Cuando no ven que no ven

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Después del episodio de Showmatch, en el que Sofía Jiménez, cantó y bailó un tema de Paulina Rubio que repetía “no soy una mujer que no sale de su casa”, se dijo mucho, no siempre de manera ponderada. Querría ahora, pasados unos días, seguir pensando.

Otra parte de la canción entonada decía “no soy esa niña perdida, que firma un papel y te entrega su vida”, lo que nos informa que trata sobre el empoderamiento de la mujer pero en el contexto de la pareja.

Sin embargo la producción pretendió apuntar más alto, salir de la órbita doméstica y elevarlo a otros temas. Por eso puso como telón de fondo imágenes de mujeres conocidas por sus fortalezas y reivindicaciones: Frida Kahlo, Malala Yousafzai, Eva Perón, Gaby Sabatini, Mercedes Sosa, Teresa de Calcuta, Nini Marshal, Oprah Winfrey, Maria Elena Walsh y Ana Frank. Con diferentes historias y orígenes religiosos y étnicos, todas cumplen el objetivo planteado de honrar a mujeres potentes. Aunque hay dos que, miradas más de cerca y, en diálogo con la letra de la canción, no pudieron, literalmente, salir. Frida sobrevivió a un accidente que la dejó postrada y con dificultades de movilización. Igual Ana, que debió esconderse para no ser descubierta, deportada y asesinada por los nazis. Pero no hay historia respecto a discriminar gente con dificultades de movilidad y sí la hay respecto a la discriminación a los judíos.

¡Y vaya si hay historia!

Es obvio que la imagen de Ana, en ese contexto y con esas palabras de fondo, tocaran un nervio del alma judía, siempre sensible y alerta, siempre temiendo volver a ser atacada.

Las reacciones no fueron homogéneas, como puede verse incluso en los tantos comentarios que recibió mi posting anterior con la historia del antisemitismo y la sensibilidad que ello ha generado en los judíos. Algunos -incluso algunas organizaciones- acusaron a la producción del show de antisemita y banalizadora del Holocausto. En el otro extremo solo señalaron lo impropio de incluir a Ana en un espectáculo burdo y ligero.

Ana conocía el valor de las palabras, soñaba con ser escritora y habría sido muy buena. Haciendo honor a la letra de la canción, no la imagino, si hubiera sobrevivido, sometida a un marido. No llegó a adulta, no tuvo que pelear por esos derechos, sólo dejó su diario de adolescente con los pormenores del encierro forzado. También por eso fue impropia su inclusión entre esas mujeres modélicas.

No coincido con quienes acusan a la producción del programa de antisemitismo o banalización del Holocausto. Creo que así como es banal el show, la razón también lo fue. Habrán pensado que era una genialidad incluir a Ana entre las mujeres empoderadas y no se dieron cuenta de lo que estaban tocando. Pero acá viene mi gran pregunta: ¿tienen derecho a no darse cuenta? Con la importante llegada al público adicto que recibe y legitima lo que ve, ¿no tienen la obligación y la responsabilidad de pensar un poco más allá? Tal vez solo eso les podemos preguntar. A ellos y a los otros influenciadores de opiniones y puntos de vista que pululan en los medios y las redes. Teniendo en sus manos una herramienta con tanto poder es un tema a revisar si pueden lavarse las manos respecto a la responsabilidad que les cabe.

La cara de Ana como modelo de mujer que no sale de su casa es como poner al gran Stephen Hawking en silla de ruedas con un jingle que invite a bailar. Sería claramente ofensivo, para él y para todos los que, como él, son prisioneros de un cuerpo que no pueden mover. Igual Ana Frank.

Yo no vi en el hecho el viejo fantasma del antisemitismo. A mi, como judía, como hija de sobrevivientes del Holocausto y como persona sensible, me molestó ver la estrechez de las miradas de los productores que no ven que no ven, que, inmersos en la espectacularidad, no advierten como puede llegar lo que muestran.

Es una excelente oportunidad para apelar a ensanchar esa mirada e invitar a prestar atención y revisar lo que se piensa, lo que se dice, lo que se muestra, en especial en los medios. Es preocupante ciertamente ver que recién vieron cuando el reclamo les abrió los ojos. Lo bueno es que ahora tienen la oportunidad de ver.

Como todo daño -y, aunque menor, éste lo es-, el reconocimiento, el arrepentimiento y la compensación, lo cierra. Compensar en el programa mismo, decir simplemente “nos equivocamos” sería un excelente ejemplo de conducta cívica responsable, un ejemplo a seguir teniendo en cuenta la sensibilidad de quienes sufren algún dolor y esperan, si no el abrazo de consuelo y el apoyo explícito, al menos un silencio respetuoso.

Unos días depués.

Nobleza obliga: Tinelli aceptó el error y pidió disculpas.

Ya anticipo las voces en contra pero creo que el reconocimiento es un precedente importante especialmente en los medios y redes tan afectas a exabruptos sin consecuencias.

Toda conducta tiene consecuencias y los que viven en los medios y las redes tienen una gran responsabilidad porque construyen y modelan eso que se llama la "opinión pública". Supongo que más de uno no se sentirá satisfecho y disentirá conmigo, dirá que le está bajando el rating o que es una persona poco confiable que lucra con la banalidad, pero en estos tiempos de éticas líquidas y agresiones impunes, me parece importante que alguien haya tenido la sensatez de reconocer, arrepentirse y disculparse. Sea por las razones que fuere.

Lo importante es su conducta y el ejemplo que deja en su propio público.

Comparto sus palabras publicadas en Iton Gadol:

“No quisimos ofender a nadie”.

“Yo no sabía que iba a aparecer esa imagen, pero por supuesto conocemos todos la historia de Ana Frank y hay muchos que se han sentido muy dolidos, sobre todo personas que han perdido familiares en el Holocausto. Yo tuve cuatro veces la oportunidad de visitar la casa de Ana Frank en Ámsterdam y conozco perfectamente toda la historia. Jamás vi la imagen y compartí los comentarios de quienes entendieron que fue un error sin intención”.

“Lejos estamos de banalizar algo tan terrible para la historia como es el Holocausto. Lo digo como padre de un hijo que ha ido seis años a la escuela ORT. Conozco perfectamente lo que es la educación hermosa que tiene toda la comunidad judía en la Argentina y en el mundo. Y además soy una persona que colabora desde hace 27 años con la AMIA y con todo lo que ha sido la tragedia de la AMIA. Así que en nombre de todos nosotros, no la habíamos visto (la imagen), pero me hago cargo como productor responsable y conductor. Mil disculpas para toda la comunidad y para el Centro Ana Frank”.