Era jovencita y lloré a mares en el cine con Love Story. Años después lloré otra vez con Los puentes de Madison. Esa historia de una mujer casada en un matrimonio rutinario y sin sorpresas, una Merryl Streep maravillosa que se enamoró de un fotógrafo que iba de paso, el churrísimo Clint Eastwood. Veíamos sin aliento aquella inolvidable escena en la que debe decidir si abre la puerta del coche y se va con su amante o si se queda con su marido. La película y esa escena nos ayudan a pensar de manera realista en el matrimonio, el amor y una relación extramatrimonial.
Descubrir que hay o hubo una relación así es un golpe a traición. Se lesiona la confianza, uno imagina esos cuerpos que se unieron, las mentiras que se dijeron, torturas y preguntas, ¿qué pasó? ¿quiere decir que nuestra pareja se terminó?
A veces sí pero la mayoría de las veces no.
Un affair extramatrimonial puede deberse a múltiples causas, no solo a desamor.
A veces se busca porque la pareja está mal, porque hay algo que no está funcionando, por no sentirse queridos, apreciados, necesitados.
Otras veces, como en la película, un encuentro no buscado despierta un fuego que el todos los días fue apagando, ese calor que hace brillar los colores cuando se descubre a un otro que a su vez nos descubre.
También, puede pasar en momentos en que se duda de uno mismo y una persona desconocida puede dar lo que la pareja da por sentado, valoración y admiración.
También existen los seductores seriales que son como cazadores, necesitan conquistar una y otra presa para sentirse ganadores.
Puede pasar que se busque un espacio propio, lejos de los ojos de la pareja que tanto conoce nuestros puntos flacos.
Todas esas cosas pueden pasar pero, claro, también nos podemos enamorar. ¿De qué se trata? ¿Necesidad de aventura, conmover la rutina, volver a sentir entusiasmo por algo o será que se terminó el amor? Después del enojo, el dolor y la tristeza tenemos la oportunidad de sincerar la relación y ver como se sigue, si es que se sigue.
No defiendo ni critico una relación extramatrimonial, es que suceden, tanto en hombres como en mujeres. Todos necesitamos sentirnos queridos, deseados, necesitados, apreciados, sacudirnos la rutina y descubrirnos de otro modo. Uno de los mandamientos lo prohíbe y si existe la ley es que es algo que hacemos.
Mabel sabía que podía pasar y siempre le decía a Raúl: cuidame, ponete forro y que no me entere y su pedido era “ojos que no ven corazón que no siente”. Porque el lío se arma cuando se descubre. ¿Cómo no me di cuenta? ¿Cuánto tiempo me viene mintiendo? ¿Dejó de quererme? preguntas atormentadoras que fragmentan el piso de la confianza que sostenía la vida.
¿Qué hacer ante ese dolor que hiere lo más hondo de la autoestima?
¿Se puede recuperar la confianza lesionada? No siempre se puede pero con tiempo, paciencia y diálogo hasta se puede ascender a otro nivel en la relación, sincerar necesidades y hacer nuevos pactos.
Si te descubrieron lo primero es reconocerlo y aceptar el daño que hiciste, aunque tu intención no haya sido dañar, lo hiciste, reconocelo y hacéte cargo, no minimices el dolor del otro que es desgarrador. Recién después podés pedir perdón.
Pero si lo que te pasó es que lo descubriste encará tu dolor con dignidad, no dejes que afecte tu idea de vos mismo, la responsabilidad es del otro, preguntate qué preguntas querés hacer para entender y para darle a tu pareja la posibilidad de seguir.
Es un proceso difícil pero puede ser iluminador en muchos sentidos y no siempre tiene que ver con el amor aunque lo hiere. Woody Allen termina su película Hanna y sus hermanas, diciendo que el corazón es un músculo elástico. Y lo es. Después de herido sigue latiendo, cada vez con más regularidad y con el tiempo, recupera su forma.