¡Con vos no se puede hablar!

¡¡¡Se lo dije mil veces, no sé por qué no oye y lo tengo que decir una y otra vez!!!

¡¡¡No podemos hablar, le entra como una locura, grita, gesticula, habla y habla y si le contesto parece que no me oye y se pone peor!!!

¡¡¡Le pregunto y no dice nada, no puede ser que nunca tenga nada para decir.!!!

Éstas y otras quejas similares son las que suelo oír en mis consultas. ¿Cómo le dijiste lo que le dijiste?, pregunto y ahí empiezo a entender, lo dijo con un hablar de descarga, un monólogo encendido, no como un puente, no era una conversación. 

Es que cuando hablamos hay dos hablares diferentes. 

Hay un hablar conversacional, un ida y vuelta, yo hablo, el otro escucha, el otro habla, yo escucho, cada uno a su turno, pensando, opinando, diciendo y escuchando, como las improvisaciones de jazz, cada instrumento hace su solo y recién cuando termina los demás hacen el suyo. Así es un hablar conversacional, armónico, rítmico y melodioso.

Y hay otro hablar, el que nace en medio de un conflicto, de un enojo, de la indignación, del sufrimiento, un hablar de descarga. Si me permiten el mal gusto a esta hora de la tarde, el hablar de descarga se parece a un vómito, sube, irrefrenable, le llena a uno la boca y no lo puede tragar, lo tiene que echar para afuera, lo tiene que expulsar, hasta que termine la descarga. 

La paradoja es que esa descarga no es útil, uno queda con un gusto horrible en la boca, molesto, irritado y lejos de haberse aliviado queda más cargado todavía. El hablar de descarga, ese vómito expulsivo, es una descarga engañosa. No solo no descarga sino que nos recarga, nos hace daño. 

Y ¿qué le informa al otro un hablar de descarga en el que uno dice lo que le viene a la cabeza, cuanto más hiriente mejor? El otro ve furia, enojo, ojos como estiletes, la tensión en su más alta expresión, oye palabras cargadas de emociones, frustraciones, dolores, palabras que lastiman. 


¡Es un reactivo, no tiene filtro, grita, gesticula y dice cosas para lastimarme!

¡Es una loca, no se puede hablar con ella, se desata y escupe maldades!


Hablar para conversar es otra cosa y es importante distinguir el hablar de descarga del hablar conversacional. A no confundirse. No intentemos conversar con quien está en medio de una descarga. No nos puede oír. Necesita expulsar eso que le lastima. 

Cuando alguien habla como descarga no hay que interrumpir, ni pedir lógica o sensatez, no hay que argumentar, lo único que se puede hacer es esperar a que se le pase. El hablar de descarga nos dice que lo que sea que está pasando le supera, que no puede con eso, que la emoción le cierra su capacidad de pensar. Durante la descarga no se piensa, se descarga, se vomita. Si tu otro te habla descargando hacete a un lado, está sufriendo y encima le enfurece no poder controlarlo y exponer su impotencia y desesperación. Esperá a que se le pase. De vos depende entenderlo como un vómito irrefrenable y hacerte a un lado, dejarlo pasar como una tormenta de granizo. No tenemos párpados en los oídos y a veces no podemos no escuchar eso tan hiriente que se nos dice. Insisto, lo que se dice durante la descarga no tiene valor conversacional, igual que un vómito no es nutritivo, son palabras cargadas con restos malolientes. Tomarlo como un ataque y responder, hace de la descarga un campo de batalla en el que ambos resultarán heridos.

No podemos vivir en estado de guerra todo el tiempo. La vida es una sola y no nos la podemos arruinar así. Por eso, cuando se le pase y recupere el ritmo cardíaco normal, llevale un vaso de agua fresca o un mate o un café, sin reproches ni acusaciones. Tendé un puente, algo así como “me duele ver lo mal que te puso lo que sea que pasó, lamento haber sido quien lo causó, no fue mi intención hacerte daño pero veo que lo hice. Cuando quieras ayudame a entender más para evitar que vuelva a pasar”. Esto es un hablar conversacional, una propuesta de paz que es lo que, finalmente, todos queremos en la vida.