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Con las mejores intenciones

Vivir en pareja, encuentros y desencuentros. En “Le doy mi palabra” programa de Alfredo Leuco, Radio Mitre.

Hoy voy a hablar de algo muy común en el mundo de las parejas que es cuando cuando uno hace algo con las mejores  intenciones y no sale bien, el otro lo vive como un ataque y, claro, responde mal. 

A veces uno dice cosas, con la mejor intención, y al otro le caen mal, se ofende, se enoja, contesta mal. ¿Qué pasó? Uno no quiso hacerle daño, ¿por qué el otro lo entendió mal? 

Veamos un ejemplo. Pensás que estoy haciendo algo de modo equivocado, que si lo hago de otra manera sería más fácil o mejor. Me querés ayudar y dar un consejo. Tu intención es buena y me decís: “¡Así no, ¿no te das cuenta de que así no es? lo tenés que hacer de tal otra manera!” lo que, para tu sorpresa me cae mal. ¿Por qué, si lo hacés para ayudarme?. Es que lo hiciste de un modo en que me pasás por encima. Me criticás, me decís que lo que hago está mal, que vos sabés cómo es y que yo no y opinaste sin que te lo pidiera. Con la mejor de las intenciones, me pasaste por encima. Las mejores intenciones se ahogan en la forma en que uno las enuncia y terminan lastimando. Tu deseo de ayudar fracasó porque me lo dijiste de modo desconsiderado y no pude escuchar la ayuda, solo escuché la desconsideración.

Si ves que estoy haciendo algo que te parece mal o que podría mejorarlo, estaría genial que me lo dijeras y me facilitaras la vida pero tenés que tener algunos cuidados para que te pueda escuchar. Son básicamente tres.

Preguntame si te quiero escuchar. No te abalances a aconsejar, ni a tu pareja ni a nadie, si el otro no quiere oírlo. Primero preguntá. “¿Te puedo dar un consejo?” o “Se me ocurre otra manera de hacerlo ¿querés que te la diga?” y si el otro no quiere, pues te callás la boca y no decís nada.

Empatizá conmigo, ponete en mi lugar. En lugar de opinar y criticar, mirá la dificultad o lo que te parece que me es difícil, acercate amablemente y me decís por ejemplo “me da la impresión de que te está costando…” o “mmmm qué difícil parece…” No me digas “está mal lo que hacés” o “yo sé hacerlo mejor”, no me juzgues ni me descalifiques ni me hagas sentir menos.

Hacelo de modo amable, no te impongas ni me mandes, sé mi par -sos mi pareja ¿no es cierto?, somos pares- no me hables desde el lugar de alguien superior que se las sabe todas y que me mira como si yo fuera una inútil. En lugar de decirme “yo te voy a decir cómo se hacen las cosas bien” hacelo más blandito, como “se me ocurre por ahí otra manera de hacerlo, ¿te gustaría probar?” algo que no me suene como que sos el dueño de la verdad y que me deje a mi el derecho a decidir.

Creemos que con las mejores intenciones alcanza pero no es así. Las buenas intenciones son básicas en toda relación pero hay que aprender a decir de modo que no se sientan como descalificaciones o ataques, pensando en cómo las puede recibir el otro.  

Por eso, si querés dar un consejo a tu pareja, preguntale si lo quiere recibir, hacelo sin criticar ni opinar sobre lo que hace y no le hagas sentir incapaz. 

Solo vas a ser escuchado si lo decís con respeto y consideración. Solo así las buenas intenciones llegarán como tales. 

Tenés la mejor de las intenciones, pero cuando quieras opinar, -a tu pareja o a cualquiera- preguntá si te quieren oír, y si te dicen que sí, no te quieras imponer ni critiques, empatizá y sugerí.