cordialidad

Las buenas palabras

El viernes pasado hablé de las malas palabras, nunca/siempre, todo/nada y así, ésas que cuando se dicen ponen al otro en guardia y transforman la conversación en un enfrentamiento. Me llamó mi hermano y me sugirió que hablara también de las buenas palabras. Es lo que voy a hacer ahora.

Las buenas palabras son las que te dan la mano, las que te abren una sonrisa, son las llaves que hacen la vida mejor, las que te dicen, aunque no lo digan, “me gusta estar con vos”. y ¡cuánta falta nos hace que nos digan eso, ¿no?! Las conocemos todas y qué poco las usamos. 

Son por favor, gracias, disculpas, buen día, hasta mañana, ¡qué bueno tal cosa!, me gustó mucho tal otra, ¿estás bien?, ¿cómo te fue?, te extraño. Son palabras invitantes, que crean comunidad y la pareja es, o debería ser, una comunidad. Una comunidad de dos en el que cada uno se sienta incluido, aceptado, querido, necesitado. No nace sola, una comunidad se construye diariamente. Se trata de hacer lo mismo que hicimos durante el noviazgo o en los primeros tiempos, eso que nos seducía, nos enamoraba, nos hacía sentir que éramos mirados con cariño, con aceptación. Y muchas veces la convivencia, la rutina, la diaria, el lidiar con el service del lavarropas, con los horarios de los chicos, con el trabajo, nos va quitando aquellos cuidados que teníamos al principio, la cortesía, las buenas maneras y nos achanchamos.

Vivir en pareja se hace difícil cuando dejamos de ser educados y amables y vemos al otro como un mueble más. El otro sigue siendo un otro, quiere ser visto, considerado, aceptado y querido. Igual que nosotros. Mantener las buenas maneras en la mesa, vestirse con cuidado para que nuestra presencia le sea agradable, mostrar interés por su vida o sus emociones, todo eso construye comunidad, construye confianza y da seguridad. Como dije en otra columna, la seguridad de que no hay amenazas de ser echados de la cueva protectora. 

“Por favor, gracias, disculpas, buen día, hasta mañana, ¡qué bueno tal cosa!, me gustó mucho tal otra, ¿estás bien?, ¿cómo te fue?, te extraño” se dicen con gesto amable, informan que uno ve lo que estuvo bien, que uno lo reconoce y eso alienta al otro, le hace sentir bien. Crear comunidad con nuestra pareja, ser un equipo, una sociedad amistosa, nos hace bien a nosotros mismos. 

La pasión dura poco, el fuego se entibia y quedan el rescoldo y las brasas que tenemos que mantener vivas. 

Unirse no es el final de la historia como nos cuentan los cuentos. Unirse es el comienzo de un camino cuya mayor dificultad es dejar de ver al otro como otro y tratarlo como si fuera una parte de nosotros, como si fuera un brazo. A un brazo no le decís gracias ni por favor ni nada. Es tuyo, no hace falta. Pero el otro con el que uno vive no es parte de uno aunque la convivencia a veces nos lo haga creer. Tampoco es un mueble. El otro necesita del gracias y del por favor y de disculpas, buen día, hasta mañana, ¡qué bueno tal cosa!, me gustó mucho tal otra, ¿estás bien?, ¿cómo te fue?, te extraño.

Así como hay que tomar líquido para evitar la peligrosa deshidratación, acordémonos de decir alguna de estas buenas palabras para que la pareja no se seque ni se marchite, que haya la humedad necesaria para revivir y mantenerla fresca y lozana.