Una oyente me escribió diciendo que se lo pasaba esperando que su marido un día, la sorprenda con algo, la invite a salir, a comer afuera, a lo que sea… y nunca pasaba. “La rutina me está matando” me dijo, “estoy desanimada, sin entusiasmo ni ganas, pienso seriamente si no es que se terminó el amor, si no es el momento de separarme”.
Si me está oyendo, le digo a ella y a tantos como ella, que antes de pensar en el fin del amor, se pregunte cómo siente y expresa el amor cada uno según como sea cada uno. Por ejemplo, ¿qué tal si son una pareja de almeja y cascabel?
Las almejas prefieren la soledad y el silencio, son poco comunicativos, reservados. Huyen de los encuentros sociales y si no tienen más remedio que ir, se quedan cerca de la puerta lo más lejos posible del ruido. No necesitan cambiar sus rutinas, están cómodos y seguros en lo conocido. Si tu pareja es una almeja, está a gusto en su burbuja interior, lejos de las miradas. Son tranquilos y solitarios, no necesitan más que lo que tienen.
A los cascabeles les encanta el ruido, comunicarse, necesitan estar con gente, ver y hacer cosas diferentes. Van con alegría a fiestas y reuniones, se apagan en la soledad y el silencio y se encienden con los cambios y las sorpresas que los estimulan y divierten. Si sos una almeja y tu pareja es un cascabel lo que te pide no es para incomodarte, es porque lo necesita.
Dos almejas pueden convivir bien. No invaden espacios ni exigen nada al otro. Entienden la necesidad de acomodarse en la propia burbuja y no se sienten excluidos ni abandonados ni no queridos.
Dos cascabeles juntos son más divertidos pero tienen que aprender a congeniar porque pueden chocar en esta necesidad constante de novedad que puede llevar a que se pisen y se atropellen.
Si vivís con una almeja, como podría sucederle a la oyente que me escribió, no esperes ni exijas ni presiones, no te enojes si no habla o si prefiere no acompañarte al cumpleaños de tu prima, evita exponerse demasiado a ese exterior que le es amenazante, No es que no te quiere o que no le importás es que vive los cambios como amenazas. No te lo hace a vos. Es así.
Si vivís con un cascabel no esperes ni le exijas ni presiones, no te enojes porque sea ruidoso y necesite estar con gente, conversar, ser el centro de la acción. No lo hace porque busca otras cosas, porque ya no te quiere, ni por molestarte ni irritarte. No te lo hace a vos. Es así.
Cada uno es como es y hace lo que puede. A los cascabeles les cuesta almejear, tal vez hasta les angustie. A las almejas les cuesta cascabelear, tal vez hasta les angustie. No es que no quieren, es que no están cómodos, no les sale y cada uno expresa su amor a su modo.
Una de las claves para vivir en paz es saber cómo es uno y cómo es el otro y no pedirse cosas imposibles ni esperarlas del otro. Uno es como es, tiene lo que tiene y puede lo que puede.
Volviendo a la oyente desanimada… No esperes que tu almeja te invite a algo. Hacelo vos pero invitalo tranqui y despacito para que vaya levantando la persiana que le tapa la oreja y te pueda escuchar. Acercate a su burbuja solitaria, acurrucate a su lado un ratito y recién después de un silencio tranquilizador, decile, sin urgencia ni presión, amorosamente “ya sé que preferís quedarte en casa pero necesito salir a comer afuera esta noche, ¿vamos? ¿lo harías por mí?”. Hacé la prueba, vas a ver que funciona y si tenés ganas después contame como te fue.