Creer en el amor - Entrevista para Clarin "Entre mujeres".

“Creer que el amor todo lo puede es uno de los mitos que generan más desdicha”

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La psicóloga, autora de Te amaré eternamente y otros mitos de la vida en pareja (Grijalbo), dialogó con Entremujeres sobre los acuerdos y dificultades más comunes en los matrimonios, la imposibilidad del “para siempre”, la dificultad de la rutina y otros temas que preocupan a parejas de hoy.

El amor, la pasión, las mariposas en la panza, el “para siempre”, los hijos, la rutina, la fidelidad y la frustración son parte de las distintas etapas de la vida en pareja. Algunas de ellas permanecen con el tiempo y otras, desaparecen. ¿Invalida o imposibilita la vida de a dos la ausencia de ciertos aspectos señalados como ideales? ¿Estamos preparados para asumir que la convivencia es bastante diferente al lecho de rosas que culturalmente se quiso imponer? ¿Qué podemos hacer para disfrutar del amor, aún con todas las dificultades que presenta cuando es de larga data?

La psicóloga Diana Wang se refiere a éstas y otras problemáticas en Te amaré eternamente… y otros mitos de la vida en pareja (Grijalbo). En diálogo con Entremujeres, se refirió a los temas que más preocupan a algunas de las parejas de hoy.

- ¿Es posible el “para siempre” en el amor actualmente?

- El "para siempre" es una formulación voluntarista e ilusoria. ¿Qué es para siempre? ¿Cómo podemos siquiera suponer que será una proposición que se cumplirá, en cualquier ámbito de la realidad? En la pareja tiene que ver con la idea de la predestinación, de la media naranja, del amor verdadero, cantada en tantos boleros y difundida en miles de novelas románticas. Es un "para siempre" de dos que se encontraron porque estaban hechos el uno para el otro y que termina con "se casaron y fueron felices". Tal vez cuando nos moríamos alrededor de los 40 años una tal proposición podía ser considerada pero hoy, el incremento de la expectativa de vida y, con ello, el cambio en la subjetividad de cada miembro de la pareja, pone el "para siempre" en revisión y nos obliga a reajustarlo. Las parejas de larga data, de más de treinta años, deben aprender nuevos pasos en las coreografías habituales porque la danza va cambiando. Son pasos inéditos en la historia de la humanidad y estamos desafiados en la actualidad a encontrarlos para seguir bailando juntos.

- ¿Estamos preparados para el desgaste y la rutina que suponen la vida en pareja?

No estamos preparados para eso.Estamos atravesados por la expectativa de que la pasión arrolladora persista a lo largo del tiempo. La pasión del enamoramiento, del descubrimiento de ese otro desconocido que nos está descubriendo, la emoción de la confirmación de que ese descubrimiento es fuente de dicha y felicidad, son sensaciones que duran un tiempo, como destellos luminosos y coloridos que estallan y se desvanecen. A medida que nos vamos conociendo, aquel descubrimiento que tanta felicidad nos daba se transforma en adaptación y vamos construyendo contratos de relación implícitos que se vuelven rutinas para hacer posible la continuación de la vida. Esas rutinas no tienen el mismo sabor de los descubrimientos y del éxtasis arrollador del comienzo. Son reguladoras de la cotidianidad y nos brindan estructuras en las que debemos aprender a acomodarnos de la mejor manera posible. El desgaste es el desgaste de aquella pasión del comienzo que, si tenemos suerte y si hemos desarrollado la necesaria inteligencia vincular, se ha podido transformar en otra forma de amor, una que raramente es cantada en los boleros. Pablo Milanés se animó y lo cantó: “El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, el amor no lo reflejo como ayer…”.

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- ¿Pueden el deseo y la pasión sostenerse en el tiempo en una pareja monógama?

- Nada puede sostenerse del mismo modo que cuando era una novedad. La primera sonrisa de nuestro bebé nos eleva a alturas de emoción inimaginables, pero la segunda, la tercera y la enésima, aunque nos gustan y nos dan placer, no alcanzarán jamás la altura conmovedora de la primera. Nos vamos adaptando a la novedad y la vamos incorporando a nuestra vida y no nos vuelve a despertar la misma emoción transfiguradora de los comienzos. Igual pasa con la pasión. Si la búsqueda responde a la expectativa de mantener el mismo nivel de pasión en la pareja, el camino lleva a la frustración y a la vivencia de fracaso. Se puede cambiar de pareja, pero si se persiste en la misma expectativa volverá a suceder lo mismo. El amor, siguiendo las palabras de Milanés, se refleja de otra manera, si no aprendemos a leer ese reflejo y reconocerlo también como amor, no podremos sostener nuestra vida en pareja.

- ¿Cuál creés que es el mito más difícil de eliminar en las relaciones de pareja?

- Los más perturbadores y que generan la mayor desdicha son: creer que el amor todo lo puede y que si es verdadero, no sólo se mantendrá siempre el mismo nivel de pasión y deseo sexual del comienzo, sino que solucionará cualquier obstáculo que surja en el camino; creer que la vida en pareja garantiza la total y completa satisfacción de nuestra vida; poner en el otro la llave de nuestra felicidad convencidos de que si no lo hace es porque no quiere; depender del otro, esperar que sea quien cambie y así nos devuelva la felicidad perdida.

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- ¿Qué puede hacer una pareja para enriquecer la vida de ambos y no morir en el intento?

- El intento muere cuando se le piden peras al olmo. Por más que lloremos, protestemos y reclamemos, el olmo nunca nos dará peras. No puede. No tiene. Nuestros esfuerzos no conducen a nada más que a frustración, dolor y resentimiento. Vivir en pareja satisface en parte nuestras necesidades como personas individuales. No satisface todas. Las perdices son ricas al comienzo, pero no son el único plato, ni los violines sonarán todas las noches ni las mariposas en la panza anunciarán siempre el mágico encuentro con el otro. Nos vimos, nos miramos, nos enamoramos, nos tomamos del brazo y comenzamos a caminar juntos. Tomados del brazo y caminando tenemos que ver dónde ponemos los pies y cuál es el camino, y ya no nos miramos tanto. Tanto caminar juntos nos puede hace olvidar que el otro es diferente que uno y esperar que no lo sea e incluso que nos adivine. Se enriquece la relación cuando se reconoce y se acepta la individualidad de cada uno y se tiene claro qué puede, quiere y necesita tanto uno como el otro. El diálogo verdadero (no la queja, el reclamo o la crítica) es la llave que permite este conocimiento, reconocimiento y aceptación y saber que "no me lo hace a mí", sino que "es lo que puede hacer" y que si no lo pido no sabe que lo necesito. Porque uno suele estar inmerso en su burbuja esperando que el otro haga exactamente lo que tiene que hacer, pero nos olvidamos que el otro también está inmerso en su propia burbuja esperando que hagamos lo que se supone que sabemos que tenemos que hacer. Y si no nos pide y si no le pedimos, cada uno seguirá en su burbuja acusando al otro perverso que nos priva y llorando la desdicha de no ser felices.

Publicada en Clarin. el 25 de Julio de 2017.