Introducción
Los actos relativos a la Shoá se multiplican año a año, se suman las conmemoraciones y los homenajes a los sobrevivientes. Al antes solitario acto en honor al levantamiento del gueto de Varsovia ahora se agregan Iom Hashoá en la misma fecha, el Día Internacional del Holocausto en enero, el recuerdo del Pogrom de Noviembre conocido como Kristallnacht en noviembre, el aniversario de la Capitulación de Alemania en mayo, el cumpleaños de Ana Frank en junio y el inicio de la Segunda Guerra en septiembre.
Los sobrevivientes son siempre convocados y se sienten agradecidos por este súbito protagonismo del que son objeto luego de tantas décadas de ausencia. Sin embargo, no se atreven o no quieren expresar públicamente la incomodidad, desazón o molestia que sienten en algunos momentos de los discursos por las imprecisiones, los lugares comunes y las, ya a esta altura, garrafales faltas de pronunciación de los disertantes.
Todos entendemos que nadie tiene por qué ser un experto en Shoá, que no todos deben conocer las reglas de pronunciación de una lengua tan diferente como el alemán, pero tras tantos años y luego de todo el esfuerzo de transmisión, difusión y enseñanza emprendido, hay cosas que cualquiera que tome la palabra debe saber, en especial si es un dirigente de la comunidad judía y habla en su nombre. Habiendo recogido el malestar de los sobrevivientes, al que sumo el mío propio, lo que sigue tiene la intención de mover a la reflexión y de colaborar en la fuerza, la potencia y el peso de verdad de las palabras que se enuncian en los momentos en que se honra a los sobrevivientes y a la memoria de la Shoá.
1.- Con las mejores intenciones: frases y lugares comunes.
"No olvidar para no repetir”
Se repite, lamentablemente se repite, aunque no se olvide, aunque se recuerde, se repite, se sigue repitiendo. La segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI lo prueban con creces. Los genocidios, las matanzas masivas a manos de fuerzas estatales o para-estatales no se han detenido ni tienen la intención de hacerlo. No olvidar es esencial pero parece no ser suficiente. Es necesario enseñar, reflexionar, aprender, trabajar con la conciencia social y la responsabilidad civil, aprender a convivir y a resolver situaciones sin apelar a la violencia. Pero se trata de condiciones que no siempre son asumidas de buen grado por gobiernos, grupos para-estatales o intereses económicos diversos para los cuales, el fin justifica los medios. Y si el fin es, por ejemplo, vender armas, el fin y los medios son los mismos y las víctimas no importan, son solo daños colaterales. Seguir esgrimiendo el no olvidar para no repetir como justificativo de homenajes o conmemoraciones suena tan útil como pedir que llueva con una danza india. Los sobrevivientes agradecen la memoria pero saben en carne propia que la expresión voluntarista peca de ingenuidad y promete algo que no puede cumplir. Los únicos satisfechos son los enunciadores de la frase en la que redondean la idea complaciente de que con el acto ya está, se recordó y eso será suficiente.
"Queridos sobrevivientes”
Cuando se desliza esta invocación edulcorada, algunos sobrevivientes se sienten incómodos sin saber a ciencia cierta si las palabras son sinceras o si una ligera hipocresía está al servicio de encubrir algunas culpas a ser ventiladas. Culpas por no acordarse de ellos más que en ocasiones de discursos. Culpas por no apoyar sus esfuerzos en la enseñanza y difusión de las trascendentales lecciones que portan. Culpas por haber hecho oídos sordos a sus memorias durante décadas. Y también algún oportunismo. Oportunismo porque ahora tiene rédito ocuparse de la Shoá, invitar a sobrevivientes a exhibirse y brindar testimonios, tomar el tema como si la importancia de la Shoá hubiera sido recientemente descubierta como un bastión garantizado de eticidad. Ayer nomás casi no se mencionaba a la Shoá salvo en la conmemoración del levantamiento del gueto de Varsovia, y mucha gente incluso desconocía que había sobrevivientes viviendo tan cerca. La explosión del tema los ha instalado en el candelero de la comunidad judía que es ahora poseedora de este argumento fuerte desde el cual reclamar, exigir, fortalecerse y tal vez unirse alrededor de un eje sólido y homogéneo.
Los sobrevivientes, al ser invocados, homenajeados y aplaudidos en sus años de vejez tienen una nueva vida, adquieren un nuevo protagonismo, impensado unos pocos años atrás. Les gusta, pero no siempre se sienten queridos. Distinguen claramente entre palabras y acciones. Se sienten llamados cuando hace falta, mostrados y a veces incluso escuchados, pocas veces atendidos. Por eso, mejor tal vez sería de buen tino ahorrarles lo de queridos. Goles son amores, cambiemos los queridos por acciones que así lo demuestren.
"¡Nunca más!”
Esta frase es breve, contundente, definitiva. Es potente y suena bien como final de una alocución, como chan-chan que estimula un aplauso enfervorecido. Pero es solo otra expresión de deseo, otra más, que tiene adicionalmente dos aspectos contradictorios:
uno positivo, la convención casi universal que instala como inadmisibles los genocidios y crímenes de lesa humanidad y
uno negativo, puesto que a pesar de este acuerdo inédito en la historia de la Humanidad, estas cosas siguen pasando de modo que la frase, además de voluntarista, suena a naif, ingenua pero con la ingenuidad proporcionada por la negación de los hechos, porque no solo no es verdad que nunca más sino que lo que sucede es un todavía sigue y seguirá porque no hay perspectiva realística de que se detenga.
Exclamar ¡nunca más! debería ser siempre puesto en su adecuado contexto de deuda de la Humanidad consigo misma y un recordatorio de lo que cada uno, desde su pequeño lugar, podría estar haciendo y no hace.
"Como ovejas al matadero”
Ya está explicado hasta el cansancio que los judíos no nos hemos dejado matar, que no hemos ido mansamente como ovejas al matadero, que nos hemos resistido de todas las maneras posibles en aquellas condiciones imposibles, que no hemos sido más cobardes o pasivos que otros pueblos en condiciones similares. Por el contrario, nos hemos rebelado y hemos apelado a luchas inéditas con recursos ingeniosos y que no parecían posibles dadas las circunstancias, que nuestro ejercicio cotidiano de memoria es un ejemplo para otros colectivos sociales que han sido atacados y no han guardado tanto registro documentado como nosotros. Todo esto ya está dicho y probado, cientos de veces, pero seguimos oyendo esta analogía ofensiva con las ovejas que se desprende como sin querer en algunos discursos pretendidamente aguerridos.
El pueblo judío no es un pueblo de ovejas cobardes, nunca lo fue. Ha sido históricamente un pueblo pacífico y tranquilo que apetecía, solamente, ser dejado en paz, que se le permitiera vivir, desarrollarse y que sus miembros fueran mejores personas allí donde residieran. En sus idiomas construidos en el exilio -idish y ladino por ejemplo- no existían palabras que denominaran armas porque no las utilizaban en sus intercambios cotidianos con sus vecinos. El pueblo judío ha vivido en distintos lugares, a veces mejor, otras veces peor, pero siempre adaptándose a las tierras donde vivía y, cuando le era permitido, hacía aportes que beneficiaban y enriquecían a todos. La frase como ovejas al matadero encubre una acusación implícita de vergüenza y cobardía que, además de falsa, es ofensiva e injusta y expresa el grado de desconocimiento sobre la conducta de los judíos durante la Shoá.
"Futuras generaciones”
El alegato expresado en los discursos es invariablemente para las futuras generaciones, lo que está muy bien porque se trata de nuestros nietos y bisnietos, pero a veces se tiene la sensación que pensar en el futuro encubre el desentenderse del presente. Y sería deseable que, tanto en discursos como en acciones, asumamos lo que podemos hacer hoy para nosotros, para la sociedad en la que vivimos, para hacer de este mundo un sitio más amable donde convivir en paz. La Shoá, con sus múltiples lecciones y ejemplos, aporta una gran riqueza para el trabajo en la formación de seres humanos conscientes de sus responsabilidades y obligaciones para con los demás. Hoy, aquí y ahora. Sería más útil y generoso que en lugar de esperar que las futuras generaciones se beneficien con algo, veamos qué podemos hacer hoy y reemplacemos la frase hecha con una acción concreta, algo pequeño, tal vez tan solo un gesto, que haga alguna diferencia y que porte la fuerza modélica del ejemplo. Hagamos nuestra la frase famosa del mayo francés seamos realistas, pidamos lo imposible.
2.- Palabras difíciles, disonancias y desafinaciones.
Aunque la pronunciación no es lo central en el mensaje conceptual y ya nos hemos acostumbrado a oír algunas disonancias, es ésta una buena oportunidad para comentar algunas y sugerir, por el bien de algunos oídos sensibles, la manera de evitarlas.
Es habitual que los locutores contratados tengan dificultades con algunas palabras. También algunas personas que no están habituadas a manejar el vocabulario de la Shoá. Las palabras originadas en alemán son particularmente complicadas por las combinaciones de consonantes cuyas pronunciaciones no coinciden con las de la lengua castellana. Y ni qué decir de las polacas.
Decir apropiadamente las cosas connota que quien habla se preocupó por saber cómo se decían, habla de respeto tanto por la temática como por la audiencia. Sería bueno que todo aquel que esté por hablar en público, en especial los dirigentes, y no esté familiarizado con algunas palabras o pronunciaciones que las revise y practique con antelación, para lo cual en las páginas siguientes hay algunas sugerencias. No son muchas las palabras en cuestión, así que es relativamente sencillo su aprendizaje.
Auschwitz
Es una de las palabras más usadas puesto que representa el símbolo del Mal. Aunque muy conocida, no siempre resulta fácil su pronunciación. Imagino que alguien no habituado, al ver tantas consonantes juntas y tan poquitas vocales, debe ver el conjunto como un enredo paralizante. Es común, entonces, oír que sale del paso lo mejor que puede diciendo, por ejemplo ashuits bajo el influjo de esa w central que atrapa su atención.
Un buen recurso es separar la palabra en dos sílabas, cada una con su particular dificultad. Veámoslas parte por parte.
Primera sílaba: au+sch.
El diptongo au seguido de tres consonantes es un escollo y parece imposible de pronunciarse. Si decimos Mau Mau, náufrago, cauto, auto y después solo au, se ha superado el primer contratiempo.
Atención al problema especial para los francófonos: ven au y leen o, y dicen oshvits. La palabra no es de origen francés, sino alemán, el diptongo au en alemán se pronuncia igual que en castellano: au.
Superado el au, se agrega el sonido sh como quien pide silencio, sh…. porque en alemán sch se pronuncia así. Ahora se une todo: a u s h… y ya está la primera sílaba.
Resumiendo: Ausch se pronuncia a u sh
Segunda sílaba: partícula witz.
En alemán la w se pronuncia v. Colonizados como estamos por el inglés sale espontáneamente u al ver w, luego witz suele ser pronunciado uits. Pero, como la w se pronuncia v, lo correcto en alemán y la forma en que los sobrevivientes están acostumbrados a oírlo y decirlo es: vits.
Resumiendo: Witz se pronuncia vits.
Uniendo las dos sílabas: a u s h …. v i t s (recomiendo pronunciarlas de manera separada al principio porque se hace más fácil).
Es decir: AUSCHWITZ se pronuncia AUSH-VITS.
Dachau, Buchenwald y Mauthausen
Estos dos campos de concentración no suelen ser citados tan habitualmente pero presentan dificultades similares. En ambas palabras, se agrega al diptongo au y a la w ya encarados la combinación ch, que en alemán se pronuncia j, como en jueves.
Así Dachau une el sonido de la combinación ch, o sea j, con el au ya mencionado en Auschwitz. DACHAU se pronuncia DÁJAU, con acento en la primer sílaba. Recordar los francófonos lo señalado antes frente a la tentación de aplicar las reglas de pronunciación del francés, no es Dajó o Dashó como se oye algunas veces, sino Dájau.
Buchenwald no ofrece dificultades nuevas. Está el sonido de la ch, que es j y la w que se v. BUCHENWALD se pronuncia BÚJENVALD.
Y tenemos a Mauthausen, otra palabra que enreda la mirada del hispano parlante. El diptongo au, como en las palabras alemanas anteriores, se dice au. Pero está la hache después de la t que no se sabe cómo encarar. Para pronunciarlo correctamente es bueno dividir la palabra en Maut y en hausen diciendo MAUT-JAUSEN pero también se puede tomar el atajo de decir MAUTAUSEN como si la hache fuera muda.
Shoá
Poco a poco la palabra Holocausto está siendo reemplazada por la más apropiada Shoá. El conjunto sh con su familiar pronunciación inglesa se pronuncia con un susurro suave, como cuando se pide silencio, shhhhh…! Pero ha cundido una extraña moda en la Argentina que introduce una novedad en la pronunciación y se escucha que las palabras con sh son a veces pronunciadas como y, como en yerra. Así, en lugar de shoá, dicen yoá un sonido ajeno y corrupto. No pasa solo con esa palabra, estos innovadores fonéticos dicen, por ejemplo, yok en lugar de shock o you en lugar de show. Curiosas transformaciones de nuestro idioma en aras de diferenciarse, ser originales, o vaya uno a saber por qué.
Repito: no es yoá sino shoá. En todo caso, siempre se puede apelar a la vieja palabra que no ofrece ninguna dificultad, aunque no tan apropiada, mejor decir Holocausto que yoá.
Palabras en polaco
Hay otras palabras, en especial ciudades de Polonia y otros países eslavos con dificultades de pronunciación específicas que no encararé acá porque no son palabras usadas frecuentemente en los discursos aunque cada tanto un disertante se ve atacado por alguna cuando tiene que mencionar algún apellido o localidad. Las escalofriantes sucesiones de “eses y zetas”, de “eres y zetas”, de “eses y ces”, los acentos y signos extraños en consonantes, acobardan al más valiente. Por ejemplo Rzeszów, Częstochowa, Zamość, Zając, Łódź se pronuncian de maneras sumamente “creativas” para nuestros hábitos castellanos con sonidos que no acostumbramos a usar.
Conclusión
La súbita y aparentemente progresiva proliferación de actos sobre la Shoá tiene dos caras. Una positiva, puesto que su difusión y conocimiento comienza a trascender la órbita judía y a hacerse patrimonio común. Pero también está la otra cara, la de la mención superficial y hueca que amenaza con ser negativa porque el hablante mismo -máxime cuando se trata de un dirigente o referente de la comunidad judía organizada y está hablando en nombre de la misma- se descalifica en su elección de frases hechas o en su descuido enunciativo, le resta credibilidad a la Shoá, vuelve trivial el tema, lo abarata y degrada y favorece su dolorosa banalización que seguramente declara lamentar.
Sumemos al lado positivo, hablemos con propiedad y con respeto si queremos transmitir y enseñar.
Si queremos honrar a los sobrevivientes, démosles el reconocimiento que les debemos de una manera digna y enaltecedora.
Diana Wang. Hija de sobrevivientes de la Shoá
Presidenta de Generaciones de la Shoá en Argentina