Enemigos, una historia de amor (1989)

Las diferentes lecturas de “Enemigos, una historia de amor”

(Sobre relato de Bashevis Singer, dirigida por Paul Mazurski)

Cuando una obra admite más de una lectura, estamos frente a un hecho artístico. Cuando una obra admite varias lecturas y éstas son sobre la esencia de lo humano, estamos ante una propuesta filosófica. Si una obra admite varias lecturas, habla sobre la esencia de lo humano y tiene la valentía de enfrentar tabúes y hacernos reflexionar sobre nuestro futuro y posibilidades, es una obra maestra. Es el caso de la historia que nos cuenta Bashevis Singer en esta película.

Encuentro por lo menos cuatro niveles dignos de reflexión: el nivel de lo judío, el de la afectividad, el de la shoá y el de género.

El nivel de lo judío.

Un escritor judío que tiene dificultades para escribir, un trabajador intelectual en un mundo mercantilista. Toda una metáfora del mundo judío perdido de la preguerra así como la pregunta por el destino de lo judío en el mundo de posguerra. Un intelectual judío que debe ganarse el favor de los poderosos para poder subsistir. ¿Será esto una pincelada sobre le hegemonía del poder financiero sobre la vida académica e intelectual?

También nos ofrece una pintura de la vida judía del nuevo mundo. Vemos a los judíos norteamericanos, en viñetas cariñosas y nostálgicas, viviendo su vida normal, tan lejos de Europa y habiéndose construido una identidad judía absolutamente norteamericana, necesariamente diferente de la que traían los inmigrantes. Ser judío en un mundo libre no conlleva el riesgo de la muerte, y serlo durante decenas de años, genera un tipo de sociedad nueva para estos sobrevivientes que parecen buscar todavía entre las sombras el sentido de su vida. En la escena veraniega de los Catskills todos sabemos que durante la shoá también iban ahí y que las cosas habían sido igual durante esos años. Aunque lo hubieran sabido, aunque hubieran luchado de distintas maneras, el sólo hecho de saber que eso había estado ahí todo ese tiempo mientras estos cuatro sobrevivientes vivían en el infierno, le da a esta ocurrencia un sabor particular, algo doloroso y extraño, con la misma extrañeza que tiene muchas veces la vida. Nadie dice nada respecto de eso, pero eso está. Los judíos son judíos acá y allá, sin embargo, no era lo mismo ser judío durante la segunda guerra en los Estados Unidos que en Europa. Coexistían las dos formas. Hay allí una construcción de lo judío que los sobrevivientes tienen que aprender a conocer.

El nivel de la afectividad.

Un hombre que ama a tres mujeres. Ama de verdad a las tres. No las ama igual, por supuesto, pero está unido a las tres con lazos muy sólidos, ninguno de los cuales puede y quiere romper. Necesita a las tres. No puede vivir sin las tres. No quiere herir a ninguna. Quiere ser leal a las tres. Esto nos enfrenta con el desafío de pensar y volver a pensar las exclusividades en las relaciones amorosas, el amor eterno y único, pensamiento que está en el centro de la monogamia. No sólo pone en crisis la idea del amor único y eterno, sino que la suposición de lo natural de la relación monogámica es puesta en tela de juicio puesto que a él no le basta la relación con una sola. Tampoco le basta a mucha más gente de lo que nos imaginamos. Hay algo ahí en lo que somos invitados a reflexionar. Bashevis Singer nos presenta a un hombre que, a pesar de estar relacionado con tres mujeres no es un crápula ni una mala persona ni un pecador, es tan sólo un ser humano, débil y desconsolado. Se lo expone en su máxima vulnerabilidad, intentando amar y cuidar, proteger y no lastimar, salir adelante con ese estado de cosas tan opuesto a lo que la moral social admite y contiene. Preferimos ver la no exclusividad amorosa como algo denigrado y se lo llama “infidelidad” o peor aún “metida de cuernos” con un hondo contenido de inmoralidad y pecado. Nuestro protagonista, que comparte esta moral por cierto, trata de sobrellevarla y amar a la que ama, cuidar a quien lo cuidara y respetar a quien fuera su esposa. Pasión, agradecimiento y camaradería que, combinados, serían la síntesis del amor. Él lo vive con tres mujeres. Lo fue llevando la vida. El no parece haber elegido. Su vida parece ser una resultante de lo que deciden otros. Cosa que es otra de las proposiciones del relato: cuánto de nuestra vida es decidido por nosotros mismos y cuánto lo deciden las circunstancias.

El nivel de la shoá.

Los cuatro protagonistas son sobrevivientes de la shoá. No hace falta que nos cuenten cómo fue para cada uno esa dura experiencia, lo vemos en sus ojos, en sus pequeños gestos, lo adivinamos en su angustia muda. Tres sobrevivientes mujeres (una cuarta si contamos a la mamá de la amante), un sobreviviente hombre. Tal vez esté la declaración de los hombres de darse por vencidos, de que debieran dejar el mundo a las mujeres, como sucede en el final de la película. La reflexión a que Bashevis Singer me conduce es a una derrota total del hombre, o más aún, a una derrota total de la civilización con sus ideales de progreso. El hombre con su política, sus grandes decisiones, sus famas y glorias y poderes, ha conducido a este horror.

Podría pensarse que cada personaje representa a algún aspecto del drama de los sobrevivientes de la shoá. El escritor nos habla del estupor del mundo intelectual que ha quedado vacío de caminos y contenidos. La segunda esposa, la polaca salvadora, nos señala el lugar de la gente común, ignorante, con una bondad primitiva, que no pudo detener el curso de las cosas, pero en su pequeña medida, hizo algo, salvar un judío, sin mucha conciencia, sin grandes justificaciones filosóficas, tan solo lo hizo, tal vez por deber. La amante exhibe el horror descarnado que dejó la Shoá, es la pura pasión desbordada, es el puro dolor del desamparo, de la urgencia, de la imposibilidad; es la que, lógicamente, elige el camino del suicidio, que es el camino del escepticismo más total. La primera esposa, la que vuelve de la muerte, pareciera estar más allá del bien y del mal, portadora de la sabiduría de la humanidad; es la artífice del final esperanzador. Son cinco sobrevivientes (contando también a la madre de la amante), cinco personas buscando a tientas recomenzar a vivir.

Estamos en los primeros años de la posguerra. Eran los años en que se empezaba a saber exactamente cómo habían sido las cosas, la humanidad estaba desolada, como nuestro protagonista, como si atrás quedara un desierto y el único camino posible fuera el abandono. Es como si el protagonista actuara el “paren el mundo que me quiero bajar”. Y es ahí cuando Bashevis Singer se pregunta si no les ha llegado el turno a las mujeres, las que se ocupan de las pequeñas cosas, de la comida, de la ropa, del bienestar, de las caricias, las que son capaces de solidaridad y de superar supuestas rivalidades en aras de la crianza de un bebé, otra vez una nena, la nueva esperanza para la humanidad. El protagonista hombre renuncia, deja los escenarios de su vida, y esta vez los deja por decisión propia. Antes había sido por la shoá, pero ahora es debido al haber asumido su incapacidad para seguir adelante. Nada se puede hacer. Las cosas hay que pensarlas de otra manera. La esposa polaca tan ciegamente leal, la esposa judía tan calladamente sabia son dos caras de lo mejor de los seres humanos: de la gratitud, de la memoria, de la solidaridad, de la fraternidad, del trabajo para el futuro. El nacimiento de la niña, hija de los cuatro, portadora del nombre de la amante muerta, es un monumento conmemorativo de la vida y de la muerte, es la expresión de la esperanza de la humanidad.

El nivel de género.

Hay acá una aguda reflexión sobre lo masculino y lo femenino. Las cosas han cambiado en los últimos cincuenta años. El lugar y el rol que el género determinaba han ido cambiando. No demasiado, pero al menos está cambiando la mirada sobre ellos. Antes se pensaba que lo masculino y lo femenino estaban dados, que era natural, casi genético. Hoy sabemos que es producto de la cultura, de la sociedad y la educación, que las actitudes así llamadas masculinas y femeninas son construcciones sociales, por eso se lo llama género y no sexo. Se ha producido esta distinción entre ambas cosas, dejando afuera a la biología. El concepto de género es más abarcativo que el de sexo y puede incluirlo. En esta historia la pregunta por el género y su lugar en la sociedad aparece casi en un foco principal. El protagonista hombre parece ir de una mujer a la otra sin ser capaz de tomar ninguna decisión eficaz. No así las mujeres que deciden y se hacen responsables de sus decisiones. Una decide que así la vida no se puede soportar y se mata. Otra decide tener un hijo, respetar a su marido y seguir con la vida. La otra, la que vuelve de la muerte, sin dejar de llorar a sus hijos perdidos, asume el lugar de marido que el protagonista va dejando libre. Queda al final, un matrimonio formado por dos mujeres, aunque una renga.

Sobre las huellas del horror de la shoá y del fracaso de la civilización expresadas en el suicidio de la amante, en el abandono del protagonista y en la pierna herida de la mujer, se produce el nacimiento de la niña.

El revivir de la esperanza puesto en el género femenino podría ser un anhelo de regreso a las viejas sociedades matriciales –ni patriarcados ni matriarcados- basadas y sostenidas en la solidaridad, la colaboración y la generosidad, con una matriz de red e interconexión y alimentadas con la lógica del amor.