Cansancio, cuarentena, pantallas y entuertos.

Captura+de+Pantalla+2020-04-15+a+la%28s%29+17.52.21.jpg

En estos tiempos de encierro y aislamiento, el acceso a internet es una herramienta de trabajo y conexión y también un escape mágico. Se volvió, para todos, tan vital como el aire que respiramos. Y más aún porque no nos amenaza con contagio alguno.

Pero las conferencias y clases, las reuniones tanto de grupos de trabajo como de amigos o familiares, resultan sumamente cansadoras. No sé si a todos les pasa lo mismo, pero a mí me agotan. Dos horas sentada frente a la pantalla de la computadora o del celular, quieta, atenta y focalizada en lo que se ve y se oye, me dejan de cama y con los ojos desorbitados.

Algunos sugieren que es el efecto que produce la imagen plana, la bidimensionalidad de las pantallas, que la ausencia de la dimensión de profundidad que a uno le permite medir la distancia exige más atención y un trabajo perceptivo suplementario. 

Los tuertos, los que ven con un solo ojo, reconstruyen en su cerebro la dimensión que les falta para poder moverse y relacionarse con los objetos sin equivocar la distancia. Es lo mismo que estamos forzados a hacer nosotros en nuestras interacciones bidimensionales: miramos, oímos, prestamos atención y al mismo tiempo intentamos medir en todo momento esa distancia imposible de medir porque estamos en lugares diferentes. La pantalla no nos da la información que nuestro cerebro requiere para tener el registro de las ubicaciones mutuas tan esencial para la interacción humana y la convivencia. Tal vez sea un resabio neurológico defensivo que en la antigüedad, gracias a la visión estereoscópica, permitía medir la distancia ante el eventual ataque de algún predador, que era vital entonces (y también hoy).

Nos falta una información esencial ante las pantallas, es como si estuviéramos tuertos, como si viéramos con un solo ojo, chato, solo en plano. Tal vez por eso ese cansancio abrumador...

Tuerto y entuerto tienen el mismo origen etimológico. Vienen de tortus, torcido.

En singular, entuerto quiere decir ofensa, agravio, insulto. En plural, los entuertos son las contracciones bruscas y dolorosas del útero en el puerperio, los cuarenta días posteriores al parto. 

¿Cuarenta días?

¡Cuarenta días! 

¡Oh! !Qué coincidencia! 

Publicada en Clarin, 26 de julio 2020

Publicado en El Diario de Leuco, 27 de julio 2020

Cercanía forzosa.

IMG-0592.JPG

El mundo barajó y está dando de nuevo. Cada uno en su casa protegiéndose y protegiendo. Estamos ante un desafío global inédito y deberemos ponerle la mejor onda a esta convivencia tan próxima, tan inescapable, tan provocadora.

Esta cercanía, parecida a cuando nos vamos de vacaciones y tenemos que estar juntos tooooodo el día tooooodos los días, se complica hoy con la restricción geográfica de no poder salir de las cuatro paredes que limitan nuestro espacio de vida y no podemos huir de nosotros mismos. 

Me hace acordar a lo que me pasó cuando comencé a usar lentes de contacto. De pronto descubrí cómo era mi cara de verdad porque no pude más que ver todo lo que antes no veía. La miopía no te deja ver bien, es como si todo estuviera más lejos. 

Y de lejos todo es más lindo. 

La cercanía puede ser cruel porque revela los detalles mínimos. Lo mismo pasa ante alguien que no se conoce, se lo ve como a la distancia y con bordes poco nítidos y parece tener cualidades, colores y condiciones que, a medida que nos vamos acercando y viendo con más precisión, advertimos que no siempre estaban. 

Solemos ser miopes con los desconocidos y los investimos con lo que esperamos, lo que necesitamos, lo que nos gustaría que tuvieran. Ellos tampoco ayudan porque se presentan con su mejor cara, como las fotos que elegimos publicar en las redes sociales.  

Esta combinación, tantas veces tramposa, se va desmoronando a medida que nos vamos acercando y los detalles comienzan a dibujarse con mayor claridad. Lo que brillaba se opaca. Lo que era cuidado y nítido se vuelve desaliñado y desprolijo. A medida que la distancia se va acortando, la diferencia entre lo que se creía ver al principio y lo que hay puede ser fatal para la continuación de la relación. O no, puesto que a veces, mirar de cerca permite ver cualidades que de lejos pasaban desapercibidas y no se valoraban.

Pero a veces, más de lo que imaginamos, la imagen primera, aquella promesa de perfección, sigue existiendo como promesa y si el otro resulta no ser tan bello, tan dulce, tan amoroso, tan inteligente, tan comprensivo, tan ordenado, creemos que nos lo hace a propósito. Lo que veíamos a la distancia era tan maravilloso que reconocer la realidad es un doloroso golpe a la ilusión mágica de perfección y felicidad total e instantánea. Por algo los cuentos de hadas terminan con el matrimonio. La convivencia es como mis lentes de contacto, acorta la distancia y las imperfecciones se hacen visibles. Nos sentimos traicionados y aquella ilusión de felicidad se va borroneando y nos deja con la pregunta atormentadora de si era éso lo que esperábamos, lo que nos merecíamos, con lo que tendremos que vivir el resto de nuestra vida.

Dan Ariely, académico de la universidad de Duke, lo dice claramente en este video animado (https://bit.ly/2tSnLmJ, activar subtítulos) donde hace una analogía entre una pareja y un departamento alquilado. Imaginemos, nos dice, que el contrato de alquiler es de día por día, el inquilino no sabe si seguirá al día siguiente. ¿Hará alguna mejora en el departamento? ¿lo pintará si comienza a descascararse? ¿resolverá algún problema que pudiera aparecer? ¿lo embellecerá? ¡Claro que no! si no está seguro de que seguirá allí no hará ningún esfuerzo. Lo mismo pasa con la pareja. Cuando ya  no brilla ni nos entusiasma como esperábamos, nos aferramos a la idea de mudarnos, “¿y si me voy y busco otro?” estamos como el inquilino de día por día. ¿Para qué invertir en mejorar la convivencia si deseamos que termine? El divorcio parece la única salida.

Estamos en un momento en que debemos asumir que el alquiler seguirá por un tiempo, que no podemos dejar pasar las cosas que se deterioran o descascaran porque es el espacio en el que vivimos. Limpiemos las telarañas que se acumularon, pongámoslo lo mas lindo que podamos, cambiemos los muebles de lugar y busquemos los espacios en los que nos vemos mejor, en los que vemos a nuestro otro mejor. Hoy lo que soñábamos al principio está puesto en cuestión y nos encuentra en un lugar que tal vez no habíamos buscado pero en el que se nos va la vida. Hay que barrer todos los días, poner flores, arreglar esa canilla que gotea y el enchufe que está en corto. Es un esfuerzo, pero el mantener las cosas lo mejor posible hará que la casa -es decir, nosotros- se vea mucho mejor. Aprovechemos este torcimiento de la vida que nos fuerza a convivir tan cerca para encontrarlo que habíamos pasado por alto, lo que dábamos por supuesto, lo que habíamos dejado de ver y valorar.  

Demasiado lejos enciende nuestra imaginación y no nos deja ver. Demasiado cerca atenta contra nuestra perspectiva y tampoco nos deja ver. Encontrar la distancia óptima, una nueva perspectiva, es uno de los secretos de esta convivencia insólita para volverla a nuestro favor lo más que podamos. Respetemos nuestros momentos de aislamiento dentro del aislamiento: si hace falta cerremos una puerta y quedémonos solos recuperando el aire. La presencia constante del otro que opina, critica y juzga es desgastante. Recordemos además que nosotros somos el otro de nuestro otro y evitemos, en lo posible, opinar, criticar y juzgar porque intoxica el aire. Encontremos la distancia óptima para que esta convivencia no se vuelva un infierno. Sartre decía “el infierno son los otros”. Prestémosle mucha atención y pongamos todo nuestro esfuerzo en que no lo sea.


Tal vez suene cursi y meloso, pero esta cercanía forzosa nos desafía a bajar un cambio y reencontrar aquello que nos enamoró, aquello que nos puede hacer bien aunque nuestro otro se empeñe en no ser todo lo perfecto que esperábamos. El amor no es un estado de pasión y entusiasmo estable e inamovible, cambia, por momentos parece que ya no está, tiene diferentes caras, como la luna. Parafraseando a John Lennon, démosle una oportunidad al amor.

Publicado en La Nación

Captura de Pantalla 2020-03-31 a la(s) 18.21.50.png