Nadie nos pidió permiso. Ya era hora sin embargo.
Y un día, empezamos a ser abuela, abu, mamama, mamina, meme, mumi, nonna, bobe, baba, babu...
Un bebé, un bebé de nuestra hija, un bebé de nuestro hijo.
Después de los meses de embarazo, no podía ser una total sorpresa. Sin embargo, hay una zona en la que nos resulta extraño que quien era un bebé hasta ayer nomás, tenga hoy un bebé. Hoy nos toca a nosotras preguntarnos cómo es que pasó tan rápido.
Pero nos recuperamos. Rápidamente. Y también recuperamos el placer de acunar, de oler, de sostener, de mecer, y tejemos batitas, y leemos revistas y hacemos memoria para recordar cómo era y qué consejos dar y a veces nos miran esperando nuestro sabio consejo y nos descubrimos dándolo o paralizadas porque no se nos ocurra nada digno de las circunstancias.
Ser abuela no es igual para todas. Como para mí ha sido y sigue siendo gozoso, sólo me referiré a ello. No sé cómo lo vive visceralmente la mujer que sostiene su identidad y auto estima en la ilusión de la eterna juventud. Supongo que no le será fácil.
Como sea, el primer nieto le marca a una, le guste o no, el paso del tiempo. Coincide a menudo con la menopausia en esa danza armoniosa de la vida. Hoy la menopausia, lejos de indicar el fin, es un nuevo comienzo. Las mujeres post menopáusicas ya no zurcimos zoquetes cerca del fuego esperando con resignación los bigotes y la muerte, somos hoy una especie de vendaval energético munidas de la infaltable pinza de depilar, claro, pero con una voluntad y curiosidad y vitalidad sin límites.
Somos un nuevo modelo de abuela.
Somos la abuela que da cita. Te cuido al bebé los jueves de 3 a 7 de la tarde. Somos abuelas con vidas propias y anhelos de realización personal. Vivas, vigentes, vigorosas, enamoradizas, nos enamoramos de ese cachito de carne tierna y vemos su evolución y crecimiento como la renovación de la promesa de la magia y el misterio de la vida.
Solía decir que los hijos son como el marido y los nietos como el amante. Los hijos: la responsabilidad, los nietos: el disfrute. Imagen potente porque propone, junto con la abuelidad, la ruptura del pacto de exclusividad sexual del matrimonio Todo junto, provocativo, seductor, inquietante. ¿Abuelas seductoras? ¿Abuelas sexualmente activas? ¿de qué abuelas estamos hablando? ¿Cómo es esto de ser abuelas hoy?
Enamoradas de nuestros nietos, apasionadas en nuestros encuentros con ellos, disfrutándolos lo más posible porque somos concientes del paso del tiempo y de la aventura de la niñez y el amor, al mismo tiempo, nos hemos hecho ciudadanas del mundo y hacia allí vamos. Produciendo, creando, transmitiendo, investigando, buscando, encontrando, perdiendo, inventando.
Los jueves de 3 a 7 de la tarde. También los domingos al mediodía. O alguna noche, ¿por qué no? Eso sí, los llevamos al teatro, si tenemos con qué, les compramos juguetes y les hacemos los gustos y nos preguntamos por qué no recordamos haberlo pasado tan bien con nuestros hijos cuando eran chiquitos.
El otro día estaba en casa de una amiga que cumplía años y estaba su nietita más chica, una delicia de menos de dos años que era el centro de todas nuestras miradas. Cuando trajeron la torta, fue derechito a sacar la frutilla ubicada en el centro, metió los dedos en la crema y se la comió. Pensé avergonzada que jamás habría permitido tamaña conducta en ninguno de mis hijos y me encogí en el asiento observando con gozo y placer el modo en que se comía la frutilla. Nadie la reprendió. Algunos, como yo, disfrutaban mirándola. ¿Será que la edad nos ha puesto menos represores? ¿Será que valoramos más lo que tenemos entre manos? ¿Será que la conciencia del paso del tiempo nos ha jerarquizado el presente? ¿será que nosotras también estamos aprendiendo que podemos meter los dedos en la crema y comernos la frutilla de la torta?