Shoa

Cuando un joven quiere oír a un viejo

 

El Proyecto Aprendiz y su impacto en los sobrevivientes.

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Tengo 91 años, sobreviví a la Shoá, puedo contar cosas que nadie puede imaginar y si las cuento no serán más que la millonésima parte de lo que viví en una hora de uno de los cientos de días que viví en el infierno”. Esto nos dice Lea Zajac, con su energía y lucidez intactas, con su gesto firme y su mirada frontal. “Dí mi testimonio a la Fundación de Spielberg, escribí un libro, voy donde me llaman a dar mi testimonio, pero nada de esto se parece a la experiencia que tuve con los jóvenes que hicieron conmigo el Proyecto Aprendiz. Cada uno de ellos, Brian, Nicole, Rocío, Darío y Melanie, trajo a mi vida un soplo de aire fresco, cada uno abrió un poco más la ventana de la esperanza, ese ansia que siempre tuve de que lo que vivimos los sobrevivientes pueda tener algún sentido para alguien”.

El Proyecto Aprendiz comenzó en 2009 como el intento desesperado de mantener viva la historia oral de la Shoá, para que cada una de las historias de los sobrevivientes siga tendiendo una voz que la cuente por varias décadas más. Hasta diciembre de 2017 ya son 130 las parejas de Sobreviviente-Aprendiz, 130 los Aprendices que han conocido a un sobreviviente, que han interactuado con él, dialogado, preguntado, respondido, que han visto sus fotos, su casa, que han llorado recordando sus momentos tristes, que han reído con las anécdotas, que han compartido el orgullo de los logros posteriores, desarrollos personales, familias, trabajos. Estos 130 Aprendices se comprometieron a seguir contando, cada uno, lo que vivió junto con su sobreviviente.

¿Por qué hizo falta el Proyecto Aprendiz? Porque no se puede conversar con los libros y las películas ni se les puede preguntar. A alguien que uno tiene enfrente, sí. Los Aprendices serán los encargados de seguir contando cada una de las historias pero no la historia sola sino la forma en que cada una los atravesó personalmente. Será la historia de cómo el Aprendiz incorporó la historia del sobreviviente. Un testimonio de segundo nivel, un testimonio de cómo fue recibido y metabolizado el testimonio. Como decía Elie Wiesel, que es el leit motiv del Proyecto Aprendiz: “Quien escucha a un testigo se convierte en testigo”.

Los Aprendices son adultos jóvenes de entre 20 y 35 años que se entregan al proyecto de manera total. Viven como privilegio la posibilidad de conocer a un sobreviviente de la Shoá y de dialogar con él todo el tiempo que quiera. De a dos, sin interferencias, el ojo en el ojo, la piel en la piel, abiertos a la emoción y los recuerdos, respetando los silencios y la cautela, se establece una relación única e insólita, diferente a cualquier otra relación conocida.

No son amigos. No son parientes. No es una clase. No es una entrevista con fines periodísticos o literarios. La relación Sobreviviente-Aprendiz es una nueva categoría relacional tan nueva que todavía no tiene nombre. Cada encuentro, cada confidencia, cada momento compartido, va tejiendo lazos de parentesco inéditos que muchas veces continúa durante los años siguientes.

La intimidad y proximidad emocional de este joven con alguien cinco o seis décadas mayor, les enseña a ambos una nueva lección. Se conocen, se ven, conversan, se escuchan y en ese proceso cada uno redescubre dentro de sí aspectos que no sabía o que había olvidado que tenía. Los jóvenes comienzan a preguntarse por qué no tienen un contacto así de íntimo y personal con sus propios abuelos. Muchas veces vuelven sobre sus pasos y este nuevo abuelo que incorporan a sus vidas les enseña el camino de acercarse a los suyos, invita a verlos con una nueva mirada y establecer un diálogo que nunca había tenido lugar.

La relación Sobreviviente-Aprendiz es la puesta en acción del mayor mandato de la tradición judía, le contarás a tus hijos. ledor vador, generación tras generación.

Y el sobreviviente comienza el Proyecto Aprendiz sin entender bien de qué se trata porque no es fácil explicarlo, no tiene precedente, es algo nuevo. Puesto que mo es una clase, no es un testimonio, no es una entrevista, se preguntan “¿Qué es esto? ¿Alguien va a venir a hablar conmigo? ¿Y es abogado, o médico, o director de algo y viene a hablar conmigo? ¿Qué puedo decirle yo?Insistimos con la consigna de que se abra al diálogo, a la conversación, que no tiene que saber nada en particular, que el joven lo quiere conocer, quiere saber cómo es, cómo vivió y sobrevivió la Shoá y también cómo fue su infancia, cómo siguió su vida, cómo es su familia, sus intereses y actividades. “¿Y eso a quien le interesa?” se preguntan y, otra vez ls resulta difícil de entender que lo que interesa es solo y nada menos que conocerlos, incorporar su neshamá, su espíritu  su naturaleza, su estilo y perspectiva en la vida, todo lo que ningún testimonio o clase puede dar, eso que solo se logra en el contacto personal y en la conversación en un contexto de confianza y respeto.

Sin embargo, aunque les cuesta entender, hay algo que les resulta atractivo y emprenden la aventura de hacer el Proyecto y recibir al joven. Y poco a poco, a medida que los encuentros se suceden, la experiencia comienza a resultarles iluminadora al tiempo que van creciendo la expectativa y el disfrute. Es que los que tienen el hábito de dar testimonios lo hacen ante una audiencia de varias, decenas o centenares de personas, mientras que en el Proyecto Aprendiz es ante una sola. Hablar con una sola persona, una persona joven que eligió hacerlo, que se moviliza hasta él, que recibe e incorpora lo que ve y oye, con delectación, respecto y reverencia, es algo que nunca antes les había pasado. No les había pasado con sus familiares, con sus amigos ni con los auditorios que los habían escuchado antes.

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La experiencia del joven que los mira y casi no respira por miedo a quebrar la magia del encuentro como si fuera un encuentro amoroso pero con otra pasión, con la pasión del descubrimiento, del amor por lo humano, del milagro de la vida y del cariño que nos va ligando a medida que nos entregamos y nos conocemos. “Gracias” dice Ruth, “gracias por esta idea maravillosa, a mi madre le han crecido nuevas alas, espera a Federico con muchas ganas, prepara todo, las masitas que sabe que le gustan, el rincón en donde suelen hablar, se arregla, se pone linda, hace tanto que no la veía así…

Y cuando termina el Proyecto Aprendiz los sobrevivientes, hoy octogenarios o nonagenarios, quedan maravillados con la experiencia, encantados con ese joven que han conocido y que se ha vuelto parte de su familia de una manera tan inesperada. Y quieren más. “Si hace falta, lo hago otra vez, me gustaría mucho” dicen y, de este modo, como sucedió con Lea, algunos tienen dos, tres, cuatro y hasta cinco Aprendices.

En una sociedad y una cultura que ve a la vejez como una patología incómoda, cuando no vergonzosa, que pone entre paréntesis a los viejos sin valorar lo que su experiencia, mirada y sabiduría podrían aportar, enseñar y alentar, el Proyecto Aprendiz los ha re instalado en el lugar del que sabe, el del Maestro. Así como los Maestros y Artesanos medievales transmitían su arte a un Aprendiz. Como los Maestros y Artesanos medievales transmitían su arte a un Aprendiz, así los sobrevivientes transmiten y delegan la historia que vivieron. Y al hacerlo inspiran y estimulan a los jóvenes brindándoles un nuevo y valioso horizonte ético. Estos jóvenes son un ramillete de promesas y futuro y SU Sobreviviente es para cada uno, el protagonista inolvidable, una estrella de su vida, documento y testigo de la dignidad, la vitalidad y el amor.

Crónica estreno "Los últimos testigos" film de Bernardo Kononovich

El ojo que me cubro es el que vio o abominable, lo inenarrable.

El que dejo libre, sin cubrir, es el que me une a la vida,

el que me convierte en testigo, es el que me hace hablar…

Testigo es el que da testimonio, el que atestigua con su voz, su persona y sus recuerdos que algo ha sucedido. La Shoá, así como todo hecho histórico, tiene varias fuentes de conocimiento y validación. Una son las evidencias de los hechos mismos, los restos físicos, los documentos, las huellas de bombardeos, las construcciones bélicas, los artefactos. Otra las fotografías y películas que brindan una evidencia gráfica incontrovertible. Y otra son los registros escritos personales y los relatos de los sobrevivientes y testigos.

El testimonio de un sobreviviente no es necesariamente un documento de un testigo, puede llegar a serlo. La memoria se nutre de recuerdos y olvidos, no es una crónica fija de un momento determinado ni una foto fidedigna, dialoga con el presente. Según sea el contexto, la audiencia, las vivencias del testimoniante ese día y a esa hora, el relato incluirá algunas cosas o despertará otras que estaban olvidadas. La memoria es dialogal, es móvil y cambiante. Para que un testimonio sea un documento, es preciso que varios testimonios de personas que no se conozcan entre sí refieran lo mismo sobre un determinado hecho.

Para que un sobreviviente se convierta en testigo debe cumplir varias condiciones. Haber estado donde dice haber estado, haber vivido lo que dice haber vivido, tener la capacidad y la voluntad de recordar, y tener la capacidad de ponerlo en palabras. De entre los sobrevivientes devenidos en testigos, hay unos pocos que suman a las condiciones anteriores la capacidad de proponer y estimular la reflexión. Son los que tienen claro que contar el horror crudo y desnudo es obsceno e imposible. Saben también que aún si lo pudieran contar, tendría un efecto contrario al esperado, sería tan abrumador, caería con tal peso aplastante sobre el oyente que, aunque escuchara el despliegue morboso con fascinación, sus terminales reflexivas se irían apagando hasta quedar totalmente desconectadas. No se puede pensar ni aprender del crudo espanto. Este puñado de sobrevivientes-testigos que lo saben, han desarrollado otras maneras de decir, de contar, de transmitir.

Una de ellos es Lea Novera. Su voz, su énfasis, su convicción, su capacidad de conceptualizar y señalar lo que es importante, su cuidado en no buscar horrorizar sino hacer pensar, la han transformado en un referente privilegiado de lo que un testimonio debe brindar.

Bernardo Kononovich, que ya tiene una colección de films en los que explora el sentido y los límites del relato y el testimonio, ha emprendido en “Los últimos testigos” un nuevo desafío en su trayectoria de abridor de reflexiones, de cuestionador, de cineasta y psicoanalista que no teme entrar en algunas junglas de la memoria, haciéndolo con cuidado, agudeza y sensibilidad. Esta vez hace una propuesta innovadora: toma un testigo que dialoga con jóvenes y muestra ese diálogo. Son las voces, las preguntas y las inquietudes de un grupo de docentes y alumnos de la Facultad de Psicología que tienen a “Auschwitz”como tema de su materia, Dinámica de Grupos II. Son jóvenes sensibilizados e interesados en una exploración más profunda, cosa que solo pueden conseguir en un diálogo con alguien que haya estado allí y que lo quiera contar. Kononovich hace la propuesta exploratoria, posibilita el encuentro y lo registra con su cámara.

Se ve en el film que el encuentro entre los jóvenes y la testigo tuvo jornadas previas de preparación, que de todo el grupo que podría haber participado solo lo hicieron ocho. Es curioso que, habiendo integrantes judíos en la materia, ninguno de los ocho que aceptaron el desafío de dialogar con Lea lo sea. Nos dicen que los judíos, docentes y alumnos, cuestionaron la elección de la temática, que ellos ya sabían, que para los judíos era un tema habitual, que no les interesaba. Los que trabajamos con la temática y vamos a escuelas, a grupos, a instituciones, conocemos este sesgo de muchos judíos. Creen que saben. No saben que no saben. No saben cuánto y hasta dónde no saben. Nuestras visitas, clases o testimonios en instituciones judías no tienen la riqueza ni la trascendencia que tienen cuando vamos a instituciones no judías. Los no judíos saben que no saben, lo que abre canales de indagación y sensibilidad que hacen que la clase y el testimonio tenga un vuelo que no siempre se alcanza en sitios judíos. Fenómeno que invita a ser investigado. No tengo una respuesta.

El film tiene tres momentos. La preparación de los jóvenes, el momento en que comparten sus preguntas e intereses, sus miradas expectantes, su sed por conocer a Lea, por oírla e impregnarse de ella. Luego el encuentro mismo con Lea, su llegada, su frescura, las preguntas, el relato desacartonado, potente, espontáneo de esta testigo que tiene claro lo que debe decir y lo hace con énfasis, con inteligencia y con humor. El tercer momento es la visita de Lea al aula magna de la Facultad de Psicología con la presencia de todos los docentes y alumnos de la cátedra, momento en que la emoción la sobrecoge y se llena de alegría al ver a todos los jóvenes atentos y se recuerda a sí misma a esa edad y hace un canto conmovido por la libertad.

“Los últimos testigos” se están yendo. Bernardo Kononovich tuvo la virtud de registrar este rito de pasaje en el que Lea traslada a los jóvenes sus reflexiones y su mensaje.

Tuvimos el privilegio de compartir el estreno el pasado 28 de octubre de 2017 en el auditorio Borges de la Biblioteca Nacional. La sala repleta de gente vibró de emoción ante cada palabra, rió con delectación ante el fino y oportuno humor de Lea con esa virtud de bajar a tierra lo que vivió, de tender la mano a cada uno e invitar a que se sume a la gesta de mantener el diálogo y la fraternidad como banderas de resistencia. La presencia de Lea fue una nota conmovedora para todos. Un aplauso cerrado y prolongado hacia ella y hacia el director del film fue la culminación del estreno.

Presentó el film Denise Najmanovich, con su proverbial calidez e inteligencia, puso en contexto el valor y la importancia de este testimonio tan alejado de una memoria estereotipada de frases hechas vacías de contenido. No es así el testimonio de Lea. Lea viva. Lea abierta. Lea dice cuando habla. Lea llega cuando mira. Lea, un canto a la vida.

Bernardo Kononovich tiene la gran virtud de mostrarlo en este nuevo trabajo.

Por ello, y por su empeño en registrar en tantos films los laberintos y vericuetos de la memoria de los sobrevivientes y por convertirlos en testigos, muchas gracias.

Tatuajes. El cuerpo, ¿tesoro inviolable o página en blanco?

Tenemos hoy la posibilidad de intervenir nuestros cuerpos de un modo que hace pocos años sonaría a ciencia ficción. Las posibilidades técnicas, los avances de la cirugía y los nuevos hallazgos ofrecen una sorprendente bandeja de alternativas tanto estéticas como terapéuticas.

  • Lo que era una muerte segura hoy se resuelve muchas veces en un quirófano.
  • El género sexual puede hacerse realidad en un nuevo cuerpo para que se corresponda con el vivido.
  • La edición de porciones de ADN para corregir o evitar enfermedades ya es una realidad casi al alcance de la mano.
  • Nos podemos arreglar narices, mentones, cinturas, pechos y asentaderas.
  • También nos podemos adornar con dibujos y colores, piercings y tatuajes.

El cuerpo humano puede ser una página en blanco a ser llenada y transformarse así  en una vidriera personalizada con mensajes, promesas, amores, honores. Hoy nuestro cuerpo puede ser un lugar en el que instalamos una nueva y exclusiva marca de identidad. Otro triunfo del homo sapiens sobre la naturaleza.

Pero para los que estamos atravesados por el Holocausto, la idea de elegir voluntariamente ser tatuado toca un nervio y chirría un poco. El tatuaje, el tatuaje del número, es para nosotros sinónimo de sometimiento, la marca de haber sido objeto de un otro, de haber perdido la capacidad de decidir sobre uno mismo.

Los sobrevivientes tatuados lo han vivido de diferentes maneras.

Para algunos fue y es un testimonio, un documento que pueden exhibir abiertamente o guardar pudorosamente para sí.

Para otros fue y es una incomodidad, algo que exige explicaciones que no tienen deseos de dar, especialmente a extraños.

Y  por último hay otros que lo han vivido como la huella del horror y decidieron quitárselo.

Dice el nieto de Judith “Recuerdo su cicatriz en la muñeca. Ella se quitó el tatuaje que le hicieron los alemanes cuando ingresó al campo. Para quitarse un tatuaje se utiliza un láser que quema la piel. Reemplaza la tinta por una quemadura. La cicatriz significa que ahí hubo algo y que ahora, hay otra cosa. Nadie en la familia recuerda el número que llevaba tatuado. Una capa arrugada de piel se interponía entre el pasado y el presente, entre el número y su verdadera identidad. Esos centímetros de piel rugosa, marcaron el final de una etapa y el comienzo de otra. No significaba olvidar sino avanzar”.

Csanád Szegedi, miembro fundador del partido Jobbik, el de los nacionalistas húngaros antisemitas, descubrió en 2012 que su abuela era judía y que lo había ocultado, junto con su número tatuado en el brazo siempre cubierto con mangas largas para que nadie lo viera. 

Elie Buzyn, un sobreviviente francés, harto de que le preguntaran qué era ese tatuaje, se lo quitó. Pero conservó la piel con el número, la procesó a modo de pergamino para que ese documento con su propia piel no desapareciera tras su muerte. Iba con ese pergamino toda vez que daba un testimonio, exhibido como prueba suprema del horror vivido. Pero sufrió  un asalto, y entre las posesiones que le robaron estaba el sobre con el precioso pergamino. Tenía 80 años y sentía que había perdido su posesión más valiosa, lo que pensaba dejar como herencia y testimonio. Desesperado, quiso volverse a tatuar, extraer su piel y hacer otro pergamino igual al perdido. Pero aunque el tatuaje fuera igual al original, aunque fuera en el mismo brazo, aunque fuera en su misma piel y aunque con ello hiciera el mismo pergamino que antes, no era igual. No era igual porque esta segunda vez el tatuaje era voluntario, era su decisión personal, lejos de la víctima pasiva que no podía decidir sobre su propio cuerpo. Y esto cambiaba radicalmente el sentido y el producto del acto.

Sara Rus, contó que había sido deportada a Auschwitz-Birkenau en los últimos años de funcionamiento del campo de exterminio cuando habían dejado de tatuar a los prisioneros. Su brazo no lleva la infausta marca. Curiosamente, esto le ha generado dos incomodidades. Una en el campo mismo puesto que al no estar tatuada se sentía diferente a sus compañeras. La otra fue cuando comenzó a dar testimonio y le pedían que exhibiera su número/documento y ella debía explicar que no lo tenía y por qué. Lo hacía casi como pidiendo disculpas, como si la audiencia pudiera desilusionarse y su testimonio perdiera valor.

Hay desde hace algunos años un movimiento de jóvenes, nietos de sobrevivientes, que se tatúan el número de sus abuelos. Lo hacen como una provocación en un mundo que sigue indiferente y para rendir tributo a su memoria ante la evidencia de que cuando mueran desaparecerá ese documento acuñado en tu propia piel. Durante décadas, muchos de los ahora abuelos de Auschwitz trataron de cubrir e incluso retirar quirúrgicamente sus números tatuados mientras que sus nietos lo asumen como parte de su herencia y lo exhiben orgullosos, como documento y reivindicación.

Estos jóvenes se enfrentan con dos oposiciones. Por un lado la prohibición judía de modificar el cuerpo por cuestiones estéticas o voluntarias. Solo son admitidas la circuncisión y las intervenciones quirúrgicas destinadas a salvar la vida. El cuerpo es considerado una creación divina, por ello, inmodificable, para los más observantes hacerlo es un pecado.

La segunda oposición es la acusación de que el gesto de tatuarse voluntariamente es una afrenta y una banalización de la Shoá y que es una moda que perpetúa uno de los símbolos de humillación contra el pueblo judío.

Lo cierto es que, igual que en el caso de Elie que se quiso volver a tatuar el número, se trata de un gesto individual, elegido y decidido voluntariamente, lejos del contexto de sometimiento y victimización original,  con lo que, en su esencia, está en las antípodas de lo que pretende memorializar y simbolizar.

Jack Fuchs Z'L. Inolvidable

Ninguno de nosotros es eterno pero hay muertes que resultan inimaginables. Las palabras de Jack, sus reflexiones, sus cuestionamientos, su hondura casi poética, sus esperanzas y sus frustraciones, su disposición a hablar y contar y decir y hacer pensar, su firme determinación de abrir cabezas y corazones aún cuando ello contradijera su doloroso escepticismo, sus libros, sus charlas, sus comidas que nos cocinaba cuando lo visitábamos, su mirada húmeda y tierna, su lengua valiente y filosa, su humor irónico y corrosivo, su media sonrisa acariciante, todo eso y mucho más fue Jack para quienes lo conocimos, lo tuvimos cerca y lo quisimos. Su pérdida, aunque anunciada los últimos tiempos, resultaba imposible de imaginar.

Tuvo tres Aprendices en el Proyecto Aprendiz de Generaciones de la Shoá: Ana Trentin, Jonathan Karszenbaum y Nano Utin quien escribió lo siguiente:

Desde ayer que ya no lo tenemos más Jack Fuchs Z''L en persona, pero nos dejó mucho para la eternidad, para reflexionar y aprender.

Tuve la oportunidad de ser su aprendiz, disfrutarlo y compartir muchos días de profundas conversaciones en su casa. Porque él no solo hablaba de Shoá, sino que todos los días leía los diarios de todo el mundo, en diferentes idiomas, para transmitir su pensamiento y visión sobre el mundo de hoy y la "suciedad" (como le gustaba llamar a la sociedad actual).

Entre muchas cosas, él me decía: “Yo no vengo de un mundo lógico.”...“La historia de la humanidad es la historia de matanzas.”, “Yo hablo porque yo no quiero que mi pasado sea el futuro de ustedes.”

Espero que descanses en paz y puedas reencontrarte con tus padres y hermanos.

Gracias Diana y Aida por permitirme participar del "Proyecto Aprendiz" de Generaciones de la Shoá en Argentina

Como diría él mismo “todos nos creemos importantes pero no somos nada, el mundo seguirá girando igual cuando no estemos” y en un punto es cierto. Es cierto para el mundo. Pero no para los que lo conocimos. Nuestro mundo seguirá girando, claro que sí, pero un poquitito más inclinado, o más cansado, o un tanto descolorido. Y como dijo alguien hoy en su entierro: tenemos la fortuna de haberlo conocido y el privilegio de guardarlo en nuestros corazones.

En “El árbol de la muralla”, film de Tomás Lipgot, está Jack de cuerpo entero. Se puede ver acá https://www.youtube.com/watch?v=DOXHxr6HVVw&app=desktop

Agnès et nous. Ministra de salud francesa, hija de sobrevivientes de la Shoá

La nueva ministra de salud de Francia es hija de sobrevivientes de la Shoá. Agnès Buzyn es la hija de Elie Buzyn, protagonista del film “Elie et nous” (Elie y nosotros) dirigido por Sophie Bredier. Elie se había quitado su tatuaje, lo había convertido en pergamino e iba con él a dar sus testimonios. Pero un día le robaron el abrigo en uno de cuyos bolsillos llevaba su tesoro.Desesperado, lo buscó en tachos de basura y en la oficina de objetos perdidos, sin suerte. Había perdido su documento más preciado. Un día se le ocurre que podría volverse a tatuar el número tomando como modelo una foto que había conservado de su pergamino. Su idea era repetir el mismo procedimiento que había hecho antes, es decir, una vez tatuado, hacérselo quitar y convertirlo en un pergamino para que su preciado documento hecho en su propia piel siguiera vivo.  Se lo comunicó a su familia y amigos sobrevivientes y las reacciones, los comentarios, las idas y vueltas, son el contenido del conmovedor documental mencionado.

Su argumento es que quiere que ese pedazo de su piel quede como testimonio después de que él haya muerto, que no sea enterrado junto con él. Finalmente, decidido a hacerlo, consulta a un cirujano que, luego de escucharlo, le dice: “... pero es falso, si yo se lo hago es por su propia voluntad, no soy un nazi que lo está tatuando a la fuerza a su ingreso al campo…”

Queda abierta la resolución.

Queda abierta la pregunta por la verdad, por el documento, por la representación.

La hija de Elie, un hombre que se asoma a planteos de tal hondura, que es tan consciente del valor de su testimonio, será la nueva Ministra de Sanidad del gobierno de Francia.

Y para más sorpresa: estuvo casada con un hijo de Simone Veil que falleció hace unos días.

Con la conciencia sucia: Objetos nazis encontrados en Argentina

Se ha producido esta semana el descubrimiento de una colección de objetos relativos al nazismo, ocultos por un anticuario detrás de una biblioteca. La causa fue iniciada por la Interpol hace 9 meses en prevención del tráfico de bienes del patrimonio arqueológico y palentológico (arqueología prehispánica de la cultura Condorhuasi, piezas egipcias, estatuillas chinas) y por ello se ordenaron los allanamientos. En ese contexto se encontraron los objetos nazis con toda esta repercusión mediática. Integrarán la colección que se conservará en el Museo del Holocausto. Son varios los impactos que proporciona la noticia y sus derivaciones.

La biblioteca. El que el escondite estuviera tras una biblioteca remite en mi memoria al escondite de Ana Frank y su familia. Dos mismos escenarios, una biblioteca y un secreto, guardan dos cosas tan vinculadas y fuertemente opuestas entre sí. En ambos casos los libros eran una barrera contra el MAL, solo que el MAL estaba en distintos lados. En el caso de los Frank estaba del lado de afuera, en el del anticuario del de adentro. Si no hubiera pasado de verdad merecería ser parte de alguna ficción.

La sorpresa. Todo el mundo parece haberse sorprendido, como si el nazismo hubiera desaparecido del mundo, como si toda esta simbología fuera vista igualmente por todos como ecos y herramientas del MAL. Pues parece que no es así, parece que sigue habiendo gente que ve al nazismo, a Hitler y a lo sucedido, no solo con ojos amistosos sino hasta con admiración. El ideólogo del nazismo permanece para ellos como modelo de líder y su política algo a replicar. No se reconocen necesariamente como antisemitas aunque, dado que la ideología nazi tiene una base en la supuesta “teoría racial” y en la amenaza de la existencia del pueblo judío,  estos seguidores probablemente dirían que, aunque no estén del todo de acuerdo con exterminarlos, la implementación de cualquier política siempre conlleva daños colaterales. Hay gente que piensa así. No es ninguna sorpresa. Es doloroso.

Los objetos en sí. No tanto las cruces gamadas y las caras de Hitler, lo más fuerte es ver el instrumental de medición. Guardar esos objetos, atesorarlos, es como guardar el garrote vil o cualquier otra herramienta de tortura. Son evidencias del grado de ignominia alcanzado y es escalofriante ver lo bien hechos que estaban, de manera “profesional”, con buenos materiales, diseñados por algún experto, guardados en finos estuches como si se tratara de gemas preciosas. Revelan el grado de ingenio para el MAL y hablan sin palabras de los expertos, ingenieros e intelectuales que estuvieron detrás de todo esto. No eran brutos salvajes exiliados de la cultura, eran personas educadas, con excelente nivel formativo y sofisticación intelectual y artística. Es el verdadero horror de la civilización.

La difusión internacional. Los titulares de todo el mundo y los contenidos de las notas publicadas se centran casi exclusivamente en que este hallazgo confirma a la Argentina como EL lugar de ingreso de nazis. Hay una curiosa complacencia en ello que vale la pena desmenuzar un poco. Que a la Argentina ingresaron nazis es un hecho. Pero también lo es que no ingresaron solo acá, muchos otros países los han recibido y algunos, como EEUU y la URSS, con gran beneplácito porque alimentaban la escalada armamentística y el desarrollo espacial; se quedaron con lo mejorcito y nos dejaron el resto a los países menos poderosos de América Latina. También algunos siguieron en Europa incluso ocupando cargos como si nada hubiera pasado. Aunque es verdad que algunos llegaron a la Argentina, no fueron todos ni Argentina fue el único lugar. Pero es una noticia deseada la confirmación de que el gran puerto de refugio de los perpetradores nazis fue la Argentina, como si fuera el único.

¿Noticia deseada? El concepto lo desarrolló Miguel Wiñazki y se refiere a aquellos mitos que alimenta la cultura basados en un prejuicio o en una necesidad social (Yabrán no murió, los americanos no llegaron a la luna, Disney está congelado). Todo aquello que aparezca confirmando el deseo se convierte en noticia y se autoalimenta y nutre el prejuicio. ¿Qué deseo satisface el hallazgo de estos objetos nazis y su inmediata relación con la Argentina como su receptora voluntaria? Tal vez simplemente la conciencia sucia de muchos países que se comportaron indignamente: aplaudieron la “milagrosa” reconstrucción de Alemania en la década del treinta, denunciaron a sus ciudadanos judíos, hicieron la vista gorda ante el plan de exterminio, no permitieron el ingreso a judíos ni antes ni durante ni después de la guerra. Cuando la conciencia está sucia viene muy bien encontrar un chivo expiatorio y cargarlo con toda la culpa. A la Argentina le ha tocado ese triste lugar.

Junio 2017

publicado en

Agencia Judía de Noticias: http://agenciaajn.com/opinion-la-conciencia-sucia/

Iton Gadol: http://www.itongadol.com/noticias/val/104699/opinion-con-la-conciencia-sucia-.html

Video de AFP https://www.youtube.com/watch?v=3CngQMhPIyA

Noticia difundida por AFP https://www.afp.com/es/noticias/209/hallazgo-de-piezas-nazis-en-argentina-la-fascinacion-por-el-horror-sigue-vigente

Publicada en TVN Noticias, Panamá: https://www.tvn-2.com/mundo/suramerica/Hallazgo-piezas-Argentina-fascinacion-vigente_0_4786771349.html

Presentación Cuadernos de la Shoá 7

El nuevo Cuadernos de la Shoá. Tapa y contratapa: Guillermo Kuitca

El orgulloso equipo de realización de Cuadernos de la Shoá compartiendo su nueva creación:

Parte del Salón Dorado de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, colmada:

Bienvenida Institucional. Diana Wang:

Cada año que pasa, cada presentación que hacemos, me refuerza esta sensación de milagro.

Son muchos los milagros que nos acompañan.

El milagro de haber sobrevivido para los sobrevivientes que nos acompañan.

El milagro de haber nacido para los que nacimos de padres que sobrevivieron milagrosamente.

El milagro de haber encontrado un lugar que nos recibiera aunque debimos entrar muchas veces ocultando nuestra condición de judíos, pero, como decía mi mamá, “este país es maravilloso, el antisemitismo parece un chiste, decís que sos católico y te creen!”.

También es un milagro que aquel grupo de sobrevivientes que comenzó a reunirse en 1997 gracias al entusiasmo de Frida Levy y de Kati Kertesz no solo haya continuado sino que haya sumado a las generaciones de sus hijos y sus nietos y a docentes y estudiosos y se creara Generaciones de la Shoá. Todos los que trabajamos en organizaciones de voluntarios sabemos a qué desafíos debemos enfrentarnos cotidianamente. Desde hace veinte años, año tras año hacemos honor al milagro de sobrevivir, de inventar y de crear en gran medida gracias al apoyo de muchos de los nos están acompañando hoy acá.

La Shoá es algo que nos pasó, a nosotros y a la Humanidad toda. No lo decidimos, no lo elegimos. Nos pasó. Pero lo que hagamos con ello, eso sí está en nuestras manos, lo podemos decidir. Y hemos decidido usarlo como trampolín, pararnos sobre este desdichado suceso y conocerlo, aprender y tomar de él las lecciones que pueden hacer del mundo un espacio más amable y más humano para todos. Así hemos pensado nuestra misión.

Los que nos conocen saben que no nos juntamos para llorar por lo que nos pasó ni para regodearnos con el lugar de víctimas. Hay risas en nuestros encuentros, emoción, cariño y unas ganas potentes de compartir lo que aprendimos y transformarlo en una herramienta para el cambio.

Además de los testimonios, las clases y las capacitaciones, gestamos proyectos que nos permiten cumplir con nuestra misión.

La colección de Cuadernos de la Shoá es uno de ellos y este 7º ejemplar es otro de nuestros milagros. Nos preguntan cómo los hacemos puesto que no venimos del mundo de la edición, y nuestra respuesta es que desarrollamos y escribimos aquello que nosotros mismos querríamos leer y lo hacemos en la convicción de que nuestra sed de conocimientos es la misma de todos. Y no es ningún milagro, es trabajo, es entusiasmo, es curiosidad, es el placer de hacer algo que tiene un sentido de futuro. El equipo de diseño transforma nuestro trabajo en esta belleza que es cada uno de los números, belleza de imagen, de diagramación y de color que hacen que sea un placer hojear página por página.

Otro de nuestros proyectos amados y que nos enorgullece es el Proyecto Aprendiz, que permite que cada una de las historias de nuestros sobrevivientes siga siendo contada y compartida en la voz y la persona de adultos-jóvenes, sensibles y comprometidos con el objetivo de contar y transmitir. Nos hicieron hace poco un piropo impensado, nos dijeron que, además de esta misión, con el Proyecto Aprendiz creábamos nietos y es cierto. El Aprendiz y el sobreviviente se enlazan en una relación inédita que perdura muchas veces luego de terminado el proceso y se arman sorprendentes e insólitos vínculos familiares.

Lo dicho.

Milagros.

La Shoá no nos pertenece. Hemos sido sus víctimas pero eso no nos hace sus dueños. La Shoá es un producto y un derivado del mundo todo y que nos afecta a todos, un hecho que no tuvo precedentes pero, como dice el profesor Yehuda Bauer, es un precedente que debemos conocer y tener muy presente.

En eso estamos.

Presentes.

Gracias por creer en nosotros y en nuestro trabajo, por acompañarnos y darnos fuerza para seguir manteniendo vivo el milagro.

¿Por qué este Cuadernos de la Shoá? Aída Ender:

La Historia de la Humanidad es también la historia de sus migraciones.

Los primeros hombres de la prehistoria, originarios del África, se diseminaron hacia los cuatro puntos cardinales del planeta y se fueron amalgamando y fusionando entre sí. Los desplazamientos humanos cambiaron la demografía del mundo.

A diferencia de otros pueblos, el pueblo judío en sus recorridos por el mundo y en sus encuentros con otros pueblos y otras culturas, no se disolvió en su esencia, y mantuvo siempre un núcleo de identidad.

Los recorridos del pueblo judío, igual que todos los que debieron moverse de sus lugares, fue consecuencia de amenazas, guerras y persecuciones. La Shoá, es decir el intento de exterminio total del pueblo judío, así como las diversas persecuciones sufridas a lo largo de su historia, no consiguieron alterar costumbres y características culturales, y, a pesar de todo, siempre mantuvieron intactas sus leyes. Gestaron y desarrollaron fortalezas, capacidades y habilidades de interacción que determinaron un mutuo enriquecimiento inédito en la historia de la Humanidad.

El 7º Cuaderno de la Shoá habla de eso: de los recorridos del pueblo judío. De forma cronológica, va desde las primeras dispersiones hasta sus variados destinos después de la Shoá.

Está dividido en cuatro capítulos.

El primero desde la Antigüedad hasta 1933, muestra cómo el pueblo judío, desde su génesis, llegó a los cinco continentes desarrollando una gran diversidad lingüística, cultural y alimentaria.

El segundo toma el período que va de 1933 a 1939, y encara la emigración forzosa de los judíos alemanes y austríacos durante el período de ascenso y consolidación del nazismo.

El tercer capítulo toma los años de la Segunda Guerra, cuando estaban atrapados sin salida. Los caminos de escape, las deportaciones usando la red ferroviaria y las rebeliones desde campos y guetos.

El último capítulo abarca el fin de la guerra hasta 1950 y trata sobre los destinos de refugio y salvación; la mayoría hacia Palestina, incluso antes de que fuera el Estado de Israel, y el resto llegando a los cinco continentes.

En todas estas trayectorias están presentes, como lo hacemos en cada número, los sobrevivientes y sus descendientes, los que finalmente encontraron su destino, los que apostaron a la vida y sembraron las semillas para un futuro de paz.

En este Cuaderno ponemos especial énfasis en lo visual.

Hemos advertido que al hablar de la Shoá suelen perderse de vista los recorridos y las trayectorias. Mostrarlos, así como las distancias involucradas, permite comprender la magnitud de lo sucedido.

Con ese objetivo, la publicación se acompaña con 6 mapas desplegables en los cuales  los aspectos de tiempo y espacio son claramente visibles como excelente ilustración en la clase. Este Cuaderno está diseñado igual que todos los anteriores, primordialmente como material educativo, un apoyo al docente que le permitirá tener e impartir una clara imagen de la dimensión geográfica de la Shoá.

(filmina con foto de presentación del año pasado)

El equipo está constituido, de izquierda a derecha, por: Vivi Rosenthal, Fernando Ender, Melisa Berlin, Rosa Rotenberg, Angela Waksman, Susana Luterstein, Diana Wang, Aida Ender, Edit Salomón, Karen Rofchuc, Natalia Rus, Jose Blumenfeld, Ruty Fleischer, Jonatan Epsztejn.

Veamos los seis mapas desplegables que acompañan este séptimo Cuaderno de la Shoá que cada uno de ustedes se llevará hoy.

Mapas

 

En el primero se sigue la historia de Abraham el escriba y sus descendientes. Una familia judía a través de los siglos narrada en el libro La memoria de Abraham de Marek Halter, que muestra la dispersión del pueblo judío a lo largo de la historia.

 

 

 

 

En el segundo se grafica cómo escaparon los judíos de las restricciones y cercos crecientes del nazismo. Se ve la huida desde Alemania y Austria hacia diferentes destinos en todo el globo.  Los puertos de salida de Europa, puertos y ciudades de tránsito, puertos de llegada. Los trayectos por tierra y los trayectos en barco.

 

El mapa 3 muestra donde tuvieron lugar los principales levantamientos y rebeliones judíos, los partisanos, la brigada judía que vino desde Palestina, las huidas desde los campos y, por último, ante el avance del ejército rojo, las marchas de la muerte forzosas hacia el interior de Alemania.

 

En el mapa 4 puede verse el camino hacia la solución final, la red ferroviaria que hizo posible la deportación, la ubicación de los 6 campos de exterminio y los principales campos de concentración y trabajo, las ciudades con mayor densidad de población judía, las principales ciudades desde donde partían las deportaciones, el avance de los escuadrones de la muerte y el límite al que llegó la invasión nazi a la URSS.

Los dos últimos mapas muestran algunas trayectorias personales después del final de la Shoá para corporizar en personas concretas esta gesta colectiva en pos de la reconstrucción de la vida.

Se ve en este 5º mapa, el tortuoso y complejo regreso al hogar de Primo Levi; un destino exótico como Shanghai para Pedro Lievendag luego de atravesar la URSS en el transiberiano; el cruce de los Pirineos de Martin Nussbaum en su viaje a Buenos Aires; el variado recorrido, tanto geográfico como lingüístico-religioso con sus increíbles cambios de nombre de Roman Danon y el de mi propia familia de Varsovia a Siberia, de Uzbekistán a Polonia, de Bélgica a la Argentina.  

En este último mapa, se muestra la trayectoria de Susy Kessler desde Austria hasta La Paz cruzando el Canal de Panamá y entrando por Chile; el camino de Jack Fuchs desde Dachau a EEUU y Puerto Rico y finalmente a Buenos Aires; el de Rona Rosenthal desde la Europa ocupada hasta Melbourne, Australia pasando por el Canal de Suez y el novelesco viaje hacia Buenos Aires en un navío con bandera japonesa de Dina Ovsejevich luego de un largo trayecto desde Polonia, Lituania, atravesando la URSS en el transiberiano hasta Kobe.

La guerra dejó en Europa unos 8 millones de personas desplazadas.  Debieron abandonar sus hogares los que pudieron huir ante el avance invasor, los que fueron llevados como mano de obra esclava, los que se escondieron, los que cambiaron su identidad, los deportados a campos de trabajo, concentración y exterminio, Finalizada la guerra los movimientos migratorios incluían a quienes regresaban a sus países, a los refugiados alojados en los campos de desplazados, los que huían del régimen soviético que se había instalado en sus países y a los judíos, muchos de ellos apátridas, que buscaban un destino posible después de haberlo perdido todo.

La historia de los refugiados también nos interpela en la actualidad.

El fenómeno, lejos de haber quedado en el pasado, continúa hoy con los refugiados y desplazados de diversos conflictos bélicos, económicos, religiosos y políticos.

Son los nuevos migrantes, las consecuencias actuales de la ignominia. Desde todos los continentes son millones los que buscan salvarse y salvar a sus familias. La gente no quiere morir. Huye para seguir viviendo.

Los refugiados y desplazados de hoy comprometen a la comunidad internacional que está empezando a asumir que la responsabilidad es de todos. Vivimos en estos días frente a la amenaza de Estado Islámico que, como el Reich de los Mil Años, pretende someter al mundo entero y apropiarse de sus habitantes.

Nuestra responsabilidad es hacer lo posible para que se achique y alguna vez se cierre el temible agujero de la indiferencia.

Como dijo el Mahatma Gandhi: No hay caminos para la paz; la paz es el camino.