noche de los cristales

El Pogrom de Noviembre (conocido como la Kristallnacht)

              Cambio de la denominación. La Shoá está siendo conmemorada cada vez más en su distintas fechas. El 27 de enero el Día Internacional del Holocausto, Iom Hashoá el 27 de Nisán del calendario hebreo (entre marzo y mayo del calendario gregoriano), el 8 de mayo el Día de la Capitulación de Alemania y el 9 de noviembre popularizado como la Kristallnacht –la noche de cristal- y mal traducido como “la noche de los cristales rotos”.  "Kristallnacht" es el nombre creado por la usina de pensadores del Ministerio de Propaganda del Reich, el famoso centro de generación de operaciones políticas liderado por Joseph Goebbels. Esta evidencia ha determinado que tanto en conmemoraciones oficiales de Alemania como para académicos de otros sitios[1], se ha convenido que el nombre sea Pogrom de Noviembre.  

Todo cambio de denominación requiere un tiempo de conocimiento, convencimiento, adaptación e incorporación. No ha sido fácil con la palabra Shoá pero lo estamos consiguiendo. Tal vez por un tiempo habrá que hacer lo mismo que se hace con ella, a la que se le agrega a veces Holocausto como aclaración. Sería “Pogrom de Noviembre” (conocido como la Kristallnacht).

¿Qué quiere decir Kristallnacht? y ¿qué pasó en realidad? Kristallnacht es una formulación cuasi poética, “la noche de cristal”, que más que decir, oculta lo ocurrido esa fatídica noche de noviembre. Evocamos junto con esa formulación las fotografías tan profusamente difundidas de los frentes de negocios judíos con sus vidrieras rotas y los fragmentos de vidrios esparcidos por la calle. ¿Quiénes tiraron las piedras que quebraron los vidrios? Tal vez jóvenes rebeldes y aventurados o quizás enojados luego de conocida la muerte de vom Rath. Son imágenes que no llegan a ser delictivas, algo más que travesuras, casi anodinas y que refieren al ataque a propiedades en manos de espíritus vengadores por la muerte del diplomático alemán en Paris. Claro que sabemos que las cosas no fueron así, pero lo sabemos solo los que lo sabemos. Los que no lo saben, no tienen más que los rótulos y las fotos de vidrieras rotas, no saben que no saben, no saben sobre lo asesinatos y las deportaciones, sobre el terror desatado, los incendios, los robos, las humillaciones y acosos, sobre la organización concienzuda que produjo el estallido de violencia de una manera simultánea en toda Alemania y en Austria, no saben que fueron incendiadas 267 sinagogas, que 177 de ellas fueron totalmente destruidas, que se dañaron casi 8 mil negocios de los que casi todos quedaron en escombros, que fueron arrestados y trasladados a campos de concentración 20 mil judíos, que fueron asesinados casi cien,  que fueron profanados los cementerios judíos, que fueron humillados, golpeados y torturados decenas de miles ante la vista indiferente del público y las fuerzas del orden que habían recibido órdenes de intervenir solo si las llamas ponían en peligro edificios vecinos cuyos propietarios no fueran judíos.  

¿Por qué llamarlo pogrom? Un Pogrom se define como una explosión de violencia en manos de una turba desatada que viola, roba y asesina a mansalva a una población judía indefensa sin mediar razón real. Un Pogrom alude a injusticia, brutalidad, blancos previamente designados, -siempre los judíos-, redireccionando el descontento popular por carriles previamente dibujados por los prejuicios y los estereotipos que definen a los judíos como el “enemigo interno” que permite la cohesión de las masas oponiéndose a él. La palabra Pogrom no es una palabra conocida, no es una palabra del habla común como lo son “cristales” y “rotos”. Para los que no saben lo que pasó, la palabra Pogrom no evoca imágenes construidas previamente ni simulacros ni disimulos usados por el nazismo para ocultar sus crímenes. Es como la palabra Shoá, debe ser explicada, no evoca imágenes ni es evidente por sí misma. Pogrom y Shoá se refieren claramente a ataques dirigidos al pueblo judío y es el primer dato relevante que comportan.

Una operación organizada. La violenta acción del 9 de noviembre de 1938 tuvo lugar gracias a una organización que proveyó los recursos, armó los equipos de asalto, brindó el entrenamiento previo y la motivación, colaboró con la logística necesaria: sistema de comunicaciones y traslados, aparato de propaganda, difusión masiva por el medio entronizado por el nazismo como su herramienta más poderosa de penetración e influencia, la radio. Años después, en la década del noventa, la radio fue el vehículo que multiplicó la consigna asesina en toda Ruanda y gran parte de su población Hutu asesinó de manera sangrienta y a machetazos a sus vecinos y amigos Tutsis. Estas cosas no se han de manera espontánea. Son explosiones de violencia generadas, alimentadas, sostenidas y planificadas por una entidad poseedora de la logística y el poder apropiados. Fue luego de una intensa campaña propagandística, igual que en la Alemania nazi. En este caso las matanzas no fueron secretas sino que se hicieron de manera abierta, subiendo la apuesta del horror del Mal que ni siquiera sentía repulsión por el derramamiento de sangre de amigos, vecinos, y fundamentalmente de niños. ¿Espontáneo? Lejos de ello. Pensado, armado, estructurado y ejecutado por el aparato estatal. Por todo ello estamos propulsando el cambio del nombre de este acontecimiento sucedido durante el nazismo. En Alemania desde fines de los 1970 el nombre público es “Reichspogromnacht”, la Noche del Pogrom del Reich y también “Pogromnacht”, Noche del Pogrom, o “Novemberpogrom”, Pogrom de Noviembre. Aunque al principio no definían una denominación homogénea en todas las denominaciones oficiales está la palabra pogrom.  

Una curiosa coincidencia en las fechas. Estas órdenes y la simultaneidad de los vandalismos revela que la pretendida espontaneidad no fue tal aunque sí lo fue el asesinato de vom Rath, un evento perfecto para gatillar el estallido de violencia. El 9 de noviembre tuvo una gran resonancia simbólica para el partido nazi, y la violencia desatada ese día de 1938 no fue accidental. Ni siquiera la fecha es inocente y es reveladora de otras intenciones. Un 9 de noviembre de 1918, 30 años antes, había abdicado el Káiser Guillermo II, lo que determinó el fin de la monarquía en Alemania, tomada por Hitler y sus simpatizantes como una traición al alma alemana. Quince años antes, un 9 de noviembre de 1923, Hitler y sus seguidores hicieron lo que se conoce como el Putsch de la Cervecería, el intento fracasado de toma del poder en Múnich cuya consecuencia fue el arresto de Hitler y la lección de que el poder solo podía tomarse mediante el voto popular, hacia lo que trabajaría una vez salido de la cárcel con su “Mi lucha” terminado de escribir. La fecha elegida para la acción de 1938 no fue por cierto azarosa, hasta hay una progresión aritmética precisa, de quince en quince años. (Y también un 9 de noviembre pero de 1989 fue la caída del Muro de Berlín, fecha elegida para "lavar" a la de 1938 que sigue avergonzando al pueblo alemán) 

¿Banalización? Últimamente se habla mucho de la banalización de la Shoá y en parte somos culpables de ello con cosas como éstas. Usar la palabra elegida por los nazis abona la tendencia a banalizar, porque se toma un hecho importante y se lo reduce a una formulación que es encubridora y engañosa.  Después nos sorprende que las frases hechas, los lugares comunes se repitan sin sustento ni contenido por políticos y comunicadores sociales.

Una esperanza. Esperamos que en el año 2012 y en los siguientes, las convocatorias a la conmemoración del 9 de noviembre comiencen a incluir esta denominación más descriptiva y adecuada que la generada por los mismos nazis y que la fecha empiece a ser conocida y difundida como “El Pogrom de noviembre (Kristallnacht)”.

 

Diana Wang

Presidenta de Generaciones de la Shoá

(re-escrito en base a su texto de noviembre de 2009)