Esperás que llegue. Si entra en el baño o se duerme te abalanzás sobre el celular. Lo abrís -de algún modo conocés la clave- cliqueás afiebradamente whatsapp, mensajes, mails, fotos. Buscás adjetivos sospechosos, saludos demasiado íntimos, citas insólitas, alguien del trabajo, una vieja historia que creías olvidada, o algún nombre nuevo, desconocido, (¿quién es?, ¿cuál es la relación? ¿desde cuándo?)
Revisás bolsillos, carpetas, bolsos, mochilas a ver si encontrás un papel, un ticket, algún resto documental que pruebe la traición que temés.
Creés que dejó de amarte, querés encontrar pruebas de su maldad, confirmar tu posición de víctima para acusar y señalar con el dedo: ¡toda la culpa es suya!
Querés pruebas pero ¿pensaste qué hacés si las encontrás? ¿Vas a confrontar? ¿Cómo pensás superar lo que sentís como una traición? ¿ y con la humillación qué?
Encontrar evidencias no tiene vuelta atrás. Si sos de esas personas que no lo pueden superar te conducirá fatalmente a la separación. Por eso, antes de espiar en el celular o donde sea, decidí si tiene sentido esa búsqueda encendida y si te vas a tirar por ese tobogán que te puede llevar a la ruptura y la soledad.
Encontrar puede ser un alivio para acusar, reclamar y triunfar sobre el otro pero también puede ser el principio del fin.
Por ahí no buscaste y te topaste sin querer con la información sorpresiva de que no eran dos, de que hay, o hubo, alguien más. ¡Balde de agua fría! No te lo veías venir. Desengaño. Desconcierto. Desilusión. Desaliento. ¿Otra persona? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? ¿qué hago? ¿le digo que lo sé? ¿no le digo? Este hallazgo accidental es más doloroso que el buscado, el golpe inesperado es más artero, te encuentra con las defensas bajas
Descubrir que hay otra persona, es siempre doloroso, toca y hiere sentimientos y emociones, fragilidades y vulnerabilidades que repercutirá en el destino de la pareja. Nada seguirá igual. La afrenta es tan honda que tal vez te sea imposible continuar. Fragmentada en pedazos la confianza, lo construido en familia se desmorona como un castillo de naipes. Lo que parecía sólido y firme se agrieta y uno queda atontado como marmota.
Pero, aunque duela, aunque no nos guste, aunque tengamos las mejores intenciones, estas cosas pasan. Nadie está exento. El pacto original se rompió ¿Cómo seguir?
Superado el primer impacto, puede haber una oportunidad de repactar. La convivencia daba por obvias tantas cosas que puede ser buen momento para desempolvar rincones que se dejaron de visitar, abrir ventanas y dejar entrar un renovador aire fresco, encarar esos temas que nunca se hablaron.
Preguntar cosas como “¿no sos feliz conmigo? ¿pensaste dejarme? ¿es algo que hice yo? ¿es algo que no hice yo?”. Si se puede hablar se pondrá palabras a ansias y frustraciones, sueños y desánimos de ambos, un ponerse al día, volverse a conocer. “¿Esa otra relación es algo transitorio? ¿Qué te dio que no encontrabas en mi? ¿tiene que ver conmigo o es una necesidad personal y no tengo nada que ver?”. La crisis habilita estas preguntas. Podemos crecer como persona si entendemos “¿por qué no me di cuenta? ¿dónde estaba yo mientras pasaba esto? ¿cómo no lo vi?”. Se podrán decir y escuchar cosas que sobrevolaban y que no se podía siquiera pensar y construir un nuevo pacto de convivencia más satisfactorio para ambos, más realista, una pareja en la que no sea necesario, para ninguno, mentir, ocultar o espiar. No son conversaciones fáciles pero si la alternativa es el derrumbe, pueden conducir a una mejor convivencia, fundada esta vez en sinceridad, transparencia y posibilidades reales no en ilusiones imposibles.
Somos como somos y podemos lo que podemos. Solo hablando francamente sabremos cuánto de lo que cada uno necesita el otro lo tiene y si lo puede dar. O, si nada de eso se puede, si no quedaron ni las brasas, decidir una separación consensuada y conversada que, si hay hijos, será mucho más saludable que andar acusándose de desamor y traiciones.
Y como decía el gran Nano: Uno siempre es lo que es / Y anda siempre con lo puesto / Nunca es triste la verdad / Lo que no tiene es remedio.