iluminarlo y en ese acto se lo modifica, ¿cómo iluminar la oscuridad? ¿cómo hacer presente la ausencia? ¿cómo gritar el silencio? Es un oxímoron y parece haberse salvado en esta representación de la ausencia, una ausencia al cubo, ausente el objeto, ausente su dueño, ausentes las víctimas. Este monumento, gestado poéticamente, probablemente no habría sido comprendido tampoco por mis padres, sobrevivientes de la Shoá, pero seguirá hablando de ellos, de quienes fueron, de cuánto perdieron y de cómo sobrevivieron.

Pienso en mi mamá que tanto sufrió durante la Shoá y que ya hace tanto que se fue. ¿Cómo poner en imagen por ejemplo su ausencia? ¿Cómo contar sobre su sutileza y picardía, su elegancia, su sabiduría? Lo haría con un colgante que ella solía llevar en el cuello, un pececito de oro con escamas movibles con el que me gustaba tanto jugar de chica. El pez es un símbolo de la vida, de la frescura y el agua, curiosamente fue el primer símbolo del cristianismo antes de que se instaurara la cruz, un instrumento de tortura.

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Cuando mamá se fue, con mi hermano nos repartimos sus pertenencias; todo fue fácil y fluido hasta que le llegó el turno al pececito. Lo queríamos los dos. Decidimos someterlo al azar y lo ganó él. Yo conseguí un tiempo después un pececito parecido, no de oro y lo guardo sabiendo que no es, pero como cuenta Gustavo con el gato chino, me miento como si lo fuera y a veces juego con él en un diálogo silencioso y privado con mamá. Si yo hubiera ofrecido algún objeto para la construcción de este monumento, habría sido ese pececito de escasos 4 centímetros pero que, para mí, es enorme. Y estaría su huella en medio del concreto, fijo en la piedra para toda la eternidad y tal vez alguien, alguna vez, lo miraría y se preguntaría ¿para qué habrán puesto un pececito en un monumento al Holocausto? y tal vez esa misma persona construiría su propia historia acerca de qué estaría representando semejante objeto tan alejado de lo que supuestamente se quiere expresar.

Por todos los que fueron asesinados solo por haber nacido judíos cuyas voces forman un coro atronador y fantasmático casi imposible de oír.

Por los que sobrevivieron luego de esa cruel ordalía y de haber perdido familias, infancias, la pelota de fútbol, la muñeca, la bicicleta, el abrigo favorito, los zapatos para la nieve, los libros, casas, idiomas, países y se reconstruyeron en otra lengua mientras aprendían a comer asado y a tomar mate.

Por todos los que lo pueden ver y por los que lo seguirán viendo cuando pasen caminando tal vez distraídos y quizás se pregunten por cada uno de esos objetos cuál es la historia que acecha detrás, cuáles las ilusiones, las penas, los sueños y las alegrías de esas personas anónimas para las que cada uno de ellos fue un ancla en lo humano que nos es común a todos.

Nota: el libro reúne textos sobre los objetos donados para la realización del Monumento a las víctimas de la Shoá. Aún está iné

Lo que debió haber dicho el ministro Bullrich y no dijo.

Las palabras del ministro Esteban Bullrich en su visita a la casa de Ana Frank en Amsterdam el pasado 26 de marzo de 2017, han sido tan poco claras que llevaron a innumerables críticas que inundan las redes sociales y los medios periodísticos.

La prensa difundió que dijo que “Los sueños (de Ana Frank) quedaron truncos en gran parte por una dirigencia que no fue capaz de unir y llevar paz a un mundo que promovía la intolerancia”.

¿Eso fue todo lo que dijo o fue un recorte de la prensa? ¿Qué dijo antes? ¿Dijo algo después? La frase es, por cierto, sorprendente, lesiva y confusa. ¿De quién hablaba? ¿a cuál dirigencia se refería? ¿a la nazi? El antecedente en la frase sugiere que sí puesto que los nazis fueron los responsables de que los sueños de Ana Frank se truncaran con su asesinato. ¿Y a qué mundo aludió como promotor de la intolerancia?, una intolerancia instalada y promovida por el nazismo, no por el mundo. Debido a estas desdichadas formulaciones, las críticas y el repudio generalizado lo acusan de ignorante o, aún peor, de tibio, revisionista y complaciente ante el nazismo e incluso de antisemita.

En una primera lectura también me golpearon sus palabras. Me consta que el ministro Bullrich sabe qué fue la Shoá, el nazismo, las masacres masivas, la discriminación asesina, la industria de la muerte y, a estas alturas, salvo que alguien asuma de manera militante la negación del Holocausto cosa que el ministro no hace, nada de esto es ignorado aunque a veces advertimos dolorosamente que es usado para otros fines.

Sometí en consecuencia el texto a una lectura más exhaustiva y me fue evidente que se refería a la dirigencia de los gobiernos europeos que dejaron que el nazismo se desarrollara sin ponerle freno alguno. Puede verse en dos ejemplos. La política de apaciguamiento del primer ministro británico Chamberlain que apoyó la entrega de los Sudetes a Hitler con el argumento de que así se impediría el estallido de la guerra que se desencadenó pocos meses después. O el vergonzoso pacto de no agresión firmado por Alemania con la URSS una semana antes de la invasión a Polonia, mediante el cual se repartirían gran parte de Europa, pacto que fue roto por los nazis en 1941. La dirigencia europea fue ciertamente miope por decirlo amablemente, y coincido con el ministro, si ése fue el sentido de sus palabras, en que no fue capaz de unirse frente a un gobierno dictatorial que promovía la intolerancia. Pero, infortunadamente, Bullrich no lo dijo así. En lugar de hablar de un gobierno dictatorial habló de un mundo que promovía la intolerancia. ¿Cómo pudo decir algo así? ¿Cómo obvió la debida contextualización para que quedara claro lo que quería decir? ¿Era un tiro por elevación dirigido a cuestiones de la política argentina?

El ministro incurrió en el error de la “obviedización” si se me permite el neologismo. Parece haber creído que lo que decía respecto de las dirigencias que no frenaron al nazismo era tan obvio y claro y que no hacía falta explicarlo. Pero lo que resultó obvio es que no lo era porque no dijo lo que tendría que haber dicho para que se entendiera. Es imperdonable lo que no dijo dado que estaba hablando de aquel régimen asesino. Un docente no puede dar por sobreentendido que lo que dice es obvio. Lo primero que se aprende en el ejercicio pedagógico es a ponerse en el lugar del que no sabe y no dejar nada por supuesto, poner las cosas y las palabras en contexto y asegurarse de que lo que dice es lo que quiere que el otro reciba e incorpore. El ministro, además de sembrar confusión por su “obviedización” se perdió una oportunidad de enseñar las lecciones que la Shoá comportan para el mundo de hoy.

El Holocausto, los judíos y el antisemitismo son temáticas muy sensibles y que deben ser encaradas con mucho cuidado, en especial por gobernantes, docentes y comunicadores. En la difícil situación que vivimos en la Argentina, en la que ciertos sectores buscan y se regodean con delectación ante cada tropiezo del oficialismo -que, por suerte para ellos, ha tenido varios-, los gobernantes deben multiplicar su cautela cada vez que actúan o abren la boca.

Sería conveniente, y estaría muy bien que lo hiciera -como parece ser el hábito en esta administración-, que el ministro pidiera disculpas. No cambiaría lo que dijo pero al menos sería bueno que diera cuenta de su error y se dispusiera a enmendarlo con la debida explicación de qué es lo que quiso decir y decirlo fuerte y claro.

Visitar la Europa judía

Recibí este pedido:

Hola Diana. Mi hijo David acaba de volver de un viaje a Polonia y Praga realizado con otros jóvenes para mantener viva la memoria de la Shoah. Ha vuelto muy conmovido y movilizado por esta fuerte experiencia y por esto quiero publicar sus vivencias para que puedan ser trasmitida a otros jóvenes que desconocen estos eventos. Quiero solicitarte alguna reflexión tuya sobre este tipo de experiencias para esclarecer mejor sobre la importancia de la memoria. Desde ya muy agradecido. Un gran abrazo. Guido Maisuls. 21/2/17

Lo que está y lo que ya no está.

Es conmovedor ir y estar en los sitios que fueron judíos durante tantos siglos. Restos de una vida rica, potente, heterogénea, estructuras que hablan de lo que allí hubo, de lo que pasó, pero también de lo que ya no está.

Pisar esos lugares en la vieja Europa, tocar las piedras, oler el aire, caminar los espacios, dejarse cubrir por el denso silencio, nos llena de una especie de mística intangible, de una añoranza con múltiples caras. Uno se queda quieto esperando ver aparecer a un hombre barbado, con traje y sombrero negros, murmurando sus oraciones mientras su cuerpo se bambolea hacia adelante, hacia atrás, en una coreografía ancestral. O quizás se asome por una ventana una mujer con un delantal manchado, las mejillas sonrosadas por tanto atender a su clientela tras el mostrador de su taberna en el cruce de caminos. O tal vez pudiera venir un hombre pobremente vestido, con las manos callosas, sudoroso y llevando una herramienta en sus manos, un martillo tal vez, buscando algún yunque en donde moldear las herraduras que le ha pedido su cliente. O una viejita con una falda larga y ancha, un pañuelo gris cubriendo su cabeza con una cesta llena de huevos que ofrece con un pregón melodioso. O niños con rulos negros y ojos profundos corriendo contra el viento y riendo junto a niñas traviesas y juguetonas con los zapatos embarrados. O un violinista apurado llevando su instrumento al ensayo, o un intelectual cargando pesados libros yendo a dar su clase, o una costurera con el dedal puesto en el dedo mayor o un filósofo mesándose la barba frente a preguntas que no acierta a responder. ¿Dónde quedó ese mundo de tantos millones de personas que alimentaron y enriquecieron a la civilización occidental con su trabajo artesanal, intelectual, comercial, artístico y científico?

Visitar esos lugares es honrar a quienes les dieron sentido y lo llenaron de anhelos, pujanza y realizaciones, es conocer y dejarse contagiarse por aquel florecimiento y aquellas luces. Pero también es advertir, con un golpe artero y sorpresivo, que ya nada de eso está, que cada construcción, cada sinagoga, cada cementerio, cada casa de estudios, son evidencias del tsunami nazi que arrasó con todo, que dejó a la Europa central y del este casi sin judíos, sin sus shtetlaj, sin su cultura, sin sus constantes estímulos y desafíos que tanto enriquecieron al mundo.

Es doloroso ver lo que hubo y ya no está. Pero es imprescindible ir, verlo, enorgullecerse y comprometerse a trabajar para que los hechos genocidas como la Shoá vayan quedando en un pasado vergonzoso de la Humanidad y los que seguimos, miremos al frente y sigamos haciendo el bien.

Diana Wang.

22 de Febrero 2017

 

27 de enero de 1945, el día del descubrimiento.

No fue liberación. Fue descubrimiento. Aquel 27 de enero de 1945, en su avance hacia el oeste tras el ejército nazi derrotado, el Ejército Rojo se dio con Auschwitz.Los altos mandos aliados sabían y lo ocultaron priorizando el frente bélico. Los ejércitos, los soldados, la gente, no sabía. Lo encontraron. Se chocaron, se toparon, se tropezaron con el pantano más maloliente de la Humanidad.

Los soldados rusos no podían creer lo que veían. La huida nazi había sido tan abrupta que no pudieron disponer de las pilas de cadáveres expuestos impúdicamente, de las montañas de objetos desparramados por todas partes, zapatos, prótesis, anteojos, maquinitas de afeitar, ropa de bebés, ropa de niños, ropa de adolescentes, valijas de cuero, valijas de cartón, valijas de tela, dentaduras postizas, restos inhumanos que alguna vez habían sido de alguien. Y junto con todo eso, en medio de todo eso, por sobre todo eso, unos esqueletos inmóviles que de pronto parpadeaban porque aún estaban vivos ya sin fuerzas siquiera para decir acá estoy. Eran los muertos vivos, los zombies, los aparecidos, seres casi transparentes sin grasa ni músculo, piel y huesos de verdad, no era metáfora, casi inhumanos en su naturaleza carcomida, vacíos y desesperanzados, ni siquiera impúdicos por  sus desnudeces vergonzantes. Vergonzantes no para ellos. Vergonzantes para los soldaditos rusos que no podían ni parpadear, también ellos paralizados, mudos, impávidos, vacíos de palabras y sentidos.

Así fue aquel 27 de enero de 1945 en Auschwitz.

En ese mismo día, los miles de judíos que diez días antes habían sido forzados a dejar el campo para que no quedaran testigos, eran arreados, caminando hacia la Alemania profunda, bajo la nieve, sobre campos helados, sin cobijo ni protección alguna. Se arrastraban para no desfallecer ni tropezar. porque la marcha no podía ser frenada, los guardias disparaban a todo el que caía.

Aquel 27 de enero fue para ellos el último peldaño del horror, las Marchas de la Muerte. Hubo muchas, no solo desde Auschwitz. Todos los campos y sitios de concentración y detención en Polonia fueron evacuados. La guerra estaba perdida, el Reich de los Mil años se había reducido a doce, no debían quedan huellas del plan macabro ni testigos que pudieran documentar o incriminar a nadie.

¿Liberación? Parece broma. Humor negro. ¿De qué estaban libres ahora estos tristes despojos? Tal vez para morir. Cuenta Jack Fuchs que después de que fuera encontrado por los aliados, ya internado en un hospital, limpio, habiendo bebido agua, entre sábanas blancas y rodeado de cuidados, se dijo “ahora me puedo morir”. Claro, recién entonces, si moría, su muerte sería humana. Porque hasta para morir se requieren algunas condiciones, rituales, cuidados y respetos.

En algunos sitios, como en Francia, hubo bailes y alegría por la liberación, la gente salió a las calles a festejar luego de los años de opresión pero la mayoría había mantenido un contexto de vida humano durante la guerra. No fue así con los judíos sobrevivientes devastados, aplastados, torturados, hambreados, enfermos, desgarrados y humillados por los nazis y que, en su mayoría, habían perdido a toda su familia y sus puntos de referencia.

Aquel 27 de enero de 1945 no hubo liberación alguna. Es una formulación edulcorada que encubre y oculta que el fin aún no había llegado, que los judíos seguían penando y muriendo. Es como llamar “noche de los cristales” al pogrom de noviembre, o “desaparecidos, seres sin entidad” a los asesinados. Y el mundo parece no darse cuenta y se festeja la fecha como si fuera un día de recuperación y alegría.

Aquel 27 de enero de 1945 no hubo liberación sino un escalofriante descubrimiento que se repitió en todos los campos con los que se chocaban los ejércitos aliados. Auschwitz, Bergen-Belsen, Buchenwald, Mauthausen, Gross Rosen, Ravensbrück y tantos otros confrontaron a los soldados con escenas igualmente agónicas que revelaban la magnitud de lo sucedido. Un descubrimiento, como el de América, inesperado, no planeado ni buscado y que ha sido una bisagra en la comprensión de lo humano. Llamarlo liberación es dar por buenos los espejitos de colores y luego de los actos y discursos, dejarlo descansar hasta el siguiente año en el que se repetirá lo mismo. Y mientras el mundo sigue bullendo y el MAL sigue siendo amo y señor.

El 27 de enero de 1945 la Humanidad recibió un golpe del que aún no se ha podido reponer y del que todavía no ha conseguido extraer las lecciones para que el soñado “nunca más” sea finalmente eso: nunca más.

Ver "Auschwitz no fue liberado" de Jack Fuchs, 2005 :

https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-46681-2005-01-27.html

El nombre

Lo vio por primera vez en enero. Ese lunes le tocaba el primer piso. Golpeó la puerta de su habitación justo cuando él salía. La dejó pasar con una sonrisa y un gesto galante, dijo algo que ella no comprendió y se fue. Una vez adentro, le sorprendió que la cama ya estuviera hecha, que las toallas colgaran en su lugar, que todo se viera ordenado. No era común en los turistas, menos en los jóvenes. Se miró al espejo y su piel oscura se encendió el evocarlo, alejándose por el pasillo, rubio, con la barba incipiente y tímida, los ojos transparentes, igualito igualito al Jesús de la estampita que repartía el pastor. Verlo y enamorarse perdidamente fue todo uno. No sabía su nombre. No se animó a preguntar en la recepción. No lo volvió a ver.Volvió a mediados de marzo. Él tampoco sabía su nombre. La recordaba de aquel día de enero, prendado de su belleza color tierra, de su altivez y el desafío de esos ojos oscuros un poco achinados y su media sonrisa seductora. No salió del cuarto, la esperó. Ya se animaba con algunas palabras en castellano. Pensé en vos estos dos meses, dijo, te traje algo, ¿te lo puedo dar?. Hubo un sí en la hondura de sus ojos negros y recibió en sus manos una cajita que guardaba una pequeña flor de amancay tallada en piedra. Volvió al día siguiente sabiendo que la estaría esperando. Cruzaron solo un saludo y sonrisas ruborosas. Al tercer día ella se atrevió a mostrarle la estampita, el documento incontrastable del anuncio y la confirmación, con los bordes ajados de tanto anhelo y mirada. Él vio con sorpresa y algún deleite su enorme parecido con aquel Jesús iluminado. Verlo acunando en sus manos suaves la estampita, ahora concreta, ahora viva, la invitó a acercarse, como si tuviera derecho. Dibujó con sus dedos el perfil de su cara, acarició sus mejillas y fue arrimando su cuerpo en una sucesión natural, como el día que sigue a la noche, la calma que sigue al dolor, el derrame que sigue al deseo. Olía a araucarias, olía a tierra, olía a deshielo cordillerano. Sus labios se entreabrieron y lo invitaron a entrar. Quiero un niño así de lindo, así de rubio, así de ojos claros. Quiero mi niñito Jesús. Y él se hundió en ese nido tibio y húmedo, como si hubiera llegado por fin a la tierra de la leche y de la miel.

Se amaron todos los días hasta que se fue, llevándose consigo la estampita que ella no precisaba más.

No le sorprendió la primer falta. Había soñado con un milagro y cada mes encendía una nueva luz que lo hacía realidad. Mientras pudo se guardó la noticia, pero el brillo de su mirada y su creciente redondez hicieron que su secreto ya no fuera tal. Acusada por el pastor de haberse dejado tentar por el demonio, de haber caído en las tinieblas del mal, nunca se sintió en pecado ni se arrepintió ni pidió perdón ni hizo acto de contrición alguno. Por el contrario, se deslizaba ligera e iluminada como el Jesús de la estampita, rozando apenas la tierra, como si levitara, como si ese vientre henchido fuera un escudo mágico que la protegía contra todo y contra todos.

El niño nació el 25 de diciembre, un poco después de la medianoche, ya en Navidad. Hasta eso le fue concedido. Lloró el primer llanto desde sus ojos claros, tendido sobre su madre que acariciaba, como un mantra, la pelusa rubia en su piel. El cacique y sus padres no entendieron por qué lo había llamado Nissim. Eso no es un nombre mapuche, dijeron. Quiere decir milagro, les tradujo, Nissim quiere decir milagro en hebreo, en el idioma del padre.

januca-navidad

januca-navidad

Si de magia se trata, un comentario adicional. Una de mis nueras, Mariana, embarazada esperando un varón, me contó que dos días antes de leer este cuento, León, su hijo de 5 años, se había acercado a su cama a la noche y había murmurado: "ma, ya sé que estás dormida, pero pensé ¿qué tal si le ponemos Milagritos al bebé?". Milagritos, además de que es nombre demujer, nunca fue mencionado en la casa como nombre posible para el futuro bebé.

Entrevista a Gerry Garbulsky

Autor: Andy Miguens

Autor: Andy Miguens

 audios en mp3: Parte 1Parte 2Parte 3Parte 4Parte 5 

Hace unos días, Diana Wang (con quién conversé el episodio #014) me mandó un email diciendo algo así como ¨¿y si hacemos un episodio de Aprender de Grandes en el que intercambiamos roles y yo te entrevisto a vos?¨ ¡Me gustó el desafío y éste es el resultado!

Cuando miramos el reloj, resultó que ¡habíamos conversado durante 3 horas!, así que lo separé en más partes que de costumbre y acá abajo puse un menú por si quieren escuchar alguna parte en particular. ¡Hablamos sobre un montón de temas!

  • Parte 1: Hacer que la gente brille

  • Parte 2: La próxima forma de ponerme nervioso

  • Parte 3: La bomba de la paz

  • Parte 4: Lo aprendí en Aprender de Grandes

  • Parte 5: Bombardeo de preguntas

Links de este episodio
Cuando las ideas tienen sexo (charla TED con subtítulos en español).
En esta charla que di en TEDxLaFalda (ya un poco añeja) cuento cómo fui tomando las decisiones de cambios que menciono en este episodio.
El famoso discurso de Steve Jobs en Stanford. Si todavía no lo escucharon, pongan pausa en Aprender de Grandes, véanlo (15 min) y después vuelvan. En inglés con subtítulos en español.
Algunas de las charlas TED que vi hace ya muchos años y que me generaron adicción: Ben Zander sobre el amor por la música, Ken Robinson sobre la educación, Dan Gilbert sobre la felicidad, Malcolm Gladwell sobre la salsa de tomates, Barry Schwartz sobre cómo elegimos.
El artículo que escribí en febrero de 2009 proponiendo hacer algo parecido a TED en la Argentina.
Los boletines de TED en Español y la opción de suscribirse.
El Mundo de las Ideas, el curso que damos junto a Melina Furman.
TEDxRíodelaPlata, los videos de las charlas y todo lo que hacemos.
Clubes TED-Ed, el proyecto de capacitar a docentes para replicar la experiencia de los oradores TED con chicos de secundarias.
Los audios de todas las columnas que hicimos con Santiago Bilinkis en Basta de Todo.
Las dos charlas de Diana Wang en TEDxRíodelaPlata: Los aprendices de la historia y En la pareja la culpa la tiene el otro. Si quieren profundizar en este tema, ¡escuchen el episodio #014 de Aprender de Grandes, en el que conversamos con Diana sobre esto en más profundidad!
Los episodios con Mariano Sigman y con Andrei Vazhnov en los que hablamos sobre formarnos opiniones.
El libro Free Play, la improvisación en la vida y el arte sobre cómo la improvisación en la vida se parece a tocar jazz.
Los 73 números que hicimos de Oblogo, gratis, en pdf.
Hablamos sobre procrastinar (esperar hasta último minuto para hacer las cosas). La charla TED de Tim Urban sobre este tema está genial.
El episodio con Gustavo Pomeranec en el que hablamos sobre mi incapacidad musical.

Los libros que me transformaron
Ciencia ficción: El fin de la infancia de Arthur C. Clarke, El fin de la Eternidad de Isaac Asimov (en este episodio se los cuento, por si no quieren leer el libro, pero Asimov ¡lo cuenta mejor!), La trilogía de la Fundación de Isaac Asimov (la psicohistoria), El hombre ilustrado de Ray Bradbury.
Ficción: Siddartha y también Narciso y Goldmundo, ambos de Hermann Hesse, varios libros de Vargas Llosa, García Marquez, Borges.
Ciencia: Cosmos (serie y libro) de Carl Sagan, La conexión cósmica también de Carl Sagan, los tres tomos de física de Richard Feynmann, El gen egoista de Richard Dawkins, La hipótesis de la felicidad de Jonathan Haidt.

Si solamente tienen 3 minutos, escuchen estas partes muy cortas
Los que dan y los que quitan (givers and takers).
Garpa ser abierto.
Hacer que otra gente brille.
Un traje a medida para nuestros hijos.
Me emocioné cuando hice una conexión entre mi segundo grado y el de mi hijo.
La transición a la democracia en la secundaria (el Pelle).
En la secundaria me hacían bullying.
La matemática, la física y una falsa sensación de control.
Durante el doctorado, me quedé solo.
El salto a la consultoría de negocios.
La distancia entre las personas en cada cultura.
La historia de Oblogo, la revista de los blogs.
El Mundo de las Ideas, el curso que damos con Melina Furman.
Mi visión de cómo mejorar el mundo (burbujas y la bomba de la paz).
El día en que me confundieron con Diego Maradona.
Cómo TED me abrió la cabeza y me hizo correr la sangre de maneras que nunca me hubiese esperado.

Personas que mencionamos en este episodio
Luis Pescetti, Patrick Tepesch, Jerry Seinfeld, George Carlin, Diego Wainstein, Lucho Mellera, Alejandro Angellini, Fer Sanjiao, Natalia Carulias, Steve Jobs, Gustavo Faigenbaum, Sonia Faigenbaum, Ken Robinson, Ben Zander, Adrián Paenza, Chris Anderson, Steven Spilberg, Bill Gates, Juan Enríquez, Elon Musk, Jeff Bezos, Kelly Stoetzel, Harrison Ford, Larry Page, Sergei Brin, Donald Trump, Santiago Bilinkis, Melina Furman, Andrei Vazhnov, Mariano Sigman, Gustavo Pomeranec, Sergio Meller, Matías Martín, Cabito, Diego Ripoll, Juan Ferrari, Waty Frignani, Tommy Druetta, Diego Maradona, Al Gore.

Organizaciones que mencionamos en este episodio
Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, Banco Hipotecario, BCG, McKinsey, Bain.

La foto del día en que me confundieron con Diego (acá lo cuento)

La foto del día en que me confundieron con Diego (acá lo cuento)

Grabando la conversación con Diana Wang, sentados al revés

Grabando la conversación con Diana Wang, sentados al revés

después de la entrevista

después de la entrevista

Stress ante tests (exámenes). Un tema común que tiene solución

"No podré", "no me acuerdo de nada", "tal vez apruebe pero no con la nota que querría". Son pensamientos tóxicos que envenenan la mente y provocan angustia, nervios e impiden que el rendimiento sea acorde con lo que se ha estudiado. La mente está en blanco, bloqueada, mientras ves a tus compañeros ya escribiendo. Te bombardeás con“¿cómo puede ser, si ayer lo sabía?”, sin poder pensar sólo te vienen pensamientos como“reprobaré”, “ voy a fallar”, “no sirvo para estudiar”, “soy una inútil”. De pronto una enorme pared se levantó entre lo que sabías y el papel y lo que sabías quedó escondido detrás, aparentemente fuera de tu alcance.

Tests, una amenaza. Muchos dicen que en un test lo que más se mide es la capacidad de respuesta ante el stress más que los conocimientos sobre el tema del test. Pero los tests existen y no solo en la escuela, también en la vida laboral y en la vida en general y hay que aprender a controlar las propias reacciones de angustia para evitar que la angustia lo controle a uno y tome decisiones que no son adecuadas.

Un test es una amenaza porque uno se siente evaluado, mirado, criticado, como si quedara expuesto y vulnerable. El cuerpo lo vive como un ataque y se defiende. ¿un nudo en la garganta?, ¿molestias gastrointestinales?, ¿dolor de cabeza tensional?, ¿diarrea? ¿ganas de vomitar?. A algunas personas les tiemblan y/o les sudan las manos y el corazón les late más deprisa de lo habitual mientras esperan a que les repartan el examen.

Es importante comprender cuál es el mecanismo para poder modificarlo.

¿Qué pasa en realidad? Hay gente que responde mejor que otra ante la presión. Para los que les resulta más difícil, la situación es odiosa, se enojan consigo mismos, se acusan de incapacidad y se cubren con pensamientos negativos y auto acusatorios. Un test para ellos es una seria amenaza. Se dispara automáticamente el mecanismo de defensa de cualquier mamífero ante una situación de peligro: la adrenalina inunda el sistema neurológico. Si a los efectos corporales (tensión, sudoración, angustia) se suman los pensamientos negativos, el cóctel es explosivo porque reduce la capacidad para pensar y razonar de forma clara.

¿Qué lo provoca? Toda ansiedad es una reacción ante algo estresante. Bajo estrés el cuerpo libera una hormona denominada adrenalina, que lo prepara para reaccionar ante el peligro (lo que a veces se denomina reacción de "lucha o huída ").

Que sintamos ansiedad ante un test no es negativo. Son emociones básicas que suelen aparecer como respuesta a una situación de peligro o amenaza. Para un cazador en el paleolítico era muy útil sentir ansiedad al escuchar un ruido a su espalda: podía ser una bestia a punto de atacar. Esa emoción le preparaba para dar una respuesta rápida, bien fuera salir corriendo o enfrentarse al peligro. De ahí que esas emociones se hayan mantenido como una estrategia adaptativa evolutiva.

El stress es una reacción normal ante situaciones de exigencia. Cuando sentimos stress, aumenta la frecuencia cardíaca para bombear más sangre al cerebro, a los pulmones y a los músculos, lo que a su vez aumenta la capacidad de concentración y la velocidad de reacción. Una activación del sistema nervioso es beneficiosa, puesto que nos hace estar más alerta, atentos, preparados, y se ha visto que es capaz de mejorar nuestro rendimiento en una tarea. Un cierto grado de stress ayuda a prevenir y evitar las amenazas, un test lo es. Pero, cuando la adrenalina supera el nivel de utilidad, se vuelve en contra, paraliza y bloquea, impide la correcta defensa.

El mayor flujo de adrenalina suele deberse a los pensamientos negativos que anticipan el fracaso. Son pensamientos que se suman a la situación de peligro y son tan poderosos que  chupan la energía disponible para pensar en cómo responder a las preguntas del test, no queda espacio en la mente para concentrarnos en ello, sólo se piensa en el malestar y en cómo evitarlo.

Se vuelve un círculo vicioso porque cuanto más se piensa en el malestar peor uno se siente. En consecuencia, hay que aprender tres cosas:

1) a manejar y controlar la tensión corporal,

2) a ahuyentar a los pensamientos negativos y

3) a concentrarse en un punto específico, las preguntas del test.

Veamos entonces las tres cosas a aprender y modificar.

  • Aprender a relajarse. La respiración, la llave maestra.

No sabemos cómo respirar para relajarnos, hay que entrenarse y aprenderlo. Entre 5 y 10 minutos cada día sin interferencias (celular por ej). Enseñale a tu mente a concentrarse. Si no sabe cómo, ayúdala con este truco tan sencillo y útil, la respiración conciente.

  1. Sentate cómoda y cerrá los ojos

  2. Respirá profundamente

  3. Nota cómo inspiras (el aire entra en tus pulmones lentamente)… escucha cómo espirás (el aire sale lentamente de tus pulmones)…

  4. Seguí pendiente de tu respiración. Nota cómo inspiras… y cómo espiras…

  5. Si te das cuenta de que tu mente se va a otro sitio, eso está bien. Simplemente volvé a fijarte en la respiración. De forma tranquila. Sin frustraciones. Sin brusquedades, vuelta a la respiración

  6. Seguí así un mínimo de 5 minutos

2) Aprender a generar pensamientos positivos.

Los pensamientos se pueden controlar. Está probado que la angustia se reduce si se tienen pensamientos positivos. “Sé todo, seguro que lo haré muy bien”, “otras veces ya lo conseguí”. Está bueno escribir este tipo de pensamientos que funcionen a modo de mantra. Toda vez que descubras que un pensamiento negativo te invade, oponele los positivos que ya tenés preparados.

Todos nos podemos equivocar, tenés que mandarle un mensaje a tu cerebro perfeccionista y exigente de que sea más benévolo con vos y menos crítico. El error es una de las mayores fuentes de conocimiento y un importante motor para la ciencia. No es una evidencia de alguna falta personal ni un defecto. Sé más buena con vos misma y con tus errores, no te enojes con ellos o con vos, aprendé de cada uno.

3) Aprender a focalizar sin distraerse.

Aprender a administrar el tiempo. Hacer simulacros del test a enfrentar, o uno previo, e ir midiendo el tiempo que se va necesitando para controlar el propio rendimiento y poder administrar mejor el tiempo necesario.

Aprender a focalizar. Tenemos tantos estímulos que a veces es difícil focalizarse solo en una cosa. Acá algunas ideas útiles para entrenar a tu cerebro a hacerlo.

Imagen. Pensar en una figura geométrica sencilla (cuadrado, triángulo o círculo) y se representará mentalmente de la manera más fiel posible; lo importante es que la idea permanezca y no sea borrada por el flujo de ideas sobre los acontecimientos del día, responsabilidades o pendientes.

Color. De igual manera, visualizar un color previamente establecido y pensar un rato en él y verlo. Se puede unir colores y figuras geométricas: pensar en un triángulo rojo rodeado por un círculo blanco en un fondo verde, por ejemplo.

Entrecejo. Enfocar toda la atención en el propio entrecejo.

Punto. Dibujar pequeño círculo negro en una hoja en blanco; fijar la mirada en él durante algunos minutos, luego cerrar los ojos y verlo en la mente.  

Sonidos. Concentrarse en un sonido constante, como el canto de algún ave en un parque o el tic-tac de un reloj; muéstrese muy atento al sonido y a los silencios que se crean.

Consejos, tips.

En la preparación del test.

  • Hacer tests similares e irse probando tanto en tiempo como en contenido

  • ver qué puntos o temas los conocés y no te ofrecen problemas

  • ver qué puntos o temas resultan más problemáticos y que tenés que preparar mejor

  • entrenarse en relajación respiratoria y focalización

Antes del test.

  • No preguntarse en los minutos anteriores si uno sabe lo suficiente.

  • Evitar a los que se vean ansiosos, es contagioso.

  • Observarse si hay alguna parte del cuerpo tensa y centrarse en su relajación con los ejercicios de respiración.

  • Hacer huir los pensamientos negativos y poner positivos en su lugar, por ejemplo “ya antes tuve tests y los hice bien” o “estudié lo suficiente”, “hice todo lo que podía hacer, me irá bien”.

  • Si no se puede reducir la tensión, irse por unos minutos a un sitio tranquilo, sin nadie (al baño por ejemplo) y practicar durante 5 minutos las técnicas de relajación y respiración.

Durante el test.

  • Si no se ha conseguido antes,recuperar una sensación de bienestar y tranquilidad mediante la respiración, cerrar lo ojos y hacer el ejercicio. No es una pérdida de tiempo, por el contrario, recuperar el nivel de adrenalina útil favorecerá la mejor comprensión y rendimiento (demasiada adrenalina bloquea).

  • Leer bien las instrucciones que te hayan entregado y asegurarse de entender todo. Preguntar al profesor cualquier duda.

  • Encarar primero las respuestas de las que estás segura, dejar las dudosas para después, primero asegurate de tener tiempo para contestar las que seguro están bien.

Paper especial para Clara.

De Babu con amor. Noviembre 2016