Ninguna plantita crece sin agua. Ningún ser vivo crece sin alimento. Ningún proyecto progresa sin trabajo. ¿Por qué creer que la pareja puede subsistir sin agua, sin alimento y sin trabajo? Vivimos engañados con la idea de que sucederá mágicamente, sin esfuerzo alguno, que si nos amamos de verdad la felicidad vendrá sola.
En un famoso discurso Kennedy le dijo al pueblo norteamericano que no pregunten qué es lo que su país puede hacer por ellos sino qué es lo que ellos pueden hacer por su país. Igual con la pareja. Lo tiene que hacer uno, en lugar de esperar que suceda y vivir en la frustración de que no llega. Además, si esperamos que pase solo o que el otro lo haga pasar ponemos nuestra vida como dependiendo de lo que haga o no haga el otro. Mientras que si hacemos tendremos las riendas en nuestras manos. Pero eso no es bla bla teórico.
Tiro algunas ideas de lo que podemos empezar a hacer.
Saludarse cariñosamente, a la mañana al despertar y a la noche antes de dormir.
Preguntar ¿cómo estás? ¿Cómo te fue hoy? pero preguntar en serio, queriendo saber, con interés genuino.
Si uno ve que el otro está mal, cansado, con malhumor, irritación o angustia, empatizar, ponerse en su lugar con un “te veo mal, ¿pasa algo? ¿te puedo ayudar?”.
Si sabemos que el otro necesita contacto físico, no solamente sexual, sino un beso, una caricia, un tomarle la mano, un abracito, no esperar a que el otro empiece, ir y hacerlo uno mismo.
Si le cuesta hablar pues no insistir, una mirada cariñosa y no reclamadora puede a veces ser suficiente.
¿Hace cuánto que no le decís que te gusta algo suyo?
¿Hace cuánto que no le das algo que le gusta?
¿Hace cuánto que dejaste de ver lo bien que te hace estar a su lado?
Todas esas cosas son el agua que puede mantener vivo o hacer renacer aquello que había y que sigue estando en algún lugar tapado por la rutina y la expectativa irreal.
“Te necesito. Me hace bien estar con vos. Te extrañé mucho. Qué bueno que llegaste. Te contesté mal el otro día, fue un mal día y después me quedé mal porque la cosa no era con vos. Hoy pensaba que hace mucho que no te digo que te quiero”.
Puede sorprenderse, puede desconfiar, puede temer que te traigas algo entre manos. Claro, si hace tanto que no decís esas cosas tal vez no te crea al principio. No te dejes vencer y dale palante sin esperar nada, disfrutando tan solo de haber dado el primer paso.
Las escenas románticas parecen cursis e irreales pero si son de verdad a todos nos gustan. Nos gusta que nos muestren que nos quieren, que nos necesitan, que nos hacen bien y que no nos quieren abandonar. Una cena de a dos iluminados por velas y con una música suave de fondo y en el plato alguna palabra de amor, sin adornos excesivos, que les informe a ambos que donde hubo fuego sigue ahí abajito un rescoldo encendido. No es que soplamos y crecen las llamas otra vez. Aquel fuego estaba en el comienzo, hoy hay brasas menos fulgurantes y con otro calor. Son ésas las que tenemos que cuidar. Todos estamos sedientos de ser queridos.
Decir esas cosas que uno da por sentadas y por eso no las dice son un regalo y una prueba de amor. “Me gustás. Te necesito. Me hacés bien. Contá conmigo.” Mirá qué fácil es. No hay que ir a comprar nada, es gratis y te hace bien.