Reflexiones sobre Iom Hashoá

Los judíos somos el pueblo de la memoria. La memoria y su ejercicio cotidiano y familiar nos ha permitido ser protagonistas de este fenómeno insólito de supervivencia a lo largo de tantos siglos y faraones. Ser cultores de la memoria no es un regalo sino una responsabilidad. ¿Qué memoria guardaremos? ¿Para qué? Hay quien rememora los momentos de victimización y penuria. Hay quien rememora los hitos pasados que permitieron que nos definamos como somos. Hay quien se detiene en las lecciones morales, en las propuestas éticas. Hay quien se solaza con los logros culturales, científicos, alcanzados en tantos años de historia. La memoria es un espacio que puede albergar diferentes modalidades y objetivos y de cuyo ejercicio emergeremos definidos de diferentes maneras, víctimas, triunfadores, héroes, ejemplos, etc. ¿Cómo rememorar el Iom Hashoá? ¿Cuál sería la fecha adecuada para hacerlo? ¿Cuáles los contenidos de los actos de recordación? ¿Cómo hablar del heroísmo cotidiano de los millones de judíos que lejos de dejarse llevar pasivamente como ovejas al matadero resistieron de cientos de maneras el intento de deshumanización, el arrancamiento de la identidad, del lugar, de la familia, de toda posibilidad de una vida digna y humana? ¿Cómo no mencionar a los justos gentiles, a los que fueron educados en el antisemitismo más acérrimo y aún así arriesgaron sus vidas para salvar a los que habían sido enseñados a odiar? ¿Cómo expresar el agujero negro que ha quedado en Europa y en el pueblo judío con el arrasamiento de las más de cinco mil comunidades judías con sus vidas, su idioma, sus hábitos, sus culturas y proyectos? ¿Cómo honrar a esos padres que hicieron lo increíble para intentar salvar a sus hijos? ¿Cómo hacer para no caer en banalidades o frases hechas que terminan siendo un ruido de fondo probablemente de poca utilidad? Habría que contar historias de sobrevivientes, historias de salvadores, exponer la cruda humanidad con sus altos y sus bajos, sus logros y falencias, habría que intentar comprender qué impulsa a la Humanidad al ejercicio del Mal, qué aspectos de nuestra sociedad lo alientan y promueven, habría que hablar de hipocresías, doble moral. Habría que hablar de la importancia de los intereses económicos en las grandes decisiones gubernamentales y de cómo se obnubilan las consideraciones morales a la hora de defender esos intereses, porque si seguimos hablando sólo en el nivel de lo que "se debe hacer" y no consideramos lo que "efectivamente se hace", nuestras conmemoraciones seguirán siendo retóricas, diremos y oiremos bellas palabras que hablarán sobre bellos sentimientos y afuera del lugar en el que el acto tenga lugar, el mundo seguirá siendo indiferente a las declaraciones de un presidente acerca de la necesidad de nuestra erradicación del planeta, o los intereses de los países del mundo se partirán de acuerdo a quién reciba qué parte de los beneficios. Y así ha sido siempre. Todos sabemos lo que está bien y lo que está mal. Lo que no sabemos es cómo hacer para que triunfe el bien.